Investigar en Psicoanálisis: Detalle, estilo, elipsis

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Investigar en Psicoanálisis: Detalle, estilo, elipsis.
Carlos Enrique Barbato
Disposición al detalle.
Para investigar en psicoanálisis, es necesaria la lectura y el registro del saber
acumulado sobre el mismo, de lo que lo afirma, lo interroga o lo rechaza.
Pero, si por un lado, nos apropiamos de esta acumulación de un saber que tiende a
lo completo, a repetir lo ya establecido, investigar en psicoanálisis, es también y en razón
de lo anterior en lo que se puede ubicar lo necesario, estar a la espera de lo nuevo, de la
invención, del hallazgo, de lo contingente.
En este sentido apelar a la sistematización de lo acumulado del conocimiento desde
nuestra perspectiva, tiene como objetivo brindarse la oportunidad de lo asistemático de lo
singular.
Privilegio del caso particular, del detalle, de lo singular sobre lo general y para
todos.
Sigmund Freud enfatiza a lo largo de toda su obra el método de acudir al detalle que
llama “nimiedades” o “pequeños o mínimos signos”. Opina que por la conexión que enlaza
lo que llama lo “pequeño” con lo más amplio, lo más abarcador, la labor emprendida con
tan modestas pretensiones es un excelente acceso al estudio de los grandes problemas.
Así, en “Lecciones de introducción al psicoanálisis” en su segunda conferencia,
dice: “Cierto es que el psicoanálisis no puede vanagloriarse de no haber dedicado jamás
su atención a nimiedades, pues, por el contrario, los materiales que somete a observación
son, en general, aquellos sucesos inaparentes que las demás ciencias desprecian,
considerándolos en absoluto insignificantes. (...) ¿No hay acaso cosas importantísimas que
en determinadas condiciones y momentos sólo se delatan por signos exteriores
debilísimos? (...) no tenemos derecho alguno a despreciar los pequeños signos, ya que
tomándolos en consideración pueden servirnos de guía para realizar importantes
descubrimientos”. (Freud, S., 1978, p. 24)
En el capítulo II de “El Moisés de Miguel Angel” de 1913 (1914) obra publicada
por su autor como anónima hasta la edición de 1924, por haber dudado mucho acerca de su
publicación, Freud afirma que un crítico de arte ruso, Iván Lermolieff, -cuyos primeros
trabajos publicados en alemán datan de los años 1874 a 1876- había provocado una
revolución en las galerías de pinturas de Europa. A fin descubrir la paternidad de una obra
pictórica no firmada, en mal estado de conservación o repintada, este crítico de arte
observaba pequeños rasgos, los menos trascendentes, que sin embargo, identificaban el
estilo1 del autor en el detalle que era motivo de estudio. Freud descubre para su sorpresa
que detrás de lo que no era sino un seudónimo, se ocultaba un médico italiano llamado
Morelli, fallecido en 1891. El autor de “El Moisés...” afirma que el
procedimiento
conocido como “Método morelliano”, mostraba grandes afinidades con el del psicoanálisis.
Ya que también en este campo se acostumbra a deducir del residuo, de rasgos poco
estimados o inobservados, la observación de cosas secretas o encubiertas. Dicho de otra
manera, el estilo revelado en los detalles, es otra firma.
En “Funes el memorioso” del libro “Artificios”, Borges escribe: “(...) Sospecho, sin
embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar,
abstraer.” (Borges, J. L. 1994, p. 485). Es decir, es necesario -y en sentido inverso a esta
afirmación borgeana-, para disponerse a la diferencia, al encuentro del detalle contingente,
soportar que el pensamiento abstracto con sus categorías legitimadas y producto de las
sucesivas generalizaciones, no baste.
El diccionario de la lengua define “estilo” como: “marca individual impresa a algo”, o también, “manera
de hacer”.
1
Ya que el camino de la abstracción es ir de algunos datos siempre incompletos al
todo; las clases y las categorías desde nuestra perspectiva -el psicoanálisis-, son ubicadas en
el mismo estatuto de sospechosa incompletud que les han dado origen. Hay algo que en
ellas –clases y categorías- no puede estar contemplado, esto es, el sujeto en su singularidad
establecida en base a detalles que escapan a la norma.
Generalizar es asimismo, establecer semejanzas, homogeneizar. Al respecto en
R.S.I., Lacan dice: “De lo semejante a lo mismo, hay lugar para una diferencia (...) Poner
el acento sobre lo igual, es muy precisamente en lo que consiste la homogeneización, la
puesta por delante de lo imaginario, que no es lo mismo que lo igual”. (Lacan, J.
