Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique -Página 1

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Coplas a la muerte de su padre
Jorge Manrique
COPLAS A LA MUERTE DE SU PADRE JORGE MANRIQUE
I
Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquier tiempo pasado
fue mejor.
II
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de pasar
por tal manera.
III
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
INVOCACIÓN
Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores.
A Aquél sólo me encomiendo,
Aquél sólo invoco yo
de verdad,
que en este mundo viviendo,
el mundo no conoció
su deidad.
V
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos,
descansamos.
IV
VI
Este mundo bueno fue
si bien usásemos de él
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquél
que atendemos.
Aun aquel hijo de Dios
para subirnos al cielo
descendió
a nacer acá entre nos, (nosotros)
y a vivir en este suelo
do murió. (donde)
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Coplas a la muerte de su padre
Jorge Manrique
VII
Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdemos.
De ellas deshace la edad,
de ellas casos desastrados
que acaecen,
de ellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallecen.
VIII
Decidme: La hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas e ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega el arrabal
de senectud.
IX
Pues la sangre de los godos,
y el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías y modos
se pierde su gran alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
por cuán bajos e abatidos
que los tienen;
otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.
X
Los estados y riqueza,
que nos dejan a deshora
¿quién lo duda?,
no les pidamos firmeza
pues que son de una señora;
que se muda,
que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa.
XI
Pero digo que acompañen
y lleguen hasta la huesa
con su dueño:
por eso no nos engañen,
pues se va la vida aprisa
como sueño,
y los deleites de acá
son, en que nos deleitamos,
temporales,
y los tormentos de allá,
que por ellos esperamos,
eternales.
XII
Los placeres e dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
non son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos.
No mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño (desde que)
y queremos dar la vuelta
no hay lugar.
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Coplas a la muerte de su padre
Jorge Manrique
XIII
Si fuese en nuestro poder
hacer la cara hermosa
corporal,
como podemos hacer
el alma tan glorïosa
angelical,
¡qué diligencia tan viva
tuviéramos toda hora
y tan presta,
en componer la cativa, (cara)
dejándonos la señora (alma)
descompuesta!
XIV
Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así, que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.
XV
XVI
Dejemos a los troyanos,
que sus males no los vimos,
ni sus glorias;
dejemos a los romanos,
aunque oímos y leímos
sus historias;
no curemos de saber
lo de aquel siglo pasado
qué fue de ello;
vengamos a lo de ayer,
que también es olvidado
como aquello.
¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué de tanta invención
como trajeron?
¿Fueron sino devaneos,
qué fueron sino verduras
de las eras,
las justas e los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras?
XVII
¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados e vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?
XVIII
Pues el otro, su heredero
don Enrique, ¡qué poderes
alcanzaba!
¡Cuán blando, cuán halaguero
el mundo con sus placeres
se le daba!
Mas verás cuán enemigo,
cuán contrario, cuán cruel
se le mostró;
habiéndole sido amigo,
¡cuán poco duró con él
lo que le dio!
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Coplas a la muerte de su padre
Jorge Manrique
XIX
Las dádivas desmedidas,
los edificios reales
llenos de oro,
las vajillas tan fabridas
los enriques e reales
del tesoro,
los jaeces, los caballos
de sus gentes e atavíos
tan sobrados
¿dónde iremos a buscallos?;
¿qué fueron sino rocíos
de los prados?
XX
Pues su hermano el inocente
que en su vida sucesor
se llamó
¡qué corte tan excelente
tuvo, e cuánto gran señor
le siguió!
Mas, como fuese mortal,
metióle la Muerte luego
en su fragua.
¡Oh jüicio divinal!,
cuando más ardía el fuego,
echaste agua.
XXI
Pues aquel gran Condestable,
maestre que conocimos
tan privado,
no cumple que de él se hable,
mas sólo como lo vimos
degollado.
Sus infinitos tesoros,
sus villas e sus lugares,
su mandar,
¿qué le fueron sino lloros?,
¿qué fueron sino pesares
al dejar?
