Guión literario inédito de María Teresa León

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Un guión literario inédito de María Teresa León
Gabriele Morelli
El hallazgo de la documentación epistolar de un poeta o escritor, además
de ofrecer una serie importante de datos e informes poco conocidos
sobre la vida y la obra del autor, puede representar una importante
aportación de materiales perdidos y borrados por el paso del tiempo. Es
el caso de la correspondencia cruzada entre los Alberti y Eugenio
Luraghi, importante dirigente de fianza italiana, al mismo tiempo
generoso mecenas y sensible lector de la poesía española, en particular la
de Alberti, que da a conocer a los lectores italianos en su libro Rafael
Alberti, Poesie (Milano, La Meridiana, 1949). En el volumen italiano que
recoge su epistolario cruzado con Rafael y María Teresa León1, se
encuentra el texto de un drama inédito, titulado La historia de mi corazón,
de gran interés por la modernidad de la pieza, escrita en los años
Cincuenta, y cuyo facsímil está a punto de aparecer en las publicaciones
del Centro Cultural de la Generación del 27 de Málaga. Igualmente, en
otro epistolario de los Alberti enviado al hispanista romano Dario
Puccini, que acabo de entregar a la editorial Viennepierre de Milán –la
misma que ha publicado la correspondencia de los dos escritores
españoles a Luraghi– se encuentra la síntesis de un guión literario
inédito de María Teresa León, que ésta envía al amigo italiano confiando
en la posible dirección de Vittorio De Sica. En su carta del 29 de mayo de
1959, la escritora burgalesa acompaña el texto con estas palabras:
Mi buen amigo Dario:
Rafael me dice que le escriba mandándole esta síntesis
cinematográfica. Cree –y creo yo– que puede ser una buena coproducción
italo-argentina. Aquí hay gentes interesadas en hacer con [Vittorio] De
Sica esta película. Contésteme que le parece la idea y escríbame pues. Estos
señores están decididos hasta a ir a Italia. Le ruego que me indique quien
cree que la pueda dirigir y actores y si podría interesar esta coproducción.
Eugenio Luraghi. Rafael Alberti. Corrispondenza inedita (1947-1938), edición de Gabriele Morelli, Milán,
Viennepierre Edizioni, 2005.
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Lo único que le pido es que guarde un poco la idea de tantas gentes como
hay por todo el mundo de cine a caza de ellas.
¡Cuánto sentimos no llegar hasta Italia! Reciba un abrazo de Rafael y
el saludo cariñoso de
María Teresa León
Reproduzco para los lectores de la revista.... la síntesis del guión
literario, con la respuesta del amigo hispanista de Roma:
En un pueblecito italiano, vecino de las canteras de Carrara,
se festeja con cohetes y bailes un importante acontecimiento: ¿El
fin de la guerra, la liberación, un camino que los una al mar?
Nada de esto, lo que hace unirse a las parejas, sonreír a los viejos,
repicar las campanas al párroco es un encargo, un encargo
monumental como jamás lo recibiera el pueblecito y llega en un
buen momento, justo cuando el mundo, azotado por una
posguerra difícil, se aprieta aún más los cinturones y se discute si
libertad o dictadura, si democracia o mano fuerte. Muchos son los
ex y los no ex que viven en el pueblecito pero si los más viejos son
algo garibaldinos, los más jóvenes, unos tuvieron veleidades
mussolinianas, y los otros estuvieron en las brigadas
internacionales en España. No puede decirse que haya mucha
unidad política pero todos conviven, ayudándose en la pobreza
desde distintas altiveces políticas. Y en esto de arreglar su
pequeño mundo están cuando aparece un forastero. Ese forastero
trae en su cartera la solución maravillosa, el encargo nunca visto:
la estatua salvadora de un dictador americano.
En la misma plaza comienza el despiece de la figura: a este la
nariz, al otro la oreja, al de más allá un dedo, la palma de la mano
etc. Comienzan las intrigas, las trampas, las preocupaciones
morales: si el zapatero es tan demócrata ¿puede o no colaborar en
la deificación de un tirano? El maestro de escuela se ve acosado
por preguntas geográficas, hasta los hay que se confiesan con el
párroco porque les han tocado esas partes posteriores que aún
vestidas son peligrosas para la moral ya que en su monumental
tamaño se desea poner un restorán [sic] a toda pompa. El alcalde
es padre de una hija pero no la deja casar con su pretendiente
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porque es pobre pero al muchacho le ha tocado la parte más
suculenta de la estatua: la sonrisa del dictador, y esos labios
grandes como estadios convierten al chico en un pozo con
posibilidades.
