Secreto militar, Roberto Sosa

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SECRETO
MILITAR
roberto sosa
SECRETO
MILITAR
roberto sosa
SECRETO MILITAR
ROUERTO SOSA
® EDITORIAL GLJAYMURAS S.A.
Apodado postal No. 1843
TEL 22-5433
PRIMERA EDICION AGOSTO DE 1985
Composición do textos : Gloria Ochoa
Montaje: Mario Tróchez
Impresión : Guillermo Garcia
Encuadernación: Georgina Amaya
Reinaldo Garcia y Adalberto Reyes.
Fotomecánica y carátula : Geovanny Fiallos Paz
Impreso en los talleres gráficos, do lo Editorial
Guaymas.. SA.
IMPRESO Y HECHO EN HONDURAS
PROLOGO DE
SARA ROYA
La publicación de este nuevo poemario no constituye
ninguna prueba de fuego para Roberto Sosa, autor cuya obra
goza ya de un sólido prestigio dentro y fuera de Honduras.
Secreto Militar, sin lugar a dudas, viene a ratificar una
conducta poética signada por esa fórmula ideal consistente
en una inclaudicable vocación de solidaridad humana unida
a una rigurosa autoexigencia formal.
Si buscamos el hilo conductor que une esta obra con ¡as
anteriores, no nos costará encontrarlo, ya que existe una
continuidad en la línea temática y, de algún modo, también
una progresión, una especie de “crescendo” en la tensión
establecida entre el poeta y su referente. En Los pobres
(Premio “Adonais” 1968) la poesía de Sosa exponía las
lacras de un sistema social injusto y degradante. En Un
mundo para todos dividido (Premio Casa de las Américas”
197 1), como dice Andrés Morris, “el acusador público es
más vehemente, aporta pruebas más concretas, está — le
parece— más cerca de obtener un veredicto de
culpabilidad”.(1) En Secreto Militar este veredicto es
otorgado plena-
mente por el lector, ese juez anónimo e inapelable. El poeta,
urgido por la indignación, ha decidido afinar su puntería y
señalar directamente, “con índice de oprobio”, a los
responsables de la injusticia. Estas no son ya abstracciones o
figuraciones simbólicas, sino seres de carne y hueso —
cuando no de ceniza— retratados con pelos y señales, que
conforman una especie de galería del crimen cuya víctima
es una sola: Latinoamérica. Aquella voz profética que
escuchábamos en los últimos poemas de Un Mundo para
todos dividido abandona su objetivo genérico — la sociedad
en su conjunto— y descarga su ira en individuos y
situaciones dolorosamente comprobables y pendientes, en
su mayoría, de juicio histórico.
Si la visión mordaz y pesadillesca de la sociedad que se
despedaza nos recordaba, al final del libro anterior, ciertos
cuadros apocalípticos de los pintores flamencos El Bosco y
Brueghel el Viejo, muchas imágenes de Secreto Militar nos
evocan, en cambio, el carácter sombrío y espeluznante de
las “Pinturas Negras” de Goya.
En la primera parte del libro, titulada “El alimañero”, Sosa
aborda el tema de la dictadura, de larga tradición en las
letras latinoamericanas. Ya los románticos argentinos
arremetieron, a mediados del siglo pasado, contra el yugo
rosista (recordemos El matadero de Echeverría y Amalia de
Mármol); pero es en nuestro siglo cuando, impulsado por la
realidad histórica, el tema cobra vigencia continental.
Surgen entonces diferentes versiones de una misma figura
diabólica: la del dic
II
latinoamericano, verdadera constante de todos nuestros
climas y latitudes. Es en la novela donde esta vertiente
descuella de un modo particular (El señor presidente, de
Asturias. inicia un ciclo que alcanza su máximo nivel con
Yo el Supremo de Roa Bastos, El otoño del patriarca de
García Márquez y El recurso del método de Carpentier); en
poesía, en cambio, el tratamiento del tema resulta más
disperso, menos orgánico. El libro de Sosa viene, pues, a
satisfacer una necesidad en su género, y lo hace de un modo
2
sistemático, potente y perdurable. ( )
La segunda parte del poemario, titulada “campo oscuro “,
conjuga dos temas emparentados por esencia: el poder
absoluto y la guerra. No es casual que el poeta coloque
sobre el escenario americano los fantasmas de dos
dictadores europeos Franco y Hitler— cuyo poder siniestro,
evidentemente, no ha desaparecido, sino que se ha
trasplantado a nuestro continente.
Se destaca en esta segunda parte la preocupación del autor
por el destino de Centroamérica, trágica región escogida
como víctima predilecta por esas dos potencias oscuras que
se combinan en la temática.
La tercera parte, titulada “La casa de las piedras
puntiagudas” (alusión a Tegucigalpa, mediante una de las
versiones etimológicas del topónimo) se centra en
Honduras. El poeta recorre, a tra vez de las diferentes
esferas de poder sórdidas y corruptas— el drama de este
país, y lo resume, a modo de corolario, en el brevísimo poeIII
ma que dá título al libro. Recreando una célebre expresión
de Rafael Heliodoro Valle (“La Historia de Honduras se
puede escribir en una lágrima”) Sosa condensa todo el dolor
que le ocasiona el destino de muerte que le ha cabido a su
pobre patria:
La Historia de Honduras se puede escribir en un fusil,
sobre un balazo, o mejor, dentro de una gota de
/sangre.
En cuanto al lenguaje del libro, si lo juzgamos en relación
con la obra anterior de Sosa, es, a todas luces, más directo y
descarnado, menos enigmático. Este afán de desnudez
expresiva es muy coherente con la actitud de enjuiciamiento
desembozado y el tono de imprecación que campean en el
poemario. El hecho de que el autor haya reducido
considerablemente la carga surrealista a que nos tenía
acostumbrados, no significa una concesión al simplismo.
Sosa, escritor consumado, sabe eludir los riesgos que
entraña la temática y mantiene la necesaria distancia con el
panfleto.
La cuidadosa elaboración estilística resulta evidente si
observamos, por ejemplo, el uso del adjetivo, que es, como
se sabe, tino de los mejores parámetros para evaluar la
calidad de un escritor. En el estilo de Sosa, a lo largo de
toda su producción, la adjetivación no es nunca un
mecanismo ornamental, ni un recurso que opaque la riqueza
semántica del sustantivo: es un instrumento —además de
selecto y original-- imprescindible para
IV
crear determinado clima poético. Así, encontramos en
Secreto Militar el adjetivo con función prosopopéyica
(“amarillo triste”); el que ofrece una nota sensorial
novedosa y sugestiva (“sonido rojizo”; “pegajosa
intimidad”); el que aporta el matiz paradójico para subrayar
la intención irónica o enfatizar el carácter contradictorio de
la realidad social, hecha de contrastes violentos e insólitos
(“blanquísima basura”); el que opera, en fin, como arma
satírica (“mono inefable”, “cerdísimo Trujillo”). Merecen
también ser destacados los casos en que un sustantivo
aparece rodeado por dos adjetivos. Con ello se logra
reforzar la carga emotiva del contexto, que en esta obra está
dada, fundamentalmente, por la indignación y por esa
variante desesperada de la ironía que es el sarcasmo.
Véanse, al respecto, los siguiente ejemplos: “velluda
suavidad cerrada ‘“metálicos golpes diplomáticos’
(adviértase, paralelamente, el efecto onomatopéyico),
“cruda india pública”. En síntesis, el adjetivo provee de
fuerza decisiva a la expresión poemática.
Otro elemento formal que resaltaremos es la deliberada
fluctuación rítmica a que somete Sosa el discurso poético.
En la mayoría de los peo- mas se destaca la alternancia de
versos muy largos con otros brevísirnos, El efecto
producido es doble: por un lado, se evita la monotonía, y
por otro, se logra una alteración del ritmo de lectura que
obliga al lector a reparar en el contenido,’ evitando esa
especie de aletargamiento de la conciencia que suele generar
la sucesión prolongada de versos de longitud similar.
V
Un tercer rasgo estilístico que destacaremos es el uso
original que hace Sosa del paréntesis. Este signo auxiliar no
cumple siempre, en la poesía sosiana, su tradicional función
aclaratoria e incidental; a veces, paradójicamente, se
convierte en lo contrario: es una forma de llamar la atención
sobre contenidos esenciales, como en el siguiente ejemplo,
extraído de “El Club Arabe-Hondureño”:
los estilos vulgares de los buhoneros de otras épocas
(cada vez más distantes del dolor en armas de su
/pueblo)
se han refinado hasta el punto de las buenas maneras.
