" EL JARDÍN DE INFANTES: ENTRE HUELLAS Y NUEVOS SENDEROS.” Lic. Rosana Ponce Nuestra intervención en este espacio de intercambio de pensamientos, inquietudes, saberes, sentires y experiencias -propiciadoras de encuentros y de enriquecimientos mutuos- tiene como finalidad comenzar a entablar un diálogo con el pasado desde miradas y preguntas sobre el acontecer cotidiano de los jardines de infantes. Desde esa perspectiva los invitamos a recuperar y a interrogar el pasado, poniéndonos en dialogo con uno de sus posibles relatos. Partiremos de bucear en los orígenes, para poder inferir cuales son aquellos elementos, saberes, rituales, objetos, formas de entender la educación y el vínculo con las infancias que nos conectan con tiempos remotos, que nos inscriben en la cadena de herencias. El Jardín de Infantes fue una institución que intentó capturar el tiempo de infancia inscribiéndose en la tendencia del siglo XIX -afianzada en el siglo XXde propiciar formas institucionalizadas para educar a la infancia. Junto con la consolidación de los primeros sistemas educativos nacionales y la expansión de las escuelas primarias o de primeras letras, el Jardín de Infantes aparece como un refugio ideal para iniciar la cuarentena dorada de la infancia. Fue concebido como un espacio escolar nuevo, un lugar de refugio, de cuidado, un territorio para el crecimiento y florecimiento de una novedosa experiencia infantil. En la búsqueda por instalar nuevas formas de socialización y mejorar la educación la intervención educativa institucionalizada se adelanta, pero en este caso adquiere rasgos distintos y singulares. Entre los rasgos singulares que van conformando la identidad del Nivel Inicial en la Argentina, vamos a detenernos, sólo en un par de ellos: la formación docente y la estética de los jardines de infantes. Los inicios de la formación docente para el Jardín de Infantes. Debates pedagógico- políticos. Como sabemos, esta ciudad Paraná, fue cuna de la sistematización de la formación docente. Es llamativo que hacia fines del siglo XIX cuando se estaban formando los primeros maestros que iban a tener la tarea de formar al ciudadano y extender a la mayor parte de la población los alcances de la escuela elemental laica, obligatoria y gradual, se haya pensado también en instalar el Kindergarten. Como proyecto educativo esto sin duda era una fuerte apuesta a futuro, propia de una mirada prospectiva, en buena medida visionaria, que ambicionaba el mejoramiento y fortalecimiento de la educación sistemática y formal en la Argentina. Si bien ya habían intentando florecer en el territorio argentino, algunas pocas y frustradas experiencias de creación de Jardines de infantes, es en el recinto de la Escuela Normal de Paraná donde se erigió en 1884 el primer Kindergarten nacional convirtiéndose en el modelo fundacional a replicar en otros puntos del país. 1 Unos años mas tarde, también se crea en Paraná el primer curso formativo en la especialidad, esta decisión política da el puntapié que lanza esta propuesta educativa e institucional a diversos puntos del país, la misma llegaría de la mano de las primeras egresadas especializadas en Kindergarten. Aquí no podemos dejar de subrayar la acción y la voluntad política de los funcionarios de la época, sin duda hay una fuerte decisión política guiada y encabezada por Sarmiento, en la búsqueda, instauración y expansión de un sistema educativo organizado y articulado. Sin bien, el Jardín de Infantes, era aún una institución de escasa presencia en el mundo, demasiado novedosa e incomprendida, hay muestras de reconocimiento incipiente de su importancia educativa en nuestro país. Antes de la inauguración del Kindergarten de Paraná, hubo algunos antecedentes, de Jardín de Infantes inspirados en los postulados de Fröebel. En 1870, durante la presidencia de Sarmiento, se presentaron tres proyectos que contemplaban creación de Jardines de Infantes, uno de ellos es privado o particular (así se lo denominaba en esa época) pero consigue subvención estatal y los otros dos surgen de iniciativas oficiales. Entre los proyectos de Sarmiento figuraba la idea de comenzar a ofrecer cursos de formación en la metodología y didáctica froebeliana. Recién hacia mediados de la década del 80, se retoma aquel postergado proyecto, con la llegada al país de la especialista estadounidense Sara Eccleston. La docente fue contratada por el gobierno nacional