Libro para la familia - Preescolar

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Educación preescolar
Libro para las familias
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Libro para las familias
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Libro para las familias fue elaborado por personal académico de la Dirección General de Desarrollo Curricular (dgdc)
y editado por la Dirección General de Materiales e Informática Educativa (dgmie) de la Subsecretaría de Educación
Básica de la Secretaría de Educación Pública.
Secretaría de Educación Pública
Emilio Chuayffet Chemor
Subsecretaría de Educación Básica
Alberto Curi Naime
Dirección General de Desarrollo Curricular
Hugo Balbuena Corro
Dirección General Adjunta para la Articulación Curricular de la Educación Básica
María Guadalupe Fuentes Cardona
Dirección General Adjunta de Materiales Educativos
Ernesto López Orendain
Coordinación General
Hugo Balbuena Corro
Servicios editoriales
La Caja de Cerillos Ediciones, S. A. de C. V.
Coordinación académica
María Guadalupe Fuentes Cardona
Coordinación y cuidado editorial
La Caja de Cerillos Ediciones, S. A. de C. V.
Elaboración de contenidos
Eva Moreno Sánchez
Corrección de estilo
Ruth Orozco
Apoyo técnico-pedagógico
María Teresa Sandoval Sevilla, Liliana María Morales
Hernández
Ilustraciones
Juan Carlos Palomino Macías: 12, 14 y 22
Carlos Vélez Aguilera: 8, 9 y 30
Coordinación autoral
Montserrat Vaca Bravo
Diseño gráfico
Andrés Mario Ramírez Cuevas
Dirección editorial, dgmie
Patricia Gómez Rivera
Coordinación editorial
Mario Aburto Castellanos
Cuidado editorial
Alejandro Rodríguez Vázquez
Lectura ortotipográfica
Karla Cobb Chew
Producción editorial
Martín Aguilar Gallegos
Formación
Abril Isell Collado Estrada
Portada
Carlos Vélez Aguilera
Primera edición, 2014
Primera reimpresión, 2014 (ciclo escolar 2015-2016)
D. R.©Secretaría de Educación Pública, 2014
Argentina 28, Centro,
06020, México, D. F.
ISBN: 978-607-514-788-8
Impreso en México
Distribución gratuita-Prohibida su venta
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En los materiales dirigidos a las educadoras, los educadores, las maestras,
los maestros, las madres y los padres de familia de educación preescolar,
primaria y secundaria, la Secretaría de Educación Pública (sep) emplea los
términos: niño(s), adolescentes, jóvenes, alumno(s), educadora(s), maestro(s),
docente(s) y padres de familia aludiendo a ambos géneros, con la finalidad
de facilitar la lectura. Sin embargo, este criterio editorial no demerita los
compromisos que la sep asume en cada una de las acciones encaminadas a
consolidar la equidad de género.
La sep extiende un especial agradecimiento a la Academia Mexicana de la
Lengua por su participación en la revisión de la primera edición 2014 (ciclo
escolar 2014-2015).
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Índice
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Presentación
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¿Cómo aprenden los niños pequeños?
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La escuela y las familias en la educación
de los pequeños
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La convivencia en la familia
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Experiencias para ampliar el conocimiento
sobre el mundo social y natural
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La relación con la maestra y con la escuela
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Presentación
Este libro está dirigido a las familias de los niños que
cursan educación preescolar. Ofrece sugerencias
prácticas para que las madres, los padres de familia
u otros adultos que acompañan a los niños en el hogar, compartan en su vida diaria experiencias agradables, que hagan a los niños pensar, comunicarse
y aprender.
Además, contiene información para comprender
mejor cómo aprenden los niños, por qué es importante valorar sus avances en casa y en la escuela, y
cuáles experiencias ayudan a su desarrollo integral.
La Secretaría de Educación Pública reconoce la importancia de la participación de las familias en el
proceso educativo de los niños, por lo que agradece
su disposición para colaborar con el trabajo que las
educadoras realizan en la escuela.
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¿Cómo aprenden
los niños pequeños?
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Muchas personas tienen la idea de que los niños pequeños
“no saben”, pero la realidad es que desde el nacimiento empiezan
a conocer el mundo y aprenden con rapidez. Lo hacen a través
de la exploración de objetos, como cuando manipulan el biberón
y lo observan; de su entorno, como cuando recorren el espacio al
gatear o dar sus primeros pasos; aprenden de su relación con las
personas, cuando interactúan, intentan comunicarse, reconocen
rostros y sonríen y, especialmente, aprenden a través del juego:
juegan con su cuerpo y con el cuerpo de su madre, con los objetos,
las plantas y los animales.
¿Cómo aprendió su hijo a reconocer las cosas que hay alrededor?,
¿en qué circunstancias ha mostrado que puede recordar?, ¿qué
cosas puede hacer sin ayuda de los demás?
Desde muy pequeños, los niños descubren que saben y pueden
hacer ciertas cosas. Primero lo intentan, se arriesgan, perseveran
y, cuando logran algo, se muestran satisfechos. Recuerde —por
ejemplo— los momentos en que su hijo, al dar sus primeros pasos, llegó a usted sin caerse cuando le extendía los brazos. Esa
sensación de logro fue importante para que continuara intentando hasta controlar su cuerpo y caminar sin ayuda.
¿Y qué decir con relación al lenguaje?, ¿cómo fue que su pequeño
aprendió a hablar? El aprendizaje del lenguaje es el mayor logro
intelectual de un ser humano.
Todos los niños (a menos que tengan alguna discapacidad que
lo impida) aprenden a hablar el lenguaje que se usa en casa, lo
hacen en corto tiempo y sin enseñanza formal. Son asombrosamente buenos para usarlo cuando lo necesitan, para expresarse
y entender a los otros cuando están rodeados de gente que los
invita a comunicarse. ¿Cómo pasan los niños pequeños de “eta
taza” a “esta es una taza”, del “papo mami” a “ese es el zapato
de mami”, o de “ayer viní a la escuela” a “ayer vine a la escuela”? Hablando y escuchando. Los niños reciben cada día múltiples
demostraciones (modelos o ejemplos) del lenguaje hablado. De
allí la importancia de que los adultos se comuniquen con ellos en
diversas situaciones.
