El arte Barroco

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I.INTRODUCCIÃ N: LA CIUDAD DE SEVILLA 1
II.EL ARTE BARROCO 2
A.CARACTERÃ STICAS DEL ARTE BARROCO 2
III.EL BARROCO EN SEVILLA 3
A.PRINCIPALES PINTORES BARROCOS EN SEVILLA 3
B.OTROS PINTORES BARROCOS SEVILLANOS 3
1.Francisco de Herrera el Viejo 3
2.Francisco Pacheco 4
3.Sebastián López de Arteaga 4
4.Juan de Valdés Leal 4
IV.BIBLIOGRAFÃ A 5
I. Introducción: la ciudad de Sevilla
Sevilla es la capital de su provincia y de la comunidad autónoma de AndalucÃ−a. Está
situada junto al rÃ−o Guadalquivir, a 120 km. de la costa. Tiene un puerto fluvial que, en
tiempos pasados, fue el más importante de España.
En la actualidad la ciudad vive fundamentalmente del sector servicios; es el centro
polÃ−tico y administrativo de la comunidad autónoma, su universidad cuenta con más de
60.000 estudiantes y concentra una parte importante del comercio de AndalucÃ−a occidental.
Las fiestas más importantes son la Semana Santa, la Feria de Abril y El RocÃ−o; y es la cuarta
ciudad española en número de habitantes.
Sevilla tiene su origen en una población fundada por los Tartessos en el siglo VIII
a.C. llamada Ispal, que los fenicios ocuparon posteriormente. En el año 205 a.C. Escipión el
Africano la conquistó a los cartagineses, convirtiéndola en la capital de la provincia romana
de Bética. Durante el periodo romano la ciudad creció y se llenó de impresionantes
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edificios, como la cercana Itálica, al tiempo que se convirtió en un foco cultural muy
importante. El nombre originario se latinizó, pasando a denominarse en esta época Hispalis.
En el año 428 la ciudad fue tomada por los vándalos que, poco después, fueron
desplazados por los visigodos. Fue conquistada por los musulmanes y se convirtió, junto
con Córdoba, en la urbe de mayor importancia en el Occidente europeo. Parece que de la
arabización de su nombre latino surgió la actual denominación de Sevilla (Ishbaliya' a
'Shbiya). Durante la época almohade se construyó la Giralda, la Torre del Oro, el Alcázar y
San Marcos.
En el año 1248 el rey castellano Fernando III la conquistó. La dominación cristiana
no supuso la emigración ni el exilio de gran parte de los artesanos y comerciantes sevillanos,
por lo que la ciudad no perdió su gran actividad comercial dirigida a servir de centro de
intercambios entre Venecia, Génova y los paÃ−ses bálticos con los puertos norteafricanos.
Durante los siglos XV y XVI Sevilla se convirtió en la puerta de los viajes atlánticos
que permitieron la conquista de las islas Canarias y de América. En 1502 se fundó la Casa
de Contratación, que hizo de su puerto fluvial el más importante de Europa. De esta época
son la catedral, la colegiata del Salvador y numerosos edificios civiles como la Casa de
Pilatos, la Casa de las Dueñas y la misma Casa de Contratación, hoy Archivo General de
Indias. Pero a lo largo de los siglos XVII y XVIII se produjo un estancamiento de la ciudad
a causa de la crisis del comercio colonial y del traslado a Cádiz de la Casa de Contratación.
Durante el siglo XX la ciudad se reactivó gracias a dos exposiciones internacionales:
la primera, la Exposición Iberoamericana de 1929, propició un primer ensanche urbanÃ−stico;
la segunda, la Exposición Universal de 1992, además de integrar a la ciudad la isla de la
Cartuja, conllevó una mejora urbanÃ−stica y de la red de accesos a la ciudad tanto por
carretera como por ferrocarril, con la puesta en funcionamiento del tren de alta velocidad
AVE. En 1995 la población de Sevilla era de 719.588 habitantes.
II. El arte barroco
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El barroco fue el estilo dominante en el arte y la arquitectura occidentales
aproximadamente desde el año 1600 hasta el 1750. Sus caracterÃ−sticas perduraron a lo largo
de la primera mitad del siglo XVIII, si bien dicho periodo se denomina en ocasiones estilo
rococó. Manifestaciones barrocas aparecen en el arte de prácticamente todos los paÃ−ses
europeos, asÃ− como en las colonias españolas y portuguesas de América.
