ÍNDICE GENERAL - Documenta Catholica Omnia

Anuncio
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE
SAN JUAN DE LA CRUZ
Edición crítica preparada por Eulogio Pacho
POESÍAS
AVISOS ESPIRITUALES
CAUTELAS
AVISOS A UN RELIGIOSO
MONTE DE PERFECCIÓN
SUBIDA DEL MONTE CARMELO
Prólogo
Libro Primero
Libro Segundo
Libro Tercero
NOCHE OSCURA
Prólogo
Canción 1ª- Libro Primero
Libro segundo
CÁNTICO ESPIRITUAL (CA)
CÁNTICO ESPIRITUAL (CB)
LLAMA DE AMOR VIVA A
LLAMA DE AMOR VIVA B
EPISTOLARIO
LÉXICO
Inicio
--------------------------------------------------------------------------Copyright Editorial "Monte Carmelo". Burgos (España).
Reservados todos los derechos.
Se permite la reproducción para uso personal sin fines comerciales.
[San
Juan de la Cruz: POESÍAS]
[Icono de San Juan de la Cruz]
POESÍAS
ÍNDICE DE LAS OBRAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LAS POESÍAS
Cántico espiritual (CA) Noche oscura Llama de amor viva Entréme donde no supe Vivo
sin vivir en mí Tras de un amoroso lance Un pastorcico solo está penado Que bien sé yo
la fonte que mana y corre
ROMANCES En el principio moraba En aquel amor inmenso Una esposa que te ame
Hágase, pues, dijo el Padre Con esta buena esperanza En aquestos y otros ruegos Ya
que el tiempo era llegado Entonces llamó a un arcángel Ya que era llegado el tiempo
Encima de las corrientes Sin arrimo y con arrimo Por toda la hermosura Del Verbo
divino Olvido de lo criado Cántico espiritual (CB)
| Inicio Página | Fin Página |
1
CANTICO ESPIRITUAL (CA)
Canciones entre el alma y el Esposo
Esposa
1. ¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste,
habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido.
2. Pastores, los que fuerdes allá por las majadas al otero: si por ventura vierdes aquel
que yo más quiero, decidle que adolezco, peno y muero.
3. Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas; ni cogeré las flores, ni temeré
las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras.
Pregunta a las criaturas
4. ¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del Amado! ¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado! Decid si por vosotros ha pasado.
Respuesta de las criaturas
5. Mil gracias derramando pasó por estos Sotos con presura, e, yéndolos mirando, con
sola su figura vestidos los dejó de hermosura.
Esposa
6. ¡Ay, quién podrá sanarme! Acaba de entregarte ya de vero: no quieras enviarme de
hoy más ya mensajero, que no saben decirme lo que quiero.
7. Y todos cuantos vagan de ti me van mil gracias refiriendo, y todos más me llagan, y
déjame muriendo un no sé qué que quedan balbuciendo.
8. Mas ¿cómo perseveras, ¡oh vida!, no viviendo donde vives, y haciendo porque
mueras las flechas que recibes de lo que del Amado en ti concibes?
9. ¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste? Y, pues me le has robado,
¿por qué así le dejaste, y no tomas el robo que robaste?
10. Apaga mis enojos, pues que ninguno basta a deshacellos, y véante mis ojos, pues
eres lumbre dellos, y sólo para ti quiero tenellos.
11. ¡Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados formases de repente los
ojos deseados que tengo en mis entrañas dibujados!
12. ¡Apártalos, Amado, que voy de vuelo!
El Esposo
-Vuélvete, paloma, que el ciervo vulnerado por el otero asoma al aire de tu vuelo, y
fresco toma.
La Esposa
13. Mi Amado, las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, los
ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos,
14. la noche sosegada en par de los levantes del aurora, la música callada, la soledad
sonora, la cena que recrea y enamora.
15. Nuestro lecho florido, de cuevas de leones enlazado, en púrpura tendido, de paz
edificado, de mil escudos de oro coronado.
16. A zaga de tu huella las jóvenes discurren al camino, al toque de centella, al adobado
vino, emisiones de bálsamo divino.
17. En la interior bodega de mi Amado bebí, y cuando salía por toda aquesta vega, ya
cosa no sabía; y el ganado perdí que antes seguía.
18. Allí me dio su pecho, allí me enseñó ciencia muy sabrosa; y yo le di de hecho a mí,
sin dejar cosa: allí le prometí de ser su Esposa.
19. Mi alma se ha empleado, y todo mi caudal en su servicio; ya no guardo ganado, ni
ya tengo otro oficio, que ya sólo en amar es mi ejercicio.
20. Pues ya si en el ejido de hoy más no fuere vista ni hallada, diréis que me he perdido;
que, andando enamorada, me hice perdidiza, y fui ganada.
21. De flores y esmeraldas, en las frescas mañanas escogidas, haremos las guirnaldas en
tu amor florecidas y en un cabello mío entretejidas.
22. En solo aquel cabello que en mi cuello volar consideraste, mirástele en mi cuello, y
en él preso quedaste, y en uno de mis ojos te llagaste.
23. Cuando tú me mirabas su gracia en mí tus ojos imprimían; por eso me adamabas, y
en eso merecían los míos adorar lo que en ti vían.
24. No quieras despreciarme, que, si color moreno en mi hallaste, ya bien puedes
mirarme después que me miraste, que gracia y hermosura en mi dejaste.
25. Cogednos las raposas, que está ya florecida nuestra viña, en tanto que de rosas
hacemos una piña, y no parezca nadie en la montiña.
26. Detente, cierzo muerto; ven, austro, que recuerdas los amores, aspira por mi huerto,
y corran sus olores, y pacerá el Amado entre las flores.
Esposo
27. Entrado se ha la esposa en el ameno huerto deseado, y a su sabor reposa, el cuello
reclinado sobre los dulces brazos deI Amado.
28. Debajo del manzano, allí conmigo fuiste desposada. allí te di la mano, y fuiste
reparada donde tu madre fuera violada.
29. A las aves ligeras, leones, ciervos, gamos saltadores, montes, valles, riberas, aguas,
aires, ardores y miedos de las noches veladores,
30. Por las amenas liras y canto de serenas os conjuro que cesen vuestras iras, y no
toquéis al muro, porque la esposa duerma más seguro.
Esposa
31. Oh ninfas de Judea!, en tanto que en las flores y rosales el ámbar perfumea, morá en
los arrabales, y no queráis tocar nuestros umbrales
32. Escóndete, Carillo, y mira con tu haz a las montañas, y no quieras decillo; mas mira
las compañas de la que va por ínsulas extrañas
Esposo
33. La blanca palomica al arca con el ramo se ha tornado y ya la tortolica al socio
deseado en las riberas verdes ha hallado.
34. En soledad vivía, y en soledad ha puesto ya su nido, y en soledad la guía a solas su
querido, también en soledad de amor herido.
Esposa
35. Gocémonos, Amado, y vámonos a ver en tu hermosura al monte ó al collado do
mana el agua pura; entremos más adentro en la espesura.
36. Y luego a las subidas cavernas de la piedra nos iremos, que están bien escondidas, y
allí nos entraremos, y el mosto de granadas gustaremos
37. Allí me mostrarías aquello que mi alma pretendía, y luego me darías allí, tú, vida
mía, aquello que me diste el otro día:
38. El aspirar del aire, el canto de la dulce Filomena, el soto y su donaire, en la noche
serena, con llama que consume y no da pena
39. Que nadie lo miraba, Aminadab tampoco parecía, y el cerco sosegaba, y la
caballería a vista de las aguas descendía.
| Inicio Página | Fin Página |
2
NOCHE OSCURA
Canciones del alma que se goza de haber llegado al alto estado de la perfección, que es
la unión con Dios, por el camino de la negación espiritual. Del mismo autor.
1. En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada ¡oh dichosa ventura!, salí sin
ser notada estando ya mi casa sosegada.
2. A oscuras y segura, por la secreta escala disfrazada, ¡Oh dichosa ventura!, a oscuras y
en celada, estando ya mi casa sosegada.
3. En la noche dichosa en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y
guía sino la que en el corazón ardía.
4. Aquésta me guiaba más cierto que la luz del mediodía, adonde me esperaba quien yo
bien me sabía, en parte donde nadie parecía.
5. ¡Oh noche que guiaste! ¡Oh noche amable más que el alborada! ¡Oh noche que
juntaste Amado con amada, amada en el Amado transformada!
6. En mi pecho florido que entero para él sólo se guardaba, allí quedó dormido, y yo le
regalaba, y el ventalle de cedros aire daba
7. El aire de la almena, cuando yo sus cabellos esparcía, con su mano serena en mi
cuello hería y todos mis sentidos suspendía.
8. Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado, cesó todo y dejéme, dejando
mi cuidado entre las azucenas olvidado.
| Inicio Página | Fin Página |
3
LLAMA DE AMOR VIVA
Canciones del alma en la íntima comunicación, de unión de amor de Dios. Del mismo
autor.
1. ¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres de mi alma en el más profundo
centro! Pues ya no eres esquiva, acaba ya, si quieres; ¡rompe la tela de este dulce
encuentro!
2. ¡Oh cauterio suave! ¡Oh regalada llaga! ¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado, que a
vida eterna sabe, y toda deuda paga! Matando. muerte en vida la has trocado.
3. ¡Oh lámparas de fuego, en cuyos resplandores las profundas cavernas del sentido, que
estaba oscuro y ciego, con extraños primores calor y luz dan junto a su Querido!
4. ¡Cuán manso y amoroso recuerdas en mi seno, donde secretamente solo moras y en tu
aspirar sabroso, de bien y gloria lleno, cuán delicadamente me enamoras!
| Inicio Página | Fin Página |
4
Coplas hechas sobre un éxtasis de harta contemplación.
Entréme donde no supe: y quedéme no sabiendo, toda ciencia trascendiendo.
1. Yo no supe dónde estaba, pero, cuando allí me vi, sin saber dónde me estaba, grandes
cosas entendí; no diré lo que sentí, que me quedé no sabiendo, toda ciencia
trascendiendo.
2. De paz y de piedad era la ciencia perfecta, en profunda soledad entendida, vía recta;
era cosa tan secreta, que me quedé balbuciendo, toda ciencia trascendiendo.
3. Estaba tan embebido, tan absorto y ajenado, que se quedó mi sentido de todo sentir
privado, y el espíritu dotado de un entender no entendiendo. toda ciencia trascendiendo.
4. El que allí llega de vero de sí mismo desfallece; cuanto sabía primero mucho bajo le
parece, y Su ciencia tanto crece, que se queda no sabiendo, toda ciencia trascendiendo.
5. Cuanto más alto se sube, tanto menos se entendía, que es la tenebrosa nube que a la
noche esclarecía: por eso quien la sabía queda siempre no sabiendo, toda ciencia
trascendiendo.
6. Este saber no sabiendo es de tan alto poder, que los sabios arguyendo jamás le pueden
vencer; que no llega su saber a no entender entendiendo, toda ciencia trascendiendo.
7. Y es de tan alta excelencia aqueste sumo saber, que no hay facultad ni ciencia que la
puedan emprender; quien se supiere vencer con un no saber sabiendo, irá siempre
trascendiendo.
8. Y, si lo queréis oír, consiste esta suma ciencia en un subido sentir de la divinal
esencia; es obra de su clemencia hacer quedar no entendiendo, toda ciencia
trascendiendo.
| Inicio Página | Fin Página |
5
Coplas del alma que pena por ver a Dios, del mismo autor.
Vivo sin vivir en mí y de tal manera espero, que muero porque no muero.
1. En mí yo no vivo ya, y sin Dios vivir no puedo; pues sin él y sin mí quedo, este vivir
¿qué será? Mil muertes se me hará, pues mi misma vida espero, muriendo porque no
muero.
2. Esta vida que yo vivo es privación de vivir; y así, es continuo morir hasta que viva
contigo. Oye, mi Dios, lo que digo: que esta vida no la quiero, que muero porque no
muero.
3. Estando ausente de ti ¿qué vida puedo tener, sino muerte padecer la mayor que nunca
vi? Lástima tengo de mí, pues de suerte persevero, que muero, porque no muero.
4. El pez que del agua sale aun de alivio no carece, que en la muerte que padece al fin la
muerte le vale. ¿Qué muerte habrá que se iguale a mi vivir lastimero, pues si más vivo
más muero?
5. Cuando me pienso aliviar de verte en el Sacramento, háceme más sentimiento el no te
poder gozar; todo es para más penar por no verte como quiero, y muero porque no
muero.
6. Y si me gozo, Señor, con esperanza de verte, en ver que puedo perderte se me dobla
mi dolor; viviendo en tanto pavor y esperando como espero, muérome porque no muero.
7. ¡Sácame de aquesta muerte mi Dios, y dame la vida; no me tengas impedida en este
lazo tan fuerte; mira que peno por verte, y mi mal es tan entero, que muero porque no
muero.
8. Lloraré mi muerte ya y lamentaré mi vida, en tanto que detenida por mis pecados
está. ¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será cuando yo diga de vero: vivo ya porque no muero?
| Inicio Página | Fin Página |
6
Otras del mismo a lo divino.
Tras de un amoroso lance, y no de esperanza falto, volé tan alto, tan alto, que le di a la
caza alcance.
1. Para que yo alcance diese a aqueste lance divino, tanto volar me convino que de vista
me perdiese; y, con todo, en este trance en el vuelo quedé falto; mas el amor fue tan
alto, que le di a la caza alcance.
2. Cuanto más alto subía deslumbróseme la vista, y la más fuerte conquista en oscuro se
hacía; mas, por ser de amor el lance di un ciego y oscuro salto, y fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.
3. Cuanto más alto llegaba de este lance tan subido, tanto más bajo y rendido y abatido
me hallaba; dije: ¡No habrá quien alcance! y abatíme tanto, tanto, que fui tan alto, tan
alto, que le di a la caza alcance.
4. Por una extraña manera mil vuelos pasé de un vuelo, porque esperanza del cielo tanto
alcanza cuanto espera; esperé solo este lance, y en esperar no fui falto, pues fui tan alto,
tan alto, que le di a la caza alcance.
| Inicio Página | Fin Página |
7
Otras canciones a lo divino (del mismo autor) de Cristo y el alma.
1. Un pastorcico solo está penado, ajeno de placer y de contento, y en su pastora puesto
el pensamiento, y el pecho del amor muy lastimado.
2. No llora por haberle amor llagado, que no le pena verse así afligido, aunque en el
corazón está herido; mas llora por pensar que está olvidado.
3. Que sólo de pensar que está olvidado de su bella pastora, con gran pena se deja
maltratar en tierra ajena, el pecho del amor muy lastimado.
4. Y dice el pastorcito: ¡Ay, desdichado de aquel que de mi amor ha hecho ausencia y
no quiere gozar la mi presencia, y el pecho por su amor muy lastimado!
5. Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos,
y muerto se ha quedado asido dellos, el pecho del amor muy lastimado.
| Inicio Página | Fin Página |
8
Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe.
Qué bien sé yo la fonte que mane y corre, aunque es de noche.
1. Aquella eterna fonte está escondida, que bien sé yo do tiene su manida, aunque es de
noche.
2. Su origen no lo sé, pues no le tiene, mas sé que todo origen de ella tiene, aunque es de
noche.
3. Sé que no puede ser cosa tan bella, y que cielos y tierra beben de ella, aunque es de
noche.
4. Bien sé que suelo en ella no se halla, y que ninguno puede vadealla, aunque es de
noche.
5. Su claridad nunca es oscurecida, y sé que toda luz de ella es venida, aunque es de
noche.
6. Sé ser tan caudalosos sus corrientes. que infiernos, cielos riegan y las gentes, aunque
es de noche.
7. El corriente que nace de esta fuente bien sé que es tan capaz y omnipotente, aunque
es de noche.
8. El corriente que de estas dos procede sé que ninguna de ellas le precede, aunque es de
noche.
9. Aquesta eterna fonte está escondida en este vivo pan por darnos vida, aunque es de
noche.
10. Aquí se está llamando a las criaturas, y de esta agua se hartan, aunque a oscuras
porque es de noche.
11. Aquesta viva fuente que deseo, en este pan de vida yo la veo, aunque es de noche.
| Inicio Página | Fin Página |
9
ROMANCES
1º
Romance sobre el Evangelio "In principio erat Verbum", acerca de la Santísima
Trinidad.
1. En el principio moraba el Verbo, y en Dios vivía, en quien su felicidad infinita
poseía.
5. El mismo Verbo Dios era, que el principio se decía; él moraba en el principio, y
principio no tenía.
10. El era el mismo principio; por eso de él carecía. El Verbo se llama Hijo, que del
principio nacía; hale siempre concebido y siempre le concebía;
15. dale siempre su sustancia, y siempre se la tenía. Y así la gloria del Hijo es la que en
el Padre había y toda su gloria el Padre
20. en el Hijo poseía. Como amado en el amante uno en otro residía, y aquese amor que
los une en lo mismo convenía
25. con el uno y con el otro en igualdad y valía. Tres Personas y un amado entre todos
tres había, y un amor en todas ellas
30. y un amante las hacía, y el amante es el amado en que cada cual vivía; que el ser que
los tres poseen cada cual le poseía,
35. y cada cual de ellos ama a la que este ser tenía. Este ser es cada una, y éste solo las
unía en un inefable nudo
40. que decir no se sabía; por lo cual era infinito el amor que las unía, porque un solo
amor tres tienen que su esencia se decía;
45. que el amor cuanto más uno, tanto más amor hacía.
| Inicio Página | Fin Página |
2º
De la comunicación de las tres Personas.
En aquel amor inmenso que de los dos procedía, palabras de gran regalo
50. el Padre al Hijo decía, de tan profundo deleite, que nadie las entendía; sólo el Hijo lo
gozaba, que es a quien pertenecía.
55. Pero aquello que se entiende de esta manera decía: -Nada me contenta, Hijo, fuera
de tu compañía; y si algo me contenta,
60. en ti mismo lo quería. El que a ti más se parece a mi más satisfacía, y el que en nada
te semeja en mí nada hallaría.
65. En ti solo me he agradado, ¡Oh vida de vida mía!. Eres lumbre de mi lumbre, eres
mi sabiduría, figura de mi sustancia,
70. en quien bien me complacía. Al que a ti te amare, Hijo, a mí mismo le daría, y el
amor que yo en ti tengo ese mismo en él pondría,
75. en razón de haber amado a quien yo tanto quería.
| Inicio Página | Fin Página |
3º
De la creación.
-Una esposa que te ame. mi Hijo, darte quería, que por tu valor merezca
80. tener nuestra compañía y comer pan a una mesa, del mismo que yo comía, porque
conozca los bienes que en tal Hijo yo tenía,
85. y se congracie conmigo de tu gracia y lozanía. -Mucho lo agradezco, Padre, el Hijo
le respondía-; a la esposa que me dieres
90. yo mi claridad daría, para que por ella vea cuánto mi Padre valía, y cómo el ser que
poseo de su ser le recibía.
95. Reclinarla he yo en mi brazo, y en tu ardor se abrasaría, y con eterno deleite tu
bondad sublimaría.
| Inicio Página | Fin Página |
4º
Prosigue
-Hágase, pues -dijo el Padre-,
100. que tu amor lo merecía; y en este dicho que dijo, el mundo criado había palacio
para la esposa hecho en gran sabiduría;
105. el cual en dos aposentos, alto y bajo. dividía. El bajo de diferencias infinitas
componía; mas el alto hermoseaba
110. de admirable pedrería, porque conozca la esposa el Esposo que tenía. En el alto
colocaba la angélica jerarquía;
115. pero la natura humana en el bajo la ponía, por ser en su compostura algo de menor
valía. Y aunque el ser y los lugares
120. de esta suerte los partía, pero todos son un cuerpo de la esposa que decía; que el
amor de un mismo Esposo una esposa los hacía.
125. Los de arriba poseían el Esposo en alegría; los de abajo, en esperanza de fe que les
infundía, diciéndoles que algún tiempo
130. él los engrandecería. y que aquella su bajeza él se la levantaría de manera que
ninguno ya la vituperaría;
135. porque en todo semejante él a ellos se haría y se vendría con ellos, y con ellos
moraría; y que Dios sería hombre,
140. y que el hombre Dios sería, y trataría con ellos, comería y bebería; y que con ellos
contino él mismo se quedaría,
145. hasta que se consumase este siglo que corría, cuando se gozaran juntos en eterna
melodía; porque él era la cabeza
150. de la esposa que tenía, a la cual todos los miembros de los justos juntaría. que son
cuerpo de la esposa, a la cual él tomaría
155. en sus brazos tiernamente, y allí su amor la diría; y que, así juntos en uno, al Padre
la llevaría, donde del mismo deleite
160. que Dios goza, gozaría; que, como el Padre y el Hijo, y el que de ellos procedía el
uno vive en el otro, así la esposa sería,
165. que, dentro de Dios absorta, vida de Dios viviría.
| Inicio Página | Fin Página |
5º
Prosigue
Con esta buena esperanza que de arriba les venía, el tedio de sus trabajos
170. más leve se les hacía; pero la esperanza larga y el deseo que crecía de gozarse con
su Esposo contino les afligía;
175. por lo cual con oraciones, con suspiros y agonía, con lágrimas y gemidos le
rogaban noche y día que ya se determinase
180. a les dar su compañía. Unos decían: -¡Oh si fuese en mi tiempo el alegría! Otros:
-¡Acaba, Señor; al que has de enviar, envía!
185. Otros: -¡Oh si ya rompieses esos cielos, y vería con mis ojos que bajases, y mi
llanto cesaría! ¡Regad, nubes, de lo alto,
190. que la tierra lo pedía, y ábrase ya la tierra, que espinas nos producía, y produzca
aquella flor con que ella florecería!
195. Otros decían: -¡Oh dichoso el que en tal tiempo sería, que merezca ver a Dios con
los ojos que tenía, y tratarle con sus manos,
200. y andar en su compañía, y gozar de los misterios que entonces ordenaría!
| Inicio Página | Fin Página |
6º
Prosigue
En aquestos y otros ruegos gran tiempo pasado había;
205. pero en los postreros años el fervor mucho crecía, cuando el viejo Simeón en deseo
se encendía, rogando a Dios que quisiese
210. dejalle ver este día. Y así, el Espíritu Santo al buen viejo respondía; -Que le daba
su palabra que la muerte no vería
215. hasta que la vida viese que de arriba descendía. y que él en sus mismas manos al
mismo Dios tomaría, y le tendría en sus brazos
220. y consigo abrazaría.
| Inicio Página | Fin Página |
7º
Prosigue la Encarnación.
Ya que el tiempo era llegado en que hacerse convenía el rescate de la esposa, que en
duro yugo servía
225. debajo de aquella ley que Moisés dado le había, el Padre con amor tierno de esta
manera decía: -Ya ves, Hijo, que a tu esposa
230. a tu imagen hecho había, y en lo que a ti se parece contigo bien convenía; pero
difiere en la carne que en tu simple ser no había
235. En los amores perfectos esta ley se requería: que se haga semejante el amante a
quien quería; que la mayor semejanza
240. más deleite contenía; el cual, sin duda, en tu esposa grandemente crecería si te
viere semejante en la carne que tenía.
245. -Mi voluntad es la tuya -el Hijo le respondía-, y la gloria que yo tengo es tu
voluntad ser mía, y a mí me conviene, Padre,
250. lo que tu Alteza decía, porque por esta manera tu bondad más se vería; veráse tu
gran potencia, justicia y sabiduría;
255. irélo a decir al mundo y noticia le daría de tu belleza v dulzura y de tu soberanía.
Iré a buscar a mi esposa,
260. y sobre mí tomaría sus fatigas y trabajos, en que tanto padecía; y porque ella vida
tenga, yo por ella moriría,
265. y sacándola del lago a ti te la volvería.
| Inicio Página | Fin Página |
8º
Prosigue
Entonces llamó a un arcángel que san Gabriel se decía, y enviólo a una doncella
270. que se llamaba María, de cuyo consentimiento el misterio se hacía; en la cual la
Trinidad de carne al Verbo vestía;
275. y aunque tres hacen la obra, en el uno se hacía; y quedó el Verbo encarnado en el
vientre de María. Y el que tenia sólo Padre,
280. ya también Madre tenía, aunque no como cualquiera que de varón concebía, que de
las entrañas de ella él su carne recibía;
285. por lo cual Hijo de Dios y del hombre se decía.
| Inicio Página | Fin Página |
9º
Del Nacimiento.
Ya que era llegado el tiempo en que de nacer había, así como desposado
290. de su tálamo salía abrazado con su esposa, que en sus brazos la traía, al cual la
graciosa Madre en un pesebre ponía,
295. entre unos animales que a la sazón allí había. Los hombres decían cantares, los
ángeles melodía, festejando el desposorio
300. que entre tales dos había. Pero Dios en el pesebre allí lloraba y gemía, que eran
joyas que la esposa al desposorio traía.
305. Y la Madre estaba en pasmo de que tal trueque veía: el llanto del hombre en Dios,
y en el hombre la alegría, lo cual del uno y del otro
310. tan ajeno ser solía.
FINIS
| Inicio Página | Fin Página |
10
Otro del mismo (autor) que va por "Super flumina Babylonis".
Encima de las corrientes que en Babilonia hallaba, allí me senté llorando, allí la tierra
regaba,
5. acordándome de ti, ¡Oh Sión!, a quien amaba. Era dulce tu memoria, y con ella más
lloraba. Dejé los trajes de fiesta,
10. los de trabajo tomaba, y colgué en los verdes sauces la música que llevaba,
poniéndola en esperanza de aquello que en ti esperaba.
15. Allí me hirió el amor, y el corazón me sacaba. Díjele que me matase, pues de tal
suerte llagaba; yo me metía en su fuego,
20. sabiendo que me abrasaba, disculpando al avecica que en el fuego se acababa.
Estábame en mí muriendo, y en ti sólo respiraba,
25. en mí por ti me moría, y por ti resucitaba, que la memoria de ti daba vida y la
quitaba. Gozábanse los extraños
30. entre quien cautivo estaba; preguntábanme cantares de lo que en Sión cantaba:
-Canta de Sión un himno, veamos cómo sonaba.
35. -Decid, ¿cómo en tierra ajena donde por Sión lloraba, cantaré yo la alegría que en
Sión se me quedaba? Echaríala en olvido
40. si en la ajena me gozaba. Con mi paladar se junte la lengua con que hablaba, si de ti
yo me olvidare, en la tierra do moraba.
45. ¡Sión, por los verdes ramos que Babilonia me daba, de mí se olvide mi diestra, que
es lo que en ti más amaba, si de ti no me acordare,
50. en lo que más me gozaba, y si yo tuviere fiesta y sin ti la festejaba! ¡Oh hija de
Babilonia, mísera y desventurada!
55. Bienaventurado era aquél en quien confiaba, que te ha de dar el castigo que de tu
mano llevaba, y juntará sus pequeños,
60. y a mí, porque en ti lloraba, a la piedra, que era Cristo, por el cual yo te dejaba.
| Inicio Página | Fin Página |
11
Glosa del mismo (autor)
Sin arrimo y con arrimo. sin luz y a oscuras viviendo, todo me voy consumiendo.
1. Mi alma está desasida de toda cosa criada, y sobre sí levantada, y en una sabrosa vida
sólo en su Dios arrimada. Por eso ya se dirá la cosa que más estimo, que mi alma se ve
ya sin arrimo y con arrimo.
2. Y, aunque tinieblas padezco en esta vida mortal, no es tan crecido mi mal, porque, si
de luz carezco, tengo vida celestial; porque el amor da tal vida, cuando más ciego va
siendo, que tiene al alma rendida, sin luz y a oscuras viviendo.
3. Hace tal obra el amor después que le conocí, que, si hay bien o mal en mí, todo lo
hace de un sabor, y al alma transforma en sí; y así, en su llama sabrosa, la cual en mí
estoy sintiendo, apriesa, sin quedar cosa, todo me voy consumiendo.
| Inicio Página | Fin Página |
12
Glosa a lo divino, del mismo autor.
Por toda la hermosura nunca yo me perderé, sino por un no sé qué que se alcanza por
ventura.
1. Sabor de bien que es finito, lo más que puede llegar es cansar el apetito y estragar el
paladar; y así, por toda dulzura nunca yo me perderé, sino por un no sé qué que se halla
por ventura.
2. El corazón generoso nunca cura de parar donde se puede pasar, sino en más
dificultoso; nada le causa hartura, y sube tanto su fe, que gusta de un no sé qué que se
halla por ventura.
3. El que de amor adolece, del divino ser tocado, tiene el gusto tan trocado que a los
gustos desfallece; como el que con calentura fastidia el manjar que ve, y apetece un no
sé qué que se halla por ventura.
4. No os maravilléis de aquesto que el gusto se quede tal, porque es la causa del mal
ajena de todo el resto; y así toda criatura enajenada se ve y gusta de un no sé qué que se
halla por ventura.
5. Que estando la voluntad de Divinidad tocada, no puede quedar pagada sino con
Divinidad; mas, por ser tal su hermosura que sólo se ve por fe, gústala en un no sé qué
que se halla por ventura.
6. Pues, de tal enamorado, decidme si habréis dolor, pues que no tiene sabor entre todo
lo criado; solo, sin forma y figura, sin hallar arrimo y pie, gustando allá un no sé qué
que se halla por ventura.
7. No penséis que el interior, que es de mucha más valía, halla gozo y alegría en lo que
acá da sabor; mas sobre toda hermosura, y lo que es y será y fue, gusta de allá un no sé
qué que se halla por ventura.
8. Más emplea su cuidado, quien se quiere aventajar. en lo que está por ganar que en lo
que tiene ganado; y así, para más altura, yo siempre me inclinaré sobre todo a un no sé
qué que se halla por ventura.
9. Por lo que por el sentido puede acá comprehenderse y todo lo que entenderse, aunque
sea muy subido, ni por gracia y hermosura yo nunca me perderé, sino por un no sé qué
que se halla por ventura.
| Inicio Página | Fin Página |
LETRILLAS
13
Navideña
Del Verbo divino la Virgen preñada viene de camino: ¡si le dais posada!
| Inicio Página | Fin Página |
14
Suma de la perfección
Olvido de lo criado, memoria del Criador, atención a lo interior, y estarse amando al
Amado.
| Inicio Página | Fin Página |
15
CANTICO ESPIRITUAL (CB)
Canciones entre el alma y el Esposo
Esposa
1. ¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste,
habiéndome herido, salí tras ti clamando, y eras ido.
2. Pastores, los que fuerdes allá por las majadas al otero, si por ventura vierdes aquel
que yo más quiero, decilde que adolezco, peno y muero
3. Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas; ni cogeré las flores, ni temeré
las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras.
4. ¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del Amado! ¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado! Decid si por vosotros ha pasado.
5. Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, y, yéndolos mirando, con
sola su figura vestidos los dejó de hermosura
6. ¡Ay, quién podrá sanarme! Acaba de entregarte ya de vero; no quieras enviarme de
hoy más ya mensajero, que no saben decirme lo que quiero.
7. Y todos cuantos vagan de ti me van mil gracias refiriendo, y todos más me llagan, y
déjame muriendo un no sé qué que quedan balbuciendo.
8. Mas ¿cómo perseveras, ¡Oh vida!, no viviendo donde vives, y haciendo porque
mueras las flechas que recibes de lo que del Amado en ti concibes?
9. ¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste? Y, pues me le has robado,
¿por qué así le dejaste, y no tomas el robo que robaste?
10. Apaga mis enojos, pues que ninguno basta a deshacellos, y véante mis ojos, pues
eres lumbre dellos, y sólo para ti quiero tenellos.
11. Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura; mira que la dolencia de
amor, que no se cura sino con la presencia y la figura.
12. ¡Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados formases de repente los
ojos deseados que tengo en mis entrañas dibujados!
13. ¡Apártalos, Amado, que voy de vuelo!
Esposo
Vuélvete, paloma que el ciervo vulnerado por el otero asoma al aire de tu vuelo, y
fresco toma.
Esposa
14. Mi Amado las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, los
ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos,
15. la noche sosegada en par de los levantes del aurora, la música callada, la soledad
sonora, la cena que recrea y enamora.
16. Cazadnos las raposas, que está ya florecida nuestra viña, en tanto que de rosas
hacemos una piña, y no parezca nadie en la montiña.
17. Detente, cierzo muerto; ven, austro, que recuerdas los amores aspira por mi huerto,
y corran sus olores, y pacerá el Amado entre las flores.
18. ¡Oh ninfas de Judea!, en tanto que en las flores y rosales el ámbar perfumea, morá
en los arrabales, y no queráis tocar nuestros umbrales
19. Escóndete, Carillo, y mira con tu haz a las montañas, y no quieras decillo; mas mira
las compañas de la que va por ínsulas extrañas.
Esposo
20. A las aves ligeras, leones, ciervos, gamos saltadores, montes, valles, riberas, aguas,
aires, ardores y miedos de las noches veladores:
21. por las amenas liras y canto de serenas os conjuro que cesen vuestras iras, y no
toquéis al muro, porque la Esposa duerma más seguro.
22. Entrado se ha la Esposa en el ameno huerto deseado, y a su sabor reposa, el cuello
reclinado sobre los dulces brazos del Amado.
23. Debajo del manzano, allí conmigo fuiste desposada allí te di la mano, y fuiste
reparada donde tu madre fuera violada.
Esposa
24. Nuestro lecho florido, de cuevas de leones enlazado, en púrpura tendido, de paz
edificado, de mil escudos de oro coronado.
25. A zaga de tu huella las jóvenes discurren al camino al toque de centella, al adobado
vino, emisiones de bálsamo divino.
26. En la interior bodega de mi Amado bebí, y cuando salía por toda aquesta vega, ya
cosa no sabía; y el ganado perdí que antes seguía.
27. Allí me dio su pecho, allí me enseñó ciencia muy sabrosa, y yo le di de hecho a mi,
sin dejar cosa; allí le prometí de ser su Esposa.
28. Mi alma se ha empleado, y todo mi caudal en su servicio; ya no guardo ganado, ni
ya tengo otro oficio, que ya solo en amar es mi ejercicio.
29. Pues ya si en el ejido de hoy más no fuere vista ni hallada, diréis que me he perdido;
que, andando enamorada, me hice perdidiza, y fui ganada.
30. De flores y esmeraldas, en las frescas mañanas escogidas, haremos las guirnaldas en
tu amor floridas y en un cabello mío entretejidas.
31. En solo aquel cabello que en mi cuello volar consideraste, mirástele en mi cuello, y
en él preso quedaste, y en uno de mis ojos te llagaste.
32. Cuando tú me mirabas, su gracia en mí tus ojos imprimían: por eso me adamabas, y
en eso merecían los míos adorar lo que en ti vían.
33. No quieras despreciarme, que, si color moreno en mí hallaste, ya bien puedes
mirarme después que me miraste, que gracia y hermosura en mí dejaste.
Esposo
34. La blanca palomica al arca con el ramo se ha tornado y ya la tortolica al socio
deseado en las riberas verdes ha hallado.
35. En soledad vivía, y en soledad ha puesto ya su nido; y en soledad la guía a solas su
querido también en soledad de amor herido.
Esposa
36. Gocémonos, Amado, y vámonos a ver en tu hermosura al monte y al collado, do
mana el agua pura; entremos más adentro en la espesura.
37. Y luego a las subidas cavernas de la piedra nos iremos, que están bien escondidas, y
allí nos entraremos, y el mosto de granadas gustarermos.
38. Allí me mostrarías aquello que mi alma pretendía, y luego me darías allí tú, vida
mía, aquello que me diste el otro día:
39. El aspirar del aire, el canto de la dulce filomena, el soto y su donaire, en la noche
serena, con llama que consume y no da pena
40. Que nadie lo miraba, Aminadab tampoco parecía, y el cerco sosegaba, y la
caballería a vista de las aguas descendía.
ÍNDICE DE LAS OBRAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
| Inicio Página |
[San Juan de la Cruz AVISOS
ESPIRITUALES]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LOS AVISOS ESPIRITUALES
1. Dichos de luz y amor 2. Puntos de amor, reunidos en Beas 3. Avisos copiados por
Magdalena del Espíritu Santo, en Beas 4. Avisos conservados por la M. María de Jesús
5. Avisos procedentes de Antequera 6. Otros avisos recogidos por la edición de Gerona
--------------------------------------------------------------------------AVISOS ESPIRITUALES
1. Dichos de luz y amor
PRÓLOGO
También, ¡oh Dios y deleite mío!, en estos dichos de luz y amor de ti se quiso mi alma
emplear por amor de ti, porque ya que yo, teniendo la lengua de ellos, no tengo la obra y
virtud de ellos, que es con lo que, Señor mío, te agradas, más que con el lenguaje y
sabiduría de ellos, otras personas, provocadas por ellos, por ventura aprovechen en tu
servicio y amor, en que yo falto, y tenga mi alma en qué se consolar de que haya sido
ocasión que lo que falta en ella halles en otros.
Amas tú, Señor, la discreción, amas la luz, amas el amor sobre las demás operaciones
del alma. Por eso, estos dichos serán de discreción para el caminar, de luz para el
camino y de amor en el caminar.
Quédese, pues, lejos la retórica del mundo; quédense las parlerías y elocuencia seca de
la humana sabiduría, flaca e ingeniosa, de que nunca tú gustas, y hablemos palabras al
corazón bañadas en dulzor y amor, de que tú bien gustas, quitando por ventura delante
ofendículos y tropiezos a muchas almas que tropiezan no sabiendo, y no sabiendo van
errando, pensando que aciertan en lo que es seguir a tu dulcísimo Hijo, Nuestro Señor
Jesucristo, y hacerse semejantes a él en la vida, condiciones y virtudes, y en la forma de
la desnudez y pureza de su espirítu. Mas dala tú, Padre de misericordias, porque sin ti
no se hará nada, Señor.
1. Siempre el Señor descubrió los tesoros de su sabiduría y espíritu a los mortales; mas
ahora que la malicia va descubriendo más su cara, mucho los descubre.
2. ¡Oh, Señor Dios mío!, ¿quién te buscará con amor puro y sencillo que te deje de
hallar muy a su gusto y voluntad, pues que tú te muestras primero y sales al encuentro a
los que te desean?
3. Aunque el camino es llano y suave para los hombres de buena voluntad, el que
camina caminará poco y con trabajo si no tiene buenos pies y ánimo y porfía animosa en
eso mismo.
4. Más vale estar cargado junto al fuerte que aliviado junto al flaco: cuando estás
cargado, estás junto a Dios, que es tu fortaleza, el cual está con los atribulados; cuando
estás aliviado, estás junto a ti, que eres tu misma flaqueza; porque la virtud y fuerza del
alma en los trabajos de paciencia crece y se confirma.
5. El que solo se quiere estar, sin arrimo de maestro y guía, será como el árbol que está
solo y sin dueño en el campo, que, por más fruta que tenga, los viadores se la cogerán y
no llegará a sazón.
6. El árbol cultivado y guardado con el beneficio de su dueño, da la fruta en el tiempo
que de él se espera.
7. El alma sola, sin maestro, que tiene virtud, es como el carbón encendido que está
solo: antes se irá enfriando que encendiendo.
8. El que a solas cae, a solas se está caído y tiene en poco su alma, pues de sí solo la fía.
9. Pues no temes el caer a solas, ¿cómo presumes de levantarte a solas? Mira que más
pueden dos juntos que uno solo.
10. El que cargado cae, dificultosamente se levantará cargado.
11. Y el que cae ciego, no se levantará ciego solo; y, si se levantare solo, encaminará
por donde no conviene.
12. Más quiere Dios en ti el menor grado de pureza de conciencia que cuantas obras
puedes hacer.
13. Más quiere Dios en ti el menor grado de obediencia y sujeción que todos esos
servicios que le piensas hacer.
14. Más estima Dios en ti el inclinarte a la sequedad y al padecer por su amor que todas
las consolaciones y visiones espirituales y meditaciones que puedas tener.
15. Niega tus deseos y hallarás lo que desea tu corazón. ¿Qué sabes tú si tu apetito es
según Dios?
16. ¡Oh dulcísimo amor de Dios, mal conocido! El que halló sus venas descansó.
17. Pues se te ha de seguir doblada amargura de cumplir tu voluntad, no la quieras
cumplir, aunque quedes en amargura.
18. Más indecencia e impureza lleva el alma para ir a Dios, si lleva en si el menor
apetito de cosa del mundo, que si fuese cargada de todas las feas y molestas tentaciones
y tinieblas que se pueden decir, con tal que su voluntad razonal no las quiera admitir.
Antes el tal entonces puede confiadamente llegar a Dios por hacer la voluntad de Su
Majestad, que dice: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os
recrearé (Mt.11,28).
19. Más agrada a Dios el alma que con sequedad y trabajo se sujeta a lo que es razón,
que la que, faltando en esto, hace todas sus cosas con consolación.
20. Más agrada a Dios una obra, por pequeña que sea, hecha en escondido, no teniendo
voluntad de que se sepa, que mil hechas con gana de que las sepan los hombres. Porque
el que con purísimo amor obra por Dios, no solamente no se le da nada de que lo vean
los hombres, pero ni lo hace porque lo sepa el mismo Dios; el cual, aunque nunca lo
hubiese de saber, no cesaría de hacerle los mismos servicios con la misma alegría y
pureza de amor.
21. La obra pura y entera hecha por Dios en el seno puro hace reino entero para su
dueño.
22. Dos veces trabaja el pájaro que se asentó en la liga, es a saber: en desasirse y
limpiarse de ella. Y de dos maneras pena el que cumple su apetito: en desasirse y,
después de desasido, en purgarse de lo que de él se le pegó.
23. El que de los apetitos no se deja llevar, volará ligero según el espíritu, como el ave a
que no falta pluma.
24. La mosca que a la miel se arrima impide su vuelo; y el alma que se quiere estar
asida al sabor del espíritu impide su libertad y contemplación.
25. No te hagas presente a las criaturas si quieres guardar el rostro de Dios claro y
sencillo en tu alma; mas vacía y enajena mucho tu espíritu de ellas y andarás en divinas
luces, porque Dios no es semejante a ellas.
Oración del alma enamorada.
26. ¡Señor Dios, amado mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que
te ando pidiendo, haz en ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más quiero, y
ejercita tu bondad y misericordia y serás conocido en ellos. Y si es que esperas a mis
obras para por ese medio concederme mi ruego, dámelas tú y óbramelas, y las penas que
tú quisieras aceptar, y hágase. Y si a las obras mías no esperas, ¿qué esperas,
clementísimo Señor mío?; ¿por qué te tardas? Porque si, en fin, ha de ser gracia y
misericordia la que en tu Hijo te pido, toma mi cornadillo , pues le quieres, y dame este
bien, pues que tú también lo quieres.
¿Quién se podrá librar de los modos y términos bajos si no le levantas tú a ti en pureza
de amor, Dios mío?
¿Cómo se levantará a ti el hombre, engendrado y criado en bajezas, si no le levantas tú,
Señor, con la mano que le hiciste?
No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo, en que
me diste todo lo que quiero. Por eso me holgaré que no te tardarás si yo espero.
¿Con qué dilaciones esperas, pues desde luego puedes amar a Dios en tu corazón?
27. Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos
los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el
mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues ¿qué pides y
buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni
repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre.
Sal fuera y gloríate en tu gloria, escóndete en ella y goza, y alcanzarás las peticiones de
tu corazón.
28. El espíritu bien puro no se mezcla con extrañas advertencias ni humanos respetos,
sino solo en soledad de todas las formas, interiormente, con sosiego sabroso se
comunica con Dios, porque su conocimiento es en silencio divino.
29. El alma enamorada es alma blanda, mansa, humilde y paciente.
30. El alma dura en su amor propio se endurece.
31. Si tú en tu amor, ¡oh buen Jesús! no suavizas el alma, siempre perseverará en su
natural dureza.
32. El que la ocasión pierde, es como el que soltó el ave de la mano, que no la volverá a
cobrar.
33. No te conocía yo a ti, ¡oh Señor mío!, porque todavía quería saber y gustar cosas.
34. Múdese todo muy enhorabuena, Señor Dios, porque hagamos asiento en ti.
35. Un solo pensamiento del hombre vale más que todo el mundo; por tanto, sólo Dios
es digno de él.
36. Para lo insensible, lo que no sientes; para lo sensible, el sentido; y para el espíritu de
Dios, el pensamiento.
37. Mira que tu ángel custodio no siempre mueve el apetito a obrar, aunque siempre
alumbra la razón; por tanto, para obrar virtud, no esperes al gusto, que bástate la razón y
entendimiento.
38. No da lugar el apetito a que le mueva el ángel cuando está puesto en otra cosa.
39. Secado se ha mi espíritu,porque se olvida de apacentarse en ti.
40. Eso que pretendes y lo que más deseas no lo hallarás por esa vía tuya ni por la alta
contemplación, sino en la mucha humildad y rendimiento de corazón.
41. No te canses, que no entrarás en el sabor y suavidad de espíritu, si no te dieres a la
mortificación de todo eso que quieres.
42. Mira que la flor más delicada más presto se marchita y pierde su olor; por tanto,
guárdate de querer caminar por espíritu de sabor, porque no serás constante; mas escoge
para ti un espíritu robusto, no asido a nada, y hallarás dulzura y paz en abundancia;
porque la sabrosa y durable fruta en tierra fría y seca se coge.
43. Cata que tu carne es flaca y que ninguna cosa del mundo puede dar fortaleza a tu
espíritu ni consuelo; porque lo que nace del mundo, mundo es, y lo que nace de la carne,
carne es; y el buen espíritu sólo nace del espíritu de Dios, que se comunica no por
mundo ni carne (Jn. 4, 6).
44. Entra en cuenta con tu razón para hacer lo que ella te dice en el camino de Dios, y
valdráte más para con tu Dios que todas las obras que sin esta advertencia haces y que
todos los sabores espirituales que pretendes.
45. Bienaventurado el que, dejado aparte su gusto e inclinación, mira las cosas en razón
y justicia para hacerlas.
46. El que obra razón es como el que come sustancia, y el que se mueve por el gusto de
su voluntad, como el que come fruta floja.
47. Tú, Señor, vuelves con alegría y amor a levantar al que te ofende y yo no vuelvo a
levantar y honrar al que me enoja a mi.
48. ¡Oh poderoso Señor!, si una centella del imperio de tu justicia tanto hace en el
principe mortal, que gobierna y mueve las gentes, ¿qué hará tu omnipotente justicia
sobre el justo y el pecador?
49. Si purificares tu alma de extrañas posesiones y apetitos, entenderás en espíritu las
cosas; y si negares el apetito en ellas, gozarás de la verdad de ellas entendiendo en ellas
lo cierto.
50. ¡Señor, Dios mío!, no eres tú extraño a quien no se extraña contigo; ¿cómo dicen
que te ausentas tú?
51. Verdaderamente aquél tiene vencidas todas las cosas que ni el gusto de ellas le
mueve a gozo ni el desabrimiento le causa tristeza.
52. Si quieres venir al santo recogimiento, no has de venir admitiendo sino negando.
53. Yéndome yo, Dios mío, por doquiera contigo, por doquiera me irá como yo quiero
para ti.
54. No podrá llegar a la perfección el que no procura satisfacerse con nonada, de
manera que la concupiscencia: natural y espiritual estén contentas en vacío; que para
llegar a la suma tranquilidad y paz de espíritu esto se requiere; y de esta manera el amor
de Dios en el alma pura y sencilla casi frecuentemente está en acto.
55. Mira que, pues Dios es inaccesible, no repares en cuanto tus potencias pueden
comprehender y tu sentido sentir, porque no te satisfagas con menos y pierda tu alma la
ligereza conveniente para ir a él.
56. Como el que tira el carro la cuesta arriba, así camina para Dios el alma que no
sacude el cuidado y apaga el apetito.
57. No es de voluntad de Dios que el alma se turbe de nada ni que padezca trabajos;
que, si los padece en los adversos casos del mundo, es por la flaqueza de su virtud,
porque el alma del perfecto se goza en lo que se pena la imperfecta.
58. El camino de la vida, de muy poco bullicio y negociación es, y más requiere
mortificación de la voluntad que mucho saber. El que tomare de las cosas y gustos lo
menos, andará más por él.
59. No pienses que el agradar a Dios está tanto en obrar mucho como en obrarlo con
buena voluntad, sin propiedad y respetos.
60. A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y
deja tu condición.
61. Cata que no te entremetas en cosas ajenas, ni aun las pases por tu memoria, porque
quizá no podrás tú cumplir con tu tarea.
62. No pienses que porque en aquél no relucen las virtudes que tú piensas, no será
precioso delante de Dios por lo que tú no piensas. 63. No sabe el hombre gozarse bien
ni dolerse bien, porque no entiende la distancia del bien y del mal.
64. Mira que no te entristezcas de repente de los casos adversos del siglo, pues que no
sabes el bien que traen consigo ordenado en los juicios de Dios para el gozo sempiterno
de los escogidos.
65. No te goces en las prosperidades temporales, pues no sabes de cierto que te aseguran
la vida eterna.
66. En la tribulación acude luego a Dios confiadamente, y serás esforzado, y alumbrado
y enseñado.
67. En los gozos y gustos acude luego a Dios con temor y verdad, y no serás engañado
ni envuelto en vanidad.
68. Toma a Dios por esposo y amigo con quien te andes de continuo, y no pecarás, y
sabrás amar, y haránse las cosas necesarias prósperamente para ti.
69. Sin trabajo sujetarás las gentes y te servirán las cosas si te olvidares de ellas y de ti
mismo.
70. Date al descanso echando de ti cuidados y no se te dando nada de cuanto acaece, y
servirás a Dios a su gusto y holgarás en él.
71. Mira que no reina Dios sino en el alma pacífica y desinteresada.
72. Aunque obres muchas cosas, si no aprendes a negar tu voluntad y sujetarte,
perdiendo cuidado de ti y de tus cosas, no aprovecharás en la perfección.
73. ¿Qué aprovecha dar tú a Dios una cosa si él te pide otra? Considera lo que Dios
querrá y hazlo, que por ahí satisfarás mejor tu corazón que con aquello a que tú te
inclinas.
74. ¿Cómo te atreves a holgarte tan sin temor, pues has de parecer delante de Dios a dar
cuenta de la menor palabra y pensamiento?
75. Mira que son muchos los llamados y pocos los escogidos (Mt. 22, 14), y que, si tú
de ti no tienes cuidado, más cierta está tu perdición que tu remedio, mayormente siendo
la senda que guía a la vida eterna tan estrecha (Mt. 7, 14).
76. No te alegres vanamente, pues sabes cuántos pecados has hecho y no sabes cómo
está Dios contigo, sino teme con confianza.
77. Pues que en la hora de la cuenta te ha de pesar de no haber empleado este tiempo en
servicio de Dios, ¿por qué no le ordenas y empleas ahora como lo querrías haber hecho
cuando te estés muriendo?
78. Si quieres que en tu espíritu nazca la devoción y que crezca el amor de Dios y
apetito de las cosas divinas, limpia el alma de todo apetito y asimiento y pretensión, de
manera que no se te dé nada por nada. Porque, así como el enfermo, echado fuera el mal
humor, luego siente el bien de la salud y le nace gana de comer, así tú convalecerás en
Dios si en lo dicho te curas; y sin ello, aunque más hagas, no aprovecharás.
79. Si deseas hallar la paz y consuelo de tu alma y servir a Dios de veras, no te
contentes con eso que has dejado, porque por ventura te estás, en lo que de nuevo andas,
tan impedido o más que antes; las deja todas esotras cosas que te quedan y apártate a
una sola que lo trae todo consigo, que es la soledad santa, acompañada con oración y
santa y divina lección, y allí persevera en olvido de todas las cosas; que, si de obligación
no te incumben, más agradarás a Dios en saberte guardar y perfeccionar a ti mismo que
en granjearlas todas juntas; porque ¿qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si
deja perder su alma? (Mt 16, 26).
Inicio -------------------------------------------------------------------------2. Puntos de amor, reunidos en Beas
1. Refrene mucho la lengua y el pensamiento y traiga de ordinario el afecto en Dios, y
calentársele ha el espíritu divinamente.
2. No apaciente el espíritu en otra cosa que en Dios. Deseche las advertencias de las
cosas y traiga paz y recogimiento en el corazón.
3. Traiga sosiego espiritual en advertencia de Dios amorosa; y cuando fuere necesario
hablar, sea con el mismo sosiego y paz.
4. Tenga ordinaria memoria de la vida eterna, y que los que más abatidos y pobres y en
menos se tienen, gozarán de más alto señorío y gloria en Dios.
5. Alégrese ordinariamente en Dios, que es su salud (Lc. 1, 47), y mire que es bueno el
padecer de cualquiera manera por el que es bueno.
6. Consideren cómo han menester ser enemigas de sí mismas y caminar por el santo
rigor a la perfección, y entiendan que cada palabra que hablaren sin orden de obediencia
se la pone Dios en cuenta.
7. Intimo deseo de que Dios la dé lo que Su Majestad sabe que le falta para honra suya.
8. Crucificada interior y exteriormente con Cristo. Vivirá en esta vida con hartura y
satisfacción de su alma, poseyéndola en su paciencia (Lc. 21, 19).
9. Traiga advertencia amorosa en Dios, sin apetito de querer sentir ni entender cosa
particular de él.
10. Ordinaria confianza en Dios, estimando en sí y en las Hermanas lo que Dios más
estima, que son los bienes espirituales.
11. Entrese en su seno y trabaje en presencia del Esposo, que siempre está presente
queriéndola bien.
12. Sea enemiga de admitir en su alma cosas que no tienen en sí sustancia espiritual,
porque no la hagan perder el gusto de la devoción y el recogimiento.
13. Bástele Cristo crucificado, y con él pene y descanse, y por esto aniquilarse en todas
las cosas exteriores e interiores.
14. Procure siempre que las cosas no sean nada para ella, ni ella para las cosas; mas,
olvidada de todo, more en su recogimiento con el Esposo.
15. Ame mucho los trabajos y téngalos en poco por caer en gracia al Esposo, que por
ella no dudó morir.
16. Tenga fortaleza en el corazón contra todas las cosas que le movieren a lo que no es
Dios, y sea amiga de la pasión de Cristo.
17. Traiga interior desasimiento a todas las cosas y no ponga el gusto en alguna
temporalidad, y recogerá su alma a los bienes que no sabe.
18. El alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa.
19. Al pobre que está desnudo le vestirán, y al alma que se desnudare de sus apetitos,
quereres y no quereres, la vestirá Dios de su pureza, gusto y voluntad.
20. Hay almas que se revuelcan en el cieno, como los animales que se revuelcan en él, y
otras que vuelan, como las aves que en el aire se purifican y limpian.
21. Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio,
y en silencio ha de ser oída del alma.
22. Los trabajos los hemos de medir a nosotros, y no nosotros a los trabajos.
23. El que no busca la cruz de Cristo, no busca la gloria de Cristo.
24. Para enamorarse Dios del alma, no pone los ojos en su grandeza, mas en la grandeza
de su humildad.
25. El que tuviere vergüenza de confesarme delante de los hombres, también la tendré
yo de confesarle delante de mi Padre, dice el Señor (Mt. 10, 33).
26. El cabello que se peina a menudo estará esclarecido y no tendrá dificultad en
peinarse cuantas veces quisiere; y el alma que a menudo examinare sus pensamientos,
palabras y obras, que son sus cabellos, obrando por amor de Dios todas las cosas, tendrá
muy claro su cabello, y mirarle ha el Esposo su cuello, y quedará preso en él y llagado
en uno de sus ojos, que es la pureza de intención con que obra todas las cosas. El
cabello se comienza a peinar de lo alto de la cabeza, si queremos esté esclarecido; todas
nuestras obras se han de comenzar desde lo más alto del amor de Dios, si quieres que
sean puras y claras.
27. No comer en pastos vedados, que son los de esta vida presente, porque
bienaventurados son los que han hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos (Mt.
5, 6). Lo que pretende Dios es hacernos dioses por participación, siéndolo él por
naturaleza, como el fuego convierte todas las cosas en fuego.
28. Toda la bondad que tenemos es prestada, y Dios la tiene por propia obra; Dios y su
obra es Dios.
29. La sabiduría entra por el amor, silencio y mortificación. Grande sabiduría es saber
callar y no mirar dichos ni hechos ni vidas ajenas.
30. Todo para mí y nada para ti.
31. Todo para ti y nada para mí.
32. Déjate enseñar, déjate mandar, déjate sujetar y despreciar y serás perfecta.
33. Cinco daños causa cualquier apetito en el alma: el primero, que la inquieta; el
segundo, que la enturbia; el tercero, que la ensucia; el cuarto, que la enflaquece; el
quinto, que la oscurece.
34. La perfección no está en las virtudes que el alma conoce de si, mas consiste en las
que nuestro Señor ve en el alma, la cual es carta cerrada, y así no tiene de qué presumir,
mas estar el pecho por tierra acerca de sí.
35. El amor no consiste en sentir grandes cosas, sino en tener grande desnudez y
padecer por el Amado.
36. Todo el mundo no es digno de un pensamiento del hombre, porque a sólo Dios se
debe; y así, cualquier pensamiento que no se tenga en Dios, se le hurtamos.
37. Las potencias y sentidos no se han de emplear todas en las cosas, sino lo que no se
puede excusar, y lo demás dejarlo desocupado para Dios.
38. No mirar imperfecciones ajenas, guardar silencio y continuo trato con Dios,
desarraigarán grandes imperfecciones del alma y la harán señora de grandes virtudes.
39. Las señales del recogimiento interior son tres: la primera, si el alma no gusta de las
cosas transitorias; la segunda, si gusta de la soledad y silencio y acudir a todo lo que es
más perfección; la tercera, si las cosas que solían ayudarle le estorban, como es las
consideraciones y meditaciones y actos, no llevando el alma otro arrimo a la oración
sino la fe y la esperanza y la caridad.
40. Si un alma tiene más paciencia para sufrir y más tolerancia para carecer de gustos,
es señal que tiene más aprovechamiento en la virtud.
41. Las condiciones del pájaro solitario son cinco. La primera, que se va a lo más alto;
la segunda, que no sufre compañía, aunque sea de su naturaleza; la tercera, que pone el
pico al aire; la cuarta, que no tiene determinado color; la quinta, que canta suavemente.
Las cuales ha de tener el alma contemplativa: que se ha de subir sobre las cosas
transitorias, no haciendo más caso de ellas que si no fuesen; y ha de ser tan amiga de la
soledad y silencio, que no sufra compañía de otra criatura; ha de poner el pico al aire del
Espíritu Santo, correspondiendo a sus inspiraciones, para que, haciéndolo así, se haga
más digna de su compañía; no ha de tener determinado color, no teniendo determinación
en ninguna cosa, sino en lo que es voluntad de Dios; ha de cantar suavemente en la
contemplación y amor de su Esposo.
42. Los hábitos de voluntarias imperfecciones que nunca acaban de vencerse, no
solamente impiden a la divina unión, pero para llegar a la perfección, como son:
costumbre de hablar mucho, algún asimientillo sin vencer, como a persona, vestido,
celda, libro, tal manera de comida y otras conversaciones y gustillos en querer gustar de
las cosas, saber y oír y otras semejantes.
Inicio -------------------------------------------------------------------------3. Avisos copiados por Magdalena del Espíritu Santo, en Beas
1. El que con puro amor obra por Dios, no solamente no se le da de que lo sepan los
hombres, pero ni lo hace porque lo sepa el mismo Dios; el cual aunque nunca lo hubiese
de saber, no cesaría de hacer los mismos servicios y con la misma alegría y amor.
2. Otro para vencer los apetitos: Traer un ordinario apetito de imitar a Jesucristo en
todas sus obras, conformándose con su vida, la cual debe considerar para saberla imitar
y haberse en todas las cosas como él se hubiera. Para poder hacer esto, es necesario que
cualquiera apetito o gusto, si no fuere puramente por honra y gloria de Dios, renunciarlo
y quedarse en vacío por amor de él, que en esta vida no tuvo ni quiso más de hacer la
voluntad de su Padre, la cual llamaba su comida y manjar.
3. Para mortificar las cuatro pasiones naturales, que son: gozo, tristeza, temor y
esperanza, aprovecha lo siguiente: Procurar siempre inclinarse no a lo más fácil, sino a
lo más dificultoso. No a lo más sabroso, sino a lo más desabrido; no a lo más gustoso,
sino a lo que no da gusto. No inclinarse a lo que es descanso, sino a lo más trabajoso.
No a lo que es consuelo, sino a lo que no es consuelo; no a lo más, sino a lo menos. No
a lo más alto y precioso, sino a lo más bajo y despreciado. No a lo que es querer algo,
sino a lo que no es querer nada. No andar buscando lo mejor de las cosas, sino lo peor, y
traer desnudez y vacío y pobreza por Jesucristo de cuanto hay en el mundo.
4. Para la concupiscencia: Procurar obrar en desnudez y desear que los otros lo hagan.
Procurar hablar en desprecio y desear que todos lo hagan. Procurar pensar bajamente de
sí y desear que los otros lo hagan.
5. Tenga fortaleza en el corazón contra todas las cosas que le movieren a lo que no es
Dios, y sea amiga de las pasiones por Cristo.
6. Prontitud en la obediencia, gozo en el padecer, mortificar la vista, no querer saber
nada, silencio y esperanza.
7. Jhs. Magdalena del Espíritu Santo. Refrene mucho la lengua y el pensamiento y
traiga de ordinario el afecto en Dios, y calentársele ha el espíritu divino mucho. Léale
muchas veces.
Inicio -------------------------------------------------------------------------4. Avisos conservados por la M. María de Jesús
1. Levantarse sobre sí, no hacer asiento en cosa en nada.
2. Estar vuelta contra sí, airada y jamás parada.
3. Huir con el pensamiento de cabe ellas, cerrando la puerta a todas.
4. Limpio de todas aficiones, pensamientos e imágenes.
5. El dulce canto suspires con compunción y lágrimas.
Inicio -------------------------------------------------------------------------5. Avisos procedentes de Antequera
1. Cuanto más te apartas de las cosas terrenas, tanto más te acercas a las celestiales y
más hallas en Dios.
2. Quien supiere morir a todo, tendrá vida en todo.
3. Apártate del mal, obra bien y busca la paz (Sal. 33, 14).
4. Quien se queja o murmura ni es perfecto ni aun buen cristiano.
5. Humilde es el que se esconde en su propia nada y se sabe dejar a Dios.
6. Manso es el que sabe sufrir al prójimo y sufrirse a sí mismo.
7. Si quieres ser perfecto, vende tu voluntad y dala a los pobres de espíritu, y ven a
Cristo por la mansedumbre y humildad y síguelo hasta el Calvario y sepulcro.
8. Quien de sí propio se fía, peor es que el demonio.
9. Quien a su prójimo no ama, a Dios aborrece.
10. Quien obra con tibieza, cerca está de la caída.
11. Quien huye de la oración, huye de todo lo bueno.
12. Mejor es vencerse en la lengua que ayunar a pan y agua.
13. Mejor es sufrir por Dios que hacer milagros.
Inicio -------------------------------------------------------------------------6. Otros avisos recogidos por la edición de Gerona
1. Si gloriarte quieres y no quieres parecer necio y loco, aparta de ti las cosas que no son
tuyas, y de lo que queda habrás gloria. Mas, por cierto, si todas las cosas que no son
tuyas apartas, en nada serás tornado, pues de nada te debes gloriar si no quieres caer en
vanidad. Mas descendamos ahora especialmente a los dones de aquellas gracias que
hacen a los hombres graciosos y agradables delante de los ojos de Dios; cierto es que de
aquellos dones no te debes gloriar, que aun no sabes si los tienes.
2. ¡Oh, cuán dulce será a mi la presencia tuya, que eres sumo bien! Allegarme he yo con
silencio a ti y descubrirte he los pies porque tengas por bien de me juntar contigo en
matrimonio a mí, y no holgaré hasta que me goce en tus brazos (cf. Rut. 3, 4-9). Y ahora
te ruego, Señor, que no me dejes en ningún momento en mi recogimiento, porque soy
desperdiciadora de mi alma.
3. Desasida de lo exterior, desaposesionada de lo interior, desapropiada de las cosas de
Dios, ni lo próspero la detiene ni lo adverso la impide.
4. El alma que está unida con Dios, el demonio la teme como al mismo Dios.
5. El más puro padecer trae y acarrea más puro entender.
6. El alma que quiere que Dios se le entregue todo, se ha de entregar toda, sin dejar nada
para sí.
7. El alma que está en unión de amor, hasta los primeros movimientos no tiene.
8. Los amigos viejos de Dios por maravilla faltan a Dios, porque están ya sobre todo lo
que les puede hacer falta.
9. Amado mío, todo lo áspero y trabajoso quiero para mí, y todo lo suave y sabroso
quiero para ti .
10. La mayor necesidad que tenemos para aprovechar es de callar a este gran Dios con
el apetito y con la lengua, cuyo lenguaje que él más oye, sólo es el callado amor.
11. Desancillar para buscar a Dios. La luz que aprovecha en lo exterior para no caer, es
al revés en las cosas de Dios, de manera que es mejor no ver, y tiene el alma más
seguridad.
12. Más se granjea en los bienes de Dios en una hora que en los nuestros toda la vida.
13. Ama el no ser conocida de ti ni de los otros. Nunca mirar los bienes ni los males
ajenos.
14. Andar a solas con Dios; obrar en el medio; esconder los bienes de Dios.
15. Andar a perder y que todos nos ganen es de ánimos valerosos, de pechos generosos;
de corazones dadivosos es condición dar antes que recibir, hasta que vienen a darse a sí
mismos, porque tienen por gran carga poseerse, que más gustan de ser poseídos y ajenos
de sí, pues somos más propios de aquel infinito Bien que nuestros.
16. Grande mal es tener más ojo a los bienes de Dios que al mismo Dios. Oración y
desapropio.
17. Mire aquel infinito saber y aquel secreto escondido. ¡Qué paz, qué amor, qué
silencio está en aquel pecho divino, qué ciencia tan levantada es la que Dios allí enseña,
que es lo que llamamos actos anagógicos, que tanto encienden el corazón.
18. Mucho se desmejora y menoscaba el secreto de la conciencia todas las veces que
alguno manifiesta a los hombres el fruto de ella, porque entonces recibe por galardón el
fruto de la fama transitoria.
19. Hable poco, y en cosas que no es preguntado no se meta.
20. Siempre procure traer a Dios presente y conservar en sí la pureza que Dios le
enseña.
21. No se disculpe ni rehúse ser corregido de todos; oiga con rostro sereno toda
reprensión; piense que se lo dice Dios.
22. Viva como si no hubiese en este mundo más que Dios y ella, para que no pueda su
corazón ser detenido por cosa humana.
23. Tenga por misericordia de Dios que alguna vez le digan alguna buena palabra, pues
no merece ninguna.
24. Nunca deje derramar su corazón, aunque sea por un credo.
25. Nunca oiga flaquezas ajenas, y si alguna se quejare a ella de otra, podrále decir con
humildad no le diga nada.
26. No se queje de nadie; no pregunte cosa alguna, y si le fuere necesario preguntar, sea
con pocas palabras.
27. No rehúse el trabajo, aunque le parezca no lo podrá hacer. Hallen todos en ella
piedad.
28. No contradiga. En ninguna manera hable palabras que no vayan limpias.
29. Lo que hablare sea de manera que no sea nadie ofendido, y que sea en cosas que no
le pueda pesar que lo sepan todos.
30. No niegue cosa que tenga, aunque la haya menester.
31. Calle lo que Dios le diere y acuérdese de aquel dicho de la esposa: Mi secreto para
mí (Is. 24, 16).
32. Procure conservar el corazón en paz; no le desasosiegue ningún suceso de este
mundo; mire que todo se ha de acabar.
33. No pare mucho ni poco en quién es contra ella o con ella, y siempre procure agradar
a su Dios. Pídale se haga en ella su voluntad. Amele mucho, que se lo debe.
34. Doce estrellas para llegar a la suma perfección: amor de Dios, amor del prójimo,
obediencia, castidad, pobreza, asistir al coro, penitencia, humildad, mortificación,
oración, silencio, paz.
35. Nunca tomes por ejemplo al hombre en lo que hubieres de hacer, por santo que sea,
porque te pondrá el demonio delante sus imperfecciones sino imita a Cristo, que es
sumamente perfecto y sumamente santo, y nunca errarás.
36. Buscad leyendo y hallaréis meditando; llamad orando y abriros han contemplando.
Inicio -------------------------------------------------------------------------FIN
[San Juan de la Cruz CAUTELAS]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LAS CAUTELAS
CONTRA EL MUNDO
Primera cautela Segunda cautela Tercera cautela
CONTRA EL DEMONIO
Primera cautela Segunda cautela Tercera cautela
CONTRA SÍ MISMO Y SAGACIDAD DE SU SENSUALIDAD
Primera cautela Segunda cautela Tercera cautela
--------------------------------------------------------------------------CAUTELAS
INSTRUCCION Y CAUTELAS de que debe usar el que desea ser verdadero religioso y
llegar a la perfección.
1. El alma que quiere llegar en breve al santo recogimiento, silencio espiritual, desnudez
y pobreza de espíritu, donde se goza el pacífico refrigerio del Espíritu Santo, y se
alcanza unidad con Dios, y librarse de los impedimentos de toda criatura de este mundo,
y defenderse de las astucias y engaños del demonio, y libertarse de si mismo, tiene
necesidad de ejercitar los documentos siguientes, advirtiendo que todos los daños que el
alma recibe nacen de los enemigos ya dichos, que son: mundo, demonio y carne.
2. El mundo es el enemigo menos dificultoso: el demonio es más oscuro de entender;
pero la carne es más tenaz que todos, y duran sus acometimientos mientras dura el
hombre viejo.
3. Para vencer a uno de estos enemigos es menester vencerlos a todos tres; y
enflaquecido uno, se enflaquecen los otros dos, y vencidos todos tres, no le queda al
alma más guerra.
CONTRA EL MUNDO
4. Para librarte perfectamente del daño que te puede hacer el mundo, has de usar de tres
cautelas.
Primera cautela.
5. La primera es que acerca de todas las personas tengas igualdad de amor e igualdad de
olvido, ahora sean deudos ahora no, quitando el corazón de éstos tanto como de aquéllos
y aun en alguna manera más de parientes, por el temor de que la carne y sangre no se
avive con el amor natural que entre los deudos siempre vive, el cual conviene mortificar
para la perfección espiritual. Tenlos todos como por extraños, y de esa manera cumples
mejor con ellos que poniendo la afición que debes a Dios en ellos.
6. No ames a una persona más que a otra, que errarás; porque aquel es digno de más
amor que Dios ama más, y no sabes tú a cuál ama Dios más. Pero olvidándolos tú
igualmente a todos, según te conviene para el santo recogimiento, te librarás del yerro
de más y menos en ellos.
No pienses nada de ellos, no trates nada de ellos, ni bienes ni males, y huye de ellos
cuanto buenamente pudieres, y si esto no guardas, no sabrás ser religioso, ni podrás
llegar al santo recogimiento ni librarte de las imperfecciones. Y si en esto te quisieres
dar alguna licencia, o en uno o en otro te engañará el demonio, o tú a ti mismo, con
algún color de bien o de mal.
En hacer esto hay seguridad, y de otra manera no te podrás librar de las imperfecciones
y daños que saca el alma de las criaturas.
Segunda cautela.
7. La segunda cautela contra el mundo es acerca de los bienes temporales; en lo cual es
menester, para librarse de veras de los daños de este género y templar la demasía del
apetito, aborrecer toda manera de poseer y ningún cuidado le dejes tener acerca de ello:
no de comida, no de vestido ni de otra cosa criada, ni del día de mañana, empleando ese
cuidado en otra cosa más alta, que es en buscar el reino de Dios, esto es, en no faltar a
Dios; que lo demás, como Su Majestad dice, nos será añadido (Mt. 6, 33), pues no ha de
olvidarse de ti el que tiene cuidado de las bestias. Con esto adquirirás silencio y paz en
los sentidos.
Tercera cautela.
8. La tercera cautela es muy necesaria para que te sepas guardar en el convento de todo
daño acerca de los religiosos; la cual, por no la tener muchos, no solamente perdieron la
paz y bien de su alma, pero vinieron y vienen ordinariamente a dar en grandes males y
pecados. Esta es que guardes con toda guarda de poner el pensamiento y menos la
palabra en lo que pasa en la comunidad; qué sea o haya sido ni de algún religioso en
particular, no de su condición, no de su trato, no de sus cosas, aunque más graves sean,
ni con color de celo ni de remedio, sino a quien de derecho conviene, decirlo a su
tiempo; y jamás te escandalices ni maravilles de cosas que veas ni entiendas,
procurando tú guardar tu alma en el olvido de todo aquello.
9. Porque si quieres mirar en algo, aunque vivas entre ángeles, te parecerán muchas
cosas no bien, por no entender tú la sustancia de ellas. Para lo cual toma ejemplo en la
mujer de Lot (Gn. 19, 26), que porque se alteró en la perdición de los sodomitas
volviendo la cabeza a mirar atrás, la castigó el Señor volviéndola en estatua y piedra de
sal. Para que entiendas que, aunque vivas entre demonios, quiere Dios que de tal manera
vivas entre ellos que ni vuelvas la cabeza del pensamiento a sus cosas, sino que las dejes
totalmente, procúranlo tú traer tu alma pura y entera en Dios, sin que un pensamiento de
eso ni de esotro te lo estorbe.
Y para esto ten por averiguado que en los conventos y comunidades nunca ha de faltar
algo en qué tropezar, pues nunca faltan demonios que procuren derribar los santos, y
Dios lo permite para ejercitarlos y probarlos.
Y, si tú no te guardas, como está dicho, como si no estuvieses en casa, no sabrás ser
religioso, aunque más hagas, ni llegar a la santa desnudez y recogimiento, ni librarte de
lo daños que hay en esto; porque no lo haciendo así, aunque más buen fin y celo lleves,
en uno en otro te cogerá el demonio y harto cogido estás cuando ya das lugar a distraer
el alma en algo de ello; y acuérdate de lo que dice el apóstol Santiago: Si alguno piensa
que es religioso no refrenando su lengua, la religión de éste vana es (1, 26). Lo cual se
entiende no menos de la lengua interior que de la exterior.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CONTRA EL DEMONIO
10. De otras tres cautelas debe usar el que aspira a la perfección para librarse del
demonio, su segundo enemigo. Para lo cual has de advertir que, entre las muchas
astucias de que el demonio usa para engañar a los espírituales, la más ordinaria es
engañarlos debajo de especie de bien y no debajo de especie de mal; porque sabe que el
mal conocido apenas lo tomarán. Y así siempre te has de recelar de lo que parece bueno,
mayormente cuando no interviene obediencia. La sanidad de esto es el consejo de quien
le debes tomar.
Primera cautela.
11. Sea la primera cautela que jamás, fuera de lo que de orden estás obligado, te muevas
a cosa, por buena que parezca y llena de caridad, ahora para ti, ahora para otro
cualquiera de dentro y fuera de casa, sin orden, de obediencia. Ganarás en esto mérito y
seguridad: excúsaste de propiedad y huyes el daño y daños que no sabes, que te pedirá
Dios en su tiempo, y si esto no guardas en lo poco y en lo mucho, aunque más te
parezca que aciertas, no podrás dejar de ser engañado del demonio o en poco o en
mucho. Aunque no sea más que no regirte en todo por obediencia, ya yerras
culpablemente, pues Dios más quiere obediencia que sacrificios (1 Re. 15, 22), y las
acciones del religioso no son suyas, sino de la obediencia, y si las sacare de ella, se las
pedirán como perdidas.
Segunda cautela.
12. La segunda cautela sea que jamás mires al prelado con menos ojos que a Dios, sea el
prelado que fuere, pues le tienes en su lugar; y advierte que el demonio mete mucho
aquí la mano. Mirando así al prelado es grande la ganancia y aprovechamiento, y sin
esto grande la pérdida y el daño. Y así con grande vigilancia vela en que no mires en su
condición, ni en su modo, ni en su traza, ni en otras maneras de proceder suyas; porque
te harás tanto daño que vendrás a trocar la obediencia de divina en humana, moviéndote
no te moviendo sólo por los modos que ves visibles en el prelado, y no por Dios
invisible, a quien sirves en él. Y será tu obediencia vana o tanto más infructuosa cuanto
más tú, por la adversa condición del prelado, te agravas o por la buena condición te
aligeras. Porque dígote que mirar en estos modos a grande multitud de religiosos tiene
arruinados en la perfección, y sus obediencias son de muy poco valor delante de los ojos
de Dios, por haberlos ellos puesto en estas cosas acerca de la obediencia.
Si esto no haces con fuerza, de manera que vengas a que no se te dé más que sea prelado
uno que otro, por lo que a tu particular sentimiento toca, en ninguna manera podrás ser
espiritual ni guardar bien tus votos.
Tercera cautela.
13. La tercera cautela, derechamente contra el demonio, es que de corazón procures
siempre humillarte en la palabra y en la obra, holgándote del bien de los otros como del
de ti mismo y queriendo que los antepongan a ti en todas las cosas, y esto con verdadero
corazón. Y de esta manera vencerás en el bien el mal (Rm. 12, 21), y echarás lejos el
demonio y traerás alegría de corazón Y esto procura ejercitar más en los que menos te
caen en gracia. Y sábete que si así no lo ejercitas, no llegarás a la verdadera caridad ni
aprovecharás en ella.
Y seas siempre más amigo de ser enseñado de todos que querer enseñar aun al que es
menos que todos.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CONTRA SÍ MISMO Y SAGACIDAD DE SU SENSUALIDAD
14. De otras tres cautelas ha de usar el que se ha de vencer a si mismo y su sensualidad,
su tercer enemigo.
Primera cautela.
15. La primera cautela sea que entiendas que no has venido al convento sino a que todos
te labren y ejerciten. Y así, para librarte de todas las turbaciones e imperfecciones se te
pueden ofrecer acerca de las condiciones y trato de los religiosos y sacar provecho de
todo acaecimiento, conviene que pienses que todos son oficiales que están en el
convento para ejercitarte, como a la ver dad lo son, y que unos te han de labrar de
palabra, otros de obra, otros de pensamientos contra ti, y que en todo esto tú has de estar
sujeto, como la imagen lo está ya al que la labra, ya al que la pinta, ya al que la dora.
Y si esto no guardas, no sabrás vencer tu sensualidad y sentimientos, ni sabrás haberte
bien en el convento con los religiosos, ni alcanzarás la santa paz, ni te librarás de
muchos tropiezos y males.
Segunda cautela.
16. La segunda cautela es que jamás dejes de hacer las obras por la falta de gusto o
sabor que en ellas hallares, si conviene al servicio de Dios que ellas se hagan. Ni las
hagas por solo el sabor y gusto que te dieren sino conviene hacerlas tanto como las
desabridas, porque sin esto es imposible que ganes constancia y que venzas tu flaqueza.
Tercera cautela.
17. La tercera cautela sea que nunca en los ejercicios el varón espiritual ha de poner los
ojos en lo sabroso de ellos para asirse de ello y por sólo aquello hacer los tales
ejercicios, ni ha de huir lo amargo de ellos, antes ha de buscar lo desabrido y trabajoso
de ellos y abrazarlo, con lo cual se pone freno a la sensualidad. Porque de otra manera,
ni perderás el amor propio ni ganarás amor de Dios.
Inicio -------------------------------------------------------------------------FIN
[San Juan de la Cruz AVISOS A UN RELIGIOSO]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LOS AVISOS A UN RELIGIOSO
AVISOS A UN RELIGIOSO
GRADOS DE PERFECCIÓN
--------------------------------------------------------------------------AVISOS A UN RELIGIOSO PARA ALCANZAR LA PERFECCIÓN
1. Jesús Mariae Filius. Pidióme su santa caridad mucho en pocas palabras; para lo cual
era necesario mucho tiempo y papel. Viéndome, pues, falto de todas estas cosas,
procuré de resumirme y poner solamente algunos puntos o avisos, que en suma
contienen mucho y que quien perfectamente los guardare alcanzará mucha perfección.
El que quisiere ser verdadero religioso y cumplir con el estado que tiene prometido a
Dios, y aprovechar en las virtudes y gozar de las consolaciones y suavidad del Espíritu
Santo, no, no podrá si no procura ejercitar con grandísimo cuidado los cuatro avisos
siguientes, que son: resignación, mortificación, ejercicio de virtudes, soledad corporal y
espiritual.
2. Para guardar lo primero, que es resignación, le conviene que de tal manera viva en el
monasterio como si otra persona en él no viviese. Y así, jamás se entremeta, ni de
palabra ni de pensamiento, en las cosas que pasan en la comunidad ni de las
particulares, no queriendo notar ni sus bienes, ni sus males, ni sus condiciones; y,
aunque se hunda el mundo, ni querer advertir ni entremeterse en ello, por guardar el
sosiego de su alma; acordándose de la mujer de Lot, que, porque volvió la cabeza a
mirar los clamores y ruido de los que perecían, se volvió en dura piedra (Gn. 19, 26).
Esto ha menester guardar con gran fuerza, porque con ello se librará de muchos pecados
e imperfecciones y guardará el sosiego y quietud de su alma, con mucho
aprovechamiento delante de Dios y de los hombres.
Y esto se mire mucho, que importa tanto, que por no lo guardar muchos religiosos, no
sólo nunca les lucieron las otras obras de virtud y de religión que hicieron, mas fueron
siempre hacia atrás de mal en peor.
3. Para obrar lo segundo y aprovecharse en ello, que es mortificación, le conviene muy
de veras poner en su corazón esta verdad, y es que no ha venido a otra cosa al convento
sino para que le labren y ejerciten en la virtud, y que es como la piedra, que la han de
pulir y labrar antes que la asienten en el edificio.
Y así, ha de entender que todos los que están en el convento no son más que oficiales
que tiene Dios allí puestos para que solamente le labren y pulan en mortificación, y que
unos le han de labrar con la palabra, diciéndole lo que no quisiera oír; otros con la obra,
haciendo contra él lo que no quisiera sufrir; otros con la condición, siéndole molestos y
pesados en sí y en su manera de proceder; otros con los pensamientos, sintiendo en ellos
o pensando en ellos que no le estiman ni aman.
Y todas estas mortificaciones y molestias debe sufrir con paciencia interior, callando
por amor de Dios, entendiendo que no vino a la Religión para otra cosa sino para que lo
labrasen así y fuese digno del cielo. Que, si para esto no fuera, no había para qué venir a
la Religión, sino estarse en el mundo buscando su consuelo, honra y crédito y sus
anchuras.
4. Y este segundo aviso es totalmente necesario al religioso para cumplir con su estado
y hallar la verdadera humildad, quietud interior y gozo en el Espíritu Santo. Y, si así no
lo ejercita, ni sabe ser religioso, ni aun a lo que vino a la Religión; ni sabe buscar a
Cristo, sino a sí mismo; ni hallará paz en su alma, ni dejará de pecar y turbarse muchas
veces.
Porque nunca han de faltar ocasiones en la Religión, ni Dios quiere que falten, porque,
como trae allí a las almas para que se prueben y purifiquen, como el oro con fuego y
martillo (Eccli. 2, 5), conviene que no falten pruebas y tentaciones de hombres y de
demonios, fuego de angustias y desconsuelos.
En las cuales cosas se ha de ejercitar el religioso, procurando siempre llevarlas con
paciencia y conformidad con la voluntad de Dios, y no llevarlo de manera que, en lugar
de aprovecharle Dios en la probación, le venga a reprobar por no haber querido llevar la
cruz de Cristo con paciencia.
Por no entender muchos religiosos que vinieron a esto, sufren mal a los otros; los cuales
al tiempo de la cuenta se hallaran muy confusos y burlados.
5. Para obrar lo tercero, que es ejercicio de virtudes, le conviene tener constancia en
obrar las cosas de su Religión y de la obediencia, sin ningún respeto de mundo, sino
solamente por Dios. Y para hacer esto así y sin engaño, nunca ponga los ojos en el gusto
o disgusto que se le ofrece en la obra para hacerla o dejarla de hacer, sino a la razón que
hay de hacerla por Dios. Y así, ha de hacer todas las cosas, sabrosas o desabridas, con
este solo fin de servir a Dios con ellas.
6. Y para obrar fuertemente y con esta constancia y salir presto a luz con las virtudes,
tenga siempre cuidado de inclinarse más a lo dificultoso que a lo fácil, a lo áspero que a
lo suave, y a lo penoso de la obra y desabrido que a lo sabroso y gustoso de ella, y no
andar escogiendo lo que es menos cruz, pues es carga liviana (Mt. 11, 30 ); y cuanto
más carga, más leve es, llevada por Dios. Procure también siempre que tos Hermanos
sean preferidos a él en todas las comodidades, poniéndose siempre en más bajo lugar, y
esto muy de corazón, porque éste es el modo de ser mayor en lo espiritual, como nos
dice Dios en su Evangelio: Qui se humiliaverit, exaltabitur (Lc. 14, 11).
7. Para obrar lo cuarto, que es soledad, le conviene tener todas las cosas del mundo por
acabadas, y así cuando, por no poder más, las hubiere de tratar, sea tan desasidamente
como si no fuesen.
8. Y de las cosas de allá fuera no tenga cuenta ninguna, pues Dios te ha ya sacado y
descuidado de ellas. El negocio que pudiere tratar por tercera persona no lo haga por sí
mismo, porque te conviene mucho ni querer ver a nadie, ni que nadie te vea.
Y advierta mucho que, si a cualquiera de los fieles ha Dios de pedir estrecha cuenta de
una palabra ociosa (Mt. 12, 26), cuánto más al religioso, que tiene toda su vida y obras
consagradas a Dios, y se las ha de pedir todas el día de su cuenta.
9. No quiero decir por esto que deje de hacer el oficio que tiene, y cualquiera otro que la
obediencia le mandare, con toda la solicitud posible y que fuere necesaria, sino que de
tal manera lo haga que nada se le pegue en él de culpa, porque esto no lo quiere Dios ni
la obediencia.
Para esto procure ser continuo en la oración, y en medio de los ejercicios corporales no
la deje. Ahora coma, ahora beba, o hable o trate con seglares, o haga cualquier otra
cosa, siempre ande deseando a Dios y aficionando a él su corazón, que es cosa muy
necesaria para la soledad interior, en la cual se requiere no dejar el alma parar ningún
pensamiento que no sea enderezado a Dios y en olvido de todas las cosas que son y
pasan en esta mísera y breve vida.
En ninguna manera quiera saber cosa, sino sólo cómo servirá más a Dios y guardará
mejor las cosas de su instituto.
10. Si estas cuatro cosas guardare Su Caridad con cuidado, muy en breve será perfecto,
las cuales de tal manera se ayudan una a otra, que, si en una faltare, lo que por las otras
fuere aprovechando y ganando, por aquella en que falta se le va perdiendo.
Inicio -------------------------------------------------------------------------GRADOS DE PERFECCIÓN
1. No hacer un pecado por cuanto hay en el mundo, ni hacer ningún venial a sabiendas,
ni imperfección conocida.
2. Procurar andar siempre en la presencia de Dios, o real, o imaginaria, o unitiva,
conforme con las obras se compadeciere.
3. No hacer cosa ni decir palabra notable que no la dijera o hiciera Cristo si estuviera en
el estado que yo estoy y tuviera la edad y salud que yo tengo.
4. Procure en todas las cosas la mayor honra y gloria de Dios.
5. Por ninguna ocupación dejar la oración mental, que es sustento del alma.
6. No dejar el examen de conciencia por las ocupaciones, y por cada falta hacer alguna
penitencia.
7. Tener gran dolor por cualquier tiempo perdido o que se le pasa en que no ame a Dios.
8. En todas las cosas altas y bajas tenga por fin a Dios, porque de otra manera no crecerá
en perfección y mérito.
9. Nunca falte en la oración, y cuando tuviere sequedad y dificultad, por el mismo caso
persevere en ella, porque quiere Dios muchas veces ver lo que tiene en su alma, lo cual
no se prueba en la facilidad y gusto.
10. Del cielo y de la tierra siempre lo más bajo y el lugar y oficio más ínfimo.
11. Nunca se entremeta en lo que no le es mandado ni porfíe en cosa alguna, aunque sea
el que tiene razón. Y en lo que le fuere mandado, si le dieren el pie (como dicen) no se
tome la mano, que algunos se engañan en esto, entendiendo que tienen obligación de
hacer lo que nada les obliga si bien lo mirasen.
12. De las cosas ajenas, buenas o malas, nunca tenga cuenta, porque, allende del peligro
que hay de pecar, es causa de distracciones y poco espíritu.
13. Procure siempre confesarse con mucho conocimiento de su miseria y con claridad y
pureza.
14. Aunque las cosas de su obligación y oficio se le hagan dificultosas y acedas, no
desmaye por entonces en ellas, porque no ha de ser siempre así, y Dios, que prueba el
alma fingiendo trabajo en el precepto (Sal. 93, 20 ), de allí a poco le hará sentir el bien y
ganancia.
15. Siempre se acuerde de que todo lo que por él pasare, próspero o adverso, viene de
Dios, para que así ni en lo uno se ensoberbezca ni en lo otro desmaye.
16. Acuérdese siempre cómo no ha venido más de a ser santo, y así no admita reinar
cosa en su alma que no encamine a santidad.
17. Siempre sea amigo más de dar a otros contento que a sí mismo, y así no tendrá
envidia ni propiedad acerca del prójimo. Esto se entiende en lo que fuere según
perfección, porque se enoja Dios mucho contra los que no anteponen lo que a él place al
beneplácito de los hombres. Soli Deo honor et gloria.
Inicio -------------------------------------------------------------------------FIN
[San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE CARMELO Monte]
[Cristo de San Juan de la Cruz]
ÍNDICE GENERAL
MONTE DE PERFECCIÓN
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
Introducción Argumento Canciones Prólogo
LIBRO PRIMERO
Capítulos
| 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 |
| 11 | 12 | 13 | 14 | 15 |
LIBRO SEGUNDO
Capítulos
| 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 |
| 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 |
| 21 | 22 | 23 | 24 | 25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 | 31 | 32 |
LIBRO TERCERO
Capítulos
| 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 |
| 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 |
| 21 | 22 | 23 | 24 | 25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 |
| 31 | 32 | 33 | 34 | 35 | 36 | 37 | 38 | 39 | 40 |
| 41 | 42 | 43 | 44 | 45 |
--------------------------------------------------------------------------MONTE DE PERFECCIÓN
TRANSCRIPCIÓN
Leyendo en el sentido natural de una ascensión o escalada de abajo hacia arriba:
- Las cuatro columnas o secciones (de izquierda a derecha) escritas verticalmente:
Para venir a gustarlo todo
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a saberlo todo
no quieras saber algo en nada.
Para venir a poseerlo todo
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo
no quieras ser algo en nada.
________________________________
Para venir a lo que gustas
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes
has de ir por donde no sabes.
Para venir a poseer lo que no posees
has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres
has de ir por donde no eres.
________________________________
Cuando reparas en algo
dejas de arrojarte al todo.
Para venir del todo al todo
has de dejarte del todo en todo,
y cuando lo vengas del todo a tener
has de tenerlo sin nada querer.
________________________________
En esta desnudez halla el
espíritu su descanso, porque no
comunicando nada, nada le fatiga hacia
arriba, y nada le oprime
hacia abajo, porque está en
el centro de su humildad.
- Los caminos o sendas en dirección, también vertical, que separan los anteriores avisos,
se suceden así de izquierda a derecha:
Camino de espíritu de imperfección del cielo: gloria, gozo, saber, consuelo, descanso.
Senda del Monte Carmelo espíritu de perfección: nada, nada, nada, nada, nada, nada, y
aún en el monte nada.
Camino de espíritu de imperfección del suelo: poseer, gozo, saber, consuelo, descanso.
- En los bordes exteriores de los caminos o sendas, verticalmente y de izquierda a
derecha:
a la izquierda: Cuando yo no lo quería téngolo todo sin querer.
a la derecha: Cuando menos lo quería téngolo todo sin querer.
- En los dos espacios centrales con las rayas señalando a las sendas de imperfección se
lee:
en la de la izquierda (desde arriba): Cuanto más tenerlo quise con tanto menos me hallé
(y con escritura invertida): ni esotro, ni esotro, ni esotro, ni esotro, ni esotro, ni esotro.
en la derecha (desde arriba): Cuanto más buscarlo quise con tanto menos me hallé: ni
eso, ni eso, ni eso, ni eso, ni eso, ni eso.
- Formando un arco de izquierda a derecha se colocan los frutos, virtudes y dones, a
saber:
Paz, gozo, alegría, deleite, sabiduría, justicia, fortaleza, caridad, piedad.
- A la altura del círculo central y flanqueándolo se lee:
a la izquierda: No me da gloria nada.
a la derecha: No me da pena nada.
- El círculo central está formado por el texto de Jeremías (2, 7): Introduxit vos in terram
Carmeli ut comederetis fructum eius et bona illius. Hier. 2.
- Dentro del círculo la sentencia profética:
Sólo mora en este monte honra y gloria de Dios.
- Bordea la línea superior del arco esta leyenda:
Ya por aquí no hay camino porque para el justo no hay ley; él para sí se es ley (cf. 1
Tim. 1, 9 y Rom. 2, 14).
- Remata o corona el dibujo el título: MONTE CARMELO. -------------------------------------------------------------------------SUBIDA DEL MONTE CARMELO
Trata de cómo podrá un alma disponerse para llegar en breve a la divina unión. Da
avisos y doctrina, así a los principiantes como a los aprovechados, muy provechosa para
que sepan desembarazarse de todo lo temporal y no embarazarse con lo espiritual, y
quedar en la suma desnudez y libertad de espíritu, cual se requiere para la divina unión.
Compuesta por el Padre Fr. Juan de la Cruz, Carmelita Descalzo.
ARGUMENTO
Toda la doctrina que entiendo tratar en esta Subida del Monte Carmelo está incluida en
las siguientes canciones, y en ellas se contiene el modo de subir hasta la cumbre del
monte, que es el alto estado de la perfección, que aquí llamamos unión del alma con
Dios. Y porque tengo de ir fundando sobre ellas lo que dijere, las he querido poner aquí
juntas, para que se entienda y vea junta toda la sustancia de lo que se ha de escribir;
aunque, al tiempo de la declaración, convendrá poner cada canción de por sí y, ni más ni
menos, los versos de cada una, según lo pidiere la materia y declaración. Dice, pues, así:
Inicio
CANCIONES
[San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE
CARMELOCanciones]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
--------------------------------------------------------------------------CANCIONES
en que canta el alma la dichosa ventura que tuvo en pasar por la oscura noche de la fe,
en desnudez y purgación suya, a la unión del Amado.
1. En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada, ¡oh dichosa ventura!, salí sin
ser notada estando ya mi casa sosegada.
2. A oscuras y segura, por la secreta escala, disfrazada, ¡oh dichosa ventura!, a oscuras y
en celada, estando ya mi casa sosegada.
3. En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y
guía sino la que en el corazón ardía.
4. Aquésta me guiaba más cierto que la luz del mediodía, adonde me esperaba quien yo
bien me sabía, en parte donde nadie parecía.
5. ¡Oh noche que guiaste! ¡Oh noche amable más que la alborada! ¡Oh noche que
juntaste Amado con amada, amada en el Amado transformada!
6. En mi pecho florido, que entero para él solo se guardaba, allí quedó dormido, y yo le
regalaba, y el ventalle de cedros aire daba.
7. El aire de la almena, cuando yo sus cabellos esparcía, con su mano serena en mi
cuello hería y todos mis sentidos suspendía.
8. Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado, cesó todo y dejéme, dejando
mi cuidado entre las azucenas olvidado.
Inicio
PRÓLOGO
[San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE
CARMELOPrólogo]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
--------------------------------------------------------------------------PRÓLOGO
1. Para haber de declarar y dar a entender esta noche oscura por la cual pasa el alma
para llegar a la divina luz de la unión perfecta del amor de Dios, cual se puede en esta
vida, era menester otra mayor luz de ciencia y experiencia que la mía; porque son tantas
y tan profundas las tinieblas y trabajos, así espirituales como temporales, por que
ordinariamente suelen pasar las dichosas almas para poder llegar a este alto estado de
perfección, que ni basta ciencia humana para lo saber entender, ni experiencia para lo
saber decir; porque sólo el que por ello pasa sabrá sentir, mas no decir.
2. Y, por tanto, para decir algo de esta noche oscura, no fiaré ni de experiencia ni de
ciencia, porque lo uno y lo otro puede faltar y engañar; mas, no dejándome de ayudar en
lo que pudiere de estas dos cosas, aprovecharme he para todo lo que, con el favor
divino, hubiere de decir -a lo menos para lo más importante y oscuro de entender- de la
divina Escritura, por la cual guiándonos no podremos errar, pues que el que en ella
habla es el Espíritu Santo. Y si yo en algo errare, por no entender bien así lo que en ella
como en lo que sin ella dijere, no es mi intención apartarme del sano sentido y doctrina
de la santa Madre Iglesia Católica, porque en tal caso totalmente me sujeto y resigno no
sólo a su mandato, sino a cualquiera que en mejor razón de ello juzgare.
3. Para lo cual me ha movido, no la posibilidad que veo en mí para cosa tan ardua, sino
la confianza que en el Señor tengo de que ayudará a decir algo, por la mucha necesidad
que tienen muchas almas; las cuales, comenzando el camino de la virtud, y queriéndolas
Nuestro Señor poner en esta noche oscura para que por ella pasen a la divina unión,
ellas no pasan adelante; a veces, por no querer entrar o dejarse entrar en ella; a veces,
por no se entender y faltarles guías idóneas y despiertas que las guíen hasta la cumbre.
Y así, es lástima ver muchas almas a quien Dios da talento y favor para pasar adelante,
que, si ellas quisiesen animarse, llegarían a este alto estado, y quédanse en un bajo
modo de trato con Dios, por no querer, o no saber, o no las encaminar y enseñar a
desasirse de aquellos principios. Y ya que, en fin, Nuestro Señor las favorezca tanto,
que sin eso y sin esotro las haga pasar, llegan muy tarde y con más trabajo y con menos
merecimiento, por no haber acomodádose ellas a Dios, dejándose poner libremente en el
puro y cierto camino de la unión. Porque, aunque es verdad que Dios las lleva -que
puede llevarlas sin ellas-, no se dejan ellas llevar; y así, camínase menos, resistiendo
ellas al que las lleva, y no merecen tanto, pues no aplican la voluntad, y en eso mismo
padecen más. Porque hay almas que, en vez de dejarse a Dios y ayudarse, antes estorban
a Dios por su indiscreto obrar o repugnar, hechas semejantes a los niños que, queriendo
sus madres llevarlos en brazos, ellos van pateando y llorando, porfiando por se ir ellos
por su pie, para que no se pueda andar nada, y, si se anduviere, sea al paso del niño.
4. Y así, para este saberse dejar llevar de Dios cuando Su Majestad los quiere pasar
adelante, así a los principiantes como a los aprovechados, con su ayuda daremos
doctrina y avisos, para que sepan entender o, a lo menos, dejarse llevar de Dios. Porque
algunos padres espirituales, por no tener luz y experiencia de estos caminos, antes
suelen impedir y dañar a semejantes almas que ayudarlas al camino, hechos semejantes
a los edificantes de Babilonia que, habiendo de administrar un material conveniente,
daban y aplicaban ellos otro muy diferente, por no entender ellos la lengua (Gn. 11,
1-9), y así no se hacía nada. Por lo cual es recia y trabajosa cosa en tales sazones no
entenderse una alma ni hallar quien la entienda. Porque acaecerá que lleve Dios a una
alma por un altísimo camino de oscura contemplación y sequedad, en que a ella le
parece que va perdida, y que, estando así, llena de oscuridad y trabajos, aprietos y
tentaciones, encuentre quien le diga, como los consoladores de Job (2, 11-13) o que es
melancolía, o desconsuelo, o condición, o que podrá ser alguna malicia oculta suya, y
que por eso la ha dejado Dios; y así, luego suelen juzgar que aquella alma debe de haber
sido muy mala, pues tales cosas pasan por ella.
5. Y también habrá quien le diga que vuelve atrás, pues no halla gusto ni consuelo como
antes en las cosas de Dios; y así doblan el trabajo a la pobre alma. Porque acaecerá que
la mayor pena que ella siente sea del conocimiento de sus miserias propias, en que le
parece que ve más claro que la luz del día que está llena de males y pecados, porque le
da Dios aquella luz del conocimiento en aquella noche de contemplación, como
adelante diremos; y, como halla quien conforme con su parecer, diciendo que serán por
su culpa, crece la pena y el aprieto del alma sin término, y suele llegar a más que morir.
Y no contentándose con esto, pensando los tales confesores que procede de pecados,
hacen a las dichas almas revolver sus vidas y hacer muchas confesiones generales, y
crucificarlas de nuevo; no entendiendo que aquél, por ventura, no es tiempo de eso ni de
esotro, sino de dejarlas así en la purgación que Dios las tiene, consolándolas y
animándolas a que quieran aquella hasta que Dios quiera; porque hasta entonces, por
más que ellas hagan y ellos digan, no hay más remedio.
6. De esto habemos de tratar adelante con el favor divino, y de cómo se ha de haber el
alma entonces y el confesor con ella, y qué indicios habrá para conocer si aquella es la
purgación del alma, y, si lo es, si es del sentido o del espíritu, lo cual es la noche oscura
que decimos, y cómo se podrá conocer si es melancolía u otra imperfección acerca del
sentido o del espíritu.
Porque podrá haber algunas almas que pensarán, ellas o sus confesores, que las lleva
Dios por este camino de la noche oscura de purgación espiritual, y no será, por ventura,
sino alguna imperfección de las dichas; y porque hay también muchas almas que
piensan no tienen oración, y tienen muy mucha; y otras, que tienen mucha, y es poco
más que nada.
7. Hay otras que es lástima que trabajan y se fatigan mucho, y vuelven atrás, y ponen el
fruto del aprovechar en lo que no aprovecha, sino antes estorba, y otras que con
descanso y quietud van aprovechando mucho.
Hay otras que, con los mismos regalos y mercedes que Dios les hace para caminar
adelante, se embarazan y estorban y no van adelante. Y otras muchas cosas que en este
camino acaecen a los seguidores de él, de gozos, penas y esperanzas y dolores: unos que
proceden de espíritu de perfección, otros de imperfección.
De todo, con el favor divino, procuraremos decir algo, para que cada alma que esto
leyere, en alguna manera eche de ver el camino que lleva y el que le conviene llevar, si
pretende llegar a la cumbre de este monte.
8. Y por cuanto esta doctrina es de la noche oscura por donde el alma ha de ir a Dios, no
se maraville el lector si le pareciere algo oscura. Lo cual entiendo yo que será al
principio que la comenzare a leer; mas, como pase adelante, irá entendiendo mejor lo
primero, porque con lo uno se va declarando lo otro. Y después, si lo leyere la segunda
vez, entiendo le parecerá más claro, y la doctrina más sana.
Y si algunas personas con esta doctrina no se hallaren bien, hacerlo ha mi poco saber y
bajo estilo, porque la materia, de suyo, buena es y harto necesaria. Pero paréceme que,
aunque se escribiera más acabada y perfectamente de lo que aquí va, no se aprovecharan
de ello sino los menos, porque aquí no se escribirán cosas muy morales y sabrosas para
todos los espíritus que gustan de ir por cosas dulces y sabrosas a Dios, sino doctrina
sustancial y sólida, así para los unos como para los otros, si quisieren pasar a la
desnudez de espíritu que aquí se escribe.
9. Ni aun mi principal intento es hablar con todos, sino con algunas personas de nuestra
sagrada Religión de los primitivos del Monte Carmelo, así frailes como monjas, por
habérmelo ellos pedido, a quien Dios hace merced de meter en la senda de este monte;
los cuales, como ya están bien desnudos de las cosas temporales de este siglo,
entenderán mejor la doctrina de la desnudez del espíritu.
Inicio
LIBRO PRIMERO
[San Juan de la Cruz SUBIDA DEL
MONTE CARMELOLibro 1º - 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
--------------------------------------------------------------------------LIBRO PRIMERO
CAPÍTULO 1
Pone la primera canción. -Dice dos diferencias de noches por que pasan los espirituales,
según las dos partes del hombre, inferior y superior, y declara la canción siguiente:
(CANCIÓN PRIMERA)
En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada, ¡oh dichosa ventura! salí sin ser
notada estando ya mi casa sosegada.
1. En esta primera canción canta el alma la dichosa suerte y ventura que tuvo en salir de
todas las cosas afuera, y de los apetitos e imperfecciones que hay en la parte sensitiva
del hombre, por el desorden que tiene de la razón. Para cuya inteligencia es de saber
que, para que una alma llegue al estado de perfección, ordinariamente ha de pasar
primero por dos maneras principales de noches, que los espirituales llaman purgaciones
o purificaciones del alma, y aquí las llamamos noches, porque el alma, así en la una
como en la otra, camina como de noche, a oscuras.
2. La primera noche o purgación es de la parte sensitiva del alma, de la cual se trata en
la presente canción, y se tratará en la primera parte de este libro. Y la segunda es de la
parte espiritual, de la cual habla la segunda canción que se sigue; y de ésta también
trataremos en la segunda y tercera parte, cuanto a lo activo; porque, cuanto a lo pasivo,
será en la cuarta.
3. Y esta primera noche pertenece a los principiantes al tiempo que Dios los comienza a
poner en el estado de contemplación, de la cual también participa el espíritu, según
diremos a su tiempo.
Y la segunda noche o purificación pertenece a los ya aprovechados, al tiempo que Dios
los quiere ya poner en el estado de la unión con Dios; y ésta es más oscura y tenebrosa y
terrible purgación, según se dirá después.
DECLARACIÓN DE LA CANCIÓN
4. Quiere, pues, en suma, decir el alma en esta canción que salió -sacándola Dios- sólo
por amor de él, inflamada en su amor, en una noche oscura, que es la privación y la
purgación de todos sus apetitos sensuales acerca de todas las cosas exteriores del mundo
y de las que eran deleitables a su carne, y también de los gustos de su voluntad. Lo cual
todo se hace en esta purgación del sentido. Y, por eso, dice que salía, estando ya su casa
sosegada, que es la parte sensitiva, sosegados ya y dormidos los apetitos en ella, y ella
en ellos. Porque no se sale de las penas y angustias de los retretes de los apetitos hasta
que estén amortiguados y dormidos.
Y esto dice que le fue dichosa ventura, salir sin ser notada, esto es, sin que ningún
apetito de su carne ni de otra cosa se lo pudiese estorbar. Y también porque salió de
noche, que (es) privándola Dios de todos ellos, lo cual era noche para ella.
5. Y esto fue dichosa ventura, meterla Dios en esta noche, de donde se le siguió tanto
bien, en la cual ella no atinara a entrar, porque no atina bien uno por sí solo a vaciarse
de todos los apetitos para venir a Dios.
6. Esta es, en suma, la declaración de la canción. Y ahora nos habremos de ir por cada
verso escribiendo sobre cada uno, y declarando lo que pertenece a nuestro propósito. Y
el mismo estilo se lleva en las demás canciones, como en el prólogo dije, que, primero,
se pondrá cada canción y se declarará, y después, cada verso.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 2
Declara qué noche oscura sea esta por que el alma dice haber pasado a la unión.
En una noche oscura.
1. Por tres cosas podemos decir que se llama noche este tránsito que hace el alma a la
unión de Dios.
La primera, por parte del término (de) donde el alma sale, porque ha de ir careciendo el
apetito de todas las cosas del mundo que poseía, en negación de ellas; la cual negación y
carencia es como noche para todos los sentidos del hombre.
La segunda, por parte del medio o camino por donde ha de ir el alma a esta unión, lo
cual es la fe, que es también oscura para el entendimiento, como noche.
La tercera, por parte del término adonde va, que es Dios, el cual, ni más ni menos, es
noche oscura para el alma en esta vida. Las cuales tres noches han de pasar por el alma,
o, por mejor decir, el alma por ellas, para venir a la divina unión con Dios.
2. En el libro del santo Tobías (6, 18-22) se figuraron estas tres maneras de noches por
las tres noches que el ángel mandó a Tobías el mozo que pasasen antes que se juntase en
uno con la esposa.
En la primera le mandó que quemase el corazón del pez en el fuego, que significa el
corazón aficionado y apegado a las cosas del mundo; el cual, para comenzar a ir a Dios,
se ha de quemar y purificar todo lo que es criatura con el fuego del amor de Dios. Y en
esta purgación se ahuyenta el demonio, que tiene poder en el alma por asimiento a las
cosas corporales y temporales.
3. En la segunda noche le dijo que sería admitido en la compañía de los santos
patriarcas, que son los padres de la fe. Porque pasando por la primera noche, que es
privarse de todos los objetos de los sentidos, luego entra el alma en la segunda noche,
quedándose sola en fe (no como excluye la caridad, sino las otras noticias del
entendimiento -como adelante diremos-) que es cosa que no cae en sentido.
4. En la tercera noche le dijo el ángel que conseguiría la bendición, que es Dios, el cual,
mediante la segunda noche, que es fe, se va comunicando al alma tan secreta e
íntimamente, que es otra noche para el alma, en tanto que se va haciendo la dicha
comunicación muy más oscura que estotras, como luego diremos. Y pasada esta tercera
noche, que es acabarse de hacer la comunicación de Dios en el espíritu, que se hace
ordinariamente en gran tiniebla del alma, luego se sigue la unión con la esposa que es la
sabiduría de Dios. Como también el ángel dijo a Tobías que, pasada la tercera noche, se
juntaría con su esposa con temor del Señor; el cual temor de Dios cuando está perfecto,
está perfecto el amor, que (es) cuando se hace la transformación por amor del alma (con
Dios).
5. Estas tres partes de noche todas son una noche; pero tiene tres partes como la noche.
Porque la primera, que es la del sentido, se compara a prima noche, que es cuando se
acaba de carecer del objeto de las cosas. Y la segunda, que es la fe, se compara a la
media noche, que totalmente es oscura. Y la tercera, al despidiente, que es Dios, la cual
es ya inmediata a la luz del día. Y, para que mejor lo entendamos, iremos tratando de
cada una de estas causas de por sí.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 3
Habla de la primera causa de esta noche, que es de la privación del apetito en todas las
cosas, y da la razón por qué se llama noche.
1. Llamamos aquí noche a la privación del gusto en el apetito de todas las cosas; porque,
así como la noche no es otra cosa sino privación de la luz, y, por el consiguiente, de
todos los objetos que se pueden ver mediante la luz, por lo cual se queda la potencia
visiva a oscuras y sin nada, así también se puede decir la mortificación del apetito noche
para el alma, porque, privándose el alma del gusto del apetito en todas las cosas, es
quedarse como a oscuras y sin nada. Porque, así como la potencia visiva mediante la luz
se ceba y apacienta de los objetos que se pueden ver, y, apagada la luz no se ven, así el
alma mediante el apetito se apacienta y ceba de todas las cosas que según sus potencias
se pueden gustar; el cual también apagado, o, por mejor decir, mortificado, deja el alma
de apacentarse en el gusto de todas las cosas, y así se queda según el apetito a oscuras y
sin nada.
2. Pongamos ejemplo en todas las potencias. Privando el alma su apetito en el gusto de
todo lo que el sentido del oído puede deleitar, según esta potencia se queda el alma a
oscuras y sin nada. Y privándose del gusto de todo lo que al sentido de la vista puede
agradar, también según esta potencia se queda el alma a oscuras y sin nada. Y
privándose del gusto de toda la suavidad de olores que por el sentido del olfato el alma
puede gustar, ni más ni menos según esta potencia, se queda a oscuras y sin nada. Y
negando también el gusto de todos los manjares que pueden satisfacer al paladar,
también se queda el alma a oscuras y sin nada. Y, finalmente, mortificándose el alma en
todos los deleites y contentamientos que del sentido del tacto puede recibir, de la misma
manera se queda el alma según esta potencia a oscuras y sin nada. De manera que el
alma que hubiere negado y despedido de sí el gusto de todas las cosas, mortificando su
apetito en ellas, podremos decir que está como de noche, a oscuras, lo cual no es otra
cosa sino un vacío en ella de todos las cosas.
3. La causa de esto es porque, como dicen los filósofos, el alma, luego que Dios la
infunde en el cuerpo, está como una tabla rasa y lisa en que no está pintado nada; y si no
es lo que por los sentidos va conociendo, de otra parte naturalmente no se le comunica
nada. Y así, en tanto que está en el cuerpo, está como el que está en una cárcel oscura, el
cual no sabe nada sino lo que alcanza a ver por las ventanas de la dicha cárcel, y si por
allí no viese nada, no vería por otra parte. Y así, el alma, si no es lo que por los sentidos
se le comunica, que son las ventanas de su cárcel, naturalmente por otra vía nada
alcanzaría.
4. De donde, si lo que puede recibir por los sentidos ella lo desecha y niega, bien
podemos decir que se queda como a oscuras y vacía; pues, según parece por lo dicho,
naturalmente no le puede entrar luz por otras lumbreras que las dichas. Porque, aunque
es verdad que no puede dejar de oír, y ver, y oler, y gustar, y sentir, no le hace más al
caso ni le embaraza más al alma, si lo niega y lo desecha, que si no lo viese ni lo oyese,
etc. Como también el que quiere cerrar los ojos quedará a oscuras, como el ciego, que
no tiene potencia para ver. Y así, al propósito habla David (Sal. 87, 16), diciendo:
Pauper sum ego, et in laboribus a iuventute mea; que quiere decir: Yo soy pobre y en
trabajos desde mi juventud. Llámase pobre, aunque está claro que era rico, porque no
tenía en la riqueza su voluntad, y así era tanto como ser pobre realmente, mas antes, si
fuera realmente pobre y de la voluntad no lo fuera, no era verdaderamente pobre, pues
el ánima estaba rica y llena en el apetito.
Y por eso llamamos esta desnudez noche para el alma, porque no tratamos aquí del
carecer de las cosas, porque eso no desnuda al alma si tiene apetito de ellas, sino de la
desnudez del gusto y apetito de ellas, que es lo que deja al alma libre y vacía de ellas,
aunque las tenga. Porque no ocupan al alma las cosas de este mundo ni la dañan, pues
no entra en ellas, sino la voluntad y apetito de ellas que moran en ella.
5. Esta primera manera de noche, como después diremos, pertenece al alma según la
parte sensitiva, que es una de las dos que arriba dijimos, por las cuales ha de pasar el
alma para llegar a la unión.
Ahora digamos cuánto conviene al alma salir de su casa en esta noche oscura de sentido
para ir a la unión de Dios.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 4
Donde se trata cuán necesario sea al alma pasar de veras por esta noche oscura del
sentido, la cual es la mortificación del apetito, para caminar a la unión de Dios.
1. La causa por que le es necesario al alma, para llegar a la divina unión de Dios, pasar
esta noche oscura de mortificación de apetitos y negación de los gustos en todas las
cosas, es porque todas las afecciones que tiene en las criaturas son delante de Dios puras
tinieblas, de las cuales estando el alma vestida, no tiene capacidad para ser ilustrada y
poseída de la pura y sencilla luz de Dios, si primero no las desecha de sí, porque no
pueden convenir la luz con las tinieblas; porque, como dice San Juan (1, 5): Tenebrae
eum non comprehenderunt, esto es: Las tinieblas no pudieron recibir la luz.
2. La razón es porque dos contrarios, según nos enseña la filosofía, no pueden caber en
un sujeto. Y porque las tinieblas, que son las afecciones en las criaturas, y la luz, que es
Dios, son contrarios y ninguna semejanza ni conveniencia tienen entre sí, según a los
Corintios enseña san Pablo (2 Cor. 6, 14), diciendo: Quae conventio lucis ad tenebras?,
es a saber: ¿Qué conveniencia se podrá dar entre la luz y las tinieblas?; de aquí es que
en el alma no se puede asentar la luz de la divina unión si primero no se ahuyentan las
afecciones de ella.
3. Para que probemos mejor lo dicho, es de saber que la afición y asimiento que el alma
tiene a la criatura iguala a la misma alma con la criatura, y cuanto mayor es la afición,
tanto más la iguala y hace semejante, porque el amor hace semejanza entre lo que ama y
es amado. Que por eso dijo David (Sal. 113, 8), hablando de los que ponían su afición
en los ídolos: Similes illis fiant qui faciunt ea, et omnes qui confidunt in eis, que quiere
decir: Sean semejantes a ellos los que ponen su corazón en ellos. Y así, el que ama
criatura, tan bajo se queda como aquella criatura, y, en alguna manera, más bajo; porque
el amor no sólo iguala, mas aun sujeta al amante a lo que ama. Y de aquí es que, por el
mismo caso que el alma ama algo, se hace incapaz de la pura unión de Dios y su
transformación; porque mucho menos es capaz la bajeza de la criatura de la alteza del
Criador que las tinieblas lo son de la luz: Porque todas las cosas de la tierra y del cielo,
comparadas con Dios, nada son, como dice Jeremías (4, 23) por estas palabras: Aspexi
terram, et ecce vacua erat et nihil; et caelos, et non erat lux in eis: Miré a la tierra, dice,
y estaba vacía, y ella nada era; y a los cielos, y vi que no tenían luz. En decir que vio la
tierra vacía, da a entender que todas las criaturas de ella eran nada, y que la tierra era
nada también. Y en decir que miró a los cielos y no vio luz en ellos, es decir que todas
las lumbreras del cielo, comparadas con Dios, son puras tinieblas. De manera que todas
las criaturas en esta manera nada son, y las aficiones de ellas son impedimento y
privación de la transformación en Dios; así como las tinieblas nada son y menos que
nada, pues son privación de la luz. Y así como no comprehende a la luz el que tiene
tinieblas, así no podrá comprehender a Dios el alma que en criaturas pone su afición; de
la cual hasta que se purgue, ni acá podrá poseer por transformación pura de amor, ni allá
por clara visión. Y para más claridad, hablaremos más en particular.
4. De manera que todo el ser de las criaturas, comparado con el infinito (ser) de Dios,
nada es. Y, por tanto, el alma que en él pone su afición, delante de Dios también es
nada, y menos que nada; porque, como habemos dicho, el amor hace igualdad y
semejanza, y aun pone más bajo al que ama. Y, por tanto, en ninguna manera podrá esta
alma unirse con el infinito ser de Dios, porque lo que no es no puede convenir con lo
que es. Y descendiendo en particular a algunos ejemplos:
- Toda la hermosura de las criaturas, comparada con la infinita hermosura de Dios, es
suma fealdad, según Salomón en los Proverbios (31, 30) dice: Fallax gratia, et vana est
pulchritudo: Engañosa es la belleza y vana la hermosura. Y así, el alma que está
aficionada a la hermosura de cualquiera criatura, delante de Dios sumamente fea es; y,
por tanto, no podrá esta alma fea transformarse en la hermosura que es Dios, porque la
fealdad no alcanza a la hermosura.
- Y toda la gracia y donaire de las criaturas, comparada con la gracia de Dios, es suma
desgracia y sumo desabrimiento; y, por eso, el alma que se prenda de las gracias y
donaire de las criaturas, sumamente es desgraciada y desabrida delante los ojos de Dios;
y así no puede ser capaz de la infinita gracia de Dios y belleza, porque lo desgraciado
grandemente dista de lo que infinitamente es gracioso.
- Y toda la bondad de las criaturas del mundo, comparada con la infinita bondad de
Dios, se puede llamar malicia. Porque nada hay bueno sino solo Dios (Lc. 18, 19); y,
por tanto, el alma que pone su corazón en los bienes del mundo, sumamente es mala
delante de Dios. Y así como la malicia no comprehende a la bondad, así esta tal alma no
podrá unirse con Dios, el cual es suma bondad.
- Y toda la sabiduría del mundo y habilidad humana, comparada con la sabiduría infinita
de Dios, es pura y suma ignorancia, según escribe san Pablo ad Corinthios (1 Cor. 3,
19), diciendo: Sapientia huius mundi stultitia est apud Deum. La sabiduría de este
mundo, delante de Dios es locura.
5. Por tanto, toda alma que hiciese caso de todo su saber y habilidad para venir a unirse
con la sabiduría de Dios, sumamente es ignorante delante de Dios, y quedará muy lejos
de ella. Porque la ignorancia no sabe qué cosa es sabiduría, como dice San Pablo que
esta sabiduría le parece a Dios necedad. Porque, delante de Dios, aquellos que se tienen
por de algún saber son muy ignorantes; porque de ellos dice el Apóstol escribiendo a los
Romanos (1, 22), diciendo: Dicentes enim se esse sapientes, stulti facti sunt, esto es:
Teniéndose ellos por sabios, se hicieron necios. Y solos aquellos van teniendo sabiduría
de Dios que, como niños ignorantes, deponiendo su saber, andan con amor en su
servicio. La cual manera de sabiduría enseñó también san Pablo ad Corinthios (1 Cor. 3,
18-19): Si quis videtur inter vos sapiens esse in hoc saeculo, stultus fiat ut sit sapiens.
Sapientia enim huius mundi stultitia est apud Deum, esto es: Si alguno le parece que es
sabio entre vosotros, hágase ignorante para ser sabio, porque la sabiduría de este mundo
es acerca de Dios locura. De manera que, para venir el alma a unirse con la sabiduría de
Dios, antes ha de ir no sabiendo que por saber.
- 6. Y todo el señorío y libertad del mundo, comparado con la libertad y señorío del
espíritu de Dios, es suma servidumbre, y angustia, y cautiverio. Por tanto, el alma que se
enamora de mayorías, o de otros tales oficios, y de las libertades de su apetito, delante
de Dios es tenido y tratado no como hijo, sino como bajo esclavo y cautivo, por no
haber querido él tomar su santa doctrina, en que nos enseña que el que quisiere ser
mayor sea menor, y el que quisiere ser menor sea el mayor (Lc. 22, 26). Y, por tanto, no
podrá el alma llegar a la real libertad del espíritu, que se alcanza en su divina unión,
porque la servidumbre ninguna parte puede tener con la libertad, la cual no puede morar
en el corazón sujeto a quereres, porque éste es corazón de esclavo, sino en el libre,
porque es corazón de hijo. Y ésta es la causa por que Sara dijo a su marido Abraham
que echase fuera a la esclava y a su hijo, diciendo que no había de ser heredero el hijo
de la esclava con el hijo de la libre (Gn. 21, 10).
- 7. Y todos los deleites y sabores de la voluntad en todas las cosas del mundo,
comparados con todos los deleites que es Dios, son suma pena, tormento y amargura. Y
así, el que pone su corazón en ellos es tenido delante de Dios por digno de suma pena,
tormento y amargura. Y así, no podrá venir a los deleites del abrazo de la unión de Dios,
siendo él digno de pena y amargura.
- Todas las riquezas y gloria de todo lo criado, comparado con la riqueza que es Dios, es
suma pobreza y miseria. Y así, el alma que lo ama y posee es sumamente pobre y
miserable delante de Dios, y por eso no podrá llegar a la riqueza y gloria, que es el
estado de la transformación en Dios (por cuanto lo miserable y pobre sumamente dista
de lo que es sumamente rico y glorioso).
8. Y, por tanto, la Sabiduría divina, doliéndose de estos tales, que se hacen feos, bajos,
miserables y pobres, por amar ellos esto, hermoso y rico a su parecer, del mundo, les
hace una exclamación en los Proverbios (8, 4-6; 18-21), diciendo: O viri, ad vos
clamito, et vox mea ad filios hominum. Intelligite, parvuli, astutiam, et insipientes,
animadvertite. Audite quia de rebus magnis locutura sum. Y adelante va diciendo:
Mecum sunt divitiae et gloria, opes superbae et iustitia. Melior est fructus meus auro et
lapide pretioso, et genimina mea argento electo. In viis iustitiae ambulo, in medio
semitarum iudicii, ut ditem diligentes me, et thesauros eorum repleam. Quiere decir:
¡Oh varones, a vosotros doy voces, y mi voz es a los hijos de los hombres! Atended,
pequeñuelos, la astucia y sagacidad; los que sois insipientes, advertid. Oíd, porque tengo
de hablar de grandes cosas. Conmigo están las riquezas y la gloria, las riquezas altas y la
justicia. Mejor es el fruto que hallaréis en mí, que el oro y que la piedra preciosa; y mis
generaciones, esto es, lo que de mí engendraréis en vuestras almas, es mejor que la plata
escogida. En los caminos de la justicia ando, en medio de las sendas del juicio, para
enriquecer a los que me aman y cumplir perfectamente sus tesoros.
En lo cual la Sabiduría divina habla con todos aquellos que ponen su corazón y afición
en cualquiera cosa del mundo, según habemos ya dicho. Y llámalos pequeñuelos,
porque se hacen semejantes a lo que aman, lo cual es pequeño. Y, por eso, les dice que
tengan astucia y adviertan que ella trata de cosas grandes y no de pequeñas, como ellos;
que las riquezas grandes y la gloria que ellos aman, con ella y en ella están, y no de
donde ellos piensan; y que las riquezas altas y la justicia en ella moran; porque, aunque
a ellos les parece que las cosas de este mundo lo son, díceles que adviertan que son
mejores las suyas, diciendo que el fruto que en ellas hallará le será mejor que el oro y
que las piedras preciosas; y [lo] que ella en las almas engendra, mejor que la plata
escogida que ellos aman (Pv. 8, 19). En lo cual se entiende todo género de afición que
en esta vida se puede tener.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 5
Donde se trata y prosigue lo dicho, mostrando por autoridades de la Sagrada Escritura y
por figuras cuán necesario sea al alma ir a Dios en esta noche oscura de la mortificación
del apetito en todas las cosas.
1. Por lo dicho se puede echar, en alguna manera, de ver la distancia que hay de todo lo
que las criaturas son en sí a lo que Dios es en sí, y cómo las almas que en alguna de
ellas ponen su afición, esa misma distancia tienen de Dios; pues, como habemos dicho,
el amor hace igualdad y semejanza. La cual distancia, por echarla bien de ver san
Agustín, decía hablando con Dios en los Soliloquios: Miserable de mí, ¿cuándo podrá
mi cortedad e imperfección convenir con tu rectitud? Tú verdaderamente eres bueno, y
yo malo; tú piadoso y yo impío; tú santo, yo miserable; tú justo, yo injusto; tú luz, yo
ciego; tú vida, yo muerte; tú medicina, yo enfermo; tú suma verdad, yo toda vanidad.
Todo esto dice este Santo.
2. Por tanto, es suma ignorancia del alma pensar podrá pasar a este alto estado de unión
con Dios si primero no vacía el apetito de todas las cosas naturales y sobrenaturales que
le pueden impedir, según que adelante declararemos; pues es suma la distancia que hay
de ellas a lo que en este estado se da, que es puramente transformación en Dios. Que,
por eso, Nuestro Señor, enseñándonos este camino, dijo por san Lucas (14, 33): Qui non
renuntiat omnibus quae possidet, non potest meus esse discipulus. Quiere decir: El que
no renuncia todas las cosas que con la voluntad posee, no puede ser mi discípulo. Y esto
está claro, porque la doctrina que el Hijo de Dios vino a enseñar fue el menosprecio de
todas las cosas, para poder recibir el precio del espíritu de Dios en sí; porque, en tanto
que de ellas no se deshiciere el alma, no tiene capacidad para recibir el espíritu de Dios
en pura transformación.
3. De esto tenemos figura en el Exodo (c. 16), donde se lee que no dio Dios el manjar
del cielo, que era el maná, a los hijos de Israel hasta que les faltó la harina que ellos
habían traído de Egipto. Dando por esto a entender que primero conviene renunciar a
todas las cosas, porque este manjar de ángeles no conviene al paladar que quiere tomar
sabor en el de los hombres. Y no solamente se hace incapaz del espíritu divino el alma
que se detiene y apacienta en otros extraños gustos, mas aun enojan mucho a la
Majestad Divina, los que, pretendiendo el manjar de espíritu, no se contentan con sólo
Dios, sino quieren entremeter el apetito y afición de otras cosas. Lo cual también se
echa de ver en este mismo libro de la Sagrada Escritura (Ex. 16, 8-13), donde también
se dice que, no se contentando ellos con aquel manjar tan sencillo, apetecieron y
pidieron manjar de carne; y que Nuestro Señor se enojó gravemente que quisiesen ellos
entremeter un manjar tan bajo y tosco con un manjar tan alto y sencillo, que, aunque lo
era, tenía en sí el sabor y sustancia de todos los manjares. Por lo cual, aún teniendo ellos
los bocados en las bocas, según dice también David (Sal. 77, 31): Ira Dei decendit super
eos: descendió la ira de Dios sobre ellos, echando fuego del cielo y abrasando muchos
millares de ellos; teniendo por cosa indigna que tuviesen ellos apetito de otro manjar
dándoseles el manjar del cielo.
4. ¡Oh si supiesen los espirituales cuánto bien pierden y abundancia de espíritu por no
querer ellos acabar de levantar el apetito de niñerías, y cómo hallarían en este sencillo
manjar del espíritu el gusto de todas las cosas si ellos no quisieren gustarlas! Pero no le
gustan; porque la causa por que éstos no recibían el gusto de todos los manjares que
había en el maná era porque ellos no recogían el apetito a sólo él. De manera que no
dejaban de hallar en el maná todo el gusto y fortaleza que ellos pudieran querer porque
en el maná no le hubiese, sino porque ellos otra cosa querían. Así, el que quiere amar
otra cosa juntamente con Dios, sin duda es tener en poco a Dios, porque pone en una
balanza con Dios lo que sumamente, como habemos dicho, dista de Dios.
5. Ya se sabe bien por experiencia que cuando una voluntad se aficiona a una cosa, la
tiene en más que otra cualquiera, aunque sea muy mejor que ella, si no gusta tanto de la
otra. Y si de una y de otra quiere gustar, a la más principal por fuerza ha de hacer
agravio, pues hace entre ellas igualdad. Y por cuanto no hay cosa que iguale con Dios,
mucho agravio hace a Dios el alma que con él ama otra cosa o se ase a ella. Y pues esto
es así, ¿que sería si la amase más que a Dios?
6. Esto también es lo que se denotaba cuando mandaba Dios a Moisés (Ex. 34, 3) que
subiese al monte a hablar con él. Le mandó que no solamente subiese él solo, dejando
abajo a los hijos de Israel, pero que ni aún las bestias paciesen de contra del monte.
