Los efectos nocivos de la televisión en niños y adolescentes

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Los efectos nocivos de la televisión en niños y adolescentes.
Hernán Montecinos
Los efectos nocivos de la televisión en niños y adolescentes
Publicado el 5 junio, 2009 por Hernán Montecinos
Fuente: www.resistenciadigital.com.ar
(04.06.09)
http://hernanmontecinos.com/2009/06/05/los-efectos-nocivos-de-la-television-en-ninos-yadolescentes/
Introducción
Difícil es, al momento de escribir esta introducción, establecer un punto concreto de estudio al
analizar un tema tan amplio como es la influencia de la televisión en las sociedades modernas. Creo
que no exagero al decir que trabajar sobre la difusión televisiva y sus repercusiones es, en esencia,
trabajar con un porcentaje importante de la vida del hombre común actual. Dejando de lado el índice
de mediocridad del mismo, me encuentro entonces frente a una ecuación formada por un sinnúmero
de incógnitas, que mi propia condición humana me impide resolver; la vida misma.
Luego de varias jornadas de reflexión sobre cómo abordar esta temática, llegué a la conclusión de
que lo más sensato sería desentrañar la misma hasta llegar a sus raíces. Una comparación entre
aquellos sujetos sumergidos en una adultez televisiva y los que hoy son adoctrinados para el mismo
sistema me permitió notar que, lo más inteligente, era comenzar por el estudio de los pequeños y los
jóvenes para que, naturalmente, salgan a la luz las causas del resultado final. Decidí entonces
centrarme en el foco reproductivo de la video-generación.
Electo ya el subtema de trabajo, se transformó en una urgencia el hallazgo de un eje para el mismo.
Luego de una exhaustiva investigación y largas jornadas de lectura, sobre las cuales se basa esta
monografía, me pregunté: ¿por qué los niños y jóvenes de la Era Digital presentan degeneraciones
en el cociente edad/desarrollo/conocimiento comparados con generaciones pasadas o con aquellos
sujetos de su misma edad que no responden a las mismas características que vuelve a los primeros
miembros de esta Era?
Una pregunta complicada, pero excelente como base de una hipótesis.
Producto de la combinación de esta pregunta, el estudio, la reflexión y la sintaxis, es la siguiente
hipótesis de investigación, pívot de todo lo escrito a continuación:
‘Los niños y adolescentes que acreditan las características sociales propias de la juventud de la
llamada Era Digital presentan rasgos degenerados psíquicos, emocionales, cognitivos, culturales y de
comportamiento autóctonos, diferentes y relacionados con las sociedades de masas consumistas
distintos que aquellos niños y jóvenes de épocas anteriores o aquellos contemporáneos que no
acreditan las características de dicha Era.’
Creo que la lectura de los segmentos anteriores de esta introducción expresan claramente la postura
que adopto para realizar esta investigación. Cabe agregar, sin embargo, que considero los rasgos
observados en los sujetos actuales como características negativas, degenerantes de la condición
humana, de la libertad, la expresión y propias de un sistema de adoctrinamiento del sujeto al punto de
transformarlo en un autómata incompetente e incapaz de pensar por sí mismo.
Pero, dejemos de lado mis consideraciones personales, que más allá de toda la verdad que puedan
expresar no son más que una opinión. Continuemos, ahora, con la lectura de los textos redactados
para confirmar, o no, la hipótesis planteada.
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Los efectos nocivos de la televisión en niños y adolescentes.
Hernán Montecinos
La formación de masas
La Revolución Francesa y la Revolución Industrial trajeron grandes repercusiones sobre la vida de los
hombres comunes. Junto con el torrente de cambios tecnológicos y políticos llegaron cambios
sociales que modificaron la vida cotidiana de entonces. La caída de las cúpulas monárquicas dejó un
vacío de poder en las sociedades europeas, espacio que no tardó en ser ocupado por los adinerados
y poderosos empresarios y burgueses de la época. Así, el poder estatal dejó de ser protagonizado
por supuestos delegados divinos y pasó a los magnates económicos.
Ahora, tengamos en cuenta que, según los estudiosos de la economía establecen, el capital tiende a
concentrarse. El hombre rico naturalmente tiende a ser más rico.
