Derechos reservados © 2006, Incidencia Democrática 12 Calle 33-83, Zona 7 Colonia Tikal II Guatemala, Guatemala www.i-dem.org [email protected] Primera edición: 1500 ejemplares xxxxxxxxxxx del 2006 Equipo Investigador: Margarita Castillo Investigadora Virginia Godoy Asistente de Investigación Enrique Álvarez Director de la investigación Fotografía de portada: Roberto Mercatante Diseño y diagramación: Elisa Álvarez La realización de este estudio y su publicación ha sido posible gracias al apoyo de: Incidencia Democrática, I.DEM, desarrolla su t r abajo de investigación, análisis, incidencia y derecho a la información, comprometida con la construcción de un Estado democrático de derecho, y busca proporcionar herramientas científicas, técnicas y políticas para promover una efectiva acción ciudadana. Incidencia Democrática se ha propuesto aportar desde las ciencias sociales y el relacionamiento multisectorial al fortalecimiento de una sociedad democrática y participativa, con respeto a la pluralidad étnica, cultural y lingüística, en la construcción de una Nación incluyente, con justicia social, equidad de género y el respeto al entorno y la biodiversidad. índ Introducción 9 Capítulo I Marco Conceptual 12 1. Breve acercamiento al tema 12 2. Aproximación a la definición de las Maras 14 3. Un acercamiento al tema desde la tolerancia 15 4. Modelos Conceptuales acerca de la violencia 17 5. Violencia de Género y relaciones de poder 20 Capítulo II Marco Metodológico 22 1. Trabajo de Campo 23 1.1 Técnicas 23 1.2 Instrumentos 23 1.3 Selección de las muestras 23 1.4 Caracterización de las muestras 23 1.4.1 Ex mareras/os y mareras/os activas/os 23 1.4.2 Jóvenes en riesgo 23 1.5 Procesamiento y análisis de la información 24 1.6 Límites espaciales 24 Capítulo III 1. Análisis de resultados 1.1 Presentación 25 1.2 Breve acercamiento al tema de la violencia 26 1.3 Marco Contextual 1.3.1 Una interpretación del contexto citadino 31 1.3.2 ¿Qué sucede con las regulaciones sociales urbanas? 32 1.3.3 Indicadores sociales y jóvenes 34 1.3.4 Educación 36 1.4 Organización de las maras 38 1.4.1 Subsistema de gestión 39 1.4.2 Gestión en las maras 1.4.2.1 Estructura orgánico funcional 45 1.4.2.2 Un intento de caracterización de las maras y las/os mareras/os 51 1.4.2.3 Expresiones comunicacionales 56 1.4.2.4 Objetivos organizacionales 57 1.4.2.5 Liderazgo en las maras 60 ice 2. Subsistema valórico-normativo 63 2.1 Subsistema de valores y normas 64 2.2 Valores religiosos 70 2.3 Otras reglas y disposiciones 72 2.4 Solidaridad intra-maras, intra vecinos/as 77 3. Subsistema Psicosocial 82 3.1 Intento de una tipología de identidad marera 83 3.2 Identidad en la individuación, en la grupalidad 86 3.3 ¿Quién y cómo se visibiliza a las y los jóvenes mareras/os? 90 4. Subsistema de información 91 5. Subsistema estructural 94 5.1 División social del trabajo 94 5.2 Ingreso a la mara 96 5.3. Egreso de la mara 98 6. Violencia de Género 102 7. Nuevos aprendizajes 107 8. Políticas públicas de prevención de la delictuosidad 8.1 Prevención de la delictuosidad e investigación criminal 111 8.2 Políticas de prevención versus actuaciones represivas 113 9. Rehabilitación ¿una alternativa? 118 Conclusiones 119 Recomendación 121 Bibliografía 122 Anexo 1 Caracterización de las y los jóvenes en riesgo entrevistadas/os 126 Anexo 2 Caracterización de las y los jóvenes ex mareros entrevistadas/os 127 Anexo 3 Tema: Violencia contra la mujer en las maras 128 Hemerografía 129 Anexo 4 Guía de entrevistas 130 Anexo 5 Glosario 131 Anexo 6 Listado de entrevistados y entrevistadas 135 introducción I n t ro d u c c i ó n E l presente documento refiere un análisis exploratorio sobre el tema de la violencia en los colectivos juveniles conocidos como maras. El camino recorrido por el equipo investigador y el director del proyecto, estuvo matizado por descubrimientos novedosos, pero igualmente por una comprensión más cercana y humana a los temas de la conflictividad, afectividad y psicología humanas de las y los jóvenes vinculados a estos colectivos. Reconocemos que el fenómeno de la violencia no es nuevo, y que también es multicausal y multidimensional, así como que los resultados alcanzados a través de esta investigación no agotan esa vasta complejidad. En todo caso, por tratarse de un estudio básicamente cualitativo, se ahondó en la identidad individualizada y la colectiva que conforman estos/as jóvenes. Por tal razón, el estudio no pretendió establecer generalizaciones. Los hallazgos más interesantes nos acercaron a plantear que las actitudes agresivas y violentas provocadas por los y las mareras, tienen su correlato en una débil construcción de la autoestima y la identidad, factores que consideramos determinantes. Así también que existe una profunda necesidad en los y las jóvenes (como sucede con los adultos también) de adscribir su pertenencia a ciertas expresiones, las cuales pueden ser agrupaciones, colectivos u otros; para el caso, los y las jóvenes han optado por su pertenencia a las maras. Otro factor que consideramos desencadenante de actuaciones agresivas y violentas, son las frustraciones por las que atraviesan estos jóvenes, de frente a la negación de oportunidades (educativas, sociales, laborales y de otro tipo). La identidad individual y la grupal, como la que se produce por su pertenencia a una mara, llena un vacío existencial, el cual lamentablemente no es suplido por oportunidades de crecimiento personal, social, económico, afectivo, psicológico y demás; ni en su entorno familiar ni a través de políticas de Estado que atiendan los temas de niñez y juventud, Un estudio exploratorio 9 introducción aparte de limitados efectos de quienes buscan alternativas de rehabilitación. Otro elemento determinante es el aprendizaje. Muchas conductas se asumen por aprendizajes que se producen en el seno familiar y los que derivan del contexto más ampliado. La discriminación, subordinación y violencia en contra de las mujeres son aprendizajes cotidianos de estos jóvenes, por lo que es muy fácil que los asuman en su comportamieto con las mujeres que pertenecen a estas agrupaciones y con las que no. Aunque la violencia hacia el género femenino, no es privativa de estos colectivos, sin embargo sus expresiones son de profunda agresividad hacia las mujeres. En estas agrupaciones también las jóvenes mareras se asumen violentas y lo internalizan como parte de su ser genérico. Guatemala, es un país atravesado por una historia de violencia y prácticas asociadas a ello, por tal razón es comprensible (aunque nunca justificable), que en esta sociedad aniden grupalidades de jóvenes que promueven y practican la violencia y que encuentren las condiciones para operar, fortalecerse y crecer. Es importante señalar que los y las jóvenes mareras experimentan de manera más o menos permanente y sostenida la violencia, así como también la discriminación por su pertenencia grupal. Derivado de todo ese círculo vicioso de violencia también la practican y lo que es más grave la justifican. El potencial analítico, de liderazgo, de ciertas habilidades y particular comprensión de la realidad, ampliamente desarrollados por estos jóvenes (lo cual pudo comprobarse a través del trabajo de campo), pierde sentido cuando ello se utiliza para prácticas agresivas y violentas. Rescatar tales habilidades y destrezas y potenciar otras debiera ser compromiso de la institucionalidad del Estado en su conjunto. La estructura orgánico funcional de las maras es simple, pero funcional. Se basa y obtiene resultados derivados del cumplimiento de un código valórico normativo que orienta la conducta y procederes de la mara. En ello destaca como elemento fundamental, su pertenencia al colectivo, a la “mara”. Como recomendación inicial única planteamos la necesidad de abrir espacios de discusión, debate y propuesta desde los y las jóvenes, pertnez10 MARAS Y VIOLENCIA introducción can o no a estos colectivos, en el ánimo de comprensión del fenómeno, fortalecer liderazgos positivos y comprometerles con una propuesta que sí puede tener horizonte. Sin embargo esto será solamente una parte del camino por andar, la otra y la más trascendente: comprometer a la institucionalidad del Estado, por incorporarse no sólo al debate sino a la propuesta también. Seguramente el camino será largo y difícil, sin embargo no hay alternativa debemos intentarlo. El documento que presentamos se divide en 3 capítulos, en estos se desarrolla: • Marco conceptual • Marco metodológico • Análisis de resultados y conclusiones y recomendación También contiene: • Bibliografía • Anexos Dejamos constancia de un profundo agradecimiento a los y las jóvenes anónimos, quienes desinteresadamente contribuyeron con el equipo investigador, a través de sus comentarios, análisis, información, datos y apreciaciones para construir un esfuerzo analítico orientado hacia la comprensión de la violencia. Otro agradecimiento va dirigido a las personas profesionales conocedoras del tema, quienes sostuvieron entrevistas con el equipo y en algunos casos nos facilitaron materiales de lectura. Finalmente un reconocimiento, al director del proyecto, quien retroalimentó los avances de este informe, para poder cumplir con la rigurosidad teórica y metodológica, que impone el tema. Equipo investigador Guatemala, septiembre de 2005 Un estudio exploratorio 11 capítulo I Capí tulo I M a rco Con ce ptu al 1. Breve acercamiento al tema S i bien es cierto que los marcos conceptuales se utilizan para fundamentar la visión del investigador respecto de algún o algunos temas de estudio, no es menos cierto que de éstos derivan interrogantes a ser profundizadas en futuros estudios. Hecha tal aclaración, este marco combina el debate con las interrogantes, de las cuales algunas no fueron respondidas en este estudio, por cuestiones de los límites prefijados, pero que sin embargo merecen profunda atención. El equipo investigador propuso, inicialmente, analizar el fenómeno de la violencia en los colectivos juveniles llamados maras, a la luz de la Sociología, sin embargo los primeros acercamientos con expertos sobre el tema y con el tema mismo, dieron por resultado un replanteamiento. De tal manera que, si bien es cierto no se deshecha el enfoque Sociológico, se incluye también el de la Psicología Social. Fundamentalmente porque desde dicha disciplina puede comprenderse el fenómeno de la violencia a partir de la subjetividad humana y con ella de la identidad y la autoestima. Tal perspectiva, a nuestro juicio, nos acerca a un análisis más preciso de la violencia, porque toma en consideración la naturaleza subjetivo-afectiva de la cultura humana, tal por ejemplo, el universo evaluativo moral y otros de importancia. La justificación de nuestro planteamiento obedece a que la mayoría de estudios sobre la violencia generalizada o particularizada, como es la de género, ponen el énfasis en variables socioeconómicas; lo cual no descartamos, sin embargo en el ánimo de enfocar el problema desde una 12 MARAS Y VIOLENCIA capítulo I visión menos explorada y más certera e integral, asumimos desde la Sociología y la Psicología Social, varios presupuestos orientadores del estudio, estos fueron: • Que la violencia es un fenómeno de los múltiples: dimensional, direccional y causal, de manera tal, que su abordaje requiere tal consideración. • Que el sujeto de la violencia es en cada momento histórico distinto. • Que el fenómeno debe desagregarse en objeto, sujeto y formas que adquiere la violencia, para comprender lo que a cada uno compete. • Que los estadios de la violencia nos refieren a un momento inicial, el que es consigo mismo/a, para luego dar paso a la que se ejerce hacia los y las otras. • Que la agresión y la violencia no están determinadas por la pertenencia de clase, lo cual invalida el difundido criterio sobre que en los contextos y ambientes más pobres la gente es más violenta. Agresión y violencia son parte de un contínum que deviene de las desiguales relaciones de poder entre los hombres y las mujeres, los y las niñas y jóvenes y los adultos; los grupos étnicos; las minorías (gays, travestis y lesbianas) etc. La complejidad del fenómeno es tal, que no se reduce a la simplista ecuación de: a mejores condiciones económicas de vida menos proliferación de jóvenes vinculados a maras. Y aunque haría falta realizar un estudio cuantitativo mucho más profundo, respecto del origen de clase de la membresía de las maras, el trabajo de campo ha evidenciado la presencia de jóvenes de distintos orígenes de clase en éstas, por lo que cabe plantearse la interrogante ¿por qué algunos jóvenes de estratos sociales empobrecidos, no han optado por pertenecer a alguna mara para resolver sus carencias y por qué otros sí? O ¿por qué jóvenes de estratos sociales con mejores condiciones de vida han optado por pertenecer a alguna mara? Para expresarlo en pocas palabras, explicar y analizar el fenómeno de la violencia y de ésta la de género desde las maras, requiere la articulación sistémica de una serie de variables sociales, económicas y psicológicas, así como la inclusión de la perspectiva de género. Un estudio exploratorio 13 capítulo I 2. Aproximación a la definición de las Maras En una revisión conceptual encontramos palabras que nos acercan al sentido orgánico de asociarse para delinquir, por ejemplo el concepto “banda”, éste se define como asociación armada organizada con fines criminales. Por su parte la palabra gangster (voz anglo-americana) refiere a miembro de una banda que practicaba negocios clandestinos controlados por elementos italo americanos, más o menos relacionados con la mafia (Diccionario Larousse). Al gangster también se le define como la persona que recurre a medios poco escrupulosos por ganar dinero u obtener ventajas. A la pandilla como grupo de gente que se reúne para algún fin, sea éste positivo o negativo (pandilla de amigos/as o de ladrones/as). En el estudio “Maras y Pandillas en Centroamérica” (Managua. UCA. 2001), se hace referencia a que la palabra mara podría provenir de marabunta, el mismo alude a que el concepto también se refiere (en sentido figurado) a grupos de gente alborotada y tumultuosa1. Otros sostienen que la voz mara es apócope de la palabra marabunta2. En pocas palabras se sostiene que “Muy probablemente lo imprevisible y devastador de su migración masiva dio pie a que se tomara, tanto el nombre completo como posteriormente su abreviación, para designar al fenómeno de las pandillas callejeras... Si bien creemos que ésta es una explicación bastante aceptable, también diríamos que la palabra mara no siempre se asoció a lo devastador, en tanto que muchos jóvenes se referían a así a los grupos de amigos (aún se utiliza de esa manera) que se reunían a charlar y pasar el tiempo como la “mara”, sin connotaciones negativas. Un ejemplo en este sentido, es el comportamiento urbanístico introducido en la ciudad de Guatemala y otras ciudades de la sub región, a patir de la construcción de colonias3, como conceptos nuevos de relacionamiento vecinal, que dio paso a la alternativa de asociarse en grupos juveniles, que delimitaban territorio, amistades, intereses, y que de alguna manera eran rivales a otros grupos pertenecientes a otras colonias o Dic c io na r io de la Real Ac a de m ia de la Lengua Española, edición 1992. Levenson, D. y otros (1996. 3ra. edición). Por sí mismo s. Un estud io pre l i m i nar de las “ ma ras” en la ciudad de Gua t e mala. En Cua de r no de Investigación No. 4. Guatemala: As o c iación para el Av a nce de las Cie nc ias Sociales en Gua t e mala –AVANCSO-, p. 22. 3 S u b u r b io o barria da con un concepto urbanístico mo de r no, int ro duc ido en los años ses e nt a . 1 2 14 MARAS Y VIOLENCIA capítulo I agrupaciones. Sin embargo, estos comportamientos no necesariamente estaban asociados (aunque podían incluirlos) a formas agresivas o violentas de relacionamiento, al menos en sus inicios. En todo caso las manifestaciones agresivas y violentas eran menos peligrosas y no estaban en correlación con la delincuencia, aunque podría ser que estos grupos hayan sido los incubadores de posteriores colectivos juveniles asociados a la delictuosidad. 3. Un acercamiento al tema desde la tolerancia El abordaje desde una visión más integral del tema de maras, y la violencia en general, y como parte de ésta la de género que ejercen estos colectivos, nos refiere a una diversidad de conceptos y principios que si bien por sí solos no explican el fenómeno, sí aportan elementos para un análisis más riguroso del mismo. Una opinión difundida es que en sociedades de gran complejidad cultural (las pluriculturales, por ejemplo), como es el caso de la nuestra, si se asumiera de manera coherente el principio de la tolerancia, buena parte del camino para alcanzar la convivencia social pacífica estaría resuelto. Se la considera (a la tolerancia), como el presupuesto fundamental para construir la democracia. En el fondo se trata de principios filosóficos que nos acercan a reflexiones profundas respecto del reconocimiento de las otredades. Ello implica respeto por las diferencias, la pluralidad, la multiculturalidad y los valores de la diversidad y la inclusión; como paso previo indispensable para la construcción de la interculturalidad. En materia de convivencia social es un gran reto, en tanto y por cuanto la sociedad guatemalteca no es, precisamente, una sociedad que promueva la tolerancia a las diferencias y a lo diverso. De todos es sabido que las raíces de la intolerancia y de sus productos inmorales e inhumanos, son múltiples y heterogéneos, de tal manera que se ha desarrollado diversidad de modelos explicativos. El abanico es amplio y vasto, incluye visiones de lucha de clases, economicistas, de desigualdad y explotación, anti-valores, migraciones, discriminaciones de género y étnicas, hostilidades históricas, procesos de urbanización, desde la sociología y psicología las relaciones de poder y el autoritarismo, así como la desintegración familiar y del tejido social y otras muchas más. Cualesquiera sean las causas la intolerancia deviene en violencia. Un estudio exploratorio 15 capítulo I Quienes se suman a la argumentación de la oportunidad sostienen, que la intolerancia, debe ser rechazada ya que es contraproducente, especialmente para el o la intolerante, en tanto que quienes son sujetos de la acción intolerante tienen “la noble ocasión de poner a prueba la autenticidad de sus convicciones, consolidando en ello su adhesión a los mismos, mientras que los primeros desarrollan un espíritu de persecución y violencia ciertamente negativo, si no incluso innoble” (D´agostino, F.: 1995, 215). Sin embargo, la crítica más profunda que podría hacérsele al principio de la tolerancia es en términos conceptuales. Según D´agostino, podría utilizársele para “denotar una convicción simplemente pragmática según la cual es oportuno que el error (en el plano teórico) o el mal (en el plano práctico) no se combatan jamás sino que siempre, y solamente, sean soportados” (1995: 14). Tal apreciación derivaría en la construcción de seres humanos conformes con su sino fatal. Norberto Bobbio ha elaborado una conceptualización útil del término, plantea que no se fundamenta en el escepticismo, sino en una firmeza de principios, que se opone a la indebida exclusión de lo diferente. Por su parte, Federico Mayor Zaragoza, ha planteado que la tolerancia no es una actitud de simple neutralidad o de indiferencia, sino una posición resuelta que cobra sentido cuando se opone a su límite, que es lo intolerable. Desde esta propuesta vale cuestionarse, ¿pedimos a los y las jóvenes mareras, tolerancia hacia una sociedad que les intolera y no les ha dado oportunidades? o a la inversa, ¿solicitamos tolerancia social hacia los y las jóvenes mareras, por la intolerancia y negación de oportunidades sociales y laborales, a pesar de la violencia con la que con frecuencia actúan? Lo cierto es que no podemos tolerar la violencia, los crímenes o asesinatos, secuestros y violaciones, así como tampoco debemos tolerar la falta de oportunidades que son el caldo de cultivo de estas conductas violentas. Sin embargo estos problemas y la tolerancia, entre otras, son mucho más complejos que el debate conceptual y la realidad mucho más dinámica que las propuestas. En todo caso, se hace urgente un proceso de discusión ciudadana y del propio Estado, orientado a debatir sobre la propuesta pedagógica, que incluya la necesaria comprensión de la tolerancia, de la inclusión, del respeto, de los límites y de sus contrarios. Tal propuesta pasa necesariamente, por una acertada aplicación de la tole16 MARAS Y VIOLENCIA capítulo I rancia, entendiendo su justa medida. Así pues, la tolerancia no es ilimitada, ni es un absoluto, como tampoco es sinónimo de acriticidad. Creemos que los aportes respecto del concepto tolerancia, deben avanzar por la ruta de una discusión más profunda, para que el clamor por ésta no sea a secas. Tal enrutamiento deberá llevarnos a desarrollar una propuesta pedagógica de la tolerancia, desde la cual se comprendan los límites y alcances del concepto y fundamentalmente se encuentre el sentido de la misma. Los resultados del estudio que presentamos en este documento pretenden ampliar y profundizar el debate de quienes creemos que hay que ofrecer alternativas a los y las niñas y jóvenes de este país, en el ánimo de enfilarnos a una propuesta de desarrollo integral con equidad. 4. Modelos conceptuales acerca de la violencia Para aproximarnos a un desarrollo conceptual respecto del fenómeno de la violencia, partimos del presupuesto que la violencia siempre va ligada a fenómenos de poder, lo cual nos hace inferir que está presente en todo tipo de sociedad humana. Es cierto que en la historia de la humanidad se ha avanzado hacia formas menos violentas de relacionamiento entre los Estados, con sus sociedades y espacios micro (tal cual la familia). Por ejemplo, previo a la Revolución Francesa el oficio de verdugo era legítimo y se ejercía al amparo de la propia monarquía; aunque fue precisamente, a partir de la Revolución Francesa que el nuevo Estado lo abolió, para dar paso a formas diferentes de trato humano hacia los prisioneros. Así como éste caso, la historia documenta múltiples ejemplos que abren el camino hacia formas más humanas de relacionamiento. Sin embargo, en algunos temas poco o casi nada se ha avanzado y en otros casos se han producido regresiones hacia formas violentas de abordar y pretender resolver los problemas y las diferencias, lo que generalmente profundiza la conflictividad, tanto desde la acción de algunos Estados, en lo macro, hasta en los espacios micro. Existe un desarrollo teórico, conceptual y metodológico orientado al paradigma de la resolución o transformación alternativa de la conflictividad. Desde tal paradigma se propone el abordaje de la conflictividad a través de formas dialógicas, basadas fundamentalmente en la comunicación y en el principio de que: ganamos todos, si todos estamos dispuestos a perder un poco, dicho de otra manera, se trata de un gana-gana. Un estudio exploratorio 17 capítulo I Un principio a tener en cuenta es que la violencia (y con ella la agresión) es un fenómeno históricamente identificable y ampliamente extendido, inscrito en un amplio abanico de matices y formas que van desde las guerras y los conflictos armados internos (con responsabilidad de los Estados), pasando por la violencia de comunidades o colectivos sociales, hasta la que se sucede en los espacios micro (familiares). En ambos ámbitos indistintamente se producen formas profundamente violentas de ejercer el poder, a través del asesinato, la tortura y la violación. En consecuencia es preciso desarrollar aproximaciones conceptuales de la violencia y sus formas de aplicación, en el intento por explicar el fenómeno y de plantear alternativas tendientes a minimizar sus efectos y riesgos. Partimos del supuesto que la violencia en general y hacia las mujeres, ejercida por jóvenes mareros les genera satisfactores simbólicos, mucho más que o exclusivamente materiales. Con esto nos referimos a la construcción y deconstrucción de significantes y significados de su propia identidad. Ciertas formas de violencia ejercida por colectivos juveniles, han formado parte de la historia de la humanidad. Sin embargo, es hasta el úlimo cuarto del pasado siglo que dichos colectivos expresados como maras, cobran visos de peligrosidad, en algunos casos extrema, y se transforman en expresiones juveniles que impactan la seguridad ciudadana de algunas zonas, comunidades o incluso regiones. Sin embargo, el abordaje y propuestas que usualmente se han hecho, en la sub región centroamericana, con limitadas excepciones, son represivas y violentas. Se anima desde los legisladores, funcionarios públicos, jefes de gobierno y la propia ciudadanía a ejercer más violencia, para acabar con los focos de violencia. Es innegable que el relevamiento que hacen los medios de comunicación de la violencia que ejercen los y las jóvenes mareras, ha derivado en una generalizada imagen de peligrosidad de buena parte de la juventud, sobre todo de la de menos recursos. Se han presentado y manejado, en un mismo escenario, diversidad de hechos violentos en asociación, conformando de esa manera realidades sociales nuevas, que impactan negativamente a los y las ciudadanas. Se produce una suerte de transformación de la realidad en fantasía, en consecuencia, desde la formulación de las políticas públicas de atención a los y las jóvenes, se estima en muy poco el componente de prevención, sustantivo para la obtención de resultados de mayor sostenibilidad. 18 MARAS Y VIOLENCIA capítulo I Desde la Psicología Social, se sostiene que la violencia va asociada a otra categoría: la agresión, fundamentalmente porque esta última se la adscribe a la conducta humana. En consecuencia, en este espacio importa desarrollar someramente, algunos modelos conceptuales que arrojan importantes puntos de vista sobre ambas categorías. En su libro “Jóvenes Violentos”, Concepción Fernández desarrolla una serie de definiciones clásicas de estudiosos del tema, tal por ejemplo la que aporta Buss, que define la agresión como “aquella respuesta que da estímulos dañinos a otro organismo”, la de Dollar que dice que la conducta agresiva es “aquélla cuya finalidad es la ofensa de la persona a quien se dirige”, también la de Berkowitz quien se concentra en el daño y la define como “aquella conducta que tiene por objeto dañar a alguna persona u objeto”, Bandura quien incluye dos factores: que la conducta produzca efectos dañinos y que sea “etiquetada de agresión”. (Pág. 36) La misma autora reconoce la evolución que ha tenido el concepto, en tanto que además del agresor existen otras personas. El salto se produce de la agresión considerada como acto, a la comprendida como interacción, según Mummendey et. Al., 1984. (Pág. 36) Desarrollamos en grandes líneas tres (existen otros) de los modelos que explican, de alguna manera, la violencia. a. Modelo innatista: al amparo del psicoanálisis, éste nos refiere a un enfoque etológico, en el cual la agresión es una conducta filogenética de tipo adaptativo. El modelo refuerza el continum animales… especie humana4, centrando la atención en las conductas que nos asocian o recuerdan nuestro pasado común con los animales (satisfacción de necesidades primarias, defensa de territorios y otros). b. Modelo del aprendizaje: éste sugiere que la agresión y la violencia son conductas aprendidas. Es decir, que el efecto de la socialización en ambientes de violencia produce seres con tendencias y/o prácticas violentas y agresivas. 4 Aunque establece difere nc ias cualitativas (leng ua j e, cultura, etc.) Un estudio exploratorio 19 capítulo I c. Modelo de las frustraciones: éste sostiene que a toda agresión le anteceden frustraciones. Sin embargo, algunos han considerado que a pesar que la frustración es necesaria, no es suficiente para derivar en actos agresivos y violentos. En este estudio optamos por la teoría de la frustración-agresión (grupo de Yale), combinada con la construcción debilitada de la autoestima y de la identidad. Sostenemos que la autoestima y con ella la identidad de las personas son fundamentales para: reconocer a los y las otras, construir sistemas de autorregulación, asumir un código valórico-normativo (basado en principios éticos y morales), comprender y reconocer límites, todo ello inscrito en el respeto a los seres humanos. Es por ello que las frustraciones no son suficientes para desencadenar agresiones hacia uno mismo o hacia los demás. Las personas que logran construir una identidad más o menos fortalecida, podrán encauzar sus frustraciones hacia respuestas no violentas. 5. Violencia de género y relaciones de poder. La interpretación más acabada respecto de la violencia entre los géneros, desde la perspectiva feminista, alude al poder, básicamente al que ejerce el hombre hacia la mujer, dando como resultado una relación de sumisión, control y subordinación. Tal explicación tiene sus antecedentes en la historia de la humanidad, en la cual la subordinación a la que ha sido sometida la mujer, ha dado como resultado una disparidad tal, que las relaciones de poder de los hombres hacia las mujeres han dominado el escenario cultural, social, político y económico de los pueblos. La anterior es una sintética explicación de un fenómeno tan complejo como lo son las desiguales relaciones entre los géneros basadas en el ejercicio del poder. En tales relaciones, entre otras cosas, se produce la pérdida de la posibilidad del desarrollo personal y de libertad para el género que es subordinado, es decir, para la mujer. La pérdida de la libertad deviene también en la pérdida de la creatividad, simplemente porque otros deciden por una. También se pierde la posibilidad de actuar sobre el entorno y sobre sí misma. Para el caso la violencia se ejerce sobre la mujer y las alternativas de resistencia, de contención o de respuestas agresivas disminuyen, por su condición de subordinada. 20 MARAS Y VIOLENCIA capítulo I Lo anterior abona a la explicación sobre por qué las jovencitas optan y aceptan someterse a la violencia que ejercen los mareros hacia ellas. Por una parte algunas formas de violencia no les son ajenas; han vivido en familias cuyas madres y ellas mismas o sus hermanas son agredidas por el padre, padrastro u otro hombre de la familia. De igual forma el medio social y cultural les agrede y discrimina. Tales aprendizajes, así como su débil o ausente auto estima y las múltiples frustraciones son facilitadores en la asunción de la violencia hacia sí y hacia los y las demás. Marcela Lagarde, feminista de gran reconocimiento plantea que “el cuerpo para otros sigue condicionando la identidad de la mayoría de las mujeres, sólo que en la era del VIH Sida, de otros males, y del tabú del condón, con un altísimo riesgo y a un altísimo costo” (Notas Diplomado en Género de FLACSO). Un estudio exploratorio 21 capítulo II Ca pítulo II M a rco Metodo ló gic o L a propuesta metodológica de la que parte esta investigación se corresponde con los principios que fundamentan los estudios cualitativos. De esa cuenta desarrollamos un estudio exploratorio sobre una porción de la realidad, que es la violencia en general y la focalizada hacia las mujeres, promovida, estimulada y reforzada por colectivos juveniles conocidos como maras. Lo anterior incluyó el uso de datos para refrendar de mejor manera nuestro análisis. El método de análisis es el dialéctico, en tanto encuentra correspondencia con los postulados teóricos de la Psicología Social y de la Sociología. En el caso de la primera porque plantea que los individuos y la sociedad se constituyen mutuamente, de manera que no se puede comprender los unos sin la otra. Y en el caso de la Sociología porque nos refiere que la comprensión de los procesos ideológicos de las personas debe examinarse y analizarse a la luz de la estructura social de la cual forman parte. La Psicología Social vincula la acción en cuanto ideología y la Sociología nos permite incorporar variables socio-económicas y culturales al análisis. La investigación en cuestión no pretendió derivar en generalizaciones, la intención fue profundizar en el objeto de estudio. Como parte de la metodología, en un primer momento se desarrolló trabajo de gabinete. Dicha etapa permitió recoger antecedentes sobre el tema de la violencia en general y la direccionada hacia las mujeres y debatirlo con mayor profundidad. Así también se contrastó lo teórico con datos y estadísticas. Este primer esfuerzo produjo el marco conceptual, mismo que sustentó el análisis de los resultados del trabajo de campo. 22 MARAS Y VIOLENCIA capítulo II Complementó esta etapa, la aplicación de la técnica “Análisis de Contenido”, a información escrita sobre el tema de la violencia hacia las mujeres, atribuida supuestamente a las maras. Con el apoyo de esta técnica pudieron constatarse, cualitativamente, los espacios que transmiten imágenes y mensajes tendentes a mitificar, estereotipar o promover la idea que la violencia hacia las mujeres la generan fundamentalmente, los integrantes de las maras. 1. Trabajo de campo 1.1 Técnicas En un segundo momento se diseñó y ejecutó el trabajo de campo. Para desarrollarlo se aplicó la técnica de la entrevista en profundidad. Se seleccionaron 4 muestras de informantes, a saber: jóvenes ex mareras/os, mareras/os y jóvenes en riesgo, e informantes clave. Estos últimos identificados como personas conocedoras del tema por su trabajo hacia el mismo. 1.2 Instrumentos Se diseñaron guías de entrevista semi estructurada de acuerdo a los grupos de informantes. 1.3 Selección de las muestras La técnica utilizada para la selección de la muestra fue subjetiva e intencionada, dado que nuestro estudio fue básicamente cualitativo. 1.4 Caracterización de las muestras Muestra “A”: jóvenes hombres y mujeres, ex-integrantes de maras. Muestra “B”: jóvenes hombres y mujeres, integrantes de maras. Muestra “C”: profesionales y otras personas con expertiss sobre el tema de la violencia en general y la de género en particular. 1.4.1 Ex mareras/os y mareros activos Se entrevistaron 8 jóvenes ex mareras/os y 2 mareros de los cuales 2 son mujeres y el resto hombres. Todos fueron localizados y entrevistados con el apoyo de proyectos de reinserción social. 