LA ADMINISTRACIÓN, UNA CONCEPCIÓN QUE DEBE DEFINIRSE EN FUNCIÓN DE... ACEPTACIÓN DE LOS LÍMITES HUMANOS Y DEL ENTORNO

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LA ADMINISTRACIÓN, UNA CONCEPCIÓN QUE DEBE DEFINIRSE EN FUNCIÓN DE LA
ACEPTACIÓN DE LOS LÍMITES HUMANOS Y DEL ENTORNO
Por: MARÍA ISABEL VÉLEZ EVANS [email protected]
Los hombres, aunque considerados una especie superior por su mayor capacidad de
adaptabilidad, complejidad, conciencia de evolución y facultad para desarrollar estrategias
alternativas de adaptación, han escrito una historia que bien podría titularse “la toma de
conciencia de las limitaciones del hombre y su entorno”.
El progreso de la humanidad siempre se ha visto restringido por “muros derechos”1 que le han
impedido al hombre llegar hasta el límite de sus aspiraciones. El hombre es un ser con límites
innatos e impuestos; posee un cuerpo cuyas facultades son limitadas pero que le impone
necesidades imposibles de ignorar; su capacidad de conocimiento y adquisición de información,
aunque han sido su mayor motor de progreso, le han designado una racionalidad limitada 2; la
naturaleza humana, el manejo del tiempo y la imposibilidad de estar en varios lugares a la vez,
hacen de los hombres una especie “limitadamente evolucionada”, y así como su misma
condición humana le impone límites, el entorno también lo hace.
El hombre se desenvuelve bajo unas leyes naturales en un ambiente que le ofrece recursos
limitados y diversos( los cuales han marcado las pautas para su evolución e imperante
necesidad de desarrollarse, al igual que el resto de individuos de la naturaleza), habilidades de
competencia y adaptación. La misma naturaleza evidencia la constante lucha por sobrevivir en
un ambiente que a menudo se muestra hostil, tanto por los cambios inherentes a su evolución,
como por la limitada disposición de recursos, generando un proceso de selección provocado por
la competencia en procura de los mismos y la mejor calidad de éstos.
Paradójicamente, y pese al evidente reconocimiento de sus “muros derechos”, el hombre es
efectivamente un “ser de deseos”3 que siempre está tratando de colmar sus aspiraciones de
inteligencia y voluntad, de entender, querer y tener, y de satisfacer sus necesidades
relativamente ilimitadas, de recursos materiales y espirituales.
1
GOULD Stephen J. la Grandeza de la Vida. Drakontos. Barcelona.1997.
Así pues, la historia del hombre siempre se ha visto impregnada del conflicto entre demandas
casi ilimitadas y capacidad limitada para producir bienes y servicios que satisfagan
completamente dicha demanda; es entonces, “La historia del hombre una historia de la
modificación y transformación del medio”4, de un entorno que le ha exigido asignar
continuamente recursos escasos a fines alternativos en el corto plazo.
El hombre es un ser potencialmente perfecto y realmente limitado; reflejo de la directa y gran
influencia que han tenido los “muros derechos” sobre su comportamiento. Así pues, el hombre ha
reconocido sus incapacidades y ha aprendido a superarlas, o a adaptarse a ellas, gracias a su
contradictoria destreza para organizarse socialmente y comportarse de manera competitiva y
egoísta.
Los límites humanos y del entorno son considerados entonces, factores constitutivos del
comportamiento social del hombre. Ha sido precisamente la aceptación de la incapacidad
humana la que ha llevado a los individuos a admitir su necesidad de relacionarse socialmente;
esa relación ha estado caracterizada por una organización fundamentada generalmente en una
estructura jerárquica en la que prevalece el juego entre la cooperación, el egoísmo y la
competencia entre sus integrantes, y que se presenta como el marco integrador de las conductas
humanas.
Se constituyen así las instituciones organizadas, como conjuntos sociales por medio de los
cuales los individuos buscan alcanzar sus fines a través de la estructuración de actividades con
funciones diferenciadas, bajo normas explícitas. Aparece entonces la práctica administrativa
como instrumento mediador entre las necesidades individuales y los fines de la sociedad;
necesidades que para ser satisfechas requieren de un proceso de definición, clasificación,
interpretación, almacenamiento y transmisión de conocimientos5, y fines que son considerados
estados deseables que varían con el tiempo, ya que son el resultado de un proceso en el que
intervienen los propósitos de los individuos, las relaciones de poder y las demandas del medio
ambiente.
