Mineras_canadienses-Montemayor

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10 , 11 y de julio de 2008 → Opinión
Carlos Montemayor/ I
Las mineras canadienses
Canadá es uno de los países notables en los tiempos actuales. Durante cerca de ocho años consecutivos encabezó la lista
de las naciones con mayor índice de desarrollo humano, según el informe singular que desde 1990 el Programa de
Naciones Unidas para el Desarrollo prepara anualmente. Esta proyección de la evaluación del desarrollo parte de ciertas
variables propuestas en la década de los años 80 por Mabub Ul Haq y el premio Nobel de Economía Amartya Sen. En
estos balances no se refleja tanto el volumen total de riqueza producida en un país, o el movimiento total de capitales en
determinada zona, sino el beneficio y desarrollo reflejado en la salud, el promedio de vida, la educación, la vivienda, la
alimentación y el ingreso de los habitantes.
Sin estas condiciones de evaluación se entiende que por el volumen económico México haya podido en algunos balances
cuantitativos presentarse como la undécima economía del mundo, pero su realidad se revela en el índice de desarrollo
humano, donde aparece en el número 54, dentro del grupo de países de mediano desarrollo humano y al mismo nivel de
Cuba, que ocupa el número 55.
En términos artísticos Canadá ha impreso un relevante aporte en múltiples campos. Además de la poesía, el teatro, el
cine, el ensayo, notables en lengua francesa en el área de Quebec, todos los géneros artísticos se impulsan en un
proyecto multilingüe y multidisciplinario que tiene su mejor ejemplo en Banff Center International, donde he tenido
oportunidad de colaborar en proyectos de traducción literaria desde hace algunos años.
Algunos proyectos de investigación científica, tecnológica y social de las universidades canadienses son también notables
en varios campos del conocimiento y del hacer político, particularmente en el movimiento de multiculturalismo que está
surgiendo en Canadá como política de Estado y que parte de dos principios fundamentales: primero, que los movimientos
migratorios son una característica básica y un comportamiento natural de la humanidad; segundo, que si puede
caracterizarse a la humanidad por el movimiento migratorio de la totalidad de los pueblos en un momento dado, la
consecuencia de la naturaleza humana es que estamos obligados a vivir con nuestra diversidad.
Así, “vivir juntos” ya no implica justificar un equilibrio social desde la perspectiva de una mayoría, sino desde la perspectiva
de la multiculturalidad. Por tanto, los derechos humanos deben incluir cada vez con mayor claridad la idea de que el
individuo no es un ente aislado, sino integrado en un contexto social, político y cultural que existe previamente a su
aparición y que permanecerá después de él. Esto le da identidad y le permite reconocerse como ser humano.
Por ello en Canadá la integración social es también destacada, si se toma en cuenta el tratamiento legal, cultural y
económico dado a los pueblos indígenas, allá denominados first nations, primeras naciones. En abril de 1999, por ejemplo,
Canadá reconoció el territorio autónomo de los pueblos inuit, con extensión de un millón 900 mil kilómetros cuadrados, casi
la de la República Mexicana, que es de un millón 956 mil kilómetros cuadrados. Este territorio autónomo se llama Nunavut
Kamavat, gobierno de Nunavut.
El jurista canadiense James Hopkins explicó en el año 2001 que durante la demarcación territorial de Delgamuukw, el juez
Lamer, cabeza de la Suprema Corte de Justicia de Canadá, reconoció por vez primera que los derechos territoriales de los
pueblos nativos son sui generis porque, entre otras cosas, su fuente proviene de un sistema legal aborigen prexistente y
porque las poseen comunalmente.
En este caso el juez reconoció que el “especial lazo” entre las comunidades indígenas y su territorio forma parte de la
cultura distintiva del grupo aborigen y afirmó que el derecho a usufructuar la tierra está limitado a los usos “que no pongan
en riesgo la capacidad del territorio para sostener a las futuras generaciones de los mismos pueblos aborígenes”. En otras
palabras, el juez Lamer parece reconocer que un uso que interfiera con el empleo o usufructo tradicional de la tierra podría
romper el lazo cultural del que surge el derecho territorial mismo del pueblo aborigen.
