DEL CONFLICTO AL ACUERDO: LOS BOLIVIANOS FRENTE A LA CRISIS PAPEP BOLIVIA MARZO 2009 El análisis y las recomendaciones políticas de este documento no reflejan necesariamente las opiniones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, de su Junta Ejecutiva ni de sus Estados Miembros. Se trata de un documento independiente preparado por encargo del PNUD. DEL CONFLICTO AL ACUERDO: LOS BOLIVIANOS FRENTE A LA CRISIS1 PAPEP Bolivia. Marzo de 2009 El hecho de que la sociedad boliviana sea conflictiva ¿es una característica negativa? La respuesta quizás deba darla cada lector desde su perspectiva y quizás incluso hilar más fino, y asignar una valoración positiva o negativa –si cabe- a cada conflicto. Es posible también atribuir esta característica a la persistencia en el país de graves problemas de inequidad y de exclusión social, y a la debilidad histórica de las instituciones estatales. Frente a los ciudadanos de otros países de la región, es evidente que los bolivianos tienen una mayor propensión a participar activamente en las decisiones políticas o sociales que les conciernen. Aún más, es particularmente fuerte su involucramiento en movilizaciones activas, manifestaciones callejeras o acciones de hecho (como bloqueos o huelgas). Se hacen muy evidentes en nuestro país las dificultades de las estructuras político-institucionales para procesar y gestionar los naturales conflictos que surgen en una sociedad diversa y compleja. De ahí quizás viene la sostenida demanda por reformas y cambios profundos en estas estructuras. Bolivia es entonces un país con alta intensidad de conflictos políticos y sociales, y esto no parecer solo un rasgo de los últimos años. Una estadística histórica de los eventos conflictivos, realizada por la institución cochabambina CERES, muestra que en los últimos 38 años se han generado un promedio de 28 conflictos nuevos por mes, lo que equivale a cerca de 336 conflictos por año. Esto significaría que el Estado en todos sus niveles estaría gestionando, aproximadamente, un nuevo conflicto cada día desde hace cuatro décadas. 1 Elaborado para LA PRENSA por Armando Ortuño y Francisco Canedo. Contrariamente a lo que podría suponerse, la ola de democratización en los países de América Latina iniciada en los ´80 no redujo la conflictividad. La ampliación y el respeto de los derechos políticos y constitucionales trajeron consigo mayores espacios para la participación y diversas formas de expresión social, siendo el sufragio sólo una de ellas. Desde el inicio de la democracia, el promedio “normal” de conflictividad pasó de 20 –en dictaduraa 32 conflictos nuevos por mes. Pero esta conflictividad –tan propia de la democracia- no necesariamente indica si una gestión fue más o menos caótica, o si fue más o menos democrática o si fue más o menos popular. A partir de estos datos se puede pensar que el ciudadano boliviano estaría relativamente acostumbrado a situaciones de conflictividad intensa y de alta incertidumbre. Sin embargo en ciertos contextos se generan fuertes corrientes de opinión pública que demandan a los actores políticos la pacificación del país. Algo de esto paso en los difíciles días de septiembre y octubre de este año, en los cuales una gran mayoría de los bolivianos esperaban de los liderazgos políticos acciones enérgicas a favor de la pacificación del país. Sin desmerecer para nada el trabajo y voluntad de los actores políticos en el logro de los Acuerdos del Congreso que viabilizaron el proceso constituyente, también se podía percibir en el país una demanda popular que exigía tales acuerdos y una salida pacífica a la crisis. Igual que hay una historia política sobre la manera como se logro el acuerdo, también se debe reflexionar sobre los sentimientos y percepciones de millones de bolivianos que apostaron silenciosamente por una salida pacífica al conflicto. En parte los Acuerdos son también resultado de este espíritu. CONFLICTO, OPINIÓN PÚBLICA Y LA DEMANDA DE PACIFICACIÓN En promedio, la gestión del Presidente Morales ha tenido que enfrentar 39 nuevos conflictos por mes, con un rango que va desde 16 hasta más de 60 eventos por mes. Los picos de conflicto de esta gestión se han concentrado en momentos o sucesos relacionados con el proceso constituyente o las demandas autonómicas (octubre-noviembre 2006, abril-mayo 2007, octubrenoviembre 2007 y febrero-septiembre 2008). Pero la generación de nuevos conflictos por mes es sólo un lado de la medalla que explica la manera como la gente evalúa la coyuntura, el otro lado está dado por la percepción que se tiene sobre la cantidad e intensidad de los conflictos. Y es que no siempre hay correlación entre el número real de