RESÚMENES DE LOS TRES TEXTOS DE NIETZSCHE PRIMER RESUMEN (Apartado 1). En este primer apartado del capítulo La “razón” en la filosofía, de su obra El crepúsculo de los ídolos, Nietzsche nos presenta la idiosincrasia que ha llevado a los filósofos a rechazar todo aquello que esté sometido al devenir, al fluir, al cambio, a la generación, a la muerte, etc.; dicha idiosincrasia consiste en venerar lo que es eterno, permanente, inmutable, lo que no deviene, es decir, prefieren los conceptos y las esencias o ideas sobre los que se fundamenta toda la metafísica occidental en vez del mundo sensible o de los sentidos. SEGUNDO RESUMEN (Apartado 4). En este fragmento del número 4, del capítulo La razón en la filosofía, de la obra El crepúsculo de los ídolos, su autor, Friedrich Nietzsche, lanza un ataque frontal a toda la metafísica occidental y al principal adalid de la misma, Platón. Critica que otra peligrosa idiosincrasia de los filósofos haya sido confundir lo primero y lo último, o sea, confundir lo que para Nietzsche es lo primero, a saber, el mundo de los sentidos, y lo último todo lo que se entiende por mundo noético o metafísico, despreciando así el mundo real o sensible al considerarlo carente de valor. Para Nietzsche este mundo metafísico no tendría que existir porque es fruto de las dolencias cerebrales de los filósofos. TERCER RESUMEN (Apartado 6). El último apartado de este capítulo - “La ‘razón’ en la filosofía” - le sirve a Nietzsche para sintetizar en cuatro tesis su pensamiento y disentir del papel desempeñado por la razón en la filosofía. Tales tesis son las siguientes: 1. Las razones por las que este mundo es considerado como ‘aparente’, esto es, que sea captado por los sentidos, son precisamente las que nos hacen ver que es real, pues no hay otra realidad posible que la que nos viene dada por ese medio (los sentidos). 2. Las características que se le atribuyen al ‘ser verdadero’ no son más que características de la nada. El llamado ‘mundo verdadero’ es algo ilusorio, creado por la necesidad de mantener una moral que necesita que se cumplan sus leyes. 3. No tiene sentido inventar fábulas acerca de otro mundo, a menos que queramos mentir o que estemos poseídos de un recelo frente a la vida que nos lleve a vengarnos de ella. 4. Distinguir un ‘mundo real’ y otro ‘aparente’ no es más que síntoma de decadencia, de alejamiento de la vida real, de pesimismo ante las posibilidades de la vida. El artista, en cambio, estima más la apariencia de este mundo que la realidad del otro, porque es dionisiaco. 1 1ª NOCIÓN: LOS SENTIDOS Y EL CUERPO Dentro del pensamiento filosófico, el cuerpo humano ha sido a veces objeto de debate filosófico. Piénsese, por ejemplo, en el concepto negativo que del cuerpo tuvieron el pitagorismo y el platonismo (bajo influencia de aquel) y, posteriormente, el cristianismo. Dígase lo mismo de la concepción del cuerpo como res extensa en Descartes. dejando de lado los intentos por desvalorizar el cuerpo por parte de filósofos como Hegel y Kant (a los que, sin embargo, debemos otras aportaciones muy importantes). Sin embargo, entre los autores que se ocuparon de él, destaca la figura de nuestro autor, F. Nietzsche, ya que quizás sea uno de los pocos que “devuelven al cuerpo su condición de ser el centro de gravedad” del hombre. En su enfrentamiento con la filosofía tradicional y los valores de la cultura occidental, Nietzsche dirige sus ataques contra dos objetivos centrales: a) Primero, la imposición de la razón hecha por Platón, tras la huella de Sócrates, como única vía legítima para acceder al conocimiento y a la verdad, con su consiguiente rechazo de la vía de los sentidos y el cuerpo. B) Segundo, la transformación que de este planteamiento se hizo en el Cristianismo, generalizando la separación y diferencia entre lo espiritual divino y lo corpóreo-humano en un proceso que acabó consolidándose espiritual y eclesiásticamente en el ámbito de la cultura occidental, a la que a su vez contribuyó decisivamente a modelar. En estos términos se expresa José Lara1 en su libro Nietzsche, un pensador póstumo. El