Los críticos del sector privado objetaban que las compañías

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DIÁLOGO SOBRE CÓMO HACER QUE EL SECTOR PRIVADO TRABAJE PARA LOS
POBRES URBANOS
Repasando el debate sobre la privatización de las entidades estatales de servicios públicos
Contar con un mejor acceso al agua potable e higienización desempeña un papel fundamental si queremos
lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODMs): el bienestar de miles de millones de personas está en
juego. Un tema que ha generado controversia durante la década pasada fue quién estaba en mejores
condiciones para proporcionar estos servicios, si los proveedores estatales o los privados. Es improbable que
este debate tenga una solución definitiva. Pero lo más grave es que ha causado confusión. Lo que en realidad
importa es que los proveedores respondan a las necesidades de los hogares de bajos ingresos, y que la
sociedad civil desempeñe un papel significativo en este tema.
Cambiar la participación de los operadores privados en la provisión de servicios de agua potable e higienización
en las ciudades no representa, por sí solo, una avance hacia la consecución de los ODMs. El objetivo 7/10
(reducir a la mitad “para el año 2015, la proporción de personas que carecen de acceso sostenible al agua
potable segura y a la higienización básica”) coloca a los hogares desposeídos en el centro de una nueva agenda
de agua potable e higienización. Esto representa un desafío para las credenciales en favor de los pobres de los
esfuerzos de reforma que ya existen, y exige una enfoque más coherente y directo.
Estatal vs. privado
Durante gran parte del siglo 20, quienes formulaban las políticas consideraban que las redes de agua potable y
alcantarillado eran monopolios naturales que brindaban beneficios de salud pública. Según su manera de ver las
cosas, la participación del sector privado no podía sino amenazar las políticas sobre agua potable y/o
higienización y sus instituciones, pues ambas cosas eran necesarias para lograr la cobertura universal de dichos
servicios para ricos y pobres por igual.
Durante la década pasada más o menos, los críticos han venido argumentando que, especialmente en
ambientes de bajos ingresos, las entidades estatales de servicios públicos tienden a ser ineficientes, con
excesivo personal, susceptible a la manipulación de políticos elegidos y a la corrupción, e insensibles a las
demandas de los consumidores. Lejos de asegurar que los hogares de bajos ingresos pudieran costear el
suministro de agua potable por redes de tuberías, las tarifas reducidas permitían que la distribución de agua
potable diera lugar al clientelismo político; contribuían a las dificultades financieras de las compañías de servicios
públicos, las cuales a menudo inhibían las inversiones e impedían la extensión de las redes a los asentamientos
de bajos ingresos.
De paria a panacea
A medida que la controversia se desarrollaba, los promotores del sector privado cambiaron por completo esta
imagen. Dejó de ser un paria codicioso para convertirse en una panacea que se preocupaba por el progreso que
podía subsanar las muchas deficiencias que plagaban a las entidades públicas de agua potable y alcantarillado,
incluyendo su incapacidad de proveer servicios a los pobres urbanos. Las compañías privadas de servicios
públicos tomarían en cuenta los costos, serían apolíticas y sensibles a la demanda, afirmaban los proponentes
de la privatización.
Los críticos del sector privado objetaban que las compañías privadas de servicios públicos discriminarían a
los pobres. Para otros, el acceso al agua potable e higienización era un derecho humano y, como tal, no
podía convertirse en una actividad lucrativa, especialmente cuando se trataba de dar este servicio a los
pobres. Algunos incluso proclamaban que privatizar el agua equivalía al “robo de las corporaciones del
agua del mundo.”
Sin embargo, el golpe más demoledor para el caso de la privatización vendría del mundo real, conforme la
experiencia práctica demostraba ampliamente que las compañías privadas de servicios públicos eran
susceptibles a las mismas deficiencias que los monopolios estatales.
¿Entonces cuál era la verdadera diferencia?
En realidad, muchos de los obstáculos para mejorar la provisión de agua potable e higienización en los
países en vías de desarrollo no tienen nada que ver con el status estatal o privado. Es probable que la
incapacidad del gobierno de crear el ambiente regulatorio adecuado para las entidades estatales de
servicios públicos también se extienda a las compañías privadas. Los residentes pobres que carecen de
tenencia segura en lugares remotos pueden darse con que las entidades estatales de servicios públicos se
muestran igualmente renuentes a conectarlos a sus redes. Ni tampoco las compañías privadas, que están
bajo la presión comercial de recuperar los costos con los cobros a los usuarios, se muestran precisamente
ansiosos de hacer grandes inversiones en las áreas desposeídas.