Al utilizar el lenguaje, los niños aprenden a pensar mejor porque
necesitan organizar sus ideas antes de expresarlas para que los
demás los comprendan. Avanzan muy rápidamente y van aprendiendo a hablar con un lenguaje que adaptan según el contexto; por ejemplo, al interactuar con la familia usan un lenguaje
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Cuando los niños
se relacionan con los demás a través de
juegos u otro tipo de experiencias, tienen
oportunidad de conversar, desarrollar
su atención y su imaginación, de probar
diferente del que utilizan cuando conversan con sus amigos en la
tienda o en los juegos (cambia el vocabulario, el tono, el lenguaje
corporal).
Los ejemplos mencionados, pero más aún lo que usted ve en sus
hijos, son evidencias de cómo los niños aprenden continuamente y usan lo aprendido para actuar en su vida cotidiana. Eso les
permite reforzar lo que saben, adquirir más conocimientos y fortalecer sus capacidades para pensar y comunicarse; para asumir
responsabilidades y realizar actividades de manera cada vez más
autónoma.
El juego y las
relaciones con otros
niños son importantes
en su aprendizaje.
El juego y las relaciones con otros niños son importantes en su
aprendizaje. El niño puede jugar solo y, al hacerlo, alcanzar altos
niveles de concentración (recuerde los momentos en que ha visto
a su pequeño armando algún juguete, representando algún personaje de alguna historia que conoce y hablando como si fuera
él, reproduciendo acciones de la vida cotidiana y pláticas que ha
escuchado en la familia), pero también puede jugar en pareja o
con un grupo más amplio.
Cuando los niños se relacionan con los demás a través de juegos u otro tipo de experiencias, tienen oportunidad de conversar, desarrollar su atención y su imaginación, de probar distintas
maneras de hacer las cosas; de opinar, de tomar decisiones, de
cooperar. En suma, aprenden a ser parte de un grupo. En cambio, cuando se enfrentan a situaciones en las que simplemente
escuchan y siguen instrucciones para realizar una determinada
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distintas maneras de hacer
las cosas; de opinar, de tomar
decisiones, de cooperar.
En suma, aprenden a ser parte
de un grupo.
actividad, se limitan las posibilidades de que piensen, de comunicar sus ideas, de que tomen la iniciativa para buscar soluciones a
un problema.
¿Se ha dado cuenta de que su hijo de tres, cuatro o cinco años tiene ideas interesantes sobre lo que observa que sucede a su alrededor? Pruebe preguntándole, por ejemplo: ¿cómo crees que una
semilla se convierte en planta?, ¿cómo crees que eres por dentro?,
¿dónde crees que están las aves cuando no las vemos?
Quienes se dedican a investigar cómo se desarrollan y aprenden
los niños, afirman que desde muy pequeños construyen explicaciones de una manera similar a la utilizada por los científicos:
constantemente se preguntan, indagan y explican las cosas a
su manera. Con frecuencia los adultos consideran erróneas esas
ideas (por ejemplo, hay niños que dicen que las piedras están vivas
porque no están muertas) porque no coinciden totalmente con las
“explicaciones adultas” sobre el mismo hecho, objeto o conducta, y se apresuran a corregirlas. En lugar de corregirlos, es mejor
ayudarles a expresar sus ideas, ya que así se puede conocer cómo piensan, aunque a veces haya cosas que no sabemos cómo
explicarles.
¿Se ha dado
cuenta de que su hijo de
tres, cuatro o cinco años
tiene ideas interesantes
sobre lo que observa
a su alrededor?
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La escuela y las familias
en la educación de los pequeños
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La transición del ambiente familiar al ambiente escolar
Cuando ingresan a la escuela, el círculo de convivencia de los niños se amplía más allá de su familia a sus compañeros, a su maestra y a otros niños y adultos en un ambiente totalmente distinto
del de su casa.
Por ejemplo, imagine a su hijo, sus compañeros y maestra en el patio de la escuela, buscando y recolectando caracoles para conocer
cómo viven, identificando el espacio ideal para ubicarlos, discutiendo sobre cómo los alimentarán y observando, conforme transcurren los días, qué sucede en ese ambiente. Imagine sus reacciones
cuando descubren que nacen caracoles: ¿cuántos son?, ¿cómo son?,
¿qué tamaño tienen?, ¿qué comen?, ¿cómo los cuidan?
Realizada así, esta experiencia permite que los niños observen, se
concentren, reflexionen, hagan preguntas y elaboren explicaciones
sobre lo que sucede. Aunque esto mismo puedan realizarlo en casa
y con sus familias, al hacerlo en la escuela tienen la posibilidad de
compartirlo con compañeros de su misma edad, de escuchar las
preguntas y las explicaciones de otros, de hablar sobre ellas y contrastarlas, de colaborar y de apoyarse mientras realizan las actividades. El intercambio de ideas que se produce entre ellos enriquece
sus experiencias de aprendizaje.
La maestra desempeña un papel muy importante en este periodo de transición para los niños, pues, a diferencia de los adultos
con quienes conviven en la familia, la educadora elige y prepara
las experiencias en las que participarán; organiza las actividades, los materiales y los espacios para que los niños aprendan; los
guía, los cuestiona para que expliquen qué piensan y se esfuercen
para que los demás entiendan qué dicen.
La educación de los niños es una tarea compartida. En la medida
en que la escuela y la familia colaboren haciendo lo que le toca a
cada quien, se lograrán mejores resultados en el aprendizaje y en
el desarrollo de los pequeños.
A continuación, se presentan sugerencias sobre lo que se puede
hacer en casa en la convivencia diaria, en las actividades que se
realizan en el tiempo libre de la familia y en la relación con la
escuela y con la maestra. No se trata de que las familias realicen
el trabajo que corresponde a la escuela, sino de que apoyen y
refuercen lo que los niños aprenden en las actividades escolares.
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La convivencia en la familia
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Los niños tienen derecho a expresar lo que sienten y piensan;
a tener una vida segura y saludable; a ser protegidos y defendidos
contra el abuso; a jugar, a divertirse y a aprender sobre cosas que
les beneficien; a ser tratados con respeto. Por eso, lo primero —y
lo más importante— es que las familias garanticen que los niños
crezcan en un ambiente sano donde se sientan seguros, respetados, amados, cuidados y atendidos.