¿Cuál sería entonces el resultado de un hombre no solo poderoso económicamente sino también en
lo social y lo político? Predecible. Políticas ajustadas a la satisfacción de los intereses económicos. Y,
consecuencia de esto, la transformación del ciudadano, del integrante del Pueblo, en un autómata
consumista, formador de la Masa.
Haciendo hincapié en esta breve evocación a la historia, definamos los conceptos de Pueblo y Masa.
Se considera al Pueblo un conjunto de individuos que responden de manera diferente o de acuerdo a
la configuración individual de cada uno en forma similar frente a los estímulos y las iniciativas
generados por el mismo Pueblo. Poseen ideologías diferentes, propias de la reflexión y el análisis de
cada uno de ellos. Es decir, piensan en forma individual. Construyen la democracia.
Entendemos, sin embargo, por Masa al conjunto de sujetos que siguen ciegamente la conducción de
un líder, independientemente de lo que ellos mismos crean, piensen o consideren, aunque, en
muchos casos, no lo hagan. Responden en forma homogénea a los estímulos diarios y basan todo su
conocimiento en el llamado ‘sentido común’. Sus criticas son siempre producto de la ‘opinión pública’.
Se asemejan a un rebaño, ya que el líder es capaz de dirigirlos para un lado u otro, aunque sean
contrarios, sin que estos repliquen. Construyen la demagogia.
Teniendo en cuenta los conceptos previamente definidos, analicemos la conveniencia por uno u otro
desde el punto de vista de los comerciantes burgueses. ¿Pueblo o Masa?
¿Es más fácil vender productos a sujetos pensantes que pueden evaluar al mismo desde
perspectivas diferentes o a sujetos incapaces de definir sus preferencias y fácilmente influenciables
por las pasiones? La respuesta, creo yo, es más que obvia.
Las televisoras, gestionadas y financiadas por grupos económicos, como es notable, buscan su
beneficio monetario.
Es así, que su programación se ajusta a configurar el comportamiento de las personas, sus
tendencias de consumo y pensamientos, ideas, sentimientos y demás, en beneficio de los intereses
económicos, y utilizando los métodos posteriormente mencionados.
Siendo así, tenemos un sujeto condicionado a funcionar como se le impone, una miembro más de la
Masa consumista, con sus respectivas consecuencias, las cuales a continuación desarrollo.
La doctrina del consumo
Veamos, ahora, como interviene la televisión en este proceso de ‘formación de masas’ y su
consecuente ‘doctrina del consumo’. Aunque en este trabajo analicemos el grado de influencia de la
televisión en la vida de los niños y los jóvenes, no debemos olvidarnos el motivo de la creación de
este medio: la comunicación.
Según los ensayos de los estudiantes de sociología de la Universidad Autónoma de Baja California, la
comunicación se define como:
‘…una actividad esencial en la vida de cualquier ser humano y esta se practica diariamente, casi sin
pensarlo. (…) Comunicamos nuestras ideas, pensamientos, transmitimos información; (…) de
diferentes maneras; (…) lenguaje escrito, oral, las señales, en fin, una simple mirada puede ser una
forma de comunicarse.’
El punto no es solo la comunicación, sino también quien lo comunica y qué comunica.
En la actualidad, ver televisión dejó de ser un medio de comunicación solamente y se transformó en
el pasatiempo por excelencia de mucha gente en todo el mundo, principalmente de niños y los
jóvenes. Tengamos en cuenta, entonces, que según un grupo de sociólogos españoles y su reciente
estudio en las principales naciones capitalistas, un niño ve en promedio 4 horas de televisión diarias
los días hábiles, y 6 los fines de semana, mientras que un adolescente lo hace 2 y 4 horas,
respectivamente. Según estos científicos, al momento de finalizar sus estudios secundarios, el joven
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pasó más tiempo frente al televisor que en el aula.
Pero, nuevamente, tengamos en cuenta que no es solo ‘quién’ lo comunica, sino también ‘qué’
comunica. Y aquí debemos detenernos al momento de estudiar a la televisión.
La televisión tiene una gran fuerza para genera cambios en las personas. Esto se debe a que el uso
de la imagen permite interiorizar los mensajes con mayor facilidad, ya que acceden directamente al
subconsciente del sujeto, sin el procesado previo que ocurre cuando, por ejemplo, leemos.
