Vivimos una época de enorme confusión, perplejidad y descreimiento

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EL LIDERAZGO Y LA MISION DE LA PROFESION
MEDICA EN EL NUEVO MILENIO
INDICE:
1.- El sector y la industria de la salud.
2.- Breve narrativa de nuestra sociedad en cambio continuo.
3.- Responsabilidad social y liderazgo transformador de la profesión médica.
4.- Nueva era en el profesionalismo médico.
5.- Gobernanza médica y reformismo sanitario.
6.- Misión profesional y social de las entidades corporativas médicas.
Luis Ángel Oteo Ochoa
Jefe Dpto. de Desarrollo Directivo y GSS.
Escuela Nacional de Sanidad
Instituto de Salud Carlos III
Ministerio de Ciencia e Innovación
2
1.- El sector y la industria de la salud.
El sector de la salud forma parte esencial de la economía productiva y social de los
países avanzados, y es generador continuado de riqueza, prosperidad y
empleabilidad cualificada, siendo su cadena de valor un cluster de innovación
disruptiva de primer orden.
En los últimos 40 años la industria de la salud ha sido el sector de la economía
global más expansivo tanto en Europa como en Estados Unidos.
Nuestra profesión, la profesión médica, ha representado el segmento más
cualificado de la fuerza de trabajo del conocimiento y con más rápido crecimiento en
el pasado siglo XX.
Así mismo, los servicios sanitarios como productos de conocimiento han venido
siendo también los de mayor desarrollo en las últimas décadas. En nuestro país, en
torno al 30 % de los trabajadores del conocimiento están directa o indirectamente
vinculados a este sector estratégico dentro de la economía de innovación.
Sin embargo sabemos que el universo sanitario no es sólo económico, sino también
social, antropológico, intelectual y moral; en la simbiosis de todos estos factores está
la proeza de su sostenibilidad para las próximas generaciones.
2.- Breve narrativa de nuestra sociedad en cambio continuo.
Desde Max-Weber sabemos que las “buenas prácticas”, las normas justas, el
carisma y la ejemplaridad transforman la sociedad, por su atractividad y persuasión
moral –el ser y el deber ser-, -el cómo somos y el cómo debemos ser-. El
normativismo modela la conciencia externa, pero la ejemplaridad y el carisma
dignifican la conciencia interna.
Este proceso de legitimación del individuo a través de la ejemplaridad moralmente
persuasiva, nos conduce a poner en valor el principio de ciudadanía, que representa
una condición superior de los derechos humanos y sociales en nuestras sociedades
más avanzadas.
En la narrativa histórica sabemos que la construcción de la modernidad ordenada de
nuestra civilización se ha fraguado y sustentado en la economía de mercado, la
democracia liberal y la sociedad civil –con mayor o menor articulación-, ésta última,
la sociedad civil, está representada por el tejido asociativo plural y pluralista y por las
redes familiares y sociales1.
No hablaré del primer elemento del entramado, el subsistema institucional de
economía de mercado, ni tampoco del segundo que lo constituye el entramado
institucional de nuestras democracias liberales, pero sí comentaré brevemente el
tercer elemento que lo representa la sociedad civil, porque todos nosotros nos
1
Markets and civil society. The European experience in comparative perspective. Edited by Victor Perez, 2009.
3
constituimos y formamos parte de la misma en su dimensión profesional, social y
asociativa2.
A la sociedad civil y a los agentes que la constituimos nos corresponde
presencializar nuestra identidad por medio de la participación activa en la vida
pública y social, que debe incluir entre otras iniciativas preferentes aquellas que
acrecienten el capital cívico, social, cultural y moral en la vida de las organizaciones
que regulan o gestionan bienes sociales preferentes para el desarrollo humano,
como es la salud.
Esta gobernanza participativa de los ciudadanos en los procesos de toma de
decisiones a través de las instituciones y de las entidades representativas de la
sociedad civil, entre las que se encuentran nuestras organizaciones colegiales
corporativas médicas, muestra el mejor exponente de la democracia deliberativa y
es un complemento insustituible que otorga carta de naturaleza al principio de
subsidiariedad3.
