FACULTAD DE INGENIERIA (UBA) y su NUEVO

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FESTEJO SOMBRÍO EN LA LÍNEA RECTA Y EN EL COMITÉ NACIONAL (18-XI-2013)
El martes pasado 12 de noviembre fui invitado a confirmar mi presencia en el homenaje al
nuevo Decano de la Facultad de Ingeniería Ing. Horacio Salgado (elegido en representación
de la histórica agrupación La Línea Recta), mediante un mensaje electrónico del Ing.
Miguel Ponce, aclarándome que se trataba de una celebración puramente festiva. Le
agradecí la invitación y confirmé mi presencia pero le aclaré que consideraba que no había
lugar en el actual clima del país para ningún festejo por la grave situación que se vive y por
la responsabilidad que el nuevo cargo implicaba. A estas palabras iniciales Ponce me
reiteró textualmente que el acto iba a ser meramente “festivo” y que “habrá otros espacios
donde discutiremos lo estratégico”. Con un nuevo mensaje le contra-repliqué que siempre
se postergaban las cuestiones estratégicas para las “calendas griegas” y que si me invitaba
no era sólo para festejar pues no soy de los militantes que conmemoran y callan.
El día jueves 14 de noviembre, me hice presente en el acto, y luego de los habituales
saludos y abrazos, me reencontré con viejos correligionarios que no veía desde la noche
aciaga del 28 de junio de 1966 [verdadero inicio de lo que luego se denominó el Proceso],
desde el sesquicentenario de la Reforma Universitaria celebrada en Rosario en 1968, y
desde otros episodios humillantes y luctuosos que estoicamente debimos padecer durante
décadas. Habiéndose iniciado la lista de oradores, con señas le manifesté al Ing. Ponce mi
interés por exponer. Una vez que disertaron Ponce y el Presidente de la Juventud partidaria,
de apellido Jacovitti, colmados de lugares comunes y de vacías expresiones de deseos, le
tocó el turno al Dr. Juan Manuel Casella, quien disertó en representación del convaleciente
Presidente del Comité Nacional Ing. Mario Barletta. Una vez que Casella se explayó con
los viejos, remanidos y falaces clichés difundidos hace medio siglo por Gabriel del Mazo
acerca de la Reforma del 18 y de la presencia inmigratoria en la universidad producida
recién con dicha Reforma, reafirmé mi interés por hablar y pedí el consabido derecho a
réplica, lo cual dio lugar a que algunos en la mesa que presidía el “festejo” replicaran que el
acto no era una asamblea, expresión asentida gestualmente por el Ing. Ponce y por la ex
vicegobernadora Elva Roulet, presentes en la cabecera del acto.
Ofrecida entonces la palabra al nuevo Decano Horacio Salgado, el Ing. Ponce dictaminó
que con el discurso del homenajeado se “cerraba la lista de oradores”. Conciente que con
anterioridad le había expresado mi interés por exponer y le había solicitado el derecho a
réplica, el Ing. Ponce, arbitrariamente, cierra la lista de oradores sin ofrecer a los numerosos
invitados presentes la oportunidad de volcar sus justos desvelos e interrogantes. Pareciera
que el Ing. Ponce y sus crónicos aliados, pretenden censurarnos y encerrarnos en un
corralito o calesita muda, donde quienes manipulan la sortija –usualmente envenenada con
somníferos y patrañas—se asemejan a los voceros del relato K, que distorsionan los
acontecimientos y reinventan el pasado histórico. Entiendo que esta conducta
antidemocrática del Ing. Ponce, consentida por los presentes en la mesa que presidía el
festejo, lamentablemente no es nueva en la UCR, y se repite en cuanto acto público se viene
celebrando, pues desde hace tiempo se ha clausurado el debate político interno en el inútil
afán por domesticar sus filas, cada vez más menguadas y desilusionadas, de modo tal que a
sus ocasionales dirigentes se les garantice la perpetuación en los cargos partidarios, como si
se trataran de sinecuras hereditarias y vitalicias. Tampoco esta antidemocrática y consentida
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conducta del Ing. Ponce se condijo con el respeto debido a los invitados, a los que no se
debe ni puede utilizar como claque aplaudidora.