Identifiquemos, ahora, un ejemplo de cómo la televisión logra introducirse directamente en la mente
de las personas. Analicemos el lenguaje, para comenzar. ¿Cuántas nuevas palabras y términos
hemos oído en boca de personas antes ajenas a ellas? Volcando esto a los casos prácticos y reales,
vale la pena citar la información recopilada por analistas mexicanos.
Su trabajo se centró en el estudio del uso de la palabra ‘wey’, parte del vocabulario diario de la
juventud mexicana. Dicho término, según los especialistas, fue adoptado por los jóvenes debido a la
insistencia de la televisión por formar y configurar la cultura juvenil. Sus técnicas para lograr esto son
claras: la moda, la necesidad de adaptarse a los demás y el gigantesco incentivo al sentimiento de
pertenencia. La televisión enseña a los jóvenes que para ser aceptado por un grupo social deben
cumplir ciertas características, que ellos gentilmente facilitan, las cuales, no solo abarcan el lenguaje
utilizado sino también la forma y las marcas para vestir y de comportarse. Aquél joven que no siga
estos pasos, simplemente ‘no está en onda’.
Los magnates de las emisoras disfrazan, así, sus verdaderas intenciones. Sus objetivos comerciales
y dominantes: crear una sociedad de Masa consumista incapaz de pensar, fácilmente influenciable.
En el caso del lenguaje, precisamente del término mexicano ‘wey’, justifican su uso sosteniendo que
es una forma de simplificar el hecho de llamar a cada cual por su nombre, de no hacerlo tan largo. A
los jóvenes, identificados con su deseo común de igualdad, lo presentan como ‘una forma de hacer
notar que en ese grupo todos son iguales’ .
¿Pero de qué igualdad hablamos? ¿Igualdad entre los hombres? ¿O igualdad entre los miembros de
un bloque de consumo? ¿Igualdad producto de la fraternidad de los hombres? ¿O igualdad desde el
punto de vista del empresario, donde todo sujeto económicamente activo es un potencial
consumidor?
Me gustaría finalizar este texto citando las palabras del genial autor Giovanni Sartori, en su libro
Homo-videns.
‘La televisión es la primera escuela del niño (la escuela divertida que precede a la escuela aburrida); y
el niño es una animal simbólico que recibe su imprint, su impronta educacional, en imágenes de un
mundo centrado en el hecho de ver (…) el niño formado en la imagen se reduce a ser un hombre que
no lee, y, por tanto, la mayoría de las veces, es un ser reblandecido por la televisión’ .
Creo que este inciso de mi trabajo monográfico puede generar múltiples interpretaciones en base a la
información bibliográfica expuesta. Si bien no quiero transformar esta monografía en una editorial de
opinión, mi perspectiva, más que remarcada, intentaré demostrar correcta con los siguientes puntos
expuestos.
Los efectos psico-emocionales y cognitivos de la televisión en niños y adolescentes
No podría considerarse completo un trabajo de investigación sociológica sobre la influencia de la
televisión en niños y jóvenes si no se incluyera una breve mención de las principales consecuencias
psico-emocionales que la ‘caja mágica’ provoca en los pequeños y no tan pequeños.
Ignorante por completo de los métodos de observación psicológica de los especialistas, pero
investigador empeñado y curioso empedernido, decidí basar esta sección de la investigación en el
trabajo de numerosos sociólogos contemporáneos. Luego de varios días de búsqueda, di con las
observaciones de un grupo de estudiosos españoles, titulado ‘Televisión, violencia e infancia: el
impacto de los medios’. Tal es así, que desarrollo prácticamente en su totalidad este segmento tras el
análisis de dicho estudio.
Al momento de citar las consecuencias de la programación televisiva en niños y púberes, creo que
popularmente la más preocupante es una: la violencia.
Definamos, por ello, que entendemos por violencia. Según los sociólogos Gerbner y Greenberg, el
acto violento es: ‘la clara expresión de fuerza física o verbal (con o sin arma), contra sí mismo o
contra otro, producida de forma intencionada o de manera fortuita e independientemente de que
provoque o no lesiones psicológicas o físicas’.