Los niños aprenden de las experiencias que viven. Por eso no sobra
recordar que un ambiente de trato cordial, afectuoso y solidario entre los integrantes de la familia es la base para su desarrollo sano y
equilibrado en los aspectos físico, intelectual y emocional. Este tipo
de convivencia les muestra, entre otras cosas, que los conflictos que
surgen en la convivencia diaria se resuelven a partir de conversar y
de llegar a acuerdos, y no mediante el maltrato físico o psicológico.
Evite el maltrato físico y psicológico
El maltrato físico o psicológico (que se presenta cuando se trata a alguien mediante palabras y gestos agresivos, de desprecio,
burla o humillación) son actos de violencia que generan graves
consecuencias en la vida de los niños. Por su tamaño, fuerza y
experiencia, los niños son seres vulnerables que no pueden defenderse o encontrar opciones para eludir las agresiones. Sufren en
el momento en que son lastimados, pero las consecuencias no terminan ahí: las personas que son víctimas de maltrato se vuelven
temerosas, desconfiadas y —a veces— también agresivas. En los
niños, el miedo y la desconfianza hacia los demás hacen que se
inhiban impulsos naturales fundamentales como la curiosidad, el
habla o el juego: dejan de preguntar y de explorar, prefieren guardar silencio cuando los adultos les hablan, difícilmente conversan
o juegan con otros niños; en consecuencia, se limitan sus posibilidades de aprendizaje y desarrollo personal. El maltrato deja una
huella difícil de borrar en los niños y sus secuelas permanecen
toda la vida.
Establezca relaciones igualitarias y justas
En la familia, los niños aprenden y asumen formas de ser, de sentir
y de actuar que son consideradas como femeninas o masculinas
por la sociedad. En el trato que se da entre los miembros de la familia, los niños —desde muy pequeños— empiezan a apropiarse
de ciertas ideas y formas de trato hacia los demás.
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Si en una familia las tareas de la casa se asumen como responsabilidad de las mujeres y los adultos varones no participan de
ellas, es muy probable que los niños aprendan ese comportamiento. Creerán que hacer la comida o limpiar la casa es “cosa
de mujeres” y se negarán a participar en esas actividades. En
este sentido, es muy importante comunicar a los niños, con hechos y palabras, que hombres y mujeres son seres humanos con
diferencias pero que comparten las mismas obligaciones y derechos. Una manera de lograrlo es que las tareas y obligaciones
en casa —necesarias para el bienestar de toda la familia— se
repartan equitativamente entre los integrantes.
Cuando
se les involucra
en conversaciones
y actividades diarias
realizadas en familia,
los niños comprenden
que su presencia
es importante para
los demás (su mamá,
su papá, sus hermanos
u otros familiares),
y ello les da seguridad y
confianza en sí mismos.
Involucre a los niños en las actividades
y conversaciones familiares
En muchas familias, los adultos involucran de manera natural a
los pequeños en las actividades que se realizan en la casa: les
prestan atención, escuchan y responden sus preguntas, platican
con ellos, los invitan a opinar y a participar en la toma de ciertas decisiones. En otros casos —a veces sin darse cuenta— los
mantienen al margen de las actividades y conversaciones porque
tienen la idea de que por el hecho de ser pequeños no entienden
lo que conversan y que, por lo tanto, no deben presenciar o participar en las pláticas de los mayores, y deben limitarse a convivir
(jugar o platicar) con otros niños de su edad.
Cuando se les involucra en conversaciones y actividades diarias
realizadas en familia, los niños comprenden que su presencia es
importante para los demás (su mamá, su papá, sus hermanos u
otros familiares), y ello les da seguridad y confianza en sí mismos.
Además, esa participación propicia que aprendan muchas cosas:
escuchan palabras nuevas, se enteran de cosas vinculadas con
la convivencia social, conocen las causas de alegría o preocupación de sus familiares. Todo lo que observan, tocan y escuchan se
vuelve un detonador de preguntas y reflexiones, lo que favorece
que tengan un mayor dominio de su lenguaje oral y conocimiento del mundo que los rodea.
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Es muy
importante
comunicar
a los niños, con hechos
y palabras, que hombres y mujeres
son seres humanos con diferencias
pero que comparten las mismas
obligaciones y derechos.
El lenguaje oral es una de las principales herramientas para comunicarnos con los pequeños. Hablando con ellos conocemos qué
piensan y sienten, qué les gusta y disgusta, qué les preocupa, qué
les interesa. Los motivos para entablar conversaciones son muchos y es conveniente aprovecharlos para conocer qué piensan y
sienten, sus cambios, sus logros y sus temores. Así, podrán tomar
medidas oportunas para apoyarlos en su aprendizaje y desarrollo,
así como para protegerlos de los riesgos.
A veces, por necesidades de trabajo o por otros motivos, la mamá
o el papá no disponen de mucho tiempo para estar y convivir con
sus hijos. En estos casos es necesario aprovechar de la mejor manera el escaso tiempo para comunicar al niño, mediante hechos
y palabras, su afecto e interés por lo que hace, por lo que piensa,
por lo que siente. Escuchar sus relatos y preguntas, conversar en
forma tranquila y cariñosa con él, resolver sus necesidades o dudas inmediatas, realizar alguna actividad juntos, son acciones que
ayudan a que los pequeños superen la angustia que les provoca la
ausencia prolongada de sus padres; así saben que siempre habrá
un momento en el que pueden contar con ellos. Es conveniente
también que los niños tengan conocimiento de las actividades
que realizan los integrantes de la familia para que comprendan,
poco a poco, los motivos que les impiden convivir más tiempo.
Enseñe al niño a identificar zonas y actividades
que puedan representar un riesgo para su salud
Es necesario
aprovechar el escaso
tiempo para comunicar
al niño, mediante hechos
y palabras, su afecto e
interés por lo que hace,
por lo que piensa, por lo
que siente.
Un alto porcentaje de los accidentes que sufren los niños —algunos de graves consecuencias— suceden en la casa. Muchos de
ellos ocurren porque no se toman las medidas preventivas para
hacer de la casa un lugar seguro, y otros porque los niños no disponen de la atención suficiente por parte de los adultos o de consejos o indicaciones para evitar acciones peligrosas.
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Impulsados por su natural curiosidad y por su necesidad de movimiento, los niños observan y manipulan los objetos que llaman
su atención, lo cual es positivo porque les permite aprender sobre la utilidad de ciertos utensilios e instrumentos; cuando ello no
represente riesgos o pérdidas materiales es conveniente dejarlos
que manipulen objetos libremente, y siempre dialogar con ellos
cuando requieran la participación del adulto.