Véase, también, el largo paréntesis intercalado en “Fue en el
año 32. Y no hay olvido”, que encierra nada menos que la
descripción de los verdugos del pueblo salvadoreño, donde
la sistemática mención reiterada de la sangre (seis veces en
once versos) es un artificio muy eficaz para destacar lo
monstruoso del genocidio:
(La sangre es excitante.
El lumpen en uniforme empujado por puños de
/hierro con guantes de seda lucía
en su máximo esplendor tembloroso de sangre. A los
señoritos y a sus buenas familias
se les caían de las comisuras de los labios gruesos hilos de
sangre.
Los marines, cercanos o distantes, anclados de sangre,
bajo mano jugaban a los dados con apuestas de sangre
VI
Los ojos brumosos
del Presidente de los Estados Unidos de América se
/inyectaron de sangre).
Creemos que con lo apuntado basta para ejemplificar la
permanente vigilancia expresiva que ejerce Sosa sobre el
material poético. Esta praxis se corresponde fielmente con
los postulados teóricos que el poeta ha enunciado en
ensayos y entrevistas. Recordemos, por ejemplo, la
siguiente afirmación: “. . . el problema fundamental del arte
es la forma”.4 Está claro, sin embargo, que la forma no ha
de agotarse en sí misma, ya que, citando nuevamente al
poeta, el terror de todo artista es “que su obra no valga nada,
que no haya contribuido a la dignificación del hombre, que
es una de las tareas del arte”.5
En conclusión, diremos que en Secreto Militar Sosa vuelve,
con plena dignidad, a asumir la voz de los oprimidos y
silenciados,6’ la necesaria voz de los sin voz. Fiel a su
ideario estético, el poeta hondureño sigue “suscribiendo
luz”, aunque lo cerquen las tinieblas.
NOTAS
1.2.
En: R. Sosa, Un mundo para todos dividido. Tegucigalpa,
Edit. Guaymuras, 1984, p.57.
También cabe señalar, al respecto, la importancia de los
Poemas del Cariato del hondureño José González
(Tegucigalpa, Edit Guaymuras, 1984), lúcido testimonio de
la dictadura de Tiburcio Carías Andino.
VII
3.-
Pensamos, como Marcelo Pagnini, que en el versolibrismo
“la libertad se convierte en una estudiada variación, y no en
anarquía”. (M. Pagnini, Estructura literaria y método critico.
Madrid, Cátedra, 19’78, p.47).
4.Roberto Sosa. Prosa Armada. Tegucigalpa, Edit.
Guaymuras,
1981, p.87.
5Entrevista de Alcaravan. Tegucigalpa, No.8, julio 1981,
p31.
6.Nos apropiamos aquí de un juicio aplicado por Eduardo
Galeano a Pablo Neruda, al decir: “Neruda supo escuchar y
por eso pudo ser la voz de los condenados al silencio”. (E.
Galeano, “Siete apuntes sobre literatura y compromiso, a
propósito de Pablo Neruda”. Tiempo, San Pedro Sula,
agosto 11 de 1984, p. 17). Creemos que lo afirmado por el
escritor uruguayo puede extenderse a Sosa, cuya deuda con
Neruda queda evidenciada en el epígrafe del presente libro.
PROLOGO DE
EDUARDO BAHR
ROBERTO SOSA: Poeta de honduras
“El arte es el resorte supremo
de la creación política”.
VALLEJO
1.- Peces en la página
De esto hace veinte años, lunas más o menos.
El y yo bajábamos por una calleja empedrada, de las de los
barrios altos y pobres de una vieja ciudad minera, la de los
cuadros primitivistas, y sin el vaho que deposita sobre ellos
el polvo en las paredes. Por lo contrario, mientras llovía en
sucesivas cortinas insufladas hacia el fondo de la gran taza
que forma el centro de la ciudad y un sol firme lo cubría
todo, una mágica aleación con el acero de las cinco de la
tarde hacía explotar el cielo en pavecillas revueltas en un
tráfago brillante.
Parecía que aquella galerna depositaba sus cenizas de oro
sobre el tejado almagre de las casas, con precario agarradas
de las colinas, como para cubrir la pobreza oculta tras la
sombra del adobe.
Nos habíamos conocido en la más reciente
transmigración y no había una confianza que cortara los
silencios y despegara la vista de los fósiles
XI
pulidos que bajaban en carrera desordenada, calle abajo, con
su manto de piedra. Era por esto que hablábamos en
registros, pausas y alusiones y lo único que de verdad nos
unía en ese momento era la complicidad de lo que íbamos a
hacer.
Teníamos la certeza de que nos vigilaban. Las ventanucas se
entreabrían y algo acechaba nuestro paso. Sobre el
empedrado se oía como el eco de las espuelas de dos
fantasmas coloniales.
En un momento en el que nuestros pensamientos se habían
encontrado él dijo: “nací en Yoro” e hizo una pausa para
que el sonido de la palabra quedara vibrando; después
continuó, ladeando la cabeza, mientras me miraba: “acabo
de ir a organizar la lluvia de peces”. Pensé que era el mes de
julio y que la mágica observación subrayaba la situación
recóndita de su pueblo en el que, a estas horas, los aldeanos
ya habían metido en sus canastas centenares de peces que
habían amanecido agonizando en una sabana, mitad
aeropuerto, mitad niebla impenetrable, después de toda una
noche de pavoroso chubasco de centellas. Me miró otra vez
de lado, no tanto para ver si yo estaba allí como para
comprobar si su frase me había pegado alguna escama en el
alma. Pude ver que sus ojos tenían un tono de cobre a esa
hora y adiviné que pasarían pronto a yeta verde. Tenía el
cabello ondulado como la escarcha en la penumbra y su
frente abríase paso con sumo cuidado hacia atrás en dos
leves entradas. El color de su piel también era cobrizo pero
más claro que las monedas nuevas. “Cuando usted
envejezca las canas le van a empezar
XII
por el bigote”, dije. “Viejos los caminos —replicó—, y los
caminantes que no hacen camino al andar”. Reímos sin que
nos preocuparan los ojos ocultos debajo de las piedras, tras
las puertas y sus postigos.
Llegamos, al fin.
Su casa también estaba atada a la pendiente, sobre la
callejuela. Antes de entrar, al mismo tiempo, vimos hacia
los edificios y las casas lejanas, las luciérnagas que
iniciaban su juego sexual en las colinas de enfrente y sus
luces que se confundían con las ventanas:
“Vivo en un paisaje donde el tiempo no existe y el
oro es manso. Aquí siempre se es triste sin saberlo.
Nadie conoce el mar ni la amistad del ángel Sí, yo
vivo aquí, o más bien muero. Aquí donde la
sombra purísima del niño cae en el polvo de la
angosta calle. El vuelo detenido y arriba un cielo
que huye...”.(1)
Vimos que miles de pájaros negros se dirigían hacia la plaza
en el centro de la ciudad y que, en una invasión de todos los
días, invocaban “la hora gris”, y cubrían todos los árboles, y
los hacían hervir.
Nos dimos cuenta de que los ojos nos habían seguido hasta
allí, así que alentamos la complicidad y entramos. En la casa
todo estaba concentrado en la salita. Había dos puertas que
probablemente conducían a la única recámara y a la cocina.
Cerca de la ventana, también en la sala, había una cuna en la
que dormitaba una niña de unos dos años; tenía la piel de
maderas preciosas y el pelo de oro.
XIII
De su espacio emanaba un olor a rosas. “Es un adorno”,
dijo, mientras apartaba las cortinas y desaparecía. Apenas
regresó terminó su pensamiento en voz baja, unos papeles
bajo el brazo: “la ponemos allí para que le dé el último
brillo de la tarde”. Balbucí algo parecido a “es un bello
adorno”. Había un ambiente de la más limpia pobreza.