Es común, entonces, reconocer que la televisión es un disparador de violencia en forma constante.
Para medir dicha violencia, existe una llamado ‘índice de violencia’: un indicador objetivo del
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contenido violento existente en un programa o película.
Este índice, en su disposición de fórmula, es el siguiente:
IV = (%F) + (2P/F) + (2P/H) + (%V) + (%A)
F = Frecuencia
P = Proporción o cantidad
R = Rol
H = Hora
V = Violencia
A = Asesinatos
Dejemos de lado, ahora, las técnicas de evaluación televisiva y profundicemos la descripción de la
violencia visual.
Podemos mencionar que es una violencia gráfica, cercana y sangrienta; frecuentemente divertida,
como en el caso de dibujos animados y series juveniles; justificada y recompensada, como en el caso
de la violencia del héroe, que no solo recibe el visto bueno sino también es admirado y exitoso.
Los efectos de la violencia televisiva son varios y difieren en base a las diferencias propias del
espectador estudiado, el cual, si bien pertenece al grupo social niño-adolescente, posee
características propias de acuerdo a intervalos de edad establecidos, grupo económico, etc. Para
esto, los sociólogos ibéricos desarrollaron la debajo citada clasificación, con sus respectivas teorías.
Efectos conductuales
Teoría del modelaje: el niño o adolescente expuesto a la violencia televisiva actúa tras esta
exposición en forma más violenta que si no hubiera sido expuesto.
Teoría del reforzamiento: la violencia televisiva refuerza las tendencias violentas propias del joven
espectador. También puede incentivar la imitación al no solo no verse castigada, sino recompensada,
incentivar cierto tipo de valores e ideas al tratar conflictos y, además, proporcionar un contexto
violento atractivo para la audiencia.
Teoría de la catarsis o reducción de los impulsos violentos: función curativa de la televisión. Sostiene
que la violencia gráfica controla e incluso inhibe los impulsos agresivos del espectador.
Teoría de la estimulación elemental: no solo es la violencia de un programa o película lo que incentiva
la agresividad del pequeño televidente, sino también el grado de importancia que la proyección en sí
tenga para él.
Efectos afectivos o emocionales
Teoría de la sensibilización: posee dos efectos; una fuerte reacción al ver violencia en la televisión,
traumatizante, inhibe al espectador; o sensibilidad hacia la víctima por la repetición del acto violento.
Teoría de la desensibilización: proceso que poco a poco insensibiliza al niño o adolescente ante la
violencia, tanto siendo espectador como en la vida real.
Teoría del habituamiento: cuando el pequeño es expuesto con determinada frecuencia a la violencia,
llega a considerarla algo normal; se acostumbra a lo violento y le cuesta luego distinguirla en la vida
real.
Efectos cognitivos
Teoría de cultivo: la frecuente exposición de violencia en la televisión lleva al niño o adolescente a
poseer una impresión irreal del peligro en la vida real.
Teoría de guiones cognitivos: el joven espectador adquiere guías de conducta para la realización o
reacción frente actos violentos, producto de la continua y regular observación de la violencia
televisiva.
Teoría de la enseñanza cognitiva: la televisión puede activar las ideas agresivas del espectador por
medio de la violencia proyectada.
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Para darnos una idea de la magnitud de la violencia en la programación televisiva expuesta a los
niños y adolescentes de hoy en día, tengamos en cuenta que según una edición del diario español ‘El
Mundo’ del año 1994, los niños españoles en edad escolar llegaban a presenciar 1200 actos violentos
semanales por medio de la televisión.
Continuemos, para poseer una mejor perspectiva sobre este tema, analizando las razones por las
cuales los niños y jóvenes ven televisión: pasar el tiempo, aprender, sentirse acompañados, escapar,
sentirse estimulados, reflejarse.
La televisión participa activamente en el proceso de socialización de los niños y jóvenes de la Era
Digital en tres partes. Presenta conductas imitables, proporciona imágenes para provocar ciertas
acciones y funciona como medio por el cual los niños y adolescentes se familiarizan con los valores
de la sociedad de ocio y de consumo.
Centrándonos en el niño más que en adolescente, podemos citar los siguientes aspectos de la
televisión en relación con el desarrollo del mismo.