XXII
E los otros dos hermanos,
maestres tan prosperados
como reyes,
que a los grandes e medianos
trajeron tan sojuzgados
a sus leyes;
aquella prosperidad
que en tan alto fue subida
y ensalzada,
¿qué fue sino claridad
que cuando más encendida
fue amatada?
XXIII
Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes
y varones
como vimos tan potentes,
di, Muerte, ¿dó los escondes,
e traspones?
E las sus claras hazañas
que hicieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerza, las entierras
e deshaces.
XXIV
Las huestes innumerables,
los pendones, estandartes
y banderas,
los castillos inexpugnables,
los muros y balüartes
y barreras,
la cava honda, chapada,
o cualquier otro reparo,
¿qué aprovecha?
Cuando tú vienes airada,
todo lo pasas de claro
con tu flecha.
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Coplas a la muerte de su padre
Jorge Manrique
XXV
Aquel de buenos abrigo,
amado, por virtuoso,
de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
y tan valiente;
sus hechos grandes y claros
no cumple que los alabe,
pues los vieron;
ni los quiero hacer caros,
pues que el mundo todo sabe
cuáles fueron.
XXVI
Amigo de sus amigos,
¡qué señor para criados
y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué maestro de esforzados
y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Qué benigno a los sujetos!
¡A los bravos e dañosos,
qué león!
XXVII
En ventura, Octavïano;
Julio César en vencer
y batallar;
en la virtud, Africano;
Aníbal en el saber
y trabajar;
en la bondad, un Trajano;
Tito en liberalidad
con alegría;
en su brazo, Aureliano;
Marco Atilio en la verdad
que prometía.
XXVIII
Antoño Pío en clemencia;
Marco Aurelio en igualdad
del semblante;
Adriano en la elocuencia;
Teodosio en humanidad
y buen talante.
Aurelio Alexandre fue
en disciplina e rigor
de la guerra;
un Constantino en la fe,
Camilo en el gran amor
de su tierra.
XXIX
No dejó grandes tesoros,
ni alcanzó muchas riquezas
ni vajillas;
mas hizo guerra a los moros
ganando sus fortalezas
y sus villas;
y en las lides que venció,
cuántos moros e caballos
se perdieron;
y en este oficio ganó
las rentas y los vasallos
que le dieron.
XXX
Pues por su honra y estado,
en otros tiempos pasados
¿cómo se hubo?
Quedando desamparado,
con hermanos e criados
se sostuvo.
Después que hechos famosos
hizo en esta misma guerra
que hacía,
hizo tratos tan honrosos
que le dieron aun más tierra
que tenía.
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Coplas a la muerte de su padre
Jorge Manrique
XXXI
Estas sus viejas historias
que con su brazo pintó
en juventud,
con otras nuevas victorias
ahora las renovó
en senectud.
Por su gran habilidad,
por méritos y ancianía
bien gastada,
alcanzó la dignidad
de la gran Caballería
del Espada.
XXXII
Y sus villas e sus tierras,
ocupadas de tiranos
las halló;
mas por cercos y por guerras
y por fuerza de sus manos
las cobró.
Pues nuestro rey natural,
si de las obras que obró
fue servido,
dígalo el de Portugal,
y, en Castilla, quien siguió
su partido.
XXXIII
Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero;
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la Muerte a llamar
a su puerta,
XXXIV
diciendo: "Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero
muestre su esfuerzo famoso
en este trago;
y pues de vida y salud
hicisteis tan poca cuenta
por la fama;
esfuércese la virtud
para sufrir esta afrenta
que os llama."
XXXV
"Non se vos haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
de la fama glorïosa
acá dejáis.
Aunque esta vida de honor
tampoco (non) es eternal
ni verdadera;
mas, con todo, es muy mejor
que la otra temporal,
perecedera."
XXXVI
"El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida delectable
donde moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros."
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Coplas a la muerte de su padre
XXXVII
[Responde el Maestre:]
XXXVIII
"Y pues vos, claro varón,
tanta sangre derramasteis
de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganasteis
por las manos;
y con esta confianza
y con la fe tan entera
que tenéis,
partid con buena esperanza,
que esta otra vida tercera
ganaréis."