Me ofreció una silla de madera y nos situamos cerca de una
mesa, también de madera, que servía de comedor. En el
momento en que encendía la luz — una bombilla amarilla
en el centro del cielorazo—apareció su señora, Lidia, con
dos tasas de café; entre el humillo exultante pude apreciar
una sonrisa solidaria y otros ojos verdes. Cuando quedamos
solos él comenzó a leer: (él, “que es capaz, en la
conversación diaria, de dar un triple salto mortal sobre una
imagen, cuya agudeza y brillantez son celebradas
públicamente, renuncia a todo brillo ornamental para tratar
lo que le duele a solas.. .“)(2)
Leía despacio, dándole mucha importancia a la música que
le había impreso a cada verso, a cada palabra. Así apareció
ante mí, poema tras poema, un libro que partiría la historia
de la poesía hondureña en dos. Me adentré en una poesía
sencilla y mágica, tamizada por la solidaridad ante la
adversidad: allí el sujeto no existía delineado como
individuo; en la sombra de su personalidad colectiva
soñaba, sentía y sufría y más que su sombra era la
conciencia de un estamento de la sociedad que vivía en una
muerte diaria y constante, y escrita para representar “el
enlace de una legítima intención social y un lenguaje tocado
por el mejor supeIV
Rrealisrno….”.(3)
Era el tenebroso mundo de los pobres; esa masa a la que
todos están acostumbrados porque lo rodea todo, ensucia el
ambiente y produce una mueca de espanto en el momento
en que hala nuestra camisa para pedir una moneda; era “una
realidad no inventariada en toda su dimensión de opacidad,
de degradación de lo humano, de horror.
Era también una sólida posición de expectativa y crítica ante
el fenómeno social, protesta.
“Nos conmueven, sobre todo, la intensidad, la
verdad, la humanidad de estos versos, espontáneos,
sin alarde. Su admiración, su queja frente al
mundo enemigo están expresados de una manera
suave, sin estridencia ni alarido. Tal vez allí reside
su fuerza, en la facultad de contener el grito. . .“.(5)
Era también y simplemente el compromiso “del poeta con
su mundo en erupción cuya lucha, a diferencia de lo que
creyeron los mundonovistas de principios de siglo, no es
entre civilización y barbarie, sino entre una civilización y
otra, mal entendida, que se aprovecha del progreso para la
dominación. . “(6)
Todo esto, como dije, se me vino encima, envuelto en un
gran calor humano y con la asunción de una responsabilidad
expresada en términos precisos, sin adjetivación vacía y en
las limpias aguas de una “acompasada metáfora múltiple”.
Algo completó, además, aquel ambiente de excepción: en la
mitad de la lectura la luz amarilla que estaba regada sobre
las paredes se fue absorXV
viendo, hasta que la figura del poeta, frente a mí y contra la
cal, se borré totalmente. “En las casas de los pobres la luz se
va sin permiso”, dijo y apareció casi inmediatamente con
una linterna de baterías y seguimos leyendo. Bajo el haz
luminoso los caracteres de molde y frases y palabras escritas
a mano se movían como su propia sombra en el papel
tembloroso. Cuando terminó de leer quedamos en silencio
mientras algunas palabras y sus ecos se mezclaban con la
oscuridad.
Pensé que después de leer un libro a la luz de una linterna
sorda uno está obligado a hacer un juicio crítico así que, a
contraluz de aquellas palabras iluminadas por ellas mismas,
dije: “me sorprende un sentimiento muy personal, fuerte,
que está oculto detrás de la evidente intención de justicia,
incluso del velo de la ternura, pero que. . .“ Me interrumpió
con una mirada de aparente desconfianza: “puede usted ver
eso?” dijo, al tiempo que recogía los papeles con prisa,
como si el viento de mi irrupción en algún asunto íntimo los
pudiese arrasar. La poesía era un puente que debería
aprovechar para acercarme a su amistad, me dije, y era
además, la poesía en la penumbra o ésta en aquélla tanto que
desde entonces no sé si son la misma llama o sombra.
Repetí, de memoria: “el trazo típico del escritor proletario
está en el odio activo. . .“. Sonrió y se levantó con la
intención de ir a enterrar su tesoro pero al apartar la cortina
se volvió y dijo, “Gorki”. Al volver se dirigió directamente
a la cuna, cerró la ventana y regresó a la mesa y me miró:
“pero el odio literario es más
XVI
refinado —dijo—, y por tanto más efectivo”.
Después de eso ya nada me sorprendió y me pregunté, al
igual que otros, en otro tiempo, “¿qué había en él cuando
hablaba con llaneza?”. La evidencia estaba frente a mí:
“verdad, sencillez y una gran capacidad para decir sin
arrogancia, con honradez. . .“;(7) o la “lúcida conciencia de
percibir en el propio espejo el reflejo colectivo.
Hablamos de todo, hasta del manido tema de los influjos
literarios: “nadie es original —decía—. La originalidad es
un mito. El eterno problema del arte es la forma. Yo he
pensado que el fondo no es más que una forma interior. .“.)
Argüí algo acerca del equilibrio entre forma y fondo a lo
que llamé “denuncia y contenido”. En realidad yo había
estado de acuerdo con él. Lo había estado desde que ambos
nos reíamos de los ojos aviesos que desde sus guaridas
espiaban, nos seguían y echaban sapos ante la certeza de que
leeríamos, tarde o temprano, poesía.
Porque “no se trata de nadar contra la corriente —otra vez
memorizando— en sentido formal, de una protesta contra el
pulido y la armonía del verso convencional sino, por cierto,
del intento de mostrar los sucesos interhumanos como
contradictorios, belicosos, violentos. . .“. Antes de que
siguiera con mi alarde, contestó “Brecht”; pero trató de
seguir la hilacha de mi discurso, según entendí, para
demostrarme amistad, y continué: “personalmente creo en el
equilibrio del arte; en la exactitud que determina el uso y,
cosa esencial, creo en los cambios que se operan en ese
espejo de cuerpo
XVII
en el cual todos nos reflejamos la realidad, el pueblo, mar
abierto de poesía. .“.(10) Entonces aproveché para hacerle la
pregunta (estúpida) acerca de la definición de “poesía”:
“repetidas veces —dijo--, todos los días, se escriben largas
explicaciones extrapoéticas encaminadas a clarificar esa
realidad otra que es la poesía, con resultados casi siempre
vagos, pero sin duda importantes, no sólo por la buena fe de
tales empeños, sino porque ayudan, de algún modo, a su
comprensión..
Si tuviera que definir la poesía (cosa totalmente imposible)
diría que es un absoluto espejismo real, en donde se puede
entrar, únicamente.
No me quedaba más que agredirlo con palabras mías o
ajenas. Utilicé a sus propios amigos:
“Andrés Morris dijo que las relaciones de los poetas con las
palabras los hacen constantemente sospechosos.. .“ Y me
levanté para despedirme.
No fue hasta ese momento que se hizo de nuevo “la luz”; y
ya cuando le extendía la mano, un pie adentro y el otro en el
torrente que aquella llovizna había formado, sonrió por
última vez antes de decirme, esta vez sí, de parte suya y
como advertencia: “la mala poesía es contrarrevolucionaria”.
2.- La página iracunda
El poeta Roberto Sosa completó dos etapas bien definidas
de su producción literaria y ha entrado en cifra nueva y
vigorosa, como veremos. Caligramas (1959), Muros (1966)
y Mar interior (1967)
XVIII
son los libros de la primera; Los pobres (1969), premio
ADONAIS y Un Mundo para todos dividido, Premio CASA
son los de la segunda, dicho esto más con afán didáctico que
clasificatorio. Por esta obra mereció el reconocimiento de
América y el mundo mientras sus poemas eran traducidos a
los más importantes idiomas. En nuestro país, una áspera
cortina de indiferencia trató de tenderse y de vez en cuando
en el “traspatio” se alzaron voces contra la obra de Sosa. Por
algo el prologuista de Sosa, Arturo Alvarado, había escrito
que aquí existe “una violencia que reina implacable hasta en
los sitios más íntimos”, y al respecto el propio Sosa hace
hincapié cuando se dirigió “a los intelectuales de
Honduras”.’2 para hacer esta definición: “la crisis de valores
que confronta el área exige el criterio unificado y la eficacia
dialéctica de los intelectuales honestos de Honduras. De otra
suerte estarán condenados a que no se les tome (como ha
sucedido y sucede) sino como divertidores y tergiversadores
profesionales del circo oficial de turno. .
Todo lo cual hace evidente que de la lectura de esta obra,
como dice en otro prólogo Juan Antonio Medina Durón, “en
cualquier instancia, de un modo o de otro, no se podrá salir
indemne”.
Hacia 1980, Bernard Fouques, traductor de Sosa, escribió
que en el árbol fáctico en el que se inscribe su obra había
una “colección de horrores de las dictaduras modernas”; y
Helen Umaña afirma que en la obra de Sosa “están
representados (en una especie de galería infernal de nueve
círculos) los siniestros personajes que mueven, permiten o
XIX
propician el horror.. .“. Ambos aludían a esas percepciones
y sensibilidades que, mediante los símbolos y una justa
elipsis, hacen difícil el caer en las trampas de la “pancarta”,
o la “logopea”, como la llamó Pound y a la que juzgó
“menos digna de confianza”.