Dando por esto a entender que el alma que hubiere de subir a este monte de perfección a
comunicar con Dios, no sólo ha de renunciar todas las cosas y dejarlas abajo, mas
también los apetitos, que son las bestias, no las ha de dejar apacentar de contra de este
monte, esto es, en otras cosas que no son Dios puramente, en el cual todo apetito cesa,
esto es, en estado de la perfección. Y así es menester que el camino y subida para Dios
sea un ordinario cuidado de hacer cesar y mortificar los apetitos; y tanto más presto
llegará el alma, cuanto más priesa en esto se diere. Mas hasta que cesen, no hay llegar,
aunque más virtudes ejercite, porque le falta el conseguirlas en perfección, la cual
consiste en tener el alma vacía y desnuda y purificada de todo apetito. De lo cual
también tenemos figura muy al vivo en el Génesis (35, 2), donde se lee que, queriendo
el patriarca Jacob subir al monte Betel a edificar allí a Dios un altar, en que le ofreció
sacrificio, primero mandó a toda su gente tres cosas: la una, que arrojasen de sí todos los
dioses extraños; la segunda, que se purificasen; la tercera, que mudasen vestiduras.
7. En las cuales tres cosas se da a entender a toda alma que quiere subir a este monte a
hacer de sí mismo altar en él, en que ofrezca a Dios sacrificio de amor puro y alabanza y
reverencia pura, que, primero que suba a la cumbre del monte, ha de haber
perfectamente hecho las dichas tres cosas.
Lo primero, que arroje todos los dioses ajenos, que son todas las extrañas aficiones y
asimientos.
Y lo segundo, que se purifique del dejo que han dejado en el alma los dichos apetitos
con la noche oscura del sentido que decimos, negándolos y arrepintiéndose
ordinariamente.
Y lo tercero que ha de tener para llegar a este alto monte es las vestiduras mudadas. Las
cuales, mediante la obra de las dos cosas primeras, se las mudará Dios de viejas en
nuevas, poniendo en el alma un nuevo ya entender de Dios en Dios, dejando el viejo
entender de hombre, y un nuevo amar a Dios en Dios, desnuda ya la voluntad de todos
sus viejos quereres y gustos de hombre, y metiendo al alma en una nueva noticia,
echadas ya otras noticias e imágenes viejas aparte, haciendo cesar todo lo que es de
hombre viejo (cf. Col. 3, 9), que es la habilidad del ser natural, y vistiéndose de nueva
habilidad sobrenatural según todas sus potencias. De manera que su obrar ya de humano
se haya vuelto en divino, que es lo que se alcanza en estado de unión, en la cual el alma
no sirve de otra cosa sino de altar, en que Dios es adorado en alabanza y amor, y sólo
Dios en ella está. Que, por eso, mandaba Dios (Ex. 27, 8) que el altar donde había de
estar el arca del Testamento estuviese de dentro vacío, para que entienda el alma cuán
vacía la quiere Dios de todas las cosas, para que sea altar digno donde esté Su Majestad.
En el cual altar tampoco permitía ni que hubiese fuego ajeno, ni que faltase jamás el
propio; tanto, que, porque Nadab y Abiud, que eran dos hijos del sumo sacerdote Arón,
ofrecieron fuego ajeno en su altar, enojado, Nuestro Señor, los mató allí delante del altar
(Lv. 10, 1). Para que entendamos que en el alma ni ha de faltar amor de Dios para ser
digno altar, ni tampoco otro amor ajeno se ha de mezclar.
8. No consiente Dios a otra cosa morar consigo en uno. De donde se lee en el libro
primero de los Reyes (5, 2-4) que, metiendo los filisteos al arca del Testamento en el
templo donde estaba su ídolo, amanecía el ídolo cada día arrojado en el suelo y hecho
pedazos. Y sólo aquel apetito consiente y quiere que haya donde él está, que es de
guardar la ley de Dios perfectamente y llevar la Cruz de Cristo sobre sí. Y así, no se
dice en la sagrada Escritura divina (Dt. 31, 26) que mandase Dios poner en el arca
donde estaba el maná otra cosa, sino el libro de la Ley y la vara de Moisés, que significa
la Cruz. Porque el alma que otra cosa no pretendiere que guardar perfectamente la ley
del Señor y llevar la cruz de Cristo, será arca verdadera, que tendrá en sí el verdadero
maná, que es Dios, cuando venga a tener en sí esta ley y esta vara perfectamente, sin
otra cosa alguna (cf. Núm. 17; Heb. 9, 4).
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 6
En que se trata de dos daños principales que causan los apetitos en el alma, el uno
privativo y el otro positivo.
1. Y para que más clara y abundantemente se entienda lo dicho, será bueno poner aquí y
decir cómo estos apetitos causan en el alma dos daños principales: el uno es que la
privan del espíritu de Dios, y el otro es que al alma en que viven la cansan, atormentan,
oscurecen, ensucian y enflaquecen y la llagan, según aquello que dice Jeremías, capítulo
segundo (v. 13): Duo mala fecit populus meus: dereliquerunt fontem aquae vivae, et
foderunt sibi cisternas dissipatas, quae continere non valent aquas; quiere decir:
Dejáronme a mí, que soy fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas rotas, que no
pueden tener agua. Esos dos males, conviene a saber: privación y positivo, se causan
por cualquiera acto desordenado del apetito.
Y, primeramente, hablando del privativo, claro está que, por el mismo caso que el alma
se aficiona a una cosa que cae debajo de nombre de criatura, cuanto aquel apetito tiene
de más entidad en el alma, tiene ella de menos capacidad para Dios, por cuanto no
pueden caber dos contrarios, según dicen los filósofos, en un sujeto, y también dijimos
en el cuarto capitulo. Y afición de Dios y afición de criatura son contrarios; y así, no
caben en una voluntad afición de criatura y afición de Dios. Porque ¿qué tiene que ver
criatura con Criador, sensual con espiritual, visible con invisible, temporal con eterno,
manjar celestial puro espiritual con el manjar del sentido puro sensual, desnudez de
Cristo con asimiento en alguna cosa?
2. Por tanto, así como en la generación natural no se puede introducir una forma sin que
primero se expela del sujeto la forma contraria que precede, la cual estando, es
impedimento de la otra, por la contrariedad que tienen las dos entre sí, así, en tanto que
el alma se sujeta al espíritu sensual, no puede entrar en ella el espíritu puro espiritual.
Que, por eso, dijo Nuestro Salvador por san Mateo (15, 26): Non est bonum sumere
panem filiorum et mittere canibus, esto es: No es cosa conveniente tomar el pan de los
hijos y darlo a los canes. Y también en otra parte dice por el mismo evangelista (7, 6):
Nolite sanctum dare canibus, que quiere decir: No queráis dar lo santo a los canes. En
las cuales autoridades compara Nuestro Señor al que, negando los apetitos de las
criaturas, se disponen para recibir el espíritu de Dios puramente, a los hijos de Dios; y a
los que quieren cebar su apetito en las criaturas, a los perros, porque a los hijos les es
dado comer con su Padre a la mesa y de su plato, que es apacentarse de su espíritu, y a
los canes, las meajas que caen de la mesa.
3. En lo cual es de saber que todas las criaturas son meajas que cayeron de la mesa de
Dios. Por tanto, justamente es llamado can el que anda apacentándose en las criaturas, y
por eso se les quita el de los hijos, pues ellos no se quieren levantar de las meajas de las
criaturas a la mesa del espíritu increado de su Padre. Y por eso justamente, como perros,
siempre andan hambreando, porque las meajas más sirven de avivar el apetito que de
satisfacer el hambre. Y así, de ellos dice David (Sal. 58, 15-16): Famen patientur ut
canes, et circuibunt civitatem. Si vero non fuerint saturati, et murmurabunt; quiere decir:
Ellos padecerán hambre como perros y rodearán la ciudad y, como no se vean hartos,
murmurarán. Porque ésta es la propiedad del que tiene apetitos, que siempre está
descontento y desabrido, como el que tiene hambre. Pues, ¿qué tiene que ver el hambre
que ponen todas las criaturas con la hartura (que causa el espíritu de Dios? Por eso, no
puede entrar esta hartura) increada en el alma si no se echa primero esotra hambre
criada del apetito del alma; pues, como habemos dicho, no pueden morar dos contrarios
en un sujeto, los cuales en este caso son hambre y hartura.
4. Por lo dicho se verá cuánto más hace Dios en limpiar y purgar una alma de estas
contrariedades, que en criarla de nonada. Porque estas contrariedades de afectos y
apetitos contrarios más opuestas y resistentes son a Dios que la nada, porque ésta no
resiste. Y esto baste acerca del primer daño principal que hacen al alma los apetitos, que
es resistir al espíritu de Dios, por cuanto arriba está ya dicho mucho de ello.
5. Ahora digamos del segundo efecto que hacen en ella, el cual es de muchas maneras,
porque los apetitos cansan al alma, y la atormentan, y oscurecen, y la ensucian, y la
enflaquecen. De las cuales cinco cosas iremos diciendo de por sí.
6. Cuanto a lo primero, claro está que los apetitos cansan y fatigan al alma, porque son
como unos hijuelos inquietos y de mal contento, que siempre están pidiendo a su madre
uno y otro, y nunca se contentan. Y así como se cansa y fatiga el que cava por codicia
del tesoro, así se cansa y fatiga el alma por conseguir lo que sus apetitos le piden. Y,
aunque lo consiga, en fin, siempre se cansa, porque nunca se satisface; porque, al cabo,
son cisternas rotas las que cava, que no pueden tener agua para satisfacer la sed (Jer. 2,
13). Y así, como dice Isaías (29, 8): Lassus adhuc sitit, et anima eius vacua est; que
quiere decir: Está su apetito vacío. Y cánsase y fatígase el alma que tiene apetitos,
porque es como el enfermo de calentura, que no se halla bien hasta que se le quite la
fiebre, y cada rato le crece la sed. Porque, como se dice en el libro de Job (20, 22): Cum
satiatus fuerit, arctabitur, aestuabit, et omnis dolor irruet super eum; que quiere decir:
Cuando hubiere satisfecho su apetito, quedará más apretado y agravado; creció en su
alma el calor del apetito y así caerá sobre él todo dolor.
Cánsase y fatígase el alma con sus apetitos, porque es herida y movida y turbada de
ellos como el agua de los vientos, y de esa misma manera la alborotan, sin dejarla
sosegar en (un) lugar ni en una cosa. Y de tal alma dice Isaías (57, 20): Cor impii quasi
mare fervens: El corazón del malo es como el mar cuando hierve; y es malo el que no
vence los apetitos.
Cánsase y fatígase el alma que desea cumplir sus apetitos, porque es como el que,
teniendo hambre, abre la boca para hartarse de viento, y, en lugar de hartarse, se seca
más, porque aquél no es su manjar. A este propósito dijo Jeremías (2, 24): In desiderio
animae suae attraxit ventum amoris sui; como si dijera: En el apetito de su voluntad
atrajo a sí el viento de su afición. Y luego dice adelante (2, 25) para dar a entender la
sequedad en que esta tal alma queda, dando aviso y diciendo: Prohibe pedem tuum a
nuditate, et guttur tuum a siti; que quiere decir: Aparta tu pie, esto es, tu pensamiento,
de la desnudez, y tu garganta de la sed, es a saber, tu voluntad del cumplimiento del
apetito que hace más sequía.
Y así como se cansa y fatiga el enamorado en el día de la esperanza cuando le salió su
lance en vacío, (así) se cansa el alma y fatiga con todos sus apetitos y cumplimiento de
ellos, pues todos le causan mayor vacío y hambre; porque, como comúnmente dicen, el
apetito es como el fuego que, echándole leña, crece, y luego que la consume, por fuerza
ha de desfallecer.
7. Y aun el apetito es de peor condición en esta parte; porque el fuego, acabándose la
leña, descrece; mas el apetito no descrece en aquello que se aumentó cuando se puso por
obra, aunque se acaba la materia, sino que, en lugar de descrecer, como el fuego cuando
se le acaba la suya, él desfallece en fatiga, porque queda crecida el hambre y disminuido
el manjar. Y de éste habla Isaías (9, 20), diciendo: Declinabit ad dexteram, et esuriet; et
comedet ad sinistram, et non saturabitur; quiere decir: Declinará hacia la mano derecha,
y habrá hambre; y comerá hacia la siniestra, y no se hartará. Porque estos que no
mortifican sus apetitos, justamente, cuando declinan, ven la hartura del dulce espíritu de
los que están a la diestra de Dios, la cual a ellos no se le concede; y, justamente, cuando
corren hacia la siniestra, que es cumplir su apetito en alguna criatura, no se hartan; pues,
dejando lo que sólo puede satisfacer, se apacientan de lo que les causa más hambre.
Claro está, pues, que los apetitos cansan y fatigan al alma.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 7
En que se trata cómo los apetitos atormentan al alma. Pruébalo también por
comparaciones y autoridades.
1. La segunda manera de mal positivo que causan al alma los apetitos es que la
atormentan y afligen a manera del que está en tormento de cordeles, abarcado a alguna
parte, de lo cual hasta que se libre no descansa. Y de éstos dice David (Sal. 118, 61):
Funes peccatorum circumplexi sunt me: Los cordeles de mis pecados, que son mis
apetitos, en derredor me han apretado.
Y de la misma manera que se atormenta y aflige al que desnudo se acuesta sobre espinas
y puntas, así se atormenta el alma y aflige cuando sobre sus apetitos se recuesta. Porque,
a manera de espinas, hieren y lastiman y asen y dejan dolor. Y de ellos también dice
David (Sal. 117, 12): Circumdederunt me sicut apes, et exarserunt sicut ignis in spinis;
que quiere decir: Rodeáronse de mí como abejas, punzándome con sus aguijones, y
encendiéronse contra mí como el fuego en espinas; por que en los apetitos, que son las
espinas, crece el fuego de la angustia y del tormento.
Y así como aflige y atormenta el gañán al buey debajo del arado con codicia de la mies
que espera, así la concupiscencia aflige al alma debajo del apetito por conseguir lo que
quiere. Lo cual se echa bien de ver en aquel apetito que tenía Dalila de saber en qué
tenía tanta fuerza Sansón, que dice la Sagrada Escritura (Jue. 16, 163) que la fatigaba y
atormentaba tanto, que la hizo desfallecer casi hasta morir, diciendo: Defecit anima
eius, et ad mortem usque lassata est.
2. El apetito tanto más tormento es para el alma cuanto él es más intenso. De manera
que tanto hay de tormento cuanto hay de apetito, y tanto más tormentos tiene cuantos
más apetitos la poseen; porque se cumple en la tal alma, aun en esta vida, lo que se dice
en el Apocalipsis (18, 7) de Babilonia por estas palabras: Quantum glorificavit se, et in
deliciis fuit, tantum date illi tormentum et luctum; esto es: Tanto cuanto se quiso
ensalzar y cumplir sus apetitos, le dad de tormento y angustia. Y de la manera que es
atormentado y afligido el que cae en manos de sus enemigos, así es atormentada y
afligida el alma que se deja llevar de sus apetitos. De lo cual hay figura en el libro de los
Jueces (16, 21), donde se lee que aquel fuerte Sansón, que antes era fuerte y libre y juez
de Israel, cayendo en poder de sus enemigos, le quitaron la fortaleza, y le sacaron los
ojos, y le ataron a moler en una muela, adonde le atormentaron y afligieron mucho. Y
así acaece al alma donde estos enemigos de apetitos viven y vencen, que lo primero que
hacen es enflaquecer al alma y cegarla; y, como abajo diremos, luego la afligen y
atormentan, atándola a la muela de la concupiscencia; y los lazos con que está asida son
sus mismos apetitos.
3. Por lo cual, habiendo Dios lástima a éstos que con tanto trabajo y tan a costa suya
andan a satisfacer la sed y hambre del apetito en las criaturas, les dice por Isaías (55,
1-2): Omnes sitientes venite ad aquas; et qui non habetis argentum, properate, emite et
comedite: venite, emite absque argento vinum et lac. Quare appenditis argentum non in
panibus, et laborem vestrum non in saturitate?; como si dijera: Todos los que tenéis sed
de apetitos, venid a las aguas, y todos los que no tenéis plata de propia voluntad y
apetitos, daos priesa; comprad de mí y comed; venid y comprad de mi vino y leche, que
es paz y dulzura espiritual, sin plata de propia voluntad, y sin darme por ello (interés o)
trueque alguno del trabajo, como dais por vuestros apetitos. ¿Por qué dais la plata de
vuestra voluntad por lo que no es pan, esto es, del espíritu divino, y ponéis el trabajo de
vuestros apetitos en lo que no os puede hartar? Venid, oyéndome a mí, y comeréis el
bien que deseáis, y deleitarse ha en grosura vuestra alma.
4. Este venir a la grosura es salirse de todos los gustos de criatura, porque la criatura
atormenta, y el espíritu de Dios recrea. Y así, nos llama él por san Mateo (11, 28-29),
diciendo: Venite ad me, omnes qui laboratis et onerati estis, et ego reficiam vos, et
invenietis requiem animabus vestris; como si dijera: Todos los que andáis atormentados,
afligidos y cargados con la carga de vuestros cuidados y apetitos, salid de ellos,
viniendo a mí, y yo os recrearé, y hallaréis para vuestras almas el descanso que os
quitan vuestros apetitos. Y así, son pesada carga, porque de ellos dice David (Sal. 37,
5): Sicut onus grave gravatae sunt super me.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 8
En que se trata cómo los apetitos oscurecen y ciegan al alma.
1. Lo tercero que hacen en el alma los apetitos es que la ciegan y oscurecen. Así como
los vapores oscurecen el aire y no le dejan lucir el sol claro; como el espejo tomado del
paño no puede recibir serenamente en sí el rostro; o como (en) el agua envuelta en
cieno, no se divisa bien la cara del que en ella se mira; así, el alma que de los apetitos
está tomada, según el entendimiento está entenebrecida, y no da lugar para que ni el sol
de la razón natural ni el de la Sabiduría de Dios sobrenatural la embistan e ilustren de
claro. Y así dice David (Sal. 39,13), hablando a este propósito: Comprehenderunt me
iniquitates meae, et non potui, ut viderem, que quiere decir: Mis maldades me
comprehendieron, y no pude tener poder para ver.
2. Y en eso mismo que se oscurece según el entendimiento, se entorpece también según
la voluntad, y según la memoria se enrudece y desordena en su debida operación.
Porque, como estas potencias, según sus operaciones, dependen del entendimiento,
estando él impedido, claro está lo han ellas de estar desordenadas y turbadas. Y así dice
David (Sal. 6, 4): Anima mea turbata est valde, esto es: Mi ánima está muy turbada; que
es tanto como decir: desordenada en sus potencias. Porque, como decimos, ni el
entendimiento tiene capacidad para recibir la ilustración de la sabiduría de Dios, como
tampoco la tiene el aire tenebroso para recibir la del sol, ni la voluntad tiene habilidad
para abrazar en sí a Dios en puro amor, como tampoco la tiene el espejo que está
tomado de vaho para representar claro en sí el rostro presente, y menos la tiene la
memoria que está ofuscada con las tinieblas del apetito para informarse con serenidad
de la imagen de Dios, como tampoco el agua turbia puede mostrar claro el rostro del
que se mira.
3. Ciega y oscurece el apetito al alma, porque el apetito en cuanto apetito, ciego es;
porque, de suyo, ningún entendimiento tiene en sí, porque la razón es siempre su mozo
de ciego. Y de aquí es que todas las veces que el alma se guía por su apetito, se ciega,
pues es guiarse el que ve por el que no ve, lo cual es como ser entrambos ciegos. Y lo
que de ahí se sigue es lo que dice Nuestro Señor por san Mateo (15, 14): Si caecus
caeco ducatum praestet, ambo in foveam cadunt; si el ciego guía al ciego, entrambos
caerán en la hoya.
Poco le sirven los ojos a la mariposilla, pues que el apetito de la hermosura de la luz la
lleva encandilada a la hoguera. Y así podemos decir que el que se ceba de apetito es
como el pez encandilado, al cual aquella luz antes le sirve de tinieblas para que no vea
los daños que los pescadores le aparejan. Lo cual da muy bien a entender el mismo
David (Sal. 57, 9), diciendo de los semejantes: Supercecidit ignis, et non viderunt
solem; que quiere decir: Sobrevínoles el fuego que calienta con su calor y encandila con
su luz. Y eso hace el apetito en el alma, que enciende la concupiscencia y encandila al
entendimiento de manera que no pueda ver su luz. Porque la causa del encandilamiento
es que, como pone otra luz diferente delante de la vista, ciégase la potencia visiva en
aquélla que está entrepuesta y no ve la otra; y como el apetito se le pone al alma tan
cerca, que está en la misma alma, tropieza en esta luz primera y cébase en ella, y así no
la deja ver su luz de claro entendimiento, ni la verá hasta que se quite de en medio el
encandilamiento del apetito.
4. Por lo cual es harto de llorar la ignorancia de algunos, que se cargan de
extraordinarias penitencias y de otros muchos voluntarios ejercicios, y piensan que les
bastará eso y esotro para venir a la unión de la Sabiduría divina, si con diligencia ellos
no procuran negar sus apetitos. Los cuales, si tuviesen cuidado de poner la mitad de
aquel trabajo en esto, aprovecharían más en un mes que por todos los demás ejercicios
en muchos años. Porque, así como es necesaria a la tierra la labor para que lleve fruto, y
sin labor no le lleva, sino malas hierbas, así es necesaria la mortificación de los apetitos
para que haya provecho en el alma; (sin) la cual oso decir que, para ir adelante en
perfección y noticia de Dios y de sí mismo, nunca le aprovecha más cuanto hiciere que
aprovecha la simiente echada en la tierra no rompida. Y así, no quitan la tiniebla y
rudeza del alma hasta que los apetitos se apaguen. Porque son como las cataratas o
como las motas en el ojo, que impiden la vista hasta que se echan fuera.
5. Y así, echando de ver David (Sal. 57, 10) la de éstos, y cuán impedidas tienen las
almas de la claridad de la verdad, y cuánto Dios se enoja con ellos, habla con ellos
diciendo: Priusquam intelligerent spinae vestrae rhamnum: sicut viventes, sic in ira
absorbet eos, y es como si dijera: Antes que entendiesen vuestras espinas, esto es,
vuestros apetitos, así como a los vivientes, de esta manera los absorberá en su ira Dios.
Porque a los apetitos vivientes en el alma, antes que ellos puedan entender a Dios, los
absorberá Dios en esta vida o en la otra con castigo y corrección, que será por la
purgación. Y dice que los absorberá en ira, porque lo que se padece en la mortificación
de los apetitos es castigo del estrago que en el alma han hecho.
6. ¡Oh si supiesen los hombres de cuánto bien de luz divina los priva esta ceguera que
les causan sus aficiones y apetitos, y en cuántos males y daños les hacen ir cayendo
cada día en tanto que no los mortifican! Porque no hay fiarse de buen entendimiento, ni
dones que tengan recibidos de Dios, para pensar que, si hay afición o apetito, dejará de
cegar y oscurecer y hacer caer poco a poco en peor. Porque ¿quién dijera que un varón
tan acabado en sabiduría y dones de Dios como era Salomón, había de venir a tanta
ceguera y torpeza de voluntad, que hiciese altares a tantos ídolos y los adorase él
mismo, siendo ya viejo? (3 Re. 11, 4). Y sólo para esto bastó la afición que tenía a las
mujeres y no tener el cuidado de negar los apetitos y deleites de su corazón. Porque él
mismo dice de sí en el Eclesiastés (2, 10) que no negó a su corazón lo que le pidió. Y
pudo tanto este arrojarse a sus apetitos, que, aunque es verdad que al principio tenía
recato, pero, porque no los negó, poco a poco le fueron cegando y oscureciendo el
entendimiento, de manera que le vinieron a acabar de apagar aquella gran luz de
sabiduría que Dios le había dado, de manera que a la vejez dejó a Dios.
7. Y si en éste pudieron tanto, que tenía tanta noticia de la distancia que hay entre el
bien y el mal, ¿qué no podrán contra nuestra rudeza los apetitos no mortificados? Pues,
como dijo Dios al profeta Jonás (4, 11) de los ninivitas, no sabemos lo que hay entre la
siniestra y la diestra, porque a cada paso tenemos lo malo por bueno, y lo bueno por
malo, y esto de nuestra cosecha lo tenemos. Pues, ¿qué será si se añade apetito a natural
tiniebla? sino que como dice Isaías (59, 10): Palpavimus sicut caeci parietem, et quasi
absque oculis, attrectavimus: impegimus meridie, quasi in tenebris. Habla el profeta con
los que aman seguir estos sus apetitos, y es como si dijera: Habemos palpado la pared,
como si fuéramos ciegos, y anduvimos atentando como sin ojos, y llegó a tanto nuestra
ceguera, que en el mediodía atollamos, como si fuera en las tinieblas. Porque esto tiene
el que está ciego del apetito, que, puesto en medio de la verdad y de lo que le conviene,
no lo echa más de ver que si estuviera en tinieblas.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 9
En que se trata cómo los apetitos ensucian al alma. Pruébalo por comparaciones y
autoridades de la Escritura sagrada.
1. El cuarto daño que hacen los apetitos al alma es que la ensucian y manchan, según lo
enseña el Eclesiástico (13, 1), diciendo: Qui tetigerit picem, inquinabitur ab ea; quiere
decir: El que tocare a la pez, ensuciarse ha de ella; y entonces toca uno la pez cuando en
alguna criatura cumple el apetito de su voluntad. En lo cual es de notar que el Sabio
compara las criaturas a la pez, porque más diferencia hay entre la excelencia del alma y
todo lo mejor de ellas, que hay del claro diamante fino oro a la pez. Y así como el oro o
diamante, si se pusiese caliente sobre la pez, quedaría de ella feo y untado, por cuanto el
calor la regaló y atrajo, así el alma que está caliente de apetito sobre alguna criatura, en
el calor de su apetito saca inmundicia y mancha de él en sí.
Y más diferencia hay entre el alma y las demás criaturas corporales que entre un muy
clarificado licor y un cieno muy sucio. De donde, así como se ensuciaría el tal licor si le
envolviesen con el cieno, de esa misma manera se ensucia el alma que se ase a la
criatura, pues en ella se hace semejante a la dicha criatura. Y de la misma manera que
pondrían los rasgos de tizne a un rostro muy hermoso y acabado, de esa misma manera
afean y ensucian los apetitos desordenados al alma que los tiene, la cual en sí es una
hermosísima y acabada imagen de Dios.
2. Por lo cual, llorando Jeremías (Lm. 4, 7-8) el estrago y fealdad que estas
desordenadas afecciones causan en el alma, cuenta primero su hermosura y luego su
fealdad, diciendo: Candidiores sunt nazarei eius nive, nitidiores lecte, rubicundiores
ebore entiquo, saphiro pulchriores. Denigrata est super carbones facies eorum, et non
sunt cogniti in plateis; que quiere decir: Sus cabellos, es a saber, del alma, son más
levantados en blancura que la nieve, más resplandecientes que la leche, y más bermejos
que el marfil antiguo, y más hermosos que la piedra zafiro. La haz de ellos se ha
ennegrecido sobre los carbones, y no son conocidos en las plazas. Por los cabellos
entendemos aquí los afectos y pensamientos del alma, los cuales, ordenados en lo que
Dios los ordena, (que es en el mismo Dios) son más blancos que la nieve, y más claros
que la leche, y más rubicundos que el marfil, y hermosos sobre el zafiro. Por las cuales
cuatro cosas se entiende toda manera de hermosura y excelencia de criatura corporal,
sobre las cuales, dice, es el alma y sus operaciones, que son los nazareos o cabellos
dichos, los cuales, desordenados y puestos en lo que Dios no los ordenó, que es
empleados en las criaturas, dice Jeremías que su haz queda y se pone más negra que los
carbones.
3. Que todo este mal y más hacen en la hermosura del alma los desordenados apetitos en
las cosas de este siglo. Tanto, que, si hubiésemos de hablar de propósito de la fea y
sucia figura que al alma los apetitos pueden poner, no hallaríamos cosa, por llena de
telarañas y sabandijas que esté, ni fealdad de cuerpo muerto, ni otra cosa cualquiera
inmunda y sucia cuanto en esta vida la puede haber y se puede imaginar, a que la
pudiésemos comparar. Porque, aunque es verdad que el alma desordenada, en cuanto al
ser natural, está tan perfecta como Dios la crió, pero, en cuanto al ser de razón, está fea,
abominable, sucia, figura y con todos los males que aquí se van escribiendo y mucho
más. Porque, aun sólo un apetito desordenado, como después diremos, aunque no sea de
materia de pecado mortal, basta para poner un alma tan sujeta, sucia y fea, que en
ninguna manera puede convenir con Dios en una unión hasta que el apetito se purifique.
¿Cuál será la fealdad de la que del todo está desordenada en sus propias pasiones y
entregada a sus apetitos, y cuán alejada de Dios estará y de su pureza?
4. No se puede explicar con palabras, ni aun entenderse con el entendimiento, la
variedad de inmundicia que la variedad de apetitos causan en el alma. Porque, si se
pudiese decir y dar a entender, sería cosa admirable y también de harta compasión ver
cómo cada apetito, conforme a su cuantidad y calidad, mayor o menor, hace su raya y
asiento de inmundicia y fealdad en el alma, y cómo en una sola desorden de razón
puede tener en sí innumerables diferencias de suciedades mayores y menores, y cada
una de su manera. Porque, así como el alma del justo en una sola perfección, que es la
rectitud del alma, tiene innumerables dones riquísimos y muchas virtudes hermosísimas,
cada una diferente y graciosa en su manera, según la multitud y diferencia en los afectos
de amor que ha tenido en Dios, así el alma desordenada, según la variedad de los
apetitos que tiene en las criaturas, tiene en sí variedad miserable de inmundicias y
bajezas, tal cual en ella la pintan los dichos apetitos.
5. Esta variedad de apetitos está bien figurada en Ezequiel (8, 10-16), donde se escribe
que mostró Dios a este profeta en lo interior del templo, pintadas en derredor de las
paredes, todas las semejanzas de sabandijas que arrastran por la tierra, y allí toda la
abominación de animales inmundos. Y entonces dijo Dios a Ezequiel: Hijo del hombre,
¿de veras no has visto las abominaciones que hacen éstos, cada uno en lo secreto de su
retrete? (3, 12). Y mandando Dios al profeta que entrase más adentro y vería mayores
abominaciones, dice que vio allí las mujeres sentadas llorando al dios de los amores,
Adonis (8, 15). Y mandándole Dios entrar más adentro y vería aún mayores
abominaciones, dice que vio allí veinticinco viejos que tenían vueltas las espaldas
contra el templo (8, 16).
6. Las diferencias de sabandijas y animales inmundos que estaban pintados en el primer
retrete del templo, son los pensamientos y concepciones que el entendimiento hace de
las cosas bajas de la tierra y de todas las criaturas, las cuales, tales cuales son, se pintan
en el templo del alma cuando ella con ella embaraza su entendimiento, que es el primer
aposento del alma.
Las mujeres que estaban más adentro, en el segundo aposento, llorando al dios Adonis,
son los apetitos que están en la segunda potencia del alma, que es la voluntad. Los
cuales están como llorando, en cuanto codician a lo que está aficionada la voluntad, que
son las sabandijas ya pintadas en el entendimiento.
Y los varones que estaban en el tercer aposento, son las imágenes y representaciones de
las criaturas, que guarda y revuelve en sí la tercera parte del alma, que es la memoria.
Las cuales se dice que están vueltas las espaldas contra el templo porque, cuando ya
según estas tres potencias abraza el alma alguna cosa de la tierra acabada y
perfectamente, se puede decir que tiene las espaldas contra el templo de Dios, que es la
recta razón del alma, la cual no admite en sí cosa de criatura.
7. Y para entender algo de esta fea desorden del alma en sus apetitos, baste por ahora lo
dicho, porque, si hubiéramos de tratar en particular de la fealdad menor que hacen y
causan en el alma las imperfecciones, y su variedad, y la que hacen los pecados veniales
-que es ya mayor que la de las imperfecciones- y su mucha variedad, y también la que
hacen los apetitos de pecado mortal, que es total fealdad del alma, y su mucha variedad,
según la variedad y multitud de todas estas tres cosas, sería nunca acabar, ni
entendimiento angélico bastaría para lo poder entender. Lo que digo y hace al caso para
mi propósito es que cualquier apetito, aunque sea de la más mínima imperfección,
mancha y ensucia al alma.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 10
En que trata cómo los apetitos entibian y enflaquecen al alma en la virtud.
1. Lo quinto en que dañan los apetitos al alma es que la entibian y enflaquecen para que
no tenga fuerza para seguir la virtud y perseverar en ella. Porque, por el mismo caso que
la fuerza del apetito se reparte, queda menos fuerte que si estuviera entero en una cosa
sola; y cuanto en más cosas se reparte, menos es para cada una de ellas, que, por eso,
dicen los filósofos que la virtud unida es más fuerte que ella misma si se derrama. Y,
por tanto, está claro que, si el apetito de la voluntad se derrama en otra cosa fuera de la
virtud, ha de quedar mas flaco para la virtud. Y así, el alma que tiene la voluntad
repartida en menudencias es como el agua que, teniendo por donde se derramar hacia
abajo, no crece para arriba, y así no es de provecho. Que por eso el patriarca Jacob (Gn.
49, 4) comparó a su hijo Rubén al agua derramada, porque en cierto pecado había dado
rienda a sus apetitos, diciendo: Derramado estás como el agua; no crezcas; como si
dijera: Porque estás derramado según los apetitos como el agua, no crecerás en virtud. Y
así como el agua caliente, no estando cubierta, fácilmente pierde el calor, y como las
especies aromáticas, desenvueltas, van perdiendo la fragancia y fuerza de su olor, así el
alma no recogida en un solo apetito de Dios, pierde el valor y vigor en la virtud. Lo cual
entendiendo bien David (Sal. 58, 10), dijo hablando con Dios: Fortitudinem meam ad te
custodiam: Yo guardaré mi fortaleza para ti, esto es, recogiendo la fuerza de mis
apetitos sólo a ti.
2. Y enflaquecen la virtud del alma los apetitos, porque son en ella como los renuevos
que nacen en rededor del árbol y le llevan la virtud para que él no lleve tanto fruto. Y de
estas tales almas dice el Señor (Mt. 24, 19): Vae praegnantibus et nutrientibus in illis
diebus!, esto es: ¡Ay de los que en aquellos días estuvieren preñados y de los que
criaren! La cual preñez y cría entiende por la de los apetitos, los cuales, si no se atajan,
siempre irán quitando más virtud al alma y crecerán para mal del alma, como los
renuevos en el árbol. Por lo cual nuestro Señor diciendo (Lc. 12, 35) nos aconseja:
Tened ceñidos vuestros lomos, que significan aquí los apetitos. Porque, en efecto, ellos
son también como las sanguijuelas, que siempre están chupando la sangre de las venas,
porque así las llama el Eclesiástico (Pv. 30, 15), diciendo: Sanguijuelas son las hijas,
esto es, los apetitos; siempre dicen: Daca, daca.
3. De donde está claro que los apetitos no ponen al alma bien ninguno, sino quítanle el
que tiene. Y, si no los mortificare, no pararán hasta hacer en ella lo que dicen que hacen
a su madre los hijos de la víbora, que, cuando van creciendo en el vientre, comen a su
madre y mátanla, quedando ellos vivos a costa de su madre. Así los apetitos no
mortificados llegan a tanto, que matan al alma en Dios, porque ella primero no los mató;
por eso dice el Eclesiástico: Aufer a me, Domine, ventris concupiscentias, et concubitus
concupiscentiae ne apprehendant me (23, 6), y sólo lo que en ella vive son ellos.
4. Pero, aunque no lleguen a esto, es gran lástima considerar cuál tienen a la pobre alma
los apetitos que viven en ella, cuán desgraciada para consigo misma, cuán seca para los
prójimos y cuán pesada y perezosa para las cosas de Dios. Porque no hay mal humor
que tan pesado y dificultoso ponga a un enfermo para caminar, o hastío para comer,
cuanto el apetito de criatura hace al alma pesada y triste para seguir la virtud. Y así,
ordinariamente, la causa por que muchas almas no tienen diligencia y gana de cobrar
virtud es porque tienen apetitos y aficiones no puras en Dios.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPITULO 11
[San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE CARMELOLibro 1º
- 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
--------------------------------------------------------------------------LIBRO PRIMERO
CAPÍTULO 11
En que se prueba ser necesario para llegar a la divina unión carecer el alma de todos los
apetitos, por mínimos que sean.
1. Parece que ha mucho que el lector desea preguntar que si es de fuerza que, para llegar
a este alto estado de perfección, ha de haber precedido mortificación total en todos los
apetitos, chicos y grandes, y que si bastará mortificar algunos de ellos y dejar otros, a lo
menos aquellos que parecen de poco momento; porque parece cosa recia y muy
dificultosa poder llegar el alma a tanta pureza y desnudez, que no tenga voluntad y
afición a ninguna cosa.
2. A esto respondo: lo primero que, aunque es verdad que no todos los apetitos son tan
perjudiciales unos como otros ni embarazan al alma, (todos en igual manera se han de
mortificar. Hablo de los voluntarios, porque los apetitos naturales poco o nada impiden
para la unión al alma) cuando no son consentidos; ni pasan de primeros movimientos
todos aquellos en que la voluntad racional antes ni después tuvo parte; porque quitar
éstos, que es mortificarlos del todo, en esta vida es imposible, y éstos no impiden de
manera que no se pueda llegar a la divina unión, aunque del todo no estén, como digo,
mortificados; porque bien los puede tener el natural, y estar el alma, según el espíritu
racional, muy libre de ellos, porque (aún) acaecerá a veces, que esté el alma en harta
unión de oración de quietud en la voluntad, y que actualmente moren éstos en la parte
sensitiva del hombre, no teniendo en ellos parte la parte superior que está en oración.
Pero todos los demás apetitos voluntarios, ahora sean de pecado mortal, que son los más
graves; ahora de pecado venial, que son menos graves; ahora sean solamente de
imperfecciones, que son los menores, todos se han de vaciar y de todos ha el alma de
carecer para venir a esta total unión, por mínimos que sean. Y la razón es porque el
estado de esta divina unión consiste en tener el alma, según la voluntad, con tal
transformación en la voluntad de Dios, de manera que no haya en ella cosa contraria a la
voluntad de Dios, sino que en todo y por todo su movimiento sea voluntad solamente de
Dios.
3. Que ésta es la causa por que en este estado llamamos estar hecha una voluntad de
Dios, la cual es voluntad de Dios, y esta voluntad de Dios es también voluntad del alma.
Pues si esta alma quisiese alguna imperfección que no quiere Dios, no estaría hecha una
voluntad de Dios, pues el alma tenía voluntad de lo que no la tenía Dios. Luego claro
está que, para venir el alma a unirse con Dios perfectamente por amor y voluntad, ha de
carecer primero de todo apetito de voluntad, por mínimo que sea; esto es, que
advertidamente y conocidamente no consienta con la voluntad en imperfección, y venga
a tener poder y libertad para poderlo hacer en advirtiendo.
Y digo conocidamente, porque sin advertirlo y conocerlo, o sin ser en su mano, bien
caerá en imperfecciones y pecados veniales y en los apetitos naturales que habemos
dicho; porque de estos tales pecados no tan voluntarios y subrepticios está escrito (Pv.
24, 16) que el justo caerá siete veces en el día y se levantará. Mas de los apetitos
voluntarios, que son pecados veniales de advertencia, aunque sean de mínimas cosas,
como he dicho, basta uno que no se venza para impedir.
Digo no mortificando el tal hábito, porque algunos actos, a veces, de diferentes apetitos,
aún no hacen tanto cuando los hábitos están mortificados; aunque también éstos ha de
venir a no los haber, porque también proceden de hábito de imperfección; pero algunos
hábitos de voluntarias imperfecciones, en que nunca acaban de vencerse, éstos no
solamente impiden la divina unión, pero el ir adelante en la perfección.
4. Estas imperfecciones habituales son: como una común costumbre de hablar mucho,
un asimientillo a alguna cosa que nunca acaba de querer vencer, así como a persona, a
vestido, a libro, celda, tal manera de comida y otras conversacioncillas y gustillos en
querer gustar de las cosas, saber y oír, y otras semejantes. Cualquiera de estas
imperfecciones en que tenga el alma asimiento y hábito, es tanto daño para poder crecer
e ir adelante en virtud, que, si cayese cada día en otras muchas imperfecciones y
pecados veniales sueltos, que no proceden de ordinaria costumbre de alguna mala
propiedad ordinaria, no le impedirán tanto cuanto el tener el alma asimiento a alguna
cosa. Porque, en tanto que le tuviere, excusado es que pueda ir el alma adelante en
perfección, aunque la imperfección sea muy mínima. Porque eso me da que una ave esté
asida a un hilo delgado que a uno grueso, porque, aunque sea delgado, tan asida se
estará a él como al grueso, en tanto que no le quebrare para volar. Verdad es que el
delgado es más fácil de quebrar; pero, por fácil que es, si no le quiebra, no volará. Y así
es el alma que tiene asimiento en alguna cosa, que, aunque mas virtud tenga, no llegará
a la libertad de la divina unión.
Porque el apetito y asimiento del alma tienen la propiedad que dicen tiene la rémora con
la nao, que, con ser un pece muy pequeño, si acierta a pegarse a la nao, la tiene tan
queda, que no la deja llegar al puerto ni navegar. Y así es lástima ver algunas almas
como unas ricas naos cargadas de riquezas, y obras, y ejercicios espirituales, y virtudes,
y mercedes que Dios las hace, y por no tener ánimo para acabar con algún gustillo, o
asimiento, o afición -que todo es uno-, nunca van adelante, ni llegan al puerto de la
perfección, que no estaba en más que dar un buen vuelo y acabar de quebrar aquel hilo
de asimiento o quitar aquella pegada rémora, de apetito.
5. Harto es de dolerse que haya Dios hécholes quebrar otros cordeles más gruesos de
aficiones de pecados y vanidades, y por no desasirse de una niñería que les dijo Dios
que venciesen por amor de él, que no es más que un hilo y que un pelo, dejen de ir a
tanto bien. Y lo que peor es, que no solamente no van adelante, sino que, por aquel
asimiento, vuelven atrás, perdiendo lo que en tanto tiempo con tanto trabajo han
caminado y ganado, porque ya se sabe que, en este camino, el no ir adelante es volver
atrás, y el no ir ganando es ir perdiendo. Que eso quiso Nuestro Señor darnos a entender
cuando dijo: El que no es conmigo, es contra mí; y el que conmigo no allega, derrama
(Mt. 12, 30).
El que no tiene cuidado de remediar el vaso por una pequeña resquicia que tenga basta
para que se venga a derramar todo el licor que está dentro. Porque el Eclesiástico (19, 1)
nos lo enseñó bien, diciendo: El que desprecia las cosas pequeñas, poco a poco ira
cayendo. Porque, como él mismo dice (11, 34), de una sola centella se aumenta el
fuego. Y así, una imperfección basta para traer otra, y aquéllas otras; y así, casi nunca se
verá un alma que sea negligente en vencer un apetito, que no tenga otros muchos, que
salen de la misma flaqueza e imperfección que tiene en aquél; y así, siempre van
cayendo. Y ya habemos visto muchas personas a quien Dios hacía merced de llevar muy
adelante en gran desasimiento y libertad, y por sólo comenzar a tomar un asimientillo de
afición -y so color de bien- de conversación y amistad, írseles por allí vaciando el
espíritu y gusto de Dios y santa soledad, caer de la alegría y enterez en los ejercicios
espirituales y no parar hasta perderlo todo. Y esto, porque no atajaron aquel principio de
gusto y apetito sensitivo, guardándose en soledad para Dios.
6. En este camino siempre se ha de caminar para llegar, lo cual es ir siempre quitando
quereres, no sustentándolos. Y si no se acaban todos de quitar, no se acaba de llegar.
Porque así como el madero no se transforma en el fuego por un solo grado de calor que
falte en su disposición, así no se transformará el alma en Dios por una imperfección que
tenga, aunque sea menos que apetito voluntario; porque, como después se dirá en la
noche de la fe, el alma no tiene más de una voluntad, y ésta, si se embaraza y emplea en
algo no queda libre, sola y pura, como se requiere para la divina transformación.
7. De lo dicho tenemos figura en el libro de los Jueces (2, 3), donde se dice que vino el
ángel a los hijos de Israel y les dijo que, porque no habían acabado con aquella gente
contraria, sino antes se habían confederado con algunos de ellos, por eso se los había de
dejar entre ellos por enemigos, para que les fuesen ocasión de caída y perdición. Y,
justamente, hace Dios esto con algunas almas, a las cuales, habiéndolas él sacado del
mundo, y muértoles los gigantes de sus pecados, y acabado la multitud de sus enemigos,
que son las ocasiones que en el mundo tenían (sólo porque ellos entraran con más
libertad en esta tierra de promisión de la unión divina) y ellos todavía traban amistad y
alianza con la gente menuda de imperfecciones, no acabándolas de mortificar, por eso,
enojado Nuestro Señor, les deja ir cayendo en sus apetitos de peor en peor.
8. También en el libro de Josué (6, 21) tenemos figura acerca de lo dicho, cuando le
mandó Dios a Josué, al tiempo que había de comenzar a poseer la tierra de promisión,
que en la ciudad de Jericó de tal manera destruyese cuanto en ella había, que no dejase
cosa en ella viva, desde el hombre hasta la mujer, y desde el niño hasta el viejo, y todos
los animales, y que de todos los despojos no tomasen ni codiciasen nada. Para que
entendamos cómo, para entrar en esta divina unión, ha de morir todo lo que vive en el
alma, poco y mucho, chico y grande, y el alma ha de quedar sin codicia de todo ello y
tan desasida, como si ello no fuese para ella ni ella para ello. Lo cual nos enseña bien
san Pablo ad Corinthios (1 Cor. 7, 29-31), diciendo: Lo que os digo, hermanos, es que el
tiempo es breve; lo que resta y conviene es que los que tienen mujeres, sean como si no
las tuviesen; y los que lloran por las cosas de este mundo, como si no llorasen; y los que
huelgan, como si no holgasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que usan
de este mundo, como si no usasen. Esto nos dice el Apóstol, enseñándonos cuán
desasida nos conviene tener el alma de todas las cosas para ir a Dios.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 12
En que se trata cómo se responde a otra pregunta, declarando cuáles sean los apetitos
que bastan (a) causar en el alma los daños dichos.
1. Mucho pudiéramos alargarnos en esta materia de la noche del sentido, diciendo de lo
mucho que hay que decir de los daños que causan los apetitos, no sólo en las maneras
dichas, sino en otras muchas. Pero, para lo que hace a nuestro propósito, lo dicho basta;
porque parece queda dado a entender cómo se llama noche la mortificación de ellos y
cuánto convenga entrar en esta noche para ir a Dios. Sólo lo que se ofrece, antes que
tratemos del modo de entrar en ella, para concluir con esta parte, es una duda que podría
ocurrir al lector sobre lo dicho.
2. Y es lo primero, si basta cualquier apetito para obrar y causar en el alma los dos
males ya dichos, es a saber: privativo, que es privar al alma de la gracia de Dios, y el
positivo, que es causar en ella los cinco daños principales que habemos dicho.
Lo segundo, si basta cualquier apetito, por mínimo que sea, y de cualquiera especie que
sea, a causar todos estos (cinco daños) juntos, o solamente unos causan unos y otros
otros, como unos causan tormento, otros cansancio, otros tiniebla, etc.
3. A lo cual respondiendo, digo a lo primero que, cuanto al daño privativo, que es privar
al alma de Dios, solamente los apetitos voluntarios que son de materia de pecado mortal
pueden y hacen esto totalmente, porque ellos privan en esta vida al alma de la gracia y
en la otra de la gloria, que es poseer a Dios.
A lo segundo digo que, así estos que son de materia de pecado mortal como los
voluntarios de materia de pecado venial y los que son de materia de imperfección, cada
uno de ellos basta para causar en el alma todos estos daños positivos juntos. Los cuales,
aunque en cierta manera son privativos, llamámoslos aquí positivos, porque responden a
la conversión de la criatura, así como el privativo responde a la aversión de Dios. Pero
hay esta diferencia: que los apetitos de pecado mortal causan total ceguera, tormento e
inmundicia y flaqueza, etc.; y los otros de materia de venial o imperfección no causan
estos males en total y consumado grado, pues no privan de la gracia, de donde depende
la posesión de ellos, porque la muerte de ella es vida de ellos; pero cáusanlos en el alma
remisamente, según la remisión de la gracia que los tales apetitos causan en el alma. De
manera que aquel apetito que más entibiare la gracia, más abundante tormento, ceguera
y suciedad causará.
4. Pero es de notar que, aunque cada apetito causa estos males, que aquí llamamos
positivos, unos hay que principal y derechamente causan unos, y otros otros, y los
demás por el consiguiente. Porque, aunque es verdad que un apetito sensual causa todos
estos males, pero principal y propiamente ensucia al alma y cuerpo. Y, aunque un
apetito de avaricia también los causa todos, principal y derechamente causa (aflicción.
Y, aunque un apetito de vanagloria, no más ni menos, los causa todos, principal y
derechamente causa) tinieblas y ceguera. Y, aunque un apetito de gula los causa todos,
principalmente causa tibieza en la virtud. Y así de los demás.
5. Y la causa por que cualquier acto de apetito voluntario produce en el alma todos estos
efectos juntos, es por la contrariedad que derechamente tienen contra todos los actos de
virtud que producen en el alma los efectos contrarios. Porque, así como un acto de
virtud produce en el alma y cría juntamente suavidad, paz, consuelo, luz, limpieza y
fortaleza, así un apetito desordenado causa tormento, fatiga, cansancio, ceguera y
flaqueza. Todas las virtudes crecen en el ejercicio de una, y todos los vicios crecen en el
de uno y los dejos de ellos en el alma. Y aunque todos estos males no se echan de ver al
tiempo que se cumple el apetito, porque el gusto de él entonces no da lugar, pero antes o
después bien se sienten sus malos dejos. Lo cual se da muy bien a entender por aquel
libro que mandó el ángel comer a san Juan en el Apocalipsis (10, 9), el cual en la boca
le hizo dulzura y en el vientre le fue amargor. Porque el apetito, cuando se ejecuta, es
dulce y parece bueno, pero después se siente su amargo efecto; lo cual podrá bien juzgar
el que se deja llevar de ellos. Aunque no ignoro que hay algunos tan ciegos e insensibles
que no lo sienten, porque, como no andan en Dios, no echan de ver lo que les impide a
Dios.
6. De los demás apetitos naturales que no son voluntarios, y de los pensamientos que no
pasan de primeros movimientos, y de otras tentaciones no consentidas no trato aquí,
porque éstos ningún mal de los dichos causan al alma. Porque aunque a la persona por
quien pasan le haga parecer la pasión y turbación que entonces le causan que la
ensucian y ciegan, no es así, antes la causan los provechos contrarios. Porque, en tanto
que los resiste, gana fortaleza, pureza, luz y consuelo y muchos bienes. Según lo cual
dijo Nuestro Señor a san Pablo (2 Cor. 12, 9) que la virtud se perfeccionaba en la
flaqueza. Mas los voluntarios, todos los dichos y más males hacen. Y por eso el
principal cuidado que tienen los maestros espirituales es mortificar luego a sus
discípulos de cualquiera apetito, haciéndoles quedar en vacío de lo que apetecían, por
librarles de tanta miseria.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 13
En que se trata de la manera y modo que se ha de tener para entrar en esta noche del
sentido.
1. Resta ahora dar algunos avisos para saber y poder entrar en esta noche del sentido.
Para lo cual es de saber que el alma ordinariamente entra en esta noche sensitiva en dos
maneras: la una es activa; la otra, pasiva.
Activa es lo que el alma puede hacer y hace de su parte para entrar en ella, de lo cual
ahora trataremos en los avisos siguientes.
Pasiva es en que el alma no hace nada, sino Dios la obra en ella, y ella se ha como
paciente. De la cual trataremos en el cuarto libro, cuando habemos de tratar de los
principiantes. Y porque allí habemos, con el favor divino, de dar muchos avisos a los
principiantes, según las muchas imperfecciones que suelen tener en este camino, no me
alargaré aquí en dar muchos; y porque también no es tan propio de este lugar darlos,
pues de presente sólo tratamos de las causas por qué se llama noche este tránsito, y cuál
sea ésta, y cuántas sus partes.
Pero, porque parece quedaba muy corto y no de tanto provecho no dar luego algún
remedio o aviso para ejercitar esta noche de apetitos, he querido poner aquí el modo
breve que se sigue; y lo mismo haré al fin de cada una de esotras dos partes o causas de
esta noche de que luego, mediante el Señor, tengo de tratar.
2. Estos avisos que aquí se siguen de vencer los apetitos, aunque son breves y pocos, yo
entiendo que son tan provechosos y eficaces como compendiosos, de manera que el que
de veras se quisiese ejercitar en ellos, no le harán falta otros ningunos, antes en éstos los
abrazará todos.
3. Lo primero, traiga un ordinario apetito de imitar a Cristo en todas sus cosas,
conformándose con su vida, la cual debe considerar para saberla imitar y haberse en
todas las cosas como se hubiera él.
4. Lo segundo, para poder bien hacer esto, cualquiera gusto que se le ofreciere a los
sentidos, como no sea puramente para honra y gloria de Dios, renúncielo y quédese
vacío de él por amor de Jesucristo, el cual en esta vida no tuvo otro gusto, ni le quiso,
que hacer la voluntad de su Padre, lo cual llamaba él su comida y manjar (Jn. 4, 34).
Pongo ejemplo: si se le ofreciere gusto de oír cosas que no importen para el servicio y
honra de Dios, ni lo quiera gustar ni las quiera oír. Y si le diere gusto mirar cosas que no
le ayuden (a amar) más a Dios, ni quiera el gusto ni mirar las tales cosas. Y si en el
hablar otra cualquier cosa se le ofreciere, haga lo mismo; y en todos los sentidos, ni más
ni menos, en cuanto lo pudiere excusar buenamente; porque si no pudiere, basta que no
quiera gustar de ello, aunque estas cosas pasen por él.
Y de esta manera ha de procurar dejar luego mortificados y vacíos de aquel gusto a los
sentidos, como a oscuras. Y con este cuidado en breve aprovechará mucho.
5. Y para mortificar y apaciguar las cuatro pasiones naturales, que son gozo, esperanza,
temor y dolor, de cuya concordia y pacificación salen estos y los demás bienes, es total
remedio lo que se sigue, y de gran merecimiento y causa de grandes virtudes.
6. Procure siempre inclinarse:
no a lo más fácil, sino a lo más dificultoso; no a lo más sabroso, sino a lo más
desabrido; no a lo más gustoso, sino antes a lo que da menos gusto; no a lo que es
descanso, sino a lo trabajoso; no a lo que es consuelo, sino antes al desconsuelo; no a lo
más, sino a lo menos; no a lo más alto y precioso, sino a lo más bajo y despreciado; no a
lo que es querer algo, sino a no querer nada; no andar buscando lo mejor de las cosas
temporales, sino lo peor, y desear entrar en toda desnudez y vacío y pobreza por Cristo
de todo cuanto hay en el mundo.
7. Y estas obras conviene las abrace de corazón y procure allanar la voluntad en ellas.
Porque, si de corazón las obra, muy en breve vendrá a hallar en ellas gran deleite y
consuelo, obrando ordenada y discretamente.
8. Lo que está dicho, bien ejercitado, bien basta para entrar en la noche sensitiva. Pero,
para mayor abundancia, diremos otra manera de ejercicio que enseña a mortificar la
concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, que
son las cosas que dice san Juan (1 Jn. 2, 16) reinan en el mundo, de las cuales proceden
todos los demás apetitos.
9. Lo primero, procurar obrar en su desprecio y desear que todos lo hagan (y esto es
contra la concupiscencia de la carne).
Lo segundo, procurar hablar en su desprecio y desear que todos lo hagan (y esto es
contra la concupiscencia de los ojos).
Lo tercero, procurar pensar bajamente de sí en su desprecio y desear que todos lo hagan
(también contra sí, y esto es contra la soberbia de la vida).
10. En conclusión de estos avisos y reglas conviene poner aquí aquellos versos que se
escriben en la Subida del Monte, que es la figura que está al principio de este libro, los
cuales son doctrina para subir a él, que es lo alto de la unión. Porque, aunque es verdad
que allí habla de lo espiritual e interior, también trata del espíritu de imperfección según
lo sensual y exterior, como se puede ver en los dos caminos que están en los lados de la
senda de perfección. Y así, según ese sentido los entenderemos aquí, conviene a saber,
según lo sensual. Los cuales, después, en la segunda parte de esta noche, se han de
entender según lo espiritual.
11. Dice así:
Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada.
Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada.
Para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada.
Para venir a lo que no gustas, has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes, has de ir por donde no sabes.
Para venir a lo que no posees, has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres, has de ir por donde no eres.
MODO PARA NO IMPEDIR AL TODO
12. Cuando reparas en algo, dejas de arrojarte al todo.
Porque para venir del todo al todo has de negarte del todo en todo.
Y cuando lo vengas del todo a tener, has de tenerlo sin nada querer.
Porque, si quieres tener algo en todo, no tienes puro en Dios tu tesoro.
13. En esta desnudez halla el espiritual su quietud y descanso, porque, no codiciando
nada, nada le fatiga hacia arriba y nada le oprime hacia abajo, porque está en el centro
de su humildad. Porque, cuando algo codicia, en eso mismo se fatiga.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 14
En el cual se declara el segundo verso de la canción:
Con ansias en amores inflamada.
1. Ya que habemos declarado el primer verso de esta canción, que trata de la noche
sensitiva, dando a entender qué noche sea esta del sentido y por qué se llama noche; y
también habiendo dado el orden y modo que se ha de tener para entrar en ella
activamente, síguese ahora por su orden tratar de las propiedades y efectos de ella, que
son admirables, los cuales se contienen en los versos siguientes de la dicha canción, los
cuales yo apuntaré brevemente en gracia de declarar los dichos versos, como en el
prólogo lo prometí, y pasaré luego adelante al segundo libro, el cual trata de la otra parte
de esta noche que es la espiritual.
2. Dice, pues, el alma que con ansias, en amores inflamada pasó y salió en esta noche
oscura del sentido a la unión del Amado. Porque para vencer todos los apetitos y negar
los gustos de todas las cosas, con cuyo amor y afición se suele inflamar la voluntad para
gozar de ellos, era menester otra inflamación mayor de otro amor mejor, que es el de su
Esposo, para que, teniendo su gusto y fuerza en éste, tuviese valor y constancia para
fácilmente negar todos los otros. Y no solamente era menester para vencer la fuerza de
los apetitos sensitivos tener amor de su Esposo, sino estar inflamada de amor y con
ansias. Porque acaece, y así es, que la sensualidad con tantas ansias de apetito es movida
y atraída a las cosas sensitivas, que, si la parte espiritual no está inflamada con otras
ansias mayores de lo que es espiritual, no podrá vencer el yugo natural, ni entrar en esta
noche del sentido, ni tendrá ánimo para se quedar a oscuras de todas las cosas,
privándose del apetito de todas ellas.
3. Y cómo y de cuántas maneras sean estas ansias de amor que las almas tienen en los
principios de este camino de unión; y las diligencias e invenciones que hacen para salir
de su casa, que es la propia voluntad en la noche de la mortificación de sus sentidos; y
cuán fáciles y aun dulces y sabrosos les hacen parecer estas ansias del Esposo todos los
trabajos y peligros de esta noche, ni es de decir de este lugar, ni se puede decir; porque
es mejor para tenerlo y considerarlo que para escribirlo. Y así, pasaremos a declarar los
demás versos en el siguiente capítulo.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 15
En el cual se declaran los demás versos de la dicha canción:
¡Oh dichosa ventura!, salí sin ser notada estando ya mi casa sosegada.
1. Toma por metáfora el mísero estado del cautiverio, del cual el que se libra tiene por
dichosa ventura, sin que se lo impida alguno de los prisioneros. Porque el alma, después
del primer pecado original, verdaderamente está como cautiva en este cuerpo mortal,
sujeta a las pasiones y apetitos naturales, del cerco y sujeción de los cuales tiene ella por
dichosa ventura haber salido sin ser notada, esto es, sin ser de ninguno de ellos
impedida ni comprehendida.
2. Porque para esto le aprovechó salir en la noche oscura, que es en la privación de
todos los gustos y mortificación de todos los apetitos, de la manera que habemos dicho.
Y esto, estando ya su casa sosegada, conviene a saber, la parte sensitiva, que es la casa
de todos los apetitos, ya sosegada por el vencimiento y adormecimiento de todos ellos.
Porque hasta que los apetitos se adormezcan por la mortificación en la sensualidad, y la
misma sensualidad esté ya sosegada de ellos, de manera que ninguna guerra haga al
espíritu, no sale el alma a la verdadera libertad, a gozar de la unión de su Amado.
FIN DEL LIBRO PRIMERO
Inicio
LIBRO SEGUNDO
[San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE
CARMELOLibro 1º - 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
--------------------------------------------------------------------------LIBRO SEGUNDO
En que trata del medio próximo para subir a la unión de Dios, que es la fe; y así se trata
de la segunda parte de esta noche, que decíamos pertenecer el espíritu, contenida en la
segunda canción, que es la que se sigue.
CANCIÓN SEGUNDA
CAPÍTULO 1
A oscuras y segura, por la secreta escala, disfrazada, ¡oh dichosa ventura!, a oscuras y
en celada, estando ya mi casa sosegada.
1. En esta segunda canción canta el alma la dichosa ventura que tuvo en desnudar el
espíritu de todas las imperfecciones espirituales y apetitos de propiedad en lo espiritual.
Lo cual le fue muy mayor ventura, por la mayor dificultad que hay en sosegar esta casa
de la parte espiritual, y poder entrar en esta oscuridad interior, que es la desnudez
espiritual de todas las cosas, así sensuales como espirituales, sólo estribando en pura fe
y subiendo por ella a Dios.
Que, por eso, la llama aquí escala y secreta, porque todos los grados y artículos que ella
tiene son secretos y escondidos a todo sentido y entendimiento. Y así, se quedó ella a
oscuras de toda lumbre de sentido y entendimiento, saliendo de todo límite natural y
racional para subir por esta divina escala de la fe, que escala y penetra hasta lo profundo
de Dios (1 Cor. 2, 10).
Por lo cual dice que iba disfrazada, porque llevaba el traje y vestido y término natural
mudado en divino, subiendo por fe. Y así era causa este disfraz de no ser conocida ni
detenida de lo temporal, ni de lo racional, ni del demonio, porque ninguna de estas cosas
puede dañar al que camina en fe.
Y no sólo eso, sino que va el alma tan encubierta y escondida y ajena de todos los
engaños del demonio, que verdaderamente camina, como también aquí dice, a oscuras y
en celada, es a saber, para el demonio, al cual la luz de la fe le es más que tinieblas. Y
así, el alma que por ella camina le podemos decir que en celada y encubierta al demonio
camina, como adelante se verá más claro.
2. Por eso dice que salió a oscuras y segura, porque el que tal ventura tiene que puede
caminar por la oscuridad de la fe, tomándola por guía de ciego, saliendo él de todas las
fantasmas naturales y razones espirituales, camina muy al seguro, como habemos dicho.
Y así dice que también salió por esta noche espiritual estando ya su casa sosegada, es a
saber, la parte espiritual y racional, de la cual, cuando el alma llega a la unión de Dios,
tiene sosegadas sus potencias naturales, y los ímpetus y ansias en la parte espiritual. Que
por eso no dice aquí que salió con ansias, como en la primera noche del sentido, porque,
para ir en la noche del sentido y desnudarse de lo sensible, eran menester ansias de amor
sensible para acabar de salir; pero, para acabar de sosegar la casa del espíritu, sólo se
requiere negación de todas las potencias y gustos y apetitos espirituales en pura fe. Lo
cual hecho, se junta el alma con el Amado en una unión de sencillez, y pureza, y amor,
y semejanza.
3. Y es de saber que la primera canción, hablando acerca de la parte sensitiva, dice que
salió en noche oscura; y aquí, hablando acerca de la parte espiritual, dice que salió a
oscuras, por ser muy mayor la tiniebla de la parte espiritual, así como la oscuridad es
mayor tiniebla que la de la noche, porque, por oscura que una noche sea, todavía se ve
algo, pero en la oscuridad no se ve nada. Y así, en la noche del sentido todavía queda
alguna luz, porque queda el entendimiento y razón, que no se ciega. Pero esta noche
espiritual, que es la fe, todo lo priva, así en entendimiento como en sentido. Y, por eso,
dice el alma en ésta que iba a oscuras y segura, lo cual no lo dijo en la otra; porque
cuanto menos el alma obra con habilidad propia, va más segura, porque va más en fe.
Y esto se irá bien declarando por extenso en este segundo libro, en el cual será necesario
que el devoto lector vaya con atención, porque en él se han de decir cosas bien
importantes para el verdadero espíritu. Y, aunque ellas son algo oscuras, de tal manera
se abre camino de unas para otras, que entiendo se entenderá todo muy bien.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 2
En que se comienza a tratar de la segunda parte o causa de esta noche, que es la fe.
Prueba con dos razones cómo es más oscura que la primera y que la tercera.
1. Síguese ahora tratar de la (segunda) parte de esta noche, que es la fe, la cual es el
admirable medio que decíamos para ir al término que es Dios, el cual decíamos era
también para el alma naturalmente tercera causa o parte de esta noche.
Porque la fe, que es el medio, es comparada a la media noche. Y así podemos decir que
para el alma es más oscura que la primera y, en cierta manera, que la tercera. Porque la
primera, que es la del sentido, es comparada a la prima de la noche, que es cuando cesa
la vista de todo objeto sensitivo, y así no está tan remota de la luz como la media noche.
La tercera parte, que es el antelucano, que es ya lo que está próximo a la luz del día, no
es tan oscuro como la media noche, pues ya está inmediata a la ilustración e
información de la luz del día, y ésta es comparada a Dios. Porque, aunque es verdad que
Dios es para el alma tan oscura noche como la fe, hablando naturalmente, pero, porque,
acabadas ya estas tres partes (de la noche), que para el alma lo son naturalmente, ya va
Dios ilustrando al alma sobrenaturalmente con el rayo de su divina luz, lo cual es el
principio de la perfecta unión que se sigue pasada la tercera noche, se puede decir que
es menos oscura.
2. Es también más oscura que la primera, porque ésta pertenece a la parte inferior del
hombre, que es la sensitiva y, por consiguiente, más exterior; y esta segunda de la fe
pertenece a la parte superior del hombre, que es la racional y, por el consiguiente, más
interior y más oscura, porque la priva de la luz racional, o, por mejor decir, la ciega. Y
así, es bien comparada a la media noche, que es lo más adentro y más oscuro de la
noche.
3. Pues esta segunda parte de la fe habemos ahora de probar cómo es noche para el
espíritu, así como la primera lo es para el sentido. Y luego también diremos los
contrarios que tiene, y cómo se ha de disponer el alma activamente para entrar en ella.
Porque de lo pasivo, que es lo que Dios hace sin ella para meterla en ella, allá diremos
en su lugar, que entiendo será el tercer libro.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 3
Cómo la fe es noche oscura para el alma. Pruébalo con razones y autoridades y figuras
de la Sagrada Escritura.
1. La fe dicen los teólogos que es un hábito del alma cierto y oscuro. Y la razón de ser
hábito oscuro es porque hace creer verdades reveladas por el mismo Dios, las cuales son
sobre toda luz natural y exceden todo humano entendimiento sin alguna proporción.
De aquí es que, para el alma, esta excesiva luz que se le da de fe le es oscura tiniebla,
porque lo más priva (y vence) lo menos, así como la luz del sol priva otras cualesquier
luces, de manera que no parezcan luces cuando ella luce, y vence nuestra potencia
visiva, de manera que antes la ciega y priva de la vista que se le da, por cuanto su luz es
muy desproporcionada y excesiva a la potencia visiva. Así, la luz de la fe, por su grande
exceso, oprime y vence la del entendimiento, la cual sólo se extiende de suyo a la
ciencia natural; aunque tiene potencia para la sobrenatural, para cuando Nuestro Señor
la quisiere poner en acto sobrenatural.
2. De donde ninguna cosa, de suyo, puede saber sino por vía natural; lo cual es sólo lo
que alcanza por los sentidos, para lo cual ha de tener los fantasmas y las figuras de los
objetos presentes en sí o en sus semejantes, y de otra manera, no; porque, como dicen
los filósofos: ab obiecto et potentia paritur notitia, esto es: del objeto presente y de la
potencia nace en el alma la noticia. De donde, si a uno le dijesen cosas que él nunca
alcanzó a conocer ni jamás vio semejanza de ellas, en ninguna manera le quedaría más
luz de ellas que si no se las hubiesen dicho.
Pongo ejemplo: si a uno le dijesen que en cierta isla hay un animal que él nunca vio, si
no le dicen de aquel animal alguna semejanza que él haya visto en otros, no le quedará
más noticia ni figura de aquel animal que antes, aunque más le estén diciendo de él.
Y por otro ejemplo más claro se entenderá mejor. Si a uno que nació ciego, el cual
nunca vio color alguno, le estuviesen diciendo cómo es el color blanco o el amarillo,
aunque más le dijesen, no entendería más así que así, porque nunca vio los tales colores
ni sus semejanzas, para poder juzgar de ellos; solamente se le quedaría el nombre de
ellos, porque aquello púdolo percibir con el oído; mas la forma y figura no, porque
nunca la vio.
3. De esta manera es la fe para con el alma, que nos dice cosas que nunca vimos ni
entendimos en sí ni en sus semejanzas, pues no la tienen. Y así, de ella no tenemos luz
de ciencia natural, pues a ningún sentido es proporcionado lo que nos dice; pero
sabémoslo por el oído, creyendo lo que nos enseña, sujetando y cegando nuestra luz
natural. Porque, como dice San Pablo (Rm. 10, 17), fides ex auditu, como si dijera: la fe
no es ciencia que entra por ningún sentido, sino sólo es consentimiento del alma de lo
que entra por el oído.
4. Y aun la fe excede mucho más de lo que dan a entender los ejemplos dichos; porque,
no solamente no hace noticia, y ciencia, pero, como habemos dicho, priva y ciega de
otras cualesquier noticias y ciencia, para que puedan bien juzgar de ella. Porque otras
ciencias con la luz del entendimiento se alcanzan; mas ésta de la fe sin la luz del
entendimiento se alcanza, negándola por la fe, y con la luz propia se pierde, si no se
oscurece. Por lo cual dijo Isaías (7, 9): Si non credideritis, non intelligetis, esto es: Si no
creyéredes, no entenderéis.
Luego claro está que la fe es noche oscura para el alma, y de esta manera la da luz; y
cuanto más la oscurece más luz la da de sí, porque cegando la (da) luz, según este dicho
de Isaías (7, 9): Porque si no creyéredes, (no entenderéis), esto es, no tendréis luz. Y así
fue figurada la fe por aquella nube que dividía los hijos de Israel y a los egipcios al
punto de entrar en el Mar Bermejo, de la cual dice la sagrada Escritura (Ex. 14, 20) que
era nubes tenebrosa et illuminans noctem; quiere decir que aquella nube era tenebrosa y
alumbradora a la noche.
5. Admirable cosa es que, siendo tenebrosa, alumbrase la noche; esto era porque la fe,
que es nube oscura y tenebrosa para el alma -la cual es también noche, pues, en
presencia de la fe, de su luz natural queda privada y ciega-, con su tiniebla alumbra y da
luz a la tiniebla del alma. Porque así convenía que fuese semejante al maestro el
discípulo (Lc. 6, 40). Porque el hombre que está en tiniebla no podía convenientemente
ser alumbrado sino por otra tiniebla, según nos lo enseña David (Sal. 18, 3), diciendo:
Dies diei eructat verbum et nox nocti indicat scientiam; quiere decir: El día rebosa y
respira palabra al día, y la noche muestra ciencia a la noche. Que, hablando más claro,
quiere decir: el día, que es Dios, en la bienaventuranza, donde ya es de día, a los
bienaventurados ángeles y almas que ya son día, les comunica y pronuncia la Palabra,
que es su Hijo, para que le sepan y le gocen. Y la noche, que es la fe, en la iglesia
militante, donde aún es de noche, muestra ciencia a la Iglesia y, por consiguiente, a
cualquiera alma, la cual le es noche, pues está privada de la clara sabiduría beatifica; y
en presencia de la fe, de su luz natural está ciega.
6. De manera que lo que de aquí se ha de sacar es que la fe, porque es noche oscura, da
luz al alma, que está a oscuras, porque se venga a verificar lo que también dice David
(Sal. 138, 11) a este propósito, diciendo: Nox illuminatio mea in deliciis meis, que
quiere decir: La noche será mi iluminación en mis deleites; lo cual es tanto como decir:
en los deleites de mi pura contemplación y unión con Dios, la noche de la fe será mi
guía. En lo cual claramente da a entender que el alma ha de estar en tiniebla para tener
luz para este camino.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 4
Trata en general cómo también el alma ha de estar a oscuras, en cuanto es de su parte,
para ser bien guiada por la fe a suma contemplación.
1. Creo se va ya dando a entender algo cómo la fe es oscura noche para el alma y cómo
también el alma ha de ser oscura o estar a oscuras de su luz para que de la fe se deje
guiar a este alto término de unión. Pero para que eso el alma sepa hacer, convendrá
ahora ir declarando esta oscuridad que ha de tener el alma algo más menudamente para
entrar en este abismo de la fe. Y así, en este capítulo hablaré en general de ella, y
adelante, con el favor divino, iré diciendo más en particular el modo que se ha de tener
para no errar en ella ni impedir a tal guía.
2. Digo, pues, que el alma, para haberse de guiar bien por la fe a este estado, no sólo se
ha de quedar a oscuras según aquella parte que tiene respecto a las criaturas y a lo
temporal, que es la sensitiva e inferior, de que habemos ya tratado sino que también se
ha de cegar y oscurecer también según la parte que tiene respecto a Dios y a lo
espiritual, que es la racional y superior, de que ahora vamos tratando. Porque, para venir
un alma a llegar a la transformación sobrenatural, claro está que ha de oscurecerse y
trasponerse a todo lo que contiene su natural, que es sensitivo y racional; porque
sobrenatural eso quiere decir, que sube sobre el natural; luego el natural abajo queda.
Porque, como quiera que esta transformación y unión es cosa que no puede caer en
sentido y habilidad humana, ha de vaciarse de todo lo que puede caer en ella
perfectamente y voluntariamente, ahora sea de arriba, ahora de abajo, según el afecto,
digo, y voluntad, en cuanto es de su parte; porque a Dios, ¿quién le quitará que él no
haga lo que quisiere en el alma resignada, aniquilada y desnuda?
Pero de todo se ha de vaciar como sea cosa que puede caer en su capacidad, de manera
que, aunque más cosas sobrenaturales vaya teniendo, siempre se ha de quedar como
desnuda de ellas y a oscuras, así como el ciego, arrimándose a la fe oscura, tomándola
por guía y luz, y no arrimándose a cosa de las que entiende, gusta y siente e imagina.
Porque todo aquello es tiniebla, que la hará errar; y la fe es sobre todo aquel entender y
gustar y sentir e imaginar. Y si en esto no se ciega, quedándose a oscuras totalmente, no
viene a lo que es más, que es lo que enseña la fe.
3. El ciego, si no es bien ciego, no se deja bien guiar del mozo de ciego, sino que, por
un poco que ve, piensa que por cualquiera parte que ve, por allí es mejor ir, porque no
ve otras mejores; y así puede hacer errar al que le guía y ve más que él, porque, en fin,
puede mandar más que el mozo de ciego. Y así, el alma, si estriba en algún saber suyo o
gustar o saber de Dios, como quiera que ello, aunque más sea, sea muy poco y disímil
de lo que es Dios para ir por este camino, fácilmente yerra o se detiene, por no se querer
quedar bien ciega en fe, que es su verdadera guía.
4. Porque eso quiso decir también san Pablo (Heb. 11, 6), cuando dijo: Accedentem ad
Deum oportet credere quod est; quiere decir: Al que se ha de ir uniendo a Dios,
conviénele que crea su ser. Como si dijera: el que se ha de venir a juntar en una unión
con Dios no ha de ir entendiendo ni arrimándose al gusto, ni al sentido, ni a la
imaginación, sino creyendo su ser, que no cae en entendimiento, ni apetito, ni
imaginación, ni otro algún sentido, ni en esta vida se puede saber; antes en ella lo más
alto que se puede sentir y gustar, etc., de Dios, dista en infinita manera de Dios y del
poseerle puramente. Isaías (54, 4) y san Pablo (1 Cor. 2, 9) dicen: Nec oculus vidit, nec
auris audivit, neque in cor hominis ascendit, quae praeparavit Deus iis qui diligunt
illum; que quiere decir: lo que Dios tiene aparejado para los que le aman, ni ojo jamás lo
vio, ni oído lo oyó, ni cayó en corazón ni pensamiento de hombre. Pues, como quiera
que el alma pretenda unirse por gracia perfectamente en esta vida con aquello que por
gloria ha de estar unida en la otra (lo cual, como aquí dice san Pablo, no vio ojo, ni oyó
oído, ni cayó en corazón de hombre en carne) claro está que, para venir a unirse en esta
vida con ello por gracia y por amor perfectamente, ha de ser a oscuras de todo cuanto
puede entrar por el ojo, y de todo lo que se puede recibir con el oído, y se puede
imaginar con la fantasía, y comprehender con el corazón, que aquí significa el alma.
Y así, grandemente se estorba una alma para venir a este alto estado de unión con Dios
cuando se ase a algún entender, o sentir, o imaginar, o parecer, o voluntad, o modo
suyo, o cualquiera otra cosa u obra propia, no sabiéndose desasir y desnudar de todo
ello. Porque, como decimos, a lo que va, es sobre todo eso, aunque sea lo más que se
puede saber o gustar; y así, sobre todo se ha de pasar al no saber.
5. Por tanto, en este camino el entrar en camino es dejar su camino, o, por mejor decir,
es pasar al término; y dejar su modo, es entrar en lo que no tiene modo, que es Dios;
porque el alma que a este estado llega, ya no tiene modos ni maneras, ni menos se ase ni
puede asir a ellos. Digo modos de entender, ni de gustar, ni de sentir, aunque en sí
encierra todos los modos, al modo del que no tiene nada, que lo tiene todo; porque,
teniendo ánimo para pasar de su limitado natural interior y exteriormente, entra en
límite sobrenatural que no tiene modo alguno, teniendo en sustancia todos los modos.
De donde el venir aquí es el salir de allí, y de aquí y de allí saliendo de sí muy lejos, de
eso bajo para esto sobre todo alto.
6. Por tanto, trasponiéndose a todo lo que espiritual y naturalmente puede saber y
entender, ha de desear el alma con todo deseo venir a aquello que en esta vida no puede
saber ni caer en su corazón, y dejando atrás todo lo que temporal y espiritualmente gusta
y siente y puede gustar y sentir en esta vida, ha de desear con todo deseo venir a aquello
que excede todo sentimiento y gusto. Y, para quedar libre y vacía para ello, en ninguna
manera ha de hacer presa en cuanto en su alma recibiere espiritual o sensitivamente,
como declararemos luego, cuando esto tratemos en particular, teniéndolo todo por
mucho menos. Porque, cuanto más piensa que es aquello que entiende, gusta e imagina,
y cuanto más lo estima, ahora sea espiritual, ahora no, tanto más quita del supremo bien
y más se retarda de ir a él. Y cuanto menos piensa qué es lo que puede tener, por más
que ello sea, en respecto del sumo bien, tanto más pone en él y le estima, y, por el
consiguiente, tanto más se llega a él. Y de esta manera, a oscuras, grandemente se
acerca el alma a la unión por medio de la fe, que también es oscura, y de esta manera la
da admirable luz la fe. Cierto que, si el alma quisiese ver, harto más presto se
oscurecería acerca de Dios que el que abre los ojos a ver el gran resplandor del sol.
7. Por tanto, en este camino, cegándose en sus potencias, ha de ver luz, según lo que el
Salvador dice en el Evangelio (Jn. 9, 39) de esta manera: In iudicium veni in hunc
mundum: ut qui non vident, videant, et qui vident caeci fiant, esto es: Yo he venido a
este mundo para juicio; de manera que los que no ven vean, y los que ven, se hagan
ciegos. Lo cual, así como suena, se ha de entender acerca de este camino espiritual: que
el alma, conviene saber, que estuviere a oscuras y se cegare en todas sus luces propias y
naturales, verá sobrenaturalmente, y la que a alguna luz suya se quisiere arrimar, tanto
más cegará y se detendrá en el camino de la unión.
8. Y para que procedamos menos confusamente, paréceme será necesario dar a entender
en el siguiente capítulo qué cosa sea esto que llamamos unión del alma con Dios;
porque, entendido esto, se dará mucha luz en lo que de aquí adelante iremos diciendo; y
así entiendo viene bien aquí el tratar de ella como en su propio lugar. Porque, aunque se
corta el hilo de lo que vamos tratando, no es fuera de propósito, pues en este lugar sirve
para dar luz en lo mismo que se va tratando; y así, servirá el capítulo infrascrito como
de paréntesis, puesto entre una misma entimema, pues luego habemos de venir a tratar
en particular de las tres potencias del alma respecto de las tres virtudes teologales acerca
de esta segunda noche.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 5
En que se declara qué cosa sea unión del alma con Dios. Pone una comparación.
1. Por lo que atrás queda dicho, en alguna manera se da a entender lo que aquí
entendemos por unión del alma con Dios, y por eso se entenderá aquí mejor lo que
dijéremos de ella. Y no es ahora mi intento tratar de las divisiones de ella ni de sus
partes, porque sería nunca acabar si ahora me pusiese a declarar cuál sea la unión del
entendimiento, y cuál según la voluntad, y cuál también según la memoria, y cuál la
transeúnte, y cuál la permanente en las dichas potencias; y luego cuál sea la total
transeúnte y permanente según las dichas potencias juntas. De eso a cada paso iremos
tratando en el discurso, ahora de lo uno, ahora de lo otro, pues ahora no hace al caso
para dar a entender lo que aquí habemos de decir de ellas, y muy mejor se dará a
entender en sus lugares, cuando, yendo tratando de la misma materia, tengamos el
ejemplo vivo junto al entendimiento presente, y allí se notará y entenderá cada cosa y se
juzgará mejor de ella.
2. Ahora sólo trato de esta unión total y permanente según la sustancia del alma y sus
potencias en cuanto al hábito oscuro de unión; porque en cuanto al acto, después
diremos, con el favor divino, cómo no puede haber unión permanente en las potencias
en esta vida, sino transeúnte.
3. Para entender, pues, cuál sea esta unión de que vamos tratando, es de saber que Dios,
en cualquiera alma, aunque sea la del mayor pecador del mundo, mora y asiste
sustancialmente. Y esta manera de unión siempre está hecha entre Dios y las criaturas
todas, en la cual les está conservando el ser que tienen; de manera que si de esta manera
faltase, luego se aniquilarían y dejarían de ser. Y así, cuando hablamos de unión del
alma con Dios, no hablamos de esta sustancial, que siempre está hecha, sino de la unión
y transformación del alma con Dios, que no está siempre hecha, sino sólo cuando viene
a haber semejanza de amor. Y, por tanto, ésta se llamará unión de semejanza, así como
aquélla, unión esencial o sustancial; aquélla, natural; ésta, sobrenatural; la cual es
cuando las dos voluntades, conviene a saber, la del alma y la de Dios, están en uno
conformes, no habiendo en la una cosa que repugne a la otra. Y así, cuando el alma
quitare de sí totalmente lo que repugna y no conforma con la voluntad divina, quedará
transformada en Dios por amor.
4. Esto se entiende, no sólo lo que repugna según el acto, sino también según el hábito.
De manera que no sólo los actos voluntarios de imperfección le han de faltar, mas los
hábitos de esas cualesquier imperfecciones ha de aniquilar. Y por cuanto toda cualquier
criatura, todas las acciones y habilidades de ellas no cuadran ni llegan a lo que es Dios,
por eso se ha de desnudar el alma de toda criatura y acciones y habilidades suyas,
conviene a saber: de su entender, gustar y sentir, para que, echado todo lo que es disímil
y disconforme a Dios, venga a recibir semejanza de Dios, no quedando en ella cosa que
no sea voluntad de Dios; y así se transforma en Dios.
De donde, aunque es verdad que, como habemos dicho, está Dios siempre en el alma
dándole y conservándole el ser natural de ella con su asistencia, no, empero, siempre la
comunica el ser sobrenatural. Porque éste no se comunica sino por amor y gracia, en la
cual no todas las almas están; y las que están, no en igual grado, porque unas están en
más, otras en menos grados de amor. De donde a aquella alma se comunica Dios más
que está más aventajada en amor, lo cual es tener más conforme su voluntad con la de
Dios. Y la que totalmente la tiene conforme y semejante, totalmente está unida y
transformada en Dios sobrenaturalmente.
Por lo cual, según ya queda dado a entender, cuanto una alma más vestida está de
criaturas y habilidades de ella, según el afecto y el hábito, tanto menos disposición tiene
para la tal unión, porque no da total lugar a Dios para que la transforme en lo
sobrenatural. De manera que el alma no ha menester más que desnudarse de estas
contrariedades y disimilitúdines naturales, para que Dios, que se le está comunicando
naturalmente por naturaleza, se le comunique sobrenaturalmente por gracia.
5. Y esto es lo que quiso dar a entender san Juan (1, 13) cuando dijo: Qui non ex
sanguinibus, neque ex voluntate carnis, neque ex voluntate viri, sed ex Deo nati sunt;
como si dijera; Dio poder para que puedan ser hijos de Dios, esto es, se puedan
transformar en Dios, solamente aquellos que no de las sangres, esto es, que no de las
complexiones y composiciones naturales son nacidos, ni tampoco de la voluntad de la
carne, esto es, del albedrío de la habilidad y capacidad natural, ni menos de la voluntad
del varón; en lo cual se incluye todo modo y manera de arbitrar y comprehender con el
entendimiento. No dio poder a ningunos de éstos para poder ser hijos de Dios, sino a los
que son nacidos de Dios, esto es, a los que, renaciendo por gracia, muriendo primero a
todo lo que es hombre viejo (cf. Ef. 4, 22), se levantan sobre sí a lo sobrenatural,
recibiendo de Dios la tal renacencia y filiación, que es sobre todo lo que se puede
pensar. Porque, como el mismo san Juan (3, 5) dice en otra parte: Nisi quis renatus
fuerit ex aqua, et Spiritu Sancto, non potest videre regnum Dei; quiere decir: El que no
renaciere en el Espíritu Santo, no podrá ver este reino de Dios, que es el estado de
perfección. Y renacer en el Espíritu Santo en esta vida, es tener un alma simílima a Dios
en pureza, sin tener en sí alguna mezcla de imperfección, y así se puede hacer pura
transformación por participación de unión, aunque no esencialmente.
6. Y para que se entienda mejor lo uno y lo otro, pongamos una comparación. Está el
rayo del sol dando en una vidriera. Si la vidriera tiene algunos velos de manchas o
nieblas, no la podrá esclarecer y transformar en su luz totalmente como si estuviera
limpia de todas aquellas manchas y sencilla. Antes tanto menos la esclarecerá cuanto
ella estuviere menos desnuda de aquellos velos y manchas, y tanto más cuanto más
limpia estuviere. Y no quedará por el rayo, sino por ella; tanto, que, si ella estuviere
limpia y pura del todo, de tal manera la transformará y esclarecerá el rayo, que parecerá
el mismo rayo y dará la misma luz que el rayo. Aunque, a la verdad, la vidriera, aunque
se parece al mismo rayo, tiene su naturaleza distinta del mismo rayo: mas podemos
decir que aquella vidriera es rayo de luz por participación. Y así, el alma es como esta
vidriera, en la cual siempre está embistiendo o, por mejor decir, en ella está morando
esta divina luz del ser de Dios por naturaleza, que habemos dicho.
7. En dando lugar el alma (que es quitar de sí todo velo y mancha de criatura, lo cual
consiste en tener la voluntad perfectamente unida con la de Dios, porque el amar es
obrar en despojarse y desnudarse por Dios de todo lo que no es Dios) luego queda
esclarecida y transformada en Dios, y le comunica Dios su ser sobrenatural de tal
manera, que parece el mismo Dios y tiene lo que tiene el mismo Dios. Y se hace tal
unión cuando Dios hace al alma esta sobrenatural merced, que todas las cosas de Dios y
el alma son unas en transformación participante. Y el alma más parece Dios que alma, y
aun es Dios por participación; aunque es verdad que su ser naturalmente tan distinto se
le tiene del de Dios como antes, aunque está transformada, como también la vidriera le
tiene distinto del rayo, estando de él clarificada.
8. De aquí queda ahora más claro que la disposición para esta unión, como decíamos, no
es el entender del alma, ni gustar, ni sentir, ni imaginar de Dios ni de otra cualquiera
cosa, sino la pureza y amor, que es desnudez y resignación perfecta de lo uno y de lo
otro sólo por Dios; y cómo no puede haber perfecta transformación si no hay perfecta
pureza; y cómo según la proporción de la pureza será la ilustración, iluminación y unión
del alma con Dios, en más o en menos; aunque no será perfecta, como digo, si del todo
no está perfecta, y clara y limpia.
9. Lo cual también se entenderá por esta comparación. Está una imagen muy perfecta
con muchos y muy subidos primores y delicados y sutiles esmaltes, y algunos tan
primos y tan sutiles, que no se pueden bien acabar de determinar por su delicadez y
excelencia. A esta imagen, el que tuviere menos clara y purificada vista, menos
primores y delicadez echará de ver en la imagen; y el que la tuviere algo más pura,
echará de ver más primores y perfecciones en ella; y si otro la tuviere aún más pura,
verá aun más perfección; y, finalmente, el que más clara y limpia potencia tuviere, irá
viendo más primores y perfecciones; porque en la imagen hay tanto que ver, que, por
mucho que se alcance, queda para poderse mucho más alcanzar de ella.
10. De la misma manera podemos decir que se han las almas con Dios en esta
ilustración o transformación. Porque, aunque es verdad que un alma, según su poca o
mucha capacidad, puede haber llegado a unión, pero no en igual grado todas, porque
esto es como el Señor quiere dar a cada una. Es a modo de como le ven en el cielo, que
unos ven más, otros menos; pero todos ven a Dios y todos están contentos, porque
tienen satisfecha su capacidad.
11. De donde, aunque acá en esta vida hallemos algunas almas con igual paz y sosiego
en estado de perfección, y cada una esté satisfecha, con todo eso, podrá la una de ellas
estar muchos grados más levantada que la otra y estar igualmente satisfechas, por
cuanto tienen satisfecha su capacidad. Pero la que no llega a pureza competente a su
capacidad, nunca llega a la verdadera paz y satisfacción, pues no ha llegado a tener la
desnudez y vacío en sus potencias, cual se requiere para la sencilla unión.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 6
En que se trata cómo las tres virtudes teologales son las que han de poner en perfección
las tres potencias del alma, y cómo en ellas hacen vacío las dichas virtudes.
1. Habiendo, pues, de tratar de inducir las tres potencias del alma, entendimiento,
memoria y voluntad, en esta noche espiritual, que es el medio de la divina unión,
necesario es primero dar a entender en este capítulo cómo las tres virtudes teologales,
fe, esperanza y caridad (que tienen respecto a las dichas tres potencias como propios
objetos sobrenaturales, y mediante las cuales el alma se une con Dios según sus
potencias), hacen el mismo vacío y oscuridad cada una en su potencia: la fe en el
entendimiento, la esperanza en la memoria y la caridad en la voluntad. Y después
iremos tratando cómo se ha de perfeccionar el entendimiento en la tiniebla de la fe, y
cómo la memoria en el vacío de la esperanza, y cómo también se ha de enterar la
voluntad en la carencia y desnudez de todo afecto para ir a Dios. Lo cual hecho, se verá
claro cuánta necesidad tiene el alma, para ir segura en este camino espiritual, de ir por
esta noche oscura arrimada a estas tres virtudes, que la vacían de todas las cosas y
oscurecen en ellas. Porque, como habemos dicho, el alma no se une con Dios en esta
vida por el entender, ni por el gozar, ni por el imaginar, ni por otro cualquier sentido,
sino sólo por la fe según el entendimiento, y por esperanza según la memoria, y por
amor según la voluntad.
2. Las cuales tres virtudes todas hacen, como habemos dicho, vacío en las potencias: la
fe en el entendimiento, vacío y oscuridad de entender; la esperanza hace en la memoria
vacío de toda posesión; y la caridad, vacío en la voluntad y desnudez de todo afecto y
gozo de todo lo que no es Dios.
Porque la fe ya vemos que nos dice lo que no se puede entender con el entendimiento.
Por lo cual san Pablo dice de ella ad Hebraeos (11, 1) de esta manera: Fides est
sperandarum substantia rerum, argumentum non apparentium; que a nuestro propósito
quiere decir que la fe es sustancia de las cosas que se esperan. Y aunque el
entendimiento con firmeza y certeza consiente en ellas, no son cosas que al
entendimiento se le descubren, porque si se le descubriesen, no sería fe; la cual, aunque
le hace cierto al entendimiento, no le hace claro, sino oscuro.
3. Pues de la esperanza no hay duda sino que también pone a la memoria en vacío y
tiniebla de lo de acá y de lo de allá. Porque la esperanza siempre es de lo que no se
posee, porque, si se poseyese, ya no sería esperanza. De donde san Pablo dice ad
Romanos (8, 24): Spes, quae videtur, non est spes; nam quod videt quis, quid sperat?; es
a saber: La esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que uno ve, esto es, lo que
posee, ¿cómo lo espera? Luego también hace vacío esta virtud, pues es de lo que no se
tiene, y no de lo que se tiene.
4. La caridad, ni más ni menos, hace vacío en la voluntad de todas las cosas, pues nos
obliga a amar a Dios sobre todas ellas, lo cual no puede ser sino apartando el afecto de
todas ellas, para ponerle entero en Dios. De donde dice Cristo por san Lucas (14, 33):
Qui non renuntiat omnibus quae possidet, non potest meus esse discipulus, que quiere
decir: El que no renuncia todas las cosas que posee con la voluntad, no puede ser mi
discípulo. Y así todas estas tres virtudes ponen al alma en oscuridad y vacío de todas las
cosas.
5. Y aquí debemos notar aquella parábola que nuestro Redentor dijo por san Lucas a los
once capítulos (v. 5), en que dijo que el amigo había de ir a la media noche a pedir los
tres panes a su amigo, los cuales panes significan estas tres virtudes. Y dijo que a la
media noche los pedía, para dar a entender que el alma a oscuras de todas las cosas,
según sus potencias, ha de adquirir estas tres virtudes y en esa noche se ha de
perfeccionar en ellas. En el capítulo sexto de Isaías (v. 2) leemos que los dos serafines
que este profeta vio a los lados de Dios, cada uno con seis alas, que con las dos cubrían
sus pies, que significaba cegar y apagar los afectos de la voluntad acerca de todas las
cosas para con Dios; y con las dos cubrían su rostro, que significaba la tiniebla del
entendimiento delante de Dios; y que con las otras dos volaban, para dar a entender el
vuelo de la esperanza a las cosas que no se poseen, levantada sobre todo lo que se puede
poseer de acá y de allá, fuera de Dios.
6. A estas tres virtudes, pues, habemos de inducir las tres potencias del alma,
informando a cada cual en cada una de ellas, desnudándola y poniéndola a oscuras de
todo lo que no fueren estas tres virtudes. Y ésta es la noche espiritual que arriba
llamamos activa, porque el alma hace lo que es de su parte para entrar en ella. Y así
como en la noche sensitiva damos modo de vaciar las potencias sensitivas de sus objetos
visibles según el apetito, para que el alma saliese de su término al medio, que es la fe,
así en esta noche espiritual daremos, con el favor de Dios, modo cómo las potencias
espirituales se vacíen y purifiquen de todo lo que no es Dios y se queden puestas en la
oscuridad de estas tres virtudes, que son el medio, como habemos dicho, y disposición
para la unión del alma con Dios.
7. En la cual manera se halla toda seguridad contra las astucias del demonio y contra la
eficacia del amor propio y sus ramas, que es lo que sutilísimamente suele engañar e
impedir el camino a los espirituales, por no saber ellos desnudarse, gobernándose según
estas tres virtudes; y así, nunca acaban de dar en la sustancia y pureza del bien
espiritual, ni van por tan derecho camino y breve como podrían ir.
8. Y hase de tener advertencia que ahora voy especialmente hablando con los que han
comenzado a entrar en estado de contemplación, porque con los principiantes algo más
anchamente se ha de tratar esto, como notaremos en el libro segundo, Dios mediante,
cuando tratemos de las propiedades de ellos.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 7
En el cual se trata cuán angosta es la senda que guía a la vida eterna y cuán desnudos y
desembarazados conviene que estén los que han de caminar por ella. Comienza a hablar
de la desnudez del entendimiento.
1. Para haber ahora de tratar de la desnudez y pureza de las tres potencias del alma, era
necesario otro mayor saber y espíritu que el mío, con que pudiese bien dar a entender a
los espirituales cuán angosto sea este camino que dijo nuestro Salvador que guía a la
vida, para que, persuadidos en esto, no se maravillen del vacío y desnudez en que en
esta noche habemos de dejar las potencias del alma.
2. Para lo cual se deben notar con advertencia las palabras que por san Mateo, en el
capítulo 7 (v. 14), nuestro Salvador dijo de este camino, diciendo así: Quam angusta
porta, et arcta via est, quae ducit ad vitam, et pauci sunt qui inveniunt eam; quiere decir:
¡Cuán angosta es la puerta y estrecho el camino que guía a la vida, y pocos son los que
le hallan! En la cual autoridad debemos mucho notar aquella exageración y
encarecimiento que contiene en sí aquella partícula quam; porque es como si dijera: de
verdad es mucho angosta más que pensáis. Y también es de notar que primero dice que
es angosta la puerta, para dar a entender que para entrar el alma por esta puerta de
Cristo, que es el principio del camino, primero se ha de angostar y desnudar la voluntad
en todas las cosas sensuales y temporales, amando a Dios sobre todas ellas; lo cual
pertenece a la noche del sentido, que habemos dicho.
3. Y luego dice que es estrecho el camino, conviene a saber, de la perfección; para dar a
entender que, para ir por el camino de perfección, no sólo ha de entrar por la puerta
angosta, vaciándose de lo sensitivo, mas también se ha de estrechar, desapropiándose y
desembarazándose propiamente en lo que es de parte del espíritu. Y así, lo que dice de
la puerta angosta podemos referir a la parte sensitiva del hombre; y lo que dice del
camino estrecho, podemos entender de la espiritual o racional; y en lo que dice que
pocos son los que le hallan, se debe notar la causa, que es porque pocos hay que sepan y
quieran entrar en esta suma desnudez y vacío de espíritu. Porque esta senda del alto
monte de perfección, como quiera que ella vaya hacia arriba y sea angosta, tales
guiadores requiere, que ni lleven carga que les haga peso cuanto a lo inferior ni (cosa)
que les haga embarazo cuanto a lo superior; que, pues es trato en que sólo Dios se busca
y se granjea, sólo Dios es el que se ha de buscar y granjear.
4. De donde se ve claro que no sólo de todo lo que es de parte de las criaturas ha de ir el
alma desembarazada, mas también de todo lo que es de parte de su espíritu ha de
caminar desapropiada y aniquilada. De donde, instruyéndonos e induciéndonos nuestro
Señor en este camino, dijo por san Marcos, capítulo 8 (v. 34-35) aquella tan admirable
doctrina, no sé si diga tanto menos ejercitada de los espirituales cuanto les es más
necesaria, la cual, por serlo tanto y tan a nuestro propósito, la referiré aquí toda, y
declararé según el germano y espiritual sentido de ella. Dice, pues, así: Si quis vult me
sequi, deneget semetipsum, et tollat crucem suam, et sequatur me. Qui enim voluerit
animam suam salvam facere, perdet eam: qui autem perdiderit animam suam propter
me... salvam faciet eam; quiere decir: Si alguno quiere seguir mi camino, niéguese a sí
mismo y tome su cruz y sígame. Porque el que quisiere salvar su alma, perderla ha; pero
el que por mí la perdiere, ganarla ha.
5. ¡Oh, quién pudiera aquí ahora dar a entender y a ejercitar y gustar qué cosa sea este
consejo que nos da aquí nuestro Salvador de negarnos a nosotros mismos, para que
vieran los espirituales cuán diferente es el modo que en este camino deben llevar del
que muchos de ellos piensan! Que entienden que basta cualquiera manera de
retiramiento y reformación en las cosas; y otros se contentan con en alguna manera
ejercitarse en las virtudes y continuar la oración y seguir la mortificación, mas no llegan
a la desnudez y pobreza, o enajenación o pureza espiritual, que todo es una, que aquí
nos aconseja el Señor; porque todavía antes andan a cebar y vestir su naturaleza de
consolaciones y sentimientos espirituales que a desnudarla y negarla en eso y esotro por
Dios, que piensan que basta negarla en lo del mundo, y no aniquilarla y purificarla en la
propiedad espiritual. De donde les nace que en ofreciéndoseles algo de esto sólido y
perfecto, que es la aniquilación de toda suavidad en Dios, en sequedad, en sinsabor, en
trabajo (lo cual es la cruz pura espiritual y desnudez de espíritu pobre de Cristo) huyen
de ello como de la muerte, y sólo andan a buscar dulzuras y comunicaciones sabrosas en
Dios. Y esto no es la negación de sí mismo y desnudez de espíritu, sino golosina de
espíritu. En lo cual, espiritualmente, se hacen enemigos de la cruz de Cristo; porque el
verdadero espíritu antes busca lo desabrido en Dios que lo sabroso, y más se inclina al
padecer que al consuelo, y más a carecer de todo bien por Dios que a poseerle, y a las
sequedades y aflicciones que a las dulces comunicaciones, sabiendo que esto es seguir a
Cristo y negarse a sí mismo, y esotro, por ventura, buscarse a sí mismo en Dios, lo cual
es harto contrario al amor. Porque buscarse a sí en Dios es buscar los regalos y
recreaciones de Dios; mas buscar a Dios en sí es no sólo querer carecer de eso y de
esotro por Dios, sino inclinarse a escoger por Cristo todo lo más desabrido, ahora de
Dios, ahora del mundo; y esto es amor de Dios.
6. ¡Oh, quién pudiese dar a entender hasta dónde quiere nuestro Señor que llegue esta
negación! Ella, cierto, ha de ser como una muerte y aniquilación temporal y natural y
espiritual en todo, en la estimación de la voluntad, en la cual se halla toda negación. Y
esto es lo que aquí quiso decir nuestro Salvador (Jn. 12, 25) cuando dice: El que quiere
salvar su alma, ése la perderá, es a saber: el que quisiere poseer algo o buscarlo para sí,
ése la perderá, y el que perdiere su alma por mí, ése la ganará, es a saber: el que
renunciare por Cristo todo lo que puede apetecer y gustar, escogiendo lo que más se
parece a la cruz, lo cual el mismo Señor por san Juan lo llama aborrecer su alma, ése la
ganará. Y esto enseñó Su Majestad a aquellos dos discípulos que le iban a pedir diestra
y siniestra, cuando, no dándoles ninguna salida a la demanda de la tal gloria, les ofreció
el cáliz que él había de beber, como cosa más preciosa y más segura en esta tierra que el
gozar (Mt. 20, 22).
7. Este cáliz es morir a su naturaleza, desnudándola y aniquilándola, para que pueda
caminar por esta angosta senda en todo lo que le puede pertenecer según el sentido,
como habemos dicho, y según el alma, como ahora diremos, que es en su entender, y en
su gozar, y en su sentir. De manera que no sólo quede desapropiada en lo uno y en lo
otro, mas que con esto segundo espiritual no quede embarazada para el angosto camino,
pues en él no cabe más que la negación, como da a entender el Salvador, y la cruz, que
es el báculo para (poder) arribar, por el cual grandemente le aligera y facilita.
De donde nuestro Señor por san Mateo (11, 30) dijo: Mi yugo es suave y mi carga
ligera, la cual es la cruz. Porque, si el hombre se determina a sujetarse a llevar esta cruz,
que es un determinarse de veras a querer hallar y llevar trabajo en todas las cosas por
Dios, en todas ellas hallará grande alivio y suavidad para (andar) este camino, así
desnudo de todo, sin querer nada. Empero, si pretende tener algo, ahora de Dios, ahora
de otra cosa, con propiedad alguna, no va desnudo ni negado en todo; y así, ni cabrá ni
podrá subir por esta senda angosta hacia arriba.
8. Y así querría yo persuadir a los espirituales cómo este camino de Dios no consiste en
multiplicidad de consideraciones, ni modos, ni maneras, ni gustos (aunque esto, en su
manera, sea necesario a los principiantes) sino en una cosa sola necesaria, que es
saberse negar de veras, según lo exterior e interior, dándose al padecer por Cristo y
aniquilarse en todo, porque, ejercitándose en esto, todo esotro y más que ello se obra y
se halla en ello. Y si en este ejercicio hay falta, que es el total y la raíz de las virtudes,
todas esotras maneras es andar por las ramas y no aprovechar, aunque tengan tan altas
consideraciones y comunicaciones como los ángeles. Porque el aprovechar no se halla
sino imitando a Cristo, que es el camino y la verdad y la vida, y ninguno viene al Padre
sino por él, según él mismo dice por san Juan (14, 6). Y en otra parte (10, 9) dice: Yo
soy la puerta; por mí si alguno entrare, salvarse ha. De donde todo espíritu que quiere ir
por dulzuras y facilidad y huye de imitar a Cristo, no le tendría por bueno.
9. Y porque he dicho que Cristo es el camino, y que este camino es morir a nuestra
naturaleza en sensitivo y espiritual, quiero dar a entender cómo sea esto a ejemplo de
Cristo, porque él es nuestro ejemplo y luz.
10. Cuanto a lo primero, cierto está que él murió a lo sensitivo, espiritualmente en su
vida y naturalmente en su muerte; porque, como él dijo (Mt. 8, 20), en la vida no tuvo
dónde reclinar su cabeza, y en la muerte lo tuvo menos.
11. Cuanto a lo segundo, cierto está que al punto de la muerte quedó también aniquilado
en el alma sin consuelo y alivio alguno, dejándole el Padre así en íntima sequedad,
según la parte inferior; por lo cual fue necesitado a clamar diciendo: ¡Dios mío, Dios
mío!, ¿por qué me has desamparado? (Mt. 27, 46). Lo cual fue el mayor desamparo
sensitivamente que había tenido en su vida. Y así, en él hizo la mayor obra que en (toda)
su vida con milagros y obras había hecho, ni en la tierra ni en el cielo, que fue
reconciliar y unir al género humano por gracia con Dios. Y esto fue, como digo, al
tiempo y punto que este Señor estuvo mas aniquilado en todo, conviene a saber: acerca
de la reputación de los hombres, porque, como lo veían morir, antes hacían burla de él
que le estimaban en algo; y acerca de la naturaleza, pues en ella se aniquilaba muriendo;
y acerca del amparo y consuelo espiritual del Padre, pues en aquel tiempo le desamparó
porque puramente pagase la deuda y uniese al hombre con Dios, quedando así
aniquilado y resuelto así como en nada. De donde David (Sal. 72, 22) dice de él: Ad
nihilum redactus sum, et nescivi. Para que entienda el buen espiritual el misterio de la
puerta y del camino de Cristo para unirse con Dios, y sepa que cuanto más se aniquilare
por Dios, según estas dos partes, sensitiva y espiritual, tanto más se une a Dios y tanto
mayor obra hace. Y cuando viniere a quedar resuelto en nada, que será la suma
humildad, quedará hecha la unión espiritual entre el alma y Dios, que es el mayor y más
alto estado a que en esta vida se puede llegar. No consiste, pues, en recreaciones y
gustos, y sentimientos espirituales, sino en una viva muerte de cruz sensitiva y
espiritual, esto es, interior y exterior.
12. No me quiero alargar más en esto, aunque no quisiera acabar de hablar en ello,
porque veo es muy poco conocido Cristo de los que se tienen por sus amigos. Pues los
vemos andar buscando en él sus gustos y consolaciones, amándose mucho a sí, mas no
sus amarguras y muertes, amándole mucho a él. De éstos hablo, que se tienen por sus
amigos, que esotros que viven allá a lo lejos, apartados de él, grandes letrados y
potentes, y otros cualesquiera que viven allá con el mundo en el cuidado de sus
pretensiones y mayorías (que podemos decir que no conocen a Cristo, cuyo fin, por
bueno que sea, harto amargo será), no hace de ellos mención esta letra. Pero hacerla ha
en el día del juicio, porque a ellos les convenía primero hablar esta palabra de Dios,
como a gente que Dios puso por blanco de ella según las letras y más alto estado (cf.
Act. 13, 46).
13. Pero hablemos ahora con el entendimiento del espiritual, y particularmente de aquél
a quien Dios ha hecho merced de poner en el estado de contemplación, porque, como he
dicho, ahora voy particularmente con éstos hablando, y digamos cómo se ha de
enderezar a Dios en fe y purgarse de las cosas contrarias, angostándose para entrar por
esta senda angosta de oscura contemplación.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 8
Que trata, en general, cómo ninguna criatura ni alguna noticia que puede caer en el
entendimiento, le puede servir de próximo medio para la divina unión con Dios.
1. Antes que tratemos del propio y acomodado medio para la unión de Dios, que es la
fe, conviene que probemos cómo ninguna cosa criada ni pensada puede servir al
entendimiento de propio medio para unirse con Dios, y cómo todo lo que el
entendimiento puede alcanzar, antes le sirve de impedimento que de medio, si a ello se
quisiese asir.
Y ahora, en este capítulo, probaremos esto en general, y después iremos hablando en
particular, descendiendo por todas las noticias que el entendimiento puede recibir de
parte de cualquiera sentido exterior e interior, y los inconvenientes y daños que puede
recibir de todas estas noticias interiores y exteriores, para no ir adelante asido al propio
medio, que es la fe.
2. Es, pues, de saber que, según regla de filosofía, todos los medios han de ser
proporcionados al fin, es a saber: que han de tener alguna conveniencia y semejanza con
el fin, tal que baste y sea suficiente para que por ellos se pueda conseguir el fin que se
pretende. Pongo ejemplo: quiere uno llegar a una ciudad. Necesariamente ha de ir por el
camino, que es el medio que empareja y junta con la misma ciudad. Otro ejemplo: hase
de juntar y unir el fuego en el madero. Es necesario que el calor, que es el medio,
disponga al madero primero con tantos grados de calor que tenga gran semejanza y
proporción con el fuego. De donde, si quisiesen disponer al madero con otro medio que
el propio, que es el calor, así como con aire, o agua, o tierra, sería imposible que el
madero se pudiera unir con el fuego; así como también lo sería llegar a la ciudad si no
va por el propio camino que junta con ella. De donde, para que el entendimiento se
venga a unir en esta vida con Dios, según se puede, necesariamente ha de tomar aquel
medio que junta con él y tiene con él próxima semejanza.
3. En lo cual habemos de advertir que, entre todas las criaturas superiores ni inferiores,
ninguna hay que próximamente junte con Dios ni tenga semejanza con su ser. Porque,
aunque es verdad que todas ellas tienen, como dicen los teólogos, cierta relación a Dios
y rastro de Dios -unas más y otras menos, según su más principal o menos principal ser, de Dios a ellas ningún respecto hay ni semejanza esencial, antes la distancia que hay
entre su divino ser y el de ellas es infinita, y por eso es imposible que el entendimiento
pueda dar en Dios por medio de las criaturas, ahora sean celestiales, ahora terrenas, por
cuanto no hay proporción de semejanza.
De donde, hablando David (Sal. 85, 8) de las celestiales, dice: No hay semejante a ti en
los dioses, Señor; llamando dioses a los ángeles y almas santas. Y en otra parte (Sal. 76,
14): Dios, tu camino está en lo santo; ¿qué dios grande hay como nuestro Dios? Como
si dijera: el camino para venir a ti, Dios, es camino santo, esto es, pureza de fe. Porque
¿qué dios habrá tan grande, es a saber, qué ángel tan levantado en ser y qué santo tan
levantado en gloria será tan grande, que sea camino proporcionado y bastante para venir
a ti? Y hablando también el mismo David (Sal. 137, 6) de las terrenales y celestiales
juntamente, dice: Alto es el Señor y mira las cosas bajas, y las cosas altas conoce desde
lejos. Como si dijera: siendo él alto en su ser, ve ser muy bajo el ser de las cosas de acá
abajo, comparándole con su alto ser; y las cosas altas, que son las criaturas celestiales,
velas y conócelas estar de su ser muy lejos. Luego todas las criaturas no pueden servir
de proporcionado medio al entendimiento para dar en Dios.
4. Ni más ni menos, todo lo que la imaginación puede imaginar y el entendimiento
recibir y entender (en esta vida) no es ni puede ser medio próximo para la unión de
Dios. Porque, si hablamos naturalmente, como quiera que el entendimiento no puede
entender cosa si no es lo que cabe y está debajo de las formas y fantasías de las cosas
que por los sentidos corporales se reciben, las cuales cosas, habemos dicho, no pueden
servir de medio, no se puede aprovechar de la inteligencia natural. Pues, si hablamos de
la sobrenatural, según se puede en esta vida, de potencia ordinaria no tiene el
entendimiento disposición ni capacidad en la cárcel del cuerpo para recibir noticia clara
de Dios, porque esa noticia no es de este estado, porque, o ha de morir, o no la ha de
recibir.
De donde, pidiendo Moisés a Dios esa noticia clara, le respondió que no le podía ver,
diciendo: No me verá hombre que pueda quedar vivo (Ex. 33, 20); por lo cual san Juan
(1, 18) dice: A Dios ninguno jamás le vio, ni cosa que le parezca. Que, por eso, san
Pablo (1 Cor. 2, 9) con Isaías (64, 4) dice: Ni le vio ojo, ni le oyó oído, ni cayó en
corazón de hombre. Y ésta es la causa por que Moisés en la zarza, como se dice en los
Actos de los Apóstoles (7, 32), no se atrevió a considerar, estando Dios presente; porque
conocía que no había de poder considerar su entendimiento de Dios como convenía,
conforme a lo que de Dios sentía. Y de Elías, nuestro Padre se dice (3 Re. 19, 13) que
en el monte se cubrió el rostro en la presencia de Dios, que significa cegar el
entendimiento; lo cual él hizo allí, no se atreviendo a meter tan baja mano en cosa tan
alta, viendo claro que cualquiera cosa que considerara y particularmente entendiera, era
muy distante y disímil a Dios.
5. Por tanto, ninguna noticia ni aprehensión sobrenatural en este mortal estado le puede
servir de medio próximo para la alta unión de amor con Dios; porque todo lo que puede
entender el entendimiento, y gustar la voluntad, y fabricar la imaginación, es muy
disímil y desproporcionado, como habemos dicho, a Dios. Lo cual todo lo dio a
entender Isaías (40, 18-19) admirablemente en aquella tan notable autoridad, diciendo:
¿A qué cosa habéis podido hacer semejante a Dios? ¿O qué imagen le haréis que se le
parezca? ¿Por ventura podrá fabricar alguna escultura el oficial de hierro? ¿O el que
labra el oro podrá fingirle con el oro, o el platero con lañas de plata? Por el oficial del
hierro se entiende el entendimiento, el cual tiene por oficio formar las inteligencias y
desnudarlas del hierro de las especies y fantasías. Por el oficial del oro entiende la
voluntad, la cual tiene habilidad de recibir figura y forma de deleite, causado del oro del
amor. Por el platero, que dice que no le figurará con las lañas de plata, se entiende la
memoria con la imaginación, lo cual bien propiamente se puede decir que sus noticias y
las imaginaciones que puede fingir y fabricar son como lañas de plata. Y así, es como si
dijera: ni el entendimiento con sus inteligencias podrá (entender cosa semejante a él, ni
la voluntad podrá) gustar deleite y suavidad que se parezca a la que es Dios, ni la
memoria pondrá en la imaginación noticias e imágenes que le representen. Luego, claro
está que al entendimiento ninguna de estas noticias le pueden inmediatamente
encaminar a Dios, y que, para llegar a él, antes ha de ir no entendiendo que queriendo
entender, y antes cegándose y poniendo en tiniebla, que abriendo los ojos para llegar
más al divino rayo.
6. Y de aquí es que la contemplación por la cual el entendimiento tiene más alta noticia
de Dios llaman teología mística, que quiere decir sabiduría de Dios secreta; porque es
secreta al mismo entendimiento que la recibe y por eso, la llama san Dionisio rayo de
tiniebla. De la cual dice el profeta Baruc (3, 23): No hay quien sepa el camino de ella ni
quien pueda pensar las sendas (de ella. Luego claro está que el entendimiento se ha de
cegar a todas las sendas) que él puede alcanzar para unirse con Dios. Aristóteles dice
que de la misma manera que los ojos del murciélago se han con el sol, el cual totalmente
le hace tinieblas, así nuestro entendimiento se ha a lo que es más luz en Dios, que
totalmente nos es tiniebla. Y dice más; que cuanto las cosas de Dios son en sí más altas
y más claras, son para nosotros más ignotas y oscuras. Lo cual también afirma el
Apóstol (1 Cor. 3, 19), diciendo: Lo que es alto de Dios, es de los hombres menos
sabido.
7. Y no acabaríamos a este paso de traer autoridades y razones para probar y manifestar
cómo no hay escalera con que el entendimiento pueda llegar a este alto Señor entre
todas las cosas criadas y que pueden caer en entendimiento; antes es necesario saber
que, si el entendimiento se quisiese aprovechar de todas estas cosas, o de algunas de
ellas por medio próximo para la tal unión, no sólo le serían impedimento, pero aun le
serían ocasión de hartos errores y engaños en la subida de este monte.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 9
Cómo la fe es el próximo y proporcionado medio al entendimiento para que el alma
pueda llegar a la divina unión de amor. Pruébalo con autoridades y figuras de la divina
Escritura.
1. De lo dicho se colige que, para que el entendimiento esté dispuesto para esta divina
unión, ha de quedar limpio y vacío de todo lo que puede caer en el sentido, y desnudo y
desocupado de todo lo que puede caer con claridad en el entendimiento, íntimamente
sosegado y acallado, puesto en fe, la cual es sola el próximo y proporcionado medio
para que el alma se una con Dios. Porque es tanta la semejanza que hay entre ella y
Dios, que no hay otra diferencia sino ser visto Dios o creído. Porque, así como Dios es
infinito, así ella nos le propone infinito; y así como es Trino y Uno, nos le propone ella
Trino y Uno; y así como Dios es tiniebla para nuestro entendimiento, así ella también
ciega y deslumbra nuestro entendimiento. Y así, por este solo medio se manifiesta Dios
al alma en divina luz, que excede todo entendimiento. Y por tanto, cuanto más fe el
alma tiene, más unida está con Dios.
Que eso es lo que quiso decir san Pablo en la autoridad que arriba dijimos (Heb. 11, 6),
diciendo: El que se ha de juntar con Dios, conviénele crea, esto es: que vaya por fe
caminando a él, lo cual ha de ser el entendimiento ciego y a oscuras en fe sólo, porque
debajo de esta niebla se junta con Dios el entendimiento, y debajo de ella está Dios
escondido, según lo dijo David (Sal. 17, 10) por estas palabras: La oscuridad puso
debajo de sus pies. Y subió sobre los querubines y voló sobre las plumas del viento. Y
puso por escondrijo las tinieblas y el agua tenebrosa.
2. En lo que dijo que puso oscuridad debajo de sus pies, y que a las tinieblas tomó por
escondrijo, y aquel su tabernáculo en derredor de él es el agua tenebrosa, se denota la
oscuridad de la fe en que él está encerrado. Y en decir que subió sobre los querubines y
voló sobre las plumas de los vientos, (se da a entender cómo vuela sobre todo
entendimiento. Porque querubines quiere decir inteligentes o contemplantes, y las
plumas de los vientos) significan las sutiles y levantadas noticias y conceptos de los
espíritus, sobre todas las cuales es su ser, al cual ninguno puede de suyo alcanzar.
3. En figura de lo cual leemos en la sagrada Escritura (3 Re. 8, 12) que, acabando
Salomón de edificar el templo, bajó Dios en tiniebla e hinchió el templo de manera que
no podían ver los hijos de Israel; y entonces habló Salomón y dijo: El Señor ha
prometido que ha de morar en tiniebla. También a Moisés en el monte se le aparecía en
tiniebla (Ex. 24, 15-18), en que estaba Dios encubierto. Y todas las veces que Dios se
comunicaba mucho parecía en tiniebla, como es de ver en Job (38, 1; 40, 1), donde dice
la sagrada Escritura que habló Dios con él desde el aire tenebroso. Las cuales tinieblas
todas significan la oscuridad de la fe en que está cubierta la Divinidad, comunicándose
al alma; la cual acabada que será, como cuando dice san Pablo (1 Cor. 13, 10) se
(acabará lo que es en parte, que es esta tiniebla de fe, y vendrá) lo que es perfecto, que
es la divina luz. De lo cual también tenemos bastante figura en la milicia de Gedeón (Jc.
7, 16), donde todos los soldados se dice que tenían las luces en las manos y no las veían,
porque las tenían escondidas en las tinieblas de los vasos, los cuales quebrados, luego
pareció luz. Y así, la fe, que es figurada por aquellos vasos, contiene en sí la divina luz,
la cual acabada y quebrada por la quiebra y fin de esta vida mortal, luego parecerá la
gloria y luz de la Divinidad que en sí contenía.
4. Luego claro está que, para venir el alma en esta vida a unirse con Dios y comunicar
inmediatamente con él, que tiene necesidad de unirse con la tiniebla que dijo Salomón
(3 Re. 8, 12) en que había Dios prometido de morar, y de ponerse junto al aire tenebroso
en que fue Dios servido de revelar sus secretos a Job, y tomar en las manos a oscuras las
urnas de Gedeón, para tener en sus manos, esto es, en las obras de su voluntad, la luz,
que es la unión de amor, aunque a oscuras en fe, para que luego, en quebrándose los
vasos de esta vida, que sólo impedía la luz de la fe, se vea cara a cara en gloria.
5. Resta, pues, ahora declarar en particular, de todas las inteligencias y aprehensiones
que puede recibir el entendimiento, el impedimento y daño que puede recibir en este
camino de fe, y cómo se ha de haber el alma en ellas para que antes le sean provechosas
que dañosas, así de las que son de parte de los sentidos como las que son del espíritu.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 10
En que se hace distinción de todas las aprehensiones e inteligencias que pueden caer en
el entendimiento.
1. Para haber de tratar en particular del provecho y daño que pueden hacer al alma,
acerca de este medio que habemos dicho de fe para la divina unión, las noticias y
aprehensiones del entendimiento, es necesario poner aquí una distinción de todas las
aprehensiones, así naturales como sobrenaturales, que puede recibir, para que luego por
su orden más distintamente vayamos enderezando en ellas al entendimiento en la noche
y oscuridad de la fe; lo cual será con la brevedad que pudiéremos.
2. Es, pues, de saber que por dos vías puede el entendimiento recibir noticias e
inteligencias: la una es natural y la otra sobrenatural. La natural es todo aquello que el
entendimiento puede entender, ahora por vía de los sentidos corporales, ahora por sí
mismo. La sobrenatural es todo aquello que se da al entendimiento sobre su capacidad y
habilidad natural.
3. De estas noticias sobrenaturales unas son corporales, otras son espirituales. Las
corporales son en dos maneras: unas que por vía de los sentidos corporales exteriores las
recibe; otras por vía de los sentidos corporales interiores, en que se comprehenden todo
lo que la imaginación puede comprehender, fingir y fabricar.
4. Las espirituales son también en dos maneras: unas distintas y particulares, y otra es
confusa, oscura y general. Entre las distintas y particulares entran cuatro maneras de
aprehensiones particulares, que se comunican al espíritu, no mediante algún sentido
corporal, y son: visiones, revelaciones, locuciones y sentimientos espirituales. La
inteligencia oscura y general está en una sola, que es la contemplación que se da en fe.
En ésta habemos de poner al alma, encaminándola a ella (por todas esotras, comenzando
por las primeras, y desnudándola de ellas).
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPITULO 11
[San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE CARMELOLibro 1º
- 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
--------------------------------------------------------------------------LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO 11
Del impedimento y daño que puede haber en las aprehensiones del entendimiento por
vía de lo que sobrenaturalmente se representa a los sentidos corporales exteriores y
cómo el alma se ha de haber en ellas.
1. Las primeras noticias que habemos dicho en el precedente capítulo son las que
pertenecen al entendimiento por vía natural. De las cuales, porque habemos ya tratado
en el primer libro, donde encaminamos al alma en la noche del sentido, no hablaremos
aquí palabra, porque allí dimos doctrina congrua para el alma acerca de ellas.
Por tanto, lo que habemos de tratar en el presente capítulo será de aquellas noticias y
aprehensiones que solamente pertenecen al entendimiento sobrenaturalmente por vía de
los sentidos corporales exteriores, que son: ver, oír, oler, gustar y tocar. Acerca de todas
las cuales pueden y suelen nacer a los espirituales representaciones y objetos
sobrenaturales.
Porque acerca de la vista se les suele representar figuras y personajes de la otra vida, de
algunos santos y figuras de ángeles, buenos y malos, y algunas luces y resplandores
extraordinarios.
Y con los oídos oír algunas palabras extraordinarias, ahora dichas por esas figuras que
ven, ahora sin ver quién las dice.
En el olfato sienten a veces olores suavísimos sensiblemente, sin saber de dónde
proceden.
También en el gusto acaece sentir muy suave sabor, y en el tacto grande deleite, y a
veces tanto, que parece que todas las médulas y huesos gozan y florecen y se bañan en
deleite; cual suele ser la que llaman unción del espíritu, que procede de él a los
miembros de las limpias almas. Y este gusto del sentido es muy ordinario a los
espirituales, porque del afecto y devoción del espíritu sensible les procede más o menos
a cada cual en su manera.
2. Y es de saber que, aunque todas estas cosas pueden acaecer a los sentidos corporales
por vía de Dios, nunca jamás se han de asegurar en ellas ni las han de admitir, antes
totalmente han de huir de ellas, sin querer examinar si son buenas o malas. Porque así
como son más exteriores y corporales, así tanto menos ciertas son de Dios. Porque más
propio y ordinario le es a Dios comunicarse al espíritu, en lo cual hay más seguridad y
provecho para el alma, que al sentido, en el cual ordinariamente hay mucho peligro y
engaño, por cuanto en ellas se hace el sentido corporal juez y estimador de las cosas
espirituales, pensando que son así como lo siente, siendo ellas tan diferentes como el
cuerpo del alma y la sensualidad de la razón. Porque tan ignorante es el sentido corporal
de las cosas razonales, espirituales digo, como un jumento de las cosas razonales, y aún
más.
3. Y así, yerra mucho el que las tales cosas estima, y en gran peligro se pone de ser
engañado, y, por lo menos, tendrá en sí total impedimento para ir a lo espiritual; porque
todas aquellas cosas corporales no tienen, como habemos dicho, proporción alguna con
las espirituales. Y así, siempre se han de tener las tales cosas por más cierto ser del
demonio que de Dios: el cual en lo más exterior y corporal tiene más mano, y más
fácilmente puede engañar en esto que en lo que es más interior y espiritual.
4. Y estos objetos y formas corporales, cuanto ellos en sí son más exteriores, tanto
menos provecho hacen al interior y al espíritu, por la mucha distancia y poca proporción
que hay entre lo que es corporal y espiritual. Porque aunque de ellas se comunique
algún espíritu (como se comunica siempre que son de Dios) es mucho menos que si las
mismas cosas fueran más espirituales e interiores. Y así, son muy fáciles y ocasionadas
para criar error y presunción, y vanidad en el alma; porque, como son tan palpables y
materiales, mueven mucho al sentido, y parécele al juicio del alma que es más por ser
más sensible, y vase tras ello, desamparando a la fe, pensando que aquella luz es la guía
y medio de su pretensión, que es la unión de Dios; y pierde más el camino y medio que
es la fe, cuanto más caso hace de las tales cosas.
5. Y, además de eso, como ve el alma que le suceden tales cosas y extraordinarias,
muchas veces se le ingiere secretamente cierta opinión de sí de que ya es algo delante de
Dios, lo cual es contra humildad. Y también el demonio sabe ingerir en el alma
satisfacción de sí oculta, y a veces harto manifiesta. Y, por eso, él pone muchas veces
estos objetos en los sentidos, demostrando a la vista figuras de santos y resplandores
hermosísimos, y palabras a los oídos harto disimuladas, y olores muy suaves, y dulzuras
en la boca, y en el tacto deleite, para que, engolosinándolos por allí, los induzca en
muchos males.
Por tanto, siempre se han de desechar tales representaciones y sentimientos, porque,
dado caso que algunas sean de Dios, no por eso se hace a Dios agravio ni se deja de
recibir el efecto y fruto que quiere Dios por ellas hacer al alma, porque el alma las
deseche y no las quiera.
6. La razón de esto es porque la visión corporal o sentimiento en alguno de los otros
sentidos, así como también en otra cualquiera comunicación de las más interiores, si es
de Dios, en ese mismo punto que parece o se siente hace su efecto en el espíritu, sin dar
lugar que el alma tenga tiempo de deliberación en quererlo o no quererlo. Porque, así
como Dios da aquellas cosas sobrenaturalmente sin diligencia bastante y sin habilidad
de ella, (así, sin la diligencia y habilidad de ella), hace Dios el efecto que quiere con las
tales cosas en ella, porque es cosa que se hace y obra pasivamente en el espíritu. Y así,
no consiste en querer o no querer, para que sea o deje de ser, así como si a uno echasen
fuego estando desnudo, poco aprovecharía no querer quemarse; porque el fuego por
fuerza había de hacer su efecto. Y así son las visiones y representaciones buenas, que,
aunque el alma no quiera, hacen su efecto en ella primera y principalmente que en el
cuerpo.