1.4.2 Jóvenes en riesgo El perfil de los y las jóvenes pertenecientes a este segmento fue: Un estudio exploratorio 23 capítulo II • Conviven cotidianamente con mareras/os por relaciones de parentesco o amistad • Han sido convocados/as insistentemente para pertenecer a las maras • Conocen muy de cerca la dinámica y composición de dichas agrupaciones • Sus condiciones de vida son muy similares a quienes han pertenecido o pertenecen a las maras Se entrevistaron 5 jóvenes en riesgo, 3 mujeres y 2 hombres. 1.5 Procesamiento y análisis de la información Una vez recopilada la información se procedió a su clasificación y análisis, tomando como guía los objetivos planteados en el proyecto y las categorías de análisis previamente identificadas para el efecto. Se complementó el informe con una serie de conclusiones y una única recomendación que pretende contribuir a debatir sobre el tema de la violencia desde la percepción que de la misma tienen las y los jóvenes, así como también a la formulación de propuestas sobre el tema. 1.6 Límites espaciales El estudio recoge la experiencia y situación de vida de jóvenes mareras/os, ex mareras/os y vulnerables, de áreas urbanas de la ciudad capital. 24 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III Ca pítulo III 1. Análisis de resultados 1.1 Presentación E ste capítulo corresponde al análisis de los resultados del trabajo de campo. Tal como se describe en la metodología (Págs. 22 a 24 de este documento), la información recabada fue cuantitativa y cualitativa, con especial énfasis en ésta última. La misma se sistematizó y se utilizó como insumos para debatir y analizar con mayor profundidad el fenómeno de la violencia en general y la de género en las maras. Acompaña al presente análisis un marco contextual, desde el cual se incorporaron variables sociales y económicas, que reflejan parte de la realidad de este país. Así también, se analizó el objeto de estudio a la luz de las relaciones de poder y con éstas de la subjetividad que construyen y deconstruyen los y las jóvenes mareros/as y de los marcos normativos y valóricos que rigen sus actuaciones. Se precisó sobre otras categorías de análisis, tales como la autodefinición, el liderazgo, la grupalidad y la individualidad, algunas formas comunicacionales, la normalización y/o disfuncionalidad de la violencia, las interacciones y los aspectos escénicos e imaginarios y la imagen. Todas estas categorías de análisis fueron tomadas de la Psicología Social en el intento por profundizar en el fenómeno de la violencia en general y la de género a lo interno de las maras y hacia fuera. Es a partir de la disciplina en mención, que nos acercamos con propiedad a una comprensión sobre la identidad de quien agrede y las relaciones de poder que subyacen a dicho comportamiento. Un estudio exploratorio 25 capítulo III Tomando en cuenta algunos elementos de la conceptualización sobre Psicología Social de Martín Baró, anotamos que ésta nos permite el abordaje del objeto de estudio como un sistema de interacciones entre hombres y mujeres a partir de procesos comunicacionales (verbalizados o no), en los que los requerimientos de las necesidades de las unas y los otros (si bien diferenciados) van provocando la formulación y ejecución de normativas explícitas o implícitas de relacionamiento y convivencia, y donde las fuerzas de sus integrantes dan sentido a los conflictos y a la estructuración de tales relacionamientos, actitudes y comportamientos (Acción e Ideología: 2004, 50). En el análisis de la conformación y comportamiento de estos colectivos juveniles se tomaron en cuenta las condiciones de vida de los y las jóvenes. En el presente estudio la perspectiva de género fue transversal al mismo. Se complementó dicho análisis utilizando el enfoque de sistemas, como una herramienta para entender desde una perspectiva integral el comportamiento sistémico del modelo marero. Completa el presente informe un apartado de conclusiones y una recomendación, ésta última en el ánimo de proponer alternativas para los jóvenes del país. Se acordó con los informantes guardar el debido secreto profesional, en torno a su identidad y a la información proporcionada, a efecto que en las entrevistas se creara un ambiente de confianza y confidencialidad. Por tal razón, para preservar su integridad y seguridad, se alude a ellos y ellas a través de una serie numérica. Los objetivos de esta investigación fueron: • Caracterizar la organización de las maras a la luz de un enfoque sistémico, para la comprensión de su funcionamiento. • Analizar la violencia individuada y colectiva de estas agrupaciones juveniles en correspondencia con los postulados de la Psicología Social sobre la construcción de la identidad. • Desarrollar las líneas de acción de una propuesta metodológica de trabajo con y para jóvenes ex y mareras/os y jóvenes vulnerables. 1.2 Breve acercamiento al tema de la violencia El conocimiento cercano del tema de la violencia, de suyo complejo, plantea la necesidad de un abordaje serio y objetivo respecto de la mul26 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III ticausalidad de la misma, por tal razón el equipo investigador tomó en cuenta un abanico amplio de variables que permitieran un acercamiento más profundo a la agresividad y a la violencia. Sin embargo, partimos de reconocer que el tema no queda agotado en este estudio, dada su complejidad y profundidad. A manera de dar seguimiento a los resultados de este informe se plantearon algunas interrogantes, destacamos las más importantes: • ¿Qué diferencias sustantivas pueden identificarse entre las y los jóvenes mareras/os de las ciudades y los y las de áreas rurales?, ¿se vive la violencia de la misma manera? • ¿Cuál es la percepción ciudadana sobre el tema de la violencia en general y la protagonizada por jóvenes mareras/os?, ¿a qué tipo de violencia le temen más? • ¿Cuál es la percepción de los y las jóvenes (de áreas conflictivas y las menos conflictivas) respecto del fenómeno de la violencia en general y la que practican las y los jóvenes mareras/os? y ¿cómo gestionan su conflictividad las áreas más conflictivas y violentas y las menos conflictivas y violentas? • ¿Existe claridad entre los y las ciudadanos/as respecto de las redes colaborativas o de complicidad que se producen entre ellos y los y las jóvenes mareras/os, cuando es el caso? ¿Perciben la diferencia entre la una y la otra? Hecha esta sintética aclaración, continuamos con algunos aportes conceptuales sobre el tema de interés y desarrollamos una definición propia. Es importante anotar que algunos estudiosos abordan el fenómeno de la violencia desde una óptica asociada a la pobreza y con ella a las vulnerabilidades sociales de algunos segmentos poblacionales. Desde esta visión se argumenta que jóvenes que viven en condiciones de pobreza y pobreza extrema optan (casi automáticamente) por vincularse a colectivos juveniles en los cuales la violencia es una variable importante. Los ejemplos en esta línea asocian la pobreza con la delincuencia. Esta visión estereotipa la pobreza y de antemano la penaliza y criminaliza, en consecuencia a las poblaciones que la padecen, con lo cual estamos en total desacuerdo. Lo que sí parece ser cierto es que las condiciones de pobreza son facilitadoras de una cadena de problemáticas sociales y con ello se abre la Un estudio exploratorio 27 capítulo III oportunidad o crean condiciones para que jóvenes vulnerables se incorporen a las maras, fundamentalmente por la falta de oportunidades. Sin embargo, la pobreza no es condición necesaria, ya que un porcentaje significativamente mayor de jóvenes en similar situación no opta por pertenecer a esos colectivos juveniles. Igual situación se da con la delictuosidad. No todos los pobres son delincuentes, ni todos tienen la tendencia o potencialidad de serlo, como tampoco todos los delincuentes son pobres. Ejemplifican esto, los y las jóvenes que entrevistamos, quienes a pesar de compartir su cotidiano con integrantes de maras (familiares o amigos/as) y pertenecer a estratos sociales de menores recursos, no han optado por la violencia ni la delincuencia, como una práctica de vida. Por otro lado, algunos/as jóvenes pertenecientes a estratos sociales con mejores condiciones de vida, también delinquen y se asocian a colectivos juveniles que practican la violencia. Continuando con los aportes teóricos, otros van en la línea de los modelos innatistas, planteados por enfoques etológicos, desde los cuales se argumenta que la agresión es una conducta filogenética de tipo adaptativo (Jóvenes violentos: 40). En este último caso se visualiza un continum entre los animales y la especie humana, aunque se precisa sobre las diferencias cualitativas, tal el caso de la cultura, el lenguaje y pensamiento, por ejemplo. También desde el psicoanálisis, apoyado en los aportes de Sigmund Freud, se enriquece el modelo innatista. Desde otras propuestas han sugerido modelos fundados en las frustraciones no resueltas o a las cuales no se les encuentra alternativa. Se explica desde este modelo que, frente a un acumulado de frustraciones los seres humanos responden con agresividad y violencia. Tal modelo se ha fundado en la teoría de la frustración-agresión. Consideramos que esta propuesta es mucho más coherente, sin embargo, agregaríamos que debe complementarse con otra variable, que es la construcción de la identidad y de la autoestima. Finalmente, y sin pretender agotar el vasto y complejo aporte que desde la Psicología Social y otras disciplinas se hace respecto de la agresión y la violencia, podemos mencionar la teoría del aprendizaje. Desde ésta se considera que la agresión y violencia se suceden como producto de la 28 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III observación modélica y en consecuencia, de los aprendizajes, los cuales pueden darse a lo interno de la propia familia. Para efectos de esta investigación definimos y analizamos la agresión y la violencia, como acciones que derivan de una pobre construcción de la identidad y en consecuencia de la personalidad y autoestima de los individuos, en un contexto socio cultural favorecedor y estimulante de respuestas agresivas y violentas en la convivencia humana, a través de las cuales se gestiona la conflictividad social. En la anterior definición reforzamos la maleabilidad de la identidad individualizada tanto como de la colectiva, ya que creemos que con ello se abre la puerta a la aceptación de formas agresivas e incluso violentas en la gestión de la conflictividad social. Conformándose la identidad de esa manera, los seres humanos difícilmente construyen fuerza alguna capaz de frenar o suprimir sus pulsiones de agresividad y violencia, y no son capaces de reconocer los derechos de las otredades. Por lo anteriormente expresado, el poder autoritario, descalificador, prepotente, subordinante y abusador encuentra total cabida en este tipo de identidad. Es importante anotar que quienes se conducen de tal manera, identifican sus actos agresivos y violentos y son capaces de diferenciar entre el bien y el mal, sin embargo, justifican permanente y sistemáticamente sus acciones. Creemos que la escisión con la realidad se produce sólo sí los seres humanos muestran trastornos psicopatológicos de la personalidad o bien si se actúa al amparo de sustancias psicotrópicas o alucinantes. Lo que sí puede producirse, tal como lo hemos expresado, es una justificación de los actos agresivos y violentos, por medio de las múltiples “trampas” que a la larga son distractores para la asunción de responsabilidad frente a tales prácticas y sus resultados. La conceptualización que desarrollamos ha sido formulada, tomando en cuenta lo propuesto por diversos estudiosos del tema y los hallazgos a través del trabajo de campo. En las entrevistas a los y las jóvenes en situación de alto riesgo, considerados en tal categoría porque: • Son jóvenes con escasas oportunidades de estudio y trabajo • Han vivido episodios violentos a lo interno de sus familias o bien en familias desintegradas Un estudio exploratorio 29 capítulo III • Han disfrutado muy poco o no lo han hecho de actividades recreativas en su tiempo ocioso • Algunos han consumido drogas (al menos marihuana) • Viven o han vivido en áreas asociadas a la delincuencia y la criminalidad • Tienen amigas/os mareras/os o son colaboradores de las maras Se les preguntó: ¿has considerado la posibilidad de ingresar a las maras? Los resultados fueron sumamente interesantes, y las respuestas se agruparon como sigue: • Quiero hacer otras cosas, como estudiar y trabajar. • No quiero darle problemas a mi mamá. • No me quiero meter en problemas. • No me atrae hacer esas cosas. No me gusta. • Me da miedo. • No es bueno. De las anteriores respuestas podría inferirse que estas personas creen, asumen y practican, ciertas normas sociales, las cuales aún y a pesar de la adversidad, reconocen como válidas. Esto podría sugerir, desde la hipótesis que desarrollamos líneas arriba, que estos y estas jóvenes han podido construir una identidad que se refrenda por ciertos y determinados valores y principios, en los cuales reconocen al otro y a la otra y también los límites que franquean lo bueno de lo malo, socialmente hablando. Es muy probable que hayan podido construir una identidad bastante más fortalecida, con lo cual se les facilita la auto-imposición en la conducta social que asumen. Planteamos lo anterior ya que muchos adolescentes guatemaltecos no han optado por involucrarse en las maras como una forma de resolución de sus problemas, para suplir sus deficiencias o atenuar sus frustraciones, es decir, que rechazan las conductas agresivas y violentas. Lo cual no quiere decir que rechacen la idea de formar parte de colectivos juveniles, en los cuales puedan expresarse como jóvenes. También porque creemos que no todas las y los jóvenes pandilleras son violentas y agresivas, así como tampoco todos son delincuentes. A pesar de que en el apartado de conclusiones desarrollamos las más importantes, reforzamos dos de ellas por considerarlas fundamentales y estas son: 30 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III • El tema de la agresividad y violencia, y con ello las posibilidades de asumir actos delictuosos y criminales marcadamente violentos, probablemente tengan su principal razón de ser en la débil autoestima e identidad construida, la cual se conforma a partir de múltiples estímulos externos y procesos internos a través de los cuales se definen y adoptan determinados códigos valórico-normativos, que rigen y orientan la conducta y el proceder de los seres humanos. • Los procesos internos de reconversión de jóvenes que optan por reconfigurar su autoestima e identidad, resultan complejos y les plantea grandes dificultades, especialmente porque deben enfrentarse a una sociedad que les estigmatiza y les niega nuevamente la oportunidad de reinsertarse socialmente. 1.3 Marco contextual 1.3.1 Una interpretación del contexto citadino Los cambios sociales y culturales que se producen en las ciudades minimizan o dan paso a la desaparición de algunas tradiciones, de manera mucho más acelerada y acentuada que en las áreas rurales. La vida urbana, a más de diversa, incluye otros elementos tales como: mayores dificultades de desplazamiento a los lugares de trabajo o estudio, jornadas más largas fuera de casa y otros. Los valores entre el campo y la ciudad, muchas veces son dispares. El comportamiento de las ciudades es en muchos casos impredecible, los cambios son más la constante que la excepción. La tecnología y el acceso a ésta llegan más pronto y en un sentido se facilita la comunicación, pero por otro lado, se reducen las posibilidades de interlocución entre las familias y con los vecinos más cercanos, a pesar de que en el cotidiano se sostienen encuentros constantes con personas diversas. En atención a la estructura familiar se producen cambios de fondo, un dato por ejemplo, es que se da mayor cantidad de familias monoparentales. Con todo ello y mucho más surgen fenómenos sociales propios de entornos urbanos, tal el caso de jóvenes asociados en colectivos juveniles, por ejemplo las maras. Para el caso de Guatemala, aparentemente se está produciendo una exportación de las maras al interior de la república, hacia áreas que no pueden tipificarse como exclusivamente rurales. Sin embargo, creemos que es una parte del fenómeno que habría que profundizar, en el ánimo de identificar cuánto permean las lógicas urbanas de comportamiento y Un estudio exploratorio 31 capítulo III relacionamiento entre las maras, hacia los y las jóvenes que viven en el interior de la república. La vida urbana en muchos casos “atrapa” a los que pertenecen a estratos bajos en una suerte de círculo vicioso, entre las escasas oportunidades y las exigencias sociales y económicas. La vida matizada por las acentuadas diferencias (reparto territorial y de los bienes), frustra con facilidad a grandes conglomerados, quienes no vislumbran en el futuro inmediato cambios sustantivos en su situación de vida. Bajo tales condiciones es muy probable que la predominancia del “yo”, por sobre cualquier sentimiento colaborativo sea más la constante que la excepción. Igualmente la negación de la otredad, frente a una identidad débilmente construida como resultado de un proceso de urbanización que despersonaliza e influye en la conducta humana, más negativa que positivamente. 1.3.2 ¿Qué sucede con las regulaciones sociales urbanas? La realidad supera en mucho, el establecimiento de regulaciones y controles urbanos, ejemplo de ello son los desórdenes que se producen en la toma de espacios públicos, privatizándolos. Guatemala documenta múltiples casos: asentamientos en áreas que se apropian de manera irregular, toma de calles para la instalación del comercio informal (vedando en muchos casos el acceso peatonal), prohibición del acceso a áreas verdes, desborde geoespacial de mercados y otros más. Dado que estas irregularidades y violaciones a la normativa se producen paulatinamente, la censura o bien la aplicación de la ley se relajan, dando paso a la entropía urbana. Los y las ciudadanas entonces, asumen otros valores y normas de convivencia social, los cuales han sido construidos en su cotidiano y no responden necesariamente a la elaboración conceptual de la política pública. Se sucede una suerte de múltiples responsabilidades, por una parte del Estado que no ha sido capaz de normar el proceder y relacionamiento ciudadano en las urbes y por otra de los y las ciudadanas, quienes frente a la falta de normativa disponen sobre ello. Tal estado de cosas abre la puerta a los controles alternativos: las maras controlan espacios y personas; los y las ciudadanas controlan su segu32 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III ridad, implementando sistemas desde preventivos hasta punitivos; los y las vecinas instalan túmulos, vibradores y otros, en aras de controlar la velocidad de los vehículos; en las colonias y condominios se ejerce seguridad privada, atentando contra la libre locomoción de otros/as ciudadanos/as; se instalan obstáculos, garitas de (supuesta) protección ciudadana, en las cuales no basta con proporcionar los datos, hay que dejar documentos de identidad. Se trata de un contrasentido con respecto a lo que se promueve desde el concepto de Seguridad Ciudadana (basado en principios democráticos), en el cual la seguridad de las personas y sus bienes, así como el orden público, tienen como prioridad proteger a la persona humana. La gran interrogante en todo esto es ¿hasta dónde le compete al Estado, a través de sus instituciones, y hasta dónde a los y las vecinas implementar regulaciones sociales? ¿En dónde están los límites entre lo público y lo privado? Sostenemos que el ente regulador de las normas de convivencia social, así como de las políticas públicas (sociales y económicas) es el Estado, el o la ciudadana es quien disfruta los beneficios de tal regulación social y de las políticas públicas y es quien fiscaliza que éstas se cumplan. La participación ciudadana es plausible y saludable, sin embargo, ésta también deberá estar regulada y normada, de manera que tanto el Estado como los y las ciudadanas tiendan a hacer prevalecer los intereses del bien común, en los cuales el ser humano es el sujeto principal. La lógica urbana invertida, tal como ha sido planteada, es un facilitador para el surgimiento de agrupaciones como las maras: Violar las normas no es la excepción, se convierte peligrosamente en la constante, o bien se violan unas y se cumplen otras, los márgenes de discrecionalidad son amplios y “los lenguajes” de comprensión social, múltiples. Los procesos de aprendizaje y la socialización de los y las niñas se producen bajo estos parámetros, dando lugar a múltiples códigos valórico normativos, con los cuales resulta que lo que está bien para unos, está mal para otros. Por ejemplo, tomando el caso de inmigración y emigración internas, el siguiente cuadro nos presenta la movilidad poblacional, de algunos departamentos, como el de Guatemala, el cual ha recibido un número elevado de inmigrantes, lo cual no ha ido aparejado de igual o mayor número de servicios. Este estado de cosas contribuye al deterioro de la calidad de vida de las ciudades. Un estudio exploratorio 33 capítulo III En el mismo cuadro se observa que por ejemplo, San Marcos reporta una cantidad alta de emigrantes, similar situación se produce con Huehuetenango. El asunto es que de frente a la falta de oportunidades en ciudades del interior y áreas rurales, la población emigra hacia las ciudades más populosas, en la intención de mejorar sus condiciones de vida, sin embargo, lo que enfrentan es lo contrario. Cuadro No. 1 Población total, inmigrante y emigrante inter departamental de toda la vida, según departamento de residencia Cen so 20 0 2 Departamento de re s i d e n c i a Población total I n m i g ra n t e s E m i g ra n t e s Saldo neto Total 11,187,230 1,236,620 1,236,620 0 G ua t e ma l a 2,516,354 549,063 120,242 428,821 E s c u i nt l a 536,299 96,763 90,622 6,141 San Ma rcos 793,768 24,060 91,461 (67,401) Petén 364,437 110,211 19,182 91,029 Hu e hu e t e na ngo 843,174 13,615 41,061 (27,446) * Los saldos negativos se pre s e ntan ent re parént e s i s. E l a b o ra do con datos del INE de Censos Na c io nales XI de Población y VI de Ha b i t a c i ó n 2002. 1.3.3 Indicadores sociales y jóvenes El panorama plantea que el presente y futuro de la fuerza laboral, de segmentos cuyas edades oscilan entre los 18 a 25 años, no es nada alentador en Guatemala. Mucho menos para los grupos poblacionales semi o no calificados, con niveles de escolarización muy bajos. Tenemos así una masa laboral que no accede al mercado formal del trabajo y quienes sí lo hacen, reciben salarios bajos, debido entre otras cosas, a su nula o escasa preparación, a la sobre oferta de mano de obra (lo cual la abarata) y a las políticas salariales. Otro factor a tomar en cuenta es el subempleo, tal por ejemplo los casos de vendedores callejeros, quienes no cotizan impuestos y engrosan la economía informal. 34 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III Cuadro No. 2 Población de 7 años y más de edad, según sexo y tipo de actividad económica Ce ns o 2 00 2 Sexo y tipo de actividad económica Total PEA O c u p a da / o Desocupada/o Buscó trabajo y trabajó ant e s Buscó trabajo por prime ra vez E c o n ó m ic a me nte ina c t i v a / o Ig no ra do H o m b re s PEA O c u p a do D e s o c u p a do Buscó trabajo y trabajó ant e s Buscó trabajo por prime ra vez E c o n ó m ic a me nte ina c t i v o Ig no ra do M u j e re s PEA O c u p a da D e s o c u p a da Buscó trabajo y trabajó ant e s Buscó trabajo por prime ra vez E c o n ó m ic a me nte ina c t i v a Ig no ra do Total % 8,921,367 3,479,621 3,448,643 30,978 14,754 16,224 5,441,746 --4,328,450 2,537,917 2,514,161 23,756 11,522 12,234 1,790,533 --4,592,917 941,704 934,482 7,222 3,232 3,990 3,651,213 --- 100.0 39.0 60.0 100.0 58.6 41.4 100.0 20.5 E l a b o ra do con datos del INE de Censos Na c io nales XI de Población y VI de Habitación 2002. Otros datos interesantes se observan en el cuadro anterior, por ejemplo, los desocupados (hombres y mujeres) reportan un elevado número de personas. La suma de ambos da 30,978 personas sin trabajo. Un estudio exploratorio 35 capítulo III Las personas económicamente inactivas también revelan un dato elevado, estamos hablando de 60% de la población. Lo anterior evidencia que el empleo no es precisamente una política que tienda a incorporar a la mayor cantidad posible de personas. 1.3.4 Educación La educación es una variable fundamental asociada al desarrollo de los países. En correspondencia con ella, Guatemala reporta tasas y porcentajes bajos. Por ejemplo, según datos del censo de 2002, en el país había un 28.8% de personas analfabetas, lo cual es alto, especialmente si lo asociamos con procesos de comprensión, aprendizaje y desarrollo humano. La pregunta en todo caso sería, ¿qué futuro espera a estas personas, si ni siquiera han tenido posibilidades de alfabetizarse? Según datos de ese mismo censo, solamente el 3.6% de la población tenía acceso a la Educación Superior. Tal porcentaje es mucho más dramático en el interior de la república, en donde menos del 1% tiene acceso a ésta. Si asociamos tales resultados con los desafíos que en materia de la globalidad deberán ser asumidos por el país, es muy probable que el impacto sea altamente negativo para las poblaciones menos favorecidas y con menos oportunidades de escolaridad, trabajo, capacitación y preparación. Guatemala arrastra históricamente, déficit educativos, intervinientes y profundizadores de la brecha entre los que tienen y aquellos que no. 36 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III Cuadro No. 3 Población de 7 años y más de edad, según condición de analfabetismo y sexo Ce ns o 2 00 2 Condición de alfabetismo y sexo Total % Hombres Mu j e re s 8,921,367 4,328,450 4,592,917 100 Hombres Mu j e re s 6,350,188 3,292,222 3,057,966 71.2 Hombres Mu j e re s 2,571,179 1,036,228 1,534,951 28.8 Total A l fa b e t a A n a l fa b e t a E l a b o ra do con datos del INE de Censos Na c io nales XI de Población y VI de Habitación 2002. Otro de los graves problemas asociados a la educación es que el modelo educativo y la escuela en su conjunto, expulsan, más que atraen a los educandos. Un ejemplo claro de ello se tiene con los jóvenes que se asocian a las maras. En general la escuela no estimula en ellos el deseo por aprender y por permanecer en la escuela. Según el censo del 2002, el porcentaje de jóvenes que no les gusta o no quieren ir a la escuela era de 28%. Porcentaje que seguramente no ha variado mucho en el tiempo. Otro porcentaje alto es la falta de dinero con 25%, sin embargo continúa siendo mayor el primero. En el mismo censo, por ejemplo, se consigna otro dato interesante, el 42% de la población económicamente activa se dedica a la agricultura, caza, silvicultura o pesca, lo cual ratifica que continuamos siendo un país con predominancia agrícola. Otras variables e indicadores asociados al desarrollo también muestran porcentajes y tasas bajas en sí mismas y con relación a otros países latinoamericanos. A pesar que no se profundiza sobre ellas y los efectos Un estudio exploratorio 37 capítulo III en el desarrollo de los guatemaltecos, una vista somera da cuenta de lo fértil que resulta el terreno y el ambiente para que los jóvenes busquen asociarse a colectivos en los cuales encuentran las posibilidades de expresión y de identidad que la sociedad en su conjunto les niega. 1.4 Organización de las maras A lo largo del estudio se utilizan indistintamente los conceptos: sistema de maras, organizaciones juveniles, colectivos juveniles y agrupaciones juveniles. En este apartado se analizó la organización marera, a la luz de los postulados del enfoque de sistemas, tal como se anotó en la página 26. En consecuencia, reconocemos que dicha organización, como un todo, está compuesta por partes o elementos interrelacionados, a los cuales llamaremos sub-sistemas. Una definición del Sistema de Maras, entendido como una organización, nos acercó a concebirlo como el conjunto unitario organizado, integrado por subsistemas interdependientes y delineados por límites precisables en un supra-sistema contextual, tales subsistemas influyen en la funcionalidad o disfuncionalidad del sistema en su conjunto. Una característica fundamental es que los objetivos son comunes a los subsistemas que lo conforman. Al efecto, tomamos como base la propuesta gráfica de un sistema de organización de Fremont E. Kast y James E. Rosenzweig, para ejemplificar el sistema que nos interesa, cual es el de maras. Gráfica No. 1 38 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III La gráfica anterior nos muestra el Sistema de Maras en conjunto, inserto en un contexto, tal cual se aludió en la definición. En el mismo nos referimos a los siguientes sub-sistemas: 1. De gestión 2. Valórico-normativo 3. Psicosocial 4. Estructural 5. De información Para efectos didácticos, segmentamos el análisis, sin embargo, hay que tener presente que por tratarse de un sistema (el de maras), actúa dinámicamente y que las fronteras entre los subsistemas se superponen y a veces son imperceptibles. En el análisis del comportamiento de estos grupos juveniles, nos apoyamos en otras categorías tales como las condiciones de vida y el entorno socioeconómico en el cual se inscriben; toda vez que las anteriores variables también influyen en el carácter de dichas organizaciones. 1.4.1 Subsistema de gestión El componente central de cualquier organización es la gestión. Tal subsistema incluye toda la organización en tanto la relaciona con el medio ambiente o el contexto. Su sentido integrador es una de las funciones fundamentales, y éste sólo puede ser posible si se desarrolla un liderazgo cohesionador de la organización. Es desde la gestión que se fijan los objetivos, así como los planes a desarrollar. A este subsistema también le corresponde el diseño de la estructura. A la luz de esta definición se analizó la gestión de las maras, es decir su administración organizacional. Para el caso que nos ocupa, la gestión es fundamental, toda vez que de ésta depende la funcionalidad de estos colectivos juveniles. En este subsistema se concentran las decisiones sustantivas y de allí bajan a los niveles de base. En este apartado también analizamos el liderazgo y su efecto cohesionador. Otra categoría que se analizó son los procesos de control que implementan, los cuales también resultan esenciales para monitorear el cumplimiento de las funciones sustantivas de estas agrupaciones. A la gestión le interesan los resultados, los cuales deberán producirse a partir de la eficiencia de la organización. Desde un planteamiento teóUn estudio exploratorio 39 capítulo III rico metodológico, la búsqueda de resultados basados en valores morales y éticos y de impacto positivo es lo que cualquier gerente (público o privado) esperaría de su gestión. La administración pública debería abanderar el principio del bien común y la satisfacción en el servicio a los usuarios, como sus funciones sustantivas. Por su parte la administración o gestión privada, esperaría la mejor y mayor rentabilidad en su inversión y la satisfacción en el servicio a los clientes. Elaborado este breve planteamiento, y extrapolándolo a las maras, podríamos inferir que en su gestión, estos colectivos miden el éxito de sus resultados con base en el acceso a la mayor cantidad posible de bienes económicos por parte de los líderes; aunque no se minimizan otras cuotas de poder que les resultan importantes, como territorios y áreas de influencia. Para éstos la búsqueda de la mayor rentabilidad es el objetivo fundamental, así que muy probablemente midan la eficiencia organizacional a partir de tal variable. Datos relacionados con los ingresos a las maras han sido divulgados por los medios de comunicación, según información de “El Periódico”, lo recaudado por las y los mareras/os en concepto de rentas asciende a un total del 5% del presupuesto anual del Estado. Los mareros recaudan 2 millones de quetzales al mes, y utilizan el dinero para comprar drogas y armas, indica la información. El siguiente cuadro ilustra sobre los ingresos por cargo. Cuadro No. 4 C a rg os en maras e i ngre s o s C a rgos de mare ro s I n g resos mensuales C o ro na do o líder (1ra. Pa l a b ra, autoridad máxima ) Q. 50,000.00 Jefe (2da. Palabra, dirige opera t i v a me nt e a los ma re ros) Q. 14,000.00 Ma re ro (encarg a do de ex t o r s io na r ) Q. 3000.00 F u e nte: elaboración pro p ia con base en datos public a dos por “El Pe r i ó d ico”, el 14/02/2005. 