[Del maestre a Jesús]
Jorge Manrique
"Non tengamos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara e pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera,
es locura."
XXXIX
"Tú que, por nuestra maldad,
tomaste forma servil
e bajo nombre;
Tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre;
Tú, que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merecimientos,
mas por tu sola clemencia
me perdona". (perdóname)
FIN XL
Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien gela dio
(el cual la ponga en el cielo
en su gloria),
que aunque la vida perdió,
dejónos harto consuelo
su memoria.
(se la)
Jorge Manrique, 1477
COMENTARIO
La celebridad de Las Coplas se debe principalmente a que el poeta optó por la
expresión sencilla, dando una sensación de intimidad, de melancólica serenidad.
Prescinde del énfasis grandilocuente de la retórica y consigue un perfecto acoplamiento
entre la trascendencia del tema y la levedad de los versos de arte menor.
La forma estrófica de Las Coplas se adapta con flexibilidad musical a la fluidez de
las ideas, como un ritmo de campana funeral que voltea con el mismo compás desde la
primera hasta la última estrofa.
El arte no consiste en el tema (poema elegíaco de amor filial), sino en el
tratamiento del mismo. La sobriedad y elegancia lo convierten en un poema intemporal
que no envejece nunca. Frente a los aparatosos plantos eruditos de su época, busca la
expresión más sencilla; elude el efectismo macabro y la crispación de las danzas de la
muerte; olvida a griegos y romanos y evoca un pasado inmediato, que los lectores de su
época pueden recordar y que todavía los conmueve.
En su época la consideraban una obra moral y ascética. Las tres partes del poema
tienden a una cumbre filosófico-moral, didáctico-moral propia de la Edad Media:
demostrar cuán transitorios son los bienes de este mundo e, indirectamente, hacer que
estos sean menospreciados para que triunfe el bien eterno de la vida verdadera para el
cristiano, la vida eterna, de modo que la muerte es el pórtico de la inmortalidad.
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Coplas a la muerte de su padre
Jorge Manrique
PRIMERA PARTE
COPLA I: Recuerde al alma dormida…
El autor nos exhorta a que advirtamos lo fugaz y perecedero de toda vida temporal,
planteado el tema en un plano universal.
El tono exhortativo del poema aparece en los imperativos de los dos primeros
versos (Recuerde…avive… despierte) y continúa en las estrofas siguientes. Los siete
versos siguientes son una declaración expositiva. Termina la copla con una declaración
doctrinal y sentenciosa, que es como el colofón de su intencionalidad exhortativa (son los
tres versos finales).
A través de la anáfora nos invita a reflexionar sobre cuatro realidades:
1. la vida pasa;
2. viene la muerte callando, sin avisarnos;
3. el placer pasa;
4. cuando nos damos cuenta es tarde y creemos que el pasado fue mejor.
Emplea el tono exhortativo y exclamativo, el paralelismo y la anáfora, la
similicadencia al aparecer dos gerundios para trasmitir el aspecto durativo del presente. A
lo largo de la estrofa aparece la antítesis, al referirse a dualidades como
dormida/despierte, vida/muerte y placer/dolor.
COPLA II: Pues si vemos lo presente…
El tema es el desengaño del tiempo. Es inútil que el hombre deposite su confianza
en el tiempo; igual que pasa rápido el presente, igual pasará el futuro. Nada va a perdurar.
En cuanto a los recursos, emplea la exageración al considerar el futuro por ya pasado (vv.
5-6). Insiste en la negación con la epanadiplosis (v. 7). El tono exhortativo a los lectores
aparece aquí con la 2ª persona del plural.
COPLA III: Nuestras vidas son los ríos…
Comienza con una metáfora de origen bíblico (v.1) a partir de la que desarrolla una
alegoría. También aparece la anáfora y el paralelismo que contribuyen a destacar la idea
central de la copla. El poeta incorpora un motivo muy arraigado en la tradición literaria
medieval: el poder igualatorio de la muerte, pero con un tratamiento distinto al de las
Danzas macabras medievales.