conflictos y la percepción pública: muchas veces la gente tiende a responder ante la pregunta sobre la cantidad de conflictos sociales existente en el país, tomando como referencia el grado de tensionamiento político-social del momento, lo que no necesariamente tiene que ver directamente con el número de conflictos. Muchas veces –al menos desde el 2007- esta percepción ha tenido que ver más bien con la fuerza y agresividad de los discursos de los diversos actores políticos, de ahí el papel central de los medios de comunicación en la manera como la gente percibe los conflictos y se preocupa sobre los mismos. En el mes en el que se inicia el Diálogo Nacional (septiembre) convergen estas dos caras de la medalla: la relacionada con la percepción y la que se refiere al número real de conflictos. En promedio desde el inicio del gobierno del Presidente Morales alrededor de un 37% de la población percibía que la cantidad de conflictos “era mayor” en relación al año pasado, en septiembre de este año, ese porcentaje casi se duplicó llegando a 71%. Algo parecido sucedió con el número real de conflictos, pues se pasó de un promedio de 39 a 59 conflictos nuevos. Este es un dato de la profundidad de las preocupaciones que empezaron a generalizarse en el país sobre el alcance de la crisis y sus efectos sobre la vida de cada uno de los bolivianos. La cantidad de conflictos y los acontecimientos violentos de septiembre, sin duda impactaron sobre las autoridades que decidieron iniciar un proceso largo y complejo de negociación y diálogo. Pero también impactaron a la opinión pública que empezó a apoyar posturas cada vez más “moderadas” frente a las propuestas polarizadas de muchos miembros del sistema político. Datos de encuestas afirman de forma contundente que los ciudadanos apuestan claramente por las salidas concertadas a los problemas del país. Muestra clara de ello es la existencia de un 97% de ciudadanos consultados que dijeron estar “muy de acuerdo o de acuerdo” con la frase “es importante que los bolivianos apoyemos el reinicio del diálogo” en septiembre de 2008. El pedido de reiniciar el diálogo y negociar hasta lograr un acuerdo parece muy asociada a un cansancio de la opinión pública de la situación de alta conflictividad que venía viviendo el país desde mediados del 2007, pero también a una cada vez más fuerte conciencia de que ni el Gobierno ni los Prefectos, por si solos, podían llevar a cabo sus respectivas visiones de transformación del estado. De hecho entre diciembre de 2007 y septiembre-octubre del 2008, el porcentaje de personas que apoyaban posiciones extremas sobre el proceso constituyente y autonómico disminuyó significativamente, ganando espacio las opciones conciliatorias. Mientras que en enero de 2008 menos de la mitad de los bolivianos (46%) consultados opinaban que el gobierno debía introducir “todas las observaciones necesarias al proyecto de Constitución para llegar a un acuerdo con los Prefectos”, en agosto de este año, ya eran casi seis de cada diez ciudadanos los que apoyan esta opción (58%). Algo muy parecido y todavía más fuerte pasaba en relación a los Estatutos Autonómicos: en enero de este año la mitad de los bolivianos opinaban que éstos debían “modificarse todo lo necesario para llegar a un acuerdo con el gobierno” (50%), ese porcentaje aumentó fuertemente en agosto en casi 20% (69%). Es particularmente interesante notar en qué medida se fue ampliando la predisposición en la población del Oriente del país a ceder aspectos de los Estatutos Autonómicos y, por otro lado, similar situación en la población del Occidente del país en relación al proyecto de Constitución. Las divergencias regionales parecían irse relativizando a medida que el conflicto aumentaba. Entre enero y agosto de este año, aumentó en 15% la población de Occidente que opinaba que deberían introducirse todos los cambios necesarios al proyecto de Constitución para llegar a un acuerdo con los prefectos; en ese mismo lapso de tiempo, la población del Oriente del país que estaba de acuerdo con modificar todo lo necesario de los Estatutos Autonómicos para llegar a un acuerdo con el gobierno pasó de 57% a 65%, es decir a dos tercios de la población de esa región. En buena medida, la población boliviana, de todas las regiones, ya estaba lista para el acuerdo incluso antes de que los actores políticos encararan este complejo proceso. Quizás este logro solo fue posible en la medida que sociedad y actores políticos terminaron por compatibilizar sus demandas y buscar salidas dialogadas al “laberinto de tensiones irresueltas” en las cuales el país se debatía desde inicios del 2008. LA VALORACIÓN DEL ACUERDO DESDE LA