También las que son (de) parte del demonio, sin que el alma las quiera, causan en ella
alboroto o sequedad, o vanidad o presunción en el espíritu. Aunque éstas no son de tanta
eficacia en el alma como las de Dios en el bien; porque las del demonio sólo pueden
poner primeros movimientos en la voluntad y no moverla a más si ella no quiere, y
alguna inquietud que no dura mucho, si el poco ánimo y recato del alma no da causa que
dure. Mas las que son de Dios penetran el alma, y mueven la voluntad a amar, y dejan
su efecto, al cual no puede el alma resistir aunque quiera, más que la vidriera al rayo del
sol cuando da en ella.
7. Por tanto, el alma nunca se ha de atrever a quererlas admitir, aunque, como digo, sean
de Dios, porque, si las quiere admitir, hay seis inconvenientes:
El primero, que se le va disminuyendo la fe, porque mucho derogan a la fe las cosas que
se experimentan con los sentidos; porque la fe, como habemos dicho, es sobre todo
sentido. Y así apártase del medio de la unión de Dios, no cerrando los ojos del alma a
todas esas cosas de sentido.
Lo segundo, que son impedimento para el espíritu si no se niegan, porque se detiene en
ellas el alma y no vuela el espíritu a lo invisible. De donde una de las causas por donde
dijo el Señor (Jn. 16, 7) a sus discípulos que les convenía que él se fuese para que
viniese el Espíritu Santo, era ésta. Así como tampoco dejó a María Magdalena (Jn. 20,
17) que llegase a sus pies después de resucitado, porque se fundase en fe.
Lo tercero es que va el alma teniendo propiedad en las tales cosas y no camina a la
verdadera resignación y desnudez de espíritu.
Lo cuarto, que va perdiendo el efecto de ellas y el espíritu que causan en lo interior,
porque pone los ojos en lo sensual de ellas, que es lo menos principal. Y así, no recibe
tan copiosamente el espíritu que causan, el cual se imprime y conserva más negando
todo lo sensible, que es muy diferente del puro espíritu.
Lo quinto, que va perdiendo las mercedes de Dios, porque las va tomando con
propiedad y no se aprovecha bien de ellas. Y tomándolas con propiedad y no
aprovechándose de ellas, es quererlas tomar; porque no se las da Dios para que el alma
las quiera tomar, pues que nunca se ha de determinar el alma a creer que son de Dios.
Lo sexto es que en quererlas admitir abre puerta al demonio para que le engañe en otras
semejantes, las cuales sabe él muy bien disimular y disfrazar, de manera que parezcan a
las buenas; pues puede, como dice el Apóstol (2 Cor. 11, 14) transfigurarse en ángel de
luz. De lo cual trataremos después, mediante el favor divino, en el libro tercero, en el
capítulo de gula espiritual.
8. Por tanto, siempre conviene al alma desecharlas a ojos cerrados, sean de quien se
fueren. Porque, si no lo hiciese, tanto lugar daría a las del demonio, y al demonio tanta
mano, que no sólo a vueltas de las unas recibiría las otras, mas de tal manera irían
multiplicándose las del demonio y cesando las de Dios, que todo se vendría a quedar en
demonio y nada de Dios; como ha acaecido a muchas almas incautas y de poco saber,
las cuales de tal manera se aseguraron en recibir estas cosas, que muchas de ellas
tuvieron mucho que hacer en volver a Dios en la pureza de la fe, y muchas no pudieron
volver, habiendo ya el demonio echado en ellas muchas raíces. Por eso es bueno
cerrarse en ellas y negarlas todas, porque en las malas se quitan los errores del demonio,
y en las buenas el impedimento de la fe, y coge el espíritu el fruto de ellas. Y así como
cuando las admite las va Dios quitando, porque en ellas tienen propiedad, no
aprovechándose ordenadamente de ellas, y va el demonio ingiriendo y aumentando las
suyas, porque halla lugar y causa para ellas; así, cuando el alma está resignada y
contraria a ellas, el demonio va cesando de que ve que no hace daño, y Dios, por el
contrario, va aumentando y aventajando las mercedes en aquel alma humilde y
desapropiada, haciéndola sobre lo mucho, como al siervo que fue fiel en lo poco (Mt.
25, 21).
9. En las cuales mercedes, si todavía el alma fuere fiel y retirada, no parará el Señor
hasta subirla de grado en grado hasta la divina unión y transformación. Porque Nuestro
Señor de tal manera va probando al alma y levantándola, que primero la da cosas muy
exteriores y bajas según el sentido, conforme a su poca capacidad, para que, habiéndose
ella como debe, tomando aquellos primeros bocados con sobriedad para fuerza y
sustancia, la lleve a más y mejor manjar. De manera que, si venciere al demonio en lo
primero, pasará a lo segundo; y si también en lo segundo, pasará a lo tercero; y de ahí
adelante todas las siete mansiones, hasta meterla el Esposo en la cela vinaria (Ct. 2, 47)
de su perfecta caridad, que son los siete grados de amor.
10. ¡Dichosa el alma que supiere pelear contra aquella bestia del Apocalipsis (12, 3),
que tiene siete cabezas, contrarias a estos siete grados de amor, con las cuales contra
cada uno hace guerra, y con cada una pelea con el alma en cada una de estas mansiones,
en que ella está ejercitando y ganando cada grado de amor de Dios! Que, sin duda, que
si ella fielmente peleare en cada una y venciere, merecerá pasar de grado en grado y de
mansión en mansión hasta la última, dejando cortadas a la bestia sus siete cabezas, con
que le hacía la guerra furiosa, tanto que dice allí san Juan que le fue dado que pelease
contra los santos y los pudiese vencer en cada uno de estos grados de amor, poniendo
contra cada uno armas y municiones bastantes (ib. 13, 1-7).
Y así, es mucho de doler que muchos, entrando en esta batalla espiritual contra la bestia,
aún no sean para cortarle la primera cabeza, negando las cosas sensuales del mundo. Y
ya que algunos acaban consigo y se la cortan, no le cortan la segunda, que es las
visiones del sentido de que vamos hablando. Pero lo que más duele es que algunos,
habiendo cortado no sólo segunda y primera, sino aun la tercera (que es acerca de los
sentidos sensitivos interiores, pasando de estado de meditación, y aun más adelante) al
tiempo de entrar en lo puro del espíritu, los vence esta espiritual bestia, y vuelve a
levantar contra ellos y a resucitar hasta la primera cabeza, y hácense las postrimerías de
ellos peores que las primerías en su recaída, tomando otros siete espíritus consigo
peores que él (Lc. 11, 26).
11. Ha, pues, el espiritual de negar todas las aprehensiones con los deleites temporales
que caen en los sentidos exteriores, si quiere cortar la primera cabeza y segunda a esta
bestia, entrando en el primer aposento de amor, y segundo de viva fe, no queriendo
hacer presa ni embarazarse con lo que se les da a los sentidos, por cuanto es lo que más
deroga a la fe.
12. Luego claro está que estas visiones y aprehensiones sensitivas no pueden ser medio
para la unión, pues que ninguna proporción tienen con Dios. Y una de las causas por
que no quería Cristo que le tocase la Magdalena (Jn. 20, 17) y santo Tomás (Jn. 20, 29)
era ésta.
Y así el demonio gusta mucho cuando una alma quiere admitir revelaciones y la ve
inclinada a ellas, porque tiene él entonces mucha ocasión y mano para ingerir errores y
derogar en lo que pudiere a la fe; porque, como he dicho grande rudeza se pone en el
alma que las quiere acerca de ella, y aun a veces hartas tentaciones e impertinencia.
13. Heme alargado algo en estas aprehensiones exteriores por dar y abrir alguna más luz
para las demás de que luego habemos de tratar. Pero había tanto que decir en esta parte,
que fuera nunca acabar, y entiendo he abreviado demasiado. Sólo con decir que tenga
cuidado de nunca las admitir, si no fuese algo con algún muy raro parecer (y entonces,
no con gana ninguna de ello) me parece basta en esta parte lo dicho.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 12
En que se trata de las aprehensiones imaginarias naturales. Dice qué cosa sean, y prueba
cómo no pueden ser proporcionado medio para llegar a la unión de Dios y el daño que
hace no saber desasirse de ellas.
1. Antes que tratemos de las visiones imaginarias que sobrenaturalmente suelen ocurrir
al sentido interior, que es la imaginativa y fantasía, conviene aquí tratar, para que
procedamos con orden, de las aprehensiones naturales de ese mismo interior sentido
corporal; para que vayamos procediendo de lo menos a lo más y de lo más exterior hasta
lo más interior, hasta llegar al íntimo recogimiento donde el alma se une con Dios. Y
ese mismo orden habemos seguido hasta aquí; porque primero tratamos de desnudar los
sentidos exteriores de las aprehensiones naturales de los objetos -y, por el consiguiente,
a las fuerzas naturales de los apetitos, lo cual fue en el primer libro, donde hablamos de
la noche del sentido- y luego comenzamos a desnudar a esos mismos sentidos de las
aprehensiones exteriores sobrenaturales, que acaecen a los sentidos exteriores, según en
el pasado capítulo acabamos de hacer, para encaminar al alma en la noche del espíritu.
2. En este segundo libro, lo que primero ocurre ahora es al sentido corporal interior, que
es la imaginativa y fantasía, de la cual también habemos de vaciar todas las formas y
aprehensiones imaginarias que naturalmente en él pueden caer, y probar cómo es
imposible que el alma llegue a la unión de Dios hasta que cese su operación en ellas, por
cuanto no pueden ser propio medio y próximo de la tal unión.
3. Es, pues, de saber que los sentidos de que aquí particularmente hablamos son dos
sentidos corporales (interiores), que se llaman imaginativa y fantasía, los cuales
ordenadamente se sirven el uno al otro; porque el uno discurre imaginando, y el otro
forma la imaginación o lo imaginado fantaseando; y para nuestro propósito lo mismo es
tratar del uno que del otro. Por lo cual, cuando no los nombraremos a entrambos,
téngase por entendido según aquí habemos de ellos dicho.
De aquí, pues, es que todo lo que aquestos sentidos pueden recibir y fabricar se llaman
imaginaciones y fantasías, que son formas que con imagen y figura de cuerpo se
representan a estos sentidos. Las cuales pueden ser en dos maneras: unas sobrenaturales,
que sin obra de estos sentidos se pueden representar, y representan a ellos pasivamente;
las cuales llamamos visiones imaginarias por vía sobrenatural, de que habemos de
hablar después. Otras son naturales, que son las que por su habilidad activamente puede
fabricar en sí por su operación, debajo de formas, figuras e imágenes.
Y así, a estas dos potencias pertenece la meditación, que es acto discursivo por medio
de imágenes, formas y figuras, fabricadas e imaginadas por los dichos sentidos; así
como imaginar a Cristo crucificado, o en la columna, o en otro paso, o a Dios con
grande majestad en un trono; o considerar e imaginar la gloria como una hermosísima
luz, etc., y, por el semejante, otras cualesquier cosas, ahora divinas, ahora humanas, que
pueden caer en la imaginativa. Todas las cuales imaginaciones se han de venir a vaciar
del alma, quedándose a oscuras según este sentido, para llegar a la divina unión, por
cuanto no pueden tener alguna proporción de próximo medio con Dios tampoco, como
las corporales que sirven de objeto a los cinco sentidos exteriores.
4. La razón de esto es porque la imaginación no puede fabricar ni imaginar cosas
algunas fuera de las que con los sentidos exteriores ha experimentado, es a saber: visto
con los ojos, oído con los oídos, etc.; o, cuando mucho, componer semejanzas de estas
cosas vistas u oídas y sentidas, que no suben a mayor entidad, ni a tanta, (como)
aquéllas que recibió por los sentidos dichos. Porque, aunque imagine palacios de perlas
y montes de oro, (porque ha visto oro y perlas en la verdad, menos es todo aquello que
la esencia de un poco de oro) o de una perla, aunque en la imaginación sea más en
cantidad y compostura. Y por cuanto todas las cosas criadas, como ya está dicho, no
pueden tener alguna proporción con el ser de Dios, de ahí se sigue que todo lo que
imaginare a semejanza de ellas no puede servir de medio próximo para la unión con él,
antes, como decimos, mucho menos.
5. De donde los que imaginan a Dios debajo de algunas figuras de éstas, o como un gran
fuego o resplandor, u otras cualesquier formas, y piensan que algo de aquello será
semejante a él, harto lejos van de él. Porque, aunque a los principiantes son necesarias
estas consideraciones y formas y modos de meditaciones para ir enamorando y cebando
el alma por el sentido, como después diremos, y así le sirven de medios remotos para
unirse con Dios (por los cuales ordinariamente han de pasar las almas para llegar al
término y estancia del reposo espiritual) pero ha de ser de manera que pasen por ellos y
no se estén siempre en ellos, porque de esa manera nunca llegarían al termino, el cual no
es como los medios remotos, ni tiene que ver con ellos, así como las gradas de la
escalera no tienen que ver con el término y estancia de la subida, para lo cual son
medios. Y, si el que sube no fuese dejando atrás las gradas hasta que no dejase ninguna
y se quisiese estar en alguna de ellas, nunca llegaría ni subiría a la llana y apacible
estancia del término. Por lo cual, el alma que hubiere de llegar en esta vida a la unión de
aquel sumo descanso y bien por todos los grados de consideraciones, formas y noticias,
ha de pasar y acabar con ellas, pues ninguna semejanza ni proporción tienen con el
término a que encaminan, que es Dios. De donde en los Actos de los Apóstoles (17, 29)
dice san Pablo: Non debemus aestimare auro vel argento, aut lapidi sculturae artis, et
cogitationis hominis divinum esse simile; que quiere decir: No debemos estimar ni tener
por semejante lo divino al oro ni a la plata, o a la piedra figurada por el arte, y a lo que
el hombre puede fabricar con la imaginación.
6. De donde yerran mucho muchos espirituales, los cuales, habiendo ellos ejercitádose
en llegarse a Dios por imágenes y formas y meditaciones, cual conviene a principiantes,
queriéndolos Dios recoger (a bienes) más espirituales interiores e invisibles, quitándoles
ya el gusto y jugo de la meditación discursiva, ellos no acaban, ni se atreven, ni saben
desasirse de aquellos modos palpables a que están acostumbrados; y así, todavía
trabajan por tenerlos, queriendo ir por consideración y meditación de formas, como
antes, pensando que siempre había de ser así. En lo cual trabajan ya mucho y hallan
poco jugo o nada; antes se les aumenta y crece la sequedad y fatiga e inquietud del alma
cuanto más trabajan por aquel jugo primero, el cual es ya excusado poder hallar en
aquella manera primera, porque ya no gusta el alma de aquel manjar, como habemos
dicho, tan sensible, sino de otro más delicado y más interior y menos sensible, que no
consiste en trabajar con la imaginación, sino en reposar el alma y dejarla estar en su
quietud y reposo, lo cual es más espiritual. Porque, cuanto el alma se pone más en
espíritu, más cesa en obra de las potencias en actos particulares, porque se pone ella más
en un acto general y puro; y así, cesan de obrar las potencias que caminaban para
aquello donde el alma llegó, así como cesan y paran los pies acabando su jornada,
porque, si todo fuese andar, nunca habría llegar, y si todos fuesen medios, ¿dónde o
cuándo se gozarían los fines y término?
7. Por lo cual es lástima ver que hay muchos que, queriéndose su alma estar en esta paz
y descanso de quietud interior, donde se llena de paz y refección de Dios, ellos la
desasosiegan y sacan afuera a lo más exterior, y la quieren hacer volver a que ande lo
andado sin propósito, y que deje el termino y fin en que ya reposa por los medios que
encaminaban a él, que son las consideraciones. Lo cual no acaece sin gran desgana y
repugnancia del alma, que se quisiera estar en aquella paz, que no entiende, como en su
propio puesto. Bien así como el que llegó con trabajo donde descansa, si le hacen volver
al trabajo, siente pena. Y como ellos no saben el misterio de aquesta novedad, dales
imaginación que es estarse ociosos y no haciendo nada, y así no se dejan quietas,
procurando considerar y discurrir, de donde se llenan de sequedad y trabajo por sacar el
jugo que ya por allí no han de sacar. Antes les podemos decir que, mientras (más)
aprietan, menos les aprovecha, porque, cuanto más porfían de aquella manera, se hallan
peor; porque más sacan al alma de la paz espiritual, y es dejar lo más por lo menos y
desandar lo andado (y querer hacer lo que está hecho).
8. A estos tales se les ha de decir que aprendan a estarse con atención y advertencia
amorosa en Dios en aquella quietud, y que no se den nada por la imaginación ni por la
obra de ella, pues aquí, como decimos, descansan las potencias y no obran activamente,
sino pasivamente, recibiendo lo que Dios obra en ellas. Y si algunas veces obran, no es
con fuerza ni muy procurado discurso, sino con suavidad de amor; más movidas de Dios
que de la misma habilidad del alma, como adelante se declarará. Mas ahora baste esto
para dar a entender cómo conviene y es necesario a los que pretenden pasar adelante
saberse desasir de todos esos modos y maneras y obras de la imaginación, en el tiempo
y sazón que lo pide y requiere el aprovechamiento del estado que llevan.
9. Y para que se entienda cuál y a qué tiempo ha de ser, diremos en el capítulo siguiente
algunas señales que ha de ver en sí el espiritual, para entender por ellas la sazón y
tiempo en que libremente pueda usar del término dicho y dejar de caminar por el
discurso y obra de la imaginación.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 13
En que se ponen las señales que ha de haber en si el espiritual por las cuales se conozca
en qué tiempo le conviene dejar la meditación y discurso y pasar al estado de
contemplación.
1. Y porque esta doctrina no quede confusa, convendrá en este capítulo dar a entender a
qué tiempo y sazón convendrá que el espiritual deje la obra del discursivo meditar por
las dichas imaginaciones y formas y figuras, porque no se dejen antes o después que lo
pide el espíritu. Porque, así como conviene dejarlas a su tiempo para ir a Dios, porque
no impidan, así también es necesario no dejar la dicha meditación imaginaria antes de
tiempo para no volver atrás. Porque, aunque no sirven las aprehensiones de estas
potencias para medio próximo de unión a los aprovechados, todavía sirven de medio
remoto a los principiantes para disponer y habituar el espíritu a lo espiritual por el
sentido y para de camino vaciar del sentido todas las otras formas e imágenes bajas,
temporales y seculares y naturales. Para lo cual diremos aquí algunas señales y muestras
que ha de haber en sí el espiritual, en que conozca si convendrá dejarlas o no en aquel
tiempo.
2. La primera es ver en sí que ya no puede meditar ni discurrir con la imaginación, ni
gustar de ello como de antes solía; antes halla ya sequedad en lo que de antes solía fijar
el sentido y sacar jugo. Pero en tanto que sacare jugo y pudiere discurrir en la
meditación, no la ha de dejar, si no fuere cuando su alma se pusiere en la paz y quietud
que se dice en la tercera señal.
3. La segunda es cuando ve no le da ninguna gana de poner la imaginación ni el sentido
en otras cosas particulares, exteriores ni interiores. No digo que no vaya y venga, que
ésta aun en mucho recogimiento suele andar suelta, sino que no guste el alma de ponerla
de propósito en otras cosas.
4. La tercera y más cierta es si el alma gusta de estarse a solas con atención amorosa a
Dios, sin particular consideración, en paz interior y quietud y descanso y sin actos y
ejercicios de las potencias, memoria, entendimiento y voluntad -a lo menos discursivos,
que es ir de uno en otro- sino sólo con la atención y noticia general amorosa que
decimos, sin particular inteligencia y sin entender sobre qué.
5. Estas tres señales ha de ver en sí juntas, por lo menos, el espiritual para atreverse
seguramente a dejar el estado de meditación y del sentido y entrar en el de
contemplación y del espíritu.
6. Y no basta tener la primera sola sin la segunda, porque podría ser que no poder ya
imaginar y meditar en las cosas de Dios como antes, fuese por su distracción y poca
diligencia; para lo cual ha de ver también en sí la segunda, que es no tener gana ni
apetito de pensar en otras cosas extrañas. Porque, cuando procede de distracción o
tibieza el no poder fijar la imaginación y sentido en las cosas de Dios, luego tiene
apetito y gana de ponerla en otras cosas diferentes y motivo de irse de allí.
Ni tampoco basta ver en sí la primera y segunda señal, si no viere juntamente la tercera;
porque, aunque se vea que no puede discurrir ni pensar en las cosas de Dios, y que
tampoco le da gana pensar en las que son diferentes, podría proceder de melancolía o de
alguno otro jugo de humor puesto en el cerebro o en el corazón, que suelen causar en el
sentido cierto empapamiento y suspensión que le hacen no pensar en nada, ni querer ni
tener gana de pensarlo, sino de estarse en aquel embelesamiento sabroso. Contra lo cual
ha de tener la tercera, que es noticia y atención amorosa en paz, etc., como habemos
dicho.
7. Aunque verdad es que a los principios, cuando comienza este estado, casi no se echa
de ver esta noticia amorosa. Y es por dos causas: la una, porque a los principios suele
ser esta noticia amorosa muy sutil y delicada y casi insensible; y la otra, porque,
habiendo estado habituada el alma al otro ejercicio de la meditación, que es totalmente
sensible, no echa de ver ni casi siente estotra novedad insensible, que es ya pura de
espíritu, mayormente cuando, por no lo entender ella, no se deja sosegar en ello,
procurándole otro más sensible, con lo cual, aunque más abundante sea la paz interior
amorosa, no se da lugar a sentirla y gozarla. Pero, cuanto más se fuere habituando el
alma en dejarse sosegar, irá siempre creciendo en ella y sintiéndose más aquella
amorosa noticia general de Dios, de que gusta ella más que de todas las cosas, porque le
causa paz, descanso, sabor y deleite sin trabajo.
8. Y, porque lo dicho quede más claro, daremos las causas y razones en este capítulo
siguiente, por donde parecerán necesarias las dichas tres señales para caminar al
espíritu.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 14
En el cual se prueba la conveniencia de estas señales, dando razón de la necesidad de lo
dicho en ellas para ir adelante.
1. Acerca de la primera señal que decimos, es de saber, que haber el espiritual (para
entrar en la vía del espíritu, que es la contemplativa) de dejar la vía imaginaria y de
meditación sensible cuando ya no gusta (de) ella ni puede discurrir, es por dos cosas que
casi se encierran en una:
La primera, porque en cierta manera se le ha dado al alma todo el bien espiritual que
había de hallar en las cosas de Dios por vía de la meditación y discurso; cuyo indicio es
el no poder ya meditar ni discurrir como antes y no hallar en ello jugo ni gusto de nuevo
como antes hallaba, porque no había corrido hasta entonces hasta el espíritu que allí
había para él. Porque, ordinariamente, todas las veces que el alma recibe algún bien
espiritual, lo recibe gustando, a lo menos con el espíritu, en aquel medio por donde lo
recibe y le hace provecho y, si no, por maravilla le aprovecha, ni halla en la causa de él
aquel arrimo y jugo que halla cuando le recibe. Porque es al modo que dicen los
filósofos, que quod sapit, nutrit, esto es: lo que da sabor, cría y engorda. Por lo cual dijo
el santo Job (6, 6): Numquid poterit comedi insulsum, quod non est sale conditum? ¿Por
ventura (se) podrá comer lo desabrido, que no está guisado con sal? Esta es la causa de
no poder considerar ni discurrir como antes: el poco sabor que en ello halla el espíritu y
el poco provecho.
2. La segunda es porque ya el alma en este tiempo tiene el espíritu de la meditación en
sustancia y hábito. Porque es de saber que el fin de la meditación y discurso en las cosas
de Dios es sacar alguna noticia y amor de Dios, y cada vez que por la meditación el
alma la saca, es un acto. Y así como muchos actos en cualquiera cosa vienen a
engendrar hábito en el alma, así muchos actos de estas noticias amorosas, que el alma
ha ido sacando en veces particularmente, vienen por el uso a continuarse tanto, que se
hace hábito en ella. Lo cual también Dios suele hacer en muchas almas sin medio de
estos actos, a lo menos sin haber precedido muchos, poniéndolas luego en
contemplación. Y así, lo que antes el alma iba sacando en veces por su trabajo de
meditar en noticias particulares, ya, como decimos, por el uso se ha hecho y vuelto en
ella en hábito y sustancia de una noticia amorosa general, no distinta ni particular como
antes. Por lo cual, en poniéndose en oración, ya, como quien tiene allegada el agua,
bebe sin trabajo en suavidad, sin ser necesario sacarla por los arcaduces de las pesadas
consideraciones y formas y figuras. De manera que, luego en poniéndose delante de
Dios, se pone en acto de noticia confusa, amorosa, pacífica y sosegada, en que está el
alma bebiendo sabiduría y amor y sabor.
3. Y ésta es la causa por que el alma siente mucho trabajo y sinsabor cuando, estando en
este sosiego, la quieren hacer meditar y trabajar en particulares noticias. Porque le
acaece como a niño que, estando recibiendo la leche, que ya tiene en el pecho allegada y
junta, le quitan el pecho y le hacen que con la diligencia de su estrujar y manosear la
vuelva a querer sacar y juntar; o como el que, habiendo quitado la corteza, está gustando
la sustancia, si se la hiciesen dejar para que volviese a quitar la dicha corteza que ya
estaba quitada, que no hallaría corteza y dejaría de gustar de la sustancia que ya tenía
entre las manos; siendo en esto semejante al que deja la presa que tiene por la que no
tiene.
4. Y así hacen muchos que comienzan a entrar en este estado, que, pensando que todo el
negocio está en ir discurriendo y entendiendo particularidades por imágenes y formas,
que son la corteza del espíritu, como no las hallan en aquella quietud amorosa y
sustancial en que se quiere estar su alma, donde no entienden cosa clara, piensan que se
van perdiendo y que pierden tiempo, y vuelven a buscar la corteza de su imagen y
discurso, la cual no hallan, porque está ya quitada; y así ni gozan la sustancia ni hallan
meditación y túrbanse a sí mismos, pensando que vuelven atrás y que se pierden. Y, a la
verdad, se pierden, (aunque no como ellos piensan, porque se pierden) a los propios
sentidos y a la primera manera de sentir, lo cual es irse ganando al espíritu que se les va
dando; en el cual cuanto van ellos menos entendiendo, van entrando más en la noche del
espíritu, de que en este libro tratamos, por donde han de pasar para unirse con Dios
sobre todo saber.
5. Acerca de la segunda señal poco hay que decir, porque ya se ve que de necesidad no
ha de gustar el alma en este tiempo de otras imágenes diferentes, que son del mundo;
pues de las que son más conformes, que son las de Dios, según habemos dicho, no
gusta, por las causas ya dichas. Solamente, como arriba queda notado, suele en este
recogimiento la imaginativa de suyo ir y venir y variar, mas no con gusto y voluntad del
alma, antes en ello siente pena, porque la inquieta la paz y sabor.
6. Y que la tercera señal sea conveniente y necesaria para poder dejar la dicha
meditación, la cual es la noticia o advertencia general en Dios y amorosa, tampoco
entiendo era menester decir aquí nada, por cuanto ya en la primera queda dado a
entender algo y, después, de ella habemos de tratar de propósito cuando hablemos de
esta noticia general y confusa en su lugar, que será después de todas las aprehensiones
particulares del entendimiento. Pero diremos sola una razón con que se vea claro cómo,
en caso que el contemplativo haya de dejar la vía de meditación y discurso, le es
necesaria esta noticia o advertencia amorosa en general de Dios. Y es porque, si el alma
entonces no tuviese esta noticia o asistencia en Dios, seguirse hía que ni haría nada ni
tendría nada el alma; porque, dejando la meditación, mediante la cual obra el alma
discurriendo con las potencias sensitivas y faltándole también la contemplación, que es
la noticia general que decimos, en la cual tiene el alma actuadas las potencias
espirituales, que son memoria, entendimiento y voluntad, unidas ya en esta noticia
obrada ya y recibida en ellas, faltarle hía necesariamente al alma todo ejercicio acerca
de Dios, como quiera que el alma no pueda obrar ni recibir lo obrado, si no es por vía de
estas dos maneras de potencias sensitivas y espirituales. Porque, como habemos dicho,
mediante las potencias sensitivas puede ella discurrir y buscar y obrar las noticias de los
objetos; y mediante las potencias espirituales puede gozar las noticias ya recibidas en
estas dichas potencias, sin que obren ya las potencias.
7. Y así, la diferencia que hay del ejercicio que el alma hace acerca de las unas y de las
otras potencias, es la que hay entre ir obrando y gozar ya de la obra hecha, o la que hay
entre el trabajo de ir caminando y el descanso y quietud que hay en el término; que es
también como estar guisando la comida, o estar comiéndola y gustándola ya guisada y
masticada, sin alguna manera de ejercicio de obra; y la que hay entre ir recibiendo, y
aprovechándose ya del recibo. Y así, (si) acerca del obrar con las potencias sensitivas,
que es la meditación y discurso, o acerca de lo ya recibido y obrado en las potencias
espirituales, que es la contemplación y noticia que habemos dicho, no estuviese el alma
empleada estando ociosa de las unas y de las otras, no había de dónde ni por dónde se
pudiese decir que estaba el alma empleada. Es, pues, necesaria esta noticia para haber
de dejar la vía de meditación y discurso.
8. Pero conviene aquí saber que esta noticia general de que vamos hablando, es a veces
tan sutil y delicada, mayormente cuando ella es más pura y sencilla y perfecta y más
espiritual e interior, que el alma, aunque está empleada en ella, no la echa de ver ni la
siente. Y aquesto acaece más cuando decimos que ella es en sí más clara y perfecta y
sencilla. Y entonces lo es, cuando ella embiste en alma más limpia y ajena de otras
inteligencias y noticias particulares en que podría hacer presa el entendimiento o
sentido; la cual, por carecer de éstas, que son acerca de las cuales el entendimiento y
sentido tiene habilidad y costumbre de ejercitarse, no la siente, por cuanto le faltan sus
acostumbrados sensibles. Y ésta es la causa por donde, estando ella más pura y perfecta
y sencilla, menos la siente el entendimiento y más oscura le parece. Y así, por el
contrario, cuanto ella está en sí en el entendimiento menos pura y simple, más clara y de
más tomo le parece al entendimiento, por estar ella vestida o mezclada o envuelta en
algunas formas inteligibles, en que puede tropezar el entendimiento o sentido.
9. Lo cual se entenderá bien por esta comparación. Si consideramos en el rayo del sol
que entra por la ventana, vemos que, cuanto el dicho rayo está más poblado de átomos y
motas, mucho más palpable y sensible y más claro le parece a la vista del sentido. Y
está claro, que entonces el rayo está menos puro y menos claro en sí y sencillo y
perfecto, pues está lleno de tantas motas y átomos. Y también vemos que cuando está
más puro y limpio de aquellas motas y átomos, menos palpable y más oscuro le parece
al ojo material; y cuanto más limpio está, tanto más oscuro y menos aprehensible le
parece. Y si del todo el rayo estuviese limpio y puro de todos los átomos y motas, hasta
los más sutiles polvitos, del todo parecería oscuro e incomprehensible el dicho rayo al
ojo, por cuanto allí faltan los visibles, que son objeto de la vista. Y así, el ojo no halla
especies en qué reparar, porque la luz no es propio objeto de la vista, sino el medio con
que ve lo visible; y así, si faltaren los visibles en que el rayo o la luz hagan reflexión,
nada se verá. De donde si entrase el rayo por una ventana y saliese por otra, sin topar en
cosa alguna que tuviese tomo de cuerpo, no se vería nada; y con todo eso, el rayo estaría
en sí más puro y limpio que cuando, por estar lleno de cosas visibles, se veía y sentía
más claro.
10. De la misma manera acaece acerca de la luz espiritual en la vista del alma, que es el
entendimiento, en el cual esta general noticia y luz que vamos diciendo sobrenatural
embiste tan pura y sencillamente y tan desnuda ella y ajena de todas las formas
inteligibles, que son objetos del entendimiento, que él no la siente ni echa de ver; antes,
a veces, que es cuando ella es más pura, le hace tiniebla, porque le enajena de sus
acostumbradas luces, de formas y fantasías; y entonces siéntese bien y échase bien de
ver la tiniebla. Mas, cuando esta luz divina no embiste con tanta fuerza en el alma, ni
siente tiniebla, ni ve luz, ni aprehende nada que ella sepa, de acá ni de allá; y, por tanto,
se queda el alma a veces como en un olvido grande, que ni supo dónde se estaba, ni qué
se había hecho, ni le parece haber pasado por ella tiempo. De donde puede acaecer, y así
es, que se pasen muchas horas en este olvido, y al alma, cuando vuelve en sí, no le
parezca un momento o que no estuvo nada.
11. Y la causa de este olvido es la pureza y sencillez de esta noticia, la cual, ocupando al
alma, así la pone sencilla y pura y limpia de todas las aprehensiones y formas de los
sentidos y de la memoria, por donde el alma obraba en tiempo, y así la deja en olvido y
sin tiempo. De donde al alma esta oración, aunque, como decimos, le dure mucho, le
parece brevísima, porque ha estado unida en inteligencia pura, que no está en tiempo. Y
es la oración breve de que se dice (Ecli. 35, 21) que penetra los cielos, porque es breve,
porque no es en tiempo, y penetra los cielos, porque el alma está unida en inteligencia
celestial. Y así, esta noticia deja al alma, cuando recuerda, con los efectos que hizo en
ella sin que ella los sintiese hacer, que son levantamiento de mente a inteligencia
celestial y enajenación y abstracción de todas las cosas, y formas, y figuras, y memorias
de ellas. Lo cual dice David (Sal. 101, 8) haberle a él acaecido, volviendo en sí del
mismo olvido, diciendo: Vigilavi, et factus sum sicut passer solitarius in tecto; que
quiere decir: Recordé y halléme hecho como el pájaro solitario en el tejado. Solitario
dice, es a saber, de todas las cosas enajenado y abstraído; y en el tejado, es a saber,
elevada la mente en lo alto. Y así, se queda el alma como ignorante de todas las cosas,
porque solamente sabe a Dios sin saber cómo. De donde la Esposa declara en los
Cantares (6, 11), entre los efectos que en ella hizo este su sueño olvido, este no saber,
cuando dice que descendió a él, diciendo: Nescivi, esto es: no supe.
De donde, aunque (como habemos dicho) al alma en esta noticia le parezca que no hace
nada, ni está empleada en nada, porque no obra nada con los sentidos ni con las
potencias, crea que no se está perdiendo tiempo, porque, aunque cese la armonía de las
potencias del alma, la inteligencia de ella está de la manera que habemos dicho. Que por
eso la Esposa, que era sabia, también en los Cantares (5, 2) se respondió ella a sí misma
en esta duda, diciendo: Ego dormio et cor meum vigilat. Como si dijera: aunque duermo
yo, según lo que yo soy naturalmente, cesando de obrar, mi corazón vela,
sobrenaturalmente elevado en noticia sobrenatural.
12. Pero es de saber que no se ha de entender que esta noticia ha de causar por fuerza
este olvido para ser como aquí decimos, que eso sólo acaece cuando abstrae al alma del
ejercicio de todas las potencias naturales y espirituales; lo cual acaece las menos veces,
porque no siempre ocupa toda el alma. Que, para que sea la que basta en el caso que
vamos tratando, basta que el entendimiento esté abstraído de cualquiera noticia
particular, ahora temporal, ahora espiritual, y que no tenga gana la voluntad de pensar
acerca de unas ni de otras, como habemos dicho, porque entonces es señal que está el
alma empleada.
Y este indicio se ha de tener para entender que lo está, cuando esta noticia sólo se aplica
y comunica al entendimiento, que es cuando a veces el alma no lo echa de ver. Porque,
cuando juntamente se comunica a la voluntad, que es casi siempre, poco o mucho no
deja el alma de entender, si quiere mirar en ello, que está empleada y ocupada en esta
noticia, por cuanto se siente con sabor de amor en ella, sin saber ni entender
particularmente lo que ama. Y por eso la llama noticia amorosa general, porque, así
como lo es en el entendimiento, comunicándose a él oscuramente, así también lo es en
la voluntad, comunicándola sabor y amor confusamente, sin que sepa distintamente lo
que ama.
13. Esto baste ahora para entender cómo le conviene al alma estar empleada en esta
noticia para haber de dejar la vía del discurso espiritual y para asegurarse que, aunque
no le parezca que hace nada el alma, está bien empleada, si se ve con las dichas señales,
y para que también se entienda, por la comparación que habemos dicho, cómo, no
porque esta luz se represente al entendimiento más comprehensible y palpable, como
hace el rayo del sol al ojo cuando está lleno de átomos, por eso la ha de tener el alma
por más pura, subida y clara; pues está claro que, según dice Aristóteles y los teólogos,
cuanto más alta es la luz divina y más subida, más oscura es para nuestro entendimiento.
14. De esta divina noticia hay mucho que decir, así de ella en sí como de los efectos que
hace en los contemplativos. Todo lo dejamos para su lugar, porque aun lo que habemos
dicho en éste no había para qué alargarnos tanto, si no fuera por (no) dejar esta doctrina
algo más confusa de lo que queda, porque es cierto, yo confieso lo queda mucho.
Porque, dejado que es materia que pocas veces se trata por este estilo, ahora de palabra
como de escritura, por ser ella en sí extraordinaria y oscura, añádese también mi torpe
estilo y poco saber. Y así, estando desconfiado de que lo sabré dar a entender, muchas
veces entiendo me alargo demasiado y salgo fuera de los límites que bastan al lugar y
parte de la doctrina que voy tratando. En lo cual yo confieso hacerlo, a veces, de
advertencia; porque lo que no se da a entender por unas razones, quizá se entenderá
mejor por aquéllas y por otras, y también porque entiendo que así se va dando más luz
para lo que se ha de decir adelante. Por lo cual me parece también (para concluir con
esta parte) dejar respondido a una duda que puede haber acerca de la continuación de
esta noticia, y será brevemente en el siguiente capítulo.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 15
En que se declara cómo a los aprovechantes que comienzan a entrar en esta noticia
general de contemplación les conviene a veces aprovecharse del discurso natural y obra
de las potencias naturales.
1. Podría acerca de lo dicho haber una duda, y es si los aprovechantes, que es a los que
Dios comienza a poner en esta noticia sobrenatural de contemplación de que habemos
hablado, por el mismo caso que la comienzan a tener, no hayan ya para siempre de
aprovecharse de la vía de meditación y discurso y formas naturales.
A lo cual se responde que no se entiende que los que comienzan a tener esta noticia
amorosa en general, nunca hayan ya de procurar de tener meditación, porque a los
principios que van aprovechando, ni está tan perfecto el hábito de ella que, luego que
ellos quieran, se puedan poner en el acto de ella, ni, por lo semejante, están tan remotos
de la meditación, que no puedan meditar y discurrir algunas veces naturalmente como
solían, por las formas y pasos que solían, hallando allí alguna cosa de nuevo; antes a
estos principios, cuando por los indicios ya dichos echan de ver que no está el alma
empleada en aquel sosiego y noticia, habrán menester aprovecharse del discurso, hasta
que vengan en ella a adquirir el hábito que habemos dicho en alguna manera perfecto,
que será cuando todas las veces que quieren meditar, luego se quedan en esta noticia y
paz sin poder hacer ni tener gana de hacerlo, como habemos dicho. Porque, hasta llegar
a este tiempo, que es ya de aprovechados en esto, ya hay de lo uno, ya de lo otro, en
diferentes tiempos.
2. De manera que muchas veces se hallará el alma en esta amorosa pacífica asistencia
sin obrar nada con las potencias, esto es, acerca de actos particulares, no obrando
activamente, sino sólo recibiendo; y muchas habrá menester ayudarse blanda y
moderadamente del discurso para ponerse en ella. Pero, puesta el alma en ella, ya
habemos dicho que el alma no obra nada con las potencias; que entonces antes es
verdad decir que se obra en ella y que está obrada la inteligencia y sabor, que no que
obre ella alguna cosa, sino solamente tener advertencia el alma con amar a Dios, sin
querer sentir ni ver nada. En lo cual pasivamente se le comunica Dios, así como al que
tiene los ojos abiertos, que pasivamente sin hacer él más que tenerlos abiertos, se le
comunica la luz. Y este recibir la luz que sobrenaturalmente se le infunde, es entender
pasivamente, pero dícese que no obra, no porque no entienda, sino porque entiende lo
que no le cuesta su industria, sino sólo recibir lo que le dan, como acaece en las
iluminaciones e ilustraciones o inspiraciones de Dios.
3. Aunque aquí libremente recibe la voluntad esta noticia general y confusa de Dios,
solamente es necesario, para recibir más sencilla y abundantemente esta luz divina, que
no se cure de entreponer otras luces más palpables de otras luces o formas o noticias o
figuras de discurso alguno, porque nada de aquello es semejante a aquella serena y
limpia luz. De donde, si quisiere entonces entender y considerar cosas particulares,
aunque más espirituales fuesen, impediría la luz limpia y sencilla general del espíritu,
poniendo aquellas nubes en medio, así como al que delante de los ojos se le pusiese
alguna cosa en que, tropezando la vista, se le impidiese la luz y vista de adelante.
4. De donde se sigue claro que, como el alma se acabe de purificar y vaciar de todas las
formas e imágenes aprehensibles, se quedará en esta pura y sencilla luz,
transformándose en ella en estado de perfección, porque esta luz nunca falta en el alma;
pero, por las formas y velos de criatura con que el alma está velada y embarazada, no se
le infunde. Que, si quitase estos impedimentos y velos del todo, como después se dirá,
quedándose en la pura desnudez y pobreza de espíritu, luego el alma, ya sencilla y pura,
se transforma en la sencilla y pura sabiduría, que es el Hijo de Dios; porque faltando lo
natural al alma enamorada, luego se infunde de lo divino, natural y sobrenaturalmente,
porque no se dé vacío en la naturaleza.
5. Aprenda el espiritual a estarse con advertencia amorosa en Dios, con sosiego de
entendimiento, cuando no puede meditar, aunque le parezca que no hace nada. Porque
así, poco a poco, y muy presto, se infundirá en su alma el divino sosiego y paz con
admirables y subidas noticias de Dios, envueltas en divino amor. Y no se entremeta en
formas, meditaciones e imaginaciones, o algún discurso, porque no desasosiegue al
alma y la saque de su contento y paz, en lo cual ella recibe desabrimiento y repugnancia.
Y si, como habemos dicho, le hiciere escrúpulo de que no hace nada, advierta que no
hace poco en pacificar el alma y ponerla en sosiego y paz, sin alguna obra y apetito, que
es lo que Nuestro Señor nos pide por David (Sal. 45, 11), diciendo: Vacate, et videte
quoniam ego sum Deus; como si dijera: Aprended a estaros vacíos de todas las cosas, es
a saber, interior y exteriormente, y veréis cómo yo soy Dios.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 16
En que se trata de las aprehensiones imaginarias que sobrenaturalmente se representan
en la fantasía. Dice cómo no pueden servir al alma de medio próximo para la unión con
Dios.
1. Ya que habemos tratado de las aprehensiones que naturalmente pueden en sí recibir y
en ellas obrar con (su) discurso la fantasía e imaginativa, conviene aquí tratar de las
sobrenaturales, que se llaman visiones imaginarias, que también, por estar ellas debajo
de imagen y forma y figura, pertenecen a este sentido, ni más ni menos que las
naturales.
2. Y es de saber que, debajo de este nombre de visiones imaginarias, queremos entender
todas las cosas que debajo de imagen, forma, y figura y especie sobrenaturalmente se
pueden representar a la imaginación. Porque todas las aprehensiones y especies que de
todos los cinco sentidos corporales se representan a él y en él hacen asiento por vía
natural, pueden por vía sobrenatural tener lugar en él y representársele sin ministerio
alguno de los sentidos exteriores. Porque este sentido de la fantasía, junto con la
memoria, es como un archivo y receptáculo del entendimiento, en que se reciben todas
las formas e imágenes inteligibles: y así, como si fuese un espejo, las tiene en sí,
habiéndolas recibido por vía de los cinco sentidos, o, como decimos, sobrenaturalmente;
y así las representa al entendimiento, y allí el entendimiento las considera y juzga de
ellas. Y no sólo puede eso, mas aún puede componer e imaginar otras a la semejanza de
aquellas que allí conoce.
3. Es, pues, de saber que, así como los cinco sentidos exteriores representan las
imágenes y especies de sus objetos a estos interiores, así sobrenaturalmente, como
decimos, sin los sentidos exteriores puede Dios y el demonio representar las mismas
imágenes y especies, y mucho más hermosas y acabadas. De donde, debajo de estas
imágenes muchas veces representa Dios al alma muchas cosas, y la enseña mucha
sabiduría; como a cada paso se ve en la sagrada Escritura, como (vio) Isaías a Dios en
su gloria debajo del humo que cubría el templo y de los serafines que cubrían con las
alas el rostro y los pies (6, 2-4); Jeremías la vara que velaba (1, 11), Daniel multitud de
visiones (7, 10), etc.
Y también el demonio procura con las suyas, aparentemente buenas, engañar al alma,
como es de ver en el de los Reyes (3 Re. 22, 11), cuando engañó a todos los profetas de
Acab, representándoles en la imaginación los cuernos con que dijo había de destruir a
los asirios, y fue mentira. Y las visiones que tuvo la mujer de Pilatos (Mt. 27, 19) sobre
que no condenase a Cristo, y otros muchos lugares. Donde se ve cómo, en este espejo de
la fantasía e imaginativa, estas visiones imaginarias acaecen a los aprovechados más
frecuentemente que las corporales exteriores. Estas, como decimos, no se diferencian de
las que entran por los sentidos exteriores en cuanto imágenes y especies; pero, en cuanto
al efecto que hacen y perfección de ellas, mucha diferencia hay, porque son más sutiles
y hacen más efecto en el alma, por cuanto son sobrenaturales y más interiores que las
sobrenaturales exteriores. Aunque no se quita por eso que algunas corporales de estas
exteriores hagan más efecto; que, en fin, es como Dios quiere que sea la comunicación.
Pero hablamos en cuanto es de parte de ellas, por cuanto son más espirituales.
4. Este sentido de la imaginación y fantasía es donde ordinariamente acude el demonio
con sus ardides, ahora naturales, ahora sobrenaturales; porque ésta es la puerta y entrada
para el alma, y como habemos dicho, aquí viene el entendimiento a tomar y dejar, como
a puerta o plaza de su provisión. Y por eso siempre Dios y también el demonio acuden
aquí con sus joyas de imágenes y formas sobrenaturales para ofrecerlas al
entendimiento; puesto que Dios no sólo se aprovecha de este medio para instruir al
alma, pues mora sustancialmente en ella, y puede por sí y por otros medios.
5. Y no hay para qué yo aquí me detenga en dar doctrina de indicios para que se
conozcan cuáles visiones serán de Dios y cuáles no, y cuáles en una manera y cuáles en
otra; pues mi intento aquí no es ése, sino sólo instruir al entendimiento en ellas, para que
no se embarace e impida para la unión con la divina Sabiduría con las buenas, ni se
engañe en las falsas.
6. Por tanto, digo que, de todas estas aprehensiones y visiones imaginarias y otras
cualesquiera formas o especies, como ellas se ofrezcan debajo de forma o imagen o
alguna inteligencia particular, ahora sean falsas de parte del demonio, ahora se conozcan
ser verdaderas de parte de Dios, el entendimiento no se ha de embarazar ni cebar en
ellas, ni las ha el alma de querer admitir ni tener, para poder estar desasida, desnuda,
pura y sencilla, sin algún modo y manera, como se requiere para la unión.
7. Y de esto la razón es porque todas estas formas ya dichas siempre en su aprehensión
se representan, según habemos dicho, debajo de algunas maneras y modos limitados, y
la Sabiduría de Dios, en que se ha de unir el entendimiento, ningún modo ni manera
tiene, ni cae debajo de algún límite ni inteligencia distinta y particularmente, porque
totalmente es pura y sencilla. Y como quiera que, para juntarse dos extremos, cual es el
alma y la divina Sabiduría, será necesario que vengan a convenir en cierto medio de
semejanza entre sí, de aquí es que también el alma ha de estar pura y sencilla, no
limitada ni atenida a alguna inteligencia particular, ni modificada con algún límite de
forma, especie e imagen. Que, pues Dios no cae debajo de imagen ni forma, ni cabe
debajo de inteligencia particular, tampoco el alma, para caer en Dios, ha de caer debajo
de forma e inteligencia distinta.
8. Y que en Dios no haya forma ni semejanza, bien lo da a entender el Espíritu Santo en
el Deuteronomio (4, 12), diciendo: Vocem verborum eius audistis, et formam penitus
non vidistis; que quiere decir: Oísteis la voz de sus palabras, y totalmente no visteis en
Dios alguna forma. Pero dice que había allí tinieblas, y nube, y oscuridad, que es la
noticia confusa y oscura que habemos dicho, en que se une el alma con Dios. Y luego
más adelante (4, 15) dice: Non vidistis aliquam similitudinem in die, qua locutus est
vobis Dominus in Horeb de medio ignis, esto es: No visteis vosotros semejanza alguna
en Dios en el día que os habló de medio del fuego, en el monte Horeb.
9. Y que el alma no pueda llegar a lo alto de Dios, cual en esta vida se puede, por medio
de algunas formas y figuras, también lo dice el mismo Espíritu Santo en los Números
(12, 6-8), donde, reprehendiendo Dios a Aarón y María, hermanos de Moisés, porque
murmuraban contra él, queriendo darles a entender el alto estado en que le había puesto
de unión y amistad consigo, dijo: Si quis inter vos fuerit propheta Domini in visione
apparebo ei, vel per somnium loquar ad illum. At (non) talis servus meus Moyses, qui in
omni domo mea fidelissimus est: ore enim ad os loquor ei, palam, et non per aenigmata
et figuras Dominum videt; que quiere decir: Si entre vosotros hubiere algún profeta del
Señor, aparecerle he en alguna visión o forma o hablaré con él entre sueños. Pero no hay
tal como mi siervo Moisés, que en toda mi casa es fidelísimo y hablo con él boca a
boca, y no ve a Dios por comparaciones, semejanzas y figuras. En lo cual se da a
entender claro que en este alto estado de unión que vamos hablando, no se comunica
Dios al alma mediante algún disfraz de visión imaginaria, o semejanza, o figura, ni la ha
de haber; sino que boca a boca, esto es, esencia pura y desnuda de Dios, que es la boca
de Dios en amor, con esencia pura y desnuda del alma, que es la boca del alma en amor
de Dios.
10. Por tanto, para venir a esta unión de amor de Dios esencial, ha de tener cuidado el
alma de no se ir arrimando a visiones imaginarias, ni formas, ni figuras, ni particulares
inteligencias, pues no le pueden servir de medio proporcionado y próximo para tal
efecto; antes le harían estorbo, y por eso las ha de renunciar y procurar de no tenerlas.
Porque, si por algún caso se hubiesen de admitir y preciar, era por el provecho que las
verdaderas hacen en el alma y buen efecto. Pero para esto no es necesario admitirlas,
antes conviene, para mejoría, siempre negarlas. Porque estas visiones imaginarias, el
bien que pueden hacer al alma, también como las corporales exteriores que habemos
dicho, es comunicarle inteligencia, o amor, o suavidad; pero para que causen este efecto
en ella, no es menester que ella las quiera admitir, porque, como también queda dicho
arriba, en ese mismo punto que en la imaginación hacen presencia, la hacen en el alma e
infunden a la inteligencia y amor, o suavidad, o lo que Dios quiere que causen.
Y no sólo juntamente, pero principalmente, aunque no en el mismo tiempo, hacen en el
alma su efecto pasivamente, sin ser ella parte para lo poder impedir aunque quisiese,
como tampoco lo fue para lo saber adquirir, aunque lo haya sido antes para se saber
disponer. Porque, así como la vidriera no es parte para impedir el rayo del sol que da en
ella, sino que pasivamente, estando ella dispuesta con limpieza, la esclarece sin su
diligencia u obra, así también el alma, aunque ella quiera, no puede dejar de recibir en sí
las influencias y comunicaciones de aquellas figuras, aunque más las quisiere resistir;
porque a las infusiones sobrenaturales no las puede resistir la voluntad negativa con
resignación humilde y amorosa, sino sola la impureza e imperfecciones del alma, como
también en la vidriera impiden la claridad las manchas.
11. Donde se ve claro que, cuanto más el alma se desnudare con la voluntad y afecto de
las aprehensiones de las manchas de aquellas formas, imágenes y figuras en que vienen
envueltas las comunicaciones espirituales que habemos dicho, no sólo no se priva de
estas comunicaciones y bienes que causan, mas se dispone mucho más para recibirlas
con más abundancia, claridad y libertad de espíritu y sencillez, dejadas aparte todas
aquellas aprehensiones, que son las cortinas y velos que encubren lo espiritual que allí
hay, y así ocupan el espíritu y sentido, si en ellas se quisiese cebar, de manera que
sencilla y libremente no se pueda comunicar el espíritu; porque, estando ocupada con
aquella corteza, está claro que no tiene libertad el entendimiento para recibir (aquellas
formas). De donde, si el alma entonces las quiere admitir y hacer caso de ellas, sería
embarazarse y contentarse con lo menos que hay en ellas, que es todo lo que ella puede
aprehender y conocer de ellas, lo cual es aquella forma e imagen y particular
inteligencia. Porque lo principal de ellas, que es lo espiritual que se le infunde, no sabe
ella aprehender ni entender, ni sabe cómo es, ni lo sabría decir, porque es puro
espiritual. Solamente lo que de ellas sabe, como decimos, es lo menos que hay en ellas a
su modo de entender, que es las formas por el sentido. Y por eso digo que pasivamente,
sin que ella ponga su obra de entender y sin saberla poner, se le comunica de aquellas
visiones lo que ella no supiera entender ni imaginar.
12. Por tanto, siempre se han de apartar los ojos del alma de todas estas aprehensiones
que ella puede ver y entender distintamente (lo cual comunica en sentido y no hace
fundamento y seguro de fe), y ponerlos en lo que no ve ni pertenece al sentido, sino al
espíritu, que no cae en figura de sentido, que es lo que la lleva a la unión en fe, la cual
es el propio medio, como está dicho. Y así, le aprovecharán al alma estas visiones en
sustancia para fe, cuando bien supiere negar lo sensible e inteligible de ellas y usara
bien del fin que Dios tiene en darlas al alma, desechándolas. Porque, como dijimos de
las corporales, no las da Dios para que el alma las quiera tomar y poner su asimiento en
ellas.
13. Pero nace aquí una duda, y es: si es verdad que Dios da al alma las visiones
sobrenaturales, no para que ella las quiera tomar, ni arrimarse a ellas, ni hacer caso de
ellas, ¿para qué se las da, pues en ellas puede el alma caer en muchos yerros y peligros,
o por lo menos en los inconvenientes que aquí se escriben para ir adelante, mayormente
pudiendo Dios dar al alma y comunicarle espiritualmente y en sustancia lo que le
comunica por el sentido mediante las dichas visiones y formas sensibles?
14. Responderemos a esta duda en el siguiente capítulo, y es de harta doctrina y bien
necesaria, a mi ver, así para los espirituales como para los que los enseñan, porque se
enseña el estilo y fin que Dios en ellas lleva; el cual por no lo saber muchos, ni se saben
gobernar, ni encaminar a sí ni a otros en ellas a la unión. Que piensan que, por el mismo
caso que conocen ser verdaderas y de Dios, es bueno admitirlas, y asegúranse en ellas,
no mirando que también en éstas hallará el alma su propiedad, y asimiento y embarazo,
como en las cosas del mundo, si no las sabe renunciar como a ellas. Y así les parece que
es bueno admitir las unas y reprobar las otras, metiéndose a sí mismos y a las almas en
gran trabajo y peligro acerca del discernir entre la verdad y falsedad de ellas. Que ni
Dios les manda poner en ese trabajo, ni que a las almas sencillas y simples las metan en
ese peligro y contienda; pues tienen doctrina sana y segura, que es la fe, en que han de
caminar adelante.
15. La cual no puede ser sin cerrar los ojos a todo lo que es de sentido e inteligencia
clara y particular. Porque, aun con estar san Pedro tan cierto de la visión de gloria que
vio en Cristo en la transfiguración, después de haberlo contado en su Epístola 2ª
canónica (1, 17-18), no quiso que lo tomasen por principal testimonio de firmeza, sino,
encaminándolos a la fe, dijo (1, 19): Et habemus firmiorem propheticum sermonem: cui
benefacitis attendentes, quasi lucernae lucenti in caliginoso loco, donec dies elucescat,
etc.; quiere decir: Y tenemos más firme testimonio que esta visión del Tabor, que son
los dichos y palabras de los profetas que dan testimonio de Cristo, a las cuales hacéis
bien de arrimaros, como a la candela que da luz en el lugar oscuro. En la cual
comparación, si quisiéremos mirar, hallaremos la doctrina que vamos enseñando.
Porque, en decir que miremos a la fe que hablaron los profetas, como "a candela que
luce en lugar oscuro", es decir que nos quedemos a oscuras, cerrados los ojos a todas
esotras luces, y que en esta tiniebla sola la fe, que también es oscura, sea luz a que nos
arrimemos. Porque si nos queremos arrimar a esotras luces claras de inteligencias
distintas, ya nos dejamos de arrimar a la oscura, que es la fe, y nos deja de dar la luz en
el lugar oscuro que dice san Pedro; el cual lugar, que aquí significa el entendimiento que
es el candelero donde se asienta esta candela de la fe, ha de estar oscuro "hasta que le
amanezca" en la otra vida "el día" de la clara visión de Dios, y en ésta el de la
transformación y unión.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 17
En que se declara el fin y estilo que Dios tiene en comunicar al alma los bienes
espirituales por medio de los sentidos, en lo cual se responde a la duda que se ha tocado.
1. Mucho hay que decir acerca del fin y estilo que Dios tiene en dar estas visiones, para
levantar a una alma de su bajeza a su divina unión, de lo cual todos los libros
espirituales tratan, y en este nuestro tratado también el estilo que llevamos es darlo a
entender. Y por eso, en este capítulo, solamente diré lo que basta para satisfacer a
nuestra duda, la cual era: que, pues, en estas visiones sobrenaturales hay tanto peligro y
embarazo para ir adelante, como habemos dicho, ¿por qué Dios, que es sapientísimo y
amigo de apartar de las almas tropiezos y lazos, se las ofrece y comunica?
2. Para responder a esto, conviene primero poner tres fundamentos.
El primero es de san Pablo ad Romanos (13, 1), donde dice: Quae autem sunt, a Deo
ordinata sunt, que quiere decir: Las obras que son hechas, de Dios son ordenadas.
El segundo es del Espíritu Santo en el libro de la Sabiduría (8, 1), diciendo: Disponit
omnia suaviter. Y es como si dijera: La Sabiduría de Dios, aunque toca desde un fin
hasta otro fin, es a saber, desde un extremo hasta otro extremo, dispone todas las cosas
con suavidad.
El tercero es de los teólogos, que dicen que omnia movet secundum modum eorum, esto
es: Dios mueve todas las cosas al modo de ellas.
3. Según, pues, estos fundamentos, está claro que para mover Dios al alma y levantarla
del fin y extremo de su bajeza al otro fin y extremo de su alteza en su divina unión, halo
de hacer ordenadamente y suavemente y al modo de la misma alma. Pues, como quiera
que el orden que tiene el alma de conocer, sea por las formas e imágenes de las cosas
criadas, y el modo de su conocer y saber sea por los sentidos, de aquí es que, para
levantar Dios al alma al sumo conocimiento, para hacerlo suavemente ha de comenzar y
tocar desde el bajo fin y extremo de los sentidos del alma, para así irla llevando al modo
de ella hasta el otro fin de su sabiduría espiritual, que no cae en sentido. Por lo cual, la
lleva primero instruyendo por formas e imágenes y vías sensibles a su modo de
entender, ahora naturales, ahora sobrenaturales, y por discursos, a ese sumo espíritu de
Dios.
4. Y ésta es la causa por que Dios le da las visiones y formas, imágenes y las demás
noticias sensitivas e inteligibles espirituales; no porque no quisiera Dios darle luego en
el primer acto la sabiduría del espíritu, si los dos extremos, cuales son humano y divino,
sentido y espíritu, de vía ordinaria pudieran convenir y juntarse con un solo acto, sin
que intervengan primero otros muchos actos de disposiciones que ordenada y
suavemente convengan entre sí, siendo unas fundamento y disposición para las otras, así
como en los agentes naturales; y así, las primeras sirven a las segundas, y las segundas a
las terceras, y de ahí adelante, ni más ni menos. Y así va Dios perfeccionando al hombre
al modo del hombre, por lo más bajo y exterior, hasta lo más alto e interior.
De donde primero le perfecciona el sentido corporal, moviéndole a que use de buenos
objetos naturales perfectos exteriores, como oír sermones, misas, ver cosas santas,
mortificar el gusto en la comida, macerar con penitencia y santo rigor el tacto.
Y cuando ya están estos sentidos algo dispuestos, los suele perfeccionar más,
haciéndoles algunas mercedes sobrenaturales y regalos para confirmarlos más en el
bien, ofreciéndoles algunas comunicaciones sobrenaturales, así como visiones de santos
o cosas santas corporalmente, olores suavísimos y locuciones, y en el tacto grandísimo
deleite; con que se confirma mucho el sentido en la virtud y se enajena del apetito de los
malos objetos.
Y allende de eso, los sentidos corporales interiores, de que aquí vamos tratando, como
son imaginativa y fantasía, juntamente se los va perfeccionando y habituando al bien
con consideraciones, meditaciones y discursos santos, y en todo esto instruyendo al
espíritu.
Y ya éstos dispuestos con este ejercicio natural, suele Dios ilustrarlos y espiritualizarlos
más con algunas visiones sobrenaturales, que son las que aquí vamos llamando
imaginaria, en las cuales juntamente, como habemos dicho, se aprovecha mucho el
espíritu, el cual, así en las unas como en las otras, se va desenrudeciendo y reformando
poco a poco. Y de esta manera va Dios llevando al alma de grado en grado hasta lo más
interior. No porque sea siempre necesario guardar este orden de primero y postrero tan
puntual como eso, porque a veces hace Dios uno sin otro, y por lo más interior lo menos
interior, y todo junto, que eso es como Dios ve que conviene al alma o como le quiere
hacer las mercedes. Pero la vía ordinaria es conforme a lo dicho.
5. De esta manera, pues, la va Dios instruyendo y haciéndola espiritual, comenzándole a
comunicar lo espiritual desde las cosas exteriores, palpables y acomodadas al sentido,
según la pequeñez y poca capacidad del alma, para que mediante la corteza de aquellas
cosas sensibles, que de suyo son buenas, vaya el espíritu haciendo actos particulares y
recibiendo tantos bocados de comunicación espiritual, que venga a hacer hábito en lo
espiritual y llegue a actual sustancia de espíritu, que es ajena de todo sentido; al cual,
como habemos dicho, no puede llegar el alma sino muy poco a poco, a su modo, por el
sentido, a que siempre ha estado asida.
Y así, a la medida que va llegando más al espíritu acerca del trato con Dios, se va más
desnudando y vaciando de las vías del sentido, que son las del discurso y meditación
imaginaria. De donde, cuando llegare perfectamente al trato con Dios de espíritu,
necesariamente ha de haber evacuado todo lo que acerca de Dios podía caer en sentido
(cf. 1 Cor. 13, 10), así como cuanto más una cosa se va arrimando más a un extremo,
más se va alejando y enajenando del otro, y cuando perfectamente se arrimare,
perfectamente se habrá también apartado del otro extremo. Por lo cual, comúnmente se
dice un adagio espiritual, y es: Gustato spiritu, desipit omnis caro, que quiere decir:
Acabado de recibir el gusto y sabor del espíritu, toda carne es insipiente. Esto es: no
aprovechan ni entran en gusto todas las vías de la carne; en lo cual se entiende de todo
trato de sentido acerca de lo espiritual. Y está claro, porque si es espíritu, ya no cae en
sentido, y si es que puede comprehenderlo el sentido, ya no es puro espíritu. Porque
cuanto más de ello puede saber el sentido y aprehensión natural, tanto menos tiene de
espíritu y (de) sobrenatural, como arriba queda dado a entender.
6. Por tanto, el espíritu ya perfecto no hace caso del sentido, ni recibe por él, ni
principalmente se sirve ni ha menester servirse de él para con Dios, como hacía antes
cuando no había crecido en espíritu. Y esto es lo que quiere decir aquella autoridad de
san Pablo a los Corintios (1 Cor. 13, 11), diciendo: Cum essem parvulus, loquebar ut
parvulus, sapiebam ut parvulus, cogitabam ut parvulus. Quando autem factus sum vir,
evacuavi quae erant parvuli; quiere decir: Cuando era yo pequeñuelo, sabía como
pequeñuelo, hablaba como pequeñuelo, pensaba como pequeñuelo; pero cuando fui
hecho varón, vacié las cosas que eran de pequeñuelo.
Ya habemos dado a entender cómo las cosas del sentido y el conocimiento que el
espíritu puede sacar por ellas son ejercicio de pequeñuelo. Y así, si el alma se quisiese
siempre asir a ellas y no desarrimarse de ellas, nunca dejaría de ser pequeñuelo niño, y
siempre hablaría de Dios como pequeñuelo, y sabría de Dios como pequeñuelo, y
pensaría de Dios como pequeñuelo; porque, asiéndose a la corteza del sentido, que es el
pequeñuelo, nunca vendría a la sustancia del espíritu, que es el varón perfecto. Y así, no
ha de querer el alma admitir las dichas revelaciones, para ir creciendo, aunque Dios se
las ofrezca; así como el niño ha menester dejar el pecho, para hacer su paladar a manjar
más sustancial y fuerte.
7. Pues luego diréis: ¿será menester que el alma, cuando es pequeñuelo, las quiera
tomar, y las deje cuando es mayor: así como el niño es menester que quiera tomar el
pecho para sustentarse, hasta que sea mayor para poderle dejar?
Respondo que, acerca de la meditación y discurso natural en que comienza el alma a
buscar a Dios, es verdad que no ha de dejar el pecho del sentido para ir(se) sustentando,
hasta que llegue a sazón y tiempo que pueda dejarle, que es cuando Dios pone al alma
en trato más espiritual, que es la contemplación, de lo cual dimos ya doctrina en el
capítulo 13 de este libro. Pero cuando son visiones imaginarias u otras aprehensiones
sobrenaturales que pueden caer en el sentido sin el albedrío del hombre, digo que en
cualquier tiempo y sazón, ahora sea en estado perfecto, ahora en menos perfecto,
aunque sean de parte de Dios, no las ha el alma de querer admitir, por dos cosas:
La una porque él, como habemos dicho, hace en el alma su efecto, sin que ella sea parte
para impedirlo, aunque impida y pueda impedir la visión, lo cual acaece muchas veces.
Y, por consiguiente, aquel efecto que había de causar en el alma mucho más se le
comunica en sustancia, aunque no sea en aquella manera. Porque, como también
dijimos, el alma no puede impedir los bienes que Dios le quiere comunicar, ni es parte
para ello, si no es con alguna imperfección y propiedad. Y en renunciar estas cosas con
humildad y recelo, ninguna imperfección ni propiedad hay.
La segunda es por librarse del peligro y trabajo que hay en discernir las malas de las
buenas, y conocer si es ángel de luz o de tinieblas (2 Cor. 11, 14); en que no hay
provecho ninguno, sino gastar tiempo y embarazar el alma con aquello y ponerse en
ocasiones de muchas imperfecciones y de no ir adelante, no poniendo el alma en lo que
hace al caso, desembarazándola de menudencias de aprehensiones e inteligencias
particulares según queda dicho de las visiones corporales y de éstas se dirá más
adelante.
8. Y esto se crea: que si Nuestro Señor no hubiese de llevar el alma al modo de la
misma alma, como aquí diremos, nunca le comunicaría la abundancia de su espíritu por
esos arcaduces tan angostos de formas y figuras y particulares inteligencias, por medio
de las cuales da el sustento al alma por meajas. Que por eso dijo David (Sal. 147, 17):
Mitit crystallum suam sicut buccellas; que es tanto como decir: Envía su sabiduría a las
almas como a bocados. Lo cual es harto de doler que, teniendo el alma capacidad
infinita, la anden dando a comer por bocados del sentido, por su poco espíritu e
inhabilidad sensual. Y por eso también a san Pablo le daba pena esta poca disposición y
pequeñez para recibir el espíritu, cuando, escribiendo a los de Corinto (1 Cor. 3, 1-2),
dijo: Yo, hermanos, como viniese a vosotros, no os pude hablar como a espirituales,
sino como a carnales; porque no pudisteis recibirlo, ni tampoco ahora podéis. Tamquam
parvulis in Christo lac potum vobis dedi, non escam, esto es: Como a pequeñuelos en
Cristo os di a beber leche y no a comer manjar sólido.
9. Resta, pues, ahora saber que el alma no ha de poner los ojos en aquella corteza de
figuras y objeto que se le pone de delante sobrenaturalmente, ahora sea acerca del
sentido exterior, como son locuciones y palabras al oído y visiones de santos a los ojos,
y resplandores hermosos, y olores a las narices, y gustos y suavidades en el paladar, y
otros deleites en el tacto, que suelen proceder del espíritu, lo cual es más ordinario a los
espirituales; ni tampoco los ha de poner en cualesquier visiones del sentido interior,
cuales son las imaginarias; antes renunciarlas todas. Sólo ha de poner los ojos en aquel
buen espíritu que causan, procurando conservarle en obrar y poner por ejercicio lo que
es de servicio de Dios ordenadamente, sin advertencia de aquellas representaciones ni
de querer algún gusto sensible. Y así, se toma de estas cosas sólo lo que Dios pretende y
quiere, que es el espíritu de devoción, pues que no las da para otro fin principal; y se
deja lo que él dejaría de dar, si se pudiese recibir en el espíritu sin ello (como habemos
dicho, que es el ejercicio y aprehensión del sentido).
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 18
Que trata del daño que algunos maestros espirituales pueden hacer a las almas por no las
llevar con buen estilo acerca de las dichas visiones. Y dice también cómo, aunque sean
de Dios, se pueden en ellas engañar.
1. No podemos en esta materia de visiones ser tan breves como querríamos, por lo
mucho que acerca de ellas hay que decir. Aunque en sustancia queda dicho lo que hace
al caso para dar a entender al espiritual cómo se ha de haber acerca de las dichas
visiones, y al maestro que le gobierna el modo que ha de tener con el discípulo, no será
demasiado particularizar más un poco esta doctrina y dar más luz del daño que se puede
seguir, así a las almas espirituales como a los maestros que las gobiernan, si son muy
crédulos a ellas, aunque sean de parte de Dios.
2. Y la razón que me ha movido a alargarme ahora en esto un poco es la poca discreción
que he echado de ver, a lo que yo entiendo, en algunos maestros espirituales, los cuales,
asegurándose acerca de las dichas aprehensiones sobrenaturales, por entender que son
buenas y de parte de Dios, vinieron los unos y los otros a errar mucho y a hallarse muy
cortos, cumpliéndose en ellos la sentencia de Nuestro Salvador (Mt. 15, 14), que dice:
Si caecus caeco ducatum praestet, ambo in foveam cadunt; que quiere decir: Si un ciego
guiare a otro ciego, entrambos caen en la hoya. Y no dice que "caerán", sino que "caen",
porque no es menester esperar que haya caída de error para que caigan, porque sólo el
atreverse a gobernarse el uno por el otro ya es yerro, y así ya sólo en eso caen cuanto a
lo menos y primero, porque hay algunos que llevan tal modo y estilo con las almas que
tienen las tales cosas, que las hacen errar, o las embarazan con ellas, o no las llevan por
camino de humildad, y las dan mano a que pongan los ojos en alguna manera en ellas:
que es causa de quedar sin verdadero espíritu de fe, y no las edifican en la fe,
poniéndose a hacer mucho lenguaje de aquellas cosas. En lo cual las dan a sentir que
hacen ellos alguna presa o caso de aquello, y, por el consiguiente le hacen ellas; y
quédanseles las almas puestas en aquellas aprehensiones, y no edificadas en fe, y vacías
y desnudas y desasidas de aquellas cosas, para volar en alteza de oscura fe. Y todo esto
nace del término y lenguaje que el alma ve en su maestro acerca de esto, que no sé
cómo, facilísimamente (se le pega un lleno y estimación de aquello) sin ser en su mano,
y quita los ojos del abismo de fe.
3. Y debe de ser la causa de esta facilidad de quedar el alma tan ocupada con ello, que,
como son cosas de sentido a que él naturalmente es inclinado, y como también está ya
saboreado y dispuesto con la aprehensión de aquellas cosas distintas y sensibles, basta
ver en su confesor o en otra persona alguna estima y precio de ella para que (no)
solamente el alma la haga, sino que también se le engolosine más el apetito en ellas sin
sentir, y se cebe más de ellas, y quede más inclinado a ellas, y haga en ellas alguna
presa. Y de aquí salen muchas imperfecciones; por lo menos, porque el alma ya no
queda tan humilde, pensando que aquello es algo y que tiene algo bueno, y que Dios
hace caso de ella, y anda contenta y algo satisfecha de sí, lo cual es contra humildad. Y
luego el demonio le va aumentando esto secretamente, sin entenderlo ella, y le
comienza a poner un concepto acerca de los otros, en si tienen o no tienen las tales
cosas, o son o no son; lo cual es contra la santa simplicidad y soledad espiritual.
4. Mas, de estos daños, y de cómo no crecen en fe si no se apartan, y cómo también,
aunque no sean los daños tan palpables y conocibles como éstos, hay otros en el dicho
término: más sutiles y más odiosos a los divinos ojos por no ir en desnudez de todo,
dejémoslo ahora, hasta que lleguemos a tratar en el vicio de gula espiritual y de los otros
seis, donde, mediante Dios, se tratarán muchas cosas de estas sutiles y delicadas
mancillas que se pegan al espíritu por no le saber guiar en desnudez.
5. Ahora digamos algo de cómo es este estilo que llevan algunos confesores con las
almas, en que no las instruyen bien. Y, cierto, querría saberlo decir, porque entiendo es
cosa dificultosa dar a entender el cómo se engendra el espíritu del discípulo conforme al
de su padre espiritual oculta y secretamente. Y cánsame esta materia tan prolija, porque
parece no (se) puede declarar lo uno sin dar a entender lo otro también, como son cosas
de espíritu, que unas tienen a otras correspondencia.
6. Mas, para lo que aquí basta, paréceme a mí, y así es, que, si el padre espiritual es
inclinado a espíritu de revelaciones, de manera que le hagan algún caso, o lleno o gusto
en el alma, no podrá dejar, aunque él no lo entienda, de imprimir en el espíritu del
discípulo aquel jugo y término si el discípulo no está más adelante que él. Y, aunque lo
esté, le podrá hacer harto daño si con él persevera, porque, de aquella inclinación que el
padre espiritual tiene y gusto en las tales visiones, le nace manera de estimativa, que, si
no es con gran cuidado de él, no puede dejar de dar muestras o sentimiento de ello a la
otra persona. Y, si la otra persona tiene el mismo espíritu de la tal inclinación, a lo que
yo entiendo, no podrá dejar de comunicarse mucha aprehensión y estimación de estas
cosas de una parte a otra.
7. Pero no hilemos ahora tan delgado, sino hablemos de cuando el confesor, ahora sea
inclinado a eso, ahora no, no tiene el recato que ha de tener en desembarazar el alma y
desnudar el apetito de su discípulo en estas cosas, antes se pone a platicar de ello con él,
y lo principal del lenguaje espiritual, como habemos dicho, pone en esas visiones,
dándoles indicios para conocer las visiones buenas y malas. Que, aunque es bueno
saberlo, no hay para qué meter al alma en ese trabajo, cuidado y peligro; pues, con no
hacer caso de ellas, negándolas, se excusa todo eso y se hace lo que se debe. Y no sólo
eso, sino que ellos mismos, como ven que las dichas almas tienen tales cosas de Dios,
les piden que pidan a Dios les revele o les diga tales o tales cosas tocantes a ellos o a
otros, y las almas bobas lo hacen, pensando es lícito quererlo saber por aquella vía. Que
piensan que, porque Dios quiere revelar o decir algo sobrenaturalmente como él quiere
o para lo que él se quiere, que es lícito querer que nos lo revele y aun pedírselo.
8. Y si acaece que a su petición lo revela Dios, asegúranse más, pensando que Dios
gusta de ello y lo quiere, pues que responde; y, a la verdad, ni Dios gusta ni lo quiere. Y
ellos muchas veces obran o creen según aquello que se les reveló o se les respondió,
porque, como ellos están aficionados a aquella manera de trato con Dios, asiéntaseles
mucho y allánaseles la voluntad. Naturalmente gustan y naturalmente se allanan a su
modo de entender; y yerran mucho muchas veces, y ven ellos que no les sale como
habían entendido, y maravíllanse; y luego salen las dudas en si era de Dios (o no era de
Dios) pues no acaece ni lo ven de aquella manera. Pensaban ellos primero dos cosas: la
una, que era de Dios, pues tanto se les asentaba primero, y puede ser el natural inclinado
a ello que causa aquel asiento, como habemos dicho; y que, la segunda, siendo de Dios,
había de salir así como en ellas entendían o pensaban.
9. Y aquí está un grande engaño, porque las revelaciones o locuciones de Dios no
siempre salen como los hombres las entienden o como ellas suenan en sí. Y así no se
han de asegurar en ellas ni creerlas a carga cerrada aunque sepan que son revelaciones o
respuestas o dichos de Dios. Porque, aunque ellas sean ciertas y verdaderas en sí, no lo
son siempre en sus causas y en nuestra manera de entender. Lo cual probaremos en el
capítulo siguiente. Y también diremos y probaremos después cómo aunque Dios
responde a veces a lo que se le pide sobrenaturalmente, no gusta de ello, y cómo a veces
se enoja, aunque responde.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 19
En que se declara y prueba cómo, aunque las visiones y locuciones que son de parte de
Dios son verdaderas, nos podemos engañar acerca de ellas. Pruébase con autoridades de
la Escritura divina.
1. Por dos cosas dijimos que, aunque las visiones y locuciones de Dios son verdaderas y
siempre en sí ciertas, no lo son siempre para con nosotros. La una es por nuestra
defectuosa manera de entenderlas, y la otra, porque las causas de ellas a veces son
variables. Las cuales dos cosas probaremos con algunas autoridades divinas.
Cuanto a lo primero, está claro que no son siempre ni acaecen como suenan a nuestra
manera de entender. La causa de esto es porque, como Dios es inmenso y profundo,
suele llevar en sus profecías, locuciones y revelaciones, otras vías, conceptos e
inteligencias muy diferentes de aquel propósito y modo a que comúnmente se pueden
entender de nosotros, siendo ellas tanto más verdaderas y ciertas cuanto a nosotros nos
parece que no. Lo cual (a) cada paso vemos en la Sagrada Escritura; donde a muchos de
los antiguos no les salían muchas profecías y locuciones de Dios como ellos esperaban,
por entenderlas ellos a su modo, de otra manera, muy a la letra. Lo cual se verá claro
por estas autoridades.
2. En el Génesis (15, 7) dijo Dios a Abraham, habiéndole traído a la tierra de los
cananeos: Tibi dabo terram hanc; que quiere decir: Esta tierra te daré a ti. Y como se lo
dijese muchas veces y Abraham fuese ya muy viejo y nunca se la daba, diciéndoselo
Dios otra vez, respondió Abraham y dijo (Gn. 15, 8): Domine, unde scire possum quod
possesurus sum eam?, esto es: Señor, ¿de dónde o por qué señal tengo de saber que la
tengo de poseer? Entonces le reveló Dios que no él en persona, sino sus hijos, después
de cuatrocientos años, la habían de poseer. De donde acabó Abraham de entender la
promesa, la cual era en sí verdaderísima, porque, dándola Dios a sus hijos por amor de
él, era dársela a él. Y así, Abraham estaba engañado en la manera de entender. Y si
entonces obrara según él entendía la profecía, pudiera errar mucho, pues no era de aquel
tiempo (y) los que le vieran morir sin dársela, habiéndole oído decir que Dios se la
había de dar, quedaran confusos y creyendo haber sido falso.
3. También a su nieto Jacob, al tiempo que José, su hijo, le llevó a Egipto por la hambre
de Canaán, estando en el camino, le apareció Dios y le dijo (Gn. 46, 3-4): Jacob, Jacob,
noli timere, descende in Aegyptum, quia in gentem magnam faciam te ibi. Ego
descendam tecum illuc, et inde adducam te revertentem; que quiere decir: Jacob, no
temas, desciende a Egipto, que yo descenderé allí contigo, y cuando de ahí volvieres a
salir, yo te sacaré, guiándote. Lo cual no fue como a nuestra manera de entender suena;
porque sabemos que el santo viejo Jacob murió en Egipto, y no volvió a salir vivo. Y
era que se había de cumplir en sus hijos, a los cuales sacó de allí después de muchos
años, siéndoles él mismo la guía del camino. Donde se ve claro que cualquiera que
supiera esta promesa de Dios a Jacob pudiera tener por cierto que Jacob, así como había
entrado vivo y en persona en Egipto por el orden y favor de Dios, así sin falta, vivo y en
persona había de volver a salir de la misma forma y manera, pues le había Dios
prometido la salida y el favor en ella; y engañárase y maravillárase viéndole morir en
Egipto y que no se cumplía como se esperaba. Y así, siendo el dicho de Dios
verdaderísimo en sí, acerca de él se pudieran mucho engañar.
4. En los Jueces (20, 11 ss.) también leemos que, habiéndose juntado todas las tribus de
Israel para pelear contra la tribu de Benjamín, para castigar cierta maldad que entre ellos
se había consentido, por razón de haberles Dios señalado capitán para la guerra, fueron
ellos tan asegurados de la victoria, que, saliendo vencidos y muertos de los suyos
veintidós mil, quedaron muy maravillados y puestos delante de Dios llorando todo aquel
día, no sabiendo la causa de la caída, habiendo ellos entendido la victoria por suya. Y
como preguntasen a Dios si volverían a pelear o no, les respondió que fuesen y peleasen
contra ellos. Los cuales, teniendo ya esta vez por suya la victoria, salieron con grande
atrevimiento, y salieron vencidos también la segunda vez y con pérdida de diez y ocho
mil de su parte. De donde quedaron confusísimos, no sabiendo qué se hacer, viendo que,
mandándoles Dios pelear, siempre salían vencidos, mayormente excediendo ellos a los
contrarios en número y fortaleza, porque los de Benjamín no eran más de veinticinco
mil y setecientos, y ellos eran cuatrocientos mil. Y de esta manera se engañaban ellos en
su manera de entender, porque el dicho de Dios no era engañoso, porque él no les había
dicho que vencerían, sino que peleasen; porque en estas caídas les quiso Dios castigar
cierto descuido y presunción que tuvieron, y humillarlos así. Mas cuando a la postre les
respondió que vencerían, así fue, aunque vencieron con harto ardid y trabajo.
5. De esta manera y de otras muchas acaece engañarse las almas acerca de las
locuciones y revelaciones de parte de Dios, por tomar la inteligencia de ellas a la letra y
corteza. Porque, como ya queda dado a entender, el principal intento de Dios en
aquellas cosas es decir y dar el espíritu que está allí encerrado, el cual es dificultoso de
entender. Y éste es muy más abundante que la letra y muy extraordinario y fuera de los
límites de ella. Y así, el que se atare a la letra, o locución, o forma, o figura aprehensible
de la visión, no podrá dejar de errar mucho y hallarse después muy corto y confuso, por
haber guiádose según el sentido en ellas y no dado lugar al espíritu en desnudez del
sentido. Littera, enim, occidit, spiritus autem vivificat, como dice san Pablo (2 Cor. 3,
6), esto es: La letra mata y el espíritu da vida. Por lo cual se ha de renunciar la letra, en
este caso, del sentido y quedarse a oscuras en fe, que es el espíritu, al cual no puede
comprehender el sentido.
6. Por lo cual, muchos de los hijos de Israel, porque entendían muy a la letra los dichos
y profecías de los profetas, no les salían como ellos esperaban, y así las venían a tener
en poco y no las creían; tanto, que vino a haber entre ellos un dicho público, casi ya
como proverbio, escarneciendo de los profetas. De lo cual se queja Isaías (28, 9-11),
diciendo y refiriendo en esta manera: Quem docebit Dominus scientiam? et quem
intelligere faciet auditum? ablactatos a lacte, avulsos ab uberibus. Quia manda,
remanda, manda, remanda; exspecta, reexpecta, exspecta, reexspecta; modicum ibi,
modicum ibi. In loquela enim labii et lingua altera loquetur ad populum istum; quiere
decir: ¿A quién enseñará Dios ciencia? ¿Y a quién hará entender la profecía y palabra
suya? Solamente a aquellos que están ya apartados de la leche y desarraigados de los
pechos. Porque todos dicen -es a saber, sobre las profecías-: promete y vuelve y vuelve
luego a prometer, espera y vuelve a esperar, espera y vuelve a esperar; un poco allí;
porque en la palabra de su labio y en otra lengua hablará a este pueblo. Donde
claramente da a entender Isaías que hacían éstos burla de las profecías y decían por
escarnio este proverbio de espera y vuelve luego a esperar, dando a entender que nunca
se les cumplía, porque estaban ellos asidos a la letra, que es la leche de niños, y al
sentido, que son los pechos que contradicen la grandeza de la ciencia del espíritu. Por lo
cual dice: ¿A quién enseñará la sabiduría de sus profecías? ¿Y a quién hará entender su
doctrina, sino a los que ya están apartados de la leche de la letra y de los pechos de sus
sentidos? Que por eso éstos no la entienden sino según esa leche la corteza y letra y esos
pechos de sus sentidos, pues dicen: Promete y vuelve luego a prometer, promete y
vuelve a prometer, espera y vuelve a esperar, etc. Porque en la doctrina de la boca de
Dios y no en la suya, y en otra lengua que en esta suya, los ha Dios de hablar.
7. Y así, no se ha de mirar en ello nuestro sentido y lengua sabiendo que es otra la de
Dios, según el espíritu de aquello muy diferente de nuestro entender y dificultoso. Y
eslo tanto, que aun el mismo Jeremías, con ser profeta de Dios, viendo los conceptos de
las palabras de Dios tan diferentes del común sentido de los hombres, parece que
también alucina él en ellos y que vuelve por el pueblo diciendo (4, 10): Heu, heu, heu,
Domine Deus, ergone decepisti populum istum et Ierusalem, dicens: Pax erit vobis, et
ecce pervenit gladius usque ad animam?; que quiere decir: ¡Ay, ay, ay, Señor Dios!,
¿por ventura has engañado a este pueblo y a Jerusalén, diciendo: Paz vendrá sobre
vosotros, y ves aquí ha venido cuchillo hasta el ánima? Y era que la paz que les
prometía Dios era la que había de haber entre Dios y el hombre por medio del Mesías
que les había de enviar, y ellos entendían de la paz temporal. Y, por eso, cuando tenían
guerras y trabajos, les parecía engañarles Dios, acaeciéndoles al contrario de lo que
ellos esperaban. Y así decían, como también dice Jeremías (8, 15): Exspectavimus
pacem, et non est bonum; esto es: Esperando habemos paz, y no hay quien de paz. Y
así, era imposible dejarse ellos de engañar, gobernándose sólo por el sentido literal.
Porque ¿quién dejará de confundirse y errar si se atara a la letra en aquella profecía que
dijo David de Cristo (salmo 71, y en todo lo que dice en él) donde dice: Et dominabitur
a mari usque ad mare, et a flumine usque ad terminos orbis terrarum (v. 8), esto es:
Enseñorearse ha desde un mar hasta otro mar y desde el río hasta los términos de la
tierra; y en lo que allí también dice: Liberabit pauperem a potente, et pauperem cui non
erat adiutor (v. 12); que quiere decir: Liberará al pobre del poder del poderoso, y al
pobre que no tenía ayudador; viéndole después nacer en bajo estado, y vivir en pobreza,
y morir en miseria, y que no sólo temporalmente no se enseñoreó de la tierra mientras
vivió, sino que se sujetó a gente baja, hasta que murió debajo del poder de Poncio
Pilato, y que no sólo a sus discípulos pobres no los libró de las manos de los poderosos
temporalmente, mas los dejó matar y perseguir por su nombre.
8. Y era que estas profecías se habían de entender espiritualmente de Cristo; según el
cual sentido eran verdaderísimas; porque Cristo no sólo era señor de la tierra sola, sino
del Cielo, pues era Dios. Y a los pobres que le habían de seguir, no sólo los había de
redimir y librar del poder del demonio, que era el potente contra el cual ningún
ayudador tenían, sino que los había de hacer herederos del reino de los cielos. Y así
hablaba Dios, según lo principal, de Cristo y sus secuaces, que eran reino eterno y
libertad eterna; y ellos entendíanlo a su modo, de lo menos principal, de que Dios hace
poco caso, que era señorío temporal y libertad temporal, lo cual delante de Dios ni es
reino ni libertad.
De donde, cegándose ellos de la bajeza de la letra y no entendiendo el espíritu y verdad
de ella, quitaron la vida a su Dios y Señor, según San Pablo (Act. 13, 27) dijo en esta
manera: Qui enim habitabant Ierusalem et principes eius hunc ignorantes, et voces
prophetarum, quae per omne sabbatum leguntur, iudicantes impleverunt; que quiere
decir: los que moraban en Jerusalén y los príncipes de ella no sabiendo quién era ni
entendiendo los dichos de los profetas, que cada sábado se recitan, juzgando, le
acabaron.
9. Y a tanto llegaba esta dificultad de entender los dichos de Dios como convenía, que
hasta sus mismos discípulos que con él habían andado, estaban engañados; cual eran
aquellos dos que después de su muerte iban al castillo de Emaús, tristes, desconfiados y
diciendo (Lc. 24, 21): Nos autem sperabamus quod ipse esset redempturus Israel, esto
es: Nosotros esperábamos que había de redimir a Israel, y entendiendo ellos también
que había de ser la redención y señorío temporal. A los cuales, apareciendo Cristo
nuestro Redentor, reprendió de insipientes y pesados y rudos de corazón para creer las
cosas que habían dicho los profetas (Lc. 24, 25). Y aún al tiempo que se iba al cielo,
todavía estaban algunos en aquella rudeza, y le preguntaron (Act. 1, 6), diciendo:
Domine, si in tempore hoc restitues regnum Israel?, esto es: Señor, haznos saber si has
de restituir en este tiempo al Reino de Israel.
Hace decir el Espíritu Santo muchas cosas en que él lleva sentido [del] que entienden
los hombres, como se echa de ver en lo que hizo de decir a Caifás de Cristo: Que
convenía que un hombre muriese porque no pereciese toda la gente (Jn. 11, 50). Lo cual
no lo dijo de suyo; y él lo dijo y entendió a un fin, y el Espíritu Santo a otro.
10. De donde se ve que, aunque los dichos y revelaciones sean de Dios, no nos podemos
asegurar en ellos, pues nos podemos mucho y muy fácilmente engañar en nuestra
manera de entenderlos; porque ellos todos son abismo y profundidad de espíritu, y
quererlos limitar a lo que de ellos entendemos y puede aprehender el sentido nuestro no
es más que querer palpar el aire y palpar alguna mota que encuentra la mano en él; y el
aire se va y no queda nada.
11. Por eso, el maestro espiritual ha de procurar que el espíritu de su discípulo no se
abrevie en querer hacer caso de todas las aprehensiones sobrenaturales, que no son más
que unas motas de espíritu, con las cuales solamente se vendrá a quedar y sin espíritu
ninguno; sino, apartándole de todas visiones y locuciones, impóngale en que se sepa
estar en libertad y tiniebla de fe, en que se recibe la libertad de espíritu y abundancia, y,
por consiguiente, la sabiduría e inteligencia propia de los dichos de Dios.
Porque es imposible que el hombre, si no es espiritual, pueda juzgar de las cosas de
Dios ni entenderlas razonablemente, y entonces no es espiritual cuando las juzga según
el sentido. Y así, aunque ellas vienen debajo de aquel sentido, no las entiende. Lo cual
dice bien san Pablo (1 Cor. 2, 14-15), diciendo: Animalis autem homo non percipit ea
quae sunt Spiritus Dei; stultitia enim est illi, et non potest intelligere, quia de
spiritualibus examinatur. Spiritualis autem iudicat omnia; que quiere decir: El hombre
animal no percibe las cosas que son del espíritu de Dios, porque son locura para él, y no
puede entenderlas porque son ellas espirituales; pero el espiritual todas las cosas juzga.
"Animal hombre" entiende aquí el que usa sólo del sentido; "espiritual", el que no se ata
ni guía por el sentido. De donde es temeridad atreverse a tratar con Dios y dar licencia
para ello por vía de aprehensión sobrenatural en el sentido.
12. Y para que mejor se vea, pongamos aquí algunos ejemplos. Demos caso que está un
santo muy afligido porque le persiguen sus enemigos, y que le responde Dios, diciendo:
Yo te libraré de todos tus enemigos. Esta profecía puede ser verdaderísima y, con todo
eso, venir a prevalecer sus enemigos y morir a sus manos. Y así, el que la entendiera
temporalmente, quedara engañado, porque Dios pudo hablar de la verdadera y principal
libertad y victoria, que es la salvación donde el alma está libre y victoriosa de todos sus
enemigos, mucho más verdaderamente y altamente que si acá se librara de ellos. Y así,
esta profecía era mucho más verdadera y más copiosa que el hombre pudiera entender,
(si la entendiera cuanto a esta vida. Porque Dios siempre habla en sus palabras el
sentido más principal y provechoso), y el hombre puede entender a su modo y a su
propósito el menos principal, y así, quedar engañado; como lo vemos en aquella
profecía que de Cristo dice David en el segundo salmo (v. 9), diciendo: Reges eos in
virga ferrea, et tamquam vas figuli confringes eos, esto es: Regirás todas las gentes con
vara de hierro, y desmenuzarlas has como a un vaso de barro. En la cual habla Dios
según el principal y perfecto señorío, que es el eterno, el cual se cumplió; y no según el
menos principal, que era el temporal, el cual en Cristo no se cumplió en toda su vida
temporal.
13. Pongamos otro ejemplo. Está una alma con grandes deseos de ser mártir. Acaecerá
que Dios le responda diciendo: Tú serás mártir, y le dé interiormente gran consuelo y
confianza de que lo ha de ser. Y, con todo, acaecerá que no muera mártir, y será la
promesa verdadera. Pues ¿cómo no se cumplió así? Porque se cumplirá y podrá cumplir
según lo principal y esencial de ella, que será dándole el amor y premio de mártir
esencialmente; y así le da verdaderamente al alma lo que ella formalmente deseaba y lo
que él la prometió. Porque el deseo formal del alma era, no aquella manera de muerte,
sino hacer a Dios aquel servicio de mártir y ejercitar el amor por él como mártir. Porque
aquella manera de morir, por si no vale nada sin este amor, el cual (amor) y ejercicio y
premio de mártir le da por otros medios muy perfectamente; de manera que, aunque no
muera como mártir, queda el alma muy satisfecha en que le dio lo que ella deseaba.
Porque tales deseos, cuando nacen de vivo amor, y otros semejantes, aunque no se les
cumpla de aquella manera que ellos los pintan y los entienden, cúmpleseles de otra y
muy mejor y más a honra de Dios que ellos sabían pedir. De donde dice David (Sal. 9,
17): Desiderium pauperum exaudivit Dominus, esto es: El Señor cumplió a los pobres
su deseo. En los Proverbios (10, 24) dice la Sabiduría divina: Desiderium suum iustis
dabitur: A los justos dárseles ha su deseo. De donde, pues vemos que muchos santos
desearon muchas cosas en particular por Dios y no se les cumplió en esta vida su deseo,
es de fe que, siendo justo y verdadero su deseo, se les cumplió en la otra perfectamente.
Lo cual, siendo así verdad, también lo sería prometérsele Dios en esta vida, diciéndoles:
"Vuestro deseo se cumplirá"; y no ser en la manera que ellos pensaban.
14. De esta y de otras maneras pueden ser las palabras y visiones de Dios verdaderas y
ciertas, y nosotros engañarnos en ellas, por no las saber entender alta y principalmente y
a los propósitos y sentidos que Dios en ellas lleva. Y así, es lo más acertado y seguro
hacer que las almas huyan con prudencia de las tales cosas sobrenaturales,
acostumbrándolas, como habemos dicho, a la pureza de espíritu en fe oscura, que es el
medio de la unión.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 20
En que se prueba con autoridades de la Sagrada Escritura cómo los dichos y palabras de
Dios, aunque siempre son verdaderas, no son siempre ciertas en sus propias causas.
1. Ahora nos conviene probar la segunda causa porqué las visiones y palabras de parte
de Dios, aunque son siempre verdaderas en sí, no son siempre ciertas cuanto a nosotros;
y es por razón de sus causas, en que ellas se fundan. Porque muchas veces dice Dios
cosas que van fundadas sobre criaturas y efectos de ellas, que son variables y pueden
faltar, y así, las palabras que sobre esto se fundan también pueden ser variables y
pueden faltar. Porque, cuando una cosa depende de otra, faltando la una, falta también la
otra. Como si Dios dijese: "De aquí a un año tengo de enviar tal plaga a este reino"; y la
causa y fundamento de esta amenaza es cierta ofensa que se hace a Dios en el reino: si
cesase o variase la ofensa, podrá cesar el castigo y era verdadera la amenaza, porque iba
fundada sobre la actual culpa, la cual, si durara, se ejecutara.
2. Esto vemos haber acaecido en la ciudad de Nínive de parte de Dios, diciendo (Jon. 3,
4): Adhuc quadraginta diebus, et Ninive subvertetur; que quiere decir: De aquí a
cuarenta días ha de ser asolada Nínive. Lo cual no se cumplió porque cesó la causa de
esta amenaza, que eran sus pecados, haciendo penitencia de ellos; la cual si no hicieran,
se cumpliera. También leemos en el libro 3º de los Reyes (21, 21) que, habiendo hecho
al rey Acab un pecado muy grande, le envió Dios a prometer un grande castigo, siendo
nuestro padre Elías el mensajero, sobre su persona, sobre su casa y sobre su reino. Y,
porque Acab rompió las vestiduras de dolor, y se vistió de cilicio y ayunó y durmió en
saco y anduvo triste y humillado, le envió luego a decir con el mismo profeta estas
palabras: Quia igitur humiliatus est mei causa, non inducam malum in diebus eius, sed
in diebus filii sui; que quiere decir: Por cuanto Acab se ha humillado por amor de mí, no
enviaré el mal que dije en sus días, sino en los de su hijo (21, 29). Donde vemos que,
porque mudó Acab el ánimo y afecto con que estaba, mudó también Dios su sentencia.
3. De donde podemos colegir para nuestro propósito que, aunque Dios haya revelado o
dicho a un alma afirmativamente cualquiera cosa, en bien o en mal, tocante a la misma
alma o a otras, se podrá mudar en más o en menos, o variar o quitar del todo, según la
mudanza o variación del afecto de la tal alma o causa sobre que Dios se fundaba; y así,
no cumplirse como se esperaba, y sin saber por qué muchas veces, sino sólo Dios.
Porque aun muchas cosas suele Dios decir y enseñar y prometer, no para que entonces
se entiendan ni se posean, sino para que después se entiendan cuando convenga tener la
luz de ellas o cuando se consiga el efecto de ellas; como vemos que hizo con sus
discípulos, a los cuales decía muchas parábolas y sentencias, cuya sabiduría no
entendieron hasta el tiempo que habían de predicarla, que fue cuando vino sobre ellos el
Espíritu Santo, del cual les había dicho Cristo (Jn. 14, 26) que les declararía todas las
cosas que él les había dicho en su vida. Y hablando san Juan (12, 16) sobre aquella
entrada de Cristo en Jerusalén, dice: Haec non cognoverunt discipuli eius primum: sed
quando glorificatus est Jesus, tunc recordati sunt quia haec erant scripta de eo. Y así,
muchas cosas de Dios pueden pasar por el alma muy particulares que ni ella ni quien la
gobierna las entiendan hasta su tiempo.
4. En el libro primero de los Reyes (2, 30) también leemos que, enojado Dios contra
Helí, sacerdote de Israel, por los pecados que no castigaba a sus hijos, le envió a decir
con Samuel, entre otras palabras, estas que se siguen: Loquens locutus sum, ut domus
tua, et domus patris tui, ministraret in conspectu meo, usque in sempiternum.
Verumtamen absit hoc a me. Y es como si dijera: Muy de veras dije antes de ahora que
tu casa y la casa de tu padre había siempre de servirme de sacerdocio en mi presencia
para siempre. Pero este propósito muy lejos está de mí. No haré tal. Que, por cuanto este
oficio de sacerdocio se fundaba en dar honra y gloria a Dios, y por este fin había Dios
prometido darlo a su padre para siempre, en faltando el celo a Helí de la honra de Dios
porque, como el mismo Dios se le envió a quejar, honraba más a sus hijos que a Dios,
disimulándoles los pecados por no los afrentar, faltó también la promesa, la cual era
para siempre si para siempre en ellos durara el buen servicio y celo.
Y así, no hay que pensar que, porque sean los dichos y revelaciones de parte de Dios,
han infaliblemente de acaecer como suenan, mayormente cuando están asidos a causas
humanas, que pueden variar, o mudarse o alterarse.
5. Y cuándo ellos están pendientes de estas causas Dios solo sabe, que no siempre lo
declara, sino dice el dicho o hace la revelación y calla la condición algunas veces, como
hizo a los ninivitas, que determinadamente les dijo que habían de ser destruidos pasados
cuarenta días (Jon. 3, 4). Otras veces la declara, como hizo a Roboán, diciéndole (3 Re.
11, 38): Si tú guardares mis mandamientos como mi siervo David, yo también seré
contigo como con él, y te edificaré casa como a mi siervo David. Pero, ahora lo declare,
ahora no, no hay que asegurarse en la inteligencia, porque no hay poder comprehender
las verdades ocultas de Dios que hay en sus dichos y multitud de sentidos. El está sobre
el cielo y habla en camino de eternidad; nosotros, ciegos, sobre la tierra, y no
entendemos sino vías de carne y tiempo. Que por eso entiendo que dijo el Sabio (Ecli. 5,
1): Dios está sobre el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, no te alargues ni arrojes en
hablar.
6. Y dirásme, por ventura: Pues si no lo habemos de entender ni entremeternos en ello,
¿por qué nos comunica Dios esas cosas? Ya he dicho que cada cosa se entenderá en su
tiempo por orden del que lo habló, y entenderlo ha quien él quisiere, y se verá que
convino así, porque no hace Dios cosa sin causa y verdad. Pero esto se crea: que no hay
acabar de comprehender sentido en los dichos y cosas de Dios, ni que determinarse a lo
que parece, sin errar mucho y venir a hallarse muy confuso.
Esto sabían muy bien los profetas, en cuyas manos andaba la palabra de Dios, a los
cuales era grande trabajo la profecía acerca del pueblo; porque, como (habemos) dicho,
mucho de ello no lo veían acaecer como a la letra se les decía. Y era causa de que
hiciesen mucha risa y mofa de los profetas; tanto, que vino a decir Jeremías (20, 7):
Búrlanse de mi todo el día, todos me mofan y desprecian, porque ya ha mucho que doy
voces contra la maldad y les prometo destrucción, y hase hecho la palabra del Señor
para mi afrenta y burla todo el tiempo. Y dije: No me tengo de acordar de él ni tengo
más de hablar en su nombre. En lo cual, aunque el santo profeta decía con resignación y
en figura del hombre flaco que no puede sufrir las vías y vueltas de Dios, da bien a
entender en esto la diferencia del cumplimiento de los dichos divinos, del común
sentido que suenan, pues a los divinos profetas tenían por burladores, y ellos sobre la
profecía padecían tanto, que el mismo Jeremías en otra parte (Lm. 3, 47) dijo: Formido
et laqueus facta est nobis vaticinatio et contritio; que quiere decir: Temor y lazo se nos
ha hecho la profecía, y contradicción de espíritu.
7. Y la causa por que Jonás huyó cuando le enviaba Dios a predicar la destrucción de
Nínive fue ésta, conviene a saber: el conocer la variedad de los dichos de Dios acerca
del entender de los hombres y de las causas de los dichos. Y así, porque no hiciesen
burla de él cuando no viesen cumplida su profecía, se iba huyendo por no profetizar; y
así estuvo esperando todos los cuarenta días fuera de la ciudad, a ver si se cumplía su
profecía; y, como no se cumplió, se afligió grandemente, tanto que dijo a Dios (Jon. 4,
2): Obsecro, Domine, numquid non hoc est verbum meum, cum adhuc essem in terra
mea? propter hoc praeoccupavi, ut fugerem in Tharsis; esto es: Ruégote, Señor, ¿por
ventura no es esto lo que yo decía, estando en mi tierra? Por eso contradije, y me fui
huyendo a Tarsis. Y enojóse el santo, y rogó a Dios que le quitase la vida.
8. ¿Qué hay, pues, de qué maravillarnos de que algunas cosas que Dios hable y revele a
las almas no salgan así como ellas las entienden? Porque, dado caso que Dios afirme al
alma o la represente tal o tal cosa de bien o de mal para sí o para otra, si aquello va
fundado en cierto afecto o servicio u ofensa que aquella alma o la otra entonces hacen a
Dios, y de manera que, si perseveran en aquello, se cumplirá, no por eso es cierto; pues
no es cierto el perseverar. Por tanto, no hay que asegurarse en su inteligencia, sino en fe.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 21
[San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE CARMELOLibro 1º
- 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
--------------------------------------------------------------------------LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO 21
En que declara cómo, aunque Dios responde a lo que se le pide algunas veces, no gusta
de que usen de tal término. Y prueba cómo, aunque condesciende y responde, muchas
veces se enoja.
1. Asegúranse, como habemos dicho, algunos espirituales en tener por buena la
curiosidad que algunas veces usan en procurar saber algunas cosas por vía sobrenatural,
pensando que, pues Dios algunas veces responde a instancia de ello, que es aquél buen
término y que Dios gusta de él; como quiera que sea verdad que, aunque les responde,
ni es buen término ni Dios gusta de él, antes disgusta; y no sólo eso, mas muchas veces
se enoja y ofende mucho.
La razón de esto es, porque a ninguna criatura le es lícito salir fuera de los términos que
Dios la tiene naturalmente ordenados para su gobierno. Al hombre le puso términos
naturales y racionales para su gobierno; luego querer salir de ellos no es lícito, y querer
averiguar y alcanzar cosas por vía sobrenatural es salir de los términos naturales; luego
es cosa no lícita; luego Dios no gusta de ellos, pues de todo lo ilícito se ofende. Bien
sabía esto el rey Acab, pues que, aunque de parte de Dios le dijo Isaías que pidiese una
señal, no quiso hacerlo, diciendo (Is. 7, 12): Non petam, et non tentabo Dominum, esto
es: No pediré tal cosa y no tentaré a Dios. Porque tentar a Dios es querer tratarle por
vías extraordinarias, cuales son las sobrenaturales.
2. Diréis: Pues, si así es, que Dios no gusta, ¿por qué algunas veces responde Dios?
Digo que (algunas veces responde el demonio; pero las que responde Dios digo que es):
por la flaqueza del alma que quiere ir por aquel camino, porque no se desconsuele y
vuelva atrás, o por que no piense está Dios mal con ella y se sienta demasiado, o por
otros fines que Dios sabe, fundados en la flaqueza de aquel alma, por donde ve que
conviene, responde y condesciende por aquella vía. Como también lo hace con muchas
almas flacas y tiernas en darles gustos y suavidad en el trato con Dios muy sensible,
según está dicho arriba; mas no porque él quiera ni guste que con él se trate con ese
término ni por esa vía. Mas a cada uno da, como habemos dicho, según su modo;
porque Dios es como la fuente, de la cual cada uno coge como lleva el vaso, y a veces
las deja coger por esos caños extraordinarios; mas no se sigue por eso que es lícito
(querer) coger el agua por ellos, si no es al mismo Dios, que la puede dar cuándo, cómo
y a quien él quiere, y por lo que él quiere, sin pretensión de la parte. Y así, como
decimos, algunas veces condesciende con el apetito y ruego de algunas almas, que
porque son buenas y sencillas, no quiere dejar de acudir por no entristecerlas, mas no
porque guste del tal término.
3. Lo cual se entenderá mejor por esta comparación. Tiene un padre de familia en su
mesa muchos y diferentes manjares y unos mejores que otros. Está un niño pidiéndole
de un plato, no del mejor, sino del primero que encuentra; y pide de aquél porque él
sabe comer de aquél mejor que de otro. Y, como el padre ve que aunque le dé del mejor
manjar no lo ha de tomar, sino aquel que pide, y que no tiene gusto sino en aquél,
porque no se quede sin su comida y desconsolado, dale de aquél con tristeza. Como
vemos que hizo Dios con los hijos de Israel cuando le pidieron rey: se lo dio de mala
gana, porque no les estaba bien. Y así, dijo a Samuel (1 Sm. 8, 7): Audi vocem populi in
omnibus quae loquuntur tibi: non enim te abiecerunt, sed me; que quiere decir: Oye la
voz de este tu pueblo y concédeles el rey que te piden, porque no te han desechado a ti,
sino a mí, porque no reine yo sobre ellos. A la misma manera condesciende Dios con
algunas almas, concediéndoles lo que no les está mejor, porque ellas no quieren o no
saben ir sino por allí. Y así, también algunas alcanzan ternuras y suavidad de espíritu o
sentido, y dáselo Dios porque no son para comer el manjar más fuerte y sólido de los
trabajos de la cruz de su Hijo, a que él querría echasen mano más que a otra alguna
cosa.
4. Aunque querer saber cosas por vía sobrenatural, por muy peor lo tengo que querer
otros gustos espirituales en el sentido. Porque yo no veo por dónde el alma que las
pretende deje de pecar por lo menos venialmente, aunque más buenos fines tenga y más
puesta esté en perfección, y quien se lo mandase y consintiese también. Porque no hay
necesidad de nada de eso, pues hay razón natural y ley y doctrina evangélica, por donde
muy bastantemente se pueden regir, y no hay dificultad ni necesidad que no se pueda
desatar y remediar por estos medios muy a gusto de Dios y provecho de las almas.
Y tanto nos habemos de aprovechar de la razón y doctrina evangélica, que, aunque
ahora queriendo nosotros, ahora no queriendo, se nos dijesen algunas cosas
sobrenaturales, sólo habemos de recibir aquello que cae en mucha razón y ley
evangélica. Y entonces recibirlo, no porque es revelación, sino porque es razón, dejando
aparte todo sentido de revelación; y aun entonces conviene mirar y examinar aquella
razón mucho más que si no hubiese revelación sobre ella, por cuanto el demonio dice
muchas cosas verdaderas y por venir, y conformes a razón, para engañar.
5. De donde no nos queda en todas nuestras necesidades, trabajos y dificultades, otro
medio mejor y más seguro que la oración y esperanza que él proveerá por los medios
que él quisiere. Y este consejo se nos da en la sagrada Escritura (2 Par. 20, 12), donde
leemos que, estando el rey Josafat afligidísimo cercado de enemigos, poniéndose en
oración, dijo el santo rey a Dios: Cum ignoramus quod facere debeamus, hoc solum
habemus residui, ut oculos nostros dirigamus ad te. Y es como si dijera: Cuando faltan
los medios y no llega la razón a proveer en las necesidades, sólo nos queda levantar los
ojos a ti, para que tú proveas como mejor te agradare.
6. Y que también Dios, aunque responda a las tales pretensiones algunas veces, se enoje,
aunque también queda dado a entender, todavía será bueno probarlo con algunas
autoridades de la sagrada Escritura.
En el primer libro de los Reyes (28, 6-15) se dice que, pidiendo el rey Saúl que le
hablase el profeta Samuel que era ya muerto, le apareció el dicho profeta; y con todo
eso, se enojó Dios, porque luego le reprehendió Samuel por haberse puesto en tal cosa,
diciendo: Quare inquietasti me, ut suscitarer?; esto es: ¿Por qué me has inquietado en
hacerme resucitar?
También sabemos que, no porque respondió Dios a los hijos de Israel dándoles las
carnes que pedían, se dejase de enojar mucho contra ellos, porque luego les envió fuego
del cielo en castigo, según se lee en el Pentateuco (Núm. 11, 32-33) y lo cuenta David
(Sal. 77, 30-31) diciendo: Adhuc escae eorum erant in ore ipsorum, et ira Dei descendit
super eos; que quiere decir: Aún teniendo ellos los bocados en sus bocas, descendió la
ira de Dios sobre ellos.
Y también leemos en los Números (22, 32) que se enojó Dios mucho contra Balam
profeta porque fue a los madianitas llamado por Balac, rey de ellos, aunque dijo Dios
que fuese porque tenía él gana de ir y lo había pedido a Dios; porque, estando ya en el
camino, le apareció el ángel con la espada y le quería matar, y le dijo: Perversa est via
tua mihique contraria: Tu camino es perverso y a mí contrario. Y por eso le quería
matar.
7. De esta manera y de otras muchas condesciende Dios enojado con los apetitos de las
almas. De lo cual tenemos muchos testimonios en la sagrada Escritura, y sin eso muchos
ejemplos. Pero no son menester en cosa tan clara. Sólo digo que es cosa peligrosísima,
más que sabré decir, querer tratar con Dios por tales vías y que no dejará de errar mucho
y hallarse muchas veces confuso el que fuere aficionado a tales modos. Y esto, el que
hubiere hecho caso de ellos me entenderá por la experiencia. Porque allende de la
dificultad que hay en saber no errar en las locuciones y visiones que son de Dios, hay
ordinariamente entre ellas muchas que son del demonio; porque comúnmente anda en el
alma en aquel traje que anda Dios con ella, poniéndole cosa tan verosímil a las que Dios
le comunica, por injerirse él a vueltas, como el lobo entre el ganado con pellejo de oveja
(Mt. 7, 15), que apenas se puede entender. Porque como dice muchas cosas verdaderas y
conformes a razón y cosas que salen verdaderas, puédense engañar fácilmente pensando
que, pues sale verdad y cierta en lo que está por venir, que no será sino Dios. Porque no
saben que es cosa facilísima, a quien tiene clara la luz natural, conocer las cosas, o
muchas de ellas, que fueron o que serán, en sus causas. Y como quiera que el demonio
tenga esta lumbre tan viva, puede facilísimamente colegir tal efecto de tal causa, aunque
no siempre sale así, pues todas las causas dependen de la voluntad de Dios.
8. Pongamos ejemplo: conoce el demonio que la disposición de la tierra y aires y
término que lleva el sol, van de manera y en tal grado de disposición, que
necesariamente, llegado tal tiempo, habrá llegado la disposición de estos elementos,
según el término que llevan, a inficionarse, y así a inficionar la gente con pestilencia, y
en las partes que será más y en las que será menos. Ve aquí conocida la pestilencia en su
causa. ¿Qué mucho es que, revelando el demonio esto a una alma, diciendo: "De aquí a
un año o medio habrá pestilencia", que salga verdadero? Y es profecía del demonio. Por
la misma manera puede conocer los temblores de la tierra, viendo que se van hinchiendo
los senos de ella de aire, y decir: "En tal tiempo temblará la tierra"; lo cual es
conocimiento natural; para el cual basta tener el ánimo libre de las pasiones del alma,
según lo dice Boecio por estas palabras: Si vis claro lumine cernere verum, gaudia pelle,
timorem spemque fugato, nec dolor adsit, esto es: Si quieres con claridad natural
conocer las verdades, echa de ti el gozo y el temor, y la esperanza y el dolor.
9. Y también se pueden conocer eventos y casos sobrenaturales en sus causas acerca de
la Providencia divina, que justísima y certísimamente acude a lo que piden las causas
buenas o malas de los hijos de los hombres. Porque se puede conocer naturalmente que
tal o tal persona, o tal o tal ciudad, u otra cosa, llega a tal o tal necesidad, o tal o tal
punto, que Dios, según su providencia y justicia, ha de acudir con lo que compete a la
causa y conforme a ella, en castigo o en premio o como fuere la causa; y entonces decir:
"En tal tiempo os dará Dios esto, o hará esto, acaecerá esotro ciertamente". Lo cual dio
a entender la santa Judit (11, 12) a Holofernes, la cual, para persuadirle que los hijos de
Israel habían de ser destruidos sin falta, le contó muchos pecados de ellos primero y
miserias que hacían, y luego dijo: Et, quoniam hoc faciunt, certum est quod in
perditionem dabuntur; que quiere decir: Pues hacen estas cosas, está cierto que serán
destruidos. Lo cual es conocer el castigo en la causa, que es tanto como decir: cierto está
que tales pecados han de causar tales castigos de Dios, que es justísimo. Y, como dice la
Sabiduría divina (Sab. 11, 17): Per quae quis peccat, per haec et torquetur: En aquello o
por aquello que cada uno peca, es castigado.
10. Puede el demonio conocer esto, no sólo naturalmente, sino aun de experiencia que
tiene de haber visto a Dios hacer cosas semejantes, y decirlo antes y acertar. También el
santo Tobías conoció por la causa el castigo de la ciudad de Nínive; y así, amonestó a su
hijo, diciendo (14, 12-13): Mira, hijo, en la hora que yo y tu madre muriéremos, sal de
esta tierra, porque ya no permanecerá. Video enim quod iniquitas eius finem dabit: Yo
veo claro que su misma maldad ha de ser causa de su castigo, el cual será que se acabe y
destruya. Todo lo cual también el demonio y Tobías podían saber, no sólo en la maldad
de la ciudad, sino por experiencia, viendo que tenían los pecados del mundo por que
Dios le destruyó en el diluvio, y los de los sodomitas, que también perecieron por fuego;
aunque también Tobías lo conoció por espíritu divino.
11. Y puede conocer el demonio que Pedro naturalmente (no) puede vivir más de tantos
años y decirlo antes. Y así otras muchas cosas y de muchas maneras que no se pueden
acabar de decir, ni aun comenzar muchas, por ser intrincadísimas y sutilísimo él en
ingerir mentiras. Del cual no se pueden librar si no es huyendo de todas revelaciones y
visiones y locuciones sobrenaturales.
Por lo cual justamente se enoja Dios con quien las admite, porque ve es temeridad del
tal meterse en tanto peligro, y presunción y curiosidad, y ramo de soberbia y raíz y
fundamento de vanagloria, y desprecio de las cosas de Dios, y principio de muchos
males en que vinieron muchos. Los cuales tanto vinieron a enojar a Dios, que de
propósito los dejó errar y engañar, y oscurecer el espíritu, y dejar las vías ordenadas de
la vida, dando lugar a sus vanidades y fantasías, según lo dice Isaías (19, 14), diciendo:
Dominus miscuit in medio eius spiritum vertiginis: que es tanto como decir: El Señor
mezcló en medio espíritu de revuelta y confusión, que en buen romance quiere decir
espíritu de entender al revés. Lo cual va allí diciendo Isaías llanamente a nuestro
propósito, porque lo dice por aquellos que andaban a saber las cosas que habían de
suceder por vía sobrenatural. Y, por eso, dice que les mezcló Dios en medio espíritu de
entender al revés. No porque Dios les quisiese ni les diese efectivamente el espíritu de
errar, sino porque ellos se quisieron meter en lo que naturalmente no podían alcanzar.
Enojado de esto, los dejó desatinar, no dándoles luz en lo que Dios no quería que se
entremetiesen. Y así, dice que les mezcló aquel espíritu Dios privativamente. Y de esta
manera es Dios causa de aquel daño, es a saber, causa privativa, que consiste en quitar
él su luz y favor; tan quitado, que necesariamente vengan en error.
12. Y de esta manera da Dios licencia al demonio para que ciegue y engañe a muchos,
mereciéndolo sus pecados y atrevimientos. Y puede y se sale con ello el demonio,
creyéndole ellos y teniéndole por buen espíritu. Tanto, que, aunque sean muy
persuadidos que no lo es, no hay remedio de desengañarse, por cuanto tienen ya por
permisión de Dios, ingerido el espíritu de entender al revés; cual leemos (3 Re. 22, 22)
haber acaecido a los profetas del rey Acab, dejándoles Dios engañar con el espíritu de
mentira, dando licencia al demonio para ello, diciendo: Decipies, et praevalebis;
egredere, et fac ita; que quiere decir: Prevalecerás con tu mentira y engañarlos has; sal y
(hazlo) así. Y pudo tanto con los profetas y con el rey para engañarlos, que no quisieron
creer al profeta Miqueas, que les profetizó la verdad muy al revés de lo que los otros
habían profetizado. Y esto fue porque les dejó Dios cegar, por estar ellos con afecto de
propiedad en lo que querían que les sucediese y respondiese Dios según sus apetitos y
deseos; lo cual era medio y disposición certísima para dejarlos Dios de propósito cegar
y engañar.
13. Porque así lo profetizó Ezequiel (14, 7-9) en nombre de Dios; el cual, hablando
contra el que se pone a querer saber por vía de Dios curiosamente, según la variedad de
su espíritu, dice: Cuando el tal hombre viniere al profeta para preguntarme a mí por él,
yo, el Señor, le responderé por mí mismo, y pondré mi rostro enojado sobre aquel
hombre; y el profeta cuando hubiere errado en lo que fue preguntado, ego, Dominus,
decepi prophetam illum, esto es: Yo, el Señor, engañé aquel profeta. Lo cual se ha de
entender, no concurriendo con su favor para que deje de ser engañado; porque eso
quiere decir cuando dice: Yo, el Señor, le responderé por mí mismo, enojado; lo cual es
apartar él su gracia y favor de aquel hombre. De donde necesariamente se sigue el ser
engañado por causa del desamparo de Dios. Y entonces acude el demonio a responder
según el gusto y apetito de aquel hombre, el cual, como gusta de ello, y las respuestas y
comunicaciones son de su voluntad, mucho se deja engañar.
14. Parece que nos habemos salido algo del propósito que prometimos en el título del
capítulo, que era probar cómo, aunque Dios responde, se queja algunas veces. Pero, si
bien se mira, todo lo dicho hace para probar nuestro intento, pues en todo se ve no
gustar Dios de que quieran las tales visiones, pues da lugar a que de tantas maneras sean
engañados en ellas.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 22
En que se desata una duda, cómo no será lícito ahora en la ley de gracia preguntar a
Dios por vía sobrenatural, como lo era en la Ley Vieja. Pruébase con una autoridad de
san Pablo.
1. De entre las manos nos van saliendo las dudas, y así no podemos correr, con la prisa
que querríamos adelante. Porque, así como las levantamos, estamos obligados a
allanarlas necesariamente, para que la verdad de la doctrina siempre quede llana y en su
fuerza. Pero este bien hay en estas dudas siempre, que, aunque nos impiden el paso un
poco, todavía sirven para más doctrina y claridad de nuestro intento, como será la duda
presente.
2. En el capítulo precedente habemos dicho cómo no es voluntad de Dios que las almas
quieran recibir por vía sobrenatural cosas distintas de visiones o locuciones, etc. Por
otra parte habemos visto en el mismo capítulo y colegido de los testimonios que allí se
han alegado de la sagrada Escritura que se usaba el dicho trato con Dios en la Ley Vieja
y era lícito; y no sólo lícito, sino que Dios se lo mandaba. Y, cuando no lo hacían, los
reprehendía Dios, como es de ver en Isaías (30, 2), donde reprehende Dios a los hijos de
Israel porque, sin preguntárselo a él primero, querían descender en Egipto, diciendo: Et
os meum non interrogastis, esto es: No preguntasteis primero a mi misma boca lo que
convenía. Y también leemos en Josué (9, 14) que, siendo engañados los mismos hijos de
Israel por los gabaonitas, les nota allí el Espíritu Santo esta falta, diciendo: Susceperunt
ergo de cibariis eorum, et os Domini non interrogaverunt, que quiere decir: Recibieron
de sus manjares, y no lo preguntaron a la boca de Dios. Y así vemos en la divina
sagrada Escritura que Moisés siempre preguntaba a Dios, y el rey David y todos los
reyes de Israel, para sus guerras y necesidades, y los sacerdotes y profetas antiguos, y
Dios respondía y hablaba con ellos y no se enojaba, y era bien hecho; y si no lo hicieran,
fuera mal hecho, y así es la verdad. ¿Por qué, pues, ahora en la Ley Nueva y de gracia
no lo será como antes lo era?
3. A lo cual se ha de responder que la principal causa por que en la Ley de escritura eran
lícitas las preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes
quisiesen revelaciones y visiones de Dios, era porque aún entonces no estaba bien
fundamentada la fe ni establecida la Ley evangélica, y así era menester que preguntasen
a Dios y que él hablase, ahora por palabras, ahora por visiones y revelaciones, ahora en
figuras y semejanzas, ahora entre otras muchas maneras de significaciones, porque todo
lo que respondía, y hablaba, (y obraba), y revelaba, eran misterios de nuestra fe y cosas
tocantes a ella o enderezadas a ella; que, por cuanto las cosas de fe no son del hombre
sino de boca del mismo Dios (las cuales por su misma boca habla, por eso era menester
que, como habemos dicho, preguntasen a la misma boca de Dios); y por eso los
reprehendía el mismo Dios, porque en sus cosas no preguntaban a su boca para que él
respondiese, encaminando sus casos y cosas a la fe, que aún ellos no tenían sabida, por
no estar aún fundada. Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta la Ley
evangélica en esta era de gracia, no hay para qué preguntarle de aquella manera, ni para
qué él hable ya ni responda como entonces. Porque en darnos, como nos dio a su Hijo,
que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta
sola Palabra, y no tiene más que hablar.
4. Y éste es el sentido de aquella autoridad con que comienza san Pablo (Heb. 1, 1-2) a
querer inducir a los hebreos a que se aparten de aquellos modos primeros y tratos con
Dios de la Ley de Moisés, y pongan los ojos en Cristo solamente, diciendo: Multifariam
multisque modis olim Deus loquens patribus in prophetis: novissime autem diebus istis
locutus est nobis in Filio. Y es como si dijera: Lo que antiguamente habló Dios en los
profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras, ahora a la postre, en
estos días nos lo ha hablado en el Hijo todo de una vez. En lo cual da a entender el
Apóstol que Dios ha quedado como mudo y no tiene más que hablar, porque lo que
hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo,
que es su Hijo.
5. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o
revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos
totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad.
Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: "Si te tengo ya habladas
todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora
responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo
tengo todo dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas. Porque
tú pides locuciones y revelaciones en parte, y si pones en él los ojos, lo hallarás en todo;
porque él es toda mi locución y respuesta y es toda mi visión y toda mi revelación. Lo
cual os he ya hablado, respondido, manifestado y revelado, dándoosle por hermano,
compañero y maestro, precio y premio. Porque desde aquel día que bajé con mi Espíritu
sobre él en el monte Tabor, diciendo (Mt. 17, 5): Hic est Filius meus dilectus, in quo
mihi bene complacui, ipsum audite, es a saber: Este es mi amado Hijo, en que me he
complacido, a él oíd; ya alcé yo la mano de todas esas maneras de enseñanzas y
respuestas y se la di a él. Oídle a él, porque yo no tengo más fe que revelar, ni más cosas
que manifestar. Que, si antes hablaba, era prometiendo a Cristo; y si me preguntaban,
eran las (preguntas) encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de
hallar todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y
apóstoles. Mas ahora, el que me preguntase de aquella manera y quisiese que yo le
hablase o algo le revelase, era en alguna manera pedirme otra vez a Cristo, y pedirme
más fe, y ser falto en ella, que ya está dada en Cristo. Y así, haría mucho agravio a mi
amado Hijo, porque no sólo en aquello le faltaría en la fe, mas le obligaba otra vez a
encarnar y pasar por la vida y muerte primera. No hallarás qué pedirme ni qué desear de
revelaciones o visiones de mi parte. Míralo tú bien, que ahí lo hallarás ya hecho y dado
todo eso, y mucho más, en él.
6. Si quisieres que te respondiese yo alguna palabra de consuelo, mira a mi Hijo, sujeto
a mí y sujetado por mi amor, y afligido, y verás cuántas te responde. Si quisieres que te
declare yo algunas cosas ocultas o casos, pon solos los ojos en él, y hallarás ocultísimos
misterios y sabiduría, y maravillas de Dios, que están encerradas en él, según mi
Apóstol (Col. 2, 3) dice: In quo sunt omnes thesauri sapentiae et scientiae Dei
absconditi, esto es: En el cual Hijo de Dios están escondidos todos los tesoros de
sabiduría y ciencia de Dios. Los cuales tesoros de sabiduría serán para ti muy más altos
y sabrosos y provechosos que las cosas que tú querías saber. Que por eso se gloriaba el
mismo Apóstol (1 Cor. 2, 2), diciendo: Que no había él dado a entender que sabía otra
cosa, sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y si también quisieses otras visiones y
revelaciones divinas o corporales, mírale a él también humanado, y hallarás en eso más
que piensas; porque también dice el Apóstol (Col. 2, 9): In ipso habitat omnis plenitudo
divinitatis corporaliter; que quiere decir: En Cristo mora corporalmente toda plenitud de
divinidad".
7. No conviene, pues, ya preguntar a Dios de aquella manera, ni es necesario que ya
hable, pues, acabando de hablar toda la fe en Cristo, no hay más fe que revelar ni la
habrá jamás. Y quien quisiere ahora recibir cosas algunas por vía sobrenatural, como
habemos dicho, era notar falta en Dios de que no había dado todo lo bastante en su Hijo.
Porque, aunque lo haga suponiendo la fe y creyéndola, todavía es curiosidad de menos
fe. De donde no hay que esperar doctrina ni otra cosa alguna por vía sobrenatural.
Porque la hora que Cristo dijo en la cruz: Consummatum est (Jn. 19, 30), cuando expiró,
que quiere decir: Acabado es, no sólo se acabaron esos modos, sino todas esotras
ceremonias y ritos de la Ley Vieja. Y así, en todo nos habemos de guiar por la ley de
Cristo hombre (y de su Iglesia y ministros, humana y visiblemente, y por esa vía
remediar nuestras ignorancias y flaquezas espirituales; que para todo hallaremos
abundante medicina por esta vía. Y lo que de este camino saliere no sólo es curiosidad,
sino mucho atrevimiento. Y no se ha de creer cosa por vía sobrenatural, sino sólo lo que
es enseñanza de Cristo hombre) como digo, y de sus ministros, hombres. Tanto, que
dice san Pablo (Gl. 1, 8) estas palabras: Quod si angelus decaelo evangelizaverit,
praeterquam quod evangelizavimus vobis, anathema sit, es a saber: Si algún ángel del
cielo os evangelizare fuera de lo que nosotros hombres os evangelizáremos, sea maldito
y descomulgado.