Se habla de racionalidad limitada debido a que la mayoría de las acciones humanas consiste en la toma de
decisiones que muchas veces se alejan de la plena racionalidad debido a las limitaciones de la persona y de la
circunstancia, lo que obliga al hombre a buscar solamente lo mejor en una situación concreta.
3
CAROL Antoni. Hombre, economía y ética. Editorial EUNSA. España. 1993.
4
HOPKINS Paul. Compétiton et cooperation: L´individu et le groupe. Tomado de: La Rupture entre L´entreprise et
les hommes. Le point de vue des sciences de la dufour. Maurice comp.. Les Éditions D´organisation. Paris. 1985.
5
HOPKINS Paul. Compétiton et cooperation: L´individu et le groupe. Tomado de: La Rupture entre L´entreprise et
les hommes. Le point de vue des sciences de la dufour. Maurice comp.. Les Éditions D´organisation. Paris. 1985.
2
La aparición de actos administrativos pareciera a primera impresión, ser simplemente el lógico
resultado de la capacidad del ser humano para desarrollar habilidades y herramientas que le
sirvan para minimizar el devastador efecto de sus limitaciones; sin embargo, y quizá
simplemente haciendo explícito lo obvio, la “actividad administrativa” llevada a cabo por el
hombre es el imperfecto resultado de tratar de imitar el perfecto proceso de adaptación y
selección de la naturaleza.
Vuelven a tomar su papel protagónico los “muros derechos” y el reconocimiento de las
incapacidades humanas: el hombre reconoce sus limitaciones, observa la naturaleza y encuentra
que en ella se presenta la perfecta organización para hacer frente a las incapacidades propias y
del entorno; trata de imitarla y desarrolla estructuras sociales y actividades administrativas que
requieren desarrollar procesos de planeación, dirección y control, para asegurar coherencia
entre las metas y la aplicación racional de los recursos.
La naturaleza, en su afán por la supervivencia, desarrolla procesos de adaptación, selección
natural, supervivencia del más apto, control poblacional y altruísmo de grupo, comportamientos
aprendidos, mutación, reciprocidad social, cooperación competitiva, especialización y
diferenciación, entre otros. Por su parte, el hombre, bajo el sentimiento de angustia provocado
por el conflicto entre su inherente pulsión hacia la mejora y sus innegables incapacidades,
encuentra en la naturaleza tanto la principal fuente de limitaciones como el mejor y más perfecto
de los ejemplos de lucha por la existencia en un “mundo de límites”6 que presiona pasivamente
hacia un grado mayor de complejidad7. Así pues, el hombre incorpora en sus prácticas
administrativas actividades de organización propias de la naturaleza que están en función de los
cambios del medio, pero que terminan siendo el reflejo de los cambios en el comportamiento
individual y de las relaciones de dependencia y competencia.
Uno de los elementos que desde la biología ha sido incorporado al pensamiento y práctica
administrativa es la organización por estructuras jerárquicas como expresión de la Ley natural de
búsqueda de la supervivencia; estructuras que en la naturaleza se encuentran ligadas a
conceptos como la repartición del territorio, explotación equitativa de los recursos y
aprovisionamiento, y que se han adaptado a la organización de la vida social y productiva de la
humanidad, cuando las vincula a la aceptación del hombre como ser evolucionado, social y
racional, con lenguaje y capacidad de trabajo, que reconoce sus incapacidades y acepta su
6
7
Goethe: “vivimos en un mundo de límites” .
Para Darwin, la evolución es la tendencia pasiva hacia un grado mayor de complejidad.
necesidad de relacionarse socialmente y de contar con un orden exterior que le provea de las
estrategias necesarias para mejorar su adaptación relativa al entorno.
Así pues, las actividades administrativas han desarrollado organizaciones en donde las
decisiones individuales se han asociado (por razones de adhesión moral, conveniencia material
o imposición de poder8) en posiciones jerárquicas en las que surge una estructura de autoridad
legitimada por el derecho (que se reconoce a través de los roles), la aceptación de terceros, el
consenso, la identificación con el líder o la imposición.