para dirigir una escuela de aplicación anexa en la Escuela Normal de la ciudad de Paraná. Allí Sara Eccleston, con mejor suerte, que sus colegas y compatriotas antecesoras, logra fundar el Kindergarten como escuela de aplicación de la Escuela Normal de Paraná. Por otro lado, en esos años también se registra la mención del Jardín de Infantes, en algunas leyes educacionales lo que va dando visibilidad y legitimidad pedagógica a estas instituciones. La ley de educación de la provincia de Buenos Aires de 1875 y la ley de educación nacional 1420 nombran al Jardín de Infantes como institución educativa y sugieren su creación. Mientras se funda el primer Kindergarten como departamento de aplicación de la Escuela Normal de Paraná, paralelamente en 1884 se sanciona la Ley 1420 y en el artículo 11º se menciona a los Jardines de Infantes, la cuestión es como se lo incluye. Dicha legislación establece que podrán crearse secciones de Jardín de Infantes en ciudades en donde sea posible dotarlas suficientemente. Con esta prescripción el Jardín de Infantes, se erige como institución urbana lo que marca un acceso restringido y hasta elitista puesto que los niños que se matriculaban en el Jardin de Infantes provenían de familias acomodadas. A propósito de esto, nos llama la atención el siguiente comentario de Mary Mann, expresado en una carta dirigida a Sarmiento, probablemente de 18691. “En Boston es considerado que la mejor política era tener un jardín de 1 Barry Velleman fue quien recopilo, organizo y publico este material que contiene las cartas enviadas entre Mary Mann y Sarmiento, bajo el titulo “Mi estimado señor”. El investigador apunto esta misiva carece de fecha pero de acuerdo a los sucesos narrados, conjetura que seria del año 1869. 2 infantes entre los adinerados, en primer lugar, por temor a dar la impresión, si los establecieran sólo para los pobres, de que eran escuelas de caridad.” (Barry Velleman, 2005, p.287) En esta cita podemos inferir que la falsa antinomia entre la función asistencial versus la función pedagógica, estuvo presente en la historia del nivel inicial desde sus orígenes. El modo de instalarse desde una perspectiva pedagógica tensó la ruptura con modelos más ligados al cuidado y protección de los niños de sectores sociales más desfavorecidos. Conjeturamos que, el Jardín de Infantes intentó despegarse de la cuestión social, para lograr legitimidad pedagógica. Por el contrario, vale mencionar que en lo concerniente, a las instituciones que se ocuparon de niños menores de 3 años, sí se mantuvo, por lo menos durante este período, la veta asistencial, trabajando con la finalidad de suplir las carencias de la niñez desprotegida. Contrastaremos estas estéticas, luego. Hacia 1886, se pone en marcha por primera vez, la formación de docentes de Jardín de Infantes en la Escuela Normal de Paraná. El plan de estudios contemplaba que las estudiantes que aprobaran el cuarto año de la carrera de magisterio pudieran acceder a los cursos de Kindergarten. De este modo se articulaba la educación normalista con la kindergarteriana, esto generaría arduos debates durante las décadas del 80 y del 90 del siglo XIX. El primer plan de estudios de la carrera fue elaborado por el rector Gustavo Ferrari y estuvo vigente por dos cohortes. Para promover la incorporación de alumnas al nuevo profesorado el gobierno nacional otorgo becas. Este plan exigía que las estudiantes que aspiraran a obtener el titulo de la especialización en Kindergarten debieran tener el 4º año aprobado de la carrera de magisterio. En el 5º y 6º año, de las 36 hs semanales del curso normal, 21 hs correspondían al plan de magisterio y las 15 hs restantes se destinaban a materias específicas dedicadas al estudio de la filosofía y el sistema froebeliano; la psicología infantil; las observaciones y practicas en el kindergarten. En 1888, durante el rectorado de Alejandro Carbó, se modifica el plan de estudios elaborado por Ferrari, adelantándose la articulación entre el magisterio y el profesorado de Kindergarten desde el 3º año. Con este nuevo plan las estudiantes podían culminar la carrera en 5 años, no en 6 años como en el anterior. Además se suprimen algunas materias y se agregan nuevas, tal es el caso de Economía doméstica y de Educación Física. En un territorio hostil, conquistado por el discurso positivista, el Profesorado de Kindergarten, fue desacreditado y cuestionado fundamentalmente por su misticismo; pero detrás de esta discusión filosófica había otras subyacentes. También se oponían a su didáctica, que partiendo de una concepción diferente sobre la infancia, construía de otro modo el vínculo pedagógico. Sin duda, otro elemento -que no puede dejar de observarse- es que en la polémica por el Jardín de Infantes, se ponen de relieve disputas con otras concepciones respecto a las mujeres, las familias y el rol de estado en la educación de la primera infancia. 