1.557 “Daniel, Pablo Matías c. Municipalidad de Junín y otros s.... indemnizatoria”. ///Junín, 8 de junio de 2012.

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1.557
“Daniel, Pablo Matías c. Municipalidad de Junín y otros s. Pretensión
indemnizatoria”.
///Junín, 8 de junio de 2012.
Autos y vistos: Las presentes actuaciones, reseñadas ut
supra, venidas a despacho para sentenciar;
Resultando:
Que a fs. 29/35 se presenta Custodia Isabel García en
representación de su hijo menor de edad de nombre Pablo Matías
Daniel,
con
patrocinio
letrado
e,
inicia
demanda
contra
la
Municipalidad de Junín, Héctor Hugo Cademartori, Lucía Mabel López
de Cademartori y Mariana Lucia Cademartori por daños y perjuicios,
reclamando la suma de pesos Veintiocho mil seiscientos ($ 28.600.-).
Dice que el día 21 de enero de 2005, a las 12 horas
aproximadamente, se desplazaba caminando por la vereda de la calle
Fortín Federación n°: 268/270 del Balneario Municipal Laguna de
Gómez. Al traspasar el inmueble de los demandados Cademartori,
tropieza con una cadena, que se encontraba de adorno en la acera y
que unía a modo de cerco con unas estacas en sus extremos,
limitativos o decorativos del sector. Señala que las referidas cadenas,
se encontraban en la mitad del ancho de la vereda, sin poseer
señalización alguna, ni ningún otro dispositivo que proteja a los
peatones. Que, después de la caída es asistido por algunos transeúntes
del lugar y llevado al Hospital Interzonal de Agudos de Junín.
Endilga responsabilidad al propietario – frentista con
sustento en la teoría del riesgo o vicio de la cosa (art. 1113 del Código
Civil). Al respecto, entiende que las aceras deben encontrarse libre de
obstáculos para el peatón. Asimismo, atribuye responsabilidad en el
acaecimiento del evento denunciado, a la Municipalidad de Junín,
habida cuenta que, la vereda conforma parte del dominio público
estatal, detentando la administración el poder de policía sobre el
sector,
a
fin
que
se
mantengan
en
buenas condiciones de
transitabilidad.
Reclama
terapéuticos
y
de
entre
los
farmacia,
rubros
gastos
de
indemnizatorio;
traslado,
gastos
incapacidad
sobreviniente que estima en un 10% de la total obrera laborativa, y
daño moral. Fundamenta en derecho. Ofrece pruebas. Pide que en su
momento se haga lugar a la pretensión, con costas.
A fojas 50/56 se presenta la Municipalidad de Junín,
contestando la demanda en tiempo y forma. Niega en forma
particularizada cada uno de los hechos expuestos en el inicio. Señala
que la vereda se hallaba en perfecto estado de transitabilidad y que el
andar del actor, denota de por sí negligencia o culpa de su parte,
puesto que venía cargado con unas cajas.
Desde otra arista, considera que deberá la actora
acreditar la intervención activa de la cadena para la producción del
daño. Desconoce los rubros indemnizatorios pretendidos. Ofrece
pruebas. Pide que en su hora se rechace la pretensión con costas.
Que a fojas 60/64 se presenta Nestor Hugo Cademartori
contestando la demanda entablada en su contra. Niega, también, cada
uno de los hechos expuestos en el introito. Manifiesta que si bien
adquirió la propiedad por boleta de compra venta certificado por la
escribana Nilda Rosa con fecha 29/03/1999, nunca pudo inscribir el
bien a su nombre, ya que se trata de fundos perteneciente a la
Municipalidad de Junín. También, aduce que no puso las cadenas en la
vereda. Mientras que como argumento final, entiende que, en caso de
acreditarse la producción del evento dañoso, el nexo causal estaría
fracturado por la culpa de la víctima, ya que éste, caminaba por la
cera con unas cajas que obstaculizaban la visión. Niega en grado y tipo
los ítems resarcitorios pretendidos por el accionante. Funda el
responde en derecho. Ofrece pruebas. Solicita que oportunamente, se
rechace la pretensión actoral con costas.
Que a fojas 121/122, en el marco de la audiencia prevista
en el art. 41 del C.C.A., se ordena la apertura de la causa a prueba.
Habiéndose rendido las mismas, se clausura el período respectivo y, se
llama autos para sentencia, previo alegato de bien probado
desarrollado por las partes.
