Fragmentos seleccionados de

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Fragmentos seleccionados de
Hans Sedlmayr, Épocas y obras artísticas
(Rialp, Madrid, 1965)
Daniel Sánchez
Material de circulación interna de la cátedra de Historia de las Artes Visuales I, septiembre de 2004.
Forma abarcante. Transformación del muro clásico a la forma
abarcante
Dibujo (a)
Muro clásico griego
Muro romano
Sistema
Forma abarcante
de arco y columna
“Lo esencial de este principio de combinación mural no es la alternancia
de columnas-pilastras, y de columnas en la arcada a la formación de grupos
murales. Ésto también sucedió en la antigüedad cristiana de los siglos IV y
V, como por ejemplo, en la Basílica de Demetrio. (...) Lo nuevo en la
estructura del dibujo a, es la división en partes componentes de primero y
segundo orden, en elementos abarcantes y abarcados. Yo denomino a este
tipo estructural, para darle un nombre sencillo, forma abarcante...”
“(...) Esta forma abarcante se convierte en un motivo de innumerables
versiones de todo tipo y aparece continuamente en la arquitectura de la alta
y baja Edad Media. No existe apenas un edificio románico o gótico de
importancia en el que esta forma, por lo menos no se insinúe; con mucha
frecuencia determina toda la estructura. Las variaciones de la idea son
incontables: junto a los sencillos ejemplos justinianeos aparecen las
combinaciones de dos o más planos que se interceptan mutuamente y se
limitan formando una complicada jerarquía de elementos.” [Pp. 82-84]
Tesis. Sistema arquitectónico justinianeo. Base de la construcción
bizantina
“El sistema arquitectónico nacido en la época justinianea constituye sin
duda la base del arte eclesiástico bizantino, es decir, de la Edad Media
bizantina. En el medioevo occidental se forman también sistemas
arquitectónicos de estructura parecida. La cuestión es saber si están
relacionados con el sistema justinianeo. En todo caso el principio donde el
oriente se inspira es un principio medieval...” [Pág. 78]
“La derivación histórica del sistema arquitectónico de la alta Edad Media
queda reducido al problema de la derivación del principio de baldaquino.
Tampoco en este terreno existe ningún punto de contacto con supuestas
formas previas de la arquitectura germánica o nórdica antigua. Los primeros
baldaquinos abarcantes de la arquitectura occidental dependen sin duda de
Bizancio (Capilla palaciega de Aquisgrán). Por lo que se refiere a los
posteriores, sólo existen tres posibilidades: nacimiento espontáneo, Roma y
Bizancio.” [Pág. 117]
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El principio del baldaquino. Significación histórica
“Las construcciones representativas de la época justinianea y las de la
Edad Media alta y baja no son en su mayor parte más que distintas
versiones y formas de entender este sistema de baldaquino romanohelenístico, que por lo demás tiene un ‘renacimiento’ en un importante
grupo de edificios...” [Pág. 87]
Forma abarcante en el conjunto del recinto
“En la arquitectura antigua, hasta la época justinianea -es decir, en la
helenística, en la romana de los primeros tiempos, en la romana media y en
la tardía y en la Antigüedad cristiana-, se pueden distinguir a grandes
rasgos dos formas de recintos cerrados por la parte superior. En el primer
grupo, existieron de antemano las paredes, la cubierta superior es un
elemento añadido. Este elemento puede ‘descansar’ sobre las paredes como
una cobertura suplementaria; así sucede con el techo de arquitrabe de los
templos griegos o con el techo de vigas de las salas helenísticas de las
primitivas basílicas cristianas. (...) La parte superior se caracteriza
fundamentalmente por ser algo colocado ‘suplementariamente’ sobre las
paredes del recinto. (...) Las cúpulas y los arcos de medio punto muestran
también un artesonado, al igual que los techos planos.
