RESEÑA HISTÓRICA SOBRE LA IGLESIA TRIDENTINA Síntesis recabada de estudios de Iginio Rogger, Armando Costa, Severino Vareschi Los orígenes y la primera evangelización Trento es la ciudad de fundación gálica o rética, ocupada establemente por los Romanos hacia el 37 a.C., y comprendida en la X región augustal: Venetia et Histria. Una vez caído el imperio de Occidente, pasó al dominio de Teodorico y de los Bizantinos. Desde el 569 fue la sede de un ducado longobardo; bajo los carolingios la marca de Trento hizo parte del reino Itálico, pero en el 962 Otón I (912-975) la incorporó en el imperio Germánico, del que hizo parte hasta 1803. En el periodo Napoleónico pasó a Austria (1803-1805), posteriormente a Baviera (1806-1810), y al reino Itálico (hasta 1816); finalmente, por más de un siglo, de nuevo a Austria. Desde 1918 es parte del estado Italiano. La evangelización del Trentino ha tenido origen, si bien esporádicamente y con lentitud, desde el tiempo de la dominación romana. Una difusión más robusta se desarrolló gracias al edicto (313) de Constantino (274337), y la actitud de sus sucesores, especialmente Graciano (375-383). En esta época se documentaron los tres primeros obispos de Trento: Jovinianum, Abundantius (presente, en el 381 en el concilio de Aquilea), y especialmente S. Vigilius (muerto el 26 de junio del 400). La carta de Ambrosio, obispo de Milán, a Vigilio, obispo de Trento, (P.L. 16, 982); las de Vigilius a Simplicio sucesor de Ambrosio, y a Juan Crisóstomo, obispo de Constantinopla (P.L. 13, 549-588); y, más tardía, la Passio Sancti Vigilii, proporcionan noticias importantes sobre los principios de la Iglesia de Trento y sus evangelizadores, entre los cuales – junto a Vigilius que es considerado el “consolidador” – fueron célebres por el glorioso testimonio de martirio los misioneros orientales Sisino, Martirio y Alejandro, asesinados en Mecla d’Anaunia (hoy Sanzeno) el 29 de mayo del 397. En el cuadro de la “communio” entre las Iglesias locales, la primitiva comunidad de Trento primeramente hizo referencia a la sede de Milán que S. Ambrosio, en el ámbito de Milán capital del imperio, había llevado a gran irradiación y prestigio. Terminada la época de Milán, con el siglo V la Iglesia de Trento se encuentra insertada, hasta 1751, en el ámbito metropolitano de Aquilea, y después de Goricia (dependencia que nunca fue reconocida); del 1772 a 1825 inmediatamente sujeta a la Santa Sede; desde 1825 a 1920 sufragánea de Salzburgo; y de 1920 de nuevo inmediatamente sujeta a la S. Sede, que en 1929 la elevó a sede arzobispal sin sufragáneos, y en 1964 constituyó la provincia Eclesiástica Tridentina que comprende las diócesis de Trento y de BolzanoBressanone. La comunidad cristiana de Trento custodió los cuerpos santos de Mártires de Anaunia y de Vigilius depositados en la basílica cementerial fuera de Porta Veronese a través de los siglos como tesoros preciosísimos. Ya en el siglo VI es erigido en el lugar un edificio de todo respeto, ampliado en época carolingia y ulteriormente reestructurado al inicio del segundo milenio. Las excavaciones arqueológicas recientes nos restituyeron la vista y el uso de la basílica tardoantigua. La primera catedral ciudadana estaba situada en un área cercada de muros, con toda probabilidad en el lugar donde posteriormente surgió la iglesia de S. Maria Maggiore. Fecunda y difícil Edad Media Las invasiones bárbaras no disminuyeron la difusión del cristianismo en la tierra Tridentina; pero condicionaron sus referencias documentales, que se reducen a pocos fragmentos. El obispo Eugipio (c. 530 – 535) – decimonoveno de la serie – es recordado en la inscripción del pavimento musivo del sacellum dedicado a los santos Cosme y Damián, donado por el "cantor Laurentius", hallado en el Dos Trento, y que se remonta a la primera mitad del siglo VI. Agnellus – vigésimo cuarto - está documentado en actas de los años 567,579 y 591: vivió por tanto en el tiempo del ducado longobardo de Trento (569 - 774). Junto al patriarca de Aquilea