CORTE SUPREMA DE JUSTICIA SALA DE CASACION CIVIL

Anuncio
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACION CIVIL
Magistrado Ponente:
DR. PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA
Bogotá Distrito Capital, veinticinco (25) de febrero de dos mil cinco
(2005).
Ref: Expediente No. 7232
Decide la Corte el recurso de casación interpuesto por
los demandantes MARIA NUBIA FRANCO FRANCO, VICTOR
MANUEL RODRIGUEZ, LUZ HELENA RODRIGUEZ FRANCO,
MARIA HELENA FRANCO DE FRANCO y LUIS JAVIER
RODRIGUEZ FRANCO, contra la sentencia del 9 de febrero de
1998, proferida por la Sala Civil del Tribunal Superior de Ibagué
dentro de los procesos acumulados adelantados por SEGUNDO
FLORENTINO
PARADA
y
otros,
contra
la
SOCIEDAD
TRANSPORTES RAPIDO TOLIMA S.A., y otros.
ANTECEDENTES
1. El Juzgado Tercero Civil del Circuito de Ibagué
aprehendió conocimiento de la demanda en virtud de la cual
FERNANDO y MARIELA QUIROGA BETANCOURT y DEICY y
LUZ AMPARO MOSQUERA BETANCOURT, reclamaron frente a
la sociedad TRANSPORTES RAPIDO TOLIMA S. A., la
indemnización de los perjuicios morales y materiales que sufrieran
por causa del fallecimiento de su progenitora ROSARIO
BETANCOURT DE QUIROGA.
2. En el mismo Juzgado venía tramitándose con
antelación, el proceso ordinario adelantado contra la mencionada
empresa y los señores JOSE HUMBERTO SOLANO GONZÁLEZ,
en calidad de conductor del automotor accidentado y HUMBERTO
TRIANA PALACIOS, de quien se dijo era su propietario, por
SEGUNDO FLORENTINO PARADA, EDGAR ENRIQUE, OSCAR
y JACQUELINE PARADA BEJARANO y JOSE LUIS LASPRILLA
RAMIREZ, quienes, a su vez, buscaban el resarcimiento de los
perjuicios que el fallecimiento de sus familiares MARIA DEL
CARMEN BEJARANO, ADRIANA GARCIA, NUBIA ESPERANZA
PARADA y PAOLA ANDREA LASPRILLA les ocasionaron.
3. Cursaba, igualmente, en el Juzgado Cuarto Civil del
Circuito de esa misma ciudad un proceso de similar temperamento
adelantado contra la sociedad transportadora y el prenombrado
conductor por MARIA NUBIA FRANCO FRANCO, VICTOR
MANUEL RODRIGUEZ, LUZ HELENA RODRIGUEZ FRANCO y
MARIA HELENA FRANCO DE FRANCO, cuya demanda fue
oportunamente reformada para darle cabida al demandante LUIS
JAVIER RODRIGUEZ FRANCO.
3.1. Impetraron estos demandantes, ahora recurrentes
en casación, una vez reformada la demanda, que se declarase a
los demandados civilmente responsables por los perjuicios
materiales y morales que sufrieron por causa de la muerte de
NUBIA YANETH y YEIME CATERINE RODRIGUEZ FRANCO,
LEIDY
ZORANYI
MARROQUIN
RODRIGUEZ
y
ANDRES
ENRIQUE RODRIGUEZ y, subsecuentemente, que se les
P.O.M.C Exp.7232
2
condenase a pagar a su favor la suma de $98.000.000,oo, ó lo que
se estableciese en el proceso como indemnización de los
perjuicios padecidos por ellos. Del mismo modo, reclamaron que
se ordenara a los demandados pagar los intereses de la suma
fijada como indemnización, desde la fecha del daño hasta el
momento del pago.
3.2. Apuntalaron estos pedimentos en los siguientes
supuestos fácticos:
VICTOR MANUEL RODRIGUEZ y MARIA NUBIA
FRANCO FRANCO, son los padres de los extintos NUBIA
YANETH y YEIMY CATERINE RODRIGUEZ FRANCO y abuelos
de LEYDI ZORANYI MARROQUIN RODRIGUEZ Y ANDRES
ENRIQUE RODRIGUEZ FRANCO. De igual modo, LUZ HELENA
RODRIGUEZ FRANCO, es hermana de aquellos y madre de estos
últimos. Finalmente, MARIA HELENA FRANCO DE FRANCO, es
la abuela de los fallecidos NUBIA JANETH y YEIMY CATERINE
RODRIGUEZ FRANCO. Todos ellos habitaban bajo un mismo
techo.
El día 15 de agosto de 1992 el bus de placas SA7695, conducido por JOSE HUMBERTO SOLANO GONZALEZ y
afiliado a TRANSPORTES RAPIDO TOLIMA S.A., transitaba con
sobrecupo por la ruta Bogotá - Palo Cabildo (Tolima); y al llegar a
la población de Falan, por fallas
mecánicas y descuido del
conductor, se presentó un incendio que ocasionó la muerte de 28
pasajeros, entre ellos los arriba mencionados parientes de los
demandantes.
