Los toros que son y la puerta que es

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LOS TOROS QUE SON Y LA PUERTA QUE ES
(Una parábola teológica)1
Pepe y Juan eran viejos amigos y celebraron alegres el cumpleaños de Juan. De la cantina fueron a
sus respectivas casas. La mañana siguiente Juan se encontraba en el hospital, y cuando Pedro vino a
preguntarle qué le había pasado, Juan contestó de la siguiente manera: "Volvía de la cantina y me topé
con un toro en el camino, pero como yo estaba ebrio, vi dos toros. Con mucho pánico busqué por
dónde escaparme, y por suerte había cerca una puerta, pero como yo andaba tan tomado, yo vi dos
puertas. Por desgracia, me metí por la puerta que no era, ¡y me agarró el toro que era!"
Esta anécdota (traída a Costa Rica por el querido y distinguido profesor, Dr. Alfonso Rodríguez
Hidalgo) puede aplicarse muy directamente a nuestra actual situación, confusa, critica y problemática,
que vivimos hoy en América Latina. Vemos "toros" por todos lados -- amenazas y peligros -- pero es
difícil determinar cuáles son los verdaderos toros y cuáles son Ios "toros que no son." De igual
manera, se ofrecen muchas puertas de solución, pero algunas son sólo fachadas; son "puertas que no
son".
¡Qué importante en la teología saber cuáles son los toros, y cuáles son las puertas! Como descubrió
nuestro amigo Juan, es muy grave equivocarse de toros y puertas; puede ser hasta fatal. En el siglo
XVI casi todos vieron a la nueva cosmología heliocéntrica de Copérnico y Galileo como un
peligrosísimo toro que amenazaba la fe cristiana. Roma vio a la Reforma como toro amenazante, y a
la tradición medieval y el Sacro Imperio Romano de Carlos V como la puerta de salvación. A
principios del siglo XIX, la jerarquía católica veía al "republicanismo" como un siniestro espanto que
se cernía sobre América Latina, cuyo único antídoto era la fiel tradición "cristiana" del derecho divino
de los reyes. Podrían multiplicarse los ejemplos casi interminablemente, hasta nuestros propios
tiempos.
Uno no tiene que ser profeta para darse cuenta de la hora critica y decisiva que estamos viviendo
actualmente. Indudablemente, es uno de aquellos momentos cuando la historia da la vuelta de una
esquina que no volveremos a cruzar. Las últimas décadas han traído más progreso en las ciencias
naturales de lo que había traído toda la historia humana anterior. Las fantasías de ayer son las noticias
de hoy. Hasta comenzamos a aburrirnos ya con tantas noticias de satélites, astronautas, computadoras,
explosiones nucleares, aviones supersónicos, y órganos transplantados y artificiales.
Espiritualmente, el secularismo y el "cientismo" (culto a la diosa ciencia) han venido durante más de
un siglo produciendo una crisis en la conciencia humana, un vacío espiritual en el centro del ser del
hombre. Al principio sólo algunos pensadores solitarios, como Nietzche y Dostoievsky, se percataban
de esta dolorosa "ausencia de Dios," pero hoy día los filósofos, los escritores y los artistas se dedican
en masa a la búsqueda del sentido de la vida humana. La mayoría de los intelectuales ya han
despedido a Dios de su mundo vital explícita o implícitamente. Hasta aparecen las figuras paradójicas
de teólogos cristianos que nos proclaman la muerte de Dios.
En América Latina, esta crisis cultural y social está tomando perfiles propios y peculiares, pero
nuestro continente registra casi todos los mismos fenómenos, y algunos en mayor grado de intensidad.
No cabe duda de que en las formas de vida y en la mentalidad intuitiva de los pueblos
latinoamericanos, se está viviendo en pocas décadas lo que eran siglos de historia europea: la
transición del feudalismo medieval al mundo moderno, industrializado, urbanizado, masificado y
secularizado. En casi todas estas repúblicas las universidades ejercen una influencia cada día más
decisiva y forjan convicciones fundamentales de los lideres del futuro. A pesar de una frágil fachada
de religiosidad tradicional, un gran segmento de nuestro pueblo es también, por bien o por mal,
secularista. Las pasiones dominantes son tipicamente seculares: el nacionalismo, el arte, el deporte, el
sexo, la politica y sobre todo, la revolución.