adhirió al sisma de los Tres Capítulos (la diócesis volvió a la comunión con Roma a finales del siglo VII). En época longobarda, la diócesis de Trento alcanzó los confines que se volvieron clásicos durante casi toda su historia hasta las modificaciones josefinas al final del siglo XVIII. Además de los territorios del municipium de Trento (valle del Adigio desde un cierto punto al norte de Ala hasta Maia, respectivamente hasta el río Tinne en la Chiusa de Val d’Isarco; valles del Noce y valles del Avisio, excluida Fassa), fueron asumidos desde Brescia los valles de Chiese y Sarca, incluida Riva, y de Verona la baja Vallagarina. En Feltre se mantuvo en cambio toda la Valsugana hasta las puertas de Trento. En el siglo IX, del obispo Iltigario (c. 800) son recordados notables trabajos de restauración en la basílica cementerial de S. Vigilio. No está excluido que en estos tiempos, con el desarrollo general de las inmunidades obispales, se hayan tenido también en Trento los primeros inicios de un poder temporal de los obispos (con la erección de un “palatium episcopatus” en los predios de la catedral), y de la presencia del Capítulo de S. Vigilius. En época carolingia tomó cuerpo una primera forma lograda de organización pastoral de la Iglesia Tridentina a través del desarrollo de una red completa de pequeñas parroquias rurales. En el siglo X, en la época de la decadencia del imperio carolingio y de la tormentosa existencia en el reino itálico independiente, la Iglesia de Trento mantuvo y acrecentó su rol político. La ubicación geográfica y la solidez institucional de la sede obispal tridentina atrajeron las atenciones de los nuevos reyes y emperadores alemanes. En época otoniana, el territorio trentino fue englobado (con la marca de Verona) en el ducado germano-bavarés de Carantania, y así Trento pasó, políticamente, de extrema entidad septentrional itálica a análoga entidad meridional germánica. Nacimiento y desarrollo del principado obispal El rol político de los obispos de la región de encuentro y de comunicación entre Norte y Sur de los Alpes apareció de vital importancia a los soberanos alemanes de la “renovatio imperii” sajona y sálica. Se trató, pues, de conectar estos obispos y su territorio con el rey y el reino. Tal promoción política e institucional de los obispos de Trento fue definitivamente consagrada probablemente el 9 de abril de 1004 por el emperador Enrique II el Santo (1002 – 1024), e igualmente confirmada el 31 de mayo y 1º de junio de 1027 por Conrado II el Sálico (1024 - 1039) con los diplomas de entrega al obispo Ulrich II (1022 - 1055) de los comités de Trento, Bolzano y (tal vez) de Venosta (este último en todo caso nunca efectivamente controlado por Trento), con anexos derechos y poderes de conde y de duque. Lo mismo ocurría para el obispo de Bressanone para las comarcas más al norte. Respecto a los confines diocesanos, el principado de tal manera formalizado ganaba al obispo de Feltre en lo temporal pero no en lo espiritual la parte occidental y más cercana a Trento de la Valsugana, hasta maso S. Desiderio en Novaledo. En época carolingia el comité de Trento controlaba gran parte de la Valsugana. Desde entonces, el obispado tomó la fisonomía de los principados eclesiásticos existentes en los confines del imperio "in dicione germanica"; y, con vicisitudes alternas, subsistió hasta el 1803 (el último príncipeobispo fue Peter Vigilius von Thun-Hohenstein, 1776 – 1800), cuando el territorio tridentino fue incorporado en el imperio de Austria. En estos ocho siglos, la vida eclesial fue constantemente condicionada por las vicisitudes políticas. Los obispos de los primeros dos siglos del principado parecen provenir prevalentemente de familias de alta nobleza, sobre todo sueva y bávara. Se puede hablar, para estos dos primeros siglos, de época de oro del principado obispal de Trento. En el siglo XII se hicieron sentir también en el territorio tridentino los benéficos influjos de la reforma de la vida eclesiástica: fueron fundadas la abadía