8. De donde, pues es verdad que siempre se ha de estar en lo que Cristo nos enseñó, y
todo lo demás no es nada ni se ha de creer si no conforma con ello, en vano anda el que
quiere ahora tratar con Dios a modo de la Ley Vieja. Cuánto más que no le era lícito a
cualquiera de aquel tiempo preguntar a Dios, ni Dios respondía a todos, sino sólo a los
sacerdotes y profetas, que eran de cuya boca el vulgo había de saber la ley y la doctrina.
Y así, si alguno quería saber alguna cosa de Dios, por el profeta o por el sacerdote lo
preguntaba, y no por sí mismo. Y si David por sí mismo algunas veces preguntó a Dios,
es porque era profeta, y aun, con todo eso, no lo hacía sin la vestidura sacerdotal, como
se ve haberlo hecho en el primero de los Reyes (23, 9), donde dijo a Abimelec
sacerdote: Applica ad me ephod, que era una vestidura de las más autorizadas del
sacerdote, y con ella consultó con Dios. Mas otras veces, por el profeta Natán y por
otros profetas consultaba a Dios. Y por la boca de éstos y de los sacerdotes se había de
creer ser (de) Dios lo que se les decía, y no por su parecer propio.
9. Y así, lo que Dios decía entonces, ninguna autoridad ni fuerza les hacía para darle
entero crédito, si por la boca de los sacerdotes y profetas no se aprobaba. Porque es Dios
tan amigo que el gobierno y trato del hombre sea también por otro hombre semejante a
él y que por razón natural sea el hombre regido y gobernado, que totalmente quiere que
las cosas que sobrenaturalmente nos comunica no las demos entero crédito ni hagan en
nosotros confirmada fuerza y segura, hasta que pasen por este arcaduz humano de la
boca del hombre. Y así siempre que algo dice o revela al alma, lo dice con una manera
de inclinación puesta en la misma alma, a que se diga a quien conviene decirse; y hasta
esto, no suele dar entera satisfacción, porque no la tomó el hombre de otro hombre
semejante a él.
De donde en los Jueces (7, 9-11) vemos haberle acaecido lo mismo al capitán Gedeón;
que, con haberle Dios dicho muchas veces que vencería a los madianitas, todavía estaba
dudoso y cobarde, habiéndole dejado Dios aquella flaqueza, hasta que por la boca de los
hombres oyó lo que Dios le había dicho. Y fue, que, como Dios le vio flaco, le dijo:
Levántate y desciende del real; et cum sudieris quod loquantur, tunc confortabuntur
manus tuae, et securior ad hostium castra descendes, esto es: Cuando oyeres allí lo que
hablan los hombres, entonces recibirás fuerzas en lo que te he dicho y bajarás con más
seguridad a los ejércitos de los enemigos. Y así fue que, oyendo contar un sueño de un
madianita a otro, en que había soñado que Gedeón los había de vencer, fue muy
esforzado y comenzó a poner con grande alegría por obra la batalla. Donde se ve que no
quiso Dios que ése se asegurase, pues no le dio la seguridad, sólo por vía sobrenatural,
hasta que se confirmó naturalmente.
10. Y mucho más es de admirar lo que pasó acerca de esto en Moisés, que, con haberle
Dios mandado con muchas (razones) y confirmándoselo con señales de la vara en
serpiente y de la mano leprosa, que fuese a libertar los hijos de Israel, estuvo tan flaco y
oscuro en esta ida, que, aunque se enojó Dios, nunca tuvo ánimo para acabar de tener
(fuerte) fe, en el caso para ir hasta que le animó Dios con su hermano Aarón, diciendo
(Ex. 4, 14-15): Aaron frater tuus levites scio quod eloquens sit: ecce ipse egredietur in
occursum tuum, vidensque te, laetabitur corde. Loquere ad eum, et pone verba mea in
ore eius, et ego ero in ore tuo, et in ore illius, etcétera; lo cual es como si dijera: Yo sé
que tu hermano Aarón es hombre elocuente; cata que él te saldrá al encuentro y,
viéndote, se alegrará de corazón; habla con él, y dile todas mis palabras, y yo seré en tu
boca y en la suya, para que cada uno reciba crédito de la boca del otro.
11. Oídas estas palabras, Moisés animóse luego con la esperanza del consuelo del
consejo que de su hermano había de tener. Porque esto tiene el alma humilde, que no se
atreve a tratar a solas con Dios, ni se puede acabar de satisfacer sin gobierno y consejo
humano. Y así lo quiere Dios, porque en aquellos que se juntan a tratar la verdad, se
junta él allí para declararla y confirmarla en ellos, fundada sobre razón natural, como
dijo que lo había de hacer con Moisés y Aarón juntos, siendo en la boca del uno y en la
boca del otro.
Que por eso también dijo en el Evangelio (Mt. 18, 20) que: Ubi fuerint duo vel tres
congregati in nomine meo, ibi sum ego in medio eorum; esto es: Donde estuvieren dos o
tres juntos para mirar lo que es más honra y gloria de mi nombre, yo estoy allí en medio
de ellos, es a saber: aclarando y confirmando en sus corazones las verdades de Dios. Y
es de notar que no dijo: Donde estuviere uno solo, yo estoy allí, sino, por lo menos, dos:
para dar a entender que no quiere Dios que ninguno a solas se crea para sí las cosas que
tiene por de Dios, ni se confirme ni afirme en ellas sin la Iglesia o sus ministros, porque
con éste solo no estará él aclarándole y confirmándole la verdad en el corazón, y así
quedará en ella flaco y frío.
12. Porque de aquí es lo que encarece el Eclesiastés (4, 10-12), diciendo: Vae soli, quia
cum ceciderit, non habet sublevantem se. Si dormierint duo, fovebuntur mutuo: unus
quomodo calefiet? et si quispiam praevaluerit contra unum, duo resistent ei; que quiere
decir: ¡Ay del solo que cuando cayere no tiene quien le levante! Si dos durmieren
juntos, calentarse ha el uno al otro, es a saber, con el calor de Dios, que está en medio;
uno solo, ¿cómo calentará?; es a saber: ¿cómo dejará de estar frío en las cosas de Dios?
Y, si alguno pudiere más y prevaleciere contra uno, esto es, el demonio, que puede y
prevalece contra los que a solas se quieren haber en las cosas de Dios, dos juntos le
resistirán, que son el discípulo y el maestro, que se juntan a saber y a hacer la verdad. Y
hasta esto, ordinariamente se siente él solo tibio y flaco en ella, aunque más la hayan
oído de Dios; tanto, que con haber mucho que san Pablo predicaba el Evangelio que
dice él había oído, no de hombre, sino de Dios, no pudo acabar consigo de dejar de ir a
conferirlo con san Pedro y los Apóstoles, diciendo (Gl. 2, 2): Ne forte in vanum
currerem, aut cucurrissem, que quiere decir: No por ventura corriese en vano o hubiese
corrido; no teniéndose por seguro hasta que le dio seguridad el hombre. Cosa, pues,
notable parece, Pablo, pues él que os reveló ese Evangelio, ¿no pudiera también
revelaros la seguridad de la falta que podíades hacer en la predicación de la verdad de
él?
13. Aquí se da a entender claro cómo no hay de qué asegurarse en las cosas que Dios
revela, sino es por el orden que vamos diciendo; porque, dado caso que la persona tenga
certeza, como san Pablo tenía de su Evangelio, pues le había comenzado ya a predicar,
que aunque la revelación sea de Dios, todavía el hombre puede errar acerca de ella (o)
en lo tocante a ella. Porque Dios no siempre, aunque dice lo uno, dice lo otro; y muchas
veces dice la cosa, y no dice el modo de hacerla, porque, ordinariamente, todo lo que se
puede hacer por industria y consejo humano no lo hace él ni lo dice, aunque trate muy
afablemente mucho tiempo con el alma. Lo cual conocía muy bien san Pablo; pues,
aunque sabía le era revelado por Dios el Evangelio, le fue a conferir.
Y vemos esto claro en el Exodo (18, 21-22), donde, tratando Dios tan familiarmente con
Moisés, nunca le había dado aquel consejo tan saludable que le dio su suegro Jetró, es a
saber: que eligiese otros jueces para que le ayudasen y no estuviese esperando el pueblo
desde la mañana hasta la noche. El cual consejo Dios aprobó, y no se lo había dicho,
porque aquello era cosa que podía caber en razón y juicio humano. Acerca de las
visiones y revelaciones y locuciones que Dios, no las suele revelar Dios porque siempre
quiere que se aprovechen de éste en cuanto se pudiere, y todas ellas han de ser reguladas
por éste, salvo las que son de fe, que exceden todo juicio y razón, aunque no son contra
ella.
14. De donde no piense alguno que, porque sea cierto que Dios y los Santos traten con
él familiarmente muchas cosas, por el mismo caso le han de declarar las faltas que tiene
acerca de cualquier cosa, pudiendo él saberlo por otra vía. Y así, no hay que asegurarse,
porque, como leemos haber acaecido en los Actos de los Apóstoles que, con ser san
Pedro príncipe de la Iglesia y que inmediatamente era enseñado de Dios, acerca de
cierta ceremonia que usaba entre las gentes erraba, y callaba Dios; tanto, que le
reprendió san Pablo, según él allí afirma diciendo: Cum vidissem, quod non recte ad
veritatem Evangeli ambularent, dixi coram omnibus: Si tu iudaeus cum sis, gentiliter
vivis, quomodo gentes cogis iudaizare?; que quiere decir: Como yo viese, dice san
Pablo, que no andaban rectamente los discípulos según la verdad del Evangelio, dije a
Pedro delante de todos: Si siendo tú judío, como lo eres, vives gentílicamente, ¿cómo
haces tal ficción que fuerzas a los gentiles a judaizar? (Gl. 2, 14). Y Dios no advertía
esta falta a san Pedro por sí mismo, porque era cosa que caía en razón aquella
simulación, y la podía saber por vía razonal.
15. De donde muchas faltas y pecados castigará Dios en muchos el día del juicio, con
los cuales habrá tenido acá muy ordinario trato y dado mucha luz y virtud, porque, en lo
demás que ellos sabían que debían hacer, se descuidaron, confiando en aquel trato y
virtud que tenían con Dios. Y así, como dice Cristo en el Evangelio (Mt. 7, 22), se
maravillarán ellos entonces, diciendo: Domine, Domine nonne in nomine tuo
prophetavimus, et in nomine tuo daemonia eiecimus, et in nomine tuo virtutes multas
fecimus?, esto es; Señor, Señor, ¿por ventura las profecías que tú nos hablabas no las
profetizamos en tu nombre (y en tu nombre echamos los demonios), y en tu nombre no
hicimos muchos milagros y virtudes? Y dice el Señor que les responderá diciendo (Mt.
7, 23): Et tunc confitebor illis, quia numquam novi vos: discedite a me omnes qui
operamini iniquitatem, es a saber: Apartaos de mí los obreros de maldad, porque nunca
os conocí. De éstos era el profeta Balam y otros semejantes, a los cuales aunque hablaba
Dios con ellos y les daba gracias, eran pecadores (Núm. 22-24). Pero en su tanto
reprenderá también el Señor a los escogidos y amigos suyos, con quien acá se comunicó
familiarmente, en las faltas y descuidos que ellos hayan tenido; de los cuales no era
menester les advirtiese Dios por sí mismo, pues ya por ley y razón natural que les había
dado se lo advertía.
16. Concluyendo, pues, en esta parte, digo y saco de lo dicho: que cualquiera cosa que
el alma reciba, de cualquier manera que sea, por vía sobrenatural, clara y rasa, entera y
sencillamente, ha de comunicarla luego con el maestro espiritual. Porque, aunque parece
que no había para qué dar cuenta ni para qué gastar en eso tiempo, pues con desecharlo
y no hacer caso de ello ni quererlo, como habemos dicho, queda el alma segura
(mayormente cuando son cosas de visiones o revelaciones u otras comunicaciones
sobrenaturales, que o son claras o va poco en que sean o no sean) todavía es muy
necesario, aunque al alma le parezca que no hay para qué, decirlo todo. Y esto por tres
causas:
La primera, porque, como habemos dicho, muchas cosas comunica Dios, cuyo efecto y
fuerza y luz y seguridad, no la confirma del todo en el alma hasta que, como habemos
dicho, se trate con quien Dios tiene puesto por juez espiritual de aquel alma, que es el
que tiene poder de atarla o desatarla y aprobar y reprobar en ella; según lo habemos
probado por las autoridades arriba alegadas y lo probamos cada día por experiencia,
viendo en las almas humildes por quien pasan estas cosas, que, después que las han
tratado con quien deben, quedan con nueva satisfacción, fuerza y luz y seguridad.
Tanto, que a algunas les parece que, hasta que lo traten, ni se les asienta, ni es suyo
aquello, y que entonces se lo dan de nuevo.
17. La segunda causa es porque ordinariamente ha menester el alma doctrina sobre las
cosas que le acaecen, para encaminarla por aquella vía a la desnudez y pobreza
espiritual que es la noche oscura. Porque si esta doctrina le va faltando, dado que el
alma no quiera las tales cosas, sin entenderse se iría endureciendo en la vía espiritual y
haciéndose a la del sentido, acerca del cual, en parte, pasan las tales cosas distintas.
18. La tercera causa es porque para la humildad y sujeción y mortificación del alma
conviene dar parte de todo, aunque de todo ello no haga caso ni lo tenga en nada.
Porque hay algunas almas que sienten mucho en decir las tales cosas, por parecerles que
no son nada, y no saben cómo las tomará la persona con quien las han de tratar; lo cual
es poca humildad, y, por el mismo caso, es menester sujetarse a decirlo. (Y hay otras)
que sienten mucha vergüenza en decirlo, porque no vean que tienen ellas aquellas cosas
que parecen de santos, y otras cosas que en decirlo sienten, y, por eso, que no hay para
qué lo decir, pues no hacen ellas caso de ello; y, por el mismo caso, conviene que se
mortifiquen y lo digan, hasta que estén humildes, llanas y blandas y prontas en decirlo,
y después siempre lo dirán con facilidad.
19. Pero hase de advertir acerca de lo dicho que no, porque habemos puesto tanto en que
las tales cosas se desechen y que no pongan los confesores a las almas en el lenguaje de
ellas, convendrá que las muestren desabrimiento los padres espirituales acerca de ellas,
ni de tal manera les hagan desvíos y desprecio en ellas, que les den ocasión a que se
encojan y no se atrevan a manifestarlas, que será ocasión de dar en muchos
inconvenientes si les cerrasen la puerta para decirlas. Porque, pues, (como habemos
dicho), es medio y modo por donde Dios lleva las tales almas, no hay para qué estar mal
con él ni por qué espantarse ni escandalizarse de él, sino antes con mucha benignidad y
sosiego; poniéndoles ánimo y dándoles salida para que lo digan y, si fuere menester,
poniéndoles precepto, porque, a veces, en la dificultad que algunas almas sienten en
tratarlo, todo es menester.
Encamínenlas en la fe, enseñándolas buenamente a desviar los ojos de todas aquellas
cosas, y dándoles doctrina en cómo han de desnudar el apetito y espíritu de ellas para ir
adelante, y dándoles a entender cómo es más preciosa delante de Dios una obra o acto
de voluntad hecho en caridad, que cuantas visiones (y revelaciones) y comunicaciones
pueden tener del cielo, pues éstas ni son mérito ni demérito; y cómo muchas almas, no
teniendo cosas de ésas, están sin comparación mucho más adelante que otras que tienen
muchas.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 23
En que se comienza a tratar de las aprehensiones del entendimiento que son puramente
por vía espiritual. Dice qué cosa sean.
1. Aunque la doctrina que habemos dado acerca de las aprehensiones del entendimiento
que son por vía del sentido, según lo que de ellas había de tratar, queda algo corta, no he
querido alargarme más en ella; pues, aun para cumplir con el intento que yo aquí llevo,
que es desembarazar el entendimiento de ellas y encaminarle a la noche de la fe, antes
entiendo me he alargado demasiado.
Por tanto, comenzaremos ahora a tratar de aquellas otras cuatro aprehensiones del
entendimiento, que en el capítulo 10 dijimos ser puramente espirituales, que son
visiones, revelaciones, locuciones y sentimientos espirituales. A las cuales llamamos
puramente espirituales, porque no, como las corporales imaginarias, se comunican al
entendimiento por vía de los sentidos corporales, sino, sin algún medio de algún sentido
corporal exterior o interior, se ofrecen al entendimiento clara y distintamente por vía
sobrenatural pasivamente, que es sin poner el alma algún acto u obra de su parte, a lo
menos activo.
2. Es, pues, de saber que, hablando anchamente y en general, todas estas cuatro
aprehensiones se pueden llamar visiones del alma, porque al entender del alma
llamamos también ver del alma. Y, por cuanto todas estas aprehensiones son inteligibles
al entendimiento, son llamadas visibles espiritualmente. Y así, las inteligencias que de
ellas se forman en el entendimiento se pueden llamar visiones intelectuales. Que, por
cuanto todos los objetos de los demás sentidos, como son todo lo que se puede ver, y
todo lo que se puede oír, y todo lo que se puede oler y gustar y tocar, son objeto del
entendimiento en cuanto caen debajo de verdad o falsedad; de aquí es que, así como (a)
los ojos corporales todo lo que es visible corporalmente les causa visión corporal, así a
los ojos del alma espirituales, que es el entendimiento, todo lo que es inteligible le causa
visión espiritual; pues, como habemos dicho, el entenderlo es verlo. Y así, estas cuatro
aprehensiones, hablando generalmente, las podemos llamar visiones; lo cual no tienen
los otros sentidos, porque el uno no es capaz del objeto del otro en cuanto tal.
3. Pero, porque estas aprehensiones se representan al alma al modo que a los demás
sentidos, de aquí es que, hablando propia y específicamente, a lo que recibe el
entendimiento a modo de ver (porque puede ver las cosas espiritualmente así como los
ojos corporalmente) llamamos "visión"; y a lo que recibe como aprehendiendo y
entendiendo cosas nuevas, así como el oído oyendo cosas no oídas, llamamos
"revelación"; y a lo que recibe a manera de oír, llamamos "locución"; y a lo que recibe a
modo de los demás sentidos, como es la inteligencia de suave olor espiritual, y de sabor
espiritual, y deleite espiritual que el alma puede gustar sobrenaturalmente, llamamos
"sentimientos espirituales". De todo lo cual él saca inteligencia o visión espiritual, sin
aprehensión alguna de forma, imagen o figura de imaginación o fantasía natural, sino
que inmediatamente estas cosas se comunican al alma por obra sobrenatural y por
medio sobrenatural.
4. De éstas, pues, también, como de las demás aprehensiones corporales imaginarias
hicimos, nos conviene desembarazar aquí el entendimiento, encaminándole y
enderezándole por ellas en la noche espiritual de fe a la divina y sustancial unión de
Dios; porque, no embarazándose y enmudeciéndose con ellas, se le impida el camino de
la soledad y desnudez, que para esto se requiere, de todas las cosas. Porque, dado caso
que éstas son más nobles aprehensiones y más provechosas y mucho más seguras que
las corporales imaginarias (por cuanto son ya interiores, puramente espirituales y a que
menos puede llegar el demonio, porque se comunican ellas al alma más pura y
sutilmente sin obra alguna de ella ni de la imaginación, a lo menos activa) todavía no
sólo se podría el entendimiento embarazar para el dicho camino, mas podría ser muy
engañado por su poco recato.
5. Y aunque, en alguna manera, podríamos juntamente concluir con estas cuatro
maneras de aprehensiones, dando el común consejo en ellas que en todas las demás
vamos dando, de que ni se pretendan ni se quieran, todavía, porque a vueltas se dará
más luz para hacerlo y se dirán algunas cosas acerca de ellas, es bueno tratar de cada
una de ellas en particular. Y así, diremos de las primeras que son visiones espirituales o
intelectuales.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 24
En que se trata de dos maneras que hay de visiones espirituales por vía sobrenatural.
1. Hablando ahora propiamente de las que son visiones espirituales sin medio de algún
sentido corporal, digo que dos maneras de visiones pueden caer en el entendimiento:
unas son de sustancias corpóreas, otras, de sustancias separadas o incorpóreas.
Las de las corpóreas son acerca de todas las cosas materiales que hay en el cielo y en la
tierra, las cuales puede ver el alma aun estando en el cuerpo, mediante cierta lumbre
sobrenatural derivada de Dios, en la cual puede ver todas las cosas ausentes, del cielo y
de la tierra, según leemos haber visto san Juan en el capítulo 21 del Apocalipsis, donde
cuenta la descripción y excelencia de la celestial Jerusalén, que vio en el cielo; y cual
también se lee de san Benito, que en una visión espiritual vio todo el mundo. La cual
visión dice santo Tomás en el primero de sus Quodlibetos que fue en la lumbre derivada
de arriba, que habemos dicho.
2. Las otras visiones, que son de sustancias incorpóreas, no se pueden ver mediante esta
lumbre derivada que aquí decimos, sino con otra lumbre más alta que se llama lumbre
de gloria. Y así, estas visiones de sustancias incorpóreas, como son ángeles y almas, no
son de esta vida ni se pueden ver en cuerpo mortal; porque, si Dios las quisiese
comunicar al alma esencialmente, como ellas son, luego saldría de las carnes y se
desataría de la vida mortal. Que, por eso, dijo Dios a Moisés (Ex. 33, 20) cuando le rogó
le mostrase su esencia: Non videbit me homo, et vivet, esto es: No me verá hombre que
pueda quedar vivo. Por lo cual, cuando los hijos de Israel pensaban que habían de ver a
Dios, o que le habían visto, o algún ángel, temían el morir, según se lee en el Exodo (20,
19), donde, temiendo los dichos, dijeron: Non loquatur nobis Dominus, ne forte
moriamur, como si dijeran: No se nos comunique Dios manifiestamente, por que no
muramos. Y también en los Jueces (13, 22), pensando Manué, padre de Sansón, que
había visto esencialmente, el ángel que hablaba con él y con su mujer, el cual les había
aparecido en forma de varón muy hermoso, dijo a su mujer: Morte moriemur, quia
vidimus Dominum, que quiere decir: Moriremos, porque habemos visto al Señor.
3. Y así, estas visiones no son de esta vida, si no fuese alguna vez por vía de paso, y
esto, dispensando Dios o salvando la condición y vida natural, abstrayendo totalmente al
espíritu de ella, y que con su favor se suplan las veces naturales del alma acerca del
cuerpo. Que, por eso, cuando se piensa que las vio san Pablo (es a saber: las sustancias
separadas en el tercer cielo, dice el mismo Santo): Sive in corpore, sive extra corpus
nescio; Dominus scit (2 Cor. 12, 2); esto es, que fue arrebatado a ellas, y lo que vio dice
que no sabe si era en el cuerpo o fuera del cuerpo; que Dios lo sabe. En lo cual se ve
claro que se traspuso de la vía natural, haciendo Dios el cómo. De donde también,
cuando se cree haberle mostrado Dios su esencia a Moisés, se lee (Ex. 33, 22) que le
dijo Dios que él le pondría en el horado de la piedra y ampararía cubriéndole con la
diestra, y amparándole porque no muriese cuando pasase su gloria, la cual pasada era
mostrarse por vía de paso, amparando él con su diestra la vida natural de Moisés.
Mas estas visiones tan sustanciales, como la de san Pablo y Moisés y nuestro Padre
Elías cuando cubrió su rostro al silbo suave de Dios (3 Re. 19, 11-13), aunque son por
vía de paso, rarísimas veces acaecen y casi nunca y a muy pocos, porque lo hace Dios
en aquellos que son muy fuertes del espíritu de la Iglesia y ley de Dios, como fueron los
tres arriba nombrados.
4. Pero, aunque estas visiones de sustancias espirituales no se pueden desnudar y
claramente ver en esta vida con el entendimiento, puédense, empero, sentir en la
sustancia del alma con suavísimos toques y juntas, lo cual pertenece a los sentimientos
espirituales, de que con el divino favor trataremos después. Porque a éstos se endereza y
encamina nuestra pluma, que es a la divina junta y unión del alma con la Sustancia
divina, lo cual ha de ser cuando tratemos de la inteligencia mística y confusa u oscura
que queda por decir, donde habemos de tratar cómo, mediante esta noticia amorosa y
oscura, se junta Dios con el alma en alto grado y divino. Porque, en alguna manera, esta
noticia oscura amorosa, que es la fe, sirve en esta vida para la divina unión, como la
lumbre de gloria sirve en la otra de medio para la clara visión de Dios.
5. Por tanto, tratemos ahora de las visiones de corpóreas sustancias que espiritualmente
se reciben en el alma, las cuales son a modo de las visiones corporales. Porque, así
como ven los ojos las cosas corporales mediante la luz natural, así el alma con el
entendimiento, mediante la lumbre derivada sobrenaturalmente, que habemos dicho, ve
interiormente esas mismas cosas naturales y otras, cuales Dios quiere, sino que hay
diferencia en el modo y en la manera. Porque las espirituales e intelectuales mucho más
clara y sutilmente acaecen que las corporales, porque, cuando Dios quiere hacer esa
merced al alma, comunícala aquella luz sobrenatural que decimos, en que fácilmente y
clarísimamente ve las cosas que Dios quiere, ahora del cielo, ahora de la tierra, no
haciendo impedimento, ni al caso ausencia ni presencia de ellas. Y es, a veces, como si
se le abriese una clarísima puerta y por ella viese (una luz) a manera de un relámpago,
cuando en una noche oscura, súbitamente esclarece las cosas y las hace ver clara y
distintamente, y luego las deja a oscuras, aunque las formas y figuras de ellas se quedan
en la fantasía. Lo cual en el alma acaece muy más perfectamente, porque de tal manera
se quedan en ella impresas aquellas cosas que con el espíritu vio en aquella luz, que,
cada vez que advierte, las ve en sí como las vio antes, bien así como en el espejo se ven
las formas que están en él cada vez que en él miren. Y es de manera que ya aquellas
formas de las cosas que vio, nunca jamás se le quitan del todo del alma, aunque por
tiempo se van haciendo algo remotas.
6. El efecto que hacen en el alma estas visiones es quietud, iluminación y alegría a
manera de gloria, suavidad, limpieza y amor, humildad e inclinación o elevación del
espíritu en Dios; unas veces más, otras menos; unas más en lo uno; otras en lo otro,
según el espíritu en que se reciben y Dios quiere.
7. Puede también el demonio causar estas visiones en el alma mediante alguna lumbre
natural, en que por sugestión espiritual aclara al espíritu las cosas, ahora sean presentes,
ahora ausentes. De donde, sobre aquel lugar de san Mateo (4, 8) donde dice que el
demonio a Cristo ostendit omnia regna mundi et gloriam eorum, es a saber: Le mostró
todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, dicen algunos doctores que lo hizo por
sugestión espiritual, porque con los ojos corporales no era posible hacerle ver tanto, que
viese todos los reinos del mundo y su gloria.
Pero de estas visiones que causa el demonio a las que son de parte de Dios hay mucha
diferencia. Porque los efectos que éstas hacen en el alma no son como los que hacen las
buenas, antes hacen sequedad de espíritu acerca del trato con Dios e inclinación a
estimarse, y a admitir y tener en algo las dichas visiones, y en ninguna manera causan
blandura de humildad y amor de Dios. Ni las formas de éstas se quedan impresas en el
alma con aquella claridad suave que las otras, ni duran, antes se raen luego del alma,
salvo si el alma las estima mucho, que, entonces, la propia estimación hace que se
acuerde de ellas naturalmente; mas es muy secamente y sin hacer aquel efecto de amor
y humildad que las buenas causan cuando se acuerdan de ellas.
8. Estas visiones, por cuanto son de criaturas, con quien Dios ninguna proporción ni
conveniencia esencial tiene, no pueden servir al entendimiento de medio próximo para
la unión de Dios. Y así, conviene al alma haberse puramente negativa en ellas, como en
las demás que habemos dicho, para ir adelante por el medio próximo, que es la fe. De
donde, de aquellas formas de las tales visiones que se quedan en el alma impresas, no ha
de hacer archivo ni tesoro el alma, ni ha de querer arrimarse a ellas, porque sería estarse
con aquellas formas, imágenes y personajes, que acerca del interior reciben,
embarazada, y no iría por negación de todas las cosas a Dios. Porque, dado caso que
aquellas formas siempre se representen allí, no la impedirán mucho si el alma no
quisiere hacer caso de ellas. Porque, aunque es verdad que la memoria de ellas incita al
alma a algún amor de Dios y contemplación, pero mucho más incita y levanta la pura fe
y desnudez a oscuras de todo eso, sin saber el alma cómo ni de dónde le viene.
Y así, acaecerá que ande el alma inflamada con ansias de amor de Dios muy puro, sin
saber de dónde le vienen ni qué fundamento tuvieron. Y fue que, así como la fe se
arraigó e infundió más en el alma mediante aquel vacío y tiniebla y desnudez de todas
las cosas, pobreza espiritual (que todo lo podemos llamar una misma cosa), también
juntamente se arraiga e infunde más en el alma la caridad de Dios. De donde, cuanto
más el alma se quiere oscurecer y aniquilar acerca de todas las cosas exteriores e
interiores que puede recibir, tanto más se infunde de fe, y por consiguiente, de amor y
esperanza en ella, por cuanto estas tres virtudes teologales andan en uno.
9. Pero este amor algunas veces no lo comprende la persona ni lo siente, porque no tiene
este amor su asiento en el sentido con ternura, sino en el alma con fortaleza y más
ánimo y osadía que antes, aunque algunas veces redunde en el sentido y se muestre
tierno y blando. De donde (para llegar a) aquel amor, alegría y gozo que le hacen y
causan las tales visiones al alma, conviénele que tenga fortaleza y mortificación y amor
para querer quedarse en vacío y a oscuras de todo ello, y fundar aquel amor y gozo en lo
que no ve ni siente ni puede ver ni sentir en esta vida, que es Dios, el cual es
incomprehensible y sobre todo. Y, por eso, nos conviene ir a él por negación de todo,
porque si no, dado caso que el alma sea tan sagaz, humilde y fuerte, que el demonio no
la pueda engañar en ellas ni hacerla caer en alguna presunción, como lo suele hacer, no
dejarán ir al alma adelante, por cuanto pone obstáculo a la desnudez espiritual y pobreza
de espíritu, y vacío en fe, que es lo que se requiere para la unión del alma con Dios.
10. Y, porque acerca de estas visiones sirve también la misma doctrina que en el
capítulo 19 y 20 dimos para las visiones y aprehensiones sobrenaturales del sentido, no
gastaremos aquí más tiempo en decirlas.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 25
En que se trata de las revelaciones. Dice qué cosa sean y pone una distinción.
1. Por el orden que aquí llevamos, se sigue ahora tratar de la segunda manera de
aprehensiones espirituales, que arriba llamamos revelaciones, las cuales propiamente
pertenecen al espíritu de profecía. Acerca de lo cual, es primero de saber que revelación
no es otra cosa que descubrimiento de alguna verdad oculta o manifestación de algún
secreto o misterio: así como (si Dios diese al alma a entender alguna cosa, como) es
declarando al entendimiento la verdad de ella, o descubriese al alma algunas cosas que
él hizo, hace o piensa hacer.
2. Y, según esto, podemos decir que hay dos maneras de revelaciones: unas, que son
descubrimiento de verdades al entendimiento, que propiamente se llaman noticias
intelectuales o inteligencias; otras, que son manifestación de secretos, y éstas se llaman
propiamente, y más que estotras, revelaciones. Porque las primeras no se pueden llamar
en rigor revelaciones, porque aquéllas consisten en hacer Dios al alma verdades
desnudas, no sólo acerca de las cosas temporales, sino también de las espirituales,
mostrándoselas clara y manifiestamente. De las cuales he querido tratar debajo de
nombre de revelaciones; lo uno, por tener mucha vecindad y alianza con ellas; lo otro,
por no multiplicar muchos nombres de distinciones.
3. Pues, según esto, bien podremos distinguir ahora las revelaciones en dos géneros de
aprehensiones. Al uno llamaremos noticias intelectuales, y al otro, manifestación de
secretos y misterios ocultos de Dios; y concluiremos con ellos en dos capítulos lo más
brevemente que pudiéremos, y en éste del primero.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 26
En que se trata de las inteligencias de verdades desnudas en el entendimiento; y dice
cómo son en dos maneras y cómo se ha de haber el alma acerca de ellas.
1. Para hablar propiamente de esta inteligencia de verdades desnudas que se da al
entendimiento, era necesario que Dios tomase la mano y moviese la pluma; porque
sepas, amado lector, que excede toda palabra lo que ellas son para el alma en sí mismas.
Mas, pues yo no hablo aquí de ellas de propósito, sino sólo para industriar y encaminar
el alma en ellas a la divina unión, sufrirse ha hablar de ellas aquí corta y
modificadamente cuanto baste para el dicho intento.
2. Esta manera de visiones, o, por mejor decir, de noticias de verdades desnudas, es muy
diferente de la que acabamos de decir en el capítulo 24, porque no es como ver las cosas
corporales con el entendimiento, pero consiste en entender y ver verdades de Dios o de
las cosas que son, fueron y serán, lo cual es muy conforme al espíritu de profecía, como
por ventura se declarará después.
3. De donde es de notar que este género de noticias se distingue en dos maneras de ellas;
porque unas acaecen al alma acerca del Criador, otras acerca de las criaturas, como
habemos dicho. Y aunque las unas y las otras son muy sabrosas para el alma, pero el
deleite que causan en ella estas que son de Dios no hay cosa a qué le poder comparar, ni
vocablos ni términos con qué le poder decir, porque son noticias del mismo Dios y
deleite del mismo Dios; que, como dice David (Sal. 39, 6), no hay como él cosa alguna.
Porque acaecen estas noticias derechamente acerca de Dios, sintiendo altísimamente de
algún atributo de Dios, ahora de su omnipotencia, ahora de su fortaleza, ahora de su
bondad y dulzura, etc.; y todas las veces que se siente, se pega en el alma aquello que se
siente. Que, por cuanto es pura contemplación, ve claro el alma que no hay cómo poder
decir algo de ello, si no fuese decir algunos términos generales que la abundancia del
deleite y bien que allí sintieron les hace decir a las almas por quien pasa; mas no para
que en ellos se pueda acabar de entender lo que allí el alma gustó y sintió.
4. Y así David (Sal. 18, 10-11), habiendo por él pasado algo de esto, sólo dijo (de ello)
con palabras comunes y generales, diciendo: Iudicia Domini vera, iustificata in
semetipsa. Desiderabilia super aurum et lapidem pretiosum multum, et dulciora super
mel et favum; que quiere decir: Los juicios de Dios, esto es, las virtudes y atributos que
sentimos en Dios, son verdaderos, en sí mismos justificados, más deseables que el oro y
que la piedra preciosa muy mucho, y más dulces sobre el panal y la miel. Y de Moisés
leemos (Ex. 34, 6-7) que en una altísima noticia que Dios le dio de sí, una vez que pasó
delante de él, sólo dijo lo que se puede decir por los dichos términos comunes, y fue
que, pasando el Señor por él en aquella noticia, se postró Moisés muy aprisa en la tierra,
diciendo: Dominator Domine Deus, misericors et clemens, patiens et multae
miserationis ac verax. Qui custodis misericordias in millia, etc.; que quiere decir:
Emperador, Señor, Dios, misericordioso y clemente, paciente y de mucha miseración y
verdadero, que guardas la misericordia que prometes en millares. Donde se ve que, no
pudiendo Moisés declarar lo que en Dios conoció en una sola noticia, lo dijo y rebosó
por todas aquellas palabras.
Y aunque, a veces en las tales noticias, palabras se dicen, bien ve el alma que no ha
dicho nada de lo que sintió, porque ve que no hay nombre acomodado para poder
nombrar aquello. Y así san Pablo (2 Cor. 12, 4), cuando tuvo aquella alta noticia de
Dios, no curó de decir nada, sino decir que no era lícito al hombre tratar de ello.
5. Estas noticias divinas que son acerca de Dios, nunca son de cosas particulares, por
cuanto son acerca del Sumo Principio; y, por eso, no se pueden decir en particular, si no
fuese en alguna manera alguna verdad de cosa menos que Dios, que juntamente se
echase de ver allí; mas aquéllas no, en ninguna manera. Y estas altas noticias no las
puede tener sino el alma que llega a unión de Dios, porque ellas mismas son la misma
unión; porque consiste el tenerlas en cierto toque que se hace del alma en la Divinidad,
y así el mismo Dios es el que allí es sentido y gustado. Y, aunque no manifiesta y
claramente como en la gloria, pero es tan subido y alto toque de noticia y sabor que
penetra la sustancia del alma, que el demonio no se puede entrometer ni hacer otro
semejante, porque no le hay, ni cosa que se compare, ni infundir sabor ni deleite
semejante. Porque aquellas noticias saben a esencia divina y vida eterna, y el demonio
no puede fingir cosa tan alta.
6. Podría él, empero, hacer alguna apariencia de simia, representando al alma algunas
grandezas y henchimientos muy sensibles, procurando persuadir al alma que aquello es
Dios; mas no de manera que entrasen en la sustancia del alma y la renovasen y
enamorasen súbitamente, como hacen las de Dios. Porque hay algunas noticias y toques
de éstos que hace Dios en la sustancia del alma que de tal manera la enriquecen, que no
sólo basta una de ellas para quitar al alma de una vez todas las imperfecciones que ella
no había podido quitar en toda la vida, mas la deja llena de virtudes y bienes de Dios.
7. Y le son al alma tan sabrosos y de tan íntimo deleite estos toques, que con uno de
ellos se daría por bien pagada de todos los trabajos que en su vida hubiese padecido,
aunque fuesen innumerables, y queda tan animada y con tanto brío para padecer muchas
cosas por Dios, que le es particular pasión ver que no padece mucho.
8. Y a estas altas noticias no puede el alma llegar por alguna comparación ni
imaginación suya, porque son sobre todo eso; y así, sin la habilidad del alma las obra
Dios en ella. De donde, a veces, cuando ella menos piensa y menos lo pretende suele
Dios dar al alma estos divinos toques, en que le causa ciertos recuerdos de Dios. Y éstos
a veces se causan súbitamente en ella sólo en acordarse de algunas cosas, y a veces
harto mínimas. Y son tan sensibles, que algunas veces no sólo al alma, sino también al
cuerpo hacen estremecer. Pero otras veces acaecen en el espíritu muy sosegado sin
estremecimiento alguno, con súbito sentimiento del deleite y refrigerio en el espíritu.
9. Otras veces acaecen en alguna palabra que dicen u oyen decir, ahora de la sagrada
Escritura, ahora de otra cosa. Mas no siempre son de una misma eficacia y sentimiento,
porque muchas veces son harto remisos; pero, por mucho que sean, vale más uno de
estos recuerdos y toques de Dios al alma que otras muchas noticias y consideraciones de
las criaturas y obras de Dios. Y por cuanto estas noticias se dan al alma de repente y sin
albedrío de ella, no tiene el alma que hacer en ellas en quererlas o no quererlas, sino
háyase humilde y resignadamente acerca de ellas, que Dios hará su obra cómo y cuándo
él quisiese.
10. Y en éstas no digo que se haya negativamente, como en las demás aprehensiones,
porque ellas son parte de la unión, como habemos dicho, en que vamos encaminando al
alma; por la cual la enseñamos a desnudarse y desasirse de todas las otras. Y el medio
para que Dios la haga, ha de ser humildad y padecer por amor de Dios con resignación
de toda retribución; porque estas mercedes no se hacen al alma propietaria, por cuanto
son hechas con muy particular amor de Dios que tiene con la tal alma, porque el alma
también se le tiene a él muy desapropiado. Que esto es lo que quiso decir el Hijo de
Dios por san Juan (14, 21), cuando dijo: Qui autem diligit me, diligetur a Patre meo, et
ego diligam eum, et manifestabo ei meipsum, que quiere decir: El que me ama, será
amado de mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a mí mismo a él. En lo cual se
incluyen las noticias y toques que vamos diciendo que manifiesta Dios al alma (que se
llega a él y) de veras le ama.
11. La segunda manera de noticias o visiones de verdades interiores es muy diferente de
esta que habemos dicho, porque es de cosas más bajas que Dios y en éstas se encierra el
conocimiento de la verdad de las cosas en sí y el de los hechos y casos que acaecen
entre los hombres. Y es de manera este conocimiento, que, cuando se le dan al alma a
conocer estas verdades, de tal manera se le asientan en el interior sin que nadie la diga
nada, que, aunque la digan otra cosa, no puede dar el consentimiento interior a ella,
aunque se quiera hacer fuerza para asentir, porque está el espíritu conociendo otra cosa
en la cosa con el espíritu que le tiene presente a aquella cosa; lo cual es como verlo
claro. Lo cual pertenece al espíritu de profecía y a la gracia que llama san Pablo (1 Cor.
12, 10) don de discreción de espíritus. Y aunque el alma tiene aquello que entiende por
tan cierto y verdadero como habemos dicho, y no puede dejar de tener aquel
consentimiento interior pasivo, no por eso ha de dejar de creer y dar el consentimiento
de la razón a lo que le dijere y mandare su maestro espiritual, aunque sea muy contrario
a aquello que siente, para enderezar de esta manera el alma en fe a la divina unión, a la
cual ha de caminar el alma más creyendo que entendiendo.
12. De lo uno y de lo otro tenemos testimonios claros en la sagrada Escritura. Porque,
acerca del conocimiento espiritual que se puede tener en las cosas, dice el Sabio (Sab. 7,
17-21) estas palabras: Ipse dedit mihi horum quae sunt scientiam veram, ut sciam
dispositionem orbis terrarum, et virtutes elementorum, initium et consummationem
temporum, vicissitudinum permutationes, et consummationes temporum et morum
mutationes, divisiones temporum, et anni cursus, et stellarum dispositiones, naturas
animalium et iras bestiarum, vim ventorum, et cogitationes hominum, differentias
virgultorum, et virtutes radicum, et quaecumque sunt abscondita, et improvisa didici:
omnium enim artifex docuit me sapientia; que quiere decir: Diome Dios ciencia
verdadera de las cosas que son: que sepa la disposición de la redondez de las tierras y
las virtudes de los elementos; el principio y fin y mediación de los tiempos; los
mudamientos de las mudanzas y las consumaciones de los tiempos, y las mudanzas de
las costumbres, las divisiones de los tiempos, los cursos del año y las disposiciones de
las estrellas; las naturalezas de los animales y las iras de las bestias, la fuerza y virtud de
los vientos, y los pensamientos de los hombres; las diferencias de las plantas y árboles y
las virtudes de las raíces, y todas las cosas que están escondidas aprendí, y las
improvisas. Porque la Sabiduría, que es artífice de todas las cosas, me enseñó.
Y, aunque esta noticia que dice aquí el Sabio que le dio Dios de todas las cosas fue
infusa y general, por esta autoridad se prueban suficientemente todas las noticias que
particularmente infunde Dios en las almas por vía sobrenatural cuando él quiere. No
porque les dé hábito general de ciencia, como se dio a Salomón en las cosas dichas, sino
descubriéndoles a veces algunas verdades acerca de cualesquiera de todas estas cosas
que aquí cuenta el Sabio.
Aunque verdad es que Nuestro Señor acerca de muchas cosas infunde hábitos a muchas
almas, aunque nunca tan generales como el de Salomón, tal como aquellas diferencias
de dones que cuenta san Pablo (1 Cor. 12, 8-10) que reparte Dios, entre los cuales pone
sabiduría, ciencia, fe, profecía, discreción o conocimiento de espíritus, inteligencia de
lenguas, declaración de las palabras, etc. Todas las cuales noticias son hábitos infusos,
que gratis los da (Dios) a quien quiere, ahora natural, ahora sobrenaturalmente;
naturalmente, así como a Balam y otros profetas idólatras y muchas sibilas a quien dio
espíritu de profecía; y sobrenaturalmente, como a los santos Profetas y Apóstoles y
otros santos.
13. Pero, allende de estos hábitos o gracias "gratis data", lo que decimos es que las
personas perfectas o las que ya van aprovechando en perfección, muy ordinariamente
suelen tener ilustración y noticia de las cosas presentes o ausentes; lo cual conocen por
el espíritu que tienen ya ilustrado y purgado. Acerca de lo cual podemos entender
aquella autoridad de los Proverbios (27, 19), es a saber: Quomodo in aquis resplendent
vultus prospicientium, sic corda hominum manifesta sunt prudentibus: De la manera que
en las aguas parecen los rostros de los que en ellas se miran, así los corazones de los
hombres son manifiestos a los prudentes; que se entiende de aquellos que tienen ya
sabiduría de santos, de lo cual dice la sagrada Escritura que es prudencia (Pv. 9, 10). Y a
este modo, también estos espíritus conocen a veces en las demás cosas, aunque no
siempre que ellos quieren, que eso es sólo de los que tienen el hábito, y aun ésos no
tampoco siempre en todo, porque es como Dios quiere acudirles.
14. Pero es de saber que estos que tienen el espíritu purgado con mucha facilidad
naturalmente pueden conocer, y unos más que otros, lo que hay en el corazón o espíritu
interior, y las inclinaciones y talentos de las personas; y esto por indicios exteriores,
aunque sean muy pequeños, como por palabras, movimientos y otras muestras. Porque,
así como el demonio puede esto, porque es espíritu, así también lo puede el espiritual,
según el dicho del Apóstol (1 Cor. 2, 15) que dice: Spiritualis autem iudicat omnia: El
espiritual todas las cosas juzga. Y otra vez (1 Cor. 2, 10) dice: Spiritus enim omnia
scrutatur, etiam profunda Dei: El espíritu todas las cosas penetra, hasta las cosas
profundas de Dios. De donde, aunque naturalmente no pueden los espirituales conocer
los pensamientos o lo que hay en el interior, por ilustración sobrenatural o por indicios
bien lo pueden entender. Y aunque en el conocimiento por indicios muchas veces se
pueden engañar, las más veces aciertan. Mas ni de lo uno ni de lo otro hay que fiarse,
porque el demonio se entremete aquí grandemente y con mucha sutileza, como luego
diremos; y así siempre se han de renunciar las tales inteligencias (y noticias).
15. Y de que también de los hechos y casos de los hombres puedan tener los espirituales
noticia aunque estén ausentes, tenemos testimonio y ejemplo en el cuarto de los Reyes
(5, 26), donde, queriendo Giezi, siervo de nuestro Padre Eliseo, encubrirle el dinero que
había recibido de Naamán Siro, dijo Eliseo: Nonne cor meum in praesenti erat, quando
reversus est homo de curru suo in ocursum tui?: ¿Por ventura mi corazón no estaba
presente cuando Naamán revolvió de su carro y te salió al encuentro? Lo cual acaeció
espiritualmente, viéndolo con (el) espíritu como si pasase en presencia. Y lo mismo se
prueba en el mismo libro (4 Re. 6, 11-12), donde se lee también del mismo Eliseo que,
sabiendo todo lo que el rey de Siria trataba con sus príncipes en su secreto, lo decía al
rey de Israel, y así no tenían efecto sus consejos, tanto, que viendo el rey de Siria que
todo se sabía, dijo a su gente: ¿Por qué no me decís quién de vosotros me es traidor
acerca del rey de Israel? Y entonces díjole uno de sus siervos: Nequaquam, domine mi
rex, sed Eliseus propheta, qui est in Israel indicat regi Israel omnia verba quaecumque
locutus fueris in conclavi tuo: No es así, señor mío, rey, sino que Eliseo profeta, que
está en Israel, manifiesta al rey (de Israel) todas las palabras que en tu secreto hablas.
16. La una y la otra manera de estas noticias de cosas, también como de las otras,
acaecen al alma pasivamente, sin hacer ella nada de su parte. Porque acaecerá que,
estando la persona descuidada y remota, se le pondrá en el espíritu la inteligencia viva
de lo que oye o lee, mucho más claro que la palabra suena; y, a veces, aunque no
entienda las palabras si son de latín y no le sabe, se le representa la noticia de ellas
aunque no las entienda.
17. Acerca de los engaños que el demonio puede hacer y hace en esta manera de
noticias e inteligencias había mucho que decir, porque son grandes los engaños y muy
encubiertos que en esta manera hace, por cuanto por sugestión puede representar al alma
muchas noticias intelectuales y ponerlas con tanto asiento, que parezca que no hay otra
cosa y, si el alma no es humilde y recelosa, sin duda la hará creer mil mentiras. Porque
la sugestión hace a veces mucha fuerza en el alma, mayormente cuando participa algo
en la flaqueza del sentido, en que hace pegar la noticia con tanta fuerza, persuasión y
asiento, que ha menester el alma entonces harta oración y fuerza para echarla de sí.
Porque a veces suele representar pecados ajenos, y conciencias malas, y malas almas,
falsamente y con mucha luz, todo por infamar y con gana de que se descubra aquello,
porque se hagan pecados, poniendo celo en el alma de que es para que los encomiende a
Dios. Que, aunque es verdad que Dios algunas veces representa a las almas santas
necesidad, es de sus prójimos, para que las encomienden a Dios o las remedien, así
como leemos que descubrió a Jeremías la flaqueza del profeta Baruc (Jr. 45, 3) para que
le diese acerca de ella doctrina, muy muchas veces lo hace el demonio, y esto
falsamente, para inducir en infamias, y pecados, y desconsuelos, de que tenemos muy
mucha experiencia. Y otras veces pone con grande asiento otras noticias y las hace
creer.
18. Todas estas noticias, ahora sean de Dios, ahora no, muy poco pueden servir al
provecho del alma para ir a Dios si el alma se quisiese asir a ellas; antes, si no tuviese
cuidado de negarlas en sí, no sólo la estorbarían, sino aun la dañarían harto y harían
errar mucho; porque todos los peligros e inconvenientes que habemos dicho que puede
haber en las aprehensiones sobrenaturales que habemos tratado hasta aquí y más puede
haber en éstas. Por tanto, no me alargaré más aquí en esto, pues en las pasadas habemos
dado doctrina bastante, sino sólo diré que haya gran cuidado en negarlas siempre,
queriendo caminar a Dios por el no saber; y siempre dé cuenta a su confesor (o maestro)
espiritual, estando siempre a lo que dijere. El cual muy de paso haga pasar al alma por
ello, no haciéndole cuerpo de nada para su camino de unión; pues de estas cosas que
pasivamente se dan al alma siempre se queda en ella el efecto que Dios quiere, sin que
el alma ponga su diligencia en ello. Y así, no me parece hay para qué decir aquí el
efecto que hacen las verdaderas ni el que hacen las falsas, porque sería cansar y no
acabar; porque los efectos de éstas no se pueden comprehender debajo de corta doctrina;
por cuanto, como estas noticias son muchas y muy varias, también lo son los efectos,
pues que las buenas los hacen buenos, y las malas, malos, etc. (En decir que todas se
nieguen, queda dicho lo que basta para no errar).
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 27
En que se trata del segundo género de revelaciones, que es descubrimiento de secretos
(y misterios) ocultos. Dice la manera en que pueden servir para la unión de Dios y en
qué estorbar, y cómo el demonio puede engañar mucho en esta parte.
1. El segundo género de revelaciones decíamos que eran manifestación de secretos y
misterios ocultos. Este puede ser en dos maneras:
La primera, acerca de lo que es Dios en sí, y en ésta se incluye la revelación del misterio
de la Santísima Trinidad y unidad de Dios.
La segunda es acerca de lo que es Dios en sus obras, y en ésta se incluyen los demás
artículos de nuestra fe católica y las proposiciones que explícitamente acerca de ellas
puede haber de verdades. En las cuales se incluyen y encierran mucho número de las
revelaciones de los profetas, de promesas y amenazas de Dios, y otras cosas que habían
y han de acaecer acerca de este negocio de fe.
Podemos también en esta segunda manera incluir otras muchas cosas particulares que
Dios ordinariamente revela, así acerca del universo en general, como también en
particular acerca de reinos, provincias y estados y familias y personas particulares.
De lo cual tenemos en las Divinas Letras ejemplos en abundancia, así de lo uno como
de lo otro, mayormente en todos los Profetas en los cuales se hallan revelaciones de
todas estas maneras. Que, por ser cosa clara y llana, no quiero gastar tiempo en
alegarlos aquí, sino decir que estas revelaciones no sólo acaecen de palabra, porque las
hace Dios de muchos modos y maneras: a veces con palabras solas, a veces por señales
solas y figuras e imágenes y semejanzas solas, a veces juntamente con lo uno y con lo
otro, como también es de ver en los Profetas, particularmente en todo el Apocalipsis,
donde no solamente se hallan todos los géneros de revelaciones que habemos dicho,
mas también los modos y maneras que aquí decimos.
2. De estas revelaciones que se incluyen en la segunda manera, todavía las hace Dios en
este tiempo a quien quiere. Porque suele revelar a algunas personas los días que han de
vivir, o los trabajos que han de tener, o lo que ha de pasar por tal o tal persona, o por tal
o tal reino, etc. Y aun acerca de los misterios de nuestra fe, descubrir y declarar al
espíritu las verdades de ellos; aunque esto no se llama propiamente revelación, por
cuanto ya está revelado, antes es manifestación o declaración de lo ya revelado.
3. Acerca de este género de revelaciones, puede el demonio mucho meter la mano,
porque, como las revelaciones de este género ordinariamente son por palabras, figuras y
semejanzas, etc., puede el demonio muy bien fingir otro tanto, mucho más que cuando
las revelaciones (no) son en espíritu sólo. Y, por tanto, si acerca de la primera manera y
la segunda que aquí decimos, en cuanto (a) lo que toca a nuestra fe, se nos revelase algo
de nuevo o cosa diferente, en ninguna manera habemos de dar el consentimiento,
aunque tuviésemos evidencia que aquel que lo decía era un ángel del cielo; porque así lo
dice san Pablo (Gl. 1, 8), diciendo: Licet nos, aut angelus de caelo evangelizet vobis
praeterquam quod evangelizavimus vobis, anathema sit; que quiere decir: Aunque
nosotros o un ángel del cielo os declare o predique otra cosa fuera de la que os habemos
predicado, sea anatema.
4. De donde, por cuanto no hay más artículos que revelar acerca de la sustancia de
nuestra fe que los que ya están revelados a la Iglesia, no sólo no se ha de admitir lo que
de nuevo se revelare al alma acerca de ella, pero (aun) le conviene, para cautela, de no ir
admitiendo otras variedades envueltas; y por la pureza del alma, que la conviene tener
en fe, aunque se le revelen de nuevo las ya reveladas, no creerlas porque entonces se
revelan de nuevo, sino porque ya están reveladas bastantemente a la Iglesia; sino que,
cerrando el entendimiento a ellas, sencillamente se arrime a la doctrina de la Iglesia y su
fe, que, como dice san Pablo (Rm. 10, 17), entra por el oído, y no acomode el crédito y
entendimiento a estas cosas de fe reveladas de nuevo, aunque más conformes y
verdaderas le parezcan, si no quiere ser engañado. Porque el demonio, para ir
engañando e ingiriendo mentiras, primero ceba con verdades y cosas verosímiles para
asegurar y luego ir engañando; que es a manera de la cerda del que cose el cuero, que
primero entra la cerda tiesa y luego tras ella el hilo flojo, el cual no pudiera entrar si no
le fuera guía la cerda.
5. Y en esto se mire mucho; porque, aunque fuese verdad que no hubiese peligro del
dicho engaño, conviene al alma mucho no querer entender cosas claras acerca de la fe
para conservar puro y entero el mérito de ella y también para venir en esta noche del
entendimiento a la divina luz de la divina unión. E importa tanto esto de allegarse los
ojos cerrados a las profecías pasadas en cualquiera nueva revelación, que, con haber el
apóstol san Pedro visto la gloria del Hijo de Dios en alguna manera en el monte Tabor,
con todo, dijo en su canónica (2 Pe. 1, 19) estas palabras: Et habemus firmiorem
propheticum sermonem: cui benefacitis attendentes, etc.; lo cual es como si dijera:
Aunque es verdad la visión que vimos de Cristo en el monte, más firme y cierta es la
palabra de la profecía que nos es revelada, a la cual arrimando vuestra alma, hacéis bien.
6. Y si es verdad (que) por las causas ya dichas (es conveniente) cerrar los ojos a las ya
dichas revelaciones que acaecen acerca de las proposiciones de la fe, ¿cuánto más
necesario será no admitir ni dar crédito a las demás revelaciones que son de cosas
diferentes, en las cuales ordinariamente mete el demonio la mano tanto, que tengo por
imposible que deje de ser engañado en muchas de ellas el que no procurase desecharlas,
según la apariencia de verdad y asiento que el demonio mete en ellas? Porque junta
tantas apariencias y conveniencias para que se crean, y las asienta tan fijamente en el
sentido y la imaginación, que le parece a la persona que sin duda acaecerá así. Y de tal
manera hace asentar y aferrar en ello al alma, que si ella no tiene humildad, apenas la
sacarán de ello y la harán creer lo contrario. Por tanto, el alma pura, cauta, y sencilla y
humilde, con tanta fuerza y cuidado ha de resistir (y desechar) las revelaciones y otras
visiones, como las muy peligrosas tentaciones; porque no hay necesidad de quererlas,
sino de no quererlas para ir a la unión de amor. Que eso es lo que quiso decir Salomón
(Ecli. 7, 1) cuando dijo: ¿Qué necesidad tiene el hombre de querer y buscar las cosas
que son sobre su capacidad natural? Como si dijéramos: Ninguna necesidad tiene para
ser perfecto de querer cosas sobrenaturales por vía sobrenatural, que es sobre su
capacidad.
7. Y porque a las objeciones que contra esto se pueden poner está ya respondido en el
capítulo 19 y 20 de este libro, remitiéndome a ellos, sólo digo que de todas ellas se
guarde el alma para caminar pura y sin error en la noche de la fe a la unión.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 28
En que se trata de las locuciones (interiores) que sobrenaturalmente pueden acaecer al
espíritu. Dice en cuántas maneras sean.
1. Siempre ha menester acordarse el discreto lector del intento y fin que en este libro
llevo, que es encaminar al alma por todas las aprehensiones de ella, naturales y
sobrenaturales, sin engaño ni embarazo en la pureza de la fe, a la divina unión con Dios.
Para que así entienda cómo, aunque acerca de las aprehensiones del alma y doctrina que
voy tratando no doy tan abundante doctrina ni desmenuzo tanto la materia y divisiones
como por ventura requiere el entendimiento, no quedo corto en esta parte. Pues acerca
de todo ello entiendo se dan bastantes avisos, luz y documentos para saberse haber
prudentemente en todas las cosas del alma, exteriores e interiores, para pasar adelante.
Y ésta es la causa por qué con tanta brevedad he concluido con las aprehensiones de
profecías, así como en las demás he hecho, habiendo mucho más que decir en cada una
según las diferencias y modos y maneras que en cada una suele haber, que entiendo no
se podrían acabar de saber; contentándome con que, a mi ver, queda dicha la sustancia y
la doctrina y cautela que conviene para ello y para todo lo a ello semejante que pudiese
acaecer en el alma.
2. Lo mismo haré ahora acerca de la tercera manera de aprehensiones, que decíamos
eran locuciones sobrenaturales, que sin medio de algún sentido corporal se suelen hacer
en los espíritus de los espirituales, las cuales, aunque son en tantas maneras, hallo que se
pueden reducir todas a estas tres, conviene a saber: palabras sucesivas, formales y
sustanciales.
Sucesivas llamo ciertas palabras distintas y formales que el espíritu recibe, no de sí, sino
de tercera persona, a veces estando recogido, a veces no lo estando.
Palabras sustanciales son otras palabras que también formalmente se hacen al espíritu, a
veces estando recogido, a veces no, las cuales en la sustancia del alma hacen y causan
aquella sustancia y virtud que ellas significan. De todas las cuales iremos aquí tratando
por su orden.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 29
En que se trata del primer género de palabras que algunas veces el espíritu recogido
forma en sí. Dícese la causa de ellas y el provecho y daño que puede haber en ellas.
1. Estas palabras sucesivas siempre que acaecen es cuando está el espíritu recogido y
embebido en alguna consideración muy atento. Y, en aquella misma materia que piensa,
él mismo va discurriendo de uno en otro y formando palabras y razones muy a propósito
con tanta facilidad y distinción, y tales cosas no sabidas de él va razonando y
descubriendo acerca de aquello, que le parece que no es él el que hace aquello, sino que
otra persona interiormente lo va razonando, o respondiendo, o enseñando.
Y, a la verdad, hay gran causa para pensar esto, porque él mismo se razona y se
responde consigo, como si fuese una persona con otra. Y, a la verdad, en alguna manera
es así, que, aunque el mismo espíritu es el que aquello hace como instrumento, el
Espíritu Santo le ayuda muchas veces a producir y formar aquellos conceptos, palabras
y razones verdaderas. Y así, se las habla, como si fuese tercera persona, a sí mismo.
Porque como entonces el entendimiento está recogido y unido con la verdad de aquello
que piensa, y el Espíritu Divino también está unido con él en aquella verdad, como lo
está siempre en toda verdad, de aquí es que, comunicando el entendimiento en esta
manera con el Espíritu Divino mediante aquella verdad, juntamente las demás verdades
que son acerca de aquella que pensaba, abriéndole puerta y yéndole dando luz el
Espíritu Santo enseñador. Porque ésta es una manera de las que enseña el Espíritu
Santo.
2. Y de esta manera, alumbrado y enseñado de este Maestro el entendimiento,
entendiendo aquellas verdades, juntamente va formando aquellos dichos él de suyo,
sobre las verdades que de otra parte se le comunican. De manera que podemos decir que
la voz es de Jacob y las manos son de Esaú (Gn. 27, 22). Y no podrá acabar de creer el
que lo tiene que es así, sino que los dichos y palabras son de tercera persona; (porque no
sabe con la facilidad que puede el entendimiento formar palabras para sí de tercera
persona) sobre conceptos y verdades que se le comunican también de tercera persona.
3. Y, aunque es verdad que en aquella comunicación e ilustración del entendimiento en
ella de suyo no hay engaño, pero puédelo haber y haylo muchas veces en las formales
palabras y razones que sobre ello forma el entendimiento; que, por cuanto aquella luz a
veces que se le da es muy sutil y espiritual, de manera que el entendimiento (no) alcanza
a informarse bien en ella, y él es el que, como decimos, forma las razones de suyo, de
aquí es que muchas veces las forma falsas, otras verisímiles o defectuosas. Que, como
ya comenzó a tomar hilo de la verdad al principio, y luego pone de suyo la habilidad o
rudeza de su bajo entendimiento, es fácil cosa ir variando conforme su capacidad; y
todo en, este modo, como que habla tercera persona.
4. Yo conocí una persona que, teniendo estas locuciones sucesivas, entre algunas harto
verdaderas y sustanciales que formaba del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, había
algunas que eran harto herejía. Y espántome yo mucho de lo que pasa en estos tiempos
y es que cualquiera alma de por ahí con cuatro maravedís de consideración, si siente
algunas locuciones de éstas en algún recogimiento, luego lo bautizan todo por de Dios,
y suponen que es así, diciendo: "Díjome Dios"," respondióme Dios"; y no será así, sino
que, como habemos dicho, ellos las más veces se lo dicen.
5. Y allende de esto, la gana que tienen de aquello y la afición que de ello tienen en el
espíritu, hace que ellos mismos se lo respondan y piensen que Dios se lo responde y se
lo dice. De donde vienen a dar en grandes desatinos si no tienen en esto mucho freno y
el que gobierna estas almas no las impone en la negación de estas maneras de discursos.
Porque en ellos más bachillería suelen sacar e impureza de alma que humildad y
mortificación de espíritu, pensando que ya fue gran cosa y que habló Dios; y no habrá
sido poco más que nada, o nada, o menos que nada. Porque lo que no engendra
humildad, y caridad, y mortificación, y santa simplicidad, y silencio, etcétera, ¿qué
puede ser? Digo, pues, que esto puede estorbar mucho para ir a la divina unión, porque
aparta mucho al alma, si hace caso de ello, del abismo de la fe, en que el entendimiento
ha de estar oscuro, y oscuro ha de ir por amor en fe y no por mucha razón.
6. Y si me dijeres que ¿por qué se ha de privar el entendimiento de aquellas verdades,
pues alumbra en ellas el Espíritu de Dios al entendimiento, y así no puede ser malo?,
digo que el Espíritu Santo alumbra al entendimiento recogido, y que le alumbra al modo
de su recogimiento y que el entendimiento no puede hallar otro mayor recogimiento que
en fe; y así no le alumbrará el Espíritu Santo en otra cosa más que en fe; porque cuanto
más pura y esmerada está el alma en fe, más tiene de caridad infusa de Dios; y cuanto
más caridad tiene, tanto más la alumbra y comunica los dones del Espíritu Santo, porque
la caridad es la causa y el medio por donde se les comunica.
Y, aunque es verdad que en aquella ilustración de verdades comunica al alma él alguna
luz, pero es tan diferente la que es en fe, sin entender claro, de ésta cuanto a la calidad,
como lo es el oro subidísimo del muy bajo metal; y cuanto a la cantidad, como excede la
mar a una gota de agua. Porque en la una manera se le comunica sabiduría de una, o
dos, o tres verdades, etc., y en la otra se le comunica toda la Sabiduría de Dios
generalmente, que es el Hijo de Dios, que se comunica al alma en fe.
7. Y si me dijeres que todo será bueno, que no impide lo uno a lo otro, digo que impide
mucho si el alma hace caso de ello, porque ya es ocuparse en cosas claras y de poco
tomo, que bastan para impedir la comunicación del abismo de la fe, en la cual
sobrenatural y secretamente enseña Dios al alma y la levanta en virtudes y dones como
ella no sabe.
Y el provecho que aquella comunicación sucesiva ha de hacer no ha de ser poniendo el
entendimiento de propósito en ella, porque antes iría de esta manera desviándola de sí,
según aquello que dice la Sabiduría en los Cantares (6, 4) al alma, diciendo: Aparta tus
ojos de mí, porque ésos me hacen volar, es a saber: volar lejos de ti y ponerme más alta,
sino que simple y sencillamente, sin poner el entendimiento en aquello que
sobrenaturalmente se está comunicando, aplique la voluntad con amor a Dios, pues en
amor se van aquellos bienes comunicando, y de esta manera antes se comunicará más en
abundancia que antes. Porque si en estas cosas que sobrenaturalmente y pasivamente se
comunican se pone activamente la habilidad del natural entendimiento o de otras
potencias, no llega su modo y rudeza a tanto, y así por fuerza las ha de modificar a su
modo y, por el consiguiente, las ha de variar: y así, de necesidad, ir errando y formando
las razones de suyo, y no ser ya aquello sobrenatural ni su figura, sino muy natural y
harto erróneo y bajo.
8. Pero hay algunos entendimientos tan vivos y sutiles que, en estando recogidos en
alguna consideración, naturalmente con gran facilidad, discurriendo en conceptos, los
van formando en las dichas palabras y razones muy vivas, y piensan, ni más ni menos,
que son de Dios, y no es sino el entendimiento, que con la lumbre natural, estando algo
libre de la operación de los sentidos, sin otra alguna ayuda sobrenatural puede eso y
más. Y de esto hay mucho; y se engañan muchos pensando que es mucha oración y
comunicación de Dios y, por eso, o lo escriben o hacen escribir. Y acaecerá que no será
nada ni tenga sustancia de alguna virtud y que no sirva más de para envanecerse con
esto.
9. Estos aprendan a no hacer caso sino en fundar la voluntad en (fortaleza de) amor
humilde, y obrar de veras, y padecer imitando al Hijo de Dios en su vida y
mortificaciones; que éste es el camino para venir a todo bien espiritual, y no muchos
discursos interiores.
10. También en este género de palabras interiores sucesivas mete mucho el demonio la
mano, mayormente en aquellos que tienen alguna inclinación o afición a ellas porque, al
tiempo que ellos se comienzan a recoger, suele el demonio ofrecerles harta materia de
digresiones, formándole al entendimiento los conceptos palabras por sugestión, y le va
precipitando y engañando sutilísimamente con cosas verisímiles. Y ésta es una de las
maneras con que se comunica con los que tienen hecho algún pacto con él, tácito o
expreso, y como se comunica con algunos herejes, mayormente con algunos heresiarcas,
informándolos el entendimiento con conceptos y razones muy sutiles, falsas y erróneas.
11. De lo dicho queda entendido que estas locuciones sucesivas pueden proceder en el
entendimiento de tres causas, conviene a saber: del Espíritu Divino, que mueve y
alumbra al entendimiento, y de la lumbre natural del mismo entendimiento, y del
demonio, que le puede hablar por sugestión.
Y decir ahora las señales e indicios para conocer cuándo proceden de una causa y
cuándo de otra, sería algo dificultoso dar de ello enteras muestras e indicios; aunque
bien se pueden dar algunos generales, y son éstos:
Cuando en las palabras y conceptos juntamente el alma va amando y sintiendo amor con
humildad y reverencia de Dios, es señal que anda por allí el Espíritu Santo, el cual,
siempre que hace algunas mercedes, las hace envueltas en esto.
Cuando procede de la viveza y lumbre solamente del entendimiento, el entendimiento es
el que lo hace allí todo, sin aquella operación de virtudes, aunque la voluntad puede
naturalmente amar en el conocimiento y luz de aquellas verdades, y, después de pasada
la meditación, queda la voluntad seca, aunque no inclinada a vanidad ni a mal si el
demonio de nuevo sobre aquello no la tentase. Lo cual no acaece en las que fueron de
buen espíritu, porque después la voluntad queda ordinariamente aficionada a Dios e
inclinada a bien, puesto que algunas veces después acaecerá quedar la voluntad seca,
aunque la comunicación haya sido de buen espíritu, ordenándolo así Dios por algunas
causas útiles para el alma; y otras veces no sentirá el alma mucho las operaciones o
movimientos de aquellas virtudes, y será bueno lo que tuvo. Que por eso digo que es
dificultosa de conocer algunas veces la diferencia que hay de unas a otras, por los varios
efectos que en veces hacen; pero estos ya dichos son los comunes, aunque a veces en
más, a veces en menos abundancia.
Aun las que son del demonio, a veces son dificultosas de entender y conocer, porque
aunque es verdad que ordinariamente dejan la voluntad seca acerca del amor de Dios y
el ánimo inclinado a vanidad, estimación o complacencia, todavía pone algunas veces
en el ánimo una falsa humildad y afición hervorosa de voluntad fundada en amor
propio, que a veces es menester que la persona sea harto espiritual para que lo entienda.
Y esto hace el demonio por mejor encubrir(se), el cual sabe muy bien algunas veces
hacer derramar lágrimas sobre los sentimientos que él pone, para ir poniendo en el alma
las aficiones que él quiere. Pero siempre les procura mover la voluntad a que estimen
aquellas comunicaciones interiores, y que hagan mucho caso de ellas, porque se den a
ellas y ocupen el alma en lo que no es virtud, sino ocasión de perder la que hubiese.
12. Quedemos, pues, en esta necesaria cautela, así en las unas como en las otras, para no
ser engañados ni embarazados con ellas: que no hagamos caudal de nada de ellas, sino
sólo de saber enderezar la voluntad con fortaleza a Dios, obrando con perfección su ley
y sus santos consejos, que es la sabiduría de los Santos, contentándonos de saber los
misterios y verdades con la sencillez y verdad que nos les propone la Iglesia. Que esto
basta para inflamar mucho la voluntad, sin meternos en otras profundidades y
curiosidades en que por maravilla falta peligro. Porque a este propósito dice san Pablo
(Rm. 12, 3): No conviene saber más de lo que conviene saber. Y esto baste cuanto a esta
materia de palabras sucesivas.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 30
En que trata de las palabras interiores que formalmente se hacen al espíritu por vía
sobrenatural. Avisa el daño que pueden hacer y la cautela necesaria para no ser
engañados en ellas.
1. El segundo género de palabras interiores son palabras formales que algunas veces se
hacen al espíritu por vía sobrenatural sin medio de algún sentido, ahora estando el
espíritu recogido, ahora no. Y llámolas "formales" porque formalmente al espíritu se las
dice tercera persona, sin poner él nada en ello. Y por eso son muy diferentes que las que
acabamos de decir; porque no solamente tienen la diferencia en que se hacen sin que el
espíritu ponga de su parte algo en ellas, como hace en las otras, pero, como digo,
acaécenle a veces sin estar recogidos, sino muy fuera de aquello que se le dice; lo cual
no es así en las primeras sucesivas, porque siempre son acerca de lo que estaba
considerando.
2. Estas palabras, a veces, son muy formadas, a veces no tanto; porque muchas veces
son como conceptos en que se le dice algo, ahora respondiendo, ahora en otra manera
hablándole al espíritu. Estas, a veces, son una palabra, a veces dos o más; a veces son
sucesivas, como las pasadas, porque suelen durar, enseñando o tratando algo con el
alma, y todas sin que ponga nada de suyo el espíritu, porque son todas como cuando
habla una persona con otra. Como leemos haberle acaecido a Daniel (9, 22), que dice
hablaba el ángel en él, lo cual era formal y sucesivamente razonando en su espíritu y
enseñándole, según allí también dice el ángel, diciendo que había venido para enseñarle.
3. Estas palabras, cuando no son más que formales, el efecto que hacen en el alma no es
mucho; porque, ordinariamente, sólo son para enseñar o dar luz en alguna cosa; y para
hacer este efecto no es menester que hagan otro más eficaz que el fin que ellas traen. Y
éste, cuando son de Dios, siempre le obran en el alma, porque ponen al alma pronta y
clara en aquello que se le manda o enseña, puesto que algunas veces no quitan al alma la
repugnancia y dificultad, antes se la suelen poner mayor; lo cual hace Dios para mayor
enseñanza, humildad y bien del alma. Y esta repugnancia más ordinariamente se la deja
cuando le manda cosas de mayoría o cosas en que puede haber alguna excelencia para el
alma; y en las cosas de humildad y bajeza les pone más facilidad y prontitud. Y así
leemos en el Exodo (c. 3-4) que, cuando mandó Dios a Moisés que fuese a Faraón y
librase al pueblo, tuvo tanta repugnancia, que fue menester mandárselo tres veces y
mostrarle señales, y, con todo eso, no aprovechaba, hasta que Dios le dio por compañero
a Aarón, que llevase parte de la honra.
4. Al contrario acaece cuando las palabras y comunicaciones son del demonio, que en
las cosas de más valer pone facilidad y prontitud, y en las bajas, repugnancia. Que,
cierto, aborrece Dios tanto el ver las almas inclinadas a mayorías, que aún cuando él se
lo manda y las pone en ellas no quiere que tengan prontitud que comúnmente pone Dios
en estas palabras formales al alma, son diferentes de esotras sucesivas, que no mueven
tanto al espíritu como éstas, ni le ponen tanta prontitud, por ser éstas (más) formales y
en que menos se entremete el entendimiento de suyo. Aunque no quita que algunas
veces hagan más efecto algunas sucesivas, por la gran comunicación que a veces hay
del Divino Espíritu con el humano; mas el modo es en mucha diferencia. En estas
palabras formales no tiene el alma que dudar si las dice ella, porque bien se ve que no,
mayormente cuando ella no estaba en lo que se le dijo; y si lo estaba, siente muy clara y
distintamente que aquella viene de otra parte.
5. De todas estas palabras formales tan poco caso ha de hacer el alma como de las otras
sucesivas; porque, demás de que ocuparía el espíritu de lo que no es legítimo y próximo
medio para la unión de Dios, que es la fe, podría facilísimamente ser engañada del
demonio; porque, a veces, apenas se conocerán cuáles sean dichas por buen espíritu y
cuáles por malo. Que como éstas no hacen mucho efecto, apenas se pueden distinguir
por los efectos, porque aun a veces las del demonio ponen más eficacia en los
imperfectos que esotras de buen espíritu en los espirituales. No se ha de hacer lo que
ellas dijeren, ni hacer caso de ellas, sean de bueno o mal espíritu; pero se han de
manifestar al confesor maduro o a persona discreta y sabia, para que dé doctrina y vea
lo que conviene en ello y dé su consejo, y se haya en ellas resignada y negativamente. Y
si no fuere hallada la tal persona experta, más vale, no haciendo caso de las tales
palabras, no dar parte a nadie, porque fácilmente encontrará con algunas personas que
antes le destruyan el alma que la edifiquen. Porque las almas no las ha de tratar
cualquiera, pues es cosa de tanta importancia errar o acertar en tan grave negocio.
6. Y adviértase mucho en que el alma jamás dé su parecer, ni haga cosa ni la admita, de
lo que aquellas palabras le dicen sin mucho acuerdo y consejo ajeno. Porque en esta
materia acaecen engaños sutiles y extraños; tanto, que tengo para mí que el alma que no
fuere enemiga de tener las tales cosas, no podrá dejar de ser engañada en muchas de
ellas (o en poco o en mucho).
7. Y porque de estos engaños y peligros y de la cautela para ellos está tratado de
propósito en el capítulo 17, 18, 19 y 20 de este libro, a los cuales me remito, no me
alargo más aquí. Sólo digo que la principal doctrina es no hacer caso de ello en nada.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 31
En que se trata de las palabras sustanciales que interiormente se hacen al espíritu.
Dícese la diferencia que hay de ellas a las formales, el provecho que hay en ellas y la
resignación y respecto que el alma debe tener en ellas.
1. El tercer género de palabras interiores decíamos que eran palabras sustanciales, las
cuales, aunque también son formales, por cuanto muy formalmente se imprimen en el
alma, difieren, empero, en que la palabra sustancial hace efecto vivo y sustancial en el
alma, y la solamente formal no así. De manera que, aunque es verdad que toda palabra
sustancial es formal, no por eso toda palabra formal es sustancial, sino solamente
aquella que, como arriba dijimos, imprime sustancialmente en el alma aquello que ella
significa. Tal como si nuestro Señor dijese formalmente al alma: "Sé buena", luego
sustancialmente sería buena; o si la dijese: "Amame", luego tendría y sentiría en sí
sustancia de amor de Dios; o si, temiendo mucho, la dijese: "No temas", luego sentiría
gran fortaleza y tranquilidad. Porque el dicho de Dios y su palabra, como dice el Sabio
(Ecli. 8, 4), es llena de potestad; y así hace sustancialmente en el alma aquello que le
dice. Porque esto es lo que quiso decir David (Sal. 67, 34) cuando dijo: Catad, que él
dará a su voz, voz de virtud. Y así lo hizo con Abraham, que, en diciendo que le dijo:
Anda en mi presencia y sé perfecto (Gn. 17, 1), luego fue perfecto y anduvo siempre
acatando a Dios. Y éste es el poder de su palabra en el Evangelio, con que sanaba los
enfermos, resucitaba los muertos, etc., solamente con decirlo. Y a este talle hace
locuciones a algunas almas, sustanciales. Y son de tanto momento y precio, que le son
al alma vida y virtud y bien incomparable, porque la hace más bien una palabra de éstas
que cuanto el alma ha hecho toda su vida.
2. Acerca de éstas, ni tiene el alma qué hacer (ni qué querer, ni qué no querer, ni qué
desechar, ni qué temer.
No tiene qué hacer) en obrar lo que ellas dicen, porque estas palabras sustanciales que
se las dice Dios para que ella las ponga por obra, sino para obrarlas en ella; lo cual es
diferente en las formales y sucesivas.
Y digo que no tiene qué querer ni no querer, porque ni es menester su querer para que
Dios las obre, ni bastan con no querer para que dejen de hacer el dicho efecto; sino
háyase con resignación y humildad en ellas.
No tiene qué desechar, porque el efecto de ellas queda sustanciado en el alma y lleno
del bien de Dios, al cual, como le recibe pasivamente, su acción es menos en todo.
Ni tiene que temer algún engaño, porque ni el entendimiento ni el demonio pueden
entrometerse en esto ni llegar a hacer pasivamente efecto sustancial en el alma, de
manera que la imprima el efecto y hábitos de su palabra, si no fuese que el alma
estuviese dada a él por pacto voluntario y, morando en ella como señor de ella, le
imprimiese los tales efectos, no de bien, sino de malicia. (Que, por cuanto aquella alma
estaba ya unida en nequicia voluntaria, podría fácilmente el demonio imprimirle los
efectos de los dichos, y palabras en malicia). Porque, aun por experiencia, vemos que
aun a las almas buenas en muchas cosas les hace harta fuerza por sugestión, poniéndoles
grande eficacia en ellas; que, si fuesen malas, las podría consumar en ellas. Mas los
efectos verisímiles a estos buenos no los puede imprimir, porque no hay comparación de
palabras de Dios. Todas son como si no fuesen, puestas con ellas; ni su efecto es nada,
puesto con el de ellas. Que, por eso, dice Dios por Jeremías (23, 28-29): ¿Qué tienen
que ver las pajas con el trigo? ¿Por ventura mis palabras no son como fuego y como
martillo que quebranta las peñas? Y así, estas palabras sustanciales sirven mucho para la
unión del alma con Dios, y cuanto más interiores, más sustanciales (son) y más
aprovechan. ¡Dichosa el alma a quien Dios las hablare! Habla, Señor, que tu siervo oye
(1 Sm. 3, 10).
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 32
En que se trata de las aprehensiones que recibe el entendimiento de los sentimientos
interiores que sobrenaturalmente se hacen el alma. Dice la causa de ellos y en qué
manera se ha de haber el alma para no impedir el camino de la unión de Dios en ellas.
1. Síguese ahora tratar del cuarto y último género de aprehensiones intelectuales, que
decíamos podían caer en el entendimiento de parte de los sentimientos espirituales que
muchas veces sobrenaturalmente se hacen al alma del espiritual, los cuales contamos
entre las aprehensiones distintas del entendimiento.
2. Estos sentimientos espirituales distintos pueden caer en dos maneras. La primera, son
sentimientos en el afecto de la voluntad; la segunda, son sentimientos en la sustancia del
alma. Los unos y los otros pueden ser de muchas maneras.
Los de la voluntad, cuando son de Dios, son muy subidos; mas los que son de la
sustancia del alma son altísimos y de gran bien y provecho. Los cuales ni el alma ni
quien la trata pueden saber ni entender la causa de donde proceden, ni por qué obras
Dios los haga.
Estas mercedes, porque no dependen de obras que el alma haga ni de consideraciones
que tenga, aunque estas cosas son buena disposición para ellas, dalo Dios a quien quiere
y por lo que él quiere; porque acaecerá que una persona se habrá ejercitado en muchas
obras, y no la dará estos toques; y otra en muchas menos, y se los dará subidísimos y en
mucha abundancia. Y así, no es menester que el alma esté actualmente empleada y
ocupada en cosas espirituales, aunque estarlo es mucho mejor para tenerlos, para que
Dios dé los toques de donde el alma tiene los dichos sentimientos, porque las más veces
está harto descuidada de ellos. De estos toques, unos son distintos y que pasan presto;
otros no son tan distintos y duran más.
3. Estos sentimientos, en cuanto son sentimientos solamente, no pertenecen al
entendimiento, sino a la voluntad; y así no trato de propósito aquí de ellos, hasta que
tratemos de la noche y purgación de la voluntad en sus aficiones, que será en el libro 3º
que se sigue. Pero, porque muchas y las más veces, de ellos redunda en el entendimiento
aprehensión y noticia e inteligencia, convenía hacer aquí mención de ellos sólo para este
fin. Por tanto, es de saber que de estos sentimientos -así de los de la voluntad como de
los que son en la sustancia del alma, ahora sean los toques de Dios que los causan
repentinos, ahora sean durables y sucesivos- muchas veces, como digo, redunda en el
entendimiento aprehensión de noticia o inteligencia, la cual suele ser un subidísimo
sentir de Dios y sabrosísimo en el entendimiento; al cual no se puede poner nombre
tampoco, como al sentimiento de donde redunda. Y estas noticias a veces son en una
manera, a veces en otra; a veces más subidas y claras, a veces menos, y menos claras,
según lo son también los toques que Dios hace, que causan los sentimientos de donde
ellas proceden, y según la propiedad de ellos.
4. Para (dar) cautela y encaminar al entendimiento por estas noticias en fe a la unión con
Dios, no es menester aquí gastar mucho almacén; porque, como quiera que los
sentimientos que habemos dicho se hagan pasivamente en el alma, sin que ella haga
algo de su parte efectivamente para recibirlos, así también las noticias de ellos se
reciben pasivamente en el entendimiento que llaman los filósofos posible, sin que él
haga nada de su parte. De donde, para no errar en ellos ni impedir su provecho, él
tampoco ha de hacer nada en ellos, sino haberse pasivamente acerca de ellos, sin
entrometer su capacidad natural. Porque, como habemos dicho que acaece en las
palabras sucesivas, facilísimamente con su actividad turbará y deshará aquellas noticias
delicadas, que son una sabrosa inteligencia sobrenatural a que no llega el natural ni la
puede comprehender haciendo, sino recibiendo.
Y así, no ha de procurarlas ni tener gana de admitirlas, porque el entendimiento no vaya
de suyo formando otras, ni el demonio tenga entrada con otras varias y falsas; lo cual
puede él muy bien hacer por medio de los dichos sentimientos o los que él de suyo
puede poner en el alma que se da a estas noticias. Háyase resignada, humilde y
pasivamente en ellas: que, pues pasivamente las recibe de Dios, él se las comunicará
cuando él fuere servido, viéndola humilde y desapropiada. Y de esta manera no
impedirá en sí el provecho que estas noticias hacen para la divina unión (que es grande,
porque todos estos toques son de unión), la cual pasivamente se hace en el alma.
5. Lo dicho basta acerca de esto, porque, cualquiera cosa que al alma acaezca acerca del
entendimiento, se hallará la cautela y doctrina para ella en las divisiones ya dichas. Y,
aunque parezca diferente y que en ninguna manera se comprehende, ninguna
inteligencia hay que no se pueda reducir a una de ellas y sacarse doctrina para ellas.
Inicio -------------------------------------------------------------------------LIBRO TERCERO
[San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE
CARMELOLibro 1º - 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
--------------------------------------------------------------------------LIBRO TERCERO
En que se trata de la purgación de la noche activa de la memoria y voluntad. Dase
doctrina cómo se ha de haber el alma acerca de las aprehensiones de estas dos potencias
para venir a unirse con Dios, según las dichas dos potencias, en perfecta esperanza y
caridad.
CAPÍTULO PRIMERO
1. Instruida ya la primera potencia del alma, que es el entendimiento, por todas sus
aprehensiones en la primera virtud teológica, que es la fe, para que según esta potencia
se pueda unir el alma con Dios por medio de pureza de fe, resta ahora hacer lo mismo
acerca de las otras dos potencias del alma, que son memoria y voluntad, purificándolas
también acerca de sus aprehensiones, para que, según estas dos potencias, el alma se
venga a unir con Dios en perfecta esperanza y caridad, lo cual se hará brevemente en
este 3º libro. Porque habiendo concluido con el entendimiento, que es el receptáculo de
todos los demás objetos en su manera, en lo cual está andado mucho camino para lo
demás, no es necesario alargarnos tanto acerca de estas potencias; porque no es posible
que, si el espiritual instruyere bien al entendimiento en fe según la doctrina que se le ha
dado, no instruya también de camino a las otras dos potencias en las otras dos virtudes,
pues las operaciones de las unas dependen de las otras.
2. Pero porque, para cumplir con el estilo que se lleva y también para que mejor se
entienda, es necesario hablar en la propia y determinada materia, habremos aquí de
poner las propias aprehensiones de cada potencia, y primero de las de la memoria,
haciendo de ellas aquí la distinción que basta para nuestro propósito. La cual podremos
sacar de la distinción de sus objetos que son tres: naturales, imaginarios y espirituales;
según los cuales, también son en tres maneras las noticias de la memoria, es a saber:
naturales y sobrenaturales e imaginarias espirituales.
3. De las cuales, mediante el favor divino, iremos aquí tratando, comenzando de las
noticias naturales, que son de objeto más exterior. Y luego se tratará de las aficiones de
la voluntad, con que se concluirá este libro tercero de la noche activa espiritual.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 2
En que trata de las aprehensiones naturales de la memoria, y se dice cómo se ha de
vaciar de ellas para que el alma se pueda unir con Dios según esta potencia.
1. Necesario le es al lector advertir en cada libro de éstos al propósito que vamos
hablando, porque, si no, podránle nacer muchas dudas acerca de lo que fuere leyendo,
como ahora las podría tener en lo que habemos dicho del entendimiento y ahora diremos
de la memoria, y después diremos de la voluntad. Porque, viendo cómo aniquilamos (las
potencias acerca de sus operaciones, quizá la parecerá que antes destruimos) el camino
del ejercicio espiritual que le edificamos; lo cual sería verdad si quisiésemos instruir
aquí no más que a principiantes, a los cuales conviene disponerse por esas
aprehensiones discursivas y aprehensibles.
2. Pero, porque aquí vamos dando doctrina para pasar adelante en contemplación a
unión de Dios (para lo cual todos esos medios y ejercicios sensitivos de potencias han
de quedar atrás y en silencio, para que Dios de suyo obre en el alma la divina unión)
conviene ir por este estilo desembarazando y vaciando y haciendo negar a las potencias
su jurisdicción natural y operaciones, para que se dé lugar a que sean infundidas e
ilustradas de lo sobrenatural, pues su capacidad no puede llegar a negocio tan alto, antes
estorban, si no se pierde de vista.
3. Y así, siendo verdad, como lo es, que a Dios el alma antes le ha de ir conociendo por
lo que no es que por lo que es, de necesidad, para ir a él ha de ir negando y no
admitiendo hasta lo último que pudiere negar de sus aprehensiones, así naturales como
sobrenaturales. Por lo cual así lo haremos ahora en la memoria, sacándola de sus límites
y quicios naturales y subiéndola sobre sí, esto es, sobre toda noticia distinta y posesión
aprehensible, en suma esperanza de Dios incomprehensible.
4. Comenzando, pues, por las noticias naturales, digo que noticias naturales en la
memoria son todas aquellas que puede formar de los objetos de los cinco sentidos
corporales, que son: oír, ver, oler, gustar y palpar, y todas las que a este talle ella
pudiere fabricar y formar. Y de todas estas noticias y formas se ha de desnudar y vaciar,
y procurar perder la aprehensión imaginaria de ellas, de manera que en ella no le dejen
impresa noticia ni rastro de cosa, sino que se quede calva y rasa, como si no hubiese
pasado por ella, olvidada y suspendida de todo.
Y no puede ser menos sino que acerca de todas las formas se aniquile la memoria si se
ha de unir con Dios. Porque esto no puede ser (si no se desnuda totalmente) de todas las
formas, que no son Dios, pues Dios no cae debajo de forma ni noticia alguna distinta,
como lo habemos dicho en la noche del entendimiento. Y, pues ninguno puede servir a
dos señores, como dice Cristo (Mt. 6, 24), no puede la memoria estar juntamente unida
en Dios y en las formas y noticias distintas; y como Dios no tiene forma ni imagen que
pueda ser comprehendida de la memoria, de aquí es que, cuando está unida con Dios,
como también por experiencia se ve cada día, se queda sin forma y sin figura, perdida la
imaginación, embebida la memoria en un sumo bien, en grande olvido, sin acuerdo de
nada; porque aquella divina unión la vacía la fantasía y barre de todas las formas y
noticias, y la sube a lo sobrenatural.
5. Y así, es cosa notable lo que a veces pasa en esto; porque algunas veces, cuando Dios
hace estos toques de unión en la memoria, súbitamente le da un vuelco en el cerebro,
que es donde ella tiene su asiento, tan sensible que le parece se desvanece toda la cabeza
y que se pierde el juicio y el sentido. Y esto, a veces más, a veces menos, según que es
más o menos fuerte el toque. Y entonces, a causa de esta unión, se vacía y purga la
memoria, como digo, de todas las noticias, y queda olvidada y a veces olvidadísima, que
ha menester hacerse gran fuerza y trabajar para acordarse de algo.
6. Y de tal manera es a veces este olvido de la memoria y suspensión de la imaginación,
por estar la memoria unida con Dios, que se pasa mucho tiempo sin sentirlo ni saber qué
se hizo aquel tiempo. Y como está entonces suspensa la imaginativa, aunque entonces le
hagan cosas que causen dolor, no lo siente; porque sin imaginación no hay sentimiento.
Y para que Dios venga a hacer estos toques de unión, conviénele al alma desunir la
memoria de todas las noticias aprehensibles. Y estas suspensiones es de notar que ya en
los perfectos no las hay así (por cuanto hay ya perfecta unión), que son de principio de
unión.
7. Dirá alguno que bueno parece esto, pero que de aquí se sigue la destrucción del uso
natural y curso de las potencias, y que quede el hombre como bestia, olvidado, y aun
peor, sin discurrir ni acordarse de las necesidades y operaciones naturales; y que Dios
no destruye la naturaleza, antes la perfecciona, y de aquí necesariamente se sigue su
destrucción, pues se olvida de lo moral y razonal para obrarlo, y de lo natural para
ejercitarlo, porque de nada de esto se puede acordar, pues se priva de las noticias y
formas que son el medio de la reminiscencia.
8. A lo cual respondo que es así, que cuanto más va uniéndose la memoria con Dios,
más va perfeccionando las noticias distintas hasta perderlas del todo, que es cuando en
perfección llega al estado de unión. Y así, al principio, cuando ésta se va haciendo, no
puede dejar de traer grande olvido acerca de todas las cosas, pues se le van rayendo las
formas y noticias, y así hace muchas faltas acerca del uso y trato exterior, no
acordándose de comer ni de beber, ni si hizo, si vio, si no vio y si dijeron o no dijeron
por el absorbimiento de la memoria en Dios.
Pero, ya que llega a tener hábito de unión, que es un sumo bien, ya no tiene esos olvidos
en esa manera en lo que es razón moral y natural; antes en las operaciones convenientes
y necesarias tiene mucha mayor perfección. Aunque éstas no las obra ya por formas y
noticias de la memoria, porque en habiendo hábito de unión, que es ya estado
sobrenatural, desfallece del todo la memoria y las demás potencias en sus naturales
operaciones y pasan de su término natural al de Dios, que es sobrenatural; y así, estando
la memoria transformada en Dios, no se le pueden imprimir formas ni noticias de cosas.
Por lo cual, las operaciones de la memoria y de las demás potencias en este estado todas
son divinas, porque poseyendo ya Dios las potencias, como ya entero señor de ellas, por
la transformación de ellas en sí, él mismo es el que las mueve y manda divinamente
según su divino espíritu y voluntad. Y entonces es de manera que las operaciones no son
distintas, sino que las que obra el alma son de Dios y son operaciones divinas; que, por
cuanto, como dice san Pablo (1 Cor. 6, 17), el que se une con Dios, un espíritu se hace
con él, de aquí es que las operaciones del alma unida son del Espíritu Divino, y son
divinas.
9. Y de aquí es que las obras de las tales almas sólo son las que conviene y son
razonables, y no las que no convienen; porque el Espíritu de Dios las hace saber lo que
han de saber, e ignorar lo que conviene ignorar, y acordarse de lo que se han de acordar
sin formas (o con formas) y olvidar lo que es de olvidar, y las hace amar lo que han de
amar, y no amar lo que no es en Dios. Y así, todos los primeros movimientos de las
potencias de las tales almas son divinos; y no hay que maravillar que los movimientos y
operaciones de estas potencias sean divinos, pues están transformadas en ser divino.
10. De estas operaciones traeré algunos ejemplos, y sea éste uno. Pide una persona a
otra que está en este estado que la encomiende a Dios. Esta persona no se acordará de
hacerlo por alguna forma ni noticia que se le quede en la memoria de aquella persona; y
si conviene encomendarla a Dios, que será queriendo Dios recibir oración por la tal
persona, la moverá la voluntad dándole gana que lo haga; y, si no quiere Dios aquella
oración, aunque se haga fuerza a orar por ella, no podrá ni tendrá gana; y a veces se la
pondrá Dios para que ruegue por otros que nunca conoció ni oyó. Y es porque Dios sólo
mueve las potencias de estas almas para aquellas (obras) que convienen según la
voluntad y ordenación de Dios, y no se pueden mover a otras; y así, las obras y ruego de
estas almas siempre tienen efecto. Tales eran las de la gloriosísima Virgen Nuestra
Señora, la cual, estando desde el principio levantada a este alto estado, nunca tuvo en su
alma impresa forma de alguna criatura, ni por ella se movió, sino siempre su moción fue
por el Espíritu Santo.
11. Otro ejemplo: ha de acudir a tal tiempo a cierto negocio necesario; no se acordará
por forma ninguna, sino que, sin saber cómo, se le asentará en el alma cuándo y cómo
convendrá acudir a aquello, sin que haya falta.
12. Y no sólo en estas cosas les da luz el Espíritu Santo, sino en muchas que suceden y
sucederán, y casos muchos, aunque sean ausentes. Y esto, aunque algunas veces es por
formas intelectuales, muchas es sin formas aprehensibles, no sabiendo ellos cómo saben
aquello. Pero esto les viene de parte de la Sabiduría divina; que, por cuanto estas almas
se ejercitan en no saber ni aprehender nada con las potencias, lo vienen generalmente,
como lo decimos en el Monte, a saber todo, según aquello que dice el Sabio (Sab. 7,
21): El artífice de todo, que es la Sabiduría, me lo enseñó todo.
13. Dirás, por ventura, que el alma no podrá vaciar y privar tanto la memoria de todas
las formas y fantasías, que pueda llegar a un estado tan alto, porque hay dos dificultades
que son sobre las fuerzas y habilidad humana, que son: despedir lo natural con habilidad
natural, que no puede ser, y tocar y unirse a lo sobrenatural, que es mucho más
dificultosa; y, por hablar la verdad, con natural habilidad sólo, es imposible.
Digo que es verdad que Dios la ha de poner en este estado sobrenatural; mas que ella,
cuando es en sí, se ha de ir disponiendo, lo cual puede hacer naturalmente mayormente
con el ayuda que Dios va dando. Y así, al modo que de su parte va entrando en esta
negación y vacío de formas, la va Dios poniendo en la posesión de la unión. Y esto va
Dios obrando en ella pasivamente, como diremos, Deo dante, en la noche pasiva del
alma. Y así, cuando Dios fuere servido, según el modo de su disposición, la acabará de
dar el hábito de la divina unión perfecta.
14. Y los divinos efectos que hace en el alma cuando lo es, así de parte del
entendimiento como de la memoria y voluntad, no los decimos en esta noche y
purgación activa, porque sólo con ésta no se acaba de hacer la divina unión; pero
dirémoslos en la pasiva, mediante la cual se hace la junta del alma con Dios.
Y así sólo diré aquí el modo necesario para que activamente la memoria, cuanto es de su
parte, se ponga en esta noche y purgación. Y es que ordinariamente el espiritual tenga
esta cautela: en todas las cosas que oyere, viere, oliere, gustare o tocare, no haga archivo
ni presa de ellas en la memoria, sino que las deje luego olvidar, y (lo) procure con la
eficacia, si es menester, que otros acordarse; de manera que no le quede en la memoria
alguna noticia ni figura de ellas, como si en el mundo no fuesen, dejando la memoria
libre y desembarazada, no atándola a ninguna consideración de arriba ni de abajo, como
si tal potencia de memoria no tuviese, dejándola libremente perder en olvido, como cosa
que estorba. Pues todo lo natural, si se quiere usar de ello en lo sobrenatural, antes
estorba que ayuda.
15. Y si acaeciesen aquellas dudas y objeciones que arriba en lo del entendimiento,
conviene a saber: que no se hace nada, y que se pierde tiempo, y que se privan de los
bienes espirituales que el alma puede recibir por vía de la memoria, allí está respondido
a todo, y más adelante, en la noche pasiva. Por eso no hay para qué detenernos.
Aquí sólo conviene advertir que, aunque en algún tiempo no se sienta el provecho de
esta suspensión de noticias y formas, no por eso se ha de cansar el espiritual; que no
dejará Dios de acudir a su tiempo. Y por un bien tan grande, mucho conviene pasar y
sufrir con paciencia y esperanza.
16. Y, aunque es verdad que apenas se hallará alma que en todo y por todo tiempo sea
movida de Dios, teniendo tan continua unión con Dios, que sin medio de alguna forma
sean sus potencias siempre movidas divinamente, todavía hay almas que muy
ordinariamente son movidas de Dios en sus operaciones, y ellas no son las que se
mueven, según aquello de san Pablo (Rm. 8, 14): que los hijos de Dios, que son estos
transformados y unidos en Dios, son movidos del Espíritu de Dios, esto es, a divinas
obras en sus potencias. Y no es maravilla que las operaciones sean divinas, pues que la
unión del alma es divina.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 3
En que se dicen tres maneras de daños que recibe el alma no oscureciéndose acerca de
las noticias y discursos de la memoria. Dice aquí el primero.
1. A tres daños e inconvenientes está sujeto el espiritual que todavía quiere usar de las
noticias y discursos naturales de la memoria para ir a Dios o para otra cosa: los dos son
positivos, y el uno es privativo. El primero es de parte de las cosas del mundo; el
segundo, de parte del demonio; el tercero y privativo es el impedimento y estorbo que
hacen y le causan para la divina unión.
2. El primero, que es de parte del mundo, es estar sujeto a muchas maneras de daños por
medio de las noticias y discursos, así como falsedades, imperfecciones, apetitos, juicios,
perdimiento de tiempo y otras muchas cosas, que crían en el alma muchas impurezas. Y
que de necesidad haya de caer en muchas falsedades, dando lugar a las noticias y
discursos, está claro; que muchas veces ha de parecer lo verdadero falso y lo cierto
dudoso, y al contrario, pues apenas podemos de raíz conocer una verdad. De todas las
cuales se libra si oscurece la memoria en todo discurso y noticia.
3. Imperfecciones a cada paso las hay si pone la memoria en lo que oyó, vio, tocó, olió y
gustó, etc.; en lo cual se le ha de pegar alguna afición, ahora de dolor, ahora de temor,
ahora de odio, o de vana esperanza y vano gozo y vanagloria, etc.; que todas éstas, por
lo menos son imperfecciones, y, a veces, buenos pecados veniales, etc.; y en el alma
pegan mucha impureza sutilísimamente, aunque sean los discursos y noticias acerca (de
cosas) de Dios.
Y que se le engendren apetitos, también se ve claro, pues de las dichas noticias y
discursos naturalmente nacen, y sólo querer tener la dicha noticia y discurso es apetito.
Y que ha de tener también muchos toques de juicios, bien se ve, pues no puede dejar de
tropezar con la memoria en males y bienes ajenos, en que a veces parece lo malo bueno,
y lo bueno malo. De todos los cuales daños yo creo no habrá quien bien se libre, si no es
cegando y oscureciendo la memoria acerca de todas las cosas.
4. Y si me dijeres que bien podrá el hombre vencer todas estas cosas cuando le vinieren,
digo que del todo puramente es imposible si hace caso de noticias, porque en ellas se
ingieren mil imperfecciones e impertinencias, y algunas tan sutiles y delgadas, que, sin
entenderlo el alma, se le pegan de suyo, así como la pez al que la toca, y que mejor se
vence todo de una vez negando la memoria en todo.
Dirás también que se priva el alma de muchos buenos pensamientos y consideraciones
de Dios, que aprovechan mucho al alma para que Dios la haga mercedes. Digo que, para
esto, más aprovecha la pureza del alma, que consiste en que no se le pegue ninguna
afición de criatura, ni de temporalidad, ni advertencia eficaz (de ello); de lo cual
entiendo no se dejará de pegar mucho por la imperfección que de suyo tienen las
potencias en sus operaciones. Por lo cual, mejor es aprender a poner las potencias en
silencio y callando, para que hable Dios; porque, como habemos dicho, para este estado
las operaciones naturales se han de perder de vista, lo cual se hace, como cuando dice el
profeta (Os. 2, 14), cuando venga el alma según estas sus potencias a soledad y le hable
Dios al corazón.
5. Y si todavía replicas, diciendo que no tendrá bien ninguno el alma si no considera y
discurre la memoria en Dios, y que se le irán entrando muchas distracciones y
flojedades, digo que es imposible que, si la memoria se recoge acerca de lo de allá y de
lo de acá juntamente, que se le entren males y distracciones, ni otras impertinencias ni
vicios, las cuales cosas siempre entran por vagueación de la memoria, porque no hay
por dónde ni de dónde entren. Eso fuera si cerrara la puerta a las consideraciones y
discursos cerca de las cosas de arriba y la abriéramos para las de abajo; pero aquí a
todas cosas de donde eso puede venir la cerramos, haciendo a la memoria que quede
callada y muda, y sólo el oído del espíritu en silencio a Dios, diciendo con el profeta (1
Sm. 3, 10): Habla, Señor, que tu siervo oye. Tal dijo el Esposo en los Cantares (4, 12)
que había de ser su Esposa, diciendo: Mi hermana es huerto cerrado y fuente sellada, es
a saber, a todas las cosas que en él pueden entrar.
6. Estése, pues, cerrado sin cuidado y pena, que el que entró a sus discípulos
corporalmente, las puertas cerradas, y les dio paz sin ellos saber ni pensar que aquello
podía ser, ni el cómo podía ser (Jn. 20, 19-20), entrará espiritualmente en el alma sin
que ella sepa ni obre el cómo, teniendo ella las puertas de las potencias, memoria,
entendimiento y voluntad, cerradas a todas las aprehensiones, y se las llenará de paz,
declinando sobre ella, como el profeta dice (Is. 48, 18), como un río de paz, en que la
quitará todos los recelos y sospechas, turbación y tiniebla que le hacían temer que
estaba o que iba perdida. No pierda (el) cuidado de orar y espere en desnudez y vacío,
que no tardará su bien.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 4
Que trata del segundo daño que puede venir al alma de parte del demonio por vía de las
aprehensiones naturales de la memoria.
1. El segundo daño positivo que al alma puede venir por medio de las noticias de la
memoria, es de parte del demonio, el cual tiene gran mano en el alma por este medio.
Porque puede añadir formas, noticias y discursos, y por medio de ellos afectar el alma
con soberbia, avaricia, ira, envidia, etc., y poner odio injusto, amor vano, y engañar de
muchas maneras. Y allende de esto, suele él dejar las cosas y asentarlas en la fantasía de
manera que las que son falsas, parezcan verdaderas, y las verdaderas falsas. Y,
finalmente, todos los demás engaños que hace el demonio y males al alma entran por las
noticias y discursos de la memoria; la cual si se oscurece en todas ellas y se aniquila en
olvido, cierra totalmente la puerta a este daño del demonio y se libra de todas estas
cosas, que es gran bien. Porque el demonio no puede (nada) en el alma si no es
mediante las operaciones de las potencias de ella, principalmente por medio de las
noticias, porque de ellas dependen casi todas las demás operaciones de las demás
potencias. De donde, si la memoria se aniquila en ellas, el demonio no puede nada,
porque nada halla de donde asir, y sin nada, nada puede.
2. Yo quisiera que los espirituales acabasen bien de echar de ver cuántos daños les
hacen los demonios en las almas por medio de la memoria cuando se dan mucho a usar
de ella, cuántas tristezas y aflicciones, y gozos malos vanos los hacen tener, así acerca
de lo que piensan en Dios como de las cosas del mundo, y (cuántas impurezas les dejan
arraigadas en el espíritu), haciéndolos también grandemente distraer del sumo
recogimiento, que consiste en poner toda el alma, según sus potencias, en solo (el) bien
incomprehensible y quitarla de todas las cosas aprehensibles, porque no son bien
incomprehensible. Lo cual, aunque no se siguiera tanto bien de este vacío como es
ponerse en Dios, por sólo ser causa de librarse de muchas penas, aflicciones y tristezas,
allende de las imperfecciones y pecados de que se libra, es grande bien.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 5
Del tercer daño que se le sigue al alma por vía de las noticias distintas naturales de la
memoria.
1. El daño tercero que se sigue al alma por vía de las aprehensiones naturales de la
memoria, es privativo, porque la pueden impedir el bien moral y privar del espiritual.
Y para decir primero cómo estas aprehensiones impiden al alma el bien moral, es de
saber que el bien moral consiste en la rienda de las pasiones y freno de los apetitos
desordenados; de lo cual se sigue en el alma tranquilidad, paz, sosiego y virtudes
morales, que es el bien moral. Esta rienda y freno no la puede tener de veras el alma no
olvidando y apartando cosas de sí, de donde le nacen las aficiones. Y nunca le nacen al
alma turbaciones si no es de las aprehensiones de la memoria; porque, olvidadas todas
las cosas, no hay cosa que perturbe la paz ni que muevan los apetitos, pues, como dicen,
lo que el ojo no ve, el corazón no lo desea.
2. Y de esto cada momento sacamos experiencia, pues vemos que, cada vez que el alma
se pone a pensar alguna cosa, queda movida y alterada, o en poco o en mucho, acerca de
aquella cosa, según es la aprehensión: si pesada y molesta, saca tristeza (u odio, etc.); si
agradable, saca apetito y gozo, etc. De donde, por fuerza ha de salir después turbación
en la mudanza de aquella aprehensión; y así, ahora tiene gozos, ahora tristezas, ahora
odio, ahora amor, y no puede perseverar siempre de una manera, que es el efecto de la
tranquilidad moral, si no es cuando procura olvidar todas las cosas. Luego claro está que
las noticias impiden mucho en el alma el bien de las virtudes morales.
3. Y que también la memoria embarazada impida el bien espiritual, claramente se
prueba por lo dicho; porque el alma alterada que no tiene fundamento de bien moral, no
es capaz, en cuanto tal, del espiritual, el cual no se imprime sino en el alma moderada y
puesta en paz.
Y, allende de esto, si el alma hace presa y caso de las aprehensiones de la memoria,
como quiera que el alma no puede advertir más que una cosa, si se emplea en cosas
aprehensibles, como son las noticias de la memoria, no es posible que esté libre para lo
incomprehensible, que es Dios; porque, (como siempre habemos dicho), para que el
alma vaya a Dios antes ha de ir no comprehendiendo que comprehendiendo; hase de
trocar lo conmutable y comprehensible por lo inconmutable e incomprehensible.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 6
De los provechos que se siguen al alma en el olvido y vacío de todos los pensamientos y
noticias que acerca de la memoria naturalmente puede tener.
1. Por los daños que habemos dicho que al alma tocan por las aprehensiones de la
memoria, podemos también colegir los provechos a ellos contrarios que se le siguen del
olvido y vacío de ellas; pues, según dicen los naturales, la misma doctrina que sirve para
un contrario sirve también para el otro.
Porque, cuanto a lo primero, goza de tranquilidad y paz del ánimo, pues carece de la
turbación y alteración que nacen de los pensamientos y noticias de la memoria; y por el
consiguiente, de pureza de conciencia y de alma, que es más. Y en esto tiene gran
disposición para la sabiduría humana y divina y virtudes.
2. Cuanto a lo segundo, líbrase de muchas sugestiones y tentaciones y movimientos del
demonio, que él por medio de los pensamientos y noticias ingiere en el alma, y la hace
caer en muchas impurezas y pecados, según dice David (Sal. 72, 8), diciendo: Pensaron
y hablaron maldad. Y así, quitados los pensamientos de en medio, no tiene el demonio
con qué combatir al espíritu naturalmente.
3. Cuanto a lo tercero, tiene en sí el alma, mediante este olvido y recogimiento de todas
las cosas, disposición para ser movida del Espíritu Santo y enseñada por él; el cual,
como dice el Sabio (Sab. 1, 5), se aparta de los pensamientos que son fuera de razón.
Pero, aunque otro provecho no se siguiese al hombre que las penas y turbaciones de que
se libra por este olvido y vacío de memoria, era grande ganancia y bien para él. Pues
que las penas y turbaciones que de las cosas y casos adversos en el alma se crían, de
nada sirven ni aprovechan para la bonanza de los mismos casos y cosas; antes de
ordinario, no sólo a éstos, sino a la misma alma dañan. Por lo cual dijo David (Sal. 38,
7): De verdad, vanamente se conturba todo hombre. Porque claro está que siempre es
vano el conturbarse, pues nunca sirve para provecho alguno. Y así, aunque todo se
acabe y se hunda y todas las cosas sucedan al revés y adversas, vano es el turbarse,
pues, por eso, antes se dañan más que se remedian. Y llevarlo todo con igualdad
tranquila y pacífica, no sólo aprovecha al alma para muchos bienes, sino también para
que en esas mismas adversidades se acierte mejor a juzgar de ellas y ponerles remedio
conveniente.
4. De donde, conociendo bien Salomón (Ecli. 3, 12) el daño y provecho de esto, dijo:
Conocí que no había cosa mejor para el hombre que alegrarse y hacer bien en su vida.
Donde da a entender que en todos los casos, por adversos que sean, antes nos habemos
de alegrar que turbar, por no perder el mayor bien que toda la prosperidad, que es la
tranquilidad del ánimo y paz en todas las cosas adversas y prósperas, llevándolas todas
de una manera. La cual el hombre nunca perdería si no sólo se olvidase de las noticias y
dejase pensamientos, pero aun se apartase de oír, y ver, y tratar cuanto en sí fuese. Pues
que nuestro ser es tan fácil y deleznable, que, aunque esté bien ejercitado, apenas dejará
de tropezar con la memoria en cosas que turben y alteren el ánimo que estaba en paz y
tranquilidad, no se acordando de cosas. Que por eso dijo Jeremías (Lm. 3, 20): Con
memoria me acordaré, y mi alma en mi desfallecerá con dolor.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 7
En que se trata del segundo género de aprehensiones de la memoria, que son
imaginarias y noticias sobrenaturales.
1. Aunque en el primer género de aprehensiones naturales habemos dado doctrina
también para las imaginarias, que son naturales, convenía hacer esta división por amor
de otras formas y noticias que guarda la memoria en sí, que son de cosas sobrenaturales,
así como de visiones, revelaciones, locuciones y sentimientos por vía sobrenatural. De
las cuales cosas, cuando han pasado por el alma, se suele quedar imagen, forma y
figura, o noticia impresa, (ahora en el alma), ahora en la memoria o fantasía, a veces
muy viva y eficazmente. Acerca de lo cual es menester también dar aviso, porque la
memoria, no se embarace con ellas y le sean impedimento para la unión de Dios en
esperanza pura y entera.
2. Y digo que el alma, para conseguir este bien, nunca sobre las cosas claras y distintas
que por ella hayan pasado por vía sobrenatural ha de hacer reflexión para conservar en
sí las formas y figuras y noticias de aquellas cosas. Porque siempre habemos de llevar
este presupuesto: que cuanto el alma más presa hace en alguna aprehensión natural o
sobrenatural distinta y clara, menos capacidad y disposición tiene en sí para entrar en el
abismo de la fe, donde todo lo demás se absorbe. Porque, como queda dicho, ningunas
formas ni noticias sobrenaturales que pueden caer en la memoria son Dios, y de todo lo
que no es Dios se ha de vaciar el alma para ir a Dios; luego también la memoria de
todas estas formas y noticias se ha de deshacer para unirse con Dios en esperanza,
porque toda posesión es contra esperanza, la cual, como dice san Pablo (Hb. 11, 1), es
de lo que no se posee.
De donde, cuanto más la memoria se desposee, tanto más tiene de esperanza, y cuanto
más de esperanza tiene, tanto más tiene de unión de Dios; porque acerca de Dios, cuanto
más espera el alma, tanto más alcanza. Y entonces espera más cuando se desposee más;
y cuando se hubiere desposeído perfectamente, perfectamente quedará con la posesión
de Dios en unión divina. Mas hay muchos que no quieren carecer de la dulzura y sabor
de la memoria en las noticias, y por eso no vienen a la suma posesión y entera dulzura;
porque el que no renuncia todo lo que posee, no puede ser su discípulo (Lc. 14, 33).
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 8
De los daños que las noticias de cosas sobrenaturales puede hacer al alma si hace
reflexión sobre ellas. Dice cuántos sean.
1. A cinco géneros de daños se aventura el espiritual si hace presa y reflexión sobre
estas noticias y formas que se le imprimen de las cosas que pasan por él por vía
sobrenatural.
2. El primero es que muchas veces se engaña teniendo lo uno por lo otro.
El segundo es que está cerca y en ocasión de caer en alguna presunción o vanidad.
El tercero es que el demonio tiene mucha mano para le engañar por medio de las dichas
aprehensiones.
El cuarto es que le impide la unión en esperanza con Dios.
El quinto es que, por la mayor parte, juzga de Dios bajamente.
3. Cuanto al primer género, está claro que, si el espiritual hace presa y reflexión sobre
las dichas noticias y formas, se ha de engañar muchas veces acerca de su juicio, porque,
como ninguno cumplidamente puede saber las cosas que naturalmente pasan por su
imaginación, ni tener entero y cierto juicio sobre ellas, mucho menos podrá tenerle
acerca de las sobrenaturales que son sobre nuestra capacidad, y que raras veces acaecen.
De donde muchas veces pensará que son las cosas de Dios, y no será sino su fantasía; y
muchas que lo que es de Dios pensará que es del demonio, y lo que es del demonio, que
es de Dios. Y muy muchas veces se le quedarán formas y noticias muy asentadas de
bienes y males ajenos o propios, y otras figuras que se le representaron, y las tendrá por
muy ciertas y verdaderas, y no lo serán, sino muy gran falsedad. Y otras serán
verdaderas, y las juzgará por falsas; aunque esto por más seguro lo tengo, porque suele
nacer de humildad.
4. Y ya que no se engañe en la verdad, podráse engañar en la cantidad o cualidad,
pensando que lo que es poco es mucho, y lo que es mucho, poco. Y acerca de la
cualidad, teniendo lo que tiene en su imaginación por tal o tal cosa, y no será sino tal o
tal; poniendo, como dice Isaías (5, 20), las tinieblas por luz, y la luz por tinieblas, y lo
amargo por dulce, y lo dulce por amargo. Y, finalmente, ya que acierte en lo uno,
maravilla será no errar acerca de lo otro; el cual, aunque no quiera aplicar el juicio para
juzgarlo, basta que le aplique en hacer caso, para que, a lo menos pasivamente, se le
pegue algún daño, ya que no en este género, será en alguno de esotros cuatro que luego
iremos diciendo.
5. Lo que le conviene al espiritual para no caer en este daño de engañarse en su juicio es
no querer aplicar su juicio para saber qué sea lo que en sí tiene y siente, o qué será tal o
tal visión, noticias o sentimiento, ni tenga gana de saberlo, ni haga caso, sino sólo para
decirlo al padre espiritual, para que le enseñe a vaciar la memoria de aquellas
aprehensiones. Pues todo cuanto ellas son en sí, no le pueden ayudar al amor de Dios
tanto cuanto el menor acto de fe viva y esperanza que se hace en vacío y renunciación
de todo.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 9
Del segundo género de daños, que es peligro de caer en propia estimación y vana
presunción.
1. Las aprehensiones sobrenaturales ya dichas de la memoria son también a los
espirituales grande ocasión para caer en alguna presunción o vanidad, si hacen caso de
ellas para tenerlas en algo. Porque, así como está muy libre de caer en este vicio el que
no tiene nada de eso, pues no ve en sí de qué presumir; así, por el contrario, el que lo
tiene, tiene la ocasión en la mano de pensar que ya es algo, pues tiene aquellas
comunicaciones sobrenaturales. Porque, aunque es verdad que lo pueden atribuir a Dios
y darle gracias teniéndose por indignos, con todo eso se suele quedar cierta satisfacción
oculta en el espíritu y estimación de aquello y de sí, de que, sin sentirlo, les hace harta
soberbia espiritual.
2. Lo cual pueden ver ellos bien claramente en el disgusto que les hace y desvío con
quien no les alaba su espíritu ni les estima aquellas cosas que tienen, y la pena que les
da cuando piensan o les dicen que otros tienen aquellas cosas o mejores. Todo lo cual
nace de secreta estimación y soberbia, y ellos no acaban de entender que por ventura
están metidos en ella hasta los ojos. Que piensan que basta cierta manera de
conocimiento de su miseria, estando juntamente con esto llenos de oculta estimación y
satisfacción de sí mismos, agradándose más de su espíritu y bienes espirituales que del
ajeno; como el fariseo que daba gracias a Dios que no era como los otros hombres y que
tenía tales y tales virtudes, en lo cual tenía satisfacción de sí y presunción (Lc. 18,
11-12). Los cuales, aunque formalmente no lo digan como éste, lo tienen habitualmente
en el espíritu. Y aun algunos llegan a ser tan soberbios, que son peores que el demonio;
que como ellos ven en sí algunas aprehensiones y sentimientos devotos y suaves de
Dios, a su parecer, ya se satisfacen de manera que piensan están muy cerca de Dios, y
aún que los que no tienen aquello están muy bajos, y los desestiman como el fariseo (al
publicano).
3. Para huir este pestífero daño, a los ojos de Dios aborrecible, han de considerar dos
cosas. La primera, que la virtud no está en las aprehensiones y sentimientos de Dios, por
subidos que sean, ni en nada de lo que a este talle pueden sentir en sí; sino, por el
contrario, está en lo que no sienten en sí, que es en mucha humildad y desprecio de sí y
de todas sus cosas -muy formado y sensible en el alma-, y gustar de que los demás
sientan de él aquello mismo, no queriendo valer nada en el corazón ajeno.
4. Lo segundo, han menester advertir que todas las visiones y revelaciones y
sentimientos del cielo y cuanto más ellos quisieren pensar, no valen tanto como el
menor acto de humildad, la cual tiene los efectos de la caridad, que no estima sus cosas
ni las procura, ni piensa mal sino de sí, y de sí ningún bien piensa, sino de los demás (1
Cor. 13, 4-7). Pues, según esto, conviene que no les hinchan el ojo estas aprehensiones
sobrenaturales, sino que las procuren olvidar para quedar libres.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 10
Del tercer daño que se le puede seguir al alma de parte del demonio, por las
aprehensiones imaginarias de la memoria.
1. Por todo lo que queda dicho arriba, se colige y entiende bien cuánto daño se le puede
seguir al alma, por vía de estas aprehensiones sobrenaturales, de parte del demonio,
pues no solamente puede representar en la memoria y fantasía muchas noticias y formas
falsas que parezcan verdaderas y buenas, imprimiéndolas en el espíritu y sentido con
mucha eficacia y certificación por sugestión, de manera que le parezca al alma que no
hay otra cosa, sino que aquello es así como se le asienta (porque, como se transfigura en
ángel de luz, parécele al alma luz); y también en las verdaderas que son de parte de Dios
puede tentarla de muchas maneras, moviéndole los apetitos y afectos, ahora espirituales,
ahora sensitivos, desordenadamente acerca de ellas. Porque si el alma gusta de las tales
aprehensiones, esle muy fácil al demonio hacerle crecer los apetitos y afectos y caer en
gula espiritual y otros daños.
2. Y para hacer esto mejor, suele él sugerir y poner gusto, sabor y deleite en el sentido
acerca de las mismas cosas de Dios, para que el alma, enmelada y encandilada en aquel
sabor, se vaya cegando con aquel gusto y poniendo los ojos más en el sabor que en el
amor, a lo menos ya no tanto en el amor, y que haga más caso de la aprehensión que de
la desnudez y vacío que hay en la fe y esperanza y amor de Dios, y de aquí vaya poco a
poco engañándola y haciéndola creer sus falsedades con gran felicidad.
Porque al alma ciega, ya la falsedad no le parece falsedad, y lo malo no le parece malo,
etc.; porque le parecen las tinieblas luz, y la luz tinieblas, y de ahí viene a dar en mil
disparates, así acerca de lo natural, como de lo moral, como también de lo espiritual; y
ya lo que era vino se le volvió vinagre. Todo lo cual le viene porque al principio no fue
negando el gusto de aquellas cosas sobrenaturales; del cual, como al principio es poco o
no es tan malo, no se recata tanto el alma, y déjale estar y crece, como el grano de
mostaza en árbol grande (Mt. 13, 32). Porque pequeño yerro, como dicen, en el
principio, grande es en el fin.
3. Por tanto, para huir este daño grande del demonio, conviene mucho al alma no querer
gustar de las tales cosas, porque certísimamente irá cegándose en el tal gusto y cayendo;
porque el gusto y deleite y sabor, sin que en ello ayude el demonio, de su misma
cosecha ciegan al alma. Y así lo dio a entender David (Sal. 138, 11) cuando dijo: Por
ventura en mis deleites me cegarán las tinieblas, y tendré la noche por mi luz.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 11
[San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE CARMELOLibro 1º
- 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
--------------------------------------------------------------------------LIBRO TERCERO
CAPÍTULO 11
Del cuarto daño que se le sigue al alma de las aprehensiones sobrenaturales distintas de
la memoria, que es impedirle la unión.
1. De este cuarto daño no hay mucho que decir, por cuanto está ya declarado a cada
paso en este 3º libro, en que habemos probado cómo, para que el alma se venga a unir
con Dios en esperanza, ha de renunciar toda posesión de la memoria, pues que, para que
la esperanza sea entera de Dios, nada ha de haber en la memoria que no sea Dios; y
como, también habemos dicho, ninguna forma, ni figura, ni imagen, ni otra noticia que
pueda caer en la memoria, sea Dios ni semejante a él, ahora celestial, ahora terrena,
natural o sobrenatural, según enseña David (Sal. 85, 8), diciendo: Señor, en los dioses
ninguno hay semejante a ti, de aquí es que, si la memoria quiere hacer alguna presa de
algo de esto, se impide para Dios: lo uno, porque se embaraza, y lo otro, porque,
mientras más tiene de posesión, tanto menos tiene de esperanza.
2. Luego necesario le es al alma quedarse desnuda y olvidada de formas y noticias
distintas de cosas sobrenaturales para no impedir la unión, según la memoria, en
esperanza perfecta con Dios.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 12
Del quinto daño que al alma se le puede seguir en las formas y aprehensiones
imaginarias sobrenaturales, que es juzgar de Dios baja e impropiamente.
1. No le es al alma menor el quinto daño que se le sigue de querer retener en la memoria
e imaginativa las dichas formas e imágenes de las cosas que sobrenaturalmente se le
comunican, mayormente si quiere tomarlas por medio para la divina unión, porque es
cosa muy fácil juzgar del ser y alteza de Dios menos digna y altamente de lo que
conviene a su incomprehensibilidad. Porque, aunque la razón y juicio no haga expreso
concepto de que Dios será semejante a algo de aquello, todavía la misma estimación de
aquellas aprehensiones, si, en fin, las estima, hace y causa en el alma un no estimar y
sentir de Dios tan altamente como enseña la fe, que nos dice ser incomparable,
incomprehensible, etc.
Porque, demás de que todo lo que el alma pone en la criatura quita de Dios,
naturalmente se hace en el interior de ella, por medio de la estimación de aquellas cosas
aprehensibles, cierta comparación de ellas a Dios que no deja juzgar ni estimar de Dios
tan altamente como debe. Porque las criaturas, ahora terrenas, ahora celestiales, y todas
las noticias e imágenes distintas, naturales y sobrenaturales, que pueden caer en las
potencias del alma, por altas que sean ellas en esta vida, ninguna comparación ni
proporción tiene con el ser de Dios, por cuanto Dios no cae debajo de género y especie,
y ellas sí, como dicen los teólogos. Y el alma en esta vida no es capaz de recibir clara y
distintamente sino lo que cae debajo de género y especie. Que por eso dice san Juan (1,
18) que ninguno jamás vio a Dios. E Isaías (64, 4), que no subió en corazón de hombre
cómo sea Dios. Y Dios dijo a Moisés (Ex. 33, 20) que no le podía ver en este estado de
vida. Por tanto, el que embaraza la memoria y las demás potencias del alma con lo que
ellas pueden comprehender, no puede estimar a Dios ni sentir de él como debe.
2. Pongamos una baja comparación: Claro está que cuanto más uno pusiese los ojos en
los criados del rey y más reparase en ellos, menos caso hacía del rey y en tanto menos le
estimaba; porque, aunque el aprecio no esté formal y distintamente en el entendimiento,
estálo en la obra, pues cuanto más pone en los criados, tanto más quita de su señor; y
entonces no juzgaba éste del rey muy altamente, pues los criados le parecen algo delante
del rey, su señor. Así acaece al alma para con su Dios cuando hace caso de las dichas
criaturas. Aunque esta comparación es muy baja, porque Dios es de otro ser que sus
criaturas, en que infinitamente dista de todas ellas; por tanto, todas ellas han de quedar
perdidas de vista, y en ninguna forma de ellas ha de poner el alma los ojos, para
poderlos poner en Dios por fe y esperanza.
3. De donde los que no solamente hacen caso de las dichas aprehensiones imaginarias,
sino que piensan que Dios será semejante a alguna de ellas y que por ellas podrán ir a
unión de Dios, ya éstos yerran mucho, y siempre irán perdiendo la luz de la fe en el
entendimiento, por medio de la cual esta potencia se une con Dios, y también no
crecerán en la alteza de la esperanza, por medio de la cual la memoria se une con Dios
en esperanza, lo cual ha de ser desuniéndose de todo lo imaginario.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 13
De los provechos que saca el alma en apartar de sí las aprehensiones de la imaginativa,
y responde a cierta objeción y declara una diferencia que hay entre las aprehensiones
imaginarias naturales y sobrenaturales.
1. Los provechos que hay en vaciar la imaginativa de las formas imaginarias, bien se
echa de ver por los cinco daños que quedan dichos que le causan al alma si las quiere
tener en sí, como también dijimos de las formas naturales.
Pero, además de éstos, hay otros provechos de harto descanso y quietud para el espíritu.
Porque, dejado que naturalmente la tiene cuando está libre de imágenes y formas, está
libre también del cuidado de si son buenas o malas, y de cómo se ha de haber en las
unas y cómo en las otras, y el trabajo y tiempo que había de gastar en los maestros
espirituales queriendo que se las averigüen si son buenas o malas o si de este género o
del otro; lo cual no ha menester querer saber, pues de ninguna ha de hacer caso. Y así el
tiempo y caudal del alma, que había de gastar en esto y en entender con ellas, lo puede
emplear en otro mejor y más provechoso ejercicio, que es el de la voluntad para con
Dios, y en cuidar de buscar la desnudez y pobreza espiritual y sensitiva, que consiste en
querer de veras carecer de todo arrimo consolatorio y aprehensivo, así interior como
exterior. Lo cual se ejercita bien queriendo y procurando desarrimarse de estas formas,
pues que de ahí se le seguirá un tan gran provecho, como es allegarse a Dios, que no
tiene imagen, ni forma, ni figura, tanto cuanto más se enajenare de todas formas e
imágenes y figuras imaginarias.
