CIENCIA, FE Y RAZÓN - Encuentro Nacional de Docentes

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CIENCIA, FE Y RAZÓN
Fermín García Marcos
Secretario General de Investigaciones
Universidad Católica de La Plata
El Encuentro Nacional de Universidades Católicas del Bicentenario, utiliza como
lema alusivo para éste momento singular de nuestra historia un pensamiento de San
Agustín que dice: “Vivir para la Patria, también pertenece al ejercicio de la virtud”.
Tenemos un compromiso ético con la tierra donde nacimos, sus tradiciones, sus
instituciones. Sus luces y sus sombras son parte de nuestra esencia; buenas o malas, son
nuestras raices. Debemos cuidar, enriquecer, abonar, injertar y también podar el fruto de
esas raices para mantenerlo sano y vital. El universitario, estudioso de diversas áreas
del conocimiento, es un rastreador, un seguidor, descubridor de huellas, que son
caminos, a veces orientados rectamente, otros torcidos; que deberá ir desentrañando en
búsqueda de la verdad. El objetivo de su tarea es descubrir la verdad en un tema
seleccionado. Para ello procura superar la ignorancia por medio del estudio, la
observación y la reflexión.
En éste Encuentro se han presentado diversos trabajos en el área Ciencia. Abordan
temas de energía y medio ambiente, conocimiento geográfico y ambiental de la
naturaleza, estudio de la dimensión económica del hombre a través de la disciplina
contable, implicancias ético-jurídicas de la investigación científica, transversalidad de
los estudios teológicos y de la doctrina social de la Iglesia en las carreras universitarias,
aplicaciones tecnológicas de las investigaciones, incorporación de las nuevas
tecnologías educativas y de la comunicación para la enseñanza como herramientas
necesarias para la actual educación de adolescentes y niños, tratamiento de los desechos
electrónicos y problemas de contaminación ambiental; convivencia y equidad en una
sociedad tecnocientífica, interrelación entre ciencia, tecnología y valores éticos,
agricultura sustentable, comunicación y educación para la seguridad alimentaria, etc. etc
A manera de presentación del tema haré algunas consideraciones sobre Ciencia,
Razón y Fe, basándome, citando y comentando, algunas constantes del pensamiento de
S.S. Benedicto XVI, reiteradas desde hace años y en continuidad con las planteadas en
1998 por su predecesor, Juan Pablo II, en Fides et Ratio. Mi deseo en ésta oportunidad
es insistir sobre éstos aspectos poniendo de relieve los compromisos que debemos
asumir los docentes en sus respectivas universidades; pienso que es un tema central de
la reflexión académica interdisciplinaria en el seno de las Universidades Católicas en
particular, y tarea de extensión y difusión hacia el ámbito universitario en general. Es
necesario consolidar la formación integral del alumno en la Universidad. La
fragmentación del saber, las especialidades y subespecialidades, el olvido o
postergación de las humanidades, han atomizado y compartimentado los conocimientos
de los profesionales, diluyendo y tergiversando el sentido de “Universitas”. Conocemos
muchísimos ejemplos nacionales y extranjeros, donde las casas de altos estudios se han
transformado en meras escuelas profesionales o técnicas. De la misma manera, sus
egresados han perdido la universalidad que caracterizaba al hombre culto, y han
devenido en técnicos especializados que saben hacer bien un oficio. Sigue siendo de
actualidad la reflexión sobre el tema contenida en “Misión de la Universidad” de
Ortega y Gasset, año 1940.
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Los universitarios católicos poseemos una bibliografía actualizada de gran
riqueza sobre el tema, que debe ser conocida por los docentes. Sin mística, sin
compromiso, sin entusiasmo, sin fuego sagrado, sin investigación y búsqueda de la
verdad; el docente se transforma en un simple repetidor que no motiva ni trasmite al
alumno un saber de nivel universitario. Dentro de esa bibliografía de actualidad,
además de las sabias encíclicas de Juan Pablo II ( Veritatis Splendor, Evangelium Vitae,
Fides et Ratio) y de Benedicto XVI (Caritas in Veritate y su permanente reflexión
sobre temas de ciencia, razón y fe en sus habituales comunicaciones a distintas
universidades, organismos educativos y academias vaticanas), me permito recomendar
para aquellos que deseen profundizar en éstos temas, las siguientes obras: “La Filosofía
de la Ciencia en Santo Tomás”, año 1977; “Ciencia y Modernidad”, año 1988;del Padre
J.J. Sanguinetti; los libros de Mariano Artigas “El hombre a la luz de la ciencia”, 1992,
“Ciencia, razón y Fe” 1985; de Stanley Jaky “Ciencia, Fe y cultura” 1990; asi como los
clásicos de Werner Heisenberg: “Más allá de la Física”, 1971, “Diálogos de la Física
Atómica”, 1971 y “La imagen física del mundo” 1958.