Es conveniente
explicarles por qué algo
representa un riesgo y sus
posibles consecuencias.
Así, el pequeño entenderá
las razones por las cuales
debe ser precavido
y aprenderá a cuidarse.
La satisfacción de su
curiosidad puede lograrse
si la exploración de
objetos, artefactos
o lugares se realiza bajo
la guía de un adulto.
Pero en muchos casos, esa curiosidad puede representar riesgos
porque exploran sin prever las consecuencias; por ejemplo: manipular utensilios punzo-cortantes o la estufa y el fuego, tocar los contactos de energía eléctrica o ingerir productos tóxicos. En estos
casos, además de la indicación de no tocar o manipular objetos
peligrosos (“no enciendas este aparato”, “evita hacer tal cosa”),
es conveniente explicarles por qué algo representa un riesgo y sus
posibles consecuencias. Así, el pequeño entenderá las razones por
las cuales debe ser precavido y aprenderá a cuidarse. La satisfacción de su curiosidad puede lograrse si la exploración de objetos,
artefactos o lugares se realiza bajo la guía de un adulto.
Propicie oportunidades para la actividad física y el juego
El movimiento y el juego son necesidades naturales de los niños.
Cuando se realizan actividades físicas, los niños movilizan distintas partes de su cuerpo y desarrollan su coordinación motriz, consumen la energía que el propio cuerpo genera y fortalecen sus
huesos y sus músculos. En cambio, cuando se mantienen pasivos,
no alcanzan la destreza motriz y la energía que genera el cuerpo
se acumula, lo que, combinado con la ingesta de alimentos altos
en azúcares y grasas, suele producir obesidad.
En otros tipos de juego los niños imaginan hechos y relaciones
entre personajes, simulan acciones que observan de los adultos,
“dan vida” a objetos diversos, inventan diálogos y acuerdan las reglas del juego con sus compañeros. Con todos los tipos de juego,
los niños se divierten y entretienen, lo cual es muy importante. Pero además, al jugar mejoran sus expresiones y aprenden nuevas
palabras, aprenden lo que se vale y lo que no se vale (es decir, las
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reglas de los juegos, en ocasiones establecidas por ellos mismos),
y que pueden ganar o perder; deciden cómo actuar o qué decir en
cada momento y usan estrategias apropiadas al juego.
Es recomendable buscar opciones para que tengan oportunidad
de moverse, correr, trepar, etcétera, así como de convivir con otros
niños; y es muy importante que los padres, los hermanos u otros
familiares jueguen con ellos; así se pueden tener gratos momentos de convivencia familiar. Tome en cuenta que muchas veces las
reglas no se aplican sólo para los juegos, sino que también se emplean para relacionarse con otras personas y en otras situaciones
que enfrentan a diario.
La satisfacción de la necesidad física y de juego de los niños a
veces se limita porque los adultos consideran que jugar es perder el tiempo y prefieren que hagan otras actividades, que a su
juicio son más provechosas, como hacer ejercicios de repetición
de letras o números. También sucede porque —sobre todo en las
ciudades— los espacios de la casa resultan insuficientes para que se
desplacen, brinquen, corran o jueguen con otros niños; porque los espacios de la calle representan riesgos para su seguridad o porque
los adultos tienen poco tiempo libre para acompañar a los niños
en este tipo de actividades.
El movimiento
y el juego son necesidades
naturales de los niños.
Cuando se realizan
actividades físicas los
niños movilizan distintas
partes de su cuerpo
y desarrollan su
coordinación motriz,
consumen la energía
que el propio cuerpo
genera y fortalecen
sus huesos y
sus músculos.
Evite que el niño pase mucho tiempo frente al televisor y
a los videojuegos o a la computadora; dé prioridad a la
convivencia familiar y al juego
Los medios de comunicación, particularmente la televisión, los videojuegos y la computadora, ocupan gran parte del tiempo libre
de las familias. A través de esos medios se difunde una amplia
variedad de programas: informativos, de difusión cultural y artística, de divulgación científica, programas humorísticos, de entretenimiento simple o aquéllos donde predominan actos violentos
y criminales o escenas no aptas para el público infantil. Todo ello
acompañado casi siempre de muchos anuncios comerciales que
estimulan el consumo de productos no siempre necesarios, útiles
o benéficos para la salud.
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Es importante
seleccionar los programas
de televisión y videojuegos
a los que son expuestos
los niños, comentar con
ellos lo que ven y hablar
de las reacciones que les
provocan; ayudarles
a distinguir entre ficción
y realidad, subrayar
aquello que se considera
positivo y condenar los
hechos que atentan contra
la dignidad de los seres
humanos.
Los medios de comunicación son parte importante del mundo social, y es conveniente que los niños desde pequeños aprendan a
distinguir y a reflexionar sobre los distintos tipos de mensajes que
emiten. De acuerdo con los programas que observan, los niños
aprenden diversas cosas: se enteran de la variedad de formas de
habla de nuestra propia lengua y de la existencia de otros idiomas;
conocen costumbres o modos de vida de personas de distintos pueblos y lugares, diversos escenarios naturales, creaciones artísticas.
Pero también pueden observar continuamente hechos violentos
y criminales, acciones de personajes tramposos y sin escrúpulos,
guiados solamente por la búsqueda del dinero, el poder o la satisfacción material como metas de vida, sin importar que dañen
a otras personas. Si los pequeños son expuestos continuamente a
programas o videojuegos con contenidos de este último tipo, pueden asumir ­­—de manera casi imperceptible para los adultos­­— que
la violencia es una forma normal de las relaciones sociales o que se
vale hacer trampa o hacer el mal para conseguir el beneficio propio.
Para evitar lo anterior, es importante seleccionar los programas o
videojuegos a los que son expuestos los niños, comentar con ellos
lo que ven y hablar de las reacciones que les provocan; ayudarles a
distinguir entre ficción y realidad, subrayar aquello que se considera positivo y condenar los hechos que atentan contra la dignidad
de los seres humanos. No olvide que al pasar demasiado tiempo
frente al televisor los niños y su familia pierden oportunidades para moverse, jugar, convivir y comunicarse, actividades vitales que
son imprescindibles para su sano y equilibrado desarrollo.