La palabra “pancarta”, que se ha venido usando para
justificar algún tipo de poesía “urgente”, (en muchos casos
“exteriorista”, al mismo estilo de Benedetti y de Cardenal)
entra por la puerta falsa del condominio ideológico, no es
más que el sinónimo “panfleto” —galicismo por “folleto” (o
“libelo”, en su forma más desprestigiada)—. Algunos
recursos de la literatura forense, y de la prosa de ficción,
como el humor, la ironía y el sarcasmo o dicacidad han
pasado por este registro vanguardista que se llama “poesía
conversacional” a una manera de versificar más cuidadosa,
que no le teme a la elegancia del hexámetro, que discurre
sobre el ámbito de la prosa — sin convertirse en ese híbrido
dudoso que se flama prosa poética— y que no excede el
fraseo musical que su propia dinámica le confiere.
No es excluyente que la poesía sea social y política, o sea
liribunda, se trata de salvaguardarse de los francotiradores
que, lapa en la siniestra del amplio espectro ideológico
americano, se aprovechan para echar su versito al aire, en
desmedro de la trascendencia del mensaje y de la
efectividad de un operativo que ha logrado mejores frutos
cuando la poesía no es tan “urgente” como para que la
entrega sea burda.
En carta de Edelberto Torres a Sosa (publica
XX
da en TIEMPO, 3 de enero de 1974) se da cuenta de fe con
la solidaridad: “escritores y poetas que padecen de un
egoísmo zoológico han lanzado el “slogan” de la
imposibilidad de hacer poesía con temas sociales y
políticos. . . La injusticia social no penetra en su anestesia
moral, e ignoran, naturalmente, la emoción de fraternizar
con los explotados del planeta.. .“, y se habla claramente de
poesía más no de “apremios”, que podrán estar repletos de
buenas intenciones pero que, literariamente, no deberían
tener más hogar que la zupia del lenguaje. Vallejo también
se refirió al tema en sus escritos sobre arte y literatura pero,
como en su caso no es la callana, el fusor del verso, lo que
está en duda en la cita se vuelve complementaria de la de
Torres: “como hombre puedo simpatizar y trabajar por la
revolución pero, como artista, no está en manos de nadie, ni
en las mías propias, el controlar los alcances políticos que
pueden ocultarse en mis poemas. . .“ De manera que no
resta más que citar al propio Sosa para que la arista de este
tema quede monda: “incluso los poetas auténticos no se han
librado del influjo panfletario en su poesía... Viéndolo bien,
la buena poesía política linda con las proximidades del
panfleto, si bien es cierto que no invade ese territorio
minado.
Queda claro, pues, que en efecto, la mala poesía es
contrarrevolucionaria...
“Sosa viene de un país cuyo nombre significa en español las
profundidades duras. . .“ reflexiona David Volpendesta al
referirse a The Difficults Days, una selección de poemas de
la segunda etapa
XXI
de Sosa, editado por Princeton University Press. (Jim
Linsey, traductor). No podría decirse nada más duro y cierto
de nuestro país y por nosotros mismos, excepción hecha de
la opción poética en la que la verdad es la verdad y es
además de corrosiva trascendente. En esta certidumbre está
enmarcado este libro: SECRETO MILITAR, que además,
inicia una tercera etapa en la producción de Roberto Sosa.
En las tres partes con las que el autor estructura su obra se
observa una dialéctica sui generis nítida, ya utilizada en su
último libro publicado, en efecto: de la generalidad a la
particularidad “el alimañero”, “campo oscuro” y “la casa de
las piedras puntiagudas”, nos dan una visión completa de la
degradación humana contemporánea. Tenernos que aclarar,
sin embargo, que el tema no se queda en la descripción de
alimañas nuestras y ajenas. El tema también tiene sus partes
y de sus derivaciones quedan claras las acciones del
despotismo, la crueldad, la represión, el cautiverio, la
traición, la hipocresía, el desquiciamiento de los tiranos, la
soledad de los asesinos, el patetismo, la matanza y el terror
y, por supuesto, las víctimas en su indefensión más absoluta.
El tema y sus partes también tendrían que recoger la única
reacción de defensa que el “pueblo” ejerce de manera
pacífica y por boca del escritor: una denuncia definitiva,
aunque no menos iracunda, que desmitificará a esos césares
procerizados de los que de aquí en adelante y en verso se da
cuenta.
Por una parte nos enteramos de que el fantasma de Franco
ronda —como actitud política muy
XXII
actual— en los meandros de seda y nostalgia de los “stores”
de Miami y en la sesera de los exiliados bañados en oro que
sueñan con la reconquista del poder, ya no sea por el oro y
el poder mismo, sino por un herodianismo de subdesarrollo
que los hace creerse próceres. Sabemos que existen de
verdad los aterradores fantasmas que enloquecen hasta el
paroxismo y en soledad a la dama de hierro, la misma que al
día siguiente dirige con la consabida flema británica una
operación en contra de una posesión de ultramar, al más
puro estilo bucanero. Que el ángel de la guarda del
presidente norteamericano es nada menos que su conciencia
de celuloide, transfigurada en el mismísimo Hítler. Que el
odio hacia Stroessner se va desdibujando, como él mismo,
para quedar en su infiernillo particular en el centro del
olvido y como “el policía más solitario de la tierra”. Que “el
traidor” debería estar, como su nombre se lo exige, en el
más despersonificado cafetín de putas de la historia. Que el
sangriento Ríos Montt habrá de quedarse para siempre
aprisionado en la pantalla de televisión y en el programa de
su colega predicador Jimmy Swaggarth. Que otro religioso
y fanático brujo es aún eterno, como él lo predijera, y vive
en el tramojo del asesinato y el terror: “mata debajo de un
jardín! por la mano de su hijo” Baby Doc. Que la línea de
desolación que se cuaja en el momento en que están cerca
víctima y victimario y que apesta en el déspota fue la misma
que mareé para siempre Trujillo “odiado por los vivos y
odiados por los muertos”. Y que los adoradores del dictador
Carías jamás pudieron
XXIII
penetrar su infernal soledad, por más que fueron “obscenos
maniquíes! quemadores de incienso”.
La clave estilística del libro es fácilmente descifrable si,
además del lenguaje directo, nomos que la realidad es
tratada con la delicadeza de las piezas de un juego —
dominó para niños— en las que los lados rosan, encajan,
complementan. Así que el día que les llegará a los
torturadores “tocados por la magia del crimen” es la sombra
dirigida inexorablemente hacia el lirio (no es la belleza de la
imagen, sino la implacable afrenta que al símbolo
—lirio-- hace la sombra, fatal y sin crueldad como suele ser
la acción del verdugo); y la sensación de la libertad perdida,
que encierra toda la tensión ambiental, el miedo y la
sumisión que se viven en un estado de “seguridad nacional”
y representada por la paralización total del tiempo y el
espacio contra la vida de lo más débil, bello y frágil del
mundo animado: las hojas de los pinos —que antes de
Alvarez todavía podían moverse—; y el júbilo de un pueblo
libre “definitivamente” del tirano más cruel del continente,
del “ojo del gran carnicero”; y del más terrible reclamo que
se puede hacer a estas alturas para que nunca se repita la
matanza de 1932 en El Salvador donde “los asesinados
tocaban ya la tierna ancianidad”, todo ello, como dijimos,
ternura y terror, castigo y crimen, juntos, en un fresco
rupestre, cincelado para siempre, en el corazón de la
historia.
Una observación aparte merece el poema “Pinochet en la
balanza de pagos” cuya factura deriva directamente de la
sabiduría —o la vengan
XXIV
según se vea— popular. En efecto, ante los tabúes y
autoprohibiciones la gente reacciona con la más feroz de las
literaturas: el cuento popular. Así es como en el colmo del
desprecio se dice de alguien, que “vino al mundo ( )
envuelto en un rollo de alambre de púas”.
En CAMPO OSCURO, “caen en el vacío dos palabras
mayores” es un poema con gran poder de destrucción y su
calidad y trascendencia lo ubican inmediatamente en la
clasificación de “peligroso”. No puede ignorarlo quien con
tal maestría utiliza al anatema (sin el ropaje de la
execración) en una descripción cuyo registro menor es el
señalamiento de los escribas cortesanos, aquellos servidores
del estado que son capaces de rimar cualquier palabra con
“docto?’, “señor”, “amo”, etc., mientras recorren el lodazal
que los separa del mendrugo con un estilo de ave de paso,
de paso al olvido y al ludibrio. Con el mismo recurso de las
partes hacia un todo aparece en toda su personalidad el óleo
fresco del subdesarrollo y su víctima más propicia y más
cercana a nuestro cariño.