3 Puede observarse que en los primeros años de constitución del sistema educativo, los funcionarios y políticos demostraban condescendencia con el Jardín de Infantes. Se percibía cierto interés por la creación y expansión de estas instituciones en varias ciudades del país sosteniendo a la par el proyecto de formación de especialistas en el método froebeliano. No obstante, a poco andar el Jardín de Infantes comenzó a ser objeto de polémicas y acusaciones. La discusión entre los funcionarios del sistema y los políticos se dio en torno a la expansión de los jardines de infantes y a la urgencia de contar con personal especializado. Había quienes opinaban que no era conveniente seguir creando jardines si no se contaba con docentes formadas para ello, ya que observaban que ante la falta de maestras kindergarterinas para cubrir los cargos, se terminaba contratando a maestras normales. Hecho que, seguramente, generaría discrepancias en el modo de abordar el quehacer pedagógico y didáctico en las secciones de jardín de infantes. La experiencia de formación docente en Paraná, brindó al país las primeras camadas de docentes argentinas especializadas en Jardín de Infantes. De allí surgirá un grupo de discípulas de Sara Eccleston que tendrá un papel relevante en la historia del nivel inicial hasta mediados de siglo XX. Los primeros vaivenes en la formación de docentes para el Jardín de Infantes En 1896, el Estado promueve la creación de la Escuela Especial de Profesorado en Kindergarten en la ciudad de Buenos Aires (convertida desde 1880 en Capital Federal). Dicho establecimiento comenzó a funcionar en 1897 y para dar impulso a la matricula, el estado nacional ofreció becas a las alumnas del interior. La apertura del nuevo Profesorado se complementó con un Kindergarten anexo, ambos fueron organizados y dirigidos por la experta Sara Eccleston. Este centro educativo otorgaba dos títulos: Profesorado Especial en Kindergarten y Profesorado Superior en Kindergarten, es decir que preparaba para el cargo de preceptora y de maestra respectivamente. Para ingresar a estudiar estas carreras los postulantes tenían que ingresar con dos años de estudios previos en magisterio. No obstante, Sara Eccleston, consideraba que este requisito era insuficiente, puesto que dos años de formación en otras escuelas normales no eran garantía ni de conocimientos ni de aptitudes acordes a la formación en Kindergarten. Por eso, ella solicitaba que se le permitiera tomar examen de ingreso u otros modos de evaluar si era conveniente o no la incorporación de las postulantes. En 1899 un decreto del presidente Julio Roca, cambia las condiciones de ingreso, y a partir de este entonces se exige el titulo de maestra o profesora como requisito para cursar la carrera de la especialidad en Kindergarten. Remarcamos con esto, la exigencia a la que aludía Hebe San Martín de Duprat, quienes decidían seguir la carrera de Kindergarten, debían estudiar más años, desde el comienzo la formación de las maestras jardineras fue más allá de la formación básica que recibían los maestros normales. 4 A diferencia del Profesorado y el Jardín Anexo de la Normal de Paraná, la creación del nuevo profesorado en Bs. As, fue mucho más austera, recordemos que su presupuesto se aprobó en 1896 en esos años el país no atravesaba un buen momento en su balanza de pagos. Alegando razones de orden presupuestario, en 1899 el Congreso Nacional, redujo considerablemente la partida que se venía destinando para la creación de nuevos jardines de infantes. Alarmada por esta medida, Sara Eccleston manifestaba su preocupación del siguiente modo: “Si no se fundan otras nuevas, ni se reemplaza, en las ya establecidas, al personal sin preparación especial, con profesoras diplomadas (como exige la Ley), ¿Dónde encontrarán colocación las graduadas”. (ibid, p.293) Sorteando las limitaciones económicas y las críticas adversas, el Profesorado Especial