La CVX y su relación con obras apostólicas. José

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La Comunidad de Vida Cristiana y su relación con obras apostólicas
José Reyes S.
Abril 2005-04-11
Para la CVX de Uruguay
La espiritualidad apostólica que nos nutre nos lleva siempre a tomar decisiones que nos
comprometen en la acción. Esto lo vivimos en el nivel personal y en el nivel
comunitario. Los Principios Generales, los procesos de formación propios de la CVX,
los discernimientos comunitarios y personales, las conclusiones de las Asambleas
Mundiales, etc., nos llevan siempre a emprender, a colaborar, a gastarnos en la acción.
Al hacerlo, sin embargo, experimentamos tensiones y tentaciones, y nos damos cuenta
que la acción apostólica es a veces ambivalente, o por lo menos problemática.
Por un lado, sabemos que nuestra identidad apostólica no se agota ni se expresa
completamente en la acción. Luchamos entonces contra un activismo a ultranza, al que
a veces se nos tienta desde dentro de nosotros mismos y también desde fuera. Desde
dentro, la tentación puede tener rostro de ansiedad por mostrar resultados, como está tan
de moda en estos días; o rostro de autoafirmación, para probarnos a nosotros mismos y
a otros que somos útiles. Desde fuera, la tentación viene bajo forma de culpabilización,
de ansiedad endosada por otros actores del complejo tejido de obras apostólicas de la
Iglesia, de discernimientos prefabricados, instrumentalizaciones, etc.
Por otro lado, sabemos también que la acción es necesaria, y no podemos eludirla
porque brota espontánea y creativa desde la contemplación de Jesús en acción. “El amor
de Cristo nos urge”, las contemplaciones de la vida de Cristo nos mueven a la acción,
no deseamos ser mudos o exánimes, incapaces de trabajar con Cristo en el mundo. Por
lo demás, nos provocan y hasta nos duelen las muchas necesidades en nuestro entorno,
y nos preguntamos ¿qué haría Cristo en nuestro lugar?. La vida cristiana se juega en una
buena parte en lo que hacemos, a nivel individual y comunitario.
La CVX tiene orientaciones apostólicas muy ricas, desde los Principios Generales que
recopilan una buena teología sobre la identidad apostólica y la unen a algunos consejos
prácticos, hasta el discernimiento de la misión común realizado en la Asamblea Mundial
de 1988 en Itaici, y la consecuente reorientación hacia un cuerpo apostólico promovida
en Nairobi 2003.
En este marco imprescindible, de gran amplitud y riqueza, quiero en esta ocasión
referirme a asuntos más prácticos y organizativos que tienen que ver con nuestra acción
apostólica en cuanto comunidad, es decir, asociativamente. No hablaremos aquí de la
misión, ni de la dimensión personal y testimonial de nuestra vida apostólica. Tampoco
hablaremos de las prioridades apostólicas ni del discernimiento. Teniendo todo lo
anterior como asumido, hablaremos simplemente de nuestro trabajo en obras
apostólicas, de las formas y estilos, de las preguntas que surgen al respecto, los
problemas más frecuentes, etc.
Estructura y dinámica de las obras apostólicas
Una obra apostólica es un servicio estable que alguien ofrece a otros, inspirado en
valores evangélicos y con la intención de hacer explícito y concreto el amor de
Jesucristo por todos. Por ejemplo, una escuela, una revista periódica, un hogar de
menores, una biblioteca popular, un centro de estudios políticos, etc. Hay iniciativas
apostólicas que no se constituyen como obras, porque pretenden provocar un efecto
acotado en el tiempo o en circunstancias particulares, sin la característica de estabilidad.
Por ejemplo, una campaña de sensibilización, una colecta para reunir dinero.