1
) NOTA: Este artículo fue escrito en 1966 para Vínculos, órgano de enlace del Seminario Bíblico con
sus exalumnos/as. Plasmó un momento decisivo en el desarrollo de la teología comprometida de don
Juan. Por supuesto, el lenguaje y el análisis del artículo corresponden a la época en que fue escrito.
Para nosotros los evangélicos todos estos "rápidos cambios sociales" no son simplemente una
amenaza, sino representan un reto y una oportunidad. La krísís es también un kairós (oportunidad
estratégica), que según Ef. 5:16 hemos de "redimir" (exagorazo: buscarlo como una ganga y
comprarlo en el momento oportuno). Como los hijos de Isacar, tenemos que ser "entendidos en los
tiempos, para saber lo que Israel debe hacer" (I Cron. 12:32). Esto nunca ha sido una tarea fácil, y
resulta harto difícil en los tiempos complejos que vivimos hoy. Pero Dios es también en el siglo XX el
Soberano de la historia, y su Espíritu puede guiamos para que no nos quedemos jugando con
nimiedades y peleando con toros que no son, mientras los cambios revolucionarios se nos escurren de
las manos y nos dejan atrás.
REVOLUCION SOCIAL
Un toro bravo, que indiscutiblemente está en la plaza, y tenemos que torearlo, es la revolución social
que a diario estremece al continente. ¿Qué significan Fidel Castro, Francisco Caamaño, o Camilo
Torres para el futuro de la iglesia evangélica? Es hora de que los evangélicos reconozcamos que si
optamos por existir al margen de la vida de nuestros pueblos, o si nos contentamos con sólo una
advertencia insistente pero estéril contra los peligros del comunismo, somos infieles tanto a las
Escrituras como a las necesidades de nuestro pueblo. Cada día aparecen evidencias de que el problema
de América Latina no es sólo el comunismo; es problema de muchos desequilibrios en nuestras
estructuras sociales y económicas; es problema de la miseria de las multitudes mudas que ahora se
despiertan a sus derechos y a su poder; es probIema de toda una generación en protesta, a la que la
Iglesia no puede simplemente dar la espalda sino a la que le debe su testirnonio en el amor y el poder
del Cristo quien verdaderamente puede transformar al individuo y a la sociedad.
¿Qué actitud debemos tomar frente a la protesta- social? ¿Debemos. defender siempre el status quo y
reprobar toda identificación con la protesta? ¿No seria mejor animar a los jóvenes evangélicos a
identificarse con lo que es justo y constructivo de esa protesta, a penetrarla y guiarla con los dinámicos
principios positivos del evangelio, a la vez esforzándose para ganar a sus com- pañeros para Cristo?
Pero, ¿es posible eso, sin caer en el extremo de alinearse ciegamente con movimientos izquierdistas
extremistas y convertirse en mero eco de fórmulas y eslogans en vez de la voz viva del evangelio?
Un problema que nos toca especialmente de cerca es el surgimiento del nacionalismo en el
continente. El protestantismo fue traído a América Latina por extranjeros y muchos de nuestros
líderes son todavia extranjeros. ¿Cómo puede la iglesia latinoamericana hallar sus propias fonnas
auténticas y «criollas» de vida, de culto y canto, de gobierno, de ética, y de expresión teológica?
¿Cómo puede una iglesia ya madura, que ha dejado de ser adolescente, relacionarse con sus "padres"
espirituales, sin continuar bajo la tutela paternal ni tampoco romper amargamente con esos "padres"
(que a veces los han querido sofocar con su paternalismo tan protector)? ¿Cómo deben los misioneros
extranjeros ponerse a las órdenes de una iglesia verdaderamente autóctona, sin estamparla con un
"Made in U.S.A." que poco le puede ayudar?