cuerpo como centro de gravedad. Y añade, además, que esta descalificación del cuerpo trajo como consecuencia 2 que éste fuese abandonado como objeto de reflexión y análisis teóricos consecuentes. Ahora bien, este abandono o depreciación del cuerpo abre un debate con respecto a la razón y a los vínculos que la unen inevitablemente con el espíritu humano. Y es en este ámbito en el que Nietzsche va a profundizar. De hecho, su denuncia contra Platón y el Cristianismo no tiene como objetivo principal negar la significación que ambos han tenido para Occidente, sino evaluar su significado. En este sentido, lo negativo de estas dos corrientes de pensamiento (platonismo y cristianismo) es que devaluaron todas las posibilidades cognoscitivas derivadas de los sentidos y así se deslegitimó el cuerpo, como instancia relevante desde la cual construir humanamente la historia. El lado positivo de ambas es que, al otorgar ese privilegio exclusivo a la razón, se contribuyó a que la razón se afirmase como instrumento cognitivo con el cual abordar y resolver rigurosamente los problemas del sentido y la verdad. La tradición metafísica se servía de la polaridad en los juicios de valor y Nietzsche intentará superar este “escollo”. La enfermedad del hombre occidental es el nihilismo al que se ha llegado precisamente por el privilegio otorgado a la razón lógica para determinar el ser y al abandono del cuerpo como instancia pertinente para el conocimiento del hombre. A juicio de José Lara, la filosofía, mediante aquella "mala comprensión del cuerpo", ha conducido al hombre al extravío respecto a sí mismo (…) La consecuencia de esta pérdida del centro de gravedad se manifiesta en la peculiar relación que con respecto a sí mismo se le induce al hombre. En este contexto, Nietzsche considera que el hombre se ve obligado a renunciar a sí mismo y su vida queda marcada por la decadencia. 3 El desplazamiento, propuesto por Nietzsche, del centro de gravedad desde el alma hacia el cuerpo obliga a los hombres a enfrentarse consigo mismos. Si la gran salud es propuesta por Nietzsche como un nuevo ideal para el hombre (…) Se trata más bien de un retorno hacia ese centro de gravedad tantas veces ya aludido, hacia aquella red de relaciones constitutivas del cuerpo y del alma del hombre, que durante mucho tiempo han permanecido para él como algo desconocido, y en la que él se introduce provisto de los recursos – hasta ahora indicados– de la historia, de la química, la fisiología, la medicina. El cuerpo es para Nietzsche el centro de gravedad del hombre dentro del sistema de su existencia, pues sospecha que la filosofía hasta ahora no ha sido más que una mala comprensión del cuerpo. En este sentido, la muerte de Dios provocará un vuelco significativo en la historia y, según Nietzsche vaticina, ello dará origen a una transmutación de todos los valores de la cultura occidental, siendo el cuerpo el único instrumento válido de nuestro conocer, y lo conocido por el cuerpo – el mundo sensible, en constante fluir y movimiento – el único objeto verdadero del conocimiento. 2ª NOCIÓN: LOS “CONCEPTOS SUPREMOS” Y EL CONCEPTO “DIOS”. Conceptos supremos. Se entiende con esta expresión el conjunto de categorías racionales que los filósofos dogmáticos han utilizado para referirse a la «verdadera» realidad del mundo inteligible. Estos conceptos pretenden designar las características del «mundo verdadero» creado por Platón y anticipado por Parménides, es decir, el mundo del ser, de las ideas, de la sustancia, de la unidad, de la causa, etc. Sen embargo, para Nietzsche estos «conceptos 4 supremos» no designan nada real, sino que son términos que elabora nuestra razón para referirse a un mundo inventado por nuestro recelo y cobardía ante la realidad del devenir, que no puede caracterizarse mediante aquellos conceptos, sino mediante intuiciones sensibles que capten adecuadamente la realidad sensible. Para Nietzsche el error fundamental de la Metafísica tradicional se asienta en la creencia en la antítesis de los valores; los filósofos dogmáticos piensan que las cosas de valor supremo no