Término real A
Imagen B
vidas
ríos
morir
mar
los que viven por sus manos
ríos medianos y chicos
y los ricos
ríos caudales
(Aunque hay que señalar que invierte el orden de presentación de ambos términos)
En esta copla se perfila ya la actitud de serena aceptación con la que don Rodrigo,
al final de la elegía, se enfrenta a la muerte.
COPLA IV: Dejo las invocaciones…
Los poetas del siglo XV que sienten gran admiración por los poetas de la
Antigüedad Clásica, recurren con frecuencia al tópico de invocar a las musas en busca de
su inspiración para su quehacer poético. Manrique renuncia a este recurso, por tener
efectos negativos, porque esconde veneno (yerbas secretas es una metáfora). En la
segunda sextilla manifiesta el deseo de impregnar la obra de un espíritu cristiano. Se
encomienda a Jesús (con la anáfora de los vv. 7-8), que vivió en este mundo, pero el
mundo no reconoció su divinidad y lo crucificó.
COPLA V: Este mundo es el camino…
Se inicia con esta estrofa el tema del menosprecio del mundo (De contemptu
mundi) propio del ascetismo cristiano y opuesto al vitalismo del Arcipreste (Libro de
Buen amor) o al Carpe diem renacentista.
Aparecen aquí otra vez la alegoría (el camino, andar la jornada sin errar), el
paralelismo (vv. 7-8) y la similicadencia (en el uso de la 2ª persona del plural)
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Coplas a la muerte de su padre
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Manrique no niega la vida, sino que plantea una serena aceptación de la muerte.
La vida eterna es el descanso tras este “valle de lágrimas”. Las coplas V, VI y VII ofrecen
una valoración del mundo según la doctrina cristiana.
COPLA VI: Este mundo bueno fue…
De la moralidad de nuestros actos depende que ganemos la inmortalidad, la vida
eterna. Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve,
para redimirnos del pecado.
COPLA VII: Ved de cuán poco valor…
Resta importancia a los bienes materiales; los placeres de este mundo traidor son
fugaces: la edad, la mala fortuna, nos los arrebatan. Continúa con el tono exhortativo
(imperativo y 2ª persona del plural) y el uso de la anáfora.
El mundo y sus cosas fallan por la acción inevitable del tiempo que los deshace, a
causa de la fortuna por la que casos desastrosos acaecen y por la acción de la muerte que,
como guadaña del tiempo, hace que todo desfallezca. La copla VIII desarrolla la acción del
tiempo; las dos siguientes, la de la fortuna; y las coplas XI-XIV, la de la muerte.
COPLA VIII: Decidme: la hermosura…
Se refiere al tópico del menosprecio del mundo, la caducidad de lo mundano. El
tiempo destruye la belleza y la fuerza de la juventud. Esta idea la expresa con los
siguientes recursos: polisíndeton (vv. 2-3, 7-8), interrogación retórica (que tan empleada
será en la segunda parte) y el tono exhortativo. Se produce un marcado contraste entre
juventud/senectud, ligereza/graveza (antítesis).
COPLAS IX-XIV
En estas estrofas enumera el poeta los bienes mentirosos que ciegan al hombre y lo
apartan del camino de la salvación:
- Copla IX: el linaje
- Copla X: la riqueza. Habla aquí de la inestabilidad de Fortuna, de la que nos
presenta una alegoría: una señora que continuamente se muda y gira
presurosa su rueda. En cuanto a los recursos, en las coplas IX y X se emplean
las tres modalidades, exclamativa, interrogativa y enunciativa, para expresar la
fugacidad de los bienes mentirosos.
- Copla XI: Los deleites de este mundo son fugaces, en contraste con los
tormentos eternos del infierno). En esta copla emplea el símil de la vida como
un sueño que pasa rápido. Destaca la antítesis (deleites/tormentos,
terrenales/eternales).
- Copla XII: Los placeres terrenales son como centinelas o guardias camuflados
(corredores) que preparan una emboscada, y la muerte es la celada en la que
caemos. Se construye sobre una imagen épica de la muerte. Cuando nos damos
cuenta, no podemos volver atrás.
