diálogo, modernización - Parlamento de Galicia

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CONFERENCIA DE LA PRESIDENTA DEL PARLAMENTO DE GALICIA EN LA UNIVERSIDAD DE
CANTABRIA
La reforma del Estatuto de Autonomía de Galicia
“DIÁLOGO, MODERNIZACIÓN
Y DERECHOS”
Buenos días, a todas y a todos.
Quiero, en primer lugar, agradecer a la Universidad de Cantabria su amable invitación a
participar en este curso, cuyo tema evidencia cómo la vida académica puede estar
estrechamente ligada a la actualidad y contribuir a la reflexión sobre los asuntos que más
directamente nos preocupan.
Agradezco especialmente que uno de estos asuntos sea precisamente el proceso de
reforma estatutaria de Galicia.
En esta Comunidad Autónoma llevamos cuatro meses inmersos en un proceso de
reforma estatutaria que habrá de alumbrar el texto legal básico que regirá la
convivencia de los gallegos en las próximas décadas.
Hablamos de un Estatuto de las personas, que quiere aportar las inquietudes de todos,
escuchar y buscar el consenso de todos.
El Parlamento que presido cumple ahora 25 años de actividad, un cuarto de siglo en el
que ha tenido en el Estatuto de 1981 su principal herramienta de trabajo. Para este año
de aniversario hemos escogido un lema, el “diálogo”, como idea-fuerza. Creemos que el
“diálogo” es lo que resume qué es un parlamento, en el “diálogo” está su razón de ser.
Esta es también, por supuesto, la divisa en la que ciframos nuestro proyecto de reforma
estatutaria, y en base a ella hemos recibido más de un centenar de comparecencias
desde la puesta en marcha del proceso en el mes de febrero.
Todas ellas son representativas de la diversidad de instituciones, organismos, y entidades
culturales, sociales, económicas y políticas que han acudido hasta el Pazo do Hórreo
para presentar su visión de cómo debe ser esa actualización del Estatuto que estamos
preparando. Estas comparecencias han sido expresión de la pluralidad de nuestra
sociedad, que todos queremos que se transmita a la reforma que acometemos.
Con el valor supremo del diálogo, intentaremos que todas las diversas sensibilidades
queden reflejadas en el texto actualizado. El Estatuto de Galicia debe ser de todos y la
búsqueda del consenso debe ser uno de los pilares de su redacción.
De ahí que la responsabilidad de los grupos políticos con representación
parlamentaria sea muy importante, porque deberán tejer complicidades para favorecer
acuerdos, en defensa de los intereses de todos los gallegos y gallegas. Altura de miras,
generosidad, capacidad para entender el momento histórico, deberán ser virtudes a
cultivar durante todo este proceso.
El Estatuto deberá reconocernos como lo que somos y sentimos como pueblo y, al mismo
tiempo, dotarnos de los mejores instrumentos para proseguir en la construcción de una
sociedad avanzada, de progreso y solidaria con el conjunto de España.
Este proceso responde a la necesidad de actualizar el marco de referencia, las reglas de
juego democrático, para adaptarlo a las nuevas realidades que hoy nos toca vivir.
Los estatutos de autonomía fueron diseñados en su día en coherencia con un modelo
constitucionalmente abierto de transición de un Estado unitario y fuertemente centralista
hacia lo que hoy conocemos como Estado de las Autonomías.
Ese Estado de las autonomías, debemos recordarlo, nos ha dotado del período más largo
de libertad y democracia de nuestra historia. Gracias a ese modelo hemos avanzado en
la vertebración del territorio y, sobre todo, en cohesión territorial. Precisamente, la
descentralización, el pluralismo y el autogobierno nos han hecho a todos más iguales.
Ha sido un modelo en el que ha primado la solidaridad y el reequilibrio interterritorial.
Galicia, España y Europa han cambiado mucho desde que, en 1981, entró en vigor
nuestro Estatuto de Autonomía. De una parte, Galicia ha conseguido en el último cuarto
de siglo unos niveles de prosperidad jamás soñados anteriormente.
España es también otra. La consolidación del Estado de las Autonomías ha creado una
nueva realidad política que supone nuevos retos de gestión.
Europa se ha convertido en una Unión en la que, desde la adhesión, sucesivos tratados
comunitarios han ido conformando un nuevo sistema de relaciones entre países,
ciudadanos y regiones.
Hoy es en los parlamentos regionales –autonómicos en nuestro caso- donde los
ciudadanos encuentran la mejor forma de hacer escuchar su voz y participar en la toma
de decisiones.
El texto aprobado en 1981 ha funcionado bien; nos ha dado progreso y democracia. Ha
sido una herramienta eficaz para el bienestar de las gallegas y gallegos. Pero, sentadas
estas bases, es evidente que necesitamos una actualización, una reforma.
Necesitamos en este momento poner al día nuestro Estatuto, precisamente para
garantizar la estabilidad político-institucional, que constituye uno de los pilares básicos de
la convivencia en libertad.
Tenemos que adaptar el estatuto a la nueva realidad de Galicia, a la nueva realidad del
Estado y, con una Europa que cada vez asume más protagonismo en la vida diaria de los
ciudadanos.
Los gallegos, como los cántabros, los andaluces, los extremeños, los catalanes, los
madrileños o los valencianos sabemos que cada día tienen más importancia en nuestra
vida diaria las decisiones que se adoptan en Estrasburgo y en Bruselas. Actualizar nuestros
estatutos, como también adquirir más protagonismo en la Europa de las Regiones, es ya
una necesidad perentoria.