A renglón seguido, tras concluir el Ing. Salgado sus palabras, volví a reiterar
insistentemente mi interés por exponer mis críticas al Dr. Casella, lo cual me fue finalmente
concedido a regañadientes y en imperceptible voz, casi como susurrando, por el propio
Casella, sin que en ningún momento se me invitara a disertar en la cabecera de la mesa, ni
se me ofreciera el micrófono, ni el Ing. Ponce ni el Decano Salgado asintieran la tardía
actitud del representante del Ing. Barletta. Tuve que expresar mis críticas con indignación
por el manoseo sufrido, y a viva voz desde el fondo de una larga mesa durante unos veinte
minutos, donde expresé mi discrepancia con la interpretación del relato histórico
rememorado por el Dr. Casella, quien evidentemente no ha deseado asimilar el espíritu
crítico y el método indagatorio que lo caracterizó a su propio padre, el sufrido y nunca bien
recordado historiador y político Juan Manuel Casella Piñero.
Remarqué en mi breve exposición la relevancia que tuvo en la historia de la UBA la ley
Avellaneda (1885) y la revuelta estudiantil de 1904 [que tuvo sus tiroteos y sus bombas, y
también sus expulsados, tanto alumnos como profesores, incluidos Juan B. Justo y Nicolás
Repetto]. Esta prolongada revuelta, a falta de una nueva ley del Congreso que modificara la
Ley Avellaneda, acabó cambiando el Estatuto de la UBA, que permitió por vez primera el
acceso de los docentes al manejo de la universidad en desmedro de los académicos (que
eran una suerte de mandarinato aristocrático conservador), y la incorporación en las filas
universitarias no sólo de los hijos del interior y de los países limítrofes que lo venían
haciendo desde su fundación en tiempos de Rivadavia, sino también de los hijos de los
inmigrantes, al punto que sus graduados nutrieron buena parte de las filas revolucionarias
de 1905 y del elenco gubernativo del primer gobierno radical de Hipólito Yrigoyen [ver la
lista de sus integrantes en Arqueología del Mandarinato y de la Nomenklatura en
Argentina]. Señalé además el desmesurado crédito otorgado a la Reforma del 18 debido al
exacerbado celo cordobés [alimentado por el PC argentino, el APRA de Haya de la Torre y
el PRI de Vasconcelos], en perjuicio del recuerdo de la Reforma Universitaria de 1904.
Extrañamente, se evocan sin cesar las revoluciones políticas de 1890, 1893 y 1905, pero
siempre se oculta la cruenta y prolongada huelga y la rebelión estudiantil de 1904, en cuyas
históricas movilizaciones participaron también los primeros integrantes de La Línea Recta,
que como todos recuerdan fue fundada en 1894
Continué aclarando que la Facultad de Ingeniería no debía ser considerada una ínsula
segregada institucionalmente del resto, y que la UBA no era actualmente una universidad
sino apenas un archipiélago o confederación de escuelas profesionales, muy distantes
geográficamente entre sí, en el espacio de la gran urbe; y que para revertir este escandaloso
abandono cultural le cabía a la actual clase dirigente del país una responsabilidad histórica
[para que formulara un proyecto urbanístico de estado que paliara este infausto déficit].
Luego, desarrollé mi acusación acerca de la naturaleza crudamente endogámica de la UBA,
cuando en el mundo desarrollado, a partir de la experiencia precursora de Harvard en 1904
[Rector Charles Elliot], ningún egresado de una universidad puede ser contratado como
docente por la misma institución que lo graduó o diplomó. Esta patología de la endogamia
es la que viene derramándose desde las esferas superiores a todas las escalas y niveles de la
docencia argentina, cristalizando con impudicia la circulación de la elite educativa del país.