Estimule la responsabilidad y la disciplina;
reconozca los logros del niño y ayúdele a avanzar
En su afán por conocer el mundo que los rodea, los niños se proponen metas y, para ello, prueban y experimentan; no siempre
las logran en el primer intento, pero perseveran y generalmente
las alcanzan. Aprenden a caminar, a hablar, a controlar esfínteres
o a vestirse. El apoyo y el reconocimiento —o celebración de sus
triunfos— por parte de los padres, siempre los alienta a avanzar,
como sucedió cuando estaban aprendiendo a hablar o a caminar.
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Como parte de la educación de sus hijos, ustedes los adultos, les
encargan pequeñas tareas que tienen que ver generalmente con
el cuidado de su persona, de sus cosas, de los bienes comunes de
la casa o con el cumplimiento de ciertas reglas de convivencia;
por ejemplo, depositar la basura en su lugar, levantar los platos
después de comer, usar la palabra y no el llanto o los gritos para
comunicar algo. Eso es importante para que los niños aprendan
a asumir responsabilidades y a convivir cordialmente, aunque es
natural que no siempre logren realizar bien las tareas encargadas, porque ¡están aprendiendo! Su hijo necesita saber que sus
esfuerzos son tomados en cuenta; en sus intentos, aliéntelo, no lo
desanime; destaque lo que hace bien y estimúlelo para que siga
intentando. Es mejor reconocer lo que logra hacer en ese momento que fijarse sólo en lo que le falta.
También es necesario que aprendan a respetar las reglas de convivencia familiar y social. Para lograrlo es muy importante que
éstas siempre se apliquen de manera equitativa en todos los integrantes de la familia. Es muy difícil lograr que el niño asuma
ciertas reglas si observa que los demás, especialmente los adultos, no las cumplen. Hay que recordar que el ejemplo es uno de
los mejores medios para formar actitudes y valores en los niños.
Su hijo
necesita
saber
que sus esfuerzos son tomados
en cuenta; en sus intentos, aliéntelo,
no lo desanime; destaque lo que
hace bien y estimúlelo para que siga
intentando. Es mejor reconocer
lo que logra hacer en ese momento
que fijarse sólo en lo que le falta.
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Experiencias para ampliar
el conocimiento sobre el mundo
social y natural
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En la medida
de sus posibilidades, por medio de algunas
actividades que se realicen en el tiempo libre de la familia, los
adultos pueden dar continuidad a experiencias importantes para los niños: explorar libros y otros materiales impresos; observar
construcciones, artefactos, plantas y animales en su medio ambiente, o comentar e indagar qué pasa con algunos fenómenos
naturales.
Impulse en su hijo el interés y el gusto por la lectura
La lectura y la escritura son herramientas básicas para desempeñarse en casi todas las actividades del mundo actual; quien sabe
leer, puede entender instrucciones para hacer algo, revisar la documentación vinculada a sus obligaciones y derechos como ciudadano; conocer las ideas de otros y saber que hay muchas que
son interesantes, aunque no con todas esté de acuerdo; distinguir
que alguien (uno mismo u otra persona) dice las cosas muy claras
y de manera adecuada.
Quien sabe leer y escribir también puede comunicar sus ideas y
sentimientos usando lápiz y papel o los medios de comunicación —
cada vez más accesibles— como la computadora e internet. Quien
sabe leer y escribir también tiene oportunidades para enterarse de
lo que ocurre en el país y en el mundo, y puede aprender por su
propia cuenta sobre los más diversos temas o recrearse.
La mejor manera de ayudar a los niños a aprender a leer es despertar su interés por la lectura de libros y de otros materiales impresos. Los niños se interesan si observan que en casa los adultos
leen, comentan lo que leen y dedican tiempo —en lo posible,
diariamente— a leer para ellos: algún cuento o una noticia que
puede ser interesante. Algunas actividades que pueden hacer en
casa son las siguientes:
a) Lea en presencia del niño textos que sean de interés para usted.
Coméntele algo sobre lo que lee (“acabo de leer que hoy hará
más calor…”, “el periódico dice que el domingo habrá un paseo
en bicicleta y que cada vez son más las personas que usan este
medio de transporte”, “dicen que por cortar tantos árboles la tierra se calienta más y más…”).
b) Lea en voz alta algunos letreros o anuncios dispuestos en las
calles que llamen su atención o la del niño. Muchas veces son
ellos quienes preguntan qué dice. ¡Aproveche esas ocasiones
para decirle “¿cómo dice?”!
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c) Cuando la lectura de algún texto (puede ser un letrero o
anuncio) le permita tomar una decisión, coméntelo; por ejemplo, tomar un autobús y no otro porque hay un letrero que
indica el destino; buscar un lugar guiándose por el nombre
de las calles; preparar un platillo siguiendo las indicaciones
de una receta impresa o consultar algunos instructivos de los
aparatos que hay en casa.
d) Observen juntos libros o folletos con imágenes; pídale que diga lo que cree que dice el texto, o algo relacionado con las
imágenes.
Las personas que
en casa leen cuentos a los
niños desde que son
muy pequeños despiertan
en ellos la imaginación
y el entusiasmo por usar
los libros; después, con
frecuencia los niños
le piden: “léeme este
cuento”.
e) Procure que explore distintas publicaciones. Lea con su hijo
algo de alguna revista, carteles, cuentos o partes de libros que
puedan ser interesantes para él. Si en casa no tienen libros,
puede ir con su hijo a las bibliotecas públicas o solicitar a la
educadora alguno de la Biblioteca de Aula o de la Biblioteca
Escolar.
Las personas que en casa leen cuentos a los niños desde que son
muy pequeños despiertan en ellos la imaginación y el entusiasmo
por usar los libros; después, con frecuencia los niños le piden: “léeme este cuento”.
Así, los niños empiezan a acercarse a la lectura. También comenzarán a reconocer palabras y letras en sus diferentes formas (una
letra puede trazarse de muchas maneras). Con lo que observen y
hagan en la casa, además de lo que hacen en la escuela, llegará
el momento en el que aprenderán a leer.
Al igual que ocurre con la lectura, los niños aprenden a escribir
cuando tienen posibilidad de usar textos, de ver que otras personas escriben y de participar en intentos de escritura. Poco a poco,
descubrirán varias características de los textos: que son diferentes y sirven para distintas cosas (no es igual una noticia que una
receta); la forma que tienen (un anuncio o propaganda es muy
diferente que un recibo de pago o un cuento); que están escritos
de izquierda a derecha, que se usan signos de puntuación o que
algunas letras son mayúsculas y otras minúsculas.