están en este mundo, sino en el Mundo Noético platónico, en el mundo del “más allá” cristiano (Dios), y estos son los valores opuestos a la vida, algo negado absolutamente por éste. De esta forma, critica a los filósofos al poner como primero lo más vacío, es decir, el concepto de Dios, un ser indemostrable pero al cual le atribuyen un valor supremo. Por ello, para Nietzsche los valores supremos son los que hacen afirmar la vida, el cuerpo, el placer y la creatividad. Así crea la figura del superhombre, aquel, que se afirma a sí mismo y que crea los valores propios. La tesis de Nietzsche ‘Dios ha muerto’ indica que la creencia de Dios ha muerto, esta creencia es sólo una forma de limitar el desarrollo del ser humano, es una creación del hombre para tomarlo como consuelo ante la miseria y el sufrimiento existente en este mundo. Al referirse a Dios se refiere al dios de la religión, particularmente del cristianismo, pero también a todo aquello que puede sustituirle, porque en realidad Dios no es una entidad sino un lugar, una figura posible del pensamiento, representa lo Absoluto. Se puede entender por Dios el mundo del Ser de Parménides, el mundo de los conceptos de Sócrates, el mundo de las Ideas de Platón, el mundo transcendente del Cristianismo, el de los apriori de Kant, el Racionalismo de Descartes, la idea Absoluta de Hegel, etc. Cuando Nietzsche declara que Dios ha muerto quiere también indicar que los hombres viven desorientados, que 5 ya el horizonte último en el que siempre se ha vivido ya no nos sirve, pues no irradia ninguna luz que nos pueda guiar. Ante esta experiencia de la finitud, del sentirse sin remedio desorientado, no tendremos más remedio que empezar un nuevo modo de vida: aquel que Nietzsche propone con su nueva tabla de valores. 3ª NOCIÓN: EL ARTE TRÁGICO Y LO DIONISIACO En su obra juvenil "El nacimiento de la tragedia", Nietzsche cuestionó la valoración tradicional del mundo griego que situaba en la Grecia clásica (el siglo de Pericles) el momento de esplendor de la cultura griega, considerando a Sócrates y Platón como los iniciadores de lo mejor de la tradición occidental: la racionalidad. Frente a esta interpretación, Nietzsche da más importancia a la Grecia arcaica, la del tiempo de Homero, y sitúa en el siglo V a. C. el inicio de la crisis vital del espíritu griego. El pueblo griego antiguo supo captar las dos dimensiones fundamentales de la realidad sin ocultar ninguna de ellas, y las expresó de forma mítica con el culto a Apolo y a Dionisos. Apolo, dios de la juventud, la belleza y las artes, era también, según Nietzsche, el dios de la luz, la claridad y la armonía, y representaba la individuación, el equilibrio, la medida y la forma, el mundo como una totalidad ordenada y racional. Para la interpretación tradicional toda la cultura griega era apolínea, concibiendo al pueblo griego como el primero en ofrecer una visión luminosa, bella y racional de la realidad. Nietzsche consideró que esta interpretación es correcta para el mundo griego a partir de Sócrates, pero no para el mundo griego anterior. Frente a lo apolíneo, los griegos opusieron lo dionisíaco: Dionisos, dios del vino y las cosechas, de las fiestas presididas por el exceso, la embriaguez, la música y la pasión, y según Nietzsche, el dios de la confusión, la deformidad, el caos, la noche, los instintos, la disolución de la individualidad; los griegos representaban en Dionisos una dimensión fundamental de la existencia, que expresaron en la tragedia y que fue relegada en la cultura occidental: la vida en sus aspectos oscuros, instintivos, irracionales, biológicos. La grandeza del mundo griego arcaico estribaba en no ocultar esta dimensión de la realidad, en armonizar ambos principios, considerando incluso que lo dionisíaco era la auténtica verdad. Sólo con el inicio de la decadencia occidental, con Sócrates y Platón, los griegos intentan ocultar esta faceta inventándose un mundo de legalidad y racionalidad (un mundo puramente apolíneo, como el que fomenta el platonismo). Sócrates inaugura el desprecio al mundo de lo 6 corporal y la fe en