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Más luego me explayé sobre mi frustrada denuncia administrativa y judicial formulada en
2004-2005 contra la Agencia Nacional para la Promoción Científica y Tecnológica
[ANPCYT], cuando la gran prensa estaba de parabienes con el poder de turno, por la
malversación y estafa de U$S 1240 millones de dólares [procedentes del BID] que debían
estar destinados para la infraestructura científica, pero que fueron obscenamente repartidos
a numerosos funcionarios [coordinadores de la Agencia, miembros del Directorio y de las
Comisiones Asesoras del CONICET, secretarios de CyT de las Universidades] e
investigadores allegados al poder durante la década Duhaldista-Kirchnerista, identificados
puntualmente en la denuncia con nombres, apellidos y montos de dinero recibidos, entre los
cuales se destacaron varios que figuraban como asesores de diputados opositores y como
periodistas de opinión de la gran prensa escrita y televisiva contraria al oficialismo. Conté
mi vía crucis judicial [patrocinado por los letrados Jorge Marenco y Joaquín E. Meabe] con
el fallo adverso del Juez Marcelo Martínez de Georgi, que archivó mi denuncia [con un
único testigo admitido que era y es alto funcionario de la propia Agencia de nombre Carlos
Cassanello], y la conducta cómplice de la Sala II de la Cámara Federal Penal [Horacio
Cattani, Martín Irurzun, y Eduardo Farah] que ratificó el fallo del Juez, todo lo cual se
encuentra prolijamente relatado en Internet [Obsecuencia de los jueces al poder político en
Argentina].
También narré mi presentación en el Bloque Radical del Senado donde mi denuncia fue
objeto de sarcasmos por los funcionarios que recibieron la fotocopia del grueso legajo
judicial, quienes nunca me citaron para evacuarlo, y por cierto no tuvieron interés en
solicitar que se desarchive la denuncia (la única diputada que entonces me recibió entre los
numerosos diputados [Milman, Iglesias, Morán, etc.] a quienes repartí el expediente
judicial fue Patricia Bullrich, aunque no se atrevió a presentar el consiguiente Pedido de
Informes). Tampoco, órgano periodístico alguno, escrito o televisivo, se hizo eco de la
denuncia pese a reiterados e infructuosos intentos. La gran prensa, alejada de la
investigación científica pretende, sin embargo, imponer sus intelectuales, subsidiados por la
misma Agencia, y alquilarlos a los partidos de la oposición.
Asimismo me referí al atraso tecnológico que esta malversación y estafa significaron para
la infraestructura científica del país [bibliotecas, laboratorios, museos, archivos, centros de
cómputos, escaneos y diseños de bases de datos, etc.]. Para probar este aserto puse como
ejemplo la actual página web de la Facultad de Ingeniería de la UBA, que es una verdadera
vergüenza, comparada con los sitios web de Stanford, Chicago, Harvard o MIT, acusación
que fue ruidosamente festejada por miembros del público presente. Asimismo relaté que
esta tenebrosa realidad había introducido en los ámbitos científicos un clima de miedo y
amedrentamiento generalizado, donde nadie se atreve a emitir opinión propia sobre temas
neurálgicos de la vida académica por temor a represalias y a la pérdida de las posiciones
personales adquiridas.
