Introduccion - Universidad de Murcia

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I. INTRODUCCION EPISTEMOLOGICA
1. Cuestiones terminológicas
¿Cuál es el origen de los términos con que se designa a nuestra disciplina?
He aquí la primera aproximación epistemológica a la Etica o Filosofía Moral.
La voz "ética" procede de dos vocablos griegos, ethos y h'qos
cuyos significados respectivos son hábito o costumbre y carácter o modo de ser.
El segundo término se encuentra ya en Homero y ha sido subrayado
contemporáneamente por Max Scheler1 y Heidegger, mostrando en su evolución
el paso del habitáculo externo (por ejemplo, la guarida de los animales) al carácter
como morada interior, en la que el hombre vive (tal como lo atestigua Teofrasto
en su descripción de los caracteres). Sin embargo, esta diferencia se perderá en
latín, al traducir ambos términos por "mos", equivalente a usos o costumbres, de
donde deriva el término "moral". El sentido ético mencionado en segundo lugar,
no mantenido en la traducción latina, hace referencia a la unidad (sumplokhv)
de la vida moral, en complementariedad con la diversidad en los actos y en las
virtudes y vicios. Sin embargo, tanto los hábitos como el carácter morales tienen
en su origen a los actos moralmente cualificados.
La diferencia entre moral y ética ha sido entendida preferentemente desde
Kant y Hegel como la diferencia entre lo formal y lo material. En el plano
práctico lo formal es la ley del deber y lo material son las determinaciones que
dan concreción al deber. A este respecto, la moralidad es conformidad con la
conciencia (Gewissensgemäßigkeit), cualquiera que sea el contenido moralmente
debido a que se refiera, mientras que la eticidad (ethisch, sittlich) afecta a los
contenidos por los cuales se orientan los actos de la conciencia moral.
Dentro de lo moral se distingue entre moral como estructura y moral
como contenido. En el primer sentido designa una característica antropológicoética, particularmente resaltada por Zubiri2 y Aranguren3, y se opone a lo amoral;
la estructura moral conviene a los actos humanos en cuanto que no están de suyo
1
2
SCHELER, M., Ordo Amoris, Caparrós, Madrid, 1996.
ZUBIRI, X., Sobre el hombre, Alianza Ed., Madrid, 1986, pp. 363-365.
2
ajustados al medio externo, sino que el hombre ha de ajustar sus actos o realizar el
ajustamiento, dando razón de ellos. Así, decimos de alguien que "tiene alta la
moral" o, por el contrario, "está desmoralizado"..., aludiendo a la mayor o menor
capacidad del agente para dirigir sus actos, y no todavía a la cualidad moral
específica de éstos. La moral como contenido, por su parte, es la que cualifica en
mayor o menor grado a aquellos actos que son ya morales en la primera acepción,
y lo hace por referencia a la correspondiente norma de comportamiento; su
opuesto es lo inmoral. Tradicionalmente se distinguían estas dos acepciones como
la moral en sentido genérico (genus moris) y la moral en sentido específico
(species moralis).
Si pasamos de la etimología al uso común del léxico moral, se nos
presentan distintos ámbitos de aplicación de estos términos. Se predican ante todo
de los actos singulares, pero también de los hábitos voluntarios y, más
comprensivamente, del estilo de vida o formato moral, como cuando Aristóteles
dice, refiriéndose a la vida ética, que una golondrina no hace verano (podría
ejemplificarse con los "tipos" morales históricos y literarios). Se comprueba, así,
la triple diferencia dentro de lo ético que ya nos había mostrado la etimología.
Otra esfera de aplicación de los términos éticos está en las
Gesinnungen o disposiciones interiores por las que se imprime una orientación de
conjunto a las realizaciones pasadas (como en el arrepentimiento o en la
conversión moral) o desde las cuales se proyectan ciertos comportamientos como
respuestas proporcionadas a unos valores (así, la gratitud, la correspondencia, la
lealtad...). Son las actitudes morales que están en la base de las realizaciones
singulares.