2. Pero dirás, por ventura, que ¿por qué muchos espirituales dan por consejo que se
procuren aprovechar las almas de las comunicaciones y sentimientos de Dios, y que
quieran recibir de él, para tener que darle, pues si él no nos da, no le damos nada? Y que
san Pablo (1 Tes. 5, 19) dice: No queráis apagar el espíritu. Y el Esposo a la Esposa (Ct.
8, 6): Ponme como señuelo sobre tu corazón, como señuelo sobre tu brazo, lo cual ya es
alguna aprehensión. Todo lo cual, según la doctrina arriba dicha, no sólo no se ha de
procurar, mas, aunque Dios lo envíe, se ha de desechar y desviar. Y que, claro está que,
pues Dios lo da, para bien lo da y buen efecto hará; que no habemos de arrojar las
margaritas a mal. Y aun es género de soberbia no querer admitir las cosas de Dios,
como que sin ellas, por nosotros mismos, nos podemos valer.
3. Para satisfacción de esta objeción, es menester advertir lo que dijimos en el capítulo
15 y 16 del segundo libro, donde se responde en mucha parte a esta duda. Porque allí
dijimos que el bien que redunda en el alma de las aprehensiones sobrenaturales, cuando
son de buena parte, pasivamente se obra en el alma en aquel mismo instante que se
representan al sentido, sin que las potencias de suyo hagan alguna operación. De donde
no es menester que la voluntad haga acto de admitirlas, porque, como también habemos
dicho, si el alma entonces quiere obrar con sus potencias, antes con su operación baja
natural impediría la sobrenatural que por medio de estas aprehensiones obra Dios
entonces en ella, que sacase algún provecho de su ejercicio de obra, sino que, así como
se le da al alma pasivamente el espíritu de aquellas aprehensiones imaginarias, así
pasivamente se ha de haber en ellas el alma sin poner sus acciones interiores o
exteriores en nada.
Y esto es guardar los sentimientos de Dios, porque de esta manera no los pierde por su
manera baja de obrar. Y esto es también no apagar el espíritu, porque apagarle hía si el
alma se quisiese haber de otra manera que Dios la lleva. Lo cual haría si, dándole Dios
el espíritu pasivamente, como hace en estas aprehensiones, ella entonces se quisiese
haber en ellas activamente, obrando con el entendimiento o queriendo algo en ellas.
Y esto está claro, porque si el alma entonces quiere obrar por fuerza, no ha de ser su
obra más que natural, porque de suyo no puede más; porque a la sobrenatural no se
mueve ella ni se puede mover, sino muévela Dios y pónela en ella. Y así, si entonces el
alma quiere obrar de fuerza, en cuanto en sí es, ha de impedir con su obra activa la
pasiva que Dios le está comunicando, que (es) el espíritu, porque se pone en su propia
obra, que es de otro género y más baja que la que Dios la comunica; porque la de Dios
es pasiva y sobrenatural y la del alma, activa y natural. Y esto sería apagar el espíritu.
4. Que sea más baja, también está claro; porque las potencias del alma no pueden de
suyo hacer reflexión y operación, sino sobre alguna forma, figura e imagen; y ésta es la
corteza y accidente de la sustancia y espíritu que hay debajo de la tal corteza y
accidente. La cual sustancia y espíritu no se une con las potencias del alma en verdadera
inteligencia y amor, si no es cuando ya cesa la operación de las potencias; porque la
pretensión y fin de la tal operación no es sino venir a recibir en el alma la sustancia
entendida y amada de aquellas formas. De donde la diferencia que hay entre la
operación activa y pasiva, y la ventaja, es la que hay entre lo que se está haciendo y está
ya hecho, que es como entre lo que se pretende conseguir y alcanzar y entre lo que está
ya (conseguido y) alcanzado.
De donde también se saca que, si el alma quiere emplear activamente sus potencias en
las tales aprehensiones sobrenaturales (en que, como habemos dicho, le da Dios el
espíritu de ellas pasivamente), no sería menos que dejar lo hecho para volverlo a hacer,
y ni gozaría lo hecho ni con sus acciones haría nada sino impedir a lo hecho, porque,
como decimos, no pueden llegar de suyo al espíritu que Dios daba al alma sin el
ejercicio de ellas. Y así, derechamente sería apagar el espíritu que de las dichas
aprehensiones imaginarias Dios infunde, si el alma hiciese caudal de ellas. Y así las ha
de dejar habiéndose en ellas pasiva y negativamente; porque entonces Dios mueve al
alma a más que ella pudiera ni supiera. Que, por eso, dijo el profeta (Hab. 2, 1): Estaré
en pie sobre mi custodia y afirmaré el paso sobre mi munición, y contemplaré lo que se
me dijere; que es como si dijera: levantado estaré sobre toda la guardia de mis
potencias, y no daré paso adelante en mis operaciones, y así podré contemplar lo que se
me dijere, esto es, entenderé y gustaré lo que se me comunicare sobrenaturalmente.
5. Y lo que también se alega del Esposo (Ct. 8, 6) entiéndese aquello del amor que pide
a la Esposa, que tiene por oficio entre los amados de asimilar el uno al otro en la
principal parte de ellas. Y por eso (él) dice a ella que le ponga en su corazón por señuelo
(Ct. 8, 6), donde todas las saetas de amor del aljaba vienen a dar, que son las acciones y
motivos de amor, porque todas den en él estando allí por señuelo de ellas, y así todas
sean para él, y así se asemeja el alma a él por las acciones y movimientos de amor, hasta
transformarse en él. Y dice que le ponga también como señuelo en el brazo, porque en
él está el ejercicio de amor, pues en él se sustenta y regala el Amado.
6. Por tanto, de todo lo que el alma ha de procurar en todas las aprehensiones que de
arriba le vinieren (así imaginarias como de otro cualquiera género, no me da más
visiones que locuciones, o sentimientos, o revelaciones) es, no haciendo caso de la letra
y corteza, esto es, de lo que significa o representa o da a entender, sólo advertir en tener
el amor de Dios que interiormente le causan al alma. Y de esta manera han de hacer
caso de los sentimientos no de sabor, o suavidad, o figuras, sino de los sentimientos de
amor que le causan.
Y para sólo este efecto bien podrá algunas veces acordarse de aquella imagen y
aprehensión que le causó el amor, para poner el espíritu en motivo de amor; porque,
aunque no hace después tanto efecto cuando se acuerda como la primera vez que se
comunicó, todavía cuando se acuerda se renueva el amor, y hay levantamiento de mente
en Dios, mayormente cuando es la recordación de algunas figuras, imágenes o
sentimientos sobrenaturales que suelen sellarse e imprimirse en el alma, de manera que
duran mucho tiempo, y algunas nunca se quitan del alma. Y estas que así se sellan en el
alma, casi cada vez que el alma advierte en ellas le hacen divinos efectos de amor,
suavidad, luz, etc., unas veces más, otras menos, porque para esto se las imprimieron. Y
así, es una grande merced a quien Dios la hace, porque es tener en sí un minero de
bienes.
7. Estas figuras que hacen los tales efectos están asentadas vivamente en el alma; que no
son como las otras imágenes y formas que se conservan en la fantasía; y así, no ha
menester el alma ir a esta potencia por ellas cuando se quisiere acordar, porque ve que
las tiene en sí misma, como se ve la imagen en el espejo. Cuando acaeciere a alguna
alma tener en sí las dichas figuras formalmente, bien podrá acordarse de ellas para el
efecto de amor que dije, porque no le estorbarán para la unión de amor en fe, como no
quiera embeberse en la figura, sino aprovecharse del amor, dejando luego la figura; y
así, antes le ayudará.
8. Dificultosamente se puede conocer cuándo estas imágenes están impresas en el alma
y cuándo en la fantasía; porque las de la fantasía también suelen ser muy frecuentes.
Porque algunas personas suelen ordinariamente traer en la imaginación y fantasía
visiones imaginarias y con grande frecuencia se las representan de una (misma) manera,
ahora porque tienen el órgano muy aprehensivo y, por poco que piensan, luego se les
representa y dibuja aquella figura ordinaria en la fantasía; ahora porque se las pone el
demonio; ahora también porque se las pone Dios, sin que se impriman en el alma
formalmente.
Pero puédense conocer por los efectos, porque las que son naturales o del demonio,
aunque más se acuerden de ellas, ningún efecto hacen bueno ni renovación espiritual en
el alma, sino secamente las miran. Aunque las que son buenas, todavía, acordándose de
ellas, hacen algún efecto bueno en aquél que hizo al alma la primera vez; pero las
formales que se imprimen en el alma, casi siempre que advierte le hacen algún efecto.
9. El que hubiere tenido éstas conocerá fácilmente las unas y las otras, porque está muy
clara la mucha diferencia al que tiene experiencia. Sólo digo que las que se imprimen
formalmente en el alma con duración, más raras veces acaecen; pero ahora sean éstas,
ahora aquéllas, bueno le es al alma no querer comprehender nada, sino a Dios por fe en
esperanza.
Y a esotro que dice la objeción, que parece soberbia desechar estas cosas si son buenas,
digo que antes es humildad prudente aprovecharse de ellas en el mejor modo, como
queda dicho, y guiarse por lo más seguro.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 14
En que se trata de las noticias espirituales en cuanto pueden caer en la memoria.
1. Las noticias espirituales pusimos por tercer género de aprehensiones de la memoria,
no porque ellas pertenezcan al sentido corporal de la fantasía como las demás (pues no
tienen imagen y forma corporal), pero porque también caen debajo de reminiscencia y
memoria espiritual, pues que, después de haber caído en el alma alguna de ellas, se
puede, cuando quisiere, acordar de ella. Y esto, no por la efigie e imagen que dejase la
tal aprehensión en el sentido corporal -porque, por ser corporal, como decimos, no tiene
capacidad para formas espirituales-, sino que intelectual y espiritualmente se acuerda de
ella por la forma que en el alma de si dejó impresa, que también es forma o noticia, o
imagen espiritual o formal, por lo cual se acuerda, o por el efecto que hizo; que por eso
pongo estas aprehensiones entre las de la memoria, aunque no pertenezcan a las de la
fantasía.
2. Cuáles son estas noticias y cómo se haya de haber en ellas el alma para ir a la unión
de Dios suficientemente está dicho en el capítulo 24 del libro segundo, donde las
tratamos como aprehensiones del entendimiento. Véanse allí, porque allí dijimos cómo
eran en dos maneras: unas increadas y otras de criaturas.
Sólo, lo que toca al propósito de cómo se ha de haber la memoria acerca de ellas para ir
a la unión, digo que, como acabo de decir de las formas en el precedente capítulo, de
cuyo género son también éstas que son de cosas criadas, cuando le hicieren buen efecto
se puede acordar de ellas, no para quererlas retener en sí, sino para avivar el amor y
noticia de Dios. Pero si no le causa el acordarse de ellas buen efecto, nunca quiera
pasarlas por la memoria.
Mas de las increadas digo que se procure acordar las veces que pudiere, porque le harán
grande efecto, pues, como allí dijimos, son toques y sentimientos de unión de Dios, que
es donde vamos encaminando al alma. Y de esto no se acuerda la memoria por alguna
forma, imagen o figura que imprimiesen en el alma, porque no la tienen aquellos toques
y sentimientos de unión del Criador, sino por el efecto que en ella hicieron la luz, amor,
deleite y renovación espiritual, etc., de las cuales cada vez que se acuerda, se renueva
algo de esto.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 15
En que se pone el modo general cómo se ha de gobernar el espiritual acerca de este
sentido.
1. Para concluir, pues, con este negocio de la memoria, será bien poner aquí al lector
espiritual en una razón el modo que universalmente ha de usar para unirse con Dios
según este sentido; porque, aunque (en) lo dicho queda bien entendido, todavía,
resumiéndoselo aquí, lo tomará más fácilmente.
Para lo cual ha de advertir que, pues lo que pretendemos es que el alma se una con Dios
según la memoria en esperanza, y que lo que se espera es de lo que no se posee, y que
cuanto menos se posee de otras cosas, más capacidad hay y más habilidad para esperar
lo que se espera y consiguientemente más esperanza, y que cuantas más cosas se
poseen, menos capacidad y habilidad hay para esperar, y consiguientemente menos
esperanza, y que, según esto, cuanto más el alma desaposesionare la memoria de formas
y cosas memorables que no son Dios, tanto más pondrá la memoria en Dios y más vacía
la tendrá para esperar de él el lleno de su memoria. Lo que ha de hacer, pues, para vivir
en entera y pura esperanza de Dios, es que todas las veces que le ocurrieren noticias,
formas e imágenes distintas, sin haber asiento en ellas, vuelva luego el alma a Dios en
vacío de todo aquello memorable con afecto amoroso, no pensando ni mirando en
aquellas cosas más de lo que le bastan las memorias de ellas para entender (y hacer) lo
que es obligado, si ellas fueren de cosa tal. Y esto, sin poner (en ellas) afecto ni gusto,
porque no dejen efecto de si en el alma. Y así, no ha de dejar el hombre de pensar y
acordarse de lo que debe hacer y saber, que, como no hay aficiones de propiedad, no le
harán daño. Aprovechan para esto los versillos del Monte que están en el capítulo (13)
del primer libro.
2. Pero hase de advertir aquí que no por eso convenimos, ni queremos convenir en esta
nuestra doctrina con la de aquellos pestíferos hombres que, persuadidos de la soberbia y
envidia de Satanás, quisieron quitar de delante de los ojos de los fieles el santo y
necesario uso e ínclita adoración de las imágenes de Dios y de los Santos, antes esta
nuestra doctrina es muy diferente de aquélla; porque aquí no tratamos que no haya
imágenes y que no sean adoradas, como ellos, sino damos a entender la diferencia que
hay de ellas a Dios, y que de tal manera pasen por lo pintado, que no impidan de ir a lo
vivo, haciendo en ello más presa de la que basta para ir a lo espiritual.
Porque, así como es bueno y necesario el medio para el fin, como lo son las imágenes
para acordarnos de Dios y de los Santos, así cuando se toma y se repara en el medio más
que por solo medio, estorba e impide tanto en su tanto como otra cualquier cosa
diferente; cuánto más que en lo que yo más pongo la mano es en las imágenes y
visiones sobrenaturales, (acerca) de las cuales acaecen muchos engaños y peligros.
Porque acerca de la memoria y adoración y estimación de las imágenes, que
naturalmente la Iglesia Católica nos propone, ningún engaño ni peligro puede haber,
pues en ellas no se estima otra cosa sino lo que representan. Ni la memoria de ellas
dejará de hacer provecho al alma, pues aquélla no se tiene sino con amor de al que
representan; que, como no repare en ellas más que para esto, siempre le ayudarán a la
unión de Dios, como deje volar al alma, cuando Dios la hiciere merced, de lo pintado a
Dios vivo, en olvido de toda criatura y cosa de criatura.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 16
En que se comienza a tratar de la noche oscura de la voluntad. Pónese la división de las
afecciones de la voluntad.
1. No hubiéramos hecho nada en purgar al entendimiento para fundarle en la virtud de la
fe, y a la memoria en la de la esperanza, si no purgásemos también la voluntad acerca de
la tercera virtud, que es la caridad, por la cual las obras hechas en fe son vivas y tienen
gran valor, y sin ella no valen nada, pues, como dice Santiago (2, 20), sin obras de
caridad, la fe es muerta.
Y para haber ahora de tratar de la noche y desnudez activa de esta potencia, para
enterarla y formarla en esta virtud de la caridad de Dios, no hallé autoridad más
conveniente que la que se escribe en el Deuteronomio, capítulo 6 (v. 5), donde dice
Moisés: Amarás a tu Señor Dios de todo tu corazón, y de toda tu ánima, y de toda tu
fortaleza. En la cual se contiene todo lo que el hombre espiritual debe hacer y lo que yo
aquí le tengo de enseñar para que de veras llegue a Dios por unión de voluntad por
medio de la caridad. Porque en ella se manda al hombre que todas las potencias, y
apetitos, y operaciones, y aficiones de su alma emplee en Dios, de manera que toda la
habilidad y fuerza del alma no sirva más que para esto, conforme a lo que dice David
(Sal. 58, 10), diciendo: Fortitudinem meam ad te custodiam.
2. La fortaleza del alma consiste en sus potencias, pasiones y apetitos, todo lo cual es
gobernado por la voluntad; pues cuando estas potencias, pasiones y apetitos endereza en
Dios la voluntad y las desvía de todo lo que no es Dios, entonces guarda la fortaleza del
alma para Dios, y así viene a amar a Dios de toda su fortaleza.
Y para que esto el alma pueda hacer, trataremos aquí de purgar la voluntad de todas sus
afecciones desordenadas, de donde nacen los apetitos, afectos y operaciones
desordenadas, de donde le nace también no guardar toda su fuerza a Dios.
Estas afecciones o pasiones son cuatro, es a saber: gozo, esperanza, dolor y temor. Las
cuales pasiones, poniéndolas en obra de razón en orden a Dios, de manera que el alma
no se goce sino de lo que es puramente honra y gloria de Dios, ni tenga esperanza de
otra cosa, ni se duela sino de lo que a esto tocare, ni tema sino sólo a Dios, está claro
que enderezan y guardan la fortaleza del alma y su habilidad para Dios. Porque cuanto
más se gozare el alma en otra cosa que en Dios, tanto menos fuertemente se empleará su
gozo en Dios; y cuanto más esperare otra cosa, tanto menos espera en Dios; y así de las
demás.
3. Y para que demos más por entero doctrina de esto, iremos, como es nuestra
costumbre, tratando en particular de cada una de estas cuatro pasiones y de los apetitos
de la voluntad; porque todo el negocio para venir a unión de Dios está en purgar la
voluntad de sus afecciones y apetitos, porque así de voluntad humana y baja venga a ser
voluntad divina, hecha una misma cosa con la voluntad de Dios.
4. Estas cuatro pasiones tanto más reinan en el alma y la combaten, cuanto la voluntad
está menos fuerte en Dios y más pendiente de criaturas; porque entonces con mucha
facilidad se goza de cosas que no merecen gozo, y espera lo que no aprovecha, y se
duele de lo que, por ventura, se había de gozar, y teme donde no hay que temer.
5. De estas afecciones nacen al alma todos los vicios e imperfecciones que tiene cuando
están desenfrenadas, y también todas sus virtudes cuando están ordenadas y
compuestas.
Y es de saber que, al modo que una de ellas se fuere ordenando y poniendo en razón, de
ese mismo modo se pondrán todas las demás, porque están tan aunadas y tan
hermanadas entre sí estas cuatro pasiones del alma, que donde actualmente va la una, las
otras también van virtualmente; y si la una se recoge actualmente, las otras tres
virtualmente a la misma medida también se recogen. Porque, si la voluntad se goza de
alguna cosa, consiguientemente, a esa misma medida, la ha de esperar, y virtualmente
(va) allí incluido el dolor y temor acerca de ella; y a la medida que de ella va quitando el
gusto, va también perdiendo el temor y dolor de ella y quitando la esperanza.
Porque la voluntad, con estas cuatro pasiones, es significada por aquella figura que vio
Ezequiel (1, 8-9) de cuatro animales juntos en un cuerpo, que tenía cuatro haces y las
alas del uno estaban asidas a las del otro, y cada uno iba delante su haz, y cuando iban
adelante no volvían atrás. Y así, de tal manera estaban asidas las plumas de cada una de
estas afecciones a las de cada una de esotras, que doquiera que actualmente llevaba la
una su faz, esto es, su operación, necesariamente las otras han de caminar virtualmente
con ella; y cuando se abajare la una, como allí dice, se han de abajar todas, y cuando se
elevare, se elevarán. Donde fuere tu esperanza, irá tu gozo, y temor y dolor; y si se
volviere, ellas se volverán, y así de las demás.
6. Donde has de advertir que dondequiera que fuere una pasión de éstas, irá también
toda el alma y la voluntad y las demás potencias, y vivirán todas cautivas en la tal
pasión, y las demás tres pasiones en aquélla estarán vivas para afligir al alma con sus
prisiones y no la dejar volar a la libertad y descanso de la dulce contemplación y unión.
Que, por eso, te dijo Boecio que, si querías con luz clara entender la verdad, echases de
ti los gozos, y la esperanza, y temor, y dolor; porque, en cuanto estas pasiones reinan,
no dejan estar al alma con la tranquilidad y paz que se requiere para la sabiduría que
natural y sobrenaturalmente puede recibir.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 17
En que se comienza a tratar de la primera afección de la voluntad. Dícese qué cosa es
gozo y hácese distinción de las cosas de que la voluntad puede gozar.
1. La primera de las pasiones del alma y afecciones de la voluntad es el gozo, el cual, en
cuanto toca a lo que de él pensamos decir, no es otra cosa que un contentamiento de la
voluntad con estimación de alguna cosa que tiene por conveniente; porque nunca la
voluntad se goza sino cuando la cosa le hace aprecio y da contento.
Esto es cuanto al gozo activo, que es cuando el alma entiende distinta y claramente de lo
que se goza, y está en su mano gozarse y no gozarse. Porque hay otro gozo pasivo, en
que se puede hallar la voluntad gozando sin entender cosa clara y distinta, y a veces
entendiéndola, de qué sea el tal gozo, no estando en su mano tenerle o no tenerle. Y de
éste trataremos después. Ahora diremos del gozo en cuanto es activo y voluntario de
cosas distintas y claras.
2. El gozo puede nacer de seis géneros de cosas o bienes, conviene a saber: temporales,
naturales, sensuales, morales, sobrenaturales y espirituales, acerca de los cuales
habemos de ir por su orden poniendo la voluntad en razón, para que no, embarazada con
ellos, deje de poner la fuerza de su gozo en Dios. Para todo ello conviene presuponer un
fundamento, que será como un báculo en que nos habemos de ir siempre arrimando. Y
conviene llevarle entendido, porque es la luz por donde nos habemos de guiar y
entender en esta doctrina y enderezar en todos estos bienes el gozo a Dios, y es: que la
voluntad no se debe gozar sino sólo de aquello que es gloria y honra de Dios, y que la
mayor honra que le podemos dar es servirle según la perfección evangélica; y lo que es
fuera de esto es de ningún valor y provecho para el hombre.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 18
Que trata del gozo acerca de los bienes temporales. Dice cómo ha de enderezar el gozo
en ellos a Dios.
1. El primer género de bienes que dijimos son los temporales, y por bienes temporales
entendemos aquí riquezas, estados, oficios y otras pretensiones, e hijos, parientes,
casamientos, etc.; todas las cuales son cosas de que se puede gozar la voluntad.
Pero cuán vana cosa sea gozarse los hombres de las riquezas, títulos, estados, oficios, y
otras cosas semejantes que suelen ellos pretender, está claro; porque, si por ser el
hombre más rico fuera más siervo de Dios, debiérase gozar en las riquezas; pero antes le
son causa que le ofenda, según lo enseña el Sabio (Ecli. 11, 10), diciendo: Hijo, si
fueres rico, no estarás libre de pecado. Que, aunque es verdad que los bienes
temporales, de suyo, necesariamente no hacen pecar, pero porque ordinariamente con
flaqueza de afición se ase el corazón del hombre a ellos y falta a Dios, lo cual es pecado,
porque pecado es faltar a Dios, por eso dice el Sabio que no estarás libre de pecado.
Que por eso el Señor las llamó en el Evangelio espinas (Mt. 13, 22; Lc. 8, 14), para dar
a entender que el que las manoseare con la voluntad quedará herido de algún pecado. Y
aquella exclamación que hace en el Evangelio (por san Lucas, tan para temer), diciendo
(Lc. 18, 24): ¡Cuán dificultosamente entrarán en el reino de los cielos los que tienen
riquezas!, es a saber, el gozo en ellas, bien da a entender que no se debe el hombre
gozar en las riquezas, pues a tanto peligro se pone. Que para apartarnos de él dijo
también David (Sal. 61, 11): Si abundaren las riquezas, no pongáis en ellas el corazón.
2. Y no quiero traer aquí más testimonios en cosa tan clara, porque tampoco acabaría de
alegar Escritura, porque ¿cuándo acabaría de decir los males que de ellas dice Salomón
en el Eclesiastés? El cual, como hombre que habiendo tenido muchas riquezas y
sabiendo bien lo que eran, dijo que todo cuanto había debajo del sol era vanidad de
vanidades, aflicción de espíritu y vana solicitud de ánimo (1, 14); y que el que ama las
riquezas no sacará fruto de ellas (5, 9); y que las riquezas se guardan para mal de su
señor (5, 12), según se ve en el Evangelio (Lc. 12, 20), donde a aquel que se gozaba
porque tenía ganados muchos frutos para muchos años, se le dijo del cielo: Necio, esta
noche te pedirán el alma para que venga a cuenta, y lo que allegaste, ¿cúyo será? Y,
finalmente, cómo David (Sal. 48, 17-19) nos enseña lo mismo, diciendo que no
tengamos envidia cuando nuestro vecino se enriqueciere, pues no le aprovechará nada
para la otra vida; dando allí a entender que antes le podríamos tener lástima.
3. Síguese, pues, que el hombre ni se ha de gozar de las riquezas cuando las tiene (él) ni
cuando las tiene su hermano, sino si con ellas sirven a Dios. Porque si por alguna vía se
sufre gozarse en ellas, como se han de gozar en las riquezas, es cuando se expenden y
emplean en servicio de Dios; pues de otra manera no sacará de ellas provecho.
Y lo mismo se ha de entender de los demás bienes de títulos, (estados), oficios, etc., en
todo lo cual es vano el gozarse sino en si en ello sirven más a Dios y llevan más seguro
el camino para la vida eterna. Y porque claramente no puede saber si es todo así, que
sirve más a Dios, etc., vana cosa sería gozarse determinadamente sobre estas cosas,
porque no puede ser razonable el tal gozo, pues que, como dice el Señor (Mt. 16, 26):
Aunque gane todo el mundo, puede uno perder su alma. No hay, pues, de qué se gozar,
sino en si sirve más a Dios.
4. Pues sobre los hijos tampoco hay de qué se gozar, ni por ser muchos, ni ricos, y
adornados de dones y gracias naturales y bienes de fortuna, sino en si sirven a Dios.
Pues que Absalón, hijo de David, ni su hermosura, ni su riqueza, ni su linaje le sirvió de
nada, pues no sirvió a Dios (2 Sm. 14, 25) Por tanto, vana cosa fue haberse gozado de lo
tal.
De donde también es vana cosa desear tener hijos, como hacen algunos que hunden y
alborotan al mundo con deseos de ellos, pues que no saben si serán buenos y servirán a
Dios, y si el contento que de ellos esperan será dolor, y el descanso y consuelo trabajo y
desconsuelo, y la honra deshonra y ofender más a Dios con ellos, como hacen muchos;
de los cuales dice Cristo (Mt. 23, 15) que cercan la mar y la tierra para enriquecerlos y
hacerlos doblado hijos de perdición que fueron ellos.
5. Por tanto, aunque todas las cosas se le rían al hombre y todas sucedan prósperamente,
antes se debe recelar que gozarse, pues en aquello crece la ocasión y el peligro de
olvidar a Dios (y ofenderle). Que, por eso, dice Salomón que se recataba él, diciendo en
el Eclesiastés (2, 2): A la risa juzgué por error, y al gozo dije: ¿Por qué te engañas en
vano? Que es como si dijera: Cuando se me reían las cosas, tuve por engaño y error
gozarme en ellas, porque grande error, sin duda, (e insipiencia) es la del hombre que se
goza de lo que se le muestra alegre y risueño, no sabiendo de cierto que de allí se le
sigue algún bien eterno. El corazón del necio, dice el Sabio (Ecli. 7, 5), está donde está
la alegría; mas el del sabio donde está la tristeza, porque la alegría ciega el corazón y no
le deja considerar ni ponderar las cosas, y la tristeza hace abrir los ojos y mirar el
provecho y daño de ellas. Y de aquí es que, como también dice el mismo (7, 4), es
mejor la ira que la risa; por tanto, mejor es ir a la casa del llanto que a la del convite,
porque en aquélla se muestra el fin de todos los hombres, como también dice el Sabio
(Ecli. 7, 3).
6. (Pues gozarse sobre la mujer o sobre el marido, cuando claramente no saben que
sirven a Dios mejor en su casamiento, también sería vanidad; pues antes debían tener
confusión, por ser el matrimonio causa, como dice san Pablo (1 Cor. 7, 33-34) de que,
por tener cada una puesto el corazón en el otro, no le tengan entero con Dios. Por lo cual
dice (1 Cor. 7, 27) que si te hallases libre de mujer, no quieras buscar mujer, porque ya
que se tenga, conviene que sea con tanta libertad de corazón como si no la tuviese. Lo
cual, juntamente con lo que habemos dicho de los bienes temporales, nos enseña él (1
Cor. 7, 29-31) por estas palabras, diciendo: Esto es cierto lo que os digo, hermanos, que
el tiempo es breve; lo que resta es que los que tienen mujeres sean como los que no las
tienen; y los que lloran, como los que no lloran; y los que se gozan, como los que no se
gozan; y los que compran, como los que no poseen; y los que usan de este mundo, como
los que no le usan).
Y así, no se ha de poner el gozo en otra cosa que en lo que toca a servir a Dios, porque
lo demás es vanidad y cosa sin provecho, pues el gozo que no es según Dios no le puede
aprovechar (al alma).
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 19
De los daños que se le pueden seguir al alma de poner el gozo en los bienes temporales.
1. Si los daños que al alma cercan por poner el afecto de la voluntad en los bienes
temporales hubiésemos de decir, ni tinta ni papel bastaría, y el tiempo sería corto.
Porque desde muy poco puede llegar a grandes males y destruir grandes bienes: así,
como de una centella de fuego, si no se apaga, se pueden encender grandes fuegos que
abrasen el mundo.
Todos estos daños tienen raíz y origen en un daño privativo principal que hay en este
gozo, que es apartarse de Dios; porque, así como allegándose a él el alma por la
afección de la voluntad de ahí le nacen todos los bienes, así apartándose de él por esta
afección de criatura, dan en ella todos los daños y males a la medida del gozo y afección
con que se junta con la criatura, porque eso es el apartarse de Dios. De donde, según el
apartamiento que cada uno hiciere de Dios en más o en menos, podrá entender ser sus
daños en más o en menos extensiva o intensivamente, y juntamente de ambas maneras,
por la mayor parte.
2. Este daño privativo, de donde decimos que nacen los demás privativos y positivos,
tiene cuatro grados, uno peor que otro. Y cuando el alma llegare al cuarto, habrá llegado
a todos los males y daños que se pueden decir en este caso. Estos cuatro grados nota
muy bien Moisés en el Deuteronomio (32, 15) por estas palabras, diciendo: Empachóse
el amado y dio trancos hacia atrás. Empachóse, engrosóse y dilatóse. Dejó a Dios su
hacedor, y alejóse de Dios, su salud.
3. El empacharse el alma que era amada antes que se empachara, es engolfarse en este
gozo de criaturas. Y de aquí sale el primer grado de este daño, que es volver atrás; lo
cual es un embotamiento de la mente acerca de Dios, que le oscurece los bienes de Dios,
como la niebla oscurece al aire para que no sea bien ilustrado de la luz del sol. Porque,
por el mismo caso que el espiritual pone su gozo en alguna cosa y da rienda al apetito
para impertinencias, se entenebrece acerca de Dios y anubla la sencilla inteligencia del
juicio, según lo enseña el Espíritu Divino en el libro de la Sabiduría (4, 12), diciendo: El
uso y juntura de la vanidad y burla oscurece los bienes, y la instancia del apetito
trastorna y pervierte el sentido y juicio sin malicia. Donde da a entender el Espíritu
Santo que, aunque no haya malicia concebida en el entendimiento del alma, sólo la
concupiscencia y gozo de éstas basta para hacer en ella este primer grado de este daño,
que es el embotamiento de la mente y la oscuridad del juicio para entender la verdad y
juzgar bien de cada cosa como es.
4. No basta santidad y buen juicio que tenga el hombre para que no deje de caer en este
daño, si da lugar a la concupiscencia o gozo de las cosas temporales; que por eso dijo
Dios por Moisés (Ex. 23, 8), avisándonos, estas palabras: No recibas dones, que hasta
los prudentes ciegan. Y esto era hablando particularmente con los que habían de ser
jueces, porque han menester tener el juicio limpio y despierto, lo cual no tendrían con la
codicia y gozo de las dádivas. Y también por eso mandó Dios al mismo Moisés (Ex. 18,
21-22) que pusiese por jueces a los que aborreciesen la avaricia, porque no se les
embotase el juicio con el gusto de las pasiones. Y así dice que no solamente no la
quieran, sino que la aborrezcan. Porque, para defenderse uno perfectamente de la
afección de amor, hase de sustentar en aborrecimiento, defendiéndose con el un
contrario del otro. Y así, la causa por que el profeta Samuel fue siempre tan recto e
ilustrado juez es porque, como él dijo en el libro de los Reyes (1 Re. 12, 3), nunca había
recibido de alguno alguna dádiva.
5. El segundo grado de este daño privativo sale de este primero; el cual se da a entender
en aquello que se sigue de la autoridad alegada, es a saber: "Empachóse, engrosóse y
dilatóse". Y así, este segundo grado es dilatación de la voluntad ya con más libertad en
las cosas temporales; la cual consiste en no se le dar ya tanto ni penarse, ni tener ya en
tanto el gozarse y gustar de los bienes criados. Y esto le nació de haber primero dado
rienda al gozo; porque, dándole lugar, se vino a engrosar el alma en él, como dice allí, y
aquella grosura de gozo y apetito le hizo dilatar y extender más la voluntad en las
criaturas. Y esto trae consigo grandes daños; porque este grado segundo le hace
apartarse de las cosas de Dios y santos ejercicios y no gustar de ellos, porque gusta de
otras cosas y va dándose a muchas imperfecciones e impertinencias y gozos y vanos
gustos.
6. Y totalmente este segundo grado, cuando es consumado, quita al hombre los
continuos ejercicios que tenía, y que toda su mente y codicia ande ya en lo secular. Y ya
los que están en este segundo grado, no solamente tienen oscuro el juicio y
entendimiento para conocer las verdades y la justicia como los que están en el primero;
mas aun tienen ya mucha flojedad y tibieza y descuido en saberlo y obrarlo, según de
ellos dice Isaías (1, 23) por estas palabras: Todos aman las dádivas y se dejan llevar de
las retribuciones, y no juzgan al pupilo, y la causa de la viuda no llega a ellos para que
de ella hagan caso. Lo cual no acaece en ellos sin culpa, mayormente cuando les
incumbe de oficio; porque ya los de este grado no carecen de malicia como los del
primero carecen. Y así, se van más apartando de la justicia y virtudes, porque van más
extendiendo la voluntad en la afección de las criaturas. Por tanto, la propiedad de los de
este grado segundo es gran tibieza en las cosas espirituales y cumplir muy mal con ellas,
ejercitándolas más por cumplimiento o por fuerza, o por el uso que tienen en ellas, que
por razón de amor.
7. El tercer grado de este daño privativo es dejar a Dios del todo, no curando de cumplir
su ley por no faltar a las cosas y bienes del mundo, dejándose caer en pecados mortales
por la codicia. Y este tercer grado se nota en lo que se va siguiendo en la dicha
autoridad, que dice: "Dejó a Dios su hacedor" (Dt. 32, 15).
En este grado se contienen todos aquellos que de tal manera tienen las potencias del
alma engolfadas en las cosas del mundo y riquezas y tratos, que no se dan nada por
cumplir con lo que les obliga la ley de Dios; y tienen grande olvido y torpeza acerca de
lo que toca a su salvación, y tanta más viveza y sutileza acerca de las cosas del mundo;
tanto, que los llama Cristo en el Evangelio (Lc. 16, 8) hijos de este siglo; y dice de ellos
que son más prudentes en sus tratos y agudos que los hijos de la luz en los suyos. Y así
en lo de Dios no son nada y en lo del mundo lo son todo. Y éstos propiamente son los
avarientos, los cuales tienen ya (tan) extendido y derramado el apetito y gozo en las
cosas criadas, y tan afectadamente, que no se pueden ver hartos, sino que antes su
apetito crece tanto más y su sed cuanto ellos están más apartados de la fuente que
solamente los podía hartar, que es Dios; porque de éstos dice el mismo Dios por
Jeremías (2, 13), diciendo: Dejáronme a mí, que soy fuente de agua viva, y cavaron para
sí cisternas rotas, que no pueden tener aguas. Y esto es porque en las criaturas no halla
el avaro con qué apagar su sed, sino con qué aumentarla. Estos son los que caen en mil
maneras de pecados por amor de los bienes temporales, y son innumerables sus daños.
Y de éstos dice David (Sal. 72, 7): Transierunt in affectum cordis.
8. El cuarto grado de este daño privativo (se nota) en lo último de nuestra autoridad, que
dice: "Y alejóse de Dios, su salud". A lo cual vienen del tercer grado que acabamos de
decir, porque, de no hacer caso de poner su corazón en la ley de Dios por causa de los
bienes temporales, viene el alejarse mucho de Dios el alma del avaro, según la memoria,
entendimiento y voluntad, olvidándose de él como si no fuese su Dios; lo cual es porque
ha hecho para sí dios del dinero y bienes temporales, como dice san Pablo (Col. 3, 5),
diciendo que la avaricia es servidumbre de ídolos. Porque este cuarto grado llega hasta
olvidar a Dios y poner el corazón, que normalmente debía poner en Dios, formalmente
en el dinero, como si no tuviesen otro Dios.
9. De este cuarto grado son aquellos que no dudan de ordenar las cosas sobrenaturales a
las temporales como a su dios, como lo debían hacer al contrario, ordenándolas a ellas a
Dios, si le tuvieran por su Dios, como era razón. De éstos fue el inicuo Balam, que la
gracia que Dios le había dado vendía (Nm. 22, 7); y también Simón Mago, que pensaba
estimarse la gracia de Dios por el dinero (queriéndola comprar (Act. 8, 18-19). En lo
cual estimaba en más el dinero, pues le parecía que había quien lo estimase en más
dándole gracia por el dinero).
Y de este cuarto grado en otras muchas maneras hay muchos al día de hoy, que allá con
sus razones, oscurecidas con la codicia en las cosas espirituales, sirven al dinero y no a
Dios, y se mueven por el dinero y no por Dios, poniendo delante el precio y no el divino
valor y premio, haciendo de muchas maneras al dinero su principal dios y fin,
anteponiéndole al último fin, que es Dios.
10. De este último grado son también todos aquellos miserables que, estando tan
enamorados de los bienes, los tienen tan por su dios, que no dudan de sacrificarles sus
vidas cuando ven que este su dios recibe alguna mengua temporal, desesperándose y
dándose ellos la muerte (por miserables fines), mostrando ellos mismos por sus manos
el desdichado galardón que de tal dios se consigue; que, como no hay que esperar de él,
da desesperación (y muerte. Y a los que no persigue hasta este último daño de muerte,
los hace morir viviendo en penas de solicitud y otras muchas miserias, no dejando entrar
alegría en su corazón y que no les luzca bien ninguno en la tierra, pagando siempre el
tributo de su corazón al dinero en tanto que penan por él, allegándolo a él para la última
calamidad suya de justa perdición, como lo advierte el Sabio (Ecli. 5, 12), diciendo que
las riquezas están guardadas para el mal de su señor.
11. Y de este cuarto grado son aquellos que dice san Pablo (Rm. 1, 28) que tradidit illos
in reprobum sensum; porque hasta estos daños trae al hombre el gozo cuando se pone en
las posesiones últimamente. Mas a los que menos daños hace es de tener harta lástima,
pues, como habemos dicho, hace volver al alma muy atrás en la vía de Dios. Y por
tanto, como dice David (Sal. 48, 17-18): No temas cuando se enriqueciere el hombre,
esto es, no le hayas envidia, pensando que te lleva ventaja, porque, cuando acabare, no
llevará nada, ni su gloria y gozo bajarán con él).
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 20
De los provechos que se siguen al alma en apartar el gozo de las cosas temporales.
1. Ha, pues, el espiritual de mirar mucho que no se le comience a asir el corazón y el
gozo a las cosas temporales, temiendo que de poco vendrá a mucho, creciendo de grado
en grado, pues de lo poco se viene a lo mucho, y de pequeño principio, al fin es el
negocio grande; como una centella basta para quemar un monte y todo el mundo. Y
nunca se fíe por ser pequeño el asimiento, si no le corta luego, pensando que adelante lo
hará; porque, si cuando es tan poco y al principio, no tiene ánimo para acabarlo, cuando
sea mucho y más arraigado, ¿cómo piensa y presume que podrá?, mayormente diciendo
Nuestro Señor en el Evangelio (Lc. 16, 10) que el que es infiel en lo poco, también lo
será en lo mucho; porque el que lo poco evita, no caerá en lo mucho. Mas en lo poco
hay gran daño, pues está ya entrada la cerca y la muralla del corazón; y como dice el
adagio: el que comienza, la mitad tiene hecho. Por lo cual nos avisa David (Sal. 61, 11),
diciendo que, aunque abunden las riquezas, no les apliquemos el corazón.
2. Lo cual, aunque el hombre no hiciese por su Dios y por lo que le obliga la perfección
cristiana, por los provechos que temporalmente se le siguen, demás de los espirituales,
había de libertar perfectamente su corazón de todo gozo acerca de lo dicho. Pues no sólo
se libra de los pestíferos daños que habemos dicho en el precedente capítulo, pero,
demás de eso, en quitar el gozo de los bienes temporales adquiere virtud de liberalidad,
que es una de las principales condiciones de Dios, la cual en ninguna manera se puede
tener con codicia.
Demás de esto, adquiere libertad de ánimo, claridad en la razón, sosiego, tranquilidad y
confianza pacífica en Dios, y culto y obsequio verdadero en la voluntad para Dios.
Adquiere más gozo y recreación en las criaturas con el desapropio de ellas, el cual no se
puede gozar en ellas si las mira con asimiento de propiedad; porque éste es un cuidado
que, como lazo, ata al espíritu en la tierra y no le deja anchura de corazón.
Adquiere más, en el desasimiento de las cosas, clara noticia de ellas para entender bien
las verdades acerca de ellas, así natural como sobrenaturalmente; por lo cual las goza
muy diferentemente que el que está asido a ellas, con grandes ventajas y mejorías.
Porque éste las gusta según la verdad de ellas, esotro según la mentira de ellas; (éste
según lo mejor, esotro según lo peor; éste según la sustancia, esotro que ase su sentido a
ellas, según el accidente; porque el sentido no puede coger ni llegar más que al
accidente, y el espíritu, purgado de nube y especie de accidente, penetra la verdad y
valor de las cosas, porque ése es su objeto). Por lo cual el gozo anubla el juicio como
niebla, porque no puede haber gozo voluntario de criatura sin propiedad voluntaria, así
como no puede haber gozo en cuanto es pasión, que no haya también propiedad habitual
en el corazón; y la negación y purgación de tal gozo deja al juicio claro, como al aire los
vapores cuando se deshacen.
3. Gózase, pues, éste en todas las cosas, no teniendo el gozo apropiado a ellas, como si
las tuviese todas; y esotro, en cuanto las mira con particular aplicación de propiedad,
pierde todo el gusto de todas en general; éste, en tanto que ninguna tiene en el corazón,
las tiene, como dice san Pablo (2 Cor. 6, 10), todas en gran libertad; esotro, en tanto que
tiene de ellas algo con voluntad asida, no tiene ni posee nada, antes ellas le tienen
poseído a él el corazón; por lo cual, como cautivo, pena; de donde, cuantos gozos quiere
tener en las criaturas, de necesidad ha de tener otras tantas apreturas y penas en su asido
y poseído corazón.
Al desasido no le molestan cuidados, ni en oración ni fuera de ella, y así, sin perder
tiempo, con facilidad hace mucha hacienda espiritual; pero a esotro todo se le suele ir en
dar vueltas y revueltas sobre el lazo a que está asido y apropiado su corazón, y con
diligencia aun apenas se puede libertar por poco tiempo de este lazo del pensamiento y
gozo de lo que está asido el corazón.
Debe, pues, el espiritual, al primer movimiento, cuando se le va el gozo a las cosas,
reprimirle, acordándose del presupuesto que aquí llevamos: que no hay cosa en que el
hombre se deba gozar, sino en si sirve a Dios y en procurar su honra y gloria en todas
las cosas, enderezándolas sólo a esto y desviándose en ellas de la vanidad, no mirando
en ellas su gusto ni consuelo.
4. Hay otro provecho muy grande y principal en desasir el gozo de las criaturas, que es
dejar el corazón libre para Dios, que es principio dispositivo para todas las mercedes
que Dios le ha de hacer, sin la cual disposición no las hace; y son tales, que aun
temporalmente, por un gozo que por su amor y por la perfección del Evangelio deje, le
dará ciento (por uno) en esta vida, como en el mismo Evangelio (Mt. 19, 29) lo promete
Su Majestad.
Mas, aunque no fuese por estos intereses, sino sólo por el disgusto que a Dios se da en
estos gozos de criaturas, había el espiritual de apagarlos en su alma. Pues que vemos en
el Evangelio (Lc. 12, 20) que, sólo porque aquel rico se gozaba porque tenía bienes para
muchos años, se enojó tanto Dios, que le dijo que aquella misma noche había de ser su
alma llevada a cuenta. De donde habemos de creer que todas las veces que vanamente
nos gozamos está Dios mirando y diciendo algún castigo y trago amargo según lo
merecido, que, a veces, sea más de ciento tanto más la pena que redunda del (tal) gozo
que lo que se gozó. Que, aunque es verdad que en aquello que dice por san Juan en el
Apocalipsis (18, 7) de Babilonia, diciendo que cuanto se había gozado y estado en
deleite le diesen de tormentos y pena, no es para decir que no será más (la pena) que el
gozo (que sí será, pues por breves placeres se dan eternos tormentos), sino para dar a
entender que no quedará cosa sin su castigo particular, porque el que la inútil palabra
castigará (Mt. 12, 36), no perdonará el gozo vano.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPITULO 21
[San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE CARMELOLibro 1º
- 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
--------------------------------------------------------------------------LIBRO TERCERO
CAPÍTULO 21
En que se trata cómo es vanidad poner el gozo de la voluntad en los bienes naturales y
cómo se ha de enderezar a Dios por ellos.
1. Por bienes naturales entendemos aquí hermosura, gracia, donaire, complexión
corporal y todas las demás dotes corporales; y también en el alma, buen entendimiento,
discreción, con las demás cosas que pertenecen a la razón.
En todo lo cual poner el hombre el gozo, (porque él o los que a él pertenecen tengan
tales partes y no más), y no dar antes gracias a Dios, que las da para ser por ellas más
conocido y amado, y sólo por eso gozarse, vanidad y engaño es, como lo dice Salomón
(Pv. 31, 30), diciendo: Engañosa es la gracia y vana la hermosura; la que teme a Dios,
ésa será alabada. En lo cual se nos enseña que antes en estos dones naturales se debe el
hombre recelar, pues por ellos puede el hombre fácilmente distraerse del amor de Dios y
caer en vanidad, atraído de ellos, y ser engañado. Que, por eso, dice que la gracia
corporal es engañadora, porque en la vía al hombre engaña y le atrae a lo que no le
conviene, por vano gozo y complacencia de sí o del que la tal gracia tiene; y que "la
hermosura es vana", pues que al hombre hace caer de muchas maneras cuando la estima
y en ella se goza, pues sólo se debe gozar en si sirve a Dios en él o en otros por él; mas
antes debe temer y recelarse (que) no, por ventura, sean causa de sus dones y gracias
naturales que Dios sea ofendido por ellas, por su vana presunción o por extrema afición
poniendo los ojos en ellas.
Por lo cual debe tener recato y vivir con cuidado el que tuviere las tales partes, que no
dé causa a alguno, por su vana ostentación, que se aparte un punto de Dios su corazón.
Porque estas gracias y dones de naturaleza son tan provocativas y ocasionadas, así al
que las posee como al que las mira, que apenas hay quien se escape de algún lacillo y
liga de su corazón en ellas. Donde, por este temor, habemos visto que muchas personas
espirituales, que tenían algunas partes de éstas, alcanzaron de Dios con oraciones que
las desfigurase, por no ser causa y ocasión a sí o a otras personas de alguna afición o
gozo vano.
2. Ha, pues, el espiritual de purgar y oscurecer su voluntad en este vano gozo,
advirtiendo que la hermosura y todas las demás partes naturales son tierra, y que de ahí
vienen y a la tierra vuelven; y que la gracia y donaire es humo y aire de esa tierra; y que,
para no caer en vanidad, lo ha de tener por tal y por tal estimarlo, y en estas cosas
enderezar el corazón a Dios en gozo y alegría de que Dios es en sí todas esas
hermosuras y gracias eminentísimamente, en infinito sobre todas las criaturas; y que,
como dice David (Sal. 101, 27), todas ellas, como la vestidura, se envejecerán y
pasarán, y sólo él permanece inmutable para siempre. Y por eso, si en todas las cosas no
enderezare a Dios su gozo, siempre será falso y engañado; porque de este tal se entiende
aquel dicho de Salomón (Ecli. 2, 2), que dice hablando con el gozo acerca de las
criaturas, diciendo: Al gozo dije: ¿Por qué te dejas engañar en vano?; esto es, cuando se
deja atraer de las criaturas el corazón.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 22
De los daños que se le siguen al alma de poner el gozo de la voluntad en los bienes
naturales.
1. Aunque muchos de estos daños y provechos que voy contando en estos géneros de
gozos son comunes a todos, con todo, porque derechamente siguen al gozo y desapropio
de él, aunque el gozo sea de cualquier género de estas seis divisiones que voy tratando,
por eso en cada una (digo) algunos daños y provechos que también se hallan en la otra,
por ser, como digo, anejos al gozo que anda por todas. Mas mi principal intento es decir
los (particulares) daños y provechos que acerca de cada cosa, por el gozo o no gozo de
ella, se siguen al alma; los cuales llamo particulares, porque de tal manera primaria e
inmediatamente se causan de tal género de gozo, que no se causan del otro sino
secundaria y mediatamente. Ejemplo: el daño de la tibieza del espíritu, de todo y de
cualquier género de gozo se causa directamente, y así este daño es a todos estos seis
géneros general. Pero el fornicio es daño particular, que sólo derechamente sigue al
gozo de los bienes naturales que vamos diciendo.
2. Los daños, pues, espirituales y corporales que derecha y efectivamente se siguen al
alma cuando pone el gozo en los bienes naturales, se reducen a seis daños principales.
El primero es vanagloria, presunción, soberbia y desestima del prójimo; porque no
puede uno poner los ojos de la estimación en una cosa que no los quite de las demás. De
lo cual se sigue, por lo menos, desestima real de las demás cosas; porque, naturalmente,
poniendo la estimación en una cosa, se recoge el corazón de las demás cosas en aquella
que estima, y de este desprecio real es muy fácil caer en el intencional y voluntario de
algunas cosas de esotras, en particular o en general, no sólo en el corazón, sino
mostrándolo con la lengua, diciendo: tal o tal cosa, tal o tal persona no es como tal o tal.
El segundo daño es que mueve el sentido a complacencia y deleite sensual y lujuria.
El tercer daño es hacer caer en adulación y alabanzas vanas, en que hay engaño y
vanidad, como dice Isaías (3, 12), diciendo: Pueblo mío, el que te alaba te engaña. Y la
razón es porque, aunque algunas veces dicen verdad alabando gracias y hermosura,
todavía por maravilla deja de ir allí envuelto algún daño, o haciendo caer al otro en vana
complacencia y gozo, y llevando allí sus afectos e intenciones imperfectas.
El cuarto daño es general, porque se embota mucho la razón y el sentido del espíritu
también como en el gozo de los bienes temporales, y aun en cierta manera mucho más;
porque como los bienes naturales son más conjuntos al hombre que los temporales, con
más eficacia y presteza hace el gozo de los tales impresión y huella en el sentido y más
frecuentemente le embelesa. Y así, la razón y juicio no quedan libres, sino anublados
con aquella afección de gozo muy conjunto.
Y de aquí nace el quinto daño, que es distracción de la mente en criaturas.
Y de aquí nace y se sigue la tibieza y flojedad de espíritu, que es el sexto daño, también
general, que suele llegar a tanto, que tenga tedio grande y tristeza en las cosas de Dios,
hasta venirlas a aborrecer.
Piérdese en este gozo infaliblemente el espíritu puro, por lo menos al principio; porque
si algún espíritu se siente, será muy sensible y grosero, poco espiritual y poco interior y
recogido, consistiendo más en gusto sensitivo que en fuerza de espíritu. Porque, pues el
espíritu está tan bajo y flaco, que así no apaga el hábito del tal gozo (porque, para no
tener el espíritu puro, basta tener este hábito imperfecto, aunque, cuando se ofrezca, no
consienta en los actos del gozo), más debe vivir, en cierta manera, en la flaqueza del
sentido que en la fuerza del espíritu; si no, en la fortaleza y perfección que tuviere en las
ocasiones lo verá. Aunque no niego que puede haber muchas virtudes con hartas
imperfecciones; mas con estos gozos no apagados, no puro ni sabroso espíritu interior,
porque reina la carne, que milita contra el espíritu (Gl. 5, 17), y aunque no sienta daño
el espíritu, por lo menos se le causa ocultamente distracción.
3. Pero, volviendo a hablar en aquel segundo daño, que contiene en sí daños
innumerables, aunque no se pueden comprehender con la pluma ni significar con
palabras, no es oscuro ni oculto hasta dónde llegue y cuánta sea esta desventura nacida
del gozo puesto en las gracias y hermosura natural, pues que cada día por esta causa se
ven tantas muertes de hombres, tantas honras perdidas, tantos insultos hechos, tantas
haciendas disipadas, tantas emulaciones y contiendas, tantos adulterios, estupros y
fornicios cometidos y tantos santos caídos en el suelo, que se comparen a la tercera
parte de las estrellas del cielo derribadas con la cola de aquella serpiente en la tierra
(Ap. 12, 4); el oro fino, perdido su primor y lustre, en el cieno; y los ínclitos y nobles de
Sión, que se vestían de oro primo, estimados en vasos de barro quebrados, hechos
tiestos (Lm. 4, 1-2).
4. ¿Hasta dónde no llega la ponzoña de este daño? ¿Y quién no bebe o poco o mucho de
este cáliz dorado de la mujer babilónica del Apocalipsis (17, 4)? Que (en sentarse ella
sobre aquella gran bestia, que tenía siete cabezas y diez coronas, da a entender que
apenas hay alto ni bajo, ni santo ni pecador que no dé a beber de su vino, sujetando en
algo su corazón, pues, como allí se dice de ella (17, 2), fueron embriagados todos los
reyes de la tierra del vino de su prostitución. Y a todos los estados coge, hasta el
supremo e ínclito del santuario y divino sacerdocio, asentando su abominable vaso,
como dice Daniel (9, 27) en el lugar santo; apenas dejando fuerte que poco o mucho no
le dé a beber del vino de este cáliz, que es este vano gozo. Que, por eso, dice que "todos
los reyes de la tierra fueron embriagados de este vino", pues tan pocos se hallarán que,
por santos que hayan sido, no les haya embelesado y trastornado algo esta bebida del
gozo y gusto de la hermosura y gracias naturales.
5. Donde es de notar el decir que se embriagaron; porque, por poco que se beba del vino
de este gozo, luego al punto se ase al corazón, y embelesa y hace el daño de oscurecer la
razón, como a los asidos del vino. Y es de manera que, si luego no se toma alguna triaca
contra este veneno con que se eche fuera presto, peligro corre la vida del alma. Porque,
tomando fuerzas la flaqueza espiritual, le traerá a tanto mal que, como Sansón (Ju. 16,
19), sacados los ojos de su vista y cortados los cabellos de su primera fortaleza, se verá
moler en las atahonas, cautivo entre sus enemigos, y después, por ventura, morir la
segunda muerte, como él con ellos; causándole todos estos daños la bebida de este gozo
espiritualmente, como a él corporalmente se los causó y causa hoy a muchos; y después
le vengan a decir sus enemigos, no sin grande confusión suya: ¿Eres tú el que rompías
los lazos doblados, desquijarrabas los leones, matabas los mil filisteos y arrancabas los
postigos, y te librabas de todos tus enemigos?
6. Concluyamos, pues, poniendo el documento necesario contra esta ponzoña, y sea:
luego que el corazón se sienta mover de este vano gozo de bienes naturales, se acuerde
cuán vana cosa es gozarse de otra que de servir a Dios y cuán peligrosa y perniciosa;
considerando cuánto daño fue para los ángeles gozarse y complacerse de su hermosura
y bienes naturales, pues por esto cayeron en los abismos feos, y cuántos males siguen a
los hombres cada día por esa misma vanidad; y por eso se animen con tiempo a tomar el
remedio que dice el poeta a los que comienzan a aficionarse a lo tal: Date priesa ahora
al principio a poner remedio; porque cuando los males han tenido tiempo de crecer en el
corazón, tarde viene el remedio y la medicina. No mires al vino, dice el Sabio (Pv. 23,
31-32), cuando su color está rubicundo y resplandece en el vidrio; entra blandamente, y
(al fin) muerde como culebra y derrama venenos como el régulo.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 23
De los provechos que saca el alma de no poner el gozo en los bienes naturales.
1. Muchos son los provechos que al alma se le siguen de apartar su corazón de
semejante gozo, porque, demás que dispone para el amor de Dios y las otras virtudes,
derechamente da lugar a la humildad para sí mismo y (a) la caridad general para con los
prójimos; porque, no aficionándose a ninguno por los bienes naturales aparentes, que
son engañadores, le queda el alma libre y clara para amarlos a todos racional y
espiritualmente, como Dios quiere que sean amados. En lo cual se conoce que ninguno
merece amor si no es por la virtud que hay en él. Y cuando de esta suerte se ama, es
muy según Dios y aun con mucha libertad; y si es con asimiento, es con mayor
asimiento de Dios; porque entonces cuanto más crece este amor, tanto más crece el de
Dios, y cuanto más el (de) Dios, tanto más éste del prójimo; porque de lo que es en Dios
es una misma razón y una misma la causa.
2. Síguesele otro excelente provecho en negar este género de gozo, y es que cumple y
guarda el consejo de Nuestro Salvador, que dice por san Mateo (16, 24) que el que
quisiere seguirle se niegue a sí mismo. Lo cual en ninguna manera podría hacer el alma
si pusiese el gozo en sus bienes naturales, porque el que hace algún caso de sí no se
niega ni sigue a Cristo.
3. Hay otro grande provecho en negar este género de gozo, y es que causa en el alma
grande tranquilidad y evacua las digresiones, y hay recogimiento en los sentidos,
mayormente en los ojos. Porque, no queriendo gozarse en eso, ni quiere mirar ni dar los
demás sentidos a esas cosas, por no ser atraído ni enlazado de ellas, ni gastar tiempo ni
pensamiento en ellas: hecho semejante a la prudente serpiente, que tapa sus oídos por no
oír los encantadores y le hagan algunos impresión (Sal. 57, 5). Porque guardando las
puertas del alma, que son los sentidos, mucho se guarda y aumenta la tranquilidad y
pureza de ella.
4. Hay otro provecho no menor en los que ya están aprovechados en la mortificación de
este género de gozo, y es que los objetos y las noticias feas no les hacen la impresión e
impureza que a los que todavía les contenta algo de esto. Y, por eso, a la negación y
mortificación de este gozo se le sigue la espiritual limpieza de alma y cuerpo, esto es, de
espíritu y sentido, y va teniendo conveniencia angelical con Dios, haciendo a su alma y
cuerpo digno templo del Espíritu Santo. Lo cual no puede ser así, si su corazón se goza
en los bienes y gracias naturales; que para esto no es menester consentimiento ni
memoria de cosa fea, pues aquel gozo basta para la impureza del alma y sentido con la
noticia de lo tal, pues que dice el Sabio (Sab. 1, 5) que el Espíritu Santo se apartará de
los pensamientos que no son de entendimiento, esto es, de la razón superior en orden a
Dios.
5. Otro provecho general se le sigue, y es que, demás que se libra de los males y daños
arriba dichos, se excusa también de vanidades sin cuento y de muchos otros daños, así
espirituales como temporales, y mayormente de caer en la poca estima que son tenidos
todos aquellos que son vistos gozarse o preciarse de las dichas partes naturales, suyas o
ajenas. Y así son tenidos y estimados por cuerdos y sabios, como de verdad lo son,
todos aquellos que no hacen caso de estas cosas, sino de aquello de que gusta Dios.
6. De los dichos provechos se sigue el último, que es un generoso bien del alma, tan
necesario para servir a Dios como es la libertad del espíritu, con que fácilmente se
vencen las tentaciones, y se pasan bien los trabajos, y crecen prósperamente las virtudes.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 24
Que trata del tercer género de bienes en que puede la voluntad poner la afección del
gozo, que son los sensuales. Dice cuáles sean y de cuántos géneros y cómo se ha de
enderezar la voluntad a Dios purgándose de este gozo.
1. Síguese tratar del gozo acerca de los bienes sensuales, que es el tercer género de
bienes en que decíamos poder gozarse la voluntad. Y es de notar que por bienes
sensuales entendemos aquí todo aquello que en esta vida puede caer en el sentido de la
vista, del oído, del olfato, gusto y tacto, y de la fábrica interior del discurso imaginario,
que todo pertenece a los sentidos corporales, interiores y exteriores.
2. Y para oscurecer y purgar la voluntad del gozo acerca de estos objetos sensibles,
encaminándola a Dios por ellos, es necesario presuponer una verdad, y es: que, como
muchas veces habemos dicho, el sentido de la parte inferior del hombre, que es del que
vamos tratando, no es ni puede ser capaz de conocer ni comprehender a Dios como Dios
es. De manera que ni el ojo le puede ver ni cosa que se parezca a él, ni el oído puede oír
su voz ni sonido que se le parezca, ni el olfato puede oler olor tan suave, ni el gusto
alcanza sabor tan subido y sabroso, ni el tacto puede sentir toque tan delicado y tan
deleitable ni cosa semejante; ni puede caer en pensamiento ni imaginación su forma, ni
figura alguna que le represente, diciéndolo Isaías (64, 4; 1 Cor. 2, 9) así: Que ni ojo le
vio, ni oído le oyó, ni cayó en corazón de hombre.
3. Y es aquí de notar que los sentidos pueden recibir gusto o deleite, o de parte del
espíritu, mediante alguna comunicación (que recibe de Dios interiormente, o de parte de
las cosas exteriores comunicadas a) los sentidos. Y, según lo dicho, ni por vía del
espíritu ni por la del sentido puede conocer a Dios la parte sensitiva; porque, no
teniendo ella habilidad que llegue a tanto, recibe lo espiritual sensitiva y sensualmente,
y no más. De donde para la voluntad en gozarse del gusto causado de alguna de estas
aprehensiones sería vanidad, por lo menos, e impedir la fuerza de la voluntad que no se
emplease en Dios, poniendo su gozo sólo en él. Lo cual no puede ella hacer enteramente
si no es purgándose y oscureciéndose del gozo acerca de este género, como de los
demás.
4. Dije con advertencia: que si parase el gozo en algo de lo dicho, sería vanidad, porque
cuando no para en eso, sino que, luego que siente la voluntad el gusto de lo que oye, ve
y trata, se levanta a gozar en Dios y le es motivo y fuerza para eso, muy bueno es. Y
entonces no sólo no se han de evitar las tales mociones cuando causan esta devoción y
oración, mas se pueden aprovechar de ellas, y aun deben, para tan santo ejercicio;
porque hay almas que se mueven mucho en Dios por los objetos sensibles. Pero ha de
haber mucho recato en esto, mirando los efectos que de ahí sacan; porque muchas veces
muchos espirituales usan de las dichas recreaciones de sentidos con pretexto de oración
y de darse a Dios, y es de manera que más se puede llamar recreación que oración y
darse gusto a sí mismos más que a Dios; y la intención que tienen es para Dios, y el
efecto que sacan es para la recreación sensitiva, en que sacan más flaqueza de
imperfección que avivar la voluntad y entregarla a Dios.
5. Por lo cual quiero poner aquí un documento para (que se vea) cuándo dichos sabores
de los sentidos hacen provecho y cuándo no. Y es que todas las veces que, oyendo
músicas u otras cosas, y viendo cosas agradables, y oliendo suaves olores, y gustando
algunos sabores y delicados toques, luego al primer movimiento se pone la noticia y
afección de la voluntad en Dios, dándole más gusto aquella noticia que el motivo
sensual que se la causa, y no gusta del tal motivo sino por eso, es señal que saca
provecho de lo dicho y que le ayuda lo tal sensitivo al espíritu. Y en esta manera se
puede usar, porque entonces sirven los sensibles al fin para que Dios los crió y dio, que
es para ser por ellos más amado y conocido. Y es aquí de saber que aquel a quien estos
sensibles hacen el puro efecto espiritual que digo, no por eso tiene apetito, ni se le da
casi nada por ellos, aunque cuando se le ofrecen le dan mucho gusto, por el gusto que
tengo dicho que de Dios le causan; y así no se solicita por ellos, y cuando se le ofrecen,
como digo, luego pasa la voluntad de ellos, y los deja y se pone en Dios.
6. La causa de no dársele mucho de estos motivos, aunque le ayudan (para ir) a Dios, es
porque, como el espíritu que tiene esta prontitud de ir con todo y por todo a Dios está
tan cebado y prevenido y satisfecho con el espíritu de Dios, que no echa menos nada ni
lo apetece; y si lo apetece para esto, luego se le pasa y se le olvida, y no hace caso.
Pero el que no sintiere esta libertad de espíritu en las dichas cosas y gustos sensibles,
sino que su voluntad se detiene en estos gustos y se ceba de ellos, daño le hacen y debe
apartarse de usarlos. Porque, aunque con la razón se quiera ayudar de ellos para ir a
Dios, todavía, por cuanto el apetito gusta de ellos, según lo sensual, y conforme al gusto
siempre es el efecto, más cierto es hacerle estorbo que ayuda, y más daño que provecho.
Y cuando viere que reina en sí el apetito de las tales recreaciones, debe mortificarle;
porque cuanto más fuere fuerte, tiene más de imperfección y flaqueza.
7. Debe, pues, el espiritual, en cualquiera gusto que de parte del sentido se le ofreciere,
ahora sea acaso, ahora de intento, aprovecharse de él sólo para Dios, levantando a él el
gozo del alma para que su gozo sea útil y provechoso y perfecto, advirtiendo que todo
gozo que no es en negación y aniquilación de otro cualquiera gozo, aunque sea de cosa
al parecer muy levantada, es vano y sin provecho y estorba para la unión de la voluntad
en Dios.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 25
Que trata de los daños que el alma recibe en querer poner el gozo de la voluntad en los
bienes sensuales.
1. Cuanto a lo primero, si el alma no oscurece y apaga el gozo que de las cosas
sensuales le puede nacer, enderezando a Dios el tal gozo, todos los daños generales que
habemos dicho que nacen de otro cualquier género de gozo, se le siguen de éste, que es
de cosas sensuales, como son: oscuridad de la razón, tibieza y tedio espiritual, etc. Pero,
en particular, muchos son los daños en que derechamente puede caer por este gozo, así
espirituales como corporales sensuales.
2. Primeramente, del gozo de las cosas visibles, no negándole para ir a Dios, se le puede
seguir derechamente vanidad de ánimo y distracción de la mente, codicia desordenada,
deshonestidad, descompostura interior y exterior, impureza de pensamientos y envidia.
3. Del gozo en oír cosas inútiles, derechamente nace distracción de la imaginación,
parlería, envidia, juicios inciertos y variedad de pensamientos, y de éstos otros muchos
y perniciosos daños.
4. De gozarse en olores suaves le nace asco de los pobres, que es contra la doctrina de
Cristo, enemistad a la servidumbre, poco rendimiento de corazón en las cosas humildes
e insensibilidad espiritual, por lo menos según la proporción de su apetito.
5. Del gozo en el sabor de los manjares, derechamente nace gula y embriaguez, ira,
discordia y falta de caridad con los prójimos y pobres, como tuvo con Lázaro aquel
epulón que comía cada día espléndidamente (Lc. 16, 19). De ahí nace el destemple
corporal, las enfermedades; nacen los malos movimientos, porque crecen los incentivos
de la lujuria. Críase derechamente gran torpeza en el espíritu y estrágase el apetito de las
cosas espirituales, de manera que no pueda gustar de ellas, ni aun estar en ellas ni tratar
de ellas. Nace también de este gozo distracción de los demás sentidos y del corazón y
descontento acerca de muchas cosas.
6. Del gozo acerca del tacto en cosas suaves, muchos más daños y más perniciosos
nacen, y que más en breve trasvierten el sentido al espíritu y apagan su fuerza y vigor.
De aquí nace el abominable vicio de la molicie o incentivos para ella, según la
proporción del gozo de este género; críase la lujuria, hace al ánimo afeminado y tímido
y al sentido halagüeño y melífluo y dispuesto para pecar y hacer daño; infunde vana
alegría y gozo en el corazón, y cría soltura de lengua y libertad de ojos y a los demás
sentidos embelesa y embota, según la cantidad del tal apetito, empacha el juicio,
sustentándole en insipiencia y necedad espiritual, y moralmente cría cobardía e
inconstancia; y, con tiniebla en el ánima y flaqueza de corazón, hace temer aun donde
no hay que temer; cría este gozo espíritu de confusión algunas veces e insensibilidad
acerca de la conciencia y del espíritu, por cuanto debilita mucho la razón y la pone de
suerte que ni sepa tomar buen consejo ni darle, y queda incapaz para los bienes
espirituales y morales, inútil como un vaso quebrado (Ecli. 21, 17).
7. Todos estos daños se causan de este género de gozo, en unos más intensamente,
según la intensión del tal gozo y según también la facilidad o flaqueza o inconstancia
del sujeto en que cae; porque naturales hay que de pequeña ocasión recibirán más
detrimentos que otros de muchas.
8. Finalmente, de este género de gozo en el tacto se puede caer en tantos males y daños,
como habemos dicho, acerca de los bienes naturales, que, por estar allí ya dichos, aquí
no los refiero, como tampoco digo otros muchos daños que hace, como son mengua en
los ejercicios espirituales y penitencia corporal, y tibieza e indevoción acerca del uso de
los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 26
De los provechos que se siguen al alma en la negación del gozo acerca de las cosas
sensibles, los cuales son espirituales y temporales.
1. Admirables son los provechos que el alma saca de la negación de este gozo: de ellos,
son espirituales, y de ellos, temporales.
2. El primero es que, recogiendo el alma su gozo de las cosas sensibles, se restaura
acerca de la distracción en que por el demasiado ejercicio de los sentidos ha caído,
recogiéndose en Dios; y consérvase el espíritu y virtudes que ha adquirido, y se
aumentan y va ganando.
3. El segundo provecho espiritual que saca en no se querer gozar acerca de lo sensible
es excelente, conviene a saber: que podemos decir con verdad que de sensual se hace
espiritual, de animal se hace racional y aún que de hombre camina a porción angelical, y
que de temporal y humano se hace divino y celestial; porque, así como el hombre que
busca el gusto de las cosas sensuales y en ellas pone su gozo no merece ni se le debe
otro nombre que estos que habemos dicho, es a saber: sensual, animal, temporal,
etcétera, así, cuando levanta el gozo de estas cosas sensibles, merece todos éstos,
conviene a saber: espiritual, celestial, etc.
4. Y que esto sea verdad, está claro; porque, como quiera que el ejercicio de los sentidos
y fuerza de la sensualidad contradiga, como dice el Apóstol (Gl. 5, 17), a la fuerza y
ejercicio espiritual, de aquí es que, menguando y acabando las unas de estas fuerzas,
han de crecer y aumentarse las otras fuerzas contrarias, por cuyo impedimento no
crecían, y así, perfeccionándose el espíritu, que es la porción superior del alma que tiene
respecto y comunicación con Dios, merece todos los dichos atributos, pues que se
perfecciona en bienes y dones de Dios espirituales y celestiales.
Y lo uno y lo otro se prueba por san Pablo (1 Cor. 2, 14), el cual al sensual, que es el
que el ejercicio de su voluntad sólo trae en lo sensible, (le llama) animal, que no percibe
las cosas de Dios; y a esotro, que levanta a Dios la voluntad, llama espiritual, y que éste
lo penetra y juzga todo hasta los profundos de Dios. Por tanto, tiene aquí el alma un
admirable provecho de una grande disposición para recibir bienes de Dios y dones
espirituales.
5. Pero el tercer provecho es que con grande exceso se le aumentan los gustos y el gozo
de la voluntad temporalmente; pues, como dice el Salvador (Mt. 19, 29), en esta vida
por uno le dan ciento. De manera que, si un gozo niegas, ciento tanto te dará el Señor en
esta vida temporal y espiritualmente; como también, por un gozo que de esas cosas
sensibles tengas, te nacerá ciento tanto de pesar y sinsabor. Porque, de parte del ojo ya
purgado en los gozos de ver, se le sigue al alma gozo espiritual, enderezado a Dios en
todo cuanto ve, ahora sea divino, ahora profano lo que ve. De parte del oído purgado en
el gozo de oír, se le sigue al alma ciento tanto de gozo muy espiritual y enderezado a
Dios en todo cuanto oye, ahora sea divino, ahora profano lo que oye; y así en los demás
sentidos ya purgados; porque, así como en el estado de la inocencia a nuestros primeros
padres todo cuanto veían y hablaban y comían en el paraíso les servía para mayor sabor
de contemplación, por tener ellos bien sujeta y ordenada la parte sensitiva a la razón, así
el que tiene el sentido purgado y sujeto al espíritu de todas las cosas sensibles, desde el
primer movimiento saca deleite de sabrosa advertencia y contemplación de Dios.
6. De donde al limpio todo lo alto y lo bajo le hace más bien y le sirve para más
limpieza, así como el impuro de lo uno y de lo otro, mediante su impureza, suele sacar
mal; mas el que no vence el gozo del apetito, ni gozará de serenidad de gozo ordinario
en Dios por medio de sus criaturas. El que no vive ya según el sentido, todas las
operaciones de sus sentidos y potencias son enderezadas a divina contemplación,
porque, siendo verdad en buena filosofía que cada cosa, según el ser que tiene o vida
que vive, es su operación, si el alma vive vida espiritual, mortificada la animal, claro
está que sin contradicción, siendo ya todas sus acciones y movimientos espirituales de
vida espiritual, ha de ir con todo a Dios. De donde se sigue que este tal, ya limpio de
corazón, en todas las cosas halla noticia de Dios gozosa y gustosa, casta, pura,
espiritual, alegre y amorosa.
7. De lo dicho infiero la siguiente doctrina, y es: que hasta que el hombre venga a tener
tan habituado el sentido en la purgación del gozo sensible, que de primer movimiento
saque el provecho que he dicho, de que le envíen las cosas luego a Dios, tiene necesidad
de negar su gozo y gusto acerca de ellas para sacar de la vida sensitiva al alma;
temiendo que, pues él no es espiritual, sacará, por ventura, del uso de estas cosas más
jugo y fuerza para el sentido que para el espíritu, predominando en su operación la
fuerza sensual, que hace más sensualidad y la sustenta y cría; porque, como Nuestro
Salvador dice (Jn. 3, 6), lo que nace de carne, carne es; y lo que nace del espíritu,
espíritu es.
Y esto se mire mucho, porque es así la verdad. Y no se atreva el que no tiene aún
mortificado el gusto en las cosas sensibles aprovecharse mucho de la fuerza y operación
del sentido acerca de ellas, creyendo que le ayudan al espíritu; porque más crecerán las
fuerzas del alma sin estas sensitivas, esto es, apagando el gozo y apetito de ellas, que
usando de él en ellas.
8. Pues los bienes de gloria que en la otra vida se siguen por el negamiento de este gozo,
no hay necesidad de decirlo; porque, demás que los dotes corporales de gloria, como
son agilidad y claridad, serán mucho más excelentes que los de aquellos que no se
negaron, así el aumento de la gloria esencial del alma, que responde al amor de Dios por
quien negó las dichas cosas sensibles, por cada gozo que negó momentáneo y caduco,
como dice San Pablo (2 Cor. 4, 17), inmenso peso de gloria obrará en él eternamente.
Y no quiero ahora referir aquí los demás provechos, así morales como temporales y
también espirituales, que se siguen a esta noche de gozo; pues son todos los que en los
demás quedan dichos, y con más eminente ser, por ser estos gozos que se niegan más
conjuntos al natural, y por eso adquiere este tal más íntima pureza en la negación de
ellos.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 27
En que se comienza a tratar del cuarto género de bienes que son bienes morales. Dice
cuáles sean y en qué manera sea en ellos lícito el gozo de la voluntad.
1. El cuarto género en que se puede gozar la voluntad son bienes morales; y por bienes
morales entendemos aquí las virtudes y los hábitos de ellas en cuanto morales, y el
ejercicio de cualquiera virtud, y el ejercicio de las obras de misericordia, la guarda de la
ley de Dios, y la política, y todo ejercicio de buena índole e inclinación.
2. Y estos bienes morales, cuando se poseen y ejercitan, por ventura merecen más gozo
de la voluntad que alguno de esotros tres géneros que quedan dichos. Porque por una de
dos causas, o por entrambas juntas, se puede el hombre gozar de sus cosas, conviene a
saber: o por lo que ellas son en sí, o por el bien que importan y traen consigo como
medio e instrumento.
Y así, hallaremos que la posesión de los tres géneros de bienes ya dichos ningún gozo
de la voluntad merecen, pues, como queda dicho, de suyo al hombre ningún bien le
hacen ni le tienen en sí, pues son tan caducos y deleznables; antes, como también
dijimos, le engendran y acarrean pena y dolor y aflicción de ánimo. Que, aunque algún
gozo merezcan por la segunda causa, que es cuando el hombre de ellos se aprovecha
para ir a Dios, es tan incierto esto, que, como vemos comúnmente, más se daña el
hombre con ellos que se aprovecha.
Pero los bienes morales ya por la primera causa, que es por lo que en sí son y valen,
merecen algún gozo de su poseedor; porque consigo traen paz y tranquilidad y recto y
ordenado uso de la razón, y operaciones acordadas; que no puede el hombre
humanamente en esta vida poseer cosa mejor.
3. Y así, porque las virtudes por sí mismas merecen ser amadas y estimadas, hablando
humanamente, bien se puede el hombre gozar de tenerlas en sí y ejercitarlas por lo que
en sí son y por lo que de bien humana y temporalmente importan al hombre. Porque de
esta manera, y por esto, los filósofos y sabios y antiguos príncipes las estimaron y las
alabaron y procuraron tener y ejercitar; y aunque gentiles, y que sólo ponían los ojos en
ellas temporalmente por los bienes que temporal y corporal y naturalmente de ellas
conocían seguírseles, no sólo alcanzaban por ellas los bienes y nombre temporalmente
que pretendían, sino, demás de esto, Dios, que ama todo lo bueno, aun en el bárbaro y
gentil, y ninguna cosa impide buena, como dice el Sabio (Sab. 7, 22), les aumentaba la
vida, honra y señorío y paz, como hizo en los romanos porque usaban de justas leyes;
que casi les sujetó todo el mundo, pagando temporalmente a los que eran por su
infidelidad incapaces de premio eterno las buenas costumbres.
Porque ama Dios tanto estos bienes morales, que sólo porque Salomón le pidió
sabiduría para mostrar los de su pueblo y poderle gobernar justamente, instruyéndole en
buenas costumbres, se lo agradeció mucho el mismo Dios, y le dijo (3 Re. 3, 11-13; 2
Cor. 1, 11-2) que, porque había pedido sabiduría para aquel fin, que él se la daba y más
lo que no había pedido, que eran riquezas y honra, de manera que ningún rey en los
pasados ni en lo por venir fuese semejante a él.
4. Pero aunque en esta primera manera se deba gozar el cristiano sobre los bienes
morales y buenas obras que temporalmente hace, por cuanto causan los bienes
temporales que habemos dicho, no debe parar su gozo en esta primera manera, como
habemos dicho de los gentiles, cuyos ojos del alma no trascendían más que lo de esta
vida mortal, sino que -pues tiene lumbre de fe, en que espera vida eterna y que sin ésta
todo lo de acá y de allá no le valdrá nada- sólo y principalmente debe gozarse en la
posesión y ejercicio de estos bienes morales en la segunda manera, que es en cuanto,
haciendo las obras por amor de Dios, le adquieren vida eterna.
Y así, sólo debe poner los ojos y el gozo en servir y honrar a Dios con sus buenas
costumbres y virtudes, pues que sin este respecto no valen delante de Dios nada las
virtudes, como se ve en las diez vírgenes del Evangelio (Mt. 25, 1-13), que todas habían
guardado virginidad y hecho buenas obras, y porque las cinco no habían puesto su gozo
en la segunda manera -esto es, enderezándole en ellas a Dios-, sino antes le pusieron en
la primera manera, gozándose en la posesión de ellas, fueron echadas del cielo sin
ningún agradecimiento ni galardón del Esposo. Y también muchos antiguos tuvieron
muchas virtudes e hicieron buenas obras, y muchos cristianos el día de hoy las tienen y
obran grandes cosas, y no les aprovecharán nada para la vida eterna, porque no
pretendieron en ellas la gloria y honra que es de sólo Dios.
Debe, pues, gozarse el cristiano, no en si hace buenas obras y sigue buenas costumbres,
sino en si las hace por amor de Dios sólo, sin otro respecto alguno; porque, cuanto son
para mayor premio de gloria hechas sólo para servir a Dios, tanto para mayor confusión
suya será delante de Dios cuanto más le hubieren movido otros respectos.
5. Para enderezar, pues, el gozo a Dios en los bienes morales ha de advertir el cristiano
que el valor de sus buenas obras, ayunos, limosnas, penitencias, (oraciones), etcétera,
que no se funda tanto en la cuantidad y cualidad de ellas, sino en el amor de Dios que él
lleva en ellas; y que entonces van tanto más calificadas, cuanto con más puro y entero
amor de Dios van hechas y menos él quiere interesar acá y allá de ellas, de gozo, gusto,
consuelo, alabanza. Y por eso, ni ha de asentar el corazón en el gusto, consuelo y sabor
y los demás intereses que suelen traer consigo los buenos ejercicios y obras, sino
recoger el gozo a Dios, deseando servirle con ellas y, purgándose y quedándose a
oscuras de este gozo, querer que sólo Dios sea el que se goce de ellas y guste de ellas en
escondido, sin ninguno otro respecto y jugo que honra y gloria de Dios. Y así recogerá
en Dios toda la fuerza de la voluntad acerca de estos bienes morales.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 28
De siete daños en que se puede caer poniendo el gozo de la voluntad en los bienes
morales.
1. Los daños principales en que puede el hombre caer por el gozo vano de sus buenas
obras y costumbres, hallo que son siete, y muy perniciosos, porque son espirituales, (los
cuales referiré aquí brevemente).
2. El primer daño es vanidad, soberbia, vanagloria y presunción; porque gozarse de sus
obras no puede ser sin estimarlas. Y de ahí nace la jactancia y lo demás, como se dice
del fariseo en el Evangelio (Lc. 18, 12), que oraba y se congraciaba con Dios con
jactancia de que ayunaba y hacía otras buenas obras.
3. El segundo daño comúnmente va encadenado de éste, y es que juzga a los demás por
malos e imperfectos comparativamente, pareciéndole que no hacen ni obran tan bien
como él, estimándolos en menos en su corazón, y a veces por la palabra. Y este daño
también le tenía el fariseo (Lc. 18, 11), pues en sus oraciones decía: Gracias te hago que
no soy como los demás hombres: robadores, injustos y adúlteros. De manera que en un
solo acto caía en estos dos daños estimándose a sí y despreciando a los demás; como el
día de hoy hacen muchos que dicen: "No soy yo como fulano, ni obro esto ni aquello
como éste o el otro". Y aún son peores que el fariseo muchos de éstos; pero él no
solamente despreció a los demás, sino también señaló parte, diciendo: Ni soy como este
publicano; mas ellos, no se contentando con eso ni con esotro, llegan a enojarse y a
envidiar cuando ven que otros son alabados o que hacen o valen más que ellos.
4. El tercero daño es que, como en las obras miran al gusto, comúnmente no las hacen
sino cuando ven que de ellas se les ha de seguir algún gusto y alabanza; y así, como dice
Cristo (Mt. 23, 5), todo lo hacen ut videantur ab hominibus, y no obran sólo por amor de
Dios.
5. El cuarto daño se sigue de éste, y es que no hallarán galardón en Dios, habiéndole
ellos querido hallar en esta vida de gozo o consuelo, o de interés de honra o de otra
manera, en sus obras; en lo cual dice el Salvador (Mt. 6, 2) que en aquello recibieron la
paga. Y así, se quedaron sólo con el trabajo de la obra y confusos sin galardón.
Hay tanta miseria acerca de este daño en los hijos de los hombres, que tengo para mí
que las más de las obras que hacen públicas, o son viciosas, o no les valdrán nada, o son
imperfectas delante de Dios, por no ir ellos desasidos de estos intereses y respetos
humanos. Porque ¿qué otra cosa se puede juzgar de algunas obras y memorias que
algunos hacen e instituyen, cuando no las quieren (hacer) sin que vayan envueltas en
honra y respetos humanos de la vanidad de la vida, o perpetuando en ellas su nombre,
linaje o señorío, hasta poner de esto sus señales (nombres) y blasones en los templos,
como si ellos se quisiesen poner allí en lugar de imagen, donde todos hincan la rodilla,
en las cuales obras de algunos se puede decir que se adoran a sí más que a Dios? Lo
cual es verdad si por aquello las hicieron, y sin ello no las hicieran.
Pero, dejados éstos que son de los peores, ¿cuántos hay que de muchas maneras caen en
este daño de sus obras? De los cuales, unos quieren que se las alaben, otros que se las
agradezcan; otros las cuentan y gustan que lo sepa fulano y fulano y aun todo el mundo,
y a veces quieren que pase la limosna o lo que hacen por terceros porque se sepa más,
otros quieren lo uno y lo otro; lo cual es el tañer de la trompeta, que dice el Salvador en
el Evangelio (Mt. 6, 2) que hacen los vanos, que por eso no habrán de sus obras
galardón de Dios.
6. Deben, pues, éstos para huir este daño, esconder la obra, que sólo Dios la vea, no
queriendo que nadie haga caso. Y no sólo la ha de esconder de los demás, más aún de sí
mismo, esto es: que ni él se quiera complacer en ella, estimándola como si fuese algo, ni
sacar gusto de toda ella; como espiritualmente se entiende aquello que dice Nuestro
Señor (Mt. 6, 3): No sepa tu siniestra lo que hace tu diestra, que es como decir: no
estimes con el ojo temporal y carnal la obra que haces espiritual. Y de esta manera se
recoge la fuerza de la voluntad en Dios y lleva fruto delante de él la obra; de donde no
sólo no la perderá sino que será de grande mérito. Y a este propósito se entiende aquella
sentencia de Job, cuando dice (31, 26-28): Si yo besé mi mano con mi boca, que es
iniquidad y pecado grande, y se gozó en escondido mi corazón. Porque aquí por la
"mano" entiende la obra y por la "boca" entiende la voluntad que se complace en ellas.
Y porque es, como decimos, complacencia en sí mismo, dice: Si se alegró en escondido
mi corazón, lo cual es grande iniquidad y negación contra Dios; y es como si dijera: que
ni tuvo complacencia ni se alegró su corazón en escondido.
7. El quinto daño de estos tales es que no van adelante en el camino de la perfección;
porque, estando ellos asidos al gusto y consuelo en el obrar, cuando en sus obras y
ejercicios no hallan gusto y consuelo, que es ordinariamente cuando Dios los quiere
llevar adelante -dándoles el pan duro, que es el de los perfectos, y quitándolos de la
leche de niños, probándolos las fuerzas, y purgándolos el apetito tierno para que puedan
gustar el manjar de grandes-, ellos comúnmente desmayan y pierden la perseverancia de
que no hallan el dicho sabor en sus obras. Acerca de lo cual se entiende espiritualmente
aquello que dice el Sabio (Ecli. 10, 1), y es: Las moscas que se mueren, pierden la
suavidad del ungüento; porque cuando se les ofrece a éstos alguna mortificación,
mueren a sus buenas obras, dejándolas de hacer, y pierden la perseverancia, en que está
la suavidad del espíritu y consuelo interior.
8. El sexto daño de éstos es que comúnmente se engañan teniendo por mejores las cosas
y obras de que ellos gustan que aquéllas de que no gustan, y alaban y estiman las unas y
desestiman las otras: como quiera que comúnmente aquellas obras en que de suyo el
hombre más se mortifica, mayormente cuando no está aprovechado en la perfección,
sean mas aceptas y preciosas delante de Dios, por causa de la negación que el hombre
en ellas lleva de sí mismo, que aquéllas en que él halla su consuelo, en que muy
fácilmente se puede buscar a sí mismo. Y a este propósito dice Miqueas (7, 3) de éstos:
Malum manuum suarum dicunt bonum, esto es: Lo que de sus obras es malo, dicen ellos
que es bueno. Lo cual les nace de poner ellos el gusto en sus obras, y no en sólo dar
gusto a Dios. Y cuánto reine este daño, así en los espirituales como en los hombres
comunes, sería prolijo de contar, pues que apenas hallarán uno que puramente se mueva
a obrar por Dios sin arrimo de algún interés de consuelo o gusto u otro respeto.
9. El séptimo daño es que, en cuanto el hombre no apaga el gozo vano en las obras
morales, está más incapaz para recibir consejo y enseñanza razonable acerca de las
obras que debe hacer; porque el hábito de flaqueza que tiene acerca del obrar, con la
propiedad del vano gozo le encadena, o para que no tenga el consejo ajeno por mejor, o
para que, aunque le tenga por tal, no le quiera seguir, no teniendo en si ánimo para ella.
Estos aflojan mucho en la caridad para con Dios y el prójimo, porque el amor propio
que acerca de sus obras tienen les hace resfriar la caridad.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 29
De los provechos que se siguen al alma de apartar el gozo de los bienes morales.
1. Muy grandes son los provechos que se siguen al alma en no querer aplicar vanamente
el gozo de la voluntad a este género de bienes.
Porque, cuanto a lo primero, se libra de caer en muchas tentaciones y engaños del
demonio, los cuales están encubiertos en el gozo de las tales buenas obras, como lo
podemos entender por aquello que se dice en Job (40, 16), es a saber: Debajo de la
sombra duerme, en lo secreto de la pluma y en los lugares húmedos. Lo cual dice por el
demonio, (porque en la humedad del gozo y en lo vano de la caña, esto es, de la obra
vana, engaña al alma. Y engañarse por el demonio) en este gozo escondidamente no es
maravilla, porque, sin esperar a su sugestión, el mismo gozo vano se es él mismo
engaño, mayormente cuando hay alguna jactancia de ellas en el corazón, según lo dice
bien Jeremías (49, 16), diciendo: Arrogantia tua decepit te. Porque ¿qué mayor engaño
que la jactancia? Y de esto se libra el alma purgándose de este gozo.
2. El segundo provecho es que hace las obras más acordadas y cabalmente. A lo cual, si
hay pasión de gozo y gusto en ellas, no se da lugar; porque, por medio de esta pasión del
gozo, la irascible y concupiscible andan tan sobradas, que no dan lugar al peso de la
razón, sino que ordinariamente anda variando en las obras y propósitos, dejando unas y
tomando otras, comenzando y dejando sin acabar nada; porque, como obra por el gusto,
y éste es variable, y en unos naturales mucho más que en otros, acabándose éste, es
acabado el obrar y el propósito, aunque sea cosa importante. De éstos, el gozo de su
obra es el ánima y fuerza de ella: apagado el gozo, muere y acaba la obra, y no
perseveran. Porque de éstos son de quien dijo Cristo (Lc. 8, 12) que reciben la palabra
con gozo y luego se la quita el demonio, porque no perseveren. Y es porque no tenían
más fuerza y raíces que el dicho gozo. Quitarles y apartarles, pues, la voluntad de este
gozo, es causa de perseverancia y de acertar. Y así, es grande este provecho, como
también es grande el daño contrario. El sabio pone sus ojos en la sustancia y provecho
de la obra, no en el sabor y placer de ella; y así, no echa lances al aire, y saca de la obra
gozo estable sin tributo del sinsabor.
3. El tercero es divino provecho, y es que apagando el gozo vano en estas obras, se hace
pobre de espíritu, que es una de las bienaventuranzas que dice el Hijo de Dios (Mt. 5,
3), diciendo: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el reino de los
cielos.
4. El cuarto provecho es que el que negare este gozo, será en el obrar manso, humilde y
prudente; porque no obrará impetuosa y aceleradamente, empujado por la concupiscible
e irascible del gozo, ni presuntuosamente, afectado por la estimación que tiene de su
obra, mediante el gozo de ella; (ni incautamente, cegado por el gozo).
5. El quinto provecho es que se hace agradable a Dios y a los hombres y se libra de la
avaricia, y gula, y acedia espiritual, y de la envidia espiritual, y de otros mil vicios.
Inicio --------------------------------------------------------------------------
CAPÍTULO 30
En que se comienza a tratar del quinto género de bienes en
que se puede gozar la voluntad, que son sobrenaturales. Dice cuáles sean, y cómo se
distinguen de los espirituales, y cómo se ha de enderezar el gozo de ellos a Dios.
1. Ahora conviene tratar del quinto género de bienes en que el alma puede gozarse, que
son sobrenaturales. Por los cuales entendemos aquí todos los dones y gracias dados de
Dios, que exceden la facultad y virtud natural, que se llaman gratis datas, como son los
dones de sabiduría y ciencia que dio a Salomón, y las gracias que dice san Pablo (1 Cor.
12, 9-10), conviene a saber: fe, gracia de sanidades, operación de milagros, profecía,
conocimiento y discreción de espíritus, declaración de las palabras y también don de
lenguas.
2. Los cuales bienes, aunque es verdad que también son espirituales, como los del
mismo género que habemos de tratar luego, todavía, porque hay mucha diferencia entre
ellos, he querido hacer de ellos distinción. Porque el ejercicio de éstos tiene inmediato
respecto al provecho de los hombres y para ese provecho y fin los da Dios, como dice
san Pablo (1 Cor. 12, 7), que a ninguno se da espíritu sino para provecho de los demás;
lo cual se entiende de estas gracias; mas los espirituales, su ejercicio y trato es sólo del
alma a Dios y de Dios al alma, en comunicación de entendimiento y voluntad, etc.,
como diremos después. Y así, hay diferencia en el objeto, pues que de los espirituales
sólo es el Criador y el alma, mas de los sobrenaturales es la criatura. Y también difieren
en la sustancia, y por consiguiente en la operación, y así también necesariamente en la
doctrina.
3. Pero, hablando ahora de los dones y gracias sobrenaturales como aquí las
entendemos, digo que, para purgar el gozo vano en ellas, conviene aquí notar dos
provechos que hay en este género de bienes, conviene a saber: temporal y espiritual.
El temporal es la sanidad de las enfermedades, recibir vista los ciegos, resucitar los
muertos, lanzar los demonios, profetizar lo por venir para que miren por sí, y los demás
a este talle.
El espiritual provecho y eterno es ser Dios conocido y servido por estas obras, por el
que las obra o por los en quien y delante de quien se obran.
4. Cuanto al primer provecho, que es temporal, las obras y milagros sobrenaturales poco
o ningún gozo del alma merecen; porque, excluido el segundo provecho, poco o nada le
importan al hombre, pues de suyo no son medio para unir el alma con Dios, si no es la
caridad. Y estas obras y gracias sobrenaturales sin estar en gracia y caridad se pueden
ejercitar, ahora dando Dios los dones y gracias verdaderamente, como hizo el inicuo
profeta Balam (Nm. 22-24) y a Salomón, ahora obrándolas falsamente por vía del
demonio, como Simón Mago (Hch. 8, 9-11), por otros secretos de naturaleza. Las cuales
obras y maravillas, si algunas habían de ser al que las obra de algún provecho, eran las
verdaderas que son dadas de Dios.
Y éstas, sin el segundo provecho, ya enseña san Pablo (1 Cr. 13, 1-2) lo que valen,
diciendo: Si hablare con lenguas de hombres y de ángeles y no tuviere caridad, hecho
soy como el metal o la campana que suena. Y si tuviere profecía y conociere todos los
misterios y toda ciencia, y si tuviere toda la fe, tanto que traspase los montes, y no
tuviere caridad, nada soy, etc. De donde Cristo dirá a muchos que habrán estimado sus
obras en esta manera, cuando por ellas le pidieren la gloria, diciendo: Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre e hicimos muchos milagros?, les dirá: Apartaos de mí,
obradores de maldad (Mt. 7, 22-23).
5. Debe, pues, el hombre gozarse, no en si tiene las tales gracias y las ejercita, sino si el
segundo fruto espiritual saca de ellas, es a saber: sirviendo a Dios en ellas con verdadera
caridad, en que está el fruto de la vida eterna. Que por eso reprehendió Nuestro
Salvador (Lc. 10, 20) a los discípulos, que se venían gozando porque lanzaban los
demonios, diciendo: En esto no os queráis gozar porque los demonios se os sujetan, sino
porque vuestros nombres están escritos en el libro de la vida. Que en buena teología es
como decir: "Gozaos si están escritos vuestros nombres en el libro de la vida". Donde se
entiende que no se debe el hombre gozar sino en ir camino de ella, que es hacer las
obras en caridad; porque ¿qué aprovecha y qué vale delante de Dios lo que no es amor
de Dios? El cual no es perfecto si no es fuerte y discreto en purgar el gozo de todas las
cosas, poniéndole sólo en hacer la voluntad de Dios. Y de esta manera se une la
voluntad con Dios por estos bienes sobrenaturales.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPITULO 31
[San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE CARMELOLibro 1º
- 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
--------------------------------------------------------------------------LIBRO TERCERO
CAPÍTULO 31
De los daños que se siguen al alma de poner el gozo de la voluntad en este género de
bienes.
1. Tres daños principales me parece que se pueden seguir al alma de poner el gozo en
los bienes sobrenaturales, conviene a saber, engañar y ser engañada, detrimento en el
alma acerca de la fe, vanagloria o alguna vanidad.
2. Cuanto a lo primero, es cosa muy fácil engañar a los demás y engañarse a sí mismo
gozándose en esta manera de obras. Y la razón es porque para conocer estas obras,
cuáles sean falsas y cuáles verdaderas, y cómo y a qué tiempo se han de ejercitar, es
menester mucho aviso y mucha luz de Dios, y lo uno y lo otro impide mucho el gozo y
la estimación de estas obras. Y esto por dos cosas: lo uno, porque el gozo embota y
oscurece el juicio; lo otro, porque con el gozo de aquello no sólo se codicia el hombre a
creerlo más presto, mas aún es más empujado a que se obre sin tiempo.
Y dado caso que las virtudes y obras que se ejercitan sean verdaderas, bastan estos dos
defectos para engañarse muchas veces en ellas, o no entendiéndolas como se han de
entender, o no aprovechándose de ellas y usándolas como y cuando es más conveniente.
Porque, aunque es verdad que cuando da Dios estos dones y gracias les da la luz de ellas
y el movimiento de cómo y cuando se han de ejercitar, todavía ellos, por la propiedad e
imperfección que pueden tener acerca de ellas, pueden errar mucho, no usando de ellas
con la perfección que Dios quiere, y cómo y cuando él quiere. Como se lee que quería
hacer Balam cuando, contra la voluntad de Dios, se determinó de ir a maldecir al pueblo
de Israel; por lo cual, enojándose Dios, le quería matar (Nm. 22, 22-23). Y Santiago y
san Juan querían hacer bajar fuego del cielo sobre los samaritanos porque no daban
posada a nuestro Salvador; a los cuales él reprehendió por ello (Lc. 9, 54-55).
3. Donde se ve claro cómo a éstos les hacía determinar a hacer (estas obras) alguna
pasión de imperfección, envuelta en gozo y estimación de ellas, cuando no convenía.
Porque, cuando no hay semejante imperfección, solamente se mueven y determinan a
obrar estas virtudes cuando y como Dios les mueve a ello, y hasta entonces no conviene.
Que, por eso, se quejaba Dios de ciertos profetas por Jeremías (23, 21), diciendo: No
enviaba yo a los profetas, y ellos corrían; no los hablaba yo, y ellos profetizaban. Y
adelante dice (23, 32): Engañaron a mi pueblo con su mentira y con sus milagros, como
yo no se lo hubiese mandado, ni enviádolos. Y allí también dice (23, 26) de ellos que
ven las visiones de su corazón y que ésas dicen; lo cual no pasara así si ellos no tuvieran
esta abominable propiedad en estas obras.
4. De donde por estas autoridades se da a entender que el daño de este gozo no
solamente llega a usar inicua y perversamente de estas gracias que da Dios, como
Balam y los que aquí dice que hacían milagros con que engañaban al pueblo, mas (aún)
hasta usarlas sin habérselas Dios dado; como éstos que profetizaban sus antojos y
publicaban la visiones que ellos componían o las que el demonio les representaba.
Porque, como el demonio los ve aficionados a estas cosas, dales en esto largo campo y
muchas materias, entrometiéndose de muchas maneras, y con esto tienden ellos las velas
y cobran desvergonzada osadía, alargándose en estas prodigiosas obras.
5. Y no para sólo en esto, sino que a tanto hace llegar el gozo de estas obras la codicia
de ellas, que hace que, si los tales tenían antes pacto oculto con el demonio (porque
muchos de éstos por este oculto pacto obran estas cosas), ya vengan a atreverse a hacer
con él pacto expreso y manifiesto, sujetándose, por concierto, por discípulos al demonio
y allegados suyos. De aquí salen los hechiceros, los encantadores, los mágicos aríolos y
brujos.
Y a tanto mal llega el gozo de éstos sobre estas obras, que no sólo (llega) a querer
comprar los dones y gracias por dinero, como quería Simón Mago (Hch. 8, 18), para
servir al demonio, pero aun procuran haber las cosas sagradas y aun (lo que no se puede
decir sin temblar) las divinas, como ya se ha visto haber sido usurpado el tremendo
Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo para uso de sus maldades y abominaciones.
¡Alargue y muestre Dios aquí su misericordia grande!
6. Y cuán perniciosos sean éstos para sí y perjudiciales para la Cristiandad, cada uno
podrá bien claramente entenderlo. Donde es de notar que todos aquellos magos y aríolos
que había entre los hijos de Israel, a los cuales Saúl destruyó de la tierra (1 Sm. 28, 3)
por querer imitar a los verdaderos profetas de Dios, habían dado en tantas
abominaciones y engaños.
7. Debe, pues, el que tuviere la gracia y don sobrenatural, apartar la codicia y gozo del
ejercicio de él, descuidando en obrarle; porque Dios, que se le da sobrenaturalmente
para utilidad de su Iglesia o de sus miembros, le moverá también sobrenaturalmente
cómo y cuándo le deba ejercitar. Que, pues mandaba a sus fieles (Mt. 10, 19) que no
tuviesen cuidado de lo que habían de hablar, ni cómo lo habían de hablar, porque era
negocio sobrenatural de fe, también querrá que, pues el negocio de estas obras no es
menos, se aguarde el hombre a que Dios sea el obrero, moviendo el corazón, pues en su
virtud se ha de obrar toda virtud (Sal. 59, 15). Que por eso los discípulos en los Actos
de los Apóstoles (4, 29-30), aunque les había infundido estas gracias y dones, hicieron
oración a Dios, rogándole que fuese servido de extender su mano en hacer señales y
obras y sanidades por ellos, para introducir en los corazones la fe de nuestro Señor
Jesucristo.
8. El segundo daño que puede venir de este primero, es detrimento acerca de la fe; el
cual puede ser en dos maneras:
La primera, acerca de los otros; porque, poniéndose a hacer la maravilla o virtud sin
tiempo y necesidad, demás de que es tentar a Dios, que es gran pecado, podrá ser no
salir con ella y engendrar en los corazones menos crédito y desprecio de la fe. Porque,
aunque algunas veces salgan con ello, por quererlo Dios por otras causas y respectos,
como la hechicera de Saúl (1 Sm. 28, 12 ss.), si es verdad que era Samuel el que parecía
allí, no dejan de errar ellos y ser culpados por usar de estas gracias cuando no conviene.
En la segunda manera puede asimismo recibir detrimento acerca del mérito de la fe,
porque haciendo él mucho caso de estos milagros, se desarrima mucho del hábito
sustancial de la fe, la cual es hábito oscuro; y así, donde más señales y testimonios
concurren, menos merecimiento hay en creer. De donde San Gregorio dice que no tiene
merecimiento cuando la razón humana la experimenta.
Y así, estas maravillas nunca Dios las obra, sino cuando meramente son necesarias para
creer; que, por eso, porque sus discípulos no careciesen de mérito si tomaran
experiencia de su resurrección, antes que se les mostrase, hizo muchas cosas para que
sin verle le creyesen; porque a María Magdalena (Mt. 28, 1-8) primero le mostró vacío
el sepulcro y después que se lo dijesen los ángeles -porque la fe es por el oído, como
dice san Pablo (Rm. 10, 17)- y oyéndolo, lo creyese primero que lo viese. Y aunque le
vio fue como hombre común, para acabarla de instruir, en la creencia que le faltaba con
el calor de su presencia (Jn. 20, 11-18). Y a los discípulos primero se lo envió a decir
con las mujeres, después fueron a ver el sepulcro (Mt. 28, 7-8; Jn. 20, 1-10). Y a los que
iban a Emaús primero les inflamó el corazón en fe que le viesen, yendo él disimulado
con ellos (Lc. 24, 15); (y), finalmente, después los reprehendió a todos (Mc. 16, 14)
porque no habían creído a los que les habían dicho su resurrección; y a Santo Tomás
(Jn. 20, 29), porque quiso tomar experiencia en sus llagas, cuando le dijo que eran
bienaventurados los que no viéndole le creían.
9. Y así, no es de condición de Dios que se hagan milagros, que, como dicen, cuando los
hace, a más no poder los hace. Y por eso reprehendía él a los fariseos, porque no daban
crédito sino por señales, diciendo: Si no viéredes prodigios y señales, no creéis (Jn. 4,
48). Pierden, pues, mucho acerca de la fe los que aman gozarse en estas obras
sobrenaturales.
10. El tercer daño es que comúnmente por el gozo de estas obras caen en vanagloria o
en alguna vanidad; porque aun el mismo gozo de estas maravillas, no siendo puramente,
como habemos dicho, en Dios y para Dios, es vanidad. Lo cual se ve en haber
reprendido Nuestro Señor a los discípulos por haberse gozado de que se les sujetaban
los demonios (Lc. 10, 20); el cual gozo, si no fuera vano, no lo reprehendiera.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 32
De dos provechos que se sacan en la negación del gozo acerca de las gracias
sobrenaturales.
1. Demás de los provechos que el alma consigue en librarse de los dichos tres daños por
la privación de este gozo, adquiere dos excelentes provechos.
El primero es engrandecer y ensalzar a Dios; el segundo es ensalzarse el alma a sí
misma. Porque de dos maneras es Dios ensalzado en el alma: la primera es apartando el
corazón y gozo de la voluntad de todo lo que no es Dios, para ponerlo en él solamente.
Lo cual quiso decir David en el verso que habemos alegado al principio de la noche de
esta potencia (Sal. 63, 7), es a saber: Allegarse (ha) el hombre al corazón alto, y será
Dios ensalzado; porque, levantando el corazón sobre todas las cosas, se ensalza en el
alma sobre todas ellas.
2. Y porque de esta manera le pone en Dios solamente, se ensalza y engrandece Dios,
manifestando al alma su excelencia y grandeza; porque en este levantamiento de gozo
en él, le da Dios testimonio de quien él es. Lo cual no se hace sin vaciar el gozo y
consuelo de la voluntad acerca de todas las cosas, como también lo dice por David (Sal.
45, 11), diciendo: Vacad, y ved que yo soy Dios. Y otra vez (Sal. 62, 3) dice: En tierra
desierta, seca y sin camino, parecí delante de ti, para ver tu virtud y tu gloria. Y pues es
verdad que se ensalza Dios poniendo el gozo en él, apartado de todas las cosas, mucho
más se ensalza apartándole de estas más maravillosas para ponerle sólo en él, pues son
de más alta entidad siendo sobrenaturales; y así, dejándolas atrás por poner el gozo sólo
en Dios, es atribuir mayor gloria y excelencia a Dios que a ellas; porque cuanto uno más
y mayores cosas desprecia por otro, tanto más le estima y engrandece.
3. Demás de esto, es Dios ensalzado en la segunda manera, apartando la voluntad de
este género de obras; porque cuanto Dios es más creído y servido sin testimonios y
señales, tanto más es del alma ensalzado, pues cree de Dios más que las señales y
milagros le pueden dar a entender.
4. El segundo provecho en que se ensalza el alma es porque, apartando la voluntad de
todos los testimonios y señales aparentes, se ensalza en fe muy pura, la cual le infunde y
aumenta Dios con mucha más intención, y juntamente le aumenta las otras dos virtudes
teologales, que son caridad y esperanza; en que goza de divinas y altísimas noticias por
medio del oscuro y desnudo hábito de fe; y de grande deleite de amor por medio de la
caridad, con que no se goza la voluntad en otra cosa que en Dios vivo; y de satisfacción
en la memoria por medio de la esperanza. Todo lo cual es un admirable provecho que
esencial y derechamente importa para la unión perfecta del alma con Dios.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 33
En que se comienza a tratar del sexto género de bienes de que se puede gozar la
voluntad. (Dice cuáles sean y hace la primera división de ellos).
1. Pues el intento que llevamos en esta nuestra obra es encaminar el espíritu por los
bienes espirituales hasta la divina unión del alma con Dios, ahora que en este sexto
género habemos de tratar de los bienes espirituales, que son los que más sirven para este
negocio, convendrá que, así yo como el lector, pongamos aquí con particular
advertencia nuestra consideración. Porque es cosa tan cierta y ordinaria, por el poco
saber de algunos, servirse de las cosas espirituales sólo para el sentido, dejando al
espíritu vacío, que apenas habrá a quien el jugo sensual no estrague buena parte del
espíritu, bebiéndose el agua antes que llegue al espíritu, dejándole seco y vacío.
2. Viniendo, pues, al propósito, digo que por bienes espirituales entiendo todos aquellos
que mueven y ayudan para las cosas divinas y el trato del alma con Dios, y las
comunicaciones de Dios con el alma.
3. Comenzando, pues, a hacer división por los géneros supremos, digo que los bienes
espirituales son en dos maneras: unos, sabrosos, y otros penosos. Y cada uno de estos
géneros es también en dos maneras: porque los sabrosos, unos son de cosas claras que
distintamente se entienden, y otros, de cosas que no se entienden clara ni distintamente.
Los penosos, también algunos son de cosas claras y distintas, y otros, de cosas confusas
y oscuras.
4. Todos éstos podemos también distinguir según las potencias del alma; porque unos,
por cuanto son inteligencias, pertenecen al entendimiento; otros, por cuanto son
afecciones pertenecen a la voluntad, y otros, por cuanto son imaginarios, pertenecen a la
memoria.
5. Dejados, pues, para después los bienes penosos, porque pertenecen a la noche pasiva,
donde habemos de hablar de ellos, y también los sabrosos que decimos ser de cosas
confusas y no distintas para tratar a la postre, por cuanto pertenecen a la noticia general,
confusa, amorosa, en que se hace la unión del alma con Dios (lo cual dejamos en el
libro segundo, difiriéndolo para tratar a la postre), diremos aquí ahora de aquellos
bienes sabrosos que son de cosas claras y distintas.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 34
De los bienes espirituales que distintamente pueden caer en el entendimiento y
memoria. Dice cómo se ha de haber la voluntad acerca del gozo de ellos.
1. Mucho tuviéramos aquí que hacer con la multitud de las aprehensiones de la memoria
y entendimiento, enseñando a la voluntad cómo se había de haber acerca del gozo que
puede tener en ellas si no hubiéramos tratado (de ellas) largamente en el segundo y
tercer libro. Pero, porque allí se dijo de la manera que aquellas dos potencias les
convenía haberse acerca de ellas para encaminarse a la divina unión, y de la misma
manera le conviene a la voluntad haberse en el gozo acerca de ellas, no es necesario
referirlas aquí. Porque basta decir que dondequiera que allí dice que aquellas potencias
se vacíen de tales y tales aprehensiones, se entienda también que la voluntad también se
ha de vaciar del gozo de ellas. Y de la misma manera que queda dicho que la memoria y
entendimiento se han de haber acerca de todas aquellas aprehensiones, se ha también de
haber la voluntad; que, pues que el entendimiento y las demás potencias no pueden
admitir ni negar nada sin que venga en ello la voluntad, claro está que la misma doctrina
que sirve para lo uno servirá también para lo otro.
2. Véase allí lo que en esto se requiere, porque en todos aquellos daños caerá si no se
sabe enderezar a Dios.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 35
De los bienes espirituales sabrosos que distintamente pueden caer en la voluntad. Dice
de cuántas maneras sean.
1. A cuatro géneros (de bienes) podemos reducir todos los que distintamente pueden dar
gozo a la voluntad, conviene a saber: motivos, provocativos, directivos y perfectivos; de
los cuales iremos diciendo por su orden, y primero, de los motivos, que son: imágenes y
retratos (de Santos, oratorios y ceremonias.
2. Y cuanto a lo que toca a las imágenes y retratos), puede haber mucha vanidad y gozo
vano, porque, siendo ellas tan importantes para el culto divino y tan necesarias para
mover la voluntad a devoción, como la aprobación y uso que tiene de ellas nuestra
Madre la Iglesia (muestra), (por lo cual siempre conviene que nos aprovechemos de
ellas para despertar nuestra tibieza), hay muchas personas que ponen su gozo más en la
pintura y ornato de ellas que no en lo que representan.
3. El uso de las imágenes para dos principales fines le ordenó la Iglesia, es a saber: para
reverenciar a los Santos en ellas, y para mover la voluntad y despertar la devoción por
ellas a ellos; y cuanto sirven de esto son provechosas y el uso de ellas necesario. Y, por
eso, las que más al propio y vivo están sacadas y más mueven la voluntad a devoción, se
han de escoger, poniendo los ojos en esto más que en el valor y curiosidad de la hechura
y su ornato. Porque hay, como digo, algunas personas que miran más en la curiosidad de
la imagen y valor de ella que en lo que representa; y la devoción interior, que
espiritualmente han de enderezar al santo invisible, olvidando luego la imagen, que no
sirve más que de motivo, la emplean en el ornato y curiosidad exterior, de manera que
se agrade y deleite el sentido y se quede el amor y gozo de la voluntad en aquello. Lo
cual totalmente impide al verdadero espíritu, que requiere aniquilación del afecto en
todas las cosas particulares.
4. Esto se verá bien por el uso abominable que en estos nuestros tiempos usan algunas
personas que, no teniendo ellas aborrecido el traje vano del mundo, adornan a las
imágenes con el traje que la gente vana por tiempo va inventando para el cumplimiento
de sus pasatiempos y vanidades, y del traje que en ellas es reprendido visten las
imágenes, cosa que a ellas fue tan aborrecible, y lo es; procurando en esto el demonio y
ellos en él canonizar sus vanidades, poniéndolas en los santos, no sin agraviarles mucho.
Y de esta manera, la honesta y grave devoción del alma, que de sí echa y arroja toda
vanidad y rastro de ella, ya se les queda en poco más que en ornato de muñecas, no
sirviéndose algunos de las imágenes más que de unos ídolos en que tienen puesto su
gozo. Y así, veréis algunas personas que no se hartan de añadir imagen a imagen, y que
no sea sino de tal y tal suerte y (hechura, y que no estén puestas sino de tal o tal manera,
de suerte) que deleite al sentido; y la devoción del corazón es muy poca; y tanto
asimiento tienen en esto como Micas en sus ídolos o como Labán, que el uno salió de su
casa dando voces porque se los llevaban (Jue. 18, 24), y el otro, habiendo ido mucho
camino y muy enojado por ellos, trastornó todas las alhajas de Jacob, buscándolos (Gn.
31, 34).
5. La persona devota de veras en lo invisible principalmente pone su devoción, y pocas
imágenes ha menester y de pocas usa, y de aquéllas que más se conforman con lo divino
que con lo humano, conformándolas a ellas y a sí en ellas con el traje del otro siglo y su
condición, y no con éste, porque no solamente no le mueve el apetito la figura de este
siglo, pero aun no se acuerda por ella de él, teniendo delante los ojos cosa que a él se
parezca. Ni (en) esas de que usa tiene asido el corazón, porque, si se las quitan, se pena
muy poco; porque la viva imagen busca dentro de sí, que es Cristo crucificado, en el
cual antes gusta de que todo se lo quiten y que todo le falte.
Hasta los motivos y medios que llegan más a Dios, quitándoselos, queda quieto. Porque
mayor perfección del alma es estar con tranquilidad y gozo en la privación de estos
motivos que en la posesión con apetito y asimiento de ellos. Que, aunque es bueno
gustar de tener aquellas imágenes que ayuden al alma a más devoción (por lo cual se ha
de escoger la que más mueve), pero no es perfección estar tan asida a ellas que con
propiedad las posea, de manera que, si se las quitaren, se entristezca.
6. Tenga por cierto el alma que, cuanto más asida con propiedad estuviere a la imagen o
motivo, tanto menos subirá a Dios su devoción y oración; aunque es verdad que, por
estar unas más al propio que otras y excitar más la devoción unas que otras, conviene
aficionarse más a unas que a otras por esta causa sólo y no con la propiedad y asimiento
que tengo dicho, de manera que lo que ha de llevar el espíritu volando por allí a Dios,
olvidando luego eso y esotro, se lo coma todo el sentido, estando todo engolfado en el
gozo de los instrumentos, que, habiéndome de servir sólo para ayuda de esto, ya por mi
imperfección me sirve para estorbo, y no menos que el asimiento y propiedad de otra
cualquiera cosa.
7. Pero ya que en esto de las imágenes tengas alguna réplica, por no tener tú bien
entendida la desnudez y pobreza del espíritu que requiere la perfección, a lo menos no la
podrás tener en la imperfección que comúnmente tienen en los rosarios; pues apenas
hallarás quien no tenga alguna flaqueza en ellos, queriendo que sea de esta hechura más
que de aquélla, o de este color y metal más que de aquél, o de este ornato o de estotro;
no importando más el uno que el otro para que Dios oiga mejor lo que se reza por éste
que por aquél; (y no) antes aquella (oración) que va con sencillo y verdadero corazón,
no mirando más que a agradar a Dios no dándose nada más por este rosario que por
aquél, si no fuese de indulgencias.
8. Es nuestra vana codicia de suerte y condición, que en todas las cosas quiere hacer
asiento; y es como la carcoma, que roe lo sano, y en las cosas buenas y malas hace su
oficio. Porque ¿qué otra cosa es gustar tú de traer el rosario curioso y querer que sea
antes de esta manera que de aquélla, sino tener puesto tu gozo en el instrumento, y
querer escoger antes (esta) imagen que la otra, no mirando si te despertará más el amor,
sino en si es más preciosa y curiosa? Si tú empleases el apetito y gozo sólo en amar a
Dios, no se te daría nada por eso ni por esotro. Y es lástima ver algunas personas
espirituales tan asidas al modo y hechura de estos instrumentos, teniendo en ellos el
asimiento y propiedad (igual) que en otras alhajas temporales.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 36
En que prosigue de las imágenes, y dice de la ignorancia que acerca de ellas tienen
algunas personas.
1. Mucho había de decir de la rudeza que muchas personas tienen acerca de las
imágenes; porque llega la bobería a tanto, que algunas ponen más confianza en unas
imágenes que en otras, entendiendo que les oirá Dios más por ésta que por aquélla,
representando ambas una misma cosa, como dos de Cristo o dos de Nuestra Señora. Y
esto es porque tiene más afición a la una hechura que a la otra, en lo cual va envuelta
gran rudeza acerca del trato con Dios y culto y honra que se le debe, el cual sólo mira la
fe y pureza de corazón del que ora. Porque el hacer Dios a veces más mercedes por
medio de una imagen que de otra de aquel mismo género, no es porque haya más en una
que en otra para ese efecto, aunque en la hechura tenga mucha diferencia, sino porque
las personas despiertan más su devoción por medio de una que de otra; que si la misma
devoción tuviesen por la una que por la otra, y aun sin la una y sin la otra, las mismas
mercedes recibirían de Dios.
2. De donde la causa por que Dios despierta milagros y hace mercedes por medio de
algunas imágenes más que por otras, no es para que estimen más aquéllas que las otras,
sino que para que con aquella novedad se despierte más la devoción dormida y afecto de
los fieles a oración. Y de aquí es que, como entonces y por medio de aquella imagen se
enciende la devoción y se continúa la oración (que lo uno y lo otro es medio para que
oiga Dios y conceda lo que se le pide), entonces, y por medio de aquella imagen, por la
oración y afecto continúe Dios las mercedes y milagros en aquella imagen; que cierto
está que no los hace Dios por la imagen, pues en sí no es más que pintura, sino por la
devoción y fe que se tiene con el santo que representa. Y así, si la misma devoción
tuvieses tú y fe en Nuestra Señora delante de esta su imagen que delante de aquélla, que
representa la misma y aun sin ella, como habemos dicho, las mismas mercedes
recibirías. Que, aun por experiencia se ve que, si Dios hace algunas mercedes y obra
milagros, ordinariamente los hace por medio de algunas imágenes no muy bien talladas
ni curiosamente pintadas o figuradas, porque los fieles no atribuyan algo de esto a la
figura o pintura.
3. Y muchas veces suele nuestro Señor obrar estas mercedes por medio de aquellas
imágenes que están más apartadas y solitarias. Lo uno, porque con aquel movimiento de
ir a ellas crezca más el afecto y sea más intenso el acto. Lo otro, porque se aparten del
ruido y gente a orar, como lo hacía el Señor (Mt. 14, 23; Lc. 6, 12). Por lo cual, el que
hace la romería, hace bien de hacerla cuando no va otra gente, aunque sea tiempo
extraordinario; y, cuando va mucha turba, nunca yo se lo aconsejaría, porque,
ordinariamente, vuelven más distraídos que fueron. Y muchos las toman y hacen más
por recreación que por devoción.
De manera que, como haya devoción y fe, cualquiera imagen bastará; mas si no la hay,
ninguna bastará. Que harta viva imagen era nuestro Salvador en el mundo y, con todo,
los que no tenían fe, aunque más andaban con él y veían sus obras maravillosas, no se
aprovechaban. Y ésa era la causa por que en su tierra no hacía muchas virtudes, como
dice el evangelista (Mt. 13, 58; Lc. 4, 24).
4. También quiero aquí decir algunos efectos sobrenaturales que causan a veces algunas
imágenes en personas particulares, y es que a algunas imágenes da Dios espíritu
particular en ellas, de manera que queda fijada en la mente la figura de la imagen y
devoción que causó, trayéndola como presente; y cuando de repente de ella se acuerda,
le hace el mismo espíritu que cuando la vio, a veces menos y aun a veces más; y en otra
imagen, aunque sea de más perfecta hechura, no hallará aquel espíritu.
5. También muchas personas tienen devoción más en una hechura que en otras, y en
algunas no será más que afición y gusto natural, así como a uno contentará más un
rostro de una persona que de otra, y se aficionará más a ella naturalmente, y la traerá
más presente en su imaginación, aunque no sea tan hermosa como las otras, porque se
inclina su natural a aquella manera de forma y figura. Y así pensarán algunas personas
que la afición que tienen a tal o tal imagen es devoción, y no será quizá más que afición
y gusto natural. Otras veces acaece que, mirando una imagen, la vean moverse, o hacer
semblantes y muestras, y dar a entender cosas, o hablar. Esta manera y la de los afectos
sobrenaturales que aquí decimos de las imágenes, aunque es verdad que muchas veces
son verdaderos afectos y buenos, causando Dios aquello, o para aumentar la devoción, o
para que el alma tenga algún arrimo a que ande asida por ser algo flaca y no se distraiga,
muchas veces lo hace el demonio para engañar y dañar. Por tanto, para todo daremos
doctrina en el capítulo siguiente.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 37
De cómo se ha de encaminar a Dios el gozo de la voluntad por el objeto de las
imágenes, de manera que no yerre (ni se impida por ellas).
1. Así como las imágenes son de gran provecho para acordarse de Dios y de los santos y
mover la voluntad a devoción usando de ellas (por vía ordinaria), como conviene, así
también serán para errar mucho si, cuando acaecen cosas sobrenaturales acerca de ellas,
no supiese el alma haberse como conviene para ir a Dios. Porque uno de los medios con
que el demonio coge a las almas incautas con facilidad y las impide el camino de la
verdad del espíritu, es por cosas sobrenaturales y extraordinarias, de que hace muestra
por las imágenes, ahora en las materiales y corpóreas que usa la Iglesia, ahora en las que
él suele fijar en la fantasía debajo de tal o tal santo o imagen suya, transfigurándose en
ángel de luz para engañar (2 Cor. 11, 14). Porque el astuto demonio, en esos mismos
medios que tenemos para remediarnos y ayudarnos, se procura disimular para cogernos
más incautos; por lo cual, el alma buena siempre en lo bueno se ha de recelar más,
porque lo malo ello trae consigo el testimonio de sí.
2. Por tanto, para evitar todos los daños que al alma pueden tocar en este caso, que son:
o ser impedida de volar a Dios, o usar con bajo estilo e ignorantemente de las imágenes,
o ser engañado natural o sobrenaturalmente por ellas (las cuales cosas son las que arriba
habemos tocado) y también para purificar el gozo de la voluntad en ellas y enderezar
por ellas el alma a Dios, que es el intento que en el uso de ellas tiene la Iglesia, sola una
advertencia quiero poner que bastará para todo, y es que, pues las imágenes nos sirven
para motivo de las cosas invisibles, que en ellas solamente procuremos el motivo y
afección y gozo de la voluntad en lo vivo que representan.
Por tanto, tenga el fiel este cuidado, que en viendo la imagen no quiera embeber el
sentido en ella, ahora sea corporal la imagen, ahora imaginaria; ahora de hermosa
hechura, ahora de rico atavío; ahora le haga devoción sensitiva, ahora espiritual; ahora
le haga muestras sobrenaturales. No haciendo caso de nada de estos accidentes, no
repare más en ella, sino luego levante de ahí la mente a lo que representa, poniendo el
jugo y gozo de la voluntad en Dios con la oración y devoción de su espíritu, o en el
santo que invoca, porque lo que se ha de llevar lo vivo y el espíritu no se lo lleve lo
pintado y el sentido. De esta manera no será engañado, porque no hará caso de lo que la
imagen le dijere, ni ocupará el sentido ni el espíritu que no vaya libremente a Dios, ni
pondrá más confianza en una imagen que en otra. Y la que sobrenaturalmente le diese
devoción, se la dará más copiosamente, pues que luego va a Dios con el afecto; porque
Dios, siempre que hace esas y otras mercedes, las hace inclinando el afecto del gozo de
la voluntad a lo invisible, y así quiere que lo hagamos, aniquilando la fuerza y jugo de
las potencias acerca de todas las cosas visibles y sensibles.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 38
Que prosigue en los bienes motivos. Dice de los oratorios y lugares dedicados para
oración.
1. Paréceme que ya queda dado a entender cómo en estos accidentes de las imágenes
puede tener el espiritual tanta imperfección, y por ventura más peligrosa, poniendo su
gusto y gozo en ellas, componiendo como en las demás cosas corporales y temporales.
Y digo que más, por ventura, porque con decir: cosas santas son, se aseguran más y no
temen la propiedad y asimiento natural. Y así, se engañan a veces harto, pensando que
ya están llenos de devoción porque se sienten tener el gusto en estas cosas santas, y, por
ventura, no es más que condición y apetito natural, que, como se ponen en otras cosas,
se ponen en aquello.
2. De aquí es, porque comencemos a tratar de los oratorios, que algunas personas no se
hartan de añadir unas y otras imágenes a su oratorio, gustando del orden y atavío con
que las ponen, a fin que su oratorio esté bien adornado y parezca bien. Y a Dios no le
quieren más así que así, mas antes menos, pues el gusto que ponen en aquellos ornatos
pintados quitan a lo vivo, como habemos dicho. Que, aunque es verdad que todo ornato
y atavío y reverencia que se puede hacer a las imágenes es muy poco, por lo cual los
que las tienen con poca decencia y reverencia son dignos de mucha reprehensión, junto
con los que hacen algunas tan mal talladas, que antes quitan la devoción que la añaden,
por lo cual habían de impedir algunos oficiales que en esta arte son cortos y toscos, pero
¿qué tiene esto que ver con la propiedad y asimiento y apetito que tú tienes en estos
ornatos y atavíos exteriores, cuando de tal manera te engolfan el sentido, que te impiden
mucho el corazón de ir a Dios y amarle y olvidarte de todas las cosas por su amor? Que
si a esto faltas por esotro, no sólo no te lo agradecerá, mas te castigará, por no haber
buscado en todas las cosas su gusto más que el tuyo.
Lo cual podrás bien entender en aquella fiesta que hicieron a Su Majestad cuando entró
en Jerusalén, recibiéndole con tantos cantares y ramos (Mt. 21, 9) y lloraba el Señor
(Lc. 19, 41); porque, teniendo ellos su corazón muy lejos de él, le hacían pago con
aquellas señales y ornatos exteriores. En lo cual podemos decir que más se hacían fiesta
a sí mismos que a Dios, como acaece a muchos el día de hoy, que, cuando hay alguna
solemne fiesta en alguna parte, más se suelen alegrar por lo que ellos se han de holgar
en ella, ahora por ver o ser vistos, ahora por comer, ahora por otros sus respectos, que
por agradar a Dios. En las cuales inclinaciones e intenciones ningún gusto dan a Dios,
mayormente los mismos que celebran las fiestas cuando inventan para interponer en
ellas cosas ridículas e indevotas para incitar a risa la gente, con que más se distraen; y
otros ponen cosas que agraden más a la gente que la muevan a devoción.