Y, en LA CASA DE LAS PIEDRAS PUNTIAGUDAS,
libro aparte si no fuese tan necesario elemento de la
estructura general, los círculos se estrechan hasta tocar la
súplica. “La base militar norteamericana de Puerto Castilla”
muestra la recurrente tristeza del puerto cautivo —y no del
mar—. Es una metáfora que va y viene y que de pronto
estalla en un arrecife. Nadie podrá saldar cuentas consigo
mismo si ha sido tocado por esa espuma de ira y no ha
hecho nada ante la afrenta. El puerto
XXV
es el símbolo. Por algo él (poema-autor) se dirige a los
niños. Algún día alguien quitará la baba del reflujo y
aparecerá la playa pintada de blanco. En “La voz del
pueblo” no hay lucha de generaciones sino que aquéllas se
degradan hasta convertirse en censores del pensamiento
nuevo, contra sí mismas, “jóvenes indignados, si es que lo
fueron”. “El sonido rojizo de una orden” describe al
siniestro personaje actual que juega “al misterio de los
fuegos fatuos de los desaparecidos”; y en “Yoro, la
mágica”, que también es una descripción, en un verso
larguísimo que trasunta el relente de la historia, como en un
cuento de ancianos, por lento, aparecen los hechos de los
esbirros de la dictadura y con ellos la cuota de sufrimiento
de ese pueblo olvidado por todos, menos por los peces.
Así es como se describe al país con amor.
No falta más que el lector pueda identificar, ojalá sin asco, a
“la fiera alucinada” y a los dueños del país “en la
vertiginosa oscuridad. . .“ Pero donde el amor y la ternura se
vuelve hacia la súplica, que ya mencionamos, es en el
hermoso poema “Urgente”. Aquí es donde el símbolo se
quita su túnica y aparece, con la cercanía más entrañable, la
realidad, el acoso y el miedo como los rostros alrededor de
la fogata y, en el centro, con el ruego de que nuestra
premonición no lo convierta en víctima, “el chiquilín que
porta una caja de música”. Una súplica para ayer, para
mañana, para hoy, en este momento en que los niños
duermen y el terror ronda.
Hemos tratado de adentrar más en el contenido
XXVI
que en la forma. Esto es así porque los códigos de Roberto
Sosa son fáciles de encontrar en una obra en evolución que
ha llegado, con SECRETO MILITAR, al lenguaje sencillo y
directo y al vértice en que el contenido se convierte en una
“forma interior”. Los símbolos se esclarecen, la metáfora
queda quieta, el adjetivo es preciso y el tema-objeto de cada
uno de los poemas se universaliza por la fuerza de su
protagonista, además de que integra parte del mural.
Formalmente es un tríptico, es un mural, claramente
expuesto; pero el detalle, el color en los sentimientos y la
música en la palabra, es lo que lo hace obra de arte, por más
que el autor quisiera alejar de esta denuncia, en su turno de
los ofendidos, la manipulación conceptual del asunto
artístico y quede, como “signo de fuego” solamente la
palabra. Su palabra.
Por todo lo anterior, si transvasamos el tiempo, alguien
escribió de la manera más sencilla en la presentación de
unos poemas del autor de Secreto Militar en una página
literaria costarricense llamada Forja (marzo de 1981):
“Honduras, cuna de Roberto Sosa, ha sido también madre
de tiranos y de torturadores, una conjugación de lirismo y de
sangre difícil de aceptar”.
Tegucigalpa, octubre de 1985
XXVII
NOTAS:
1.2.4.5.6.8.9.10.12.13.-
Del poema “Tegucigalpa” en Caligramas Tegucigalpa, 1959.
Andrés Morris: interpretación y Critica, Un mundo pasa todo,
dividido. Tegucigalpa, Guaymuras, 1984. 6a. ed. Madrid, RIALP,
1967. (Solape de la edición
Hernán Antonio Bermúdez: “Roberto Sosa, Las sales enigmáticas”,
en RETAHILA, Tegucigalpa, UNAH, 1980.
A. Morris: “Sobre el agua, de Roberto Sosa”, en HONDURAS
LITERARIA, Tegucigalpa, marzo/abril. 1964.
Mirta Yánez: “Los elegidos de Roberto Sosa”, La Habana, 1971.
7.A. Morris: Op. Cit.
Halen Umaña: “Un puente hacia la dignidad en Un inundo para
todo, dividido, de Roberto Sosa”, en la 6a. ed. Guay muras, 1984.
R. Sosa: Entrevista en MUNDO NUEVO, 35., Parra, mayo, 1969.
R. Sosa: “Breve estudio sobre la poesía y su creaci6n”, Tegucigalpa,
Escuela Superior del Profesorado, 1981.
11.R. Sosa: Op. Cit.
R. Sosa: Diario TIEMPO, Tegucigalpa, 29 de diciembre de 1981.
R. Sosa: “De lo panfletario”, en Prosa Armada, Tegucigalpa,
Guaymuras, 1982.
SECRETO
MILITAR
Sauna, escamosa América enrollada
al crecimiento vegetal, al mástil
erigido en la ciénaga:
amamantaste hijos terribles
con venenosa leche de serpiente,
tórridas cunas incubaron
y cubrieron con barro amarillo,
una progenie encarnizada.
Por eso te hablaré de estos dolores que quisiera apartar, te obligaré a
vivir una vez más entre sus quemaduras,
………………………………………………………………………………….
para que la severidad sea una condición de la alegría, para que así
seamos invencibles.
PABLO NERUDA
Más que nunca allí donde buitres de fuera y de dentro se ensañan
contra los ojos abiertos de un pueblo, arrancan y desgarran las flores
de la sonrisa y el sueño, carroñas de sí mismos, millonarios y
coroneles oliendo a muerte; contra ellos, más que nunca, la poesía.
JULIO CORTAZAR
I
El alimañero
FUE EN EL AÑO 32.Y NO HAY OLVIDO
“Después DEL AMETRALLAMIENTO QUEDARON TENDIDOS
HASTA LOS FIELES PERROS QUE ACOMPAÑABAN A SUS
AMOS INDIGENAS”.
(DE: DOCUMENTOS MILITARES OFICIALES DEL GOBIERNO
SALVADOREÑO, PUBLICADOS POR LA IMPRENTA
NACIONAL DE EL SALVADOR.
En un lugar de El Salvador, de cuyo nombre no puedo
/olvidarme,
sucedió este hecho de sangre. La orden
partió de una de las 14 mansiones colmadas de
/blanquísima basura,
y se posó, como una pajarita de papel, sobre el corazón
/derecho
del General Maximiliano Hernández Martínez, teósofo y
/brujo
famoso por su aliento de mudo y por sus miradas de mono
/perverso,
quien,
13
muchos años después,
a pesar de las infinidades de botellas llenas de aguas de
/colores
que custodiaban su persona,
fue cosido a puñaladas en un apartado caserío de Honduras.
(La sangre es excitante.
El lumpen en uniforme empujado por puños de hierro con
/guantes de seda
lucía
en su máximo esplendor tembloroso de sangre. A los señoritos
y a sus buenas familias se les caían de las comisuras de los
labios gruesos hilos de sangre.
Los marines, cercanos o distantes, anclados de sangre, bajo
mano jugaban a los dados con apuestas de sangre. Los ojos
brumosos
del Presidente de los Estados Unidos de América se
/inyectaron de sangre).
Era el día domingo señalado y quemado por círculos en
Llegaron uno a uno, prudentes, según ellos, como
“los ciudadanos honrados y anticomunistas”.
/rojo.
Los militares encargados de ejecutar aquel trabajo sucio habían
cerrado las cuatro bocacalles de la plaza: y hubo un infierno
nuevo bajo el sol.
Los asesinados, alrededor de treinta mil, eran mujeres y
hombres del campo, es decir, niños grandes, y muchos de ellos,
tocaban ya la tierna ancianidad.
Fue en el año 32. y no hay olvido.
14
TIBURCIO CARIAS, EL HOMBRE
Ni los más allegados
de los asesinos a sueldo y de los obsenos maniquíes
quemadores de incienso
que sostuvieron 16 años en el poder su cetro de hierro
pudieron llegar a conocerlo: vivió y murió en olor de
santidad.
