EDITORIAL Una oportunidad para la unidad El capitalismo ha vuelto a entrar en crisis, una crisis tan grave como la que estalló en 1929 y de la que el régimen burgués sólo consiguió recuperarse por medio de la devastadora Segunda Guerra Mundial. Quieren desmovilizarnos, asegurando que lo peor ha pasado. Pero, de momento, el desempleo, la reducción de ingresos, los desahucios de viviendas, etc., se han cebado contra millones de trabajadores. Y todo eso, con tal de salvar las fortunas que los banqueros y los grandes propietarios amasaron a costa nuestra en los años anteriores. Además, mientras ellos reciben del Estado ayudas multimillonarias, nosotros sólo recibimos palos y represión cuando exigimos nuestro derecho al trabajo y a una vida digna. El gobierno “socialista” de Zapatero no hace otra cosa que defender el capitalismo: antes, dando rienda suelta a las privatizaciones y liberalizaciones de los negocios que demandaba el vampirismo patronal y, ahora, tratando de contener la legítima rebelión de la mayoría de la sociedad, de los trabajadores y de los pueblos. Para ello, mientras envía militares a sostener la rapiña imperialista contra Afganistán y otros países, aquí promete “políticas sociales” –que no son más que limosnas humillantes al lado del dinero público que regala a la minoría capitalista- y se indigna por los brutales recortes de derechos y de salarios que la patronal y la derecha quieren imponer a los trabajadores. El PSOE y el PP monopolizan la atención de la opinión pública con esta polémica que sirve para distraernos de las preguntas obvias: ¿Quiénes son los responsables de esta crisis? ¿Por qué mandan las ganancias de los capitalistas y no el bienestar del pueblo? ¿Por qué los medios económicos que producimos con nuestro trabajo y que necesitamos para vivir son propiedad privada de unos pocos? Lamentablemente, la mayoría del movimiento obrero se ha resignado a sobrevivir bajo el capitalismo. Así, las direcciones de CCOO y UGT se conforman con lo que la burguesía pueda conceder a los trabajadores, en lugar de luchar por lo que éstos necesitan. Por eso, no llaman a la clase obrera a una movilización generalizada, temiendo además que se beneficie de ella el PP, partidario de las reivindicaciones empresariales. De todas formas, la huelga general es necesaria y se hará, aunque sólo sea para poner coto a las desmedidas pretensiones patronales que el gobierno de Zapatero acabará atendiendo porque, en tiempos de crisis, el margen de maniobra del capitalismo se estrecha. Pero la crisis económica sólo podrá resolverse políticamente: ya sea mediante una vuelta de tuerca reaccionaria de la oligarquía financiera que nos lleve hacia la miseria y la guerra o ya sea mediante la conquista del Poder por parte del proletariado para socializar los medios de producción y poner fin a la “ley de la selva” imperante bajo el capitalismo. Tras la contrarrevolución en la Unión Soviética, el socialismo vuelve a abrirse camino sobre todo en países del tercer mundo. En los países imperialistas, la causa de los trabajadores lo tiene más difícil debido a la fortaleza económica y política del régimen burgués. Sin embargo, en Grecia, en Portugal y en otras naciones donde los comunistas se mantuvieron más firmes en la defensa de la experiencia histórica revolucionaria y de los principios del marxismo-leninismo, sus partidos están consiguiendo fortalecer el movimiento obrero y desarrollarlo paso a paso hacia la revolución socialista. En España, desgraciadamente, el revisionismo en su versión más extrema (eurocomunismo) destrozó al PCE, lo dividió y aca- Un gran Partido Comunista a la vanguardia de la clase obrera bó con el apoyo popular que nuestro Partido se había forjado durante la II República, en la Guerra Nacional Revolucionaria y bajo la tiranía franquista. Ahora, la crisis económica nos brinda una oportunidad para reconstruir un Partido Comunista de masas y revolucionario. Basta con que, desde nuestras diversas organizaciones, impulsemos un movimiento por la celebración de un Congreso de Unificación de todos los comunistas, sobre la base de los principios generales del marxismo-leninismo. ¿Es posible conseguirlo? ¿Tenemos la suficiente identidad ideológica y política para ello? Sí. Eso es lo