En general, para ir mejorando su servicio y para ser más fieles a su misión, las obras
apostólicas tienden a desarrollarse en el tiempo, desde inicios muy pequeños hasta
llegar a ser instituciones relativamente consolidadas, algunas muy grandes. La
capacidad de desarrollarse y la estabilidad en el tiempo son dos factores claves en una
obra apostólica. Ambos suponen compromiso de personas y/o instituciones en el largo
plazo, independientemente de las dificultades, en tiempos de prueba o de éxito. Por eso,
detrás de una obra debe haber alguien que asuma la responsabilidad última, el riesgo, la
animación y conducción, el liderazgo. Por el simple hecho del envejecimiento y la
muerte, estas funciones en el largo plazo no pueden ser cumplidas por personas
naturales. Por eso, en general las obras son fundadas, sostenidas y animadas por
personas colectivas tales como congregaciones religiosas, organizaciones civiles sin
fines de lucro, familias, instituciones, etc.
Dependiendo de la naturaleza del servicio que prestan, las obras necesitan más o menos
institucionalidad, más o menos recursos económicos y materiales, más o menos
personal trabajando en ella. Necesariamente actúan como instituciones, agentes
económicos, entes legales, organizaciones, etc. Sin perder el sentido primario de ser
obras apostólicas, deben insertarse en el tejido social y económico de manera eficiente,
sostenible y transparente, aunque pueden optar por distintos modelos organizacionales.
Así, las obras se convierten en organizaciones, en agentes económicos, en empresas –
generalmente sin fines de lucro- distintas a la comunidad que las creó, que las inspira o
que las sostiene. Deben por tanto desarrollarse como tales, en forma independiente y
autónoma respecto de la comunidad, salvándose los vasos comunicantes que garanticen
el espíritu auténtico, la rotación de personas, el liderazgo, etc.
Aunque parezca duro decirlo, las obras han de gestionarse como empresas. Que no
tengan fines de lucro no significa que puedan ser ineficientes, que puedan perder o
derrochar dinero, caer en la insolvencia. Que sean servicios evangélicos y sociales no
puede justificar una mala gestión de personal, tributaria, contable, administrativa, etc. Y
por otra parte, que sean empresas bien gestionadas no puede hacerlas perder su espíritu
evangélico fundador. Por eso, las obras deben ser bien dirigidas y bien dotadas de
personal idóneo para cada una de las funciones. Normalmente las empresas son
dirigidas por “Directorios”, entes colegiados y multidotados que tienen autonomía y
responsabilidad total sobre la empresa, que monitorean tanto el espíritu auténtico como
la salud económica, contratan y despiden a sus ejecutivos y mantienen la alta dirección
y planificación. Esto debe ocurrir también en las obras apostólicas, superando nuestras
tendencias a personalismos, autoritarismos, simplismos, etc. Uno de los aportes de los
laicos en la Iglesia es precisamente en la gestión de obras apostólicas, a las que debemos
llevar nuestro profesionalismo, más que convertirnos en ayudantes de estructuras
autoritarias, verticales o poco transparentes.
¿Cómo involucrarnos asociativamente en iniciativas apostólicas?
No hay normas muy taxativas al respecto. La CVX puede tener propiedades, obras,
organizaciones propias, si es que son una ayuda para desarrollar su misión... pero no
está obligada a hacerlo1. Tener una obra propia significa que la CVX en cuanto tal es
responsable de sostenerla, animarla, desarrollarla, administrarla, etc. Esto puede ser
bueno en un determinado momento, para dar más visibilidad, para convocar desde lo
apostólico y no sólo desde lo comunitario. Aun puede ser importante para el desarrollo
mismo de la CVX, pues podría facilitar la llegada de nuevos miembros, la utilización
óptima de las instalaciones, etc.
El inconveniente podría ser que la obra apostólica pase a tener tal gravitación que llegue
a afectar seriamente otros aspectos de la vida comunitaria, como el reclutamiento y la
formación de sus miembros, la vida comunitaria y de oración, el financiamiento de la
propia comunidad, la participación en la vida de la Iglesia, etc. Además, el tener una o
más obras podría inhibir otros emprendimientos necesarios, y hasta generar un cierto
tedio en algunos que quisieran poder comprometerse en otras áreas, según intereses,
talentos, etc.