El paso del hombre en su condición de adulto, valiéndose de la razón humana (como
lo expresaba Kant), y de una cierta “emancipación ilustrada”, no puede acompañarse
de una pérdida de sentido de la vida y de un cierto desencanto en el ejercicio de la
libertad, signos que parecen acompañar a un final de ciclo de la modernidad. Esta
época de transición hacia el futuro que nos adentra en la sociedad postindustrial y
en el mundo postmoderno no debe resignarse ni claudicar en las virtudes que
dignifican a la condición humana.
Sin duda el mundo postmoderno nos plantea retos inéditos, pero también en sus
nutrientes originales están presentes los valores que han configurado un modelo de
convivencia y legitimidad social a todo un extenso y complejo ciclo de nuestra
historia contemporánea.
El humanismo como fundamento preeminente y razón vital del nuevo ciclo que se
vislumbra no puede ser estético sino cívico y moral para poder entender nuestro
tiempo.
Este nuevo concepto de humanismo básico y cívico equivale a decir que la persona
es la protagonista y el centro de la historia, y que por ello, está por encima de todos
los entramados institucionales y subsistemas dominantes.
El entramado asociativo profesional y civil, autónomo y autoregulado, que hoy
representa a nuestra profesión médica no puede ni debe ser “colonizado” por las
tecnoestructuras políticas, económicas o mediáticas, porque creemos en la primacía
de los ciudadanos frente a la hegemonía de las jerarquías burocráticas y mercados.
La profesión médica como agente principal de conocimiento y custodio de valores
universales no puede dejarse abducir ni por el mercado, ni por la burocracia
despersonalizada; nada ni nadie nos debe arrebatar el sentido ético y cívico de
nuestra actividad profesional y social como misión de servicio a la sociedad.
2
Pérez Díaz V. The return of civil society. U. Harvard. 1993
Pennington M. Hayekian political economy and the limits of deliberative democracy. Political Studies 2003;
51:722-39.
3
4
Nosotros, los médicos, como agentes sociales y profesionales del conocimiento
debemos participar activamente en la construcción de sociedades más prósperas,
decentes y humanistas como irrenunciable legado para las siguientes generaciones.
Nuestra profesión no necesita por tanto de ideologías simplistas, porque sabemos
identificar en la realidad el saber virtuoso para gobernar nuestro propio destino.
Creemos que es posible una “confianza razonada” que vaya calando en la sociedad
desde un sentido profundo de la existencia humana.
Con este discernimiento de esperanza en la sociedad y en las instituciones de las
que formamos parte distintiva, nos queda por explorar en este mundo postmoderno
el humanismo cívico y ético, y para ello, tiene ya que presencializarse y comparecer
la ciudadanía, la primacía de las personas sobre las tecnoestructuras y los
mercados. Entender el desarrollo económico y social a la medida del ser humano, y
por tanto virtuoso en su propia naturaleza y antropología moral.
Por tanto, exaltar el valor de cada hombre y su potencia creativa es también parte de
una vocación de servicio a la comunidad que la profesión médica debe proteger,
porque promueve una sociedad más inclusiva, fomenta la empleabilidad como forma
de autonomía responsable, dignifica el talento, valida las buenas prácticas y otorga
“denominación de origen” al humanismo científico en el mundo de las
organizaciones sociales, las instituciones y el mercado. La seguridad, la
participación, el valor de pertenencia y la identidad social, configuran el trabajo
interior de nuestras organizaciones colegiales médicas y refuerzan su misión
corporativa y las credenciales de futuro.
Para que la ciudadanía pueda expresarse virtuosamente desde este renovado
concepto de humanismo cívico es preciso refundir algunos principios que refuercen
la legitimidad del mundo vital frente a las tecnoestructuras: el principio de
generalización, que viene a señalar la igualdad de oportunidades para poder
expresar en libertad las potencialidades humanas; el principio de incidencia,
complementario al anterior, que trata de personalizar (no privatizar)en cada ser
humano la atención de la sociedad, que le permita un proceso de aprendizaje a la
medida de sus capacidades; y por último, el principio de universalidad que funde y
legitima simultáneamente a la persona y a la comunidad a la que sirve.
3.- Responsabilidad social y liderazgo transformador de la profesión médica.
La profesión médica está cada vez más presente en la realidad económica, en la
centralidad de la sociedad y en la vida de las personas, y por ello, hoy más que
nunca, debemos interrogar nuestra misión, nuestras credenciales y nuestra cultura
de servicio a la sociedad.