Considerando:
I. Que en la especie se encuentra en tela de discusión la
responsabilidad que se le atribuye por un lado, al frentista de un
inmueble por un accidente denunciado en la vereda adyacente a su
propiedad y, por el otro lado, a la administración municipal, en razón
de la titularidad que detenta sobre los bienes de dominio público –
vereda – y el poder de policía que ejerce sobre el mismo
II. Antes de ingresar a ponderar los pormenores del caso
traído a consideración, memoro lo expuesto en su momento en autos
“Barraza,
Delia
Marta
c.
Naldo
Lombardi
S.A.
s.
Pretensión
indemnizatoria”, expediente n°: 3197, sentencia del 20 de septiembre
del 2010; acerca de la naturaleza jurídica (y las consecuencias que de
ella derivan) de las diferentes obligaciones que pesan sobre los
propietarios (y/o usufructuario por cualquier título) de los inmuebles
lindantes con la vía pública.
Tales restricciones, que se encuentran en cabeza de los
vecinos – frentista, no es más que una de las tantas limitaciones
administrativas contempladas en el Código Civil, en salvaguarda del
interés público y regida por el derecho administrativo (art. 2611 del
Código Civil). En efecto, siguiendo las enseñanzas de Horacio Rosatti
(“Tratado de Derecho Municipal”, t. I., ps. 384/385. Editorial Rubinzal
Culzoni, Santa Fe. 2006) diferentes obligaciones pesan sobre los
propietarios de inmuebles lindantes con la vía pública, en beneficio de
la seguridad del tránsito. El Código Civil argentino fruto de un espíritu
liberal otorgó originariamente al derecho de propiedad de los tres
caracteres
clásicos
absoluto,
exclusivo
proveniente
y
del
perpetuo
antiguo
(arts.
Derecho
2506,
Romano:
2508,
2510,
respectivamente). Y, las sub consecuentes limitaciones que conoce
nuestro Derecho Público, no son sino mutaciones – variables en grado –
de cada uno de los caracteres aludidos. Ello porque desde que el
hombre decide vivir en sociedad – necesidad biológica, intereses
comunes o affectio gregaria mediante - , debe entender que el
ejercicio de su derecho terminará por confrontar – tarde o temprano –
con el del prójimo. De forma tal que la solución es sólo una, recortar
las aristas individuales para que sus aristas no entren en conflicto.
Como dice Dromi “dentro del término “limitaciones” a la
propiedad se comprenden dos esferas de Derecho: el Privado y el
Público. Las limitaciones a la propiedad privada, según miren
inmediatamente el interés privado o el interés público, admiten una
distinción teórica y práctica que da lugar a dos categorías:
limitaciones en interés privado y limitaciones en interés público. Sus
regímenes jurídicos son distintos: las primeras se regulan por el
Derecho Civil, las segundas por el Derecho Administrativo, tal como se
encuentra preceptuado en el art. 2611 del Código Civil (Dromi, José
Roberto, Derecho Administrativo Económico, Astrea, Buenos Aires,
1979, t. II, ps. 332 y ss.).
Y, tal como advierte el autor señalado, la distinción
apuntada
reviste
una
singular
trascendencia
para
nuestro
ordenamiento jurídico constitucional porque de la legislación civil de
fondo (atribuida al órgano federal Congreso nacional, según los
términos del art. 75 inc. 12, Const. Nac.), “cuyo imperio se extiende a
todo el territorio de la Nación”; en contraposición a la determinación
de limitaciones en interés público que, por ser propia de la legislatura
administrativista, incumbe a la decisión local.
Va de suyo entonces, que en la especie nos hallamos ante
un caso regido por normas de derecho público local, que deben ser
examinadas e interpretadas en su espíritu y en los efectos que la
soberanía local ha querido darles y ajeno al ámbito del derecho
privado.
Criterio constitucional reafirmado por el Tribunal cimero
en el fallo “Barreto” (L.L. 2006-E-264, con nota laudatoria de Pérez
Hualde y Bustelo), del que deriva que serán las provincias y la Nación,
cada una en su ámbito las competentes para legislar en la materia y
establecer el régimen aplicable por el que se regírá la responsabilidad
cuando actúe en el campo del derecho público.
Vemos, entonces que la Ordenanza Municipal n°: 4640,
del 18 de mayo de 2004 (v. fs. 207/208, www.junin.gov.ar) dispone en
su art. 1° que “las veredas de nuestra ciudad deben presentar una
senda continua de circulación peatonal publica con las siguientes
características: a) ancho mínimo de 2 metros, o el ancho máximo
posible según el ancho de la vereda. b) en los casos que se presenten
desniveles los mismos deben ser salvados por medio de rampas, o una
pendiente máxima de 15%. c) los solados deben ser antideslizantes,
que no se desgasten rápidamente, que se encuentren adheridos
firmemente. d) para que las sendas tengan continuidad urbana, en las
esquinas deben existir rampas de 1 metro de ancho y 10% de
pendiente. e) las sendas no deben estar ocupadas por níngun elemento
que impida el transito peatonal, reduciendo su ancho útil: autos,
bancos, mesas con sillas, carteles, pizarrones, escombros, ramas,
etc.”.
