2009_Rusia_ Milagro Laín, 17.05

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Viaje a Rusia literaria y desconocida (agosto 2009).
He aceptado gustosa el encargo de hacer esta crónica de este viaje por un motivo
fundamental, el de dar cuenta de la estupenda experiencia de convivencia amistosa que
durante ese viaje se creó. Desde el primer momento se produjo entre los miembros del
grupo un clima de buen entendimiento, aprecio mutuo, sentido del humor compartido,
curiosidad y admiración por las actividades y circunstancias personales de unos y
otros... “Éramos un grupo tan apegado que comprobamos que la unión hace la fuerza,
por lo que de este viaje volvimos todos mucho más fuertes” me decía sentenciosa
nuestra compañera Graciela.
El grupo era perfecto por el número, doce en total, diez curiosos viajeros y nuestra
pareja dirigente, Gala y Gerardo. De los diez, tres matrimonios y cuatro mujeres. En
cuanto a su vinculación con “Estudio”: tres ex-alumnos, tres antiguos profesores, una
pareja padres de alumno, otros sin ninguna relación directa con el colegio.
¿Cabe atribuir la buena sintonía surgida en este grupo a eso que en tiempos se llamaba,
no sin cierta sorna, “el espíritu de Estudio”? No sé...Sí que es verdad que durante los
largos recorridos en autobús por los bosques y llanuras rusas cantábamos
entusiasmados las canciones del Auto.
El viaje fue un éxito rotundo, el itinerario bien pensado y planeado por nuestros
expertos guías, que previamente nos habían orientado con lecturas preparatorias sobre la
historia y la cultura rusas. El baile de Natasha, libro imprescindible, especialmente
aconsejado por Gerardo, nos dio mucho que hablar. No se ve, por ejemplo, con los
mismos ojos Yasnaya Polyana, la casona de Tolstoi, después de haberlo leído.
Asimismo nos fue de gran ayuda un utilísimo y pulcro cuadernillo confeccionado por
Galyna Lazaryeva & Gerardo Guinea con informaciones de muy diverso orden, sobre
aspectos políticos, geográficos, artísticos, económicos e históricos de Rusia, con
referencias a los hechos y circunstancias contemporáneos de nuestra historia, así como
con oportunas indicaciones prácticas. En la presentación de esta personalizada guía
declaraban los autores, con humor, su deuda con la familia Google, pero es bien
evidente que sólo la dilatada experiencia, los amplios conocimientos y el buen sentido
de ambos estaban detrás.
El recorrido lo realizamos en diversos medios de transporte: avión, autobuses, trenes,
incluso paseos en barco... lo cual favoreció el conocimiento de la vida rusa y enriqueció
las perspectivas.
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No sólo visitamos museos, monasterios, iglesias, fortalezas, palacios... de altísimo
interés turístico, tuvimos además experiencias excepcionales, al margen del turismo
convencional. De notable interés fue una escapada que hicimos unos cuantos, guiados
por una de nuestras compañeras, bien informada, al Narkomfin, interesante edificio
moscovita, modelo del constructivismo ruso de finales de los años veinte, realizado con
el objetivo de que la vida de sus ocupantes fuera acorde con el ideario socialista, y que
en la actualidad, por los avatares de las luchas ideológicas y los consecuentes
cerrilismos, se encuentra en el más lamentable abandono.
Otra vivencia impagable, sólo posible por haber sido conducidos por una natural del
lugar – una encantadora profesora de francés amiga de Gala -, fue la visita a un barrio
popular de San Petersburgo; entramos en un patio de viviendas, e incluso en el interior
de una de ellas, lo cual nos permitió ver de cerca la vida cotidiana de aquellos cordiales
vecinos.
Inolvidable fue la comida en un restaurante de carretera, ya próximo a San Petersburgo,
que había abierto poco antes una amiga de Gala. El personal salió en grupo a esperarnos
con bandejas de vasos de vodka que, entre risas, nos echamos al coleto de un trago, a la
usanza de allá; varios repitieron hasta dos, tres, cuatro...qué sé yo… animados por la
envolvente música del acordeón. Tras la opípara comida la animación creció, la alegría
y exaltación del acordeonista eran cada vez más contagiosas, y en un cierto momento se
produjo en nuestro colectivo hispano algo semejante al impulso que removió los
sentimientos populares de la condesita de Guerra y Paz: todos salimos a bailar al ritmo
de los pegadizos sones de las típicas melodías rusas.
En un viaje de dos semanas siempre hay anécdotas divertidas. Yo recuerdo dos, de
manera especial.
1) Tras una noche de tren, procedentes de Moscú, llegamos por la mañana a Novgorod
– ciudad monumental, la más antigua de Rusia –. Cuando nos reunimos en el andén y
comprobamos que nos faltaba una pareja, vimos desconcertados como el tren
continuaba su marcha para encerrar en la cochera - eso lo supimos luego –, llevándose
a nuestros compañeros que se habían quedado dormidos. Sólo tras alguna gestión los
pudimos rescatar; llegaban asustados, avergonzados, somnolientos... Nos contaron su
susto y las dificultades para entenderse con los empleados. Ni qué decir tiene que el
incidente fue motivo de risas durante varios días.
2) En el trayecto que recorrimos en autobús entre la ciudad septentrional de Pskov,
donde habíamos visitado su Kremlin de cinco murallas, y San Petersburgo, el conductor
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se perdió por carreteras solitarias, sin indicación ninguna; cuando tras kilómetros y
kilómetros, entre bosques, sin rastro de vida humana, nos topábamos alborozados con
algún caminante o conductor de otro vehículo, al ser interpelado por el nuestro o por la
guía, se manifestaban igualmente despistados y desconocedores del terreno. (Parece
que esto no es insólito en aquellas tierras). Según iban transcurriendo las horas e íbamos
sintiéndonos más hambrientos e inquietos, el ambiente fue haciéndose progresivamente
menos festivo, las bromas más escasas y de tono más cáustico o desesperado, pero no
perdimos la compostura... Cuando por fin llegamos al destino, todos estuvimos de
acuerdo en que fue una suerte inmensa el habernos perdido, gracias a ello vimos todos
aquellos paisajes bellísimos e ignorados de la Rusia profunda.
He prescindido en estos breves apuntes personales de hablar de cosas famosas como la
impresionante Plaza Roja de Moscú, a la que inevitablemente desembocábamos en
nuestros paseos por la ciudad, o de la belleza y elegancia de las calles y canales de San
Petersburgo, o de otros destinos menos consabidos pero interesantísimos, como Izborsk
del siglo XI o el monasterio de Pechory del XV... El objetivo de mi “crónica” no es - ya
lo he dicho – más que ofrecer a los lectores de Cuadernos de ADANAE una visión
impresionista del viaje, del ambiente amistoso y cordial que en él se creó, favorecido y
estimulado, naturalmente, por la belleza y el interés de los lugares visitados.
Milagro Laín (promoción 1952)
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