Pero la perfección, tanto en individuos como en países, es teórica, abstracta, conjetural. Contrastan con esta grandeza
humanista, política, social y cultural de Canadá las empresas mineras canadienses, ejemplo de la depredación brutal y de
ilegalidad inexcusable. El daño ecológico, económico y social que provocan en varias regiones del mundo y de México es
un ejemplo contundente de cómo un país admirable puede producir empresas transnacionales depredadoras y salvajes
que pisotean la lucidez con que el juez Lamer determinó que el usufructo de la tierra está limitado a los usos “que no
pongan en riesgo la capacidad del territorio para sostener a las futuras generaciones de los mismos pueblos aborígenes”.
Las compañías mineras canadienses son la avanzada de la barbarie actual contra pueblos inermes y ecosistemas de
países con gobiernos corruptos o vulnerables como el de México, según explicaré en las siguientes entregas.
En el caso de nuestro país, se están afectando tres regiones: San Luis Potosí, con la Minera San Xavier; la región de
Huizopa en la sierra de Chihuahua, con la Minefinders y su subsidiaria Compañía Minera Dolores, y 29 municipios de
Chiapas con las empresas Fronteer Development Group y Radius Gold.
En todos los casos hay un modus operandi común: la apropiación ilegal de tierras, la complicidad de autoridades federales
o estatales, la sobrexplotación y contaminación de recursos acuíferos y el desastre ecológico por el sistema de explotación
de tajo a cielo abierto y lixiviación.
El sistema que las compañías mineras canadienses aplican en México para la explotación y beneficio de mineral es el
conocido como tajo a cielo abierto y lixiviación a montones, prohibido en muchos países por su gran capacidad
contaminante. La Minera San Xavier, que explota el Cerro de San Pedro en San Luis Potosí, utiliza toneladas diarias de
explosivos a base de nitrato de amonio, diesel y detonantes para tumbar el cerro en por lo menos 80 mil toneladas; de este
material serán aprovechables aproximadamente 32 mil toneladas, que ya trituradas se depositan en un llano tratado con
arcilla. Dieciséis toneladas de cianuro de sodio mez- cladas con 32 millones de litros de agua por el sistema de aspersión
bañarán el material triturado provocando así la separación y precipitación de los metales contenidos. Éste es el proceso
conocido como de lixiviación.
Las explosiones que ya empezaron a detonar acabarán aproximadamente con un kilómetro de montaña. Luego
continuarán hacia el subsuelo para producir un cráter de un kilómetro de diámetro por aproximadamente 250 metros de
profundidad. Al cabo de algunos años, en el llano de lixiviación se habrá formado una montaña de material saturado de
cianuro de aproximadamente 80 millones de toneladas. Lo más peligroso es que tal montaña de material contaminado se
está acumulando a nueve kilómetros de la ciudad capital y muy cercana a otras comunidades. En el ejido Palma de la Cruz
quedarán otros 120 millones de toneladas de material con grandes contenidos de sulfuros que no podrían ser lixiviables.
La oposición en varios países al uso de cianuro en el sistema de lixiviación y a la explotación de tajo a cielo abierto es
creciente. En Estados Unidos, en 1998, en Montana, se prohibió el uso de cianuro para la minería de oro de y plata
después de que las compañías mineras canadienses Placer Dome y Pegasus Gold Corporation ocasionaron un desastre
ecológico sin precedentes. En 2003, en California, se prohibió a la compañía minera Glamys Gold Mining Company, hasta
febrero de 1993 dueña de 50 por ciento de las acciones de Minera San Xavier, la explotación de una mina de oro a tajo a
cielo abierto en una comunidad indígena y con el apoyo del Senado se aprobó una ley que prohíbe cualquier explotación
de minas de oro de tajo a cielo abierto a base de cianuro.