Seminario 22, clase del 18 de marzo de 1975) Quizás sea que el sujeto en su búsqueda del
ser que nunca puede ser dicho, desemboque siempre en la aspiración de estar constituido
con las perfecciones imaginarias con las que sueña despierto. Y la homogeneización aloja
ese sueño y le brinda un refugio en el descampado. En “Aún” afirma: “Todo lo que se ha
articulado del ser supone que se pueda rehusar el predicado y decir `Èl hombre es´, por
ejemplo, sin decir qué. Lo tocante al ser está estrechamente ligado a esta sección del
predicado. Entonces, nada puede decirse de él sino es con rodeos que terminan en impases,
con demostraciones de imposibilidad lógica, donde ningún predicado basta”. (Página 19.
Clase 1. “Del goce”).
Que el sujeto no es nada que pueda ser dicho, es el resultado de la forclusión
generalizada del Nombre del Padre. En tanto esto ocurre, se produce una suplencia del
mismo. Dice Lacan en “Los incautos no yerran” : “Puesto que el ser cuando se les habla de
él, no es nada, y esto desemboca en la aspiración de que estaría hecho a partir de Dios, del
amor” (Clase 4, Seminario 21: “Los incautos no yerran - Los nombres del padre”).
Volviendo a Borges, en “El idioma analítico de John Wilkins” aparece en la
famosa enciclopedia china titulada “Emporio celestial de conocimientos benévolos” una
irónica crítica a las clasificaciones, en este caso de los animales2. Pero quizás sea lo más
sabroso de este cuento su último párrafo; en él dice citando a Chesterton: ”El hombre sabe
que hay en el alma tintes más desconcertantes, más innumerables y más anónimos que los
colores de una selva otoñal (...) cree sin embargo, que esos tintes, en todas sus fusiones y
conversiones, son representables con precisión por un mecanismo arbitrario de gruñidos y
de chillidos. Cree que del interior de un bolsista (ladrón, carterista) salen realmente ruidos
que significan todos los misterios de la memoria y todas las agonías del anhelo”. (Borges,
J. L. 1994, p. 84).
Así como el discurso no basta para decirlo todo al sujeto, tampoco el discurso de la
ciencia con sus clasificaciones basta, si este se empeña en la tarea de ignorar su singular
detalle. Ya que el sujeto más que estar comprendido, queda excluido en tanto ejemplar
imperfecto. De otra manera, el único sujeto perfecto es el supuesto en la clasificación (en el
DSM IV, por ejemplo), pero éste no tiene existencia más que como individuo, y en ella
misma.
El resto de cada uno de los sujetos quedan al lado, por fuera de la igualdad supuesta,
de las abstracciones, de las clasificaciones, de lo general, del conocimiento acumulado, de
las clases, de las categorías, de lo homme-geneo.
Hay animal en tanto esté aprehendido por la especie que lo determina. Sólo hay
sujeto en tanto apartado de la especie, de la naturaleza. Y de esa ciencia que en su afán,
precisa de muchos para armar uno creíble.
Hay asimismo, síntomas típicos pero en cada sujeto, es decir, de qué goza. Lo típico
del síntoma en cada uno. Y esto abre a la cuestión del estilo y la elipsis. Es decir, una
forma particular de abrir surcos en el vacío que lo real comporta.
“a: pertenecientes al emperador. b: embalsamados. c: amaestrados. d: lechones. e: sirenas. f: fabulosos. g:
perros sueltos. H: incluidos en esta clasificación. I: que se agitan como locos. J: innumerables. K: dibujados
con un pincel finísimo. L: etc. M: que acaban de romper el jarrón. N : que de lejos parecen moscas”.
2
La Elipsis y el Estilo
"Cada pintura es un frasco con mi sangre. Eso es lo que hay en ellas"
Picasso
Para el científico positivista, todo puede ser aprehendido, clasificado, es
cognoscible, si se aplica el método experimental. Lo captado por los sentidos, re-aparece
supuestamente como imagen, como representación exactamente igual una a otra. Le
adiciona además a su método los adjetivos: “riguroso”, “exacto”, “objetivo”, y así parece
haber eliminado al autor; y haber hecho creíble su observación, escondido en la objetividad.
Como si no existiera el científico en el momento de la captación. Sostiene así cierta ilusión
de anonimato.
El desarrollo del psicoanálisis en sus aspectos teóricos y clínicos, fue favorecido o
perjudicado por los avances y retrocesos del autoanálisis al que Sigmund Freud se sometió.
Hoy sabemos con certeza que el objeto de estudio de esta disciplina y su método, no dejan
de involucrar subjetivamente a quien practica en su campo. De manera que aquí no puede
sostenerse la pretensión de un sujeto ausente o distante de la producción científica que en
las ciencias naturales es condición.