P.O.M.C Exp.7232
3
Agregaron que NUBIA YANETH contaba a la fecha de
su muerte 28 años de edad, era soltera, convivía con sus padres,
a quienes auxiliaba económicamente, ya que trabajaba en la
empresa de flores TUCHANY S.A., con una asignación mensual
de $72.033.oo.
3.3. Enterada la empresa transportadora de tales
pedimentos se opuso a ellos, negó conocer algunos de los hechos
que los apuntalan y dijo desconocer los demás, amén que propuso
las excepciones que denominó “caso fortuito” y “pago parcial”, los
cuales sustentó, de un lado, en que la conflagración se produjo por
un hecho imprevisible e imposible de resistir como lo fue el
aflojamiento de “tuercas y racores” causado por el mal estado de
la vía y que desembocó en el derramamiento de la gasolina que
combustionó con las chispas emanadas de la ignición del motor.
De otro lado, aseveró que como el automotor “se encontraba
amparado” por una póliza de seguro, los demandantes habían
recibido o podían hacerlo, una indemnización equivalente a 600
salarios mínimos.
El otro demandado, a su vez, aceptó la mayoría de los
hechos de la demanda y aprobó que se declarase a la
transportadora como civilmente responsable, exonerándosele a él
de tal pretensión.
4. Por petición de la empresa transportadora, el
Juzgado Tercero Civil del Circuito de Ibagué ordenó, previa
tramitación del incidente pertinente, la acumulación de todos esos
procesos, habiendo proferido sentencia parcialmente estimatoria
de las pretensiones involucradas en cada uno, providencia que fue
recurrida en apelación por la empresa demandada y por dos
P.O.M.C Exp.7232
4
grupos de demandantes: los aquí recurrentes y los encabezados
por SEGUNDO FLORENTINO PARADA.
5. El Tribunal Superior del Distrito Judicial de Ibagué
desató la alzada mediante providencia de 9 de febrero de 1998 en
la que reformó algunos aspectos de la decisión recurrida en el
sentido de condenar a la parte demandada al pago de las
siguientes sumas de dinero por concepto de perjuicios morales:
“Primero: en favor de MARIA NUBIA FRANCO y VICTOR
MANUEL RODRIGUEZ, la suma de $4’000.000, de pesos, para
cada uno, por la muerte de sus hijas NUBIA YANETH y YEIME
CATERINE RODRIGUEZ FRANCO. Segundo: En favor de LUZ
ELENA RODRIGUEZ FRANCO, la suma de $4’000.000, de pesos,
por la muerte de sus hijos LEIDY MARROQUIN RODRIGUEZ y
ANDRES E. RODRIGUEZ. Tercero: En favor de MARIA ELENA
FRANCO DE FRANCO, la suma de $2’000.000, de pesos, por la
muerte de sus nietas NUBIA YANETH y YEIME CATERINE
RODRIGUEZ
FRANCO.
Cuarto:
En
favor
de
JAVIER
RODRIGUEZ FRANCO, LA SUMA DE $2’000.000, de pesos, por
la muerte de sus hermanas mencionadas anteriormente. Quinto:
En favor de SEGUNDO FLORENTINO EMILIANO PARADA, la
suma de $6’000.000, de pesos, por la muerte de su esposa
MARIA DEL CARMEN BEJARANO DE PARADA. Sexto: En favor
de EDGAR ENRIQUE, OSCAR y YAKELINE (sic.) PARADA
BEJARANO, la suma de $4’000.000, de pesos, para cada uno, por
la muerte de su señora madre MARIA DEL CARMEN BEJARANO
DE PARADA. Séptimo: En favor de JOSE LUIS LASPRILLA, la
suma de $7’000.000, de pesos, por la muerte de su esposa LILIA
ESPERANZA PARADA BEJARANO y de su hija PAULA ANDREA
LASPRILLA BEJARANO. En lo demás, confirmó la sentencia
recurrida que había impuesto una condena de $2,871.256 “como
P.O.M.C Exp.7232
5
perjuicio material emergente” relacionado con el costo de los
funerales de algunas de las víctimas.
LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL
Agotada la habitual reseña de los antecedentes
del litigio, acotó el sentenciador, en su lacónica motivación, que
conforme a la doctrina de esta Corporación la conducción de
automotores implica el ejercicio de una actividad peligrosa, motivo
por el cual la culpa del autor se presume, bastándole al
demandante demostrar “quién fue el autor del daño y el nexo
causal entre éste y el titular de la actividad peligrosa así como el
perjuicio sufrido”. Puntualizó seguidamente que sólo es posible la
exoneración del demandado cuando acredite culpa exclusiva de la
víctima, fuerza mayor, caso fortuito o intervención de un elemento
extraño, amén que “en esta clase de responsabilidad” se puede
demandar al dueño, al conductor y al empresario, o sea a quienes
se lucran de la actividad peligrosa.
Por consiguiente, apuntó que debía llegarse a la
misma conclusión del juez a quo en cuanto encontró probada la
responsabilidad de la parte demandada, apreciación que se ve
reforzada por el fallo condenatorio de carácter penal proferido en
contra del conductor y propietario del vehículo, que “constituye
cosa
juzgada respecto a todos intervinientes, o no dentro del
respectivo proceso y que descarta las causales de exoneración”
aducidas por la transportadora.