Posteriormente aludí a la moral de una intelectualidad contaminada por la corrupción [que
ha sido incapaz de construir una comunidad científica y que ha sido históricamente
responsable del golpe de estado de 1930, semejante a lo que ocurrió en Alemania tres años
después (1933) con la caída de la República de Weimar y el ascenso del III Reich. Por
último indiqué que ahora se estaba viviendo en el mundo una tercera Ilustración y una III
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Revolución Industrial; y que la Facultad de Ingeniería, la UBA y la UCR parecían
desconocer esta realidad histórica [encerrados en un ombliguismo egoísta y pusilánime,
indiferente al mundo de la investigación científico-tecnológica, que está provocando el
desmoronamiento de su prestigio y la subestimación de su credibilidad en los ámbitos
nacionales e internacionales]. Para concluir expresé que la tan mentada libertad de
expresión y de prensa no iba a ser nunca verdad real mientras no existiera una auténtica
libertad de investigación y de pensamiento científicos, desgraciadamente ausente y perdida
y nunca recuperada desde la fatídica noche de los bastones largos (VII-1966). Cuando
terminé de exponer se produjo un silencio sepulcral sin aplauso ni réplica alguna y acto
seguido procedí a retirarme del lugar al borde de un ataque de asma y acompañado por el
viejo correligionario Juan José Rosenberg.
Finalmente, quisiera señalar que la futura gestión del nuevo Decano Ing. Horacio Salgado
no puede circunscribirse, como lo manifestó en su discurso, a la sola vinculación con las
Pymes y con la tecnología. Se vuelve entonces a repetir la antigua y remota discusión sobre
la “psicosis ocupacional” que inauguró Pedro Cerviño en la Escuela de Náutica (1802), y la
continuaron el historiador y Rector Juan María Gutiérrez (1871), el civilista José Olegario
Machado (1903), el físico y astrónomo Enrique Gaviola (1931) y el meteorólogo y
epistemólogo Rolando García (1959), acerca de la necesaria preponderancia de la ciencia
básica por sobre las ciencias aplicadas, para evitar así las deformaciones profesionales,
acerca de las cuales abundaron el pedagogo John Dewey y los sociólogos Thorstein Veblen
y Robert Merton. El Ing. Salgado tiene entonces desde su relevante cargo, al igual que
Cerviño, Gutiérrez, Machado y García, una responsabilidad histórica con el devenir de la
ciencia y la intelectualidad argentina, pero que tampoco deben escapar al devenir de la
ciencia universal. Si así no lo hiciere, el Ing. Salgado va a estar condenado a repetir los
viejos fracasos o a comulgar con el populismo Kirchnerista y el statu quo.
En cuanto a la UCR y la vigencia política de su actual Comité Nacional, solo me cabe
manifestar mi más profundo estupor por la conducta antidemocrática que viene
desplegando su dirigencia y su representación parlamentaria puertas adentro de la vida
partidaria, malgastando impunemente un centenario capital simbólico cada vez más
hipotecado. Pareciera que en nuestro partido se premia generosamente al acaparador de
padrones clientelares y a los expertos negociadores en reciprocidades mutuas, capaces de
monopolizar, domesticar y enmudecer feligresías adictas (que deben pacientemente tolerar
los acuerdos de cúpulas cortesanas, mendigar audiencias en prolongadas amansadoras, y
escuchar en silencio clichés desvencijados); y no el mérito individual de quienes buscan
una verdad histórica y se capacitan arduamente como cuadros políticos científicamente
competentes. Lamentablemente, cuando se llega al poder, como le ha ocurrido a la UCR
desde 1983, los elementos intelectuales se alquilan extra-partidariamente, sin importar su
pasado político ni su desempeño moral, resultando de esa forma que fatalmente su conducta
suele ser como la de las golondrinas, que son amigas de los tiempos prósperos, pero que
nunca bajan del campanario ni se embarran en la procesión.
Cabe entonces señalar finalmente que no existe ni existió partido político en la historia del
mundo que haya podido sobrevivir amordazado, participando de efemérides ruidosas y
vacías, y liderado por una malograda elite política intelectualmente castrada que ha probado
fehacientemente su rotundo fracaso en la gestión pública, y especialmente en la gestión
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académica y cultural [léase los mercaderes del templo universitario por todos tristemente
recordados, y sus activos cómplices, aún funestamente decisivos en la vida partidaria y
universitaria].
Eduardo R. Saguier
Museo Roca/CONICET
Email: [email protected]
http://www.er-saguier.org
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