40 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III Las maras acceden a recursos a través de extorsiones, las cuales incluyen al servicio público de transporte urbano e interurbano, camiones repartidores, negocios y casas residenciales. Información recabada concluye que, por ejemplo, en los casos de camiones repartidores, estos tienen que pagar Q.400.00 mensuales en extorsión5. En los diversos medios de comunicación escritos, televisivos y radiales, circula permanentemente vasta información respecto de los ingresos que perciben las y los mareras/os, a través de la comisión de ilícitos, así también de actos reñidos con la ley y diversidad de delitos, tales como robos y hurtos. Los datos publicados por la prensa no parecen ser muy congruentes; si nos atenemos a la información referida líneas arriba y dividimos los Q.2 millones que supuestamente recaudan los mareros por mes, entre los 38,000 mareros, que supuestamente existen en el país, esto daría como resultado Q.52.63 por mes para cada uno, lo cual no es creíble. Si por el contrario multiplicamos el número de mareras/os que son 38,000 por Q.3000.00 que es, también supuestamente, el salario más bajo, nos da como resultado Q.114.0 millones, lo cual tampoco es posible. Datos proporcionados por El Periódico revelan que en Villa Nueva, Mixco y la zona 18, se ubica el 60% de las maras del departamento de Guatemala, es decir 23,800 mareras/os, los otros 14,200 se diseminarían en otros municipios y en el interior de la república. Menos del 5% de los 14,200 a los que aludimos podrían cobrar Q.3000.00 mensuales para alcanzar la cifra cercana a los Q.2 millones supuestamente recolectados. Retomando los datos de arriba, otro ejercicio de simple aritmética nos lleva a lo siguiente: si dividimos el supuesto número de 38,000 mareras/os entre el número de habitantes del país 12.0 millones, el resultado es que los primeros representan el 0.32% de la población guatemalteca. La pregunta podría ser ¿ese 0.32% de (supuestos) criminales y delincuentes son los que imposibilitan la labor de seguridad ciudadana de la PNC y derivan en ineficiencia en las políticas de investigación criminal del Ministerio Público y la función juzgadora de los tribunales de justicia, en tanto que a través de los medios de comunicación se les atribuyen la mayoría de hechos delictivos y criminales? Y por otro lado, se han convertido en el enemigo público número uno. 5 Extorsión de ma ras ne go c io de más de Q.2.0 millone s, en “El Pe r i ó d ico”, 14 de febre ro de 2005, pág. 02. Un estudio exploratorio 41 capítulo III Es evidente que existe un manejo ampliamente discrecional de datos e información respecto de estos colectivos juveniles y de la violencia de la cual se les responsabiliza. Ni siquiera la información oficial de las diversas instancias del sector justicia coincide, por lo tanto, las posibilidades de caer en especulaciones son más la constante que la excepción. En correspondencia con nuestra apreciación, el columnista Gustavo Berganza analiza algunos datos publicados por el diario “Siglo XXI” relacionados con la violencia. Expresa la disparidad tan abismal que se observa en las cifras, pues mientras se aprecia que la seguridad se encuentra en pésimas condiciones, el matutino al que alude plantea “un panorama relativamente esperanzador”. Menciona también los resultados de la encuesta de otro medio de comunicación (Prensa Libre) en la cual se refleja que los problemas más apremiantes para los guatemaltecos son “la inseguridad y la violencia”6. El artículo es interesante toda vez que sugiere que si la violencia ha disminuido, tal como quisiera hacerlo parecer Siglo XXI, ¿por qué el gobierno está considerando la suspensión parcial de garantías? En lo que el columnista está de acuerdo, y por nuestra parte también, es que “Siglo XXI” refiere que “la falta de registros confiables” es un problema7. La información y datos, divulgados por los medios de comunicación, muchas veces se generalizan sobredimensionándolos (aunque en algunos casos también se minimizan) los problemas o fenómenos de que se trate. Otro ejemplo del manejo de información lo encontramos en la noticia difundida por “Siglo XXI”, el 26 de julio del corriente año. En primera plana de este matutino, se informa que el Estado guatemalteco, sancionado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, debería pagar US$35,000.00 al reo Ramírez, condenado por violación a una menor. Ese mismo día funcionarios públicos expresaron que dicha información era falsa, y fueron claros al expresar que el Estado no debía pagar ninguna suma. Sucesos como éste y otros muchos, son preocupantes toda vez que a través de los medios de comunicación se divulga, algunas veces sin comprobarla, información falsa, con la cual se desdibuja la realidad, de manera que el manejo del supuesto es más la constante que la excepción. 6 7 42 P re nsa Libre 18.07.05 El Pe r i ó d ico: pág. 15: 02.08.2005 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III La generalización de algunos impactos, tales como la alta peligrosidad de las maras, en general, ejemplifica sobre ello. Se estereotipa de tal manera a los jóvenes que puede llegar a considerárseles como los principales responsables de la delincuencia, criminalidad y violencia en este país, lo cual es peligroso, ya que se deja de lado o se minimiza la participación del crimen organizado y el narcotráfico. Se focaliza sobre el efecto, más que hacia la causa y sobre los jóvenes pesan los prejuicios y estereotipos. Para la PNC y el Ministerio Público, es más fácil “cazar” jóvenes (supuestos) mareras/os, en redadas masivas, que llevar a cabo una investigación seria, responsable y científica, la cual implica profesionalización, equipamiento, infraestructura y el cumplimiento de valores organizacionales. La información que circula influye significativamente en la percepción que los ciudadanos construyen sobre temas de interés social, para el caso algunos datos ejemplifican: la encuesta de CID/Gallup, revela que de acuerdo a la percepción ciudadana los principales problemas en el país son la violencia y el crimen (en primero y segundo lugar respectivamente), seguido por la falta de empleo (El Periódico; Pág. 4; 29 de agosto de 2005). Siendo así el asunto de la Seguridad Pública, se posiciona de primer orden en materia de política pública. La investigación policial es fundamental para que sus resultados permitan la captura de delincuentes, incluidos jóvenes integrantes de maras (si fuera el caso), se les lleve a juicio y una vez probada su culpabilidad cumplan las condenas impuestas. Otro tema altamente controversial es el porcentaje de casos de mareras/os vinculadas a la criminalidad y delincuencia que llegan a juicio y los que derivan en sentencias. Al respecto, la Relatora de los Derechos Humanos Susana Villarán comentó, para Tele Diario el 19 de julio recién pasado, que solamente el 5% de todos los casos que maneja el Ministerio Público llegan a sentencia. Un estudio exploratorio 43 capítulo III El siguiente cuadro refleja una realidad más dramática. Cuadro No. 5 Pl an d e p olí tic a c rim in al Min is teri o Pú bl ic o Total de Casos ing re s a dos al Ministerio Público en el año 2002 238,296 Total de casos penales ing resados al Ministerio Públic o en el año 2002 180,757 Total de casos con sent e nc ia en relación al ing reso en el año 2002 872 Po rc e ntaje de casos resueltos con relación al ing reso en el año 2002 0.36 % Po rc e ntaje de casos resueltos en ma t e r ia penal en el año 2002 0.48% E l a b o ración pro p ia con datos public a dos por el Ministerio Público en el año 2,005. El problema con el manejo de datos, cifras y estadísticas tan dispares, sin respaldo oficial, y con tanta discrecionalidad, es que los ciudadanos construyen su percepción de seguridad o inseguridad a partir del traslado irresponsable de información, en vez de hacerlo sobre la realidad. Se vulnera la credibilidad de la PNC y del sistema de justicia cuando se conocen datos de muchas mareras/os capturadas tienen hasta 30 y más ingresos a las cárceles? Dos de los múltiples casos ejemplifican: Juan José Carrillo alias el “Five” ha ingresado al Sistema Penitenciario 27 veces. Desde 1995, con 15 años de edad fue detenido y tras el pago de una fianza, quedó en libertad, jamás ha sido condenado y ha salido la mayoría de las veces por falta de pruebas. Según estadísticas de la PNC, de las 50,250 capturas realizadas el año pasado solamente 48 llegaron a proceso. Waldemar Cardona integrante de la Mara Salvatrucha, cuenta con 28 ingresos a la cárcel, ha quedado en libertad por falta de mérito. Se ha responsabilizado al Ministerio Público, debido a que no se aportan las pruebas para juzgar los delitos que se les imputa (Marero desnuda al Sistema de Justicia, en “Siglo Veintiuno”, el 07.02.2005, Págs. 2-4). Igualmente se responsabiliza a la PNC (múltiples denuncias han salido a luz) de implantar pruebas y detener a personas a quienes no puede probárseles nada. 44 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III Un dato interesante lo revela la encuesta del Proyecto POLSEC, del PNUD, en ésta se preguntó a una muestra de ciudadanos/as que habían sido víctimas de la delincuencia, si consideraban que sus atacantes habían sido mareras/os, la respuesta de un 42% fue No, mientras que un 53% dijo Sí. A pesar de que no hay una diferencia sustantiva entre ambos porcentajes, el 42% es alto si nos atenemos a la opinión de la PNC, quien sostiene que la mayoría de delincuencia está asociada a las mareras/os, al menos eso es lo que expresan cuando realizan las redadas. Otro dato de la misma encuesta revela que solamente el 16% (lo cual no está lejos de la media de América Latina, que anda alrededor del 14%), de los habitantes de la ciudad de Guatemala, han sido víctimas de un delito (Encuesta POLSEC: 2004), lo cual evidencia que una parte importante de la percepción de inseguridad es construida por los medios de comunicación. 1.4.2 Gestión en las maras 1.4.2.1 Estructura orgánico funcional En el gran paraguas de la Mara Salvatrucha -MS- y la Mara 18 -M18-8, se acogen diversidad de clicas9, articuladas entre sí, bajo un poder central. Quienes pertenecen a una de ellas son considerados/as como “homie”10 o mareras/os. Se tiene entonces, a las maras como organización y a los y las mareros/as como su recurso humano. Tanto a nivel de maras (conjunto mayor) como de clicas (sub-conjuntos) se producen los liderazgos, responsables en primera instancia de la funcionalidad de estos colectivos. De manera que, organizacionalmente se componen de células, expresadas en las clicas a las que aludimos. Diversa información refiere que este modelo se reproduce desde Canadá pasando por la costa oeste de los Estados Unidos y desde Los Ángeles hacia México y Centroamérica. Los países centroamericanos que reportan menos problemas con estas agrupaciones de jóvenes son Nicaragua Los no m b res de estas dos ma ra s, orig i na das en Los Ánge l e s, Califo r n ia, Estados Un ido s. La Ma ra Salvatrucha (de truc ho, listo y del ge nt i l ic io salvadoreño) y la Ma ra 18, (de la calle 18 de los Ángeles). Crean red cont ra las ma ra s, en “Siglo XXI” del 24 de febre ro 2005, Pág. 04. 9 C l ica, fo r ma celular de organización de las ma ra s, confo r ma das por ent re 5 a 100 int eg ra ntes y en algunos casos más. 10 M ie m b ro de la ma ra . 8 Un estudio exploratorio 45 capítulo III y Costa Rica. Un análisis comparativo revela que la realidad económica social de ambos países difiere significativamente. Entre los países con mayor nivel de desarrollo se encuentra Costa Rica, mientras que Nicaragua, se encuentra en el rango de los países con bajo desarrollo, este es un dato interesante sobre el cual podría profundizarse, toda vez que ello desmitificaría la asociación que a veces se hace de a mayor pobreza, mayor involucramiento delictual violento. La estructura organizativa de las maras es muy simple y piramidal, existe un primer líder (primera palabra11, conocido también como “ranflero” (de ranfla = carro, el que guía), quien da órdenes y reglas al 2da. palabra) un segundo líder (segunda palabra12, quien ejecuta las órdenes), un tercer líder (tercera palabra, quien tiene entre sus tareas más importantes poner “la taca”, es decir, los seudónimos o sobrenombres a los que ingresan13, en algunas clicas es el tesorero) un tesorero14 y las bases (E. 5) (E=Entrevista) (para algunos son los soldados E. 8), quienes realizan cualquier tipo de trabajo operativo que se les asigne. Sobre los y las mareros/as pesa la presión de tener que entregar dinero a los líderes de su clica15, lo cual, obviamente, les obliga a obtenerlo a toda costa, ya que no se excusa incumplimiento alguno. 11 Sus func io nes sustantivas son: cont rolar que todos los ho m ies estén dispuestos a morir por la clica, por el barrio, proveerles arma s, pro mover el espíritu de he r ma no s, darle sostenibilidad a la clica, velar porque se cumplan las no r mas y disposic io nes int e r nas y aplicar la disciplina cua ndo se pro ducen conductas impro p ia s. 12 Sus func iones sustantivas son: sustituir al prime ra palabra (si lo enc a rcelan o mu e re ) y asumir el mando. Se encarga de proveer lo ne c e s a r io al prime ra palabra cua ndo está de t e n ido en la cárcel, sin embargo, aún privado de libertad el prime ra palabra cont i nua g i ra ndo órde nes y mantenie ndo cierto cont ro l . 13 Los seudónimos o sobre no m b res también se ganan, es decir, que se les otorgan en la me d ida que cumplen con las órde ne s. 14 El tesore ro o “Cholón”, es quien gua rda el dine ro para (ent re otras cosas) “comprar los a t a ú des de los que van mu r iendo y no tie nen…” (E.1 y 3), también “para la compra de a r ma s, pago de casas para re s g ua rdo de los jóvene s, están muy bien org a n i z a do s … ” (E.2). Otro uso que le dan al dine ro es para apoyar a quie nes van a la cárcel, en algunos casos pagan las multas y a los abogado s. Hacen préstamos a quién lo necesita y le fijan fecha para devolverlo, si incumple pueden ejecutarlo (E.3)…”. A este personaje se le da, también una re nta, la cual es oblig a t o r ia. Así el dine ro obtenido es re p a r t ido, ent re la clica. En otras clicas el 1º. y el 2da. palabra ma nejan una caja chica, según el ent rev i s t a do No 5, antes ent regaban Q.10.00, aho ra deben ent regar Q.50.00, diario s. El tesore ro también compra ropa y zapatos a quienes lo ne c e s i t a n . 15 Algunos de ellos también deben hacerlo a policías na c ionales civiles, quienes los ext o r s io nan, según expresaran en las ent revistas. 46 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III La siguiente ecuación ejemplifica sobre el o la ranflera: Ranflero/a - primera palabra - el o la que lleva las llaves - el o la que lleva la ranfla - el palabra Retomando el tema de las alianzas positivas16, en este informe documentamos ejemplos en esta línea en el intento de ratificar lo expresado arriba. Este tipo de alianzas está muy asociado a la pertenencia. Uno de los informantes, quien llegó a alcanzar el nivel de segunda palabra, manifestó que en su clica había un compromiso de colaborar con el barrio donde vivían. Se refería a mantener la limpieza en el lugar “una vez por semana limpiábamos la colonia, recogíamos la basura, era prohibido robar en el barrio, en el área y a la gente de la colonia, si había algún problema íbamos a hablarle a la gente de forma tranquila” (E. 5). Parte del dinero que recolectaban en otros barrios o poblados “lo usábamos para la limpieza de la colonia, conseguimos toneles donados para la basura, pusimos un gran letrero con el nombre de la colonia” (E. 5). Refiere el mismo informante que “una vez hicimos cacha17 de Q.5000.00 y lo invertimos en la colonia pusimos letreros y uno grande con el nombre de la colonia” (E. 5). Este es un ejemplo de alianzas positivas, implementadas por una clica cuyo líder privilegió en algún momento un servicio comunitario; aunque no puede dejar de señalarse que seguramente el dinero fue obtenido de acciones ilegales, lo cual no puede justificarse. En algunos casos, los y las mareros/as no afectan a los y las vecinas de sus barrios, antes bien les protegen, aunque esto depende de la actitud que asuma el jefe de la clica. Las ilegalidades, exacciones, hurtos, robos y asesinatos, los cometen en otras áreas o colonias, las cuales han sido 16 Es importante que aclare mos qué ent e ndemos por alianzas positivas, en tanto que no t o das pueden tipificarse de esta mane ra. Son positivas las alianzas que se ex p resan en a c c io nes de colaboración con las colonia s, barrio s, localida des o comu n idades do nde habitan, por ejemplo al contribuir con la limpieza de los lugares y el ornato. Sin embargo , es preciso tener en cuenta que no son positivas las accio nes de coacción para obtene r re c u r s o s, aún cua ndo con ello se gara nt ice por ejemplo, la seguridad de los vecinda r io s. En todo caso lo que int e resa destacar es el potenc ial que subyace en estos jóvenes para e m p re nder accio nes que contribuyan a una mejor convivenc ia y que más bien es de s v iado hacia fines ne g a t i v o s. 17 F o r ma coloquial que sig n i f ica obtener algo . Un estudio exploratorio 47 capítulo III delimitadas como sus territorios18 de acción ya que los primeros serían sus territorios de convivencia. Otro marero entrevistado refirió que ha tenido bajo su responsabilidad varias clicas y en su barrio de convivencia les tiene prohibido llevar a cabo ilícitos, de tal suerte que han controlado este tipo de actuaciones y el barrio “se mantiene tranquilo…”. Es ampliamente respetado por sus correligionarios, básicamente “porque los respeto, me he ganado su respeto y mantengo el orden y disciplina en mi barrio…”, “creo que mis acciones hablan más que mis palabras…” (E. 8). Si nos remitimos a los llamados movimientos milenarios, encontraremos comportamientos de alianzas entre comunidades y personajes, Robin Hood, es un caso. En torno a este legendario individuo se gestó, un movimiento de resistencia comunitario de oposición a la usurpación de la monarquía y a la sobre explotación. En ese marco Robin Hood generó alianzas colaborativas entre él y las comunidades. En el caso de Guatemala, podríamos documentar varias experiencias. Una muy reciente es la alianza y acuerdo alcanzado entre el Presidente de la República y el liderazgo de un sector de ex-patrulleros de defensa civil19. Estos últimos aceptaron una indemnización vía el pago de salarios en concepto de reforestación. A pesar del rechazo bastante generalizado que produjo la demanda de pago de estos grupos que apoyaron al Ejército en la contrainsurgencia, lo usamos como un ejemplo desde una perspectiva más estratégica, en el que a partir de la decisión presidencial de pagarles, asumen la reforestación como un paso para el desarrollo de sus comunidades. Contrario a lo positivo que pueden resultar ciertas alianzas, otros casos también ejemplifican pero en sentido negativo; algunos narcotrafican- La delimitación territorial se basa en un cont rol por calles, que va cre c ie ndo en la medida que desplazan a otras clic a s. Lo ant e r ior sugie re la posibilidad del ex t e r m i n io físico de las clicas enfre nt a da s. Ma rcan las áreas con “placazos” (graffitis). Off the punt o (hasta aquí llega el territorio), es lo que escriben en el graffiti. La lucha es por la conquista de espacio s, los cuales se van gana ndo o perd ie ndo, así es como se van colocando las ma rcas de pertene nc ia . 19 Grupos comu n i t a r ios org a n i z a dos por el Ejército, du ra nte el conflicto arma do, para vigilanc ia ciuda da na en colaboración con aquel. Han sido do c u me nt a dos múltiples casos de vio l a c io nes a los de re c hos huma nos come t idos por patrullero s, sin que a la fecha hayan sido juzgado s. 18 48 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III tes, han colaborado con comunidades abandonadas por el Estado, dotándolas de infraestructura y servicios, a cambio de resguardo. Esto es altamente peligroso pues aunque ganan (aparentemente) las comunidades y los narcotraficantes, el Estado pierde con la entronización del narcotráfico y el crimen organizado y por supuesto se refuerza el debilitamiento institucional. El abandono, por parte del Estado, al cual se ha sometido a algunas cmunidades, la falta de servicios y de oportunidades, así como su situación de pobreza, han derivado en que tales espacios (equivocadamente) sean asumidos por otros actores sociales. Lo que sí debería rescatarse es la posibilidad de los seres humanos de aliarse en torno a beneficios comunitarios, toda vez que con ello se contribuye al restablecimiento del tejido social, a la armonía, y a la convivencia pacífica y respetuosa. El sentido gregario y su responsabilidad frente a un colectivo geoespacial, es un componente positivo en algunas clicas. Tal potencial así como la posibilidad de generar alianzas positivas, debiera visualizarse como una propuesta metodológica a ensayarse con jóvenes mareras/os, en beneficio de ellos mismos y de las comunidades donde habitan. Es decir, que el empoderamiento negativo que han alcanzado, algunas clicas, pudiera revertirse en positivo. En el tema de las alianzas, de suyo complejo, encontramos tal como ha sido expresado, la capacidad de aliarse mareras/os con vecinos/as y aportar positivamente en la comunidad, sin embargo, cuando las alianzas se basan en aceptar acciones contrarias a la ley (independientemente de lo favorecidas que puedan resultar las comunidades) lo que puede llegar a tejerse son redes de complicidad, conformadas por mareras/os y vecinos/as, con lo cual no puede estarse de acuerdo. Otra parte de este análisis se refiere a la complicidad intrafamiliar, es decir, cuando las familias complementan sus ingresos con lo que llevan integrantes de éstas que pertenecen a las maras. Algunos entrevistados hicieron referencia al hecho que con sus aportes contribuían al mantenimiento de sus familias y lo hacían con dinero obtenido ilícitamente20. 20 Este es un dato int e re s a nte en términos de cuánto dine ro del presupuesto fa m i l iar es o b t e n ido por me d ios ilícitos y cómo esto permite que he r ma nos (por ejemplo) del ma rero que aporta esos re c u r s o s, estud ien, porque de otra mane ra no podrían asistir a la escuela. Un estudio exploratorio 49 capítulo III Nuevamente el ejemplo señalado líneas arriba, algunas familias a quienes se les roba, subvencionan involuntariamente parte de la seguridad alimentaria de otras. En algunas entrevistas salieron comentarios relativos a que las mamás algunas veces requieren de sus hijas/os mareras/os dinero para poder pagar los estudios de sus otras/os hijas/os. Esta situación se convierte en un drama, pues frente a la pobreza, lo numeroso de las familias y la falta de oportunidades, las familias (madre, padre y/o hermanos/as) aceptan que uno de sus integrantes (usualmente hombre) se convierta en marero, a partir del argumento que la única forma de obtener ingresos es a través de esta opción. Esto pesa como un estigma sobre el o la marera quien asume el compromiso de llevar dinero a su casa. Retomando el tema de la estructura organizacional que es lo que nos ocupa, se tiene que el poder real es ejercido por hombres, a pesar que en las clicas hay mujeres y algunas tienen o ejercen liderazgo, éste es mucho menor. Numéricamente las mujeres incorporadas a las maras son menos, “se miran pocas mujeres en las maras, las que más hay son las que ya tienen años, de haber ingresado a la mara y muchas de ellas han muerto” (E. 3). En la estructura organizacional también comprende los y las colaboradores/as, quienes no son exactamente mareras/os. Los y las colaboradores/as, no participan en los mitins21, sus funciones principales son las de mandaderos/as. Las mujeres colaboradoras (bichas) apoyan a las maras, sin embargo, no se tiene respeto hacia ellas, según expresara un entrevistado. En los mítins tampoco participan los y las que están en “chequeo” (quienes aplican para ingresar a la mara y pueden ser hombres o mujeres), o quienes se han salido y están “cuadros”22. Si analizamos la estructura organizacional de la mara y la comparamos con las formas organizacionales de las instituciones de la sociedad guatemalteca, podemos inferir que tanto en la una como en la otra existen 21 Reuniones, del Inglés meeting. En los miembros de maras es frecuente el uso de palabras en Inglés, aunque con una pronunciación peculiar. 22 Nombre que se le da al/la marero/a que ha solicitado su egreso de la mara y a quien se le monitorea. El incumplimiento con los acuerdos deviene en la pérdida de los cuadros. 50 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III jerarquías y que éstas no se caracterizan, precisamente, por estilos democráticos. Tales formas de organización, en general, responden a principios autoritarios de ejercer el poder y el control. Un ejemplo que ilustra el comentario es la organización de los partidos políticos guatemaltecos. Estos como instituciones políticas, son reconocidos las más de las veces como órganos cuya vida gira alrededor de la figura de un líder. Son instituciones sin mayores posibilidades de relevos. El carácter antidemocrático de la institucionalidad es más la constante que la excepción. La equidad de género usualmente, tampoco está presente. Otros ejemplos los encontramos en las iglesias, las que promueven las jerarquías, la centralización del poder y un espíritu cerrado frente a la renovación de nuevos liderazgos. Tampoco promueven la equidad de género, en términos de una mayor participación de las mujeres. Para el caso de la iglesia católica, el relevo papal sólo se produce si este jeraca fallece, independientemente de que sus funciones vitales hayan declinado. Asimismo, la participación de las mujeres es totalmente marginal, en materia de acceso al poder y de su ejercicio. Otra institución que promueve el autoritarismo, la inequidad de género, la jerarquía y la centralización del poder es la castrense. Por antonomasia, es una institución cerrada y (pese a su modernización) con escasa disposición de subordinarse al poder político del Estado. Abundan los ejemplos de la preeminencia que el Ejército ha tenido históricamente sobre el poder político del Estado, así como del autoritarismo que impusieron a toda la sociedad. Sin duda estos antecedentes de conducta tan generalizada en la sociedad son referentes para los jóvenes, quienes reproducen esas formas organizacionales y de ejercicio del poder, en las maras. Así como la mara promueve formas paralelas de aplicar justicia, la jerarquía, la inequidad de género, la centralización del poder, el autoritarismo, la prepotencia y el abuso, así también la institucionalidad del Estado, las iglesias, el Ejército, la iniciativa privada, los partidos políticos e incluso varias ONGs han hecho lo suyo. 1.4.2.2 Un intento de caracterización de las maras y los y las mareras/os Son agrupaciones dinámicas, expresivas y con gran movilidad geoespacial, informadas, creadoras de capacidad mutante (se adaptan a los tiemUn estudio exploratorio 51 capítulo III pos), promueven una dinámica gregaria y de horda23, integradas por jóvenes desinhibidos, cuyos rangos etarios son generacionalmente cercanos, van más o menos de los 15-17 a los 18-25 años. Sin embargo, existen los llamados veteranos/as personas adultas (en número escaso24), se mencionaron casos de algunas comprendidas entre 40 a más de 50 años, quienes aún pertenecen a las maras, son ranfleros/as y tienen hijos/as muchos de los cuales pertenecen a las maras. Dos entrevistados mencionaron ejemplos: una señora de 56 años “veterana”, quien aún pertenece a la mara y ejerce poder sobre la misma (E.5), incluso uno de sus hijos, también perteneció a la mara (falleció en un enfrentamiento), el otro caso es el de un señor mayor de 60 años, quien es mensajero (trayendo orientaciones para la acción de la mara), de EEUU a Centroamérica. Su composición por género, es fundamentalmente masculina y la tendencia a la masculinización de las mujeres es evidente. Se les insta a ser agresivas y violentas, pero igualmente sumisas frente al liderazgo de algunos hombres. Se promueve que el abuso sexual en contra de ellas no es delito, cuando se trata de ritos de iniciación, tampoco lo es cuando deben ser compartidas (por no ser mareras) por los que sí son mareros. Lo anterior y otros mitos son promovidos, en la intención de que las mujeres crean que las maras sí abren las posibilidades de mayor respeto hacia ellas. Por ejemplo, discurren sobre la imagen idealizada de la mujer, lo cual más bien refuerza que prevalecen relaciones de poder subordinantes y de discriminación hacia el género femenino. Las maras pueden ser consideradas como sistemas cerrados y artificiales, caracterizados por la secretividad en la divulgación de información, se accede a ésta fundamentalmente a través de ex mareras/os, quienes en algunos casos, sí tienen disposición de compartirla25. Son colectivos más intencionados que naturales, aún cuando puedan tener antecedentes de espontaneidad en sus acercamientos. En los barrios y colonias los y las jóvenes se conocen e identifican. Sus sistemas de relevo son eficientes “es como una cadena de eslabones, siempre hay quien quiera estar en la mara…” (E. 8). 23 Prueba de ello son las sanc ione s. Estas son tan severas porque tie nen que vérselas con ge nte ind i s c i p l i na da, quienes no siguen re g l a s, así que debe obligárseles. 24 Lo cual no quie re decir que no tengan y sostengan vínculos con el crimen org a n i z a do y la na rc o a c t i v ida d. 25 Te s t i mo n io de la ig l e s ia 52 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III Algunos/as de los y las mareros/as trabajan a tiempo completo en la mara, mientras que otros/as lo hacen esporádicamente. En todo caso, se reúnen con frecuencia en las calles de sus barrios a “escuchar música, fumar marihuana, beber alcohol, hablar caliche (se refiere al lenguaje que utilizan) y allí sentimos solidaridad y hermandad entre nosotros, eso es bonito…” (E. 9). Lo referido es probablemente en lo que más ocupan su tiempo de ocio. Los colectivos mareros carecen absolutamente de una visión estratégica, les acompaña en general una perspectiva reduccionista y operativa, expresada en el aquí y el ahora26. Tal puntualización se explica, entre otras cosas, a partir del constante “coqueteo” con la muerte, uno de los entrevistados planteó “tarde o temprano te van a cerrar los ojos…” (E. 8). Desde el momento que solicitan su ingreso a la mara se les somete a pruebas temerarias y desafiantes a la normativa social y a las reglas de convivencia y sin embargo las asumen generalmente sin vacilar. La falta de visión estratégica, tampoco es privativa únicamente de estos/as jóvenes. Una de las debilidades más grandes del Estado guatemalteco y sobre la cual se discurre ampliamente en diversos espacios y en los medios de comunicación, es la falta de visión estratégica, carece de políticas estatales de largo plazo y tampoco se alienta un proyecto nacional. No ha habido un liderazgo (ni siquiera a partir de la transición democrática) capaz de desarrollar una visión integral de Estado27. También les caracteriza el uso y gusto por ciertos colores, por ejemplo, prefieren el negro y azul, con los cuales colorean los graffiti; según uno de los informantes “no utilizan el rojo por diferencias étnicas, pues ese color lo usan los asiáticos en los Estados Unidos (E. 9). De acuerdo a la información recabada, las razones por las cuales se ingresa a la mara pueden enumerarse como sigue: • Presión de algunos amigos/as mareros/as • Búsqueda de atención Los ra ngos de eda des de quie nes pertenecen a la ma ra son una muestra de ello, así también lo son sus actitudes teme ra r ias fre nte a la mu e r t e. 27 Los ejemplos de diálogos que no son apro v e c h a dos int e g ra l me nte son múltiples; El D i á l o go Na c io nal (Vinic io Cerezo), la Asamblea de la Socie dad Civil (Ramiro De León Carpio); los Enc u e nt ros para la Ac t ualización (Álvaro Arzú), el Pacto Fiscal (Álvaro Arzú y Alfo nso Portillo). 26 Un estudio exploratorio 53 capítulo III • • • • Beneficio económico Cierta actitud temeraria Deseo de alcanzar poder Construir una identidad vía el reconocimiento A pesar de que las personas entrevistadas pertenecen a estratos sociales con menos recursos, algunos/as señalaron que “no sólo la gente pobre pertenece a las maras…” (E. 6, 7 y 8), sobre esto se comentó brevemente líneas arriba, también forman parte de ellas, “algunos de los hijos de los policías, de funcionarios públicos y personas pudientes son mareros” (E. 1 y 2). Dado que éste no formaba parte de los objetivos previstos en este estudio, no se indagó con mayor profundidad sobre el mismo. Sin embargo, consideramos que es importante estudiar el tema de la composición de clase de los jóvenes que pertenecen a estos colectivos, en tanto que la necesidad de pertenencia, el poder, la búsqueda de atención y las actitudes temerarias, también pueden ser necesidades de otros segmentos de jóvenes. Retomando el tema de la caracterización de las maras, y según la información proporcionada, algunos requisitos para el ingreso son tan difíciles como por ejemplo, estar obligados/as a eliminar físicamente a alguna persona, fundamentalmente cuando se trata de la primera víctima y generalmente es a alguien de la mara rival. Las pruebas a las que hacemos referencia pasan por una espiral cada vez más violenta, la cual se inicia con delitos menores, como el hurto, robo o la amenaza, hasta llegar en algunos casos, a la eliminación física de personas. La fortaleza del o la marera, se templa en la medida en que cumple con la comisión de faltas y delitos hacia los y las ciudadanas y a la propiedad pública y privada. Tal disposición le granjea posición en la estratificación social de la mara y le otorga el mérito de pertenencia social a dicho colectivo. Se trata de que, tal como lo dijera un joven “lo avivan a uno…” (E. 1), en las maras “no queremos hijos de mami, queremos a jóvenes rebeldes…” (E. 8). El otorgarle un arma a quien se inicia, abre la puerta para la templaza a la cual aludimos. En consecuencia, se da una correlación entre el poder y las armas, lo cual sociológicamente hablando no sería una novedad, pero sí es algo novedoso que jóvenes adolescentes (niños en algunos casos), las porten y las utilicen y se inicien en formas de resolución de conflictos vía las armas. Uno de los entrevistados comentó que cometió su primer crimen a la edad de 9 años. 54 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III En el Congreso de la República se discutió en años recién pasados sobre la posibilidad de reducir la edad para la portación de armas, bajo el argumento de que si los delincuentes se arman, por qué no los ciudadanos. Según información de “El Periódico”, la PNC incauta 45 armas cada semana, por lo que están llevando a cabo una campaña de despistolización por medio de operativos en rutas donde se abordan buses urbanos y extra urbanos, así como patrullajes a pie (23.07.05 Pág. 3). Ahora bien, qué resultados puede tener una campaña aislada, cuando no existe una ley de armas y municiones, que regule y limite el acceso a la compra u obtención de armas. Algunas estadísticas son alarmantes respecto de la situación de violecia y el efecto de las armas. Se considera que el 80% de las muertes ocurridas en Guatemala es por arma de fuego. Que durante el 2004, más de cuatro mil homicidios se registraron en el país y que, de éstos, más de tres mil 500 fueron por arma de fuego. El año pasado fueron incautadas 3300 armas, sin embargo, en el país circula un millón 500 mil armas, de las que únicamente 250 mil están registradas. Otras características de su identidad externa son la vestimenta y los tatuajes28, éstos últimos de carácter optativo. Los tatuajes aluden a pasajes de su vida, de sus sentimientos y les identifica con la mara a la cual se adscriben. Sobre el tema de los tatuajes, las diversas culturas revelan disparidades en su uso. Por ejemplo, para muchos ciudadanos europeos o estadounidenses los tatuajes son bien vistos, mientras que en culturas como las centroamericanas no lo son; salvo si los portan jóvenes de estratos con mayor capacidad económica o bien personas del mundo artístico. Una vez han sido aceptados en la mara, se les autoriza optar por los tatuajes (tinteado), antes no; en general en cada clica alguno de sus integrantes es el encargado de hacerlos. Los y las jóvenes tienen claro que su ingreso a la mara implica la aceptación expresa o implícita que en algún momento deben matar (no sa- 28 En muc hos casos cua ndo la policía realiza re da da s, de t ie ne a jóvenes que están tatuado s, aún cua ndo no sean ma re ros o aunque sean re h a b i l i t a do s. Por otro lado, lo hacen i ndepend ie nt e me nte de que estén come t ie ndo delito alguno. Los “tinteados”, como ellos les llaman a los tatua j e s, también han pro v o c a do rechazo ent re la ciuda danía. Al efecto v a r ios ma re ros coment a ron que las personas al verles tatua dos los discriminan y eso les afecta. Un estudio exploratorio 55 capítulo III ben cuándo ni cómo), y que deben hacerlo aún a costa de su propia vida. Tal como se planteó líneas arriba la visión de los y las jóvenes mareras/os es corto placista. La línea divisoria entre la vida y la muerte es muy frágil y la posibilidad de traspasarla es la constante. En el marco de las justificaciones y de una lógica formal (simplista podríamos decir), sostienen que “la policía mata, también la mara… pero menos…” (E. 2), en general se evidencia en sus discursos una permanente justificación hacia la comisión de ilícitos o conductas impropias. 