Siguiendo el nuevo modelo de desarrollo de competencias organizativas, mejora de
la productividad y rentabilidad económica y social que propone Michael C. Jensen4,
creemos también que la integridad de la profesión médica ante sí misma y ante la
propia sociedad, representa hoy un factor de producción tan importante como el
4 Jensen MC, Granger K, Erhard W. A New Model of Integrity: The Missing Factor of Production. Harvard
Business School. March, 2010.
5
conocimiento y la tecnología para contribuir a la sostenibilidad interna de los
sistemas sanitarios contemporáneos.
Vivimos una época de enorme confusión, perplejidad y descreimiento. Pese a todo,
debemos seguir confiando en el futuro de los sistemas sanitarios y de sus valores
universales irrenunciables que dignifican la vida humana.
Sin duda nos sentimos preocupados por el legado sanitario que hemos heredado,
por su sostenibilidad, gobernabilidad y cohesión social, y que responsablemente
deberemos transmitir a las próximas generaciones.
Como le gusta decir a Alan Maynard, sólo hay dos cosas seguras en la vida: la
escasez de los recursos y la muerte; Por tanto, las restricciones económicas no son
algo exclusivo de los sistemas sanitarios, sino que son un condicionante de todas las
políticas públicas. Es decir, que la “escasez” de recursos es el contexto real en el
cual debemos trabajar, nunca la coartada para eludir responsabilidades.
Los profesionales médicos cuando decidimos disponemos de tres tipos de
motivaciones para la acción: extrínsecas, en respuesta racional al entorno utilitarista,
intrínsecas, vinculados a la satisfacción personal y al modelo de aprendizaje y
crecimiento profesional, y éticas, como expresión de la responsabilidad social de
nuestras acciones hacia terceros.
Sabemos que la misión esencial de la profesión médica, desde su función agencial
principal en las instituciones sanitarias, es la de tutelar los derechos sustantivos de
los pacientes y de la población en relación con la protección y promoción de la salud,
así como garantizar la calidad asistencial como lema preferente de una práctica
competente y socialmente responsable.
Es en el lugar de encuentro entre médicos y pacientes, donde los servicios sanitarios
adquieren su proceso de legitimación social y ciudadana; por cuanto se establecen
los vínculos de idoneidad, aprecio, confianza y respeto mutuo.
Las autoridades sanitarias deben reconocer el papel nuclear de la profesión médica
como garantía incondicional de la calidad de las prestaciones y servicios sanitarios.
Porque sin un desarrollo efectivo de los valores esenciales que asumimos los
médicos, básicamente: plena autonomía, libertad de juicio, capacidad de decisión,
autoresponsabilidad, desarrollo científico y reconocimiento profesional y social, no es
posible pretender consolidar sistemas sanitarios modernos, eficaces y humanistas.
Nuestra profesión médica adquiere su plenitud y grandeza moral cuando se integra
en un dinamismo continuado de progreso en el saber reconocido, dialogando,
cooperando, descubriendo, resolviendo con eficacia y calidad los problemas de
salud, es decir, trabajando en confiada colaboración para innovar continuamente en
el conocimiento clínico y social; cuando materializa sus ideas distinguiendo lo
esencial “el quid de la cuestión” de lo superfluo o accidental; cuando entiende la
ética como el fundamento de toda sabiduría práctica y confía en sus actuaciones
desde la veracidad y la transparencia y cuando desvincula de su identidad cualquier
elemento deletéreo como el engaño, la opacidad o la insolidaridad.
6
Quiero en este apartado haceros llegar, desde dentro de nuestra profesión, que el
respeto y la consideración que nos debemos a nosotros mismos es un factor
determinante para p o d e r converger hacia objetivos compartidos, integrar nuestros
legítimos intereses profesionales y sociales, garantizar la cohesión interna de la
profesión médica y reforzar nuestra función social que nos permita gobernar
nuestro espacio profesional y vital. La cultura de convivencia y mutuo respeto debe
ser un activo fijo indisociable de la misión que compartimos y que nos legitima ante
la sociedad
Por ello, fortalecer el pleno reconocimiento social de la profesión médica, preservar
los valores esenciales del profesionalismo identitario mediante una permanente de
las prácticas y relaciones para adecuarse a las nuevas necesidades, expectativas y
demandas de la sociedad, son exigencias irrenunciables del compromiso ético de
nuestra profesión y de las instituciones colegiales que nos representan.