Refiriéndose a los perjuicios reclamados precisó
que los mismos deben ser fehacientemente comprobados y que
en este caso la condena a pagar los gastos funerarios de las
P.O.M.C Exp.7232
6
víctimas María del Carmen Bejarano de Parada, Adriana del Pilar
Parada, Lilia Esperanza Parada
de Lasprilla y Paola Andrea
Lasprilla por valor de $2.871.256.oo, junto con su corrección
monetaria, se encuentra ajustada a derecho. Al respecto acotó, sin
embargo, que se modificaría el fallo recurrido para ordenarse el
pago en favor de Víctor Manuel Rodríguez, de la suma de
$350.000 junto con la corrección monetaria por los gastos de
entierro de Leydi Marcela, Nubia Yaneth, Andrés Enrique y Yeimy
Caterine.
Luego de reseñar una jurisprudencia de la
Corte, puntualizó que si bien era cierto que se había demostrado
que María del Carmen Bejarano de Parada y Esperanza Parada
de Lasprilla devengaban un sueldo de $164.160.oo y $86.000.oo
respectivamente e, igualmente, que se había acreditado la relación
jurídica que los unía con sus cónyuges, no acreditaron éstos,
debiendo haberlo hecho, su dependencia económica respecto de
aquellas, motivo por el cual debía denegarse como lo hizo el
sentenciador de primer grado, la condena por tal aspecto. La
misma situación debe predicarse respecto de los perjuicios
materiales solicitados por los padres de Nubia Yaneth Rodríguez
Franco, quienes tampoco acreditaron la dependencia económica
con relación a ella. Tampoco hay lugar a condena por perjuicios
materiales derivados de la muerte de los menores de edad que no
tenían actividad productiva, ello conforme a jurisprudencia de la
Corte.
Refiriéndose a los perjuicios morales señaló que
la muerte de una persona provoca un vivo y prolongado
sufrimiento a sus parientes más allegados y su valoración está
P.O.M.C Exp.7232
7
sometida al arbitrio judicial, motivo por el cual entró a
justipreciarlos en la forma arriba anotada.
LA DEMANDA DE CASACION
Cuatro cargos enfila el impugnante contra el
fallo recurrido, los cuales serán despachados por la Corte en el
siguiente orden: primeramente el cuarto que denuncia yerros de
actividad del fallador; seguidamente los cargos primero y tercero
que
se
decidirán
conjuntamente
por
las
razones
que
oportunamente se indicaran. Por último se examinará el segundo
cargo.
CUARTO CARGO
Con fundamento en la causal segunda de
casación, se
acusa
en
él
la sentencia recurrida de ser
incongruente por haber proferido el juzgador un fallo “mínima
petita”.
Sostiene el impugnante que por mandato del artículo
305 del Código de Procedimiento Civil, la sentencia debe estar en
consonancia con los hechos y las pretensiones de la demanda,
amén que el artículo 304 del mismo estatuto, al referirse al
contenido de la sentencia expresa que ésta en su parte resolutiva
deberá contener decisión expresa y clara sobre cada una de las
pretensiones de la demanda.
Del examen del libelo incoativo del proceso y de su
posterior reforma, añade, se establece plenamente que en la
segunda pretensión se pidió condenar a la sociedad demandada al
P.O.M.C Exp.7232
8
pago
de
la
indemnización
por
los
perjuicios
materiales
ocasionados a los demandantes, y así mismo, en la tercera
pretensión se solicitó el pago de los intereses sobre las sumas
indemnizatorias. En la parte motiva de su providencia estableció el
juzgador el ad-quem que debía reconocerse en favor de Víctor
Manuel Rodríguez la suma de $350.000.oo, junto con la corrección
monetaria por concepto de los gastos fúnebres de Nubia Janeth
Rodríguez Franco, Yeimy Catherine Rodríguez Franco, Leidy
Zoranyi Marroquín Rodríguez y Andrés Enrique Rodríguez Franco;
“pero al reformar la demanda” (sic.) dejó de incluir en la parte
resolutiva la precitada condena, como también dejó sin solución
alguna la tercera pretensión referida al pago de intereses,
contrariando de ese modo lo prescrito en el artículo 1649 del
Código Civil.
“La inconsonancia por error de actividad procesal
surge así con toda claridad, pues al cotejar lo pedido en la litis con
lo resuelto en el fallo acusado, salta a la vista que éste se profirió
en defecto (incongruencia negativa), toda vez que si bien es cierto
en la parte motiva se estimó y ordenó reconocer el daño
emergente, lo cierto es que no se incluyó en la parte resolutiva,
donde
tampoco
hubo
proveimiento
sobre
los
intereses
deprecados, con lo cual se concedió menos de lo probado: fallo
citra petita”.
S E C O N S I D E R A:
1. Sin excluir cualquier otra finalidad que en él pueda
advertirse, débese admitir que por medio del proceso judicial lo
que se busca es la resolución de una controversia sometiéndola a
P.O.M.C Exp.7232
9
un juicio de autoridad y cuya decisión apareja la actuación del
derecho sustantivo a los hechos que en la causa respectiva
resulten definitivamente fijados.
