Relato: "Las gafas de colores"

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RELATO: “Las gafas de colores”
Paseaba por una gran ciudad plagada de edificios modernistas y estelares.
Me llamó la atención un anuncio luminoso, provocativo: “las gafas de
colores, la solución a todos sus problemas”.
Cuando entré al local, observé distintas direcciones que seleccionaban a los
clientes según su actividad profesional. ¿Sanitario? Sí, dije con cierto
titubeo, temiendo que supusiera un problema desde el principio.
Tenemos aquí un gran surtido de productos para su actividad diaria. Según
su estado de ánimo, carga de trabajo, entorno, le adaptamos la percepción
de la realidad según sus necesidades a través de unos cristales de distintos
colores.
Sorprendido, acepté iniciar la prueba.
Bien, empecemos por las gafas rosas: con ellas se percibe que todo va bien,
la autoestima es elevada, se controla el entorno. Los proyectos son
ambiciosos. Inspiran confianza para acometer el desarrollo profesional en
todas sus facetas.
Tenemos también las gafas verdes: aportan tranquilidad y armonía. Son
útiles cuando las circunstancias se empiezan a escapar de las manos y los
tentáculos de la ansiedad arañan impunemente el estómago y la garganta.
Las gafas azules son las académicas. Ayudan a enfocar científicamente la
situación clínica que tiene delante, elaborando a partir de la anamnesis y
exploración un diagnóstico exacto junto con una terapéutica apropiada.
Las amarillas consiguen la percepción de un optimismo desmedido ante
cualquier tipo de adversidad.
Las gafas rojas colocan en posición de alerta. Dotan de una coraza diseñada
en un principio en posición de defensa que se puede complementar si se
desea con distintos accesorios para el ataque.
Las marrones establecen un piloto automático que se programa para no
inmutarse ante ningún contratiempo. Adormecen todo tipo de emociones
que amenacen la línea basal que se programe como “adecuada”.
Las gafas moradas son peligrosas: con ellas se enturbia el horizonte, se va
cayendo el ego, crece la desconfianza, y el miedo al error se esconde tras
cada decisión.
Las gafas negras ¡cuidado al colocárselas! le trasportan al pesimismo, al
derrumbe emocional. Aparece un mar encrespado con cielo oscuro. Las
nubes son tan grandes que sobrecogen el corazón. No hay nada que hacer.
Sorprendido pregunté: ¿qué utilidad tienen estas últimas gafas que llevan al
malestar? La respuesta fue rápida: el cliente siempre tiene la razón, y
tenemos productos para todos los gustos. Buscamos siempre la satisfacción
de los que confían en nosotros, y asesoramos con gusto con todo el abanico
de soluciones a las demandas que nos plantean.
Por ello, disponemos de unas gafas con gradación en las que se mezclan en
la paleta los colores que el cliente seleccione. Eso sí, el proceso de
producción es costoso y encarece el producto. Nos permite ofrecer distintos
tonos según sus gustos y ofrecerle gafas de color naranja, añil, albero,
turquesa, salmón, verde-azulado, caqui, coral, beige, gris, ámbar, fucsia,
magenta,…
De pronto, alguien tocó la puerta de la consulta con los nudillos, y me trajo
a la realidad. Habían pasado unos segundos desde que salieron los gemelos.
La sala de espera se había ido llenando, y allí estaba saltando Álvaro de tres
años con su abuela queriendo entrar ya, Marina de siete balanceando las
piernas esperando con su padre, Luis de once sentado pacientemente al
lado de su madre. Suspiré aliviado: ¡no necesitaba gafas! Nos podíamos ver
sin ningún filtro intermedio, y era agradable. Cruzamos las miradas y
sonreímos. Que pase Marina, después Álvaro y por último Luis.
Cuando al final de la jornada evoqué la historia en la que me perdí durante
unos segundos, comprendí que, de alguna manera, podía escoger el color
de las gafas imaginarias a mi gusto, desechando las que me desagradaran.
Este pequeño secreto me produjo regocijo y bienestar durante un tiempo, y
me ayudó en adelante a “ver con distinta mirada” mi alrededor, sabiendo
que cuando quisiera, podía influir en la elección de esas “gafas
imaginarias” según mis necesidades para vivir mejor.
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