benedictina de S. Lorenzo en Trento, y los monasterios de los Canónicos Regulares Agustinos de S. Michele all’Adige y de Augia (cerca de Bolzano). El principal actor de esta reforma, el obispo Altmann (1124 – 1149) promovió notables intervenciones en la catedral, consagrada por el mismo el 18 de noviembre 1145 en la presencia del patriarca de Aquilea Pellegrino y del obispo de Concordia Gervico. En la guerra de las investiduras los príncipes-obispos de Trento tomaron parte por el emperador, y a continuación generalmente por los gibelinos. El periodo más floreciente para el principado fue el del obispo Friedrich von Wangen (1207-1218) que consolidó el poder civil, incrementó la agricultura y el aprovechamiento sistemático de las minas (es célebre el Estatuto minero), amplió y ornamentó la catedral, celebró un sínodo diocesano, y reorganizó el registro de los documentos (Codex Vangianus). El cuadro eclesial de la edad media central trentina se completa con una significativa presencia y difusión de comunidades religiosas: antes aún de las diferentes órdenes mendicantes que se asentarán en la ciudad, deben considerarse las numerosas comunidades, usualmente mixtas masculinas y femeninas, que "administran" los hospicios y hospitales que entre los siglos XII y XIII comienzan a brotar ya sea en las zonas inmediatamente suburbanas como en partes de las principales vías de la hondonada y de paso. El asentamiento de conventos de las órdenes mendicantes en las ciudades de la diócesis fue indudablemente tempestivo: se trata de franciscanos (masculinos y femeninos), dominicos (masculinos y femeninos), agustinos. En particular: en las primeras décadas del siglo XIII aparecieron los Menores (Conventuales) en S. Francesco fuori Porta Nuova (antes de 1248), las clarisas en S. Michele (1229), los Dominicos en S. Lorenzo (1235), más tarde las Dominicas terciarias en S. Margherita (primeras décadas del S. XIV); siempre en el siglo XIII, los Menores se asentaron también en Bolzano (1237) y Riva (1266), poco después los Ermitaños de S. Agustín en Trento (1273). Un caso único y muy interesante, pero enmarcable en un robusto movimiento espiritual y ascético contemporáneo, fue en el siglo XI la consagración eremítica de S. Romedio, noble de Thaur (cerca de Innsbruck). La política de Friedrich II (1220-1245) llevó a una especie de secularización temporal. Esplendor y decadencia de la época moderna Posteriormente inició una larga serie de luchas extenuantes con los condes del Tirol, que de "abogados" se convertían en padrones efectivos del principado: las “compactadas” de 1363 y de 1454, y la serie de los obispos alemanes de los siglos XV y XVI sellaron esta evolución. Desde el punto de vista eclesiástico, las vicisitudes de la diócesis resienten aquellas - a menudo engorrosas - de la iglesia de la Baja Edad Media y la situación religiosa no aparece sustancialmente distinta de la general. La tenaz defensa de las prerrogativas obispales contra las injerencias tirolesas, puesta en campo hacia el final del siglo XIII por el príncipe obispo Enrique II de la Orden Teutónica (1273-1289), no respectó solamente el campo político, sino es reconocible también en la administración de lo espiritual. Al inicio de la época de las reformas –o mejor de su invocación- Henri III de Metz (1310-1336) desplegó una vivaz actividad sinodal, continuada bajo su sucesor Nicola Abrein (1338-1347). También la organización de la pastoral se perfecciona, como demuestran las listas de las parroquias de 1295 y 1309 y la lista anexa a las constituciones sinodales de 1336. En ellas la difusión de las estaciones de curación de almas de rango parroquial pleno (72 de número) alcanzó un estadio que, con una docena de integraciones a partir del final del siglo XVI, permanecerá invariado hasta casi nuestro siglo. En el frente de las comunidades religiosas, en 1452, los Frailes Menores fundaron en Trento el convento de la Observancia. Las cofradías ciudadanas y las externas, y las cada vez más numerosas fundaciones devotas