en Kindergarten estuvo vigente hasta 1905, cuando un decreto ministerial lo clausura y lo convierte en una Escuela Normal para Maestros de Primaria. El Jardín de Infantes, que contó en los inicios con el apoyo de los gobernantes para extenderse en el país, iba perdiendo progresivamente el aval de los funcionarios de turno. La situación para la expansión de los Jardines de Infantes se tornó cada vez mas adversa. Quienes detentaron cargos de poder en el ámbito educativo, coincidían en juzgar que los jardines de infantes representaban un gasto inútil para la nación. Otros argumentaban que, pese a que no desvalorizaban su fundamento pedagógico, entendían que no era una institución imprescindible para ese momento y coyuntura histórica del país, dado que la prioridad era alfabetizar a la mayor parte de la población a través de la escuela primaria. Escenas, escenografías y estética de los Jardines de Infantes Los jardines de infantes irrumpieron en la historia de los sistemas educativos hacia mediados del siglo XIX, fueron instituciones modernas que nacieron cuestionando creando y re-creando modos escolares para incluir tempranamente a la niñez en instituciones educativas. Si tomamos, por ejemplo, el relato usual acerca del surgimiento de las instituciones dedicadas a la primera infancia que reconoce las dos líneas de trabajo, con lógicas y fines diferentes, atribuidas a Oberlin (la línea “francesa”) y a Fröebel (la línea “alemana”), y si buscáramos las diferencias estéticas entre una línea y la otra, sería sin duda viable reconocer un espectro de representaciones acerca de la caridad y la filantropía asociadas a una estética más austera, menos colorida, y mas ligada al encierro, a la idea de institución total fuertemente moralizante, y contrastante con un universo froebeliano montando sus visibilidades sobre la idea de un sujeto infantil diferente, estereotipo de infancia burguesa, que liga la infancia con los valores de la creatividad, la espontaneidad, la bondad, presentados como insumos de una estética distinta. 5 La estética froebeliana permite distinguir una mirada sobre el niño, diferente a la del alumno de la escuela primaria. Los objetos, los espacios, los tiempos, que demarcaron esta nueva experiencia educativa dejaban traslucir una concepción de infancia ligada al juego, al movimiento y al contacto con la naturaleza en dialogo abierto con la espiritualidad. Por otro lado, se apelaba insistentemente a provocar impresiones sensoriales en los niños desde la propuesta pedagógica mediatizada por los materiales y recursos didácticos (color, textura, forma, tamaño, sonidos, etc.). Había una cuidadosa selección del material didáctico y una particular preocupación por el orden y la disposición de los tiempos y los espacios. En jardín de infantes ponía a disposición del niño un ambiente especialmente diseñado y pensado para el, desde el mobiliario adaptado a su tamaño, los recursos, los objetos, la decoración. Se entendía que la infancia era un mundo diferente y que por tanto debía apartarse del mundo adulto. Desde la visión arquitectónica el Jardín de Infantes estaba pensado con espacios interiores y exteriores, se procuraba que todos los objetos y elementos del ambiente respondieran o confluyeran en reafirmar la concepción pedagógica basada en la filosofía panteísta. La significación de los dones, como regalos de la divinidad, dan cuenta de una concepción, que sin perder la matriz lúdica concibe al niño como un ser conectado con lo trascendental. La pedagogía y la estética froebeliana confieren registros para entrever una mirada diferente sobre la infancia habilitando un nuevo cruce de significantes y sentidos que contrasta con la experiencia del niño- alumno de la escuela primaria. Si bien ninguna de estas instituciones se privaría de cumplir con el mandato civilizatorio, los modos en que se intervino en ese proceso presentaron ciertas diferencias porque partieron de concepciones diferentes. Mientras que en la escuela primaria tradicional prevalecía la concepción del niño como pequeño salvaje que se debía domesticar con rigor y vigilancia, el Kindergarten suponía un niño naturalmente bueno, con potencial a desarrollar, que podría descubrirse a través de un esmerado y atento proceder pedagógico llevado adelante por el docente especializado en la educación infantil. Objetos, espacios y tiempos que demarcaron una nueva experiencia educativa y