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Mayor interés se despierta cuando observan continuamente a un
adulto escribir algo y éste explica por qué lo hace y qué dice lo que
escribe. Entonces puede ocurrir que tomen un lápiz y hagan marcas
o intentos de escritura en papelitos o cuadernos; la manera en que
apoye y motive los intentos del pequeño le ayudará a avanzar. Es
muy importante que le pregunte qué hizo, qué quiere decir lo que
trazó; si es posible, dele materiales para que escriba… Y, desde luego, indíquele dónde puede hacerlo y dónde no.
Una persona escribe cuando tiene una idea que quiere recordar
o comunicar a otra(s) persona(s); esto es lo primero. Luego se organiza la idea para decirla por escrito, y se escogen las palabras
que sirven para tener la idea escrita más clara. Por eso se dice que
escribir es pensar, y no solamente dibujar o trazar letras.
Cuando se presiona a los niños para que aprendan las letras, las
pronuncien en forma aislada, o las tracen o copien, generalmente se logran resultados desfavorables, porque esas actividades no
ayudan de ninguna manera a entender lo que escriben o leen.
Pero el mayor problema es que, al hacerlo así, se forman la idea
de que la lectura y la escritura son tareas aburridas y fastidiosas;
no le hallan ningún sentido porque las letras no comunican ideas.
¿Qué sig­nifica para el niño “a” o “ma”, “me”, “mi”, “mo”, “mu”?
¡Nada!
Cuando
se presiona
a los niños para que
aprendan las letras,
las pronuncien en forma
aislada, las tracen
o copien, generalmente
se logran resultados
desfavorables, porque
esas actividades no
ayudan de ninguna
manera a entender
lo que escriben o leen.
Para apoyar a los niños en la escritura y en la lectura en casa,
puede hacer lo siguiente:
a) Escriba el nombre del niño y póngalo en algún lugar visible; él
puede intentar copiarlo o escribirlo (sin ver). Después, poco a
poco, haga lo mismo con el nombre de su mamá, su papá, sus
abuelos o sus hermanos, en su caso.
b) Los niños muestran mucho interés y ganas de escribir, aunque “no sepan hacer las letras”; es común que quieran escribir
los nombres de las personas que viven en su casa, o los de
los amigos de la escuela; dele oportunidades de hacerlo, ponga a su alcance lápices o plumas, hojas de papel (puede ser
una pequeña libreta u hojas recicladas). Cuando han tenido
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experiencias con médicos, también es común que jueguen al
doctor y escriban recetas, ¡hasta con firma!
c) Estos “juegos” con la escritura son una muestra muy importante de que el pequeño está aprendiendo. Más adelante,
cuando ya pueda reconocer y trazar más claramente las diferencias entre las letras, puede ser que las intercale con otros
trazos; para apoyarlo usted le puede decir, por ejemplo, que
la palabra que quiere escribir se escribe con alguna letra que
identifique muy bien (puede ser alguna de los nombres de la
familia, del nombre de la mascota, etcétera).
d) Pídale, de vez en cuando, que le dicte algo que quiera recordar (un recado para otra persona, por ejemplo). Escríbalo y
lean juntos el texto escrito cuando se necesite. Conviene que
cuando usted lo lea, el niño esté presente; usted puede señalar —algunas veces— dónde dice lo que va leyendo.
Los niños
pequeños
son naturalmente
curiosos. Observan
los objetos que tienen
a su alrededor y piensan
sobre las cosas que usan.
e) Anímelo también a escribir: puede ser un recado para alguien
(un familiar o la educadora), un mensaje de cumpleaños, una
lista de cosas que necesite hacer al día siguiente, una carta para alguien que está lejos…, cosas que se hacen para comunicarse con alguien más. Deje al niño que escriba como pueda;
al principio serán marcas que para usted tal vez no signifiquen
algo, pero para él sí. Poco a poco verá cómo va avanzando en
su comprensión y en lo que logra hacer por escrito.
Impulse al niño para que observe la naturaleza
y otras cosas de su entorno
Los niños pequeños son naturalmente curiosos. Observan los
objetos que tienen a su alrededor y piensan sobre las cosas que
usan. Casi todo lo que miran les asombra y les provoca preguntas:
¿qué tienen dentro?, ¿cómo suenan si los mueves o si “chocan”
con…?, ¿qué pasa si…?, ¿qué se puede hacer con ellas? Por eso
ven algunas cosas con mucha atención, las tocan y hacen preguntas sobre ellas; cuando pueden las manipulan, las desarman
y ¡a veces las rompen! Sus preguntas pueden incluir el origen y el
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funcionamiento de cosas y artefactos que se usan en su casa o en
otros espacios de la localidad: ¿de dónde viene lo que comemos?,
¿de dónde viene la ropa?, ¿cómo se hace un determinado objeto?,
¿por qué los carros se mueven o “corren”?, ¿por qué en este lugar
siempre hay mucha gente?
Si eso sucede con los objetos, su curiosidad por el mundo natural y social suele ser mayor. La naturaleza es asombrosa, revela
muchos secretos para el observador atento, y los niños pequeños
son así: descubren detalles que para un adulto pasan desapercibidos, y con mucha frecuencia hacen preguntas sorprendentes:
¿qué come un insecto?, ¿cómo se forma la miel?, ¿por qué hay
flores de diferentes colores?, ¿por qué no se caen las estrellas?
Cuando algo les llama mucho la atención, después de escuchar
una o varias respuestas, continúan sus indagaciones, ponen a
prueba las explicaciones que elaboraron antes y se formulan
nuevas preguntas.
La curiosidad
es un motor poderoso
del aprendizaje, pero
no se sostiene por sí sola.
Sobre el mundo social ocurre algo similar. Cuando en distintos momentos y hechos de la vida diaria tienen oportunidad de convivir
o presenciar las relaciones entre distintas personas, escuchar lo
que platican y ver cómo se relacionan, descubren algunas diferencias o semejanzas: la forma en la que visten, hablan e inclusive el
temperamento o forma de ser de cada uno; lo que acostumbran
comer, cómo hacen celebraciones. Así aprenden que las personas
somos diferentes en varios aspectos y parecidas en muchos otros.
También descubren la existencia de relaciones de apoyo y cariño
entre algunas personas, o de desacuerdo y conflicto entre otras;
por ejemplo, pueden preguntar: ¿por qué estás enojada(o)?