1.4.2.3 Expresiones comunicacionales A los y las jóvenes mareras, en general, además del lenguaje verbalizado les acompaña uno corporal, expresado en señas y movimientos. Aquí hay un elemento importante, pues tal lenguaje les diferencia (de manera sustantiva) y marca la distancia con otros jóvenes no mareros. Se sucede una suerte de “armonía”, entre sus expresiones verbalizadas y tal lenguaje corporal. Existe también, en términos de lo verbalizado, un lenguaje que se expresa en sus propios códigos (caló). Han construido todo un cuerpo de conceptos y expresiones cuyo significado, es ininteligible a quien no lo conoce, sin embargo, a ellos les comunica con el mundo de la mara y les diferencia entre maras. Todo esto forma parte de los nuevos aprendizajes que derivan en formas subculturales. Los y las jóvenes que son detenidos por las fuerzas de seguridad realizan señales para identificar a que mara pertenecen, lo que persiguen es mostrar el orgullo que representa su captura, es una forma de ganar notoriedad y fama dentro del grupo. Según expresara uno de los entrevistados, el lenguaje que se utiliza (caló) es atractivo a las mujeres, lo cual les facilita el enamorarlas, tanto a las que ya están en la mara como a las “bichas”29. Se infiere con ello que la necesidad de visibilizarse también se direcciona hacia las mujeres y se las atrae a través de lo “raro”, “diferente”, “novedoso”. También se comunican a través de la forma en la cual usan el cincho (cinturón), el reloj o la manera de amarrarse las cintas (agujetas) de los zapatos tenis y otras, lo cual no es ajeno a una u otra mara. 29 Mu j e res que no pertenecen a las ma ra s, sin embargo, simpatizan o colaboran con ellas. Las ma re ras no las aceptan. 56 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III 1.4.2.4 Objetivos organizacionales El abordaje del tema de los objetivos organizacionales nos remite a aquellos que son explícitos o visibles y los que son subyacentes. Para el caso de los primeros podemos inferir que son comunes a ambas maras; ejercer el poder controlando territorialmente espacios geográficos y a las personas que los habitan, quienes, dependiendo de sus recursos y de las disposiciones que asuma el la jefe de clica, son sujetos, entre otras cosas, al cobro de rentas. Así, los y las jefes deciden si se exige renta a los y las vecinas y cuánto, especialmente a los y las propietarias de negocios, que pueden disponer de mayores recursos. En otros casos, bajo amenazas, se cobra impuesto de circulación a los transeúntes. También los y las jefes de clica, consideran si se hacen o no alianzas y de qué tipo con algunos vecinos, sobre esto ejemplificamos antes. Otros cobros son por circulación de autobuses del servicio público. Tal pago les exonera de agresiones o asaltos al circular en áreas consideradas territorio de las maras. Al respecto, la negativa de algunos vecinos a pagar la renta impuesta ha derivado en asesinatos, tal el caso del señor José David Beteta, quién se negó al pago de Q.20.00 diarios en concepto de impuesto de comercio (mercado de Villa Nueva). Según declaraciones de otros comerciantes, integrantes de la mara Salvatrucha le dieron muerte de un balazo (Prensa Libre: 14.01.05). Diversos casos (difundidos por los medios de comunicación) ejemplifican respecto del tema de cobros y el impacto que esto tiene en los vecinos. Es importante anotar que el cobro de impuestos pasa por la disposición y autorización del jefe de cada clica. Si los y las integrantes de clica hacen tales cobros (aún cuando sea en su propio territorio), sin la autorización del jefe, son castigados/as con “la calentada” (manotazos y puntapiés, los cuales pueden durar hasta 13 segundos) (E. 9). Los objetivos son difundidos, en consecuencia, quienes solicitan ingreso a las maras los conocen. De acuerdo a la información proporcionada, inferimos que otro objetivo menos preciso, pero que subyace en sus discursos, podría ser visibilizarse como jóvenes, sentirse alguien reconocido/a socialmente y ser respetado/a aún a costa de infundir temor. Todos los y las entrevistadas, son jóvenes que han vivido experiencias atemorizantes, tal el caso de la violencia intrafamiliar, pero también violencia en otros espacios. Estando en las maras se produce una apaUn estudio exploratorio 57 capítulo III rente inversión del temor, cuando ellos y las atemorizan a los y las ciudadanas o a otros/as jóvenes lo cual psicológicamente podría producirles algún estímulo positivo “cuando hay energía no hay miedo…” (E. 8). Pero igualmente continúan viviéndolo (el temor) porque son presa fácil de los cuerpos de seguridad, de vecinos/as que han intentado lincharlos y de los propios líderes mareras/os cuando cometen faltas. Con relación a otros objetivos podríamos considerar la apropiación de dinero de manera ilícita. En cantidades altas para los y las líderes y en menores para los y las operativos/as. Consideramos que no es posible cuantificar los montos de dinero que llegan a las arcas de las clicas y la suma de éstas a cada mara, ya que esta información se encuentra sumamente centralizada y reservada para ciertos líderes. Sobre este tema desarrollamos en la Pág. 41. El criterio de transparencia y divulgación en el manejo del dinero que ingresa y egresa no es práctica en estos colectivos, se reserva a los niveles de mayor poder, aún cuando en algunas clicas se intenta practicar. No extraña, en manera alguna, la falta de transparencia, esta situación también se produce con frecuencia en la administración y gestión pública y privada. Recién se ha iniciado un debate y análisis sobre el tema en cuestión. El actual gobierno ha dado declaraciones respecto de la posibilidad de crear una secretaría para la transparencia en la gestión pública30, en tanto que uno de los cuestionamientos por parte de la comunidad internacional y de los propios ciudadanos son los altos niveles de corrupción. En buena medida parte de la persecución penal hacia funcionarios del anterior gobierno se basa, fundamentalmente, en la sindicación de actos de corrupción y desvío de dinero. El problema, en todo caso, es que a través de la investigación criminal se prueben tales delitos. Para la consecución de sus objetivos, las maras, requieren varias cosas, entre otras: desarrollar sistemas de información eficientes, utilizar tecnología, implementar alianzas, garantizarse (desde el liderazgo) que los 30 Además de la re nd ición de cuent a s, la administración pública de b ie ra evaluar los re s u lt a dos de su gestión y la calidad del gasto. A ma ne ra de ejemplo, se anu nc iaba en la recién pasada gestión del Sistema Pe n i t e nc ia r io como un logro el aho r ro de combustible. Sin embargo, tal aho r ro se aplicó a ex p e nsas de incumplir con el tra s l a do de reos a los t r i b u na l e s. Pesan sobre el Sistema Penitencia r io llama das de atención en ese sent ido . 58 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III operativos (las bases) cumplen con sus funciones y las órdenes que se imparten, que la convocatoria que lanzan reclute, que las bajas sean recuperadas, que sus controles internos sean eficientes, es decir, que su sistema de orden y disciplina internos funcionen efectivamente, que los y las vecinas se sometan a través del control y terror y que las sanciones que aplican sean ejemplares y conocidas para que el ejercicio del poder cohesione. Por otro lado, que los y las integrantes de las maras se acojan a la normativa y valores que se promueven. A la luz de un análisis organizacional, creemos que las maras intentan ser sistémicas, sin embargo, la ausencia de una visión estratégica se los impide. Los subsistemas que han desarrollado y en los cuales se apoyan les permiten algunos resultados y las posibilidades de ser eficientes (al menos como definen la eficiencia) están presentes. Los objetivos definidos por las maras encuentran total correspondencia con su código de valores y normas. Si bien es cierto que éstos no están escritos en documentos elaborados por estas agrupaciones31, sí cuentan con ellos y los asumen. La tradición oral juega un papel determinante en la transmisión de los mismos. Se trata de una sub-cultura basada fundamentalmente, en la oralidad, por tal razón es muy probable que se produzca un sobre estímulo en torno a la expresividad oral, lo cual les hace personas fácilmente comunicables e interlocutantes. El objetivo económico de acceder a dinero fácil, es otro que asumen y practican los y las mareras, éste está relacionado con las razones por las cuales se ingresa a estos colectivos. A través de las actividades32 delictivas, como los robos y las exacciones económicas a los y las ciudada- 31 En algunas clicas sí se han pre o c u p a do de escribir las reglas y ent regarlas a los nu evos int e g ra nt e s, aunque en ge ne ral no lo hacen. Por ejemplo, algunas reglas pueden de c i r : • No dañar a ge nte ino c e nt e • No robar a los vecino s • No violar a las mu j e res de mi comu n idad 32 Rescatar el tema de la ora l idad para y en los niños es funda me ntal en su de s a r rollo int e g ral. Por ejemplo en gene ra c io nes ant e r io re s, era más probable que los cuentos infa ntiles fueran tra ns m i t idos ora l me nte por los padre s, abuelos u otros parie nt e s, tal func i ó n es actua l me nte suplida por la televisión. Muc hos niños pasan buena parte del día sin c o ntacto con sus padre s, o son pro ducto de ho g a res de s i nt e g ra do s, ma dres solteras o fam i l ias nu me ro s a s, en las cuales el tiempo que se les de d ica es mínimo. Este pano rama influye en la cons t r ucción de la auto ide nt idad. To dos nu e s t ros info r ma ntes (ex ma re ros y jóvenes en rie s go) tienen como ant e c e de nte tal situación de vida . Un estudio exploratorio 59 capítulo III nas, las maras acumulan recursos económicos, que no podrían obtener de otra manera, en tanto que la marginalidad y la falta de oportunidades les hacen presa fácil del desempleo y subempleo. La oferta que provoca una cultura consumista, como la guatemalteca, invita a los jóvenes a consumir y tener cada vez más. Sin embargo, variables asociadas al consumo como el empleo y el salario tienen un comportamiento deprimido. Algunos datos ejemplifican sobre la situación socioeconómica: el salario mínimo es de Q.1190.00 mensual para la ciudad y para el campo es de Q.1158.00, mientras que el costo de la canasta básica, según el INE, es de Q.1440.00 y el costo de la canasta básica vital complementada por todos los demás bienes y servicios para la diaria subsistencia es de Q.2,628.40. Con lo cual se tienen salarios, tanto en la ciudad como en el campo, por debajo del mínimo necesario para la subsistencia. 1.4.2.5 Liderazgo en las maras El sistema de maras a su vez se convierte en sub-sistema si se le analiza a la luz de las maras de los Ángeles (lugar de donde provienen las primeras maras), de las cuales los líderes locales reciben órdenes y con quienes mantienen comunicación, a través de diferentes formas y mecanismos. Según información proporcionada por los y las entrevistadas, algunos líderes viajan de los Ángeles a Centroamérica para mantener contacto con los locales. Con todo y que se relacionan de manera autoritaria, el concepto de red y todo su potencial está claro en las maras, lo han implementado a través de los contactos que establecen y de la definición de funciones y objetivos. Han sido capaces de reconstruir una parte del tejido social, articulándose en torno a organizaciones juveniles, sin embargo lo grave son los objetivos y fines para los cuales se han organizado, ya que se trata de colectivos que le apuestan a la violencia como forma de visibilizarse y muy poco hacen por potenciar los aspectos positivos que tiene la organización. Estas agrupaciones de jóvenes son un claro ejemplo de la necesidad que tienen los y las muchachas de socializar, intercambiar y de asumirse como interlocutores, ejemplos son las festividades que realizan con motivo de casamientos (bodas), baby showers, fiestas de cumpleaños y otras, para las cuales “celebramos con droga, alcohol, buena comida, música…” (E. 8), aunque, según expresaran todo consumo es optativo, lo hacen quienes quieren “nada es obligatorio…” y dicen evitar las drogas fuertes (E. 8). 60 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III Cada una de las clicas tiene su propio/a representante, quien responde al liderazgo de la mara a la cual se adscriben. Se producen dos tipos de reuniones, una la de liderazgos entre maras y la otra de clicas de la misma mara. Para el caso de la primera, participan los líderes, éstas pueden ser realizadas con intervalos de entre uno a tres meses. Para llevar a cabo estas reuniones pactan no agresión (sur) y en espacios neutrales se reúnen los liderazgos, lo cual pareciera ser respetado33. Sin embargo, ambas maras llevan a “su gente armada” (E. 1), por si acaso sucede algún incidente que amerite el enfrentamiento. Quienes dan la orden de “ataque” son los líderes. De no producirse roces ni diferencias irreconciliables, se retiran todos/as una vez se da por finalizada la reunión. Los acuerdos deben ser acatados, se trata de códigos establecidos por los liderazgos. Las clicas, por su parte, sostienen reuniones (mitins), con intervalos periódicos de más o menos cada 15 a 30 días, aunque pueden ser más espaciadas34. En las reuniones de liderazgos al más alto nivel (al estilo de un cabildo abierto) se discuten temas del quehacer de las maras, así como el actuar de ciertas/os mareras/os de clica y se exponen las razones que justifican asumir determinadas decisiones y actuaciones. Se produce una especie de discusión, en la cual participan el primer líder así como los liderazgos de clicas. Sin embargo, de no llegar a acuerdos es el primer líder quien decide y todos asumen su decisión. A pesar de que algunos consideran que son estilos democráticos, la realidad denota que se imponen las reglas de juego a través del más fuerte (el líder), no se toman el tiempo para que algunos desacuerdos se 33 No enc o nt ra mos info r mación que re v e l a ra event uales enfre nt a m ie ntos ent re ma ra s, lo c ual de pro duc i r s e, sugeriría muchas muertes simu l t á ne a s. Lo que sí se reporta a tra v é s de diversa info r mación son ajustic ia m ie ntos y asesinatos más bien aislado s. Ig ua l me nt e a s e s i natos o enfre nt a m ie ntos ent re líde res cua ndo la rivalidad es muy prof u nda. Lo que sí se do c u me nta son enfre nt a m ie ntos en las cárc e l e s, cuando se ha pro ducido la ruptura del “pacto sure ñ o ”. Dos ejemplos en los últimos años dan cuenta de múltiples asesinatos de nt ro de las cárc e l e s. 34 I n ic ia l me nte se reunían en espacios abie r t o s, actua l me nte por cuestio nes de segurida d muchas veces, optan por hacerlo en casas partic u l a res o lugares que les gara nticen ma y o r c o b e r t u ra . Un estudio exploratorio 61 capítulo III resuelvan, a través de votaciones o de manera consensuada; en última instancia se decide autoritariamente. Parte de las características del ejercicio del poder es su centralización y verticalismo. Es probable que tal normativa disciplinaria encuentre su razón de ser, en el necesario principio de cohesión y sobrevivencia del grupo, el cual se logra a través del control y poder autoritarios. Las reuniones entre la MS y la M18 se conocen como mitin Sureño35. Los posibles enfrentamientos derivan de la intromisión de los unos y los otros en el territorio del cual se ha apropiado cada mara. La defensa territorial, es un principio de primer orden en las maras36. El problema que desencadena una espiral de mucha violencia, son las muertes que se producen entre los y las integrantes de las maras, ya que esto da como resultado acciones revanchistas. Se defiende el código de honor vía el ajusticiamiento como venganza. También existen liderazgos femeninos, sin embargo son escasos. Alcanzar el grado de liderazgo (con el reconocimiento de las bases que esto conlleva) implica demostrarles a éstas que se tiene capacidad para hacerlo y que “el puesto se ha ganado” (E. 2). Un líder respetado es aquel que “demuestra mayor autoridad, no se inhibe, es firme y no se hecha para atrás…” (E. 1). Así por ejemplo, en la estratificación social de la mara, en materia de liderazgos se es más valorado si se ha ejecutado a otro líder. Un caso ilustra el anterior comentario; en la clica “Sólo Para Locos, S.P.L.”, ya que esta clica pertenece a la Mara 18, entre sus reglas está que para que una persona ingrese a ella “tiene que matar algún marero que sea de dos letras (se refiere a la MS, Mara Salvatrucha)…” (E. 3.). Esta regla aplica por igual a hombres y mujeres. Una mujer que alcanza el liderazgo en su clica es conocida como “ranflera”37, se reconoce que “tienen el poder sobre el grupo, aunque son pocos casos…” (E. 3). En re f e renc ia al origen de las ma ra s, el cual se sitúa en la ciudad de Los Ánge l e s, E s t a dos Un ido s. 36 Lo grave de este princ i p io es que no se trata únic a me nte de de f e nder un espacio ge ográfico, se apro p ian simbólic a me nte de él pero ig ua l me nte de su infra e s t r uc t u ra y personas que lo habitan. 37 R a n f l e ra o ra n f l e ro es quien da las órde nes y se cons ide ra como la jefa o el jefe de la c l ic a . 35 62 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III Por encima de los jefes de clica están los jefes de las maras (M18 y MS), tal como acotáramos y éstos se rigen por los mareros de Los Ángeles, conocidos como los LA (en inglés “el ei”) que en ciertas ocasiones dan órdenes a los jefes de maras, quienes deben cumplirlas (E. 5). Ni envían ni reciben dinero, sólo órdenes, según expresaron los entrevistados. Son un potencial mercado consumidor de droga, traslado de ésta y distribución. Tenemos hasta acá un elemento de análisis, cual es la legitimidad del poder. El compromiso con manifestaciones violentas, agresivas y la comisión de ilícitos son componentes que priman en los liderazgos femenino y masculino, aunque las formas de ejercerlos son diferenciadas. Los liderazgos individuales hacen el colectivo, es por ello que consideramos que puede hablarse con propiedad de un liderazgo de maras. Esto porque el colectivo refrenda todo lo que se hace desde la particularidad. 2. Subsistema valórico-normativo Este subsistema tiene una estrecha relación con la filosofía y los objetivos generales de la organización de maras; así como con los objetivos individuales en asociación con los colectivos. De manera tal, que en este apartado nos referimos a las categorías de análisis de individuación y grupalidad, para entender de mejor manera las actuaciones de agresión y violencia que desarrollan y promueven los colectivos juveniles, objeto de estudio de esta investigación, pero igualmente la que les impacta a ellos. En materia de organización, este subsistema ha sido considerado uno de los más importantes, ya que los valores condicionan las actuaciones individuales y grupales. Por otro lado, dichos valores son tomados del entorno, es decir que es el ambiente sociocultural más amplio el que provee insumos para la definición de los valores y normas en una organización. Siendo así la organización de las maras como subsistema de la sociedad guatemalteca se fija valores, normas y objetivos determinados o influenciados por el suprasistema que la envuelve o determina. A través del trabajo de campo identificamos diversos valores, normas y objetivos, trazados por estos colectivos juveniles. Algunos implícitos y claros para los integrantes de dichas agrupaciones. Otros sin embargo, más difusos o menos claros y que más bien subyacen en el mensaje latente. Un estudio exploratorio 63 capítulo III Inferimos que los valores que han definido son el gran marco que condiciona y orienta el quehacer de las maras. De éstos se derivan las normas y los objetivos y es desde la gestión que se evalúan los resultados (sobre esto último desarrollamos arriba). 2.1 Subsistema de valores y normas Una primera apreciación es que en el marco de los valores éstos se presentan muy laxos, difusos, contradictorios y pendulares. Han construido un código de valores morales de la mara, ajustado fundamentalmente a las necesidades de cohesión del colectivo, pero también a la necesidad de visibilización individual y colectiva, es decir, de reconocimiento social. Tal código pretende aplicación universal a las maras. Demarca distancia, respecto de la normativa social guatemalteca expresada legal y constitucionalmente y a los valores éticos y morales reglamentados. No así a buena parte de la que se practica cotidianamente en la convivencia social, en el país. Partimos del supuesto que si comparamos cómo viven los y las mareras sus valores, y cómo viven los y las ciudadanos/as guatemaltecas sus valores, encontraremos formas conductuales (en muchos casos) similares más que dispares. Por tal razón, a través de nuestro informe analizamos comparativamente la conducta organizacional juvenil marera y la conducta organizacional de la sociedad en su conjunto y encontramos tal como lo habíamos previsto más similitudes que diferencias. Este comentario deberá llevarnos a un análisis mucho más profundo respecto de la interrogante de ¿cuáles son los referentes conductuales hacia los que dirigen su mirada los y las jóvenes guatemaltecos/as que están en proceso de formación? Dicho de otra manera, ¿qué ejemplos ven los niños y niñas en su primera infancia y en su proceso de maduración para el fortalecimiento de su individualidad y grupalidad? Si desde las políticas públicas, por parte del Estado, no se prioriza la seguridad y desarrollo de los niños, niñas y jóvenes, como inversión fundamental, los resultados continuarán siendo de gran vulnerabilidad para estas poblaciones y de gran inseguridad para los y las guatemaltecas. Retomando el análisis sobre el subsistema que nos ocupa (valórico-normativo) se tiene que éste es difundido ampliamente entre los miembros de estos colectivos y quien ingresa a las maras lo conoce y asume su compromiso con él. 64 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III Del código al cual aludimos, se desprenden ciertas reglas y disposiciones; también éstas son difundidas y quienes ingresan a las maras las cnocen, así como las sanciones a las cuales deberán someterse de incumplir con lo normado. Los y las jóvenes entrevistadas aludieron en sus discursos con mayor o menor frecuencia, expresa o implícitamente a los siguientes valores y sus contrarios: • Lealtad-deslealtad • Fidelidad-infidelidad • Amor-odio • Respeto-irrespeto • Amistad-enemistad • Justificable-injustificable • Aprecio-desprecio • Tolerancia-intolerancia Un primer hallazgo a través del trabajo de campo nos permitió inferir que la práctica de los valores es muy contradictoria, tal como lo expresáramos. Sin embargo no extraña en manera alguna tal comportamiento, especialmente, si volvemos la mirada a la conducta que observan los y las ciudadanos/as guatemaltecas en general. Dicha conducta se ve matizada por comportamientos pendulares y opuestos, tanto en la asunción de responsabilidades ciudadanas, como en el relacionamiento con las otredades. En el caso de los y las jóvenes mareras, es muy probable que el impacto de tales comportamientos se magnifique, en tanto que los refrenda un colectivo socialmente repudiado y “satanizado”. El rechazo o la aceptación a la pendularidad en los valores, también es más o menos aceptado por la propia sociedad, dependiendo de quienes lo asumen o practican. Un ejemplo importante lo muestran las iglesias, especialmente la evangélica, quienes en nombre de dios, pero desde una actitud de total intolerancia manifestaron su rechazo a los matrimonios entre personas del mismo sexo38. Si comparamos las actitudes de estos adultos representantes de iglesias, con las asumidas por los y las jóvenes mareras/os, frente a colectivos 38 En Tele-diario de canal 3, transmitido el 23 de junio del corriente (ver siguiente página) Un estudio exploratorio 65 capítulo III travestis, gays y lésbicos, a través del trabajo de campo inferimos que los y las mareras no muestran (al menos públicamente) marcado rechazo hacia estas diferencias. Sin embargo, hay que anotar que son escasos los homosexuales que ingresan a las maras, en tanto que difícilmente se comprometerían con conductas violentas y agresivas, según expresara un entrevistado, aunque les utilizan como apoyos (E. 8). Por su parte mujeres lesbianas, con conductas masculinizadas y en consecuencia dispuestas a agredir y violentar, son aceptadas con agrado. Nuevamente vale preguntar, ¿cómo la sociedad pretende que se practique la tolerancia como un valor fundamental, en términos de la convivencia social si un sector respetado y representativo de la población guatemalteca, como lo es la iglesia, no es capaz de asumirse respetuosa y tolerante? La traición, la infidelidad y la desconfianza son elementos muy presentes en las maras, lo cual no les impide constituirse en colectivos cohesionados y con reglas de comportamientos que se cumplen. Ahora bien, quien traiciona, es infiel y/o desleal, puede llegar a ser ajusticiado por la mara, bajo el argumento de que falló o faltó a la normativa, tal el caso, por ejemplo, del “ojete” (delator/a). Dicha ejecución se justifica desde un código moral y ético que incluye juicios sumarios, y las más de las veces el/a acusado/a no tiene defensa. Es ésta una forma de tomar la justicia por mano propia. Entre los valores que se discutieron con los y las jóvenes se incluyó la libertad. Ésta es un valor sustantivo para todos/as los y las jóvenes mareras; su mayor permanencia en la calle, les ha permitido experimentar con la posibilidad de hacer por sí solos, sin la mirada fiscalizadora de los adultos, es decir sin la aprobación o desaprobación de la autoridad. Este último concepto también es asumido de manera polar; desconocen la autoridad adulta (expresada en sus padres y familiares, instituciones ( v ie ne de página ant e r ior) año, el re p re s e nt a nte de la As o c iación de Ministros Evang é l icos de Guatemala, expresó: “las ig l e s ias evang é l icas nos opone mos termina nt e me nt e al ma t r i mo n io ent re ho mo s ex uales y lesbia na s, así también a que adopten hijos”, por cons ide rarlo atent a t o r io a la moral y buenas costumbres del pueblo gua t e malteco. Al día s ig u ie nte por el mismo me d io televisivo, un diputado delFRG, en nombre de otro s, expresó su total repulsa a legislar a favor de ma t r i mo n ios ent re personas del mismo sexo y manifestó su disposición a legislar para prohibir tales ma t r i mo n io s. 66 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III y otros), aunque aprueban la que ejercen los líderes en la mara y lo hacen sin mayor discusión, y no se trata de una autoridad democrática y horizontal sino todo lo contrario, se someten al autoritarismo de los líderes locales y éstos al de los internacionales. La intolerancia está presente permanentemente en las maras; al efecto, las faltas cometidas por sus agremiados no son en manera alguna toleradas, casi sin distingo son sancionadas39. Siendo así, la tolerancia y la aceptación no son prácticas desarrolladas por estas agrupaciones. La intolerancia deriva en una actitud de anular la otredad, en consecuencia se lo elimina físicamente sin mayores remordimientos. Así se sucede una serie de auto-estímulos para proceder arbitraria y violentamente contra el o la oponente, el o la adversaria, es decir, el o la que no es como yo. Estos jóvenes tampoco han tenido aprendizajes de tolerancia y aceptación, desde su más temprana edad. Muchos Estados (un ejemplo son dos centroamericanos), promueven leyes y acciones anti maras, muy severas; y a partir de una visión, únicamente represiva de la fuerza pública, pretenden controlar la violencia desatada por estos colectivos, sin obtener resultados realmente favorables, ya que se han producido arrestos masivos y al poco tiempo la mayoría ha tenido que ser liberados por falta de pruebas, pero especialmente porque no ofrecen alternativas de estudio, laborales y de recreación, especialmente dirigidas a la población en riesgo, la que en el futuro cercano engrosará las filas de las maras, si no es tratada adecuadamente. En Guatemala, ha habido intentos por aprobar una iniciativa de ley anti maras, presentada por el partido Patriota, en la que se buscaba juzgar a menores como adultos/as o la propuesta presentada por un diputado del PAN, en la cual se contempla la creación de nuevos delitos cometidos por mareras/os, relacionados con la intimidación y cobro de impuestos a negocios y residencias; ambas tienen el defecto de privilegiar la represión y no tratar el tema integralmente. Respecto a tales propuestas el Congreso se inclinó a considerar que no es el momento adecuado para aprobar tales leyes, aún cuando sí se plantea la posibilidad de reformar el Código Penal y Procesal Penal e incluir nuevos delitos, sanciones I ncluso algunos líde res de clica, han ajustic ia do a quienes cons ide raban amigos si la falta era gra v e. 39 Un estudio exploratorio 67 capítulo III y castigos más severos contra los y las mareras40. Por otro lado, el Ministerio Público en la propuesta de elaboración de la Ley Contra el Crimen Organizado incluye a las Maras como grupos delincuenciales a combatir41. El presidente hondureño reconoció que la política de mano dura con las maras puede derivar en una afectación mayor de la seguridad en la región, a pesar de que sí fue aplicada en su país. En el encuentro presidencial centroamericano llevado a cabo en República Dominicana, los mandatarios de la región endosaron el funcionamiento de programas de prevención del delito a la cooperación internacional, en el intento que desde ésta se apoye tales programas. (“El Periódico”. Guatemala, aún sin ley antimaras. 02/04/05). En algunos barrios, mujeres y hombres que no pertenecen a las maras pueden correr el riesgo de ser eliminados físicamente, cuando provocan algún daño o agresión hacia cualquier miembro de la mara. La discriminación selectiva es otra práctica frecuente en estos colectivos, por ejemplo a las mujeres que no están en la mara se les llama “bichas”, por principio el nombre es despectivo, en el lenguaje figurado. Por otro lado, a estas mujeres no se les respeta “las pueden violar, matar o hacer con ellas lo que quieran…” (E. 3), situación que cambia cuando ya son integrantes de la mara. Otros ejemplos de discriminación son hacia los y las jóvenes que se retiran de las maras, algunos incluso ponen en riesgo su vida y se vuelven altamente vulnerables. Los y las mareras reproducen con otros/as jóvenes (ex mareras/os o no las formas de discriminación con las que la sociedad les trata a ellos/as. Son altamente críticos con una sociedad que les ha negado “muchas cosas…” (E. 2), pero también lo son con temas como la corrupción y el soborno. Respecto de este último aseveran que algunas armas las han conseguido “sobornando a los policías…” (E. 2.), no solamente quitándoselas por la fuerza o de manera violenta, algunas veces comprándoselas. Tanto el soborno como la corrupción son monedas de dos caras; para que existan tienen que existir un/a sobornador/a, un/a sobornable y un/a corrupto/a, así como un/a corruptor/a respectivamente, y tan responsable es uno/a como el/a otro/a. Buscan juzgar a meno res como adu l t o s, en “Siglo Ve i nt i u no”, 4 de febre ro de 2005, pág. 03 y 26 de abril de 2005, pág. 04. 41 MP elabora ley cont ra el Crimen Org a n i z a do, en “El Pe r i ó d ico”, 9 de abril del 2005, pág. 04. 