Así, pues, con el proceso se persigue la obtención de
una decisión judicial que ponga fin al conflicto, declarando la
voluntad del Estado con relación a un caso concreto; y salvo los
casos de terminación anormal del proceso o cualquier otra
vicisitud asimilable a estos, esa decisión se encuentra en la
sentencia. Para asegurarse del cumplimiento de tan trascendental
objetivo dispuso el legislador, en el artículo 304 del Código de
Procedimiento Civil, que ésta debe comprender “una síntesis de la
demanda y su contestación”, la motivación, que deberá “limitarse
al examen crítico de las pruebas y a los razonamientos legales, de
equidad y doctrinarios estrictamente necesarios para fundamentar
las conclusiones...”; y la parte resolutiva, que debe contener “una
decisión expresa y clara sobre cada una de las pretensiones de la
demanda, las excepciones, cuando proceda resolver sobre ellas,
las costas y perjuicios a cargo de las partes y sus apoderados, y
demás asuntos que corresponda decidir...”
Sin embargo, no obstante ser diáfana en la ley esa
segmentación de la sentencia, ella no puede verse de manera
desarticulada, pues según lo ha puntualizado la Corte, la sentencia
conforma una “unidad de motivación y resolución, de manera que
su fuerza tiene que buscarse en su integridad, de modo que en la
motivación está el sustento jurídico de la decisión y no por dejar de
reproducir en esta lo que indiscutiblemente se expuso en aquella,
puede decirse que se dejó de proveer sobre un extremo de la litis...”
(Sentencias del 18 de marzo de 1988 y 12 de junio de 1992).
P.O.M.C Exp.7232
10
Esto es, que si bien no puede negarse que el vigor
imperativo de la sentencia debe buscarse en el apartado dedicado
a contener las resoluciones del juzgador, “ello no significa que,
para analizar el alcance de la parte resolutiva, haya de tenerse en
cuenta solamente la forma de esta, como un postulado autónomo,
sino que su sentido y alcance han de entenderse en armonía con
los fundamentos aducidos en la motivación, en cuanto constituyan
los supuestos necesarios o determinantes del pronunciamiento. Y
es más: como el objetivo de la función del juez en el proceso de
conocimiento es el acto de decisión, en el que se concreta la
voluntad de la ley, debe entenderse que ese acto decisorio se
recoge, no solamente en el sector del fallo formalmente destinado
a servir de sede de la sentencia, sino allí en dondequiera que por
ésta se decida algún punto de la controversia, con esa específica
significativa y, por lo tanto, con destino a producir fuerza de cosa
juzgada sustancial.” (G.J. CXIII, pág. 82).
Es por esto que resulta atinado inferir que la parte
resolutiva de una sentencia comprende “no el pasaje del fallo
colocado en determinado lugar, sino lo que ha sido objeto de la
decisión judicial, cualquiera que sea la forma que revista y el
puesto que ocupe en la sentencia. De ahí que la fuerza de la cosa
juzgada abarque lo mismo lo que ha sido fallado expresamente
como lo que se ha decidido implícitamente. Sólo que esta decisión
implícita debe ser de tal naturaleza que ella necesariamente está
comprendida por lo que fue objeto de resolución expresa” (G.J.
XLIV Pág. 461).
2. Lo anteriormente recapitulado tiene particular
connotación en el asunto de esta especie pues es patente que el
Tribunal, no obstante que en la parte motiva de su sentencia
P.O.M.C Exp.7232
11
precisó que debía modificarse el fallo apelado “para reconocer en
favor del señor VICTOR MANUEL RODRIGUEZ, la suma de
$350.000,00, pesos (sic.), más la corrección monetaria, por los
gastos de entierro de ....”, a pesar de esa elucidación, se decía, tal
condena no se reprodujo en el acápite relativo a la parte resolutiva
de la sentencia. Sin embargo, debe entenderse, a la luz de los
reseñados criterios, que dicha omisión no puede concebirse como
ausencia de decisión sobre el punto, habida cuenta que con
indisputable claridad el sentenciador hizo saber cual era, a su
juicio, la voluntad concreta de la ley en ese punto del litigio,
prescribiendo que la misma debía condensarse en una condena
de $350.000,00, junto con la corrección monetaria pertinente.
En ese orden de ideas, no es posible calificar el fallo
recurrido de inconconsante, toda vez que, reitérase, muy a pesar
que la decisión echada de menos por el recurrente se encuentra
en la parte motiva de la sentencia, no por ello puede aseverarse
que la misma no existió o que carece de vigor vinculante, pues es
innegable que en ella se advierte una resolución nítida e
incontestable sobre ese aspecto del litigio, que reúne todas las
características de una decisión judicial con fuerza obligatoria.
3.
Es evidente, en cambio, que el fallador dejó de
ocuparse de la pretensión relativa al pago de “los intereses de la
suma que se fije como indemnización desde la fecha del daño hasta
el momento real y efectivo del pago”, incurriendo, por ende, en el
fallo diminuto por el que se le acusa. Por consiguiente, la sentencia
recurrida habrá de casarse para adicionarla en tal sentido.