15
MONSIEUR
DUVALIER
(Doctor en Cuadrumanidades)
El vello le ascendía en calma de los pies ala cabeza
inundándole
las uñas de las extremidades y los ojillos, impidiendo
a quienes rodeaban y observaban con dulzura,
descubrir que el humanoide
enfundado dentro de una velluda suavidad cerrada era el
mismo
a quien el mar estrellado de los atardeceres de Quisqueya y
el peso de los vinos de Francia
inflamaban
su orgullo de mono inefable. El mismo
que hizo de Haití un país por cárcel
16
LA PERSECUCION DE LOS MASTINES
De ese otro subreino de seres humanos, llamémosles así por
esta única vez, que, seducidos por el más antiguo de los
misterios de la
/sangre
desataron
la persecución de los mastines, ninguno de ellos marcó a
fuego
la línea de la desolación entre la víctima y el victimario
como lo hizo
el exterminador de las manos frías y el corazón ardiente
suave
como el fango, el cerdísimo Trujillo, hoy
hecho piedra y por el mar golpeado, odiado por los vivos y
odiado por los muertos.
17
SOMOZA 80
El legendario bandido de las Segovias
conocido por el sobrenombre de Siete Pañuelos, esclavo de
aquel paralítico espiritual que en vida se llamó
Franklin Delano Roosevelt, jamás imaginó
que su descendiente Anastasio Somoza, hijo (de perra),
amo absoluto de un país privado, iba, con el tiempo,
a perder la cabeza y los anteojos de culos de botella color
azul mareante
durante una explosión
que conmovió los cuatro cimientos del Cono Sur.
Definitivamente libre del ojo indecente del gran carnicero,
Nicaragua lució, abierto de par en par, su más hermoso sol.
Esto sucedió allá en Asunción, desdichada ciudad del
/Paraguay,
en ese preciso instante
en que
18
la ira alcanza a los
corderos.
19
GUATEMALA,
EL PAIS DE LA ETERNA PRIMAVERA
Despierta.
Entreabre los vidriosos ojos
triangulares. Giran, sensuales y sin agilidad, sus numerosos
/ejes;
y apoyada
sobre su anillo predilecto suelta de golpe su poderío
y tritura y se traga la eterna primavera.
/bíblico
Es Efraín Ríos Montt, el General, esa Boa Anaconda, que
envuelve y comprime, con pegajosa intimidad, a Guatemala.
TEGUCIGALPA. 1982.
20
PINOCHET EN LA BALANZA DE PAGOS
El pueblo de Chile, que no se equivoca sino en lo que quiere
y debe equivocarse, afirma en voz baja
que Pinochet vino a este mundo, por una medida de
/seguridad
extrema,
envuelto
en un rollo de alambre de púas.
21
STROESSNER O LA MASCARA
Alfredo Stoessner, el policía más solitario de la Tierra,
está, pueden mirarlo,
cruzado de brazos y comido por la pereza,
examinando con método y sistema, su galaxia privada
/(El Paraguay)
y piensa, dentro del espacio-tiempo que lo estrecha,
en esa posibilidad sin adjetivos, cada vez más transparente,
de que su madre y maestra, La Muerte, sin que él lo
/sospeche,
una noche cualquiera deje bajo las sábanas de su lecho
una serpiente de cascabel.
A partir de ese día, el Dios del Infierno sabe su nombre con
exactitud, no tendrá ya sentido el hermoso cuerpo del más
bello y peligroso de sus
/homosexuales,
ni la colección de antifaces que lo hicieron famoso,
22
y vaya, ya para ese entonces,
aquella mascara mágica labrada con primor
(secretísimo regalo del Pentágono)
habrá perdido el resplandor del primer grado de belleza
que tiene el poder de transformarlo, de inmediato,
en un padre amoroso que se deja reducir a hilos y láminas.
23
II
Campo oscuro
CAEN EN EL VACJO DOS PALABRAS MAYORES
La palabra democracia, hoy por hoy,
ha sido despojada de su significado.
Los hipócritas, como solamente ellos saben hacerlo,
se llenan las fauces con su nombre.
Los reaccionarios, envueltos y dilatados por la acústica de
su enorme ostra, hablan de ella.
Impenetrables
y sin emociones, alojados dentro de la cúpula del poder
/absoluto,
los asesinos y los ladrones
dibujan su nombre sobre el punto más frío de la página en
/blanco.
Y fuera de fábula, manejado a control remoto,
el cerdo mayor de la piara., gruñe su nombre
27
y ordena
a sus hombres de presa (de preferencia en la madrugada)
la cacería y destace
de aquellos ciudadanos sensibles a la indignación.
Los comerciantes en tierras, mares y cielos de la Patria
(prudentísimos emisarios de los ladrones y de los asesinos)
en su nombre afilan sus rostros, que a causa del duro oficio
de la traición, cobran un aspecto brutal.
Acorralada por un club exclusivo de respetables bufones
Miss Universo se abre
por intermedio de su sonrisa mitad de delincuente fílmica, y
sin saber exactamente por qué, expulsa su nombre.
Y el poeta-astro, ese de la vista gorda,
apresurado hasta el color gris, sale del agujero de su aldea
electrónica
a roer un poemita
a su nombre.
En el mismo estado de descrédito, por razones idénticas, ha
caído en el vacío otra palabra mayor: Dios.
28
LA PESADILLA MECANICA
(Juegos de Guerra)
Noche tras noche
media vez que el Señor Presidente de los Estados Unidos
/de América
cierra los párpados y duerme a pierna suelta, a contrapelo de
su voluntad, Adolfo Hitler, o tal vez su doble, penetra en el
dormitorio presidencial, y antes de alejarse por
/cualquiera
de los espejos estratégicamente situados en las paredes de la
Casa Blanca, el viejo desenterrador del hacha de la
/guerra,
suave pero firme, musita al oído
del primer hombre de la primera nación del mundo: —y
/no olvide,
Su Excelencia, el valor de mis inestimables sugerencias
encaminadas a destruir el Poder Negro de este hermosísimo
/país,
elegido por el Divino Hacedor, para levantar, aquí y ahora,
el más grande y el más sólido imperio que ojos humanos
/jamás vieron.
29
Este suceso, que dura un punto menos que una flor, se ha
/venido
repitiendo a partir de la caída definitiva de la Alemania
/Nazi
hasta nuestros días, en venganza
por la degollación de las águilas vencidas.
30
EL DEDO PULGAR EN EL OJO DE
LA DAMA DE HIERRO
Si Ud. extiende su brazo de hierro, largo como el brazo de la
CIA, y enciende la lámpara de la mesita de noche que está
junto a su cama, podrá
de este modo tan sencillo,
dejar de oír
las voces y los pasos incontables de los muertos incontables
que viajan
Londres-Archipiélago de las Malvinas- Londres, sin posible
descanso.
Good night, Lady Thatcher.
31
EL FANTASMA DE FRANCO
Viajeros internacionales
pertenecientes
a la alta burguesía mundial, aseguran, dignos y serios,
haber visto
yendo y viniendo
por las avenidas de Miami,
ciudad intocable, al Generalísimo Francisco Franco,
glacial como su propio monumento.
El informe, deslizado del más estricto nivel de la
/confidencialidad,
traduce, entre líneas,
que el excaudillo que gobernó su país por la gracia de Dios,
es propietario
de una cadena de laboratorios de plasmaféresis
(negocio de sangre inventado por los inevitables gusanos)
y que amenaza, a final de cuentas,
con volver a asaltar la cúspide del poder absoluto,
y desde ese sitial,
32
congelarles, de nuevo, la sonrisa a Los niños de España.
33
CERO
¿Por que causas en lugar de dar vueltas y vueltas en torno
a la infalibilidad de las trampas destinadas a matar
a sus compañeros de juegos de la infancia y a sus
/exhermanos,
no es mejor para Ud. quedarse en casa atizando el fuego del
/hogar,
y allí, en vivo y sobreseguro, participa de las aventuras,
intrincadas pero de soluciones perfectas, del nunca bien
/ponderado
hijo de Sir Arthur Conan Doyle? Y si esto le parece
/insignificante
y no se ajusta con exactitud a su posición de sueño,
/ ¿porqué
no sigue Ud., buen hombre, el consejo de Viadimiro
/Maiacovski
y se queda de por vida, en un sitio de su elección,
sirviendo jugo de fruta y té en un cafetín de putas?
