Historia de los Relojes Instituto Ayelén Juanelo Turriano Turriano

Anuncio
Historia de los Relojes
INSTITUTO AYELÉN
Juanelo Turriano
Turriano, Juanelo (Giovanni Torriani de Cremona. 1500?-1585) vino a la península al
servicio de Carlos V. Tras la muerte del emperador continuó su actividad creadora a las
órdenes de Felipe II. Juanelo Turriano empezó a trabajar para Carlos V en calidad de
relojero y fabricante de mecanismos, al encargarle la ciudad de Milán un reloj planetario
para el emperador. Posteriormente acompañó a éste en su retiro del monasterio de Yuste,
donde construyó el famoso planetario de mecanismos visible conocido como “El
Cristalino”.
A mediados del siglo XVI y pese a varios intentos basados en las tecnologías más
vanguardistas la ciudad imperial seguía sin contar con un abastecimiento público de aguas.
Toledo necesitaba una máquina capaz de subir el agua del río Tajo hasta el pie del Alcázar
y desde allí distribuirla a toda la ciudad. Felipe II en 1565 encargó a Juanelo la
construcción de este ingenio mecánico que suministraba unos 17.000 litros de agua diarios
salvando importantes obstáculos y un desnivel de 90 metros entre el cauce del río Tajo
cerca del puente de Alcántara y una zona en el Alcázar.
El artificio causó sensación y ese mismo año visitaron la formidable máquina personajes
tan relevantes como don Juan de Austria. Hasta entonces sólo Augsburgo contaba con un
importante sistema de elevación de aguas, pero cuyo desnivel era menos de la mitad. Sin
embargo, la fama no trajo consigo la fortuna del artífice. En 1575 la ciudad seguía sin
haberle pagado lo convenido, escudándose en que los toledanos no disfrutaban del agua
elevada hasta el Alcázar, al quedar ésta para el exclusivo abastecimiento del palacio Real.
Con el fin de resolver el problema, Juanelo levantó nuevamente en 1581 un segundo
ingenio, construido adosado al primero y de características muy similares, para abastecer a
la ciudad. Pero tampoco entonces conseguiría cobrar las cantidades acordadas con los
administradores de la ciudad y moriría arruinado el 13 de Junio de 1585. Tras la muerte de
Juanelo, su nieto se ocupó del mantenimiento de los dos artificios hasta su fallecimiento en
1597. A partir de entonces, los ingenios funcionaban cada vez mayores dificultades,
quedando arruinados hacia mediados del siglo XVII y volviendo a recurrir, una vez más, la
ciudad a los clásicos aguadores que mediante borricos y cántaros subían y vendían agua del
río Tajo a las casas de Toledo. Con el paso del tiempo la fama de Juanelo se convirtió en
legendaria, atribuyéndole todo tipo de invenciones mecánicas y tratados como los célebres
manuscritos de los “Veintiún Libros de los Ingenios y Máquinas” recientemente editados
por la Fundación Juanelo. (Texto de Dagmar Mora-Figueroa e Ignacio González Tascón)
EL ARTIFICIO DE AZARQUIEL
En el transcurso del siglo XI la ciudad de Toledo era un centro astronómico renombrado.