4.- Nueva era en el profesionalismo médico
Cuando un modelo epistemológico entra en crisis como consecuencia de las
grandes mutaciones sociales, científicas y tecnológicas, es primordial que en el
proceso de cambio discontinuo primen determinados valores irrenunciables
identificativos de nuestra visión humanista de la asistencia sanitaria.
Los cambios en los roles de la profesión médica, consecuencia de las grandes
transformaciones antropológicas y sociales que acontecen en el siglo XXI,
representan el paradigma del denominado nuevo profesionalismo. En particular, la
revisión del concepto de profesionalismo se incardina en una nueva era de la
medicina y de la asistencia moderna, basada en un liderazgo social más
diversificado y enriquecido, pero no exento de incertidumbre5.
Lo que hoy denominamos nuevo profesionalismo médico es un concepto sociológico
que en la práctica asistencial significa el compromiso con la competencia, integridad,
moralidad, altruismo y promoción de un bien social preferente como la salud. Este
compromiso ético forma parte del contrato social implícito entre los médicos y la
propia sociedad, y representa nuestra base de legitimación social6.
Desde nuestro acervo histórico y siguiendo los trabajos de Arnold L y Stern DT
(2006)7, hoy conceptualizamos el profesionalismo médico renovado como una
garantía incondicional de servicio a la sociedad y que lleva implícito tanto el principio
de autonomía individual y colectiva, como el compromiso con los valores de
responsabilidad, integridad y humanismo.
Como también refiere Allsop J (2006)8, la confiabilidad universal de la sociedad en la
profesión médica es un activo social superior que es necesario preservar
intergeneracionalmente, porque este discernimiento y competencia en el servicio a la
comunidad constituye un atributo principal de bien público preferente en el sentido
económico, social y ético.
5
Coburn D. Medical dominance then and now: critical reflections. Health Sociology Review 2006; 15(5):432-43.
Jovell AJ, Navarro MD. Profesión médica en la encrucijada: hacia un nuevo modelo de gobierno corporativo y
de contrato social. Documento de trabajo 98/2006, Fundación Alternativas. Madrid.
7 Arnol L, Stern DT. What is medical professionalism, en Stern, D.T. (2006), pp: 15-37.
8 Allsop J. Medical dominance in a changing world: the UK case. Health Sociology Review 2006; 15(5):444-57.
6
7
La profesión médica se adhiere a un vínculo implícito de confiabilidad y de
compromiso deontológico que determina unas conductas y pautas de
responsabilidad social en la práctica de la asistencia sanitaria, ejerciendo una
función de tutoría para los pacientes y ciudadanos así como una conexión con los
valores del nuevo profesionalismo médico en su distinción competente y en su
dimensión humanista y social9.
Para entender el profesionalismo médico desde el humanismo social hay que creer
en una comunidad construida por personas libres y autoresponsables, en el interés
general, en las instituciones que distribuyen el beneficio para todos y que “sólo
somos quién a través de los demás”.
La legitimidad del nuevo profesionalismo médico se fundamenta en la jerarquía de
valores y principios que la sociedad identifica y nos reconoce: vocación de servicio,
primacía de los intereses de los pacientes, actitud competente y moral en la práctica
asistencial, promoción del bien común, garantía de credencialismo profesional,
humanismo científico y observancia de un código de conducta intachable.
No son tiempos fáciles para nuestra profesión médica; los cambios tecnológicos,
económicos y sociales han irrumpido quebrando los equilibrios centenarios sobre los
hemos basado los contornos del ejercicio profesional y la relación con nuestras
sociedades plurales y pluralistas.
La medicina moderna debe adaptarse a las nuevas realidades demográficas,
sociales, económicas y tecnológicas de nuestro tiempo. Este proceso debe ser
coherente con los valores más importantes de nuestra profesión: principio de
autonomía, relación incondicional con el paciente, desarrollo científico y tecnológico,
discrecionalidad plena y un elevado grado de reconocimiento y reputación social.
El buen gobierno de la profesión médica nos obliga a un cumplimiento estricto de las
normas legales, una exigente responsabilidad social, un claro escrutinio público en
sus intervenciones, una ausencia de conflictos de interés y una integridad moral y
comportamental intachable. Sin estas bases de legitimación no es posible fortalecer
la confianza ni dialogar con la sociedad desde las credenciales que ésta propone y
demanda, tampoco promover una cultura de valores propios del humanismo
científico y social10.