que dejaban traslucir una concepción de infancia ligada al juego, al movimiento y al contacto con la naturaleza en dialogo abierto con la espiritualidad. Por otro lado, en la pedagogía de Fröebel se reconoce una apelación insistente a la idea de provocar impresiones sensoriales en los niños como eje primordial de la propuesta pedagógica, cuyo carácter mediatizado por los materiales y sus cualidades (color, textura, forma, tamaño, sonidos) se hace así evidente y asume un lugar central, que habría de desarrollarse y fundarse científicamente más tarde en las propuestas de María Montessori. Hay una cuidadosa selección del material y una particular preocupación por el orden y la disposición de los tiempos y los espacios. En el Kindergarten los niños parecían tener acceso a un ambiente especialmente diseñado y pensado para ellos. Ya desde el mobiliario adaptado a su tamaño se entendía que la infancia instauraba un mundo diferente y que por tanto debía apartarse del mundo adulto. El mundo infantil estaba habitado por seres vivos (personas, plantas, 6 mascotas), prevalecían en él los colores y se advertía la presencia de diversos elementos y objetos susceptibles de manipulación o contemplación. Este ideario fundante del kindergarten, asociado también a una serie de prácticas estetizantes, perduró con más o menos permeabilidad a nuevos discursos y materiales pedagógicos hasta pasada la segunda mitad del siglo XX. Nuevos elementos y materiales se fueron integrando a la matriz estética, modificando sutilmente el paisaje cotidiano del jardín de infantes, conviviendo en aparente armonía con los vestigios del sistema froebeliano, que se fue resignificando, dialogando en oposición o difracción con los rituales patrióticos, tamizándose en las concepciones y discursos en danza en cada tiempo histórico, y abriendo finalmente cierto canal de expresión desde donde se pueden avizorar algunas de las batallas silenciosas que se dirimieron y continúan dirimiéndose en los terrenos pedagógico-políticos. ¿En qué medida estas variaciones estéticas son expresivas de los debates pedagógicos? ¿En qué medida los debates pedagógicos son también debates estéticos? ¿Es ese rasgo estético de los debates pedagógicos la forma atenuada o disfrazada que asumen sus aristas políticas? ¿Cuáles son los indicios en el ambiente y en el espacio del Jardín de Infantes que dan cuenta de algunas de las disputas pedagógico-políticas que atravesaron su conformación histórica? Estos interrogantes, pretenden abrir el camino a la indagación. Los debates puramente educativos aparecen con cierta inteligibilidad en los discursos visuales, los objetos y los materiales que se incorporan al ambiente de los jardines de infantes. En diversos momentos históricos es posible desentrañar cómo la estética del jardín de infantes se muestra como un ambiente dispuesto y organizado que contrasta con la matriz estética de la escuela primaria y su tono solemne, austero, aséptico y pretenciosamente cientificista. La confrontación, que ya hemos hallado en distintos puntos del análisis, aparece desde el comienzo cuando hacia fines del siglo XIX la escuela primaria intenta operar como máquina estetizante, al decir de Pineau (2008) procurando homogeneizar el gusto, contribuyendo a la definición de lo políticamente correcto postulándolo como el ideal de lo bello. Sin embargo, el jardín de infantes parece andar a la vez otro camino, promoviendo un tono alegre, conectado con la naturaleza y la espiritualidad. Aunque creemos haber dado una mayor profundidad a este contraste, es preciso agregar que, a los efectos “civilizatorios”, ambas instituciones montaron escenarios artificiales en el intento de apresar el tiempo de la infancia, alejándolo del ámbito doméstico y familiar. En ambos proyectos triunfantes - en relación a otros que, en diversos contextos históricos, disputaron la socialización y educación de las nuevas generaciones - está impresa la idea de “normalización” y “homogeneización” de la niñez. Y aunque no es ésta la línea de análisis que hemos seguido aquí, vale la pena al menos dejar ver que en un sentido global tanto la escuela primaria como el jardín de infantes sujetaron el nudo entre pedagogía, infancia y modernidad de modos análogos. Quizá fue el jardín de infantes el que más dificultades ha presentado a la hora de diferenciarse del hogar familiar. El trabajo con niños más pequeños, la figura de la