En la práctica, los servicios públicos estatales y privados (a menudo internacionales) tienden a conducirse
de manera muy similar. La controversia en realidad opone los intereses creados que existen dentro del
sector de agua potable e higienización, y tiene poco que ver con la reducción de la pobreza. Poner
excesivo énfasis en las grandes redes ignora el papel, con frecuencia importante, de los pequeños
proveedores locales en los países en vías de desarrollo. Más aún, el debate enfatiza en el suministro de
agua potable, cuando es posible que la higienización sea más importante para los pobres. La controversia
también ignora los problemas de gobernabilidad, que salva la brecha estatal – privada. De hecho, la
diferencia real reside en los operadores de grandes redes y los pequeños proveedores.
Pequeño es utilísimo
Una gran cantidad de personas que carecen de agua potable e higienización adecuadas no podrá tener
acceso a las redes públicas de agua potable y alcantarillado en el futuro cercano. Los pequeños
proveedores y vendedores, comúnmente informales, llegan a los pobres mejor que las grandes compañías.
Estas pequeñas empresas pueden ser privadas, y a menudo operan en mercados mucho más competitivos
que los grandes operadores privados de servicios públicos. Debido a su tamaño, sus modos de operación
son muy diferentes de los grandes operadores, ya sean éstos públicos o privados. Un efecto secundario
lamentable del debate estatal – privado es que puede haber desviado no solamente la atención, sino
también la ayuda de desarrollo, de los pequeños proveedores hacia las grandes redes.
¡Dejen que los pobres decidan!
Una vez que el foco de atención cambia a la reducción de la pobreza, el marco para la acción se aclara.
Las demandas de mejoramiento en agua e higienización deben venir de los pobres mismos; y el grado de
mejoramiento dependerá de la influencia que los pobres puedan ejercer en los proveedores del servicio, ya
sea de manera directa o mediante representantes políticos.
Tal como lo afirma el Banco Mundial, el marco es indiferente a la naturaleza estatal o privada de la
provisión. Ya sea que la participación del sector se incremente o no, debe haber una mayor capacidad de
rendir cuentas ante los pobres por las decisiones que se tomen con respecto a las políticas. Al igual que es
más probable que surjan empresas privadas exitosas en mercados con competencia justa, también es más
probable que los compromisos con las empresas privadas tengan éxito cuando hay una competencia justa
en la arena política local.
Las necesidades de los pobres
La experiencia muestra que hasta el momento los contratos con las compañías privadas de servicios
públicos no han puesto suficiente atención en las necesidades de los pobres urbanos de los países en vías
de desarrollo. Los mismo ocurre con los marcos normativos y los contratos de concesión. La falta de
recursos financieros y tenencia insegura han actuado en contra de los pobres.
Con respecto a los pequeños proveedores, la mayor necesidad –al igual que en otras áreas del sector
hídrico– es la de contar con estructuras gubernativas locales que sean efectivas y capaces de rendir
cuentas. Estas estructuras debe incentivar y apoyar la acción local y la innovación en particular cuando
beneficia a los pobres urbanos.
Negociar mejoras
El mercado por sí solo no garantiza la eficiencia ni que los proveedores privados sean receptivos a las
necesidades del consumidor, lo cual, en cambio, depende de la naturaleza de los contratos y las
regulaciones. La participación del sector privado debe mejorar y son los pobres urbanos quienes deben
decidir cuáles son las mejoras que requieren. La democratización y la descentralización tienen que
desempeñar un papel crítico, pues esto puede hacer que el gobierno sea más receptivo a las demandas de
agua potable e higienización.
Las autoridades pública y las agencias estatales deben adaptar sus respuestas a las circunstancias
específicas de cada ciudad, o incluso de cada vecindario. Para los pobres, el agua potable y la
higienización pueden ser el primer paso hacia la tenencia segura, comunidades más fuertes, mayor poder
de negociación, y mayor influencia política.
Por tanto, los pobres deben aumentar su capacidad de expresar sus necesidades, con ayuda de la
sociedad civil. Los pobres deben desarrollar convenios con los operadores de servicios públicos y un mejor
servicio de los pequeños proveedores, como ya lo hicieron algunas comunidades cuyo éxito puede y debe
ser replicado.
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