Podemos estar más que seguros que la revolución social no representa ningún "toro ilusorio"; el
nacionalismo y los rápidos cambios sociales nos plantean preguntas que seguirán exigiendo una
respuesta evangélica clara y convincente.
DESPERTAR INTELECTUAL
En los últimos años ha sido fenomenal el crecimiento de las universidades de Latinoamérica. Han
nacido nuevas y bellas "ciudades universitarias," nuevas facultades especializadas, y en muchas partes
un fermento intelectual que parece prometer un renacimiento cultural. También numéricamente ha
crecido la comunidad universitaria, con tal rapidez que no es raro encontrar un estudíante universitario
cuyos padres han sido analfabetos descalzos.
Al mismo ritmo, y marcando el paso con la creciente importancia de los intelectuales en todo el
mundo, las universidades y los universitarios han venido ejerciendo una fuerza cada vez más decisiva
en la vida cívica y cultural. Varios de los partidos politicos actuales nacieron de movimientos
universitarios y hoy día en diversos puestos políticos de muchos gobiernos latinoamericanos los
profesores universitarios se hacen oír. Desde México hasta Argentina la opinión universitaria, que
periódicamente brota en manifestaciones y protestas, se observa con respeto y a veces con temor y
temblor.
Es bastante alentador ver el impacto que están logrando los movimientos universitarios evangélicos
en algunos paises latinoamericanos, aunque nuestro testimonio todavia no es todo lo que podemos
desear. Pareciera que las puertas están abiertas, ya que la mentalidad universitaria suele ser abierta y a
veces hasta francamente secularista. Los universitarios evangélicos deben forjar un mensaje vivo que
verdaderamente hable a sus compañeros en nombre de Cristo sobre los problemas vitales y cruciales
del día (por ejemplo, los grupos evangélicos de la Universidad de Costa Rica se unieron para ofrecer
una serie de conferencias sobre el significado histórico de la Reforma, y después una serie sobre la
ética sexual). Además, la juventud estudiosa evangélica debe sentirse llamada por Dios a "amar al
Señor con toda la mente" y a glorificarle con su consagrado esfuerzo intelectual, cultural, y literario.
Es nuestra oportunidad estratégica (el kairós que Dios nos ha dado) informar al incipiente
renacimiento intelectual latinoamericano con dinámicos principios cristianos y un testimonio
evangélico intelectualmente responsable.
OPORTUNIDAD EVANGELISTICA
Muchas evidencias indican que la iglesia evangélica está entrando en una época de puertas abiertas
para la evangelización. El fanatismo católico ya va disminuyendo y el Concílio Vaticano II ha
despertado hasta cierta curiosidad en cuanto a Ios "hermanos separados" y un deseo de "dialogar" con
ellos. El progreso intelectual y cultural, y las nuevas situaciones que trae la vida moderna, le plantean
al individuo nuevas preguntas y le llevan a buscar nuevas soluciones. La explosión demográfica
representa también un reto y una oportunidad para la evangelización.
¿Estamos preparados para aprovechar este kairós? Lamentablemente, parece que tenemos que
confesar que la iglesia evangélica no se encuentra en las mejores condiciones para dar el testimonio
que el momento histórico nos exige. Salvo contadas y notables excepciones, las misiones e iglesias
parecen estar prácticamente dormidas a la situación actual del continente y a las exigencias
estratégicas que nos impone. Mientras estas oportunidades nos retan y una tremenda y compleja
revolución estalla a nuestro alrededor, o no nos damos cuenta de la radicalmente nueva situación en
que estamos entrando, o divergimos tanto en nuestro diagnóstico que no hacemos nada substancial
para salvar al paciente. La apatía y la pereza paralizan el esfuerzo evangelístico. Nos dedicamos a
solemnes nimiedades -- ¿Pueden los pastores llamarse "reverendo"? ¿Pueden pintarse las mujeres?
¿Se puede cooperar con los no-dispensacionalistas? -- mientras el kairós se nos escapa por los dedos.