y caritativas ya sea del grupo étnico italiano como alemán, reflexionan el fervor religioso y, por otra parte, la tendencia a la acumulación devocional verificable por doquier en la Baja Edad Media. En Trento la cofradía de los Battuti funda en 1340 en Santa María el hospital italiano, o Ca’ di Dio, y la cofradía de los Zappatori (Hauer) funda en 1278 en S. Pietro el hospital alemán. Mientras la red de hospicios “ciudadanos” de época vanguiana dos siglos después parece debatirse en una crisis profunda, y para muchos de ellos definitiva. El humanismo tomó vuelo en el Trentino en la época del príncipe-obispo Johann V von Hinderbach (14651486). Al obispo y cardenal Bernhard III von Gloss (1514-1539), figura de gran relieve, la ciudad debe su reorganización social y su renovación en la construcción que posteriormente la convertirían en digna sede del Concilio que tomó el nombre de Trento, y que se desarrolló en tres periodos, desde 1545 a 1563. En la época del Concilio, era obispo de Trento el cardenal Cristoforo di Madruzzo (1539-1567); pero a su sucesor, el card. Lodovico di Madruzzo (1567-1600) le tocó la aplicación de los decretos Tridentinos, sobre todo con una atenta visita pastoral, con la celebración del sínodo diocesano, y con la erección del Seminario. La época barroca vio la fundación de nuevas comunidades religiosas no solamente en la ciudad, sino también en los valles, y el reflorecer de antiguos monasterios masculinos y femeninos: en particular los Frailes Menores (Franciscanos y Capuchinos), los Somascos, los Carmelitas, y los Jesuitas. Los confines de la diócesis fueron ampliados en 1786 y en 1818 con la anexión de la Valsugana y de Primiero (pertenecientes hasta entonces a Feltre), de Merano y de val Venosta (hasta entonces en Coira), de los decanatos de Fassa, Chiusa y Castelrotto (hasta entonces en Bressanone), y de otros territorios menores. En 1818, el Comedor obispal y el Capítulo Catedral fueron dotados de nuevo por el emperador de Austria, que recibió por su parte el derecho de nombramiento de los obispos – hasta entonces ejercitado por el Capítulo de S. Vigilio, con la confirmación de la Santa Sede-. En el siglo XIX, luego de la fase tribulada del obispo Emanuel Josef Maria Peter von Thun-Hohenstein (1800-1818), que tras la secularización del principado (1803) debió defender además la supervivencia de la "diócesis" de S. Vigilius, la Iglesia Tridentina, libre ya de los obstáculos del poder temporal, retomó vigor con el gobierno providencial de Francesco Saverio Luschin (1823-1834), y del beato Juan Nepomuceno Tschiderer (1834-1860). Su obra fue decisiva para infundir en la comunidad diocesana la sensibilidad evangélica que la preparó para afrontar las insidias del josefinismo, del liberalismo, del nacionalismo, del anticlericalismo, y del insurgente socialismo; y la grave situación económica que se verificó hacia la mitad del siglo que ha provocado una masiva emigración especialmente hacia las Américas. La Iglesia trentina en el siglo veinte Aquella semilla se desarrolló durante el subseguirse de pastores dignísimos – Benedetto Riccabona (18611879), Giovanni Giacomo Della Bona (1879-1885), Eugenio Carlo Valussi (1886-1903), Celestino Endrici (1904-1940) – atentos a las señales de los tiempos y a las nuevas exigencias, aun no fácilmente individuables. Característica común de su acción pastoral fue el empeño de ponerse junto al pueblo, de asociar a su misión apostólica laicos generosos y preparados (baste recordar Alcide De Gasperi), de hablar a la gente un lenguaje adecuado para interpretar las realidades de la vida, y capaz de indicar soluciones cristianas concretas y convincentes. Ellos llevaron a cabo una evangelización sistemática – también con el uso inteligente de la imprenta -, una presencia activa en el mundo del trabajo, una animación de asociaciones de todo tipo; y promovieron la cooperación en los campos de la producción, del consumo, del crédito. Además de estar conscientes de que debían tutelar los derechos naturales