La curiosidad es un motor poderoso del aprendizaje, pero no se
sostiene por sí sola. Cuando los niños no tienen oportunidades
para observar y explorar el mundo natural y social, o cuando los
adultos que conviven con ellos no hacen caso a sus preguntas u
opiniones, la curiosidad se debilita y al paso del tiempo puede
desaparecer. Es importante aprovechar todas las oportunidades
para que observe y explore con cosas o seres del mundo natural,
cuando ello no represente riesgos o pérdidas materiales.
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Los niños preguntan
sobre muchos temas en diferentes
momentos. En cierta edad abundan
los ¿por qué? No siempre los adultos
tienen respuestas para todas
Aproveche todas las oportunidades para que el pequeño entre en
contacto con el mundo natural. Estas oportunidades pueden presentarse cuando caminan de su casa a la escuela, cuando viajan
a otros lugares o transitan por cualquier calle del pueblo o ciudad
donde viven o visitan parques y jardines; siempre que sea posible
permítale que explore libremente, ya sea solo o en compañía de
otros niños, cuidando siempre su seguridad.
Comente sobre fenómenos naturales que ocurren ocasionalmente
(eclipses, granizadas, temblores, tormentas) y de los cuales los niños se enteran porque ocurren en el lugar donde viven o a través
de los medios de comunicación. Conversar al respecto con el pequeño le ayudará a usted a conocer sus inquietudes y a ampliar
sus explicaciones.
Las explicaciones
que dan los niños a ciertos
hechos o fenómenos
tienen su propia lógica;
en lugar de descalificarlas
o rechazarlas es mejor
escucharlas.
Tome en serio las explicaciones que da el niño sobre algún hecho o fenómeno y ayúdele a clarificar sus ideas. Las explicaciones que dan los niños a ciertos hechos o fenómenos tienen su
propia lógica. En lugar de descalificarlas o rechazarlas es mejor
escucharlas, hacerle preguntas para que las explique mejor (¿por
qué crees que es así?, ¿y entonces…?) y contarle lo que usted sabe
al respecto. Ellos continuarán sus indagaciones si perciben que lo
que dicen es tomado en cuenta y tienen oportunidad de escuchar
varias opiniones al respecto.
Aproveche sus preguntas para dialogar y para apoyar el desarrollo
de su imaginación. Los niños preguntan sobre muchos temas en
diferentes momentos. En cierta edad abundan los ¿por qué? No
siempre los adultos tienen respuestas para todas sus preguntas
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sus preguntas porque a veces
son muy complicadas. Es mejor
admitir que no se sabe la respuesta
que contestarle con un “porque sí”.
porque a veces son muy complicadas (véanse los ejemplos mencionados). Es mejor admitir que no sabe la respuesta que contestarle con un “porque sí”. En esos casos anímelo a buscarla juntos:
recurran a otros adultos o dígale que le pregunte a su maestra;
cuando sea posible consulte alguna revista o libro. Además de
tratar de responder a las preguntas que hace su hijo es conveniente que también usted le formule preguntas para despertar su
imaginación: ¿cómo te gustaría que terminara el cuento, la película?,
¿qué te imaginas que hay en… la luna, el mar, lo más alto de una
montaña?
Participe en actividades culturales de su localidad. Cuando sea posible, asista a exposiciones, museos y presentaciones artísticas (de
música, baile, teatro) que existen en muchos lugares, algunas organizadas especialmente para los pequeños. Los paseos por el
pueblo o la ciudad también ofrecen oportunidades culturales: las
fiestas y tradiciones locales donde siempre hay música y baile, algún edificio antiguo o moderno, los juguetes con los que jugaban
los abuelos, los viejos utensilios domésticos, pueden ser motivo de
conversación y recreo. Comente las reacciones de usted y anímelo para que describa lo que observa, lo que le asombra, lo que le
gusta o disgusta.
Cuando
sea posible, asista
a exposiciones, museos
y presentaciones
artísticas (de música,
baile, teatro) que existen
en muchos lugares,
algunas organizadas
especialmente
para los pequeños.
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La relación con la maestra
y con la escuela
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El ingreso a la escuela es un cambio importante en la vida de
los pequeños. Para muchos es la primera ocasión en la que se
separan de su casa por varias horas y durante varios días a la
semana. A algunos niños este hecho les provoca ansiedad y temor porque entran a un lugar desconocido con adultos y otros
niños que hasta ese momento también desconocen; otros viven
ese momento con tranquilidad o con alegría.
Las maestras procuran crear un ambiente agradable, con un trato
afectuoso para que sus alumnos superen angustias y aprendan a
convivir con los demás, de tal manera que vean la escuela como
un lugar seguro, placentero e interesante donde se respetan sus
derechos. Así, a los pocos días o semanas la mayoría de los niños
aceptan su estancia en la escuela y comienzan a tomarle gusto; a
otros es necesario convencerlos con firmeza y con paciencia de la
importancia de ir a la escuela.
Más allá de los primeros días, para apoyar de la mejor manera a
los niños en su aprendizaje y desarrollo, la colaboración entre la
escuela y la familia debe ser continua.
Procure que el niño no falte a la escuela
Cada vez que un niño falta a la escuela pierde oportunidades de
aprendizaje. Para lograr una meta, la maestra realiza diversas actividades: aprenden más quienes participan en todas y no sólo en
algunas. Además, para realizar una actividad es necesario —a veces— recordar lo hecho o comentado en días anteriores; por ejemplo, cuando la maestra pregunta: ¿recuerdan lo que hicimos ayer?
o ¿qué dijo Pedro cuando leímos este libro? En esos casos los niños
que faltan continuamente tienen menos posibilidades de participar porque han perdido la secuencia de la actividad.
Cuando detecte que el niño tiene temor de asistir a la escuela,
dialogue con él y pregúntele de diversas maneras sobre la causa:
¿siente que no le hacen caso?, ¿alguien del grupo lo trata mal?,
¿recibió alguna llamada de atención de la maestra?, ¿hizo algo incorrecto y teme algún regaño? Luego acuda a la escuela, informe
de la situación, escuche atentamente la información que también
le proporcione la maestra: así se encontrará una solución para
superar el problema.
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La educación
de los niños es una tarea
que se realiza en la casa
y en la escuela, por
lo que la educadora
podrá hacer mejor
su tarea si dispone
de información sobre
sus alumnos.