que vamos a tratar de demostrar en este número, exponiendo la línea política y el programa comunes a las diversas organizaciones marxistas-leninistas españolas. Bases del programa político del El capitalismo, Estamos en la época en su etapa superior: de la revolución el imperialismo proletaria El régimen capitalista se basa en la producción y cambio de mercancías, realizándose desde el momento en que los trabajadores se ven despojados de los medios de producción y obligados a vender su fuerza de trabajo como mercancía a cambio de un salario. Sobre esta base, las fuerzas productivas se desarrollan y adquieren un carácter social, entrando en contradicción con las relaciones de producción privadas imperantes, lo que se manifiesta a través de un creciente desempleo y, periódicamente, de crisis económicas. Aquel conflicto se traduce socialmente como lucha de clases entre la burguesía y el proletariado. El capitalismo concentra y centraliza cada vez más la propiedad en unas pocas manos, convirtiendo a la mayoría de la humanidad en proletarios. Desde principios del siglo XX, este proceso ha engendrado la dominación de los monopolios, con lo que el capitalismo ha entrado en su etapa superior y decadente –el imperialismo, cuyas características generales fueron analizadas por Lenin: fusión del capital industrial y bancario, surgimiento de una oligarquía financiera en el seno de la burguesía, tendencia política a la reacción, soborno de una aristocracia obrera, exportación de capitales, lucha por nuevos repartos de mercados y territorios entre las potencias, capitalismo monopolista de Estado, militarismo, guerras de rapiña, etc. En estos últimos años, la derrota de la URSS y del campo socialista ha permitido la expansión desenfrenada del imperialismo que se conoce como “globalización”, con sus fenómenos de financiarización, recolonización, migración masiva, retroceso de derechos sociales, fascistización, fortalecimiento de la industria militar, de la OTAN y otros acuerdos imperialistas, etc. Por todo ello, el imperialismo engendra resistencia y revoluciones por parte del proletariado y de los pueblos oprimidos, revoluciones socialistas y democrático-nacionales que los comunistas debemos impulsar y organizar aprovechando las crecientes contradicciones entre los propios imperialistas (principalmente, entre las potencias EE.UU., la Unión Europea, Japón, etc.; actualmente, los comunistas mantenemos algunas diferencias en cuanto a la caracterización social de potencias como Rusia o China). Vivimos en la época del imperialismo y, por consiguiente, como se puso de manifiesto desde la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, se trata también de la época de la revolución proletaria mundial. En la Unión Soviética, la clase obrera conquistó el Poder político y emprendió la construcción del socialismo: venciendo la resistencia de las clases poseedoras internas y al cerco hostil de las potencias imperialistas (con agresiones militares directas en 1918-1921 y en 1941-1945, y la “guerra fría” desde 1947), la dictadura del proletariado dirigida por el partido bolchevique socializó los medios de producción, industrializó el país, colectivizó el campo, acabó con el desempleo, las crisis, el hambre, el analfabetismo y otras lacras del capitalismo, y ayudó al progreso internacional del movimiento obrero y de los movimientos de liberación nacional. Para ello, fue preciso vencer a las corrientes oportunistas –socialdemócrata, trotskista, etc.- que se oponían a estos avances, incluso en el seno del Partido Comunista. La Segunda Guerra Mundial abrió una brecha en el sistema imperialista internacional y, siguiendo el ejemplo de la experiencia soviética, se iniciaron revoluciones socialistas en otros países: China, Corea, Vietnam, Europa Oriental, Cuba, etc., que supusieron la extensión del campo socialista a un tercio de la humanidad. A partir del XX Congreso del PCUS (1956), la dirección del partido realizó una crítica violenta contra su fallecido Secretario General, Stalin, e introdujo cambios de carácter oportunista que debilitaron el carácter proletario del Estado y del Partido (tesis sobre el “Estado de todo el pueblo”, el “partido de todo el pueblo”, etc.) favoreciendo el desarrollo de fuerzas