- Copla XIII: No importa la belleza del rostro, sino la del alma con la que
ganamos la vida eterna. La cativa es la cara carnal, mala; la señora es el alma
angelical, gloriosa (contraste).
- Copla XIV: Otra vez aparece el poder igualitario de la muerte, que trata igual a
reyes que a pobres pastores.
En esta primera parte de Las Coplas, el autor ha hecho unas consideraciones sobre
la muerte y la inmortalidad y ha insistido en el menosprecio de los valores mundanales,
puesto que son fugaces, debido a la acción destructora del tiempo, la fortuna y la muerte.
Como decía en la Copla II, el presente huye veloz, el tiempo es una puñalada a nuestras
esperanzas (en un punto se es ido). Nada de esperanzas en el presente ¿Y en el futuro?
Tampoco. El juicio del sabio es dar lo no venido por pasado. Manrique hace que nos
desengañemos, nos destruye las esperanzas en el tiempo, y sólo quedarán, cambiada la
escala de valores, las realidades eternas. Todo lo demás ha de pasar por tal manera.
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SEGUNDA PARTE
El poeta evidencia con ejemplos concretos lo dicho anteriormente; pero evoca a
ilustres contemporáneos españoles, y no a sombras desvaídas perdidas en la lejanía
(Copla XV: Dejemos a los troyanos / que sus males no los vimos… Dejemos a los
romanos… Vengamos a lo de ayer…). Emplea sugerentes interrogaciones retóricas cuyas
respuestas implícitas son negaciones dolorosas edificadas con el tópico clásico “Ubi sunt
qui ante nos in mundo fuere?”
En estas preguntas sin respuesta (¿qué se hizo…?, ¿qué fue de…?, ¿dónde
están…?) se percibe, tras la melancólica lamentación sobre el pasado, la sensación
estremecida de lo inmediato, de esa realidad palpable como es la pérdida de algo que ha
pertenecido a su vida, algo reciente y recordado aún. El pasar acelerado del tiempo está
reproducido en el correr de tanto y tanto nombre en estas coplas. Pero el efecto máximo
de este esquema se da cuando no se contesta a la pregunta de modo explícito (es pregunta
retórica), y la respuesta queda sobreentendida en el silencio. Es la muerte, la indecible, la
causante de todo.
A continuación (coplas XV a XXIV) van a “pasar” todos los grandes y sus
grandezas: desfilan, pasan y mueren.
Los personajes seleccionados corresponden a:
- los años comprendidos entre 1406 a 1446 (subida al trono de Juan II y muerte
de don Rodrigo Manrique);
- reino de Castilla;
- siete nombres.
El efecto conseguido a través de esta reducción es el acercamiento espaciotemporal de los personajes a los que dedica estas mínimas elegías. Así la poesía alcanza la
veracidad realista y conmueve a sus contemporáneos.
El rey don Juan II (copla XVI), los Infantes de Aragón, don Enrique IV (copla
XVIII), su hermano el inocente, que de no haber muerto en la adolescencia, hubiera
llegado a ser Alfonso XII (copla XX), aquel gran condestable don Álvaro de Luna (copla
XXI), los otros dos hermanos maestres de la familia Pacheco (copla XXII) y don Rodrigo
Manrique (copla XXV).
A esta lista se ha dado en llamar la lista de la fugacidad y el desengaño, para
contraponerla a la lista de la permanencia y del panegírico, que aparece en las estrofas
XXVII y XXVIII. Se trata de la dialéctica temporalidad/eternidad.
Para recalcar la fugacidad de lo mundano, el poeta insiste también en la morosa
presentación de tanta sensualidad como ha de perecer y, por eso, estas estrofas nos dan la
sensación de un oasis, porque el tiempo, la muerte y la fortuna destruirán los bienes de
este mundo.
En las coplas XVI y XVII se recoge la actuación del tiempo con la fórmula
interrogativa y anafórica del Ubi sunt? En ellas se evoca la vida social del momento: la
primera de ellas está dedicada al mundo varonil; la otra, al mundo femenino, al ambiente
cortés, destacando lo sensorial (vista, olfato, gusto y tacto) de una corte fastuosa y
turbulenta. La intención del poeta es clara: tanta sensualidad y felicidad fue fugaz como la
verdura se seca en las eras cada año.