Un niño que falta por simple capricho o porque en la familia le
conceden “un día de descanso” por cualquier motivo, le pierde respeto al quehacer escolar, y quizá participe con menos empeño en
las actividades que demandan esfuerzo. La inasistencia es justificada cuando el niño se enferma (más aún cuando se trata de algo
contagioso) o cuando enfrenta algún problema familiar serio: en
tales casos no deje de comentarle a la maestra los motivos de la
falta.
Mantenga comunicación continua con la educadora
de su hijo y con las autoridades de la escuela
La educación de los niños es una tarea que se realiza en la casa
y en la escuela, por lo que la educadora podrá hacer mejor su
tarea si dispone de información sobre sus alumnos. Varias características se detectan en la escuela rápidamente, pero otras son
difíciles de percibir: ¿cómo ve, oye y habla el niño?, ¿tiene alguna
afección que le impida realizar ciertas tareas, por ejemplo correr?,
¿algún suceso familiar le tiene triste o preocupado?, ¿necesita algún cuidado especial?, ¿cómo es su carácter y temperamento?,
¿ha observado que es muy travieso y que con frecuencia emprende acciones riesgosas?, ¿tiene alguna afición que sería importante
aprovechar en la escuela?
Durante el transcurso del año escolar es importante que establezca con la educadora algún momento para dialogar acerca de los
avances y dificultades que usted percibe en el aprendizaje del niño:
¿qué ya sabe hacer que antes no sabía?, ¿cómo ha mejorado su expresión?, ¿qué le comenta de las actividades que realiza en la escuela?, ¿qué se le dificulta? La maestra le informará también sobre esos
avances y dificultades; además le sugerirá actividades a realizar en
casa o qué medidas tomar para apoyar el desarrollo y aprendizaje
de sus hijos.
En las relaciones entre personas es normal que surjan diferencias
de opinión, más aún cuando se comparte una tarea tan delicada
como es la educación de los pequeños, pues cada persona tiene una idea acerca de lo que es importante enseñarles y cómo
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hacerlo. Cuando usted tenga algún desacuerdo con el trabajo o la
forma de conducción de la maestra es conveniente que —antes
que descalificar o denostar la acción o forma de proceder— busque el diálogo, exponga sus razones y escuche las de la maestra; ésa es la vía para evitar que el niño sea sometido a dilemas
difíciles de resolver (¿a quién le hago caso?) y que le provocan
incertidumbre y confusión. Desde luego, eso no significa tolerar
acciones de maltrato físico o psicológico, pero es necesario distinguirlas de las llamadas de atención que a veces son necesarias
para mantener el orden en el quehacer escolar.
Demuestre interés por lo que el niño
hace en la escuela
Cuando los adultos de la familia muestran interés por lo que el niño hace en la escuela y por lo que aprende, contribuyen a afianzar
en él la idea de que asistir a la escuela y aprender es muy importante. Por eso conviene que diariamente dedique un momento
del día, así sea breve, para enterarse de cómo le fue y qué hizo
su pequeño en la escuela; en esa conversación ayúdele a que comente algo más que “jugué” o “estudié”: ¿cómo se sintió?, ¿en qué
trabajaron o qué estudiaron?, ¿qué le gustó o disgustó de las actividades del día?, ¿qué le tocó hacer a él o a ella?, ¿a qué jugaron
y con quiénes jugó? En fin… al enterarse de cómo transcurre la
experiencia del niño en la escuela tendrá bases para apoyarlo(a)
y para dialogar con la maestra.
Apoye al niño en las tareas escolares,
pero no lo sustituya
De vez en cuando, la maestra encarga alguna actividad para hacer en casa. Algunas tareas consisten en que un adulto converse
con el niño sobre algún tema, realice algún juego o visite un lugar
de interés.
Otras consisten en conseguir o preparar algún material que se
utilizará en clase, reunir cierta información sobre algún tema o
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realizar algún ejercicio (un dibujo, un texto breve o modelos). Es
necesario subrayar que, en estos casos, se trata de que sea el pequeño quien realice la actividad; desde luego será necesario apoyarlo pero hay que evitar hacer la tarea por él.
A veces
con buena
intención (para que
lleve un trabajo bonito)
o para ahorrar tiempo,
los adultos realizan la
actividad solicitada, los
niños llevan el trabajo
pero no se enteran de lo
que dice o representa.
De este modo —en lugar
de ayudarles— se niega a
los niños una oportunidad
para aprender.
Por ejemplo, si la tarea es identificar semejanzas y diferencias entre
distintos animales, conviene que observen esos animales en la calle
o en ilustraciones, vean en qué se parecen y en qué son diferentes; si es necesario y posible leer algún texto, ayúdele con lectura
en voz alta; luego pida que escriba a su modo lo que le gustaría
decir sobre el tema, escriba usted el texto en una hoja, y quizá
finalmente quieran dibujar lo que se dice en la escritura. Así se
verá que fue el niño quien trabajó y no solamente algún adulto; o
bien, si se trata de armar un rompecabezas, deje que el pequeño
lo intente, que pruebe cómo colocar las piezas… Oriéntelo si es
necesario pero no arme usted el rompecabezas por él.
A veces con buena intención (para que lleve un trabajo bonito) o
para ahorrar tiempo, los adultos realizan la actividad solicitada,
los niños llevan el trabajo pero no se enteran de lo que dice o representa. De este modo —en lugar de ayudarles— se niega a los
niños una oportunidad para aprender. Cuando tenga dudas sobre
cómo ayudar a su hijo es conveniente que le pida orientación a la
maestra.
Participe en las reuniones o asambleas
de padres de familia
Con cierta frecuencia la escuela convoca a reuniones de padres
de familia para conversar sobre los avances de los pequeños o
sobre alguna acción escolar en la que se requiere su colaboración.
Su participación es muy importante, pues es ahí donde puede
dialogar con la maestra sobre el trabajo escolar, manifestar su reconocimiento por lo que se hace bien o plantear algún desacuerdo. Mientras más colaboren los padres de familia con la escuela,
ésta tendrá mejores condiciones para educar a los niños que acuden a ella.
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Notas
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El Libro para las familias
se imprimió por encargo de la
Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos
en los talleres de
.;
con domicilio en,
Col. ,
Delegación,
C.P. , México, D. F.
en el mes de xxxx de xxxx
El tiraje fue de
ejemplares
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