En Itaici y en Nairobi aprendimos que tener una misión común no es necesariamente
tener obras propias de las cuales ocuparnos como comunidad. Es más bien tener
prioridades apostólicas claras (ver las tres de Itaici), orientaciones y ámbitos de acción
posibles, y un cuerpo apostólico capaz de emprender corporativamente si es necesario, y
capaz sobre todo de discernir, enviar, apoyar y evaluar la vida apostólica de sus
miembros. Las obras propias en este contexto pueden existir o no, según discernimiento.
Pueden también seguirse otros modelos basados en la colaboración, como mostraré más
adelante.
En cualquier caso, nuestra eficacia apostólica dependerá en gran medida de las formas
concretas que adoptemos para canalizar nuestra generosidad, nuestros talentos y nuestro
discernimiento apostólico.
Una posibilidad es dejar todo a las personas, dando sólo orientaciones genéricas y
animando a que cada uno asuma compromisos apostólicos en obras e instituciones
elegidos por él o ella misma. Es un camino muy recurrido, y tiene mucho que ver con
ser una “comunidad de apóstoles”. La comunidad será un espacio más centrado en el
“apoyo” a sus miembros, más que en el discernimiento, envío o evaluación.
Otra posibilidad es elegir en discernimiento asociativo algunos “lugares apostólicos” de
la CVX, es decir, obras o instituciones probablemente de otros – en el sentido que la
“Redes de cooperación nacionales o internacionales, equipos apostólicos especializados u otras
iniciativas similares pueden ser organizadas por la Comunidad cuando sea apropiado.” (NG10). “Si es
una ayuda, la Comunidad de Vida Cristiana en cualquier nivel puede poseer y administrar propiedades,
como persona eclesiástica de derecho público, de acuerdo con el Derecho Canónico y con la ley civil del
país en cuestión. La propiedad y su administración pertenecen a la respectiva comunidad” (PG15)
1
responsabilidad y la animación última no son de la CVX – pero que expresan bien
nuestra prioridades y orientaciones apostólicas. En esos lugares, los miembros CVX
podrán participar de distintos modos (voluntarios, profesionales contratados, cargos
directivos, bienhechores, recaudadores, etc.), según sus particulares condiciones
(formación, edad, estado de vida, etc.). La nota distintiva es que cada miembro de la
CVX trabajando en ese lugar se sentirá “enviado” a él por la comunidad. Las funciones
de discernimiento, de apoyo y de evaluación serán más necesarias en este modelo que
en el anterior, perfilándose ya de algún modo el sueño de ser un Cuerpo Apostólico. En
este modelo, las obras no serán necesariamente de la CVX, pero serán “lugares
apostólicos de la CVX”. En estos lugares la CVX se hace presente y visible como
cuerpo apostólico, a través de algunos de sus miembros “enviados”, “apoyados” y
“evaluados” por la comunidad, lo que no les confiere por cierto ningún privilegio en la
obra respecto de otras personas que trabajen en ella. Podrá haber muchos lugares
apostólicos de la CVX, y siempre deberemos buscar un compromiso estable, eficiente y
duradero en el tiempo. No obstante, después de evaluación y discernimiento podremos
dejar ciertos lugares y comprometernos en otros, sabiendo que la obra continuará sin
nosotros, pues no tenemos la última responsabilidad.
Otra modalidad posible es fundar obras propias, las que naturalmente deberían ser
también lugares apostólicos de la CVX. Aquí no se trata de que una o dos personas
funden algo y comprometan a toda la CVX. Se trata de que la CVX como tal y en el
nivel adecuado (nacional, regional, mundial...), después de discernimiento, decide
concurrir a la constitución de una fundación o comodato. Esto la convierte en fundadora
y responsable en último término de la obra, por sí misma o en colaboración con otros.