PRIMER CARGO
P.O.M.C Exp.7232
12
También con apoyo en la causal primera de casación,
se acusa la sentencia impugnada de ser violatoria, en forma
directa y por interpretación errónea, del artículo 411 del Código
Civil; equivocada inteligencia que condujo al juzgador a dejar de
aplicar los artículos 1494, 1613, 1614, 2341 y 2356 del mismo
Código.
Refiriéndose a la interpretación errónea por la que se
queja puntualizó el inconforme que el Tribunal, al desestimar la
pretensión resarcitoria por lucro cesante en relación con la muerte
de Nubia Janeth Rodríguez Franco, con fundamento en que no se
demostró la dependencia económica de sus padres respecto de la
víctima, dijo atenerse a la jurisprudencia asentada por la Corte
Suprema de Justicia, pero lo hizo con un sentido distinto a la
norma y al fin perseguido por la jurisprudencia reseñada.
Transcribe, a continuación, el impugnante algunas
decisiones, proferidas, tanto por esta Corporación, como por el
Consejo de Estado, para sostener que de ellas fluye que el
Tribunal no estuvo acertado al interpretar el artículo 411 del
Código Civil, “pues ciertamente la jurisprudencia nacional presume
en los alimentarios el perjuicio material reclamado”, motivo por el
cual los padres de Nubia Janeth Rodríguez Franco están
legitimados para pedir la indemnización por lucro cesante, en
razón del perjuicio económico sufrido por la muerte de la hija,
quien les brindaba ayuda, quedando este punto suficientemente
establecido con la demostración del vínculo jurídico que la unía a
ellos con la causante y con la capacidad de sostenimiento de ella,
todo lo cual está acá probado, aunque, precisa, la discrepancia
con el fallo recurrido no es de carácter fáctico, sino “en el ámbito
de la inteligencia de la norma (error in judicando), y no en cuanto a
P.O.M.C Exp.7232
13
los presupuestos de hecho, ya que en este terreno hay total
identidad con la decisión”.
Lo que se evidencia es el yerro hermenéutico del
sentenciador en la aplicación del artículo 411 del Código Civil,
pues resulta claro que a esta norma se le dio un sentido y alcance
que no tiene,
lo que, a su vez, condujo a la violación de los
artículos 1494, 1613, 1614, 2341 y 2356 del Código Civil, porque
cuando declaró la responsabilidad civil “aquiliana”, lo hizo en
cuanto entendió que se reunían sus elementos estructurales,
como son el daño, la culpa y la relación de causa a efecto entre
ambos, debió, igualmente, aplicar tales reglas legales, para así
dispensar la tutela jurídica incoada por los padres de Nubia Janeth
Rodríguez Franco, haciendo imperativo el resarcimiento integral
de los perjuicios sufridos por ellos a raíz del trágico deceso de su
hija.
TERCER CARGO
Con fundamento en la causal primera de casación, se
denuncia en él la infracción indirecta del artículo 411 del Código
Civil y como “violación medio” la del artículo 187 del Código de
Procedimiento Civil. La indebida aplicación de aquél precepto se
originó, según el censor, en el error de derecho en que incurrió el
Tribunal al apreciar las pruebas, equivocación que, a su vez, lo
condujo a dejar de aplicar los artículos 1494, 1613, 1614, 2341 y
2356 del Código Civil.
Refiriéndose a la aplicación indebida del artículo 411
del Código Civil, señaló el recurrente que el Juzgador al confirmar
la apelada negó la indemnización de los perjuicios materiales
P.O.M.C Exp.7232
14
reclamados por los padres de Nubia Janeth Rodríguez Franco,
“por no haberse demostrado la dependencia económica respecto
de la víctima”. No obstante, aunque el Juzgador dijo basar su
providencia en jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia,
hizo caso omiso de ella, pues según ésta corresponde a quien
desconoce la legitimación del demandante demostrar no sólo el
hecho del incumplimiento de los alimentos, sino también la
extinción futura de dicho derecho o la imposibilidad absoluta de su
satisfacción.
Agrega el censor, no sin antes citar alguna sentencia
de esta Corporación, que el perjuicio económico ocasionado a los
padres de Nubia Janeth por la muerte de su hija que les brindaba
apoyo queda demostrado “con el vínculo jurídico de la relación
familiar existente entre la causante y ellos”, el cual está acreditado
en el proceso y no fue echado de menos por el juzgador ad-quem,
motivo por el cual sobre el punto no hay controversia con la
sentencia impugnada. El error de derecho “manifiesto” en que
incurrió el Tribunal surgió al apreciar el acervo probatorio, “toda
vez que para la prueba de los perjuicios por lucro cesante exige la
demostración de la dependencia económica, prueba ésta que
legalmente no se requiere, en tanto que deja de apreciar la prueba
que la ley considera suficiente, como es el caso de los registros
civiles que acreditan el parentesco y defunción de la causante, lo
mismo que la certificación sobre la productividad de Nubia Janeth,
con lo que se hace patente la violación medio del artículo 187 del
Código de Procedimiento Civil que ordena apreciar las pruebas en
conjunto, y consecuentemente dicho quebranto conduce a la
violación indirecta del canon 411 del Código Civil por aplicación
indebida, en cuanto esta norma presume los perjuicios en los
alimentarios, máxime cuando el fallo acusado constituye su único
P.O.M.C Exp.7232
15
fundamento en la exigencia de la prueba de la dependencia de
subsistencia”.