maestra significada como “segunda mamá”, la continuidad y el acompañamiento del desarrollo físico, intelectual y moral de los niños en el 7 espacio institucional, la textura lúdica de su propuesta pedagógica, el reacomodamiento de los ritmos y rituales de la vida cotidiana en un espacio público y con pretensiones escolarizantes, el mandato educativo… Éstas y otras cuestiones colocan al jardín de infantes en el terreno de tensiones desde donde intentará construir su propia identidad como nivel educativo, reclamando su inclusión en el sistema formal. El jardín de infantes construye su identidad diferenciándose de la escuela primaria (organizando una propuesta pedagógica diferente que no implique sólo una escolarización temprana, preocupada por brindar tiempo y espacio a las necesidades de la infancia) y en ese sentido disputando – como lo hiciera en su surgimiento la escuela primaria - la función educativa a las familias. Pero por otro lado libra otra batalla estética, también de índole fundante, para diferenciarse de dos instancias situadas en una oposición dicotómica: primero de las instituciones de encierro, asistencia y caridad social, y más adelante (ya al abrigo de las pedagogías nuevas) de la propia escuela primaria. Variaciones en las escenografías y las escenas del Jardín de Infantes En el Jardín de Infantes argentino, las innovaciones pedagógicas llegaron hacia mediados de la década del 60´, marcando un giro de 180º respecto al trabajo pedagógico y didáctico en el interior de las salas de jardín. La pedagogía infantil más tradicional representada por Fröebel y Montessori, fue puesta en cuestión. Las maestras se animaron a cambiar la sala, desde el mobiliario hasta la dinámica de trabajo en ellas, instalando los rincones y rompiendo el esquema de actividad siempre dirigida por el maestro, propiciando el juego de diversos grupos de niños en simultáneo. El juego-trabajo se convierte en el momento central de la actividad del niño en el jardín de infantes, se rompe la uniformidad, el formato escolar de todos haciendo lo mismo al mismo tiempo. Esta innovación fue sin duda disruptiva, porque alteró el orden de la sala, colocando a los niños y al docente en nuevos lugares. Los objetos y los materiales puestos a disposición de los niños, en determinado momento de la jornada escolar, eran cuidadosamente planificados. Durante las últimas décadas, la extensión de la cobertura de la sala de 5 del Jardín de Infantes y posteriormente su obligatoriedad, traccionaron en dos sentidos: por un lado, se evidenció la búsqueda de formas o modos de procesar la demanda del nivel siguiente (“aprestamiento”, “articulación”, etc.) mientras que, al mismo tiempo, el Jardín de Infantes se vio impelido a operar propiciando practicas escolarizadas desde lógicas mas disciplinares. Esto fue relegando otros tiempos y espacios que el jardín de infantes de antaño priorizaba, el juego, el contacto con la naturaleza, el arte en sus mas variadas manifestaciones: literatura, teatro infantil y de títeres, el cine, el dibujo, la pintura, la música, el baile, la expresión corporal, etc., etc. Resulta interesante indagar, cómo en la medida en que el Nivel Inicial va logrando mayor legitimidad como primer nivel educativo, se percibe el 8 incremento de la tensión entre las funciones propedéuticas y las propias o especificas. La historia del nivel inicial devela luchas más o menos manifiestas. Para analizar esta cuestión, será preciso, revisar con más detalle y en estudios posteriores, la estética de los jardines en los últimos años. En este sentido la lectura de determinadas escenas que acontecieron en el escenario de las salas de nivel inicial, podrá aportarnos algunas pistas para tratar de entender procesos y batallas silenciosas que se dirimen en la cotidianeidad escolar. ¿Como pensar hoy la formación docente: en búsqueda de huellas o nuevos senderos? A modo de conjetura -que solo enunciaremos-, podríamos sostener que la matriz profesional de los docentes de nivel inicial, también se gestó en los momentos fundacionales del sistema educativo. Los debates entre normalistas (nos referimos especialmente a los grupos afines al positivismo) y kindergarterinas (más cercanas a las filosofías espiritualistas) dan cuenta de serios intentos por hallar fundamentación en diversas bases: filosófica, pedagógica y política. Estos debates que en la época fundante se instalaron en el cruce