A. CaracterÃ−sticas del arte barroco
Entre las caracterÃ−sticas generales del arte barroco están su sentido del movimiento, la
energÃ−a y la tensión. Fuertes contrastes de luces y sombras realzan los efectos escenográficos
de muchos cuadros, esculturas y obras arquitectónicas. Una intensa espiritualidad aparece con
frecuencia en las escenas de éxtasis, martirios y apariciones milagrosas. La insinuación de
enormes espacios es frecuente en la pintura y escultura barrocas; tanto en el renacimiento
como en el barroco, los pintores pretendieron siempre en sus obras la representación correcta
del espacio y la perspectiva. El naturalismo es otra caracterÃ−stica esencial del arte barroco; las
figuras no se representan en los cuadros como simples estereotipos sino de manera
individualizada, con su personalidad propia. Los artistas buscaban la representación de los
sentimientos interiores, las pasiones y los temperamentos, magnÃ−ficamente reflejados en los
rostros de sus personajes. La intensidad e inmediatez, el individualismo y el detalle del arte
barroco —manifestado en las representaciones realistas de la piel y las ropas— hicieron de él
uno de los estilos más arraigados del arte occidental.
III. El barroco en Sevilla
Durante el siglo XVII la pintura española atravesó uno de los momentos culminantes
de su historia, pasando del realismo tenebrista de la primera mitad del siglo, al colorismo y la
luminosidad de influencia flamenca de la segunda mitad. Sevilla y Madrid se convirtieron en los
dos centros principales del arte barroco en España.
A. Principales pintores barrocos en Sevilla
Ya en los comienzos del siglo XVII las caracterÃ−sticas tÃ−picas del barroco se aprecian
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en los cuadros de Juan de las Roelas, Francisco Pacheco y Francisco de Herrera el Viejo.
Francisco de Zurbarán, afincado en Sevilla desde 1629, fue el pintor monástico por
excelencia; sólo él supo representar con más sencillez el fervor religioso de la vida monástica
contrarreformista. Los volúmenes simples, la sencillez compositiva y el tenebrismo,
caracterizado por los fuertes contrastes de luz y sombra, definen el estilo que no cambiará
hasta los últimos años de su vida, cuando la influencia de Bartolomé Esteban Murillo le lleve a
experimentar con una pincelada más suelta y ligera y un uso más vaporoso de los colores.
Diego Velázquez, el pintor más importante del barroco español, se moverá entre el
naturalismo de la primera mitad del siglo XVII y el barroquismo de la segunda. De su etapa
juvenil en Sevilla sobresalen obras como la Vieja friendo huevos y la Adoración de los
Magos. En 1623 se trasladó a Madrid como pintor de corte de Felipe IV, cargo que ocupará
ya toda su vida. Sus series de retratos reales culminaron con Las Meninas, retrato colectivo
de las infantas, las meninas y otros personajes de la corte, en el que aparece también el propio
pintor. Maestro en el tratamiento de los volúmenes, la forma y el color, y pionero de la
perspectiva aérea y las grandes pinceladas, Velázquez destacó también por sus cuadros de
tema histórico, como La rendición de Breda, y mitológico, con obras como La fragua de
Vulcano y la Venus del espejo.
Contemporáneo de Velázquez fue el granadino Alonso Cano, pintor célebre por sus
representaciones del cuerpo humano, como muestra el Descenso al limbo, uno de los pocos
ejemplos de desnudo en el barroco español. Murillo, pintor sevillano algo más joven que
Velázquez, fue el maestro de la gracia y delicadeza femenina, presentes en sus
representaciones del Niño Jesús y la Inmaculada Concepción. La última fase del barroco
sevillano la representa Juan de Valdés Leal. Entre sus obras destacan los dos JeroglÃ−ficos de
las postrimerÃ−as del hospital de la Caridad de Sevilla, pinturas extremadamente realistas y
mórbidas de esqueletos y cuerpos putrefactos.
El hecho de que Sevilla fuera en esa época la puerta, por asÃ− decirlo, de entrada a
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América, posibilitó el desarrolló en el nuevo continente del arte barroco, con autores como
Sebastián López de Arteaga, José Juárez y Melchor Pérez de HolguÃ−n.
B. Otros pintores barrocos sevillanos
1. Francisco de Herrera el Viejo
Pintor y grabador español, figura esencial en la transición del manierismo al barroco,
considerado como el fundador del estilo naturalista de la escuela sevillana del siglo XVII.