Los testigos propuestos señalan que en la finca de la
Laguna de Gómez, se encontraba obstaculizada para los transeúntes
por unas cadenas. Así las cosas, Veliz manifiesta que “estaba
corriendo en la vereda, había una vereda que cubría la vereda,
cortando el paso del transeúnte y se calló” (v. respuesta n°: 3, acta
glosada a fojas 242). Mientras que la deponente Morillo refiere que el
accidente “fue en una vereda de unas casillas, la vereda estaba
encerrada por unos postes de cemento y unas cadenas que iban desde
la casa hasta la calle cortando todo el paso de la vereda”.
Ahora bien, pese a que existe coincidencia entre los
declarantes respecto de la mecánica del hecho y el mes que se
desencadenó – enero de 2005 - , observo que entre ellos existe una
discordancia notoria en cuanto a la hora en que el evento de marras
sucedió. En efecto, la testigo Veliz calcula y manifiesta que era las 9
de la noche cuando sucedió el hecho; mientras que Morillo refiere que
el hecho aconteció a las 12 de la noche. Mientras que en la demanda
se habla que el hecho sucedió a las 12:00, que invita a interpretar a
juicio del suscripto, que se trata de horas del mediodía.
Desde esta óptica, el valor de las declaraciones, ingresan
en una nebulosa, por su falta de certeza.
Más ello, no es la única inconsistencia que presente el
cuadro probatorio. Es la propia peticionante se encarga de denunciar
en la pieza de inicio que el actor fue trasladado al Hospital Interzonal
de Agudos de Junín. Pero, esta circunstancia esencial para configurar
los presupuestos del juicio de responsabilidad – causalidad adecuada es negada por el Director de nosocomio público, doctor Claudio
Ricasoli, en el informe luciente a fojas 121, cuando expone que Pablo
Matías Daniel no registra atención hospitalaria.
Tampoco en la historia clínica glosada a fojas 175/193,
emerge que el actor haya recibido atención hospitalaria con fecha 21
de enero del año 2005.
Pero éste, de por sí irregular marco de prueba, presenta
otra desconexidad o falta de ligazón temporal, que empaña aún el
andamiaje de la pretensión indemnizatoria. En efecto, estamos no
sólo ante una falta de ubicuidad horaria del evento; también
carecemos de la necesaria historia clínica que refleje la prestación
médica a la que fuera sometido el paciente y; corona este lábil
esquema de pruebas, las radiografías y certificados que se acompañan
al inicio (v. fs. 15 y 26) que datan de 3 o 4 meses posterior al
accidente, que termina por desmoronar el consabido nexo causal que
debe acreditarse en este tipo de juicios (arts. 901 y ccds. del Código
Civil).
En efecto, ante la ausencia absoluta de una historia
clínica, o de estudios o certificados médicos contemporáneos a las
lesiones sufridas, la aspiración del actor para que proceda el proceso,
prontamente se desvanece, puesto que carece de todo fundamento
objetivo, descansando la certeza de la versión de los hechos en los
dichos de los testigos que presentan, conforme lo apuntalado párrafos
anteriores, una marcada incongruencia temporo - espacial.
Desde esta perspectiva, juzgo infundado el reclamo
perseguido por el actor contra el codemandado Cademartori,
propietario de la finca ubicada en el Balneario Laguna de Gómez. En
refuerzo de esta decisión, me permito citar a la Suprema Corte de la
Provincia de Buenos Aires, que en reiteradas oportunidades ha
sostenido que, establecer el hecho ilícito y el daño constituye una
típica relación fáctica (Ac. 56686, sent. del 27-XI-1996; C. 98541, sent.
Del 10-IX-2008; C. 107.242, sent. del 14-IV-2010). Por ello, se suele
afirmar que para que un hecho merezca ser considerado como causa
del daño, es preciso que sea en sí mismo idóneo para producirlo según
la experiencia común, es decir, que tenga una especial aptitud para
producir el acto lesivo. Solo en estos casos (causalidad adecuada)
puede decirse, con rigor, que la actividad tomada en consideración
constituye la causa eficiente, la causa próxima del daño, la causa
verdadera del mismo (García de Enterría, Eduardo y Fernández, Tomás
Ramón, “Curso…”, ps. 394/395).