Desarrollo de la conducta:
Imitación: los niños imitan aquellas conductas vistas en la televisión. La violencia no escapa de ello.
Los niños preescolares, inclusive, no ven clara la diferencia entre la ficción y la realidad.
Desinhibición: utilizando lo aprendido de la televisión acerca del uso de la violencia, los niños pueden
llegar a evitar las normas de convivencia y conducta.
Reducción o catarsis: la violencia televisada sirve como vía de escape para los impulsos agresivos de
los niños.
Desarrollo emocional o afectivo:
Desensibilizaciön: los niños pierden la capacidad de respuesta emocional frente a la violencia en la
vida real; consideran los actos violentos como sucesos normales.
Estimulación y excitación: la violencia televisiva excita y sobreestimula el comportamiento violento del
niño.
Desarrollo cognitivo:
Aprendizaje en base a la observación: la conducta social del niño se ve afectada por los modelos
violentos de conducta presentados por la televisión.
Como anteriormente fue mencionado, existen en torno a la violencia diferentes reacciones en base a
distintos aspectos del grupo niño-adolescente. Estos son: la edad, las habilidades cognitivas (es
decir, de comprender y recordar), el sexo y la clase social.
Comenzando por la edad, debemos reconocer que el grupo de niños entre los 7 y 11 años son los
que en mayor riesgo se encuentra, ya que no logran aún distinguir entre la realidad y la ficción, ni
entre lo bueno y lo malo. Las habilidades cognitivas de este mismo intervalo de edad entre los niños
también los pone en la cima de la escala de riesgo, ya que estos poseen una capacidad de
comprensión e interpretación mayor que la de niños menores pero aún no desarrolladas como la de
jóvenes mayores.
El sexo significa una diferencia acerca de la violencia vista por los niños: se ha confirmado que los
varones prefieren los programas violentos mientras las niñas optan por opciones no violentas. La
frecuencia y el tiempo que se pasa frente a la caja mágica, sin embargo, es similar en ambos
géneros.
La clase social marca grandes diferencias en la magnitud de violencia consumida por los niños. Se
concluyó que los niños de clase baja o media-baja pasan más tiempo viendo televisión, por lo que se
supone que los contenidos violentos son espectados, en su mayor parte, por estos niños. Sumado a
la gran posibilidad que estos pequeños vivan en un ambiente económico difícil y un medio familiar o
social hostil, el impacto de la violencia en la televisión es mayor que en aquellos niños que viven una
situación personal más cómoda.
Concluida la observación de la violencia enfocada desde el papel influyente de la televisión sobre los
niños y jóvenes en general, y, aprovechando este tema, presentada la base sobre la cual se apoyan y
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deberían apoyarse (ya que, desde mi perspectiva de investigador creo inteligente y correcta) los
estudios acerca de otros fenómenos socioculturales y su ‘baja de línea’ por medio de este medio
audiovisual, prosigo a citar brevemente ejemplos de varios efectos más.
En este sentido, es interesante evocar todo aquello mencionado previamente bajo el subtítulo ‘La
doctrina del consumo’ acerca de la influencia de la televisión sobre el lenguaje, la cual podríamos
fácilmente relacionar con el desarrollo cognitivo de nuestro grupo de pequeños y adolescentes, así
como también las mismas palabras utilizadas afectan el sentido emocional de estos por aquellos o
aquello a lo que se dirigen. Con esto, quiero hacer referencia a las consecuencias que conlleva llamar
a algo de determinada forma. Es decir, esta más que probado (no solo por estudios sociológicos, sino
también por nosotros, día a día con una pequeña observación de nuestro entorno social) que el
‘cómo’ se llama a alguien es determinante en la opinión general sobre ese sujeto.
Siendo así, destaquemos entonces que los apodos o abreviaciones que la televisión muchas veces
ofrece a los niños para utilizar con sus padres muchas veces (por no decir, nuevamente, siempre)
influyen en la visión de estos de los mismos. La utilización de términos que quiten a los padres su rol
de tales, rebajándolos al nivel de ‘igual’ con el niño o el joven, provoca la pérdida de autoridad de los
mismos sobre su hijo. El nivel de exigencia del infante se acentúa, así como también la probabilidad
de que sus padres lo satisfagan.
