Luis Soto: “Tengo que estar adentro, pero de una forma segura” Por Ligia Flores Libertad y juego son palabras recurrentes en la plática con Luis Eduardo Soto Maldonado, de 29 años, quien apenas hace unas semanas fue herido gravemente en la cabeza cuando cubría unas protestas estudiantiles en el parque La Industria. Las cicatrices de su frente y el costado izquierdo de la cabeza, que no han sanado completamente, evidencian lo grave del golpe recibido. Soto reconoce que, aun cuando no midió las consecuencias, el contexto también lo vulneró. Ahora está convencido de que debe estar “adentro” para hacer una fotografía, pero de una forma segura. El fotógrafo, quien comenzó su experiencia en los medios en 2004, en el área de Sociales, de elPeriódico, ahora labora en la sección Nacional. Cuenta que se inició en la fotorgrafía después de que su tío le prestó una cámara “y jugué un poco”, dice. Apunta que había dejado la universidad luego de haber estudiado medicina, así que se inscribió en un taller de fotografía y luego decidió inscribirse en periodismo. “Salir de medicina fue lo mejor que me pudo haber pasado. Siento mucha libertad cuando tengo una cámara en la mano”. Cuando le pregunto qué significa para él la fotografía se ve en un aprieto, exhala y mueve sus manos tratando de buscar una respuesta. Luego afirma que la fotografía es para él una forma de vivir, “pero me gusta tanto que no siento que sea un trabajo. Aunque siempre estoy jugando, nunca dejo de pensar que esto es real. Sé la responsabilidad que tengo cuando capturo una imagen. Cuando haces periodismo, hay momentos muy difíciles y fuertes, y creo que jugar también se convierte en un mecanismo de defensa frente a ese cúmulo de emociones que vives”. También nos cuenta que la fotografía le gusta más que el periodismo escrito, porque “en algún momento hay que identificar claves para redactar y a mí me cuesta encontrarlas. Trabajé en el área de Sociales y me tocaba hacer notitas, me costaba, me paraba, iba por el café, volvía y lo borraba todo”. En cambio, indica que con la fotografía es más fácil buscar qué decir. “Con las imágenes no lo decís todo y no me gusta dar todo digerido. De cierta forma, lo que me gusta es esa responsabilidad de buscar qué voy a decir con la foto”. Una de las periodistas gráficas a quien más admira en Guatemala es a Sandra Sebastián, dice Luis, “porque se ve que se compromete”. En las imágenes de Sebastián, opina, se nota que hay una comunicación, no es una foto robada. “Creo que el fotógrafo también tiene qué sentir lo que está pasando, conocer a quién le está tomando fotos. Es difícil, al final, en una fotografía y en un texto trasladarlo todo, porque en los dos tienes que oler el ambiente”. El fotógrafo guatemalteco nos cuenta que pronto se inaugurará una exposición suya en Chicago, Estados Unidos, pues no solo hace fotografía periodística. En esta muestra, señala, retrarará a Guatemala, por medio de una serie de fotos hechas con una cámara plástica de 120mm que se llama Holga, bajo la técnica de Lomografía (alta sensibilidad, capaz de registrar color y movimiento sin necesidad de flash y sin deformación). Su rostro se llena de felicidad cuando me pregunta si quiero ver a Holga. Se levanta corriendo de donde está, se dirige a su cuarto y trae la maquinita, su felicidad es casi infantil. Holga, me dice, es una cámara genial “que te permite mucha libertad. Es plástica, negra, fea, nadie te la va querer robar. Me permite acercarme más a la gente y cabe en una bolsita”. Al final, admite que se siente tan cómodo con la fotografía periodística que con la artística. Respecto del arte de hacer retratos, admite que le gusta poco, pues se requiere de mucha dedicación. “Uno debe comprometerse no solo con la persona a quien se retrará, sino con el público que verá el trabajo después”. Con un gesto pícaro admite que, jugando, algunos amigos han hecho retratos suyos. “A los fotógrafos generalmente no les gusta que los retraten, a mí sí”. Después de hacer una fotografía, señala, le queda toda una historia, se considera un poco más crítico después del trabajo fotográfico que ha realizado. “¿Crees que vale la pena enfrentar todos los riesgos?”, le pregunto. Con un gesto reflexivo, responde: “Este trabajo es pura pasión, pero nos vuelve vulnerables, porque no medimos consecuencias y porque el contexto también nos vulnera. Tengo que estar adentro, pero de una forma segura”. Me corresponde ahora platicar con él sobre esta fase riesgosa de su trabajo: ¿Qué formas seguras de hacer fotografía periodística podrían funcionar? Hay un taller del World Press Photo sobre cómo actuar en zonas de riesgo y lo más cercano que fue impartido en México, pero había que aplicar para eso. Hay una fotógrafa internacional que da talleres de atención postrauma, pero fuera de Guatemala. ¿En elPeriódico se tocó alguna vez el tema o se te proporcionó equipo? No, nunca. Para mí es curioso, porque recuerdo que en las coberturas el fotógrafo de Reuters lleva casco y máscara antigases. También el fotógrafo de AP lleva casco. Nosotros (fotógrafos de medios nacionales) llevamos un pañuelito con vinagre. Al (reportero) de Reuters hasta lo pueden despedir si va a una cobertura sin equipo de protección, eso dice mucho. ¿Y qué me dices del seguro de vida? Sí tengo. También adquirí un seguro médico por decisión personal, pero además me cobran lo del IGSS (en eP). Ahora no me puedo quejar de que ahí me atendieron mal. Creo que se politizó mi caso. No sé si hubiera sido igual con otro compañero. ¿Por qué lo dices? Estaba dormido (en el intensivo del hospital) y de repente veo al presidente de la República a mi lado. Como gesto de él, me parece genial, pero me sorprendió mucho. Es complicado, creo que hay mucho atrás, creo que me usaron. Ahora no quiero enfocarme en cómo me están usando sino en cómo puedo usar este momento para que no vuelva a pasar y que como periodistas se escuche nuestra voz, que sirva para reivindicar el ejercicio periodístico y buscar medios alternos para decir nuestras cosas. ¿Revisaste el video que muestra el momento en que recibiste el golpe? Me daba miedo verlo. Ahora que lo vi me da mucho más, porque no recuerdo el momento del golpe ni cuando me levanto y me llevan cargados los compañeros. No sé si se hubiera podido prevenir. En su rostro se nota que hay una determinación nueva, la de organizarse para exigir que se cumplan los derechos de quienes trabajan como él y se les garantice seguridad. La entrevista ha terminado. Antes de salir a la calle, le comento lo iluminado del lugar donde vive y la bonita vista desde el comedor. Sonriendo siempre, me lleva a ver la mejor vista, la de un ventanal donde hay una inmensa panorámica del Centro Histórico. “Esta es la mejor vista”, me indica, y alza su mirada hacia el cielo azul.