Del reinado de Enrique IV de Castilla destaca el despilfarro económico y militar,
las dádivas desmedidas, los palacios llenos de oro, los lujosos atavíos de los escuadrones…
Y cuando el rey se ve en la cima de su poderío y felicidad todo desaparece y se derrumba
sin dejar rastro, como el rocío de la mañana.
Continúa la lista de la ejemplaridad de la fugacidad y el desengaño con la
presentación, en las estrofas XX y XXI de dos ilustres hombres en los que actúa la
muerte para tronchar sus ilusiones: el Príncipe don Alfonso (el hermano inocente del Rey
Enrique IV del que habló antes) y el condestable don Álvaro de Luna, uno de los grandes
adversarios de la familia de los Manrique.
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Coplas a la muerte de su padre
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La actuación de la fortuna sobre los bienes mundanales fugaces se describe en las
estrofas XXI y XXII. El poeta elude el nombre propio de los otros dos hermanos.
En las coplas XXIII y XXIV interrumpe la lista ejemplar de la fugacidad para
intercalar un pequeño canto a la muerte a base de una recopilación de las intuiciones,
sentimientos e ideas expuestas poco antes. Todas aquellas claras hazañas de personajes
tan importantes son ya lejanas, están desvaídas en el recuerdo, fueron desechas ante la
arrolladora acción de la muerte. En la XXIII se dirige a la muerte con el vocativo; aparece
la imagen de la muerte cruda, airada, que se ensaña.
Ahora todo adquiere carácter impersonal y universal (válida para todos). Los
castillos inexpugnables, los muros, baluartes, barreras, el foso recubierto de chapas de
metal para la defensa, todo el arsenal guerrero, son nada (¿qué aprovecha?) ante algo
aparentemente tan mínimo como la flecha de la muerte (XXIV).
El poema de las Coplas tiene una deliberada y rigurosa gradación: parte de
consideraciones abstractas filosóficas, históricas, hasta acontecimientos cercanos. Y
todavía eso es remoto. Vengamos a lo de ayer: a don Rodrigo Manrique, fallecido el 11 de
noviembre de 1476, en Ocaña, provincia de Toledo, a los setenta años de edad. El último
en esa lista, no cronológica, sino jerárquica, que hemos seguido paso a paso.
TERCERA PARTE
A partir de la copla XXIV el poeta abandona las consideraciones generales y se
centra en la figura del maestre don Rodrigo y en su actitud serena y ejemplar ante la
muerte. Esa aceptación se justifica en la conciencia de una vida bien empleada y en la
esperanza de una doble inmortalidad: la de la salvación eterna y la salvación terrena de la
fama.
Desde la estrofa XXV a la XXXIII tiene lugar el panegírico. Nuevamente con el
recurso de la anáfora comienza el poeta la explicación de las virtudes de su padre y en
estilo admirativo, siendo cada verso como una pequeña corona funeral. Los méritos que
en el poema se exhiben están ordenados en dos categorías: exposición de las virtudes
naturales y relación de sus hazañas. De este modo queda trazado el retrato moral de don
Rodrigo y el compendio de su conducta. Destaca la virtud de la amistad, el espíritu
combativo, el ingenio, simpatía, inteligencia, afabilidad para los fieles y agresividad para
los rebeldes. Es el arquetipo de caballero.
En las coplas XXVII y XXVIII aparece la lista del panegírico y de la permanencia
(frente a la otra lista de la 16-22): para enumerar las virtudes del maestre aporta el
ejemplo de grandes hombres ya clásicos. Igual que ellos, el maestre alcanza la vida de la
Fama.
Pasa luego el poeta a hablar de los hechos de su padre. Y lo hace en estilo
narrativo, más cercano al lector, recordándole hazañas que conoce por cercanas en el
tiempo. Pero tanta alabanza sobre la figura del padre será nada ante la presencia
devastadora de la muerte, que será igual para todos.