40 68 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III Si bien es cierto que los y las jóvenes ex mareros asocian muchas de sus actuaciones al mal, “robaba, violaba mujeres, disparaba, me gustaban las armas, eso no era bueno…” (E. 2), también encuentran la razón para haberlo hecho o hacerlo. La “palabra que se empeña” es muy importante para las maras “si dices que vas a matar a alguien y no lo cumples, tu propia mara te da luz verde o mecha encendida (sentencia de muerte), donde te encuentren te matan…” (E. 12). Les caracteriza la aplicación de un sistema disciplinario que tipifica las faltas como leves y graves y a éstas les corresponden determinadas sanciones. A las leves les corresponden sanciones como golpizas, mientras que a las graves puede ser hasta la muerte. Un ejemplo de falta leve es cuando una jainita (mujer) sale con alguien de otra clica, lo cual se castiga con una golpiza. En cambio si la falta llega a la relación con algún miembro de otra mara o delación, el castigo es la muerte. Esta es una falta que no se perdona y los y las integrantes de las maras lo saben. También puede tipificarse como falta grave la violación a una mujer que pertenezca a la mara. Si llega a confirmarse se castiga al responsable, o bien cuando alguna joven marera tiene relaciones sexuales con otro marero de la mara opositora. Al respecto uno de los entrevistados planteó “cuando te han dicho que no debes hacer algo, por ejemplo escribir en un libro y lo haces, tienes que ser castigado, entonces el que te advirtió se gana el respeto, pues te castigó y el que recibió el castigo también aprende, pues no lo vuelve a hacer…” (E. 8). Otras instituciones también tienen sus propios códigos valóricos, por ejemplo el ejército los valora de manera significativa, valores como la disciplina y el cumplimiento del deber y el honor e igualmente castiga el icumplimiento de ciertas normas. En la justicia con leyes ordinarias, incumplir dichas normas no implicaría someter a los señalados a condenas, en todo caso a sanciones menores que pueden ser de carácter administrativo. En general y de manera empírica sostenemos que en la sociedad guatemalteca existe una tendencia a la aceptación de la violencia, aún cuando ésta se oponga a las normas legítimamente sancionadas, tanto por parte de estos/as jóvenes como de otros segmentos de la población guatemalteca. Refrendamos este argumento a partir de múltiples evidencias que muestran cómo los y las guatemaltecos/as practicamos y ejercemos, en algunos casos, manifestaciones de agresividad y violencia. Un estudio exploratorio 69 capítulo III 2.2 Valores religiosos En el marco de los valores, (que es la categoría de análisis que ocupa nuestra atención en este apartado), nuestros/as entrevistados/as manifestaron creer en dios, para ellos y ellas, dios y lo que representa es un valor. Un dios que invisiblemente guía y mueve los hilos de sus vidas, tal concepción se hace evidente cuando, por ejemplo plantean “si me pasa algo que sea la voluntad de dios…” (E. 2). Se trata de un sentido fatalista pero igualmente irresponsable, en tanto se atribuye los resultados de su ilicitud y temeridad a una deidad. Similar comportamiento se observa en ex gobernantes militares, durante los años del conflicto armado, por ejemplo el general Efraín Ríos Montt, presidente de facto entre 1982 y 83, en los que ha sido sindicado de graves violaciones a los derechos humanos, “navega”, desde ese tiempo, con la bandera de la religión. Es líder de una facción de una secta protestante. De esa manera, podríamos plantear que en nombre de la religión y de dios es posible, justificar casi cualquier cosa. Los y las mareros/as comparten información de los actos agresivos o violentos con dios; una vez se han ejecutado, dios decidirá sobre sus destinos. Así, si mueren en “campaña”, dios lo quería de esa manera42. Aplican mecánicamente un principio bíblico de “ojo por ojo, diente por diente”, tan mecánico como el mensaje que promueve. En situaciones simples como, por ejemplo, “me ofendió, puso la distinción entre él y yo, cuando le pedí dinero, me contestó mal… me dijo: para eso trabajo…” (E. 2). La golpiza que recibió el ofensor, se justificó a la luz de la ofensa proferida. En la mara no se permite la blasfemia “si se blasfema contra el invisible, el que todo lo puede, se castiga…” (E. 2), los “homies43 saben que dios los hizo, por eso le rinden reverencia…” (E. 2). Es fácil escuchar que dentro del código evaluativo moral la figura de dios es fundamental. Se trata de un dios asociado al respeto, pero un dios que puede aceptar las justificaciones que las mismas mareras/os le exponen para, por ejemplo, matar. De esa cuenta es muy probable, que 42 43 70 Está pre s e nte el sent ido fatalista que pro mueven muchas re l ig io ne s. Los ma re ro s, sus pare s. MARAS Y VIOLENCIA capítulo III algunos jóvenes (a pesar de que aceptan que quitarle la vida a alguien es un conflicto) “le piden perdón a dios antes de matar…” (E. 1). Abordar el tema religioso a lo interno de las maras es importante, en tanto que tiene un impacto significativo en el ordenamiento y normativa del colectivo. Por ejemplo, los jóvenes que solicitan “cuadros”44 deben acogerse a la iglesia evangélica, en pocos casos se acepta que sea la católica. Uno de los argumentos es que al amparo de la primera no consumirán drogas ni alcohol, según las normas de esta iglesia. Sin embargo, algunas denominaciones de la iglesia evangélica se caracterizan por sus márgenes reducidos de tolerancia, en la Pág. 65 planteamos un ejemplo, otro que ilustra son algunas convocatorias para aplicar a puestos de trabajo, en las cuales uno de los requisitos es la pertenencia a dicha iglesia, lo cual no sucede con la iglesia católica. Un buen ejemplo de ello es la Universidad Rafael Landívar, misma que siendo católica emplea a personas de otras denominaciones religiosas. Hubo coincidencia al señalar que en las maras no se suceden ritos satánicos, eso es una especulación, dijeron. Sobre esto es necesario profundizar, ya que difundir información especulativa distorsiona la realidad e imposibilita una comprensión más objetiva del problema o del tema en análisis. Esto se observa en algunas noticias publicadas por los medios escritos, acerca de que la PNC supone que los crímenes violentos de mujeres pueden ser ritos satánicos en las maras, lo que afirman sin haber realizado una investigación preliminar, dándose el supuesto por verdadero. Lo que sí puede suceder, y ellos mismos lo reconocieron en las entrevistas, es que se den casos aislados; también reconocieron que se dan muertes muy violentas. En una sociedad con niveles tan bajos de escolarización, es muy probable que muchas personas sean altamente susceptibles frente a temas a los cuales no se les encuentran explicación. De manera que, de manejarse información que relacione a las mareras/os con ritos de esta naturaleza, automáticamente crea la ficción de que estos colectivos tienen pactos con el diablo, es decir con el mal, y en consecuencia se explique la violencia en función de la externalidad del fenómeno y muy poco o nada a partir de lo sustantivo. 44 Solicitar “cuadros”, es pedir autorización para salir de la ma ra, lo cual si es conc e d ido es sie m p re perma ne nte y está some t ido a estrictas no r mas de conducta, que si no son c u m p l ida s, sig n i f ica la mu e r t e. Un estudio exploratorio 71 capítulo III De acuerdo a los resultados del monitoreo de medios escritos de información, cuando se suceden acciones violentas la PNC, declara en el lugar de los hechos, sin una investigación preliminar. La mayoría de veces aducen que tales hechos son producto de las luchas por territorios entre mareras/os o venganzas entre éstos. Lo preocupante del mensaje es que la fuerza de seguridad legitima ante la sociedad cualquier muerte violenta que ocurra entre mareros o supuestos mareros. 2.3 Otras reglas y disposiciones Pareciera ser que como parte de las normas los asesinatos no se practican indiscriminadamente, son selectivos, o al menos intentan serlo, una muestra es lo siguiente: se toman el tiempo para advertir a un ladrón (no integrante de mara alguna) que no puede operar en su barrio, pero si no acata la disposición “le sacamos el cuete45…” (E. 1), se refiere a que lo matan, sin remordimiento alguno, en tanto les asiste la razón o justificación para hacerlo, ya que no atendió el llamado que se le hizo. Este es un ejemplo de la importancia que las mareras/os dan a la territorialidad. Si los y las vecinos/as llaman a la policía, también son sancionados/as por la mara46, toda vez que para los y las mareras la autoridad policial es ilegítima y carente de valores, “son sobornables…” (E. 1). Por otro lado, según informaron, muchas de las armas las obtienen sobornando a la policía, uno de ellos expresó una 38 (milímetros) se consigue por Q.800.00 y éstos se consiguen asaltando 8 buses o con el robo de 8 celulares…” (E. 1). También en el tema de las normas se evidencian las alianzas negativas, por ejemplo las que hacen las mareras/os con agentes de la PNC. Los mareros les trasladan determinadas sumas de dinero a cambio de que los dejen actuar47, extremo que fue ratificado por algunos entrevistados. Información que ha circulado en los últimos meses da cuenta del involucramiento y responsabilidad de agentes de policía en bandas de secuestro y crimen. 45 S i n ó n i mo de arma de fuego Ve c i nos que dan de c l a ra c io nes a los me d ios de comu n icación respecto del impacto negativo que provocan los ma re ros en los vecindario s, lo hacen anónima me nt e. En re s g ua rdo a su integridad física y la seguridad de su fa m i l ia . 47 Ma ras Corpora t i v a s, en “El Pe r i ó d ico”, 14 de febre ro de 2005, pág. 03. 46 72 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III No se consideran sicarios de nadie, más bien las maras prohíben que lo sean, pues es una forma de utilizarlos con lo cual no están de acuerdo. Si la mara se da cuenta que alguien sirvió de sicario pueden eliminarlo/a. Por la misma razón, intentan guardar distancia del narcotráfico, porque entienden que los utilizan y que de todas maneras los eliminarán una vez sean inservibles. Sin embargo el enganche, por medio de la oferta de dinero y el consumo de droga, no deja de serles totalmente indiferente. Siendo así su vulnerabilidad también les hace presa fácil de las drogas. En todo caso, están perfectamente claros de los riesgos que corren. Según el informe de la ONU “Crece el Tráfico de Drogas en Maras”, existe preocupación por el incremento de jóvenes mareras/os incorporados al narcotráfico. En dicho informe se revela que al menos 70 mil personas integran estas agrupaciones localizadas en El Salvador, Guatemala y Honduras. En el mismo informe se alude al incremento de mujeres tox icómanas. La Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de la ONU, JIFE, sostiene que las organizaciones involucradas en estos beneficiosos negocios, adaptan rápidamente sus métodos para burlar las medidas represivas antidrogas, esto se evidencia con el cambio acelerado del modus operandi y la diversificación de las rutas y los medios de transporte48. Según afirmó Anne Aguilar, del Buró de Narcotráfico para Centro América del Departamento de Estado de Estados Unidos, los integrantes de maras están involucrados con el crimen organizado, tienen sus propios carteles y trasiegan droga para Centro América, además continuarán las deportaciones de éstos, mientras estén ilegalmente en el país49. Según el informe Heridas en la Sombra, publicado por AVANCSO en el 2001, existe relación entre el aumento de las maras y el incremento del tráfico de drogas en el país50. En materia de contradicciones, son evidentes las que se producen cuando hablan del respeto. Esta categoría no tiene aplicación universal, antes bien se aplica y ajusta a situaciones particulares. Por ejemplo, si la 48 C rece tráfico de drogas en Ma ra s, en “Siglo Ve i nt i u no”, 2 de marzo de 2005, pág. 02. EEUU maras con carteles de las dro g a s, en “Pre nsa Libre”, 8 de abril de 2005, pág. 10. 50 El Gobie r no carece de política para re i nsertar a los pand i l l e ro s, “El Pe r i ó d ico”, 1 de abril de 2005, pág. 03. 49 Un estudio exploratorio 73 capítulo III mara les obliga o invita a irrespetar (sexualmente) a las mujeres que solicitan su ingreso, lo aceptan como “normal”, no se cuestionan tal cosa51. Sin embargo, si se irrespeta a alguien (mujer u hombre) que se considera amigo/a, eso no se perdona (E. 4), he ahí una muestra de la laxitud de los principios y de las reglas. Con respecto al valor respeto, éste fue comentado en las diversas entrevistas, por ejemplo, para los líderes está y debe estar claro que es fundamental ganárselo. Según ellos un líder que no es respetado, no es líder, “lo que el líder dice, se debe cumplir…” (E. 7 y 8). Hay otras reglas, de suyo interesantes, las cuales evidencian la sumisión al poder, por ejemplo, “cuando un marero quiere vivir con una marera, tiene que pedir quebrada (permiso)” (E. 3). La autorización la da, el ranflero o jefe de la mara. Una vez han sido autorizados, deben sujetarse a ciertas normas “no pueden andar besándose ni tocándose delante de los demás, si lo hacen los castigan o les pegan…” (E. 3), la justificación a tal regla es que en la mara todos deben verse como hermanos y los verdaderos hermanos no hacen nada de eso. (E. 3). De nuevo, este pasaje nos ejemplifica respecto del poder autoritario. La justificación que utilizan para aplicar tales castigos, es que los integrantes de las maras se consideran hermanos, de ahí que no puedan asumirse “inmorales”. Este caso y otros más visibilizan cómo las reglas, valores y normas son diseñadas a la medida de quienes ejercen el poder. La consideración de llamarse hermanos/as también es muy cuestionable, porque lo son hasta que las mujeres han ingresado a la mara, antes no y en consecuencia, tal como lo expresáramos arriba, pueden hacer uso sexual indiscriminado de ellas. Es sumamente preocupante que jóvenes que desean ingresar a las maras, se arriesguen a los abusos y violaciones sexuales, ya que se trata de delitos en contra de su persona. Este es un claro ejemplo de la debilitada autoestima e identidad de estas mujeres. Otra situación se da si no presentan a la jaina (novia), al resto de integrantes de la clica y éstos se enteran a través de otros medios. La sanción en estos casos tiene dos opciones, una que todos tienen el derecho a tener re- 51 Los abusos sex uales y las vio l a c io nes hacia las mu j e res son delitos que ocupan, actua lme nt e, espacios importantes en los me d ios de comu n icación. Al mes de julio se re p o r t a la muerte violenta de 336 mu j e res (Te l e - d ia r io. Junio 2005). 74 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III laciones sexuales con la joven y la otra es que el marero puede ser golpeado por el resto de integrantes de la clica, en todo caso él decide. En el caso anterior, la subordinación de género hacia estas mujeres deriva en una total agresión a su persona. En primer lugar porque es el novio el que decide por ella, sobre su cuerpo concretamente, por una falta (según el código normativo de la mara) cometida por él, a sabiendas de que tal comportamiento contravenía lo reglado. Ciertamente, cualquiera de las dos opciones es violenta, en todo caso la primera tiene el agravante que se trata de una agresividad y violencia sexual52. En este caso, como en otros, encontramos una profunda contradicción; es muy probable que los jóvenes en general, sobre todo en edades adolescentes, no acepten la intromisión de adultos (padres y parientes, consejeros, maestros y otros) en las decisiones que toman sobre la pareja que eligen, sin embargo en estos casos sucede lo contrario. El jefe de la clica opina y la joven debe ser presentada en público; las decisiones individuales deben pasar por la venia del colectivo, lo cual es importante en términos de acatar lo normado. Cualquier decisión y/o comportamiento individual se colectiviza en el intento de reforzar el criterio que la persona es sinónimo de colectivo. En general, la conducta esperada de los y las jóvenes que se inician en la etapa del noviazgo, es que no están dispuestos a que su pareja sea utilizada sexualmente y menos de manera indiscriminada por otras personas. El concepto del amor de pareja, en la normativa social, está definido por otro tipo de prácticas, tal como no dar por válida una práctica violenta que involucra y afecta la sexualidad femenina. Ningún hombre que ingresa a la mara es obligado a tener relaciones sexuales con quien no desea, así tampoco se atenta contra su integridad sexual, situación totalmente contraria con las mujeres. En el caso de los hombres, la norma de ingreso depende de la clica, por ejemplo son golpeados por un tiempo que va de segundos a minutos. En muchas clicas las mujeres que solicitan su ingreso deben tener relaciones sexuales con varios o todos los integrantes de la misma. Aunque hay que 52 Si bien es cierto que por tratarse de un acto volunt a r io no es penado por la ley, a menos que sea menor de 16 años, el ejerc ic io de la vio l e nc ia hacia las mu j e res es evide nte y no puede justificarse bajo ningún pre t ex t o . Un estudio exploratorio 75 capítulo III anotar que las reglas de ingreso para cada clica son diferentes y en buena medida dependen del jefe de la misma. A algunas las ponen a cobrar renta, robar, a hacer tareas especiales como eliminar a alguien (E.12, 10 y 8). En otros casos, las mujeres son golpeadas por otras mareras de la clica a la que han solicitado ingreso. Lo hacen con las manos y si son patadas con tenis, no con botas como sucede con los hombres y la golpiza puede durar de 18 segundos, hasta 15 minutos. Es muy probable que estas jovencitas terminen, luego de la golpiza, desmayadas (E. 6), igual puede suceder con los hombres. Se trata de prácticas basadas en el abuso, la prepotencia y el poder que subordina al género más débil, es decir las mujeres, y espera de éstas que asuman comportamientos machistas y totalmente masculinizados. Al comparar las reglas de iniciación, con las aplicadas en otros espacios juveniles, tenemos un antecedente (aunque ya fueron abolidas), de lo acontecido en la Universidad de San Carlos. Hasta antes de la firma de la paz, en dicha universidad se practicaban ritos de iniciación, y aunque no tenían la magnitud de violencia que los descritos, sí eran abusadores y en muchos casos violentos, incluso se supo de algunos accidentes (personas que perdieron la vida en ellos). Estas conductas también han sido referenciales para la conformación de las maras. Otra de las reglas que rige el comportamiento dentro de las clicas es que todo lo que se mira, oye o habla hay que callarlo, de lo contrario pueden ser eliminados, el principio de “secretividad” es fundamental. Según expresaran los y las jóvenes entrevistados, no es cierto que utilicen indiscriminadamente drogas alucinógenas, aunque no descartan que algunos sí lo hagan. En general, dijeron que los mayores consumos son de marihuana y alcohol (preferentemente cerveza), tanto para hombres como para mujeres. Esto forma parte del código reglamentario de las maras. Uno de los entrevistados comentó “A mí no me gustaban muchos drogos53 en mi clica, porque sin droga se piensa mejor” (E. 8). Sin embargo, es muy probable que parte de las vinculaciones de los y las jóvenes mareras con el narcotráfico sea a través del consumo de drogas en general, no únicamente marihuana. Los narcotraficantes encuentran un mercado importante en estos colectivos. 53 76 Ad ictos MARAS Y VIOLENCIA capítulo III Es muy probable que las anteriores prohibiciones estén vinculadas al hecho de mantener desde los liderazgos el control de los y las mareras, la ingesta y el consumo indiscriminado de sustancias psicotrópicas y alucinógenas no lo permitirían. El sometimiento y el ejercicio de la fuerza son parte de la cohesión colectiva, en consecuencia, de la preservación del grupo como tal. En repetidas oportunidades expresaron que a pesar de reconocer que el consumo de drogas puede ser alto hacen esfuerzos porque no suceda así y que quienes han caído en el vicio lo dejen. De lo expresado, podríamos inferir que el liderazgo espera que las actuaciones de las y los jóvenes mareros sean realizadas con plena conciencia de lo que se hacen, y no bajo el efecto de sustancias que les escindan de la realidad. Podríamos decir entonces que la identidad de un/a marera se asume con todas sus consecuencias, de esa cuenta la violencia debe vivirse, tal cual, para fortalecer la identidad. Fortalecidos/as de esa manera, se enfrentan a un mundo hostil, con una sociedad que les niega oportunidades y les invisibiliza. Como parte de la divulgación de reglas, está lo que suelen llamar como “la escuela” (quién agarra la crema), se trata de la transmisión de reglas a los integrantes de las maras, en el ánimo de prepararles para la vida. Parte de las reglas (planchas) incorporan en la mara, los castigos (pechugazos, calentaditas y otros). Son los “antiguos” o “veteranos”, los encargados de transmitirlas a los y las más jóvenes y recién llegadas. En atención al tema de valores, también resulta pendular la aplicación de la protección a los menores, en tanto que en algunas clicas se acepta que niños pertenezcan a ellas. En todo caso lo justifican planteando que los niños allí encuentran atención, pues la clica les protege. Uno de los entrevistados argumentó que nunca enviaba a un niño a realizar tareas comprometedoras como matar y robar, “no quiero que un niño se haga lata (destruya) la mente, que tenga ansiedad de matar, no quiero que tenga ese impulso, quisiera detenerlo…” (E. 8). 2.4 Solidaridad intra-maras, intra vecinos/as De cara a lo que podría sugerírsenos como un contrasentido, aparece el rostro bondadoso y humano de los y las jóvenes mareras, cuando se solidarizan con personas que tienen necesidades, nos refirieron varios casos, por ejemplo si la madre o el padre de alguno de ellos necesita dinero para curarse, se lo facilitan en calidad de préstamo. Según uno de los entrevistados, cuando se trata de necesidades de los niños, hijos de mareras/os, se debe ser espléndido “pueden pedir varas (dinero) y hacer una lista de sus necesidades, Un estudio exploratorio 77 capítulo III pañales, pachas, leche, medicinas, lo que sea que necesiten y se los damos y no tienen que devolver nada, es por los niños” (E. 8) y “por qué hacemos eso?, pues no hay oportunidades de trabajo y el hijo de una pinta no puede pasar penas, no hay oportunidades la mayoría está tinteado, no dan trabajo así…” (E. 8). Así también, cuando reconocen de manera explícita que algunos adultos “son buena onda”, cuando les apoyan, no los discriminan o los entienden. Se trata de una lógica perversa de gana-gana, ya que ganan algún dinero las mareras/os y “ganan” seguridad los y las vecinas, por el pago de una suma. Sin embargo el asunto es perverso, porque la seguridad debiera estar en manos de los cuerpos de seguridad pública, al amparo de las políticas criminales de Estado. Llegados a este punto, es importante anotar que en materia de Seguridad Ciudadana se ha producido un gran vacío. Actualmente la cantidad de agentes de empresas de seguridad privadas supera en mucho a las fuerzas policiales y lo que es más grave aún, tales empresas operan sin mayores controles, dando como resultado, entre otras cosas, mayor cantidad de personas armadas, ejecuciones de ciudadanos por parte de miembros de estos cuerpos de seguridad, prepotencia, abusos de poder y otros más. A la fecha no existe legislación adecuada que norme el funcionamiento de tales empresas. La iniciativa de Ley de Empresas Privadas de Seguridad se encuentra en segunda lectura en el Congreso. Varias empresas de seguridad que operan sin controles han sido acusadas de estar penetradas por el crimen organizado, de suministrar información sobre las empresas que supuestamente protegen, incluyendo bancos. El gasto que las empresas hacen en seguridad es enorme, encareciendo sus productos o servicios, y lo más grave es que el Estado pierde el monopolio y control de la seguridad. En algunos casos las y los mareros apoyan a otros jóvenes drogodependientes, entrevistamos a uno de ellos quien reconoció que en buena medida su desintoxicación se la debe a los mareros quienes le apoyaron (E. 7), en su decisión. Así como ésta, documentamos otras que dan cuenta de la disposición y actitud solidaria de los y las jóvenes mareros/as hacia otros/as jóvenes. Uno de los entrevistados manifestó “me gustó la mara, por ayudar a mis semejantes, a los que no tienen, a los que necesitan, a los niños cuando se enferman los ayudamos…” (E. 8). El otro gran problema, asociado al vacío que se produce en materia de la responsabilidad que debe asumir el Estado frente a la seguridad ciudadana, son las asociaciones de vecinos en contra de la delincuencia, en tanto que 78 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III amparados en que han sido víctimas, han tomado el control de la seguridad de sus colonias, barrios o localidades y algunas veces lo han hecho por la vía violenta, portando armas (pistolas), palos, machetes, cadenas y otros, con los que amenazan golpear a cualquier supuesto ladrón o delincuente visto. Las respuestas violentas por parte de ciudadanos/as también se han colectivizado y las autoridades no intervienen ni asumen el control, toda vez que, se sabe que extraoficialmente la propia Policía Nacional Civil, promueve políticas agresivas contra la delincuencia. Con relación al tema de la Seguridad Ciudadana, se tienen algunos datos interesantes, éstos se desarrollan en el siguiente cuadro. Cuadro No. 6 Número aproximado de policías en servicio para cubrir el territorio nacional *. Po l icías en servic io Po l icías asig na dos para brindar seguridad a func iona r io s, edific ios públic o s, suspend ido s, en vacaciones y personal adm i n i s t rativo Po l icías para brindar seguridad a la población Po l icías asig na dos por turno para cubrir a la población gua t e ma l t e c a * * Relación polic í a s - n ú me ro de habitant e s. Según est á nda res int e r na c io nales 21,300 3500 17,800 5933 1 policía por cada 500 habitant e s * * * 1 por cada 2022 Po l icías aprox i ma dos en Gua t e mala según población h a b i t a nt e s E l a b o ra do según datos pro p o rc io na dos por Verónica Godoy de IMASP * ** Población aprox i ma da de todo el país, 12 millones de habitant e s. Los turnos que realizan los policías se distribuyen así: 8 ho ras de servicio, 8 ho ras en disponibilida d, 8 ho ras en de s c a ns o *** Este estándar int e r na c ional cambia en áreas ro j a s. Es de 1 policía por cada 300 habitant e s. Los y las mareros/as reconocen que en el sentido más estricto de la palabra, no hay amistad, lo que existe es compañerismo. Sin embargo, cuando se ven atacados/as por los y las integrantes de la mara contraria, se defienden entre ellos incluso a costa de su propia vida, porque sobre el que queda vivo puede pender la duda respecto de que no actuó Un estudio exploratorio 79 capítulo III como debía. Se corre el riesgo de que te “dejan vendido”54 (E. 11). Es también contradictoria la primera aseveración con el principio de que en la mara todos se consideran hermanos (E. 3) y son una familia. Múltiples ejemplos desnudan tal contradicción: “No tengo familia, sólo un hermano, que es como que no lo tuviera, érmos contrarios. Yo de la M18, él de la MS, mi hermano me pegó una vez y me reventó el labio, yo le dije que me matara de una vez, porque si no yo lo iba a hacer. A la semana le pegué 3 bombazos55 en la espalda. Trató de correr pero corrió poco y llamaron a la policía y me dispararon, salí corriendo y ya no lo pude matar…” (E. 5). Otras muestras de solidaridad se producen en las cárceles. Los y las detenidas se asumen compañeros/as en espacios neutrales (las cárceles). La norma apunta a no agresión y a una convivencia pacífica “en la calle es uno el pedo (asunto, situación), en la torcida (la cárcel) es otro…” (E. 8). Sin embargo esto último no se cumple siempre, en Pavón por ejemplo, hubo de suspenderse un programa de atención a jóvenes mareros, ya que mientras unos recibían los talleres los otros robaban a sus compañeros, lo cual generaba ambientes hostiles y predisponía al enfrentamiento. A quienes no es posible reunir con los jóvenes mareros es a los llamados por éstos, paisas, se refieren a muchachos no mareros. Los enfrentamientos que pueden producirse son declaraciones de guerra a muerte. Lamentablemente se han producido casos, entre los más graves se cuentan el producido en el Centro Preventivo, zona 18, en el cual resultaron muertos 7 hombres (4 de ellos fueron decapitados), en febrero de 200356, el otro se produjo en Pavoncito en el 2003, con saldo de 13 supuestos mareros muertos. El caso más grave se reportó recientemente, el 15 de agosto del presente año, se produjeron enfrentamientos simultáneos en varias cárceles del país, con saldo de 36 supuestos mareros muertos. En El Salvador se rompió el pacto sureño en los años 90s hasta la fecha no se ha recuperado. 54 S ig n i f ica que tiene una de uda de honor pend ie nte con el resto de la clica y que lo elim i narán por no haber de f e nd ido al agre d ido (esté muerto o no). 55 Tres balazos 56 Sólo queda ron los sospecho s o s, en “El Pe r i ó d ico”, el 7 de agosto del 2005, págs. 12 y 13. 80 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III Otro valor sobre el cual se discutió con los entrevistados es la responsabilidad. Al efecto, expresaron varias opiniones, intentando resumirlas, podríamos decir que para muchos líderes es fundamental que los mareros sean responsables, por ejemplo, opinaron que cuando se tienen hijos hay que mantenerlos y darles algo mejor de lo que ellos tuvieron “los hijos son sagrados, hay de aquel que deje abandonado a un hijo, son bendiciones del todopoderoso…” (E. 8). Sin embargo y en contraposición a este comentario, los y las niñas que nacen de uniones entre jóvenes mareros, son en número elevado y el problema es que se trata de niños/as cuyos padres son de edades muy jóvenes, con baja escolaridad y que muchos no trabajan, y si desean trabajar no lo encuentran y algunos/as delinquen para agenciarse de recursos que les permitan sostener a sus familias; por lo que muchos son abandonados/as. El sistema valórico normativo que aplica a la mara, legitimado para dicho colectivo, y se aplica a miembros activos o a quienes se retiran, aunque en este último caso, su aplicación es muchísimo más severa. Un ex marero, deberá ser modelo en la sociedad57, se trata de un proceso de desaprendizaje de lo otrora aprendido. Esto último nos lleva a un debate mucho más complejo, ¿es que acaso se trata de que los jóvenes mareros construyen una falsa identidad o bien la identidad que construyen es tan frágil que puede ceder paso a su reconceptualización? O bien ¿se desentienden de la identidad del colectivo o mara una vez fuera de ella, tan fácilmente como la asimilaron? De acuerdo al análisis aplicado a la información recolectada, creemos que se trata de identidades débilmente construidas, lo cual hace que con facilidad se produzcan brincos de una a otra. La razón por la cual nos internamos en este análisis es porque creemos que es viable y mucho más fácil, enfrentar desde las políticas públicas, el fenómeno de agresividad y violencia en los y las jóvenes mareras, vía los estímulos positivos y las oportunidades, especialmente dirigidas a quiénes están en situación de vulnerabilidad y todavía pueden resistir a integrar la mara, que a través de la violencia. 57 Es lo que sin ambages espera la ma ra . Un estudio exploratorio 81 capítulo III 3. Subsistema Psicosocial El subsistema psicosocial comprende el recurso humano, integrado por individuos y grupos58 en interacción, lo cual hace fundamental la comprensión de la individuación así como de la grupalidad. Incluye las actitudes, percepciones, motivaciones, las relaciones interpersonales y la comunicación. Encuentra una relación estrecha con el subsistema de valores y normas, así como en los objetivos de la organización. Por eso juegan un papel importante los sentimientos, valores, actitudes, expectativas y aspiraciones de la gente dentro de la organización. Todo lo anterior crea ciertas fuerzas que a su vez se traducen en un determinado clima organizacional, a partir o dentro del cual los participantes realizan sus actividades y desempeñan funciones. Tal como comentáramos en otro apartado, el sentido grupal es el fundamental, la individuación solo puede entenderse en este sentido. Probablemente las actitudes más visibles lo sean la temeridad y la desconfianza. Sobre la temeridad se aportó en la Pág. 70, interesa hacerlo sobre la segunda variable. Los mareros en general son desconfiados, salvo si el acercamiento a ellos se produce a través de personas en quienes confían plenamente o a quien están subordinados. Es muy poco probable que jóvenes abusados, violentados, engañados e invisibilizados, desarrollen confianza hacia los adultos y hacia la institucionalidad. Tampoco la practican ni la potencian a lo interno de las maras, la desconfianza es otro valor pendular que circunstancialmente puede convertirse en confianza, pero es sólo circunstancialmente o de manera muy focalizada. Nos atrevemos a sostener que las mareras/os, no confían en la sociedad guatemalteca, tampoco se sienten parte de ella. Un ejemplo se tiene cuando estos jóvenes solicitan trabajo; no existe apertura para dárselos a ex mareros mucho menos a quienes estén activos. Usualmente, quienes siendo activos trabajan, lo hacen sin descubrir su identidad; esa situación alimenta el resentimiento de estos jóvenes hacia los ciudadanos, incluidos otros jóvenes, así se sucede una suerte de círculo vicioso, que acrecienta mutuos resentimientos. Relacionando lo expresado con el estudio “Capítulo guatemalteco del VI Estudio de Cultura Democrática” de Dinorah Azpuru, de ASÍES, los da- 58 A lo largo del estud io utilizamos como sinónimos las palabras: grupo, grupalida d, colectivo, colectividad y agrupación. 82 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III tos hablan por sí solos; Guatemala es una sociedad con bajos niveles de confianza interpersonal y poca confianza en las instituciones, concluye que es probable que se deba a tantos años de enfrentamiento armado e ideológico. A lo anterior agregaríamos que el comportamiento institucional y el político no envían mensajes positivos para construir confianza. Este valor no aparece por generación espontánea, se trata de una construcción social producto de las certezas que se trasladan a las personas. Es no solamente una cuestión de orden estructural, lo es también psicológica y afectiva. Se la relaciona con la transparencia, con la verdad y la autenticidad. En el estudio al que se hace referencia, son tres los países en América Latina en los que la confianza hacia la institucionalidad es baja, estos son Ecuador, Guatemala y Bolivia. Una revisión de los indicadores sociales de los tres países denota lo bajo que estos se encuentran. Con estos ejemplos, podríamos inferir que a indicadores sociales bajos menos confianza institucional. Si los ciudadanos guatemaltecos manifiestan índices bajos de confianza, los jóvenes mareros no tendrían por qué reportarlos altos, en tanto que forman parte de la sociedad en su conjunto59. 