Aquí debe velarse por adoptar unos estatutos que garanticen el vínculo de la obra con la
CVX pero que dejen la gestión y alta dirección en manos de un Directorio autónomo, en
el que incluso pueden participar personas idóneas que no sean de la CVX. Para muchos
miembros CVX individuales, este será simplemente un lugar apostólico más, y no
notarán la diferencia con el modelo anterior. Habrá otros miembros más concientes de
que aquí se tiene la responsabilidad última, hasta la disolución de la obra, la que debe
hacerse después de discernimiento y salvando todas las normas estatutarias y legales.
Las funciones de “discernir”, “enviar”, “apoyar” y “evaluar” tendrán en este modelo
niveles y formas distintas, pero no se podrá eludir ninguna.
En el desarrollo de estos dos últimos modelos de acción apostólica asociativa, hemos de
tener muy presente el tema de la colaboración en la Iglesia2, y preferentemente con la
Compañía de Jesús y otras asociaciones ignacianas según lo indican las orientaciones de
nuestra Comunidad Mundial, en el marco de una alianza espiritual y apostólica,
estratégica podríamos decir hoy utilizando el lenguaje en boga3. También hemos de
tener muy en cuenta nuestra presencia y capacidad de alianzas en la sociedad civil, tan
“Trabajamos junto con la jerarquía y otros líderes eclesiales, motivados por una común preocupación
por los problemas y el progreso de todos y atentos a las situaciones en que la Iglesia se encuentra hoy .
Este sentido de Iglesia nos impulsa a una colaboración creativa y concreta en la obra de hacer avanzar el
reinado de Dios en la tierra, e incluye una disponibilidad para partir a servir allí donde las necesidades de
la Iglesia pidan nuestra presencia” (PG 6).
3
“Todo lo dicho en esta sección, tanto lo relativo a compromisos apostólicos como los que se refiere a la
formación, supone una buena colaboración con la Compañía de Jesús y con otras personas, comunidades
o instituciones que comparten en algo la tradición ignaciana.” (NG14)
2
emergente hoy en día4, en escenarios como el Foro Social mundial, las Naciones Unidas
y sus referentes a nivel nacional.
Algunos casos
Conozco muy bien el caso de la Fundación Educacional Loyola, en Chile, porque
participé en su origen y primeros desarrollos. En el año 1994, es decir sin la sabiduría
de Itaici y Nairobi, un grupo de la CVX fue a ofrecerse al Provincial de la Compañía de
Jesús en Chile para “hacer algo” a favor de una escuela popular, obra deprimida y sin
mayor perspectiva de la Compañía de Jesús. El aceptó, y se creó un “Comité de
Desarrollo” de la obra, integrado por un jesuita y varios miembros CVX. Un miembro
CVX fue nombrado como Director de la Escuela, con amplias facultades. El Comité de
Desarrollo buscó alianzas y propuso un plan de largo plazo. Finalmente, bajo el
liderazgo de la CVX y su “Comité de Desarrollo”, se creó en 1998 la Fundación
Educacional Loyola con el objeto de “sostener y desarrollar obras que nazcan de la
iniciativa conjunta de laicos y la Compañía de Jesús, en el ámbito de la educación,
capacitación y formación de personas, especialmente en los sectores más pobres”5 . Los
socios fundadores fueron la Provincia Chilena de la Compañía de Jesús, la Comunidad
Nacional de Vida Cristiana, la Asociación de exalumnos de un colegio jesuita, la
Asociación de exalumnos de otro colegio jesuita. Cada una de las 4 asociaciones debe
designar a dos “directores”, conformándose así un Directorio de 8 personas. Cada una
de estas personas debe ser anualmente ratificada o sustituida por la institución que la
nombró, garantizándose así el vínculo con la Asociación. Pero, el Directorio así
formado tiene plenos poderes sobre la obra. En algún momento se pensó en otorgar
“veto” a los representantes de la Compañía de Jesús (uno de ellos es un laico), pero los
estatutos prefirieron evitar todo tipo de vetos. La obra se ha desarrollado notablemente
bajo la tuición del Directorio. Se puede decir en este caso que es una obra de la CVX,
aunque no totalmente porque comparte la responsabilidad con otras asociaciones.