la razón, identificando lo dionisíaco con el no ser, con la irrealidad. En sus obras posteriores, Nietzsche desarrolla esta idea del inicio de la decadencia occidental en la Grecia clásica: Platón instauró el error dogmático más duradero y peligroso: "el espíritu puro", el "bien en sí", el platonismo o creencia en la escisión de la realidad en dos mundos ("Mundo Sensible" y "Mundo Inteligible o Racional"). Este dogmatismo es síntoma de decadencia pues se opone a los valores del existir instintivo y biológico del hombre. La degeneración de la cultura en virtud de la filosofía griega triunfó en la cultura occidental con el ascenso de la moral judeocristiana y del monoteísmo, pervirtiendo desde la raíz el mundo occidental. Así, la crítica de Nietzsche a la cultura occidental se refiere a todos los ámbitos: la filosofía por inventar un mundo racional, la religión un mundo religioso y la moral un mundo moral; en definitiva, la decadencia del espíritu griego antiguo supuso el triunfo de lo apolíneo sobre lo único real, según Nietzsche, lo dionisíaco, el “espíritu de la tierra”. Dionisos supone, para Nietzsche, la perfecta identificación con la vida, la absoluta afirmación de la vida, a pesar de lo enigmática y penosa que pueda ser; supone experimentar la vida de manera eufórica y febril, en un sentimiento expansivo u oceánico, en un entusiasmo y delirio cósmicos. Por eso lo dionisiaco es "el placer de crear y destruir en el seno del devenir", "el placer de arrojar piedras al abismo, de danzar al borde del precipicio, de perderse en el laberinto"... TEMA 1º. EL VITALISMO DE NIETZSCHE Se puede entender por Vitalismo la filosofía que tiene como primera distinción de las filosofías tradicionales entender la realidad como proceso. Sin hacer metafísica tratan del ser en devenir, es decir, son herederos de Heráclito. En lo antropológico la libertad es no sólo característica de la voluntad, sino esencia del ser hombre. Además se abandona el concepto tradicional de razón (abstracta, especulativa o científica) para considerar la razón como vital o histórica. El Vitalismo marchará paralelo a otra corriente filosófica que coincide con él en estas características y en la crítica a las filosofías predominantes del siglo XIX (Idealismo y Positivismo). La corriente paralela al vitalismo y a la que nos estamos refiriendo es Historicismo, cuyo principal representante es Dilthey. 7 El Vitalismo tiene dos principales manifestaciones. La primera de carácter científico cuyo principal portavoz es Hans Driesch, según la cual es reacción contra el mecanicismo materialista que propugna la reductibilidad de lo vivo a los procesos físico-químicos de la materia inerte. Postula la existencia necesaria de un principio vital ajeno a la materia que explica los complicados fenómenos de lo viviente. La segunda manifestación es de carácter filosófico, y es la que propiamente se llama Vitalismo o filosofía de la vida. A ésta se debe que la filosofía consiguiera alejarse de las “intromisiones científicas” sobre todo de las físicas; precisamente por remarcar el carácter diferenciado de las realidades vitales no susceptibles de un tratamiento sólo matemático. También se debe al Vitalismo la reacción contra el racionalismo exagerado que supuso el idealismo alemán posterior a Kant, sobre todo en las figuras de Fichte Schelling y, sobre todo, Hege. Por estas razones los vitalistas exaltan lo siguiente: 1. La vida como realidad radical. 2. Ontológicamente, la vida es lo sustancial del hombre. 3. Gnoseológicamente, conocer la realidad prescindiendo del razonamiento y utilizando la vivencia, la intuición que simpatiza con lo que quiere conocer (más que razonar sobre las cosas hay que tener experiencias vitales de ellas o con ellas). 