También distingue el lenguaje usual entre la bondad por naturaleza y
la bondad de quien se la propone. Mientras la primera se plasma en buenas
inclinaciones y sentimientos, la segunda tiene su motivación en el sentido del
deber. Una variante de la bondad natural es la posesión del "sentido moral",
abundantemente tematizado por aquellos autores anglosajones que preconizan el
"moral sense" (Hutcheson, Shaftesbury...), como opuesto a la ceguera para lo
moral. Que ello, sin embargo, no basta para la buena actuación —por más que la
3
ARANGUREN, J.L.L., Etica, Alianza Univ., Madrid, 1981, Cap. 1.
3
facilite— lo expresan bien los versos de Horacio "video meliora proboque,
deteriora sequor" ("veo las cosas mejores y las apruebo, pero sigo las peores").
Estas descripciones lingüísticas nos sitúan a un primer nivel de
reflexión ética y nos permiten ya delimitar el campo sobre el que la moralidad
recae.
2. Naturaleza de la Etica
Experiencia y razón, descripción y normatividad, aplicación y
análisis... son otras tantas bipolaridades que concurren en Etica, haciendo
especialmente compleja su ubicación epistemológica. Si se pone el acento
reductivamente en el primero o segundo de los términos de los binomios, se da
lugar a concepciones de signo opuesto: tales son los utilitarismos y empirismos,
por un lado, y los trascendentalismos y los neoidealismos platónicos (Henri More,
F.H. Bradley...), por el otro lado. El problema está en conjugar debidamente
ambos momentos contrapuestos.
Ya en el ámbito de las Ciencias de la Naturaleza no se sostiene que
haya una desnuda descripción de datos experienciales, sin un paradigma que la
oriente (Kuhn, Feyerabend...). Pero más insólito aún resulta partir de un acopio
neutral de datos morales, que no venga posibilitado por el interés normativo. Por
ello, en su intento por reducir la moralidad a un tipo de experiencia psicológica,
Adam Smith tuvo que acudir al artificio harto problemático del espectador
desinteresado, que habría de desdoblarse psíquicamente poniéndose en el lugar de
un observador ajeno a su propia conducta, para así mediante la simpatía con la
conducta que observa poder emitir un juicio ético. A esta postura se la denomina
psicologismo moral, por reducir la Etica a un apartado de la Psicología.
Por los mismos motivos de separación artificiosa entre lo descriptivo y
lo normativo nos parece también confundente sostener que la aplicación a los
casos particulares sobrevenga, como un segundo momento, a un registro moral ya
poseído descriptivamente en sus pormenores. Más bien, es la propia aplicación la
que descubre los datos prácticos relevantes para el caso y guía su análisis
posterior, según ha puesto de relieve Gadamer. Sé lo que debo hacer en singular
(momento de la aplicación) cuando ya me he propuesto hacerlo (interés
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normativo). Es de Aristóteles la sentencia de que para saber lo que tengo que
hacer he de hacer lo que quiero saber. En esto se diferencia del ejercicio técnico,
que sí es en cambio aplicación de unas aserciones teóricas previamente
establecidas. En conclusión, la razón normativa en Etica no es ante todo un
estadio aplicacional subsiguiente a unos presuntos enunciados morales que sólo
fueran descriptivos, sino que está implícita o latente en cualquier aseveración
moral, por cuanto son proposiciones que recaen sobre la concordancia del
comportamiento con aquellos principios normativos racionales ante los que el
sujeto se encuentra indefectiblemente en su actuación. Los enunciados morales se
hacen posibles y necesarios como respuestas a la pregunta por cuál es el criterio
normativo que se debe adoptar en la actuación.
Sin embargo, para el juicio ético tampoco basta —en el otro
extremo— con la razón pura práctica, de carácter normativo, al margen de toda
experiencia singular y social. Una razón atenida exclusivamente a sí misma no
puede ir más allá de un canon de principios lógicoformales, por sí solos no
traducibles en acciones contingentes. Le falta aptitud para interpretar las
situaciones singulares, resolver las colisiones entre distintos principios
abstractamente válidos, aprender del pasado... El intento kantiano de adoptar la
razón pura como vía exclusiva para el imperativo ético, lejos de derivar de la
propia razón, descansa en una concepción pretendidamente autofundante de la
voluntad. Para la Analítica kantiana de la razón práctica la razón habría de ser
referida en su uso práctico inmediatamente a la voluntad, sin la mediación de
cualesquiera objetos que fueran comunes a ambas. El imperativo categórico
deriva, según ello, para Kant de la voluntad, en abstracción de todo motivo
proporcionado por los bienes previamente representados que ofrece la
experiencia. Entre los diversos sentidos que tiene el "querer" voluntario y que más
adelante serán examinados, Kant hace suyo el de querer como decisión autónoma,
excluyente de toda inclinación natural hacia los bienes.