OPINIÓN PÚBLICA Si bien la gran mayoría de los bolivianos estamos de acuerdo con el diálogo y con la generación de pactos que pacifiquen el país y nos conduzcan de forma más ordenada hacia la transformación del Estado, la valoración que se hace de los resultados del acuerdo de Cochabamba y del Congreso es matizada. Del total de los ciudadanos urbanos consultados en una reciente encuesta (ver ficha técnica de esta encuesta), la mitad dicen estar satisfechos con los resultados del acuerdo, 15% tiene una posición neutral al respecto y tres de cada diez están insatisfechos. Estas tres valoraciones tienen importantes variaciones según la ciudad donde se realiza la consulta: mientras en la ciudad de La Paz sólo el 17% dice estar insatisfecha con el acuerdo y seis de cada diez paceños dicen estar satisfechos, en Tarija esta relación es muy distinta, pues sólo 23% de los tarijeños se dicen satisfechos con el acurdo y un 45% dicen estar insatisfechos, finalmente, la tasa de tarijeños que tienen una percepción neutral sobre el acuerdo, es decir que no están ni satisfechos ni insatisfechos, llega a 25%. La región occidental del país aparece como la más satisfecha con los acuerdos, seguida por la región de los valles que se encuentra dividida casi en las mismas proporciones entre insatisfechos (36%), satisfechos (37%) y ni satisfechos ni insatisfechos (21%). Y finalmente la región oriental del país parecería estar mayoritariamente insatisfecha con los resultados del acuerdo. Algo similar sucede con las opiniones sobre las modificaciones que se hicieron al proyecto de Constitución aprobada en Oruro ya que, si bien una mayoría absoluta de los bolivianos están de acuerdo con las modificaciones (56%), casi un tercio dice estar en desacuerdo (31%). Al igual que con la satisfacción con el Acuerdo, la valoración que se hace sobre las modificaciones que se introdujeron en el Proyecto de CPE varían según el departamento y la región donde se hace la consulta. La población de Tarija y Santa Cruz aparece mayoritariamente en desacuerdo con las modificaciones introducidas (45% y 48% respectivamente), en tanto, la población sucrense se encuentra dividida entre quienes están de acuerdo (40%) y quienes no (40%). Sin embargo, las poblaciones de Trinidad (54%), Cobija (59%), Cochabamba (55%), La Paz (70%), El Alto (85%), Oruro (59%) y Potosí (65%) se muestran claramente favorables a la modificación del proyecto de Constitución. De los datos anteriormente descritos puede extraerse la siguiente conclusión: más allá de los matices departamentales, tanto territorialmente como en número absoluto de encuestados una sólida mayoría de los bolivianos se manifiesta de acuerdo con las modificaciones realizadas al texto Constitucional. Si bien existe un mayor escepticismo en algunas regiones, incluso en Tarija y Santa Cruz alrededor de un tercio de los encuestados dicen estar de “acuerdo” con las modificaciones (33% y 36% respectivamente). Finalmente, tan consistente como el dato anterior es la aprobación de los bolivianos a la convocatoria a un referéndum para aprobar o rechazar el proyecto de Constitución en Enero del próximo año. Dos tercios de los ciudadanos consultados (66%) aprueba la convocatoria a referéndum y sólo una cuarta parte de los bolivianos desaprueba la convocatoria. Si bien también en este caso existen matices departamentales, queda muy claro que en todos los departamentos del país, más allá de las regiones y más allá del nivel socioeconómico de los consultados, es mayoritaria la aprobación a la convocatoria a referéndum constituyente. Y es que con este hito parece cerrarse una etapa de 18 años de luchas sociales pero también de conflictos, y que ha generado grandes y encendidos debates. Es interesante notar que incluso parte de los opositores a los acuerdos parecen de todas maneras apoyar la realización del referéndum, quizás entendiendo que más allá de las opiniones legítimas de unos y otros, la vía electoral y el diálogo es la opción para avanzar en la resolución de los problemas nacionales en paz. En síntesis la convocatoria a un referéndum constituyente, más allá de los resultados electorales, parece cerrar y a la vez abrir una nueva etapa de la historia nacional desde el punto de vista de los bolivianos. FICHA TECNICA DE LA ENCUESTA La encuesta sobre la valoración del Acuerdo Nacional fue realizada entre el 27 de Octubre y el 5 de Noviembre de 2008, en nueve ciudades capital y en El Alto a una muestra de 2310 personas (hombres y mujeres) mayores de 18 años. Los resultados totales de la encuesta tienen un margen de error de +/- 2,03%. La encuesta fue realizada por la empresa EQUIPOS MORI por encargo del PNUD/PAPEP.