4. Axiológicamente (filosofía de los valores) no hay otro criterio para jerarquizar los valores que determinan qué es lo bueno y lo malo más que la vida. Sin embargo, no debemos entender el concepto vida únicamente como el proceso biológico que se desarrolla durante un período de tiempo afectando a lo animal en el hombre, sino más bien del modo más amplio posible. Podemos considerar al filósofo alemán Arturo Schopenhauer como el precursor del Vitalismo, aunque, en honor a la verdad, hay que decir que Schopenhauer no fue propiamente un filósofo vitalista, sino un contemporáneo de 8 Hegel, máximo representante del Idealismo alemán, y al que él más radicalmente se opuso, hasta su muerte (la de Schopenhauer), en 1861. Lo más espectacular de su filosofía es su radical pesimismo: “La filosofía es un saber en cierto modo despiadado, no edificante; ha de servir no para hacer más fácil nuestra angustiada vida sino para agravar esta característica, porque exagerar que la vida es angustiosa, es lo único continuador de Kant”. Afirma que la esencia más íntima del mundo, el auténtico noúmeno es la voluntad de existir, que definimos como impulso de continuar en el ser sin finalidad, desde lo inanimado hasta la inteligencia humana. Más importante fue su aportación a la que luego será el vitalismo: tras la razón debemos concebir algo irracional, más importante, más edificante, que constituirá una voluntad única, que se esfuerza en dar explicación al mundo. Sin embargo, Schopenhauer sí dejó su huella en el profeta por antonomasia del Vitalismo: F. Nietzsche. En la figura de Nietzsche nos encontramos ante un autor de espíritu trágico, que en alguna de sus obras da la impresión de asumir el papel de profeta de la destrucción de la cultura europea. En el libro El nacimiento de la tragedia contrapone el mundo del orden y la medida (encarnado por el dios Apolo), frente al mundo del caos, de la embriaguez (encarnado por el dios Dionisos). Proclama Nietzsche la existencia de un antagonismo irreductible, lo Apolíneo y lo Dionisíaco. Reconocer ese enfrentamiento es la esencia del pensamiento trágico, aquel que se niega a someterse a cualquier justificación de la vida y de lo real. Ningún concepto metafísico o teológico puede explicar la realidad y su única manifestación, la vida. Hay, por tanto, que afirmar sin condiciones la VIDA y el DEVENIR. Pero eso sólo es posible gracias al gran acontecimiento de la modernidad: la muerte de Dios. Hay en Nietzsche una constante profesión de ateísmo, que publica reiteradamente con la expresión: “Dios ha muerto”. Pero Dios no es sólo una tesis de algunos filósofos creyentes, sino la condición última, definitiva de la 9 existencia de todo lo sensible. Toda la cultura occidental y la metafísica que la fundamenta se han construido sobre la distinción entre el mundo espiritual y el mundo sensible, situando a Dios en la cúspide de toda la realidad. Para Nietzsche el ateísmo trágico debe suprimir esta metafísica, para que sólo sobreviva el espíritu del hombre. Así reivindicamos a Dionisos, porque él simboliza la afirmación de esta tierra como único mundo. El problema de nuestro autor es pasar de lo negativo a lo positivo. Por un lado es destructor de ídolos y por otro lado debe levantar nuevos ídolos. Hay que destruir aquellos ideales que carecen de vida para identificar el nuevo lugar que ocupará el hombre. En el aspecto negativo se encuentra el entendimiento humano que critica y en el aspecto positivo la historicidad, que es la vida (por historicidad se entiende la conciencia que posee el hombre de su propio transcurrir en el tiempo). Se puede entender la totalidad de la filosofía de Nietzsche como el intento más radical de hacer de la vida lo Absoluto. La vida no tiene un fundamento exterior a ella, tiene valor en sí misma. Y este valor en sí misma hay que entenderlo fundamentalmente en su dimensión biológica, instintiva, irracional. La vida como creación y destrucción, como ámbito de la alegría y el dolor. Por esta razón, Nietzsche creyó posible medir el valor de la metafísica, la teoría del conocimiento y la ética a partir de su oposición o afirmación respecto de la vida. Por tanto, el Vitalismo de Nietzsche se presenta como una doctrina contraria al racionalismo predominante mayoritariamente en toda la filosofía occidental anterior. Los conceptos más importantes alrededor de los que gira esta filosofía vitalista de Nietzsche son: la temporalidad, la historia, la