El aludido error de derecho condujo a la violación, por
falta de aplicación, de los artículos 1494, 1613, 1614, 2341 y 2356
del Código Civil, preceptos estos que constituyen los fundamentos
“axiológicos” de la responsabilidad civil extracontractual y cuya
aplicación se hace imperativa a fin de conceder el amparo jurídico
solicitado por los padres de Nubia Janeth, “lo cual sólo se logra
mediante el resarcimiento integral de los perjuicios irrogados a los
demandantes con el fallecimiento de su hija; esto es, la condena
por daño moral y material de los demandados, conforme lo
ordenan los señalados artículos, especialmente los artículos 2341
y 2356 que se violan indirectamente por falta de aplicación”.
S E C O N S I D E R A:
1. Como es patente en la sinopsis que de ambos
cargos se hiciera, en ellos subyace como argumento medular que
el Tribunal malinterpretó el artículo 411 del Código Civil, por no
inferir de tal regla jurídica que la ley presume los perjuicios
materiales sufridos por los padres, originados en la muerte de sus
hijos, sólo que dicha acusación, que en el primer cargo es frontal,
en el tercero, no obstante ser notorias las deficiencias de índole
técnica en la formulación del cargo, se encuentra encubierta
detrás de hipotéticos yerros de apreciación probatoria; empero,
siendo innegable la señalada coincidencia la Corte despachará
conjuntamente tales imputaciones.
2. No cabe duda alguna que en nuestro ordenamiento
el daño es uno de los elementos medulares de la responsabilidad
P.O.M.C Exp.7232
16
civil, al punto que todo esfuerzo por establecerla se torna vano si
no existió un perjuicio, o si éste no se pudo probar o determinar;
de ahí que deba concluirse sin titubeo alguno que no puede existir
responsabilidad civil sin daño; por supuesto que la obligación de
reparar un perjuicio no entraña cosa distinta que la necesidad de
trasladar a otro los efectos nocivos del detrimento sufrido por la
víctima a raíz de un determinado acontecimiento, todo ello dentro
de un contorno de equidad, equilibrio y solidaridad.
Pero, además, no basta con alegar y demostrar
cualquier menoscabo, pues el compromiso asumido por el actor es
el de acreditar la existencia de un perjuicio cierto, o sea aquél que
comporta la lesión de un interés real y verdaderamente existente,
con tal grado de certidumbre que pueda establecerse que por
razón del hecho de cuyo acontecimiento el demandante se duele,
su situación sufrió un deterioro; circunstancia que, desde luego,
excluye las simples conjeturas o el detrimento meramente
hipotético o eventual.
De modo que si se trata de reclamar el daño material
sufrido por la muerte de un hijo, no le es suficiente a los padres
demostrar el vínculo de parentesco que los une con el fallecido,
sino que, además, deben acreditar que al momento de su deceso,
su subsistencia dependía total o parcialmente de él, puesto que de
no ser así, esto es, si no derivaban de él su sustento o no recibían
de éste contribución alguna para su manutención, no puede
decirse que su fallecimiento les hubiese ocasionado un detrimento
patrimonial, desde luego que si ninguna ayuda económica les
brindaba el hijo, con su muerte nada dejan de percibir. Podría
replicarse que los padres perdieron la posibilidad de reclamar de
su descendiente su asistencia, en caso de hacerse ella necesaria,
P.O.M.C Exp.7232
17
mas se trataría, en ese evento, de un daño hipotético, ya que se
fincaría en meras conjeturas como, por ejemplo, que los padres
llegaren a verdaderamente necesitar algún día la ayuda
económica del hijo, o que éste estuviese en posibilidad, para esa
época, de concedérsela.
Por consiguiente, quien reclame la existencia de un
perjuicio derivado de la pérdida de un auxilio económico debe
acreditar que lo recibía, pues no existe precepto legal alguno que
exonere, en la hipótesis de que se ha venido hablando, a los
padres de probar la existencia del daño que reclaman, mucho
menos el artículo 411 del Código Civil, de cuyo contenido no se
vislumbra, ni por asomo, una inferencia de ese talante.
Otra
cosa
es
que,
en
determinados
casos,
francamente excepcionales ( por ejemplo la sentencia del 24 de
junio de 1996), la Corte, dentro de las limitaciones propias del
recurso extraordinario de casación, no hubiese estimado como
contrarias a la evidencia aquellas inferencias de los juzgadores de
instancia por medio de las cuales, estos, atendiendo las
singularidades del asunto sometido a su examen, coligieron de
algunos supuestos de facto propios del mismo, mediante una
presunción de hecho, no legal, que el aludido auxilio económico
realmente se proporcionaba. Trátase, consecuentemente, de
“praesumtiones hominis o facti”, de las que se vale el sentenciador
para formarse, de la mano de las reglas de la experiencia, el
convencimiento necesario para decidir un litigio, atendiendo para
tal efecto el giro normal o usual de los acontecimientos. Como es
sabido, dichas presunciones judiciales aparejan una inferencia
lógica del fallador que le permiten adquirir convencimiento acerca
de la existencia de un hecho hasta entonces desconocido, con
P.O.M.C Exp.7232
18
fundamento en otros demostrados en el proceso, auxiliándose
para tal efecto de las reglas de la experiencia que le indican la
forma como suelen ocurrir un determinado acontecimientos.