3.1 Intento de una tipología de identidad de las maras Para efectos de analizar la identidad de los y las jóvenes que pertenecen a maras, nos acogemos a la propuesta que de la misma ofrece Roberto Domínguez, la define como “un conjunto de significantes por los que se reconocen y son reconocidos uno o más actores sociales, junto con los significados asociados a tales significantes. Se trata de un conjunto indeterminable de significantes, pues solamente en la medida en que son tematizados en la interacción social pueden los significantes ser objeto de atención y contingente temporalmente, susceptible de sufrir variaciones 59 En el artículo “Hacerse el Sueco”, Ma r io Va rgas Llosa, re f ie re que de acuerdo a Ma u r ic io Rojas (ex i l a do chileno en Suecia), la fortaleza del Estado sueco se debe en buena me d ida a “la confianza en las ins t i t uc io nes públic a s, en los go b e r na ntes y en el pro p io sist e ma así erig ido, por parte de la ciuda danía. Ese convenc i m ie nto ínt i mo de que aquella o rganización de la socie dad era la que convenía y de que quie nes la adm i n i s t raban lo hacían con eficie nc ia y ho n ra dez es lo que permitió que el sistema se afia n z a ra y que, por ejemplo, los suecos aceptaran dócilme nte pagar los más elevados impuestos del mu ndo. ¿Acaso ese sacrificio no tenía ex t ra o rd i na r ias compensacio nes? El Pe r i ó d ic o , p á g s. 10 y 11, 7/08/05. Un estudio exploratorio 83 capítulo III importantes en los significantes en los que se reconoce y es reconocido un determinado actor social”. (Jóvenes Violentos: 1998; 132). Vale la interrogante ¿es a partir de la identidad que se define el sistema evaluativo-moral que justifica las agresiones y la violencia, o es lo fáctico (las agresiones y la violencia) lo que define la identidad? A nuestro entender, se sucede una suerte de mutuas influencias, y retroalimentaciones entre la identidad y la experiencia. De esa manera, los y las jóvenes que ingresan a las maras con sus propias identidades, se ven obligados/as o presionados a replanteárselas. Dicho en otras palabras, la identidad se construye, pero igualmente se destruye y reconstruye, dando paso a nuevas formas identitarias. La definición desarrollada supra, refleja esto último cuando se alude a las variaciones importantes en los significantes. En materia de la identidad de la mara, tomando en cuenta uno de los significantes, diríamos que existe un contínum (al menos en el imaginario individual y colectivo de estos grupos) entre la familia y la mara. Se produce, en el fondo, una idealización, del concepto familia60, especialmente cuando se alude a la mara como “mi familia…” “es la familia que no tuve…” (E. 2), “no somos amigos, somos una familia…” (E. 8). Sin embargo los valores de la “familia-mara”, son laxos y profundamente contradictorios, como lo expresáramos líneas arriba61. 60 Existe claridad conceptual, respecto a que la ins t i t ución social que gara ntiza la segur idad y el afecto es la fa m i l ia, aunque no ne c e s a r ia me nte la tra d ic io nal, en tanto que la ma ra se pre s e nta como una fo r ma alternativa de familia, tal cual fue ex p re s a do por los informa nt e s. En términos vivenc iales y conceptuales los ma re ros tie nen mayor clarida d respecto que la fa m i l ia pare ntal ha cedido espacio a otras fo r mas tales como la mo no p are ntal. 61 Es muy probable que en su experienc ia de vida, en sus fa m i l ia s, los valores y princ ip ios también hayan sido laxo s, poco ex p l í c i t o s, o bien difusos. Sin embargo, este ex t remo no pudo constatarse por no ser objetivo de este estud io. En términos del seguimie nt o p o dría avanzarse y prof u ndizarse sobre esta categoría de análisis, con lo cual se cont r ibuiría a una visión más int e g ral del tema de violenc ia en ma ras y ma ra s. Lo que sí indagó el equipo investig a dor fue sobre la situación particular de las fa m i l ias de los y las e nt revistados/as. Al efecto, el dato más re l e v a nte es que de s de sus pro p ias fa m i l ias exp e r i me nt a ron la vio l e nc ia, funda me nt a l me nte cua ndo sus ma dres se volvie ron a casar o a unir, así también la irre s p o ns a b i l idad paterna y la falta de contacto más cotid ia no con sus ma dre s, en tanto éstas debían trabajar para sostener a sus hijos. Por otro lado, se t rata de fa m i l ia s, las más de las veces, muy nu me ro s a s, lo cual limita sustant i v a me nte el t iempo y la calidad del mismo, que los padres pueden dar a sus hijos/as. 84 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III En atención a esto último, diríamos que a estos jóvenes les acompañan comportamientos pendulares, que van desde expresiones de profunda ternura hasta las actuaciones más violentas posibles; desde la mayor solidaridad hasta la traición, pero también van desde una sólida concepción de la lealtad hasta una profunda falta de solidaridad62. Son éstos y otros muchos más elementos los que conforman la subjetividad de los y las jóvenes mareros (para el caso que nos ocupa). Hay una supuesta actitud protectora hacia los y las niños/as y hacia las mujeres en estado de gestación. Sin embargo, más de una mujer marera embarazada ha sido asesinada, por otros/as jóvenes mareras. Justificándose su ejecución, a partir de la comisión de deslealtad o infidelidad hacia su pareja, u otras contravenciones a las normas. Se es infiel al individuo pero el daño se colectiviza, pues lo asimila la mara. En consecuencia, el castigo lo decide sumariamente, la clica o mara, tal cual fue expresado. En el caso de la protección hacia los niños, sucede de manera similar, algunos líderes cuidan a los niños, y así lo expresaron, sin embargo el contacto con la normativa de violencia de las maras, estimula un aprendizaje negativo en los menores, quienes con facilidad pueden sentirse atraídos por pertenecer a estos colectivos. Algunos enfrentamientos entre mareros han traído como consecuencia que terceros sean víctimas de disparos, perdiendo la vida o han resultado heridos. Diversos ejemplos dan cuenta de tal situación, “una niña de un año murió baleada cuando un grupo de mareros atacó su vivienda con la intención de ultimar a su tía marera, quién resultó herida” (Inocente Víctima, en “Prensa Libre”, 10 de febrero de 2005, pág.12). Niños/as no mareras también son extorsionados, según documentan los medios de comunicación, escolares deben pagar entre Q.1.00 y Q.5.00 diarios, de lo contrario se les golpea. Es probable que tal situación intervenga en la decisión de desertar de las aulas, toda vez que o no se cuenta con el dinero para los pagos correspondientes o bien los niños amedrentados prefieren no asistir. La alternativa más preocupante es la que eligen algunos niños, ya que se unen a las maras63. 62 P u e den enc o nt rarse múltiples ejemplos tanto en el discurso abierto y espont á neo como en el me nsaje latente. 63 Ma ras reclutan y cobran a alumno s, en “Siglo Ve i nt i u no”, 28 de marzo de 2005, pág. 0 2 . Un estudio exploratorio 85 capítulo III La extroversión, es otro componente de la identidad, lo cual rompe con el difundido estereotipo que todos los y las guatemaltecas, muestran rasgos de timidez. Es muy probable que su contacto temprano con la calle y la necesidad de resolver les provean de herramientas orientadas hacia una mayor comunicación interpersonal e intragrupal. Al respecto elaboramos otro comentario en la Pág. 59 sobre la oralidad como parte de la cultura marera. Es tal su soltura y desinhibición para hablar y expresarse, respecto de lo que la mara hace, en el marco de la violencia y la de género en particular, que podría caerse en la simplicidad de considerárseles descarados, superficiales, indiferentes, sin desarrollar un análisis más profundo. Sin negar que esto pudiera darse, el fenómeno es mucho más complejo; se trata de jóvenes que canalizan su pertenencia social en estos colectivos ad hoc, porque necesitan reconocimiento social. Expresado en otras palabras, necesitan “visibilizarse”, “ser alguien”, “sentirse respetados”, uno de los jóvenes mareros expresó “muchas cosas se hacen por llamar la atención…” (E. 2), “hacemos cosas malas porque nadie se preocupa por nosotros…” (E. 2). El análisis de la información revela también que, como parte de su identidad, justifican casi permanentemente las agresiones y conductas violentas y dentro de éstas la violencia de género. Algunos ejemplos documentan tal aseveración, “si una mujer se acuesta con otro de otra mara, merece la muerte…” (E. 1 y 2). 3.2 Identidad en la individuación, en la grupalidad Sabido es que mucha de la violencia ejercida por jóvenes no sería tal ni tendría las consecuencias que tiene si ésta no estuviese refrendada por el grupo. Para el caso de las maras, se trata de elaboraciones de violencia colectiva, independientemente de que en algunos casos sea ejercida de manera individual; por tal razón es fundamental la comprensión de la identidad y dinámica grupales. Si bien es cierto que muchos productos sociales elaborados a partir de la grupalidad, son de gran beneficio social, también puede suceder lo contrario. La violencia grupal como práctica y producto social puede tener un efecto expansivo más dañino que aquella individualizada, especialmente, porque se sucede una suerte de “acompañamiento y refrendamiento” del colectivo en la comisión de dicha violencia y se desdibuja la responsabilidad individualizada. Al efecto, es importante referirnos al tema de los linchamientos (con la dis86 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III tancia analítica y de comportamiento, que los separa de la violencia llevada a cabo por las maras), como prácticas sociales violentas fomentadas por la masa. En un intento por comparar cómo se practica la violencia entre las maras y los grupos que protagonizan linchamientos, encontramos varios elementos de confluencia, así también de distanciamiento. En materia de confluencia, creemos que a ambas colectividades les asisten niveles profundos de frustración, descontento, desconocimiento del/a otro/a y hastío; se sienten invisibilizados o no atendidas sus demandas, explícitas o implícitas que formulan al Estado. Utilizan la violencia como el último recurso para visibilizarse64. Se asocian: las maras organizadamente (valores, normas, procedimientos), la masa que lincha desorganizadamente, pero ambos tras un fin. Los dos juicios sumarios, sin mayores posibilidades para que el acusado se defienda. Ambos cometen acciones violentas, tras las cuales, retornan a la normalidad de la vida cotidiana. En ambos se justifican las actuaciones de violencia y se refrendan por el colectivo. Los liderazgos en ambos casos, son determinantes para empujar al colectivo a cometer actos violentos. Qué podría separarlos: los jóvenes se identifican de manera más permanente65 con las maras, los linchadores no lo hacen con la masa que promovió y ejecutó el linchamiento, pues muchas veces lo hacen bajo la presión de las circunstancias, aún cuando algunas poblaciones ya amenazan con la ejecución de linchamientos, lo cual podría sugerir que se organizan tras la consecución de dicho fin. En los linchamientos pueden participar niños, jóvenes, adultos y ancianos, en las maras, generalmente jóvenes y adultos (jóvenes). Los mareros también aplican violencia individual, es decir que no todos los actos criminales los hacen colectivamente, mientras que en los linchamientos aunque se inicie individualmente se van colectivizando, y esto le imprime una fuerza incontenible. 64 Los jóvenes no nacen vio l e nt o s, no es su na t u raleza la vio l e nc ia. Esta puede estimularse, fo me ntarse y fo r t a l e c e r s e. 65 Aunque en términos de vida en la organización puede llegar a ser me no r, da do que su expectativa de vida, es corta. Un estudio exploratorio 87 capítulo III La masa que lincha no es un sistema, sostenemos que las maras sí lo son, en consecuencia puede aplicárseles en el análisis el enfoque de sistemas. En las maras los líderes se preparan, atraviesan por un proceso de aprendizaje para potenciarse, y éste es más sostenido. Se producen relevos, en los grupos de linchadores no. En el caso de los líderes en linchamientos, éstos surgen de la coyuntura y así como aparecieron, desaparecen también. Las maras se organizan fundamentalmente para controlar territorios y personas a través de la exacción económica. Los pobladores (al menos la mayoría de casos documentados) linchan en contra de la delincuencia y los supuestos delincuentes. La autoría en la comisión delictual puede individualizarse, pero la magnitud de la agresión y la violencia se ajustan al sentido grupal, es decir, que el grupo refrenda al hechor o hechores. También el grupo evalúa las consecuencias, justifica y penaliza, bajo la dirección del líder, así la imagen de la realidad está matizada por la percepción del grupo. La grupalidad es el telón de fondo desde el cual se secuencian cronológicamente los hechos agresivos y violentos. Cuando nos referimos a los y las mareros/as y a las maras (con las características que estos colectivos presentan en Guatemala), las entendemos como sistemas articulados e inter-actuantes y no como una mera suma de individuos. El anterior comentario es muy importante toda vez que individuos aislados (podrían ser los mismos mareros) no necesariamente cometerían tantos y tan graves delitos, pero sí lo harían y lo hacen al amparo de un colectivo que les hace sentirse “todos, uno”. Es por ello que la identidad grupal tiene sustento en los procederes colectivos, de manera que resulta compleja asumir la responsabilidad unipersonal. El anterior comentario en manera alguna debe dar pie a la consideración de eximir de responsabilidades particularizadas, cuando se comenten actos agresivos o violentos, contrarios a las normas y a la ley. En el tema deportivo, especialmente cuando se juegan partidos de fútbol, las manifestaciones de agresión y violencia ocurridas al amparo de la grupalidad, han tenido consecuencias altamente negativas para los aficionados y envían un mensaje preocupante a los niños y jóvenes a quienes se les inculca el supuesto de la amistosidad en la práctica de cualquier deporte y en algunos casos sucede lo contrario. 88 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III Desde la grupalidad también se construye una imagen e imaginario de la realidad, la que no necesariamente empataría con la individualizada. Las maras y los grupos de pobladores que linchan identifican a sus enemigos, en lo que la estereotipia juega un papel determinante. Es muy probable que la percepción y el enjuiciamiento se sobredimensionen e incluso se le atribuyan intenciones y se valore una supuesta peligrosidad. Dado lo anterior la predisposición grupal induce a las reacciones agresivas y violentas. Sin embargo, no puede desestimarse la agresividad y agresiones que sufren los mareros, incluso desde la propia institucionalidad del Estado, un ejemplo claro lo es la aplicación de justicia. El sistema agrede a estos jóvenes permanentemente; la PNC les detiene indiscriminadamente, el Sistema Penitenciario les recibe y ubica en condiciones infrahumanas, el Ministerio Público no desarrolla una investigación eficiente, así en la cadena se suman las violaciones a estos grupos. También en estos casos la estereotipia juega un papel determinante. En repetidas ocasiones se divulga a través de los medios de comunicación que en las redadas de mareros llevadas a cabo por miembros de la PNC66, la detención se produce por posesión para el consumo. Muchos de estos jóvenes aducen que la policía les “implanta” la supuesta evidencia, para justificar tales detenciones. Por otro lado, la posesión para el consumo, está tipificada como delito de bajo impacto, en consecuencia los jueces pueden emitir medidas sustitutivas a la cárcel. De acuerdo a la información recabada, las mareras/os no interactúan, necesariamente, de manera cotidiana (aunque algunos sí lo hacen), lo cual no les impide sentirse pertenecientes. Una vez “ganada” la pertenencia grupal como identidad, les es tan propia que su “tarjeta de presentación” es la mara. La interacción tiene dos dimensiones, una con los individuos y la otra con el colectivo. Con los primeros se sienten “pares”, con el grupo “nosotros”. El “nosotros”, también se produce como contracara del “ellos o los otros”, entendidos como los de la otra mara. Me reconozco perteneciente e identificado con una agrupación por negación a mi inclusión y desconocimiento de la otra (la mara contraria). 66 Capturan a 52 ma re ros en operativo polic iaco, en “Siglo Veint i u no”, 23 de abril de 2005, pág. 10 Un estudio exploratorio 89 capítulo III En la interacción aprehenden la conducta del/a otro/a, así también aprenden de él o ella, a través de procesos connotativos (conocimiento) como denotativos (sentimientos). El conocimiento puede ser parcial y muy subjetivo lo cual influye en los sentimientos, que pueden derivar en negativos hacia el otro/a. Tal distorsión de la realidad se produce porque los jóvenes llevan a cabo estos procesos basados en prejuicios y estereotipos y ellos a su vez son evaluados por los adultos, a la luz de esto último. Estos comportamientos se insertan en los asumidos por un colectivo mayor cual es la sociedad guatemalteca, misma que obedece a actitudes basadas en estereotipos y prejuicios. La funcionalidad en la mara, implica la asunción de ciertas reglas y en términos de la permanencia “derechos de antigüedad”. En atención a esto último, los liderazgos antiguos, o el tercera palabra “te ponen la taca…” (E. 3), es decir, el apodo o sobrenombre que ellos eligen. A las mujeres también les ponen apodos, pero éstas no pueden ponérselos a los hombres. Al ganar reconocimiento en la mara pueden cambiarse el sobrenombre, por ejemplo devol (de diablo, en Inglés) se cambió a Mr. Devol (E. 5). Tal reconocimiento se gana por medio de la violencia, quién más demuestra su crudeza y rudeza, tiene mayores posibilidades de movilidad social a lo interno de la mara. Podemos inferir que la movilidad social en la mara se produce más bien en función de los roles y no de la situación socio-económica de los y las jóvenes. Como parte de la identidad de mara es pertinente la pregunta siguiente: ¿cuáles son los vínculos que les unen como grupo o colectivo? Un primer aporte es que los y las jóvenes mareros se reconocen relacionados local e internacionalmente, entre sí y como parte de una red67. En consecuencia, responden y actúan en función de dicho relacionamiento. Insisten en que son entidades perfectamente organizadas. 3.3 ¿Quién y cómo se visibiliza a las y los jóvenes mareras/os? Los medios de comunicación han abierto un importante espacio a las noticias sobre los y las mareros/as. Estas van desde las redadas indiscriminadas que realiza la PNC, pasando por la comisión de crímenes atribuibles a estos jóvenes, los cobros de rentas, el amedrentamiento, hasta el supuesto ajuste de cuentas entre maras. 67 Se infiere que para los ma re ros una red se define como, los vasos comunicantes ent re los liderazgos mareros para que a partir de los líderes bajen las disposiciones u órde nes a las bases. 90 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III Así se observa que en los últimos años se ha producido una suerte de sobre visibilización de estos jóvenes. Esta situación puede vulnerarles pero igualmente les otorga importancia social, en tanto que se transforman en fuente de información vivos o muertos. La información que difunden los medios de comunicación atribuye, indiscriminadamente, un poder violento a todos las y los mareras. Se traslada una distorsión de la realidad y la percepción de inseguridad se sobredimensiona. En pocas palabras, cobran importancia como colectivo en la vida social, aunque su estilo les identifica y disgrega de otros colectivos o jóvenes. Han implementado estrategias para no ser capturados, una de ellas es diluir su imagen e incorporar modificaciones en ella, tal el caso de la vestimenta. Años atrás, la ropa excesivamente floja que usaban les visibilizaba peligrosamente. La misma cedió paso a otro tipo de ropa, más tradicional y común, en el ánimo de no colocarse en la mira de las fuerzas de seguridad. Sin embargo la PNC captura a estos jóvenes por los tatuajes. Se han reportado diversos casos de jóvenes ex mareras/os en proceso de rehabilitación capturados por la PNC, solamente por tener tatuajes. De acuerdo al estudio hemerográfico los mareros evidencian una fácil adaptabilidad e ingenio para evadir la persecución policial de la que están siendo objeto y para llevar a cabo actos ilícitos, sin ser identificados, ni aprendidos. Por ejemplo, utilizan vestimenta que no les delate y carros de modelos recientes68, en la comisión de algunos ilícitos. En un intento por comparar la actitud de los mareros frente a las mujeres y los niños, ésta no dista mucho de lo que acontece en el escenario nacional de cara a las políticas públicas de atención a estos segmentos de población. 4. Subsistema de Información El subsistema de información se define como toda la información y datos procesados y analizados para la toma de decisiones implementadas desde la gestión. Alude también a los flujos de información y a los 68 Maras visten de etiqueta, en “Pre nsa Libre”, 13 de mayo de 2005, pág. 12 Un estudio exploratorio 91 capítulo III procedimientos para acceder a ella. Igualmente a las redes que tejen para obtener información y a las normas que aplican para los/as integrantes de las maras en materia de manejo de aquella. Este es un subsistema fundamental para la eficacia de estos colectivos, toda vez que los planes operativos descansan en éste; la toma de decisiones se da a partir de información. En materia de flujos de información ésta fluye de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. Existe una norma de suma importancia en materia del sub-sistema de información. Cuando alguien ingresa a las maras tienen la obligación de informar todo lo que observe que pueda influir en la vida de dicho colectivo. Se refieren a acciones o actuaciones llevadas a cabo por integrantes de la misma mara o por los/las de la mara rival. Si se considera (por parte de los líderes) que hubo omisión, se castiga severamente. Por otro lado, quien es denunciado por violar alguna norma es “persuadido por el primera palabra (jefe), para que públicamente diga la verdad, de no hacerlo le va peor…” (E. 5). El sistema de información también está asociado a los controles geo epaciales de los territorios que dominan, ya que al ingresar alguien perteneciente a la mara contraria a territorio prohibido, accede a información que luego traslada a su grupo de pertenencia “va a conocer caras, gente y lugares, porque esos son ojos…” (E. 8). En consecuencia quien ingresa a territorio prohibido sabe que se arriesga. Sus sistemas de control son bastantes eficientes. Si les llega información sobre que en una determinada clica hay un/a ojete, delegan en otro/a marera o mareras (según lo consideren) hacer la investigación del caso; éstos se ven obligados a decir, en su momento la verdad. Una vez ha sido valorada la información, por parte del jefe, éste decide el castigo. En la mayoría de los casos (según expresaron los entrevistados), la condena es pena de muerte. Igual reglamentación es para hombres y mujeres. De acuerdo a la información recabada a través de las entrevistas, el subsistema de información cuenta con procedimientos definidos. Uno de ellos es que los/as jóvenes que solicitan ingreso a la mara, deben hacer acopio de gran cantidad de información externa y conocimiento de lo indispensable del funcionamiento y reglas de la mara, con el propósito de no ser vulnerables. Sin embargo, el hecho mismo de ingresar a la 92 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III mara les vulnera, así como acceder a información de la mara contraria y visibilizarse frente a ésta. La información que recaban les permite conocer con precisión su entorno físico, la infraestructura de la localidad, los/as vecinos/as que la habitan, a las autoridades locales, por ejemplo, estaciones o sub-estaciones de policía, los servicios con los que cuenta el barrio, los negocios y otras más. Conocen las calles, avenidas, entradas y salidas del área, así como vías alternas de escape por si fuera necesario utilizarlas. Conocen e identifican a los/as integrantes de clicas pertenecientes a su mara, así como a algunas contrarias. En muchos casos conocen de los parentescos y relaciones de amistad de los vecinos/as. Toda la información que recaban y procesan les permite mapear sus zonas. Ahora bien, información proporcionada de manera anónima por los/as informantes que contactamos, no es considerada delación, bajo el argumento que se preserva el anonimato de los/as posibles inculpados en la delictuosidad de que se trate, pero también porque fueron autorizados para hablar. Así tampoco se proporciona información de posibles víctimas ni de operativos que se tengan planificados. De acuerdo la información expresada por los/as entrevistadas, en torno a información o protección proporcionada por vecinos (parientes o amigos/as de mareras), ésta es considerada valiosa. Muchos de los padres de familia que reconocen que sus hijos/as forman parte de las maras, ocultan la información y más bien les protegen. Tal actitud, si bien no se justifica, si es entendible toda vez que existen lazos afectivos entre ambos. Los casos de padres de familia que denuncian a sus hijos/as son muy escasos, lo hacen cuando se trata de jóvenes agresivos que actúan bajo el efecto de alguna droga y los padres, madres o familiares están amenazados de muerte por estos. Hacen uso de alguna tecnología para comunicarse, especialmente de teléfonos fijos y celulares e internet. También se apoyan en cartas y la más común la verbalizada. Tan eficientes son sus sistemas de información en red, que en cuestión de horas las clicas tienen la información respecto de los lugares de reunión o bien de los resultados o acuerdos alcanzados en éstas. Los jefes son los encargados de hacer llegar tal información y ésta no es conocida por la PNC, por ejemplo. Caso contrario harían (seguramente) redadas para detenerlos, lo cual no ha sucedido. La información circula con redes propias y los jefes de clicas Un estudio exploratorio 93 capítulo III cuentan con bases de datos de números telefónicos de sus afiliados, así también los de la mara rival. Sobre esto último, es importante anotar que a pesar de la rivalidad, cuando se producen reuniones (mitin sureño) de maras rivales, la citación es vía telefónica. 5. Subsistema estructural En atención al enfoque de sistemas definiremos el subsistema estructural como las tareas, el flujo de decisiones y la autoridad. La forma en que dichas tareas están divididas (diferenciación) y son coordinadas (integración). Es importante anotar que en un sentido formal, la estructura de una organización está determinada por sus estatutos, por descripciones de puestos y por reglas y procedimientos. También se relaciona con esquemas de autoridad, comunicación y flujo de trabajo. La estructura de la organización representa la formalización de relaciones entre los subsistemas técnico y psicosocial. Sin embargo esta vinculación no es completa, ya que entre los subsistemas técnico y psicosocial ocurren muchas interacciones y relaciones que rebasan la estructura formal. En un primer momento el flujo de decisiones, entendido como la asignación de tareas, es responsabilidad de los líderes de clica. Pareciera ser, de acuerdo a la información recabada, que éstas no se asignan a partir de criterios definidos. Son más bien arbitrarias y quedan bajo el criterio del líder. Igualmente pareciera ser que los mareras/os no discuten sobre las tareas que se les asignan, más bien las asumen naturalmente. El otro elemento es que las decisiones fluyen eficientemente, toda vez que frente a cualquier incumplimiento se sanciona sin mayores contemplaciones. Entendemos que en la funcionalidad de los sub-sistemas, va la seguridad de los/as líderes, toda vez que la vida de éstos depende de cuán eficientemente funcionan. 5.1 División Social del Trabajo En el ámbito de la organización de la mara, la división social del trabajo pareciera estar bastante diluida, es casi probable que cualquiera se involucre en lo que llaman trabajo, es decir, robar, cobrar renta y/o matar a otros/as. De hecho un rasgo identitario del o la buen/a líder es haber cometido la mayor cantidad posible de actos delictivos. Sin embargo es de hacer notar que, según expresaran algunos líderes, “no se 94 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III obliga a nada, en los party, toman y se drogan, pero no se obliga a nadie…” (E. 8). Si nos acogemos al planteamiento de Roger Brown69, cuando sostiene que son los roles que desempeñan los seres humanos en la sociedad y no su pertenencia de clase, los que definen su posición en la estratificación social así como su identidad, diríamos que los roles que se asumen en las maras definen en buena medida la identidad de la mara y les estratifica socialmente, en ese colectivo, así también les da reconocimiento. Siendo así la mara provee un carácter identitario así como da status, por medio de ese reconocimiento. En todo caso la licitud de tal reconocimiento no está en discusión. Sin embargo aquí se plantea un asunto complejo, y es el de la otredad. Se agrede y se violenta en tanto y en cuanto no hay un reconocimiento del otro y de la otra. Tal invisibilización la sufren los/as jóvenes mareras desde la sociedad que les oprime, discrimina y anula, pero igualmente la reproducen ellos y ellas al invisibilizar a sus otredades y ejercer violencia hacia ellos. A lo largo del trabajo de campo, los/as jóvenes expresaron su marcado “resentimiento” hacia algunas personas y hacia la sociedad en su conjunto. Se reconocen plenamente discriminados/as, incluso algunos argumentaron sentirse despreciados. Si bien es cierto que la sociedad discrimina con mucha facilidad a los jóvenes que pertenecen a estos colectivos, no es menos cierto que en muchos casos media una percepción (sea ésta plenamente válida o no para todos los grupos), que les visualiza como peligrosos/as, violentos/as y antisociales. La percepción, como sensación de inseguridad no siempre está refrendada por datos objetivos y confiables, es subjetiva, sin embargo, de peso para cualquiera que se sienta vulnerable frente a la situación de violencia, delictuosidad y criminalidad. En ello los medios de comunicación han jugado un papel determinante, en los últimos años a diario se divulga información alarmante respecto del tema de la violencia atribuida a las maras. El problema del resentimiento es tan grave que alimenta odios recíprocos (mareras/os-ciudadanas/os), así las posibilidades de resolver la con- 69 P s icología Social. Tra ducción de Fra ncisco González Arámburu y Jesús Mo ra l e s. Méxic o . Siglo XXI 1972 Un estudio exploratorio 95 capítulo III flictividad social por vías dialógicas, pacíficas, respetuosas y conciliatorias, en las cuales se privilegie el principio de que todos ganan, son cada vez más difíciles. Algunos autores, etólogos, tal el caso de Lorenz70, sostienen por ejemplo, que la agresión no es en principio un instinto malo, sino más bien adecuado para la conservación de la especie, con lo cual estamos de acuerdo. Sin embargo, debe quedar claro que no puede justificarse la violencia, ya que las manifestaciones agresivas, aunque sean de menor impacto, continuadas y sostenidas pueden ser el vehículo hacia acciones más violentas. 5.2 Ingreso a la mara La convocatoria para ingresar a la mara es abierta y permanente, aunque muy cuidadosa. Reclutan jóvenes en los centros educativos, en lugares donde trabajan y en sus barrios y colonias. Para ingresar a una mara tanto hombres como mujeres deben conocer a todos/as sus integrantes (incluye las clicas del sector) y además a los miembros de la mara contraria. Esto lo llevan a cabo durante el “chequeo” (tiempo de prueba), el cual utilizan los líderes para decidir sí es aceptado/a o no. También es utilizado para acceder información de la mara rival y para identificar el ámbito territorial que delimita su radio de acción. Este procedimiento es fundamental en cuanto a la alimentación del subsistema de información, pero igualmente en materia del acopio de información que se hace en lo individual, ya que la información la utilizan para la toma de decisiones individuales y grupales. Toda la información que recolectan (conocer o identificar a mareros contrarios) también les vulnera, ya que se abre la puerta a una situación de conocimiento-desconocimiento. Dicho de otra manera: lo/a identifico = lo/a conozco para, eventualmente o cuando las circunstancias lo ameriten, lo/a desconozco = lo/a elimino 70 L o renz, Ko n ra d. Sobre la agresión: el pre t e nd ido mal. Tra ducción de Félix Blanco. México siglo XXI. 1971 96 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III Desde la etapa de chequeo71 los/as aspirantes corren peligro de muerte, porque si una clica contraria los/as identifica, puede eliminarlas. Es tal la claridad de pensamiento en cuanto a la necesidad de reclutar muchachos/as valientes (definidos como lo anterior) que consideran que “no hay presión para entrar a la mara, no podemos tener un cobarde…” (E. 1). Sin embargo desarrollan sentimientos de discriminación hacia los/as jóvenes que no se integran o no apoyan sus colectivos. La discriminación puede convertirse, incluso, en acoso o acciones violentas hacia esos/as otros/as jóvenes, aunque no es necesariamente, el comportamiento habitual. Se recluta a jóvenes en el colegio o la escuela “un amigo presenta un homie…”72 (E. 1). Los/as jóvenes que solicitan ingreso a una mara pasan por “el chequeo…” (E. 2), se trata de garantizar la disposición y seriedad del solicitante, a través de un monitoreo. Para el caso de las mujeres que pertenecen a clicas mixtas, éstas reciben órdenes del ranflero. Realizan trabajos tales como vender marihuana, llevar armas de fuego, armas blancas de un lugar a otro y pueden ser informantes. Se las capacita para el uso de armas de fuego y para portarlas, se prestan los tiros cuando hay necesidad a condición que deben ser devueltos (E. 5). Consideramos importante abordar el tema del “ingreso formal” a las maras, en tanto que en términos prácticos significa para los/as jóvenes que lo solicitan, un contacto cotidiano y cercano con ciertas formas de violencia social, alimentadas a lo interno de estos colectivos juveniles, y cuyos efectos son expansivos. Es muy probable, sin embargo, que algunas expresiones violentas no disten significativamente de las experimentadas a lo largo de sus vidas. Inferimos esto ya que todos los entrevistados han experimentado violencia, en mayor o menor grado. Así también abandono, ausencias y rupturas familiares; antecedentes que intervienen en la construcción de su identidad. 