vivencia, el fluir, el devenir, los instintos, la irracionalidad, la corporeidad, la subjetividad, la perspectiva (que luego veremos en nuestro Ortega y Gasset), el valor de lo individual, el cambio, la enfermedad, la muerte, la finitud, etc. 10 TEMA 2º. La crítica de Nietzsche a los filósofos El punto de partida de toda la filosofía de Nietzsche es una crítica radical a todos los valores de la cultura europea, aun más una crítica a toda la cultura occidental. Nietzsche afirma que la cultura occidental está viciada desde su origen. El peor error de esta cultura ha consistido en instaurar “la racionalidad a toda costa”. El error dogmático de la filosofía griega ha sido la invención del estatismo del ser, es decir, “el espíritu puro” y el “bien en sí”. “No puede negarse que el error más grave, más pertinaz y peligroso, que jamás fue cometido ha sido un error dogmático, es decir, la invención del espíritu puro y del bien en sí de parte de Platón” (Más allá del bien y del mal). Este dogmatismo a ultranza es interpretado por Nietzsche como síntoma de decadencia. Es decadente todo los que se opone a los valores del existir instintivo y biológico del hombre. Es preciso criticar el dogmatismo platónico para eliminar el error de base. Se trata de una crítica total, pues abarca todos los aspectos de la cultura europea: el mundo racional, el mundo moral y el mundo religioso. He aquí los tres mundos inventados por el hombre occidental cuyos valores son interpretados por Nietzsche como síntomas de decadencia “Filosofía, religión y moral son síntomas de decadencia” (La voluntad de poder). 1. Crítica de la filosofía tradicional La crítica de la filosofía tradicional que Nietzsche realiza tiene varias vertientes; fundamentalmente critica la metafísica, pero su crítica alcanza también el aspecto lógico-epistemológico y el científico-positivista. Su crítica a la metafísica comienza más allá del propio origen de esta parte de la filosofía, Nietzsche busca el origen de los conceptos que según su punto de vista han llevado a la decadencia que con tanto afán denuncia en sus obras. Estos conceptos, que ensalzan la razón por encima de lo puramente vital, comienzan con Platón y su maestro Sócrates. Platón instaura la filosofía tradicional 11 al afirmar la existencia de un mundo perfecto, noético, absoluto y al ensalzar el conocimiento racional y la parte correspondiente en el ser humano por encima de todo. La filosofía dogmática considera al Ser como algo estático e inmutable, ser que existe en su propio mundo, distinto del sensible cuya realidad es meramente aparente, pues se diluye en la fluencia del devenir. Para el metafísico la verdadera realidad no puede estar sujeta al devenir, ella permanece idéntica consigo misma, estática e inmutable, es decir, debe ser “causa sui”. Para Nietzsche el “se” del metafísico es lo más vacío y abstracto que el hombre ha podido imaginar y por ello equivale a la pura nada. “Las características que se han asignado al verdadero Ser de las cosas son las características del No-Ser, de la nada; -se ha construido el “mundo verdadero” en contraposición al mundo real, y es en realidad un mundo apariencial, en tanto que mera ilusión óptico-moral” (El ocaso de los ídolos). En el aspecto lógico-epistemológico y ontológico, Nietzsche dice que el lógico supone que la verdad se opone al error. Verdad y error son términos antitéticos (y absolutos), puesto que lo verdadero es irrefutable y lo falso es contradictorio. Pero Nietzsche rechaza el antagonismo verdad-error, ya que se dan errores irrefutables y verdades contradictorias. “Una tesis irrefutable ¿Por qué habría de ser, en consecuencia, “verdadera”? Esta proposición escandaliza quizá a los lógicos, que consideran sus propias limitaciones como limitaciones de las cosas; pero hace mucho tiempo que he declarado la guerra a este optimismo de los lógicos.” (La voluntad de poder). La categoría ontológica de “ser verdadero, no es una propiedad de la realidad, sino una mera valoración subjetiva como condición necesaria de supervivencia del hombre. 