3. Pues ¿qué diré de otros intentos que tienen algunos de intereses en las fiestas que
celebran? Los cuales si tienen más el ojo y codicia a esto que al servicio de Dios, ellos
se lo saben, y Dios, que lo ve. Pero en las unas maneras y en las otras, cuando así pasa,
crean que más se hacen a sí la fiesta que a Dios; porque por lo que su gusto o el de los
hombres hacen, no lo toma Dios a su cuenta, antes muchos se estarán holgando de los
que comunican en las fiestas de Dios, y Dios se estará con ellos enojando; como lo hizo
con los hijos de Israel cuando hacían fiesta cantando y bailando a su ídolo, pensando
que hacían fiesta a Dios, de los cuales mató muchos millares (Ex. 32, 7-28); o como con
los sacerdotes Nadab y Abiú hijos de Aarón, a quien mató Dios con los incensarios en
las manos porque ofrecían fuego ajeno (Lv. 10, 1-2); o como al que entró en las bodas
mal ataviado y compuesto, al cual mandó el rey echar en las tinieblas exteriores atado
de pies y manos (Mt. 22, 12-13). En lo cual se conoce cuán mal sufre Dios en las juntas
que se hacen para su servicio estos desacatos.
Porque ¡cuántas fiestas, Dios mío, os hacen los hijos de los hombres en que se lleva más
el demonio que Vos! Y el demonio gusta de ellas, porque en ellas, como el tratante,
hace él su feria. ¡Y cuántas veces diréis Vos en ellas: Este pueblo con los labios me
honra sólo, mas su corazón está lejos de mí, porque me sirve sin, causa! (Mt. 15, 8).
Porque la causa por que Dios ha de ser servido es sólo por ser él quien es, y no
interponiendo otros fines. Y así, no sirviéndole sólo por quien él es, es servirle sin causa
final de Dios.
4. Pues, volviendo a los oratorios, digo que algunas personas los atavían más por su
gusto que por el de Dios. Y algunos hacen tan poco caso de la devoción de ellos, que no
los tienen en más que sus camariles profanos, y aun algunos no en tanto, pues tienen
más gusto en lo profano que en lo divino.
5. Pero dejemos ahora esto y digamos todavía de los que hilan más delgado, es a saber,
de los que se tienen por gente devota. Porque muchos de éstos de tal manera dan en
tener asido el apetito y gusto a su oratorio y ornato de él, que todo lo (que) habían de
emplear en oración de Dios y recogimiento interior se les va en esto. Y no echan de ver
que, no ordenando esto para el recogimiento interior y paz del alma, se distraen tanto en
ello como en las demás cosas, y se inquietarán en el tal gusto a cada paso, y más si se lo
quisiesen quitar.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 39
De cómo se ha de usar de los oratorios y templos, encaminando el espíritu a Dios (por
ellos).
1. Para encaminar a Dios el espíritu en este género, conviene advertir que a los
principiantes bien se les permite y aun les conviene tener algún gusto y jugo sensible
acerca de las imágenes, oratorios y otras cosas devotas visibles, por cuanto aún no
tienen destetado y desarrimado el paladar de las cosas del siglo, porque con este gusto
dejen el otro; como al niño que, por desembarazarle la mano de una cosa, se la ocupan
con otra por que no llore dejándole las manos vacías.
Pero para ir adelante también se ha de desnudar el espiritual de todos esos gustos y
apetitos en que la voluntad puede gozarse; porque el puro espíritu muy poco se ata a
nada de esos objetos, sino sólo en recogimiento interior y trato mental con Dios; que,
aunque se aprovecha de las imágenes y oratorios, es muy de paso, y luego para su
espíritu en Dios, olvidado de todo lo sensible.
2. Por tanto, aunque es mejor orar donde más decencia hubiere, con todo, no obstante
esto, aquel lugar se ha de escoger donde menos se embarazare el sentido y el espíritu de
ir a Dios. En lo cual nos conviene tomar aquello que responde nuestro Salvador a la
mujer samaritana, cuando le preguntó que cuál era más acomodado lugar para orar, el
templo o el monte; le respondió que no estaba la verdadera oración aneja al monte ni al
templo, sino que los adoradores de que se agradaba el Padre son los que le adoran en
espíritu y verdad (Jn. 4, 23-24).
De donde, aunque los templos y lugares apacibles son dedicados y acomodados a
oración, porque el templo no se ha de usar para otra cosa, todavía para negocio de trato
tan interior como este que se hace con Dios, aquel lugar se debe escoger que menos
ocupe y lleve tras sí el sentido. Y así no ha de ser lugar ameno y deleitable al sentido,
como suelen procurar algunos, porque, en vez de recoger a Dios el espíritu, no pare en
recreación y gusto y sabor del sentido. Y por eso es bueno lugar solitario, y aun áspero,
para que el espíritu sólida y derechamente suba a Dios, no impedido ni detenido en las
cosas visibles; aunque alguna vez ayudan a levantar el espíritu, mas esto es olvidándolas
luego y quedándose en Dios. Por lo cual nuestro Salvador escogía lugares solitarios para
orar (Mt. 14, 24), y aquéllos que no ocupasen mucho los sentidos, para darnos ejemplo,
sino que levantasen el alma a Dios, como eran los montes (Lc. 6, 12; 19, 28), (que se
levantan de la tierra, y ordinariamente son pelados de sensitiva recreación).
3. De donde el verdadero espiritual nunca se ata ni mira en que el lugar para orar sea de
tal o tal comodidad, porque esto todavía es estar atado al sentido; sino sólo al
recogimiento interior, en olvido de eso y de esotro, escogiendo para esto el lugar más
libre de objetos y jugos sensibles, sacando la advertencia de todo eso para poder gozarse
más a solas de criaturas con su Dios. Porque es cosa notable ver algunos espirituales que
todo se les va en componer oratorios y acomodar lugares agradables a su condición o
inclinación; y del recogimiento interior, que es el que hace al caso, hacen menos caudal
y tienen muy poco de él; porque, si le tuviesen, no podrían tener gusto en aquellos
modos y maneras, antes les cansarían.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 40
Que prosigue encaminando el espíritu al recogimiento interior acerca de lo dicho.
1. La causa, pues, por que algunos espirituales nunca acaban de entrar en los gozos
verdaderos del espíritu, es porque nunca acaban ellos de alzar el apetito del gozo de
estas cosas exteriores y visibles. Adviertan estos tales que, aunque el lugar decente y
dedicado para oración es el templo y oratorio visible, y la imagen para motivo, que no
ha de ser de manera que se emplee el jugo y sabor del alma en el templo visible y
motivo, y se olvide de orar en el templo vivo, que es el recogimiento interior del alma.
Porque para advertirnos esto, dijo el Apóstol (1 Cor. 3, 6; 6, 19): Mirad, que vuestros
cuerpos son templos vivos del Espíritu Santo, que mora en vosotros. Y a esta
consideración nos envía la autoridad que habemos alegado de Cristo (Jn. 4, 24), es a
saber: a los verdaderos adoradores conviene adorar en espíritu y verdad. Porque muy
poco caso hace Dios de tus oratorios y lugares acomodados si, por tener el apetito y
gusto asido a ellos, tienes algo menos de desnudez interior, que es la pobreza espiritual
en negación de todas las cosas que puedes poseer.
2. Debes, pues, para purgar la voluntad del gozo y apetito vano en esto y enderezarlo a
Dios en tu oración, sólo mirar que tu conciencia esté pura y tu voluntad entera en Dios,
y la mente puesta de veras en él; y, como he dicho, escoger el lugar más apartado y
solitario que pudieres, y convertir todo el gozo de la voluntad en invocar y glorificar a
Dios; y de esotros gustillos del exterior no hagas caso, antes los procures negar. Porque,
si se hace el alma al sabor de la devoción sensible, nunca atinará a pasar a la fuerza del
deleite del espíritu, que se halla en la desnudez espiritual mediante el recogimiento
interior.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPITULO 41
[San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE CARMELOLibro 1º
- 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
---------------------------------------------------------------------------
LIBRO TERCERO
CAPÍTULO 41
De algunos daños en que caen los que se dan al gusto sensible de las cosas y lugares
devotos de la manera que se ha dicho.
1. Muchos daños se le siguen, así acerca de lo interior como del exterior, al espiritual
por quererse andar al sabor sensitivo acerca de las dichas cosas. Porque, acerca del
espíritu, nunca llegará al recogimiento interior del espíritu, que consiste en pasar de
todo eso, y hacer olvidar al alma todos esos sabores sensibles, y entrar en lo vivo del
recogimiento del alma, y adquirir las virtudes con fuerza. Cuanto a lo exterior, le causa
no acomodarse a orar en todos lugares, sino en los que son a su gusto; y así, muchas
veces faltará a la oración, pues, como dicen, no está hecho más que al libro de su aldea.
2. Demás de esto, este apetito les causa muchas variedades, porque de éstos son los que
nunca perseveran en un lugar, ni a veces en un estado, sino que ahora los veréis en un
lugar, ahora en otro; ahora tomar una ermita, ahora otra; (ahora componer un oratorio,
ahora otro).
Y de éstos son también aquellos que se les acaba la vida en mudanzas de estados y
modos de vivir; que, como sólo tienen aquel hervor y gozo sensible acerca de las cosas
espirituales, y nunca se han hecho fuerza para llegar al recogimiento espiritual por la
negación de su voluntad y sujeción en sufrirse en desacomodamientos, todas las veces
que ven un lugar devoto a su parecer, o alguna manera de vida, o estado que cuadre con
su condición e inclinación, luego se van tras él y dejan el que tenían. Y como se
movieron por aquel gusto sensible, de aquí es que presto buscan otra cosa, porque el
gusto sensible no es constante, porque falta muy presto.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 42
De tres diferencias de lugares devotos y cómo se ha de haber acerca de ellos la
voluntad.
1. Tres maneras de lugares hallo por medio de los cuales suele Dios mover la voluntad a
devoción.
La primera es algunas disposiciones de tierras y sitios, que con la agradable apariencia
de sus diferencias, ahora en disposición de tierra, ahora de árboles, ahora de solitaria
quietud, naturalmente despiertan la devoción. Y de esto es cosa provechosa usar,
cuando luego enderezan a Dios la voluntad en olvido de los dichos lugares, así como
para ir al fin conviene no detenerse en el medio y motivo más de lo que basta. Porque, si
procuran recrear el apetito y sacar jugo sensitivo, antes hallarán sequedad de espíritu y
distracción espiritual; porque la satisfacción y jugo espiritual no se halla sino en el
recogimiento interior.
2. Por tanto, estando en el tal lugar, olvidados del lugar han de procurar estar en su
interior con Dios, como si no estuviesen en el tal lugar; porque si se andan al sabor y
gusto del lugar, de aquí para allí, más es buscar recreación sensitiva e inestabilidad de
ánimo que sosiego espiritual.
Así lo hacían los anacoretas y otros santos ermitaños, que en los anchísimos y
graciosísimos desiertos escogían el menor lugar que les podía bastar, edificando
estrechísimas celdas y cuevas y encerrándose allí; donde san Benito estuvo tres años, y
otro, que fue san Simón, se ató con una cuerda para no tomar más ni andar más que lo
que alcanzase; y de esta manera muchos, que nunca acabaríamos de contar. Porque
entendían muy bien aquellos santos que si no apagaban el apetito y codicia de hallar
gusto y sabor espiritual, no podían venir a ser espirituales.
3. La segunda manera es más particular, porque es de algunos lugares, (no me da más)
esos desiertos que otros cualesquiera, donde Dios suele hacer algunas mercedes
espirituales muy sabrosas a algunas particulares personas; de manera que
ordinariamente queda inclinado el corazón de aquella persona, que recibió allí aquella
merced, a aquel lugar donde la recibió, y le dan algunas veces algunos grandes deseos y
ansias de ir a aquel lugar. Aunque cuando van no hallan como antes, porque no está en
su mano; porque estas mercedes hácelas Dios cuando y como y donde quiere, sin estar
asido a lugar ni a tiempo, ni a albedrío de a quien las hace.
Pero todavía es bueno ir, como vaya desnudo del apetito de propiedad, a orar allí
algunas veces, por tres cosas: la primera, porque, aunque, como decimos, Dios no está
atenido a lugar, parece quiso allí Dios ser alabado de aquella alma, haciéndola allí
aquella merced. La segunda, porque más se acuerda el alma de agradecer a Dios lo que
allí recibió. La tercera, porque todavía se despierta mucho más la devoción allí con
aquella memoria.
4. Por estas cosas debe ir, y no por pensar que está Dios atado a hacerle allí mercedes,
de manera que no pueda donde quiera, porque más decente lugar es el alma y más
propio para Dios que ningún lugar corporal. De esta manera leemos en la sagrada
Escritura que hizo Abraham un altar en el mismo lugar donde le apareció Dios, e invocó
allí su santo nombre, y que después, viniendo de Egipto, volvió por el mismo camino
donde había aparecídole Dios, y volvió a invocar a Dios allí en el mismo altar que había
edificado (Gn. 12, 8, y 13, 4). También Jacob señaló el lugar donde le apareció Dios
estribando en aquella escala, levantando allí una piedra ungida con óleo (Gn. 28, 13-18).
Y Agar puso nombre al lugar donde le apareció el ángel, estimando mucho aquel lugar,
diciendo: Por cierto que aquí he visto las espaldas del que me ve (Gn. 16, 3).
5. La tercera manera es algunos lugares particulares que elige Dios para ser allí
invocado, así como el monte Sinaí, donde dio Dios la ley a Moisés (Ex. 24, 12), y el
lugar que señaló a Abraham para que sacrificase a su hijo (Gn. 22, 2), y también el
monte Horeb, donde apareció a nuestro padre Elías (3 Re. 19, 8), (y el lugar que dedicó
san Miguel para su servicio, que es el monte Gargano, apareciendo al obispo sipontino,
y diciendo que él era guarda de aquel lugar, para que allí se dedicase a Dios un oratorio
en memoria de los ángeles; y la gloriosa Virgen escogió en Roma, con singular señal de
nieve, lugar para el templo que quiso edificase Patricio, de su nombre).
6. La causa por que Dios escoja estos lugares más que otros para ser alabado, él sólo lo
sabe. Lo que a nosotros conviene saber es que todo es para nuestro provecho y para oír
nuestras oraciones en ellos y doquiera que con entera fe le rogáremos; aunque en los
que están dedicados a su servicio hay mucha más ocasión de ser oídos en ellos, por
tenerlos la Iglesia señalados y dedicados para esto.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 43
Que trata de los motivos para orar que usan muchas personas, que son mucha variedad
de ceremonias.
1. Los gozos inútiles y la propiedad imperfecta que acerca de las cosas que habemos
dicho muchas personas tienen, por ventura son algo tolerables por ir ellas en ello algo
inocentemente; del grande arrimo que algunos tienen a muchas maneras de ceremonias
introducidas por gente poco ilustrada y falta en la sencillez de la fe, es insufrible.
Dejemos ahora aquellas que en sí llevan envueltos algunos nombres extraordinarios o
términos que no significan nada, y otras cosas no sacras, que gente necia y de alma ruda
y sospechosa suele interponer en sus oraciones, que, por ser claramente malas y en que
hay pecado y en muchas de ellas pacto oculto con el demonio, con las cuales provocan a
Dios a ira y no a misericordia, las dejo aquí de tratar.
2. Pero de aquellas sólo quiero decir de que, por no tener en sí esas maneras
sospechosas entrepuestas, muchas personas el día de hoy con devoción indiscreta usan,
poniendo tanta eficacia y fe en aquellos modos y maneras con que quieren cumplir sus
devociones y oraciones, que entienden que si un punto faltan y salen de aquellos límites,
no aprovecha ni la oirá Dios, poniendo más fiducia en aquellos modos y maneras que en
lo vivo de la oración, no sin gran desacato y agravio de Dios; así como que sea la misa
con tantas candelas y no más ni menos: y que la diga sacerdote de tal o tal suerte; y que
sea a tal hora y no antes ni después; y que sea después de tal día, no antes (ni después);
y que las oraciones y estaciones sean tantas y tales y a tales tiempos, y con tales y tales
ceremonias, y no antes ni después, ni de otra manera; y que la persona que las hiciere
tenga tales partes y tales propiedades. Y piensan que, si falta algo de lo que ellos llevan
propuesto, no se hace nada. (Y otras mil cosas que se ofrecen y usan).
3. Y lo que es peor (e intolerable) es que algunos quieren sentir algún efecto en sí, o
cumplirse lo que piden, o saber que se cumple al fin de aquellas sus oraciones
ceremoniáticas; que no es menos que tentar a Dios y enojarle gravemente; tanto, que
algunas veces da licencia al demonio para que los engañe, haciéndolos sentir y entender
cosas harto ajenas del provecho de su alma, mereciéndolo ellos por la propiedad que
llevan en sus oraciones, no deseando más que se haga lo que Dios quiere que lo que
ellos pretenden. Y así, porque no ponen toda su confianza en Dios, nada les sucede bien.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 44
De cómo se ha de enderezar a Dios el gozo y fuerza de la voluntad por estas devociones.
1. Sepan, pues, éstos que cuanta más fiducia hacen de estas cosas y ceremonias, tanta
menor confianza tienen en Dios, y no alcanzarán de Dios lo que desean. Hay algunos
que más oran por su pretensión que por la honra de Dios; que, aunque ellos suponen
que, si Dios se ha de servir, se haga, y si no, no, todavía por la propiedad y vano gozo
que en ello llevan, multiplican demasiados ruegos por aquello, que sería mejor mudarlos
en cosas de más importancia para ellos, como es el limpiar de veras sus conciencias y
entender de hecho en cosas de su salvación, posponiendo muy atrás todas esotras
peticiones suyas que no son esto. Y de esta manera, alcanzando esto que más les
importa, alcanzarían también todo lo que de esotro les estuviere bien, aunque no se lo
pidiesen, mucho mejor y antes que si toda la fuerza pusiesen en aquello.
2. Porque así lo tiene prometido el Señor por el evangelista (Mt. 6, 33), diciendo:
Pretended primero y principalmente el reino de Dios y su justicia, y todas esotras cosas
se os añadirán; porque ésta es la pretensión y petición que es más a su gusto. Y para
alcanzar las peticiones que tenemos en nuestro corazón, no hay mejor medio que poner
la fuerza de nuestra oración en aquella cosa que es más gusto de Dios; porque entonces
no sólo dará lo que le pedimos, que es la salvación, sino aun lo que él ve que nos
conviene y nos es bueno, aunque no se lo pidamos, según lo da bien a entender David
en un salmo (144, 18), diciendo: Cerca está el Señor de los que le llaman en la verdad,
que le piden las cosas que son de más altas veras, como son las de la salvación; porque
de éstos dice luego (Sal. 144, 19): La voluntad de los que le temen cumplirá, y sus
ruegos oirá, y salvarlos ha. Porque es Dios guarda de los que bien le quieren. Y así, este
estar tan cerca que aquí dice David, no es otra cosa que estar a satisfacerlos y
concederlos aun lo que no les pasa por pensamiento pedir. Porque así leemos (2 Par. 1,
11-12) que, porque Salomón acertó a pedir a Dios una cosa que le dio gusto, que era
sabiduría para acertar a regir justamente a su pueblo, le respondió Dios diciendo: Porque
te agradó más que otra cosa alguna la sabiduría, y ni pediste la victoria con muerte de
tus enemigos, ni riqueza, ni larga vida, yo te doy no sólo la sabiduría que pides para
regir justamente mi pueblo, mas aun lo que no me has pedido te daré, que es riquezas, y
sustancia, y gloria, de manera que antes ni después de ti haya rey a ti semejante. Y así lo
hizo, pacificándole también sus enemigos, de manera que, pagándole tributo todos en
derredor, no le perturbasen. Lo mismo leemos en el Génesis (21, 13), donde,
prometiendo Dios a Abraham de multiplicar la generación del hijo legítimo como las
estrellas del cielo, según él se lo había pedido, le dijo: También multiplicaré al hijo de la
esclava, porque es tu hijo.
3. De esta manera, pues, se han de enderezar a Dios las fuerzas de la voluntad y el gozo
de ella en las peticiones, no curando de estribar en las invenciones de ceremonias que no
usa ni tiene aprobadas la Iglesia católica, dejando el modo y manera de decir la misa al
sacerdote, que allí la Iglesia tiene en su lugar, que él tiene orden de ella cómo lo ha de
hacer. Y no quieran ellos usar nuevos modos, como si supiesen más que el Espíritu
Santo y su Iglesia. Que si por esa sencillez no los oyere Dios, crean que no lo oirá
aunque más invenciones hagan. Porque Dios es de manera que, si le llevan por bien y a
su condición, harán de él cuanto quisieren; mas si va sobre interés, no hay hablarle.
4. Y en las demás ceremonias acerca del rezar y otras devociones, no quieran arrimar la
voluntad a otras ceremonias y modos de oraciones de las que nos enseñó Cristo (Mt. 6,
9-13; Lc. 11, 1-2); que claro está que, cuando sus discípulos le rogaron que los enseñase
a orar, les diría todo lo que hace al caso para que nos oyese el Padre Eterno, como el
que tan bien conocía su condición y sólo les enseñó aquellas siete peticiones del Pater
noster, en que se incluyen todas nuestras necesidades espirituales y temporales, y no les
dijo otras muchas maneras de palabras y ceremonias, antes, en otra parte, les dijo que
cuando oraban no quisiesen hablar mucho, porque bien sabía nuestro Padre celestial lo
que nos convenía (Mt. 6, 7-8). Sólo encargó, con muchos encarecimientos, que
perseverásemos en oración, es a saber, en la del Pater noster, diciendo en otra parte que
conviene siempre orar y nunca faltar (Lc. 18, 1). Mas no enseñó variedades de
peticiones, sino que éstas se repitiesen muchas veces y con fervor y con cuidado;
porque, como digo, en éstas se encierra todo lo que es voluntad de Dios y todo lo que
nos conviene. Que, por eso, cuando Su Majestad acudió tres veces al Padre Eterno,
todas tres veces oró con la misma palabra del Pater noster, como dicen los Evangelistas,
diciendo: Padre, si no puede ser sino que tengo de beber este cáliz, hágase tu voluntad
(Mt. 26, 39).
Y las ceremonias con que él nos enseñó a orar sólo es una de dos: o que sea en el
escondrijo de nuestro retrete, donde sin bullicio y sin dar cuenta a nadie lo podemos
hacer con más entero y puro corazón, según él dijo, diciendo: Cuando tú orares, entra en
tu retrete y, cerrada la puerta, ora (Mt. 6, 6); o, si no, a los desiertos solitarios, como él
lo hacía, y en el mejor y más quieto tiempo de la noche (Lc. 6, 12). Y así, no hay para
qué señalar limitado tiempo ni días limitados, ni señalar éstos más que aquéllos para
nuestras devociones, ni hay para qué otros modos ni retruécanos de palabras ni
oraciones, sino sólo las que usa la Iglesia y como las usa, porque todas se reducen a las
que habemos dicho del Pater noster.
5. Y no condeno por eso, sino antes apruebo, algunos días que algunas personas a veces
proponen de hacer devociones, como en ayunar y otras semejantes; sino el estribo que
llevan en sus limitados modos y ceremonias con que las hacen. Como dijo Judit (8,
11-12) a los de Betulia, que los reprehendió porque habían limitado a Dios el tiempo
que esperaban de Dios misericordias, diciendo: ¿Vosotros ponéis a Dios tiempo de sus
misericordias? No es, dice, esto para mover a Dios a clemencia, sino para despertar su
ira.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 45
En que se trata del segundo género de bienes distintos en que se puede gozar vanamente
la voluntad.
1. La segunda manera de bienes distintos sabrosos en que vanamente se puede gozar la
voluntad, son los que provocan o persuaden a servir a Dios, que llamamos provocativos.
Estos son los predicadores, de los cuales podríamos hablar de dos maneras, es a saber:
cuanto a lo que toca a los mismos predicadores y cuanto a los oyentes. Porque a los
unos y a los otros no falta que advertir cómo han de guiar a Dios el gozo de su voluntad,
así los unos como los otros, acerca de este ejercicio.
2. Cuanto a lo primero, el predicador, para aprovechar al pueblo y no embarazarse a sí
mismo con vano gozo y presunción, conviénele advertir que aquel ejercicio más es
espiritual que vocal; porque, aunque se ejercita con palabras de fuera, su fuerza y
eficacia no la tiene sino del espíritu interior. De donde, por más alta que sea la doctrina
que predica y por más esmerada la retórica y subido el estilo con que va vestida, no hace
de suyo ordinariamente más provecho que tuviere de espíritu. Porque, aunque es verdad
que la palabra de Dios de suyo es eficaz, según aquello de David (Sal. 67, 34) que dice,
que él dará a su voz, voz de virtud, pero también el fuego tiene virtud de quemar, y no
quemará cuando en el sujeto no hay disposición.
3. Y para que la doctrina pegue su fuerza, dos disposiciones ha de haber: una del que
predica y otra del que oye; porque ordinariamente es el provecho como hay la
disposición de parte del que enseña. Que por eso se dice que, cual es el maestro, tal
suele ser el discípulo.
Porque, cuando en los Actos de los Apóstoles aquellos siete hijos de aquel príncipe de
los sacerdotes de los judíos acostumbraban a conjurar los demonios con la misma forma
que san Pablo, se embraveció el demonio contra ellos, diciendo: A Jesús confieso yo y a
Pablo conozco; pero vosotros ¿quién sois? (19, 15) y, embistiendo en ellos, los desnudó
y llagó. Lo cual no fue sino porque ellos no tenían la disposición que convenía, y no
porque Cristo no quisiese que en su nombre no lo hiciesen; porque una vez hallaron los
Apóstoles a uno que no era discípulo echando un demonio en nombre de Cristo, y se lo
estorbaron, y el Señor se lo reprehendió, (diciendo): No se lo estorbéis, porque ninguno
podré decir mal de mí en breve espacio si en mi nombre hubiese hecho alguna virtud
(Mc. 9, 38). Pero tiene ojeriza con los que, enseñando ellos la ley de Dios, no la
guardan, y predicando ellos buen espíritu, no le tienen. Que por eso dice por san Pablo
(Rm. 2, 21): Tú enseñas a otros, y no te enseñas a ti. Tú que predicas qué no hurten,
hurtas. Y por David (Sal. 49, 16-17) dice el Espíritu Santo: Al pecador dijo Dios: ¿Por
qué platicas tú mis justicias y tomas mi ley con tu boca, y tú has aborrecido la disciplina
y echado mis palabras a las espaldas? En lo cual se da a entender que tampoco les dará
espíritu para que hagan fruto.
4. Que comúnmente vemos que, cuanto acá podemos juzgar, cuanto el predicador es de
mejor vida, mayor es el fruto que hace por bajo que sea su estilo, y poca su retórica, y su
doctrina común, porque del espíritu vivo se pega el calor; pero el otro muy poco
provecho hará, aunque más subido sea su estilo y doctrina. Porque, aunque es verdad
que el buen estilo y acciones y subida doctrina y buen lenguaje mueven y hacen efecto
acompañado de buen espíritu; pero sin él, aunque da sabor y gusto el sermón al sentido
y al entendimiento, muy poco o nada de jugo pega a la voluntad; porque comúnmente se
queda tan floja y remisa como antes para obrar, aunque haya dicho maravillosas cosas
maravillosamente dichas, que sólo sirven para deleitar el oído, como una música
concertada o sonido de campanas; mas el espíritu, como digo, no sale de sus quicios
más que antes, no teniendo la voz virtud para resucitar al muerto de su sepultura.
5. Poco importa oír una música mejor que otra sonar si no me mueve (ésta) más que
aquélla a hacer obras, porque, aunque hayan dicho maravillas, luego se olvidan, como
no pegaron fuego en la voluntad. Porque, demás de que de suyo no hace mucho fruto
aquella presa que hace el sentido en el gusto de la tal doctrina, impide que no pase al
espíritu, quedándose sólo en estimación del modo y accidentes con que va dicha,
alabando al predicador en esto o aquello y por esto siguiéndole, más que por la
enmienda que de ahí saca.
Esta doctrina da muy bien a entender san Pablo a los de Corinto (1 Cor. 2, 1-4),
diciendo: Yo, hermanos, cuando vine a vosotros, no vine predicando a Cristo con alteza
de doctrina y sabiduría, y mis palabras y mi predicación no eran retórica de humana
sabiduría, sino en manifestación del espíritu y de la verdad. Que, aunque la intención
del Apóstol y la mía aquí no es condenar el buen estilo y retórica y buen término,
porque antes hace mucho al caso al predicador, como también a todos los negocios;
pues el buen término y estilo aun las cosas caídas y estragadas levanta y reedifica, así
como el mal término a las buenas estraga y pierde.
FIN DE LA OBRA
Inicio
[San Juan de la Cruz OBRASCOMPLETAS Noche
Oscura]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LA NOCHE OSCURA
PRÓLOGO
CANCIONES DEL ALMA
LIBRO PRIMERO Comienza la declaración de las canciones que tratan del modo y
manera que tiene el alma en el camino de la unión del amor con Dios, por el padre fray
Juan de la Cruz.
CAPÍTULO 1 Pone el primer verso y comienza a tratar de las imperfecciones de los
principiantes.
CAPÍTULO 2 De algunas imperfecciones espirituales que tienen los principiantes
acerca del hábito de la soberbia.
CAPÍTULO 3 De algunas imperfecciones que suelen tener algunos de éstos acerca del
segundo vicio capital, que es la avaricia, espiritualmente hablando.
CAPÍTULO 4 De otras imperfecciones que suelen tener estos principiantes acerca del
tercer vicio, que es lujuria.
CAPÍTULO 5 De las imperfecciones en que caen los principiantes acerca del vicio de la
ira.
CAPÍTULO 6 De las imperfecciones acerca de la gula espiritual.
CAPÍTULO 7 De las imperfecciones acerca de la envidia y acidia espiritual.
CAPÍTULO 8 En que se declara el primer verso de la primera canción y se comienza a
explicar esta noche oscura.
CAPÍTULO 9 De las señales en que se conocerá que el espiritual va por el camino de
esta noche y purgación sensitiva.
CAPÍTULO 10 Del modo que se han de haber éstos en esta noche oscura.
CAPÍTULO 11 Decláranse los tres versos de la canción.
CAPÍTULO 12 De los provechos que causa en el alma esta noche.
CAPÍTULO 13 De otros provechos que causa en el alma esta noche del sentido.
CAPÍTULO 14 En que se declara el último verso de la primera canción.
LIBRO II
CAPÍTULO 1 Comiénzase a tratar de la noche oscura del espíritu. Dícese a qué tiempo
comienza.
CAPÍTULO 2 Prosigue en otras imperfecciones que tienen estos aprovechados.
CAPÍTULO 3 Anotación para lo que se sigue.
CAPÍTULO 4 Pónese la primera canción y su declaración.
CAPÍTULO 5 Pónese el primer verso y comienza a declarar cómo esta contemplación
oscura no sólo es noche para el alma, sino también pena y tormento.
CAPÍTULO 6 De otras maneras de pena que el alma padece en esta noche.
CAPÍTULO 7 Prosigue en la misma materia de otras aflicciones y aprietos de la
voluntad.
CAPÍTULO 8 De otras penas que afligen al alma en este estado.
CAPÍTULO 9 Cómo aunque esta noche oscurece al espíritu, es para ilustrarle y darle
luz.
CAPÍTULO 10 Explícase de raíz esta purgación por una comparación.
CAPÍTULO 11 Comiénzase a explicar el segundo verso de la primera canción. Dice
cómo el alma, por fruto de estos rigurosos aprietos, se halla con vehemente pasión de
amor divino.
CAPÍTULO 12 Dice cómo esta horrible noche es purgatorio, y cómo en ella ilumina la
divina Sabiduría a los hombres en el suelo con la misma iluminación que purga e
ilumina a los ángeles en el cielo.
CAPÍTULO 13 De otros sabrosos efectos que obra en el alma esta oscura noche de
contemplación.
CAPÍTULO 14 En que se ponen y explican los tres versos últimos de la primera
canción.
CAPÍTULO 15 Pónese la segunda canción y su declaración.
CAPÍTULO 16 Pónese el primer verso y explícase cómo, yendo el alma a oscuras, va
segura.
CAPÍTULO 17 Pónese el segundo verso y explícase cómo esta oscura contemplación
sea secreta.
CAPÍTULO 18 Declárase como esta sabiduría secreta sea también escala.
CAPÍTULO 19 Comienza a explicar los diez grados de la escala mística de amor divino
según San Bernardo y Santo Tomás. Pónense los cinco primeros.
CAPÍTULO 20 Pónense los otros cinco grados de amor.
CAPÍTULO 21 Declárase esta palabra "disfrazada", y dícense los colores del disfraz del
alma en esta noche.
CAPÍTULO 22 Explícase el tercer verso de la segunda canción.
CAPÍTULO 23 Declárase el cuarto verso. Dice el admirable escondrijo en que es puesta
el alma en esta noche, y cómo, aunque el demonio tiene entrada en otros muy altos no
en éste.
CAPÍTULO 24 Acábase de explicar la segunda canción.
CAPÍTULO 25 En que brevemente se declara la tercera canción.
Inicio -------------------------------------------------------------------------DECLARACIÓN DE LAS CANCIONES DEL MODO QUE TIENE EL ALMA EN
EL CAMINO ESPIRITUAL PARA LLEGAR A LA PERFECTA UNIÓN DE AMOR
CON DIOS, CUAL SE PUEDE EN ESTA VIDA. DÍCESE TAMBIÉN LAS
PROPIEDADES QUE TIENE EL QUE HA LLEGADO A LA DICHA PERFECCIÓN,
SEGUN EN LAS CANCIONES SE CONTIENE.
PRÓLOGO
En este libro se ponen primero todas las canciones que se han de declarar. Después se
declara cada canción de por sí, poniendo cada una de ellas antes de su declaración, y
luego se va declarando cada verso de por sí, poniéndole también al principio.
En las dos primeras canciones se declaran los efectos de las dos purgaciones espirituales
de la parte sensitiva del hombre y de la espiritual. En las otras seis se declaran varios y
admirables efectos de la iluminación espiritual y unión de amor con Dios.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CANCIONES DEL ALMA
1. En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada, ¡oh dichosa ventura!, salí sin
ser notada estando ya mi casa sosegada.
2. A oscuras y segura, por la secreta escala, disfrazada, ¡oh dichosa ventura!, a oscuras y
en celada, estando ya mi casa sosegada.
3. En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y
guía sino la que en el corazón ardía.
4. Aquésta me guiaba más cierto que la luz de mediodía, adonde me esperaba quien yo
bien me sabía, en parte donde nadie parecía.
5. ¡Oh noche que guiaste! ¡oh noche amable más que el alborada! ¡oh noche que
juntaste Amado con amada, amada en el Amado transformada!
6. En mi pecho florido, que entero para él solo se guardaba, allí quedó dormido, y yo le
regalaba, y el ventalle de cedros aire daba.
7. El aire de la almena, cuando yo sus cabellos esparcía, con su mano serena en mi
cuello hería y todos mis sentidos suspendía.
8. Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado, cesó todo y dejéme, dejando
mi cuidado entre las azucenas olvidado.
FIN
Inicio -------------------------------------------------------------------------LIBRO PRIMERO
[San Juan de la Cruz OBRASCOMPLETAS Noche Oscura]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LA NOCHE OSCURA
--------------------------------------------------------------------------Comienza la declaración de las canciones que tratan del modo y manera que tiene el
alma en el camino de la unión del amor con Dios, por el padre fray Juan de la Cruz.
Antes que entremos en la declaración de estas canciones, conviene saber aquí que el
alma las dice estando ya en la perfección, que es la unión de amor con Dios, habiendo
ya pasado por los estrechos trabajos y aprietos, mediante el ejercicio espiritual del
camino estrecho de la vida eterna que dice nuestro Salvador en el Evangelio (Mt. 7, 74),
por el cual camino ordinariamente pasa para llegar a esta alta y dichosa unión con Dios.
El cual por ser tan estrecho y por ser tan pocos los que entran por él, como también dice
el mismo Señor (Mt. 7, 14), tiene el alma por gran dicha y ventura haber pasado por él a
la dicha perfección de amor, como ella lo canta en esta primera canción, llamando
noche oscura con harta propiedad a este camino estrecho, como se declarará adelante en
los versos de la dicha canción.
Dice, pues, el alma, gozosa de haber pasado por este angosto camino de donde tanto
bien se le siguió, en esta manera:
Inicio --------------------------------------------------------------------------
LIBRO PRIMERO
En que se trata de la noche del sentido.
CANCIÓN 1ª
En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada, ¡oh dichosa ventura!, salí sin ser
notada estando ya mi casa sosegada.
DECLARACIÓN
1. Cuenta el alma en esta primera canción el modo y manera que tuvo en salir, según la
afición, de sí y de todas las cosas, muriendo por verdadera mortificación a todas ellas y
a sí misma, para venir a vivir vida de amor dulce y sabrosa con Dios. Y dice que este
salir de sí y de todas las cosas fue una noche oscura, que aquí entiende por la
contemplación purgativa, como después se dirá, la cual pasivamente causa en el alma la
dicha negación de sí misma y de todas las cosas.
2. Y esta salida dice ella aquí que pudo hacer con la fuerza y calor que para ello le dio el
amor de su Esposo en la dicha contemplación oscura. En lo cual encarece la buena dicha
que tuvo en caminar a Dios por esta noche con tan próspero suceso que ninguno de los
tres enemigos, que son mundo, demonio y carne, que son los que siempre contrarían
este camino, se lo pudiese impedir; por cuanto la dicha noche de contemplación
purificativa hizo adormecer y amortiguar en la casa de su sensualidad todas las pasiones
y apetitos según sus apetitos y movimientos contrarios. Dice, pues, el verso:
En una noche oscura.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 1
Pone el primer verso y comienza a tratar de las imperfecciones de los principiantes.
1. En esta noche oscura comienzan a entrar las almas cuando Dios las va sacando de
estado de principiantes, que es de los que meditan en el camino espiritual, y las
comienza a poner en el de los aprovechantes, que es ya el de los contemplativos, para
que, pasando por aquí, lleguen al estado de los perfectos, que es el de la divina unión del
alma con Dios. Por tanto, para entender y declarar mejor qué noche sea ésta por que el
alma pasa, y por qué causa la pone Dios en ella, primero convendrá tocar aquí algunas
propiedades de los principiantes. Lo cual, aunque será con la brevedad que pudiere, no
dejará también de servir a los mismos principiantes, para que, entendiendo la flaqueza
del estado que llevan, se animen y deseen que los ponga Dios en esta noche, donde se
fortalece y confirma el alma en las virtudes y para los inestimables deleites del amor de
Dios. Y, aunque nos detengamos un poco, no será más de lo que basta para tratar luego
de esta noche oscura.
2. Es, pues, de saber que el alma, después que determinadamente se convierte a servir a
Dios, ordinariamente la va Dios criando en espíritu y regalando, al modo que la amorosa
madre hace al niño tierno, al cual al calor de sus pechos le calienta, y con leche sabrosa
y manjar blando y dulce le cría, y en sus brazos le trae y le regala. Pero, a la medida que
va creciendo, le va la madre quitando el regalo y, escondiendo el tierno amor, pone el
amargo acíbar en el dulce pecho, y, abajándole de los brazos, le hace andar por su pie,
porque, perdiendo las propiedades de niño, se dé a cosas más grandes y sustanciales. La
amorosa madre de la gracia de Dios, luego que por nuevo calor y hervor de servir a Dios
reengendra al alma, eso mismo hace con ella; porque la hace hallar dulce y sabrosa la
leche espiritual sin algún trabajo suyo en todas las cosas de Dios, y en los ejercicios
espirituales gran gusto, porque le da Dios aquí su pecho de amor tierno, bien así como a
niño tierno (1 Pe. 2, 2-3).
3. Por tanto, su deleite halla pasarse grandes ratos en oración, y por ventura las noches
enteras; sus gustos son las penitencias, sus contentos los ayunos, y sus consuelos usar de
los sacramentos y comunicar en las cosas divinas; las cuales cosas, aunque con grande
eficacia y porfía asisten a ellas y las usan y tratan con grande cuidado los espirituales,
hablando espiritualmente, comúnmente se han muy flaca e imperfectamente en ellas.
Porque, como son movidos a estas cosas y ejercicios espirituales por el consuelo y gusto
que allí hallan, y, como también ellos no están habilitados por ejercicios de fuerte lucha
en las virtudes, acerca de estas sus obras espirituales tienen muchas faltas e
imperfecciones; porque, al fin, cada uno obra conforme al hábito de perfección que
tiene; y, como éstos no han tenido lugar de adquirir los hábitos fuertes, de necesidad han
de obrar como flacos niños, flacamente.
Lo cual para que más claramente se vea, y cuán faltos van estos principiantes en las
virtudes acerca de lo que con el dicho gusto con facilidad obran, irémoslo notando por
los siete vicios capitales, diciendo algunas de las muchas imperfecciones que en cada
uno de ellos tienen, en que se verá claro cuán de niños es el obrar que éstos obran; y
veráse también cuántos bienes trae consigo la noche oscura de que luego habemos de
tratar, pues de todas estas imperfecciones limpia al alma y la purifica.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 2
De algunas imperfecciones espirituales que tienen los principiantes acerca del hábito de
la soberbia.
1. Como estos principiantes se sienten tan fervorosos y diligentes en las cosas
espirituales y ejercicios devotos, de esta propiedad (aunque es verdad que las cosas
santas de suyo humillan) por su imperfección les nace muchas veces cierto ramo de
soberbia oculta, de donde vienen a tener alguna satisfacción de sus obras y de sí
mismos. Y de aquí también les nace cierta gana algo vana, y a veces muy vana, de
hablar cosas espirituales delante de otros, y aun a veces de enseñarlas más que de
aprenderlas, y condenan en su corazón a otros cuando no los ven con la manera de
devoción que ellos querrían, y aun a veces lo dicen de palabra, pareciéndose en esto al
fariseo, que se jactaba alabando a Dios sobre las obras que hacía, y despreciando al
publicano (Lc. 18, 11-12).
2. A estos muchas veces los acrecienta el demonio el fervor y gana de hacer más estas y
otras obras porque les vaya creciendo la soberbia y presunción. Porque sabe muy bien el
demonio que todas estas obras y virtudes que obran, no solamente no les valen nada,
mas antes se les vuelven en vicio. Y a tanto mal suelen llegar algunos de éstos, que no
querrían que pareciese bueno otro sino ellos; y así, con la obra y palabra, cuando se
ofrece, les condenan y detraen, mirando la motica en el ojo de su hermano, y no
considerando la viga que está en el suyo (Mt.7,37); cuelan el mosquito ajeno y tráganse
su camello (Mt. 23, 24).
3. A veces también, cuando sus maestros espirituales, como son confesores y prelados,
no les aprueban su espíritu y modo de proceder (porque tienen gana que estimen y
alaben sus cosas), juzgan que no los entienden el espíritu, o que ellos no son
espirituales, pues no aprueban aquello y condescienden con ello. Y así, luego desean y
procuran tratar con otro que cuadre con su gusto; porque ordinariamente desean tratar su
espíritu con aquellos que entienden que han de alabar y estimar sus cosas, y huyen,
como de la muerte, de aquellos que se los deshacen para ponerlos en camino seguro, y
aun a veces toman ojeriza con ellos. Presumiendo, suelen proponer mucho y hacen muy
poco. Tienen algunas veces gana de que los otros entiendan su espíritu y su devoción, y
para esto a veces hacen muestras exteriores de movimientos, suspiros y otras
ceremonias; y, a veces, algunos arrobamientos, en público más que en secreto, a los
cuales les ayuda el demonio, y tienen complacencia en que les entiendan aquello, y
muchas veces codicia.
4. Muchos quieren preceder y privar con los confesores, y de aquí les nacen mil
envidias y desquietudes. Tienen empacho de decir sus pecados desnudos porque no los
tengan sus confesores en menos, y vanlos coloreando porque no parezcan tan malos, lo
cual más es irse a excusar que a acusar. Y a veces buscan otro confesor para decir lo
malo porque el otro no piense que tienen nada malo, sino bueno; y así, siempre gustan
de decirle lo bueno, y a veces por términos que parezca antes más de lo que es que
menos, con gana de que le parezca bueno, como quiera que fuera más humildad, como
lo diremos, deshacerlo y tener gana que ni él ni nadie lo tuviesen en algo.
5. También algunos de éstos tienen en poco sus faltas, y otras veces se entristecen
demasiado de verse caer en ellas, pensando que ya habían de ser santos, y se enojan
contra sí mismos con impaciencia, lo cual es otra imperfección. Tienen muchas veces
grandes ansias con Dios porque les quite sus imperfecciones y faltas, más por verse sin
la molestia de ellas en paz que por Dios; no mirando que, si se las quitase, por ventura
se harían más soberbios y presuntuosos. Son enemigos de alabar a otros y amigos que
los alaben, y a veces lo pretenden; en lo cual son semejantes a las vírgenes locas, que,
teniendo sus lámparas muertas, buscaban óleo por de fuera (Mt. 25, 8).
6. De estas imperfecciones algunos llegan a tener muchas muy intensamente, y a mucho
mal en ellas; pero algunos tienen menos, algunos más, y algunos solos primeros
movimientos o poco más; y apenas hay algunos de estos principiantes que al tiempo de
estos fervores no caigan en algo de esto.
Pero los que en este tiempo van en perfección, muy de otra manera proceden y con muy
diferente temple de espíritu; porque se aprovechan y edifican mucho con la humildad,
no sólo teniendo sus propias cosas en nada, mas con muy poca satisfacción de sí; a
todos los demás tienen por muy mejores, y les suelen tener una santa envidia, con gana
de servir a Dios como ellos; porque, cuanto más fervor llevan y cuantas más obras
hacen y gusto tienen en ellas, como van en humildad, tanto más conocen lo mucho que
Dios merece y lo poco que es todo cuanto hacen por él; y así, cuanto más hacen, tanto
menos se satisfacen. Que tanto es lo que de caridad y amor querrían hacer por él, que
todo lo que hacen no les parezca nada; y tanto les solicita, ocupa y embebe este cuidado
de amor, que nunca advierten en si los demás hacen o no hacen; y si advierten, todo es,
como digo, creyendo que todos los demás son muy mejores que ellos. De donde,
teniéndose en poco, tienen gana también que los demás los tengan en poco y que los
deshagan y desestimen sus cosas. Y tienen más, que, aunque se los quieran alabar y
estimar, en ninguna manera lo pueden creer, y les parece cosa extraña decir de ellos
aquellos bienes.
7. Estos, con mucha tranquilidad y humildad, tienen gran deseo que les enseñe
cualquiera que los pueda aprovechar; harta contraria cosa de la que tienen los que
habemos dicho arriba, que lo querrían ellos enseñar todo, y aun cuando parece les
enseñan algo, ellos mismos toman la palabra de la boca como que ya se lo saben. Pero
éstos, estando muy lejos de querer ser maestros de nadie, están muy prontos de caminar
y echar por otro camino del que llevan, si se lo mandaren, porque nunca piensan que
aciertan en nada. De que alaben a los demás se gozan; sólo tienen pena de que no sirven
a Dios como ellos.
No tienen gana de decir sus cosas, porque las tienen en tan poco, que aun a sus maestros
espirituales tienen vergüenza de decirlas, pareciéndoles que no son cosas que merezcan
hacer lenguaje de ellas. Más gana tienen de decir sus faltas y pecados, o que los
entiendan, que no sus virtudes; y así se inclinan más a tratar su alma con quien en
menos tienen sus cosas y su espíritu, lo cual es propiedad de espíritu sencillo, puro y
verdadero, y muy agradable a Dios. Porque, como mora en estas humildes almas el
espíritu sabio de Dios, luego las mueve e inclina a guardar adentro sus tesoros en
secreto y echar afuera sus males. Porque da Dios a los humildes, junto con las demás
virtudes, esta gracia, así como a los soberbios la niega (Sab. 4, 6).
8. Darán éstos la sangre de su corazón a quien sirve a Dios, y ayudarán, cuanto esto es
en sí, a que le sirvan. En las imperfecciones que se ven caer, con humildad se sufren, y
con blandura de espíritu y temor amoroso de Dios, esperando en él.
Pero almas que al principio caminen con esta manera de perfección, entiendo son, como
queda dicho, las menos y muy pocas; que ya nos contentaríamos que no cayesen en las
cosas contrarias. Que, por eso, como después diremos, pone Dios en la noche oscura a
los que quiere purificar de todas estas imperfecciones para llevarlos adelante.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 3
De algunas imperfecciones que suelen tener algunos de éstos acerca del segundo vicio
capital, que es la avaricia, espiritualmente hablando.
1. Tienen muchos de estos principiantes también a veces mucha avaricia espiritual,
porque apenas les verán contentos en el espíritu que Dios les da; andan muy
desconsolados y quejosos porque no hallan el consuelo que querrían en las cosas
espirituales. Muchos no se acaban de hartar de oír consejos y aprender preceptos
espirituales y tener y leer muchos libros que traten de eso, y váseles más en esto el
tiempo que en obrar la mortificación y perfección de la pobreza interior de espíritu que
deben. Porque, a más de esto, se cargan de imágenes y rosarios bien curiosos; ahora
dejan unos, ya toman otros; ahora truecan, ahora destruecan; ya los quieren de esta
manera, ya de esotra, aficionándose más a esta cruz que a aquélla, por ser más curiosa.
Y veréis a otros arreados de "agnusdeis" y reliquias y nóminas, como los niños de dijes.
En lo cual yo condeno la propiedad de corazón y el asimiento que tienen al modo,
multitud y curiosidad de cosas, por cuanto es muy contra la pobreza de espíritu, que
sólo mira en la sustancia de la devoción, aprovechándose sólo de aquello que basta para
ella, y cansándose de esotra multiplicidad y de la curiosidad de ella; pues que la
verdadera devoción ha de salir del corazón, sólo en la verdad y sustancia de lo que
representan las cosas espirituales, y todo lo demás es asimiento y propiedad de
imperfección, que, para pasar a alguna manera de perfección, es necesario que se acabe
el tal apetito.
2. Yo conocí una persona que más de diez años se aprovechó de una cruz hecha
toscamente de un ramo bendito, clavada con un alfiler retorcida alrededor, y nunca la
había dejado, trayéndola consigo hasta que yo se la tomé; y no era persona de poca
razón y entendimiento. Y vi otra que rezaba por cuentas que eran de huesos de las
espinas del pescado, cuya devoción es cierto que por eso no era de menos quilates
delante de Dios; pues se ve claro que éstos no la tenían en la hechura y valor.
Los que van, pues, bien encaminados desde estos principios, no se asen a los
instrumentos visibles, ni se cargan de ellos, ni se les da nada de saber más de lo que
conviene saber para obrar; porque sólo ponen los ojos en ponerse bien con Dios y
agradarle, y en esto es su codicia. Y así con gran largueza dan cuanto tienen, y su gusto
es saberse quedar sin ello por Dios y por la caridad del prójimo, no me da más que sean
cosas espirituales que temporales; porque, como digo, sólo ponen los ojos en las veras
de la perfección interior: dar a Dios gusto, y no a sí mismo en nada.
3. Pero de estas imperfecciones tampoco, como de las demás, no se puede el alma
purificar cumplidamente hasta que Dios le ponga en la pasiva purgación de aquella
oscura noche que luego diremos. Mas conviene al alma, en cuanto pudiere, procurar de
su parte hacer por perfeccionarse, porque merezca que Dios le ponga en aquella divina
cura, donde sana el alma de todo lo que ella no alcanzaba a remediarse; porque, por más
que el alma se ayude, no puede ella activamente purificarse de manera que esté
dispuesta en la menor parte para la divina unión de perfección de amor, si Dios no toma
la mano y la purga en aquel fuego oscuro para ella, cómo y de la manera que habemos
de decir.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 4
De otras imperfecciones que suelen tener estos principiantes acerca del tercer vicio, que
es lujuria.
1. Otras muchas imperfecciones más de las que acerca de cada vicio voy diciendo tienen
muchos de estos principiantes, que por evitar prolijidad dejo, tocando algunas de las
más principales, que son como origen y causa de las otras.
Y así, acerca de este vicio de lujuria (dejado aparte lo que es caer en este pecado en los
espirituales, pues mi intento es tratar de las imperfecciones que se han de purgar por la
noche oscura) tienen muchas imperfecciones muchos, que se podrían llamar lujuria
espiritual, no porque así lo sea, sino porque procede de cosas espirituales. Porque
muchas veces acaece que en los mismos ejercicios espirituales, sin ser en manos de
ellos, se levantan y acaecen en la sensualidad movimientos y actos torpes, y a veces aun
cuando el espíritu está en mucha oración, o ejercitando los Sacramentos de la Penitencia
o Eucaristía. Los cuales, sin ser, como digo, en su mano, proceden de una de tres
causas:
2. La primera, proceden muchas veces del gusto que tiene el natural en las cosas
espirituales; porque, como gusta el espíritu y sentido, con aquella recreación se mueve
cada parte del hombre a deleitarse según su porción y propiedad; porque entonces el
espíritu se mueve a recreación y gusto de Dios, que es la parte superior; y la
sensualidad, que es la porción inferior, se mueve a gusto y deleite sensual, porque no
sabe ella tener y tomar otro, y toma entonces el más conjunto a sí, que es el sensual
torpe. Y así, acaece que el alma está en mucha oración con Dios según el espíritu, y, por
otra parte, según el sentido siente rebeliones y movimientos y actos sensuales
pasivamente, no sin harta desgana suya; lo cual muchas veces acaece en la Comunión,
que, como en este acto de amor recibe el alma alegría y regalo, porque se le hace este
Señor, pues para eso se da, la sensualidad toma también el suyo, como habemos dicho, a
su modo. Que, como, en fin, estas dos partes son un supuesto, ordinariamente participan
entrambas de lo que una recibe, cada una a su modo; porque, como dice el Filósofo,
cualquiera cosa que se recibe, está en el recipiente al modo del mismo recipiente. Y así
en estos principios, y aun cuando ya el alma está aprovechada, como está la sensualidad
imperfecta, recibe el espíritu de Dios con la misma imperfección muchas veces. Que,
cuando esta parte sensitiva está reformada por la purgación de la noche oscura que
diremos, ya no tiene ella estas flaquezas; porque no es ella la que recibe ya, mas antes
está recibida ella en el espíritu; y así lo tiene todo entonces al modo del espíritu.
3. La segunda causa, de donde a veces proceden estas rebeliones, es el demonio, que,
por desquietar y turbar el alma al tiempo que está en oración o la procura tener, procura
levantar en el natural estos movimientos torpes, con que, si al alma se le da algo de
ellos, le hace harto daño. Porque no sólo por el temor de esto aflojan en la oración, que
es lo que él pretende, por ponerse a luchar con ellos, mas algunos dejan la oración del
todo, pareciéndoles que en aquel ejercicio les acaecen más aquellas cosas que fuera de
él, como es la verdad, porque se las pone el demonio más en aquella que en otra cosa,
por que dejen el ejercicio espiritual. Y no sólo eso, sino que llega a representarles muy
al vivo cosas muy feas y torpes, y a veces muy conjuntamente acerca de cualesquier
cosas espirituales y personas que aprovechan sus almas, para aterrarlas y acobardarlas;
de manera, que los que de ello hacen caso, aun no se atreven a mirar nada ni poner la
consideración en nada, porque luego tropiezan en aquello.
Y esto en los que son tocados de melancolía acaece con tanta eficacia y frecuencia, que
es de haberlos lástima grande, porque padecen vida triste, porque llega a tanto en
algunas personas este trabajo cuando tienen este mal humor, que les parece claro que
sienten tener consigo acceso el demonio, sin ser libres para poderlo evitar, aunque
algunas personas de éstas puedan evitar el tal acceso con gran fuerza y trabajo. Cuando
estas cosas torpes acaecen a los tales por medio de la melancolía, ordinariamente no se
libran de ellas hasta que sanan de aquella calidad de humor, si no es que entrase en la
noche oscura el alma, que la priva sucesivamente de todo.
4. El tercer origen, de donde suelen proceder y hacer guerra estos movimientos torpes,
suele ser el temor que ya tienen cobrado estos tales a estos movimientos y
representaciones torpes; porque el temor que les da la súbita memoria en lo que ven o
tratan o piensan, les hace padecer estos actos sin culpa suya.
5. Hay también algunas almas, de naturales tan tiernos y deleznables, que, en
viniéndoles cualquier gusto de espíritu o de oración, luego es con ellos el espíritu de la
lujuria, que de tal manera les embriaga y regala la sensualidad, que se hallan como
engolfados en aquel jugo y gusto de este vicio; y dura lo uno con lo otro pasivamente; y
algunas veces echan de ver haber sucedido algunos torpes y rebeldes actos. La causa es
que, como estos naturales sean, como digo, deleznables y tiernos, con cualquier
alteración se les remueven los humores y la sangre, y suceden de aquí estos
movimientos; porque a éstos lo mismo les acaece cuando se encienden en ira o tienen
algún alboroto o pena.
6. Algunas veces también en estos espirituales, así en hablar como en obrar cosas
espirituales, se levanta cierto brío y gallardía con memoria de las personas que tienen
delante, y tratan con alguna manera de vano gusto; lo cual nace también de lujuria
espiritual, al modo que aquí la entendemos; lo cual ordinariamente viene con
complacencia en la voluntad.
7. Cobran algunos de éstos aficiones con algunas personas por vía espiritual, que
muchas veces nacen de lujuria, y no de espíritu; lo cual se conoce ser así cuando, con la
memoria de aquella afición, no crece más la memoria y amor de Dios, sino
remordimiento en la conciencia. Porque, cuando la afición es puramente espiritual,
creciendo ella, crece la de Dios, y cuanto más se acuerda de ella, tanto más se acuerda
de Dios y le da gana de Dios, y creciendo en lo uno crece en lo otro; porque eso tiene el
espíritu de Dios, que lo bueno aumenta con lo bueno, por cuanto hay semejanza y
conformidad. Pero cuando el tal amor nace del dicho vicio sensual, tiene los efectos
contrarios; porque cuanto más crece lo uno, tanto más decrece lo otro y la memoria
juntamente; porque, si crece aquel amor, luego verá que se va resfriando en el de Dios y
olvidándose de él con aquella memoria y algún remordimiento en la conciencia; y, por
el contrario, si crece el amor de Dios en el alma, se va resfriando en el otro y
olvidándole, porque, como son contrarios amores, no sólo no ayuda el uno al otro, mas
antes el que predomina apaga y confunde el otro y se fortalece en sí mismo, como dicen
los filósofos. Por lo cual dijo nuestro Salvador en el Evangelio (Jn. 3, 6) que lo que nace
de carne, es carne, y lo que nace de espíritu, es espíritu, esto es: el amor que nace de
sensualidad, para en sensualidad, y el que de espíritu, para en espíritu de Dios y hácele
crecer. Y ésta es la diferencia que hay entre los dos amores para conocerlos.
8. Cuando el alma entrare en la noche oscura, todos estos amores pone en razón; porque
al uno fortalece y purifica, que es el que es según Dios, y al otro quita y acaba; y, al
principio a entrambos los hace perder de vista, como después se dirá.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 5
De las imperfecciones en que caen los principiantes acerca del vicio de la ira.
1. Por causa de la concupiscencia que tienen muchos principiantes en los gustos
espirituales, les poseen muy de ordinario muchas imperfecciones del vicio de la ira;
porque, cuando se les acaba el sabor y gusto en las cosas espirituales, naturalmente se
hallan desabridos y, con aquel sinsabor que traen consigo, traen mala gracia en las cosas
que tratan, y se aíran muy fácilmente por cualquier cosilla, y aun a veces no hay quien
los sufra. Lo cual muchas veces acaece después que han tenido algún muy gustoso
recogimiento sensible en la oración, que, como se les acaba aquel gusto y sabor,
naturalmente queda el natural desabrido y desganado; bien así como el niño cuando le
apartan del pecho de que estaba gustando a su sabor. En el cual natural, cuando no se
dejan llevar de la desgana, no hay culpa, sino imperfección que se ha de purgar por la
sequedad y aprieto de la noche oscura.
2. También hay otros de estos espirituales que caen en otra manera de ira espiritual, y es
que se aíran contra los vicios ajenos con cierto celo desasosegado, notando a otros; y a
veces les dan ímpetus de reprenderles enojosamente, y aun hacen algunas veces,
haciéndose ellos dueños de la virtud. Todo lo cual es contra la mansedumbre espiritual.
3. Hay otros que, cuando se ven imperfectos, con impaciencia no humilde se aíran
contra sí mismos; acerca de lo cual tienen tanta impaciencia, que querrían ser santos en
un día. De éstos hay muchos que proponen mucho y hacen grandes propósitos, y como
no son humildes ni desconfían de sí, cuantos más propósitos hacen, tanto más caen y
tanto más se enojan, no teniendo paciencia para esperar a que se lo dé Dios cuando él
fuere servido: que también es contra la dicha mansedumbre espiritual; que del todo no
se puede remediar sino por la purgación de la noche oscura. Aunque algunos tienen
tanta paciencia en esto del querer aprovechar, que no querría Dios ver en ellos tanta.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 6
De las imperfecciones acerca de la gula espiritual.
1. Acerca del cuarto vicio, que es gula espiritual, hay mucho que decir, porque apenas
hay uno de estos principiantes que, por bien que proceda, no caiga en algo de las
muchas imperfecciones que acerca de este vicio les nacen a estos principiantes por
medio del sabor que hallan a los principios en los ejercicios espirituales.
Porque muchos de éstos, engolosinados con el sabor y gusto que hallan en los tales
ejercicios, procuran más el sabor del espíritu que la pureza y discreción de él, que es lo
que Dios mira y acepta en todo el camino espiritual. Por lo cual, demás de las
imperfecciones que tienen en pretender estos sabores, la golosina que ya tienen les hace
salir mucho del pie a la mano, pasando de los límites del medio en que consisten y se
granjean las virtudes. Porque, atraídos del gusto que allí hallan, algunos se matan a
penitencias, y otros se debilitan con ayunos, haciendo más de lo que su flaqueza sufre,
sin orden y consejo; antes procuran hurtar el cuerpo a quien deben obedecer en lo tal; y
aun algunos se atreven a hacerlo aunque les han mandado lo contrario.
2. Estos son imperfectísimos, gente sin razón, que posponen la sujeción y obediencia,
que es penitencia de razón y discreción, y por eso es para Dios más acepto y gustoso
sacrificio que todos los demás, a la penitencia corporal, que, dejada estotra parte, no es
más que penitencia de bestias, a que también como bestias se mueven por el apetito y
gusto que allí hallan. En lo cual, por cuanto todos los extremos son viciosos, y en esta
manera de proceder éstos hacen su voluntad, antes van creciendo en vicios que en
virtudes; porque, por lo menos, ya en esta manera adquieren gula espiritual y soberbia,
pues no va en obediencia (lo que hacen).
Y tanto empuja el demonio a muchos de éstos, atizándoles esta gula por gustos y
apetitos que les acrecienta, que ya que más no pueden, o mudan o añaden o varían lo
que les mandan, porque les es aceda toda obediencia acerca de esto. En lo cual algunos
llegan a tanto mal, que, por el mismo caso que van por obediencia los tales ejercicios, se
les quita la gana y devoción de hacerlos, porque sola su gana y gusto es hacer lo que les
mueve; todo lo cual por ventura les valiera más no hacerlo.
3. Veréis a muchos de éstos muy porfiados con sus maestros espirituales porque les
concedan lo que quieren, y allá medio por fuerza lo sacan; y si no, se entristecen como
niños y andan de mala gana, y les parece que no sirven a Dios cuando no los dejan hacer
lo que querrían. Porque, como andan arrimados al gusto y voluntad propia, y esto tienen
por su Dios, luego que se lo quitan y les quieren poner en voluntad de Dios, se
entristecen y aflojan y faltan. Piensan éstos que el gustar ellos y estar satisfechos, es
servir a Dios y satisfacerle.
4. Hay también otros que por esta golosina tienen tan poco conocida su bajeza y propia
miseria y tan echado aparte el amoroso temor y respeto que deben a la grandeza de
Dios, (que) no dudan de porfiar mucho con sus confesores sobre que les dejen comulgar
muchas veces. Y lo peor es que muchas veces se atreven a comulgar sin licencia y
parecer del ministro y despensero de Cristo, sólo por su parecer, y le procuran encubrir
la verdad. Y a esta causa, con ojo de ir comulgando, hacen como quiera las confesiones,
teniendo más codicia en comer que en comer limpia y perfectamente; como quiera que
fuera más sano y santo tener la inclinación contraria, rogando a sus confesores que no
les manden llegar tan a menudo; aunque entre lo uno y lo otro mejor es la resignación
humilde, pero los demás atrevimientos cosa es para grande mal y castigo de ellos sobre
tal temeridad.
5. Estos, en comulgando, todo se les va en procurar algún sentimiento y gusto más que
en reverenciar y alabar en sí con humildad a Dios: y de tal manera se apropian a esto,
que, cuando no han sacado algún gusto o sentimiento sensible, piensan que no han
hecho nada, lo cual es juzgar muy bajamente de Dios, no entendiendo que el menor de
los provechos que hace este Santísimo Sacramento es el que toca al sentido, porque
mayor es el invisible de la gracia que da; que, porque pongan en él los ojos de la fe,
quita Dios muchas veces esotros gustos y sabores sensibles. Y así, quieren sentir a Dios
y gustarle como si fuese comprensible y accesible, no sólo en éste, sino también en los
demás ejercicios espirituales, todo lo cual es muy grande imperfección y muy contra la
condición de Dios, porque es impureza en la fe.
6. Lo mismo tienen éstos en la oración que ejercitan, que piensan que todo el negocio de
ella está en hallar gusto y devoción sensible, y procuran sacarle, como dicen, a fuerza de
brazos, cansando y fatigando las potencias y la cabeza; y, cuando no han hallado el tal
gusto, se desconsuelan mucho pensando que no han hecho nada. Y por esta pretensión
pierden la verdadera devoción y espíritu, que consiste en perseverar allí con paciencia y
humildad, desconfiando de sí, sólo por agradar a Dios. A esta causa, cuando no han
hallado una vez sabor en este u otro ejercicio, tienen mucha desgana y repugnancia de
volver a él, y a veces lo dejan; que, en fin, son, como habemos dicho, semejantes a los
niños, que no se mueven ni obran por razón, sino por el gusto.
Todo se les va a éstos en buscar gusto y consuelo de espíritu, y por esto nunca se hartan
de leer libros, y ahora toman una meditación, ahora otra, andando a caza de este gusto
con las cosas de Dios; a los cuales les niega Dios muy justa, discreta y amorosamente,
porque, si esto no fuese, crecerían por esta gula y golosina espiritual en males sin
cuento. Por lo cual conviene mucho a éstos entrar en la noche oscura que habemos de
dar, para que se purguen de estas niñerías.
7. Estos que así están inclinados a estos gustos, también tienen otra imperfección muy
grande, y es que son muy flojos y remisos en ir por el camino áspero de la cruz; porque
el alma que se da al sabor, naturalmente le da en rostro todo sinsabor de negación
propia.
8. Tienen éstos otras muchas imperfecciones que de aquí les nacen, las cuales el Señor a
tiempos les cura con tentaciones, sequedades y otros trabajos, que todo es parte de la
noche oscura. De las cuales, por no me alargar, no quiero tratar aquí más, sino sólo decir
que la sobriedad y templanza espiritual lleva otro temple muy diferente de
mortificación, temor y sujeción en todas sus cosas, echando de ver que no está la
perfección y valor de las cosas en la multitud y gusto de las obras, sino en saberse negar
a sí mismo en ellas; lo cual ellos han de procurar hacer cuanto pudieren de su parte,
hasta que Dios quiera purificarlos de hecho entrándolos en la noche oscura, a la cual por
llegar me voy dando priesa con estas imperfecciones.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 7
De las imperfecciones acerca de la envidia y acidia espiritual.
1. Acerca también de los otros dos vicios, que son envidia y acidia espiritual, no dejan
estos principiantes de tener hartas imperfecciones. Porque acerca de la envidia muchos
de éstos suelen tener movimientos de pesarles del bien espiritual de los otros, dándoles
alguna pena sensible que les lleven ventaja en este camino, y no querrían verlos alabar;
porque se entristecen de las virtudes ajenas, y a veces no lo pueden sufrir sin decir ellos
lo contrario, deshaciendo aquellas alabanzas como pueden, y les crece, como dicen, el
ojo no hacerse con ellos otro tanto, porque querrían ellos ser preferidos en todo. Todo lo
cual es muy contrario a la caridad, la cual, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 6), se goza
de la verdad; y, si alguna envidia tiene, es envidia santa, pesándole de no tener las
virtudes del otro, con gozo de que el otro las tenga, y holgándose de que todos le lleven
la ventaja porque sirvan a Dios, ya que él está tan falto en ello.
2. También, acerca de la acidia espiritual, suelen tener tedio en las cosas que son más
espirituales y huyen de ellas, como son aquellas que contradicen al gusto sensible;
porque, como ellos están tan saboreados en las cosas espirituales, en no hallando sabor
en ellas las fastidian. Porque, si una vez no hallaron en la oración la satisfacción que
pedía su gusto (porque en fin conviene que se le quite Dios para probarlos), no querrían
volver a ella, o a veces la dejan o van de mala gana. Y así, por esta acidia, posponen el
camino de perfección, que es el de la negación de su voluntad y gusto por Dios, al gusto
y sabor de su voluntad, a la cual en esta manera andan ellos por satisfacer más que a la
de Dios.
3. Y muchos de éstos querrían que quisiese Dios lo que ellos quieren, y se entristecen de
querer lo que quiere Dios, con repugnancia de acomodar su voluntad a la de Dios. De
donde les nace que, muchas veces, en lo que ellos no hallan su voluntad y gusto,
piensen que no es voluntad de Dios; y que, por el contrario, cuando ellos se satisfacen,
crean que Dios se satisface, midiendo a Dios consigo, y no a si mismos con Dios, siendo
muy al contrario lo que él mismo enseñó en el Evangelio (Mt. 16, 25), diciendo que el
que perdiese su voluntad por él, ese la ganaría, el que la quisiese ganar, ése la perdería.
4. Estos también tienen tedio cuando les mandan lo que no tiene gusto para ellos. Estos,
porque se andan al regalo y sabor del espíritu, son muy flojos para la fortaleza y trabajo
de perfección, hechos semejantes a los que se crían en regalo, que huyen con tristeza de
toda cosa áspera, y oféndense de la cruz, en que están los deleites del espíritu; y en las
cosas más espirituales más tedio tienen, porque, como ellos pretenden andar en las cosas
espirituales a sus anchuras y gusto de su voluntad, háceles gran tristeza y repugnancia
entrar por el camino estrecho, que dice Cristo (Mt. 7, 14), de la vida.
5. Estas imperfecciones baste aquí haber referido de las muchas en que viven los de este
primer estado de principiantes, para que se vea cuánta sea la necesidad que tienen de
que Dios los ponga en estado de aprovechados, que se hace entrándolos en la noche
oscura que ahora decimos, donde, destetándolos Dios de los pechos de estos gustos y
sabores en puras sequedades y tinieblas interiores, les quita todas estas impertinencias y
niñerías, y hace ganar las virtudes por medios muy diferentes. Porque, por más que el
principiante en mortificar en sí se ejercite todas sus acciones y pasiones, nunca del todo,
ni con mucho, puede hasta que Dios lo hace pasivamente por medio de la purgación de
la dicha noche. En la cual para hablar algo que sea en su provecho, sea Dios servido
darme su divina luz, porque es bien menester en noche tan oscura y materia tan
dificultosa para ser hablada y recitada. Es, pues, el verso:
En una noche oscura.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 8
En que se declara el primer verso de la primera canción y se comienza a explicar esta
noche oscura.
1. Esta noche, que decimos ser la contemplación, dos maneras de tinieblas causa en los
espirituales o purgaciones, según las dos partes del hombre, conviene a saber, sensitiva
y espiritual.
Y así, la una noche o purgación será sensitiva, con que se purga el alma según el
sentido, acomodándolo al espíritu; y la otra es noche o purgación espiritual, con que se
purga y desnuda el alma según el espíritu, acomodándole y disponiéndole para la unión
de amor con Dios. La sensitiva es común y que acaece a muchos, y éstos son los
principiantes, de la cual trataremos primero; la espiritual es de muy pocos, y éstos ya de
los ejercitados y aprovechados, de que trataremos después.
2. La primera purgación o noche es amarga y terrible para el sentido, como ahora
diremos. La segunda no tiene comparación, porque es horrenda y espantable para el
espíritu, como luego diremos. Y porque en orden es primero y acaece primero la
sensitiva, de ella con brevedad diremos alguna cosa primero, porque de ella, como cosa
más común, se hallan más cosas escritas, por pasar a tratar más de propósito de la noche
espiritual, por haber de ella muy poco lenguaje, así de plática como de escritura, y aun
de experiencia muy poco.
3. Pues, como el estilo que llevan los principiantes en el camino de Dios es bajo y que
frisa mucho con su propio amor y gusto, como arriba queda dado a entender, queriendo
Dios llevarlos adelante, y sacarlos de este bajo modo de amor a más alto grado de amor
de Dios y librarlos de bajo ejercicio del sentido y discurso, con que tan tasadamente y
con tantos inconvenientes, como habemos dicho, andan buscando a Dios, y ponerlos en
el ejercicio de espíritu, en que más abundantemente y más libres de imperfecciones
pueden comunicarse con Dios; ya que se han ejercitado algún tiempo en el camino de la
virtud, perseverando en meditación y oración, en que con el sabor y gusto que allí han
hallado se han desaficionado de las cosas del mundo y cobrado algunas espirituales
fuerzas en Dios, con que tienen algo refrenados los apetitos de las criaturas, con que
podrán sufrir por Dios un poco de carga y sequedad sin volver atrás, al mejor tiempo,
cuando más a sabor y gusto andan en estos ejercicios espirituales, y cuando más claro a
su parecer les luce el sol de los divinos favores, oscuréceles Dios toda esta luz y
ciérrales la puerta y manantial de la dulce agua espiritual que andaban gustando en Dios
todas las veces y todo el tiempo que ellos querían; porque, como eran flacos y tiernos,
no había puerta cerrada para éstos, como dice san Juan en el Apocalipsis (3, 8). Y así,
los deja tan a oscuras que no saben dónde ir con el sentido de la imaginación y el
discurso, porque no pueden dar un paso en meditar como antes solían, anegado ya el
sentido interior en estas noches, y déjalos tan a secas que no solo no hallan jugo y gusto
en las cosas espirituales y buenos ejercicios en que solían ellos hallar sus deleites y
gustos, mas, en lugar de esto, hallan por el contrario sinsabor y amargura en las dichas
cosas; porque, como he dicho, sintiéndolos ya Dios aquí algo crecidillos, para que se
fortalezcan y salgan de mantillas los desarrima del dulce pecho y, abajándolos de sus
brazos, los veza a andar por sus pies; en lo cual sienten ellos gran novedad porque se les
ha vuelto todo al revés.
4. Esto a la gente recogida comúnmente acaece más en breve, después que comienzan,
que a los demás, por cuanto están más libres de ocasiones para volver atrás y reformar
más presto los apetitos de las cosas del siglo, que es lo que se requiere para comenzar a
entrar en esta dichosa noche del sentido. Ordinariamente no pasa mucho tiempo,
después que comienzan, en entrar en esta noche del sentido; y todos los más entran en
ella, porque comúnmente les verán caer en estas sequedades.
5. De esta manera de purgación sensitiva, por ser tan común, podríamos traer aquí
grande número de autoridades de la Escritura divina, donde a cada paso, particularmente
en los Salmos y en los Profetas, se hallan muchas. Por tanto, no quiero en esto gastar
tiempo, porque el que allí no las supiere mirar, bastarle ha la común experiencia que de
ella se tiene.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 9
De las señales en que se conocerá que el espiritual va por el camino de esta noche y
purgación sensitiva.
1. Pero, porque estas sequedades podrían proceder muchas veces no de la dicha noche y
purgación del apetito sensitivo, sino de pecados e imperfecciones o de flojedad y
tibieza, o de algún mal humor o indisposición corporal, pondré aquí algunas señales en
que se conoce si es la tal dicha purgación, o si nace de alguno de los dichos vicios. Para
lo cual hallo que hay tres señales principales.
2. La primera es si, así como no halla gusto ni consuelo en las cosas de Dios, tampoco le
halla en alguna de las cosas criadas; porque, como pone Dios al alma en esta oscura
noche a fin de enjugarle y purgarle el apetito sensitivo, en ninguna cosa le deja
engolosinar ni hallar sabor. Y en esto se conoce muy probablemente que esta sequedad
y sinsabor no proviene ni de pecados ni de imperfecciones nuevamente cometidas;
porque, si esto fuese, sentirse hía en el natural alguna inclinación o gana de gustar de
otra alguna cosa que de las de Dios; porque, cuando quiera que se relaja el apetito en
alguna imperfección, luego se siente quedar inclinado a ella, poco o mucho, según el
gusto y afición que allí aplicó.
Pero, porque este no gustar ni de cosa de arriba ni de abajo podría provenir de alguna
indisposición o humor melancólico, el cual muchas veces no deja hallar gusto en nada,
es menester la segunda señal y condición.
3. La segunda señal para que se crea ser la dicha purgación es que ordinariamente trae la
memoria en Dios con solicitud y cuidado penoso, pensando que no sirve a Dios, sino
que vuelve atrás, como se ve en aquel sinsabor en las cosas de Dios. Y en esto se ve que
no sale de flojedad y tibieza este sinsabor y sequedad; porque de razón de la tibieza es
no se le dar mucho ni tener solicitud interior por las cosas de Dios.
De donde entre la sequedad y tibieza hay mucha diferencia; porque la que es tibieza
tiene mucha flojedad y remisión en la voluntad y en el ánimo, sin solicitud de servir a
Dios; la que sólo es sequedad purgativa tiene consigo ordinaria solicitud con cuidado y
pena, como digo, de que no sirve a Dios. Y ésta, aunque algunas veces sea ayudada de
la melancolía u otro humor, como muchas veces lo es, no por eso deja de hacer su
efecto purgativo del apetito, pues de todo gusto está privado, y sólo su cuidado trae en
Dios; porque, cuando es puro humor, sólo se va en disgusto y estrago del natural, sin
estos deseos de servir a Dios que tiene la sequedad purgativa, con la cual aunque la
parte sensitiva está muy caída y floja y flaca para obrar por el poco gusto que halla, el
espíritu, empero, está pronto y fuerte.
4. Porque la causa de esta sequedad es porque muda Dios los bienes y fuerza del sentido
al espíritu, de los cuales, por no ser capaz el sentido y fuerza natural, se queda ayuno,
seco y vacío. Porque la parte sensitiva no tiene habilidad para lo que es puro espíritu, y
así, gustando el espíritu se desabre la carne y se afloja para obrar; mas el espíritu que va
recibiendo el manjar, anda fuerte y más alerto y solícito que antes en el cuidado de no
faltar a Dios, el cual, si no siente luego al principio el sabor y deleite espiritual, sino la
sequedad y sinsabor, es por la novedad del trueque; porque, habiendo tenido el paladar
hecho a esotros gustos sensibles (y todavía tiene los ojos puestos en ellos), y porque
también el paladar espiritual no está acomodado ni purgado para tan sutil gusto, hasta
que sucesivamente se vaya disponiendo por medio de esta seca y oscura noche no puede
sentir el gusto y bien espiritual, sino la sequedad y sinsabor, a falta del gusto que antes
con tanta facilidad gustaba.
5. Porque éstos que comienza Dios a llevar por estas soledades del desierto son
semejantes a los hijos de Israel, que luego que en el desierto les comenzó Dios a dar el
manjar del cielo, que de suyo tenía todos los sabores, y, como allí dice (Sab. 16, 20-21),
se convertía al sabor que cada uno quería, con todo, sentían más la falta de los gustos y
sabores de las carnes y cebollas que comían antes en Egipto, por haber tenido el paladar
hecho y engolosinado en ellas, que la dulzura delicada del maná angélico, y lloraban y
gemían por las carnes entre los manjares del cielo (Núm. 11, 4-6). Que a tanto llega la
bajeza de nuestro apetito, que nos hace llorar nuestras miserias y fastidiar el bien
incomunicable del cielo.
6. Pero, como digo, cuando estas sequedades provienen de la vida purgativa del apetito
sensible, aunque el espíritu no siente al principio el sabor por las causas que acabamos
de decir, siente la fortaleza y brío para obrar en la sustancia que le da el manjar interior,
el cual manjar es principio de oscura y seca contemplación para el sentido; la cual
contemplación, que es oculta y secreta para el mismo que la tiene, ordinariamente, junto
con la sequedad y vacío que hace al sentido, da al alma inclinación y gana de estarse a
solas y en quietud, sin poder pensar en cosa particular ni tener gana de pensarla.
Y entonces, si a los que esto acaece se supiesen quietar, descuidando de cualquier obra
interior y exterior, sin solicitud de hacer allí nada, luego en aquel descuido y ocio
sentirán delicadamente aquella refección interior; la cual es tan delicada que,
ordinariamente, si tiene gana o cuidado en sentirla, no la siente; porque, como digo, ella
obra en el mayor ocio y descuido del alma; que es como el aire, que, en queriendo cerrar
el puño, se sale.
7. Y a este propósito podemos entender lo que a la Esposa dijo el Esposo en los
Cantares (6, 4): Aparta tus ojos de mí, porque ellos me hacen volar; porque de tal
manera pone Dios al alma en este estado y en tan diferente camino la lleva, que, si ella
quiere obrar con sus potencias, antes estorba la obra que Dios en ella va haciendo, que
ayuda; lo cual antes era muy al revés. La causa es porque ya en este estado de
contemplación, que es cuando sale del discurso y entra en el estado de aprovechados, ya
Dios es el que obra en el ánima, porque por eso la ata las potencias interiores, no
dejándole arrimo en el entendimiento, ni jugo en la voluntad, ni discurso en la memoria.
Porque, en este tiempo, lo que de suyo puede obrar el alma no sirve sino, como
habemos dicho, de estorbar la paz interior y la obra que en aquella sequedad del sentido
hace Dios en el espíritu. La cual, como espiritual y delicada, hace obra quieta, delicada,
solitaria, satisfactoria y pacífica, muy ajena de todos esotros gustos primeros, que eran
muy palpables y sensibles; porque es la paz ésta que dice David (Sal. 84, 9) que habla
Dios en el alma para hacerla espiritual. Y de aquí es la tercera.
8. La tercera señal que hay para que se conozca esta purgación del sentido es el no
poder ya meditar ni discurrir en el sentido de la imaginación, como solía, aunque más
haga de su parte. Porque, como aquí comienza Dios a comunicarse, no ya por el sentido,
como antes hacía por medio del discurso que componía y dividía las noticias, sino por el
espíritu puro, en que no cae discurso sucesivamente, comunicándosele con acto de
sencilla contemplación, la cual no alcanza los sentidos de la parte inferior, exteriores ni
interiores, de aquí es que la imaginativa y fantasía no pueden hacer arrimo en alguna
consideración ni hallar en ella pie ya de ahí adelante.
9. En esta tercera señal se ha de tener que este empacho de las potencias y del gusto de
ellas no proviene de algún mal humor; porque, cuando de aquí nace, en acabando aquel
humor (porque nunca permanece en un ser), luego con algún cuidado que ponga el alma
vuelve a poder lo que antes, y hallan sus arrimos las potencias, lo cual en la purgación
del apetito no es así, porque, en comenzando a entrar en ella, siempre va delante el no
poder discurrir con las potencias. Que, aunque es verdad que, a los principios, en
algunos, a veces no entra con tanta continuación que algunas veces dejen de llevar sus
gustos y discursos sensibles, porque, por ventura, por su flaqueza no convendría
destetarlos de un golpe, con todo van siempre entrando más en ella y acabando con la
obra sensitiva, si es que han de ir adelante. Porque los que no van por camino de
contemplación muy diferente modo llevan, porque esta noche de sequedades no suele
ser en ellos continua en el sentido, porque, aunque algunas veces las tienen, otras veces
no; y aunque algunas no pueden discurrir, otras pueden; porque, como sólo les mete
Dios en esta noche a éstos para ejercitarlos y humillarlos y reformarles el apetito porque
no vayan criando golosina viciosa en las cosas espirituales, y no para llevarlos a la vida
del espíritu, que es la contemplación (porque no todos los que se ejercitan de propósito
en el camino del espíritu lleva Dios a contemplación, ni aún la mitad: el por qué, él se lo
sabe), de aquí es que a éstos nunca les acaba de hecho de desarrimar el sentido de los
pechos de las consideraciones y discursos, sino algunos ratos a temporadas, como
habemos dicho.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 10
Del modo que se han de haber éstos en esta noche oscura.
1. En el tiempo, pues, de las sequedades de esta noche sensitiva (en la cual hace Dios el
trueque que habemos dicho arriba, sacando el alma de la vida del sentido a la del
espíritu, que es de la meditación a contemplación, donde ya no hay poder obrar ni
discurrir en las cosas de Dios el alma con sus potencias, como queda dicho) padecen los
espirituales grandes penas, no tanto por las sequedades que padecen, como por el recelo
que tienen de que van perdidos en el camino, pensando que se les ha acabado el bien
espiritual y que los ha dejado Dios, pues no hallan arrimo ni gusto en cosa buena.
Entonces se fatigan y procuran, como lo han habido de costumbre, arrimar con algún
gusto las potencias a algún objeto de discurso, pensando ellos que, cuando no hacen esto
y se sienten obrar, no se hace nada; lo cual hacen no sin harta desgana y repugnancia
interior del alma, que gustaba de estarse en aquella quietud y ocio, sin obrar con las
potencias. En lo cual, estragándose en lo uno, no aprovechan en lo otro; porque, por
buscar espíritu, pierden el espíritu que tenían de tranquilidad y paz. Y así son
semejantes al que deja lo hecho para volverlo a hacer, o al que se sale de la ciudad para
volver a entrar en ella, o al que deja la caza que tiene para volver a andar a caza. Y esto
en esta parte es excusado, porque no hallará nada ya por aquel primer estilo de proceder,
como queda dicho.
2. Estos, en este tiempo, si no hay quien los entienda, vuelven atrás, dejando el camino,
aflojando, o, a lo menos, se estorban de ir adelante, por las muchas diligencias que
ponen de ir por el camino de meditación y discurso, fatigando y trabajando
demasiadamente el natural, imaginando que queda por su negligencia o pecados. Lo
cual les es escusado, porque los lleva ya Dios por otro camino, que es de contemplación,
diferentísimo del primero; porque el uno es de meditación y discurso, y el otro no cae en
imaginación ni discurso.
3. Los que de esta manera se vieren, conviéneles que se consuelen perseverando en
paciencia, no teniendo pena; confíen en Dios, que no deja a los que con sencillo y recto
corazón le buscan, ni los dejará de dar lo necesario para el camino, hasta llevarlos a la
clara y pura luz de amor, que les dará por medio de la noche oscura del espíritu, si
merecieren que Dios los ponga en ella.
4. El estilo que han de tener en ésta del sentido es que no se den nada por el discurso y
meditación, pues ya no es tiempo de eso, sino que dejen estar el alma en sosiego y
quietud, aunque les parezca claro que no hacen nada y que pierden tiempo, y aunque les
parezca que por su flojedad no tienen gana de pensar allí nada; que harto harán en tener
paciencia en perseverar en la oración sin hacer ellos nada. Sólo lo que aquí han de hacer
es dejar el alma libre y desembarazada y descansada de todas las noticias y
pensamientos, no teniendo cuidado allí de qué pensarán y meditarán, contentándose sólo
con una advertencia amorosa y sosegada en Dios, y estar sin cuidado y sin eficacia y sin
gana de gustarle o de sentirle; porque todas estas pretensiones desquietan y distraen el
alma de la sosegada quietud y ocio suave de contemplación que aquí se da.
5. Y aunque más escrúpulos se vengan de que pierde tiempo y que sería bueno hacer
otra cosa, pues en la oración no puede hacer ni pensar nada, súfrase y estése sosegado,
como que no va allí más que a estarse a su placer y anchura de espíritu; porque, si de
suyo quiere algo obrar con las potencias interiores, será estorbar y perder los bienes que
Dios por medio de aquella paz y ocio del alma está asentando e imprimiendo en ella;
bien así como si algún pintor estuviera pintando o alcoholando un rostro, que si el rostro
se menease en querer hacer algo, no dejaría hacer nada al pintor, y deturbaría lo que
estaba haciendo. Y así, cuando el alma se quiere estar en paz y ocio interior, cualquiera
operación o afición o advertencia que ella quiera entonces tener, la distraerá y
desquietará y hará sentir la sequedad y vacío del sentido, porque, cuanto más
pretendiere tener algún arrimo de afecto y noticia, tanto más sentirá la falta, de la cual
no puede ya ser suplida por aquella vía.
6. De donde a esta tal alma le conviene no hacer aquí caso que se le pierdan las
operaciones de las potencias, antes ha de gustar que se le pierdan presto, porque, no
estorbando la operación de la contemplación infusa que va Dios dando, con más
abundancia pacífica la reciba, y dé lugar a que arda y se encienda en el espíritu el amor
que esta oscura y secreta contemplación trae consigo y pega al alma. Porque
contemplación no es otra cosa que infusión secreta, pacífica y amorosa de Dios, que, si
la dan lugar, inflama al alma en espíritu de amor, según ella da a entender en el verso
siguiente, es a saber.
Con ansias en amores inflamada.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 11
Decláranse los tres versos de la canción.
1. La cual inflamación de amor, aunque comúnmente a los principios no se siente, por
no haber uviado o comenzado a emprenderse por la impureza del natural, o por no le dar
lugar pacífico en sí el alma por no entenderse, como habemos dicho (aunque, a veces,
sin eso y con eso comienza luego a sentirse alguna ansia de Dios), cuanto más va, más
se va viendo el alma aficionada e inflamada en amor de Dios, sin saber ni entender
cómo y de dónde le nace el tal amor y afición, sino que ve crecer tanto en sí a veces esta
llama e inflamación, que con ansias de amor desea a Dios, según David estando en esta
noche, lo dice de sí por estas palabras (Sal. 72, 21-22), es a saber: Porque se inflamó mi
corazón, es a saber en amor de contemplación, también mis renes se mudaron, esto es,
mis apetitos de afecciones sensitivas se mudaron, es a saber, de la vida sensitiva a la
espiritual, que es la sequedad y cesación en todos ellos que vamos diciendo; y yo, dice,
fui resuelto en nada y aniquilado, y no supe; porque, como habemos dicho, sin saber el
alma por dónde va, se ve aniquilada acerca de todas las cosas de arriba y de abajo que
solía gustar, y sólo se ve enamorada sin saber cómo y por qué. Y, porque a veces crece
mucho la inflamación de amor en el espíritu, son las ansias por Dios tan grandes en el
alma, que parece se le secan los huesos en esta sed, y se marchita el natural, y se estraga
su calor y fuerza por la viveza de la sed de amor, porque siente el alma que es viva esta
sed de amor. La cual también David (Sal. 41, 3) tenía y sentía, cuando dijo: Mi alma
tuvo sed a Dios vivo; que es tanto como decir: Viva fue la sed que tuvo mi alma. La
cual sed, por ser viva, podemos decir que mata de sed. Pero es de notar que la
vehemencia de esta sed no es continua, sino algunas veces, aunque de ordinario suele
sentir alguna sed.
2. Pero hase de advertir que, como aquí comencé a decir, que a los principios
comúnmente no se siente este amor, sino la sequedad y vacío que vamos diciendo; y
entonces, en lugar de este amor que después se va encendiendo, lo que trae el alma en
medio de aquellas sequedades y vacíos de las potencias es un ordinario cuidado y
solicitud de Dios, con pena y recelo de que no le sirve; que no es para Dios poco
agradable sacrificio ver andar el espíritu contribulado y solícito por su amor (Sal. 50,
19). Esta solicitud y cuidado pone en el alma aquella secreta contemplación hasta que,
por tiempo habiendo purgado algo el sentido, esto es, la parte sensitiva, de las fuerzas y
aficiones naturales por medio de las sequedades que en ella pone, va ya encendiendo en
el espíritu este amor divino. Pero entretanto, en fin, como el que está puesto en cura,
todo es padecer en esta oscura y seca purgación del apetito, curándose de muchas
imperfecciones e imponiéndose en muchas virtudes para hacerse capaz del dicho amor,
como ahora se dirá sobre el verso siguiente:
¡Oh dichosa ventura!
3. Que por cuanto pone Dios el alma en esta noche sensitiva a fin de purgar el sentido
de la parte inferior y acomodarle y sujetarle y unirle con el espíritu, oscureciéndole y
haciéndole cesar acerca de los discursos, como también después, al fin de purificar el
espíritu para unirle con Dios, como después se dirá, le pone en la noche espiritual, gana
el alma, aunque a ella no se lo parece, tantos provechos, que tiene por dichosa ventura
haber salido del lazo y apertura del sentido de la parte inferior por esta dicha noche.
Dice el presente verso, es a saber: ¡oh dichosa ventura! Acerca de la cual nos conviene
aquí notar los provechos que halla en esta noche el alma, por causa de los cuales tiene
por buena ventura pasar por ella. Todos los cuales provechos encierra el alma en el
siguiente verso, es a saber:
Salí sin ser notada.
4. La cual salida se entiende de la sujeción que tenía el alma a la parte sensitiva en
buscar a Dios por operaciones tan flacas, tan limitadas y tan ocasionadas como las de
esta parte inferior son; pues que a cada paso tropezaba con mil imperfecciones e
ignorancias, como habemos notado arriba en los siete vicios capitales, de todos los
cuales se libra, apagándole esta noche todos los gustos de arriba y de abajo, y
oscureciéndole todos los discursos, y haciéndole otros innumerables bienes en la
ganancia de las virtudes, como ahora diremos. Que será cosa gustosa y de gran consuelo
para el que por aquí camina, ver cómo cosa que tan áspera y adversa parece al alma y
tan contraria al gusto espiritual, obra tantos bienes en ella.
Los cuales, como decimos, se consigue en salir el alma según la afección y operación,
por medio de esta noche, de todas las cosas criadas, y caminar a las eternas, que es
grande dicha y ventura: lo uno, por el grande bien que es apagar el apetito y afección
acerca de todas las cosas; lo otro, por ser muy pocos los que sufren y perseveran en
entrar por este puerta angosta, y por el camino estrecho que guía a la vida, como dice
nuestro Salvador (Mt. 7, 14). Porque la angosta puerta es esta noche del sentido, del
cual se despoja y desnuda el alma para entrar en ella, juntándose en fe, que es ajena de
todo sentido, para caminar después por el camino estrecho, que es la otra noche de
espíritu, en que después entra el alma para caminar a Dios en pura fe, que es el medio
por donde el alma se une con Dios. Por el cual camino, por ser tan estrecho, oscuro y
terrible (que no hay comparación de esta noche de sentido a la oscuridad y trabajos de
aquélla, como diremos allí), son muchos menos los que caminan por él, pero son sus
provechos sin comparación mucho mayores que los de ésta. De los cuales
comenzaremos ahora a decir algo, con la brevedad que se pudiere, por pasar a la otra
noche.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 12
De los provechos que causa en el alma esta noche.
1. Esta noche y purgación del apetito, dichosa para el alma, tantos bienes y provechos
hace en ella (aunque a ella antes le parece, como habemos dicho, que se los quita), que
así como Abraham hizo gran fiesta cuando quitó la leche a su hijo Isaac (Gn. 21, 8), se
gozan en el cielo de que ya saque Dios a esta alma de pañales, de que la baje de los
brazos, de que la haga andar por su pie, de que también, quitándola el pecho de la leche
y blando y dulce manjar de niños, la haga comer pan con corteza, y que comience a
gustar el manjar de robustos, que en estas sequedades y tinieblas del sentido se
comienza a dar al espíritu vacío y seco de los jugos del sentido, que es la contemplación
infusa que habemos dicho.
2. Y éste es el primero y principal provecho que causa esta seca y oscura noche de
contemplación: el conocimiento de sí y de su miseria. Porque, demás de que todas las
mercedes que Dios hace al alma ordinariamente las hace envueltas en este
conocimiento, estas sequedades y vacío de la potencia acerca de la abundancia que antes
sentía y la dificultad que halla el alma en las cosas buenas, la hacen conocer de sí la
bajeza y miseria que en el tiempo de su prosperidad no echaba de ver.
De esto hay buena figura en el Exodo (33, 5), donde, queriendo Dios humillar a los
hijos de Israel y que se conociesen les mandó quitar y desnudar el traje y atavío festival
con que ordinariamente andaban compuestos en el desierto, diciendo: Ahora ya de aquí
adelante despojaos el ornato festival y poneos vestidos comunes y de trabajo, para que
sepáis el tratamiento que merecéis; lo cual es como si dijera: Por cuanto el traje que
traéis, por ser de fiesta y alegría, os ocasionáis a no sentir de vosotros tan bajamente
como vosotros sois, quitaos ya ese traje, para que de aquí adelante, viéndoos vestidos de
vilezas, conozcáis que no merecéis más y quién sois vosotros. De donde la verdad, que
el alma antes no conocía, de su miseria: porque en el tiempo que andaba como de fiesta,
hallando en Dios mucho gusto y consuelo y arrimo, andaba más satisfecha y contenta,
pareciéndole que en algo servía a Dios; porque esto, aunque entonces expresamente no
lo tenga en sí, a lo menos, en la satisfacción que halla en el gusto, se le asienta algo de
ello y ya puesta en estotro traje de trabajo, de sequedad y desamparo, oscurecidas sus
primeras luces, tiene más de veras éstas en esta tan excelente y necesaria virtud del
conocimiento propio, no se teniendo ya en nada ni teniendo satisfacción ninguna de sí;
porque ve que de suyo no hace nada ni puede nada.
Y esta poca satisfacción de sí y desconsuelo que tiene de que no sirve a Dios, tiene y
estima Dios en más que todas las obras y gustos primeros que tenía el alma y hacía, por
más que ellos fuesen, por cuanto en ellos se ocasionaba para muchas imperfecciones e
ignorancias; y de este traje de sequedad, no sólo lo que habemos dicho, sino también los
provechos que ahora diremos y muchos más, que se quedarán por decir, nacen, que
como de su fuente y origen, del conocimiento propio proceden.
3. Cuanto a lo primero, nácele al alma tratar con Dios con más comedimiento y más
cortesía, que es lo que siempre ha de tener el trato con el Altísimo, lo cual en la
prosperidad de su gusto y consuelo no hacía; porque aquel sabor gustoso que sentía,
hacía ser al apetito acerca de Dios algo más atrevido de lo que bastaba y descortés y mal
mirado. Como acaeció a Moisés (Ex. 3, 2-6): cuando sintió que Dios le hablaba, cegado
de aquel gusto y apetito, sin más consideración, se atrevía a llegar, si no le mandara
Dios que se detuviera y descalzara. Por lo cual se denota el respeto y discreción en
desnudez de apetito con que se ha de tratar con Dios; de donde, cuando obedeció en esto
Moisés, quedó tan puesto en razón y tan advertido, que dice la Escritura que no sólo no
se atrevió a llegar, más que ni aun osaba considerar; porque, quitados los zapatos de los
apetitos y gustos, conocía su miseria grandemente delante de Dios, porque así le
convenía para oír la palabra de Dios.
Como también la disposición que dio Dios a Job para hablar con él, no fueron aquellos
deleites y glorias que el mismo Job allí refiere que solía tener en su Dios (Jb. 1, 1-8),
sino tenerle desnudo en el muladar, desamparado y aun perseguido de sus amigos, lleno
de angustia y amargura, y sembrado de gusanos el suelo (29-30); y entonces de esta
manera se preció el que levanta al pobre del estiércol (Sal. 112, 7), el Altísimo Dios, de
descender y hablar allí cara a cara con él, descubriéndole las altezas profundas, grandes,
de su sabiduría, cual nunca antes había hecho en el tiempo de la prosperidad (Jb. 38-42).
4. Y así nos conviene notar otro excelente provecho que hay en esta noche y sequedad
del sensitivo apetito, pues habemos venido a dar en él, y es: que en esta noche oscura
del apetito (porque se verifique lo que dice el profeta (Is. 58, 10), es a saber: Lucirá tu
luz en las tinieblas), alumbrará Dios al alma, no sólo dándole conocimiento de su bajeza
y miseria, como habemos dicho, sino también de la grandeza y excelencia de Dios.
Porque, demás de que, apagados los apetitos y gustos y arrimos sensibles, queda limpio
y libre el entendimiento para entender la verdad (porque el gusto sensible y apetito,
aunque sea de cosas espirituales, ofusca y embaraza el espíritu), y, demás también que
aquel aprieto y sequedad del sentido ilustra y aviva el entendimiento, como dice Isaías
(28, 19), que (con) la vejación hace entender Dios cómo en el alma vacía y
desembarazada, que es lo que se requiere para su divina influencia, sobrenaturalmente
por medio de esta noche oscura y seca de contemplación la va, como habemos dicho,
instruyendo en su divina sabiduría, lo cual por los jugos y gustos primeros no hacía.
5. Esto da muy bien a entender el mismo profeta Isaías (28, 9), diciendo: ¿A quién
enseñará Dios su ciencia y a quién hará oír su audición? A los destetados, dice, de la
leche, a los desarrimados de los pechos; en lo cual se da a entender que para esta divina
influencia no es la disposición la leche primera de la suavidad espiritual, ni el arrimo del
pecho de los sabrosos discursos de las potencias sensitivas que gustaba el alma, sino el
carecer de lo uno y desarrimo de lo otro, por cuanto para oír a Dios le conviene al alma
estar muy en pie y desarrimada, según el afecto y sentido, como de sí lo dice el profeta
(Hab. 2, 1), diciendo: Estaré en pie sobre mi custodia, esto es, desarrimado el apetito, y
afirmaré el paso, esto es, no discurriré con el sentido, para contemplar, esto es, para
entender lo que de parte de Dios se me alegare. De manera que ya tenemos que de esta
noche seca sale conocimiento de sí primeramente, de donde, como de fundamento, sale
esotro conocimiento de Dios. Que por eso decía san Agustín a Dios: Conózcame yo,
Señor, a mí, y conocerte he a ti. Porque, como dicen los filósofos, un extremo se conoce
bien por otro.
6. Y para probar más claramente la eficacia que tiene esta noche sensitiva en su
sequedad y desabrigo para ocasionar la luz que de Dios decimos recibir aquí el alma,
alegaremos aquella autoridad de David (Sal. 62, 3) en que da bien a entender la virtud
grande que tiene esta noche para este alto conocimiento de Dios. Dice, pues, así: En la
tierra desierta, sin agua, seca y sin camino parecí delante de ti para poder ver tu virtud y
tu gloria. Lo cual es cosa admirable; que no da aquí a entender David que los deleites
espirituales y gustos muchos que él había tenido le fuesen disposición y medio para
conocer la gloria de Dios, sino las sequedades y desarrimos de la parte sensitiva, que se
entiende aquí por la tierra seca y desierta; y que no diga también que los conceptos y
discursos divinos, de que él había usado mucho, fuesen camino para sentir y ver la
virtud de Dios, sino el no poder fijar el concepto en Dios, ni caminar con el discurso de
la consideración imaginaria, que se entiende aquí por la tierra sin camino. De manera
que, para conocer a Dios y a sí mismo, esta noche oscura es el medio con sus
sequedades y vacíos, aunque no con la plenitud y abundancia que en la otra del espíritu,
porque este conocimiento es como principio de la otra.
7. Saca también el alma en las sequedades y vacíos de esta noche del apetito humildad
espiritual, que es la virtud contraria al primer vicio capital que dijimos ser soberbia
espiritual; por la cual humildad, que adquiere por el dicho conocimiento propio, se
purga de todas aquellas imperfecciones en que caía acerca de aquel vicio de soberbia en
el tiempo de su prosperidad. Porque, como se ve tan seca y miserable, ni aun por primer
movimiento le parece que va mejor que los otros, ni que los lleva ventaja, como antes
hacía; antes, por el contrario, conoce que los otros van mejor.
8. Y de aquí nace el amor del prójimo, porque los estima y no los juzga como antes solía
cuando se veía a sí con mucho fervor y a los otros no. Sólo conoce su miseria y la tiene
delante de los ojos: tanto, que no la deja ni da lugar para poner los ojos en nadie, lo cual
admirablemente David, estando en esta noche, manifiesta, diciendo: Enmudecí y fui
humillado y tuve silencio en los bienes y renovóse mi dolor (Sal. 38, 3). Esto dice,
porque le parecía que los bienes de su alma estaban tan acabados, que no solamente no
había ni hallaba lenguaje de ellos, mas acerca de los ajenos también enmudeció con el
dolor del conocimiento de su miseria.
9. Aquí también se hacen sujetos y obedientes en el camino espiritual, que, como se ven
tan miserables, no sólo oyen lo que los enseñan, mas aun desean que cualquiera los
encamine y diga lo que deben hacer; quítaseles la presunción afectiva que en la
prosperidad a veces tenían. Y, finalmente, de camino se les barren todas las demás
imperfecciones que notamos allí acerca de este vicio primero que es soberbia espiritual.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 13
De otros provechos que causa en el alma esta noche del sentido.
1. Acerca de las imperfecciones que en la avaricia espiritual tenía, en que codiciaba
unas y otras cosas espirituales y nunca se veía satisfecha el alma de unos ejercicios y
otros, con la codicia del apetito y gusto que hallaba en ellos, ahora en esta noche seca y
oscura anda bien reformada; porque, como no halla el gusto y sabor que solía, antes
halla en ellas sinsabor y trabajo, con tanta templanza usa de ellas, que por ventura
podría perder ya por punto de corto como antes perdía por largo. Aunque a los que Dios
pone en esta noche comúnmente les da humildad y prontitud, aunque con sinsabor, para
que sólo por Dios hagan aquello que se les manda; y desaprovéchanse de muchas cosas
porque no hallan gusto en ellas.
2. Acerca de la lujuria espiritual también se ve claro que, por esta sequedad y sinsabor
de sentido que halla el alma en las cosas espirituales, se librará de aquellas impurezas
que allí notamos; pues, comúnmente, dijimos que procedían del gusto que del espíritu
redundaba en el sentido.
3. Pero de las imperfecciones que se libra el alma en esta noche oscura acerca del cuarto
vicio, que es la gula espiritual, puédense ver allí, aunque no están allí dichas todas,
porque son innumerables; y así yo aquí no las referiré, porque querría ya concluir con
esta noche para pasar a la otra, de la cual tenemos grave palabra y doctrina.
Baste, para entender los innumerables provechos que demás de los dichos gana el alma
en esta noche acerca de este vicio de la gula espiritual, decir que de todas aquellas
imperfecciones que allí quedan dichas se libra, y de otros muchos y mayores males y
feas abominaciones que, como digo, allí no están escritas, en que vinieron a dar muchos
de que habemos tenido experiencia, por no tener ellos reformado el apetito en esta
golosina espiritual. Porque, como Dios en esta seca y oscura noche, en que pone al
alma, tiene refrenada la concupiscencia y enfrenado el apetito de manera que no se
puede cebar de ningún gusto ni sabor sensible de cosa de arriba ni de abajo, y esto lo va
continuando de tal manera que queda impuesta el alma, reformada y emprensada según
la concupiscencia y apetito, pierde la fuerza de las pasiones y concupiscencia y se hace
estéril, no usándose el gusto, bien así como no acostumbrando a sacar leche de la ubre
se secan los cursos de la leche. Y, enjugados así los apetitos del alma, síguense, demás
de los dichos, por medio de esta sobriedad espiritual admirables provechos en ella;
porque, apagados los apetitos y concupiscencias, vive el alma en paz y tranquilidad
espiritual; porque donde no reina apetito y concupiscencia no hay perturbación, sino paz
y consuelo de Dios.
4. Sale de aquí otro segundo provecho, y es que trae ordinaria memoria de Dios, con
temor y recelo de volver atrás, como queda dicho, en el camino espiritual; el cual es
grande provecho y es no de los menores en esta sequedad y purgación del apetito,
porque se purifica el alma y limpia de las imperfecciones que se le pegaban por medio
de los apetitos y afecciones, que de suyo embotan y ofuscan el ánima.
5. Hay otro provecho muy grande en esta noche para el alma, y es que se ejercita en las
virtudes de por junto, como en la paciencia y longanimidad, que se ejercita bien en estos
vacíos y sequedades, sufriendo el perseverar en los espirituales ejercicios sin consuelo y
sin gusto. Ejercítase la caridad de Dios, pues ya no por el gusto atraído y saboreado que
halla en la obra es movido, sino sólo por Dios. Ejercita aquí también la virtud de la
fortaleza, porque en estas dificultades y sinsabores que halla en el obrar saca fuerzas de
flaquezas, y así se hace fuerte. Y, finalmente, en todas las virtudes, así teologales como
cardinales y morales, corporal y espiritualmente se ejercita el alma en estas sequedades.
6. Y que en esta noche consiga el alma estos cuatro provechos que habemos dicho,
conviene a saber: delectación de paz, ordinaria memoria y solicitud de Dios, limpieza y
pureza del alma y el ejercicio de virtudes que acabamos de decir, dícelo David (Sal. 76,
4), como lo experimentó él mismo estando en esta noche, por estas palabras: Mi alma
desechó las consolaciones, tuve memoria de Dios y hallé consuelo y ejercitéme, y
desfalleció mi espíritu. Y luego dice (v. 7): Y medité de noche con mi corazón, y
ejercitábame, y barría y purificaba mi espíritu, conviene a saber, de todas las afecciones.
7. Acerca de las imperfecciones de los otros tres vicios espirituales que allí dijimos que
son ira, envidia y acidia, también en esta sequedad del apetito se purga el alma y
adquiere las virtudes a ellas contrarias; porque, ablandada y humillada por estas
sequedades y dificultades y otras tentaciones y trabajos en que a vueltas de esta noche
Dios la ejercita, se hace mansa para con Dios y para consigo y también para con el
prójimo; de manera que ya no se enoja con alteración sobre las faltas propias contra sí,
ni sobre las ajenas contra el prójimo, ni acerca de Dios trae disgusto y querellas
descomedidas porque no le hace presto bueno.
8. Pues acerca de la envidia, también aquí tiene caridad con los demás; porque, si alguna
envidia tiene, no es viciosa como antes solía cuando le daba pena que otros fuesen a él
preferidos y que le llevasen la ventaja, porque ya aquí se la tiene dada, viéndose tan
miserable como se ve; y la envidia que tiene, si la tiene, es virtuosa, deseando imitarlos,
lo cual es mucha virtud.
9. Las acidias y tedios que aquí tiene de las cosas espirituales tampoco son viciosas
como antes; porque aquéllos procedían de los gustos espirituales que a veces tenía y
pretendía tener cuando no los hallaba; pero estos tedios no proceden de esta flaqueza del
gusto, porque se le tiene Dios quitado acerca de todas las cosas en esta purgación del
apetito.
10. Demás de estos provechos que están dichos, otros innumerables consigue por medio
de esta seca contemplación; porque en medio de estas sequedades y aprietos, muchas
veces, cuando menos piensa, comunica Dios al alma suavidad espiritual y amor muy
puro y noticias espirituales, a veces muy delicadas, cada una de mayor provecho y
precio que cuanto antes gustaba; aunque el alma en los principios no piensa así, porque
es muy delicada la influencia espiritual que aquí se da, y no la percibe el sentido.
11. Finalmente, por cuanto aquí el alma se purga de las afecciones y apetitos sensitivos,
consigue libertad de espíritu, en que se van granjeando los doce frutos del Espíritu
Santo. También aquí admirablemente se libra de las manos de los tres enemigos,
mundo, demonio y carne; porque, apagándose el sabor y gusto sensitivo acerca de las
cosas, no tiene el demonio, ni el mundo, ni la sensualidad armas ni fuerzas contra el
espíritu.
12. Estas sequedades hacen, pues, al alma andar con pureza en el amor de Dios, pues
que ya no se mueve a obrar por el gusto y sabor de la obra, como por ventura lo hacía
cuando gustaba, sino sólo por dar gusto a Dios. Hácese no presumida ni satisfecha,
como por ventura en el tiempo de la prosperidad solía, sino recelosa y temerosa de sí, no
teniendo en sí satisfacción ninguna, en lo cual está el santo temor que conserva y
aumenta las virtudes. Apaga también esta sequedad las concupiscencias y bríos
naturales, como también queda dicho; porque aquí, si no es el gusto que de suyo Dios le
infunde algunas veces, por maravilla halla gusto y consuelo sensible por su diligencia en
alguna obra y ejercicio espiritual, como ya queda dicho.
13. Crécele en esta noche seca el cuidado de Dios y las ansias por servirle, porque,
como se le van enjugando los pechos de la sensualidad, con que sustentaba y criaba los
apetitos tras que iba, sólo queda en seco y en desnudo el ansia de servir a Dios, que es
cosa para Dios muy agradable, pues, como dice David (Sal. 50, 19), el espíritu
atribulado es sacrificio para Dios.
14. Como el alma, pues, conoce que en esta purgación seca por donde pasó, sacó y
consiguió tantos y tan preciosos provechos como aquí se han referido, no hace mucho
en decir, en la canción que vamos declarando, el dicho verso, es a saber: ¡oh dichosa
ventura! -salí sin ser notada; esto es: salí de los lazos y sujeción de mis apetitos
sensitivos y afecciones, sin ser notada, es a saber, sin que los dichos tres enemigos me
lo pudiesen impedir. Los cuales, como habemos dicho, con los apetitos y gustos, así
como con lazos, enlazan al alma y la detienen que no salga de sí a la libertad de amor de
Dios; sin los cuales ellos no pueden combatir al alma, como queda dicho.
15. De donde, en sosegándose por continua mortificación las cuatro pasiones del alma,
que son: gozo, dolor, esperanza y temor, y en durmiéndose en la sensualidad por
ordinarias sequedades los apetitos naturales, y en alzando de obra la armonía de los
sentidos y potencias interiores, cesando sus operaciones discursivas, como habemos
dicho, lo cual es toda la gente y morada de la parte inferior del alma, que es lo que aquí
llama su casa, diciendo:
Estando ya mi casa sosegada.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 14
En que se declara el último verso de la primera canción.
1. Estando ya esta casa de la sensualidad sosegada, esto es, mortificada, sus pasiones
apagadas y apetitos sosegados y dormidos por medio de esta dichosa noche de la
purgación sensitiva, salió el alma a comenzar el camino y vía del espíritu, que es de los
aprovechantes y aprovechados, que, por otro nombre, llaman vía iluminativa o de
contemplación infusa, con que Dios de suyo anda apacentando y reficionando al alma,
sin discurso ni ayuda activa de la misma alma.
Tal es, como habemos dicho, la noche y purgación del sentido en el alma; la cual, en los
que después han de entrar en la otra más grave del espíritu, para pasar a la divina unión
de amor (porque no todos, sino los menos, pasan ordinariamente), suele ir acompañada
con graves trabajos y tentaciones sensitivas, que duran mucho tiempo, aunque en unos
más que en otros. Porque a algunos se les da el ángel de Satanás (2 Cor. 12, 7), que es el
espíritu de fornicación, para que les azote los sentidos con abominables y fuertes
tentaciones, y les atribule el espíritu con feas advertencias y representaciones más
visibles en la imaginación, que a veces les es mayor pena que el morir.
2. Otras veces se les añade en esta noche el espíritu de blasfemia, el cual en todos sus
conceptos y pensamientos se anda atravesando con intolerables blasfemias, y a veces
con tanta fuerza sugeridas en la imaginación, que casi se las hace pronunciar, que les es
grave tormento.
3. Otras veces se les da otro abominable espíritu, que llama Isaías (19, 14) spiritus
vertiginis, no porque caigan, sino porque los ejercite; el cual de tal manera les oscurece
el sentido, que los llena de mil escrúpulos y perplejidades tan intrincadas al juicio de
ellos, que nunca pueden satisfacerse con nada, ni arrimar el juicio a consejo ni concepto;
el cual es uno de los más graves estímulos y horrores de esta noche, muy vecino a lo
que pasa en la noche espiritual.
4. Estas tempestades y trabajos ordinariamente envía Dios en esta noche y purgación
sensitiva a los que, como digo, ha de poner después en la otra, aunque no todos pasan a
ella, para que castigados y abofeteados de esta manera se vayan ejercitando y
disponiendo y curtiendo los sentidos y potencias para la unión de la Sabiduría que allí
les han de dar. Porque si el alma no es tentada, ejercitada y probada con trabajos y
tentaciones, no puede avivar su sentido para la sabiduría. Que por eso dijo el
Eclesiástico (34, 9-10): El que no es tentado, ¿qué sabe? Y el que no es probado,
¿cuáles son las cosas que reconoce? De la cual verdad da Jeremías (31, 18) buen
testimonio, diciendo: Castigásteme, Señor, y fui enseñado. Y la más propia manera de
este castigo para entrar en sabiduría son los trabajos interiores que aquí decimos, por
cuanto son de los que más eficazmente purgan el sentido de todos los gustos y
consuelos a que con flaqueza natural estaba afectado, y donde es humillada el alma de
veras para el ensalzamiento que ha de tener.
5. Pero el tiempo que al alma tengan en este ayuno y penitencia del sentido, cuánto sea,
no es cosa cierta decirlo, porque no pasa en todos de una manera ni unas mismas
tentaciones; porque esto va medido por la voluntad de Dios conforme a lo más o menos
que cada uno tiene de imperfección que purgar; y también, conforme al grado de amor
de unión a que Dios la quiere levantar, la humillará más o menos intensamente, o más o
menos tiempo. Los que tienen sujeto y más fuerza para sufrir con más intensión, los
purga más presto. Porque a los muy flacos con mucha remisión y flacas tentaciones
mucho tiempo les lleva por esta noche, dándoles ordinarias refecciones al sentido
porque no vuelvan atrás, y tarde llegan a la pureza de perfección en esta vida, y algunos
de éstos nunca; que ni bien están en la noche, ni bien fuera de ella; porque, aunque no
pasan adelante, para que se conserven en humildad y conocimiento propio, los ejercita
Dios algunos ratos y días en aquellas tentaciones y sequedades; y les acude con el
consuelo otras veces y temporadas, para que desmayando no se vuelvan a buscar el del
mundo. A otras almas más flacas anda Dios con ellas como pareciendo y trasponiendo,
para ejercitarlas en su amor, porque sin desvíos no aprendieran a llegarse a Dios.
6. Pero las almas que han de pasar a tan dichoso y alto estado como es la unión de amor,
por muy apriesa que Dios las lleve, harto tiempo suelen durar en estas sequedades y
tentaciones ordinariamente, como está visto por experiencia.
Tiempo es, pues, de comenzar a tratar de la segunda noche.
Inicio -------------------------------------------------------------------------LIBRO SEGUNDO
[San Juan de la Cruz OBRASCOMPLETAS Noche
Oscura]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LA NOCHE OSCURA
--------------------------------------------------------------------------LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO 1
Comiénzase a tratar de la noche oscura del espíritu. Dícese a qué tiempo comienza.
1. Un alma que Dios ha de llevar adelante, no luego que sale de las sequedades y
trabajos de la primera purgación y noche del sentido, la pone Su Majestad en esta noche
de espíritu, antes suele pasar harto tiempo y años en que, salida el alma del estado de
principiantes, se ejercita en el de aprovechados, en el cual, así como el que ha salido de
una estrecha cárcel, anda en las cosas de Dios con mucha más anchura y satisfacción del
alma y con más abundante e interior deleite que hacía a los principios, antes que entrase
en la dicha noche, no trayendo atada ya la imaginación y potencias al discurso y cuidado
espiritual, como solía; porque con gran facilidad halla luego en su espíritu muy serena y
amorosa contemplación y sabor espiritual sin trabajo del discurso. Aunque, como no
está bien hecha la purgación del alma, porque falta la principal parte, que es la del
espíritu (sin la cual, por la comunicación que hay de la una parte a la otra, por razón de
ser un solo supuesto, tampoco la purgación sensitiva, aunque más fuerte haya sido,
queda acabada y perfecta), nunca le faltan a veces algunas necesidades, sequedades,
tinieblas y aprietos, a veces mucho más intensos que los pasados, que son como
presagios y mensajeros de la noche venidera del espíritu; aunque no son éstos durables,
como será la noche que espera. Porque, habiendo pasado un rato, o ratos, o días de esta
noche y tempestad, luego vuelve a su acostumbrada serenidad; y de esta manera va
purgando Dios a algunas almas que no han de subir a tan alto grado de amor como las
otras, metiéndolas a ratos interpoladamente en esta noche de contemplación y purgación
espiritual, haciendo anochecer y amanecer a menudo, porque se cumpla lo que dice
David (Sal. 147, 17), que envía su cristal, esto es, su contemplación, como a bocados.
Aunque estos bocados de oscura contemplación nunca son tan intensos como lo es
aquella horrenda noche de la contemplación que habemos de decir, en que de propósito
pone Dios al alma para llevarla a la divina unión.
2. Este sabor, pues, y gusto interior que decimos, que con abundancia y facilidad hallan
y gustan estos aprovechantes en su espíritu, con mucha más abundancia que antes se les
comunica, redundando de ahí en el sentido más que solía antes de esta sensible
purgación; que, por cuanto él está ya más puro, con más facilidad puede sentir los
gustos del espíritu a su modo. Y como, en fin, esta parte sensitiva del alma es flaca e
incapaz para las cosas fuertes del espíritu, de aquí es que estos aprovechados, a causa de
esta comunicación espiritual que se hace en la parte sensitiva, padecen en ella muchas
debilitaciones y detrimentos y flaquezas de estómago, y en el espíritu,
consiguientemente, fatigas; porque, como dice el Sabio (Sab. 9, 15): El cuerpo que se
corrompe, agrava el alma. De aquí es que las comunicaciones de éstos no pueden ser
muy fuertes, ni muy intensas, ni muy espirituales, cuales se requieren para la divina
unión con Dios, por la flaqueza y corrupción de la sensualidad que participa en ellas.
De aquí vienen los arrobamientos y traspasos y descoyuntamientos de huesos, que
siempre acaecen cuando las comunicaciones no son puramente espirituales, esto es, al
espíritu sólo, como son las de los perfectos, purificados ya por la noche segunda del
espíritu, en las cuales cesan ya estos arrobamientos y tormentos del cuerpo, gozando
ellos de la libertad del espíritu, sin que se anuble ni trasponga el sentido.
3. Y, porque se entienda la necesidad que éstos tienen de entrar en esta noche de
espíritu, notaremos aquí algunas imperfecciones y peligros que tienen estos
aprovechados.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 2
Prosigue en otras imperfecciones que tienen estos aprovechados.
1. Dos maneras de imperfecciones tienen estos aprovechados: unas son habituales, otras
actuales.
Las habituales son las afecciones y hábitos imperfectos que todavía, como raíces, han
quedado en el espíritu, donde la purgación del sentido no pudo llegar; en la purgación
de los cuales la diferencia que hay a estotra, es la que de la raíz a la rama, o sacar una
mancha fresca o una muy asentada y vieja. Porque, como dijimos, la purgación del
sentido sólo es puerta y principio de contemplación para la del espíritu, que, como
también habemos dicho, más sirve de acomodar el sentido al espíritu, que de unir el
espíritu con Dios. Mas todavía se quedan en el espíritu las manchas del hombre viejo,
aunque a él no se le parece, ni las echa de ver; las cuales si no salen por el jabón y fuerte
lejía de la purgación de esta noche, no podrá el espíritu venir a pureza de unión divina.
2. Tienen éstos también la hebetudo mentis y la rudeza natural que todo hombre contrae
por el pecado, y la distracción y exterioridad del espíritu; lo cual conviene que se ilustre,
clarifique y recoja por la penalidad y aprieto de aquella noche. Estas habituales
imperfecciones, todos los que no han pasado de este estado de aprovechados las tienen;
las cuales no pueden estar, como decimos, con el estado perfecto de unión por amor.
3. En las actuales no caen todos de una manera. Mas algunos, como traen estos bienes
espirituales tan afuera y tan manuales en el sentido, caen en mayores inconvenientes y
peligros que a los principios dijimos. Porque, como ellos hallan tan a manos llenas
tantas comunicaciones y aprehensiones espirituales al sentido y espíritu, donde muchas
veces ven visiones imaginarias y espirituales (porque todo esto, con otros sentimientos
sabrosos, acaece a muchos de éstos en este estado, en lo cual el demonio y la propia
fantasía muy ordinariamente hace trampantojos al alma), y como con tanto gusto suele
imprimir y sugerir el demonio al alma las aprensiones dichas y sentimientos, con grande
facilidad la embelesa y engaña, no teniendo ella cautela para resignarse y defenderse
fuertemente en fe de estas visiones y sentimientos.
Porque aquí hace el demonio a muchos creer visiones vanas y profecías falsas; aquí en
este puesto les procura hacer presumir que habla Dios y los santos con ellos, y creen
muchas veces a su fantasía; aquí los suele llenar el demonio de presunción y soberbia, y,
atraídos de la vanidad y arrogancia, se dejan ser vistos en actos exteriores que parezcan
de santidad, como son arrobamientos y otras apariencias. Hácense así atrevidos a Dios,
perdiendo el santo temor, que es llave y custodia de todas las virtudes; y tantas
falsedades y engaños suelen multiplicarse en algunos de éstos, y tanto se envejecen en
ellos, que es muy dudosa la vuelta de ellos al camino puro de la virtud y verdadero
espíritu. En las cuales miserias vienen a dar, comenzando a darse con demasiada
seguridad a las aprensiones y sentimientos espirituales, cuando comenzaban a
aprovechar en el camino.
4. Había tanto que decir de las imperfecciones de éstos y de cómo les son más
incurables por tenerlas ellos por más espirituales que las primeras, que lo quiero dejar.
Sólo digo, para fundar la necesidad que hay de la noche espiritual, que es la purgación
para el que ha de pasar adelante, que a lo menos ninguno de estos aprovechados, por
bien que le hayan andado las manos, deja de tener muchas de aquellas afecciones
naturales y hábitos imperfectos, que dijimos primero ser necesario preceder purificación
para pasar a la divina unión.
5. Y, demás de esto, lo que arriba dejamos dicho, es a saber: que, por cuanto todavía
participa la parte inferior en estas comunicaciones espirituales, no pueden ser tan
intensas, puras y fuertes como se requieren para la dicha unión; por tanto, para venir a
ella, conviénele al alma entrar en la segunda noche del espíritu, donde desnudando al
sentido y espíritu perfectamente de todas estas aprensiones y sabores, le han de hacer
caminar en oscura y pura fe, que es propio y adecuado medio por donde el alma se une
con Dios, según por Oseas (2, 20) lo dice, diciendo: Yo te desposaré, esto es, te uniré
conmigo, por fe.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 3
Anotación para lo que se sigue.
1. Estando ya, pues, estos (espirituales) ya aprovechados, por el tiempo que han pasado
cebando los sentidos con dulces comunicaciones, para que así atraída y saboreada del
espiritual gusto la parte sensitiva, que del espíritu le manaba, se aunase y acomodase en
uno con el espíritu, (están) comiendo cada uno en su manera de un mismo manjar
espiritual en un mismo plato de un solo supuesto y sujeto, para que así ellos, en alguna
manera juntos y conformes en uno, juntos estén dispuestos para sufrir la áspera y dura
purgación del espíritu que les espera. Porque en ella se han de purgar cumplidamente
estas dos partes del alma, espiritual y sensitiva, porque la una nunca se purga bien sin la
otra, porque la purgación válida para el sentido es cuando de propósito comienza la del
espíritu. De donde la noche que habemos dicho del sentido, más se puede y debe llamar
cierta reformación y enfrenamiento del apetito que purgación. La causa es porque todas
las imperfecciones y desórdenes de la parte sensitiva tienen su fuerza y raíz en el
espíritu, donde se sujetan todos los hábitos buenos y malos, y así, hasta que éstos se
purgan, las rebeliones y siniestros del sentido no se pueden bien purgar.
2. De donde en esta noche que se sigue se purgan entrambas partes juntas, que éste es el
fin porque convenía haber pasado por la reformación de la primera noche y la bonanza
que de ello salió, para que, aunado con el espíritu el sentido, en cierta manera se purgue
y padezca aquí con más fortaleza, porque para tan fuerte y dura purga es menester
(disposición) tan grande; que, sin haber reformádose antes la flaqueza de la parte
inferior y cobrado fortaleza en Dios por el dulce y sabroso trato que con él después
tuvo, ni tuviera fuerza ni disposición el natural para sufrirla.
3. Por tanto, porque estos aprovechados todavía el trato y operaciones que tienen con
Dios son muy bajas y muy naturales, a causa de no tener purificado e ilustrado el oro del
espíritu; por lo cual todavía entienden de Dios como pequeñuelos, y saben y sienten de
Dios como pequeñuelos, según dice san Pablo (1 Cor. 13, 11), por no haber llegado a la
perfección, que es la unión del alma con Dios; por la cual unión ya, como grandes,
obran grandezas en su espíritu, siendo ya sus obras y potencias más divinas que
humanas, como después se dirá. Queriendo Dios desnudarlos de hecho de este viejo
hombre y vestirlos del nuevo, que según Dios es criado en la novedad del sentido, que
dice el Apóstol (Cl. 3, 10), desnúdales las potencias y afecciones y sentidos, así
espirituales como sensitivos, así exteriores como interiores, dejando a oscuras el
entendimiento, y la voluntad a secas, y vacía la memoria, y las afecciones del alma en
suma aflicción, amargura y aprieto, privándola del sentido y gusto que antes sentía de
los bienes espirituales, para que esta privación sea uno de los principios que se requiere
en el espíritu para que se introduzca y una en él la forma espiritual del espíritu, que es la
unión de amor.
Todo lo cual obra el Señor en ella por medio de una pura y oscura contemplación, como
el alma lo da a entender por la primera canción. La cual, aunque está declarada al
propósito de la primera noche del sentido, principalmente la entiende el alma por esta
segunda del espíritu, por ser la principal parte de la purificación del alma. Y así, a este
propósito la pondremos y declararemos aquí otra vez.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 4
Pónese la primera canción y su declaración.
CANCIÓN 1ª
En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada, ¡oh dichosa ventura!, salí sin ser
notada estando ya mi casa sosegada.
DECLARACIÓN
1. Entendiendo ahora esta canción a propósito de la purgación contemplativa, o
desnudez y pobreza de espíritu, que todo aquí casi es una misma cosa, podémosla
declarar en esta manera, y que dice el alma así:
En pobreza, desamparo y desarrimo de todas las aprensiones de mi alma, esto es, en
oscuridad de mi entendimiento y aprieto de mi voluntad, en afición y angustia acerca de
la memoria, dejándome a oscuras en pura fe (la cual es noche oscura para las dichas
potencias naturales) sólo la voluntad tocada de dolor y aflicciones y ansias de amor de
Dios, salí de mí misma, esto es, de mi bajo modo de entender, y de mi flaca suerte de
amar, y de mi pobre y escasa manera de gustar de Dios, sin que la sensualidad ni el
demonio me lo estorben.