¿El resultado? Confusión de roles dentro del ámbito familiar. Pérdida de dirigencia de los padres y un
niño abandonado a la deriva en un mar de ofertas donde su demanda es siempre priorizada. Quizá es
difícil entender en primera instancia que el uso de un determinado léxico acarree tantas
consecuencias. Basta con observar detenidamente, relacionar y reflexionar.
Enfoquemos ahora estos efectos desde otra perspectiva. ¿Es esto casualidad, producto de la
evolución (¿evolución?) de la sociedad o algo planificado por los empresarios televisivos? ¿Quién se
beneficia con todo esto? ¿El niño, que en pleno desarrollo de su capacidad de pensamiento y
entendimiento es bombardeado por pseudonecesidades incentivadas por los comerciantes
inescrupulosos, donde se le enseña que es poseedor de un poder virtual sobre sus progenitores y
que este debe ser ejercido a cualquier costo? ¿Los padres, que se enfrentan diariamente con los
planteos de sus hijos, sus berrinches y caprichos? ¿O los empresarios, que logran de este modo
crear nuevos mercados de consumo, acrecentar sus ganancias y consolidar su poder sobre la
sociedad? La respuesta es más que obvia.
Finalmente, es importante citar que, si bien son los principales efectos psicoemocionales y cognitivos
de la televisión sobre los niños y adolescentes, no solo la violencia y la degeneración del lenguaje
acreditan las características necesarias para integrar este grupo, sino también la transformación de
los valores. Sin embargo, dada la naturaleza de esta consecuencia y para evitar repeticiones en este
trabajo, prometo desarrollarla conjunto ‘El video-hombre’.
La rutina televisiva
Llegando a esta altura de mi trabajo, luego de estudiar temas como el adoctrinamiento de las
personas, las consecuencias primarias y secundarias de este y los evidentes causantes y
promulgadores de esta tendencia, estimo que, al igual que me sucede, el lector se preguntará: ¿por
qué, siendo la televisión un invento relativamente reciente, se permite que todo esto suceda? ¿Por
qué este avance, en especial sobre los niños y nuestra juventud? Post investigación, asociación y
reflexión, las respuestas que halle fueron las siguientes.
Vivimos en una sociedad donde el poder del capital se superpone al poder potencial que todo ser
humano posee desde su nacimiento. Donde el prestigioso no es el hombre justo, honesto y bueno; el
prestigioso es el que tiene dinero, prestigio proporcional a su fortuna. Somos pobladores de una
‘aldea global’ donde la cultura de masas se basa en la destrucción de los valores del individuo, en la
destrucción del individuo mismo. No es de extrañar, entonces, que el poder de decisión política, la
dirección de la sociedad y las decisiones de todos estén en mano de un grupo de adinerados.
Magnates comerciales, ambiciosos, inteligentes, sagaces y capaces. Pero con una base de valores
destruida.
Y es esta misma corrupción en estos la que provoca que sus estrategias para prosperar se
concentren en el sacrificio de muchos para el beneficio de pocos. Es esta corrupción la que los ciega
frente a los enormes beneficios que nos trae la lucha por el bien común.
Dentro de este grupo dirigente, de comerciantes y empresarios, se encuentran los mismísimos
dueños de las cadenas televisivas. Y es en la práctica imposible hallar a uno que no esté
estrechamente relacionado con la producción y comercialización de un bien. Por lo tanto, es
imposible hallar un programa televisivo que no incentive al consumo de algún producto.
Veamos, entonces, como se conforma este círculo vicioso consumista y destructivo con un ejemplo
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objetivo y estándar: un empresario dueño de una firma productora de X producto emplea a los padres
de Juan, de 9 años de edad. Debido a las exigencias laborales y las largas jornadas, los padres de
Juan pasan la mayor parte de su tiempo en la empresa y no pueden compartir mucho tiempo con su
hijo. Para evitar la soledad, Juan se entretiene con la televisión. Televisión que no solo divierte al
pequeño, sino también que lo ‘educa’, lo adoctrina y siembra en él ideas, metodologías, necesidades.