Esta cultura social proactiva en tiempos de crisis es concordante con los principios
que otorgan legitimidad al nuevo profesionalismo médico de nuestro tiempo.
La investigación y el desarrollo virtuoso del conocimiento biomédico es también un
elemento central en el nuevo paradigma del profesionalismo médico. Su meta final,
según el Instituto de Medicina Americano es promover y mejorar la salud de los
ciudadanos.
La fortaleza de nuestra profesión médica está en sus creencias y en sus prácticas
socialmente responsables, así como en el espíritu de generosidad y compromiso
9
Pardell H. El nuevo profesionalismo médico. Una ideología basada en conductas. Monografías Humanistas
2006; 7:11-22.
10 Ortún V. El buen gobierno sanitario. Economía de la salud y gestión sanitaria. Springer Healthcare
Communications Ibérica S.L. 2009.
8
moral de quienes la constituimos, más allá de los determinantes económicos, los
ordenamientos jurídicos, las tecnoestructuras y los instrumentos burocráticos de
funcionamiento, quizá imprescindibles, pero que no pueden sustituir nuestros fines y
principios, porque son los que garantizan la fortaleza del legado social para las
generaciones venideras. Por ello estamos planteando la necesidad de un nuevo
profesionalismo sanitario que revitalice el Contrato Social implícito con la sociedad
de nuestro tiempo.
Son algunos elementos básicos los que sustentan la legitimidad del contrato social
de la profesión médica: el primum non nocerem en la práctica asistencial, mediante
la aplicación del uso adecuado y prudente de los recursos disponibles, el fomento de
la “prevención cuaternaria“, y la celeridad en la traslación de la mejor evidencia
científica disponible para mejorar la efectividad en la práctica clínica.
Creemos también necesaria la redefinición de un nuevo estatuto de la profesión
médica basado en determinados principios fundamentales (Asociation of American
Medical Colleges): la primacía del bienestar del paciente, la autonomía del paciente
como principio aplicativo de la bioética, la capacidad de autorregulación de la
medicina, el conocimiento especializado orientado al bien común y la justicia social.
Desde estos principios señalados, el dilema entre ética profesional y ética social o
bien común, se resuelve en la propia soberanía de la ciudadanía sanitaria y en la
legitimidad reconocida del profesionalismo médico.
Existe una sensibilidad creciente en la profesión médica para que se produzca un
profundo proceso de cambio en nuestra función social orientada a las necesidades
de los ciudadanos que refuerce su reconocimiento y legitimidad ante la sociedad;
superando el modelo paternalista que ya enunció Iván Illich en su libro Némesis
Médica (Random House, Inc. Pantheon Books. 1976), donde se cuestiona el status
quo tradicional entre profesión médica y sociedad, y se legitiman nuevos valores que
refuerzan los principios de autonomía y responsabilidad social, insertos en el nuevo
profesionalismo médico.
Nos sentimos tutores de los derechos de los pacientes, avalados por el respeto a la
dignidad humana como eje de toda práctica asistencial, con especial protección y
responsabilidad en el ejercicio y actuaciones en el final de la vida, también
responsables como garantes de la calidad en los servicios médicos y del vínculo
social que representa la ciudadanía sanitaria. Esta filosofía sanitaria está inserta en
el contrato social del nuevo profesionalismo sanitario.
La sociedad civil soberana más representativa nos está convocando a desarrollar
este nuevo profesionalismo médico, más activo y comprometido; un profesionalismo
que pueda ser una llamada a las nuevas generaciones para que recojan el testigo de
revitalizar a la vez la medicina, los sistemas y las organizaciones sanitarias
Los que pensamos que el progreso de la medicina, el avance de la ciencia y la
construcción de sociedades más prósperas, justas y solidarias, son parte de una
misma vocación universalista e integradora, queremos que nuestro legado a las
jóvenes generaciones de profesionales de la salud incluya un mensaje de
esperanza, responsabilidad y compromiso.
9
5.- Gobernanza médica y reformismo sanitario
Si tenemos en cuenta el cambio disruptivo tecnológico y social que está afectando a
la medicina y a la sanidad y que, sin duda, se acelerará en los próximos años, nos
encontramos con que los problemas de rectoría política y de gestión sanitaria
puedan entrar en una senda de difícil gobernanza y sostenibilidad económica y
social, que pudiera traer en consecuencia un deterioro de la calidad asistencial, una
fragmentación organizativa y una desafección profesional hacia las instituciones
proveedoras de servicios de salud11.