Nació en Sevilla a finales del siglo XVI. En su primera etapa realizó una serie de grabados,
pero su actividad como pintor no se desarrollarÃ−a hasta más tarde con Pentecostés, la más
antigua de sus obras fechadas, de estilo claramente manierista. En sus cuadros posteriores se
aprecian también influencias de la pintura veneciana asÃ− como de Diego Velázquez y Francisco
Zurbarán. Reaccionó contra el estilo detallado y formalista en el que se habÃ−a formado y en
sus obras de madurez cultivó una expresión más realista y rigurosa. Sus obras, principalmente
las de tema religioso, como El triunfo de san Hermenegildo, San Buenaventura recibe el
hábito de san Francisco y su gran obra maestra San Basilio dictando su doctrina, se
caracterizan por la pincelada amplia y áspera, la riqueza en el tratamiento del color y el
realismo de los modelos. También hizo pintura de género, innovación que, junto con su
técnica, ejerció una notable influencia en numerosos pintores españoles posteriores. En 1639
se trasladó a Madrid, donde pasó los últimos años de su vida. Algunos historiadores afirman
que Velázquez fue su discÃ−pulo durante un breve periodo de tiempo, pero esta idea no cuenta
con el apoyo de estudios más recientes.
2. Francisco Pacheco
Nacido en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), fue el más respetado maestro sevillano de
su época, en cuyo taller se formaron algunos de los principales pintores de la siguiente
generación, como Velázquez y Alonso Cano. Sus obras, académicas y arcaizantes, prolongan
en el XVII el romanticismo manierista imperante en las últimas décadas del siglo anterior (serie
para la Merced de Sevilla, entre 1600 y 1611, en museos de Sevilla y Barcelona).
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Artista culto y erudito, escribió uno de los primeros tratados sobre la pintura española
del Siglo de oro, El arte de la pintura, publicado en 1649, en el que dedica una parte a la
práctica y técnicas pictóricas, recoge también sus preocupaciones teóricas, defendiendo el
carácter liberal del arte de la pintura y define la iconografÃ−a de la doctrina católica emanada de
los ideales contrarreformistas.
3. Sebastián López de Arteaga
Nació en 1610 en Sevilla, y es considerado el introductor del estilo tenebrista en el
virreinato de Nueva España.
Entre 1625 y 1630, año en que obtuvo el tÃ−tulo de pintor, fue discÃ−pulo de Zurbarán.
En 1640 se trasladó a Nueva España y, tres años después, fue nombrado pintor honorÃ−fico
del Santo Oficio, para el que pintó una colección de retratos de los primeros inquisidores.
Su estilo se mantuvo siempre fiel a la escuela del maestro extremeño: utilización del
claroscuro, gama reducida de colores y sobriedad formal. Aunque fue un autor muy
prolÃ−fico, se ha perdido la mayor parte de su obra. En la Pinacoteca Virreinal (México D.
F.) se conserva el cuadro titulado La incredulidad de santo Tomás (1643), un magnÃ−fico
lienzo en el que se pone de manifiesto la profunda influencia de Zurbarán en este autor.
Otras obras suyas son Los desposorios de la Virgen y el Crucificado, ambos en la
Academia de Bellas Artes de la ciudad de México.Murió en 1656.
4. Juan de Valdés Leal
Nació en Sevilla, AndalucÃ−a, en 1622, ciudad en la que desarrolló casi toda su
actividad, salvo una corta estancia en su juventud en la ciudad de Córdoba, donde completó
su formación. Su estilo se caracteriza por una gran ligereza de toque y por un especial interés
por la expresividad, que protagoniza sus composiciones en detrimento de la belleza y la
corrección formal. TenÃ−a inclinación por la temática macabra o grotesca, pero con un vivo
sentido del movimiento, brillante colorido y dramática iluminación. En su producción destacan
los dos cuadros que pintó para la iglesia del Hospital de la Caridad de Sevilla, los JeroglÃ−ficos
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de las postrimerÃ−as, en 1671 y 1672: In ictu oculi y Finis gloriae mundi, ambos dedicados
a representar de forma alegórica la fugacidad de los bienes terrenales y la inevitabilidad de la
muerte.
IV. BibliografÃ−a
Valdivieso González, Enrique, La pintura en el museo de bellas artes de
Sevilla, Ediciones Gálvez, Sevilla, 1993.
Palomero Páramo, Jesús, Historia del arte de Cou, Editorial Algaida, Madrid,
1996.
Checa, Fernando, Pintura y escultura del renacimiento en España. 14501600, Ediciones Cátedra, Madrid,1983.
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