Recapitulando entonces, el nexo causal, necesario para
que la pretensión prospere no se encuentra acreditado en autos,
atento la insuficiencia que portan los distintos elementos de
convicción allegados por el interesado; que conlleva a desestimar el
reclamo resarcitorio (arts. 901, 902, y ccds. Cód. Civil).
III.
Que,
en
lo
que
hace
a
la
responsabilidad
extracontractual de la Municipalidad de Junín cabe señalar que, en
ejercicio de su poder de policía, ésta reglamentó las condiciones que
deben tener las veredas de la ciudad de Junín, a través de la
Ordenanza Municipal n°: 4640/2004. Dicha reglamentación, tal como
lo apuntalamos en párrafos anteriores, regula las condiciones que
deben tener las veredas de la ciudad, al margen que el Balneario
Municipal trátase de un sector que se asemeja, por sus características
a las quintas o casas de fin de semana que se hallan fuera del
perímetro urbana de la ciudad.
Sin embargo lo anterior, la mera existencia de ese
reglamento es insuficiente para responsabilizar al Estado provincial
por el accidente.
En efecto, la circunstancia de que las actividades
privadas se hallen sujetas a regulación estatal por razones de interés
general o que inclusive dependan del previo otorgamiento de un
permiso, licencia o habilitación, significa que están sometidas a
condiciones y estándares mínimos para que los particulares puedan
desarrollarlas lícitamente, pero no releva de responsabilidad personal
a quien las desarrolla ni torna al Estado en co-responsable de los daños
que pudieran resultar del incumplimiento de los reglamentos dictados
a tal efecto.
Es que, quien alega responsabilidad del Estado por falta
de servicio, debe individualizar del modo más claro y concreto posible
cuál es la actividad de los órganos estatales que reputa como
irregular, vale decir, tanto la falta de legitimidad de la conducta
estatal como la idoneidad de ésta para producir los perjuicios cuyo
resarcimiento se reclama (Fallos: 317:1233). En la especie el
demandante sostiene que la Municipalidad de Junín omitió supervisar
la vereda de la casilla perteneciente a cademartori. Sin embargo, el
deber de obrar en tal sentido (controlar irregularidad y/o anomalías
que porten la traza de las sendas peatonales de las veredas de la
ciudad) no resulta de la reglamentación aludida y tampoco se advierte
que tales conductas fueran las exigibles en concreto, esto es, en las
particulares circunstancias del caso.
Cuando la administración regula las actividades privadas,
imponiéndoles a las personas que las llevan a cabo determinados
deberes, la extensión hasta la cual ella supervisa y controla el
cumplimiento de estos últimos depende, salvo disposición en
contrario, de una variedad de circunstancias tales como lo son el
grado de control practicable, la previsibilidad o regularidad del suceso
que se trata de prevenir, el número de agentes y fondos
presupuestarios, y las prioridades fijas de manera reglada o
discrecional para la asignación de los medios disponibles. El deber
genérico de proveer al bienestar y a la seguridad general no se
traduce automáticamente en la existencia de una obligación positiva
de obrar de un modo tal que evite cualquier resultado dañoso, ni la
circunstancia de que éste haya tenido lugar autoriza per se a presumir
que ha mediado una omisión culposa en materializar el deber
indicado.
Sostener lo contrario significaría tanto como instituir al
Estado en un asegurador anónimo de indemnidad frente a cualquier
perjuicio ocasionado por la conducta ilícita de terceros, por quienes
no está obligado a responder (confr. Fallos: 323:318 y 3599).
En consecuencia, al margen de falta de acreditación de
la relación causal necesaria para que la pretensión prospere contra el
codemandado Cademartori (arts. 901 del C. Civil); tampoco se aprecia
en la especie, anormalidad y/ irregularidad en el servicio, que permita
configurar la responsabilidad de la administración municipal (art. 1112
del Código Civil) en el hecho dañoso denunciado en autos.
Por ello, Fallo:
1. Rechazando en todas sus partes la pretensión
indemnizatoria iniciada por el Pablo Matías Daniel contra Néstor Hugo
Cademartori y la Municipalidad de Junín (arts. 901, 902, 1112 y ccds.
del Código Civil; arts. 12 inc. 3 y ccds., ley 12008 t.o. ley 13101).
2. Imponiendo las costas en el orden causado (art. 51 del
C.C.A.), difiriendo la regulación de los honorarios profesionales para el
momento procesal oportuno.
3. Regístrese, notifíquese.
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