Templo_de_Jesus

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Templo de Jesus
El Templo primitivo fue construido por SalomónEl Templo de Salomón, cuya construcción se
terminó el 995 a. C, se conservó intacto durante 400 años, hasta la invasión de los babilonios que,
al mando de Nabucodonosor, exiliaron a los judíos y destruyeron el Templo. Reconstruido por
Zorobabel a la vuelta del cautiverio de Babilonia, en el mismo sitio del anterior, en lo alto del monte
Moria;
aunque
sin
el
esplendor
y
magnificencia
del
antiguo
templo.
Este segundo templo fue el que agrandó y embelleció Herodes el Grande. La parte más exterior
del templo la formaban una serie de atrios y vestíbulos de gran capacidad; lo más interior del
templo estaba formado por dos recintos llamados el Santo y lugar santisimo donde podía entrar el
Sumo Sacerdote una vez al año. En el Santo se hallaba un pequeño altar de oro, sobre el que
mañana y tarde se quemaban unos granos de incienso, y el candelabro de siete brazos y la Mesa
para los panes de la Proposición, ambos también de oro.
A todo lo largo del Antiguo Testamento, el Templo fue el símbolo de la presencia de Dios en medio
de su pueblo; pero también la demostración clara de un pueblo que pasó del nomadismo a la
sedentarización. El Templo de Salomón se convirtió en la casa de Yahvé.
En el Nuevo Testamento, la idea de Jesús es que el Templo es un lugar de oración. También
expresó su oposición al formulismo del culto de su tiempo y, como los profetas, predijo la ruina total
del templo herodiano, que tuvo lugar el año 70 d. C, cuando el emperador Tito arrasó la ciudad.
En el año 132 d.C, los judíos se sublevaron nuevamente, recuperando el control de Judea y
Samaria y durante dos años y medio Jerusalén fue nuevamente su capital. El Emperador Adriano
aplastó la rebelión y, decidido a acabar con toda resistencia, arrasó Jerusalén. Tras esto, lo único
que quedó del Templo fue una de las murallas externas que protegían el recinto. Conocida durante
generaciones como el Muro de las Lamentaciones, éste se transformó en el lugar de plegaria más
sagrado para los judíos- lo más próximo que podían llegar al sitio del Templo sagrado.
El Templo de Herodes, tal como Jesús lo conoció, constaba de un gran patio -lo que hoy es la gran
explanada- rodeado de suntuosos pórticos de 13,5 metros de anchura sostenidos por columnas de
mármol blanco de 11 metros de altura, de una sola pieza, y techo de madera de cedro.
Los pórticos occidentales, norte y oriental tenían dos órdenes de columnas; mientras que el pórtico
meridional tenía cuatro órdenes y dos planos columnados superpuestos.
Dentro del gran patio exterior, llamado Patio de los Gentiles, estaban los tres patios interiores, de
dimensiones mucho más reducidas, en el siguiente orden de cercanía al santuario: patio de las
mujeres, patio de Israel o de los hombres y el patio de los sacerdotes en torno al Santuario.
Todo esto formaba un mundo aparte rodeado por un muro, donde le estaba prohibida la entrada,
bajo pena de muerte, a todo el que no fuera judío. La advertencia estaba escrita en los dinteles de
las puertas. No está clara, sin embargo la localización o distribución de estos patios interiores, de
ahí la diversidad de hipótesis de reconstrucción. Pero es posible que toda esta parte reservada a
los judíos no ocupase más de lo que es hoy la plataforma alta de la explanada, donde está la
Mezquita de la Roca.
El Santuario estaba dividido en dos partes: el Santo, en el que estaba la mesa de los panes de la
proposición, el candelabro de los siete brazos y el altar de los perfumes que un sacerdote
incensaba dos veces al día. A continuación, separado por un gran velo y, en lo más recóndito del
Santuario, estaba el Santo de los Santos, un lugar oscuro ocupado en otro tiempo por el Arca de la
Alianza.
El único que tenía acceso a este lugar era el sumo sacerdote, pero sólo una vez al año y después
de una larga purificación con ayunos y oraciones. Lo hacía el día del Perdón, la fecha más santa
del judaísmo. A partir de ese concepto de santidad ritual se establecía un orden de mayor a menor
pureza hasta terminar en los gentiles, quienes por carecer de pureza legal no podían pasar del
primero de los patios.
SINAGOGA
En arameo se solía designar a la sinagoga como knst o knyst (keneset), que venía a significar “la
congregación religiosa”. Aquí el significado estaba orientado al aspecto comunitario del vocablo.
No se trataba de designar un lugar reservado para el culto, sino del acto de la reunión en sí. Lo
importante para los judíos no era el lugar de culto.
Las sinagogas tan sólo eran un lugar donde reunirse para debatir los asuntos de interés
comunitario, que casi siempre eran de índole religioso. Hay que decir que en los siglos siguientes,
tras la destrucción del Templo, la actitud de los judíos hacia la sinagoga cambió hasta convertirla
en centro de sus costumbres.
El origen de las sinagogas se remontaba a la época del exilio, y surgió como una forma de reunión
para instruir y comunicar la Torá, los escritos propiamente judíos, y no perder de vista las
costumbres judías en medio de tanta influencia extranjera. Es decir, no tenían originalmente la
finalidad de servir al culto religioso, sino que todo consistía en una sencilla reunión social con fines
didácticos y de estrechamiento de los lazos comunitarios.
Sin embargo, en tiempos de Jesús era creencia generalizada que la institución de la sinagoga
procedía del mismísimo Moisés.
en sus inicios las sinagogas apenas se diferenciaran de los edificios comunes. Con el paso del
tiempo, fueron adquiriendo características que facilitaban el cumplimiento de sus objetivos como
centros religiosos. En términos generales, el estilo arquitectónico de las sinagogas se adaptaba al
predominante en sus respectivas regiones. La decoración podía consistir en relieves en piedra con
motivos geométricos (pentagramas, hexagramas) y vegetales (granadas), aunque no faltan los
motivos zoomorfos y antropoformos. Así lo testifica el descubrimiento de las espléndidas pinturas
murales del siglo III a.C. en la sinagoga de Dura-Europos, en la orilla occidental del curso medio
del Éufrates, con treinta frescos divididos en tres hileras sobre temas bíblicos. Las sinagogas de
Toledo y Córdoba muestran la influencia del arte árabe español.
La disposición del espacio interior se subordina a su función de centro de oración y enseñanza. La
construcción se orienta hacia Jerusalén, es decir, para las comunidades judías de Europa, hacia el
este. En la pared oriental se abre un nicho en el que se instala el "arca" o armario donde se
depositan los rollos de la Ley. Este espacio, llamado "santo", está separado por un velo del resto
del edificio. En un lugar algo elevado, junto al "santo", se coloca el pupitre (bema) para el lector y
un sitial honorífico ("cátedra de Moisés") para el presidente de la asamblea. A lo largo de las
paredes laterales se colocan bancos para los fieles. En los servicios sinagogales actuales ha
desaparecido la asignación de dos espacios distintos para hombres y mujeres.
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