Pero, más allá de estos dos puntos de vista antitéticos, ¿es posible la
síntesis entre ambas polaridades, entre la experiencia y la razón? Empezaremos
por mencionar dos propuestas contemporáneas en este sentido, para luego exponer
la concepción clásica sobre el lugar respectivo de experiencia y razón en la
metodología ética.
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En primer lugar, Habermas se propone reconstruir normativamente la
experiencia desde el a priori de la validez del discurso argumentativo. Es una
composición entre lo racional y lo empírico por anticipación, lograda por una
razón a la que se supone emancipatoria de las contingencias variables y que
salvaría de la irracionalidad arbitraria a la decisión. A diferencia de la razón pura
kantiana, la razón incluye ahora por medio de la dialogicidad los motivos
pragmáticos sopesados, pero no se resuelve en un compromiso precario entre
ellos, sino que se basa en las "buenas razones" a priori que conducen el diálogo.
En la ética habermasiana el elemento empírico son tanto las situaciones variables
que se interrelacionan a través del diálogo como aquellos poderes congelados y
distorsionantes de los que la acción comunicativa habría de liberar.
Un segundo procedimiento de síntesis entre razón y experiencia
práctica es el que articula estructuralmente normas, máximas y acción, avanzado
por R. Bubner4. Para ello entiende que el sentido de la actuación no es producido
mediante el lenguaje performativo —en alusión crítica a Habermas—, sino
alumbrado por la razón práctica. Las normas universales unifican máximas
múltiples y cambiantes, necesarias para orientar el comportamiento y aprendidas
en la experiencia de la habituación ante las expectativas recíprocas. Pero para su
validez racional máximas y normas han de poder ser restituidas al nivel de la
praxis necesitada de normación para la que se originaron. La razón primariamente
normativa —o vuelta hacia el actuar— aparece, según este planteamiento, como
el principio de validez para el funcionamiento correcto de las máximas y normas,
recibidas como experiencia decantada. Por contraposición a Habermas, este
planteamiento tiene a su favor que hace uso de un concepto de praxis de más
amplio alcance que la establecida mediante la comunicación.
Cualquiera que sea el modo determinado que se proponga para
conjugar experiencia práctica y razón normativa, son dos factores que sin duda se
acompañan e influyen recíprocamente en Etica. La razón guía e interpreta la
experiencia y, como efecto de esta normación, la experiencia se enriquece y
amplía. La razón es práctica cuando se abre al futuro, que es lo indeterminado,
consolidándose como experiencia una vez que lo ha determinado, dejando, así, de
4
BUBNER, R., "Acción, máximas y normas", Cuadernos Salmantinos de Filosofía, XIX (1992), pp. 4147.
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ser futuro para convertirse en punto de referencia para nuevas experiencias que la
propia razón habrá de afrontar. La praxis normativa está, así, en el inicio y en el
final de los enunciados éticos. Examinaremos las implicaciones de estos dos
oficios de la razón.
Según ello, el lugar de la razón en Etica resulta ser dual: como
determinante de la praxis —objeto de la Etica— a la que se debe la experiencia y
como capacidad de análisis, que extrae implicaciones más generales de los juicios
inmediatamente orientativos de la acción, guiando ahora a la experiencia de una
manera lejana o mediata. La praxis antecede y culmina a la Ciencia moral.