Por ello nosotros debemos de liderar internamente un proceso de convergencia
entre un profesionalismo médico renovado y un sindicalismo médico con una visión
socialmente transformadora para promover una transición sanitaria desde las
jerarquías burocráticas, hieráticas y mecanicistas hacia nuevas organizaciones
autónomas e interactivas basadas en el conocimiento y la innovación. Porque
sabemos que las tecnoestructuras verticales de corte weberiano cristalizan y
automatizan las funciones y los patrones de comportamiento de la organización, no
recompensan el talento ni el profesionalismo, son erráticas en la creación y
consolidación de empleabilidad cualificada, no fomentan el acervo social de servicio
público, esterilizan muchas de las iniciativas emprendedoras, bloquean cualquier
incentivo transparente y justo a la productividad social, a la competencia distintiva y
a los comportamientos que ejemplarizan una cultura de valores, y además, se
resisten dramáticamente a que las personas asuman el autogobierno y la
autogestión de forma cooperativa y socialmente responsable.
Bajo estos
determinantes de gestión burocrática, creemos que queda poco espacio para la
motivación profesional y social, para que se exprese el ingenio, la creatividad y la
iniciativa profesional emprendedora, así como la noble tarea humana del servicio a
la sociedad12.
Creemos en un proceso de cambio hacia la denominada por y Sutton RI y Pfeffer J
(2006)13, gestión basada en la evidencia, porque forma parte de los principios del
buen gobierno de las organizaciones sanitarias y se caracteriza por una
predisposición a dejar de lado cualquier creencia y opinión ortodoxa –las peligrosas
medias verdades que muchos abrazan- y sustituirlas por un implacable compromiso
para reclutar los hechos/pruebas necesarias con el fin de tomar decisiones más
fundamentadas e inteligentes. Sin buen gobierno institucional, sin un liderazgo
médico transformador, sin credenciales en el servicio a la comunidad y sin un
modelo de gestión eficiente, no hay ningún sistema sanitario sostenible, ni
socialmente legitimable14.
Quienes abogamos por un nuevo modelo de organización y gestión pública,
ponemos en tela de juicio alguno de los convencionalismos ortodoxos firmemente
asentados en las tecnoestructuras burocráticas. Necesitamos activar algunos
11
Oteo LA, Urbanos E, Repullo JR. Gobernabilidad y sostenibilidad en el sistema sanitario público. Gaceta
Sindical 2010; (14): 231-50.
12 Melé D. The callange of humanistic management. Journal of Business Ethics 2003; 44:77-88.
13 Sutton RI, PfefferJ. Evidence-based management. Harv Bus Rev. 2006; 84(1):62-74.
14 Oteo LA. Políticas y transiciones. Hacia una nueva gestión sanitaria pública. Revista de Administración
Sanitaria Siglo XXI 2009; 7(4):699-713.
10
principios básicos de gestión innovadora para ir creando progresivamente una
organización moderna que permita expresar y proyectar lo mejor de las personas en
el servicio público y en la sociedad, respetando siempre nuestra propia historia,
nuestros valores y principios, nuestra identidad cultural y nuestro patrimonio social.
6.- Misión profesional y social de las entidades corporativas médicas
Las organizaciones colegiales médicas son entes profesionales y sociales
insustituibles del tejido asociativo público en todas las sociedades democráticas
avanzadas y aportan uno de los componentes más valiosos del capital social: el
conocimiento especializado y los valores reconocidos. En todos los países
desarrollados, con independencia de su regulación y arquitectura organizativa, estas
instituciones tienen una función agencial especialmente relevante en la
conformación de la opinión pública y en las políticas relacionadas con su área de
conocimientos idiosincrásicos, por su notable influencia en la sociedad.
Hoy creemos que la primera misión de una institución colegial que represente a la
profesión médica es su trabajo interior, la mejora de las personas, sus valores y su
capital ético. Porque ello se contabiliza en el balance social, que no es una “cesta de
intangibles retóricos y mágicos- sino que se traduce en resultados con valores tales
como: el sentido de pertenencia, el buen gobierno, el clima colaborativo, la
comunicación veraz, el aseguramiento de la fidelidad y el compromiso con un
destino compartido. Las corporaciones asociativas médicas al servicio de las
personas y de la sociedad, significa entender desde una verdadera rectitud de
intención, que el capital social no es un coste en que se incurre inexorablemente,
sino una responsabilidad ética que mejora la reputación y la sostenibilidad de
nuestras instituciones a largo plazo.