El 28 de octubre de 2010, S.S. se dirigió a la Asamblea Plenaria de la
Pontificia Academia de Ciencias, para afirmar una vez más el punto de encuentro entre
ciencia y religión. Dijo en esa circunstancia: “ Cuando el científico es conciente de que
existe en la naturaleza una razón y una lógica que el hombre no ha creado”, va
desentrañando, descubriendo, explicando el orden en el macrocosmos y en el
microcosmos.
Como médico práctico y docente he ido descubriendo, al igual que otros
colegas dispuestos a observar y reflexionar; aspectos de la realidad física y psicológica
del hombre, que a pesar de los poderosos instrumentos de la ciencia natural y sus
permanentes actualizaciones técnicas, no son suficientes para comprender e interpretar
diversas áreas de la realidad. Hay algo más que no vemos ni podemos experimentar ni
reproducir en el laboratorio; ese “algo más” produce vértigo cuando nos hacemos
preguntas que no tienen respuesta con los métodos que aprendimos a usar. La
interpretación queda en el misterio, o es negada “a priori”, descartada por imposible, o
produce desasosiego y desesperación al no hallarle explicación de acuerdo a nuestra
ciencia o profesión. Para un universitario inquieto se abre la vehemente necesidad de
búsqueda de explicaciones que cierren el interrogante existencial, búsqueda de una
verdad sobre el cosmos, la naturaleza y la constitución del ser humano. Muchas veces
la falta de respuestas termina en frustración, interpretación escéptica de la realidad,
camino sin salida. Muchas veces existen inhibiciones culturales para dar el salto
cualitativo, salir de lo material y organicista, de lo físico, del inmanentismo positivista.
Como todo profesional tradicional egresado de nuestras universidades
nacionales, carecí en mi formación sistemática de dos conocimientos fundamentales: la
Filosofía y la Teología. Afortunadamente el estudio parasistemático fuera de la
Universidad, me permitió acercarme a dichas disciplinas, incluyendo la metafísica, y
recibir conocimientos extracurriculares por parte de buenos maestros. Debe tenerse
presente algo muy importante. Para despertar esa inquietud por una formación integral
es imprescindible un ambiente cultural motivador, que se vive en la familia, el barrio, la
arquitectura, la naturaleza que nos rodea; influida en grado superlativo por la calidad
del colegio secundario cursado y por sus profesores, imbuidos del “delirio divino” de
trasmitir con entusiasmo su materia y “algo más”. Con la Filosofía podré indagar la
lógica de lo que observo, podré reflexionar, penetrando en profundidad en la realidad,
tratar de entenderla; con la Teología podré orientarme en la interpretación de lo que
trasciende, en el conocimiento de Dios. Con la metafísica podré acercarme a
comprender el ente, es decir, la totalidad de las cosas, por que son lo que son, que es el
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ser, la verdad de las cosas. Tenemos nostalgia de una formación integral, cuyos vacios
vamos llenando vocacionalmente con parches, con remiendos y lecturas, muchas veces
anárquicos y desordenados.
A la vejez, viruelas, como dice el clásico español. Tan cercano he estado al
hombre enfermo en su integridad de cuerpo y alma por mi profesión, y tardiamente
descubro que he llegado a conocer tan tarde el pensamiento de Santo Tomás en De
Anima, acerca de aquellos conceptos que no me fueron dados durante mi formación
profesional dirigida a tratar con seres humanos, hombres que padecen. Los
fundamentos antropológicos y la estructura de la personalidad, lo sensitivo, lo afectivo,
lo conciente y lo inconciente, las virtudes y los vicios, las reglas del carácter y las
enfermedades del alma; se me fueron mostrando a lo largo de estudios filosóficos muy
posteriores a mi paso por la Universidad. Por medio de esos textos descubro la
coincidencia con la ética nicomaquea, a la cual tuve acceso cuando tenía 15 años de
ejercicio profesional. Esto pone de manifiesto la orfandad en la integración de los
saberes en nuestra formación académica especializada. Somos compartimentos
estancos sin un común denominador que nos permita una visión universal. Esa es
nuestra realidad cultural con la cual debemos imaginar parches o respuestas para
nuestras universidades. Asistimos a un desmoronamiento, un eclipse u ocaso de valores
culturales y éticos desde hace varios siglos. Debemos buscar respuestas realistas para
éste lugar y tiempo.