Mas,
como
arriba
se
ha
puntualizado,
dichas
deducciones obedecen a razonamientos de índole probatoria del
juzgador y que, en cuanto tales, tienen como punto de partida un
hecho o una situación debidamente probada en el proceso. En
consecuencia, como no se trata de una presunción prevista en la
ley, su omisión no apareja una violación directa de ésta.
Resulta palmario, entonces, que si a juicio del censor
el Tribunal debió arribar a una inferencia de esa índole, su
eventual omisión no puede denunciarse como una infracción
directa de la ley, pues ya está visto que no existe norma alguna
que consagra una presunción de ese linaje, sino que, por el
contrario, debió denunciar el desconocimiento de las pruebas que
en su entender eran demostrativas de los hechos que le habrían
permitido al sentenciador alcanzar la anotada deducción. Por tal
razón el cargo primero de la demanda no puede abrirse paso.
3. Tampoco prospera el cargo tercero porque, si bien
se anunció como la imputación de la infracción indirecta de la ley,
los argumentos que lo soportan son los mismos que estructuran el
cargo que acaba de denegarse. Y aunque se advierte en él que el
recurrente denunció la violación del artículo 187 del Código de
Procedimiento Civil, aduciendo que el sentenciador no valoró las
pruebas en conjunto, lo cierto es que se abstuvo de precisar en
qué consistió el yerro denunciado, tarea que, como es sabido,
“entraña poner en evidencia que la labor valorativa del juez fue
ajena al análisis de conjunto requerido por el precepto en
P.O.M.C Exp.7232
19
comento, es decir, poniendo de manifiesto que la apreciación de
los medios de prueba fue una tarea aislada en la cual no se
buscaron sus conexidades y coincidencias” (Casación del 13 de
octubre de 1995), nada de lo cual ocupó la atención del recurrente.
Puestas así las cosas, es patente que los reproches
no se abren paso.
SEGUNDO CARGO
Igualmente apuntalado en la causal primera de
casación, se acusa en él la sentencia impugnada de ser
directamente
violatoria
del
artículo
307
del
Código
de
Procedimiento Civil, por haberse dejado de aplicar dicho “precepto
sustancial”.
Aseveró al respecto el censor que el aludido artículo
307, modificado por el Decreto 2282/89, artículo 1° numeral 137,
en tono imperativo le ordena al superior extender la condena en
concreto hasta la fecha de la sentencia de segunda instancia. En
este caso el fallador ignoró tal precepto en relación con el mandato
de indexar la condena por daño moral relativa a las muertes de
Nubia Janeth y Yeimy Catherine Rodríguez Franco, Leidy
Marroquín Rodríguez y Andrés Enrique Rodríguez, pues aunque
encontró fundado el “pretium doloris” en los demandantes y acogió
esta pretensión, no actualizó la condena conforme lo ordena la
precitada norma.
El artículo 16 de la Ley 446 de 1998, añade,
complementa el artículo 307 del estatuto adjetivo civil al disponer
que “… ‘la valoración de daños irrogados a las personas y a las
P.O.M.C Exp.7232
20
cosas, atenderá los principios de reparación integral y equidad y
observará los criterios técnicos actuariales’”. En consecuencia, al
proferirse el fallo de segunda instancia en la forma indicada, se
conculcó directamente el citado artículo 307 y con ello se produjo
al respecto una condena en cuantía inferior a la realmente debida
por la demandada, dado que la jurisprudencia ha dicho que toda la
obligación que se soluciona mucho tiempo después de su
exigencia, debe llevar implícita la corrección monetaria.
Para concluir acota que el reparo formulado es por el
error jurídico cometido, luego se trata de “una controversia de puro
derecho que no involucra confrontación sobre conclusiones
fácticas del ad-quem, amén de que no hay lugar a invocar otro
concepto diferente de violación”.
S E C O N S I D E R A:
1. Como es diáfano en la síntesis que del cargo se ha
hecho, el impugnante se duele de la violación directa del artículo
307 del Código de Procedimiento Civil, asumiendo para tal efecto
que dicho precepto es de índole sustancial.
Empero, es patente, que la Corte, cuando en pretéritas
ocasiones sostuvo que la norma en comento alcanzaba la citada
calidad se atuvo a la estructura y función que ella tenía antes de la
reforma que le introdujo el Decreto 2282 de 1989, infiriendo el rango
sustancial de la misma en que no se conformaba con señalarle al
juez un determinado comportamiento al proferir la sentencia
condenatoria, sino que, además, consagraba en favor de los
litigantes el derecho a que la condena fuese en concreto o en
abstracto, dependiendo de que del acervo probatorio existente en el
P.O.M.C Exp.7232
21
proceso permitieran o no conocer con precisión el monto o cuantía
de la prestación reconocida.
Empero, como oportunamente puntualizara la Corte,
“...Con ocasión de la reforma introducida por el Decreto 2282 de
1989 al C. de P.C., el artículo 307 fue materia de una profunda y
radical transformación.