Todo el pueblo va atando sueños y deseos a esa estatua como
no se vio desde Siria o Babilonia, a ese coloso que dejará chiquito
al de Rodas. Los bloques de mármol llegan. Allí está el trabajo
para diez años, el pan, la canción, la vida. Se instalan los
mármoles en todos los sitios grandes, hasta se tiran paredes,
llegando a demolerse casas para que entren los trozos de la estatua
y con el fin de animar el trabajo se contrata la charanga del pueblo
vecino para que venga a tocar delante de cada patio, corral o
establo donde toman forma los mármoles preciosos.
El pueblo vecino mira amarillo de envidia la suerte
extraordinaria de los marmolistas.
El escultor vive desvelado entre llegada de cables, cartas,
conferencias telefónicas y fascinaciones. Del otro lado del
Atlántico llegan retratos de aquel ser mítico, capaz de soñar como
los faraones que la gloria sea su niñera para atravesar los siglos.
Detrás de cada mármol, al lado, encima de los bloques se
desarrollan los sueños, aventuras y deseos; las citas de los novios;
las reprobables –pero no menos citas– de los amantes; las intrigas
domésticas; el espionaje matrimonial. Todo gira en esta selva
petrificada que un día elevará sus setenta metros de altura contra
el cielo azul sobre la bóveda suntuosa de un monumento
funerario. La vida rueda. El escultor tiene ya auto. Todos
compran a crédito trajea, animales, muebles. Los créditos han sido
inventados por el pueblecito vecino, amarillo de envidia, que de
este modo también inventa un negocio monumental donde ha
puesto en juego todos sus ahorros. El dinero para pagar los
jornales no llega, el escultor promete. ¿Es que puede quebrar un
estado tan poderoso? Pero el dinero no llega. Y no llegará. Lo que
llega es la noticia de la caída del ídolo. ¿Cómo guardar tan
aplastadora noticia? Imposible. Adiós sueños, adiós matrimonios,
adiós vacas lecheras… Cuando todos lloran el haber sido víctimas
del dictador y su vanidad, cuando el escultor pone el motor en
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marcha para desaparecer, el pueblo acreedor aparece armado de
palos y piedras.
¿Qué van a hacer con él? Llamados por cohetes todos los
vecinos se reúnen en la plaza y deciden llevarle al pueblo que
creyó en el encargo monumental. Todos vociferan, pero no hay
batalla. La charanga hace oír de nuevo su música, aparecen los
niños de las escuelas, las novias, las recién casadas, las viejas.
¿No hemos ya peleado bastante? Nada de guerras y se interponen
para dejar las cosas como estaban. Pero, ¿qué hacer con tanto
mármol como interrumpe la vida tranquila del pueblo? ¿Por qué
no ofrecérselo a las Naciones Unidas? ¿Por qué no hacer, con
unos cuantos toques hábiles que dará el arte, una nueva estatua,
la de la libertad? ¿Por qué no colocarla en medio del mar dulce
que descubrió Solís? La saludarían los barcos, las sirenas, las
gaviotas… De este modo los trajes, los muebles, los animales y las
aves del corral compradas a crédito al pueblo vecino podían
quedarse donde estaban. Hasta el escultor guardaría su automóvil
y la chica del alcalde se casaría con el muchacho a quien le tocó la
sonrisa del dictador porque la convertiría en la sonrisa de la paz.
Todo quedaría como estaba, firmándose solemnemente grandes
protocoles por otros diez años de esperanza, volviendo a resonar
los martillos acompañando la nueva esperanza de la vida para que
los enamorados puedan besarse libremente.
He aquí la contestación di Dario Puccini:
[Roma, junio de 1956]
Mi buena amiga, recibí su síntesis cinematográfica y pienso entregarla
bajo mi nombre (si usted está conforme) a la Sociedad de Autores Italianos.
¡La idea es muy buena y creo que interesará mucho aquí! Pero me
parece que sea necesario integrarla con un intrigo más sólido y realístico.
En estos días pienso encontrarme con [Cesare] Zavattini (el
inteligentísimo colaborador de De Sica y muy amigo mío) para presentarle
su síntesis. Creo que se puede hacer algo. Pero es necesario, para una coproducción italo-argentina (el común amigo Fernando Birri, ahora en
Buenos Aires, Posadas 1168-6°-Dep. 25, puede explicarle este asunto mejor
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que yo) que los argentinos, tan malos en cosas de cine, hagan proposiciones
muy buenas desde el punto de vista financiero…
Recibí también su adaptación teatral de la novela “Misericordia” de
Pérez Galdós2. ¡Voy a proponerla muy pronto a la radio!
Un saludo cariñoso de
Dario Puccini
Misericordia, Madrid, ADF, 2003; incluida en el libro María Teresa León, Escritos sobre el teatro, prólogo
y notas de Gregorio Torres Nebrera.
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