Además, es un lugar apostólico de la CVX, en la que participan de maneras muy
diversas miembros de la CVX secundarias, de jóvenes y de adultos. La evaluación 6
años después es muy positiva, y ahora se piensa que la fundación asumirá otra obra de
la Compañía. Puede visitarse el sitio web www.fundacionloyola.cl
Otro caso es el de la presencia de grupos de trabajo en la vida internacional. En los foros
no gubernamentales de Naciones Unidas, la institución acreditada es la Comunidad
Mundial de Vida Cristiana, y como tal envía a algunos de sus miembros a formar
grupos de trabajo en las sedes de Nueva York y Ginebra, aliándose con otros grupos
para seguir ciertos temas y moverlos en alguna dirección. La CVX por sí misma puede
hacer muy poco, es casi invisible, pero puede colaborar con otros, aportar liderazgo,
análisis, perseverancia, etc., y también ir sensibilizando a los miembros CVX de todo el
mundo en relación con temas relevantes de nuestra “aldea global”, para que actúen
localmente en sus países. La obra en este caso pertenece a la CVX mundial, quien la
sostiene económicamente dentro de sus limitadas posibilidades, y sobre todo da
mandato y potencia a algunos de sus miembros para que busquen autónomamente otras
formas de sostenibilidad y desarrollo. En el último tiempo, nuestros representantes se
4 “La Comunidad nos urge a proclamar la Palabra de Dios a todas las personas, y a trabajar en la reforma de las estructuras de la sociedad tomando parte en los
esfuerzos de liberación de quienes son víctimas de toda clase de discriminación y, en particular, en la supresión de diferencias entre ricos y pobres. Queremos
contribuir desde dentro a la evangelización de las culturas” (PG8,d).
5 Ver Estatutos de la Fundación Educacional Loyola
han focalizado en el tema del agua, recurso agotable que además no llega a todos por
igual en la tierra. Esperamos que los miembros de todo el mundo puedan de alguna
manera apoyar este tema, aunque sea haciéndose más conscientes de sus consumos
inútiles. Puede obtenerse más información sobre esta obra en http://www.cvxclc.net/Documents/Proyectos%20127.doc . En el foro social mundial, otro grupo ha sido
“enviado” por la CVX mundial, a participar en el estilo del Foro, no formal, sin
estructuras mayores de poder, con amplia participación. En algunos países también se
han enviado grupos CVX al FSM. Para ellos, ha sido natural unirse con la
representación de la Compañía de Jesús y/o de otros grupos de Iglesia. Puede verse el
informe de nuestra delegación en Mumbai en http://www.cvx-clc.net/newssp.html, y
muy pronto estará disponible el informe sobre Porto Alegre, que el Consejo Ejecutivo
Mundial ya ha recibido.
En el último número de PROGRESSIO puede leerse el interesante testimonio de la
CVX de Ecuador en torno a la organización del voluntariado. Aparece como una obra
de la Compañía de Jesús llevada por la CVX, de nuevo en un modelo de colaboración
que prueba ser muy eficiente y que permite pensar en grande. Es impactante ver esta
iniciativa conjunta de la CVX del ecuador y la Compañía de Jesús. Puede visitarse
http://www.sigvol.org/
La opción por no tener obras propias en muchos casos es deliberada y no accidental.