71 T iempo que utilizan para decidir si se acepta la solic i t ud de ing reso de alguna persona. Este du ra aproximadamente 3 me s e s, aunque puede variar según disposiciones del jefe de clic a . 72 Se re f ie re al nuevo cand ida t o . Un estudio exploratorio 97 capítulo III 5.3 Egreso de la mara Una vez se ha ingresado a la mara es complicado retirarse de ella, para hacerlo solicitan “cuadros”, tal cual se ha expresado. Si la solicitud es aprobada, obliga al o la solicitante a asumir una conducta ejemplarmente rígida para su extracción social y el ambiente en el que viven cotidianamente, por ejemplo no se les permite embriagarse ni consumir drogas, no pueden robar, ni sobornar, ni matar, “quién está cuadros, no puede meterse en problemas…” (E. 1); quienes no cumplen estando “cuadros”, pueden ser eliminados/as, “porque no pueden jugar con dios ni con la mara...” (E. 4). También sucede que algunos “pierden sus cuadros”, es decir, que al cometer faltas puede anulárseles el proceso, en cuyo caso también son eliminados, sin dilación ni mayor trámite. Pareciera ser que la comisión de ilícitos, así como las conductas impropias son coto cerrado de quienes integran las maras, en las que siempre está previamente presente la autorización del jefe, y esto está fuera de las posibilidades de quienes se retiran. Se trata de una lógica muy compleja ya que cualquier conducta impropia merece sanción, independientemente de quién la cometa. Según comentó uno de los entrevistados, actualmente los líderes de las maras han recrudecido su posición en cuanto a no permitir egresos de las mismas. Tal disposición tiene relación directa con las acciones de limpieza social que se han producido, en contra de jóvenes mareros/as en los últimos tiempos, así como con las redadas que hace la Policía Nacional Civil, para llevarlos a las cárceles y de los ajusticiamientos producto de los enfrentamientos entre maras. Ha habido, según expresaron, una disminución en el número de mareros/as y de continuar en esa escalada, podría poner en peligro la sobrevivencia de las maras73. 73 Existe corre s p o nde nc ia con las preocupacio nes que tienen los ma re ros respecto de las bajas en sus filas, toda vez que según reportes de la Mo rgue del Org a n i s mo Jud ic ial, en lo que va del año, se reportan 3597 autopsia s. Los fo re nses ind ican que la mayoría de c a - d á v e res están tatua dos y algunos tienen escritos me nsajes (lo cual hace suponer que se trata de ma re ros). (Pre nsa Libre: 14.06.2005:12). El otro pro b l e ma que enfre ntan son los encarc e l a m ie ntos masivos y algunos abusos policia l e s. Por ejemplo, el ent re v i s t a do No. 5, quien alcanzó el lide ra z go de segunda palabra, come ntó que en la clica a la cua l p e r t e necía habían 95 int e g ra nt e s, de los cuales únic a me nte el 5% queda vivo. De 5 sob re v i v ientes, dos se han re h a b i l i t a do (están cua dros), el terc e ro es prime ra palabra en o t ra clica; de los re s t a ntes do s, uno está hospitalizado en muy malas cond ic io nes y otro deambula por las calles, “loqueado” (dro g a do ) . 98 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III Por tal razón, una táctica asumida de manera consciente, es la de mantener el perfil de la mara alto y recuperar las bajas en sus filas, “en estos momentos se está reclutando…” (E. 5). En enero del 2005 se encontraron los cadáveres de 3 mareros, la PNC sostuvo que estas muertes son producto del antagonismo que existe en las maras. Contrario a estas declaraciones, Mario Polanco del GAM y Frank la Rue, titular de COPREDEH, presumen que puede ser producto de limpieza social o que el crimen organizado use mareros como órganos operativos74. Por su lado, instituciones como APREDE han señalado, abiertamente en los medios escritos de comunicación, que existe limpieza social contra mareras/os. Señalan al crimen organizado de realizarla y en algunos casos también a la PNC75. Uno de los entrevistados dijo haber atentado encontra de un policía, quien lo extorsionaba y cada vez con sumas mayores, sostuvo que le advirtió “ni para mí me alcanza lo que robo, cómo quiere que tenga para usted…” (E. 8). Existe plena conciencia de que en la medida que se les trate con violencia ellos/as responderán con mayor violencia, esto fue comentado por varios entrevistados/as, esa espiral de violencia afecta significativamente a la ciudadanía en su conjunto. En la revisión hemerográfica, identificamos múltiples ejemplos de muertes violentas, las cuales presumiblemente fueron llevadas a cabo por integrantes de maras. Sin embargo, tal como ha sido comentado, muy pocos casos son llevados y juicio y de éstos solo algunos tienen sentencias. En el caso de las mujeres, su salida pareciera ser más fácil, aunque depende de su estatus; éstas tienen menos problemas si se embarazan o son madres, la maternidad les otorga esa consideración. Sin embargo, salirse es un acto voluntario, aunque en algunos casos se les expulsa por contravenir las normas de la mara. Se refieren a estos casos como darles luz verde o encenderles la mecha, por tal razón, quienes están en tal condición, prefieren huir o alejarse lo más posible para no ser asesinados. Algunas mujeres madres que deciden permanecer comparten con sus hijos/as y la mara. Esto último es a todas luces grave para los niños, quienes desde su más temprana edad conviven entre la agresividad, la violencia y la delictuo- 74 75 Continúa violencia atribuida a pandillas, en “El Periódico”, 17 de enero de 2005, Pág. 08. L i m p ieza Social, en “Pre nsa Libre”, del 31 de marzo de 2005, pág. 06. Un estudio exploratorio 99 capítulo III sidad, abriéndose para ellos un aprendizaje negativo en la construcción de su identidad, a pesar de que los entrevistados coincidieron al expresar que a los/as niñas hay que protegerlas. Al preguntar a los y las jóvenes ex mareras las razones por las cuales dejaron dicho colectivo, aducen indefectiblemente que fue por cansancio, aburrimiento, frustración o por la presión ejercida por sus madres. En el caso de las mujeres a lo anterior se suma, la presión que los mismos mareros ejercen hacia ellas, la cual se traduce en obligarlas a realizar tareas que ellos mismos no desean hacer o con las cuales pretenden ponerlas a prueba. Se trata de un ejercicio dispar de poder, de los mareros hacia las mareras. Tales presiones repercuten en la autoestima de estas jóvenes y les hacen sentirse anuladas, minimizadas y relegadas, con lo cual manifestaron estar en desacuerdo. Al igual que los mareros, las mareras no visualizan mayores oportunidades laborales y de inserción social al abandonar las maras. Por tal razón el dejar la mara tampoco es un estímulo para ellas, algunas incluso prefieren permanecer en ella. La frustración está relacionada con el hastío, el aburrimiento, la desesperanza, la falta de sentido en sus vidas. Al efecto, uno de los profesionales entrevistados aludía a la importancia del sentido de vida, que ellos expresan, como “el poder encontrar que donde estés podés crecer como ser humano, como persona…” (E. 2). Al caer en cuenta que la mara no les dio lo que necesitaban, asumen una visión muy crítica de su pasado. Hay conciencia de que la vida en mara no fue la mejor opción. Sin embargo, también reconocen que en los momentos en que necesitaron apoyo y afecto la mara se los proveyó. Este es otro ejemplo de la pendularidad en sus actitudes y emociones. Algunos jóvenes que salen de las maras lo hacen acompañados de incertidumbre de cara a una realidad que les es las más de las veces adversa. En otro párrafo planteábamos que en buena medida los/as jóvenes guatemaltecos ingresan a las maras por frustración (no han tenido oportunidades, en su hogar han vivido la violencia, son personas con menos recursos, han sido discriminados, etc.) pero su vida en las maras también les trae frustración y al salirse de estos colectivos, deben nuevamente, enfrentar la frustración. Uno de los entrevistados planteó “si pudiera regresar el tiempo no haría lo que hice, la mara no me dejó ningún beneficio…” (E. 2.). Desde los propios mareros ésta es una crítica velada o expresa a sus valores éti100 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III cos y morales, o al menos aquellos que practicaron en la mara. Esa situación nos refiere a niveles de conciencia (en estos jóvenes), aprovechables en beneficio de ellos mismos y de la propia sociedad. Podríamos inferir que los jóvenes que están en proceso de reinserción o rehabilitación son recilientes en tanto capaces de replantearse un proyecto de vida, sin mayores herramientas que la voluntad. A través del trabajo de campo encontramos múltiples ejemplos de jóvenes dispuestos a asumir sus vidas de otra manera, con otro sentido, si encuentran oportunidades. A pesar de que resulta complicado, más de alguno nos planteó que están dispuestos a seguir adelante, aunque estando en la mara conseguían mucho más dinero del que hacen laborando honradamente. Con todo y que algunos jóvenes buscan rehabilitarse a través de alguna institución que los apoye y otros por su propia cuenta, continúan siendo altamente vulnerables. Fundamentalmente porque se enfrentan, nuevamente, a la falta de oportunidades y sumado a ello a la profunda discriminación social hacia ex integrantes de maras. La ciudadanía ha sido violentada de tal manera por la delincuencia común76, por algunos mareros y el crimen organizado, que se acentúan los patrones de discriminación e intolerancia, hacia los grupos juveniles, incluso hacia aquellos jóvenes que no han pertenecido a las maras. Ha sucedido que jóvenes ex mareras/os que han conseguido algún trabajo esconden sus tatuajes y su pasado en la mara, sin embargo, si los descubren les despiden casi inmediatamente. Así algunos han recurrido a eliminarse los tatuajes, con lo doloroso que resulta y los costos económicos que esto implica. Muchos jóvenes ex mareros son detenidos entre las redadas que lleva a cabo la PNC. Cuando son veteranos/as, la regla plantea la posibilidad de su retiro voluntario, aunque la mara continúa, si así lo desean, apoyándoles. También aplica la disposición de que quienes se retiran de la mara deben acogerse únicamente a la iglesia evangélica, sobre esto se comentó en la Pág. 71, incluso se les recomienda que porten su biblia, como símbolo de su reconversión. 76 Según datos de la Mo rgue del Org a n i s mo Jud ic ial, de ene ro a junio de este año se han e f e c t ua do a nivel na c io nal 3,597 autopsias a personas muertas de ma ne ra vio l e nt a . “Muertes Violentas” en Pre nsa Libre, el 14 de junio de 2005; pág. 12. Un estudio exploratorio 101 capítulo III Separarse de la mara ocurre por una de tres razones; cuando se solicita voluntariamente, cuando desertan, en este último caso tiene que protegerse, pues si lo/a encuentran la matan y cuando es expulsado/a por contravenir las disposiciones y reglas de la mara, a esto se le conoce como “encenderle la mecha”, lo cual no necesariamente implica que se le busque para matarlo/a. Estas reglas aplican por igual a hombres y mujeres. Al tratarse de un acto voluntario la decisión es difícil para los/as jóvenes, ya que tiene que producirse una ruptura con el colectivo y con sus formas de convivencia social y están plenamente concientes de que la sociedad les anulará. Es muy probable que aquellos/as jóvenes que se han retirado de la mara, sean críticos respecto de su pasado en la mara. Sucede así con muchos de los seres humanos que hacen “altos” en su vida, especialmente cuando se tiene conciencia respecto del incumplimiento o violación a las normas sociales, o bien cuando no se han alcanzado ciertas expectativas personales y familiares. Por ello es fundamental que quienes muestren interés o deseo por dejar la mara encuentren la oportunidad para hacerlo. De acuerdo a nuestra propuesta modélica para explicar la agresión y la violencia, consideramos algunas variables, por ejemplo aludimos a las frustraciones, por tal razón vale la hipótesis de a más frustración mayores posibilidades de mostrar violencia. Las frustraciones se producen en los seres humanos, desde la más temprana edad, cuando un bebé quiere algo y no lo obtiene se frustra y lo manifiesta llorando (las más de las veces), incluye un berrinche, el cual se detiene una vez ha conseguido lo que quería o si comprueba su infectividad. Así los/as niños/as asocian el pataleo y el berrinche a la obtención de equis satisfactores. En estos procesos de la construcción de la identidad, juega un papel determinante la conducción apropiada de los padres o encargados de su educación. Los “nos” pueden y deben ser firmes sin llegar a ser la constante ni violentos o agresivos, pero también deben existir los afectos y satisfactores básicos. 6. Violencia de Género De acuerdo al estudio Solidaridad y Violencia en las Pandillas del Gran San Salvador. Más allá de la vida loca, la rivalidad entre maras se atribuye a una trifulca producida en una fiesta en los Ángeles, entre las maras de la Calle 18 y la Salvatrucha. Tal enfrentamiento dio origen a 102 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III un “conflicto creciente entre ambos grupos que con el tiempo se convirtió en una guerra declarada” (1998: 58). De alguna manera este antecedente nos remonta a las rivalidades estudiantiles entre diversos institutos de educación media, por ejemplo en los años 60s. Acontecía que la rivalidad era heredable de una generación a otra y no se cuestionaba, solo se asumía. Dichas rivalidades no condujeron a actos tan violentos como asesinatos, pero sin embargo, sí se asumieron actitudes muy violentas. En torno a la violencia de género, es innegable que ésta forma parte de las prácticas agresivas y violentas en las maras. Sin lugar a dudas, esto no es exclusivo de estos grupos juveniles, es el reflejo de una sociedad que da cabida y estimula dicha forma de violencia. Así pues, la cultura marera refuerza las prácticas violentas que se producen en la sociedad. En la mayoría de los casos de mujeres mareras, el ranflero puede anularlas si le parece que no están siendo útiles. Además de ello, su rango le permite darles órdenes como por ejemplo robar, matar, golpear a alguien, etcétera. Las presiones sobre las mujeres son muy grandes, muchas no soportan la agresión y violencia con la cual son tratadas y con la que deben ejercer, así que optan por abandonar la vida en mara. El siguiente cuadro, tomado de la Auditoría Social del Grupo Guatemalteco de Mujeres, ilustra respecto de la violencia intrafamiliar. Cuadro No. 8 F u e nte: Elaboración pro p ia con datos pro p o rc io na dos por las ins t i t uc iones re s p o ns a b l e s. Aud i t o r ia Social GGM, 2005 Un estudio exploratorio 103 capítulo III La sumatoria total de denuncias de violencia intrafamiliar es de 89,261 en un período de cuatro y medio años, tomando en cuenta que son só-lo las que han sido denunciadas a las autoridades correspondientes. Existe una cifra negra, referida a los casos que no son denunciados, la cual difícilmente puede identificarse, toda vez que no existen encuestas periódicas y sistemáticas de victimización que consideren dicho silencio. Cuadro No. 9 F u e nte: Elaboración pro p ia con datos pro p o rc io na dos por la Policía Na c ional Civil. Aud i t o r ia social GGM, (Datos hasta el 1er trime s t re de 2005) El anterior cuadro también ilustra sobre el tema de las muertes violentas de mujeres. Un problema en estos datos es que no refiere cuando se trata de muertes accidentales y cuando son producto de actuaciones agresivas y violentas en contra de las mujeres. En todo caso las 1882 que aparecen muertas en un lapso de cuatro y medio años, es un número elevado y que afecta el tema de la Seguridad Pública. En muchos casos los/as jóvenes mareros reconocen que sus madres han sido violentadas por sus padres o compañeros de hogar y por supuesto que no están de acuerdo con ello. Sin embargo, al ingresar a la mara tales prácticas se asumen como aceptables con las mujeres que pretenden ingresar a la mara o cuando ya siendo integrantes de la mara se les castiga por faltas que cometen y que son juzgadas discrecionalmente. Por ejemplo, la solicitud de ingreso a una mara por parte de una joven, requiere que ésta asuma ciertas “pruebas”. Una de las pruebas refiere que la joven debe “acostarse con todos los de la mara…” (E. 2.) quiere 104 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III decir tener relaciones sexuales con los que lo deseen y ella debe asumirlo “sumisamente”. Una vez ha pasado dicha prueba la joven elige a su compañero permanente y debe serle fiel; de no guardarle fidelidad puede llegar a ser eliminada físicamente. La infidelidad, incluida la sexual, supone no conversar con miembro alguno de otra mara. De conocerse o sospecharse que alguna mujer tiene contactos con la mara contraria se envía un “ojete”77 para vigilarla y posteriormente informar. Pueden ser eliminadas también si se salen de la mara sin haber solicitado el permiso correspondiente. Puede inferirse que el código de valores permite no sólo la violencia de género, sino también (tal como ya fue señalado) comportamientos opuestos, por ejemplo, se reconoce (verbalmente) que las mujeres deben ser respetadas, que tienen los mismos derechos, pero sin embargo, se las puede violentar siempre y cuando se justifique. El problema con la justificación es que ésta puede ser totalmente flexible, laxa y permisiva. Existen clicas conformadas sólo por mujeres, quienes juegan papeles masculinizados para poder alimentar y sostener su colectivo. Estas mujeres reproducen formas violentas de relacionamiento y de cohesión del grupo. Según expresaron algunos jóvenes las mujeres también toman decisiones “pueden ir a matar…” y también pueden “escoger a su chavo…” (E. 1). A través del trabajo de campo fueron pronunciados algunos discursos por parte de los entrevistados, respecto que la mujer es muy respetada. Se aludió a ella como que “tiene un lugar sagrado, es el orgullo dentro de una mara porque representan la belleza, gracias a las mujeres venimos al mundo, ellas nos dieron la luz, siempre andan bonitas con ropa de mareras y eso se les mira bien…” (E. 11). Lo pronunciado por este entrevistado no dista mucho del discurso estereotipado que sobre las mujeres se pronuncia con frecuencia en todos los ámbitos de la sociedad. Las valoraciones más importantes emanan de la imagen que la figura femenina proyecta por estereotipo, desestimándose valores, destrezas y habilidades desarrolladas. A pesar de que “la mujer ocupa un lugar sagrado”, resulta que debe sujetarse a la violencia que practican estos colectivos, por ejemplo, si 77 Se llama de esta ma ne ra a la persona que hace las veces de espía. Un estudio exploratorio 105 capítulo III alguna chapetea (coquetea o se le insinúa a otro marero) puede llegar a tomarse la determinación de “hacerle la vida imposible, se les ignora, se les margina y saca de las maras. Dependiendo qué mara sea, se les dice que desaparezcan para no hacerles daño” (E. 11). En el marco de las agresiones y las formas de violencia que practican, también existen reglas. La violencia no es unidireccional ni unidimensional, tal cual lo expresáramos. De igual manera la de género que ejercen los jóvenes mareros tampoco lo es. Siendo así se complejiza la comprensión de este fenómeno. Ningún ser humano es totalmente violento/a, así tampoco ninguno es totalmente no violento. Desde tal perspectiva diversos elementos intervienen en la subjetividad de los seres humanos, por ejemplo, los estímulos, acontecimientos y la propia historia de vida de cada uno. Sin embargo, en un país como el nuestro en donde el 28.2% de la población es analfabeta y muy bajo el porcentaje de quienes tienen acceso a la educación primaria y media, quienes sí acuden a la educación formal, reciben más bien contenidos bancarios, se plantea una gran debilidad en términos de asumir responsablemente el acompañamiento educativo de sus hijos/as. Diversos estudios dan cuenta de la correlación entre bajos niveles de educación y condiciones de vida deprimidas. La violencia de género también está presente, como parte de la identidad de la mara. Baste indicar en este apartado (se desarrolla con mayor profundidad en el título Violencia de Género), que existen prácticas sexuales que violentan la identidad de las mujeres y que éstas asumen como parte de los requisitos de ingreso. Esto no lo cuestionan públicamente o de frente a la mara, ni los unos ni las otras, aunque íntimamente a las mujeres sí les afecta. En cuanto a la violencia de género, se tiene que “es delito que la mujer de una mara se acueste con otro”78 (E. 1 y 2), y si se trata de alguien de la mara contraria, se le sanciona con la muerte, lo cual no sucede si el que traiciona es el hombre. 78 106 Se re f ie re a tener re l a c io nes sex ua l e s. MARAS Y VIOLENCIA capítulo III La experiencia para las mujeres tiene variantes, ya que se inician con prácticas altamente violentas, como es el uso y abuso sexual de ellas, al ingresar a las maras. No se resarce el daño infringido a las jóvenes, toda vez que está justificado. Así el abuso sexual no es delito, forma parte de los requisitos de ingreso. Algunos entrevistados expresaron que a las mujeres se les respeta porque “cuando una mujer ingresa a una mara no puede ser molestada, ni tocada por los demás integrantes de la pandilla, por el hecho de ingresar a la mara ya se ganó el respeto de los integrantes… (E. 3). Una vez se han sometido a prácticas de abuso sexual para autorizar su ingreso a la mara, “ya no pueden ser molestadas, ni tocadas por los demás, por el hecho de ingresar a la mara ya se ganó el respeto de los integrantes” (E. 12). De acuerdo a la información proporcionada por dos de las entrevistadas, ambas expresaron su rechazo a las “pruebas” impuestas por las maras para pertenecer a tales colectivos. 7. Nuevos aprendizajes La callejización les ha dotado de herramientas para resolver en los micro espacios de su realidad, aunque les veda posibilidades de acceso al conocimiento (muchos han abandonado la escuela y quienes cuentan con escolarización, ésta es baja). Sobre este tema surgen algunas interrogantes, tales como ¿es que acaso la educación formal provee a los/as jóvenes de herramientas para resolver en su vida cotidiana, o más bien se trata de una educación que estimula la acumulación de información con bajísimas posibilidades de analizar y resolver? ¿Es una educación que promueve la acriticidad? No pretendemos, por supuesto, aplaudir ni justificar la expulsión de los jóvenes a las calles, sin actividades propias de su edad y uso adecuado de su tiempo, ya que hasta el uso del tiempo libre debe tener algún sentido en la formación integral de la persona, de no ser así se produce un alto costo en términos de la disminución del valor agregado, al cual todos los seres humanos tendríamos derecho. En todo caso, es evidente que la calle provoca y estimula algunos aprendizajes positivos79, por ejemplo, la comprensión de la espacialidad; 79 Sin negar en ma ne ra alguna los ne g a t i v o s. Un estudio exploratorio 107 capítulo III el sentido de la orientación y de la ubicación; conocimiento de un medio determinado a través de acceder información que retroalimenta (personas, comercios y la vida cotidiana en general); relativa confianza en sus posibilidades de movilidad; capacidad de locomoción; capacidad de comunicarse sin inhibiciones e interactuar y otras. Si empíricamente analizáramos el comportamiento de otros/as jóvenes estudiantes pertenecientes a estratos sociales que tienen mínimo o ningún contacto con la calle, es muy probable que las anteriores destrezas o habilidades estarían anuladas o escasamente desarrolladas. Con ello no es nuestra intención recomendar que estos jóvenes salgan a la calle (indiscriminadamente) para desarrollarlas. Se trata más bien de formular una crítica profunda a la institucionalidad encargada de la educación de los niños/as y jóvenes, ya que no se estimula desde la educación formal y la familia el desarrollo y potenciación de las destrezas y habilidades comentadas líneas arriba. Como parte del trabajo de campo preguntamos a varios agentes de seguridad privada ubicados en distintos lugares de la ciudad, sobre alguna dirección cercana a su lugar de trabajo. De las 5 personas consultadas, ninguna pudo orientarnos respecto de la dirección por la cual inquiríamos. Tal situación evidencia que personas que debieran tener desarrolladas destrezas como la ubicación e información sobre el entorno en el cual trabajar, no la tienen y ésta debería ser una habilidad o aprendizaje implementado por personal de seguridad. En contraposición, los/as jóvenes integrantes de maras y pandillas sí han desarrollado tales habilidades. El Sistema Educativo más bien “abarrota” (en el menos malo de los casos) a los educandos de información con la cual muchas veces no saben qué hacer. En consecuencia, una de las tareas de la educación (formal y familiar) es estimular en niños y jóvenes la capacidad de resolver, de asumirse críticos y ser analíticos. Expresado de otra manera, la educación debiera desarrollar en los/as jóvenes la capacidad de encontrar y aplicar soluciones a los problemas planteados y no problemas a los problemas. Las destrezas y habilidades a las que aludimos supra, son altamente positivas en los/as jóvenes mareros/as, así también para aquellos que no pertenecen a estos colectivos. En tal caso, desde las políticas públicas de atención integral a la niñez y la juventud debieran hacerse esfuerzos sustantivos para identificar las fortalezas de estos colectivos juveniles para aprovecharlas en beneficio de ellos mismos. A través del 108 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III trabajo de campo, se evidenció que la capacidad de relacionamiento, incluido el mundo adulto (ajeno a la mara) es otra característica fácilmente perceptible en ellos/as. Orientamos nuestra crítica hacia otro componente fundamental para la educación, cual es la ausencia de un perfil de guatemalteco, que debiera resultar del proceso enseñanza-aprendizaje, el cual debiera asociarse a la visión estratégica de nación. Otra habilidad desarrollada por estos jóvenes es su gran capacidad de análisis. Identifican, procesan y analizan la realidad y emiten juicios críticos respecto de ellos/as mismos/as y de lo que sucede en el país. Tal apreciación fue comprobada por las investigadoras durante el trabajo de campo. Los/as jóvenes emitieron comentarios y análisis sobre la realidad nacional con criterios apropiados Un dato interesante es que (tal como se indica en el título “sub-sistema de información”, de este documento), las/os jóvenes mareras/os saben qué hacer con la información. Sostenemos que la discriminan, procesan y la utilizan para la toma de decisiones. Tal proceso sugiere inteligencia y capacidad analítica. A pesar de que en su comunicación verbal se apoyan en conceptos construidos por ellos mismos, la estructuración conceptual y gramatical de sus conversaciones, es precisa, clara, inteligible y fluida. Lo anterior facilita y permite las conversaciones largas y sostenidas sobre temas de interés, especialmente cuando se conversa con líderes y liderezas, quienes han potenciado tales habilidades. El espíritu de libertad propio de los seres humanos, se percibe claramente en estas agrupaciones juveniles. Existe temor y rechazo al encierro, a la cárcel. Sin embargo, también acá encontramos un comportamiento pendular, que va desde un profundo rechazo a la cárcel (y al encierro que ésta genera) hasta la provocación y actitudes temerarias frente a la normativa y a la ley, lo cual saben, podría conducirles a la cárcel. Los ingresos de los/as jóvenes mareros al Sistema Penitenciario se cuentan por decenas (ver pie de página No. 81). A la luz de un análisis simplista podríamos argumentar que no les importa ingresar a la cárcel, sin embargo no es así. Les importa, les preocupa y lo rechazan, fundamentalmente cuando se trata de las primeras veces. Sin embargo, el hecho que su Un estudio exploratorio 109 capítulo III estadía por la cárcel sea breve, mitiga su preocupación80. El porcentaje de jóvenes mareros/as con sentencia (aunque esté en apelación) por la comisión de algún delito es muy bajo, como demuestran los datos sobre política criminal del Ministerio Público, referidos en el cuadro No. 5, de 50,250 capturas realizadas el año pasado solo 48 llegaron a proceso, y hay que tomar en cuenta que no solamente estamos hablando de casos de mareros81. Durante el actual gobierno se ha trabajado la Política Nacional de Prevención de la Violencia Juvenil, por parte de la Vicepresidencia, con el apoyo de la Comisión Presidencial Derechos Humanos COPREDEH. Dicha política basa su planteamiento en el concepto de seguridad humana de Naciones Unidas, desde el cual se alude a la protección de las libertades vitales, significa proteger a las personas expuestas a amenazas y a ciertas situaciones robusteciendo su fortaleza y aspiraciones, también significa crear sistemas que faciliten a las personas los elementos básicos de supervivencia, dignidad y medios de vida (pág. 3). Por otro lado, se desarrolla lo relativo a la seguridad ciudadana y democrática, en apego a la necesidad de que la seguridad humana conduce a la seguridad ciudadana democrática. Esta política y los esfuerzos que deberán derivar de ella, tendrán que conducir a la formulación de planes y programas de prevención de la delincuencia juvenil, así también a las actuaciones violentas en los y las jóvenes. Por otro lado, requerirá un esfuerzo coordinado y articulado con otras instituciones del Estado, corresponsables de velar por la seguridad de los niños y niñas y jóvenes en este país. 80 Las re da das polic iales se han convertido en actua c io nes sin sent ido de la PNC. Quedan a la ocurre nc ia de los cuerpos de segurida d, sin el re s p a l do (muchas veces) de la investigación o la flagra nc ia. Tales actuacio nes no fortalecen la ins t i t uc io na l ida d, más bien la debilitan y la desacreditan. Es pre o c u p a nte y más que lo reporten como logro que, por ejemplo se anu nc ia ra la captura de 7,363 int e g ra ntes de ma ras juveniles en todo el territorio na c io nal, ent re el 2004 y hasta abril de 2005 (Pre nsa Libre: suplemento Gente y Gobie r no de Gua t e mala. No. 35. Pág. 4. Mayo 2005), como parte de los operativos de las fuerzas de seguridad y que de tal cant idad ni siquiera al 20% se le pudo comprobar la comisión de delito alguno. Un ejerc ic io sobre los costos que implica para la PNC, las erráticas me d idas de ind i s c r i m i na da me nte detener y apresar a los/as ma re ros, daría (sin lugar a dudas) como resultado que tales costos se ex p resan en términos fina nc ieros pero también t ie nen un efecto negativo sobre la moral polic ial de algunos eleme ntos que ven con pre ocupación que se les utilice para de t e ner mareros que salen casi inme d ia t a me nte de la cárcel porque no se les puede probar la comisión de delito alguno . 81 Ma re ro de s nuda al Sistema de Justic ia, en Siglo Ve i nt i u no, el 07 de febre ro 2005, págs. 03 a 04. 110 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III No nos oponemos a la aplicación de la ley, antes bien, creemos que es fundamental para el fortalecimiento institucional y la legalidad del país. Sin embargo, una gran debilidad en la persecución penal es la falta o mala investigación que se sigue en los diversos casos. 8. Políticas públicas de prevención de la delictuosidad 8.1 Prevención de la delictuosidad e investigación criminal Sobre la prevención de la delictuosidad en correspondencia con los principios conceptuales de la Seguridad Ciudadana, se han producido aportes importantes desde la visión del paradigma de la Seguridad Democrática. Si nos acogemos a la definición que sobre Seguridad Ciudadana aporta tal paradigma, la definiríamos como, el derecho que todo integrante de una sociedad tiene de convivir y desarrollar su cotidianidad en un ambiente tal, que se reduzcan las posibilidades de amenazas y actuaciones en contra de su integridad personal, sus derechos y el goce de sus bienes. Se trata finalmente, de una obligación del Estado de cumplir con tales funciones sustantivas, en tanto que sus habitantes le han delegado poder expresado en los responsables de conducir el aparato estatal. La investigación criminal, por su parte se interesa por la persecución penal, es decir, la captura de los hechores de actos criminales y delictuosos a través de pruebas científicas y objetivas que lo demuestren. Una cuestión debe quedar totalmente clara, la inteligencia que se utiliza (como parte del monopolio de las competencias de Estado) para la prevención de la delictuosidad “deben ser sometidas a la ley y a los controles democráticos con toda rigurosidad, a efecto de evitar márgenes de discrecionalidad que puedan atentar contra el ordenamiento democrático y los derechos humanos” (Hacia una política de Seguridad para la Democracia: 293: 2003) Es importante separar la prevención del delito de la investigación criminal como dos actividades de competencias diferenciadas, aún cuando se interconectan. Por ejemplo, la inteligencia provee insumos para el apoyo de la investigación criminal. Conceptualmente una definición de prevención del delito hace referencia a las acciones necesarias para disminuir la posibilidad que se presenten conductas antisociales en la sociedad. Una tipología planteada por Pedro Peñaloza identifica dos tipos de prevención de delito: Un estudio exploratorio 111 capítulo III una situacional y la otra social. La primera hace referencia al conjunto de medidas no penales tendientes a eliminar o reducir las ocasiones que propician la comisión de un delito a través de la instalación, por ejemplo, de sistemas de alarmas, cerraduras, etc. Parte de la premisa que el delito resulta en gran medida de elecciones que puede encontrarse en un infractor potencial y sus efectos pueden apreciarse en el corto plazo. Por su parte el enfoque social se define como “intervenciones no penales sobre delincuentes potenciales orientadas a atenuar su propensión criminal, está basado en las teorías etiológicas del delito, según las cuales la acción criminal se explica por la existencia de diversos factores anteriores a su perpetuación. Sin embargo, concluye que sus resultados solo pueden darse a mediano y largo plazo. (pág. 121). El componente de la prevención debe visualizarse en la política criminal, misma que puede ser comprendida como la estrategia para enfrentar el fenómeno de la criminalidad. Sin embargo, para el caso de Guatemala, podemos expresar con propiedad que no ha existido una estrategia coherente, que partiendo de supuestos criminológicos y bases teóricas democráticas, se haya propuesto objetivos tendentes a la reducción de los impactos sociales que produce el hecho delictivo. Por tal razón, tampoco han sido diseñados e implementados los instrumentos adecuados para el ejercicio de la política criminal. Lo anteriormente expuesto presenta, para el Estado guatemalteco, una gran debilidad, tanto en materia de prevención como de los resultados que se producen de la investigación criminal. A su vez, los magros resultados han abierto la puerta más bien a políticas represivas y de choque indiscriminado, en contra de grupos de jóvenes, tal el caso de los mareros. Esto a su vez ha dado como resultado un exacerbamiento en el rigor penal, es decir un endurecimiento del tratamiento penal. Diversa documentación y datos revelan que no existe correlación entre: a mayor represividad del Sistema Penal disminución de las tasas de criminalidad. La razón más fuerte para explicar esta situación es que el delito es una expresión sintetizada de la profunda conflictividad personal y social compleja y el Sistema Penal solamente apuntala a una porción del conflicto, sin alcanzar el trasfondo personal y social que lo provoca y que ha incidido en resultados criminales. De manera muy sintética, esta es una argumentación que también aporta criterio sobre la abolición de la pena de muerte. 