Su expresión actual, en los apartes que
interesan para el despacho del presente cargo, es la siguiente: ‘La
condena al pago de frutos, intereses, mejoras, perjuicios y otra cosa
semejante, se hará en la sentencia por cantidad y valor
determinados.
Cuando el juez considere que no existe prueba
suficiente para la condena en concreto, decretará de oficio, por una
vez, las pruebas que estime necesarias para tal fin.... De la misma
manera deberá proceder el superior para hacer la condena en
concreto omitida total o parcialmente por el inferior, o para extender
la condena en concreto hasta la fecha de la sentencia de segunda
instancia, aun cuando la parte beneficiada con ella no hubiese
apelado. El incumplimiento de lo dispuesto en este artículo,
constituye falta sancionable conforme al régimen disciplinario...’.
“Es, pues, indisputable que la posibilidad jurídica de
emitir una condena in-genere ha desaparecido. La norma es
categórica cuando determina que la condena, por los aspectos
antes citados, debe hacerse por cantidad y valor determinados.
“Ahora bien, tampoco se puede negar, pues ello brota
con toda nitidez de la innovación legislativa, que la norma, en su
nueva formulación, contiene una pauta para el juez, como que le
señala el camino a seguir a fin de que la condena, cuando haya
lugar a proferirla, lo sea de manera concreta. Y si alguna duda
pudiere subsistir en torno a la condición de regla de conducta para
P.O.M.C Exp.7232
22
el juez que se le adscribe, ella se disipa observando que el inciso
últimamente transcrito dice que el juez incurre en falta reprimible
disciplinariamente cuando se abstiene de proceder según se le
indica en la regla legal”.
Y más adelante destacó que sin con anterioridad a la
reforma se sostuvo tal cosa, “hoy ya no es posible por la sencilla
razón consistente en que el supuesto sobre el cual se levantaba el
derecho deducido por la jurisprudencia ha desaparecido. Con mayor
aproximación, si antes se planteaba una alternativa entre que la
condena pudiera ser en concreto o en abstracto, extremos de los
que se hacía depender la condena cuando se juzgaba pertinente
su proferimiento, hoy ya las cosas no pueden asumir ese cariz,
como que la cantidad y el valor determinados, de los que habla el
precepto, han dejado de ser aspectos postergables del derecho,
para convertirse en elementos cuya definición tiene que marchar a
la par con el de la presencia misma del concepto respectivo, o sea,
para el caso, con la del perjuicio” (Sentencia del 29 de noviembre
de 1993).
2. Resulta axiomático, en consecuencia, que habiendo
fincado el censor la acusación sobre la violación del aludido artículo
307 del Código de Procedimiento Civil, el cargo deviene en
defectuoso por no haberse dolido en él del quebrantamiento de una
norma de rango sustancial; desde luego que, como ha quedado
dicho, la citada disposición legal carece actualmente de tal calidad,
debiéndose subrayar, por el contrario, como allí se hizo, su carácter
instrumental, esto es, de regla orientadora de la actividad procesal
del juez, motivo por el cual su transgresión no puede alegarse por
ninguna de las causales previstas por el legislador para denunciar
errores de juicio del juzgador, como aquí ha sucedido.
P.O.M.C Exp.7232
23
Subsecuentemente, el cargo no se abre paso.
SENTENCIA SUSTITUTIVA
Como quiera que prosperó el cuarto cargo de la
demanda de casación, en el que el recurrente se quejó porque el
sentenciador se abstuvo de pronunciarse sobre los intereses
reclamados y siendo que a ellos hay lugar por ser tal la ganancia
que el demandante VICTOR MANUEL RODRIGUEZ dejó de
percibir por el dinero que dispuso para los funerales de sus
parientes, se impone adicionar el fallo recurrido en tal aspecto.
DECISION
Por lo expuesto, la Sala de Casación Civil de la Corte
Suprema de Justicia en nombre de la República y por autoridad de
la ley CASA PARCIALMENTE la sentencia del 9 de febrero de
1998, proferida por la Sala Civil del Tribunal Superior de Ibagué
dentro de los procesos acumulados adelantados por SEGUNDO
FLORENTINO PARADA y otros, cuyos nombres ya se indicaron,
contra la SOCIEDAD TRANSPORTES RAPIDO TOLIMA S.A., y
otro, en los términos anotados en su oportunidad; y, actuando en
sede de segunda instancia, dispone adicionar el fallo recurrido para
condenar a la parte demandada a pagar un interés del 6 % anual
sobre la suma de $350.000,00 que, junto con su corrección
monetaria, se ordenó satisfacer en favor del demandado VICTOR
MANUEL RODRIGUEZ, a partir de su desembolso.
P.O.M.C Exp.7232
24
Sin lugar a costas en el recurso de casación
Cópiese y Notifíquese
PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA
MANUEL ISIDRO ARDILA VELÁSQUEZ
JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR
CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO
SILVIO FERNANDOTREJOS BUENO
P.O.M.C Exp.7232
25
CESAR JULIO VALENCIA COPETE
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA
P.O.M.C Exp.7232
26
Descargar