34
III
La casa de las piedras
puntiagudas
EL CLUB ARABE — HONDUREÑO
A KAFKA
Quién les hubiera dicho, allá por los linderos del Siglo XIX,
a los primeros árabes que decidieron meterse en Honduras
con una mano atrás y otra adelante, que, con el tiempo a
/su favor,
los hijos S. A. de sus hijos, encontrarían, aquí mismo, La
Tierra Prometida.
Dicho en otras palabras, estos hombres y estas mujeres,
indescifrables maestros de la espera,
reeditaron, enmedio del mayor sigilo,
los milagros
de la multiplicación de los peces y de los panes y la
/conversión
del agua en vino, traducidos, claro está, en la vertiginosa
oscuridad
de los centros comerciales, industriales y bancarios; en
/periódicos
37
salpicados de mentiras y de complicidades; y en clubes
de circuito cerrado amparados por la mar y su concha,
en donde
los estilos vulgares de los buhoneros de otras épocas,
(cada vez más distantes del dolor en armas de su pueblo)
se han refinado
hasta el punto de las buenas maneras.
38
LA FIERA ALUCINADA
Para que las generaciones de hoy de mañana
reconozcan y no olviden, nunca Jamás, a uno
de los mayores artífices de la destrucción
de este país y sus hombres, en este sitio y fecha
quedan escritas estas acusaciones.
Frías las emociones, contaran, una por una,
las manchas sin nombre de su vestido rojo.
Comprobarán el ritmo de la enfermedad que roe sin pausa
/las palmas
de sus manos, veloces hasta lo invisible,
como las manos de los arrogantes ladrones ocultos en los
/bancos.
Recordarán que detrás de una discreta nebulosa posee
concretos sistemas de complicidad:
bancos color sangre azul, un equipo de fútbol, redes aéreas
como telarañas, un puerto con dos brazos de
/mar
39
semejantes a la prolongación de la luz, una virgen militar
/ sin cuerpo
y un toro homosexual que habla doble en inglés y oblícuo
/en castellano.
Asimismo, no pasarán por alto, que a modo de una broma
/sucia,
tiene a su servicio personal cubos de alta peligrosidad
/colmados
de ojos y oídos
de diferente frecuencia modulada.
Y sobre todo, señalarán con índice de oprobio,
el resplandor obsceno de aquellos pájaros de cuenta de la
/literatura
—que él—
—con la prudencia del Sisimite—
ha domesticado con metálicos golpes diplomáticos.
Por lo descrito, durante el acto final de su única bufonada seria,
les hablo formalmente de su muerte, los niños de esta
/tierra
lo cubrirán con infamantes letreros
hasta ocultarlo a la mirada pública.
Observen, obsérvenlo hundido en sus habitaciones:
/podrido en oro
y ebrio de mala baba, a imagen y semejanza del mismísimo
/demonio
en persona, preside la Fraternidad del Asco.
Mírenlo: de crímenes hinchado el General relumbra como
/un cerdo.
Guarde memoria el pueblo de estos signos de fuego.
40
EL SONIDO ROJIZO DE UNA ORDEN
El espejo
que ocupa una pared de la habitación, reproduce con
/nitidez,
el toque de vulgaridad de la salita de recibo.
Al fondo
se mueve
la figura de alguien que evoca, al expresarse,
el aullido de cristal del perro de Pavlov en su jaula,
encendida la sangre
como en espera del sonido rojizo de una orden.
Con su único ojo de animal de leyenda
conduce al matadero a una nación de ciegos, y se deleita,
con fruición de artista, en su extraña foto que marea y suda
sangre.
De este paisaje de piedras han traicionado ya la última
/piedra.
41
Los traidores son y han sido aquellos
que se bañaron dos veces en las aguas negras de un mismo
/pozo.
De todos ellos, ‘uno
de los más helados es ese
que esconde su íntima efigie dentro de un sepulcro
/blanqueado.
Ese
que tiene la boca y el cuello doble dotado de fuelles
abultados hasta los bordes de frases hechas a la medida del
/oro
que ataca y apaga el fuego. Ese
que ha izado sobre los cuatro puntos de los cuatro
/horizontes
las cuatro banderas de la paz, de una paz
que es lo que más se parece a un tigre en acecho. Ese
que juega
al misterio de los fuegos fatuos de los desaparecidos.
El repite todo eso, sin pausa, como el suplicio de la gota de
/agua,
en nombre de la voz del pueblo;
en nombre de Jehová, Señor de los Ejércitos, del pobre
Jesús del Huerto de los Olivos, de Nuestra Señora del
/Perpetuo Socorro
y de la Virgen de Suyapa, Capitana de las Fuerzas Armadas
de Honduras.
42
LA CUADRATURA DEL ROSTRO
Antes
del General
Gustavo Adolfo Alvarez Martínez, sicario
de rostro cuadrado, gafas negras y ética de buitre,
todavía
podían moverse las hojas de los pinos.
43
YORO, LA MAGICA
A JOAQUIN REYES TEJEDA. MI SEGUNDO MAESTRO
Ya en el ocaso de su vida a Plutarco Muñoz señor de la
/tierra,
de la horca y del cuchillo, los mismos que lo habían
/endiosado
le cortaron el habla y algunos se atrevieron a apedrearlo.
Por esos días
ya había olvidado la casi totalidad de sus conocimientos
/retóricos
Y no contaba
sino con cinco palabras ocultas en la profundidad de su
/memoria,
que, a imitación del cuervo de Edgard Allan Poe,
emitió segundos antes de caer humillado y escupido por
/La Muerte:
“la Constitución es pura babosada ‘
Lejos quedaron, en el abandono, los instrumentos músicos
44
que en otro tiempo deslumbraron a aquel buen perro fiel a
su amo y señor Tiburcio Carías, cuando a principios
/de siglo,
quién sabe cómo ni de dónde, hecho un cerdo, llego a
/Yoro,
la mágica ciudad de la lluvia de peces.
45
LA VOZ DEL PUEBLO
A la hora de la hora
de los pactos secretos y de las deslealtades públicas,
los Padres de la Patria, ellos los honorables,
no enrojecen o ennegrecen de vergüenza, por el contrario,
se les suele ver implacables y puros,
igual que antaño, de jóvenes,
en sus posiciones de jóvenes indignados, si es que lo fueron,
una sola vez, en sus vidas,
46
URGENTE
Hoy, medio día abajo,
se extravió un niño menor de dos años,
cabeza ensortijada como un lago picado,
metidito en carnes, grandes ojos de oveja tardía.
Sabe sólo decir cuatro palabras: mamá,
papa,
pipipa, por abuelita, y Cuba.
Y también dice ¡papo! a modo de protesta
o si se suelta en llanto.
Se llama Néstor pero en el habla casera
a nuestro pedacito de gente le llamamos
Don Tiqui.
Si acaso lo encuentra La Policía,
esperamos con el corazón en la mano que no sea así,
se ruega no maltratarlo.
47
El chiquilín porta una caja de música y viste de marinero.
Si no vuelve ¿qué mujer, qué hombre y qué animal
de esta casa
podrá levantar, aunque lo intente, sus alas caídas?
48
LA BASE MILITAR NORTEAMERICANA
DE PUERTO CASTILLA
Está Puerto Castilla cabizbajo frente a Honduras,
la otra.
la celestina de USA,
la cruda india pública dueña del libro sucio
que habla sin decoro
como si hablara con muñecas de sala.
(De noche, según lo ordene el mar, los luceros del puerto
se inundan de ventanas o las ventanas se inundan de
/luceros).
La Muerte uniformada, por lo visto, está de fiesta,
dada de colorete el viejo hueso, y lucen y relucen medallas,
barras y estrellas
como objetos cálidos y rojos que conducen al vértigo.
Niños, escúchenme, niños: destruyan, incendien
el amarillo triste de ese cuadro.
TEGUCIGALPA. 1984.
49
SECRETO MILITAR
(Respuesta a Rafael Heliodoro Valle)
La Historia de Honduras se puede escribir en un fusil
sobre un balazo, o mejor, dentro de una gota de sangre.
50
LLEGARA, EN SU DIA,
LA SOMBRA AL LIRIO
A OTTO RENE CAILW. POA GUATEMALTECO CAPTURADO,
QUEMADO VIVO EN LA BASE MILITAR DE ZACAPA. EN 1967,
DURANTE EL GOIIERNO DE JULIO CESAR MENDEZ MONTENEGRO.
Para ellos,
los adoradores del Primer Gallo
que aL principio de la creación del Universo
se balanceó sobre la línea del horizonte,
los mismos
que planearon incendios y matanzas en frío,
se habla
de los Sandoval Alarcón, de los Videla, de los Pinochet,
de los D’ Abuisson tocados, cada uno, por la magia del
crimen
que poseía
Truman, la Parca alucinada de Hiroshima — Nagasaki:
para ellos llegará, en su día, la sombra al lirio.