2. Lo cual fue grande dicha y buena ventura para mí; porque, en acabándose de
aniquilarse y sosegarse las potencias, pasiones, apetitos y afecciones de mi alma, con
que bajamente sentía y gustaba de Dios, salí del trato y operación humana mía a
operación y trato de Dios, es a saber:
Mi entendimiento salió de sí, volviéndose de humano y natural en divino; porque,
uniéndose por medio de esta purgación con Dios, ya no entiende por su vigor y luz
natural, sino por la divina Sabiduría con que se unió.
Y mi voluntad salió de sí, haciéndose divina, porque, unida con el divino amor, ya no
ama bajamente con su fuerza natural, sino con fuerza y pureza del Espíritu Santo; y así
la voluntad acerca de Dios no obra humanamente.
Y, ni más ni menos, la memoria se ha trocado en aprensiones eternas de gloria.
Y, finalmente, todas las fuerzas y afectos del alma, por medio de esta noche y purgación
del viejo hombre, todas se renuevan en temples y deleites divinos. Síguese el verso:
En una noche oscura.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 5
Pónese el primer verso y comienza a declarar cómo esta contemplación oscura no sólo
es noche para el alma, sino también pena y tormento.
1. Esta noche oscura es una influencia de Dios en el alma, que la purga de sus
ignorancias e imperfecciones habituales, naturales y espirituales, que llaman los
contemplativos contemplación infusa o mística teología, en que de secreto enseña Dios
al alma y la instruye en perfección de amor, sin ella hacer nada ni entender cómo. Esta
contemplación infusa, por cuanto es sabiduría de Dios amorosa, hace dos principales
efectos en el alma, porque la dispone purgándola e iluminándola para la unión de amor
de Dios. De donde la misma sabiduría amorosa que purga los espíritus bienaventurados
ilustrándolos es la que aquí purga al alma y la ilumina.
2. Pero es la duda: ¿por qué, pues es lumbre divina, que, como decimos, ilumina y purga
el alma de sus ignorancias, la llama aquí el alma noche oscura? A lo cual se responde
que por dos casas es esta divina Sabiduría no sólo noche y tiniebla para el alma, mas
también pena y tormento: la primera es por la alteza de la Sabiduría divina, que excede
al talento del alma, y en esta manera le es tiniebla; la segunda, por la bajeza e impureza
de ella, y de esta manera le es penosa y aflictiva, y también oscura.
3. Para probar la primera conviene suponer cierta doctrina del Filósofo, que dice que
cuanto las cosas divinas son en sí más claras y manifiestas, tanto más son al alma
oscuras y ocultas naturalmente; así como la luz, cuanto más clara es, tanto más ciega y
oscurece la pupila de la lechuza, y cuanto el sol se mira más de lleno, más tinieblas
causa a la potencia visiva y la priva, excediéndola por su flaqueza.
De donde, cuando esta divina luz de contemplación embiste en el alma que aún no está
ilustrada totalmente, le hace tinieblas espirituales, porque no sólo la excede, pero
también la priva y oscurece el acto de su inteligencia natural. Que por esta causa san
Dionisio y otros místicos teólogos llaman a esta contemplación infusa rayo de tiniebla,
conviene a saber, para el alma no ilustrada y purgada, porque de su gran luz
sobrenatural es vencida la fuerza natural intelectiva y privada.
Por lo cual David (Sal. 96, 2) también dijo que cerca de Dios y en rededor de él está
oscuridad y nube; no porque en sí ello sea así, sino para nuestros entendimientos flacos,
que en tan inmensa luz se oscurecen y quedan ofuscados, no alcanzando. Que por eso el
mismo David (Sal. 17, 13) lo declaró luego, diciendo: Por el gran resplandor de su
presencia se atravesaron nubes, es a saber, entre Dios y nuestro entendimiento. Y ésta es
la causa por que, en derivando de sí Dios al alma que aún no está transformada este
esclarecido rayo de su sabiduría secreta, le hace tinieblas oscuras en el entendimiento.
4. Y que esta oscura contemplación también le sea al alma penosa a estos principios,
está claro; porque, como esta divina contemplación infusa tiene muchas excelencias en
extremo buenas y el alma que las recibe, por no estar purgada, tiene muchas miserias
también en extremo malas, de aquí es que, no pudiendo caber dos contrarios en el sujeto
del alma, de necesidad haya de penar y padecer el alma, siendo ella el sujeto en que
contra sí se ejercitan estos dos contrarios, haciendo los unos contra los otros, por razón
de la purgación que de las imperfecciones del alma por esta contemplación se hace. Lo
cual probaremos por inducción en esta manera.
5. -Cuanto a lo primero, porque la luz y sabiduría de esta contemplación es muy clara y
pura y el alma en que ella embiste está oscura e impura, de aquí es que pena mucho el
alma recibiéndola en sí, como cuando los ojos están de mal humor impuros y enfermos,
del embestimiento de la clara luz reciben pena.
Y esta pena en el alma, a causa de su impureza, es inmensa cuando de veras es
embestida de esta divina luz, porque embistiéndose en el alma esta luz pura a fin de
expeler la impureza del alma, siéntese el alma tan impura y miserable que le parece
estar Dios contra ella y que ella está hecha contraria a Dios. Lo cual es de tanto
sentimiento y pena para el alma, porque le parece aquí que la ha Dios arrojado, que uno
de los mayores trabajos que sentía Job (7, 20) cuando Dios le tenía en este ejercicio, era
éste, diciendo: ¿Por qué me has puesto contrario a ti, y soy grave y pesado para mí
mismo? Porque viendo el alma claramente aquí por medio de esta pura luz, aunque a
oscuras, su impureza, conoce claro que no es digna de Dios ni de criatura alguna. Y lo
que más le pena es que piensa que nunca lo será, y que ya se le acabaron sus bienes.
Esto le causa la profunda inmersión que tiene de la mente en el conocimiento y
sentimiento de sus males y miserias; porque aquí se las muestra todas al ojo esta divina
y oscura luz, y que vea claro cómo de suyo no podrá tener ya otra cosa. Podemos
entender a este sentido aquella autoridad de David (Sal. 38, 12), que dice: Por la
iniquidad corregiste al hombre, e hiciste deshacer y contabescer su alma; como la araña
se desentraña.
6. -La segunda manera en que pena el alma es causa de su flaqueza natural, moral y
espiritual; porque, como esta divina contemplación embiste en el alma con alguna
fuerza, al fin de la ir fortaleciendo y domando, de tal manera pena en su flaqueza, que
poco menos desfallece, particularmente algunas veces cuando con alguna más fuerza
embiste. Porque el sentido y espíritu, así como si estuviese debajo de una inmensa y
oscura carga, está penando y agonizando tanto, que tomaría por alivio y partido el
morir. Lo cual habiendo experimentado el profeta Job (23, 6), decía: No quiero que trate
conmigo con mucha fortaleza, porque no me oprima con el peso de su grandeza.
7. En la fuerza de esta opresión y peso se siente el alma tan ajena de ser favorecida, que
le parece, y así es, que aun en lo que solía hallar algún arrimo se acabó con lo demás, y
que no hay quien se compadezca de ella. A cuyo propósito dice también Job (19, 21):
Compadeceos de mí, a lo menos vosotros mis amigos, porque me ha tocado la mano del
Señor.
¡Cosa de grande maravilla y lástima que sea aquí tanta la flaqueza e impureza del alma,
que, siendo la mano de Dios de suyo tan blanda y suave, la sienta el alma aquí tan grave
y contraria, con no cargar ni asentar, sino solamente tocando, y eso
misericordiosamente, pues lo hace a fin de hacer mercedes al alma, y no de castigarla!
Inicio --------------------------------------------------------------------------
CAPÍTULO 6
De otras maneras de pena que el alma padece en esta noche.
1. - La tercera manera de pasión y pena que el alma aquí padece es a causa de otros dos
extremos, conviene a saber, divino y humano, que aquí se juntan. El divino es esta
contemplación purgativa, y el humano es sujeto del alma. Que como el divino embiste a
fin de renovarla para hacerla divina, desnudándola de las afecciones habituales y
propiedades del hombre viejo, en que ella está muy unida, conglutinada y conformada,
de tal manera la destrica y descuece la sustancia espiritual, absorbiéndola en una
profunda y honda tiniebla, que el alma se siente estar deshaciendo y derritiendo en la
haz y vista de sus miserias con muerte de espíritu cruel; así como si, tragada de una
bestia, en su vientre tenebroso se sintiese estar digiriendo, padeciendo estas angustias
como Jonás (2, 1) en el vientre de aquella marina bestia. Porque en este sepulcro de
oscura muerte la conviene estar para la espiritual resurrección que espera.
2. La manera de esta pasión y pena, aunque de verdad ella es sobre manera, descríbela
David (Sal. 17, 5-7), diciendo: Cercáronme los gemidos de la muerte, los dolores del
infierno me rodearon, en mi tribulación clamé.
Pero lo que esta doliente alma aquí más siente, es parecerle claro que Dios la ha
desechado y, aborreciéndola, arrojado en las tinieblas, que para ella es grave y lastimera
pena creer que la ha dejado Dios. La cual también David, sintiéndola mucho en este
caso, dice (Sal. 87, 6-8): De la manera que los llagados están muertos en los sepulcros,
dejados ya de tu mano, de que no te acuerdas más, así me pusieron a mí en el lago más
hondo e inferior en tenebrosidades y sombra de muerte, y está sobre mi confirmado tu
furor, y todas tus olas descargaste sobre mí. Porque, verdaderamente, cuando esta
contemplación purgativa aprieta, sombra de muerte y gemidos de muerte y dolores de
infierno siente el alma muy a lo vivo, que consiste en sentirse sin Dios y castigada y
arrojada e indigna de él, y que está enojado, que todo se siente aquí; y más, que le
parece que ya es para siempre.
3. Y el mismo desamparo siente de todas las criaturas y desprecio acerca de ellas,
particularmente de los amigos. Que por eso prosigue luego David (Sal. 87, 9), diciendo:
Alejaste de mí mis amigos y conocidos; tuviéronme por abominación. Todo lo cual,
como quien tan bien lo experimentó en el vientre de la bestia corporal y espiritualmente,
testifica bien Jonás (2, 4-7), diciendo así: Arrojásteme al profundo en el corazón de la
mar, y la corriente me cercó; todos sus golfos y olas pasaron sobre mí y dije: arrojado
estoy de la presencia de tus ojos; pero otra vez veré tu santo templo (lo cual dice, porque
aquí purifica Dios al alma para verlo); cercáronme las aguas hasta el alma, el abismo me
ciñó, el piélago me cubrió mi cabeza, a los extremos de los montes descendí; los
cerrojos de la tierra me encerraron para siempre. Los cuales cerrojos se entienden aquí a
este propósito por las imperfecciones del alma, que la tienen impedida que no goce esta
sabrosa contemplación.
4.- La cuarta manera de pena causa en el alma otra excelencia de esta oscura
contemplación, que es la majestad y grandeza de ella, la cual hace sentir en el alma otro
extremo que hay en ella de íntima pobreza y miseria; la cual es de las principales penas
que padece en esta purgación. Porque siente en sí un profundo vacío y pobreza de tres
maneras de bienes que se ordenan al gusto del alma, que son temporal, natural y
espiritual, viéndose puesta en los males contrarios, conviene a saber: miserias de
imperfecciones, sequedades y vacíos de las aprensiones de las potencias y desamparo
del espíritu en tiniebla. Que, por cuanto aquí purga Dios al alma según la sustancia
sensitiva y espiritual y según las potencias interiores y exteriores, conviene que el alma
sea puesta en vacío y pobreza y desamparo de todas estas partes, dejándola seca, vacía y
en tinieblas; porque la parte sensitiva se purifica en sequedad, y las potencias en su
vacío de sus aprensiones, y el espíritu en tiniebla oscura.
5. Todo lo cual hace Dios por medio de esta oscura contemplación; en la cual no sólo
padece el alma el vacío y suspensión de estos arrimos naturales y aprensiones, que es un
padecer muy congojoso, de manera que si a uno suspendiesen o detuviesen en el aire,
que no respirase, mas también está purgando el alma, aniquilando y vaciando o
consumiendo en ella, así como hace el fuego al orín y moho del metal, todas las
afecciones y hábitos imperfectos que ha contraído toda la vida. Que, por estar ellos muy
arraigados en la sustancia del alma, sobrepadece grave deshacimiento y tormento
interior, demás de la dicha pobreza y vacío natural y espiritual, para que se verifique
aquí la autoridad de Ezequiel que dice: Juntaré los huesos, y encenderlos he en fuego,
consumirse han las carnes y cocerse ha toda la composición, y deshacerse han los
huesos (Ez. 24, 10). En lo cual se entiende la pena que padece en el vacío y pobreza de
la sustancia del alma sensitiva y espiritual. Y sobre esto dice luego (24, 11): Ponedla
también así vacía sobre las ascuas, para que se caliente y se derrita su metal, y se
deshaga en medio de ella su inmundicia y sea consumido su moho. En lo cual se da a
entender la grave pasión que el alma aquí padece en la purgación del fuego de esta
contemplación, pues dice el profeta que para que se purifique y deshaga el orín de las
afecciones que están en medio del alma, es menester en cierta manera que ella misma se
aniquile y deshaga, según está ennaturalizada en estas pasiones e imperfecciones.
6. De donde, porque en esta fragua se purifica el alma como el oro en el crisol, según el
Sabio dice (Sab. 3, 6), siente este grande deshacimiento en la misma sustancia del alma,
con extremada pobreza, en que está como acabando, como se puede ver por lo que a
este propósito dijo David (Sal. 68, 2-4) por estas palabras, clamando a Dios: Sálvame,
Señor, porque han entrado las aguas hasta el alma mía; fijado estoy en el limo del
profundo, y no hay donde me sustente; vine hasta el profundo del mar, y la tempestad
me anegó; trabajé clamando, enronqueciéronseme mis gargantas, desfallecieron mis
ojos en tanto que espero en mi Dios.
En esto humilla Dios mucho al alma para ensalzarla mucho después y, si él no ordenase
que estos sentimientos, cuando se avivan en el alma, se adormeciesen presto, moriría
muy en breves días; mas son interpolados los ratos en que se siente su íntima viveza. Lo
cual algunas veces se siente tan a lo vivo, que la parece al alma que ve abierto el
infierno y la perdición. Porque de éstos son los que de veras descienden al infierno
viviendo (Sal. 54, 16), pues aquí se purgan a la manera que allí; porque esta purgación
es la que allí se había de hacer. Y así el alma que por aquí pasa, o no entra en aquel
lugar, o se detiene allí muy poco, porque aprovecha más una hora aquí que muchas allí.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 7
Prosigue en la misma materia de otras aflicciones y aprietos de la voluntad.
1. Las aflicciones de la voluntad y aprietos son aquí también inmensos y de manera que
algunas veces traspasan al alma en la súbita memoria de los males en que se ve, con la
incertidumbre de su remedio. Y añádese a esto la memoria de las prosperidades pasadas;
porque éstos, ordinariamente, cuando entran en esta noche, han tenido muchos gustos en
Dios y héchole muchos servicios, y esto les causa más dolor, ver que están ajenos de
aquel bien y que ya no pueden entrar en él. Esto dice Job (16, 13-17), también como lo
experimentó por aquellas palabras: Yo, aquél que solía ser opulento y rico, de repente
estoy deshecho y contrito; asióme la cerviz, quebrantóme y púsome como señuelo suyo
para herir en mí; cercóme con sus lanzas, llagó todos mis lomos, no perdonó, derramó
en la tierra mis entrañas, rompióme como llaga sobre llaga; embistió en mí como fuerte
gigante; cosí saco sobre mi piel, y cubrí con ceniza mi carne; mi rostro se ha hinchado
en llanto y cegádose mis ojos.
2. Tantas y tan graves son las penas de esta noche, y tantas autoridades hay en la
Escritura que a este propósito se podrían alegar, que nos faltaría tiempo y fuerzas
escribiendo, porque sin duda todo lo que se puede decir es menos. Por las autoridades
ya dichas se podrá barruntar algo de ello.
Y para ir concluyendo con este verso y dando a entender más lo que obra en el alma esta
noche, diré lo que en ella siente Jeremías (Lm. 3, 1-20), la cual por ser tanto, lo dice y
llora él por muchas palabras en esta manera: Yo, varón, que veo mi pobreza en la vara
de su indignación, hame amenazado, y trájome a las tinieblas, y no a la luz. ¡Tanto ha
vuelto y convertido su manos sobre mí todo el día! Hizo vieja mi piel y mi carne,
desmenuzó mis huesos; en rededor de mí hizo cerca, y cercóme de hiel y de trabajo; en
tenebrosidades me colocó, como muertos sempiternos. Cercó en rededor contra mí
porque no salga, agravóme las prisiones. Y también, cuando hubiere clamado y rogado,
ha excluido mi oración. Cerrádome ha mis salidas y vías con piedras cuadradas:
desbaratóme mis pasos. Oso acechador es hecho para mí, león en escondrijos. Mis
pisadas trastornó y desmenuzóme, púsome desamparada, extendió su arco, y púsome a
mi como señuelo a su saeta. Arrojó a mis entrañas las hijas de su aljaba. Hecho soy para
escarnio de todo el pueblo, y para risa y mofa de ellos todo el día. Llenádome ha de
amarguras, embriagóme con absintio. Por número me quebrantó mis dientes,
apacentóme con ceniza. Arrojada está mi alma de la paz, olvidado estoy de los bienes. Y
dije: frustrado y acabado está mi fin y pretensión y mi esperanza del Señor. Acuérdate
de mi pobreza y de mi exceso, del absintio y de la hiel. Acordarme he con memoria, y
mi alma en mí se deshará en penas.
3. Todos estos llantos hace Jeremías sobre este trabajo, en que pinta muy al vivo las
pasiones del alma en esta purgación y noche espiritual. De donde grande compasión
conviene tener al alma que Dios pone en esta tempestuosa y horrenda noche; porque,
aunque le corre muy buena dicha por los grandes bienes que de ella le han de nacer
cuando, como dice Job (12, 22), levantare Dios en el alma de las tinieblas profundos
bienes y produzca en luz la sombra de muerte, de manera que, como dice David (Sal.
138, 12), venga a ser su luz como fueron sus tinieblas; con todo eso, con la inmensa
pena con que anda penando, y por la grande incertidumbre que tiene de su remedio
(pues cree, como aquí dice este profeta, que no ha de acabarse su mal, pareciéndole,
como también dice David (Sal. 142, 3), que la colocó Dios en las oscuridades, como los
muertos del siglo, angustiándose por esto en ella su espíritu, y turbándose en ella su
corazón), es de haberle gran dolor y lástima.
Porque se añade a esto, a causa de la soledad y desamparo que en esta oscura noche la
causa, no hallar consuelo ni arrimo en ninguna doctrina ni en maestro espiritual; porque,
aunque por muchas vías le testifique las causas del consuelo que puede tener por los
bienes que hay en estas penas, no lo puede creer. Porque, como ella está tan embebida e
inmersa en aquel sentimiento de males en que ve tan claramente sus miserias, parécele
que, como ellos no ven lo que ella ve y siente, no la entendiendo dicen aquello, y, en
vez de consuelo, antes recibe nuevo dolor, pareciéndole que no es aquél el remedio de
su mal, y a la verdad así es. Porque hasta que el Señor acabe de purgarla de la manera
que él lo quiere hacer, ningún medio ni remedio le sirve ni aprovecha para su dolor;
cuánto más, que puede el alma tan poco en este puesto como el que tienen aprisionado
en una oscura mazmorra atado de pies y manos, sin poderse mover ni ver, ni sentir
algún favor de arriba ni de abajo, hasta que aquí se humille, ablande y purifique el
espíritu, y se ponga tan sutil y sencillo y delgado, que pueda hacerse uno con el espíritu
de Dios, según el grado que su misericordia quisiere concederle de unión de amor, que
conforme a esto es la purgación más o menos fuerte y de más o menos tiempo.
4. Mas, si ha de ser algo de veras, por fuerte que sea, dura algunos años; puesto que en
estos medios hay interpolaciones de alivios, en que por dispensación de Dios, dejando
esta contemplación oscura de embestir en forma y modo purgativo, embiste iluminativa
y amorosamente, en que el alma, bien como salida de tal mazmorra y tales prisiones, y
puesta en recreación de anchura y libertad, siente y gusta gran suavidad de paz y
amigabilidad amorosa con Dios con abundancia fácil de comunicación espiritual.
Lo cual es al alma indicio de la salud que va en ella obrando la dicha purgación y
prenuncio de la abundancia que espera. Y aún, que esto es tanto a veces, que le parece al
alma que son acabados ya sus trabajos. Porque de esta cualidad son las cosas
espirituales en el alma, cuando son más puramente espirituales, que, cuando son
trabajos, le parece al alma que nunca han de salir de ellos, y que se le acabaron ya los
bienes, como se ha visto por las autoridades alegadas; y, cuando son bienes espirituales,
también le parece al alma que ya se acabaron sus males, y que no le faltarán ya los
bienes, como David (Sal. 29, 7), viéndose en ellos, lo confesó, diciendo: Yo dije en mi
abundancia: No me moveré para siempre.
5. Y esto acaece porque la posesión actual de un contrario en el espíritu, de suyo
remueve la actual posesión y sentimiento del otro contrario; lo cual no acaece así en la
parte sensitiva del alma, por ser flaca de aprensión. Mas, como quiera que el espíritu
aún no está aquí bien purgado y limpio de las afecciones que de la parte inferior tiene
contraídas, aunque en cuanto espíritu no se mude, en cuanto está afectado con ellas se
podrá mudar en penas, como vemos que después se mudó David (Sal. 29, 7), sintiendo
muchos males y penas, aunque en el tiempo de su abundancia le había parecido y dicho
que no se había de mover jamás. Así el alma, como entonces se ve actuada con aquella
abundancia de bienes espirituales, no echando de ver la raíz de imperfección e impureza
que todavía le queda, piensa que se acabaron sus trabajos.
6. Mas este pensamiento las menos veces acaece, porque, hasta que está acabada de
hacer la purificación espiritual, muy raras veces suele ser la comunicación suave tan
abundante que le cubra la raíz que queda, de manera que deje el alma de sentir allá en el
interior un no sé qué que le falta o que está por hacer, que no le deja cumplidamente
gozar de aquel alivio, sintiendo ella dentro como un enemigo suyo, que, aunque está
como sosegado y dormido, se recela que volverá a revivir y hacer de las suyas. Y así es
que, cuando más segura está y menos se cata, vuelve a tragar y absorber el alma en otro
grado peor y más duro, oscuro y lastimero que el pasado, el cual dura otra temporada,
por ventura más larga que la primera. Y aquí el alma otra vez viene a creer que todos los
bienes están acabados para siempre; que no le basta la experiencia que tuvo del bien
pasado que gozó después del primer trabajo, en que también pensaba que ya no había
más que penar, para dejar de creer en este segundo grado de aprieto que estaba ya todo
acabado y que no volverá como la vez pasada. Porque, como digo, esta creencia tan
confirmada se causa en el alma de la actual aprensión del espíritu, que aniquila en él
todo lo que a ella es contrario.
7. Esta es la causa por que los que yacen en el purgatorio padecen grandes dudas de que
han de salir de allí jamás y de que se han de acabar sus penas. Porque, aunque
habitualmente tienen las tres virtudes teologales, que son fe, esperanza y caridad, la
actualidad que tienen del sentimiento de las penas y privación de Dios, no les deja gozar
del bien actual y consuelo de estas virtudes. Porque, aunque ellos echan de ver que
quieren bien a Dios, no les consuela esto; porque les parece que no les quiere Dios a
ellos ni que de tal cosa son dignos; antes, como se ven privados de él, puestos en sus
miserias, paréceles que tienen muy bien en sí por qué ser aborrecidos y desechados de
Dios con mucha razón para siempre.
Y así, el alma en esta purgación, aunque ella ve que quiere bien a Dios y que daría mil
vidas por él (como es así la verdad, porque en estos trabajos aman con muchas veras
estas almas a su Dios), con todo no le es alivio esto, antes le causa más pena; porque,
queriéndole ella tanto, que no tiene otra cosa que le dé cuidado, como se ve tan mísera,
no pudiendo creer que Dios la quiere a ella, ni que tiene ni tendrá jamás por qué, sino
antes tiene por qué ser aborrecida, no sólo de él, sino de toda criatura para siempre,
duélese de ver en sí causas por que merezca ser desechada de quien ella tanto quiere y
desea.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 8
De otras penas que afligen al alma en este estado.
1. Pero hay aquí otra cosa que al alma aqueja y desconsuela mucho, y es que, como esta
oscura noche la tiene impedidas las potencias y afecciones, ni puede levantar afecto ni
mente a Dios, ni le puede rogar, pareciéndole lo que a Jeremías (Lm. 3, 44), que ha
puesto Dios una nube delante porque no pase la oración. Porque esto quiere decir lo que
en la autoridad alegada (Lm. 3, 9) dice, es saber: Atrancó y cerró mis vías con piedras
cuadradas. Y si algunas veces ruega, es tan sin fuerza y sin jugo, que le parece que ni lo
oye Dios ni hace caso de ello, como también este profeta da a entender en la misma
autoridad (Lm. 3, 8), diciendo: Cuando clamare y rogare, ha excluido mi oración. A la
verdad no es éste tiempo de hablar con Dios, sino de poner, como dice Jeremías (Lm. 3,
29), su boca en el polvo, si por ventura le viniese alguna actual esperanza, sufriendo con
paciencia su purgación. Dios es el que anda aquí haciendo pasivamente la obra en el
alma; por eso ella no puede nada. De donde ni rezar ni asistir con advertencia a las cosas
divinas puede, ni menos en las demás cosas y tratos temporales. Tiene no sólo esto, sino
también muchas veces tales enajenamientos y tan profundos olvidos en la memoria, que
se le pasan muchos ratos sin saber lo que se hizo ni qué pensó, ni qué es lo que hace ni
qué va a hacer, ni puede advertir, aunque quiera, a nada de aquello en que está.
2. Que, por cuanto aquí no sólo se purga el entendimiento de su lumbre y la voluntad de
sus afecciones, sino también la memoria de sus discursos y noticias, conviene también
aniquilarla acerca de todas ellas, para que se cumpla lo que de sí dice David (Sal. 72,
22) en esta purgación, es a saber: Fui yo aniquilado y no supe. El cual no saber se
refiere aquí a estas insipiencias y olvidos de la memoria, las cuales enajenaciones y
olvidos son causados del interior recogimiento en que esta contemplación absorbe al
alma. Porque, para que el alma quede dispuesta y templada a lo divino con sus potencias
para la divina unión de amor, convenía que primero fuese absorta con todas ellas en esta
divina y oscura luz espiritual de contemplación, y así fuese abstraída de todas las
afecciones y aprensiones de criatura, lo cual singularmente dura según es la intensión. Y
así, cuanto esta divina luz embiste más sencilla y pura en el alma, tanto más la oscurece,
vacía y aniquila acerca de sus aprensiones y afecciones particulares, así de cosas de
arriba como de abajo; y también, cuanto menos sencilla y pura embiste, tanto menos la
priva y menos oscura le es. Que es cosa que parece increíble decir que la luz
sobrenatural y divina tanto más oscurece al alma cuanto ella tiene más de claridad y
pureza; y cuanto menos, le sea menos oscura. Lo cual se entiende bien si consideramos
lo que arriba queda probado con la sentencia del Filósofo, conviene a saber; que las
cosas sobrenaturales tanto son a nuestro entendimiento más oscuras, cuanto ellas en sí
son más claras y manifiestas.
3. Y, para que más claramente se entienda, pondremos aquí una semejanza de la luz
natural y común. Vemos que el rayo del sol que entra por la ventana, cuanto más limpio
y puro es de átomos, tanto menos claramente se ve, y cuanto más de átomos y motas
tiene el aire, tanto parece más claro al ojo. La causa es porque la luz no es la que por sí
misma se ve, sino el medio con que se ven las demás cosas que embiste; y entonces ella,
por la reverberación que hace en ellas, también se ve, y si no diese en ellas, ni ellas ni
ella se verían; de tal manera que, si el rayo del sol entrase por la ventana de un aposento
y pasase por otra de la otra parte por medio del aposento, como no topase en alguna
cosa ni hubiese en el aire átomos en que reverberar, no tendría el aposento más luz que
antes, ni el rayo se echaría de ver; antes, si bien se mirase, entonces hay más oscuridad
por donde está el rayo, porque priva y oscurece algo de la otra luz, y él no se ve, porque,
como habemos dicho, no hay objetos visibles en que pueda reverberar.
4. Pues ni más ni menos hace este divino rayo de contemplación en el alma, que,
embistiendo en ella con su lumbre divina, excede la natural del alma, y en esto la
oscurece y priva de todas las aprensiones y afecciones naturales que antes mediante la
luz natural aprehendía: y así, no sólo la deja oscura, sino también vacía según las
potencias y apetitos, así espirituales como naturales, y, dejándola así vacía y a oscuras,
la purga e ilumina con divina luz espiritual, sin pensar el alma que la tiene, sino que está
en tinieblas, como habemos dicho del rayo, que, aunque está en medio del aposento, si
está puro y no tiene en qué topar, no se ve. Pero en esta luz espiritual de que está
embestida el alma, cuando tiene en qué reverberar, esto es, cuando se ofrece alguna cosa
que entender espiritual y de perfección o de imperfección, por mínimo átomo que sea, o
juicio de lo que es falso o verdadero, luego lo ve y entiende mucho más claramente que
antes que estuviese en estas oscuridades. Y, ni más ni menos conoce la luz que tiene
espiritual para conocer con facilidad la imperfección que se le ofrece, así como cuando
el rayo que habemos dicho está oscuro en el aposento, aunque él no se ve, si se ofrece
pasar por él una mano o cualquiera cosa, luego se ve la mano, y se conoce que estaba
allí aquella luz del sol.
5. Donde, por ser esta luz espiritual tan sencilla, pura y general, no afectada ni
particularizada a ningún particular inteligible natural ni divino, pues acerca de todas
estas aprensiones tiene las potencias del alma vacías y aniquiladas, de aquí es que con
grande generalidad y facilidad conoce y penetra el alma cualquiera cosa de arriba o de
abajo que se ofrece; que por eso dijo el Apóstol (1 Cor. 2, 10) que el espiritual todas las
cosas penetra, hasta los profundos de Dios. Porque de esta sabiduría general y sencilla
se entiende lo que por el Sabio (Sab. 7, 24) dice el Espíritu Santo, es a saber: Que toca
hasta doquiera por su pureza, es a saber, porque no se particulariza a ningún particular
inteligible ni afección.
Y ésta es la propiedad del espíritu purgado y aniquilado acerca de todas particulares
afecciones e inteligencias, que, en este no gustar nada ni entender nada en particular,
morando en su vacío y tiniebla, lo abraza todo con grande disposición, para que se
verifique en él lo de san Pablo (2 Cor. 6, 10): Nihil habentes, et omnia possidentes.
Porque tal bienaventuranza se debe a tal pobreza de espíritu.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 9
Cómo aunque esta noche oscurece al espíritu, es para ilustrarle y darle luz.
1. Resta, pues, decir aquí que en esta dichosa noche, aunque oscurece el espíritu, no lo
hace sino por darle luz todas las cosas; y, aunque lo humilla y pone miserable, no es
sino para ensalzarle y levantarle; y, aunque le empobrece y vacía de toda posesión y
afección natural, no es sino para que divinamente pueda extender a gozar y gustar de
todas las cosas de arriba y de abajo, siendo con libertad de espíritu general en todo.
Porque, así como los elementos para que se comuniquen en todos los compuestos y
entes naturales, conviene que con ninguna particularidad de color, olor ni sabor estén
afectados, para poder concurrir con todos los sabores, olores y colores, así al espíritu le
conviene estar sencillo, puro y desnudo de todas maneras de afecciones naturales, así
actuales como habituales, para poder comunicar con libertad con la anchura del espíritu
con divina Sabiduría, en que por su limpieza gusta todos los sabores de todas las cosas
con cierta eminencia de excelencia. Y sin esta purgación en ninguna manera podrá
sentir ni gustar la satisfacción de toda esta abundancia de sabores espirituales; porque
una sola afición que tenga o particularidad a que esté el espíritu asido, actual o
habitualmente, basta para no sentir ni gustar ni comunicar la delicadeza e íntimo sabor
del espíritu de amor, que contiene en sí todos los sabores con gran eminencia.
2. Porque, así como los hijos de Israel, sólo porque les había quedado una sola afición y
memoria de las carnes y comidas de Egipto (Ex. 16, 3), no podían gustar del delicado
pan de ángeles en el desierto, que era el maná, el cual, como dice la divina Escritura
(Sab. 16, 21), tenía suavidad de todos los gustos y se convertía al gusto que cada uno
quería, así no puede llegar a gustar los deleites del espíritu de libertad, según la voluntad
desea, el espíritu que todavía estuviere afectado con alguna afición actual o habitual, o
con particulares inteligencias o cualquiera otra aprehensión.
La razón de esto es porque las afecciones, sentimientos y aprehensiones del espíritu
perfecto, porque son divinas, son de otra suerte y género tan diferente de lo natural y
eminente, que, para poseer las unas actual y habitualmente, habitual y actualmente se
han de expeler y aniquilar las otras, como hacen dos contrarios, que no pueden estar
juntos en un sujeto. Por tanto, conviene mucho y es necesario para que el alma haya de
pasar a estas grandezas, que esta noche oscura de contemplación la aniquile y deshaga
primero en sus bajezas, poniéndola a oscuras, seca y apretada y vacía; porque la luz que
se le ha de dar es una altísima luz divina que excede toda luz natural, que no cabe
naturalmente en el entendimiento.
3. Y así, conviene que, para que el entendimiento pueda llegar a unirse con ella y
hacerse divino en el estado de perfección, sea primero purgado y aniquilado en su
lumbre natural, poniéndole actualmente a oscuras por medio de esta oscura
contemplación. La cual tiniebla conviene que le dure tanto cuanto sea menester para
expeler y aniquilar el hábito que de mucho tiempo tiene en su manera de entender en sí
formado y, en su lugar, quede la ilustración y luz divina. Y así, por cuanto aquella
fuerza que tenía de entender antes es natural, de aquí se sigue que las tinieblas que aquí
padece son profundas y horribles y muy penosas, porque, como se sienten en la
profunda sustancia del espíritu, parecen tinieblas sustanciales.
Ni más ni menos, por cuanto la afección de amor que se le ha de dar en la divina unión
de amor es divina, y por eso muy espiritual, sutil y delicada y muy interior, que excede a
todo afecto y sentimiento de la voluntad, y todo apetito de ello, conviene que, para que
la voluntad pueda venir a sentir y gustar por unión de amor esta divina afección y
deleite tan subido, que no cae en la voluntad naturalmente, sea primero purgada y
aniquilada en todas sus afecciones y sentimientos, dejándola en seco y en aprieto, tanto
cuanto conviene según el hábito que tenía de naturales afecciones, así acerca de lo
divino como de lo humano, para que, extenuada y enjuta y bien extricada en el fuego de
esta divina contemplación de todo género de demonio, como el corazón del pez de
Tobías en las brasas (Tb. 6, 19), tenga disposición pura y sencilla y el paladar purgado y
sano para sentir los subidos y peregrinos toques del divino amor en que se verá
transformada divinamente, expelidas todas las contrariedades actuales y habituales,
como decimos, que antes tenía.
4. También porque en la dicha unión, a que la dispone y encamina esta oscura noche, ha
de estar el alma llena y dotada de cierta magnificencia gloriosa en la comunicación con
Dios, que encierra en sí innumerables bienes de deleites que exceden toda la abundancia
que el alma naturalmente puede poseer, porque en tan flaco e impuro natural no la
puede recibir, porque, según dice Isaías (64, 4): Ni ojo lo vio, ni oído lo oyó, ni cayó en
corazón humano lo que aparejó, etc., conviene que primero sea puesta el alma en vacío
y pobreza de espíritu, purgándola de todo arrimo, consuelo y aprensión natural acerca
de todo lo de arriba y de abajo, para que, así vacía, esté bien pobre de espíritu y desnuda
del hombre viejo para vivir aquella nueva y bienaventurada vida que por medio de esta
noche se alcanza, que es el estado de la unión con Dios.
5. Y porque el alma ha de venir a tener un sentido y noticia divina muy generosa y
sabrosa acerca de todas las cosas divinas y humanas que no cae en el común sentir y
saber natural del alma (que les mirará con ojos tan diferentes que antes, como difiere el
espíritu del sentido y lo divino de lo humano), conviénele al espíritu adelgazarse y
curtirse acerca del común y natural sentir, poniéndole por medio de esta purgativa
contemplación en grande angustia y aprieto, y a la memoria remota de toda amigable y
pacífica noticia, con sentido interior y temple de peregrinación y extrañez de todas las
cosas, en que le parece que todas son extrañas y de otra manera que solían ser.
Porque en esto va sacando esta noche al espíritu de su ordinario y común sentir de las
cosas, para traerle a sentido divino, el cual es extraño y ajeno de toda humana manera.
Aquí le parece el alma que anda fuera de sí en penas. Otras veces piensa si es
encantamiento el que tiene o embelesamiento, y anda maravillada de las cosas que ve y
oye, pareciéndole muy peregrinas y extrañas, siendo las mismas que solía tratar
comúnmente; de lo cual es causa el irse ya haciendo remota el alma y ajena del común
sentido y noticia acerca de las cosas, para que, aniquilada en éste, quede informada en el
divino, que es más de la otra vida que de ésta.
6. Todas estas aflictivas purgaciones del espíritu para reengendrarlo en vida de espíritu
por medio de esta divina influencia, las padece el alma, y con estos dolores viene a parir
el espíritu de salud, porque se cumpla la sentencia de Isaías (26, 17-18), que dice: De tu
faz, Señor, concebimos, y estuvimos con dolores de parto, y parimos el espíritu de
salud.
Demás de esto, porque por medio de esta noche contemplativa se dispone el alma para
venir a la tranquilidad y paz interior, que es tal y tan deleitable que, como dice la
Iglesia, excede todo sentido (Fil. 4, 7), conviénele al alma que toda la paz primera que,
por cuanto estaba envuelta con imperfecciones, no era paz, aunque a la dicha alma le
parecía (porque andaba a su sabor, que era paz, paz, dos voces, esto es, que tenía ya
adquirida la paz del sentido y del espíritu, según se veía llena de abundancias
espirituales) que esta paz del sentido y del espíritu, que, como digo, aún es imperfecta,
sea primero purgada en ella y quitada y perturbada de la paz, como lo sentía y lloraba
Jeremías en la autoridad que de él alegamos para declarar las calamidades de esta noche
pasada, diciendo: Quitada y despedida está mi alma de la paz (Lm. 3, 17).
7. Esta es una penosa turbación de muchos recelos, imaginaciones y combates que tiene
el alma dentro de sí, en que, con la aprehensión y sentimiento de las miserias en que se
ve, sospecha que está perdida y acabados sus bienes para siempre. De aquí es que trae
en el espíritu un dolor y gemido tan profundo que le causa fuertes rugidos y bramidos
espirituales, pronunciándolos a veces por la boca, y resolviéndose en lágrimas cuando
hay fuerza y virtud para poderlo hacer, aunque las menos veces hay este alivio.
David declara muy bien esto, como quien tan bien lo experimentó, en un salmo (37, 9)
diciendo: Fui muy afligido y humillado, rugía del gemido de mi corazón. El cual rugido
es cosa de gran dolor, porque algunas veces, con la súbita y aguda memoria de estas
miserias en que se ve el alma, tanto se levanta y cerca en dolor y pena las afecciones del
alma, que no sé cómo se podrá dar a entender sino por la semejanza que el profeta Job
(3, 24), estando en el mismo trabajo de él, por estas palabras dice: De la manera que son
las avenidas de las aguas, así el rugido mío; porque así como algunas veces las aguas
hacen tales avenidas que todo lo anegan y llenan, así este rugido y sentimiento del alma
algunas veces crece tanto, que, anegándola y traspasándola toda, llena de angustias y
dolores espirituales todos sus afectos profundos y fuerzas sobre todo lo que se puede
encarecer.
8. Tal es la obra que en ella hace esta noche encubridora de las esperanzas de la luz del
día. Porque a este propósito dice también el profeta Job (30, 17): En la noche es
horadada mi boca con dolores, y los que me comen no duermen. Porque aquí por la
boca se entiende la voluntad, la cual es traspasada con estos dolores que en despedazar
al alma ni cesan ni duermen, porque las dudas y recelos que traspasan al alma así nunca
duermen.
9. Profunda es esta guerra y combate, porque la paz que espera ha de ser muy profunda;
y el dolor espiritual es íntimo y delgado, porque el amor que ha de poseer ha de ser
también muy íntimo y apurado; porque, cuanto más íntima y esmerada ha de ser y
quedar la obra, tanto más íntima, esmerada y pura ha de ser la labor, y tanto más fuerte
cuando el edificio más firme. Por eso, como dice Job (30, 16, 27), se está marchitando
en sí misma el alma, e hirviendo sus interiores sin alguna esperanza.
Y ni más ni menos, porque el alma ha de venir a poseer y gozar en el estado de
perfección, a que por medio de esta purgativa noche camina, a innumerables bienes de
dones y virtudes, así según la sustancia del alma como también según las potencias de
ella, conviene que primero generalmente se vea y sienta ajena y privada de todos ellos y
vacía y pobre de ellos, y le parezca que de ellos está tan lejos, que no se pueda persuadir
que jamás ha de venir a ellos, sino que todo bien se le acabó; como también lo da a
entender Jeremías en la dicha autoridad (Lm. 3, 17), cuando dice: Olvidado estoy de los
bienes.
10. Pero veamos ahora cuál sea la causa por que siendo esta luz de contemplación tan
suave y amigable para el alma, que no hay más que desear (pues, como arriba queda
dicho, es la misma con que se ha de unir el alma y hallar en ella todos los bienes en el
estado de la perfección que desea), le cause con su embestimiento a estos principios tan
penosos y esquivos efectos como aquí habemos dicho.
11. A esta duda fácilmente se responde diciendo lo que ya en parte habemos dicho, y es
que la causa de esto es que no hay de parte de la contemplación e infusión divina cosa
que de suyo pueda dar pena, antes mucha suavidad y deleite, como después se dirá, sino
que la causa es la flaqueza e imperfección que entonces tiene el alma, y disposiciones
que en sí tiene y contrarios para recibirlos; en los cuales embistiendo la dicha lumbre
divina, ha de padecer el alma de la manera ya dicha.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 10
Explícase de raíz esta purgación por una comparación.
1. De donde, para mayor claridad de lo dicho y de lo que se ha de decir, conviene aquí
notar que esta purgativa y amorosa noticia o luz divina que aquí decimos, de la misma
manera se ha en el alma, purgándola y disponiéndola para unirla consigo perfectamente,
que se ha el fuego en el madero para transformarle en sí. Porque el fuego material, en
aplicándose al madero, lo primero que hace es comenzarle a secar, echándole la
humedad fuera y haciéndole llorar el agua que en sí tiene; luego le va poniendo negro,
oscuro y feo, y aun de mal olor, y, yéndole secando poco a poco, le va sacando a luz y
echando afuera todos los accidentes feos y oscuros que tiene contrarios a fuego; y,
finalmente, comenzándole a inflamar por de fuera y calentarle, viene a transformarle en
sí y ponerle tan hermoso como el mismo fuego. En el cual término ya de parte del
madero ninguna pasión hay ni acción propia, salva la gravedad y cantidad más espesa
que la del fuego, porque las propiedades del fuego y acciones tiene en sí; porque está
seco, y seca; está caliente, y calienta; está claro y esclarece; está ligero mucho más que
antes, obrando el fuego en él estas propiedades y efectos.
2. A este mismo modo, pues, habemos de filosofar acerca de este divino fuego de amor
de contemplación, que, antes que una y transforme el alma en sí, primero la purga de
todos sus accidentes contrarios; hácela salir afuera sus fealdades y pónela negra y
oscura, y así parece peor que antes y más fea y abominable que solía. Porque, como esta
divina purga anda removiendo todos los malos y viciosos humores, que por estar ellos
muy arraigados y asentados en el alma, no los echaba ella de ver, y así no entendía que
tenía en sí tanto mal; y ahora, para echarlos fuera y aniquilarlos, se los ponen al ojo, y
los ve tan claramente alumbrada por esta oscura luz de divina contemplación (aunque
no es peor que antes, ni en sí ni para con Dios), como ve en sí lo que antes no veía,
parécele claro que está mal, que no sólo no está para que Dios la vea, mas que está para
que la aborrezca, y que ya la tiene aborrecida. De esta comparación podemos ahora
entender muchas cosas acerca de lo que vamos diciendo y pensamos decir.
3. Lo primero, podemos entender cómo la misma luz y sabiduría amorosa que se ha de
unir y transformar en el alma, es la misma que al principio la purga y dispone; así como
el mismo fuego que transforma en sí al madero incorporándose en él, es el que primero
le estuvo disponiendo para el mismo efecto.
4. Lo segundo, echaremos de ver cómo estas penalidades no las siente el alma de parte
de la dicha sabiduría, pues, como dice el Sabio (Sab. 7, 11), todos los bienes juntos le
vienen al alma con ella, sino de parte de la flaqueza e imperfección que tiene el alma
para no poder recibir sin esta purgación su luz divina, suavidad y deleite (así como el
madero, que no puede luego que se le aplica el fuego ser transformado hasta que sea
dispuesto), y por eso pena tanto. Lo cual el Eclesiástico (51, 29) aprueba bien, diciendo
lo que él padeció para venir a unirse con ella y gozarla, diciendo así: Mi ánima agonizó
en ella, y mis entrañas se enturbiaron en adquirirla; por eso poseeré buena posesión.
5. Lo tercero, podemos sacar de aquí de camino la manera de penar de los del
purgatorio. Porque el fuego no tendría en ellos poder, aunque se les aplicase, si ellos no
tuviesen imperfecciones en qué padecer, que son la materia en que allí puede el fuego;
la cual acabada, no hay más que arder; como aquí, acabadas las imperfecciones, se
acaba el penar del alma y queda el gozar.
6. Lo cuarto, sacaremos de aquí cómo al modo que se va purgando y purificando por
medio de este fuego de amor, se va más inflamando en amor; así como el madero, al
modo y paso que se va disponiendo, se va más calentando. Aunque esta inflamación de
amor no siempre la siente el alma, sino algunas veces cuando deja de embestir la
contemplación tan fuertemente, porque entonces tiene lugar el alma de ver y aun de
gozar la labor que se va haciendo, porque se la descubren; porque parece que alzan la
mano de la obra y sacan al hierro de la hornaza para que parezca en alguna manera la
labor que se va haciendo; y entonces hay lugar para que el alma eche de ver en sí el bien
que no veía cuando andaba la obra. Así también, cuando deja de herir la llama en el
madero, se da lugar para que se vea bien cuánto haya inflamádole.
7. Lo quinto, sacaremos también de esta comparación lo que arriba queda dicho,
conviene a saber, cómo sea verdad que después de estos alivios vuelve el alma a
padecer más intensa y delgadamente que antes. Porque, después de aquella muestra, que
se hace después que se han purificado las imperfecciones más de afuera, vuelve el fuego
de amor a herir en lo que está por consumir y purificar más adentro. En lo cual es más
íntimo y sutil y espiritual el padecer del alma, cuanto le va adelgazando las más íntimas
y delgadas y espirituales imperfecciones y más arraigadas en lo más adentro. Y esto
acaece al modo que en el madero: cuando el fuego va entrando más adentro, va con más
fuerza y furor disponiendo a lo más interior para poseerlo.
8. Lo sexto, se sacará también de aquí la causa por que le parece al alma que todo bien
se le acabó y que está llena de males, pues otra cosa en este tiempo no la llega sino todo
amarguras; así también como al madero, que aire ni otra cosa da en él más que fuego
consumidor. Pero, después que se hagan otras muestras como las primeras, gozará más
de adentro, porque ya se hizo la purificación más adentro.
9. Lo séptimo, sacaremos que, aunque el alma se goza muy anchamente en estos
intervalos (tanto que, como dijimos, a veces le parece que no han de volver más), con
todo, cuando han de volver presto, no deja de sentir, si advierte (y a veces ella se hace
advertir) una raíz que queda, que no deja tener el gozo cumplido, porque parece que está
amenazando para volver a embestir; y cuando es así, presto vuelve. En fin, aquello que
está por purgar e ilustrar más adentro, no se puede bien encubrir al alma acerca de lo ya
purificado; así como también en el madero lo que más adentro está por ilustrar es bien
sensible la diferencia que tiene de lo purgado; y cuando vuelve a embestir más adentro
esta purificación no hay que maravillar que le parezca al alma otra vez que todo el bien
se le acabó, y que no piense volver más a los bienes, pues que, puesta en pasiones más
interiores, todo el bien de afuera se le cegó.
10. Llevando, pues, delante de los ojos esta comparación con la noticia que ya queda
dada sobre el primer verso de la primera canción de esta oscura noche y de sus
propiedades terribles, será bueno salir de estas cosas tristes del alma y comenzar ya a
tratar del fruto de sus lágrimas y de sus propiedades dichosas, que se comienzan a cantar
desde este segundo verso:
Con ansias en amores inflamada.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 11
Comiénzase a explicar el segundo verso de la primera canción. Dice cómo el alma, por
fruto de estos rigurosos aprietos, se halla con vehemente pasión de amor divino.
1. En el cual verso da a entender el alma el fuego de amor que habemos dicho, que, a
manera del fuego material en el madero, se va prendiendo en el alma en esta noche de
contemplación penosa. La cual inflamación, aunque es en cierta manera como la que
arriba declaramos que pasaba en la parte sensitiva del alma, es en alguna manera tan
diferente de aquélla ésta que ahora dice, como lo es el alma del cuerpo, o la parte
espiritual de la sensitiva. Porque ésta es una inflamación de amor en el espíritu en que,
en medio de estos oscuros aprietos, se siente estar herida el alma viva y agudamente en
fuerte amor divino en cierto sentimiento y barrunto de Dios, aunque sin entender cosa
particular, porque, como decimos, el entendimiento está a oscuras.
2. Siéntese aquí el espíritu apasionado en amor mucho, porque esta inflamación
espiritual hace pasión de amor; que, por cuanto este amor es infuso, es más pasivo que
activo, y así engendra en el alma pasión fuerte de amor. Va teniendo ya este amor algo
de unión con Dios, y así participa algo de sus propiedades, las cuales son más acciones
de Dios que de la misma alma, las cuales se sujetan en ella pasivamente; aunque el alma
lo que aquí hace es dar el consentimiento; mas al calor y fuerza, y temple y pasión de
amor o inflamación, como aquí la llama el alma, sólo el amor de Dios que se va uniendo
con ella se le pega. El cual amor tanto más lugar y disposición halla con el alma para
unirse y herir en ella, cuanto más encerrados, enajenados e inhabilitados le tiene todos
los apetitos para gustar de cosa del cielo ni de la tierra.
3. Lo cual en esta oscura purgación, como ya queda dicho, acaece en gran manera, pues
tiene Dios tan destetados los gustos y tan recogidos, que no pueden gustar de cosa que
ellos quieran. Todo lo cual hace Dios a fin de que, apartándolos y recogiéndolos todos
para sí, tenga el alma más fortaleza y habilidad para recibir esta fuerte unión de amor de
Dios, que por este medio purgativo le comienza ya a dar, en que el alma ha de amar con
gran fuerza de todas las fuerzas y apetitos espirituales y sensitivos del alma: lo cual no
podría ser si ellos se derramasen en gustar de otra cosa. Que, por eso, para poder David
recibir la fortaleza del amor de esta unión de Dios, decía a Dios (Sal. 58, 10): Mi
fortaleza guardaré para ti, esto es, de toda la habilidad y apetitos y fuerzas de mis
potencias, no queriendo emplear su operación ni gusto fuera de ti en otra cosa.
4. Según esto, en alguna manera se podría considerar cuánta y cuán fuerte podrá ser esta
inflamación de amor en el espíritu, donde Dios tiene recogidas todas las fuerzas,
potencias y apetitos del alma, así espirituales como sensitivas, para que toda esta
armonía emplee sus fuerzas y virtud en este amor, y así venga a cumplir de veras con el
primer precepto, que, no desechando nada del hombre ni excluyendo cosa suya de este
amor, dice (Dt. 6, 5): Amarás a tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu mente, y de toda
tu alma, y de todas tus fuerzas.
5. Recogidos aquí, pues, en esta inflamación de amor todos los apetitos y fuerzas del
alma, estando ella herida y tocada, según todos ellos, y apasionada, ¿cuáles podremos
entender que serán los movimientos y digresiones de todas estas fuerzas y apetitos,
viéndose inflamadas y heridas de fuerte amor y sin la posesión y satisfacción de él, en
oscuridad y duda?; sin duda, padeciendo hambre, como los canes, que dice David (Sal.
58, 7, 15-16) rodearon la ciudad, y, no se viendo hartos de este amor, quedaron
ahullando y gimiendo. Porque el toque de este amor y fuego divino de tal manera seca
al espíritu y le enciende tanto los apetitos por satisfacer su sed de este divino amor, que
da mil vueltas en sí y se ha de mil modos y maneras a Dios con la codicia y deseo del
apetito. David da muy bien a entender esto en un salmo (62, 2), diciendo: Mi alma tuvo
sed de ti: ¡cuán de muchas maneras se ha mi carne a ti!, esto es, en deseos. Y otra
translación dice: Mi alma tuvo sed de ti, mi alma se pierde o perece por ti.
6. Esta es la causa por que dice el alma en el verso que "con ansias en amores" y no
dice: "con ansias en amor inflamada", porque en todas las cosas y pensamientos que en
sí revuelve y en todos los negocios y cosas que se le ofrecen ama de muchas maneras, y
desea y padece en el deseo también a este modo en muchas maneras en todos los
tiempos y lugares, no sosegando en cosa, sintiendo esta ansia en la inflamada herida,
según el profeta Job (7, 2-4) lo da a entender, diciendo: Así como el siervo desea la
sombra y como el mercenario desea el fin de su obra, así tuve yo los meses vacíos y
conté las noches prolijas y trabajosas para mí. Si me recostare a dormir, diré: ¿cuándo
me levantaré? Y luego esperaré la tarde, y seré lleno de dolores hasta las tinieblas de la
noche.
Hácesele a esta alma todo angosto, no cabe en sí, no cabe en el cielo ni en la tierra, y
llénase de dolores hasta las tinieblas que aquí dice Job, hablando espiritualmente y a
nuestro propósito: esperar y padecer sin consuelo de cierta esperanza de alguna luz y
bien espiritual, como aquí lo padece el alma. De donde el ansia y pena de esta alma en
esta inflamación de amor es mayor, por cuanto es multiplicada de dos partes: lo uno, de
parte de las tinieblas espirituales en que se ve, que con sus dudas y recelos la afligen; lo
otro, de parte del amor de Dios, que la inflama y estimula, que con su herida amorosa ya
maravillosamente la atemoriza.
7. Las cuales dos maneras de padecer en semejante sazón da bien a entender Isaías (26,
9), diciendo: Mi alma te deseó en la noche, esto es, en la miseria; y ésta es la una
manera de padecer de parte de esta noche oscura. Pero con mi espíritu, dice, en mis
entrañas hasta la mañana velaré por ti; y ésta es la segunda manera de penar en deseo y
ansia de parte del amor en las entrañas del espíritu, que son las afecciones espirituales.
Pero en medio de estas penas oscuras y amorosas siente el alma cierta compañía y
fuerza en su interior, que la acompaña y esfuerza tanto, que, si se le acaba este peso de
apretada tiniebla, muchas veces se siente sola, vacía y floja. Y la causa es entonces que,
como la fuerza y eficacia del alma era pegada y comunicada pasivamente del fuego
tenebroso de amor que en ella embestía, de aquí es que, cesando de embestir en ella,
cesa la tiniebla y la fuerza y calor de amor en el alma.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 12
Dice cómo esta horrible noche es purgatorio, y cómo en ella ilumina la divina Sabiduría
a los hombres en el suelo con la misma iluminación que purga e ilumina a los ángeles
en el cielo.
1. Por lo dicho echaremos de ver cómo esta oscura noche de fuego amoroso, así como a
oscuras va al alma inflamando. Echaremos de ver también cómo, así como se purgan los
espíritus en la otra vida con fuego tenebroso material, en esta vida se purgan y limpian
con fuego amoroso tenebroso espiritual; porque ésta es la diferencia: que allá se limpian
con fuego, y acá se limpian e iluminan sólo con amor. El cual amor pidió David (Sal.
50, 12)) cuando dijo: Cor mundum crea in me, Deus, etc. Porque la limpieza de corazón
no es menos que el amor y gracia de Dios; porque los limpios de corazón son llamados
por nuestro Salvador bienaventurados (Mt. 5, 8), lo cual es tanto como decir
"enamorados", pues que la bienaventuranza no se da por menos que amor.
2. Y que se purgue iluminándose el alma con este fuego de sabiduría amorosa (porque
nunca da Dios sabiduría mística sin amor, pues el mismo amor la infunde), muéstralo
bien Jeremías (Lm. 1, 13) donde dice: Envió fuego en mis huesos y enseñóme. Y David
(Sal. 111, 7) dice que la sabiduría de Dios es plata examinada en fuego, esto es, en
fuego purgativo de amor. Porque esta oscura contemplación juntamente infunde en el
alma amor y sabiduría, a cada uno según su capacidad y necesidad, alumbrando al alma
y purgándola, como dice el Sabio (Ecli. 51, 25-26) de sus ignorancias, como dice que lo
hizo con él.
3. De aquí también inferiremos que purga estas almas y las ilumina la misma Sabiduría
de Dios que purga a los ángeles de sus ignorancias, haciéndolos saber, alumbrándolos
de lo que no sabían, derivándose desde Dios por las jerarquías primeras hasta las
postreras, y de ahí a los hombres. Que, por eso, todas las obras que hacen los ángeles e
inspiraciones, se dicen con verdad en la Escritura y propiedad hacerlas Dios y hacerlas
ellos; porque de ordinario las deriva por ellos, y ellos también de unos en otros sin
alguna dilación, así como el rayo del sol comunicado de muchas vidrieras ordenadas
entre sí; que, aunque es verdad que de suyo el rayo pasa por todas, todavía cada una le
envía e infunde en la otra más modificado, conforme al modo de aquella vidriera, algo
más abreviada y remisamente, según ella está más o menos cerca del sol.
4. De donde se sigue que los superiores espíritus y los de abajo, cuanto más cercanos
están a Dios, más purgados están y clarificados con más general purificación; y que los
postreros recibirán esta iluminación muy más tenue y remota. De donde se sigue que el
hombre, que está el postrero, hasta el cual se viene derivando esta contemplación de
Dios amorosa, cuando Dios se la quiere dar, que la ha de recibir a su modo, muy
limitada y penosamente.
Porque la luz de Dios que al ángel ilumina, esclareciéndole y suavizándole en amor, por
ser puro espíritu, dispuesto para la tal infusión, al hombre, por ser impuro y flaco,
naturalmente le ilumina, como arriba queda dicho, oscureciéndole, dándole pena y
aprieto, como hace el sol al ojo legañoso y enfermo, y le enamora apasionada y
aflictivamente, hasta que este mismo fuego de amor le espiritualice y sutilice,
purificándole hasta que con suavidad pueda recibir la unión de esta amada influencia a
modo de los ángeles y ya purgado, como después diremos, mediante el Señor. Pero, en
el entretanto, esa contemplación y noticia amorosa recíbela con el aprieto y ansia de
amor que decimos aquí.
5. Esta inflamación y ansia de amor no siempre el alma la anda sintiendo; porque a los
principios que comienza esta purgación espiritual, todo se le va a este divino fuego más
en enjugar y disponer la madera del alma que en calentarla; pero ya, andando el tiempo,
cuando ya este fuego va calentando el alma, muy de ordinario siente esta inflamación y
calor de amor.
Aquí, como se va más purgando el entendimiento por medio de esta tiniebla, acaece que
algunas veces esta mística y amorosa teología, juntamente con inflamar la voluntad,
hiere también ilustrando la otra potencia del entendimiento con alguna noticia y lumbre
divina, tan sabrosa y delgadamente, que, ayudada de ella, la voluntad se afervora
maravillosamente, ardiendo en ella, sin ella hacerse nada, ese divino fuego de amor en
vivas llamas, de manera que ya al alma le parece él vivo fuego por causa de la viva
inteligencia que se le da. Y de aquí es aquello que dice David en un salmo (38, 4),
diciendo: Calentóse mi corazón dentro de mí, y cierto fuego, en tanto que yo entendía,
se encendía.
6. Y este entendimiento de amor con unión de estas dos potencias, entendimiento y
voluntad, que se unen aquí, es cosa de gran riqueza y deleite para el alma; porque es
cierto toque en la Divinidad y ya principios de la perfección de la unión de amor que
espera. Y así, a este toque de tan subido sentir y amor de Dios no se llega sino habiendo
pasado muchos trabajos y gran parte de la purgación; mas para otros más bajos, que
muy ordinariamente acaecen, no es menester tanta purgación.
7. De lo que habemos dicho aquí se colige cómo en estos bienes espirituales, que
pasivamente se infunden por Dios en el alma, puede muy bien amar la voluntad sin
entender el entendimiento, así como el entendimiento puede entender sin que ame la
voluntad; porque, pues esta noche oscura de contemplación consta de luz divina y amor,
así como el fuego tiene luz y calor, no es inconveniente que, cuando se comunica esta
luz amorosa, algunas veces hiera más en la voluntad, inflamándola con el amor, dejando
a oscuras al entendimiento sin herir en él con la luz; y otras, alumbrándole con la luz,
dando inteligencia, dejando seca la voluntad, como también acaece poder recibir el calor
del fuego sin ver la luz, y también ver la luz sin recibir el calor del fuego, y esto
obrándolo el Señor que infunde como quiere.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 13
De otros sabrosos efectos que obra en el alma esta oscura noche de contemplación.
1. Por este modo de inflamación podemos entender alguno de los sabrosos efectos que
va ya obrando en el alma esta contemplación; porque algunas veces, según acabamos de
decir, en medio de estas oscuridades es ilustrada el alma, y luce la luz en las tinieblas
(Jn. 1, 5), derivándose esta inteligencia mística al entendimiento, quedándose seca la
voluntad, quiero decir, sin unión actual de amor, con una serenidad y sencillez tan
delgada y deleitable al sentido del alma, que no se le puede poner nombre, unas veces
en una manera de sentir de Dios, otras en otra.
2. Algunas veces también hiere juntamente, como queda dicho, en la voluntad, y prende
el amor subida, tierna y fuertemente, porque ya decimos que se unen algunas veces estas
dos potencias entendimiento y voluntad, cuando se va más purgando el entendimiento;
tanto más perfecta y calificadamente cuanto ellas más van; pero, antes de llegar aquí,
más común es sentir la voluntad el toque de la inflamación que el entendimiento el de la
inteligencia.
3. Pero parece aquí una duda, y es: ¿por qué, pues estas potencias se van purgando a la
par, se siente a los principios más comúnmente en la voluntad la inflamación y amor de
la contemplación purgativa, que en el entendimiento la inteligencia de ella?
A esto se responde que aquí no hiere derechamente este amor pasivo en la voluntad,
porque la voluntad es libre, y esta inflamación de amor más es pasión de amor que acto
libre de la voluntad; porque hiere en la sustancia del alma este calor de amor, y así
mueve las afecciones pasivamente. Y así, ésta antes se llama pasión de amor que acto
libre de la voluntad; el cual, en tanto se llama acto de la voluntad, en cuanto es libre.
Pero, porque estas pasiones y afecciones se reducen a la voluntad, por eso se dice que, si
el alma está apasionada con alguna afección, lo está la voluntad, y así es la verdad;
porque de esta manera se cautiva la voluntad y pierde su libertad, de manera que la lleva
tras sí el ímpetu y fuerza de la pasión. Y por eso podemos decir que esta inflamación de
amor es en la voluntad, esto es, inflama al apetito de la voluntad; y así, ésta antes se
llama, como decimos, pasión de amor que obra libre de la voluntad. Y porque la pasión
receptiva del entendimiento sólo puede recibir la inteligencia desnuda y pasivamente (y
esto no puede sin estar purgado), por eso, antes que lo esté, siente el alma menos veces
el toque de inteligencia que el de la pasión de amor. Porque para esto no es menester
que la voluntad esté tan purgada acerca de las pasiones, pues que aún las pasiones la
ayudan a sentir amor apasionado.
4. Esta inflamación y sed de amor, por ser ya aquí del espíritu, es diferentísima de la
otra que dijimos en la noche del sentido. Porque, aunque aquí el sentido también lleva
su parte, porque no deja de participar del trabajo del espíritu, pero la raíz y el vivo de la
sed de amor siéntese en la parte superior del alma, esto es, en el espíritu, sintiendo y
entendiendo de tal manera lo que siente y la falta que le hace lo que desea, que todo el
penar del sentido, aunque sin comparación es mayor que en la primera noche sensitiva,
no le tiene en nada, porque en el interior conoce una falta de un gran bien, que con nada
ve se puede medir.
5. Pero aquí conviene notar que, aunque a los principios, cuando comienza esta noche
espiritual, no se siente esta inflamación de amor, por no haber empezado este fuego de
amor a emprender, en lugar de eso da desde luego Dios al alma un amor estimativo tan
grande de Dios, que, como habemos dicho, todo lo más que padece y siente en los
trabajos de esta noche, es ansia de pensar si tiene perdido a Dios y pensar si está dejada
de él. Y así, siempre podremos decir que desde el principio de esta noche va el alma
tocada con ansias de amor, ahora de estimación, ahora también de inflamación.
Y vese que la mayor pasión que siente en estos trabajos es este recelo; porque, si
entonces se pudiese certificar que no está todo perdido y acabado, sino que aquello que
pasa es por mejor, como lo es, y que Dios no está enojado, no se le daría nada de todas
aquellas penas, antes se holgaría sabiendo que de ello se sirve Dios. Porque es tan
grande el amor de estimación que tiene a Dios, aunque a oscuras sin sentirlo ella, que no
sólo eso, sino que se holgaría de morir muchas veces por satisfacerle. Pero cuando ya la
llama ha inflamado el alma, juntamente con la estimación que ya tiene de Dios, tal
fuerza y brío suele cobrar y ansia con Dios, comunicándose el calor de amor, que, con
grande osadía, sin mirar en cosa alguna, ni tener respeto a nada, en la fuerza y
embriaguez del amor y deseo, sin mirar lo que hace, haría cosas extrañas e inusitadas
por cualquier modo y manera que se le ofrece (por) poder encontrar con el que ama su
alma.
6. Esta es la causa por que María Magdalena, con ser tan estimada en sí como antes era,
no le hizo al caso la turba de hombres principales y no principales del convite, ni el
mirar que no venía bien ni lo parecería ir a llorar y derramar lágrimas entre los
convidados (Lc. 7, 37-38), a trueque de, sin dilatar una hora esperando otro tiempo y
sazón, poder llegar ante aquel de quien estaba ya su alma herida e inflamada. Y ésta es
la embriaguez y osadía de amor, que, con saber que su Amado estaba encerrado en el
sepulcro con una gran piedra sellada y cercado de soldados -que por que no le hurtasen
sus discípulos le guardaban (Mt. 27, 60-66)- no le dio lugar para que alguna de estas
cosas se le pusiese delante, para que dejara de ir antes del día con los ungüentos para
ungirle (Jn. 20, 1).
7. Y, finalmente, esta embriaguez y ansia de amor la hizo preguntar al que, creyendo
que era el hortelano, le había hurtado del sepulcro, que le dijese, si le había él tomado,
dónde le había puesto, para que ella le tomase (Jn. 20, 15); no mirando que aquella
pregunta, en libre juicio y razón, era disparate, pues que está claro que si el otro lo había
hurtado, no se lo había de decir, ni menos se lo había de dejar tomar.
Pero esto tiene la fuerza y vehemencia de amor, que todo le parece posible y todos le
parece que andan en lo mismo que anda él; porque no cree que hay otra cosa en que
nadie se deba emplear, ni buscar sino a quien ella busca y a quien ella ama, pareciéndole
que no hay otra cosa que querer ni en qué se emplear sino aquello, y que también todos
andan en aquello. Que, por eso, cuando la Esposa salió a buscar a su amado por las
plazas y arrabales, creyendo que los demás andaban en lo mismo, les dijo que, si lo
hallasen ellos, le hablasen, diciendo de ella que penaba de su amor (Ct. 5, 8). Tal era la
fuerza del amor de esta María, que le pareció que, si el hortelano le dijera dónde le
había escondido, fuera ella y lo tomara, aunque más le fuera defendido.
8. A este talle, pues, son las ansias de amor que va sintiendo esta alma, cuando ya va
aprovechada en esta espiritual purgación. Porque de noche se levanta, esto es, en estas
tinieblas purgativas según las afecciones de la voluntad; y con las ansias y fuerzas que
la leona u osa va a buscar sus cachorros cuando se los han quitado y no los halla (2 Re.
17, 8; Os. 13, 8), anda herida esta alma a buscar a su Dios, porque, como está en
tinieblas, siéntese sin él, estando muriendo de amor por él. Y éste es el amor impaciente,
que no puede durar mucho el sujeto sin recibir o morir, según el que tenía Raquel a los
hijos cuando dijo a Jacob: Dame hijos; si no, moriré (Gn. 30, 1).
9. Pero es aquí de ver cómo el alma, sintiéndose tan miserable y tan indigna de Dios,
como hace aquí en estas tinieblas purgativas, tenga tan osada y atrevida fuerza para ir a
juntarse con Dios. La causa es que, como ya el amor le va dando fuerza con que le ame
de veras, y la propiedad del amor sea quererse unir y juntar e igualar y asimilar a la cosa
amada, para perfeccionarse en el bien de amor, de aquí es que, no estando esta alma
perfeccionada en amor, por no haber llegado a la unión, la hambre y sed que tiene de lo
que le falta, que es la unión, y las fuerzas que ya el amor ha puesto en la voluntad con
que le ha hecho apasionada, la haga ser osada y atrevida según la voluntad inflamada,
aunque según el entendimiento, por estar a oscuras y no ilustrado, se siente indigno y se
conoce miserable.
10. No quiero dejar aquí de decir la causa por que, pues esta luz divina es siempre luz
para el alma, no la da, luego que embiste en ella, luz, como lo hace después, antes le
causa las tinieblas y trabajos que habemos dicho. Algo estaba ya dicho antes de esto,
pero a este particular se responde: que las tinieblas y los demás males que el alma siente
cuando esta divina luz embiste, no son tinieblas ni males de la luz, sino de la misma
alma, y la luz le alumbra para que las vea. De donde, desde luego le da luz esta divina
luz; pero con ella no puede ver el alma primero sino lo que tiene más cerca de sí o, por
mejor decir, en sí, que son sus tinieblas o miserias, las cuales ve ya por la misericordia
de Dios, y antes no las veía, porque no daba en ella esta luz sobrenatural. Y ésta es la
causa por que al principio no siente sino tinieblas y males; mas, después de purgada con
el conocimiento y sentimiento de ellos, tendrá ojos para que esta luz la muestre los
bienes de la luz divina; expelidas ya todas estas tinieblas e impresiones del alma, ya
parece que van pareciendo los provechos y bienes grandes que va consiguiendo el alma
en esta dichosa noche de contemplación.
11. Pues por lo dicho queda entendido cómo Dios hace merced aquí al alma de limpiarla
y curarla con esta fuerte lejía y amarga purga, según la parte sensitiva y la espiritual, de
todas las afecciones y hábitos imperfectos que en sí tenía acerca de lo temporal y de lo
natural, sensitivo y especulativo y espiritual, oscureciéndole las potencias interiores y
vaciándoselas acerca de todo esto, y apretándole y enjugándole las afecciones sensitivas
y espirituales, y debilitándole y adelgazándole las fuerzas naturales del alma acerca de
todo ello (lo cual nunca el alma por sí misma pudiera conseguir, como luego diremos)
haciéndola Dios desfallecer en esta manera a todo lo que no es Dios naturalmente, para
irla vistiendo de nuevo, desnuda y desollada ya ella de su antiguo pellejo. Y así, se le
renueva, como al águila, su juventud (Sal. 102, 5), quedando vestida del nuevo hombre,
que es criado, como dice el Apóstol (Ef. 4, 24), según Dios. Lo cual no es otra cosa sino
alumbrarle el entendimiento con la lumbre sobrenatural, de manera que de
entendimiento humano se haga divino unido con el divino; y, ni más ni menos,
informarle la voluntad de amor divino, de manera que ya no sea voluntad menos que
divina, no amando menos que divinamente, hecha y unida en uno con la divina voluntad
y amor; y la memoria, ni más ni menos: y también las afecciones y apetitos todos
mudados y vueltos según Dios divinamente. Y así, esta alma será ya alma del cielo,
celestial, y más divina que humana.
Todo lo cual, según se ha ido viendo por lo que habemos dicho, va Dios haciendo y
obrando en ella por medio de esta noche, ilustrándola e inflamándola divinamente con
ansias de solo Dios, y no de otra cosa alguna. Por lo cual, muy justa y razonablemente
añade luego el alma el tercer verso de la canción, que dice:
¡oh dichosa ventura!
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPITULO 14
[San Juan de la Cruz OBRASCOMPLETAS Noche Oscura]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LA NOCHE OSCURA
--------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 14
En que se ponen y explican los tres versos últimos de la primera canción.
1. Esta "dichosa ventura" fue por lo que dice luego en los siguientes versos, diciendo:
salí sin ser notada estando ya mi casa sosegada,
tomando la metáfora del que, por hacer mejor su hecho, sale de su casa de noche, a
oscuras, sosegados ya los de la casa, porque ninguno se lo estorbe.
Porque, como esta alma había de salir a hacer un hecho tan heroico y tan raro, que era
unirse con su Amado divino afuera, porque el Amado no se halla sino solo afuera, en la
soledad, que por eso la Esposa le deseaba hallar solo, diciendo (Ct. 8, 1): ¿Quién te me
diese, hermano mío, que te hallase yo solo afuera y se comunicase contigo mi amor?,
conviénele al alma enamorada, para conseguir su fin deseado, hacerlo también así, que
saliese de noche, adormidos y sosegados todos los domésticos de su casa, esto es, las
operaciones bajas y pasiones y apetitos de su alma adormidos y apagados por medio de
esta noche, que son la gente de casa, que recordada, siempre estorban el alma estos sus
bienes, enemiga de que el alma salga libre a ellos. Porque éstos son los domésticos que
dice nuestro Salvador en el Evangelio (Mt. 10, 36) que son los enemigos del hombre. Y
así convenía que las operaciones de éstos con sus movimientos estén dormidos en esta
noche, para que no impidan al alma los bienes sobrenaturales de la unión de amor de
Dios, porque durante la viveza y operación de éstos no puede ser; porque toda su obra y
movimiento natural antes estorba que ayuda a recibir los bienes espirituales de la unión
de amor, por cuanto queda corta toda habilidad natural acerca de los bienes
sobrenaturales que Dios por sólo infusión suya pone en el alma pasiva y secretamente,
en el silencio. Y así es menester que le tengan todas las potencias y se hayan
pasivamente para recibirle, no entremetiendo allí su baja obra y vil inclinación.
2. Pero fue dichosa ventura en esta alma que Dios en esta noche le adormeciese toda la
gente doméstica de su casa, esto es, todas las potencias, pasiones, afecciones y apetitos
que viven en el alma sensitiva y espiritualmente, para que ella, sin ser notada, esto es,
sin ser impedida de estas afecciones, etc., (por quedar ellas adormidas y mortificadas en
esta noche, en que las dejaron a oscuras para que no pudiesen notar ni sentir a su modo
bajo natural, y así impidiesen al alma el salir de sí y de la casa de la sensualidad)
(llegase) a la unión espiritual de perfecto amor de Dios.
3. ¡Oh, cuán dichosa ventura es poder el alma librarse de la casa de la sensualidad! No
se puede bien entender si no fuera, a mi ver, el alma que ha gustado de ello; porque verá
claro cuán mísera servidumbre era la que tenía y a cuántas miserias estaba sujeta cuando
lo estaba a la obra de sus potencias y apetitos y conocerá cómo la vida del espíritu es
verdadera libertad y riqueza que trae consigo bienes inestimables, como iremos notando
algunos de ellos en las siguientes canciones, en que se verá más claro cuánta razón
tenga el alma de cantar por dichosa ventura el paso de esta horrenda noche que arriba
queda dicho.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 15
Pónese la segunda canción y su declaración.
CANCIÓN 2ª
A oscuras y segura por la secreta escala, disfrazada, ¡oh dichosa ventura!, a oscuras y en
celada, estando ya mi casa sosegada.
DECLARACIÓN
1. Va el alma cantando en esta canción todavía algunas propiedades de la oscuridad de
esta noche, repitiendo la buena dicha que le vino con ellas. Dícelas, respondiendo a
cierta objeción tácita, diciendo que no se piense que, por haber en esta noche y
oscuridad pasado por tanta tormenta de angustias, dudas, recelos y horrores, como se ha
dicho, corría por eso más peligro de perderse, porque antes en la oscuridad de esta
noche se ganó; porque en ella se libraba y escapaba sutilmente de sus contrarios, que le
impedían siempre el paso, porque en la oscuridad de la noche iba mudado el traje y
disfrazada con tres libreas y colores que después diremos, y por una escala muy secreta,
que ninguno de casa lo sabía, que, como también en su lugar notaremos, es la viva fe,
por la cual salió tan encubierta y en celada, para poder bien hacer su hecho, que no
podía dejar de ir muy segura, mayormente estando ya en esta noche purgativa los
apetitos, afecciones y pasiones, etc., de su ánima adormidos, morticados y apagados,
que son los que, estando despiertos y vivos, no se lo consintieron. Síguese, pues, el
verso, y dice así:
A oscuras y segura.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 16
Pónese el primer verso y explícase cómo, yendo el alma a oscuras, va segura.
1. La oscuridad que aquí dice el alma, ya habemos dicho que es acerca de los apetitos y
potencias sensitivas, interiores y espirituales, porque todas se oscurecen de su natural
lumbre en esta noche porque, purgándose acerca de ellas, puedan ser ilustradas acerca
de lo sobrenatural. Porque los apetitos sensitivos y espirituales están adormecidos y
amortiguados sin poder gustar de cosa ni divina ni humana; las afecciones del alma,
oprimidas y apretadas, sin poderse mover a ella ni hallar arrimo en nada; la
imaginación, atada, sin poder hacer algún discurso de bien; la memoria, acabada; el
entendimiento, entenebrecido, sin poder entender cosa, y de aquí también la voluntad
seca y apretada, y todas las potencias vacías e inútiles, y, sobre todo esto, una espesa y
pesada nube sobre el alma, que la tiene angustiada y ajenada de Dios. De esta manera a
oscuras, dice aquí el alma que iba segura.
2. La causa de esto está bien declarada; porque, ordinariamente, el alma nunca yerra
sino por sus apetitos o sus gustos, o sus discursos, o sus inteligencias, o sus afecciones;
porque de ordinario en éstas excede o falta, o varía o desatina, o da y se inclina en lo
que no conviene. De donde, impedidas todas estas operaciones y movimientos, claro
está que queda el alma segura de errar en ellos, porque, no sólo se libra de sí, sino
también de los otros enemigos, que son mundo y demonio, los cuales apagadas las
afecciones y operaciones del alma, no le pueden hacer guerra por otra parte ni de otra
manera.
3. De aquí se sigue que, cuanto el alma va más a oscuras y vacía de sus operaciones
naturales, va más segura; porque, como dice el profeta (Os. 13, 9), la perdición al alma
solamente le viene de sí misma, esto es, de sus operaciones y apetitos interiores y
sensitivos, y el bien, dice Dios, solamente de mí. Por tanto, impedida ella así de sus
males, resta que le vengan luego los bienes de la unión de Dios en sus apetitos y
potencias, en que las hará divinas y celestiales. De donde en el tiempo de las tinieblas, si
el alma mira en ello, muy bien echará de ver cuán poco se le divierte el apetito y las
potencias a cosas inútiles y dañosas, y cuán segura está de vanagloria, soberbia y
presunción vana y falso gozo, y de otras muchas cosas. Luego, bien se sigue que, por ir
a oscuras, no sólo no va perdida, sino aun muy ganada, pues aquí va ganando las
virtudes.
4. Pero a la duda que de aquí nace luego, conviene a saber: que, pues las cosas de Dios
de suyo hacen bien al alma y la ganan y aseguran, ¿por qué en esta noche le oscurece
Dios los apetitos y potencias también acerca de estas cosas buenas, de manera que
tampoco pueda gustar de ellas, ni tratarlas como las demás, y aun en alguna manera
menos? Respóndese que entonces conviene que tampoco le quede operación ni gusto
acerca de las cosas espirituales, porque tiene las potencias y apetitos impuros y bajos y
muy naturales; y así, aunque les den el sabor y trato a estas potencias de las cosas
sobrenaturales y divinas, no le podrían recibir sino muy baja y naturalmente, muy a su
modo. Porque, como dice el Filósofo, cualquier cosa que se recibe está en el recipiente
al modo que lo recibe.
De donde, porque estas naturales potencias no tienen pureza ni fuerza ni caudal para
poder recibir y gustar las cosas sobrenaturales al modo de ellas, que es divino, sino sólo
al suyo, que es humano y bajo, como habemos dicho, conviene que sean oscurecidas
también acerca de esto divino, porque, destetadas y purgadas y aniquiladas en aquello
primero, pierdan aquel bajo y humano modo de recibir y obrar, y así vengan a quedar
dispuestas y templadas todas estas potencias y apetitos del alma para poder recibir,
sentir y gustar lo divino y sobrenatural alta y subidamente, lo cual no puede ser si
primero no muere el hombre viejo.
5. De aquí es que todo lo espiritual, si de arriba no viene comunicado del Padre de las
lumbres (Sant. 1, 17) sobre el albedrío y apetito humano, aunque más se ejercite el gusto
y potencias del hombre con Dios y por mucho que les parezca los gustan, no los
gustarán divina y espiritualmente, sino humana y naturalmente, como gustan las demás
cosas, porque los bienes no van del hombre a Dios, sino vienen de Dios al hombre.
Acerca de lo cual, si éste fuera lugar de ello, pudiéramos aquí declarar cómo hay
muchas personas que tienen muchos gustos y aficiones y operaciones de sus potencias
acerca de Dios o de cosas espirituales, y por ventura pensarán ellos que aquello es
sobrenatural y espiritual, y por ventura no son más que actos y apetitos más naturales y
humanos, que, como los tienen de las demás cosas, los tienen en el mismo temple de
aquellas cosas buenas, por cierta facilidad natural que tienen en mover el apetito y
potencias a cualquier cosa.
6. Si por ventura encontráremos ocasión en lo restante, lo trataremos, diciendo algunas
señales de cuándo los movimientos y acciones interiores del alma sean sólo naturales, y
cuándo sólo espirituales, y cuándo espirituales y naturales acerca del trato con Dios.
Basta aquí saber que, para que los actos y movimientos interiores del alma puedan venir
a ser movidos por Dios divinamente, primero han de ser oscurecidos y adormidos,
asosegados naturalmente acerca de toda su habilidad y operación hasta que desfallezcan.
7. ¡Oh, pues, alma espiritual!, cuando vieres oscurecido tu apetito, tus aficiones secas y
apretadas, e inhabilitadas tus potencias para cualquier ejercicio interior, no te penes por
eso, antes lo ten a buena dicha; pues que te va Dios librando de ti misma, quitándote de
las manos la hacienda; con las cuales, por bien que ellas te anduviesen, no obraras tan
cabal, perfecta y seguramente, a causa de la impureza y torpeza de ellas, como ahora
que, tomando Dios la mano tuya, te guía a oscuras como a ciego, a donde y por donde tú
no sabes, ni jamás con tus ojos y pies, por bien que anduvieran, atinaras a caminar.
8. La causa también por que el alma no sólo va segura, cuando va así a oscuras, sino aún
se va más ganando y aprovechando, es porque, comúnmente, cuando el alma va
recibiendo mejoría de nuevo y aprovechando, es por donde ella menos entiende, antes
muy de ordinario piensa que se va perdiendo, porque, como ella nunca ha
experimentado aquella novedad que le hace salir y deslumbrar y desatinar de su primer
modo de proceder, antes piensa que se va perdiendo que acertando y ganando, como ve
que se pierde acerca de lo que sabía y gustaba, y se ve ir por donde no sabe ni gusta.
Así como el caminante que, para ir a nuevas tierras no sabidas, va por nuevos caminos
no sabidos ni experimentados, que camina no guiado por lo que sabía antes, sino en
duda y por el dicho de otros. Y claro está que éste no podría venir a nuevas tierras, ni
saber más de lo que antes sabía, si no fuera por caminos nuevos nunca sabidos, y
dejados los que sabía; ni más ni menos, el que va sabiendo más particularidades en un
oficio o arte siempre va a oscuras, no por su saber primero, porque, si aquél no dejase
atrás, nunca saldría de él ni aprovecharía en más; así, de la misma manera, cuando el
alma va aprovechando más, va a oscuras y no sabiendo. Por tanto, siendo, como
habemos dicho, Dios el maestro y guía de este ciego del alma bien puede ella, ya que le
ha venido a entender como aquí decimos, con verdad alegrarse y decir: a oscuras y
segura.
9. Otra causa también por que en estas tinieblas ha ido el alma segura es porque iba
padeciendo; porque el camino de padecer es más seguro y aun más provechoso que el
de gozar y hacer: lo uno, porque en el padecer se le añaden fuerzas de Dios, y en el
hacer y gozar ejercita el alma sus flaquezas e imperfecciones; y lo otro, porque en el
padecer se van ejercitando y ganando las virtudes y purificando el alma y haciendo más
sabia y cauta.
10. Pero aquí hay otra más principal causa por que aquí el alma a oscuras va segura, y es
de parte de la dicha luz o sabiduría oscura; porque de tal manera la absorbe y embebe en
sí esta oscura noche de contemplación y la pone tan cerca de Dios, que la ampara y libra
de todo lo que no es Dios. Porque, como está puesta aquí en cura esta alma para que
consiga su salud, que es el mismo Dios, tiénela Su Majestad en dieta y abstinencia de
todas las cosas, estragado el apetito para todas ellas; bien así como para que sane el
enfermo, que en su casa es estimado, le tienen tan adentro guardado, que no le dejan
tocar del aire ni aun gozar de la luz, ni que sienta las pisadas, ni aun el rumor de los de
casa, y la comida muy delicada y muy por tasa, de sustancia más que de sabor.
11. Todas estas propiedades, que todas son de seguridad y guarda del alma, causa en
ella esta oscura contemplación, porque ella está puesta más cerca de Dios; porque,
cuanto el alma más a él se acerca, más oscuras tinieblas siente y más profunda oscuridad
por su flaqueza; así como el que más cerca del sol llegase, más tinieblas y pena le
causaría su grande resplandor por la flaqueza e impureza de su ojo. De donde tan
inmensa es la luz espiritual de Dios, y tanto excede al entendimiento natural, que,
cuando llega más cerca, le ciega y oscurece.
Y ésta es la causa por que en el salmo 17 (v. 12) dice David que puso Dios por su
escondrijo y cubierta las tinieblas, y su tabernáculo en rededor de sí, tenebrosa agua en
las nubes del aire. La cual agua tenebrosa en las nubes del aire es la oscura
contemplación y sabiduría divina en las almas, como vamos diciendo; la cual ellas van
sintiendo como cosa que está cerca de él, como tabernáculo donde él mora, cuando Dios
a sí la va más juntando. Y así, lo que en Dios es luz y claridad más alta, es para el
hombre tiniebla más oscura, como dice san Pablo (1 Cor. 2, 14) según lo declara luego
David en el mismo salmo (17, 13), diciendo: Por causa del resplandor que está en su
presencia, salieron nubes y cataratas, conviene a saber, para el entendimiento natural,
cuya luz, como dice Isaías en el capítulo 5 (v. 30), obtenebrata est in caligine eius.
12. ¡Oh mísera suerte de vida, donde con tanto peligro se vive y con tanta dificultad la
verdad se conoce, pues lo más claro y verdadero nos es más oscuro y dudoso, y por eso
huimos de ello siendo lo que más nos conviene, y lo que más luce y llena nuestro ojo lo
abrazamos y vamos tras de ello, siendo lo que peor nos está y lo que a cada paso nos
hace dar de ojos! ¡En cuánto peligro y temor vive el hombre, pues la misma lumbre de
sus ojos natural, con que se ha de guiar, es la primera que le encandila y engaña para ir a
Dios, y, que si ha de acertar a ver por dónde va, tenga necesidad de llevar cerrados los
ojos y de ir a oscuras para ir seguro de los enemigos domésticos de su casa, que son sus
sentidos y potencias!
13. Bien está, pues, el alma aquí escondida y amparada en esta agua tenebrosa, que está
cerca de Dios. Porque, así como al mismo Dios sirve de tabernáculo y morada, le
servirá, ni más ni menos, al alma de otro tanto y de amparo perfecto y seguridad,
aunque a ella en tinieblas, en que está escondida y amparada de sí misma y de todos los
daños de criaturas, como habemos dicho. Porque de los tales se entiende lo que también
David dice en otro salmo (30, 21), diciendo: Esconderlos has en el escondrijo de tu
rostro de la turbación de los hombres; ampararlos has en tu tabernáculo de la
contradicción de las lenguas, en lo cual se entiende toda manera de amparo. Porque
"estar escondidos en el rostro de Dios de la turbación de los hombres" es estar
fortalecidos en esta oscura contemplación contra todas las ocasiones que de parte de los
hombres les pueden sobrevenir. Y "estar amparados en su tabernáculo de la
contradicción de las lenguas" es estar el alma engolfada en esta agua tenebrosa, que es
el tabernáculo que habemos dicho de David. Donde, por tener el alma todos los apetitos
y afecciones destetados y las potencias oscurecidas, está libre de todas las
imperfecciones que contradicen al espíritu, así de su misma carne como de las demás
criaturas. De donde esta alma bien puede decir que va a oscuras y segura.
14. Hay también otra causa no menos eficaz que la pasada para acabar bien de entender
que esta tal alma va segura a oscuras, y es por la fortaleza que esta oscura, penosa y
tenebrosa agua de Dios desde luego pone en el alma. Que, en fin, aunque es tenebrosa,
es agua, y por eso no ha de dejar de reficionar y fortalecer al alma en lo que más le
conviene, aunque a oscuras y penosamente. Porque, desde luego, ve el alma en sí una
verdadera determinación y eficacia de no hacer cosa que entienda ser ofensa de Dios, ni
dejar de hacer lo que parece cosa de su servicio; porque aquel amor oscuro se le pega
con un muy vigilante cuidado y solicitud interior de qué hará o dejará por él para
contentarle, mirando y dando mil vueltas si ha sido causa de enojarle; y todo esto con
mucho más cuidado y solicitud que antes, como arriba queda dicho en lo de las ansias
de amor. Porque aquí todos los apetitos y fuerzas y potencias del alma están recogidas
de todas las demás cosas, empleando su conato y fuerza sólo en obsequio de su Dios.
De esta manera sale el alma de sí misma y de todas las cosas criadas a la dulce y
deleitosa unión de amor de Dios, a oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 17
Pónese el segundo verso y explícase cómo esta oscura contemplación sea secreta.
1. Tres propiedades conviene declarar acerca de tres vocablos que contiene el presente
verso. Las dos, conviene a saber, secreta escala, pertenecen a la noche oscura de
contemplación que vamos tratando; la tercera, conviene a saber, disfrazada, pertenece al
alma por razón del modo que lleva en esta noche.
Cuanto a lo primero, es de saber que el alma llama aquí en este verso a esta oscura
contemplación por donde ella va saliendo a la unión de amor, secreta escala por estas
dos propiedades que hay en ella, es a saber, ser secreta y ser escala, y diremos de cada
una de por sí.
2. Primeramente llama secreta a esta contemplación tenebrosa, por cuanto, según
habemos tocado arriba, ésta es la teología mística, que llaman los teólogos sabiduría
secreta, la cual dice Santo Tomás que se comunica e infunde en el alma por amor, lo
cual acaece secretamente a oscuras de la obra del entendimiento y de las demás
potencias. De donde, por cuanto las dichas potencias no la alcanzan, sino que el Espíritu
Santo la infunde y ordena en el alma, como dice la Esposa en los Cantares (2, 4) sin ella
saberlo, ni entenderlo cómo sea, se llama secreta. Y, a la verdad, no sólo ella no lo
entiende, pero nadie, ni el mismo demonio; por cuanto el Maestro que la enseña está
dentro del alma sustancialmente, donde no puede llegar el demonio, ni el sentido
natural, ni el entendimiento.
3. Y no sólo por esto se puede llamar secreta, sino también por los efectos que hace en
el alma. Porque no solamente en las tinieblas y aprietos de la purgación, cuando esta
sabiduría de amor purga el alma, es secreta, para no saber decir de ella el alma nada;
mas también después en la iluminación, cuando más a las claras se le comunica esta
sabiduría, le es al alma tan secreta para decir y ponerle nombre para decirla, que, demás
de que ninguna gana le dé al alma de decirla, no halla modo ni manera ni símil que le
cuadre para poder significar inteligencia tan subida y sentimiento espiritual tan delicado.
Y así, aunque más gana tuviese de decirlo, y más significaciones trajese, siempre se
quedaría secreto y por decir.
Porque, como aquella sabiduría interior es tan sencilla y tan general y espiritual, que no
entró al entendimiento envuelta ni paliada con alguna especie o imagen sujeta al
sentido, de aquí es que el sentido e imaginativa, como no entró por ellas ni sintieron su
traje y color, no saben dar razón ni imaginarla para decir algo de ella, aunque
claramente ve que entiende y gusta aquella sabrosa y peregrina sabiduría. Bien así como
el que viese una cosa nunca vista, cuyo semejante tampoco jamás vio, que, aunque la
entendiese y gustase, no le sabría poner nombre ni decir lo que es, aunque más hiciese,
y esto con ser cosa que la percibió con los sentidos; cuánto menos se podrá manifestar
lo que no entró por ellos. Porque esto tiene el lenguaje de Dios, que por ser muy íntimo
al alma y espiritual, en que excede todo sentido, luego hace cesar y enmudecer toda la
armonía y habilidad de los sentidos exteriores e interiores.
4. De lo cual tenemos autoridad y ejemplos juntamente en la divina Escritura. Porque la
cortedad del manifestarlo y hablarlo exteriormente mostró Jeremías (1, 6), cuando,
habiendo Dios hablado con él, no supo qué decir, sino: a, a, a. Y la cortedad interior,
esto es, del sentido interior de la imaginación, y juntamente la del exterior acerca de
esto, también la manifestó Moisés delante de Dios en la zarza (Ex. 4, 10), cuando, no
solamente dijo a Dios que después que hablaba con él, no sabía ni acertaba a hablar,
pero aun, según se dice en los Actos de los Apóstoles (7, 32), con la imaginación
interior no se atrevía a considerar, pareciéndole que la imaginación estaba muy lejos y
muda, no sólo para formar algo de aquello que entendía en Dios, pero ni aun capacidad
para recibir algo de ello. De donde, por cuanto la sabiduría de esta contemplación es
lenguaje de Dios al alma de puro espíritu a espíritu puro, todo lo que es menos que
espíritu, como son los sentidos, no lo reciben, y así les es secreto y no lo saben ni
pueden decir, ni tienen gana porque no ven cómo.
5. De donde podríamos sacar la causa por que algunas personas que van por este
camino, que, por tener almas buenas y temerosas, querrían dar cuenta a quien las rige de
lo que tienen, no saben ni pueden. De aquí tienen en decirlo grande repugnancia,
mayormente cuando la contemplación es algo más sencilla, que la misma alma apenas la
siente; que sólo saben decir que el alma está satisfecha y quieta y contenta, o decir que
sienten a Dios y que les va bien, a su parecer; mas no hay decir lo que el alma tiene ni la
sacarán más que términos generales semejantes a éstos. Otra cosa es cuando las cosas
que el alma tiene son particulares, como visiones, sentimientos, etc., las cuales, como
ordinariamente se reciben debajo de alguna especie en que participa el sentido, que
entonces debajo de aquella especie se puede, o de otra semejanza, decir. Pero este
poderlo decir ya no es en razón de pura contemplación, porque ésta es indecible, como
habemos dicho, y por eso se llama secreta.
6. Y no sólo por eso se llama y es secreta, sino porque también esta sabiduría mística
tiene propiedad de esconder al alma en sí. Porque, demás de lo ordinario, algunas veces
de tal manera absorbe al alma y sume en su abismo secreto, que el alma echa de ver
claro que está puesta alejadísima y remotísima de toda criatura; de suerte que le parece
que la colocan en una profundísima y anchísima soledad, donde no puede llegar alguna
humana criatura, como un inmenso desierto que por ninguna parte tiene fin, tanto más
deleitoso, sabroso y amoroso, cuanto más profundo, ancho y solo, donde el alma se ve
tan secreta cuando se ve sobre toda temporal criatura levantada.
Y tanto levanta entonces y engrandece este abismo de sabiduría al alma, metiéndola en
las venas de la ciencia de amor, que le hace conocer no solamente quedar muy baja toda
condición de criatura acerca de este supremo saber y sentir divino, sino también echar
de ver cuán bajos y cortos y en alguna manera impropios son todos los términos y
vocablos con que en esta vida se trata de las cosas divinas, y cómo es imposible, por vía
y modo natural, aunque más alta y sabiamente se hable en ellas, poder conocer ni sentir
de ellas como ellas son, sin la iluminación de esta mística teología. Y así, viendo el
alma en la iluminación de ella esta verdad, de que no se puede alcanzar y menos
declarar por términos vulgares y humanos, con razón la llama secreta.
7. Esta propiedad de ser secreta y sobre la capacidad natural esta divina contemplación,
tiénela no sólo por ser cosa sobrenatural, sino también es cuanto es vía que guía y lleva
al alma a las perfecciones de la unión de Dios; las cuales, como son cosas no sabidas
humanamente, hase de caminar a ellas humanamente no sabiendo y divinamente
ignorando. Porque, hablando místicamente, como aquí vamos hablando, las cosas y
perfecciones divinas no se conocen ni entienden como ellas son cuando las van
buscando y ejercitando, sino cuando las tiene halladas y ejercitadas. Porque a este
propósito dice el profeta Baruc (3, 31) de esta Sabiduría divina: No hay quien pueda
saber, dice, sus vías, ni quien pueda pensar sus sendas. También el profeta real de este
camino del alma dice de esta manera, hablando con Dios: Y tus ilustraciones lucieron y
alumbraron a la redondez de la tierra, conmovióse y contremió la tierra. En el mar está
tu vía, y tus sendas en muchas aguas, y tus pisadas no serán conocidas (Sal. 76, 19-20).
8. Todo lo cual, hablando espiritualmente, se entiende al propósito que vamos hablando.
Porque "alumbrar las coruscaciones de Dios a la redondez de la tierra" es la ilustración
que hace esta divina contemplación en las potencias del alma; y "conmoverse y tremer
la tierra" es la purgación penosa que en ella causa; y decir que "la vía y camino de
Dios", por donde el alma va a él, "es en el mar, y sus pisadas en muchas aguas y que por
eso no serán conocidas" es decir que este camino de ir a Dios es tan secreto y oculto
para el sentido del alma como lo es para el del cuerpo el que se lleva por la mar, cuyas
sendas y pisadas no se conocen. Que esta propiedad tienen los pasos y pisadas que Dios
va dando en las almas que Dios quiere llegar a sí, haciéndolas grandes en la unión de su
Sabiduría, que no se conocen. Por lo cual, en el libro de Job (37, 16) se dicen,
encareciendo este negocio, estas palabras: ¿Por ventura, dice, has tú conocido las sendas
de las nubes grandes o las perfectas ciencias?; entendiendo por esto las vías y caminos
por donde Dios va engrandeciendo a las almas y perfeccionándolas en su sabiduría, las
cuales son aquí entendidas por las nubes. Queda, pues, que esta contemplación, que va
guiando al alma a Dios, es sabiduría secreta.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 18
Declárase como esta sabiduría secreta sea también escala.
1. Pero resta ahora ver lo segundo, conviene saber, cómo esta sabiduría secreta sea
también escala. Acerca de lo cual es de saber que por muchas razones podemos llamar a
esta secreta contemplación escala.
Primeramente, porque así como con la escala se sube y escalan los bienes y tesoros y
cosas que hay en las fortalezas, así también por esta secreta contemplación, sin saberse
cómo, sube el alma a escalar, conocer y poseer los bienes y tesoros del cielo. Lo cual da
bien a entender el real profeta (Sal. 83, 6-8), cuando dice: Bienaventurado el que tiene
tu favor y ayuda, porque en su corazón este tal puso sus subidas en el valle de lágrimas
en el lugar que puso; porque de esta manera el señor de la ley dará bendición, e irán de
virtud en virtud como de grado en grado, y será visto el Dios de los dioses en Sión, el
cual es el tesoro de la fortaleza de Sión, que es la bienaventuranza.
2. Podemos también llamarla escala porque, así como la escala, esos mismos pasos que
tiene para subir, los tiene también para bajar, así también esta secreta contemplación,
esas mismas comunicaciones que hace al alma, que la levanta en Dios, la humillan en sí
misma. Porque las comunicaciones que verdaderamente son de Dios esta propiedad
tienen: que de una vez levantan y humillan al alma; porque en este camino el bajar es
subir, y el subir, bajar, pues el que se humilla es ensalzado, y el que se ensalza,
humillado (Lc. 14, 11). Y, demás de esto de que la virtud de la humildad es grandeza,
para ejercitar al alma en ella, suele Dios hacerla subir por esta escala para que baje, y
hacerla bajar para que suba, para que así se cumpla lo que dice el Sabio (Pv. 18, 12), es
a saber: Antes que el alma sea ensalzada, es humillada; y antes que sea humillada, es
ensalzada.
3. Lo cual, hablando ahora naturalmente, echará bien de ver el alma que quisiere mirar
en ello, y cómo en este camino (dejando aparte lo espiritual que no se siente) echará de
ver cuántos altos y bajos padece, y cómo tras la prosperidad que goza, luego se sigue
alguna tempestad y trabajo, tanto, que parece que le dieron aquella bonanza para
prevenirla y esforzarla para la siguiente penuria, y cómo también, después de la miseria
y tormenta, se sigue abundancia y bonanza; de manera que le parece al alma que, para
hacerla aquella fiesta, la pusieron primero en aquella vigilia. Y éste es el ordinario estilo
y ejercicio del estado de contemplación hasta llegar al estado quieto: que nunca
permanece en un estado, sino todo es subir y bajar.
4. Y la causa de esto es que, como el estado de perfección, que consiste en perfecto
amor de Dios y desprecio de sí, no puede estar sino con estas dos partes, que es
conocimiento de Dios y de sí mismo, de necesidad ha de ser el alma ejercitada primero
en el uno y en el otro, dándole ahora a gustar lo uno engrandeciéndola, y haciéndola
ahora probar lo otro y humillándola, hasta que, adquiridos los hábitos perfectos, cese ya
el subir y bajar, habiendo ya llegado y viéndose con Dios, que está en el fin de esta
escala, en quien la escala se arrima y estriba.
Porque esta escala de contemplación, que, como habemos dicho, se deriva de Dios, es
figurada por aquella escala que vio Jacob durmiendo, por la cual subían y descendían
ángeles de Dios al hombre y del hombre a Dios, el cual estaba estribando en el extremo
de la escala (Gn. 28, 12). Todo lo cual dice la Escritura divina que pasaba de noche y
Jacob dormido para dar a entender cuán secreto y diferente del saber del hombre es este
camino y subida para Dios. Lo cual se ve bien, pues que, ordinariamente, lo que en él es
de más provecho, que es irse perdiendo y aniquilando a sí mismo, tiene por peor, y lo
que menos vale, que es hallar su consuelo y gusto, en que ordinariamente antes pierde
que gana, si a eso se hace, tiene por mejor.
5. Pero, hablando ahora algo más sustancialmente de esta escala de contemplación
secreta, diremos que la propiedad principal por que aquí se llama escala es porque la
contemplación es ciencia de amor, la cual, como habemos dicho, es noticia infusa de
Dios amorosa, que juntamente va ilustrando y enamorando el alma, hasta subirla de
grado hasta Dios, su Criador, porque sólo el amor es el que une y junta al alma con
Dios.
De donde, porque más claro se vea, iremos aquí apuntando los grados de esta divina
escala, diciendo con brevedad las señales y efectos de cada uno, para que por allí pueda
conjeturar el alma en cual de ellos estará. Y así, los distinguiremos por sus efectos,
como hace san Bernardo y santo Tomás; porque conocerlos en sí, por cuanto esta escala
de amor es, como habemos dicho, tan secreta que sólo Dios es el que la mide y pondera,
no es posible por vía natural.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 19
Comienza a explicar los diez grados de la escala mística de amor divino según San
Bernardo y Santo Tomás. Pónense los cinco primeros.
1. Decimos, pues, que los grados de esta escala de amor, por donde el alma de uno en
otro va subiendo a Dios, son diez.
El primer grado de amor hace enfermar al alma provechosamente. En este grado de
amor habla la Esposa (Ct. 5, 8) cuando dice: Conjúroos, hijas de Jerusalén, que, si
encontráredes a mi Amado, le digáis que estoy enferma de amores. Pero esta
enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, porque en esta enfermedad
desfallece el alma al pecado y a todas las cosas que no son Dios, por el mismo Dios,
como David (Sal. 142, 7) testifica diciendo: Desfalleció mi alma, esto es, acerca de
todas las cosas a tu salud. Porque así como el enfermo pierde el apetito y gusto de todos
los manjares y muda de color primero, así también en este grado de amor pierde el alma
el gusto y apetito de todas las cosas, y muda como amante el color y accidente de la
vida pasada. Esta enfermedad no cae en ella el alma si de arriba no le envían el exceso
de calor, según se da a entender por este verso de David (Sal. 67, 10), que dice: Pluviam
voluntariam segregabis, Deus, haereditati tuae, et infirmata est, etc.
Esta enfermedad y desfallecimiento a todas las cosas, que es el principio y primer grado
para ir a Dios, bien lo habemos dado a entender arriba, cuando dijimos la aniquilación
en que se ve el alma cuando comienza a entrar en esta escala de purgación
contemplativa, cuando en ninguna cosa puede hallar gusto, arrimo, ni consuelo, ni
asiento. Por lo cual, de este grado luego va comenzando a subir al segundo grado, y es:
2. El segundo grado hace al alma buscar sin cesar. De donde, cuando la Esposa dice
que, buscándole de noche en su lecho, cuando según el primer grado de amor estaba
desfallecida, y no le halló, dijo (Ct. 3, 2): Levantarme he, y buscaré al que ama mi alma.
Lo cual, como decimos, el alma hace sin cesar, como lo aconseja David (Sal. 104, 4),
diciendo: Buscando siempre la cara de Dios, y, buscándole en todas las cosas, en
ninguna repare hasta hallarle, como la Esposa, que, en preguntando por él a las guardas,
luego pasó y las dejó (Ct. 3, 3-4). María Magdalena ni aun en los ángeles del sepulcro
reparó (Jn 20, 14).
Aquí, en este grado, tan solícita anda el alma, que en todas las cosas busca al Amado; en
todo cuanto piensa, luego piensa en el Amado; en cuanto habla, en cuantos negocios se
ofrecen, luego es hablar y tratar del Amado; cuando come, cuando duerme, cuando vela,
cuando hace cualquier cosa, todo su cuidado es en el Amado, según arriba queda dicho
en las ansias de amor.
Aquí, como va ya el alma convaleciendo y cobrando fuerzas en el amor de este segundo
grado, luego comienza a subir al tercero por medio de algún grado de nueva purgación
en la noche, como después diremos, el cual hace en el alma los efectos siguientes.
3. El tercer grado de la escala amorosa es el que hace al alma obrar y la pone calor para
no faltar. De esto dice el Real Profeta (Sal. 111, 1) que: Bienaventurado el varón que
teme al Señor, porque sus mandamientos codicia obrar mucho. Donde, si el temor, por
ser hijo del amor, le hace esta obra de codicia, ¿qué hará el mismo amor? En este grado
las obras grandes por el Amado tiene por pequeñas, las muchas por pocas, el largo
tiempo en que le sirve por corto, por el incendio de amor que ya va ardiendo. Como a
Jacob, que, con haberle hecho servir siete años sobre otros siete, le parecían pocos por la
grandeza del amor (Gn. 29, 20). Pues si el amor con Jacob, con ser de criatura, tanto
podía, ¿qué podrá el del Criador cuando en este tercer grado se apodera del alma?
Tiene el alma aquí, por el grande amor que tiene a Dios, grandes lástimas y penas de lo
poco que hace por Dios; y, si le fuese lícito deshacerse mil veces por él, estaría
consolada. Por eso se tiene por inútil en todo cuanto hace, y le parece vive de balde.
Hácele aquí otro efecto admirable, y es que se tiene por más mala averiguadamente para
consigo que todas las otras almas: lo uno, porque le va el amor enseñando lo que merece
Dios; y lo otro, porque, como las obras que aquí hace por Dios son muchas, y todas las
conoce por faltas e imperfectas, de todas saca confusión y pena, conociendo tan baja
manera de obrar por un tan alto Señor. En este tercer grado, muy lejos va el alma de
tener vanagloria o presunción y de condenar a los otros. Estos solícitos efectos causa en
el alma, con otros muchos a este talle, este tercer grado; y por eso en él cobra ánimo y
fuerzas para subir hasta el cuarto, que es el que sigue.
4. El cuarto grado de esta escala de amor es en el cual se causa en el alma, por razón del
Amado, un ordinario sufrir sin fatigarse. Porque, como dice san Agustín, todas las cosas
grandes, graves y pesadas, casi ningunas las hace el amor. En este grado hablaba la
Esposa (Ct. 8, 6), cuando, deseando ya verse en el último dijo al Esposo: Ponme como
señal en tu corazón, como señal en tu brazo; porque la dilección, esto es, el acto y obra
de amor, es fuerte como la muerte, y dura emulación y porfía como el infierno. El
espíritu aquí tiene tanta fuerza, que tiene tan sujeta a la carne y la tiene tan en poco
como el árbol a una de sus hojas. En ninguna manera aquí el alma busca su consuelo ni
gusto, ni en Dios ni en otra cosa, ni anda deseando ni pretendiendo pedir mercedes a
Dios, porque ve claro que hartas las tiene hechas, y queda todo su cuidado en cómo
podrá dar algún gusto a Dios y servirle algo por lo que él merece y de él tiene recibido,
aunque fuese muy a su costa. Dice en su corazón y espíritu: ¡Ay, Dios y Señor mío,
cuán muchos hay que andan a buscar en ti consuelo y gusto y a que les concedas
mercedes y dones, mas los que a ti pretenden dar gusto y darte algo a su costa,
pospuesto su particular, son muy pocos. Porque no está la falta, Dios mío, en no nos
querer tú hacer mercedes de nuevo, sino en no emplear nosotros las recibidas sólo en tu
servicio, para obligarte a que nos las hagas de continuo!
Harto levantado es este grado de amor, porque, como aquí el alma con tan verdadero
amor se anda siempre tras Dios con espíritu de padecer por él, dale Su Majestad muchas
veces y muy de ordinario el gozar, visitándola en espíritu sabrosa y deleitablemente,
porque el inmenso amor del Verbo Cristo no puede sufrir penas de su amante sin
acudirle. Lo cual por Jeremías (2, 2) lo afirma él, diciendo: Acordádome he de ti,
apiadándome de tu adolescencia y ternura cuando me seguiste en el desierto. Hablando
espiritualmente es el desarrimo que aquí interiormente trae el alma de toda criatura, no
parando ni quietándose en nada. Este cuarto grado inflama de manera al alma y la
enciende tal deseo de Dios, que la hace subir al quinto, el cual es el que se sigue.
5. El quinto grado de la escala de amor hace al alma apetecer y codiciar a Dios
impacientemente. En este grado el amante tanta es la vehemencia que tiene por
comprehender al Amado y unirse con él, que toda dilación, por mínima que sea, se le
hace muy larga, molesta y pesada, y siempre piensa que halla al Amado; y cuando se ve
frustrado su deseo, lo cual es casi a cada paso, desfallece en su codicia, según hablando
en este grado lo dice el Salmista (Sal. 83, 2), diciendo: Codicia y desfallece mi alma a
las moradas del Señor. En este grado el amante no puede dejar de ver lo que ama o
morir; en el cual Raquel, por la gran codicia que tenía a los hijos, dijo a Jacob su
esposo: Dame hijos; si no, yo moriré (Gn. 30, 1). Padecen aquí hambre como canes y
cercan y rodean la ciudad de Dios (Sal. 58, 7). En este hambriento grado se ceba el alma
en amor, porque según la hambre es la hartura. De manera que de aquí puede subir al
sexto grado, que hace los efectos que se siguen.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 20
Pónense los otros cinco grados de amor.
1. El sexto grado hace correr al alma ligeramente a Dios y dar muchos toques en él, y
sin desfallecer corre por la esperanza, que aquí el amor (que) la ha fortificado la hace
volar ligero. En el cual grado también dice el profeta Isaías: Los santos que esperan en
Dios mudarán la fortaleza, tomarán alas como de águila y volarán y no desfallecerán (Is.
40, 31), como hacían en el grado quinto. A este grado pertenece también aquello del
salmo (41, 2): Así como el ciervo desea las aguas, mi alma desea a ti, Dios; porque el
ciervo en la sed con gran ligereza corre a las aguas. La causa de esta ligereza en amor
que tiene el alma en este grado es por estar ya muy dilatada la caridad en ella, por estar
aquí el alma poco menos que purificada del todo, como se dice también en el salmo (58,
5), es a saber: Sine iniquitate cucurri; y en otro salmo (118, 32): El camino de tus
mandamientos corrí cuando dilataste mi corazón. Y así, de este sexto grado se pone
luego en el séptimo, que es el que sigue.
2. El séptimo grado de esta escala hace atrever al alma con vehemencia. Aquí el amor ni
se aprovecha del juicio para esperar, ni usa de consejo para se retirar, ni con vergüenza
se puede enfrenar, porque el favor, que ya Dios aquí hace al alma, la hace atrever con
vehemencia. De donde se sigue lo que dice el Apóstol (1 Cor. 13, 7), y es: La caridad
todo lo cree, todo lo espera y todo lo puede. De este grado habló Moisés (Ex. 32,
31-32), cuando dijo a Dios que perdonase al pueblo, y, si no, que le borrase a él del libro
de la vida en que le había escrito. Estos alcanzan de Dios lo que con gusto le piden. De
donde dice David (Sal. 36, 4): Deléitate en Dios, y darte ha las peticiones de tu corazón.
En este grado se atrevió la Esposa (Ct. 1, 1) y dijo: Osculetur me osculo oris sui. A este
grado no le es lícito al alma atreverse, si no sintiere el favor interior del cetro del rey
inclinado para ella (Est. 6, 11), porque por ventura no caiga de los demás grados que
hasta allí ha subido, en los cuales siempre se ha de conservar en humildad. De esta
osadía y mano, que Dios la da al alma en este séptimo grado para atreverse a Dios con
vehemencia de amor, se sigue el octavo, que es hacer ella presa en el Amado y unirse
con él, según se sigue.
3. El octavo grado de amor hace al alma asir y apretar sin soltar, según la Esposa dice
(Ct. 3, 4) en esta manera: Hallé al que ama mi corazón y ánima, y túvele, y no le soltaré.
En este grado de unión satisface el alma su deseo, mas no de continuo, porque algunos
llegan a poner el pie y luego lo vuelven a quitar; porque si durase, sería cierta gloria en
esta vida, y así muy pocos espacios causa el alma en él. Al profeta Daniel (10, 11), por
ser varón de deseos, se le mandó de parte de Dios que permaneciese en este grado,
diciéndole: Daniel, está sobre tu grado, porque eres varón de deseos. De este grado se
sigue el nono, que es ya el de los perfectos, como diremos después, que es el que se
sigue.
4. El nono grado de amor hace arder al alma con suavidad. Este grado es el de los
perfectos, los cuales arden ya en Dios suavemente, porque este ardor suave y deleitoso
les causa el Espíritu Santo por razón de la unión que tienen con Dios. Por esto dice san
Gregorio de los Apóstoles que, cuando el Espíritu Santo visiblemente vino sobre ellos,
que interiormente ardieron por amor suavemente.
De los bienes y riquezas de Dios que el alma goza en este grado, no se puede hablar;
porque, si de ello escribiesen muchos libros, quedaría lo más por decir. Del cual, por
esto y porque después diremos alguna cosa, aquí no digo más sino que de éste se sigue
el décimo y el último grado de esta escala de amor, que ya no es de esta vida.
5. El décimo y último grado de esta escala secreta de amor hace el alma asimilarse
totalmente a Dios, por razón de la clara visión de Dios que luego posee inmediatamente
el alma, que, habiendo llegado en esta vida al nono grado, sale de la carne. Porque éstos,
pocos que son, por cuanto ya por el amor están purgadísimos, no entran en el purgatario.
De donde san Mateo (5, 8), dice: Beati mundo corde, quoniam ipsi Deum videbunt, etc.
Y, como decimos, esta visión es la causa de la similitud total del alma con Dios, porque
así lo dice san Juan (1 Jn. 3, 2), diciendo: Sabemos que seremos semejantes a él, no
porque el alma se hará tan capaz como Dios, porque eso es imposible, sino porque todo
lo que ella es se hará semejante a Dios; por lo cual se llamará, y lo será, Dios por
participación.
6. Esta es la escala secreta que aquí dice el alma, aunque ya en estos grados de arriba no
es muy secreta para el alma, porque mucho se le descubre el amor por los grandes
efectos que en ella hace. Mas en este último grado de clara visión, que es lo último de la
escala donde estriba Dios, como ya dijimos, ya no hay cosa para el alma encubierta, por
razón de la total asimilación; de donde nuestro Salvador (Jn. 16, 23) dice: En aquel día
ninguna cosa me preguntaréis, etc. Pero hasta este día todavía, aunque el alma más alta
vaya, le queda algo encubierto, y tanto cuanto le falta para la asimilación total con la
divina esencia.
De esta manera, por esta teología mística y amor secreto, se va el alma saliendo de todas
las cosas y de sí misma y subiendo a Dios. Porque el amor es asimilado al fuego, que
siempre sube hacia arriba, con apetito de engolfarse en el centro de su esfera.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 21
Declárase esta palabra "disfrazada", y dícense los colores del disfraz del alma en esta
noche.
1. Resta, pues, ahora saber, después que habemos declarado las causas por que el alma
llamaba a esta contemplación secreta escala, acerca de la tercera palabra del verso,
conviene a saber disfrazada, por qué causa también dice el alma que ella salió por esta
secreta escala disfrazada.
2. Para inteligencia de esto conviene saber que disfrazarse no es otra cosa que
disimularse y encubrirse debajo de otro traje y figura que de suyo tenía: ahora por
debajo de aquella forma y traje, mostrar de fuera la voluntad y pretensión que en el
corazón tiene para ganar la gracia y voluntad de quien bien quiere; ahora también para
encubrirse de sus émulos, y así poder hacer mejor su hecho. Y entonces aquellos trajes y
librea toma que más represente y signifique la afección de su corazón, y con que mejor
se pueda acerca de los contrarios disimular.
3. El alma, pues, aquí tocada del amor del Esposo Cristo, pretendiendo caerle en gracia
y ganarle la voluntad, aquí sale disfrazada con aquel disfraz que más al vivo represente
las afecciones de su espíritu y con que más segura vaya de los adversarios suyos y
enemigos, que son: demonio, mundo y carne. Y así, la librea que lleva es de tres colores
principales, que son blanco, verde y colorado, por los cuales son denotadas las tres
virtudes teologales, que son: fe, esperanza y caridad, con las cuales no solamente ganará
la gracia y voluntad de su Amado, pero irá muy amparada y segura de sus tres
enemigos. Porque la fe es una túnica interior de una blancura tan levantada, que
disgrega la vista de todo entendimiento. Y así, yendo el alma vestida de fe, no ve ni
atina el demonio a empecerla, porque con la fe va muy amparada, más que con todas las
demás virtudes, contra el demonio, que es el más fuerte y astuto enemigo.
4. Que, por eso, san Pedro (1 Pe. 5, 9) no halló otro mayor amparo que ella para librarse
de él, cuando dijo: Cui resistite fortes in fide. Y para conseguir la gracia y unión del
Amado no puede el alma haber mejor túnica y camisa interior, para fundamento y
principio de las demás vestiduras de virtudes, que esta blancura de fe, porque sin ella,
como dice el Apóstol (Heb. 11, 6), imposible es agradar a Dios, y con ella es imposible
dejarle de agradar, pues él mismo dice por el profeta Oseas (2, 20): Desponsabo te mihi
in fide. Que es como decir: Si te quieres, alma, unir y desposar conmigo, has de venir
interiormente vestida de fe.
5. Esta blancura de fe llevaba el alma en la salida de esta noche oscura, cuando
caminando, como habemos dicho arriba, en tinieblas y aprietos interiores, no dándole su
entendimiento algún alivio de luz, ni de arriba, pues le parecía el cielo cerrado y Dios
escondido, ni de abajo, pues los que la enseñaban no le satisfacían, sufrió con
constancia y perseveró, pasando por aquellos trabajos sin desfallecer y faltar al Amado;
el cual en los trabajos y tribulaciones prueba la fe de su Esposa, de manera que pueda
ella después con verdad decir aquel dicho de David (Sal. 16, 4), es a saber: Por las
palabras de tus labios yo guardé caminos duros.
6. Luego, sobre esta túnica blanca de fe se sobrepone aquí el alma el segundo color, que
es una almilla de verde, por el cual, como dijimos, es significada la virtud de la
esperanza; con la cual, cuanto a lo primero, el alma se libra y ampara del segundo
enemigo, que es el mundo. Porque esta verdura de esperanza viva en Dios da al alma
una tal viveza y animosidad y levantamiento a las cosas de la vida eterna, que, en
comparación de lo que allí espera, todo lo del mundo le parece, como es la verdad, seco
y lacio y muerto, de ningún valor. Y aquí se despoja y desnuda de todas estas vestiduras
y traje del mundo, no poniendo su corazón en nada, ni esperando nada de lo que hay o
ha de haber en él, viviendo solamente vestida de esperanza de vida eterna. Por lo cual,
teniendo el corazón tan levantado del mundo, no sólo no le puede tocar y asir el
corazón, pero ni alcanzarle de vista.
7. Y así, con esta verde librea y disfraz va el alma muy segura de este segundo enemigo
del mundo. Porque a la esperanza llama san Pablo (1 Tes. 5, 8) yelmo de salud, que es
una arma que ampara toda la cabeza y la cubre de manera que no la queda descubierto
sino una visera por donde ver. Y eso tiene la esperanza, que todos los sentidos de la
cabeza del alma cubre, de manera que no se engolfan en cosa ninguna del mundo, ni les
quede por donde les pueda herir alguna saeta del siglo. Sólo le deja una visera para que
el ojo pueda mirar hacia arriba, y no más, que es el oficio que de ordinario hace la
esperanza en el alma, que es levantar los ojos a mirar a Dios, como dice David (Sal. 24,
15) que hacía en él cuando dijo: Oculi mei semper ad Dominum, no esperando bien
ninguno de otra parte, sino, como él mismo en otro salmo (122, 2) dice: Que así como
los ojos de la sierva están en las manos de su señora puestos, así los nuestros en Nuestro
Señor Dios, hasta que se apiade de nosotros, esperando en él.
8. Por esta causa, (es) esta librea verde, porque siempre está mirando a Dios y no pone
los ojos en otra cosa ni se paga sino sólo de él; se agrada tanto el Amado del alma, que
es verdad decir que tanto alcanza de él cuanto ella de él espera. Que por eso el Esposo
en los Cantares (4, 9) le dice a ella, que en solo el mirar de un ojo le llagó el corazón.
Sin esta librea verde de sólo esperanza de Dios no le convenía al alma salir a esta
pretensión de amor, porque no alcanzara nada, por cuanto la que mueve y vence es la
esperanza porfiada.
9. De esta librea de esperanza va disfrazada el alma por esta oscura y secreta noche que
habemos dicho, pues que va tan vacía de toda posesión y arrimo, que no lleva los ojos
en otra cosa ni el cuidado si no es en Dios, poniendo en el polvo su boca si por ventura
hubiere esperanza, como entonces alegamos de Jeremías (Lm. 3, 29).
10. Sobre el blanco y verde, para el remate y perfección de este disfraz y librea, lleva el
alma aquí el tercer color, que es una excelente toga colorada, por la cual es denotada la
tercera virtud, que es caridad, con la cual no solamente da gracia a las otras dos colores,
pero hace levantar tanto al alma de punto, que la pone cerca de Dios tan hermosa y
agradable, que se atreve ella a decir: Aunque soy morena, ¡oh hijas de Jerusalén!, soy
hermosa; y por eso me ha amado el rey, y metídome en su lecho (Ct. 1, 4).
Con esta librea de caridad, que es ya la del amor, que en el Amado hace más amor, no
sólo se ampara y encubre el alma del tercer enemigo, que es la carne (porque donde hay
verdadero amor de Dios, no entrará amor de sí ni de sus cosas), pero aun hace válidas a
las demás virtudes, dándoles vigor y fuerza para amparar al alma, y gracia y donaire
para agradar al Amado con ellas, porque sin caridad ninguna virtud es graciosa delante
de Dios; porque ésta es la púrpura que se dice en los Cantares (3, 10), sobre que se
recuesta Dios, viéndose en el alma. De esta librea colorada va el alma vestida, cuando,
como arriba queda declarado en la primera canción, en la noche oscura sale de sí y de
todas las cosas criadas, con ansias en amores inflamada, por esta secreta escala de
contemplación, a la perfecta unión de amor de Dios, su amada salud.
11. Este, pues, es el disfraz que el alma dice que lleva en la noche de fe por esta secreta
escala, y éstas son las tres colores de él; las cuales son una acomodadísima disposición
para unirse el alma con Dios según sus tres potencias, que son: entendimiento, memoria
y voluntad.
Porque la fe oscurece y vacía al entendimiento de toda su inteligencia y en esto le
dispone para unirle con la Sabiduría divina.
Y la esperanza vacía y aparta la memoria de toda la posesión de criatura, porque, como
dice san Pablo (Rm. 8, 24), la esperanza es de lo que no se posee, y así aparta la
memoria de lo que se puede poseer, y pónela en lo que espera. Y por esto la esperanza
de Dios sola dispone la memoria puramente para unirla con Dios.
La caridad, ni más ni menos, vacía y aniquila las afecciones y apetitos de la voluntad de
cualquiera cosa que no es Dios, y sólo se los pone en él; y así esta virtud dispone esta
potencia y la une con Dios por amor. Y así, porque estas virtudes tienen por oficio
apartar al alma de todo lo que es menos que Dios, le tienen consiguientemente de
juntarla con Dios.
12. Y así, sin caminar a las veras con el traje de estas tres virtudes, es imposible llegar a
la perfección de unión con Dios por amor. De donde, para alcanzar el alma lo que
pretendía, que era esta amorosa y deleitosa unión con su Amado, muy necesario y
conveniente traje y disfraz fue este que tomó aquí el alma. Y también atinársele a vestir
y perseverar con él hasta conseguir pretensión y fin tan deseado como era la unión de
amor, fue gran ventura, y por eso nos lo dice este verso:
¡Oh dichosa ventura!
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 22
Explícase el tercer verso de la segunda canción.
1. Bien claro está que le fue dichosa ventura al alma salir con una tal empresa, como
ésta su salida fue; en la cual se libró del demonio y del mundo y de su misma
sensualidad, como habemos dicho, y, alcanzado la libertad dichosa y deseada de todos,
del espíritu, salió de lo bajo a lo alto, de terrestre se hizo celestial, y de humana, divina,
viniendo a tener su conversación en los cielos (Fil. 3, 20), como acaece en este estado
de perfección al alma, como en lo restante se irá diciendo, aunque ya con alguna más
brevedad.
2. Porque lo que era de más importancia, y por lo que yo principalmente me puse en
esto, que fue declarar esta noche a muchas almas que, pasando por ella, estaban de ella
ignorantes, como en el prólogo se dice, está ya medianamente declarado, y dado a
entender, aunque harto menos de lo que ello es: cuántos sean los bienes que consigo trae
al alma, y cuán dichosa ventura le sea al que por ella va, para que, cuando se espantaren
con el horror de tantos trabajos, se animen con la cierta esperanza de tantos y tan
aventajados bienes de Dios como en ella se alcanzan.
También, demás de esto, le fue dichosa ventura al alma por lo que dice luego en el verso
siguiente, es a saber:
A oscuras y en celada.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 23
Declárase el cuarto verso. Dice el admirable escondrijo en que es puesta el alma en esta
noche, y cómo, aunque el demonio tiene entrada en otros muy altos no en éste.
1. En celada es tanto como decir: escondido o encubierto. Y así, lo que aquí dice el
alma, conviene a saber, que a oscuras y en celada salió, es más cumplidamente dar
entender la gran seguridad que ha dicho en el primer verso de esta canción que lleva por
medio de esta oscura contemplación en el camino de la unión de amor de Dios. Decir,
pues, el alma a oscuras y en celada, es decir que, por cuanto iba a oscuras de la manera
dicha, iba encubierta y escondida del demonio y de sus cautelas y asechanzas.
2. La causa por que el alma en la oscuridad de esta contemplación va libre y escondida
de las asechanzas del demonio, es porque la contemplación infusa, que aquí lleva, se
infunde pasiva y secretamente en el alma a excusas de los sentidos y potencias interiores
y exteriores de la parte sensitiva. Y de aquí es que no sólo del impedimento, que con su
natural flaqueza le pueden ser estas potencias, va escondida y libre, sino también del
demonio, el cual, si no es por medio de estas potencias de la parte sensitiva, no puede
alcanzar ni conocer lo que hay en el alma, ni lo que en ella pasa. De donde, cuanto la
comunicación es más espiritual, interior y remota de los sentidos, tanto menos el
demonio alcanza a entenderla.