En 1995, en Guyana, el dique de contención de la mina Omal, de la compañía minera canadiense Cambior Inc., se quebró
y derramó 3.2 mil millones de litros de agua cianurada al río Essiquibo, ocasionando el desastre ecológico más grave e
irreparable en la historia de ese país. Cambior Inc. fue hasta hace poco tiempo dueña de parte importante de las acciones
de Minera San Xavier y enfrenta una demanda por 69 millones de dólares para restaurar el daño perpetrado contra los
habitantes de Guyana.
Un derrame masivo de 100 mil metros cúbicos de cianuro de una compañía minera de oro en Rumania, en el año 2000,
contaminó más de 400 kilómetros del río Danubio destruyendo toda especie acuática y fauna silvestre. Por ello, en julio de
2003, el primer ministro rumano, respaldado por grupos ambientalistas, se negó a apoyar a una compañía minera
canadiense, Gabriel Resources Ltd., por los graves riesgos ecológicos que conllevaría.
En el interior de Canadá diversas organizaciones han creado conciencia sobre las devastadoras consecuencias sociales y
ambientales que para otros países han tenido las compañías mineras canadienses. En junio de 2004, la comisión
permanente del parlamento sobre asuntos extranjeros y comercio internacional presentó un informe donde se afirmaba
que Canadá todavía no contaba con leyes para asegurar que las actividades de sus compañías de explotación minera en
países en vías de desarrollo se conformaran con los estándares necesarios de derechos humanos y mucho menos para
asegurar su responsabilidad ecológica.
El 23 de junio de 2004, el noveno tribunal colegiado del noveno circuito en materia administrativa resolvió el amparo D.A.
65/2004-873 y enunció con claridad que el Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa debía cancelar en forma
definitiva la licencia de uso de suelo y funcionamiento que mediante oficio de fecha 26 de febrero de 1999 había otorgado
el Instituto Nacional de Ecología, órgano desconcentrado de la Semarnap, hoy Semarnat, a Minera San Xavier. El tribunal
determinó que esa autorización se había otorgado contraviniendo, primero, las disposiciones jurídicas federales en materia
ambiental, y segundo, el decreto administrativo estatal en que se aprobó el plan de ordenación de San Luis Potosí y su
zona conurbada. Después de la resolución del tribunal colegiado, cualquier acción de todo nivel de gobierno implicó una
acción de desacato.
Esta resolución no frenó a la compañía y con subsecuentes apoyos federales y estatales inició su expansión territorial.
Compró terrenos municipales y fincas abandonadas en la cabecera municipal de Cerro de San Pedro mediante contratos
al margen de la ley o mediante la firma de un contrato de arrendamiento de tierras del ejido de Cerro de San Pedro con
falsos ejidatarios, el cual fue anulado por resolutivos tanto del tribunal agrario como del segundo tribunal colegiado del
noveno circuito.
Con este falso contrato cerró caminos vecinales que durante 400 años fueron utilizados por los pobladores de las
comunidades de la Zapatilla, Cuesta de Campa, Portezuelo y Cerro de San Pedro, sin haber tramitado y obtenido los
permisos necesarios. También invadió terrenos propiedad de la nación, pertenecientes a la antigua vía del ferrocarril
Potosí-Ríoverde, ramal San Pedro. Instaló, igualmente, una cerca ciclónica de varios kilómetros de longitud que envolvió el
poblado por el lado norte, oriente y poniente, impidiendo el paso a pobladores, visitantes y ejidatarios a áreas que en
verdad siguen siendo municipales.
El 2 de junio de este año, el juzgado XI de distrito en materia administrativa en el Distrito Federal emitió su resolución del
amparo 1065/2007, que se promovió contra el tribunal de justicia fiscal y administrativa respecto a la nulidad de un nuevo
permiso que la compañía misma recibió de Semarnat en abril del 2006. El juzgado de distrito estableció que se debe
nuevamente resolver el recurso de queja y al final de la resolución establece que se debe considerar los amparos directos
65/2004 y D.A. 24/2005, que establecían que ni siquiera en forma condicionada podía darse autorización alguna a la
compañía.