burgueses que acabarían restaurando el capitalismo y destruyendo la URSS. En el conjunto del movimiento comunista internacional, esta nueva política alentó la tergiversación pequeñoburguesa del marxismo (revisionismo), la cual alcanzó su máxima expresión en el llamado “eurocomunismo”. El reflujo que estos hechos han provocado en el movimiento obrero demuestra la necesidad de sostener una lucha intransigente contra el oportunismo y el revisionismo. Actualmente, los marxistas-leninistas todavía discrepamos en cuanto a si la URSS y sus aliados siguieron siendo socialistas después de los años 50, sobre la valoración de las experiencias de China y Albania, sobre el desarrollo actual del marxismo-leninismo, sobre la existencia hoy de países socialistas y el apoyo a los mismos, sobre el carácter contradictorio de los movimientos nacionales y sobre los distintos marcos de unidad del movimiento comunista internacional. Partido Comunista unificado El capitalismo en España El desarrollo del capitalismo en España fue tardío y dependiente con respecto a los países de Europa occidental, prevaleciendo el camino reaccionario de componendas de la burguesía con la clase terrateniente, la Iglesia católica y la burocracia militar. Este atraso repercutió en la clase obrera en forma de predominio del reformismo y del anarquismo. En 1920, al calor de la Revolución de Octubre y de la fundación de la Internacional Comunista, se constituyó el Partido Comunista de España que iría agrupando a los proletarios más conscientes y alcanzando una notable influencia entre las amplias masas trabajadoras. La crisis económica internacional y la crisis política de la monarquía engendrarían un movimiento popular que impuso la proclamación de la II República. Fue éste un período de aguda lucha de clases que se culminó con el golpe militar fascista y la Guerra Nacional Revolucionaria que los pueblos de España libraron heroicamente contra él (1936-39). Al margen de las causas objetivas, sigue siendo objeto de controversia entre los comunistas el análisis de los eventuales errores de la dirección del PCE. La victoria de los franquistas sumió a España en un régimen de sobreexplotación y terror oscurantista, sostenido exteriormente por los fascismos alemán e italiano, primero, y, luego, por el imperialismo yanqui y eurooccidental. A medida que la gran burguesía fue logrando su objetivo de desarrollar un capitalismo La época del imperialismo requiere la revolución socialista monopolista, preparó la transición de su dictadura desde la forma fascista hasta la forma democrático-parlamentaria, más concretamente, como restauración de una monarquía constitucional (Franco nombró como su sucesor a Juan Carlos de Borbón), inserta en las alianzas imperialistas: OTAN, UE, etc. La mayoría de las organizaciones obreras y de izquierda colaboraron con esta recomposición de la dominación política oligárquica. Entre ellas, fue decisivo el papel del PCE que sacrificó por cretinismo parlamentario los logros populares y los objetivos democrático-republicanos de la lucha antifranquista. Desde esta traición, el movimiento obrero y los movimientos democráticos han ido retrocediendo, carentes de expresión política organizada, con la excepción de un PCE o de una Izquierda Unida hipotecados por su histórica claudicación. Entre los marxistas-leninistas de hoy, no existe una plena identidad en cuanto a la autonomía o dependencia del imperialismo español, sobre si la perspectiva del socialismo debe vincularse al marco europeo, acerca de la cuestión nacional en España, sobre si el origen del reformismo del PCE está en su política de “reconciliación nacional” de los años 50 y sobre el papel de CCOO en el reflujo del movimiento obrero. El programa político de los comunistas de España España ya es un país imperialista y, desde el punto de vista estratégico, la revolución pendiente tiene un carácter socialista-proletario. Los comunistas luchamos directamente por la dictadura del proletariado para edificar una sociedad socialista: centralizar en su poder los principales medios de producción, organizar una economía planificada, priorizar la elevación del bienestar del pueblo, desarrollar la industria de forma equilibrada y en armonía con la naturaleza, colectivizar