Como consecuencia, nuestras iglesias se encuentran hoy demasiado divididas, y más dispuestas a
seguir dividiéndose que a unirse con los de "una fe igualmente preciosa" para asaltar con renovadas
fuerzas al común enemigo. ¿Puede nuestro ejército avanzar contra el mal, mientras una misión esté
peleando con otra sobre cosas secundarias, los misioneros y los nacionales se encuentran a menudo en
franco conflicto, los jóvenes y Ia vieja guardia» no se entienden, y otros por puros resentimientos
personales se niegan a entrar en la batalia?
En fin, es dificil evitar esta conclusión triste: hasta ahora la iglesia evangélica se encuentra
desorientada frente al desafio y a las demandas del kairós crítico que está viviendo. Cuando
preguntaron a Clemenceau en 1917 cuál era su politica, contestó, ,<¿Política exterior? ¡Estoy peleando
una guerra! ¿Política interna? ¡Estoy peleando una guerra! ¿Politica económica? ¡Estoy peleando una
guerra."' De igual modo-y con muchísimo más razón, nuestro pueblo evangélico debe responder:
"¿Nuestra 'politica eclesiástica? ¡Evangelizar! ¿Nuestra orientación doctrinal? ¡Evangelizar! ¿Nuestra
meta y nuestra norma? ¡Evangelizar en el poder del Espíritu, fieles a la Palabra de Dios y en dinámica
relación con nuestro mundo!
ENCRUCIJADA TEOLOGICA
Aunque nuestra iglesia evangélica abarca ya varias generaciones en la mayoría de nuestros paises (y
más de cien años en algunos), y ha sido preponderantemente conservadora en su teologia, la verdad es
que no ha producido frutos de madurez en un desarrollo teológico. Prácticamente no ha producido
literatura evangélica ni popular ni técnica, no ha desarrollado un conjunto adecuado de seminarios
teológicos de alto nivel, ni ha producido suficientes líderes na-cíonales capaces de interpretar el
significado del evangelio en términos del contexto latinoamericano y de encontrar formas de expresión
adaptadas al lenguaje y las costumbres autóctonos. Nos hemos aferrado muchas veces a una ortodoxia
rigida pero poco elaborada teológicamente, con textos de prueba superficialmente comprendidas y
fórmulas sagradas más eclesiásticas que bíblicas. Los profesores seminaristas han sido principalmente
extranjeros, y la vida y pensamiento seminarista generalmente marginados de la vida del pueblo. No
obstante, hoy por hoy se siente la pujanza de nuevas corrientes teológicas. Nuevos nombres se están
oyendo, libros extranjeros aparecen con titulos en español, y por bien o por mal, las ventanas cerradas
se van abriendo. A veces la primera reacción es de "shock," de sospecha, escándalo, y rechazo
violento de todo lo que es incómodamente nuevo. Pero después del susto inicial, se va fácilmente al
otro extremo: por desconocer el camino de ideas nuevas e inquietantes, y por no encontrar respuestas
convincentes a las nuevas corrientes (a veces, por reaccionar contra las ideas viejas como "ideología"
de los misioneros extranjeros), se absorbe con credulidad ciega y entusiasmo ingenuo toda idea nueva
simplemente porque es nueva.
La teología evangélica latinoamericana está en una encrucijida. Estamos frente al ineludible deber de
escudriñar las Escrituras para asegurar que todas nuestras fórmulas son realmente bíblicas y no sólo
tradicionales, que nuestra fe es realmente una fe evangélica y no solamente un rigido escolasticismo
protestante. Tenemos que escuchar y evaluar las ideas nuevas, con una mente suficientemente humilde
para aprender de ellas todo lo que puede estar conforme a la Palabra de Dios y suficientemente crítica
para discernir todo lo que niega al evangelio y a las Escrituras. Y sobre todo, tenemos que escuchar
como nunca antes a la Biblia-con humildad (sin los a prioros anti-bliblicos del sábelotodo teológico),
con fidelídad a la verdad, con devoción a Cristo y con el valor de permitir y esperar que las Escrituras
nos hablen a nosotros en vez de imponer forzadamente nuestros prejuicios encima de las Escrituras.
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