2. Crítica a la ciencia (crítica al aspecto positivista del saber) Para Nietzsche la ciencia no es la verdadera interpretación de lo real; ella nace de un sentimiento, es decir, de la repugnancia del intelecto por un supuesto caos del mundo exterior y también del interior. Nietzsche ataca el mecanicismo y el positivismo científico. En el mundo real no hay regularidad ni constancia ni ley que regule el comportamiento de las cosas, porque las cosas no son y en consecuencia el determinismo es falso. La conclusión de toda esta crítica a la cultura occidental es una crítica a la misma concepción del mundo que ésta ha dado y a los valores que se han desarrollado. La cultura occidental ha creado 12 un “mundo” de carácter verdadero, perfecto, racional, en definitiva, divino. Un mundo que sustituye al verdadero que no responde ni tiene porque responder a ninguna de esas características. Todo constituye una crítica: Al “filósofo, que inventa un mundo racional donde la razón y las funciones lógicas son adecuadas: de ahí el mundo “verdadero”. Al hombre religioso, que inventa un “mundo divino”; de ahí el mundo “desnaturalizado”, antinatural. Al hombre moral, que inventa un “mundo libre”: de ahí e mundo bueno, perfecto, justo, santo.” La voluntad de poder. Como alternativa a los valores de la cultura occidental, Nietzsche propondrá una nueva tabla de valores con el fin de superar definitivamente la decadencia occidental. Para llegar a esta nueva tabla de valores hacen falta una serie de pasos previos como la superación del nihilismo, la transvaloración de los valores tradicionales y la finalización del destino de la humanidad superando su estadio humano, que no es más que un puente para llegar al estadio de superhombre. 3. Crítica a la Moral El error de la moral tradicional se caracteriza por su “antinaturalidad” pues ella impone las leyes e imperativos en contra de los instintos primordiales de la vida: “Lo que me horroriza ante este espectáculo no es el error en sí mismo, no es la milenaria falta de “buena voluntad”, de disciplina, de decoro, de valentía en las cosas del espíritu, tal como se evidencia en el triunfo de esta moral, sino la falta de naturalidad, el hecho pavoroso de que la antinaturalidad erigida en moral ha sido distinguida con los máximos honores, quedando suspendida sobre la humanidad como ley, como imperativo categórico.”(Ecce homo). El ideal de esta moral es el imperio de la virtud, es decir, hacer al hombre bueno. Este ideal es alienante al convertir al hombre en esclavo de esta ficción. La moral cristiana se erige en valor supremo, valor que no se halla en este mundo. La moral tradicional postula otro mundo verdadero, el mundo del más allá, el mundo de la perfección platónica. 13 La moral cristiana se erige en valor supremo, valor que no se halla en este mundo. La moral tradicional postula otro mundo verdadero, el mundo del más allá, el mundo de la perfección platónica. Para Nietzsche los valores que han prevalecido por esta moral son valores ficticios, propios de los débiles ya que los “instintos de decadencia se han impuesto a los instintos de ascensión”. El moralista desprecia todos los valores del “yo”, siendo el “altruismo” la norma suprema de conducta. Para Nietzsche el altruismo no es otra cosa que una justificación de decadencia personal. La lógica psicológica de esta moral consiste en una alteración de la personalidad. Se considera lo poderoso como algo sobrehumano y al mismo tiempo lo débil, lo vulgar como aquello propio del hombre. Las acciones sublimes y elevadas no son obra del hombre, sino de otro “yo” más perfecto que se denomina Dios. De ahí también su ataque frontal a la religión cristiana, tanto en sus propuestas éticas como antropológicas y morales. En suma, Nietzsche se propone dinamitar – recuérdense a este propósito sus aforismos: yo no soy un filósofo, soy dinamita y el subtítulo de la obra que hemos estudiado, El ocaso de los ídolos, donde dice: cómo filosofar con el martillp – todo el edificio de la cultura occidental para levantar sobre las ruinas de la misma el edificio de su propio pensamiento. TEMA 2º DE OTRA MANERA: La