A pesar de esto, la minera sigue devastando el área de Cerro de San Pedro.
jueves 17 de julio de 2008 → Sociedad y Justicia La Jornada
■ Sin ética, abusan de campesinos y provocan el éxodo de comunidades, denuncia activista
Mineras canadienses provocan deterioro irreversible del medio ambiente en AL
■ Las irregularidades las cometen con la complacencia de los gobiernos, en especial del mexicano -Emir Olivares Alonso
n
Las mineras canadienses son tan perjudiciales para otros países, que la misma
comunidad de la nación norteamericana las cuestiona Foto: La Jornada
Las mineras canadienses carecen de sentido ético y responsabilidad social, han emprendido una especie de “nueva
colonización” de México y América Latina al explotar suelos, engañar y abusar de campesinos y deteriorar de manera
“irreversible” el medio ambiente con la instalación de minas que les dejan “jugosas” ganancias, aseguró Marie Dominik
Langlois, coordinadora del Comité de Derechos Humanos en América Latina.
En el marco de una visita de trabajo y análisis a varias localidades del país, la activista de la organización no
gubernamental –con presencia en Montreal y Quebec— señaló que las “irregularidades” en las que incurren las empresas
“cuentan con la complacencia” de los gobiernos de la región, mientras que las autoridades canadienses “no se
responsabilizan” de los “daños” que causan las compañías de su país.
Contrario a los argumentos que dan empresarios y gobiernos, Langlois descartó que la actividad de estas mineras redunde
en desarrollo para las comunidades en las que se establecen, porque no generan empleos ni respetan el derecho a la
consulta de los pobladores, a fin de que sean ellos los que decidan sobre permisos para que otras empresas funcionen en
sus territorios.
Contrario a ello, subrayó que las empresas mineras degradan el medio ambiente, explotan el suelo, reprimen a algunas
poblaciones y las obligan a dejar sus lugares de origen, pagan cantidades muy bajas por los derechos de concesión con
relación a las ganancias que obtienen y omiten informar a las comunidades sobre los efectos a largo plazo que tendrán sus
actividades de explotación en el sitio.
Ante esta perspectiva, indicó que diversos sectores de la comunidad canadiense exigen constantemente al Parlamento de
su país poner atención a los “abusos” en los que están incurriendo dichas compañías. Además, exhortó a las comunidades
mexicanas y de América Latina afectadas, así como a las ONG nacionales, acercarse a las agrupaciones civiles de
Canadá para que mediante presión social conjunta se pueda conseguir que el gobierno de aquel país obligue a sus
empresarios a aplicar un “código de ética” con los pueblos latinos y sólo apoye a firmas que respeten los derechos
humanos de los ciudadanos de los lugares en los que se establezcan.
“Hace tiempo los canadienses considerábamos que las compañías de nuestro país generaban riqueza en las naciones en
desarrollo; sin embargo, al hacer conciencia y conocer su manera de actuar, concluimos que resultan agresivas y violentas
para con estas naciones, y también contra su medio ambiente”.
Asimismo, propuso crear la figura de un ombudsman –en Canadá y otros países— que atienda “los graves problemas
generados por las mineras”, aunque aceptó que esto no representaría la solución al conflicto.
Dijo que la “destrucción ambiental” que provocan las minas a cielo abierto se hace patente al analizar el caso de la mina de
oro Yanacocha, al norte de Perú, la más grande en la región, “pues es uno de los lugares más contaminados del mundo y
no ha generado desarrollo para la comunidad en la que se ubica”.
Insistió en que los gobiernos de la región y en particular el mexicano, han carecido de interés por frenar el conflicto a fin de
proteger, sobre todo, a la población local.
Resaltó que cuando alguna empresa solicite un permiso de explotación del suelo sería un avance si se le exige: garantizar
el derecho de la ciudadanía a tener información “libre” en torno a los proyectos, presentar planes de cuidado ambiental,
que las compañías asuman su responsabilidad ética y social, y que se practiquen ejercicios de consulta entre los
afectados, a fin de que “de manera democrática” sean las comunidades las que decidan si permiten la instalación de las
mineras.
En su visita al país, la activista visitará la minera San Xavier, en San Luis Potosí, y algunos puntos de Oaxaca, entre otros.
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