He hablado de “diálogo” y de “modernización”.
Creo que el primero es la herramienta para la reforma estatutaria. El segundo, es la razón
de esa reforma.
El tercer pilar de este proceso debe estar constituido por los “derechos”. El nuevo texto
deberá recoger la doctrina de la Carta Social Europea y de otros organismos
internacionales para establecer un catálogo claro y preciso de derechos sociales, que
equipare a Galicia con los estados más avanzados en materia de protección social,
derechos y participación laboral.
Quiero en este foro decirles que la reforma del Estatuto de Autonomía no debe ser un
proceso ajeno a los ciudadanos. Es necesario que seamos capaces de transmitirle a la
sociedad la necesidad de su implicación en este proceso, porque la norma básica de
convivencia de las autonomías debe hablar sobre todo de los ciudadanos.
El marco jurídico que nos demos los gallegos, dentro del consenso, la solidaridad y la
colaboración con el resto de autonomías, con el Estado y con Europa, debe, ante todo,
afrontar el reto de construir la “Galicia del Bienestar”, basada en la cohesión social.
La norma básica tendrá que asegurar un desarrollo económico solidario y sostenible, así
como la generación de empleo estable y de calidad, como pilares esenciales del
bienestar social. El Estatuto de Autonomía de Galicia deberá ser la norma que garantice
un auténtico espacio de autogobierno y permita la consolidación de unas políticas
públicas comprometidas con la libertad, la justicia, la paz, la igualdad y la solidaridad.
El nuevo texto que alumbre la reforma deberá comprometerse con la cultura de la paz;
con la sociedad del conocimiento, con las nuevas tecnologías, con el reconocimiento
de la diversidad.
Deberá, sin duda, realizar una apuesta decidida por nuestra cultura, nuestra lengua y
nuestro patrimonio, por la sostenibilidad a todos los niveles, por el compromiso
compartido de todos los ciudadanos en defensa de lo que nos es propio.
Cuestiones como el empleo, la seguridad, la defensa del medio ambiente, el desarrollo
sostenible y equilibrado del territorio, la calidad en la prestación de los servicios públicos
afectan directamente a los ciudadanos.
Nadie puede decir que éstas son cuestiones que no interesan a los ciudadanos. ¿Quién
puede pensar que los ciudadanos podemos permanecer ajenos a estos temas, si
condicionan nuestra vida cotidiana y nuestra convivencia?
El objetivo es, por tanto, acercar la Administración al administrado, dar al ciudadano
mejores servicios públicos y, en definitiva, contribuir al bienestar común, mediante la
garantía de nuevos derechos sociales, civiles…
Tan importante como el reconocimiento de estos derechos será establecer en la norma
mecanismos de protección de los mismos, que se regulen mediante ley, que los
garanticen y protejan de forma efectiva y que obliguen a los poderes públicos a su
efectivo cumplimiento.
Incorporando al Estatuto de Galicia nuevas competencias tendremos la oportunidad de
trabajar en aquellos ámbitos que más le preocupan a los ciudadanos.
Resulta de justicia reconocer que el actual Estatuto de Autonomía para Galicia es un
instrumento que permitió la consolidación del período de autogobierno más largo de
nuestra historia moderna.
Transcurridos 25 años de desarrollo estatutario, en plena convivencia democrática, las
fuerzas políticas representadas en sede parlamentaria ambicionamos modernizar y poner
a punto el instrumento normativo que hizo posible conseguir cuotas de bienestar y de
calidad de vida muy importantes.
Y lo haremos en base a los pilares del “Diálogo”, la “modernización” y los “derechos”.
Con estas tres guías, avanzando bajo esta triple filosofía, estoy segura de que
alcanzaremos el éxito. Que lo será de Galicia, pero también de todas las comunidades,
solidariamente, del Estado y de la Europa que estamos construyendo.
Porque en este proceso de reforma que se está desarrollando, la denominada “Vía
Gallega” aporta, yo creo, dos características esenciales: la identidad y la solidaridad.
Galicia, como nacionalidad histórica, será capaz de imprimir al Estatuto, los valores
identitarios que nos definen como pueblo, sin que nadie pueda ponerlo en cuestión.
Por otra parte, el segundo pilar sobre el que se sustenta la “Vía Gallega”, la solidaridad,
no viene más que a reflejar el profundo compromiso que Galicia ha tenido siempre con
todos los pueblos de España.
Galicia se siente comprometida tanto con la idea de autonomía política como con la
idea de cohesión interterritorial. Desde Galicia defendemos la idea de un Estado
solidario, porque consideramos que es, precisamente, la solidaridad el principal elemento
de vertebración del territorio y de cohesión social.
Por último, decirles que la reforma del Estatuto de Autonomía de Galicia también será
enriquecedora en cuanto a que supondrá el acuerdo de los dos grandes partidos
políticos de España con los nacionalistas, porque ésa es la composición del arco
parlamentario gallego.
Espero que este proceso sea un ejemplo de consenso, diálogo, compromiso y
entendimiento de los partidos políticos implicados.
El Estatuto de Galicia, como digo siempre, o es de todos o no será.
Y, además, hoy añado: el Estatuto de Galicia deberá ser el Estatuto del compromiso
político, pero también el del compromiso con los gallegos y las gallegas.
Un estatuto comprometido con sus necesidades, sus inquietudes y sus problemas.
Muchas gracias.
En Cantabria, a 19 de julio de 2006
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