“EN NOMBRE DE JESUCRISTO, ECHA A ANDAR”

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“EN NOMBRE DE JESUCRISTO, ECHA A ANDAR”
Lectio Divina
(Ventall, Abril 2004)
1. Lee
<<Pedro y Juan subían al templo a la hora de la oración, hacia las tres de la
tarde. Había allí un hombre paralítico de nacimiento, a quien todos los días
llevaban y colocaban junto a la puerta Hermosa del templo para pedir limosna
a los que entraban. Al ver que Pedro y Juan iban a entrar en el templo, les pidió
limosna. Pedro y Juan lo miraron fijamente y le dijeron: “Míranos”. Él los miró
esperando recibir algo de ellos. Pedro le dijo: “No tengo plata ni oro; pero te
doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar”. Y
tomándolo de la mano derecha, lo levantó. En el acto sus pies y sus tobillos se
fortalecieron, se puso en pie de un salto y comenzó a andar. Luego entró con
ellos en el templo por su propio pie, saltando y alabando a Dios. Todo el pueblo
lo vio andar y alabar a Dios. Al darse cuenta de que era el mismo que solía
estar sentado junto a la puerta Hermosa, para pedir limosna, se llenaron de
admiración y pasmo por lo que había sucedido. Como él no se separaba de
Pedro y de Juan, toda la gente, llena de asombro, se reunió alrededor de ellos
junto al pórtico de Salomón. Pedro, al ver esto, dijo al pueblo: “Israelitas, ¿por
qué os admiráis de este suceso? ¿Por qué nos miráis como si nosotros lo
hubiéramos hecho andar por nuestro propio poder o virtud. El Dios de
Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha manifestado la
gloria de su siervo Jesús al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato,
que pensaba ponerlo en libertad. Vosotros rechazasteis al Santo y al Justo;
pedisteis que se indultara a un asesino y matasteis al autor de la vida. Pero Dios
lo ha resucitado de entre los muertos y nosotros somos testigos de ello. Pues
bien, por creer en Jesús se le han fortalecido las piernas a este hombre a quien
veis y conocéis. La fe en Jesús lo ha curado totalmente en presencia de todos
vosotros”>>. (Hch 3, 1-16)
2. Comprende
Jesús había congregado al grupo de los Doce para acompañarle en su misión de
predicar el Reino y curar a los enfermos (cf. Mc 3, 14-19). La Iglesia de
Pentecostés continúa la misión de Jesús, uno de los signos de ello es la curación
de los paralíticos. Otro signo será el anuncio del evangelio. Con la fuerza del
Espíritu que los apóstoles recibieron en Pentecostés, Pedro y Juan realizan
ambos signos: la curación del paralítico (3, 1-11) y el anuncio del evangelio al
pueblo congregado (3, 12-26).
Jesús realizaba curaciones en base a la fuerza de su propia palabra. Pedro y Juan
son conscientes de su propia pobreza, y de que sólo el nombre de Jesús y la fe
que se ponga en él, tiene la fuerza suficiente para transformar completamente a
las personas: su cuerpo y su espíritu.
El nombre en la mentalidad bíblica no consiste sólo en un sonido capaz de
designar a las personas y a las cosas; el nombre expresa una entidad, contiene
aquello que expresa. Por ello la palabra de Dios tiene fuerza creadora: lo que
pronuncia, inmediatamente es (cf Gen 1). Así, en su nombre, Jesús resucitado se
hace presente; por ello, el nombre de Jesús reclama la misma fe que la persona
histórica de Jesús. Y la fe consiste en la adhesión total de la persona a Jesús y a
su mensaje. En el nombre y en la fe es posible el encuentro salvífico con el
Resucitado.
Pedro acentúa la unidad entre el AT y el NT: el Dios de Abrahán, de Isaac y de
Jacob...es quien ha resucitado a Jesús de entre los muertos...y, gracias a la fe,
Jesús ha curado a este hombre paralítico. Todo constituyo una única Historia de
Salvación, sin solución de continuidad: comenzando por la historia de los
patriarcas, pasando por el misterio pascual de Jesús, y acabando en esta persona
concreta que, abriéndose a la fe en Jesús, se ha visto transformada física y
espiritualmente.