Es el mismo motor entonces el que mueve entonces a este tipo de conducta: admitir las
incapacidades humanas y validar la aparición de un líder que condicione la conducta del grupo y
desarrolle estrategias para alcanzar un estado deseable, un mayor grado de estabilidad y
regularidad y mayor racionalidad en cuanto a la aplicación de los recursos disponibles. Más ,
como es un tipo de conducta imitada de la naturaleza, la visión sistemática que rige a las
organizaciones jerárquicas se instaura dentro de la administración con un carácter dinámico que
implica la capacidad para modificar las relaciones sociales y de trabajo existentes a partir de la
necesidad de responder a los cambios que se presentan en el entorno.
Cuando se hace alusión a los conceptos de relaciones de trabajo y organización social
fundamentada en la determinación de funciones y roles, se toca otro tema de gran importancia
dentro del desarrollo de las bases del pensamiento administrativo: la división del trabajo como
reflejo de la especialización humana en tareas específicas organizadas a través de relaciones
sociales y laborales, concepto que está directamente relacionado con el concepto darwiniano de
especialización.
Y así como éstos, las prácticas administrativas recogen de la biología y del comportamiento
adaptativo de la naturaleza una infinidad de elementos que hoy son considerados parte esencial
de la función administrativa y que, en muchos casos, se encuentran tan arraigados al
pensamiento administrativo que se reconocen más como parte éste que de la biología. Sin
embargo, y pese al gran aporte hecho por estos elementos, no puede perderse su verdadera
dimensión y real escala como metáforas utilizadas por el hombre a partir del reconocimiento de
sus incapacidades y de su afán por estructurar prácticas administrativas tan perfectas como las
que se llevan a cabo en la naturaleza (si es que pueden denotarse prácticas administrativas a las
acciones llevadas a cabo en la naturaleza).
8
ETKIN Jorge. Sistemas y estructuras de organización. Ediciones Macchi. Buenos Aires. 1978
Así pues, no es en ningún momento reprochable tratar de imitar lo perfecto a partir de los
deseos de hacer frente a las incapacidades humanas; lo que sí debe llevarse con gran cuidado
es el manejo del contexto en que se hace tal símil y las grandes diferencias existentes entre la
evolución del mundo natural y el cambio cultural lámarckiano que rige el progreso de la
humanidad.
Los hombres, como seres superiores, dotados de razón, emotividad, sentimientos, espiritualidad,
etc,
tienen implícita una responsabilidad que va más allá de la “simple” satisfacción de
necesidades; ninguna de sus decisiones debe ser ajena a sus dimensiones humanas, a una
serie de fines últimos acordes con su verdadero destino y con la consecución de un desarrollo a
la medida de su dignidad, que permita llevar al hombre a una “feliz condición de vida”.
El hombre es responsable de la consecución de un desarrollo que considere incentivar una
actitud de mayor responsabilidad intergeneracional en relación con la explotación de recursos
naturales.
Igualmente, la humanidad “siempre se encontrará en el dilema de elegir, tanto en la abundancia
como en la escasez”9, lo que obliga al hombre a mantener siempre su estrecha y casi inherente
relación con las prácticas económicas y administrativas, lo que marcará la diferencia serán los
fines que tenga como objetivo final de dichas prácticas y la capacidad que tenga de vislumbrar
aquello que le asegure un progreso integral (entendiendo como progreso integral el progreso de
“todo el hombre y de todos los hombres”10).
Es así como el desarrollo del hombre será verdaderamente humano si va más allá de lo
económico y administrativo; objetivo que no parece inalcanzable ya que si el hombre ha sido
capaz de reconocer sus “muros derechos” y a partir de allí construír herramientas de adaptación,
también se encuentra en capacidad de darle primacía a su voluntad y preferencias compatibles
con su dignidad humana y altruismo.
Lo verdaderamente importante sería entonces que el hombre aprendiera a encontrar en
aspectos éticos y altruistas, de bienestar de grupo, las cualidades inherentes y necesarias para
un ser humano “apto” para la supervivencia.
9
CAROL Antoni. Hombre, economía y ética. Editorial EUNSA. España. 1993.
HÓFFNER J. Manual de doctrina cristiana. Editorial RIALP. Madrid. 1974
10
BIBLIOGRAFÍA
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