crítica de Nietzsche a los filósofos La filosofía presenta una idea del mundo totalmente inadecuada: en primer lugar por considerar al mundo como un cosmos y no como un caos, por creer en la racionalidad intrínseca de la realidad. La invención del Mundo Racional trae consigo la invención de los conceptos básicos de toda la metafísica tradicional (esencia, substancia, unidad, alma, Dios, permanencia, ...); estas 14 entidades son puras ficciones, consecuencia del poder fascinador de la razón. percibimos presenta (corporeidad, cambio, Dado que el características multiplicidad, mundo que contrarias nacimiento y muerte), los filósofos acaban postulando el “platonismo”, la existencia de dos mundos, el mundo de los sentidos, pura apariencia e irrealidad, y el Mundo Verdadero, el mundo del Ser o de las Ideas, dado a la razón, y horizonte último de nuestra existencia. Una consecuencia de la invención del Mundo Verdadero es la valoración positiva del mundo del espíritu y negativa de la corporeidad. La filosofía tradicional comienza con Platón, quien se inventa un mundo perfecto, ideal, absoluto, al que contrapone el desvalorizado mundo que se ofrece a los sentidos. Platón identifica el Ser con la realidad inmutable y absoluta y relega al mundo de la apariencia lo que se ofrece a los sentidos (lo cambiante, la multiplicidad, lo que nace y muere). La filosofía posterior acepta este esquema mental básico, aunque lo exprese con distintas palabras. Para Nietzsche, y frente a la interpretación habitual, los griegos no descubrieron sino que inventaron la racionalidad y el supuesto carácter ordenado del mundo. Encuentra nuestro autor un origen psicológico de la metafísica: la metafísica es un signo de determinadas tendencias antivitales, guiadas por un instinto de vida decadente y contrario al espíritu griego anterior. La falta 15 de instinto, el tono vital disminuido, permitió la exageración del papel de la razón, de la vida consciente, y la aparición de las fantasías metafísicas al estilo del Mundo Verdadero, Eterno, Inmutable propuesto por Sócrates y Platón. La raíz moral (inmoral, dirá Nietzsche) que motivó la aparición de la filosofía platónica fue el temor al cambio, a la muerte, a la vejez, al fluir y al devenir, etc. Las categorías metafísicas como substancia, ser, esencia, unidad son puras invenciones para encontrar en ellas el reposo, la regularidad y calma ausentes del único mundo existente, el que se ofrece a los sentidos. La metafísica platónica –y toda la occidental– es un síntoma de resentimiento ante el único mundo existente, miedo al caos. Pero Nietzsche encuentra también en la influencia de la gramática otro origen de la metafísica: El lenguaje da lugar a una visión errónea de la realidad: la estructura sujetopredicado, común a nuestras lenguas y la primacía que tienen las frases con el verbo ser, favorecen una interpretación substancialista de la realidad, la creencia en entidades dotadas de rasgos permanentes y propios, de sustancias. Además, gracias al lenguaje hablamos de distintas cosas mediante las mismas palabras, lo cual parece suponer que existen semejanzas entre aquellas, cuando “células” no identidad; básicas del mediante lenguaje– los conceptos creemos –las posible referirnos a lo universal, lo que favorece la creencia en la 16 existencia de esencias, de naturalezas universales. Si nuestra gramática fuese distinta, nuestra forma de entender el mundo sería también distinta; Sólo la superación de la creencia en la gramática puede superar también la concepción típica de la metafísica tradicional. Las criticas anteriores muestran la enorme distancia que separa a Nietzsche de toda la filosofía precedente: Nietzsche rechaza las creencias de que el mundo es un cosmos y de que la razón –el logos– puede captar lo real; creencias que están a la base de la filosofía, de la ciencia y de la cultura occidental en su conjunto. La filosofía de Nietzsche tiene una orientación claramente irracional, y hace imposible el lenguaje, el conocimiento y la filosofía entendida al modo como aparece en Grecia en el siglo VI antes de Cristo. 17