El científico percibe en sus investigaciones un estado de cosas que
tienen un orden que puede ser observado y estudiado, penetrado por el intelecto,
descubierto; tal como recordamos hizo el monje agustino Gregorio Mendel al descubrir
las leyes de la herencia y las bases de la genética, o Linneo con la clasificación de las
especies en el reino vegetal. Descubrieron, hallaron un Logos, que no inventaron ni
crearon, sino que les estaba hablando a su inteligencia desde la realidad de las cosas.
Ante esta realidad se impone la necesidad interdisciplinaria, en primer lugar por medio
de la reflexión filosófica, acompañada por el estudio metafísico y teológico; que no sólo
es especulación sobre la creación y lo creado, sino que, si se consigue por la acción de
la Gracia , descubrir y penetrar el sentido de la Revelación Cristiana; encontrará puesto
de manifiesto el Amor, expresión de Dios encarnado hecho hombre en Jesucristo. Con
comprensión de esto, el científico podrá sin duda dar una orientación ética a la búsqueda
de la verdad en su investigación, búsqueda orientada al bien. Pero, aun sin ésta
iluminación de la Revelación, la recta razón y el ejercicio virtuoso, honesto,
responsable, tendiente al bien en la búsqueda de la verdad en las cosas, conducirá al
investigador a nobles y justos fines.
Refiriéndose a la investigación en Medicina el 15 de enero de 2010
dirigiéndose a la Asamblea Plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, S.S.
afirma que “la fe no se opone a la investigación médica, sino que le ofrece un marco
moral, no exclusivo para los cristianos, sino accesible a todos por medio de la razón”;
aquí se introduce el gran tema de reflexión sobre la Ley Moral Natural, a la cual ya
Cicerón se refería en aquél párrafo de La República “Existe una verdadera ley, la recta
razón congruente con la naturaleza, que se extiende a todos los hombres y es constante y
eterna, sus mandatos llaman al deber y sus prohibiciones apartan del mal…………ley
única, eterna e inmutable, que obliga a todos los hombres y para todos los tiempos, y
existe un maestro y gobernante común a todos, Dios, que es autor, intérprete y juez de
esa ley y que impone su cumplimiento” Pio XII, con sus sabios y extraordinarios
aportes para orientar difíciles aspectos éticos de la práctica de la medicina; insiste
también en ésta orientación para una ética fundada en el juicio recto de la conciencia
correctamente formada, tendiente a hacer el bien y evitar el mal.
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Quiero introducir, por último, algunas reflexiones del Santo Padre en
torno a Galileo Galilei. Es un tema muy reiterado para abordar la relación entre Fe y
Ciencia. (Discursos del 1, 14 y 22 de diciembre de 2009). Durante cuatro siglos se
atacó a la Iglesia respecto al famoso juicio; poco se dice ahora de la real y objetiva
situación del tema. Galileo era un creyente cabal, un entusiasta que expresaba la
realidad del texto del Salmo 8 sobre el lugar del hombre en la creación, su pequeñez
frente a la grandeza divina y su grandeza por el favor de Dios. “Cuando contemplo el
cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado. ¿Qué es el hombre para
que te acuerdes de él?..........Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria
y dignidad; le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus
pies…………señor, dueño nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra” Los
tiempos en que vivió al plantear vehementemente su criterio heliocéntrico, no lo
comprendieron intelectualmente, y él se equivocó y explotó con su carácter cascarrabias
meridional. Debería haber plateado su opinión y sus observaciones como una hipótesis
y no como una certeza polémica con las Sagradas Escrituras, que eran analizadas
aferradas a la letra. El paradigma científico era ese.
Aristóteles “ había permitido llegar al conocimiento cierto de los fenómenos
a partir de principios evidentes y universales”, Galileo invierte los términos. Por medio
de la observación inteligente y la experiencia sensible, estudiaba los fenómenos para
comprenderlos. El primero era deductivista; Galileo fue inductivo y experimental.