Por tener a la praxis en su inicio, la Etica no es una ciencia
secundariamente normativa, auxiliar de otra teorética, como es el caso de las
diferentes técnicas, sino que es primaria y propiamente normativa, siendo su
objeto lo operable in quantum operabile, o, en otros términos, siendo ella misma
directiva de su objeto. Sin embargo, a ello ha de añadirse, en el segundo sentido,
que el proceder analítico de la razón —su ir de lo confuso a lo claro, de lo
compuesto a lo simple— comporta que la Etica no sea próximamente directiva de
la acción, al modo en que lo es la prudencia, sino sólo de un modo remoto. Su
encaminamiento hacia los primeros principios prácticos equivale a una regulación
del actuar que no es inmediata, sino que lo orienta desde los fines implícitos en la
acción. Al término del análisis comparecen, de este modo, los irreductibles éticos,
como son la obligación, la libertad, la normatividad, los primeros principios
prácticos o el valor moral, cuya pretendida explicación desde un plano no ético
equivaldría a diluir su especificidad (lo que Tugendhat llama falacia genética);
más bien, son estos términos irreductibles los que incorporan a la perspectiva ética
los conceptos y juicios con que operamos en la práctica habitual.
4. Las fuentes del conocimiento moral
La Etica cuenta con la experiencia y la razón como las dos fuentes de
las que obtiene sus conocimientos. La experiencia originaria es la interna, de la
que proceden los conceptos primarios e inderivables del saber moral, que figuran
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en sus enunciados y conclusiones. Así, por ejemplo, la normatividad del bien
moral, la conciencia moral, la vivencia de la obligación, la conciencia de la
satisfacción por el bien cumplido o la sanción interna son datos al alcance de todo
ser humano y a los que remiten en último término las proposiciones éticas
abstractas más elaboradas.
La experiencia moral externa es la que se acredita en los testimonios
históricos y en las obras literarias, ofreciendo una ilustración vivida de los
dictámenes proporcionados por la experiencia moral interna. Gandhi, Tomás
Moro o Martin Luther King son distintos ejemplos históricos relevantes de unas u
otras facetas de los comportamientos éticos. En cuanto a los personajes literarios,
la medida de su consistencia real viene dada por los actos humanos en los que se
reconocen sus notas éticas características. Así, Raskolnikov en "Crimen y castigo"
de Dostoievski o el protagonista de "Todos eran mis hijos" de Arthur Miller
ejemplifican el sentimiento de culpa y la sanción moral correspondiente. "El
Alcalde de Zalamea" contiene el arquetipo de la dignidad y el honor debidos a la
persona. En "Hamlet" se muestra la conciencia moral tanto cuando previene al
príncipe frente al suicidio como cuando hace turbarse a los reyes al asistir a la
representación escénica del propio delito. El film "El manantial de la doncella" del
cineasta sueco Ingmar Bergman muestra el arrepentimiento por la falta de
autodominio en el padre que había vengado la muerte de su hija a manos de unos
pastores. Basten estos pocos ejemplos, que ponen de relieve de un modo más
vívido que las definiciones y clasificaciones lógicas los datos ya suministrados
por la experiencia moral interna.
La razón cumple básicamente los tres cometidos de delimitar los
fenómenos morales, tanto entre sí como respecto de otros fenómenos en sí
mismos no éticos pero con los que guardan alguna afinidad, dilucidar sus
implicaciones conceptuales y justificar los enunciados éticos. Estas tareas pueden
realizarse tanto a un nivel directamente ético como en un discurso metaético o de
segundo grado.
La primera función se cumple, por ejemplo, en relación con la libertad
moral, la virtud, las acciones morales, el amor y cuantos fenómenos son
estudiados centralmente por la Ética.
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El segundo cometido, consistente en mostrar las implicaciones
conceptuales de los hechos morales, trae consigo asignarles su lugar en el ámbito
de la moralidad. Es una tarea que se ejerce tanto respecto de hechos comunes con
otras áreas de estudio (las ciencias humanas en general) como en relación con los
conceptos privativos de la Etica. En la primera situación se encuentran los actos
voluntarios, la libertad, la persona, las pasiones y sentimientos, el valor, el bien, la
finalidad, la acción..., los cuales se pueden abordar prescindiendo del coeficiente
ético, de lo cual se beneficia su posterior tratamiento propiamente ético. Son, en
cambio, específicos de la Etica aquellos conceptos que dicen relación directa a la
valoración y normatividad propias de lo moral y que sólo derivadamente son
trasladables a otras esferas. Se los puede agrupar en los tres apartados siguientes:
a) las realizaciones morales, en las que se inscriben la moralidad de las acciones
(incluyendo los diversos componentes voluntarios de la acción), las virtudes y el
ethos; b) los conceptos referidos al bien moral, como el deber u obligación moral,
los derechos, la sanción, la normatividad de la razón; c) los criterios de
conocimiento moral, donde se encuadran la conciencia moral, la ley moral y los
principios de la razón práctica. De entre estos conceptos, los de derecho, sanción,
obligaciones y leyes son los más fácilmente trasvasables a las regulaciones
jurídicas, a modo de una positivación, necesaria para la convivencia ordenada, de
valores que ya han dejado sentir su peso ético en la conciencia histórica de los
hombres y de los pueblos.