3. Medita
Lee y relee el texto hasta meterte dentro de la escena: “como si presente te
hallares” (S. Ignacio). Hazte presente en la vida de Jesús y de sus discípulos,
para que el propio Jesús se haga presente en tu propia vida.
La escena se desarrolla en el marco del Templo. Los apóstoles acuden
asiduamente a rezar. Allí encuentran al paralítico, impedido de entrar por su
propio pie en el recinto sagrado. En la puerta del Santuario, por donde pasaban
cientos de peregrinos él se gana la vida. Pedro y Juan le aportan algo más: Luego
entró con ellos en el templo por su propio pie, saltando y alabando a Dios. Ya
tiene acceso al Santuario por si mismo, y su vida se convierte en una alabanza a
Dios.
Junto con el paralítico eran muchos los pobres, ciegos e inválidos que se
acercaban al Templo para conseguir la limosna de los peregrinos. Ellos son la
expresión de los marginados: de aquellos a quienes la vida ha convertido en
dependientes de los demás; no son autónomos ni dueños de su propia historia. El
flujo de la sociedad los ha colocado al margen. Y ellos han pactado con esa
situación, y la han convertido en un estilo propio de vida: vivir de la limosna y
de las migajas que les lanza la sociedad.
La aportación de los apóstoles va más allá de un medio de subsistencia: No
tengo plata ni oro...Lo que le ofrece Pedro es una regeneración total de su vida:
En nombre de Jesucristo Nazareno, echa andar. La riqueza de los apóstoles es la
persona del Resucitado. En la medida que la persona necesitada se abre al
Resucitado y se adhiere a él su vida se transforma. No sólo se transforma su
mentalidad o su estilo de vida, en la época apostólica, en pleno entusiasmo
religioso, incluso se producen transformaciones físicas: los cojos andan, los
ciegos ven, a los pobres se les anuncia el evangelio (Lc 7, 22).
Todo eso no pasa desapercibido al pueblo: el que cada día estaba sentado a un
lado de la puerta, ahora ha cruzado el umbral, saltando y alabando a Dios por su
curación. Extrañados y maravillados corren hacia él. La gente no se lo acaba de
creer, pero entonces surge una pregunta: si no creen que Dios es capaz de
cambiar y curar a las personas, entonces ¿a qué van al Templo? ¿para qué le
rezan a Dios?
Pedro los interpela: ¿por qué os admiráis? ¿Pensáis que lo hemos curado con
nuestras propias fuerzas, con nuestros medios humanos? ¡Os equivocáis¡ Ha sido
la fuerza de eso hombre que rechazasteis y que pensáis que está muerto; ha
resucitado y continúa vivo y eficaz entre vosotros, prueba de ello es este hombre,
transformado en su nombre.
4. Contempla
Levantarse y caminar son dos verbos que en la tradición evangélica expresan el
seguimiento de Jesús, el hecho de salir de la propia situación, de hacerse
discípulos suyos y de compartir su destino. El paralítico se levanta y entra en el
Santuario caminando con los apóstoles: pasa a ser condiscípulo suyo y a
compartir su destino, su camino, desde ahora, será el camino de la comunidad
apostólica de Jerusalén.
Contempla aquello que te mantiene paralítico y sin fuerzas en tu vida, aquello
que te mantiene de lado, junto a la puerta, aquello que te hace vivir de la limosna
ajena...
Contempla la transformación que Pedro te invita a hacer y que Jesús espera de ti.
Ponerse en camino...¿qué implica ello en tu vida?
Contempla tu misión apostólica. Tú también, como Pedro y Juan, estás llamado /
a llevar la salud y la salvación de Jesús a los que se encuentran al margen.
Contempla la fuerza del nombre de Jesús en tu vida y en la vida de las personas
que te rodean, y de aquellas a las que estás llamado a ir.
5. Da gracias
Expresa sencillamente ante Dios lo que has vivido durante este rato de lectio
divina.
Jordi Latorre SDB
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