con otras cuestiones y luchas, tal vez puedan interpretarse como rasgos constitutivos de una matriz que se orientó hacia la búsqueda de cierta legitimidad e identidad profesional. En este ligero relato, intentamos mostrar que las luchas pedagógicas y políticas no se dirimen sólo en los niveles más altos del sistema, sino que se muestran y se manifiestan en el espacio cotidiano de trabajo, donde los docentes reciben día a día a distintos grupos de niños, donde disponen y establecen formas de mediación que abren el abanico de la experiencia infantil hacia otros saberes, espacios, sujetos, objetos, etc. La búsqueda de las huellas nos llevó hacia el origen, hacia la definición de rasgos singulares que fueron construidos históricamente y que a veces nos parecen conocidos pero que no sabemos nombrar. Si bien es cierto que en la matriz fundante está la esencia lúdica, creativa que apunta al desarrollo armónico de la niñez. ¿Qué queda de ella hoy? ¿Hay una familiaridad con esa historia que tiene en su matriz la esencia de lo lúdico, de lo creativo? ¿Cómo se mantiene esa esencia sin renunciar al profesionalismo? ¿Cuáles son las batallas que hoy estamos librando silenciosamente en los Jardines de Infantes o en los Institutos de Formación Docente?. Sabemos que hoy tenemos otras infancias, otros horizontes hacia los cuales dirigir la mirada y la acción educativa. La cuestión es si nos animamos a reconocernos en una cadena de tramitación de herencias y pensamientos anteriores para poder nombrar nuestro pensamiento nuestro sendero y nuevo horizonte. Para cerrar, traemos la palabra del filosofo Jacques Derrida, quien nos convoca a pensar en la herencia como posibilidad de hacer algo distinto con eso que recibimos. 9 “Si la herencia nos asigna tareas contradictorias (recibir y sin embargo escoger, acoger lo que viene antes de nosotros y sin embargo reinterpretarlo, etc.) es por que da fe de nuestra finitud. Únicamente un ser finito hereda, y su finitud lo obliga. Lo obliga a recibir lo que es más grande y más viejo y más poderoso y más duradero que él… El concepto de responsabilidad no tiene el menor sentido fuera de la experiencia de la herencia. Incluso antes de decir que uno es responsable de tal herencia, hay que saber que la responsabilidad en general (…) ante todo nos es asignada, y, de punta a punta, como una herencia... Uno es responsable ante lo que lo precede pero también ante lo venidero, y que por tanto aún está delante de uno. Delante dos veces, delante de lo que debe de una vez por todas, el heredero esta doblemente endeudado. Siempre se trata de una suerte de anacronía: anticipar en nombre de aquello que nos anticipa, ¡y anticipar el mismo nombre! ¡Inventar su nombre, firmar de otra manera, de un modo siempre único, pero en nombre del nombre legado, de ser posible!” Derrida (2003) Pensarnos y reconocernos hoy en la figura del heredero nos impele a recuperar el sentido de nuestras prácticas docentes, también nos lleva a pensar que conservamos, que desechamos, que inventamos. Nos permite saldar deudas con el pasado, comprendiendo y resignificando los legados de quienes nos antecedieron en la tarea, maravillosa e inquietante, de recibir a los mas pequeños en los Jardines de Infantes promoviendo su afiliación en el orden de lo público y de la cultura. BIBLIOGRAFIA DERRIDA, Jacques (2003): Diálogo con Elisabeth Roudinesco en Y mañana que… Ed. Fondo Cultura Económica, pp 9-18, Buenos Aires. MIRA LÓPEZ y HOMAR DE ALLER (1970): Educación preescolar. Ed. Troquel, Buenos Aires. PINEAU, P y DI PIETRO, S: “Aseo y presentación: un ensayo sobre la estética escolar”, Buenos Aires: Edición de autor, 2008. PINEAU, P: “Notas sobre estética como objeto de investigación históricoeducativa”, informe del Seminario Permanente de Discusión sobre Estética Escolar, Buenos Aires: Mimeo, UBA- FFyL, 2008. PONCE, Rosana (2006): “Los debates en la de la educación inicial en la Argentina. Persistencias, transformaciones y resignificaciones a lo largo de la historia.” En MALAJOVICH, Ana (comp): Experiencias y reflexiones sobre la educación inicial. Una mirada latinoamericana. Ed.Siglo XXI, Bs. As. SAN MARTÍN DE DUPRAT Y PENCHANSKY (1997), El Nivel Inicial. Estructuración. Orientaciones para la práctica. Ed. Colihue. Buenos Aires. VELLEMAN, Berry (2005): Mí estimado señor. Cartas de Mary Mann a Sarmiento (1865-1881). Ediciones Fundación Victoria Ocampo, Buenos Aires. 10