Abu Isaq Ibrahim (Toledo 1029-Córdoba 1100), conocido con el sobrenombre de Azarquel
o Azarquiel por sus ojos azules (zarcos), era sin duda el más famoso Astrónomo de toda la
época hispanomusulmana. Hijo de cincelador era un hábil forjador de hierro y de metal, que
trabajaba confeccionando instrumentos astronómicos para los sabios musulmanes y judíos
de Toledo. La gran destreza que mostró en su fabricación, y su gran ingenio hizo que
pronto llegara a ser el maestro de los astrónomos para los que había trabajado. Vivió en
Toledo bajo el mandato del cadí Ibn Sa´id, que le protegió durante más de 20 años a cambio
de sus servicios. Dedicó treinta y siete años de su vida a la observación de los astros y de
los planetas, corrigió los errores cometidos por Hiparco y Tolomeo en sus famosas Tablas
Toledanas en las que utilizó procedimientos indios, como el uso de las Kargadas (arco
unidad), junto al seño, coseno y cotangente. Fue notable también su Almanaque de
Ammoonio, basado en el Almanaque Alejandrino del siglo III o IV, que permite a los
estudiosos tener acceso directo a las longitudes planetarias, sin necesidad de trabajar con
tablas astronómicas. Otros trabajos relevantes son Suma Referente al Movimiento del Sol
(donde deduce que la excentricidad solar ha variado desde la antigüedad), Tratado relativo
a las estrellas fijas (donde se describen los procedimientos para estudiar la posición de las
estrellas tomando el eje zodiacal Aries-Libra) , Influencia y figuras de los planetas (donde
recoge sus investigaciones sobre la influencia de los planetas sobre las personas), Tratado
sobre la Azafea (donde explica la teoría y el uso del instrumento de la azafea) y Tratado de
la Lámina de los Siete Planetas (que recoge la sencillez del sistema que permite conocer la
posición de los siete planetas con una sola lámina).
Pero si las investigaciones y los instrumentos astronómicos hicieron famoso a Azarquiel, su
nombre llegó a ser universal probablemente, por ser el creador de las famosas clepsidras o
relojes de agua. Se trataba de un maravilloso y sorprendente ingenio o artificio jamás
inventado mandado a construir por el edil en base a que oyese hablar de una figura en la
ciudad de Arin, en la India, donde la gente podía saber la hora del día y de la noche
mediante un mecanismo que señalaba las horas por medio de unas aspas.
"Azafea Zarqueliana".
El artificio de Azarquiel no sólo servía para que las gentes pudiese saber qué hora del día o
de la noche era sino que además pudieran calcular el día de la luna con suma precisión al
hacer de su ingenio un instrumento de regulación automática. Construyó dos grandes
estanques en una casa de las afueras de Toledo, a orillas del Tajo de tal manera que se
llenasen de agua o se vaciasen del todo según el creciente y menguante de la luna. Cuando
aparecía la luna nueva, por medio de unos conductos, empezaba a correr el agua en los
estanques de tal manera que al anochecer del día siguiente había la mitad de un séptimo
justo de agua. De esta manera iba aumentando el agua de los estanques, así de día como de
noche, a razón de la mitad de un séptimo por cada veinticuatro horas, hasta que al fin de la
semana se encontraban los estanques llenos a la mitad, y en la semana siguiente se veían
llenos del todo, hasta el punto de rebosar el agua. Luego desde la noche 15ª del mes, en que
la luna empezaba a decrecer, decrecía el agua del estanque, a razón también de la mitad de
un séptimo por cada día, y en el día veintinueve del mes quedaban del todo vacíos los
estanques.
Si durante el tiempo del aumento o descenso del agua, alguien extraía de ella, enseguida
brotaba nueva agua, de modo que no se alteraba la medida de la progresión de las aguas, y
lo mismo ocurría en el caso de que alguien aumentase el caudal del agua, pues la sobrante
se desalojaba ella misma. De modo que el artificio de Azarquiel superaba en maravilla al de
la ciudad de Arin, por cuanto en esa ciudad las noches y los días eran iguales.
Este artificio duró hasta el año 1133 en el que el Rey Alfonso X quiso conocer el
funcionamiento de su mecanismos y cómo se efectuaba la alimentación de sus aguas de la
mano de un astrónomo judío quien le convenció para descomponer una de las dos
clepsidras a fin de estudiar su artificio, mejorarlo y volverlo a montar. Pero luego no supo,
y quedó uno de los relojes inutilizado.
Además de todas las obras citadas, Azarquiel construyó un astrolabio en Toledo, y después
se trasladó a Córdoba donde continuó observando el cielo, e impartiendo su enseñanza
hasta el día de su fallecimiento fechado el 15 de octubre de 1100. Los científicos
perpetuaron el nombre del insigne astrónomo e ingeniero musulmán toledano y dieron su
nombre a un cerco de 108Km. De diámetro situado en el meridiano central de la luna.
Arriba
Descargar