112 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III 8.2 Políticas de prevención versus actuaciones represivas Desde el paradigma de la Seguridad Democrática no hay oposición al uso de políticas y actuaciones represivas. Sin embargo, lo que se resalta en dicho cuerpo teórico, es la importancia del uso proporcional de la fuerza y la inteligencia para efectos de las políticas de prevención y represión. Ambas tienen que estar presentes para actuar sobre la criminalidad y la violencia en resguardo de la Seguridad Pública y ciudadana. A nivel de la subregión centroamericana dos países (Honduras y el Salvador) también enfrentan problemas delincuenciales en general y los que provocan a las maras. Los presidentes de ambos países han planteado alternativas basadas en una respuesta represiva más que preventiva. A principios de abril del presente año, el presidente Oscar Berger, se reunió con sus homólogos hondureño y salvadoreño para el abordaje del tema, derivado de dicha reunión se planteó una posible Ley antimaras. Sin embargo, el presidente Berger planteó su desacuerdo con dicha ley, bajo el argumento que la misma no solucionaba el problema, así también expresó su desconocimiento sobre lo actuado en el caso del Congreso de Guatemala82. Sus argumentos respecto de la atención que se daba al tema de la seguridad fue que se estaban mejorando los equipos de seguridad y la persecución del delito (Informe Acción. Gente y Gobierno de Guatemala. Síntesis de Gestión Gubernamental. 9 al 13 de mayo de 2005). La PNC basa el éxito de sus resultados en la cantidad de capturas, independientemente de que se capture por faltas y a veces se implanten pruebas para justificar las mismas. Por ejemplo señalan como un logro la detención de 4,796 mareros en el año 2,004; y de 2,567 a mayo de 2005 (sobre esta situación se comentó líneas arriba). Las capturas masivas sin pruebas que vinculen a las personas a procesos judiciales derivan en su libertad por falta de mérito, sin embargo, se satura al Sistema de Justicia con este tipo de acciones. Según la Procuraduría de los Derechos Humanos las capturas masivas que lleva a cabo la PNC, son parte de un plan para crear una base ilegal que contenga registros y datos de los mareros. El procurador Dr. Sergio Morales, basa su denuncia, en datos recogidos luego de celebrada la cumbre regional en el vecino El Salvador, en la cual participaron jefes de la INTERPOL y anunciaran la creación de una base de datos 82 El partido Pa t r iota, propuso una Ley ant i - ma ras para la discusión en el Legislativo. Un estudio exploratorio 113 capítulo III de mareros83. La PNC adujo que como parte de sus responsabilidades, la institución ficha a las personas, es decir recoge datos y fotografías de cualquier detenido. Lo anómalo de la situación es que los datos que registra la PNC, no coinciden con los que se manejan en el Sistema Penitenciario. A la fecha el gobierno no ha elaborado (y si lo ha hecho, no lo ha divulgado), el plan estratégico sobre seguridad, el cual debería incluir la prevención. El esfuerzo más acabado fue desarrollado por iniciativa de la Vicepresidencia de la República, y expresado en la Política Nacional de Prevención del Delito, formulado por la Comisión Presidencial de los Derechos Humanos, COPREDHE, a través de su Director Frank Larué. La importancia de dicha política es que intenta desde una visión integral normar la dimensión del ámbito de los planes y programas comunitarios, departamentales y nacionales y sus prioridades en esa línea. Por otro lado, propone una serie de principios rectores. En materia de la coordinación interinstitucional y los lineamientos generales se ha creado, como ente rector de esta política nacional, la Comisión Nacional de Prevención de la Violencia y Promoción Integral de Valores de Convivencia, CONAPREPI, la cual es presidida por el Presidente de la república, e integrada por diversas instituciones de Estado, con la intención de garantizar la adecuada coordinación. Esta comisión también tiene como mandato la articulación de esfuerzos de prevención de la violencia juvenil y que involucra a diversas instituciones del Estado, con posibilidades de aporte con los Consejos de Desarrollo Regionales, Departamentales, Municipales y Comunitarios, Organizaciones no Gubernamentales que trabajen en la prevención y rehabilitación de niños, niñas y jóvenes vulnerables en riesgo y privados de libertad, Asociaciones y gremios del sector privado, iglesias, instituciones educativas públicas y privadas y otras instituciones de la sociedad civil. La PNC, argumenta que “los programas preventivos no son suficientes para combatir a los mareros por lo cual es necesario efectuar acciones represivas como despistolización y operativos relámpagos en zonas vul- I nterpol con sistema para combatir he c hos de l ic t i v o s, en “El Pe r i ó d ico” del 09 de abril del 2005, pág. 04 83 114 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III nerables”84 (declaraciones de Carlos Gómez, jefe de la Unidad de Prevención del delito de la PNC. Prensa Libre. 17.01.2005). Un tema que ha cobrado vigencia en los últimos meses es la “supuesta limpieza social”. Desde diversas instancias y personas se ha aludido a este tema. En general, existe un reconocimiento (incluso de algunos funcionarios) de que se están dando casos que bien pueden tipificarse como de “limpieza social”. Sin embargo, se plantea que en manera alguna son promovidos por el Estado. Se trata, tal como ha sido expresado, de operativos llevados a cabo por poderes fácticos. La PNC, por su parte sostiene que las muertes de supuestos mareros, son un ajuste de cuentas entre ellos mismos, derivado de los antagonismos que existen. También se ha argumentado que es muy probable que el crimen organizado utilice a estos jóvenes en sus operativos, lo cual les hace víctimas de otros delincuentes. Asociación para la Prevención del Delito APREDE, ha declarado abiertamente a los medios de comunicación que existe limpieza social en contra de los mareros, incluidos algunos que han intentado rehabilitarse. Dicha asociación opina que los responsables son el crimen organizado y en algunos casos la propia PNC (Prensa Libre. 31.03.05). Frente a tales denuncias y datos de violencia, es obvio que se produce una suerte de vacío institucional. El cual revela graves deficiencias, en la investigación y persecución criminal, en la aprensión de las personas, en la consecución de pruebas, en los resultados de la inteligencia civil y otros. Por tal razón, el camino más fácil es dar por supuesto algo que no es verdadero ni objetivo y con el concurso y participación de los medios de comunicación elevarlo a la categoría de verdad. Lo que sí es evidente es que la criminalidad está asociada a múltiples causalidades, por ejemplo, un Estado que estimula y promueve el armamentismo, una sociedad que asume prácticas agresivas y violentas, una institucionalidad que no da resultados eficientes en materia de aplicación de la justicia, un Estado que invierte muy poco en seguridad social, una institucionalidad debilitada, y otros más. 84 El FBI agiliza contactos para combate a pand i l l a s, en “El Periódico” del 25 de abril del 2005, pág. 06. Un estudio exploratorio 115 capítulo III Los medios de comunicación documentan casos de asesinatos tanto de mujeres como de hombres, en los cuales la crueldad y la tortura están presentes, por ejemplo el asesinato de Astrid Villagrán apodada la Little Baby a quien se le encontró por partes, ésta joven fue esposa de Luis Alfredo Zamora alias “El Pulga”, jefe de una mara de la zona 18 y a quien le dieron un balazo en un autobús, ocasionándole la muerte85. Sin embargo, es aventurado atribuir los crímenes a los jóvenes integrantes de maras, aún cuando los asesinatos sean de mareros o ex mareros. Tanto el Ministro de Gobernación Carlos Vielman como el Director de la PNC Erwin Sperisen, y/o los voceros de ambas instituciones han dado declaraciones públicas tras las cuales se supone que son integrantes de maras los responsables. Incluso se declara en la escena del crimen, aduciendo responsabilidades, sin realizar por lo menos una investigación preliminar. La divulgación poco responsable que asumen algunos medios de comunicación con relación a vincular a jóvenes mareras/os con los elevados índices de criminalidad, minimizándose la participación de criminales, ladrones, asaltantes, integrantes de bandas, narcotráfico y otros, vulnerabiliza aún más a las ya vulnerables poblaciones juveniles. Es muy probable que frente a la imagen de un joven marero/a, muchos de los ciudadanos se sientan profundamente atemorizados, más por lo que leen, escuchan o saben que exactamente porque hayan sido víctimas de la violencia que ejercen estos/as jóvenes. En el imaginario de muchos ciudadanos/as se asocia el consumo de drogas con la delincuencia, la violencia y el crimen. Así también las mareras/os con la violencia, los tatuajes, las drogas, los crímenes y la antisocialidad. Por tal razón, es muy probable que se justifiquen los asesinatos de jóvenes con tatuajes. En el apartado correspondiente a una caracterización de las maras, planteábamos sobre las razones que hacen que los jóvenes apliquen e ingresen a tales colectivos. Creemos que entre otras hay dos razones fundamentales, necesidad de reconocimiento, es decir de identidad y una forma de subsistencia. Cualquier Estado que se precie de ser democrático, habrá de reconocer que las razones expuestas, son no sólo fundamentales, sino que constituyen un derecho y una aspiración de cualquier ser humano. Si la Constitución Política de la República de 85 116 Ide nt i f ican a de s c ua r t i z a da, en “Pre nsa Libre”, del 25 de ene ro del 2005, pág. 12 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III Guatemala, las garantiza, la pregunta es ¿están demandando los/as jóvenes mareros/as más allá de lo que el Estado Guatemalteco Democrático y de Derecho, está obligado constitucionalmente a otorgarles? Dado que la respuesta es no, surgen nuevas interrogante ¿Qué hace que el Estado guatemalteco, no invierta, importantes recursos en los niños/as y jóvenes de este país?, ¿por qué se atrofia el presente de estos grupos humano En la revisión hemerográfica encontramos diversas alusiones a que el Estado ha asignado muy poca inversión para los/as menores de edad, así también faltan políticas para atender el tema de las maras. Se mencionan las pocas oportunidades de trabajo y la escasa inversión social86. Diversas iniciativas a nivel de la región dan cuenta de esfuerzos más direccionados hacia la represión que a la prevención. En México, por ejemplo, se han puesto en marcha al menos dos operaciones (Costa y Sonora-Arizona) en el ánimo de implementar operativos de captura de estos jóvenes. Así también se han promovido reformas legislativas de combate a las/os mareras/os. No estamos en contra del uso de la fuerza proporcional privativa de los cuerpos de seguridad de los Estados, sin embargo, creemos que el fenómeno no es analizado en profundidad y consideradas todas las variables intervinientes. Por tal razón, se cree que los resultados serán positivos si se aplican medidas de fuerza. Otro tema de gran preocupación es el de armas, los mareros se arman porque alguien les provee las armas. Algunas estadísticas, divulgadas por Prensa Libre, por ejemplo, dan cuenta que el 80% de las muertes ocurridas en Guatemala es por arma de fuego, así también que durante el año 2004, se registraron más de 4,000 homicidios y que de ellos, 500 se produjeron por arma de fuego. Con relación al tema del armamentismo, la misma fuente indica que millón y medio de armas circulan por el país y que de esas solamente 250,000 están registradas. Hay que tomar en cuenta que el tráfico ilícito de armas es el que provee de estas al crimen organizado, a la narcoactividad y a algunos particulares. Denu nc ian falta de políticas ant i ma ra s, en “Pre nsa Libre” el 24 de febre ro del 2005, pág. 05. 86 Un estudio exploratorio 117 capítulo III Es todavía más difícil que existen controles sobre la fabricación de armas hechizas, las cuales son utilizadas por mareros. Los precios de las armas que de manera ilegal son utilizadas (fusiles AK-47, AR-15 o M16) en el mercado negro pueden costar entre Q.3000.00 a Q.5000.00 cada una. El acceso a diversas armas también es muy permisivo. (Prensa Libre: 2005). 9. Rehabilitación ¿una alternativa? La rehabilitación es una alternativa que requiere grandes inversiones y asignación de recursos. Si estamos hablando de un Estado pobre, tal el caso del guatemalteco, sería mucho menos oneroso, invertir en prevención a efecto de no pagar los altos costos que significa rehabilitar. Cualquier propuesta de rehabilitación que busca alcanzar resultados positivos debe partir de una visión integral y sistémica. En ella la consideración de las instancias de Estado que deben comprometerse con ella es fundamental. También lo es partir del presupuesto que prevenir tiene mejores resultados que no hacerlo y posteriormente tener que rehabilitar. A lo largo de este trabajo hemos expresado cómo los jóvenes que intentan rehabilitarse y replantearse un proyecto de vida se encuentran con grandes valladares que dificultan su reinserción social y laboral. Para ellos la situación es sumamente grave y el panorama incierto, ya que no encuentran posibilidades de acceder al mercado formal de trabajo, con lo cual se enfrentan nuevamente a la negación de las oportunidades. Consideramos que a pesar de lo positivas que puedan ser las propuestas de rehabilitación que existen, desde organizaciones de la sociedad y de algunas iglesias, los resultados no tendrán impacto sustantivo si no se articulan con el Estado y se asume un compromiso desde una visión estratégica. 118 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III conclusiones Conclusiones C on lo avanzado hasta acá podemos plantear algunos supuestos, relacionados con el sistema valorativo moral de los/as jóvenes mareros/as: los/as jóvenes mareros/as no pierden la conciencia de sus actos agresivos y violentos, pero los justifican al amparo de un sistema valórico normativo que incluye la violencia como forma para gestionar la conflictividad. • La violencia que practican los colectivos juveniles conocidos como maras, puede asociarse a múltiples variables, sociales, económicas, culturales y psicológicas. En este estudio se ahondó en las vinculadas a la construcción de la autoestima e identidad. Es muy probable que la debilidad en la construcción de ambas facilite las formas agresivas y violentas de gestionar la conflictividad, tanto si se trata de violencia individuada como colectiva. En el primer caso, es el colectivo quien la refrenda. • No hay aparentemente, una escisión entre la realidad y la imaginación, cuando se practican actos agresivos o violentos, en general, los/as jóvenes no actúan al amparo de drogas o estupefacientes alucinógenos (salvo excepciones), aún cuando es importante reconocer que el consumo de marihuana es alto. • Sus actos agresivos y violentos son la respuesta psicosocial a un sistema que les acoge de manera injusta, discriminatoria y con muy pocas alternativas. Se produce una suerte de acumulado de frustraciones, que coadyuvan en el ejercicio de tales acciones violentas. • La vida en la mara presenta a los/as jóvenes varios atractivos, uno de ellos: contar con un ingreso económico, tener una memUn estudio exploratorio 119 capítulo III bresía de adscripción a un colectivo, sentir pertenencia a algo, compartir y socializar con sus pares, todo ello de cara a un sistema que les niega oportunidades y les vulnera. • En la reconstrucción de su identidad se percibe el deseo de ser visibilizados/as, escuchados/as, atendidos/as, ser alguien y contar con reconocimiento. • Todo acto violento o agresión llevada a cabo por los miembros de la mara se justifica permanentemente, vía el sistema valorativo-moral, que han construido y que norma sus conductas y actuaciones. • Su capacidad modélica les ha permitido construir un sistema organizacional cuyo pilar fundamental se ancla en liderazgos que ejercen poder coercitivo traducido en la validación de expresiones y prácticas violentas. • Las actitudes y acciones agresivas y violentas, características en estos colectivos juveniles, tienen también una contracara. Ésta se manifiesta a través de expresiones solidarias, afectivas, de inclusión, de tolerancia y otras. De ahí que sostenemos que la polaridad en términos de valores y principios es la constante más que la excepción; un ejemplo muy claro es la conceptualización que tienen de la mujer, estereotípicamente la consideran una belleza, lo mejor, lo más noble, sin embargo en la práctica se la mancilla y humilla, a través de las prácticas de ingreso y los castigos. • Las relaciones de poder, a lo interno de estos colectivos, se estructuran a partir de principios autoritarios y verticales. Lo cual no dista mucho de la experiencia de vida que estos/as jóvenes han tenido. Así la subordinación y discriminación de género hacia las mujeres es una práctica basada en tales relaciones, la cual afecta la integridad física, psíquica y moral de las mujeres mareras. • Las práctica agresivas y violentas son aprendizajes sociales a los cuales han estado sometidos los miembros de estos colectivos, tanto individual como grupalmente. • Los medios de comunicación han jugado un papel importante en el posicionamiento de los estereotipos sobre los/as jóvenes ma120 MARAS Y VIOLENCIA capítulo III reros/as. La información noticiosa generaliza la comisión de actuaciones ilícitas, los asesinatos y violaciones por parte de estos colectivos. De manera que la percepción ciudadana respecto de la inseguridad se magnifica, no necesariamente a partir de información objetiva y veraz sino fundamentalmente de supuestos. • La información que circula sobre las maras es muchas veces especulativa. Lo grave es que lo que se difunde como especulación llega a convertirse en verdad, a medida que es constantemente reiterada. La necesidad de desarrollar estudios profundos que nos acerquen a una comprensión más precisa de la violencia es un imperativo para desarrollar y ejecutar propuestas tendientes a disminuir el impacto negativo en los/as jóvenes y la sociedad guatemalteca. • Es probable que el sub-sistema de información sea el más eficiente, en tanto que sobre él descansa la sobrevivencia, cohesión y seguridad del colectivo. Dicho sistema encuentra su potencial en la conformación de redes de informantes, flujos de información, procesos y procedimientos de información, así como sistemas disciplinarios basados en rígidos controles y sanciones. • A nivel de políticas de Estado éstas son muy nuevas y las acciones recién se están implementando, por medio de un plan piloto para desestimular la incorporación a las maras, en Villa Nueva, a unos 18 kilómetros de la capital, con una visión integral. • La actitud y actuaciones del Sistema de Justicia han sido poco responsables con el abordaje del tema de maras y su vinculación con dicho sistema. Recomendación • Diseñar una propuesta metodológica orientada a la facilitación e implementación de un espacio de discusión y propuesta conformado básicamente por jóvenes (asociados/as o no a colectivos), sobre el tema de la violencia, para posteriormente evaluar la metodología y los resultados, para replicar el esfuerzo en el interior de la república, invitando a aquellos funcionarios/as públicos que deben asumir el tema en cuestión. Un estudio exploratorio 121 bibliografía B i b l i o g ra f í a A Functioning Democracy? The Intolerable Abuses of Guatemalan Women. Estados Unidos de Norteamérica: Council On Hemispheric Affair, 2005. 04 p. (Memorándum realizado por COHA tomando como base el caso de una menor de 15 años, asesinada en Guatemala en el 2001 y hasta la fecha no se ha condenado a los culpables, hay alrededor de 1,000 casos como el expuesto.) Aguilar, A. Femicidio: la pena capital por ser mujer, Guatemala; Ciudad de Guatemala: Diálogo No. 44. Octubre 2005. 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Del 15 al 40 pp. Un estudio exploratorio 125 anexo 1 / caracterización de jóvenes en riesgo entrevistadas/os A N E XO N o. 1 Caracterización de las y los jóvenes en riesgo * entrevistadas/os Edad 20 15 17 15 16 17 S exo M F F F M M C u á ntos viven en tu casa 5 6 4 4 6 6 C u á ntos herma nos tienes 3 5 3 2 4 3 Con quién vives Tra b a j a s En dónde Papás y he r ma nos Si Mamá y he r ma nos No Venta de -------celulares Papás y he r ma nos No Papás y he r mano s No ------ ------ Abuelo, Mamá y mamá y he r ma he r manos no s Si Si parqueo PDH Tie nes amigo s Si Si Si Si Si Si Tie nes amigo s en las ma ra s Si Si Si Si Si Si Qué haces en Ver tele tu tie m p o o de b e re s l i b re En qué gra do estás o a qué g ra do llegaste 1 e ro . B á s ic o Na da Ver tele Na da 1ero. B á s ic o 5 to. Secre t ariado 1ero. B á s ic o Estar con Jugar y los amiver tele. go s 1 e ro . B á s ic o 1 ro . B á s ic o * Definimos a los jóvenes en rie s go por su vinculación con las ma ras a través de lazos fa m i l ia res o de amistad. 126 MARAS Y VIOLENCIA anexo 2 / caracterización de jóvenes ex mareras/os entrevistadas/os A N E XO No . 2 Caracterización de las y los jóvenes ex mareras/os entrevistadas/os Edad 14 22 17 22 21 17 23 20 S exo M M F M M M M M C u á nt o s viven en tu casa 7 ----- 5 ----- ---- 4 5 Solo 3 herC u á nt o s ma no s No he r ma no s 5 3 3 4 2 y4 tengo t ie nes he r mana s t ro s Mamá y Mamá Papás Papá y he r maCon quién InstiI ns t i - I ns t i y hery he r he r no s, Solo vives t uc i ó n t uc i ó n t uc i ó n ma nos ma no s ma nos papá fa l l e c i ó 1a q u ie n nu nc a veo Tra b a j a s ----- En dónde ----- T ie nes a m igos T ie nes a m igos en las ma ra s Si No Apren-----de No ------ No No ------ ------- Si Si Grupo Grupo Ceiba Ceiba Si Si Si Si Si Si Si Si Si No Si Si No Si Si Si Qué haces Ver tele en tu o de b e - na da t ie m p o re s l i b re Ver tele na da Salgo a Me pre- Ha b l o la calle paro en con los no me la com- jóve- Ver tele gusta el pu y nes de encieescribo D io s rro En qué gra5 to. 3 ero . do estás o 1 ero . 1 ero . 1 ero . 2 do . 1 ero . 1 ero . SecrePrimaa qué gra- B á s ic o B á s ic o B á s ic o B á s ic o B á s ic o B á s ico t a r ia do r ia do llegaste Un estudio exploratorio 127 anexo 3 / violencia contra la mujer en las maras A N E XO No . 3 Tema: Violencia contra la mujer en las Maras. Informe Hemerográfico (un ejemplo) Realizado por: Virginia Godoy. Me d io Prensa Libre Fecha Título pág. 11-01-05 B a nda de me no res 12 Resumen No t ic io s o Dan muerte a enc a rg a do de tie nda en Z. 6. Un me nor de 11 años apoda do el Gallito es sind ic a do de haber da do muerte a balazos al encarg a do de una tie nda a quién le ex igía el impuesto de guerra, vecinos ma n i f e s t a ro n que existe cobro de impuesto de circulación a los buses. Prensa Libre 13-01-05 Cie r ran me rcado por temor a pandilleros 12 C a ns a dos de pagar impuesto de guerra, que cobran los ma re ros y de los c o ns t a ntes ataques que son víctimas los vende do res de Pe ro n ia, Villa Nueva cerra ron por unas ho ra s. Prensa Libre 17-01-05 Pulso con las ma ra s 12 En 2004 fueron captura dos 4,093 ma re ros en toda Gua t e mala. Críme nes brutales atribuidos a grupos ma re ros juveniles se cometen cada día en el país, sin que la PNC logre de t e ne r l o s. La PNC agregó que los pro g ra ma s preventivos no son sufic ie ntes para combatir a los ma re ro s, por lo cual es ne c e s a r io efectuar accio nes re p resivas como despistolización y opera t i v o s re l á m p a go en zonas vulne ra b l e s, de acuerdo con Carlos Gómez Jefe de la Un idad de Pre v e nción del de l i t o . Prensa Libre 17-01-05 As e s i nan a 5 pre s u ntos pand i l l e ros 12 En difere ntes puntos de la ciudad fueron ultima dos por arma de fuego c i nco ma re ro s. Prensa Libre 21-01-05 Pandillas copan la capital 04 Zonas más afectadas 6, 7, 12, 18 y 21. Las estadísticas policiales apuntan que los delitos más comunes en estos grupos están distribuidos en la siguiente forma 23% consumo y distribución de droga, 20% droga, 2% homicidios. La PNC tiene identificadas 39 maras que operan en distintas zonas de la capital. Estiman que obtienen Q. 40 mil diarios monto estimado por impuesto de circulación. Prensa Libre 25-01-05 Detenida por recibir dinero para pandilleros 12 Ve nde do ra de periódicos fue de t e n ida ayer por la PNC en el Me rc a do de la Colonia Caro l i ng ia, Mixco, se sospecha que sirve de int e r me d iaria para que los pilotos de buses le de j a ran el dine ro que los ma re ros les ex igen como impuesto de circ u l a c i ó n . 128 MARAS Y VIOLENCIA anexo 3 / violencia contra la mujer en las maras Hemerografía • Revisión hemerográfica Siglo veintiuno, Guatemala; 1 de enero a 30 de junio de 2005. • Revisión hemerográfica El Periódico, Guatemala; 1 de enero a 30 de junio de 2005. • Revisión hemerográfica Prensa Libre, Guatemala; 1 de enero a 30 de junio de 2005. Un estudio exploratorio 129 anexo 4 / guía de entrevistas A N E XO No . 4 GUÍA DE ENTREVISTA SEMI-ESTRUCTURADA No 1. Expertos Personas que trabajan con jóvenes 1. ¿Qué enfoque puede dársele al análisis de la violencia que practican los jóvenes mareros? 2. ¿Qué variables intervienen en ese tipo de violencia? 3. ¿Qué papel juegan los medios de comunicación? GUÍA DE ENTREVISTA SEMI-ESTRUCTURADA No. 2 Jóvenes mareras/os Jóvenes en riesgo 1. ¿Cómo analizas la violencia en general y la que se atribuye a las maras? 2. ¿Qué aspectos intervienen en la violencia que se atribuye a las maras? 3. ¿Cuál ha sido tu experiencia en ese sentido? 130 MARAS Y VIOLENCIA anexo 5 / glosario A N E XO No . 5 G L O SA R I O Alucín: Ver cosas bajo el efecto de la droga Arponear: Inyectarse droga. Bajón: Indolencia luego de pasar el efecto de la droga. Barrio: Su clica de pertenencia y con ella sus integrantes. Es sagrado y deben defenderlo hasta con la vida, ya que ninguna otra mara puede “profanarlo”. Basura: Frase despectiva y ofensiva entre jóvenes de distinta mara. Bombazo: Disparos dirigidos hacia algún miembro de la mara (la propia o la contraria). Cacha: Robo. Calentada: Golpiza al miembro de la agrupación que cometa una falta a las reglas del grupo. Clecha: Transmitir conocimiento y aprendizajes respecto a las reglas que deben cumplir, la historia y el modus operandi a un/a joven que se inicia. Se trata de “prepararlo”. Clica: Subconjunto de pertenencia al conjunto mara. Denominación con la cual se conoce a cada mara de barrio. Existen múltiples clicas, cuyos integrantes pueden ser entre 5 a 100 o más. Todas las clicas están sujetas a los códigos valórico normativos de cada mara. Colorado: Que ya es bien conocido por su modus operandi y no pasa desapercibido. Cuadros: Proceso por el cual atraviesa el/la marero/a que solicita su retiro de la mara. Existe una normativa a cumplir para que se autorice su Un estudio exploratorio 131 anexo 5 / glosario egreso. El incumplimiento con dichas normas es sancionado, incluso con la muerte. Nadie puede salirse de las maras si no lo hace del conocimiento del colectivo. En estados de emergencia o bien cuando no se considera pertinente “el permiso” puede ser denegado. Cuete: Arma de fuego. Chamuco: Diablo o demonio. Chequeo: Período de prueba para ingresar a la mara. Puede durar hasta 3 meses. Durante éste se debe accesar a la mayor cantidad posible de información, tal como: quiénes son los integrantes de su propia mara y de la contraria, identificar el espacio geo espacial de acción y la infraestructura, reglas y prohibiciones, así como el código de valores. Enchante: Meterse a casa ajena a robar. Graffiti: Expresiones artísticas, traducidas en dibujos elaborados en murales, papel o paredes. Estos aluden a pasajes de su vida, experiencias y otros. Son representaciones de la realidad, tal cual la visualizan. Guato: Cigarro de marihuana envuelto en papel. Güila: Información confidencial. Hechiza: Escopeta doce fabricada con tubos de metal. Es altamente peligrosa. Hommies: Compañeros de la mara, considerados como hermanos. Un hommie es un “carnal” o un hermano. Se visualizan como integrantes de una familia. Igualdad: En cada clica existe la igualdad entre todos, sin distingo de edad, sexo, pertenencia étnica, opción sexual, etc. Allí nadie es más que los demás miembros y el liderazgo se lo gana cualquier miembro con base en sus actuaciones dentro de la mara, aunque al final decide el Primera palabra. Jaina, jainita: “Señorita”, novia o esposa de joven marero. 132 MARAS Y VIOLENCIA anexo 5 / glosario Jomboy: Joven de la mara con mayor experiencia y tiempo de operar. Leva(s): Frase vulgar y ofensiva para referirse a jóvenes contrarios (los de otra mara). Luz verde: Sanción aplicada a quien habiendo pertenecido a alguna mara y conociendo la normativa la viola o traiciona a algún miembro o a la mara en su conjunto. Esta consiste en eliminar físicamente a dicha persona. Mitin: Reuniones que tienen los mareros con su clica o con varias, para tratar asuntos relacionados con la mara. Misión: Mandato para que un miembro del grupo cumpla con lo que le ordenan. La misión solamente la da el primera o segunda palabra de la clica. Paro: Favor, comúnmente dicen “haceme el paro”. Pasmo: Muerte, homicidio o asesinato. Pedo: Bajo los efectos de la droga (drogado) o borracho. También se utiliza para indicar a otra persona que no se inmiscuya en algo, pues no es su asunto. Periquear: Pedir dinero. Piedra: Droga (Crac cocinado). Piña: Granadas de fragmentación o de fabricación casera. Pistolero: Jóvenes que sirven de guardaespaldas al jefe. Placaso: Tatuaje que se hace con algún mensaje o alucín. Primera Palabra: Líder en la mara. Se le conoce como el que lleva la palabra. Este puede ser desconocido por los integrantes de la clica o mara en su conjunto, si con sus actuaciones viola las normas y reglas. También el primera palabra es quien decide si se dan o no los cuadros a quien los solicita. Un estudio exploratorio 133 anexo 5 / glosario Primo: Cigarro con marihuana y crac o cocaína. Pusher: Persona que distribuye droga. Puya: Arma punzo cortante. Quebrada: Permitirle a un joven el ingreso a un grupo. Rentear: Cobrar impuesto, pidiendo una cantidad de dinero. Requinte: Robo callejero. Sur: Acuerdo de no agresión y convivencia pacífica dentro de la cárcel, establecido entre maras. Quienes son encarcelados pasan a pertenecer al sur, entendido como sufrimiento, unión y raza, no se trata del punto cardinal. Topete: Persona que compra cosas robadas. Torcida: La cárcel. Torcido: Preso o detenido Tumbado: Que utiliza ropa floja. Turunca: Piedra (crac) Vato: Persona que no pertenece o es ajena al barrio de la mara. Veterano: Miembro o ex miembro de la mara con mayor antigüedad de militancia. 13: Número que identifica a los miembros de la mara Salvatrucha. 134 MARAS Y VIOLENCIA anexo 6 / listado de entrevistadoas/os A N E XO No . 6 Listado de entrevistadas/os Expertos y personas involucradas en el tema. • Gerardo Pérez Castillo, Encargado del Área de Investigación Penitenciaria. Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales de Guatemala. IECCPG. • César Reyes, Director. Pro niño y niña Centroamericana. PRONICE • Marco Antonio Garavito, Director. Liga de Higiene Mental de Guatemala. • Ronald Solís, Investigador, Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala. ODHAG. • Roddy Brett, Investigador, Comisión de Asesoría Legal en Derechos Humanos. CALDH. • Carlos Corado, Consultor Independiente. • Francisco García, Director, INCEP. • Aída Castro-Conde, Consultora Independiente. • Verónica Godoy, Instancia de Monitoreo y Apoyo a la Seguridad Pública. IMASP. • Emilio Gobaud , Director, Asociación para la Prevención del Delito. APREDE. • Carlos Berger, Asociación para la Prevención del Delito. APREDE. • Juan Pablo Vidal, Asociación para la prevención del Delito. APREDE. • Marco Antonio Castillo, Director, GRUPO CEIBA. • Milton Alfredo Torres Valenzuela, Director del Departamento de Letras. USAC Listado de Mareros y Ex mareras/os entrevistadas/os Ma re ro s • To no • E dg a rdo Un estudio exploratorio Ex ma re ro s / a s • • • • • • • • N i xo n M ó n ic a Luis Daniel Mo i s é s S mo k y Alberto Devol J ó v e nes en Rie s go • • • • • • B i s ma r k Javier As t r id C a ndy S i ndy XX 135 capítulo III Esta publicación fue impresa en los talleres gráficos de Serviprensa S.A., en mayo del 2006. La edición consta de 1500 ejemplares impresos en papel Bond Antiq 80gr / Couché matte 80 gr. 136 MARAS Y VIOLENCIA