En la copla XXXIII aparece la muerte personificada (vino la muerte a llamar a su
puerta diciendo…), y así el hombre no se enfrenta con una idea vaga, sino con ella cara a
cara. Y dialoga con ella. La anáfora Después… indica que la muerte llega cuando el
maestre ha hecho todo lo posible en este mundo. Aparece la metáfora de la vida como un
tablero de ajedrez; alegóricamente, la muerte es un caballero que lo reta: ahora tiene que
ser derrotado en esta última batalla. Destaca su tono exhortativo.
Ha rechazado el autor la tradición macabra de las Danzas de la muerte. La muerte
habla de modo natural, sin espectacularidad, sin la truculenta teatralidad de las Danzas.
El poeta muestra su sentido cristiano al verla como inesquivable. Aparece como
deslizándose suave y persuasivamente. Se descarta el terror, porque para el hombre de fe,
la muerte es la puerta a la vida verdadera de la inmortalidad, la vida eterna. Es más: sin
muerte no se puede vivir. Por eso la muerte hace una desvalorización del mundo terrenal
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Coplas a la muerte de su padre
Jorge Manrique
de los halagos engañosos; para menguar este amargo trago, ofrece la valoración de lo
sobrenatural.
Hay tres formas de vida (XXXV): 1) la terrena, perecedera, la de los estados
mundanales; 2) la vida eterna, el vivir perdurable, la verdadera en plenitud, ganada con
rezos, trabajos y afliciones contra moros; 3) como rasgo renacentista, se introduce el
concepto de la fama: la vida de la fama gloriosa no es eternal ni verdadera, pero puede
pervivir en el recuerdo de los que sobreviven después de nuestra muerte (la llama el vivir
que es perdurable). Esta tercera vida, la fama, es una etapa transitoria entre la vida
terrenal y la eterna. Aquí el cristianismo se mezcla de paganismo. Nadie puede asegurar la
duración de esta vida de honor, pero es más larga que la terrena, aunque sin llegar a ser
eterna ni verdadera para el cristiano.
En la copla XXXVI Manrique entiende el honor no como un fin en sí mismo, sino
como un camino para conseguir esta otra vida. Las hazañas guerreras sirven para
conseguir el honor, pero también la vida eterna (guerra santa contra los moros).
El padre acepta la muerte con resignación cristiana. Él responde en la estrofa
XXXVIII, cortando la palabra a la Muerte. No sólo está conforme con la voluntad divina,
sino que es una aceptación hecha con agrado, con frescura de razón y sinceridad. Es el
pórtico de la vida eterna. La muerte es parte integradora de la vida, es el principio activo
de nuestra existencia, es la sublimación de la vida.
La estrofa XXXIX es una oración. Contiene tres exclamaciones a Jesucristo y una
petición. En la primera exclamación alude al gran misterio de la Encarnación de Dios
tomando forma servil de un ser humano; en la segunda, al otro gran misterio de las dos
naturalezas (la divina y la tan vil humana) en una sola persona en Cristo; y en la tercera
hace alusión al incomprensible misterio de la entrega sin resistencia a la crucifixión y
muerte. Acaba con la petición, no por sus méritos, sino por la clemencia de Cristo (signo
de humildad de su padre).
Con la estrofa final vuelve el tono narrativo, tras el diálogo. Destaca por su
sencillez y sereno realismo. Él, en el centro; alrededor, su mujer, hijos, hermanos y
criados. Ya murió, pero nos dejó harto consuelo su memoria. En efecto, la tesis del
poema era la mortalidad y el menosprecio de los bienes mundanales.
En conclusión, todo contribuye a la excelsa calidad lírica de las Coplas:
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la hondura de su tema en el que se condensan los principios fundamentales de
la filosofía cristiana;
su sobriedad expresiva, su llano lenguaje sin artificios;
su estrofa da un ritmo funeral con la marcha interrumpida del pie quebrado;
del sereno sentimiento de dolor por la muerte de un ser querido se eleva a
consideraciones de carácter universal.
Todo ello da al poema un valor perdurable.
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