Es importante tomar conciencia de la propia identidad y del peso social de la
profesión médica y de sus organizaciones colegiales representativas para influir de
forma notable en las instituciones políticas, en la economía y en la propia sociedad.
Nuestras entidades colegiales deben contribuir a la gobernabilidad y sostenibilidad
económica y social de nuestros sistemas sanitarios, promoviendo y potenciando la
salud pública, el uso responsable y socialmente eficiente de los recursos sanitarios y
tutelando los derechos de los pacientes en base a nuestro principialismo bioético
como guía de comportamiento.
Las organizaciones colegiales tienen también que impulsar un liderazgo institucional,
profesional y social, para así representar desde su legitimidad el compromiso de
servicio incondicional a la comunidad, basando sus ejes de actuación en el respeto a
la verdad como máxima prioridad, así como en los principios de la bioética y del
humanismo científico.
Además, están también llamadas a ejercer sus funciones sociales indelegables para
preservar los valores del profesionalismo médico mediante una permanente revisión
de sus modelos, prácticas y relaciones, para así adecuarse a las necesidades,
expectativas y demandas de la sociedad. Recuperar el pleno reconocimiento social
de nuestra función de servicio público, es una exigencia irrenunciable de la misión
ética que constituye la identidad fundacional que nos legitima ante la ciudadanía.
11
Para que se institucionalice este compromiso con la sociedad, es imprescindible que
las entidades médicas asuman un liderazgo ejemplarizante, declarando de forma
expresa esta voluntad de principios honorables y altruistas en el propio contrato
social, verdadera carta de reputación institucional ante la ciudadanía.
El liderazgo del entramado asociativo médico en el sector de la salud requiere por
tanto de un pronunciamiento explícito ante la sociedad, formulando un contrato
social vinculante entre estos entes colegiales representativos y los pacientes, los
ciudadanos y las propias administraciones sanitarias. Nuestras corporaciones
profesionales de derecho público sustentan su autoridad y credenciales cuando
centran su responsabilidad principal en el buen gobierno de los derechos e intereses
de los pacientes, en el bien común y en la justicia social.
Los derechos de los pacientes y de la sociedad son los vectores de adhesión al
contrato social vinculante que se legitima básicamente en dos cláusulas definitorias:
en primer lugar, la propia actividad profesional médica tutelando los derechos de los
pacientes; en segundo lugar, el compromiso institucional colegiado con los
ciudadanos, postulando acciones que otorguen a éstos garantías públicas y
autonomía soberana. Institucionalismo colegial, buen gobierno médico y soberanía
ciudadana representan hoy las bases de nuestra legitimación social.
Por tanto, nuestras entidades colegiales deben revitalizar su liderazgo y reputación
social para hacer posible la aplicación de los valores del nuevo profesionalismo
médico y fortalecer la base de confiabilidad que la sociedad nos otorga para
proteger, desde la independencia y capacidad de autogobierno los intereses
relacionados con la salud de los pacientes y la población, elementos básicos que
constituyen las credenciales del nuevo contrato social que proponemos.
En las últimas décadas, la evidencia en la implementación reformista de las políticas
sanitarias en las sociedades modernas, nos expresa inequívocamente que ningún
sistema u organización sanitaria contemporánea puede ser profundamente
transformado, sin que la profesión médica y las instituciones corporativas colegiales
que la representa asuman un rol agencial principal en la gobernabilidad y en la
orientación de estos procesos de cambio, máxime en tiempos de incertidumbre
económica y dinámicas sociales complejas.
Nos creemos legitimados para que las instituciones políticas representativas nos
otorguen un marco preferente propio de interlocución y negociación –en
representación de nuestros intereses profesionales y de la propia sociedad-,
participando como miembros de pleno derecho en todos los órganos de gobierno de
las instituciones sanitarias.
Termino con una reflexión desde la filosofía kantiana que nos puede ayudar a
reconducir la vida en sociedad, porque la filosofía ejercita la humildad, fomenta el
pensamiento desde la distancia crítica y constructiva, estimula la tolerancia
intercultural y los valores, te libera del pragmatismo neutral, y te ayuda a ejercitar la
liberación personal.
12
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