Otra posibilidad de este primer grupo consiste en que la parte superior
‘cuelgue’ aparentemente sin ningún sostén ‘sobre’ las paredes o ‘entre’
ellas. Así, la cúpula esférica de la gran sala de la Piazza d’Oro de la Villa
Adriana sólo se apoya en las columnas helenísticas, que limitan la sala por
sus ocho costados... [Idea de cúpula flotante]. (...) Esta característica de la
cúpula ‘flotante’ tiene su origen en la Edad Antigua. Sería totalmente
erróneo pretender buscar la diferencia entre la concepción antigua y no
antigua en la ‘carga’ de las partes superiores: la idea de ‘flotar’ no es tan
sólo familiar a la Antigüedad sino que -en contraste con los elementos
sólidos que se encuentran debajo- es mucho más evidente que en la
arquitectura justinianea bizantina media, en donde hasta las paredes cobran
algo de esta cualidad de la bóveda.
En todos estos casos se da en primer lugar una limitación del espacio
con paredes verticales; después, este espacio ya creado por las paredes fue
cortado también por arriba.
Muy distinto es el segundo procedimiento fundamental de crear un
espacio interior cerrado por todas partes. También aquí nos encontramos
con dos partes componentes independientes una de otra y del mismo valor:
la limitación vertical mediante paredes, y entre ellas, uno o varios
baldaquinos, cuyas columnas aguantan la bóveda. La bóveda, con mucha
frecuencia artesanada, se apoya sólidamente en los soportes del
baldaquino; asimismo, el baldaquino, en conjunto, se distingue de las
paredes entre las que está. Se podría sacar -en teoría- el baldaquino por
arriba sin estropear la pared. (...) Este principio de formar el recinto interior
lo denominó el ‘principio del baldaquino’.” [Pp. 84-86]
El principio baldaquino en la construcción justinianea
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“Según el sistema justinianeo de baldaquino, los soportes de la bóveda
están ‘en’ la pared, no ‘delante’ de ella, ni independientes de la misma; son,
a la vez, partes de la pared y partes del baldaquino. Las paredes se
levantan como un relleno entre los soportes del baldaquino, no detrás de
ellos, como un sobreañadido. Se rompe la independencia entre pared y
baldaquino. En teoría, ‘sólo’ los baldaquinos pueden mantenerse por sí
mismos. (...) Los pedazos de pared que quedan cuando se separan el
baldaquino con respecto a la pared son fragmentos sin sentido.
(...) Lo primario, el elemento constitutivo de la habitación, no son unas
paredes cubiertas suplementariamente por una ‘cobertura’ o un ‘paraguas
flotante’, sino que el elemento que crea el recinto es el baldaquino, que, con
el auxilio de unas paredes suplementarias de relleno, forma la habitación
cerrada.
(...) El sistema del baldaquino abarcante de la pared constituye la gran
creación, rica en consecuencias, de la arquitectura justinianea y la idea
directriz de sus obras más importantes y representativas. Las formas ya
existentes históricamente reciben una nueva inspiración con este principio.”
[Pp. 89-90]
Santa Sofía. El sistema baldaquino. Madurez de una propuesta
técnica
“... Es la insuperable representación de la idea del baldaquino con todas
las posibilidades que ofrece este motivo; es la más grandiosa variación del
tema ‘baldaquino’. Se construyeron nada menos que 46 baldaquinos de
diversos tipos. La sala principal es un gigantesco baldaquino de cúpula
asentado sobre una planta cuadrada, y los ábsides son dos mitades de un
baldaquino circular.
(...) Santa Sofía, apunta por tanto, los principios arquitectónicos
esenciales de la época. No cabe duda que la forma de doble ábside de su
sala principal fue ‘también’ escogida porque de este modo se esbozan
nuevas soluciones. Su idea central posee la capacidad de admitir
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variaciones que no tiene el segundo edificio importante de la época, la
desaparecida Iglesia de los Apóstoles.
(...) Andreades ha puesto por primera vez de relieve el hecho de que
estas dos construcciones nacieron en el seno de un ambiente
predominantemente religioso-simbolista, que si bien no aclara sus
diferencias, sí las motiva. Santa Sofía es la iglesia de la santidad absoluta,
del Dios Padre, de la Sustancia divina; la Iglesia de los Apóstoles es la
Iglesia del Dios Hijo, de la Individualidad divina. (...) En Santa Sofía
encontramos en todas partes testimonios de una forma no completa, de una
idea fluida y de un espacio ondulado; sus áspides, exedras y cúpulas
parecen como influidas por un mismo ‘aliento irreal’. (...) Los soportes del
baldaquino son líneas, (...) se puede ver desde fuera el juego de fuerzas.”
[Pp. 113-115]
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