Muchos miembros CVX son activos dirigentes, animadores, trabajadores o voluntarios
en instituciones de la Compañía de Jesús o de otras instituciones, eclesiales o no. De
alguna manera están “enviados” a ellas por la comunidad, y apoyados en forma
sistemática. Eso explica que a veces renuncien a ofertas laborales atractivas, o que
perseveren más allá de lo razonable en situaciones de dificultad, crisis o decaimiento.
En todos los casos recién descritos, la CVX aunque es muy activa no es muy visible,
porque aun teniendo roles protagónicos cede deliberadamente el protagonismo y la
visibilidad a otras instituciones: la Fundación Educacional Loyola, el voluntariado de la
Compañía de Jesús, el Colegio tal o cual, en fin, otras obras, nombres y marcas. Esto
explica también en parte que la CVX no tenga mucho dinero, porque la inmensa
generosidad de muchos de sus miembros es capitalizada por otros, en general por las
obras apostólicas en las que están comprometidos. El gran aporte de la CVX en su
versión adulta son las personas bien formadas, libres, disponibles, insertas en
organizaciones civiles y eclesiales, en obras propias o ajenas, concientes de pertenecer
a un cuerpo apostólico pero desapegadas de su propia marca.
Algunos aprendizajes necesarios
En las líneas trazadas por Itaicí y Nairobi, la CVX mundial, nacional y otras
subdivisiones tendrán que ir aprendiendo, desaprendiendo y re-aprendiendo
modalidades de acción apostólica asociativa, como las insinuadas en este documento.
Deberán ir encontrando modos, en todos los niveles, de cumplir las funciones de
“discernir - enviar – apoyar – evaluar”. Los miembros de la CVX tendrán que ir
aprendiendo a participar en esta dinámica, con una conciencia cada vez mayor de
pertenecer a un cuerpo apostólico que los potencia, porque da marco, perspectiva y
sentido a sus opciones; porque los pone en dinámica de colaboración, les permite
integrar los distintos aspectos de su vida cristiana al servicio de los demás y participar
más plenamente en la Iglesia de la misión de Jescristo.
Otro aprendizaje que tenemos que seguir haciendo es el de la “disciplina institucional”.
Sabemos que hasta las comunidades religiosas, que tienen voto de obediencia, tienen
problemas en este sentido. No es un tema fácil, pero debemos hacer un esfuerzo
permanente por mirar el tema apostólico no sólo desde nuestra generosidad individual o
colectiva, no sólo desde las propuestas o urgencias que otros ponen sobre nosotros, sino
también desde nuestra misión común, desde las orientaciones de la Comunidad mundial.
Un ejemplo sencillo y claro es por ejemplo que la Comunidad mundial ha pedido a
todos las comunidades nacionales que nombren una o más personas como corresponsal
y contraparte local de nuestros grupos de Nueva York y Ginebra. Pocos lo han hecho.
Un tercer aprendizaje necesario, relacionado con los dos anteriores, es el de ser más
claros, transparentes y visibles respecto de lo que somos, quienes somos, cuántos
somos, qué hacemos. Creo que no es menor el problema que tenemos para definir quien
es y quien no es miembro de la CVX. No soy partidario de definiciones muy
dogmáticas, que excluyan a un número importante de personas. Es cierto que la CVX es
en su expresión más genuina un estilo de vida y una vocación en la Iglesia, lo que se
expresa bien en el compromiso permanente. Pero también es un camino de formación y
un modo de participación en el carisma ignaciano, en distintas etapas y circunstancias
de la vida. Teniendo esto en cuenta, podríamos publicar bianualmente una listas de
miembros y comunidades, con mentalidad convocante e incluyente, utilizando distintas
categorías que deseemos establecer. Por ejemplo, podríamos hablar de “miembros en
formación”, “miembros de la comunidad de apóstoles” (o miembros asociados),
“miembros de la Comunidad apostólica”6. Ojalá para todos, pero por lo menos para
estos últimos, tendríamos que ser capaces también de publicar lo que hacen.