Entre las primeras, encontramos los elementos que degeneran la concepción del ser de Juan,
destruyen (por lo general) su espíritu y su verdadero rol social. Las últimas, crean en el infante
nuevos deseos. Deseos de poseer el objeto Y (producido por la empresa amiga de la empleadora de
los padres de Juan), el objeto Z, de comer A, tomar B y jugar con C. Juan exige a sus padres la
compra de todos estos productos. Las productoras se enriquecen aún más con la venta de productos
muchas veces innecesarios, emplean más gente dentro de sistemas laborales que
consecuentemente generan la misma relación que Juan tiene con sus padres. Nuestro pequeño
crece, formado por un tutor cultural con botones y luces de colores. Destruido intelectualmente por la
falta de actividad mental. Es empleado por la misma empresa que previamente empleaba a sus
padres. El ciclo se repite.
Tal vez esta pequeña narración se acerque más a lo literario que a aquello que aquí queremos tratar,
pero, repito, tiene su base en la lectura de las estrategias económicas del sector empresarial actual y
sus efectos sociales, así como también en la observación de las tendencias contemporáneas y la
lectura de artículos periodísticos y estadísticos.
En resumen, la rutina televisiva es producto de la necesidad de los niños y jóvenes por una guía,
cuando su guía natural (sus padres) se ve ausente por razones ‘naturales’ propias y generadas por el
sector beneficiado por que esto ocurra así.
El niño común de hoy en día llega a su casa y se encuentra solo. Pasa muchas horas frente a la
televisión, y cuando se da la oportunidad de acercamiento con sus padres (como puede ser durante
la cena), la caja mágica se involucra nuevamente.
Las sociedades de masas consumistas se conforman en individuos cuya vida se ve apresada por una
rutina agobiante donde dos acciones ocupan la mayor parte del tiempo: mirar televisión y consumir.
Adiós a los valores, al cultivo del intelecto, la moral, el honor, el ‘trabajar para vivir’. Bienvenidos el
hedonismo, la cultura del zafe y el ‘vivir para trabajar’.
El video-hombre
Ya estudiamos los casos del adoctrinamiento de masas para el consumo, los efectos psicológicos,
cognitivos y emocionales y el porque de la influencia de la televisión. Todos estos factores
desembocan en un único resultado; un fenómeno de los últimos tiempos que todavía no logra
manifestarse puramente pero que sus ejemplares actuales permiten fácilmente prever: el videohombre.
El video-hombre es la máxima expresión de las sociedades de masas. Es un sujeto enseñado, desde
niño, que no existe palabra con más razón que aquella dicha por los medios. Es un hombre cuya
alma ha sido destruida por completo, su ego engañado y su razón encadenada.
Al hablar del alma no quiero referirme a la concepción religiosa o folklórica tradicionalmente conocida.
Hago hincapié con dicho término en la esencia misma del ser humano. En la libertad, el
cuestionamiento, la expresión, el honor, la moral. La televisión destruye este componente del ser
humano por el hecho de que lo sumerge en un profundo pantano de valores corruptos, donde se le
venden continuamente las bases del hedonismo. Se le proyecta e instruye la visión de la vida como la
búsqueda del placer, donde por placer entendemos la diversión, y por diversión la deslealtad, el sexo
extremo, el alcohol, las drogas; la degeneración misma del ser.
El video-hombre posee su ego engañado ya que la televisión lo corrompe al punto de hacerle creer
que aquello que hace es generado por el mismo, y no ordenado por la televisión. Es decir, el videohombre es un soldado raso de las legiones televisivas que acatará cualquier mandamiento creyendo
que el mismo esta al mando. Esto lo vemos claramente en aquellas personas que compran productos
con convicciones firmes en torno a la necesidad de los mismos, cuando en realidad no es así. Los
ejemplos, en la actualidad, son más que obvios: celulares, cigarrillos, ‘primeras’ marcas.
Finalmente, la razón del video-hombre es esclavizada. Se lo obliga a pensar acorde a como la
televisión quiere y le conviene que piense. Se anulan posibilidades de acción distribuyendo en la
sociedad códigos de comportamiento. El llamado ‘sentido común’ muchas veces es ejemplo de esto.
Lo peor de esto es que el video-hombre no puede escapar de este sistema. ¿Cómo puede ver el
hombre común las cadenas invisibles que lo apresan?
Como anteriormente mencioné, los ejemplos propiamente dichos del video-hombre no se ven aún.