A la investigación, algo la causa. Y la deriva de ésta se halla orientada por el estilo
del que investiga. No hay, sostenemos, y esto desde el inicio, desde el proyecto mismo de
investigación, resquicio en el que la estructura del sujeto no haya participado. De esta
manera, el sujeto lejos de crearse un estilo, lo despliega como su marca particular,
impertinente, subversiva de lo heredado, en la trayectoria de su vida. Se trata de lo más
particular de cada uno, pero que escapa a su propio control.
El estilo no es ya el hombre, como lo ha afirmado Buffon 3, sino el objeto que
determina al sujeto; y el objeto, lo que vela el vacío en torno al cual gira. Es la falta en la
estructura, la que hace inevitable un hacer o un decir sin elipsis, ya que no hay estilo que
no la imponga.
En “Las formaciones del inconciente”, aparece una frase de Lacan referida a las
dificultades que su estilo al que él mismo nombra como “manierista”, podría causar para
ser entendido. No deja de lamentarse por el hecho, pero explica que el mismo se debe a que
permite entrever algo, esto es, una forma de no eludir el objeto. Afirma: “-quizás algunos
puedan entreverlo- debe responder al objeto mismo del que se trata”. (Seminario V, Clase
2, del 13-11-57). Entendemos entrever como, no ver directamente, eliminar todo el
imaginario que se pueda. Un uso intensivo de la elipsis. Es decir, suprimir lo que parece
innesesario.
Según el diccionario de la lengua, “elipsis” proviene etimológicamente del griego
“elleipsis” o “eclipsis” que significa “falta”. Y en literatura es suprimir en la oración
aquellas palabras que no son indispensables para la claridad de la misma. En cine por otra
parte, es el salto en el tiempo con el que el autor corta el desarrollo de la acción, y la
reanuda después prescindiendo de lo sucedido en el intermedio.
¿Porqué hay elipsis?. Hay elipsis porque el significante en su despliegue, no
alcanza. Es decir, todo lo que se diga, “está de menos” y “en menos”.
Sabemos desde que Freud lo dijera claramente en “Tres ensayos de teoría sexual”,
de 1905, tema que además es retomado por Lacan en “Las relaciones de objeto”, que “ (...)
el objeto primero, precisamente el objeto materno, es rememorado de una forma que no ha
podido cambiar, y es, dice Freud, irreversible, de manera que el objeto nunca será sino un
3
Buffon, Georges Louis Leclerc, conde de (1707-1788), naturalista francés, autor de uno de los primeros
tratados globales de historia de la biología y la geología no basados en la Biblia. Dijo Buffon: “el estilo es el
hombre mismo”, Lacan: ...”al que nos dirigimos”. Aunque no se trata sólo del lugar del Otro, sino del lugar de
la causa: objeto a.
objeto vuelto a reencontrar, Wiedergefunden4, y seguirá llevando la marca del estilo
primero del objeto. (...)”. (Lacan, J. Seminario 4, clase del 5 de diciembre de 1956). Y
sabemos también que en este encuentro, se da la discordancia entre el objeto buscado y el
reencontrado, porque aquel está definitivamente perdido. Hay un vacío central.
Picasso, el 2 de marzo de 1914, ya reconocido plástico, vende su cuadro “Los
Boteros” en 11.500 francos. Entonces un admirador le preguntó: “Pero Maestro... ¿Qué
busca usted?”. Y él contestó: “Yo no busco, encuentro”. Hay causa desde el proyecto
mismo para “reencontrar”. Nunca se busca algo si no se lo hubiera ya (no - des) encontrado.
En “La angustia” dice Lacan: “Se busca algo que en cierto modo es el revés del sujeto”
(Lacan, J. Seminario 10. Clase del 6 de marzo de 1963).
Retornando entonces al eje que nos propusimos en nuestro trabajo: en una
investigación, no puede faltar el saber acumulado, pero tampoco el detalle. Y en tanto se
tenga en cuenta que toda investigación desde nuestra perspectiva, no es sin la participación
del estilo de quien investiga, y por ende no sin elipsis; puede sostenerse que el psicoanálisis
nos brinda una verdad, nos entrega una razón sobre lo que es el investigar mismo.
Setiembre de 2002
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4
Wiedergefunden: volver a encontrar, vuelto a encontrar.
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Ginzburg, C. (1999) Mitos, emblemas, indicios – Morfología e Historia. Barcelona: Gedisa editorial. (ed.
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Lacan, J. (Versión electrónica). Seminario 22: RSI. Clase 8. (18 de marzo de 1975).
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Raíces, G. (1997) Investigar en psicoanálisis. En El Caldero de la Escuela. (7-8). Bs. As. Escuela de la
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Otras fuentes bibliográficas utilizadas de las que se carecen de más datos:
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Tizio, Hebe. Sobre el estilo. Texto publicado en Revista Freudiana Nº 26. España. Editorial Paidós. 1999.
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