La tercera función de la razón en Etica, consistente en el
razonamiento, se ejerce tanto en la forma más común de extraer conclusiones a
partir de juicios más genéricos como en la forma específicamente ética de referir
los juicios directivos a sus principios prácticos, presentes a ellos como fines. El
primer modo de argumentación se vuelve especialmente necesario en las distintas
áreas de Etica aplicada, contando con las variables situaciones de hecho atendidas
por cada una, tales como la Bioética, la Etica ecológica, la Etica de la
Información, la Etica de la empresa, la Etica de las relaciones internacionales...
Por su parte, el segundo tipo de razonamiento, el que remite a
principios primeros para la actuación, encuentra entre los más fundamentales la
búsqueda de la felicidad, el cumplimiento del deber o el ejercicio de los derechos.
Son fines que orientan el comportamiento y sirven de índice para la valoración
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ética, en tanto que ésta concierne justamente al carácter humano (es decir,
consciente y libre) de los actos humanos. Un ejemplo de esta forma de razonar es
la que lleva a cabo Tomás de Aquino cuando reconduce los preceptos de la ley
moral a los fines inscritos en la naturaleza. O bien las distintas formulaciones del
imperativo categórico kantiano, en tanto que derivan de la articulación entre los
elementos material (las máximas) y formal (la actuación por deber) de que consta
este imperativo. Tambien los principios de la igualdad y de las diferencias que
integran la teoría de la justicia distributiva de J. Rawls se explican desde el
principio más básico de la situación de igualdad originaria contractual entre las
partes afectadas.
A partir de los conceptos éticos señalados se puede argumentar de un
doble modo: a un nivel directamente ético, cuando se desemboca en una mayor
especificación de los preceptos morales, o a un nivel metaético, de segundo grado,
cuando se muestran las interrelaciones entre esos conceptos. "El fin no justifica
los medios" o "No se debe hacer el mal para obtener un presunto bien" o "Hay que
responder de los actos libres" están en el primer caso, mientras que "La virtud y la
felicidad no pueden estar en oposición" o "Los imperativos éticos son categóricos
por su forma" están en el segundo, ya que no proponen un tipo de
comportamiento, como los primeros, sino que resuelven las nociones éticas en sus
implicaciones. Se cumple de este modo la doble función de la razón en Etica que
ya fue advertida en un epígrafe anterior, respectivamente como regulativa de la
praxis y como capacidad de análisis.
BIBLIOGRAFIA:
ARANGUREN, J.L.L., Etica, Alianza Ed., Madrid, 1981
CORTINA, A. (Dra.), Palabras claves en Etica, Verbo Divino, Estella, 1994
FERRER, U., Filosofía Moral, Publicaciones de la Universidad de Murcia, 1997.
FINANCE, J. de, Ethique générale, Presses de l´Université Grégorienne, Roma, 1967.
KUTSCHERA, F. von, Fundamentos de Etica, Cátedra, Madrid, 1989.
MARITAIN, J., Las nociones preliminares de Filosofía moral, Club de Lectores, Buenos
Aires, 1983.
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RODRÍGUEZ DUPLÁ, L., Ética, BAC, Madrid, 2001.
RODRÍGUEZ LUÑO, A., Etica, EUNSA, 1993.
SÁNCHEZ-MIGALLÓN, S., Ética, EUNSA, 2008.
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PRIMERA PARTE
APROXIMACIONES A LA ETICA
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