LA ALEGRÍA DE LA NAVIDAD “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.” Isaías 7:14 Uno de los hombres que más ha influido en la historia de la humanidad ha sido Galileo Galilei. Era un sabio italiano que murió en 1642, hizo grandes descubrimientos sobre todo en la astronomía. Construyó el primer telescopio y vio las montañas de la luna y muchas estrellas de nuestra galaxia. Sin embargo, no pudo ver la más famosa de todas: La que brilló en Belén cuando nació Jesucristo, y que siguieron los magos de Oriente. Cuando la vieron, como nos cuenta el Evangelio, se llenaron “con muy grande gozo”. ¿Qué hay más importante que ver la luz de Cristo en nuestras vidas? Muchas vidas llenas de talentos, desperdiciadas en busca de la gloria personal, logrando grandes éxitos, pero vidas vacías, sin Dios y sin esperanza; ven el nacimiento de Cristo como cualquier otro día, pero es un día que marca la historia de la humanidad. Para nosotros el nacimiento de Cristo es un tiempo de gozo; hay muchas cosas que nos traen alegría, se rompe toda la monotonía y se transforma en un día muy especial. Los niños y los mayores se alegran, aunque por distintos motivos. Sin embargo, hay muchos que no descubren cuál es el mayor motivo para la alegría de la Navidad. Ese motivo es una persona, las promesas que se cumplieron en Él y las alabanzas que Él merece. 1.- ALEGRÍA POR UNA PROMESA ÚNICA. “...por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina...” 2ª Pedro 1:4 A todos nos gusta que nos hagan promesas. Pero, los demás y nosotros mismos, a veces rompemos esas promesas. No ocurre así con Dios. Él había prometido mandar un Salvador al mundo y lo cumplió en este glorioso día. La promesa era muy antigua pues ya figuraba en Génesis 3:15, cuando el hombre se rebeló contra Dios en el Edén. Todo el Antiguo Testamento es un registro de esas promesas. Lo dijo por medio de Moisés, de los profetas y de los salmos. Por eso, cuando leemos la historia del Mesías prometido, como dice Gálatas 4:4, Cristo vino en “el cumplimiento del tiempo”, en el momento adecuado, el lugar correcto, la cultura debida. No debemos avergonzarnos de ser como los niños que, cuando reciben el regalo prometido, salen gritando con su regalo nuevo. Porque al leer la historia navideña tenemos el gozo de saber que Dios nos ha dado el mejor regalo que la humanidad ha recibido: “Su Hijo Jesucristo”. Debemos aprender a sentir más entusiasmo ante estas promesas cumplidas. Por ellas, Navidad es un tiempo de gozo. Hoy es un día para ver las promesas de Dios cumplidas en nuestra vida. Declaremos promesas de salvación para nuestra vida y familia, promesas de sanidad, promesas de bendición, promesas de libertad. Tomemos un tiempo para compartir algunas promesas que encontramos en la Palabra de Dios. 2.- ALEGRÍA POR UNA PERSONA ÚNICA. “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos, amén.” Judas 1:24-25 No hay nadie comparable a Jesús. Él es el Salvador prometido, el Señor de señores y Rey de reyes, el Redentor, Emanuel (Dios con nosotros), el Príncipe de Paz, el Consejero admirable y muchos otros títulos que se le dan en las Escrituras. Fue único en Su nacimiento. En Isaías 7:14 se dice que nacería de una virgen, como realmente ocurrió (Lucas 1:35). Dios se hizo hombre en Jesucristo; fue “el verbo” que se hizo carne (Juan 1:1), “Dios fue manifestado en carne” (1ª Timoteo 3:16). Fue único en Su vida y testimonio. Nunca pecó. Tuvo una vida de completo servicio y ayuda al necesitado. Fue único en el hecho de Su muerte y resurrección. Murió por nuestros pecados y derramó Su sangre por nosotros. Venció la muerte y subió a los cielos. Fue Dios hecho hombre, pero ahora está a la diestra del Padre, intercediendo por nosotros. Es divino como el Padre es divino. Por eso el Apocalipsis le llama “el Alfa y la Omega”, “el Principio y el Fin”. El Maestro nos dejó toda una vida de enseñanzas dignas de ser imitadas. Jesús es una persona única, todo un ejemplo a seguir. Sus enseñanzas nos dan paz, libertad, salvación y una dirección para nuestra relación familiar y social. Seguirlo valdrá la pena y nunca nos arrepentiremos de tan sublime decisión. 3.- ALEGRÍA POR UNA ALABANZA ÚNICA. “Alabad al Señor desde los cielos; alabadle en las alturas. Alabadle, vosotros todos sus ángeles; alabadle, vosotros todos sus ejércitos.... alaben el nombre del Señor.” Salmo 148:1-5 En Hebreos 1:6 se exhorta a los ángeles a darle alabanza. Lo hicieron cuando acudieron en grandes huestes la noche de Su nacimiento. También los magos y los pastores acudieron a alabarle. Y al final de Su vida, Tomás le adoró como Señor y Dios cuando lo vió resucitado. Lo alabamos porque nos ha libertado, redimiéndonos del pecado por medio de Su sangre. En su tiempo, el pueblo judío sólo esperaba un libertador del yugo de los romanos, pero Jesús fue mucho más que eso. Él mismo declaró que había venido a liberar al hombre del pecado y la condenación. ¿Cómo no hemos de alabarle? Lo alabamos porque podemos servirle. Aunque seamos “vasos de barro”, siempre tendremos motivos para hacerlo y formas en las que nuestra vida será agradable a Él y provechosa para el mundo. Podemos ser personas llenas de agradecimiento porque un día la “Navidad” se manifestó en nuestras vidas, Jesucristo nació en nuestros corazones. Son días de “gran gozo”, es tiempo de compartir con otros que Jesús ha nacido. Tenemos, pues, muchos motivos para desear “¡Feliz Navidad!” a todos los que nos rodean. Agradezcamos a Dios, porque conocemos el VERADERO MOTIVO DE LA NAVIDAD: Que JESÚS vino al mundo para salvarnos.