de la población, ellos fueron vigilantes, y en el momento oportuno, valientemente decididos a defender la italianidad del Trentino contra los asaltos del pangermanismo. La guerra de 1914-1918 fue una gran prueba para la Iglesia de Trento: hombres y jóvenes en el frente; el obispo deportado; zonas completas evacuadas; poblaciones en exilio en Austria y en Italia confortadas por la asistencia de los propios sacerdotes que dieron pruebas admirables de dedicación; países destruidos por las acciones bélicas; economía arruinada; actividad pastoral reducida. Concluido el conflicto, y unido el Trentino a Italia, la reconstrucción material y moral fue promovida por las mismas personas – sacerdotes y laicos – que en la preguerra se habían prodigado en procurar trabajo, bienestar y concordia para el pueblo. En 1920 la Sede Apostólica, respondiendo a las expectativas del gobierno italiano, se preparaba a sancionar la nueva configuración de la diócesis de Trento anexando a Bressanone los diez decanatos de lengua alemana de la Iglesia de Trento; el Obispo Mons. Endrici expresaba plena satisfacción para este proyecto, sugiriendo además hacer corresponder los límites de las nuevas diócesis con los políticoadministrativos del Trentino y de Alto Adigio. Pero la negativa y violenta reacción a este diseño por parte de los nacionalistas trentinos, lleva a Mons. Endrici a aconsejar al Vaticano mantener el status quo en la región, a fin de evitar, por el momento, mayores desórdenes. Poco después, el fascismo priva a la Iglesia Tridentina de hombres y medios. Con una acción capilar, paciente y confiada – casi en la clandestinidad – serán formados los hombres y mujeres que, a la caída del régimen, se encontrarán preparados para las nuevas tareas en una sana y fuerte conciencia de libertad y justicia, inspiradas en los principios del Evangelio. Al Arzobispo Celestino Endrici le sucede Mons. Carlo de Ferrari (1941-1962). Ya al iniciar su ministerio pastoral, la nueva guerra mundial (1939-1945) trae otras pruebas – jóvenes en el frente, bombardeos, vida de supervivencia, acciones de "resistencia" y de feroz represalia-; provoca también un extraordinario fervor cristiano, que se concreta inicialmente en obras generosas de auxilio para cada dificultad, y encontrará luego un amplio desarrollo en la posguerra y en el tiempo sucesivo. La misión pastoral del Arzobispo Alessandro Maria Gottardi inicia en 1963 con la participación al Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965). En 1964, con la constitución de la Provincia eclesiástica Tridentina, que comprende las diócesis de Trento y de Bolzano-Bressanone, los confines respectivos son equiparados a los territorios de las provincias civiles que constituyen la región Trentino – Alto Adigio. Posteriormente, la aplicación de los documentos Conciliares será comprometida y sistemática; los encuentros de conocimiento y de diálogo con todas las expresiones de la realidad diocesana serán intensos y capilares en un periodo de cambio socio-cultural. Es digno de particular mención el redescubrimiento de la basílica paleocristiana de S. Vigilio en el subsuelo de la Catedral. La celebración, finalmente, del XIX Sínodo diocesano marca la síntesis del camino recorrido, y la pista para el futuro. El servicio pastoral de Mons. Giovanni Maria Sartori (1988-1997), marcado por el sufrimiento causado por su salud precaria, ha sido caracterizado como un iluminado y fiel anuncio de la Palabra, por una visita pastoral generosa e intensa, por la Beatificación del Obispo Juan Nepomuceno Tschiderer realizada en Trento por el Santo Padre Juan Pablo II, por la celebración del XVI centenario de los Santos Mártires de Anaunia y de la preparación del Gran Jubileo del 2000. El ministerio episcopal de Mons. Luigi Bressan – del clero Tridentino - se inició el 30 de mayo de 1999 con una atenta toma de contacto con personas y situaciones de la realidad local y con una celebración empeñada del Gran Jubileo del 2000 y del XVI centenario de la muerte de San Vigilio.