51
INDICE
Pr6logo de SARA ROYA……………………………….....I
Pr6logo de EDUARDO BAHR…………………………..XI
El alimañero
Fue en el año 32 Y no hay olvido……………………… 13
Tiburcio Carías, el hombre……………………………….15
Monsieur Duvalier………………………………………..16
La persecución de los mastines…………………………..17
Somoza 80………………………………………………..18
Guatemala, el país de la eterna primavera………………..20
Pinochet en la balanza de pagos………………………….21
Stroessner o la máscara (El signo)………………………..22
Campo oscuro
Caen en el vacío dos palabras mayores………………….27
La pesadilla mecánica (Juegos de guerra)……………….29
El dedo pulgar en el ojo de la dama de hierro…………...31
El fantasma de Franco……………………………………32
Cero………………………………………………………34
La casa de las piedras puntiagudas
El club arabe — hondureño………………………………37
La fiera alucinada………………………………………...39
El sonido rojizo de una orden…………………………….41
La cuadratura del rostro…………………………………..43
Yoro, la mágica…………………………………………..44
La voz del pueblo………………………………………...46
Urgente…………………………………………………..47
La base militar norteamericana de Puerto
Castilla…………………………………………………...49
Secreto militar
(Respuesta a Rafael Heliodoro Valle)…………………....50
Llegar, en su día, la sombra al lirio ……………………...51
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Ultimas publicaciones
de la
EDITORIAL GUAYMURAS
AGOSTO 1985
Colección SALAMANDRA (poesía)
Cinco poetas hondureños, compilador: Hernán Antonio Bermúdez,
pág: 104, Lps: 4.00
2.
Poemas del cariato, Jose Gonzalez, pag: 64, Lps: 4.00
3.
Las órdenes superiores, José González, pág: 86, Lps: 4.00
4.
Un mundo para todos dividido, Roberto Sosa, pag: 90, Lps: 5.00
5.
Los pobres, Roberto Sosa, pág: 104, Lps: 4.50
6.
Poesía elegida, Roque Dalton, pag:96, Lps: 4.00
Colección FRA GUA (narrativa)
7.
Subida .1 cielo y otros cuentos, Roberto Castillo, pág: 86, Lps: 4.00
8.
Figuras de agradable demencia, Roberto Castillo, pag: 141, Lps:
6.00
9.
El corneta, Roberto Castillo, pag: 80, pag: 4.00
10.
Cocorí, Joaquín Gutiérrez, pag: 90, Lps: 4.00
11.
Mazapán, Eduardo Bähr, pág: 8, Lps: 2.50
12.
Qué signo es usted, niña Berta?, Horacio Castellanos Moya, pag:
172, Lps: 6.50
13.
Una función con móviles y tentetiesos, Marcos Carías, pág: 358,
Lps: 9.00
14.
Angelina, Carlos F. Gutiérrez, pag: 44, Lps: 2.50
Colección LAMPARA (crítica y cultura)
15.
Español (antología), Atanasio Hérranz, pág: 304, Lps: 10.00
16.
Prosa armada, Roberto Sosa, pág: 152, Lps: 5.50
17.
Literatura infantil y sociedad, Hugo Cerda y Alga Marina
Elizagaray, pag: 182, Lps: 6.00
18.
Guía para la investigación y desarrollo de un tema, Issac Felipe
Azofeifa, pág: 100, Lps: 4.50
19.
Cómo leer un libro, Luis Gregorich, pág: 138, Lps: 5.00
Colección ITZAMNA (ciencias)
20.
Matemáticas (lero. de bachillerato), Raul Alfonso Dubón H., pág:
210, Lps: 8.00
21.
Antes de que nazca un niño, Heinrich Brükcner, pag: 90, Lps: 4.00
Colección CLASICOS
22.
El cantar del Mío Cid, anónimo, pu: 120, Lps: 4.00
Colección TALANQUERA (documentos y testimonios)
23.
Páginas de lucha, Graciela García, pág 104, Lps: 5.00
24.
Obra escogida, Ramón Rosa, introducción, selección y notas de
Marcos Carías, pág: 400, Lps: 9.00
25.
Boletín de la defensa nacional, director Froylan Turcios, pág: 228,
Lps: 7.50
26.
El refranero hondureño, Jesús Aguilar Paz, pag: 80, Lps: 3.50
1.
Colección CODICES (ciencias sociales)
Apuntes de teoría de la organización, Clodomir Santos De Moráis,
pág: 92, Lps 4.00
28.
Los negros caribes de Honduras, Ruy Galvao de Andrade Coelho,
pág: 210, Lps: 7.00
29.
Los hicaques de Yoro, José María Tojeira, pág: 120, Lps: 5.00
30.
Tráfico de esclavos negros a Honduras, Rafael Leiva Vivas, pág:
162, Lps: 7.00
31.
Sociología Tomo 1, Rafael Del Cid, pág: 178, Lps: 7.50
32.
Sociología Tomo U, Rafael Del Cid, pág: 272, Lps: 9.50
33.
Sociología (lecturas seleccionadas para estudiantes de secundarla),
Rafael Del Cid, pág: 140, Lps: 10.00
34.
Lucha ideológica y organización sindical en Honduras (1954- 65),
Mario Posas, pág: 82, Lps: 4.00
35.
Historia del movimiento obrero hondureño. Víctor Meza, pág: 172,
Lps: 6.00
36.
Política y sociedad en Honduras, Víctor Meza, pág: 400, Lps
10.00
37.
CARIAS el último caudillo frutero, Filánder Días Chávez, pág: 160,
Lps: 7.00
38.
La revolución Morazanista, Filánder Díaz Chávez, pág: 284, Lps:
8.00
39.
Partidos políticos y elecciones en Honduras 1980, Arturo
Fernández, pág: 110, Lps: 6.00
40.
El neoliberalismo en Honduras, Alcides Hernández, pág; 166, Lps
7.00
41.
Honduras ¿un estado nacional?, Juan Arancibia, pág: 136, Lps: 6.50
42.
Economía y trabajo en Honduras, Win Dlerckxsens y Pablo
Campanario, pág: 40, Lps: 2.50
43.
Militarismo y reformismo en Honduras, Leticia Salomón, pág: 240,
Lps: 6.00
44.
25 cuentos de economía, Fernando Correia Da Silva, pág: 98, Lps;
4.50
Colección CUADERNOS
45.
El movimiento campesino hondureño, Mario Posas, pág: 76, Lps:
3.00
46.
Centroamérica: la crisis del viejo orden, Guillermo Molina
Chocano, pág: 76, Lps: 3.00
47.
El petróleo en las Antillas y Centroamérica, Reynaldo Salinas
López, pág: 76, Lps: 3.00
27.
48.
49.
50.
52.
GUANCHIAS lucha campesina y cooperativismo agrario, Ramón
Salgado, pág: 76, Lps: 3.00
Hondureñismos Alberto Membteño, pág: 234, Lps: 9.00
El soplo en la frente (o los Diez Capítulos que se le “Olvidaron” a
Kissinger), Filánder Díaz Chávez. pág: 241, Lps: 9.00
51.
Secreto Militar, Roberto Sosa, pág: 80.
Pasajes bíblicos ‘de, ida y vuelta’, (poesía). Juan Ramon Saravia.
Revistas
Alcaraván, Editorial GuaymUras. Lps: 3.00
Tragaluz, Editorial GuaymuraS, Lps: 2.00
Por aparecer
1.
2.
Fonética y fonología del español de Honduras, Juan lipsky
Epistemología y trabajo social Una crítica a los métodos de la
reconceptualizacion. Remedios Mercedes Escalada 11.
3.
Cursos de filosofía, Polítzer
4.
El Popol Vuh, antiguas historias del Quiché
5.
Lazarillo de Tormes, anónimo
6.
Fuente ovejuna, Lope de Vega
Este libro se terminó de imprimir
en los talleres gráficos de la
Editorial Guaymuras S.A.
en el mes de agosto de 1985.
Su tiraje fue de 3,000ejemplares
AL LECTOR
La editorial le quedara agradecida
si le comunica usted as opinión
acerca del libro que le ofrecemos,
como de as presentación e impresión
NUESTRA DIRECCION
Editorial Gusymuras
Apartado postal 1843
Teléfono 22.5433
Tegucigalpa, D.C., Honduras, CA.
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