Quiz Show: El dilema

Anuncio
Quiz Show: El dilema





Título original: Quiz Show
País: Estados Unidos
Año: 1994
Duración: 133 min.
Género: Drama

Producción: Michael Nozik, Robert Redford, Julian Krainin, Michael Jacobs, Richard
N. Goodwin, Jeff McCracken, Gail Mutrux, Susan Moore, Richard Dreyfuss, Judith
James, Frederick Zollo
Dirección: Robert Redford
Guión: Paul Attanasio
Fotografía: Michael Ballhaus
Música: Mark Isham
Reparto: Ralph Fiennes, John Turturro, Paul Scofield, Mira Sorvino, Rob Morrow,
David Paymer






Comentarios: Película basada en el libro Remembering America: A Voice From the
Sixties de Richard N. Goodwin. Obtuvo cuatro nominaciones a los Oscar, a la mejor
película, al mejor director, al mejor actor de reparto (Paul Scofield), y al mejor guión
adaptado.

Argumento: La película, basada en hechos reales, relata la historia de un concurso
de televisión, en el que el concursante debe contestar preguntas. Entre 1956 y 1959,
Charles Van Doren, hijo de prestigiosos literatos y profesor de inglés de la universidad
de Columbia, se convirtió en uno de los personajes más populares de Estados Unidos
gracias al programa de televisión ”Twenty One” (21). Semana tras semana participó en
este concurso contestando y acertando siempre las más variadas y difíciles preguntas.
Con todo Estados Unidos rendido a este personaje, el escándalo saltó a primera plana
cuando su principal contrincante denunció que el concurso estaba amañado. Un joven
abogado (Rob Morrow) que trabaja para un comité del Congreso, sospecha que el
concurso es un engaño y que el concursante conoce las preguntas de antemano. El
concursante actual es un hombre de clase humilde (John Turturro), pero los directivos
del programa deciden sustituirlo por Charles Van Doren (Ralph Fiennes), que es
profesor de literatura y que se convierte pronto en estrella, al haber aceptado el
sistema de las preguntas preparadas
En su breve pero intensa filmografía como director (Gente corriente, Un lugar llamado Milagro,
El río de la vida), Robert Redford ha demostrado madurez y coherencia. Tras una larga
experiencia delante de la cámara, Redford se ha puesto detrás de ella no como quien maneja
un divertido juguete, curioso y caro. Quiere contar historias que le interesen personalmente, y
que para el público no sean un simple entretenimiento. Aunque a Redford no le gusta que le
tachen de moralista, reconoce que quiere «que la gente se pregunte si la ambigüedad moral en
la que vivimos va a conducir a la desaparición de los valores éticos». Temas como la familia, la
envidia, la toma de decisiones, los abusos de poder, están presentes en sus películas.
También en Quiz Show, que toma pie de hechos reales acaecidos en Estados Unidos durante
la década de los 50, cuando un invento reciente, la televisión, empezó a gozar de una inmensa
popularidad.
Twenty-One, un concurso de preguntas y respuestas, fue uno de los programas de la NBC que
más atrajo la atención del público. El descubrimiento por Richard Goodwin (Rob Morrow), un
investigador del Congreso, de que el concurso estaba amañado, se convirtió en un escándalo
mayúsculo. Sobre todo porque uno de los concursantes más populares —portada en las
revistas Time y Life— era Charles Van Doren (Ralph Fiennes), profesor universitario y miembro
de una destacada familia de intelectuales. Charles había sustituido en el programa a Herbie
Stempel (John Turturro), un judío con poca imagen televisiva al que se obligó a errar una
respuesta.
Quiz Show viene a ser como el prólogo de algo que quizá hoy no sorprende a nadie: la
manipulación televisiva. El caso que cuenta el film fue un shock para los televidentes
norteamericanos, porque ellos creían en la televisión; un instrumento tan poderoso debía ser
usado para transmitir la verdad. No era así. En la actualidad la manipulación continúa, pero el
espectador ha perdido la inocencia; quizá no juzga muy críticamente lo que el televisor le
ofrece, pero tampoco lo acepta ya a pies juntillas.
Si lo que cuenta Redford es interesante, el modo de hacerlo lo es aún más. A lo largo del
relato, el director sabe hacer asomar múltiples cuestiones colaterales, cada una de las cuales
podía dar lugar a un largo comentario. Los personajes que se enfrentan a ellas no son de una
pieza. Redford ha querido mostrar «las tentaciones que se nos presentan, la lucha contra la
ambigüedad moral, las luchas internas». El judío Stempel denuncia los trucos del concurso,
pero lo hace por venganza. El profesor Van Doren se engaña pensando que puede hacer
mucho por la cultura desde la televisión; pero no es sólo eso: la fama es un imán irresistible, y
más para él, que ha vivido protegido siempre por su familia. Incluso el abogado, al indagar los
hechos, mientras hace salir a la palestra a unos, querría proteger a otros. Pero, en definitiva,
estos personajes son víctimas. Redford pone el acento en denunciar a los que manejan los
hilos del poder: productores televisivos, patrocinadores, el presidente de la NBC, los políticos...;
personas que parecen pensar en abstracto, sin fijarse nunca en el individuo al que afectan sus
decisiones.
La película tiene una solidez asombrosa. Podía haber caído en un didactismo difícil de
soportar; pero Redford, a partir de un espléndido guión de Paul Attanasio, hace fluir con
naturalidad los actos y motivaciones de los personajes; unos personajes muy bien encarnados
por cuantos constituyen el reparto. Perfectos están Borrow —un actor casi desconocido—,
Turturro, Fiennes...; maravillosa es la creación del padre del profesor Van Doren por Paul
Scofield; las secuencias que comparte con Fiennes —el cumpleaños, una noche de insomnio,
la conversación en el aula— poseen una fuerza dramática enorme. Incluso los breves papeles
femeninos están dibujados con esmero. A todo esto hay que añadir un magnífico diseño visual:
Jon Hutman en la dirección artística y Michael Ballhaus en la fotografía han sabido
complementar sus esfuerzos. Este último juega con colores dorados y azulados y da un
perfecto aire de época, una época para añorar: eran tiempos en que el público tenía cierta
capacidad de reacción; tiempos en los que quedaban quijotes, dice Redford citando a
Cervantes, capaces de seguir sus propias convicciones. Que no falten tampoco hoy, parece
susurrar el director al oído del espectador.
Documentos relacionados
Descargar