Benedicto XVI, es claro y consiso: “Galileo, dice, se había adentrado en los
caminos desconocidos del universo”…..sus observaciones permitían “retroceder en el
tiempo, provocando preguntas sobre el origen mismo del cosmos y poniendo de
manifiesto que también el universo, salido de la mano del Creador, tiene su
historia”……….También hoy “sigue suscitando preguntas a las cuales la simple
observación, no consigue dar una respuesta satisfactoria: por si mismas las ciencias
naturales y físicas no bastan”…..”·El análisis de los fenómenos, de hecho, si se queda
cerrado en si mismo, corre el riesgo de presentar el cosmos como un enigma irresoluble:
la materia posee una inteligibilidad capaz de hablar a la inteligencia del hombre y de
indicar un camino que va más allá del simple fenómeno”. Galileo afirmaba que Dios
había escrito el libro de la naturaleza en lenguaje matemático, asi como las Sagradas
Escrituras era el otro libro dictado por Dios, pero, la matemática es un invento humano
que ayuda a comprender la creación. Con ésta reflexión, agrega S.S. que coincidirían la
estructura matemática de la naturaleza con la matemática inventada por el hombre, de
tal manera que “la estructura objetiva del universo y la estructura intelectual del sujeto
humano coinciden, la razón objetiva y la razón objetivada en la naturaleza son
idénticas” “ Hay una razón que une ambas y que invita a mirar a una única inteligencia
creadora”.
Sin embargo, las preguntas sobre el macrocosmos, su origen y su fin, su
comprensión; asi como el microcosmos y el hombre, su presencia en el mundo, su
destino, ¿Quién soy?, ¿A dónde voy?; no admiten sólo respuestas científicas. Allí se
despierta esa necesidad humana de algo más para entender, aunque su propia falencia no
permita que penetre en su totalidad el misterio. En éste momento, cito a S.S.: “ Quien
mira el cosmos siguiendo la lección de Galileo, no podrá detenerse solo en aquello que
observa con el telescopio, deberá proceder además a interrogarse sobre el sentido y el
fin al que se orienta toda la creación”. “La filosofía y la Teología en ésta fase revisten
un papel importante” “La filosofía ante los fenómenos y la belleza de la Creación busca,
con su razonamiento, entender la naturaleza y la finalidad última del cosmos”.”la
teología, fundada sobre la Palabra revelada, escruta la belleza y la sabiduría del amor de
Dios, que ha dejado sus huellas en la naturaleza creada”……”En éste movimiento
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gnoeseológico están implicadas tanto la razón como la fe”……..”Cuanto más aumenta
la comprensión de la complejidad del cosmos, tanto más requiere una pluralidad de
instrumentos capaces de poder satisfacerla; no hay ningún conflicto entre los diversos
conocimientos científicos y los filosóficos y teológicos, al contrario, sólo en la medida
en que éstos consigan entrar en díalogo e intercambiarse sus respectivas competencias,
serán capaces de presentar a los hombres de hoy resultados eficaces”.
Nunca se ha podido ver el macrocosmos como se está efectuando en la
actualidad; el viejo telescopio de Galileo ha sido reemplazado por el satélite Hubble
colocado en el espacio, que ha identificado ya 100.000 galaxias del tipo de la que
integra nuestro planeta tierra. Se imaginan Uds. la infinidad de preguntas que suscita
ese espacio inconmensurable, sus agujeros negros, su energía. En lo microcósmico
estamos considerando pesos y medidas infinitamente pequeñas que superan cualquier
esquema estandar conocido hasta ahora. Estamos penetrando la célula animal o vegetal
hasta sus más intima constitución. Por medio de la ingeniería biomédica se puede ver en
directo el funcionamiento en detalle de grupos celulares y de órganos vitales. En
ecografía CD4 se observa y fotografia el desarrollo fetal en sus más mínimos detalles;
forma de afirmar la naturaleza humana del embrión. “Todo esto muestra la grandeza
del intelecto humano, que según el mandato bíblico, está llamado a dominar toda la
creación, a cultivarla y a custodiarla”. ( Insistir en la interpretación de “cultivo”, que es
cultura; y “custodia” que es respeto y cuidado por lo dado en la creación. La creación
es cultivada y custodiada por el hombre) El Santo Padre es conciente que “Existe
siempre un riesgo sutíl unido a tantas conquistas: que el hombre confie sólo en la
ciencia y se olvide de levantar los ojos más alla de si mismo hacia ese Ser trascendente,
Creador de todo, que en Jesucristo ha revelado su rostro de Amor”. Es de esperar “ Que
los éxitos de la ciencia no oscurezcan lo trascendente”
Como corolario de éstas reflexiones en torno a comentarios de discursos
papales, queremos afirmar la necesidad de la interdisciplinaridad para tener una visión
unitaria de la realidad; la cual es posibilitada por la formación filosófico-teológica-ética
del universitario en todas las carreras profesionales, mecanismo docente para brindar el
substratum para la unidad del saber; manera de tener una visión panorámica que ayude
a interpretar la realidad y posibilitar un díalogo y retroalimentación constante entre
Ciencia, Fe y Razón.
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