Esto se debe a que generacionalmente no existe un grupo que pertenezca precisamente a la Era
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Digital. Pero el ‘homo videns’ (como Sartori diría) es una especie que se prevé dominante –en
número, no social ni políticamente- a partir del 2010.
Cuando los niños y jóvenes de hoy se transformen finalmente en hombres y mujeres de la sociedad,
nos veremos totalmente introducidos en una comunidad audiovisual. En naciones donde quizá los
gobernantes no sean más que figuras de cartón pintadas colocadas por el verdadero soberano: la
televisión.
El video-hombre está, por su naturaleza, condenado a la mediocridad. Al sufrimiento personal y
social. A ser, durante toda su vida, un sujeto solo, alejado de sus pares pero agrupado dentro de
compactos grupos consumistas. Un hombre perdido, en el salvaje follaje de las sociedades
competitivas.
Conclusión
En base a la hipótesis inicialmente presentada, y de acuerdo a la perspectiva desde la cual se realizó
este trabajo, creo que la misma esta más que confirmada.
La televisión, finalmente, es la responsable de las características propias de la juventud digital, en
comparación con otros grupos juveniles a lo largo del tiempo o el espacio demográfico.
Si bien a estos últimos no se los citó con mucho detalle, una simple observación comparativa de la
historia y las sociedades confirma lo que sostengo.
La juventud de otras épocas o sociedades distintas a la consumista poseía y posee otros ejes para su
vida: la familia, la tradición, la religión, entre otros.
Y en base a estos construyen su personalidad, su forma de ser y su formación.
En cambio, dentro de las sociedades capitalistas consumistas el universo de los niños y jóvenes
encuentra su núcleo en la televisión.
¿A dónde puede llevarnos priorizar mal los elementos de nuestras vidas? Como el economista Smith
decía, ‘vivir con calma permite encontrarle el gusto a la vida’.
La vida que la televisión nos ofrece es precisamente lo contrario. Nos invita y encierra en un mundo
acelerado donde el ser deja de lado el sentido de su existencia para poner en primer lugar las formas
de sostener su existencia. La televisión se creo para mejorar la vida, no para justificarla.
La vida acelerada vuelve efímeros los placeres puros y verdaderos y extensos los períodos de
sufrimiento. La televisión ofrece una salida fácil y rápida, pero con consecuencias a largo plazo que
vale la pena considerar.
El video-hombre se encadena a sí mismo al momento de elegir la televisión como pívot de vida. Está
más que claro que esta posibilidad de elección se extingue junto con las generaciones que no se
originaron dentro de la Era Digital. ¿Dejaremos que el mundo alce como su rey a la televisión? ¿O
nos rebelaremos dentro de nosotros antes de que toda esperanza de liberación se apague?
El tablero está dispuesto. Nos toca mover.
Bibliografía
La influencia de la televisión en la educación – http://html.rincondelvago.com/influencia-de-latelevision-en-la-educacion.html
La influencia de la televisión en la sociedad – http://html.rincondelvago.com/influencia-de-la-televisionen-la-sociedad.html
El impacto de los medios de comunicación en la juventud – http://html.rincondelvago.com/impacto-delos-medios-de-comunicacion-en-la-juventud.html
La influencia de los medios de comunicación en los jóvenes –
http://html.rincondelvago.com/influencia-de-los-medios-de-comunicacion-en-los-jovenes.html
Los efectos de la televisión – http://www.rrppnet.com.ar/efectostv.htm
La publicidad dirigida a los niños – http://html.rincondelvago.com/publicidad-dirigida-a-ninos.html
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Los efectos nocivos de la televisión en niños y adolescentes.
Hernán Montecinos
La influencia un medio de comunicación: la televisión – http://html.rincondelvago.com/la-influencia-deun-medio-de-comunicacion_la-television.html
Los dibujos animados – http://html.rincondelvago.com/dibujos-animados.html
Televisión, violencia e infancia: el impacto de los medios – María del Carmen García Galera
Análisis sobre ‘Homo Videns: la sociedad teledirigida’ –
http://www.monografias.com/trabajos12/pdaspec/pdaspec.shtml
http://www.lapaginadefinitiva.com/television/biblioteca/sartori1.htm
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