Naturalmente las personas pueden hacer muchas cosas, pero se trata de publicar su
perfil apostólico CVX, escrito con su comunidad que los confirma, envía, apoya y
evalúa. 7 Cada comunidad nacional tendrá que ir encontrando su camino, pero no puede
eludirse este tema. Al enfrentarlo, irán clarificando muchos asuntos relacionados, tales
cómo cuáles son los “lugares” o las “obras apostólicas” de la CVX, dónde se produce
colaboración con la Compañía de Jesús, dónde hay presencia en estructuras de la
Iglesia, cómo se están satisfaciendo las prioridades apostólicas discernidas a nivel
mundial y/o nacional, etc.
No menos importante es aprender a obtener y gestionar recursos económicos. En mi
país y en muchos otros, los miembros CVX son muy generosos, y sin embargo la CVX
6
Las Normas Generales 1,6,10,11,12 y 14 han de ser leídas atentamente en función de estos desafíos.
Me atrevo a ejemplificar conmigo mismo y otros amigos. El Catálogo debería decir algo así como:
JOSE REYES: (19-03-57) Comunidad Tabga. Vicepresidente CVX Mundial. Casado con Cecilia
Guzmán (ver pg.xx), cuatro hijos. Profesor de Matemática. Area Apostólica Educación - Pobreza.
Director Nacional Fe y Alegría, Gerente Fundación Educacional Jaime Larraín. Coordinador de Area en
Centro Teológico Manuel Larraín. Aporta en formación de dirigentes CVX . SAMUEL YAÑEZ: (20-0860) Comunidad Tabga. Presidente Nacional CVX. Casado con Isabel Morales (pg.xx), dos hijos.
Candidato a Doctor en Filosofía (PUC). Area Apostólica: Intelectual, Formación. Profesor de la UAH,
participa en Centro Teológico Manuel Larraín. ISABEL JIMENEZ: (25-03-80) Comunidad Esfrec,
Estudia Educación Básica (PUC). Area Apostólica: Educación, pobreza. Trabaja en pastoral juvenil
Colegio FBE. Coordinadora apostólica CVX Jóvenes. DOLORES AMENABAR: (12-11-43) Comunidad
San Pedro Claver. Casada con Francisco López (pg xx). Profesora de Religión. Area Apostólica: Familia.
Jefa del Area Familia en colegio Nuestra Señora del Camino.
7
como organización es pobre. Hay costumbre de dar a obras apostólicas, de apoyar
personas o situaciones más necesitadas, dar becas de estudio, etc. Todo esto es bueno y
hay que mantenerlo. Pero, en la medida que se vayan cumpliendo los pasos anteriores,
podrá irse organizando y orientando mejor el aporte económico de los miembros CVX.
Hay una cierta analogía entre este tema y el del compromiso permanente. Soy generoso,
doy dinero todos los meses, pero no me comprometo con una cifra mensual destinada a
una obra o concepto... voy cambiando, me comprometo hoy aquí y mañana allá. Son
muy pocos los que responden: “no puedo, estoy ya comprometido”.
Otro aprendizaje muy necesario es el de la colaboración. Necesitamos aprovechar
oportunidades, formalizar alianzas, proyectarlas en el largo plazo. Aun a costa de perder
nuestra propia visibilidad, hemos de trabajar con otros, muchas veces para otros, con
inteligencia, humildad, perseverancia.
Un último aprendizaje es el del liderazgo, también compartido, incorporando todo lo
que se sabe hoy sobre los tipos de liderazgos más eficientes. Hoy en las CVX
necesitamos liderazgos transformacionales, propositivos, dialogantes. Las personas
llamadas a estos servicios deben ser bien elegidas, y deben dedicar tiempo al estudio, la
deliberación. Es interesante en esta línea lo que están haciendo aquí en Uruguay, con
esos grupos que están estudiando y proponiendo en torno a temas muy vitales. Ojalá
puedan compartir después sus aprendizajes y conclusiones.
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