Bola de Nieve, México y el Cardini Por: Rafael Lam* La Habana (PL).- Ignacio Villa, Bola de Nieve, hizo época en la década de 1960 en el restaurant Cardini Internacional de Ciudad México. Ya han pasado más de 45 años y todavía su nombre resuena entre los amantes de la música cubana en tierra azteca. Su primer viaje a México fue a Yucatán, e1 19 de enero de 1933, y se mantuvo en ese país hasta mediados de 1944. En México, su coterránea Rita Montaner lo bautizó como Bola de Nieve, "un gran favor que me hizo en mi vida. Desde entonces me tocó tener suerte, en esos días nací al teatro en México", recordaba. Cuando triunfa en el restaurante Cardini Internacional, ya habían transcurrido 32 años de aquel viaje inicial. Entonces era muy reconocido, especialmente por la intelectualidad y el mundo musical mexicano tan sensible al bolero de altura. El Cardini Internacional, conducido por el gerente Alex Cardini (hijo), estaba ubicado en la calle Morelos número 98 y era uno de los más rutilantes restaurantes de la capital mexicana. Según datos del investigador y periodista Ramón Fajardo Estrada, en 1965 contrataron a Bola para dos actuaciones diarias, de lunes a sábado. Lo reciben Gabriel Ruiz, Tata Nacho, el director de orquesta José Sabre Marroquín y otros intelectuales, "Vengo a devolverles el nombre que ustedes me han dado", dijo Bola a su llegada. La periodista María López Salas apunta que, como recibimiento al cantante cubano, llovían jarras de flores por todos lados, proveniente de los mejores restaurantes capitalinos. Ramón Flores, dueño de Los Violines de Fontana, envió todos los crisantemos de la ciudad. "Nunca imaginé que me hicieran tal recepción "-declaró el cubano-. Allí estaban también don Pepe de León, del Terraza Casino, y Nick Noyes, que poseía el restaurante hawaiano más bello que se conocía, el Mauna Loa. En el periódico cubano Revolución, una reseña detalla que ni una sola noche pudo quitar del repertorio la canción de Adolfo Guzmán "No puedo ser feliz". Los anuncios de Cardini por televisión iban acompañados de esta pieza, "el público con tanta insistencia me la pedía como otra de mi estreno en este viaje para ellos, "Adiós felicidad". Cuando interpretaba "No puedo ser feliz", el público se ponía de pie en el Cardini Internacional, le tributaba una estremecedora ovación y acto seguido llenaban el aire los Viva Cuba. Una espectadora emocionada le quita el reloj de oro a su esposo y, en gesto de profunda admiración, lo coloca en la muñeca del artista criollo. Muchas anécdotas se pueden contar alusivas al enorme cariño tributado en esa visita del cubano a México. "No vengo a cantar por dinero -afirmaba Bola- vengo por amor a este pueblo que tanto quiere a Cuba, y cuando uno siente amor por algo siempre lo consigue. Únicamente por amor se tienen las cosas y por amor es que creo conseguir que este público me quiera y me aplauda tanto y me venga a oír". La prensa mexicana lo cataloga como el Maurice Chevalier, el Paul Robeson o el Armstrong de Cuba: una institución insustituible, una sensibilidad al servicio de la más perfecta expresión musical, un artista que pertenece al mundo Diez semanas seguidas se mantuvo en el Cardini, que terminaron el 24 de enero de 1965. Recibió un homenaje de mariachis, le regalan flores en las trajineras y chinampas de los canales de Xochimilco y cada mañana, con la disciplina de un principiante, estudia un par de horas en el piano de la embajada cubana, donde da un recital para los funcionarios y también para intelectuales mexicanos invitados. Además, actúa en el Palacio de Bellas Artes, en los espacios televisivos Revolución Musical, Nescafé y Variedades Gerber Silvia, conducido por la actriz Silvia Pinal, quien le da la despedida en nombre de los artistas nacionales y de sus amigos, principalmente José Sabre Marroquín. A su regreso a la isla, Bola declara "Este viaje ha sido un sueño. La expresión más maravillosa de México. Todo México se volcó en mi trabajo. El público con mayor énfasis que nunca, como si fuera la primera vez que me escucharan. Vengo henchido de mexicanismo. Luego de un breve descanso, el 31 de mayo, el artista comparte un concierto con María Cervantes en el Museo Nacional de Bellas Artes. Un poco antes, vuelve a sus faenas en el Monseigneur hasta mediados de 1965, cuando se cierran sus puertas unos meses para someter a un total remozamiento el restaurante. Bajo estricto cuidado, se desarrolla el proceso de ambientación y decoración del inmueble. En agosto de 1968 regresó contratado nuevamente al Cardini Internacional, en cuya cartelera lo identifican como "la voz del alma". La prensa también cita su presencia en el Auditórium Municipal y en un acto que el 22 de septiembre se lleva a cabo en la Alameda Central, así como en Guadalajara y Mérida. Bola brilló en el Monseigneur en la década de 1960, fue estrella, junto a Rita Montaner en 1947 en Tropicana, la meca del cabaret de América, triunfó en numerosos países de Europa, especialmente en París; pero siempre guardaba en su recuerdo la admiración y las atenciones brindadas en el Cardini de México. Tanto es así que en la última conversación con el durante el concierto del 26 de julio de 1971, en el camerino del teatro Amadeo Roldán, mientras esperaba las 12 de la noche, hora en que se iniciaba la velada, me comentó: "en el Cardini me atendían a cuerpo de rey, me ponían un spot ligh rojo directo al piano. Me colocaban flores y asistía la crema y nata de la ciudad. Eso fue para mí, inolvidable y difícil de superar". Bola estaba muy contento porque en octubre realizaría una gira de 16 conciertos en Perú, donde le tributarían un homenaje y se encontraría con su amiga Chabuca Granda, "pero antes pasaré por mi querido México -me dijo- estaré algo más de 24 horas en mi querida capital, y allí me encontraré nuevamente con mi amigo del alma, el ingeniero Luis Medina y caminaremos, como siempre por la Zona Rosa". En la madrugada del 2 de octubre de 1971, falleció mientras dormía, en el país que tanto amó: "México es para mí lo más grande, aseguraba. Yo no sé vivir sin México, sin el tequila, sin el chile, sin las tortillas, sin José Sabre Marroquín, sin la Guera, sin Medina, sin lo que amo allá. "Yo no sé vivir sin eso. Hasta la revista Siempre me hace falta...Yo amo a Cuba. Yo soy lo que soy porque soy cubano. Pero cuando en Cuba nadie me conocía en México me aplaudían y me pagaban por cantar y tocar el piano. Y yo llenaba los lugares. El público mexicano me hizo. Allí me dieron el empujón hacia la cima". ag/rfl *Colaborador de Prensa Latina