Se expone en Segovia una nueva muestra de Las Edades del Hombre El árbol de la vida Más de seis millones de personas han recorrido ya las diferentes exposiciones de Las Edades del Hombre desde que, en 1988, se inaugurase la primera, en Valladolid, bajo el título El arte en la Iglesia de Castilla y León. 2.000 obras de arte distintas han sido recuperadas y restauradas, desde todos los rincones de las distintas diócesis que componen Castilla y León, para ser contempladas en estas muestras, con un éxito y un público sin precedentes. En este caso, y desde el pasado 8 de mayo, es la catedral de Segovia la que acoge la undécima exposición de Las Edades del Hombre, con un título sugerente y repleto de significado: El árbol de la vida. La exposición, que permanecerá abierta al público hasta el mes de noviembre, es gratuita y cuenta con más de 300 obras fechadas entre el siglo X y el siglo XX, especialmente lienzos, tapices y pasos procesionales, de los cuales tan sólo seis han sido expuestos en otra exposición, mientras que el resto nunca han sido admirados fuera de sus enclaves originales. El árbol de la vida se ha centrado en la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, y desarrolla este Misterio Pascual en siete estancias que explican los últimos momentos de la vida de Jesucristo: La entrada en la ciudad; La mesa puesta; El jardín; Ecce Homo; El árbol plantado; Del regazo de la madre al regazo de la tierra; y El fruto maduro. Un montaje audiovisual finaliza el recorrido de la exposición, dentro de la bella catedral, del gótico tardío de Segovia, que ha sido respetada cuidadosamente por los arquitectos y diseñadores de la exposición, para que todo el que acuda pueda disfrutar tanto de las obras como del magnífico templo que las guarda El árbol de la vida. Éste es el lema de la undécima exposición organizada por la Fundación Las Edades del Hombre, cuya inauguración solemne tuvo lugar en la catedral de Segovia el pasado día ocho de este mes de mayo. El árbol como símbolo está presente en no pocas tradiciones culturales, para significar la vida, su transmisión generacional, la fertilidad de la tierra, la fecundidad humana. En las creencias religiosas más antiguas, el árbol fue objeto de culto o de veneración, bien por estar consagradas algunas especies arbóreas a las distintas divinidades, bien porque simbolizaban, bien porque se creía que los frutos de algunos árboles aseguraban para siempre la vida o infundían el conocimiento de lo bueno y de lo malo en quienes lo comiesen. A estas dos creencias responden el llamado árbol de la vida en la tradición babilónica, y éste junto con el árbol de la ciencia del bien y del mal, en el texto bíblico del capítulo segundo del Génesis. Para la fe cristiana, el árbol de la vida es la Cruz de Jesucristo. Así se expresa la Liturgia romana el día de Viernes Santo: «¡Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza. Jamás el bosque dio mejor tributo en hoja, en flor y en fruto. ¡Dulce árbol donde la vida empieza!» En las culturas antiguas, la Cruz fue instrumento de suplicio y de muerte. En ella padeció y murió Jesús el Hijo de Dios. pero a partir de este suceso, los cristianos ven en la Cruz el árbol de la vida. En efecto, ella fue paso obligado para la victoria de Cristo en su resurrección y para la presencia perenne entre los suyos. Éstos, a su vez, se sienten llamados a participar en la Cruz para alcanzar, ya en este mundo, un nuevo modo de ser y de existir, cuya consumación tendrá lugar en el mundo que esperan. Es esto lo que, en lenguaje cristiano, se denomina Misterio Pascual que es pasión, muerte y resurrección y, como síntesis y memoria viva de todo esto, Eucaristía. Es esto, precisamente, lo que esta exposición quiere representar, aun siendo sus autores y organizadores muy conscientes de lo inasequible de sus pretensiones. Si belleza es algo que produce complacencia en aquel que contempla un objeto, a causa de la armonía y acabado de sus partes y de la luminosidad de los colores, quienes visiten la catedral de Segovia por doquier encontrarán belleza que de los sentidos pasará al espíritu. Al experimentarla, se abrirán, aun sin pretenderlo, al bien y a la verdad; se tornarán sensibles, si antes no lo eran, hacia todo aquello que contribuye a lo bello y a su cultura; serán urgidos a cultivar la belleza; de ella quedarán quizás cautivos. Cautivar equivale a esclavizar y, por consiguiente, a mermar la libertad del ser humano cuando la contemplación de lo bello se convierte en culto idolátrico a la hermosura. Advertía quizás de este peligro el gran Miguel Ángel cuando, en el ocaso de una vida toda ella entregada a la creación de la belleza, afirmaba que ella no esclaviza a quien está orientado al amor de Dios, cuyos brazos se abren a la Cruz para abrazarle. La exposición El árbol de la vida, por la cantidad y calidad de los crucificados que exhibe, es toda ella un inmenso abrazo de Dios. Pero, además, lo bello no quita libertad cuando se contempla como huella divina, ropaje con el que Él viste a las criaturas que salen naturalmente de su mano creadora y a las que nacen de la fe del artista en el supremo Hacedor. Las trescientas cuatro piezas que se exponen dentro del marco impresionante hecho de pilares y bóvedas del templo catedralicio son el coro polifónico compuesto por arquitectos, artesanos, pintores, escultores y orfebres de profundas creencias para una inmensa alabanza al Creador y Redentor. Hoy no es fácil hablar de Dios, ni abundan las expresiones artísticas que se propongan conducir a Él. Intentó hacerlo el arte que hoy se expone. Pero esta exposición no pretende provocar a nuestra sociedad secularizada, sino convocarla a un banquete de esperanza. La invita a participar de la certeza de que la libertad de todo ser humano sólo se hace infinita dentro del amor de Dios, de tantas maneras representado en la exposición. La asegura que el sufrimiento, la injusticia y la muerte no tienen la palabra definitiva. La exposición, en fin, estimula a sus visitantes a creer que todo puede ser transformado y vivificado por al savia del Espíritu de Dios, capaz de convertir a todo hombre y mujer en árbol de vida. Cuando los visitantes traspasen en su salida el umbral de la puerta de San Geroteo, sentirán que dejan allí dentro la belleza contemplada momentáneamente, pero que la suya propia luce esplendorosa, y que contemplan más belleza en El árbol de la vida que es todo ser humano creado a imagen de Dios y revitalizado por Jesucristo. +Luis Gutiérrez Obispo de Segovia y Presidente de la Fundación Las Edades del Hombre - Sagrada Cena, Juan Guraya Urrutia, 1958. Paso Procesional de la parroquia de San Pedro Apóstol (Valladolid) - Camino del Calvario, (Cristo que habló a san Juan de la Cruz) Anónimo (siglo XVII). Convento de Padres Carmelitas, (Segovia). - Cristo crucificado, con la Virgen, san Juan y un donante, de El Greco. Iglesia de Martín Muñoz de las Posadas. siglo XVI - Dolorosa, de Pedro de Mena (siglo XVII) Convento Madres Carmelitas, Alba de Tormes (Salamanca) - Cristo Yacente, de Gregorio Fernández. Catedral de Segovia, (siglo XVII) - Calvario, de Alonso Sánchez Coello (siglo XVI) - Tríptico de El Descendimiento, de Ambrosius Benson. Catedral de Segovia