3. Y así, es mucho lo que importa para la seguridad del alma que el trato interior con
Dios sea de manera que sus mismos sentidos de la parte inferior queden a oscuras y
ayunos de ello y no lo alcancen: lo uno, porque haya lugar que la comunicación
espiritual sea más abundante, no impidiendo la flaqueza de la parte sensitiva la libertad
del espíritu; lo otro, porque, como decimos, va más segura, no alcanzando el demonio
tan adentro. De donde podemos entender a este propósito aquella autoridad de nuestro
Salvador (Mt. 6, 3), hablando espiritualmente, conviene a saber: No sepa tu siniestra lo
que hace tu diestra, que es como si dijera: Lo que pasa en la parte diestra, que es la
superior y espiritual del alma, no lo sepa (la siniestra), esto es, sea de manera que la
porción inferior de tu alma, que es la parte sensitiva, no lo alcance; sea sólo secreto
entre el espíritu y Dios.
4. Bien es verdad que muchas veces, cuando hay en el alma y pasan estas
comunicaciones espirituales muy interiores y secretas, aunque el demonio no alcance
cuáles y cómo sean, por la gran pausa y silencio que causan algunas de ellas en los
sentidos y potencias de la parte sensitiva, por aquí hecha de ver que las hay y que recibe
el alma algún bien. Y entonces, como ve que no puede alcanzar a contradecirlas al
fondo del alma, hace cuanto puede por alborotar y turbar la parte sensitiva, que es donde
alcanza, ahora con dolores, ahora con horrores y miedos, con intento de desquietar y
turbar por este medio a la parte superior y espiritual del alma, acerca de aquel bien que
entonces recibe y goza.
Pero muchas veces, cuando la comunicación de la tal contemplación tiene su puro
embestimiento en el espíritu y hace fuerza en él, no le aprovecha al demonio su
diligencia para desquietarle, antes el alma entonces recibe nuevo provecho y mayor y
más segura paz. Porque, en sintiendo la turbadora presencia del enemigo, ¡cosa
admirable!, que, sin saber cómo es aquello y sin ella hacer nada de su parte, se entra ella
más adentro del fondo interior, sintiendo ella muy bien que se pone en cierto refugio,
donde se ve estar más alejada del enemigo y escondida, y allí aumentársele la paz y el
gozo que el demonio le pretendía quitar. Y entonces todo aquel temor le cae por
defuera, sintiéndolo ella claramente y holgándose de verse tan a lo seguro gozar de
aquella quieta paz y sabor del Esposo escondido, que ni mundo ni demonio puede dar ni
quitar, sintiendo allí el alma la verdad de lo que la Esposa a este propósito dice en los
Cantares (3, 7-8), es a saber: Mirad que al lecho de Salomón cercan sesenta fuertes, etc.,
por los temores de la noche. Y esta fortaleza y paz siente, aunque muchas veces siente
atormentar la carne y los huesos por defuera.
5. Otras veces, cuando la comunicación espiritual no comunica mucho en el espíritu,
sino que participa en el sentido, con más facilidad alcanza el demonio a turbar el
espíritu y alborotarle por medio del sentido con estos horrores. Y entonces es grande el
tormento y pena que causa en el espíritu, y algunas veces más de lo que se puede decir;
porque, como va de espíritu a espíritu desnudamente, es intolerable el horror que causa
el malo en el bueno, digo en el del ánima, cuando le alcanza su alboroto. Lo cual
también da a entender la Esposa en los Cantares (6, 10), cuando dice haberle a ella
acaecido así al tiempo que quería descender al interior recogimiento a gozar de estos
bienes, diciendo: Descendí al huerto de las nueces para ver las manzanas de los valles y
si había florecido la viña; no supe; conturbóme mi alma por las cuadrigas, esto es, por
los carros y estruendos de Aminadab, que es el demonio.
6. Otras veces acaece, y esto cuando es por medio del ángel bueno, que algunas veces el
demonio echa de ver alguna merced que Dios quiere hacer al alma. Porque las que son
por este medio del ángel bueno, ordinariamente permite Dios que las entienda el
adversario: lo uno, para que haga contra ellas lo que pudiere según la proporción de la
justicia, y así no pueda alegar el demonio de su derecho, diciendo que no le dan lugar
para conquistar al alma, como hizo de Job (1, 9-11; 2, 4-8); lo cual sería si no dejase
Dios lugar a que hubiese cierta paridad en los dos guerreros, conviene a saber, el ángel
bueno y el malo, acerca del alma, y así la victoria de cualquiera sea más estimada, y el
alma victoriosa y fiel en la tentación sea más premiada.
7. Donde nos conviene notar que ésta es la causa por que, a la misma medida y modo
que va Dios llevando al alma y habiéndose con ella, da licencia al demonio para que de
esa misma manera se haya él con ella: que, si tiene visiones verdaderas por medio del
ángel bueno (que ordinariamente son por este medio, aunque se muestre Cristo, porque
él en su misma persona casi nunca parece), también da Dios licencia al ángel malo para
que en aquel mismo género se las pueda representar falsas, de manera que, según son de
aparentes, el alma que no es cauta fácilmente puede ser engañada, como muchas de esta
manera lo han sido. De lo cual hay figura en el Exodo (7, 11-12; 8, 7), donde se dice
que, todas las señales que hacía Moisés verdaderas, hacían también los mágicos de
Faraón aparentes; que, si él sacaba ranas, ellos también las sacaban; si él volvía el agua
en sangre, ellos también la volvían.
8. Y no sólo en este género de visiones corporales imita, sino también en las espirituales
comunicaciones, cuando son por medio del ángel, alcanzándolas a ver, como decimos,
porque, como dice Job (41, 25): Omne sublime videt, imita y se entremete. Aunque en
éstas, como son sin forma y figura (porque de razón del espíritu es no tenerla), no las
puede él imitar y formar como las otras que debajo de alguna especie o figura se
representan. Y así, para impugnarla, al mismo modo que el alma es visitada,
represéntala su temor espiritual para impugnar y destruir espiritual con espiritual.
Cuando esto acaece así, al tiempo que el ángel bueno va a comunicar al alma la
espiritual contemplación, no puede el alma ponerse tan presto en lo escondido y celada
de la contemplación que no sea notada del demonio y la alcance de vista con algún
horror y turbación espiritual, a veces harto penosa para el alma. Entonces algunas veces
se puede el alma despedir presto, sin que haya lugar de hacer en ella impresión en el
dicho horror del espíritu malo, y se recoge dentro de sí, favorecida para esto de la eficaz
merced espiritual que el ángel bueno entonces le hace.
9. Otras veces prevalece el demonio y comprehende al alma la turbación y el horror, lo
cual es al alma de mayor pena que ningún tormento de esta vida le podría ser; porque,
como esta horrenda comunicación va de espíritu a espíritu, algo desnuda y claramente
de todo lo que es cuerpo, es penosa sobre todo sentido; y dura esto algún tanto en el
espíritu, no mucho, porque saldría el espíritu de las carnes con la vehemente
comunicación del otro espíritu; después queda la memoria que basta para dar gran pena.
10. Todo esto que habemos dicho pasa en el alma pasivamente, sin ser ella parte en
hacer y deshacer acerca de ello. Pero es aquí de saber que, cuando el ángel bueno
permite al demonio esta ventaja de alcanzar al alma con este espiritual horror, hácelo
para purificarla y disponerla con esta vigilia espiritual para alguna gran fiesta y merced
espiritual: que le quiere hacer el que nunca mortifica sino para dar vida, ni humilla sino
para ensalzar (1 Re. 2, 6-7). Lo cual acaece de allí a poco, que el alma, conforme a la
purgación tenebrosa y horrible que padeció, goza de admirable y sabrosa contemplación
espiritual, a veces tan subida, que no hay lenguaje para ella; pero sutilizóla mucho el
espíritu para poder recibir este bien el antecedente horror del espíritu malo; porque estas
visiones espirituales más son de la otra vida que de ésta, y, cuando se ve una, dispone
para otra.
11. Lo dicho se entiende acerca de cuando visita Dios al alma por medio del ángel
bueno, en lo cual no va ella, según se ha dicho, totalmente tan a oscuras y en celada, que
no le alcance algo el enemigo. Pero cuando Dios por sí mismo la visita, entonces se
verifica bien el dicho verso, porque totalmente a oscuras y en celada del enemigo recibe
las mercedes espirituales de Dios. La causa es porque como Su Majestad mora
sustancialmente en el alma, donde ni ángel ni demonio puede llegar a entender lo que
pasa, no puede conocer las íntimas y secretas comunicaciones que entre ella y Dios allí
pasan. Estas, por cuanto las hace el Señor por sí mismo, totalmente son divinas y
soberanas, porque todos son toques sustanciales de divina unión entre el alma y Dios, en
uno de los cuales, por ser éste el más alto grado de oración que hay, recibe el alma
mayor bien que en todo el resto.
12. Porque éstos son los toques que ella le entró pidiendo en los Cantares (1, 1),
diciendo: Osculetur me osculo oris sui, etc. Que por ser cosa que tan a lo justo pasa con
Dios, donde el alma con tantas ansias codicia llegar, estima y codicia un toque de esta
Divinidad más que todas las demás mercedes que Dios le hace. Por lo cual, después que
en los dichos Cantares le había hecho muchas, que ella allí ha contado, no hallándose
satisfecha, dice, pidiendo estos toques divinos: ¿Quién te me dará hermano mío, que te
hallase yo sola afuera mamando de los pechos de mi madre, porque con la boca de mi
alma te besase, y así no me despreciase ni se me atreviese ninguno? (8, 1). Dando a
entender por esto que, siendo la comunicación que Dios le hiciese para sí sólo, como
vamos diciendo, afuera y a excusa de todas las criaturas, que esto quiere decir "solo y
afuera mamando", esto es, enjugando y apagando los pechos de los apetitos y afecciones
de la parte sensitiva (lo cual es cuando ya con libertad de espíritu, sin que la parte
sensitiva alcance a impedirlo, ni el demonio por medio de ella a contradecirlo, goza el
alma en sabor y paz íntima estos bienes), que entonces no se le atrevería el demonio,
porque no lo alcanzaría, ni podrá llegar a entender estos divinos toques en la sustancia
del alma en la amorosa sustancia de Dios.
13. A este bien ninguno llega si no es por íntima purgación y desnudez y escondrijo
espiritual de todo lo que es criatura. Lo cual a oscuras, como largamente habemos dicho
atrás y decimos acerca de este verso en celada y escondido; en el cual escondido, como
ahora habemos dicho, se va confirmando el alma en la unión con Dios por amor. Y, por
eso lo canta ella en el dicho verso, diciendo: a oscuras y en celada.
14. Cuando acaece que aquellas mercedes se le hacen al alma en celada, que es sólo,
como habemos dicho, en espíritu, suele en algunas de ellas el alma verse sin saber cómo
es aquello, tan apartada y alejada según la parte espiritual y superior de la porción
inferior y sensitiva, que conoce en sí dos partes tan distintas entre sí, que le parece no
tiene que ver la una con la otra, pareciéndole que está muy remota y apartada de la una.
Y la verdad, en cierta manera así lo está; porque según la operación, que entonces es
toda espiritual, no comunica en la parte sensitiva. De esta suerte se va haciendo el alma
toda espiritual; en estos escondrijos de contemplación unitiva se le acaban por sus
términos de quitar las pasiones y apetitos espirituales en mucho grado. Y así, hablando
de la porción superior del alma, dice luego este último verso:
Estando ya mi casa sosegada.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 24
Acábase de explicar la segunda canción.
1. Lo cual es tanto como decir: estando la porción superior de mi alma ya también,
como la inferior, sosegada según sus apetitos y potencias, salí a la divina unión de amor
de Dios.
2. Por cuanto de dos maneras por medio de aquella guerra de la oscura noche, como
queda dicho, es combatida y purgada el alma, conviene a saber, según la parte sensitiva
y la espiritual, con sus sentidos, potencias y pasiones, también de dos maneras, conviene
saber, según estas dos partes sensitiva y espiritual, con todas sus potencias y apetitos,
viene el alma a conseguir paz y sosiego. Que, por eso, como también queda dicho,
repite dos veces este verso, conviene a saber, en esta canción y la pasada, por razón de
estas dos porciones del alma, espiritual y sensitiva; las cuales, para poder ella salir a la
divina unión de amor, conviene que estén primero reformadas, ordenadas y quietas
acerca de lo sensitivo y espiritual conforme al modo del estado de la inocencia que
había en Adán. Y así este verso, que en la primera canción es entendido del sosiego de
la porción inferior y sensitiva, en esta segunda se entiende particularmente de la
superior y espiritual, que por eso le ha repetido dos veces.
3. Este sosiego y quietud de esta casa espiritual viene a conseguir el alma, habitual y
perfectamente, según esta condición de vida sufre, por medio de los actos de toques
sustanciales de unión que acabamos de decir, y que, en celada y escondida de la
turbación del demonio y de los sentidos y pasiones, ha ido recibiendo de la Divinidad,
en que el alma se ha ido purificando, como digo, sosegando y fortaleciendo y haciendo
estable para poder de asiento recibir la dicha unión, que es el divino desposorio entre el
alma y el Hijo de Dios.
El cual, luego que estas dos casas del alma se acaban de sosegar y fortalecer en uno con
todos sus domésticos de potencias y apetitos, poniéndolos en sueño y silencio acerca de
todas las cosas de arriba y de abajo, inmediatamente esta divina Sabiduría se une en el
alma con un nuevo nudo de posesión de amor, y se cumple como ella lo dice en el libro
de la Sabiduría (18, 14-15) diciendo: Dum quietum silentium contineret omnia, et nox
in suo cursu medium iter haberet, omnipotens sermo tuus, Domine, a regalibus sedibus.
Lo mismo da a entender la Esposa en los Cantares, diciendo que después que pasó los
que la desnudaron el manto de noche y la llagaron (5, 7), halló al que deseaba su ánima
(3, 4).
4. No se puede venir a esta unión sin gran pureza, y esta pureza no se alcanza sin gran
desnudez de toda cosa criada y viva mortificación. Lo cual es significado por desnudar
el manto a la Esposa y llagarla de noche en la busca y pretensión del Esposo; porque el
nuevo manto que pretendía del desposorio no se le podía vestir sin desnudar el viejo.
Por tanto, el que rehusare salir en la noche ya dicha a buscar al Amado y ser desnudado
de su voluntad y mortificado, sino que en su lecho y acomodamiento le busca, como
hacía la Esposa, no llegará a hallarle, como esta alma dice de sí que lo halló, saliendo ya
a oscuras y con ansia de amor.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CAPÍTULO 25
En que brevemente se declara la tercera canción.
CANCIÓN 3ª
En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y
guía sino la que en el corazón ardía.
DECLARACIÓN
1. Continuando todavía el alma la metáfora y semejanza de la noche temporal en esta
suya espiritual, va todavía contando y engrandeciendo las buenas propiedades que hay
en ella, y que por medio de ella halló y llevó, para que breve y seguramente consiguiese
su deseado fin, de las cuales aquí pone tres.
2. La primera, dice, es que en esta dichosa noche de contemplación lleva Dios el alma
por tan solitario y secreto modo de contemplación y tan remoto y ajeno del sentido, que
cosa ninguna perteneciente a él, ni toque de criatura, alcanza a llegarle al alma, de
manera que la estorbase y detuviese en el camino de la unión de amor.
3. La segunda propiedad que dice, es por causa de las tinieblas espirituales de esta
noche, en que todas las potencias de la parte superior del alma están a oscuras; no
mirando el alma ni pudiendo mirar en nada, no se detiene en nada fuera de Dios para ir
a él, por cuanto va libre de los obstáculos de formas y figuras y de las aprehensiones
naturales, que son las que suelen empachar el alma para no se unir siempre con el ser de
Dios.
4. La tercera es que, aunque ni va arrimada a alguna particular luz interior del
entendimiento ni a alguna guía exterior para recibir satisfacción de ella en este alto
camino, teniéndola privada de todo esto estas oscuras tinieblas; pero el amor solo que en
este tiempo arde, solicitando el corazón por el Amado, es el que guía y mueve al alma
entonces, y la hace volar a su Dios por el camino de la soledad, sin ella saber cómo y de
qué manera.
Síguese el verso:
En la noche dichosa.
Inicio -------------------------------------------------------------------------FIN DE LA OBRA
[San Juan de la Cruz CANTICO ESPIRITUALA Cancion 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DEL CANTO ESPIRITUAL A
Prólogo
Canciones entre el alma y el Esposo
Canciones
Cancion 1. Adónde te escondiste Canción 2. Pastores, los que fuéredes Canción 3.
Buscando mis amores Canción 4. Oh bosques y espesuras Canción 5. Mil gracias
derramando Canción 6. Ay, quién podrá sanarme Canción 7. Y todos cuantos vagan
Canción 8. Mas, cómo perseveras Canción 9. Por qué, pues has llagado Canción 10.
Apaga mis enojos Canción 11. Oh cristalina fuente Canción 12. Apártalos, Amado
Canción 13. Mi Amado, las montañas Canción 14. La noche sosegada Canción 15.
Nuestro lecho florido Canción 16. A zaga de tu huella Canción 17. En la interior bodega
Canción 18. Allí me dio su pecho Canción 19. Mi alma se ha empleado Canción 20.
Pues ya si en el ejido Canción 21. De flores y esmeraldas Canción 22. En solo aquel
cabello Canción 23. Cuando tú me mirabas Canción 24. No quieras despreciarme
Canción 25. Cogednos las raposas Canción 26. Detente, cierzo muerto Canción 27.
Entrado se ha la esposa Canción 28. Debajo del manzano Canción 29. A las aves ligeras
Canción 30. Por las amenas liras Canción 31. Oh ninfas de Judea Canción 32.
Escóndete, Carillo Canción 33. La blanca palomica Canción 34. En soledad vivía
Canción 35. Gocémonos, Amado Canción 36. Y luego a las subidas Canción 37. Allí
me mostrarías Canción 38. El aspirar del aire Canción 39. Que nadie lo miraba
Inicio -------------------------------------------------------------------------DECLARACIÓN DE LAS CANCIONES QUE TRATAN DEL EJERCICIO DE
AMOR ENTRE EL ALMA Y EL ESPOSO CRISTO, EN LA CUAL SE TOCAN Y
DECLARAN ALGUNOS PUNTOS Y EFECTOS DE ORACIÓN, A PETICIÓN DE
LA MADRE ANA DE JESÚS, PRIORA DE LAS DESCALZAS DE SAN JOSÉ DE
GRANADA. AÑO DE 1584 AÑOS.
PRÓLOGO
1. Por cuanto estas canciones, religiosa Madre, parecen ser escritas con algún fervor de
amor de Dios, cuya sabiduría y amor es tan inmenso, que, como se dice en el libro de la
Sabiduría (Sb 8, 1), toca desde un fin hasta otro fin, y el alma que de él es informada y
movida, en alguna manera esa misma abundancia e ímpetu lleva en su decir, no pienso
yo ahora declarar toda la anchura y copia que el espíritu fecundo del amor en ellas lleva;
antes sería ignorancia pensar que los dichos de amor en inteligencia mística, cuales son
los de las presentes canciones, con alguna manera de palabras se pueden bien explicar;
porque el Espíritu del Señor que ayuda nuestra flaqueza, como dice san Pablo (Rm. 8,
26), morando en nosotros, pide por nosotros con gemidos inefables lo que nosotros no
podemos bien entender ni comprehender para lo manifestar. Porque ¿quién podrá
escribir lo que a las almas amorosas, donde él mora, hace entender? Y ¿quién podrá
manifestar con palabras lo que las hace sentir? Y ¿quién, finalmente, lo que las hace
desear? Cierto, nadie lo puede; cierto, ni ellas mismas por quien pasa lo pueden. Que
ésta es la causa por que con figuras, comparaciones y semejanzas, antes rebosan algo de
lo que sienten, y de la abundancia del espíritu vierten secretos misterios, que con
razones lo declaran.
Las cuales semejanzas, no leídas con la sencillez del espíritu de amor e inteligencia que
ellas llevan, antes parecen dislates que dichos puestos en razón, según es de ver en los
divinos Cantares de Salomón y en otros libros de la Escritura divina, donde, no
pudiendo el Espíritu Santo dar a entender la abundancia de su sentido por términos
vulgares y usados, habla misterios en extrañas figuras y semejanzas. De donde se sigue
que los santos doctores, aunque mucho dicen y más digan, nunca pueden acabar de
declararlo por palabras, así como tampoco por palabras se pudo ello decir; y así, lo que
de ello se declara, ordinariamente es lo menos que contiene en sí.
2. Por haberse, pues, estas canciones compuesto en amor de abundante inteligencia
mística, no se podrán declarar al justo, ni mi intento será tal, sino sólo dar alguna luz en
general, pues Vuestra Reverencia así lo ha querido, y esto tengo por mejor, porque los
dichos de amor es mejor dejarlos en su anchura para que cada uno de ellos se aproveche
según su modo y caudal de espíritu, que abreviarlos a un sentido a que no se acomode
todo paladar. Y así, aunque en alguna manera se declaran, no hay para qué atarse a la
declaración; porque la sabiduría mística (la cual es por amor, de que las presentes
canciones tratan) no ha menester distintamente entenderse para hacer efecto de amor y
afición en el alma, porque es a modo de la fe, en la cual amamos a Dios sin entenderle.
3. Por tanto, seré bien breve, aunque no podrá ser menos de alargarme en algunas partes
donde lo pidiere la materia y donde se ofreciere ocasión de tratar y declarar algunos
puntos y efectos de oración, que, por tocarse en las canciones muchos, no podrá ser
menos de tratar algunos. Pero, dejando los más comunes, notaré brevemente los más
extraordinarios que pasan por los que han pasado, con el favor de Dios, de principiantes.
Y esto por dos cosas: la una, porque para los principiantes hay muchas cosas escritas; la
otra, porque en ello hablo con Vuestra Reverencia por su mandado, a la cual Nuestro
Señor ha hecho merced de haberla sacado de esos principios y llevádola más adentro del
seno de su amor divino. Y así espero que, aunque se escriben aquí algunos puntos de
teología escolástica acerca del trato interior del alma con su Dios, no será en vano haber
hablado algo a lo puro del espíritu en tal manera; pues, aunque a Vuestra Reverencia le
falte el ejercicio de teología escolástica, con que se entienden las verdades divinas, no la
falta el de la mística, que se sabe por amor, en que no solamente se saben, mas
juntamente se gustan.
4. Y por que lo que dijere (lo cual quiero sujetar al mejor juicio, y totalmente al de la
Santa Madre Iglesia) haga más fe, no pienso afirmar cosa de mío, fiándome de
experiencia que por mí haya pasado, ni de lo que en otras personas espirituales haya
conocido o de ellas oído (aunque de lo uno y de lo otro me pienso aprovechar), sin que
con autoridades de la Escritura divina vaya confirmado y declarado, a lo menos, en lo
que pareciere más dificultoso de entender. En las cuales llevaré este estilo: que primero
las pondré la sentencia de su latín, y luego las declararé al propósito de lo que se
trajeren; y pondré primero juntas todas las canciones, y luego por su orden iré poniendo
cada una de por sí para haberla de declarar; de las cuales declararé cada verso
poniéndole al principio de su declaración, etc.
FIN DEL PRÓLOGO
Inicio -------------------------------------------------------------------------CANCIONES ENTRE EL ALMA Y EL ESPOSO
[San Juan de la Cruz
CANTICO ESPIRITUALA Cancion 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DEL CANTO ESPIRITUAL A
--------------------------------------------------------------------------CANCIONES ENTRE EL ALMA Y EL ESPOSO
Esposa
1. ¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste,
habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido.
2. Pastores, los que fuerdes allá por las majadas al otero: si por ventura vierdes aquel
que yo más quiero, decidle que adolezco, peno y muero.
3. Buscando mis amores iré por esos montes y riberas; ni cogeré las flores, ni temeré las
fieras, y pasaré los fuertes y fronteras.
Pregunta a las criaturas
4. ¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del Amado! ¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado! Decid si por vosotros ha pasado.
Respuesta de las criaturas
5. Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, e, yéndolos mirando, con
sola su figura vestidos los dejó de hermosura.
Esposa
6. ¡Ay, quién podrá sanarme! Acaba de entregarte ya de vero; no quieras enviarme de
hoy más ya mensajero, que no saben decirme lo que quiero.
7. Y todos cuantos vagan de ti me van mil gracias refiriendo, y todos más me llagan, y
déjame muriendo un no sé qué que quedan balbuciendo.
8. Mas ¿cómo perseveras, ¡oh vida!, no viviendo donde vives, y haciendo porque
mueras las flechas que recibes de lo que del Amado en ti concibes?
9. ¿Por qué pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste? Y, pues me le has robado,
¿por qué así le dejaste, y no tomas el robo que robaste?
10. Apaga mis enojos, pues que ninguno basta a deshacellos, y véante mis ojos, pues
eres lumbre dellos, y sólo para ti quiero tenellos.
11. ¡Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados formases de repente los
ojos deseados que tengo en mis entrañas dibujados!
12. Apártalos, Amado, que voy de vuelo.
El Esposo
Vuélvete, paloma, que el ciervo vulnerado por el otero asoma al aire de tu vuelo, y
fresco toma.
La Esposa
13. Mi Amado, las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, los
ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos,
14. la noche sosegada en par de los levantes de la aurora, la música callada, la soledad
sonora, la cena que recrea y enamora.
15. Nuestro lecho florido, de cuevas de leones enlazado, en púrpura tendido, de paz
edificado, de mil escudos de oro coronado.
16. A zaga de tu huella las jóvenes discurren al camino, al toque de centella, al adobado
vino, emisiones de bálsamo divino.
17. En la interior bodega de mi Amado bebí, y cuando salía por toda aquesta vega, ya
cosa no sabía, y el ganado perdí que antes seguía.
18. Allí me dio su pecho, allí me enseñó ciencia muy sabrosa; y yo le di de hecho a mí,
sin dejar cosa: allí le prometí de ser su Esposa.
19. Mi alma se ha empleado, y todo mi caudal en su servicio; ya no guardo ganado, ni
ya tengo otro oficio, que ya sólo en amar es mi ejercicio.
20. Pues ya si en el ejido de hoy más no fuere vista ni hallada, diréis que me he perdido;
que, andando enamorada, me hice perdidiza, y fui ganada.
21. De flores y esmeraldas, en las frescas mañanas escogidas, haremos las guirnaldas en
tu amor florecidas, y en un cabello mío entretejidas.
22. En solo aquel cabello que en mi cuello volar consideraste, mirástele en mi cuello, y
en él preso quedaste, y en uno de mis ojos te llagaste.
23. Cuando tú me mirabas, su gracia en mí tus ojos imprimían; por eso me adamabas, y
en eso merecían los míos adorar lo que en ti vían.
24. No quieras despreciarme, que, si color moreno en mí hallaste, ya bien puedes
mirarme después que me miraste, que gracia y hermosura en mí dejaste.
25. Cogednos las raposas, que está ya florecida nuestra viña, en tanto que de rosas
hacemos una piña, y no parezca nadie en la montiña.
26. Detente, cierzo muerto; ven, austro, que recuerdas los amores, aspira por mi huerto,
y corran sus olores, y pacerá el Amado entre las flores.
Esposo
27. Entrado se ha la esposa en el ameno huerto deseado, y a su sabor reposa, el cuello
reclinado sobre los dulces brazos del Amado.
28. Debajo del manzano, allí conmigo fuiste desposada, allí te di la mano, y fuiste
reparada donde tu madre fuera violada.
29. A las aves ligeras, leones, ciervos, gamos saltadores, montes, valles riberas, aguas,
aires, ardores y miedos de las noches veladores,
30. por las amenas liras y canto de serenas os conjuro que cesen vuestras iras, y no
toquéis al muro, porque la esposa duerma más seguro.
Esposa
31. ¡Oh ninfas de Judea!, en tanto que en las flores y rosales el ámbar perfumea, morá
en los arrabales, y no queráis tocar nuestros umbrales.
32 Escóndete, Carillo, y mira con tu haz a las montañas, y no quieras decillo; mas mira
las compañas de la que va por ínsulas extrañas.
Esposo
33. La blanca palomica al arca con el ramo se ha tornado; y ya la tortolica al socio
deseado en las riberas verdes ha hallado.
34. En soledad vivía, y en soledad ha puesto ya su nido; y en soledad la guía a solas su
querido, también en soledad de amor herido.
Esposa
35. Gocémonos, Amado, y vámonos a ver en tu hermosura al monte o al collado do
mana el agua pura; entremos más adentro en la espesura.
36. Y luego a las subidas cavernas de la piedra nos iremos, que están bien escondidas, y
allí nos entraremos, y el mosto de granadas gustaremos.
37. Allí me mostrarías aquello que mi alma pretendía, y luego me darías allí, tú, vida
mía, aquello que me diste el otro día:
38. El aspirar del aire, el canto de la dulce filomena, el soto y su donaire, en la noche
serena, con llama que consume y no da pena.
39. Que nadie lo miraba, Aminadab tampoco parecía, y el cerco sosegaba, y la
caballería a vista de las aguas descendía.
FIN DE LAS CANCIONES
Inicio -------------------------------------------------------------------------CANCIÓN 1
[San Juan de la Cruz CANTICO ESPIRITUALA Cancion 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DEL CANTO ESPIRITUAL A
--------------------------------------------------------------------------COMIENZA LA DECLARACIÓN DE LAS CANCIONES ENTRE LA ESPOSA Y
EL ESPOSO
CANCIÓN PRIMERA
¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste,
habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido.
DECLARACIÓN
1. En esta primera canción, el alma enamorada del Verbo Hijo de Dios, su Esposo,
deseando unirse con él por clara y esencial visión, propone sus ansias de amor,
querellándose a él de la ausencia, mayormente que, estando ella herida de su amor, por
el cual ha salido de todas las cosas y de sí misma, todavía haya de padecer la ausencia
de su Amado, no desatándola ya de la carne mortal para poderle gozar en gloria de
eternidad; y así, dice:
¿Adónde te escondiste?
2. Y es como si dijera: Verbo, Esposo mío, muéstrame el lugar do estás escondido. En
lo cual le pide la manifestación de su divina esencia; porque el lugar do está escondido
el Hijo de Dios, es, como dice san Juan (Jn 1, 18), el seno del Padre, que es la esencia
divina, la cual es ajena y escondida de todo ojo mortal y de todo entendimiento. Lo cual
quiso decir Isaías (Is 45, 15), cuando dijo: Verdaderamente tú eres Dios escondido.
Donde es de notar que, por grandes comunicaciones y presencias, y altas y subidas
noticias de Dios que una alma en esta vida tenga, no es aquello esencialmente Dios, ni
tiene que ver con él, porque todavía, en la verdad, le está al alma escondido, y siempre
le conviene al alma sobre todas esas grandezas tenerle por escondido y buscarle
escondido, diciendo: ¿Adónde te escondiste? Porque ni la alta comunicación y presencia
sensible es más testimonio de su presencia, ni la sequedad y carencia de todo eso en el
alma es menos testimonio de su presencia en ella. Por lo cual dice el profeta Job (Job
9,11): Si venerit ad me, non videbo eum; et si abierit, non intelligam, que quiere decir:
Si viniere a mí (es a saber, Dios), no le veré; y si se fuere, no lo entenderé. En lo cual se
ha de entender que, si el alma sintiere grande comunicación o noticia de Dios o otro
algún sentimiento, no por eso se ha de persuadir a que aquello sea tener más a Dios o
estar más en Dios; ni tampoco que aquello que siente o entiende sea esencialmente
Dios, aunque más ello sea, y que si todas esas comunicaciones sensibles e inteligibles le
faltaren, no ha de pensar que por eso le falta Dios, pues que realmente ni por lo uno
puede saber de cierto estar en su gracia, ni por lo otro estar fuera de ella, diciendo el
Sabio (Ecle. 9, 1): Nemo scit utrum amore an odio dignus sit, que quiere decir: Ningún
hombre mortal puede saber si es digno de gracia o aborrecimiento de Dios. De manera
que el intento del alma en este presente verso no es pedir sólo la devoción afectiva y
sensible, en que no hay certeza ni claridad de la posesión graciosa del Esposo en esta
vida, sino también la presencia y clara visión de su esencia, con que desea estar
certificada y satisfecha en la gloria.
3. Esto mismo quiso decir la Esposa en los Cantares divinos (Ct 1, 6), cuando, deseando
la unión y junta de la divinidad del Verbo, Esposo suyo, la pidió al Padre, diciendo:
Indica mihi, ubi pascas, ubi cubes in meridie, que quiere decir: Muéstrame dónde te
apacientes, y dónde te recuestes al mediodía. Porque, en pedirle dónde se apacentaba,
era pedir le mostrase la esencia del Verbo divino, porque el Padre no se gloría ni
apacienta en otra cosa que en el Verbo, su único Hijo; y en pedir le mostrase dónde se
recostaba al mediodía, era pedirle lo mismo, porque el Padre no se recuesta ni cabe en
otro lugar que en su Hijo, en el cual se recuesta, comunicándole toda su esencia al
mediodía, que es en la eternidad, donde siempre le engendra. Este pasto, pues, donde el
Padre se apacienta, y este lecho florido del Verbo divino, donde se recuesta, escondido
de toda criatura mortal, pide aquí el alma Esposa cuando dice: ¿Adónde te escondiste?
4. Y es de notar, para saber hallar este Esposo (cual en esta vida se puede), que el
Verbo, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, está esencialmente en el íntimo
centro del alma escondido; por tanto, el alma que por unión de amor le ha de hallar,
conviénele salir y esconderse de todas las cosas criadas según la voluntad y entrarse en
sumo recogimiento dentro de sí misma, comunicándose allí con Dios en amoroso y
afectuoso trato, estimando todo lo que hay en el mundo como si no fuese. Que por eso
san Agustín, hablando en los Soliloquios con Dios, decía: No te hallaba yo, Señor, de
fuera, porque mal te buscaba de fuera a ti que estabas dentro. Está, pues, en el alma
escondido, y allí le ha de buscar el buen contemplativo, diciendo: ¿Adónde te
escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
5. Llámale Amado para más moverle e inclinarle a su ruego, porque, cuando Dios es
amado de veras, con gran facilidad oye los ruegos de su amante. Y entonces se puede de
verdad llamar Amado, cuando el alma está entera con él, no teniendo su corazón en otra
cosa alguna fuera de él. De donde algunos llaman al Esposo Amado, y no es su Amado
de veras, porque no tienen con él entero su corazón; y así, su petición no es en la
presencia del Esposo de tanto valor.
6. Y en lo que dice luego: Y me dejaste con gemido, es de notar que la ausencia del
Amado es un continuo gemido en el corazón del amante, porque, como fuera de él nada
ama, en nada descansa ni recibe alivio. De donde en esto se conocerá si alguno de veras
a Dios ama, si con alguna cosa menos que Dios no se contenta.
Este gemido dio bien a entender san Pablo (Rm. 8, 23) cuando dijo: Nos intra nos
gemimus, expectantes adoptionem filiorum Dei, esto es: Nosotros dentro de nosotros
tenemos el gemido, esperando la adopción y posesión de hijos de Dios; que es como si
dijera: dentro de nuestro corazón, donde tenemos la prenda, sentimos lo que nos aqueja,
que es la ausencia. Este, pues, es el gemido que el alma tiene siempre en el sentimiento
de la ausencia de su Amado, mayormente cuando, habiendo gustado alguna dulce y
sabrosa comunicación suya la dejó seca y sola. Lo cual sintiendo ella mucho, dice
luego:
Como el ciervo huiste,
7. Donde es de notar que en los Cantares (Ct 2, 9) compara la Esposa al Esposo al
ciervo y a la cabra montañesa, diciendo: Similis est dilectus meus capreae hinnuloque
cervorum, esto es: Semejante es mi Amado a la cabra y al hijo de los ciervos. Y esto por
la presteza del esconderse y mostrarse, cual suele hacer el Amado en las visitas que hace
a las almas, y en los desvíos y ausencias que las hace sentir después de las tales visitas;
por lo cual les hace sentir con mayor dolor la ausencia, según ahora da aquí a entender
el alma, cuando dice:
Habiéndome herido.
8. Y es como si dijera: no sólo me bastaba la pena y el dolor que ordinariamente
padezco en tu ausencia, sino que, hiriéndome más de amor con tu flecha y aumentado la
pasión y apetito de tu vista huyas con ligereza de ciervo y no te dejes comprehender
algún tanto siquiera.
9. Para más declaración de este verso es de saber que, allende de otras muchas
diferencias de visitas que Dios hace al alma, con que la llaga y levanta en amor, suele
hacer unos encendidos toques de amor, que a manera de saeta de fuego hieren y
traspasan al alma y la dejan toda cauterizada con fuego de amor. Y éstas propiamente se
llaman heridas de amor, de las cuales habla aquí el alma. Inflaman éstas tanto la
voluntad en afición, que se está el alma abrasando en fuego y llama de amor; tanto, que
parece consumirse en aquella llama, y la hace salir fuera de sí y renovar toda y pasar a
nueva manera de ser, así como el ave fénix, que se quema y renace de nuevo.
De lo cual hablando David (Sal. 72, 21-22), dice: Inflammatum est cor meum, et renes
mei commutati sunt, et ego ad nihilum redactus sum, et nescivi, que es decir: Fue
inflamado mi corazón, y mis renes se mudaron, y yo fui resuelto en nada y no supe. Los
apetitos y afectos que aquí entiende el profeta por renes, todos se conmueven,
mudándose en divinos en aquella inflamación amorosa del corazón; y el alma por amor
se resuelve en nada, nada sabiendo sino sólo amor. Y a este tiempo amoroso es la
conmutación de estas renes de apetitos de voluntad hecha en grande manera de tormento
en ansia de ver a Dios; tanto, que le parece al alma intolerable el rigor de que con ella
usa el amor; no porque la haya herido (porque antes tiene ella las tales heridas de amor
por salud), sino porque la dejó así herida penando, y no la hirió más hasta acabarla de
matar, para poder verse juntamente con él en revelada y clara vista de perfecto amor.
Por tanto, encareciendo o declarando el dolor de la herida en amor a causa de la
ausencia, dijo: Habiéndome herido.
10. Y este sentimiento tan grande acaece así en el alma por cuanto en aquella herida de
amor, que hace Dios en ella, levántase la voluntad del alma con súbita presteza a la
posesión del Amado, que sintió estar cerca por el toque suyo que sintió de amor. Y con
esa misma presteza siente la ausencia y el gemido juntamente, por cuanto en ese mismo
momento se le desaparece y esconde, y se queda ella en vacío y con tanto más dolor y
gemido, cuanto era mayor el apetito de comprehender. Porque estas visitas de heridas de
amor no son como otras en que Dios suele recrear y satisfacer al alma, llenándola de
pacífica suavidad y reposo; porque éstas sólo las hace él más para llagar que para sanar,
y más para lastimar que para satisfacer, pues no sirven más de para avivar la noticia y
aumentar el apetito y, por el consiguiente, el dolor.
Estas se llaman heridas de amor, que son al alma sabrosísimas; por lo cual querría ella
estar siempre muriendo mil muertes a estas lanzadas, porque la hacen salir de sí y entrar
en Dios. Lo cual da ella a entender en el verso siguiente, diciendo:
Salí tras ti clamando, y eras ido.
11. En las heridas de amor no puede haber medicina sino de parte del que hirió, y por
eso dice que salió clamando, esto es, pidiendo medicina tras del que la había herido,
clamando con la fuerza del fuego causado de la herida.
Y es de saber que este salir se entiende de dos maneras: la una, saliendo de todas las
cosas, lo cual se hace por desprecio y aborrecimiento de ellas; la otra, saliendo de sí
misma por olvido y descuido de sí, lo cual se hace por aborrecimiento santo de sí misma
en amor de Dios; el cual de tal manera levanta al alma, que la hace salir de sí y de sus
quicios y modos naturales, clamando por Dios. Y esas dos maneras de salir entiende
aquí el alma cuando dice: salí, porque esas dos son menester, y no menos, para ir tras
Dios y entrar en él. Y así es como si dijera: Esposo mío, en aquel toque tuyo y herida de
amor, sacásteme no sólo de todas las cosas, enajenándome de ellas, mas también me
hiciste salir de mí (porque, a la verdad, y aun de las carnes parece que entonces saca
Dios al alma) y levantásteme a ti, clamando por ti, desasida ya de todo para asirme a ti.
12. Y eras ido, como si dijera: al tiempo que quise comprehender tu presencia no te
hallé, y quedéme vacía y desasida de todo por ti y sin asirme a ti, penando en los aires
de amor sin arrimo de ti y de mí. Esto que aquí llama el alma salir para ir a Dios, llama
la Esposa en los Cantares (Ct 3, 2) levantar, diciendo: Surgam et circuibo civitatem, per
vicos et plateas quaeram quem diligit anima mea, quaesivi illum et non inveni quiere
decir: Levantarme he y rodearé la ciudad; por los arrabales y las plazas buscaré al que
ama mi ánima, busquéle y no le hallé. Este levantar se entiende aquí espiritualmente de
lo bajo a lo alto, que es lo mismo que salir de sí, esto es, de su modo y amor bajo el alto
amor de Dios. Pero da a entender que quedó penada, porque no le halló.
Por eso, el que está enamorado de Dios vive siempre en esta vida penado, porque él está
ya entregado a Dios, esperando la paga en la misma moneda, conviene a saber, de la
entrega de la clara posesión y vision de Dios, clamando por ella, y en esta vida no se le
da, y, habiéndose ya perdido de amor por Dios, no ha hallado la ganancia de su pérdida,
pues carece de la dicha posesión del Amado, porque él se perdió. Por tanto, el que anda
penado por Dios, señal es que se ha dado a Dios y que le ama.
13. Esta pena y sentimiento de la ausencia de Dios suele ser tan grande en los que van
llegándose a perfección, al tiempo de estas divinas heridas, que, si no proveyese el
Señor, morirían, porque, como tienen el paladar de la voluntad y el espíritu limpio y
sano, bien dispuesto para Dios, y en lo dicho se les da a gustar algo de la dulzura del
amor, que ellos sobre todo modo apetecen, padecen sobre todo modo; porque, como por
resquicios, se les muestra un inmenso bien y no se les concede: así es inefable la pena y
el tormento.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CANCIÓN 2
Pastores, los que fuerdes allá por las majadas al otero, si por ventura vierdes aquel que
yo más quiero, decilde que adolezco, peno y muero.
DECLARACIÓN
1. En esta canción el alma se quiere aprovechar de terceros y medianeros para con su
Amado, pidiéndoles le den parte de su dolor y pena; porque propiedad es del amante, ya
que por la ausencia no puede comunicarse, hacerlo por los mejores medios que puede; y
así el alma, de sus deseos, afectos y gemidos, se quiere aquí aprovechar como de
mensajeros que tan bien saben manifestar los secretos del corazón; y así, dice:
Pastores, los que fuerdes,
2. llamando pastores a los afectos y deseos, porque ellos apacientan al alma de bienes
espirituales (porque pastor quiere decir apacentador), y mediante ellos se comunica Dios
a ella, porque sin ellos no se le comunica. Y dice: Los que fuerdes, es a saber, los que de
puro amor saliéredes, porque no todos van, sino los que salen de fiel amor.
Allá por las majadas al otero.
3. Llama majadas a los coros de los ángeles, por los cuales de coro en coro van nuestros
gemidos y oraciones a Dios; al cual llama otero porque, así como el otero es alto, así
Dios es la suma alteza, y porque en Dios, como en el otero, se otean y ven todas las
cosas; al cual van nuestras oraciones, ofreciéndoselas los ángeles, como habemos dicho,
porque ellos son los que le ofrecen nuestras oraciones y deseos, según lo dijo el ángel al
santo Tobías (Tb 12, 12), diciendo: Quando orabas cum lachrymis et sepeliebas, etc.,
ego obtuli orationem tuam Domino, que quiere decir: Cuando orabas con lágrimas y
enterrabas los muertos, yo ofrecí al Señor tu oración.
También se pueden entender estos pastores, que aquí dice el alma, por los mismos
ángeles; porque no sólo llevan a Dios nuestros recaudos, sino también traen los de Dios
a nuestras almas, apacentándolas como buenos pastores de dulces inspiraciones y
comunicaciones de Dios, por cuyo medio también Dios las hace, y ellos nos amparan de
los lobos, que son los demonios, y nos defienden de ellos como buenos pastores.
Si por ventura vierdes.
4. Y es tanto como decir: si por mi buena dicha y ventura llegáredes a su presencia, de
suerte que os vea y os oiga. Donde es de notar que, aunque es verdad que Dios todo lo
sabe y entiende, y hasta los mínimos pensamientos del alma ve y nota (Dt. 31, 12),
entonces se dice ver nuestras necesidades o oirlas, cuando las remedia o las cumple.
Porque no cualesquier necesidades ni cualesquier peticiones llegan a colmo que las oiga
Dios para cumplirlas, hasta que en sus ojos llegue bastante tiempo y sazón y número
para concederlas o remediarlas; y entonces se dice verlas y oírlas, según es de ver en el
Exodo (Ex 3, 7-8), donde, después de cuatrocientos años que los hijos de Israel habían
estado afligidos en la servidumbre de Egipto, dijo Dios a Moisés: Vidi aflictionem
populi mei in Aegipto et clamorem eius audivi, etc., et descendi liberare eum, esto es:
Vi la aflicción de mi pueblo y he oído su clamor, y he bajado para librarlos, como
quiera que siempre la hubiese visto; pero entonces se dijo verla cuando por la obra quiso
cumplirla. Y también dijo san Gabriel a Zacarías (Lc. 1, 13): Ne timeas, Zacharia,
quioniam exaudita est desprecatio tua, que quiere decir: No temas Zacarías, porque es
oída tu oración, es a saber, concediéndole el hijo que muchos años le había andado
pidiendo, como quiera que siempre le hubiese oído. Y así ha de entender cualquiera
alma que, aunque Dios no acuda luego a su necesidad y ruego, no por eso, si ella no lo
desmerece, dejará de acudir en el tiempo debido y portuno, el cual es, como dice David
(Sal. 9, 10), adiutor in opportunitatibus, in tribulatione, esto es, ayudador en las
oportunidades y en la tribulación. Quiere, pues, decir aquí el alma cuando dice: Si por
ventura vierdes, si por mi buena ventura ha llegado el tiempo y sazón en que mis deseos
y peticiones hayan llegado a que los vea para cumplírmelos,
aquel que yo más quiero,
5. es a saber, más que a todas las cosas. Y entonces, hablando a lo perfecto, le quiere
más que a todas las cosas el alma, cuando no se le pone nada por delante que la impida
hacer y padecer por él cualquier cosa. A éste, pues, que ella más quiere, envía por
mensajeros a sus deseos con el recaudo de sus necesidades y penas, diciendo:
Decilde que adolezco, peno y muero.
6. Tres maneras de necesidades representa aquí el alma, conviene a saber: dolencia,
pena y muerte. Porque el alma que de veras ama, ordinariamente en el sentimiento de la
ausencia de Dios padece de estas tres maneras dichas, según las tres potencias del alma,
que son: entendimiento, voluntad y memoria. Acerca del entendimiento adolece, porque
no ve a Dios, que es la salud del entendimiento. Acerca de la voluntad pena, porque
carece de la posesión de Dios, que es el descanso, refrigerio y deleite de la voluntad.
Acerca de la memoria muere, porque, acordándose que carece de todos los bienes del
entendimiento, que es ver a Dios, y de todos los deleites de la voluntad, que es poseerle,
y que también es muy posible carecer de él para siempre, padece en esta memoria a
manera de muerte.
7. Estas tres necesidades representó también Jeremías (Lm. 3, 19) a Dios, diciendo:
Recordare paupertatis meae, absynthii et fellis, que quiere decir: Acuérdate de mi
pobreza, y del ajenjo y de la hiel. La pobreza se refiere al entendimiento, porque a él
pertenecen las riquezas de la sabiduría de Dios, en la cual, como dice san Pablo (Col. 2,
3), están encerrados todos los tesoros de Dios. El ajenjo, que es hierba amarísima, se
refiere a la voluntad, porque a esta potencia pertenece la dulzura de la posesión de Dios,
de la cual careciendo, se queda con la amargura, según el ángel dijo a san Juan en el
Apocalipsis (Ap 10, 9), diciendo: Accipe librum, et devora illum, et faciet amaricari
ventrem tuum, que quiere decir: Toma y come el libro y hacerte ha amargura en el
vientre, tomando allí el vientre por la voluntad. La hiel se refiere a la memoria, que
significa la muerte del alma, según da a entender Moisés en el Deuteronomio (Dt 32,
33), hablando de los condenados, diciendo: Fel draconum vinum eorum, et venenum
aspidum insanabile, esto es: Hiel de dragones será el vino de ellos, y veneno de áspides
insanable; lo cual significa allí el carecer de Dios, que es muerte del alma. Y estas tres
necesidades y penas están fundadas en las tres virtudes teologales, que son: fe, caridad y
esperanza, que se refieren a las tres dichas potencias: entendimiento, voluntad y
memoria.
8. Y es de notar que el alma, en el dicho verso, no hace más que representar su
necesidad y pena al Amado, porque el que discretamente ama, no cura de pedir lo que le
falta y desea sino de representar su necesidad, para que el Amado haga lo que fuere
servido; como cuando la bendita Virgen dijo al amado Hijo en las bodas de Caná de
Galilea, no pidiéndole derechamente el vino, sino diciendo: No tienen vino (Jn. 2, 3); y
las hermanas de Lázaro le enviaron, no a decir que sanase a su hermano, sino a decir
que mirase que al que amaba estaba enfermo (Jn. 11, 3).
Y la causa por que sea mejor para el amante representar al Amado su necesidad que
pedirle el cumplimiento de ella, es por tres cosas: la primera, porque mejor sabe el
Señor nuestras necesidades que nosotros mismos; la segunda, porque el Amado más se
compadece viendo la necesidad de su amante, y se mueve viendo su resignación; la
tercera, porque más seguridad lleva el alma acerca del amor propio y propiedad en
representar su falta, que en pedir lo que a su parecer le falta. Ni más ni menos hace el
alma en este presente verso, representando sus tres necesidades, lo cual es tanto como
pedirle el remedio de ellas. Porque decir: Decidle que adolezco, peno y muero, es como
decir: pues adolezco, y él sólo es mi salud, que me dé mi salud; y pues peno, y él solo es
mi descanso, que me dé mi descanso; y pues muero, y él solo es mi vida, que me dé mi
vida.
Inicio --------------------------------------------------------------------------
CANCIÓN 3
Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas; ni cogeré las flores, ni temeré las
fieras, y pasaré los fuertes y fronteras.
DECLARACIÓN
1. No sólo basta al alma orar y desear y ayudarse de terceros para hablar al Amado,
como ha hecho en las precedentes canciones, sino que junto con eso ella misma se
ponga por la obra a le buscar. Y eso dice que ha de hacer en esta canción, diciendo que
en busca de su Amado ha de ir ejercitándose en las virtudes y mortificaciones, en la vida
contemplativa y activa; y que para esto no ha de admitir bienes ni regalos algunos, ni
bastarán a detenerla e impedirla este camino todas las fuerzas y asechanzas de los tres
enemigos: mundo, demonio y carne, diciendo:
Buscando mis amores,
2. es a saber, a mi Amado,
iré por esos montes y riberas.
3. A las virtudes llama montes: lo uno, por la alteza de ellas; lo otro, por la dificultad y
trabajo que se pasa en subir a ellas, ejercitando la vida contemplativa. Y llama riberas a
las mortificaciones y sujeciones y desprecio de sí, ejercitándose también, acerca de esto,
en la vida activa, porque para adquirir las virtudes, la una y la otra es menester. Es,
pues, tanto como decir: buscando a mi Amado, iré poniendo por obra las virtudes altas,
y humillándome en las mortificaciones y cosas bajas. Esto dice, porque el camino de
buscar a Dios es ir obrando en Dios el bien y mortificando en sí el mal de la manera que
se sigue:
Ni cogeré las flores.
4. Por cuanto para buscar a Dios se requiere un corazón desnudo y fuerte, libre de todos
los males y bienes que puramente no son Dios, dice en el presente verso y en los
siguientes el alma la libertad y fortaleza que ha de tener para buscarle. Y en éste dice
que no cogerá las flores que encontrare en este camino, por las cuales entiende todos los
gustos y contentamientos y deleites que se le pueden ofrecer en esta vida, que le podrían
impedir el camino si cogerlos o admitirlos quisiese, los cuales son en tres maneras:
temporales, sensuales y espirituales.
Y porque los unos y los otros ocupan el corazón y le son impedimento para la desnudez
espiritual (cual se requiere para el derecho camino de Cristo), si reparase o hiciese
asiento en ellos, dice que, para buscarle, no cogerá todas estas flores dichas. Y así, es
como si dijera: ni pondré mi corazón en las riquezas y bienes que ofrece el mundo, ni
admitiré los contentamientos y deleites de mi carne, ni repararé en los gustos y
consuelos de mi espíritu, de suerte que me detenga en buscar a mis amores por los
montes y riberas de las virtudes y trabajos. Esto dice por tomar el consejo que da el
profeta David (Sal. 61, 11) a los que van por este camino, diciendo: Divitiae si affluant,
nolite cor apponere, esto es: Si se ofrecieren abundantes riquezas, no queráis aplicar a
ellas el corazón; lo cual entiende así de los gustos sensuales como de los demás bienes
temporales y consuelos espirituales.
Donde es de notar que no sólo los bienes temporales y deleites corporales impiden y
contradicen el camino de Dios, mas también los consuelos y deleites espirituales, si se
tienen con propiedad o se buscan, impiden el camino de la cruz del Esposo Cristo. Por
tanto, el que ha de ir adelante conviénele que no se ande a coger esas flores; y no sólo
eso, sino que también tenga ánimo y fortaleza para decir:
Ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras.
5. En los cuales versos pone los tres enemigos del alma, que son: mundo, demonio y
carne, que son los que hacen guerra y dificultan el camino. Por las fieras entiende el
mundo; por los fuertes el demonio, y por las fronteras la carne.
6. Llama fieras al mundo, porque al alma que comienza el camino de Dios, parécele que
se le representa en la imaginación el mundo como a manera de fieras, haciéndole
amenazas y fieros. Y es principalmente en tres maneras: la primera, que le ha de faltar el
favor del mundo, perder los amigos, el crédito, valor y aun la hacienda; la segunda, que
es otra fiera no menor, que cómo ha de poder sufrir no haber ya jamás de tener
contentos y deleites del mundo y carecer de todos los regalos de él; y la tercera es aún
mayor, conviene a saber, que se han de levantar contra ella las lenguas y han de hacer
burla y ha de haber muchos dichos y mofas y le han de tener en poco. Las cuales cosas
de tal manera se les suelen anteponer a algunas almas, que se les hace dificultosísimo no
sólo el perseverar contra estas fieras, más aun el poder comenzar el camino.
7. Pero a algunas almas más generosas se les suelen poner otras fieras más interiores y
espirituales de dificultades y tentaciones, tribulaciones y trabajos de muchas maneras,
por que les conviene pasar, cuales los envía Dios a los que quiere levantar a alta
perfección, probándolos y esmerándolos como al oro en el fuego, según aquello de
David (Sal. 33, 20) en que dice: Multae tribulationes iustorum, esto es: Las tribulaciones
de los justos son muchas, mas de todas ellas los librará el Señor. Pero el alma bien
enamorada, que estima a su Amado más que a todas las cosas, confiada en el amor y
favor de él, no tiene en mucho decir: Ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
8. A los demonios, que es el segundo enemigo, llama fuertes, porque ellos con grande
fuerza procuran tomar el paso de este camino, y porque también sus tentaciones y
astucias son más fuertes y duras de vencer y más dificultosas de entender que las del
mundo y carne, y porque también se fortalecen de estos otros dos enemigos, mundo y
carne, para hacer al alma fuerte guerra. Y, por tanto, hablando David (Sal. 53, 5) de
ellos los llama fuertes diciendo: Fortes quaesierunt animam meam, es a saber: Los
fuertes pretendieron mi alma. De cuya fortaleza también dice el profeta Job (Jb 41, 24)
que no hay poder sobre la tierra que se compare a éste del demonio, que fue hecho de
suerte que a ninguno temiese, esto es, ningún poder humano se podrá comparar con el
suyo, y así, sólo el poder divino basta para poder entender sus ardides. Por lo cual el
alma que hubiere de vencer su fortaleza, no podrá sin oración, ni sus engaños podrá
entender sin humildad y mortificación. Que por eso dice san Pablo (Ef. 6, 11-12),
avisando a los fieles, estas palabras, diciendo: Induite vos armaturam Dei, ut possitis
stare adversus insidias diaboli, quoniam non est nobis colluctatio adversus carnem et
sanguinem, es a saber: Vestíos las armas de Dios, para que podáis resistir contra las
astucias del enemigo; porque esta lucha no es como contra la carne y la sangre,
entendiendo por la sangre el mundo, y por las armas de Dios la oración y cruz de Cristo,
en que está la humildad y mortificación que habemos dicho.
9. Dice también el alma que pasará las fronteras, por las cuales entiende, como habemos
dicho, las repugnancias y rebeliones que naturalmente la carne tiene contra el espiritu; la
cual, como dice san Pablo (Gal. 5, 17): Caro enim concupiscit adversus spiritum, esto
es: La carne codicia contra el espiritu, y se pone como en frontera, resistiendo al camino
espiritual. Y estas fronteras ha de pasar el alma, rompiendo las dificultades y echando
por tierra con la fuerza y determinación del espíritu todos los apetitos sensuales y
afecciones naturales; porque, en tanto que los hubiere en el alma, de tal manera está el
espíritu impedido debajo de ellas, que no puede pasar a verdadera vida y deleite
espiritual. Lo cual nos dio bien a entender san Pablo (Rm. 8, 13), diciendo: Si spiritu
facta carnis mortificaveritis, vivetis, esto es: Si mortificáredes las inclinaciones y
apetitos carnales con el espíritu, viviréis.
Este, pues, es el estilo que dice el alma en la dicha canción que le conviene tener para en
este camino buscar a su Amado, el cual, en suma, es tal: constancia y valor para no
bajarse a coger las flores, y ánimo para no temer las fieras, y fortaleza para pasar los
fuertes y fronteras, sólo entendiendo en ir por los montes y riberas de virtudes, de la
manera que está ya declarado.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CANCIÓN 4
¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del Amado! ¡Oh prado de verduras, de
flores esmaltado! Decid si por vosotros ha pasado.
DECLARACIÓN
1. Después que el alma ha dado a entender la manera de disponerse para comenzar este
camino, que es el ánimo para no se andar ya a deleites y gustos, y fortaleza para vencer
las tentaciones y dificultades, en lo cual consiste el ejercicio del conocimiento de sí, que
es lo primero que tiene de hacer el alma para ir al conocimiento de Dios, ahora en esta
canción comienza a caminar por la consideración y conocimiento de las criaturas al
conocimiento de su Amado, criador de ellas. Porque, después del ejercicio del
conocimiento propio, esta consideración de las criaturas es la primera por orden en este
camino espiritual para ir conociendo a Dios, considerando su grandeza y excelencia por
ellas, según aquello del Apóstol (Rm. 1, 20), que dice: Invisibilia enim ipsius a creatura
mundi, per ea quae facta sunt, intellecta, conspiciuntur, que es como decir: Las cosas
invisibles de Dios, del alma son conocidas por las cosas visibles criadas e invisibles.
Habla, pues, el alma en esta canción con las criaturas, preguntándoles por su Amado. Y
es de notar que, como dice san Agustín, la pregunta que el alma hace a las criaturas es la
consideración que en ellas hace del Criador de ellas. Y así, en esta canción se contiene
la consideración de los elementos y de las demás criaturas inferiores, y la consideración
de los cielos y de las demás criaturas y cosas materiales que Dios crió en ellos, y
también la consideración de los espíritus celestiales, diciendo:
¡Oh bosques y espesuras!
2. Llama bosques a los elementos, que son: tierra, agua, aire y fuego, porque así como
amenísimos bosques están poblados de espesas criaturas, a las cuales aquí llama
espesuras por el grande número y muchas diferencias que hay de ellas en cada
elemento: en la tierra, innumerables variedades de animales y plantas; en el agua,
innumerables diferencias de peces; y en el aire mucha diversidad de aves, y el elemento
del fuego, que concurre con todos para la animación y conservación de ellos; y así, cada
suerte de animales vive en su elemento y está colocada y plantada en él como en su
bosque y región donde nace y se cría. Y, a la verdad, así lo mandó Dios en la creación
de ellos (Gen. 1), mandando a la tierra que produjese las plantas y los animales, y a la
mar y aguas los peces, y al aire hizo morada de las aves. Y por eso viendo el alma que él
así lo mandó y que así se hizo, dice el siguiente verso:
Plantadas por la mano del Amado.
3. En el cual está la consideración, es a saber, que estas diferencias y grandezas sola la
mano del Amado Dios pudo hacerlas y criarlas. Donde es de notar que advertidamente
dice: por la mano del Amado, porque, aunque otras muchas cosas hace Dios por mano
ajena, como de los ángeles o de los hombres, ésta que es criar nunca la hizo ni hace por
otra que por la suya propia. Y así, el alma mucho se mueve al amor de su Amado Dios
por la consideración de las criaturas, viendo que son cosas que por su propia mano
fueron hechas. Y dice adelante:
¡Oh prado de verduras!
4. Esta es la consideración del cielo, al cual llama prado de verduras, porque las cosas
que hay en él criadas siempre están con verdura inmarcesible, que ni fenecen ni se
marchitan con el tiempo; y en ellas, como en frescas verduras, se recrean y deleitan los
justos. En la cual consideración también se comprehende toda la diferencia de las
hermosas estrellas y otros planetas celestiales.
5. Este nombre de verduras pone también la Iglesia a las cosas celestiales cuando,
rogando a Dios por las ánimas de los difuntos, hablando con ellas, dice: Constituat vos
Dominus inter amoena virentia; quiere decir: Constitúyaos Dios entre las verduras
deleitables. Y dice también que este prado de verduras también está
de flores esmaltado.
6. Por las cuales flores entiende los ángeles y almas santas, con las cuales está adornado
aquel lugar y hermoseado como un gracioso y subido esmalte en un vaso de oro
excelente.
Decid si por vosotros ha pasado.
7. Esta pregunta es la consideración que arriba queda dicha, y es como si dijera: decid
qué excelencias en vosotros ha criado.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CANCIÓN 5
Mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura, y, yéndolos mirando, con sola
su figura vestidos los dejó de hermosura.
DECLARACIÓN
1. En esta canción responden las criaturas al alma, la cual respuesta, como también dice
san Agustín en aquel mismo lugar, es el testimonio que dan en sí de la grandeza y
excelencia de Dios al alma que por la consideración se lo pregunta. Y así, en esta
canción lo que se contiene, que en su sustancia es: que Dios crió todas las cosas con
gran facilidad y brevedad y en ellas dejó algún rastro de quien él era, no sólo dándoles
el ser de nada, mas aun dotándolas de innumerables gracias y virtudes, hermoseándolas
con admirable orden y dependencia indeficiente que tienen unas de otras, y esto todo
haciéndolo por la Sabiduría suya por quien las crió, que es el Verbo, su Unigénito Hijo.
Dice, pues, así:
Mil gracias derramando.
2. Por estas mil gracias que dice iba derramando, se entiende la multitud de las criaturas
innumerables que por eso pone aquí el número mayor, que es mil, para dar a entender la
multitud de ellas; a las cuales llama gracias, por las muchas gracias de que dotó a cada
criatura; las cuales derramando, es a saber, todo el mundo de ellas poblando,
pasó por estos sotos con presura.
3. Pasar por los sotos es criar los elementos, que aquí llama sotos, por los cuales dice
que derramando mil gracias pasaba, porque de todas las criaturas los adornaba, que son
graciosas; y allende de eso, en ellas derramaba las mil gracias, dándoles virtud para
poder concurrir con la generación y conservación de todas ellas. Y dice que pasó,
porque las criaturas son como un rastro del paso de Dios, por el cual se rastrea su
grandeza, potencia y sabiduría y otras virtudes divinas. Y dice que este paso fue con
presura, porque las criaturas son las obras menores de Dios, que las hizo como de paso;
porque las mayores, en que más se mostró y en que más él reparaba, eran las de la
encarnación del Verbo y misterios de la fe cristiana, en cuya comparación todas las
demás eran hechas como de paso, con apresuramiento.
Y, yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de hermosura.
4. Según dice san Pablo (Heb. 1, 3), el Hijo de Dios es resplandor de su gloria y figura
de su sustancia. Es, pues, de saber que con sola esta figura de su Hijo miró Dios todas
las cosas, que fue darles el ser natural, comunicándoles muchas gracias y dones
naturales, haciéndolas acabadas y perfectas, según se dice en el Génesis (Gn 1, 31) por
estas palabras: Miró Dios todas las cosas que había hecho, y eran mucho buenas. El
mirarlas mucho buenas era hacerlas mucho buenas en el Verbo, su Hijo. Y no solamente
les comunicó el ser y gracias naturales mirándolas, como habemos dicho, mas también
con sola esta figura de su Hijo las dejó vestidas de hermosura, comunicándoles el ser
sobrenatural; lo cual fue cuando se hizo hombre, ensalzándole en hermosura de Dios y,
por consiguiente, a todas las criaturas en él, por haberse unido con la naturaleza de todas
ellas en el hombre. Por lo cual dijo el mismo Hijo de Dios (Jn 12, 32): Si ego exaltatus
fuero a terra, omnia traham ad me ipsum, esto es: Si yo fuere ensalzado de la tierra,
levantaré a mí todas las cosas. Y así, en este levantamiento de la encarnación de su Hijo
y de la gloria de su resurrección según la carne, no solamente hermoseó el Padre las
criaturas en parte, mas podremos decir que del todo las dejó vestidas de hermosura y
dignidad.
5. Pero, allende de todo eso, hablando ahora algo según el sentido y afecto de
contemplación, en la viva contemplación y conocimiento de las criaturas echa de ver el
alma con gran claridad haber en ellas tanta abundancia de gracias y virtudes y
hermosura de que Dios las dotó, que le parece estar todas vestidas de admirable
hermosura natural, derivada y comunicada de aquella infinita hermosura sobrenatural de
la figura de Dios, cuyo mirar viste de hermosura y alegría el mundo y todos los cielos,
así como también con abrir su mano, según dice David (Sal. 144, 16), diciendo: Imples
omne animal benedictione, es a saber: Hinches a todo animal de bendición. Y, por tanto,
llagada el alma en amor por este rastro que ha conocido en las criaturas de la hermosura
de su Amado, con ansias de ver aquella hermosura invisible, la siguiente canción dice:
Inicio -------------------------------------------------------------------------CANCIÓN 6
¡Ay, quién podrá sanarme! Acaba de entregarte ya de vero; no quieras enviarme de hoy
más ya mensajero: que no saben decirme lo que quiero.
DECLARACIÓN
1. Como las criaturas dieron al alma señas de su Amado, mostrándole en sí rastro de su
hermosura y excelencia, aumentósele el amor y, por consiguiente, crecióle el dolor de la
ausencia, porque cuanto más el alma conoce de Dios, tanto más le crece el apetito de
verle. Y, como ve no hay cosa que la pueda curar su dolencia sino la vista y la presencia
de su Amado, desconfiada de otro cualquiera remedio, pídele en esta canción la entrega
y posesión de su presencia, diciendo que no quiera de hoy más entretenerla con otras
cualesquier noticias y comunicaciones suyas, porque no satisfacen a su deseo y
voluntad, la cual no se contenta con menos que su vista y presencia; por tanto, que sea
él servido de entregarse ya de veras en acabado y perfecto amor. Y así, dice:
¡Ay, quién podrá sanarme!
2. Como si dijera: entre todos los deleites del mundo y contentamientos de los sentidos
y gustos y suavidad del espíritu, cierto, nada podrá sanarme, nada podrá satisfacerme. Y
pues así es,
acaba de entregarte ya de vero.
3. Donde es de notar que cualquiera alma que ama de veras no puede querer satisfacerse
ni contentarse hasta poseer de veras a Dios; porque todas las demás cosas no solamente
no la satisfacen, mas antes, como habemos dicho, la hacen crecer la hambre y apetito de
verle a él como es. Y así, cada visita que del Amado recibe de conocimiento o
sentimiento, u otra cualquiera comunicación (los cuales son como mensajeros que dan
al alma recaudos de noticias de quien él es), aumentándole y despertándole más el
apetito, así como hacen las meajas en grande hambre, haciéndosele pesado entretenerse
con tan poco, dice: Acaba de entregarte ya de vero.
4. Porque todo lo que de Dios se puede en esta vida conocer, por mucho que sea, no es
conocimiento de vero, porque es conocimiento en parte y muy remoto; mas conocerle
esencialmente es conocimiento de veras, el cual aquí pide el alma, no se contentando
con esotras comunicaciones. Y, por tanto, dice luego:
No quieras enviarme de hoy más ya mensajero.
5. Como si dijera: no quieras que ya de aquí adelante te conozca tan a la tasa por estos
mensajeros de las noticias y sentimientos que se me dan de ti, tan remotos y ajenos de lo
que de ti desea mi alma; porque los mensajeros, a quien pena por la presencia, bien
sabes tú, Esposo mío, que aumentan el dolor: lo uno, porque renuevan la llaga con la
noticia que dan; lo otro, porque parecen dilaciones de la venida. Pues, luego, de hoy
más no quieras enviarme estas noticias remotas, porque si hasta aquí podía pasar con
ellas, porque no te conocía ni amaba mucho, ya la grandeza del amor que te tengo no
puede contentarse con estos recaudos; por tanto, acaba de entregarte.
Como si más claro dijera: esto, Señor mío, Esposo, que andas dando de ti a mi alma por
partes, acaba de darlo del todo; y esto que andas mostrando como por resquicios, acaba
de mostrarlo a las claras; y esto que andas comunicando por medios, que es como
comunicarte de burlas, acaba de hacerlo de veras, comunicándote por ti mismo: que
parece a veces en tus visitas que vas a dar la joya de tu posesión y, cuando mi alma bien
se cata, se halla sin ella, porque se la escondes, lo cual es como dar de burla. Entrégate,
pues, ya de vero, dándote todo al todo de mi alma, porque toda ella te tenga a ti todo, y
no quieras enviarme ya más mensajero,
que no saben decirme lo que quiero.
6. Como si dijera: yo a ti todo quiero, y ellos no me saben ni pueden decir a ti todo,
porque ninguna cosa de la tierra ni del cielo pueden dar al alma la noticia que ella desea
tener de ti, y así no saben decirme lo que quiero. En lugar, pues, de estos mensajes, tú
mismo seas el mensajero y los mensajes.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CANCIÓN 7
Y todos cuantos vagan, de ti me van mil gracias refiriendo, y todos más me llagan, y
déjame muriendo un no sé qué que quedan balbuciendo.
DECLARACIÓN
1. En la canción pasada ha mostrado el alma estar enferma o herida de amor de su
Esposo a causa de la noticia que de él le dieron las criaturas irracionales; y en esta
presente da a entender estar llagada de amor a causa de otra noticia más alta que del
Amado recibe por medio de las criaturas racionales, que son más nobles que las otras,
las cuales son ángeles y hombres. Y también dice que no sólo eso, sino que también está
muriendo de amor a causa de una inmensidad admirable que por medio de estas
criaturas se le descubre, sin acabársele de descubrir, que aquí llama no sé qué, porque
no se sabe decir, pero ello es tal, que hace estar muriendo al alma de amor.
2. De donde podemos inferir, que en este negocio de amar hay tres maneras de penar
por el Amado acerca de tres maneras de noticias que de él se pueden tener.
La primera se llama herida, la cual es más remisa y más brevemente pasa, bien así como
herida, porque de la noticia que el alma recibe de las criaturas le nace, que son las más
bajas obras de Dios. Y de esta herida, que aquí llamamos también enfermedad, habla la
Esposa en los Cantares (Ct 5, 8), diciendo: Adiuro vos, filiae Ierusalem, si inveneritis
dilectum meum, ut nuntietis ei, quia amore langueo, que quiere decir: Conjúroos, hijas
de Jerusalén, que si halláredes a mi Amado, le digáis que estoy enferma de amor,
entendiendo por las hijas de Jerusalén las criaturas.
3. La segunda se llama llaga, la cual hace más asiento en el alma que la herida, y por eso
dura más, porque es como herida ya vuelta en llaga, con la cual se siente el alma
verdaderamente andar llagada de amor. Y esta llaga se hace en el alma mediante la
noticia de las obras de la encarnación del Verbo y misterios de la fe; las cuales, por ser
mayores obras de Dios y que mayor amor en sí encierran que las de las criaturas, hacen
en el alma mayor efecto de amor; de manera que, si el primero es como herida, este
segundo es ya como llaga hecha, que dura; de la cual, hablando el Esposo en los
Cantares (Ct 4, 9) con el alma, dice: Llagaste mi corazón, hermana mía, llagaste mi
corazón en el uno de tus ojos y en un cabello de tu cuello. Porque el ojo significa aquí la
fe de la encarnación del Esposo, y el cabello significa el amor de la misma encarnación.
4. La tercera manera de penar en el amor es como morir, lo cual es ya como tener la
llaga afistolada, hecha el alma ya toda afistolada, la cual vive muriendo, hasta que,
matándola el amor, la haga vivir vida de amor, transformándola en amor. Y este morir
de amor se causa en el alma mediante un toque de noticia suma de la Divinidad, que es
el no sé qué que dice en esta canción que quedan balbuciendo; el cual toque no es
continuo, ni mucho, porque se desataría el alma del cuerpo, mas pasa en breve; y así
queda muriendo de amor, y más muere viendo que no se acaba de morir de amor. Este
se llama amor impaciente, del cual se trata en el Génesis (Gn 30, 1), donde dice la
Escritura que era tanto el amor que Raquel tenía de concebir, que dijo a su esposo
Jacob: Da mihi liberos, alioquin moriar, esto es: Dame hijos si no yo moriré. Y el
profeta Job (Jb 6, 9), decía: Quis mihi det, ut qui coepit ipse me conterat?, que es decir:
¿Quién me dará a mí que el que me comenzó, ése me acabe?
5. Estas dos maneras de penas de amor, es a saber, la llaga y el morir, dice en esta
canción que le causan estas criaturas racionales: la llaga, en lo que dice que la van
refiriendo mil gracias del Amado en los misterios y sabiduría de Dios que la enseñan de
la fe; el morir, en aquello que dice que quedan balbuciendo, que es el sentimiento y
noticia de la Divinidad, que algunas veces en lo que el alma oye decir de Dios, se le
descubre. Dice, pues, así:
Y todos cuantos vagan.
6. A las criaturas racionales, como habemos dicho, entiende aquí por los que vagan, que
son los ángeles y los hombres, porque solos estos entre todas las criaturas vacan a Dios,
entendiendo en él; porque eso quiere decir ese vocablo $vagan&, el cual en latín se dice
$vacant&. Y así, es tanto como decir: todos cuantos vacan a Dios; lo cual hacen los
unos contemplándole en el cielo y gozándole, como son los ángeles; los otros, amándole
y deseándole en la tierra, como son los hombres. Y porque por estas criaturas racionales
más al vivo conoce a Dios el alma, ahora por la consideración de la excelencia que
tienen sobre todas las cosas criadas, ahora por lo que ellas nos enseñan de Dios: las unas
interiormente por secretas inspiraciones, como lo hacen los ángeles, las otras
exteriormente por las verdades de las Escrituras, dice:
De ti me van mil gracias refiriendo,
7. esto es: danme a entender admirables cosas de gracia y misericordia tuya en las obras
de tu encarnación y verdades de fe que de ti me declaran; y siempre me van más
refiriendo, porque, cuanto más quisieren decir, más gracias podrán descubrir de ti.
Y todos más me llagan,
8. Porque en cuanto los ángeles me inspiran y los hombres de ti me enseñan, de ti más
me enamoran, y así todos de amor más me llagan.
Y déjame muriendo un no sé qué que quedan balbuciendo.
9. Como si dijera: pero allende de lo que me llagan estas criaturas en las mil gracias que
me dan a entender de ti, es tal un no sé qué que se siente quedar por decir, y una cosa
que se conoce quedar por descubrir, y un subido rastro que se descubre al alma de Dios,
quedándose por rastrear, y un altísimo entender de Dios que no se sabe decir, que por
eso lo llama no sé qué; que, si lo otro que entiendo me llaga y hiere de amor, esto que
no acabo de entender, de que altamente siento, me mata.
Esto acaece a veces a las almas que están ya aprovechadas, a las cuales hace Dios
merced de dar en lo que oyen, o ven, o entienden, y a veces sin eso y sin esotro, una
subida noticia en que se da a entender o sentir alteza de Dios y grandeza. Y en aquel
sentir siente tan alto de Dios, que entiende claro se queda el todo por entender; y aquel
entender y sentir ser tan inmensa la Divinidad que no se puede entender acabadamente:
es muy subido entender. Y así, una de las grandes mercedes que en esta vida hace Dios
a un alma por vía de paso, es darla claramente a entender y sentir tan altamente de Dios,
que entienda claro que no se puede entender ni sentir del todo. Porque es, en alguna
manera, al modo de los que le ven en el cielo, donde los que más le conocen entienden
más distintamente lo infinito que les queda por entender; porque aquellos que menos le
ven son a los cuales no les parece tan distintamente lo que les queda por ver como a los
que más ven.
10. Esto creo no lo acabará bien de entender el que no lo hubiere experimentado; pero el
alma que lo experimenta, como ve que se le queda por entender aquello de que
altamente siente, llámalo un no sé qué, porque así como no se entiende, así tampoco se
sabe decir, aunque, como he dicho, se sabe sentir. Por eso dice que le quedan las
criaturas balbuciendo, porque no lo acaban de dar a entender; que eso quiere decir
balbucir, que es el hablar de los niños, que es no acertar a decir y dar a entender qué hay
que decir.
11. También acerca de las demás criaturas acaecen al alma algunas ilustraciones al
modo que habemos dicho, aunque no siempre tan subidas, cuando Dios hace merced al
alma de abrirle la noticia y el sentido del espíritu en ellas; las cuales parece están dando
a entender grandezas de Dios que no acaban de dar a entender, y es como que van a dar
a entender y se queda por entender, y así es un no sé qué que quedan balbuciendo. Y así,
el alma va adelante con su querella, y habla con la vida de su alma en la siguiente
canción, diciendo:
Inicio -------------------------------------------------------------------------CANCIÓN 8
Mas ¿ cómo perseveras, ¡oh vida!, no viviendo donde vives, y haciendo porque mueras
las flechas que recibes, de lo que del Amado en ti concibes?
DECLARACIÓN
1. Como el alma se ve morir de amor, según acaba de decir, y que no se acaba de morir,
para poder gozar del amor con libertad, quéjase de la duración de la vida corporal, a
cuya causa se le dilata la vida espiritual. Y así, en esta canción habla con la misma vida
de su alma, encareciendo el dolor que le causa; y el sentido de la canción es el siguiente:
vida de mi alma, ¿cómo puedes perseverar en esta vida de cuerpo, pues te es muerte y
privación de aquella vida verdadera de tu Dios, en que tú más verdaderamente que en el
cuerpo vives por esencia, amor y deseo? Y ya que esto no fuese causa para que salieses
del cuerpo de esta muerte (Rm. 7, 24) para gozar y vivir la vida de tu Dios, ¿cómo
todavía puedes perseverar en el cuerpo, pues son bastantes solo por sí para acabarte la
vida las heridas que recibes de amor de las grandezas que se te comunican de parte del
Amado, y del vehemente amor que te causa lo que de él sientes y entiendes, que son
toques y heridas que de amor matan? Síguese el verso:
Mas ¿cómo perseveras, ¡oh vida! no viviendo donde vives?
2. Para cuya inteligencia es de saber que el alma más vive en lo que ama que en el
cuerpo donde anima, porque en el cuerpo ella no tiene su vida, antes ella la da al cuerpo,
y ella en lo que ama vive. Pero allende de esta vida de amor, por el cual vive el alma en
cualquiera cosa que ama, natural y radicalmente tiene el alma su vida en Dios, como
también todas las cosas criadas, según aquello que dice san Pablo (Act. 17, 28): In ipso
vivimus, movemur et sumus, que es tanto como decir: En Dios tenemos nuestra vida y
nuestro movimiento y nuestro ser. Y san Juan (Jn 1, 3-4) dice: Quod factum est, in ipso
vita erat, esto es: Todo lo que fue hecho, era vida en Dios. Y como el alma ve que tiene
su vida natural en Dios por el ser que en él tiene, y también su vida espiritual por el
amor con que le ama, quéjase porque persevera todavía en vida corporal, porque la
impide de vivir de veras donde de veras tiene su vida por esencia y por amor, como
habemos dicho. En lo cual es grande el encarecimiento que el alma aquí hace, porque da
a entender que padece en dos contrarios, que son: vida natural en cuerpo y vida
espiritual en Dios, que son contrarias en sí; y, viviendo ella en entrambas, por fuerza ha
de tener gran tormento, pues la vida natural le es a ella como muerte, pues la priva de la
espiritual en que ella tiene empleado todo su ser, vida y operaciones por el amor y el
afecto.
Y para dar más a entender el rigor de esta vida, dice luego:
Y haciendo porque mueras las flechas que recibes.
3. Como si dijera: y demás de lo dicho, ¿cómo puedes perseverar en el cuerpo, pues por
sí solo bastan a quitarte la vida los toques de amor (que eso entiende por flechas) que en
tu corazón hace el Amado? Los cuales toques de tal manera fecundan el alma y el
corazón de inteligencia y amor de Dios que se puede bien decir que concibe de Dios,
según lo que dice en el verso siguiente, es a saber:
De lo que del Amado en ti concibes,
4. es a saber, de la hermosura, grandeza y sabiduría y virtudes que de él entiendes.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CANCIÓN 9
¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste? Y, pues me le has robado,
¿por qué así le dejaste, y no tomas el robo que robaste?
DECLARACIÓN
1. Vuelve en esta canción a hablar con el Amado con la querella de su dolor; porque el
amor impaciente (cual aquí muestra tener el alma) no sufre algún ocio ni da descanso a
su pena, proponiendo de todas maneras sus ansias hasta hallar el remedio. Y como se ve
llagada y sola, no teniendo otro ni otra medicina sino a su Amado, que es el que la llagó,
dícele que, pues él llagó su corazón con el amor de su noticia, que por qué no le ha
sanado con la vista de su presencia; y que, pues él se le ha también robado por el amor
con que la ha enamorado, sacándosele de su propio poder, que por qué le ha dejado así,
es a saber, sacado de su poder (porque el que ama ya no posee su corazón, pues lo ha
dado al Amado) y no le ha puesto de veras en el suyo, tomándole para sí en entera y
acabada transformación de amor en gloria. Dice, pues:
¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste?
2. No se querella porque la haya llagado, porque el enamorado, cuanto más herido, está
más pagado; sino que, habiendo llagado el corazón, no le sanó acabándole de matar.
Porque son las heridas de amor tan dulces y tan sabrosas que, si no llegan a morir, no la
pueden satisfacer; pero sonle tan sabrosas, que querría la llagasen hasta acabarla de
matar. Y por eso dice: ¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste? Como
si dijera: ¿por qué, pues le has herido hasta llagarle, no le sanas, acabándole de matar de
amor? Pues eres tú la causa de la llaga en dolencia de amor, sé tú la causa de la salud en
muerte de amor; porque, de esta manera, el corazón que está llagado con el dolor de tu
ausencia, sanará con el deleite y gloria de tu dulce presencia. Y añade, diciendo:
Y, pues me le has robado ¿por qué así le dejaste?
3. Robar no es otra cosa que desaposesionar del robo a su dueño y aposesionarse de ello
el robador. Esta querella, pues, propone aquí el alma al Amado, diciendo que, pues él ha
robado su corazón y sacádolo de su poder y posesión, que por qué le ha dejado así, sin
ponerle de veras en la suya, tomándole para sí, como hace el robador al robo que robó,
que de hecho se le lleva.
4. Por eso el que está enamorado se dice tener el corazón robado o arrobado de aquel a
quien ama, porque le tiene fuera de sí, puesto en la cosa amada; y así no tiene corazón
para sí, sino para aquello que ama. De donde podrá bien conocer el alma si ama a Dios o
no; porque, si le ama, no tendrá corazón para sí, sino para Dios, porque cuanto más le
tiene para sí, menos le tiene para Dios.
5. Y verse ha si el corazón está bien robado en si trae ansias por el Amado o no gusta de
otra cosa sino de él, como aquí muestra el alma. La razón es porque el corazón no puede
estar en paz y sosiego sin posesión; y, cuando está aficionado, ya no tiene posesión de sí
ni de alguna otra cosa; y si tampoco posee de veras lo que ama, no le puede faltar fatiga
hasta que lo posea; porque hasta entonces está el alma como el vaso vacío que espera el
lleno, y como el hambriento que desea el manjar, y como el enfermo que gime por la
salud, y como el que está colgado en el aire, que no tiene en qué estribar; de esta misma
manera está el corazón enamorado. Lo cual sintiendo aquí el alma por experiencia, dice:
¿Por qué así le dejaste, es a saber: vacío, hambriento, solo, llagado y enfermo de amor,
suspenso en el aire,
y no tomas el robo que robaste?
6. Conviene a saber: para henchirle y hartarle y acompañarle y sanarle, dándole asiento
y reposo cumplido en ti.
No puede dejar de desear el alma enamorada la paga y salario de su amor, por el cual
salario sirve al Amado, porque, de otra manera, no sería verdadero amor. El cual salario
y paga no es otra cosa, ni el alma puede querer otra, sino más amor, hasta llegar a estar
en perfección de amor, el cual no se paga sino de sí mismo, según lo dio a entender el
profeta Job (Jb 7, 2) por estas palabras, diciendo: Sicut cervus desiderat umbram, et
sicut mercenarius praestolatur finem operis sui, sic et ego habui menses vacuos, et
noctes laboriosas enumeravi mihi. Si dormiero, dicam: quando consurgam? Et rursum
expectabo vesperam, et replebor doloribus usque ad tenebras, que quiere decir: Como el
ciervo desea la sombra y como el mercenario espera el fin de su obra, así yo también
tuve los meses vacíos y contaba las noches trabajosas y prolijas para mí. Si me acostare
a dormir, diré: ¿cuándo llegará el día en que me levantaré? Y luego volveré a esperar la
tarde, y seré lleno de dolores hasta las tinieblas de la noche. De esta manera, el alma que
anda estuando encendida en amor de Dios, desea el cumplimiento y perfección del amor
para tener allí cumplido refrigerio. Como el ciervo fatigado del estío desea el refrigerio
de la sombra, y como el mercenario espera el fin de su obra, espera el fin el alma de la
suya.
Donde es de notar que no dijo el profeta Job que el mercenario esperaba el fin de su
trabajo, sino el fin de su obra, para dar a entender lo que vamos diciendo, es a saber: que
el alma que ama no espera el fin de su trabajo, sino el fin de su obra; porque su obra es
amar, y de esta obra, que es amar, espera ella el fin y remate, que es la perfección y
cumplimiento de amar a Dios, al cual hasta que llegue, siempre está el alma de la figura
que en la dicha autoridad se pinta Job, teniendo los días y los meses por vacíos y las
noches por trabajosas y prolijas.
En lo dicho queda dado a entender cómo el alma que ama a Dios no ha de pretender ni
esperar otra cosa de él sino la perfección del amor.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CANCIÓN 10
Apaga mis enojos, pues que ninguno basta a deshacellos; y véante mis ojos, pues eres
lumbre dellos, y sólo para ti quiero tenellos.
DECLARACIÓN
1. Prosigue, pues, en la presente canción pidiendo al Amado quiera ya poner término a
sus ansias y penas, pues no hay otro que baste para hacerlo sino sólo él; y que sea de
manera que le puedan ver los ojos de su alma, pues sólo él es la luz en que ellos miran,
y ella no los quiere emplear en otra cosa sino sólo en él, diciendo:
Apaga mis enojos.
2. Tiene una propiedad la concupiscencia del amor, como queda dicho, que todo lo que
no hace o dice o conviene con aquello que ama la voluntad, la cansa, fatiga y enoja y la
pone desabrida, no viendo cumplirse lo que ella quiere. Y a esto y a las fatigas que tiene
por ver a Dios llama aquí enojos, los cuales ninguna cosa basta para deshacerlos, sino la
posesión del Amado. Por lo cual dice que los apague él con su presencia,
refrigerándolos todos, como hace el agua fresca al que está fatigado del calor, que por
eso usa aquí de este vocablo apaga, para dar a entender que ella está padeciendo con
fuego de amor.
Pues que ninguno basta a deshacellos.
3. Para mover y persuadir más el alma a que cumpla su petición el Amado, dice que
pues otro ninguno sino él basta a satisfacer su necesidad, que sea él el que apague sus
enojos. Donde es de notar que entonces está Dios bien presto para consolar al alma y
satisfacer en sus necesidades y penas, cuando ella no tiene ni pretende otra satisfacción
y consuelo fuera de él. Y así, el alma que no tiene cosa que la entretenga fuera de Dios,
no puede estar mucho sin visitación del Amado.
Y véante mis ojos,
4. esto es, véate yo cara a cara con los ojos de mi alma,
pues eres lumbre dellos.
5. Allende de que Dios es lumbre sobrenatural de los ojos del alma, sin la cual está en
tinieblas, llámale aquí también el alma por afición lumbre de sus ojos, al modo que el
amante suele llamar al que ama, para significar el amor que le tiene, lumbre de sus ojos.
Y así es como si dijera en los dos versos sobredichos: pues los ojos míos no tienen otra
lumbre, ni por naturaleza ni por amor véante mis ojos, pues de todas maneras eres
lumbre de ellos. Esta lumbre echaba menos David (Sal 37, 11) cuando con lástima
decía: Lumen oculorum meorum, et ipsum non est mecum, que quiere decir: La lumbre
de mis ojos, aun ésa no está conmigo.
Y sólo para ti quiero tenellos,
6. En el verso pasado ha dado a entender el alma cómo sus ojos estarán en tinieblas no
viendo a su Amado, pues sólo él es lumbre de ellos, en que le obliga a darle esta lumbre
de gloria. Y en el presente verso le quiere más obligar, diciendo que no los quiere tener
para otra alguna cosa que para él. Porque, así como justamente es privada de esta divina
lumbre el alma que quiere poner los ojos de su voluntad en otra su lumbre de propiedad
de alguna cosa fuera de Dios, por cuanto pone impedimento para recibirla, así también
congruamente merece que se le dé al alma que a todas las cosas cierra los dichos sus
ojos, para abrirlos sólo a su Dios.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CANCIÓN 11
[San Juan de la Cruz CANTICO ESPIRITUALA Cancion 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DEL CANTO ESPIRITUAL A
--------------------------------------------------------------------------CANCIÓN 11
¡Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados formases de repente los ojos
deseados, que tengo en mis entrañas dibujados!
DECLARACIÓN
1. Como con tanto deseo desea el alma la unión del Esposo y ve que no halla remedio ni
medio alguno en todas las criaturas, vuélvese a hablar con la fe (como la que más al
vivo le ha de dar luz de su Amado) tomándola por medio para esto; porque, a la verdad,
no hay otro por donde se venga a la verdadera unión de Dios, según por Oseas (Os 2,
20) lo da a entender el Esposo, diciendo: Yo te desposaré conmigo en fe. Y dícele con
gran deseo: ¡Oh fe de mi Esposo Cristo, si las verdades que has infundido de mi Amado
en mi alma con oscuridad y tiniebla las manifestases ya con claridad, de manera que lo
que contienes en fe, que son noticias informes, las mostrases y descubrieses,
apartándote de ellas, formada y acabadamente de repente, volviéndolo en manifestación
de gloria! Dice, pues, el verso:
¡Oh cristalina fuente!
2. Llámala cristalina a la fe por dos cosas: la primera, porque es de Cristo su Esposo, y
la segunda, porque tiene las propiedades del cristal en ser pura en las verdades y fuerte y
clara, limpia de errores y formas naturales. Y llámala fuente, porque de ella le manan al
alma las aguas de todos los bienes espirituales. De donde Cristo Nuestro Señor,
hablando con la Samaritana (Jn. 4, 14), llamó fuente a la fe, diciendo que en los que
creyesen en él se haría una fuente cuya agua saltaría hasta la vida eterna. Y esta agua era
el espíritu que habían de recibir en su fe los creyentes (Jn. 7, 39).
Si en esos tus semblantes plateados.
3. A las proposiciones y artículos que nos propone la fe llama semblantes plateados.
Para inteligencia de lo cual y de los demás versos es de notar que la fe es comparada a
la plata en las proposiciones que nos enseña, y las verdades y sustancias que en sí
contienen son comparadas al oro; porque esa misma sustancia que ahora creemos
vestida y cubierta con plata de fe, habemos de ver y gozar en la otra vida al descubierto,
y desnudo el oro de la fe.
De donde David (Sal. 67, 14), hablando de ella dice así: Si durmiéredes entre los dos
coros, las plumas de la paloma serán plateadas, y las postrimerías de su espalda serán en
el color del oro. Quiere decir que, si cerráremos los ojos del entendimiento a las cosas
de arriba y a las de abajo, a lo cual llama dormir en medio, quedaremos sólo en fe, a la
cual llama paloma, cuyas plumas, que son las verdades que nos dice, serán plateadas;
porque en esta vida la fe nos las propone oscuras y encubiertas, que por eso las llama
aquí semblantes plateados; pero a la postre de esta fe, que será cuando se acabe la fe por
la clara visión de Dios, quedará la sustancia de la fe, desnuda del velo de esta plata, de
color como el oro.
De manera que la fe nos da y comunica al mismo Dios, pero cubierto con plata de fe; y
no por eso nos le deja de dar en la verdad, así como el que da un vaso de oro plateado,
no porque vaya cubierto con plata deja de dar el vaso de oro. De donde cuando la
Esposa en los Cantares (Ct 1, 10) deseaba esta posesión de Dios, prometiéndosela él
cual en esta vida se puede, le dijo que le haría unos zarcillos de oro, pero esmaltados
con plata. En lo cual le prometió de dársele en fe encubierto.
Dice, pues, ahora el alma a la fe: ¡Oh, si en esos tus semblantes plateados, que son los
artículos ya dichos, con que tienes cubierto el oro de los divinos rayos, que son los ojos
deseados que añade luego, diciendo:
formases de repente los ojos deseados!
4. Por los ojos entiende, como dijimos, los rayos y verdades divinas, las cuales, como
también habemos dicho, la fe nos las propone en sus artículos cubiertas e informes. Y
así, es como si dijera: ¡Oh, si esas verdades que informe y oscuramente me enseñas
encubiertas en tus artículos de fe, acabases ya de dármelas clara y formadamente
descubiertas en ellos, como lo pide mi deseo! Y llama aquí ojos a estas verdades por la
grande presencia que del Amado siente, que le parece la está ya siempre mirando; por lo
cual dice:
Que tengo en mis entrañas dibujados.
5. Dice que las tiene en sus entrañas dibujadas, es a saber, en su alma según el
entendimiento y la voluntad; porque, según el entendimiento, tiene estas verdades
infundidas por fe en su alma. Y porque la noticia de ellas no es perfecta, dice que están
dibujadas; porque así como el dibujo no es perfecta pintura, así la noticia de la fe no es
perfecto conocimiento. Por tanto, las verdades que se infunden en el alma por fe están
como en dibujo, y cuando estén en clara visión, estarán en el alma como perfecta y
acabada pintura, según aquello que dice el Apóstol (1 Cor 13, 10), diciendo: Cum autem
venerit quod perfectum est, evacuabitur quod ex parte est, que quiere decir: Cuando
viniere lo que es perfecto, que es la clara visión, acabarse ha lo que es en parte, que es el
conocimiento de la fe.
6. Pero sobre este dibujo de fe hay otro dibujo de amor en el alma del amante, y es
según la voluntad, en la cual de tal manera se dibuja la figura del Amado, y tan conjunta
y vivamente se retrata en él cuando hay unión de amor, que es verdad decir que el
Amado vive en el amante y el amante en el Amado; y tal manera de semejanza hace el
amor en la transformación de los amados, que se puede decir que cada uno es el otro y
que entrambos son uno. La razón es porque en la unión y transformación de amor el uno
da posesión de sí al otro, y cada uno se deja y da y trueca por el otro; y así, cada uno
vive en el otro, y el uno es el otro, y entrambos son uno por transformación de amor.
Esto es lo que quiso dar a entender san Pablo (Gal. 2, 22) cuando dijo: Vivo autem, iam
non ego; vivit vero in me Christus, que quiere decir: Vivo yo, ya no yo, pero vive en mí
Cristo. Porque en decir vivo yo, ya no yo, dio a entender que, aunque vivía él, no era
vida suya, porque estaba transformado en Cristo, que su vida más era divina que
humana; y por eso dice que no vivía él, sino Cristo en él.
7. De manera que, según esta semejanza de transformación, podemos decir que su vida
y la vida de Cristo toda era una vida por unión de amor. Lo cual se hará perfectamente
en el cielo en divina vida en todos los que merecieren verse en Dios; porque,
transformados en Dios, vivirán vida de Dios y no vida suya, aunque si vida suya, porque
la vida de Dios será vida suya. Y entonces dirán de veras: Vivimos nosotros, y no
nosotros, porque vive Dios en nosotros. Lo cual en esta vida aunque puede ser, como lo
era en san Pablo, no empero perfecta y acabadamente, aunque llegue el alma a tal
transformación de amor que sea matrimonio espiritual, que es el más alto estado a que
se puede llegar en esta vida, porque todo se puede llamar dibujo de amor en
comparación de aquella perfecta figura de transformación de gloria. Pero cuando este
dibujo de transformación en esta vida se alcanza es grande buena dicha, porque con eso
se contenta grandemente el Amado; que por eso, deseando él que le pusiese la Esposa
en su alma como dibujo, le dijo en los Cantares (Ct 8, 6): Ponme como señal sobre tu
corazón, como señal sobre tu brazo. El corazón significa aquí el alma, en que en esta
vida está Dios como señal de dibujo de fe, según se dijo arriba, y el brazo significa la
voluntad fuerte, en que está como señal de dibujo de amor, como ahora acabamos de
decir.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CANCIÓN 12
Apártalos, Amado, que voy de vuelo.
Esposo
Vuélvete, paloma, que el ciervo vulnerado por el otero asoma al aire de tu vuelo, y
fresco toma.
DECLARACIÓN
1. En los grandes deseos y fervores de amor, cuales en las canciones pasadas ha
mostrado el alma, suele el Amado visitar a su esposa alta y delicada y amorosamente y
con grande fuerza de amor; porque, ordinariamente, según los grandes favores y ansias
de amor que han precedido en el alma suelen ser también las mercedes y vistas que Dios
la hace, grandes. Y como ahora el alma con tantas ansias había deseado estos divinos
ojos, que en la canción pasada acaba de decir, descubrióle el Amado algunos rayos de
su grandeza y divinidad, según ella deseaba; los cuales fueron de tanta alteza y con tanta
fuerza comunicados, que la hizo salir de sí por arrobamiento y éxtasi, lo cual acaece al
principio con gran detrimento y temor del natural. Y así, no pudiendo sufrir el exceso en
sujeto tan flaco, dice en la presente canción: Apártalos, Amado, es a saber, esos tus ojos
divinos, porque me hacen volar saliendo de mí a suma contemplación sobre lo que sufre
el natural. Lo cual dice porque le parecía volaba su alma de las carnes, que es lo que ella
deseaba; que por eso le pidió que los apartase, conviene a saber, dejando de
comunicárselos en la carne, en que no los puede sufrir y gozar como querría,
comunicándoselos en el vuelo que ella hacía fuera de la carne. El cual deseo y vuelo le
impidió luego el Esposo, diciendo: Vuélvete, paloma, que la comunicación que ahora de
mí recibes, aún no es de ese estado de gloria que tú ahora pretendes; pero vuélvete a mí,
que soy a quien tú, llagada de amor, buscas, que también yo, como el ciervo herido de
tu amor, comienzo a mostrarme a ti por tu alta contemplación, y tomo recreación y
refrigerio en el amor de tu contemplación. Dice, pues, el alma al Esposo:
Apártalos, Amado.
2. Según habemos dicho, el alma, conforme a los grandes deseos que tenía de estos
divinos ojos, que significan la Divinidad, recibió del Amado interiormente tal
comunicación y noticia de Dios, que la hizo decir: Apártalos, Amado. Porque tal es la
miseria del natural en esta vida, que aquello que al alma le es más vida y ella con tanto
deseo desea, que es la comunicación y conocimiento de su Amado, cuando se le vienen
a dar, no lo puede recibir sin que casi le cueste la vida, de suerte que los ojos que con
tanta solicitud y ansias y por tantas vías buscaba, venga a decir cuando los recibe:
Apártalos, Amado.
3. Porque es a veces tan grande el tormento que se siente en las semejantes visitas de
arrobamientos, que no hay tormento que así descoyuntes los huesos y ponga en estrecho
al natural; tanto que, si no proveyese Dios, se acabaría la vida. Y a la verdad, así le
parece al alma por quien pasa, porque siente como desasirse el alma de las carnes y
desamparar al cuerpo. Y la causa es porque semejantes mercedes no se pueden recibir
muy en carne, porque el espíritu es levantado a comunicarse con el Espíritu divino que
viene al alma, y así por fuerza ha de desamparar en alguna manera la carne. Y de aquí es
que ha de padecer la carne y, por consiguiente, el alma en la carne, por la unidad que
tienen en un supuesto. Y, por tanto, el gran tormento que siente el alma al tiempo de
este género de visita y el gran pavor que la hace verse tratar por vía sobrenatural, la
hacen decir: Apártalos, Amado.
4. Pero no se ha de entender que, porque el alma diga que los aparte, querría que los
apartase, porque aquél es un dicho del temor natural, como habemos dicho; antes,
aunque mucho más la costase, no querría perder estas visitas y mercedes del Amado,
porque aunque padece el natural, el espíritu vuela al recogimiento sobrenatural a gozar
del espíritu del Amado, que es lo que ella deseaba y pedía.
Pero no quisiera ella recibirlo en carne, donde no se puede cumplidamente, sino poco y
con pena, mas en el vuelo del espíritu fuera de la carne, donde libremente se goza; por
lo cual dijo: Apártalos, Amado, es a saber, de comunicármelos en carne.
Que voy de vuelo.
5. Como si dijera: que voy de vuelo de la carne, para que me los comuniques fuera de
ella, siendo ellos la causa de hacerme volar fuera de la carne.
Y para que entendamos mejor qué vuelo sea éste, es de notar que, como habemos dicho,
en aquella visitación de Espíritu divino es arrebatado con gran fuerza el del alma a
comunicar con el Espíritu, y destituye al cuerpo y deja de sentir en él y de tener en él
sus acciones, porque las tiene en Dios; que por eso dijo san Pablo (2 Cor. 12, 2) que en
aquel rapto suyo no sabía si estaba su alma recibiéndole en el cuerpo o fuera del cuerpo.
Y no por eso se ha de entender que destituye y desampara el alma al cuerpo de la vida
natural, sino que no tiene sus acciones en él. Y ésta es la causa por que en estos raptos y
vuelos se queda el cuerpo sin sentido y, aunque le hagan cosas de grandísimo dolor, no
siente; porque no es como otros traspasos y desmayos naturales, que con el dolor
vuelven en sí. Y estos sentimientos tienen en estas visitas los que no han aún llegado a
estado de perfección, sino que van camino en estado de aprovechados, porque los que
han llegado, ya tienen toda la comunicación hecha en paz y suave amor, y cesan estos
arrobamientos, que eran comunicaciones que disponían para la total comunicación.
6. Lugar era éste conveniente para tratar de las diferencias de raptos y éxtasis y otros
arrobamientos y sutiles vuelos de espíritu que a los espirituales suelen acaecer; mas
porque mi intento no es sino declarar brevemente estas canciones, como en el prólogo
prometí, quedarse ha para quien mejor lo sepa tratar que yo, y porque también la
bienaventurada Teresa de Jesús, nuestra Madre, dejó escritas de estas cosas de espíritu
admirablemente, las cuales espero en Dios saldrán presto impresas a luz. Lo que aquí,
pues, el alma dice del vuelo, hase de entender por arrobamiento y éxtasi del espíritu a
Dios. Y dícele luego el Amado:
Vuélvete, paloma.
7. De muy buena gana se iba el alma del cuerpo en aquel vuelo espiritual, pensando que
se le acababa ya la vida y que pudiera gozarse con su Esposo para siempre y quedarse al
descubierto con él; mas atajóle el Esposo el paso, diciendo: Vuélvete, paloma, como si
dijera: paloma en el vuelo alto y ligero que llevas de contemplación, y en el amor con
que ardes, y simplicidad con que vas (porque estas tres propiedades tiene la paloma);
vuélvete de ese vuelo alto en que pretendes llegar a poseerme de veras, que aún no es
llegado ese tiempo de tan alto conocimiento, y acomódate a este más bajo que yo ahora
te comunico en este tu exceso, y es:
Que el ciervo vulnerado.
8. Compárase el Esposo al ciervo, porque aquí por el ciervo entiende a sí mismo. Y es
de saber que la propiedad del ciervo es subirse a los lugares altos y, cuando está herido,
vase con gran priesa a buscar refrigerio a las aguas frías, y si oye quejar a la consorte y
siente que está herida, luego se va con ella y la regala y acaricia. Y así hace ahora el
Esposo, porque, viendo a la esposa herida de su amor, él también al gemido de ella
viene herido del amor de ella; porque en los enamorados la herida de uno es de
entrambos y un mismo sentimiento tienen los dos. Y así, es como si dijera: vuélvete,
esposa mía, a mí, que, si llagada vas de amor de mí, yo también como el ciervo vengo
en esta tu llaga llagado a ti, que soy como el ciervo, y también en asomar por lo alto,
que por eso dice:
Por el otero asoma,
9. esto es, por la altura de tu contemplación que tienes en ese vuelo; porque la
contemplación es un puesto alto por donde Dios en esta vida se comienza a comunicar
al alma y mostrársele, mas no acaba; que por eso no dice que acaba de parecer, sino que
asoma, porque por altas que sean las noticias que de Dios se le dan al alma en esta vida,
todas son como unas muy desviadas asomadas. Y síguese la tercera propiedad que
decíamos del ciervo, y es la que se contiene en el verso siguiente:
Al aire de tu vuelo, y fresco toma.
10. Por el vuelo entiende la contemplación de aquel éxtasis que habemos dicho, y por el
aire entiende aquel espíritu de amor que causa en el alma este vuelo de contemplación.
Y llama aquí a este amor, causado por el vuelo, aire harto apropiadamente; porque el
Espíritu Santo, que es amor, también se compara en la divina Escritura al aire, porque es
aspirado del Padre y del Hijo. Y así como allí es aire del vuelo, esto es, que de la
contemplación y sabiduría del Padre y del Hijo procede y es aspirado, así aquí, a este
amor del alma llama el Esposo aire, porque de la contemplación y noticia que a este
tiempo tiene de Dios le procede.
Y es de notar que no dice aquí el Esposo que viene al vuelo, sino al aire del vuelo,
porque Dios no se comunica propiamente al alma por el vuelo del alma, que es, como
habemos dicho, el conocimiento que tiene de Dios, sino por el amor del conocimiento;
porque así como el amor es unión del Padre y del Hijo, así lo es del alma con Dios. Y de
aquí es que, aunque un alma tenga altísimas noticias de Dios y contemplación y
conociere todos los misterios, si no tiene amor, no le hace nada al caso, como dice san
Pablo (1 Cor. 13, 2) para unirse con Dios. Porque, como también dice el mismo (Col. 3,
14): Charitatem habete, quod est vinculum perfectionis, es a saber: Tened esta caridad,
que es vínculo de perfección. Esta caridad, pues, y amor del alma hace venir al Esposo
corriendo a beber de esta fuente de amor de su Esposa, como las aguas frescas hacen
venir al ciervo sediento y llagado a tomar refrigerio, y por eso se sigue: Y fresco toma.
11. Porque así como el aire hace fresco y refrigerio al que está fatigado del calor, así
este aire de amor refrigera y recrea al que arde con fuego de amor; porque tiene tal
propiedad este fuego de amor, que el aire con que toma fresco y refrigerio es más fuego
de amor, porque en el amante el amor es llama que arde con apetito de arder más, según
hace la llama del fuego natural. Por tanto, al cumplimiento de este apetito suyo de arder
más en el ardor del amor de su esposa, que es el aire del vuelo de ella, llama aquí tomar
fresco. Y así es como si dijera: al ardor de tu vuelo arde más, porque un amor enciende
otro amor.
Donde es de notar que Dios no pone su gracia y amor en el alma sino según la voluntad
y amor del alma. Por lo cual, esto ha de procurar el buen enamorado que no falte, pues
por ese medio, como habemos dicho, moverá más, si así se puede decir, a que Dios le
tenga más amor y se recree más en su alma. Y para seguir esta caridad, hase de ejercitar
lo que de ella dice el Apóstol (1 Cor. 13, 4-7), diciendo: La caridad es paciente, es
benigna, no es envidiosa, no hace mal, no se ensoberbece, no es ambiciosa, no busca sus
mismas cosas, no se alborota, no piensa mal, no se huelga sobre la maldad, gózase en la
verdad, todas las cosas sufre que son de sufrir, cree todas las cosas, es a saber, las que se
deben creer, todas las casas espera y todas las cosas sustenta, es a saber, que convienen
a la caridad.
Inicio -------------------------------------------------------------------------CANCIONES 13-14
Mi Amado, las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, los ríos
sonorosos, el silbo de los aires amorosos,
la noche sosegada en par de los levantes de la aurora, la música callada, la soledad
sonora, la cena que recrea y enamora.
ANOTACIÓN
1. Antes que entremos en la declaración de estas canciones es necesario advertir, para
más inteligencia de ellas y de las que después de ellas se siguen, que en este vuelo
espiritual, que acabamos de decir, se denota un alto estado y unión de amor, en que,
después de mucho ejercicio espiritual, suele Dios poner al alma, al cual llaman
desposorio espiritual con el Verbo Hijo de Dios.
Y al principio que se hace esto, que es la primera vez, comunica Dios al alma grandes
cosas de sí, hermoseándola de grandeza y majestad y arreándola de dones y virtudes y
vistiéndola de conocimiento y honra de Dios, bien así como a desposada en el día de su
desposorio. Y en este dichoso día no solamente se le acaban al alma sus ansias
vehementes y querellas de amor que antes tenía, mas, quedando adornada de los bienes
que digo, comiénzale un estado de paz y deleite y de suavidad de amor, según se da a
entender en las presentes canciones, en las cuales no hace otra cosa sino contar y cantar
las grandezas de su Amado, las cuales conoce y goza en él por la dicha unión del
desposorio. Y así, en las demás canciones siguientes ya no dice cosas de penas ni ansias,
como antes hacía, sino comunicación y ejercicio de dulce y pacifico amor con su
Amado, porque ya en este estado todo aquello fenece.
Y es de notar que en estas dos canciones se contiene lo más que Dios suele comunicar a
este tiempo a un alma. Pero no se ha de entender que a todas las que llegan a este estado
se les comunica todo lo que en estas dos canciones se declara, ni en una misma manera
y medida de conocimiento y sentimiento; porque a unas almas se les da más, y a otras
menos, y a unas en una manera y a otras en otra, aunque lo uno y lo otro puede ser en
este estado del desposorio espiritual, mas pónese aquí lo más que puede ser, porque en
ello se comprehende todo. Y síguese la declaración:
DECLARACIÓN DE LAS DOS CANCIONES
2. Pues como esta palomica del alma andaba volando por los aires de amor sobre las
aguas del diluvio de las fatigas y ansias suyas de amor que ha mostrado hasta aquí, no
hallando donde descansase su pie, a este último vuelo que habemos dicho extendió el
piadoso padre Noé la mano de su misericordia y recogióla, metiéndola en el arca de su
caridad y amor. Y esto fue al tiempo que en la canción que acabamos de declarar dijo:
Vuélvete, paloma.
3. Y es de notar que, así como en el arca de Noé, según dice la divina Escritura (Gn. 6,
14 ss.), había muchas mansiones para muchas diferencias de animales, y todos los
manjares que se podían comer, así el alma en este vuelo que hace a esta divina arca del
pecho de Dios, no sólo echa de ver en ella las muchas mansiones que Su Majestad dijo
por san Juan (Jn 14, 2) que había en la casa de su Padre, mas ve y conoce haber allí
todos los manjares, esto es, todas las grandezas que puede gustar el alma, que son todas
las cosas que se contienen en las dos sobredichas canciones, significadas por aquellos
vocablos comunes; las cuales en sustancia son las que se siguen.
4. Ve el alma y gusta en esta divina unión abundancia y riquezas inestimables, y halla
todo el descanso y recreación que ella desea, y entiende secretos e inteligencias de Dios
extrañas, que es otro manjar de los que mejor le saben; y siente en Dios un terrible
poder y fuerza que todo otro poder y fuerza priva, y gusta allí admirable suavidad y
deleite de espíritu, halla verdadero sosiego y luz divina, y gusta altamente de la
sabiduría de Dios, que en la armonía de las criaturas y hechos de Dios reluce; y siéntese
llena de bienes y vacía y ajena de males, y, sobre todo, entiende y goza de una
inestimable refección de amor, que la confirma en amor. Y ésta es la sustancia de lo que
se contiene en las dos canciones sobredichas.
5. En las cuales dice la Esposa que todas estas cosas es su Amado en sí y lo es para ella,
porque, en lo que Dios suele comunicar en semejantes excesos, siente el alma y conoce
la verdad de aquel dicho que dijo el santo Francisco, es a saber: Dios mío, y todas las
cosas. De donde, por ser Dios todas las cosas al alma y el bien de todas ellas, se declara
la comunicación de este exceso por la semejanza de la bondad de las cosas en las dichas
canciones, según en cada verso de ellas se irá declarando.
En lo cual se ha de entender que todo lo que aquí se declara está en Dios eminentemente
en infinita manera, o, por mejor decir, cada una de estas grandezas que se dicen es Dios,
y todas ellas juntas son Dios; que, por cuanto en este caso se une el alma con Dios,
siente ser todas las cosas Dios en un simple ser, según lo sintió san Juan (Jn 1, 4)
cuando dijo: Quod factum est, in ipso vita erat, es a saber: Lo que fue hecho, en él era
vida. Y así no se ha de entender que en lo que aquí se dice que siente el alma es como
ver las cosas en la luz o las criaturas en Dios, sino que en aquella posesión siente serle
todas las cosas Dios. Y tampoco se ha de entender que, porque el alma siente tan
subidamente de Dios en lo que vamos diciendo, vea a Dios esencial y claramente, que
no es sino una fuerte y copiosa comunicación y vislumbre de lo que él es en sí, en que
siente el alma este bien de las cosas que ahora en los versos declararemos, conviene a
saber:
Mi Amado, las montañas.
6. Las montañas tienen alturas, son abundantes, anchas, hermosas, graciosas, floridas y
olorosas. Estas montañas es mi Amado para mí.
Los valles solitarios nemorosos.
7. Los valles solitarios son quietos, amenos, frescos, umbrosos, de dulces aguas llenos,
y en la variedad de sus arboledas y suave canto de aves hacen gran recreación y deleite
al sentido, dan refrigerio y descanso en su soledad y silencio. Estos valles es mi Amado
para mí.
Las ínsulas extrañas.
8. Las ínsulas extrañas están ceñidas con la mar y allende de los mares, muy apartadas y
ajenas de la comunicación de los hombres; y así, en ellas se crían y nacen cosas muy
diferentes de las de por acá, de muy extrañas maneras y virtudes nunca vistas de los
hombres, que hacen grande novedad y admiración a quien las ve. Y así, por las grandes
y admirables novedades y noticias extrañas, alejadas del conocimiento común que el
alma ve en Dios, le llama ínsulas extrañas. Porque extraño llaman a uno por una de dos
cosas: o porque se anda retirado de la gente, o porque es excelente y particular entre los
demás hombres en sus hechos y obras. Por estas dos cosas llama el alma aquí a Dios
extraño; porque no solamente es toda la extrañez de las ínsulas nunca vistas, pero
también sus vías, consejos y obras son muy extrañas y nuevas y admirables para los
hombres. Y no es maravilla que sea Dios extraño a los hombres que no le han visto,
pues también lo es a los santos ángeles y almas que le ven, pues no le pueden acabar de
ver ni acabarán; y hasta el último día del juicio van viendo en él tantas novedades según
sus profundos juicios y acerca de las obras de su misericordia y justicia, que siempre les
hace novedad y siempre se maravillan más. De manera que no solamente los hombres,
pero también los ángeles le pueden llamar ínsulas extrañas. Sólo para sí no es extraño,
ni tampoco para sí es nuevo.
Los ríos sonorosos.
9. Los ríos tienen tres propiedades: la primera, que todo lo que encuentran embisten y
anegan; la segunda, que hinchen todos los bajos y vacíos que hallan delante; la tercera,
que tienen tal sonido, que todo otro sonido privan y ocupan. Y porque en esta
comunicación de Dios que vamos diciendo siente el alma en él muy sabrosamente estas
tres propiedades, dice que su Amado es los ríos sonorosos.
Cuanto a la primera propiedad que el alma siente, es de saber que de tal manera se ve el
alma embestir del torrente del espíritu de Dios en este caso y con tanta fuerza
apoderarse de ella, que la parece que vienen sobre ella todos los ríos del mundo que la
embisten, y siente ser allí anegadas todas sus acciones y pasiones en que antes estaba. Y
no porque es cosa de tanta fuerza es cosa de tormento, porque estos ríos son ríos de paz,
según por Isaías (Is 66, 12) da Dios a entender de este embestir en el alma, diciendo:
Ecce ego declinabo super eam quasi fluvium pacis et quasi torrentem inundantem
gloriam; quiere decir: Notad y advertid que yo declinaré y embestiré sobre ella, es a
saber, sobre el alma, como un río de paz y así como un torrente que va redundando
gloria. Y así, esté embestir divino que hace Dios en el alma, como ríos sonorosos, toda
la hinche de paz y gloria.
La segunda propiedad que el alma siente es que esta divina agua a este tiempo hinche
los bajos de su humildad y llena los vacíos de sus apetitos, según lo dice san Lucas:
Exaltavit humiles, esurientes implevit bonis, que quiere decir: Ensalzó a los humildes, y
a los hambrientos llenó de bienes (Lc 1, 52-53).
La tercera propiedad que el alma siente en estos sonorosos ríos de su Amado es un
sonido y voz espiritual que es sobre todo sonido y sobre toda voz; la cual voz priva toda
otra voz y su sonido excede todos los sonidos del mundo. Y en declarar cómo esto sea,
nos habremos de detener algún tanto.
10. Esta voz, o este sonoroso sonido de estos ríos que aquí dice el alma, es un
henchimiento tan abundante que la hinche de bienes y un poder tan poderoso que la
posee, que no sólo le parecen sonidos de ríos, sino aun poderosísimos truenos. Pero esta
voz es voz espiritual y no trae esotros sonidos corporales, ni la pena y molestia de ellos,
sino grandeza, fuerza, poder y deleite y gloria; y así es como una voz y sonido inmenso
interior que viste al alma de poder y fortaleza. Esta espiritual voz y sonido se hizo en el
espíritu de los apóstoles al tiempo que el Espíritu Santo con vehemente torrente, como
se dice en los Actos de los Apóstoles (Act 2, 2), descendió sobre ellos; que para dar a
entender la espiritual voz que interiormente les hacía, se oyó aquel sonido de fuera
como de aire vehemente, de manera que fuese oído de todos los que estaban dentro en
Jerusalén; por el cual, como decimos, se denotaba el que dentro en sí recibían los
apóstoles, que era, como habemos dicho, henchimiento de poder y fortaleza. Y también
cuando estaba el Señor Jesús rogando al Padre en el aprieto y angustia que recibía de
sus enemigos, según lo dice san Juan (Jn 12, 28), le vino una voz del cielo interior,
confortándole según la humanidad, cuyo sonido oyeron de fuera los judíos tan grave y
vehemente, que unos decían que se había hecho algún trueno, y otros decían que le
había hablado un ángel del cielo; y era que por aquella voz que se oía de fuera se
denotaba y daba a entender la fortaleza y poder que según la humanidad a Cristo se le
daba de dentro.
Y no por eso se ha de entender que deja el alma de recibir el sonido de la voz espiritual
en el espíritu. Donde es de notar que la voz espiritual es el efecto que ella hace en el
alma, así como la corporal imprime su sonido en el oído y la inteligencia en el espíritu.
Lo cual quiso dar a entender David (Sal. 67, 34) cuando dijo: Ecce dabit voci suae
vocem virtutis, que quiere decir: Mirad que Dios dará a su voz, voz de virtud. La cual
virtud es la voz interior. Porque decir David dará a su voz, voz de virtud, es decir: a la
voz exterior que se siente de fuera, dará voz de virtud que se siente de dentro. De donde
es de saber que Dios es voz infinita y, comunicándose al alma en la manera dicha,
hácele efecto de inmensa voz.
11. Esta voz oyó san Juan en el Apocalipsis (Ap 14, 2), y dice que la voz que oyó del
cielo erat tanquam vocem aquarum multarum et tanquam vocem tonitrui magni; quiere
decir que era la voz que oyó como voz de muchas aguas y como voz de un grande
trueno. Y porque no se entienda que esta voz, por ser tan grande, era penosa y áspera,
añade luego diciendo que esta misma voz era tan suave que erat sicut citharoedorum
citharizantium in citharis suis, que quiere decir: Era como de muchos tañedores que
citarizaban en sus citaras. Y Ezequiel (Ez 1, 24) dice que este sonido como de muchas
aguas era quasi sonum sublimis Dei, es a saber: Como sonido del altísimo Dios, esto es,
que altísima y suavísimamente en él se comunicaba. Esta voz es infinita, porque, como
decíamos, es el mismo Dios que se comunica, haciendo voz en el alma, mas cíñese a
cada alma, dando voz de virtud según le cuadra limitadamente, y hace gran deleite y
grandeza al alma; que por eso dijo la Esposa en los Cantares (Ct 2, 14): Sonet vox tua in
auribus meis, vox enim tua dulcis, que quiere decir: Suene tu voz en mis oídos, porque
es dulce tu voz. Síguese el verso:
El silbo de los aires amorosos.
12. Dos cosas dice el alma en el presente verso, es a saber: aires y silbo. Por los aires
amorosos se entienden aquí las virtudes y gracias del Amado, las cuales mediante la
dicha unión del Esposo embisten en el alma y amorosísimamente se comunican y tocan
en la sustancia de ella.
Y al silbo de estos aires llama una subidísima y sabrosísima inteligencia de Dios y de
sus virtudes, la cual redunda en el entendimiento del toque que hacen estas virtudes de
Dios en la sustancia del alma. Y éste es el más subido deleite que hay en todo lo demás
que gusta el alma aquí.
13. Y para que mejor se entienda lo dicho, es de notar que, así como en el aire se sienten
dos cosas, que son toque y silbo o sonido, así en esta comunicación del Esposo se
sienten otras dos cosas, que son sentimiento de deleite e inteligencia. Y así como el
toque del aire se gusta con el sentido del tacto y el silbo del mismo aire con el oído, así
también el toque de las virtudes del Amado se sienten y gozan en el tacto de esta alma,
que es en la sustancia de ella, y la inteligencia de las tales virtudes de Dios se sienten en
el oído del alma, que es en el entendimiento.
Y es también de saber que entonces se dice venir el aire amoroso cuando sabrosamente
hiere, satisfaciendo el apetito del que deseaba el tal refrigerio; porque entonces se regala
y recrea el sentido del tacto, y con este regalo del tacto siente el oído gran deleite en el
sonido y silbo del aire, mucho más que el tacto en el toque del aire; porque el sentido
del oído es más espiritual, o, por mejor decir, allégase más a lo espiritual que el tacto, y
así el deleite que causa es más espiritual que el que causa el tacto.
14. Ni más ni menos, porque este toque de Dios satisface grandemente y regala la
sustancia del alma, cumpliendo suavemente su apetito, que era de verse en la tal unión,
llama a la dicha unión o toque, aires amorosos; porque, como habemos dicho, amorosa
y dulcemente se le comunican las virtudes del Amado en él, de lo cual se deriva en el
entendimiento el silbo de la inteligencia. Y llámale silbo, porque así como el silbo del
aire causado se entra agudamente en el vasillo del oído, así esta sutilísima y delicada
inteligencia se entra con admirable sabor y deleite en lo íntimo de la sustancia del alma,
que es muy mayor deleite que todos los demás.
La causa es, porque se le da sustancia entendida y desnuda de accidentes y fantasmas,
porque se da al entendimiento que llaman los filósofos pasivo o posible, porque
pasivamente, sin él hacer nada de su parte, la recibe, lo cual es el principal deleite del
alma, porque es en el entendimiento, en que consiste la fruición, como dicen los
teólogos, que es ver a Dios. Que por significar este silbo la dicha inteligencia sustancial,
piensan algunos teólogos que vio nuestro padre Elías a Dios en aquel silbo de aire
delgado que sintió en el monte a la boca de su cueva. Allí le llama la Escritura (3 Re.
19, 12) silbo de aire delgado, porque de la sutil y delicada comunicación del espíritu le
nacía la inteligencia en el entendimiento; y aquí le llama el alma silbo de aires
amorosos, porque de la amorosa comunicación de las virtudes de su Amado le redunda
en el entendimiento, y por eso le llama silbo de los aires amorosos.
15. Este divino silbo que entra por el oído del alma, no solamente es sustancia, como he
dicho, entendida, sino también descubrimiento de verdades de la divinidad y revelación
de secretos suyos ocultos; porque, ordinariamente, todas las veces que en la Escritura
divina se halla alguna comunicación de Dios que se dice entrar por el oído, se halla ser
manifestación de estas verdades desnudas en el entendimiento o revelación de secretos
de Dios, los cuales son revelaciones o visiones puramente espirituales, que solamente se
dan al alma, sin servicio y ayuda de los sentidos, y así es muy alto y cierto esto que se
dice comunicar Dios por el oído. Que por eso para dar a entender san Pablo (2 Cor. 12,
4) la alteza de su revelación, no dijo: Vidit arcana verba, ni menos, gustavit arcana
verba, sino audivit arcana verba, quae non licet homini loqui. Y es como si dijera: Oí
palabras secretas que al hombre no es lícito hablar. En lo cual se piensa que vio a Dios
también, como nuestro padre Elías en el silbo. Porque así como la fe, como también
dice san Pablo (Rm. 10, 17), es por el oído corporal, así también lo que nos dice la fe,
que es la sustancia entendida, es por el oído espiritual. Lo cual dio bien a entender el
profeta Job (Jb 42, 5), hablando con Dios, cuando se le reveló, diciendo: Auditu auris
audivi te, nunc autem oculus meus videt te: quiere decir: Con el oído de la oreja te oí, y
ahora te ve mi ojo. En lo cual se da claro a entender que el oírlo con el oído del alma es
verlo con el ojo del entendimiento pasivo que dijimos, que por eso no dice: oíte con el
oído de mis orejas, sino de mi oreja; ni te vi con mis ojos, sino con mi ojo, que es el
entendimiento; luego este oír del alma, es ver con el entendimiento.
16. Y no se ha de entender que esto que el alma entiende, porque sea sustancia desnuda,
como habemos dicho, sea la perfecta y clara fruición, como en el cielo; porque, aunque
es desnuda de accidentes, no es por eso clara sino oscura, porque es contemplación, la
cual es en esta vida, como dice san Dionisio, rayo de tiniebla; y así podemos decir que
es un rayo e imagen de fruición, por cuanto es en el entendimiento, en que consiste la
fruición.
Esta sustancia entendida, que aquí llama el alma silbo, es los ojos deseados, que
descubriéndoselos el Amado, dijo, porque no los podía sufrir el sentido: Apártalos,
Amado.
17. Y porque me parece viene muy a propósito en este lugar una autoridad de Job, que
confirma mucha parte de lo que he dicho en este arrobamiento y desposorio, referiréla
aquí (aunque nos detengamos un poco más), y declararé las partes de ella que son a
nuestro propósito. Y primero la pondré toda en latín, y luego toda en romance, y
después declararé brevemente lo que de ella conviniere a nuestro propósito; y, acabado
esto, proseguiré la declaración de los versos de la otra canción. Dice, pues, Elifaz
Temanites en Job (Jb 4, 12-16), de esta manera: Porro ad me dictum est verbum
absconditum, et quasi furtive suscepit auris mea venas susurri eius. In horrore visionis
nocturnae, quando solet sopor occupare homines, pavor tenuit me, et tremor, et omnia
ossa mea perterrita sunt: et cum spiritus, me praesente, transiret, inhorruerunt pili carnis
meae: stetit quidam, cuius non agnoscebam vultum, imago coram oculis meis et vocem
quasi aurae lenis audivi. Y en romance quiere decir: De verdad a mí se me dijo una
palabra escondida, y como a hurtadillas recibió mi oreja las venas de su susurro. En el
horror de la visión nocturna, cuando el sueño suele ocupar a los hombres, ocupóme el
pavor y el temblor, y todos mis huesos se alborotaron; y, como el espíritu pasase en mi
presencia, encogiéronseme las pieles de mi carne; púsose delante uno cuyo rostro no
conocía: era imagen delante de mis ojos; y oí una voz de aire delgado.
En la cual autoridad se contiene casi todo lo que habemos dicho aquí, hasta este punto
de este rapto desde la canción doce, que dice: Apártalos, Amado. Porque en lo que aquí
dice Elifaz Temanites, que se le dijo una palabra escondida, se significa aquello
escondido que se le dio al alma, cuya grandeza no pudiendo sufrir, dijo: Apártalos,
Amado.
18. Y en decir que recibió su oreja las venas de su susurro como a hurtadillas, es decir la
sustancia desnuda que habemos dicho que recibe el entendimiento; porque venas aquí
denotan sustancia interior, y el susurro significa aquella comunicación y toque de
virtudes, de donde se comunica al enten
Descargar
Colecciones de estudio