la agricultura, erradicar el paro, la marginación y la miseria, abolir las clases y toda la división social del trabajo en que se basan, asegurar la libertad y la igualdad de las naciones, desarrollar la democracia socialista hacia la autogestión comunista, defender la patria socialista y apoyar la revolución proletaria mundial, etc. Para que las masas obreras tomen conciencia de la necesidad de este programa y para que ganen aliados en otras capas de la población, como bien apuntan incluso las organizaciones más avanzadas del PCE, es necesario propagar este programa pero no es suficiente: es indispensable vincularlo a las demandas y a la experiencia de dichas masas y, para ello, los comunistas debemos: apoyar y organizar la lucha de éstas por sus inmediatas reivindicaciones económicas (sindicales, vecinales, …) y políticas (democráticas). Son los movimientos en los que nos encontramos a diario y de forma natural las diversas organizaciones comunistas. concentrar estas reivindicaciones en una lucha política de clases contra la monarquía, como régimen político concreto de la oligarquía financiera en España, y a favor de una república que represente la exigencia de democracia para las clases populares, preparándolas así para asumir la necesidad de llevar a cabo la revolución socialista. Entre las organizaciones marxistas-leninistas actuales, existen algunas divergencias en cuanto a la relación entre el objetivo estratégico de la revolución socialista y la consigna intermedia de la III República, en cuanto a la contradicción entre la propaganda revolucionaria y la participación en organizaciones de masas dirigidas por reformistas y en cuanto a la incidencia de la cuestión nacional en la construcción de la unidad de acción de la clase obrera (república unitaria, federativa, confederal, …). - www.unionproletaria.net [email protected] Apdo. Correos 51.498 - 28080 Madrid ¿Qué partido necesita la clase obrera? Pertrechado con un programa como el aquí esbozado y agrupando en su seno a las organizaciones marxistas-leninistas hoy existentes o a la mayoría de ellas (PCPE, PCE(m-l), Unión Proletaria, etc.), el Partido Comunista unificado estaría en las mejores condiciones para convertirse en la vanguardia organizada de la clase obrera de todo el Estado español y dirigirla hacia la revolución socialista. La teoría científica del marxismo-leninismo sería la guía para su acción. Promovería el estudio de la misma entre la militancia y las masas en general. Funcionaría según las reglas del centralismo democrático. Fomentaría la iniciativa, el compromiso militante, la crítica y la autocrítica. Combatiría implacablemente la influencia corruptora de otras clases, a la vez que seguiría impulsando la unidad con otros comunistas a través del debate y de la acción común. Forjaría la mayor unidad y combatividad de la clase obrera y del pueblo frente al imperialismo y la reacción. Formaría parte activa del movimiento comunista internacional entregada a su reunificación y fortalecimiento. En definitiva, sería el Partido de nuevo tipo, leninista, bolchevique y heredero del mejor PCE, que las condiciones actuales hacen posible. El lector ha podido constatar que son muchas y fundamentales las posiciones comunes a los diferentes destacamentos marxistas-leninistas de nuestro país. En cuanto a las Un gran Partido Comunista debe ponerse al diferencias, frente de este proyecto algunas tienen una importancia secundaria; otras no requieren una solución urgente y pueden seguir debatiéndose en el seno de una misma organización; finalmente, las hay que deben ser zanjadas para asegurar la unidad de acción del partido desde el primer momento, pero todo comunista sensato aceptaría la decisión que se tomara democráticamente y cuyos resultados prácticos se sometieran a balance en el siguiente congreso. ¿Acaso en cada uno de los actuales agrupamientos las opiniones políticas son idénticas? Entonces, ¿por qué no tener la audacia y la valentía de emplazarnos a un proceso de unificación que culmine en un Congreso en el plazo más breve posible? Los militantes comunistas tienen la palabra y esperamos que el reclamo de unidad se extienda por todas nuestras organizaciones. La lucha por la República como mejor camino al socialismo