LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS

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LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS
A partir de 1492, todos los musulmanes que permaneciesen en el suelo hispano
pertenecerían ya a una casta de pueblo sometido.
Al principio, según las cláusulas de las Capitulaciones concertadas para la
entrega de Granada, se les permitía conservar sus costumbres y sus vestidos, así
como la práctica de su religión y la administración de su propia justicia; los
términos consignados por Mármol no pueden ser más elocuentes:
«Que siendo entregadas las fortalezas, sus altezas y el príncipe don Juan...
recibirán por sus vasallos y súbditos naturales, debajo de su palabra, seguro y
amparo real, al rey Abí Abdilehi, y a sus alcaides, cadís, alfaquis, meftís, sabios,
alguaciles, caudillos y escuderos, y a todo el común, chicos y grandes, así
hombres como mujeres, vecinos de Granada y de su Albaicín y arrabales, y de las
fortalezas, villas y lugares de su tierra; y de la Alpujarra, y de los otros lugares que
entraron debajo deste concierto y capitulación, de cualquier manera que sea, y los
dejarán en sus casas, haciendas y heredades, entonces y en todo tiempo y para
siempre jamás, y no les consentirán hacer mal ni daño sin intervenir en ello
justicia y haber causa, ni les quitarán sus bienes ni sus haciendas ni parte dello;
antes serán acatados, honrados y respetados de sus súbditos y vasallos, como lo
son todos los que viven debajo de su gobierno y mando".
Pero esta situación de tolerancia y comprensión no había de ser muy duradera
para los nuevos mudéjares granadinos. Su primer arzobispo, Fr. Hernando de
Talavera, puso todo su empeño en lograr una convivencia de colaboración,
apoyado en el capitán general, el conde de Tendilla.
Sin embargo, la política intransigente del cardenal Cisneros abrió una sima
irremediable ya en los años sucesivos. Las conversiones masivas de 1499 y la
quema de los libros escritos en lengua árabe, originó la primera rebelión del
Albaicín. La sumisión de los rebeldes fue seguida de una Pragmática ordenando
la conversión de los moriscos granadinos en 1501, y en 1502 se daba a elegir a
los musulmanes del Reino de Castilla entre el bautismo y el exilio. Mármol
comenta así el resultado de aquellos sucesos:
"Por esta rota fue necesario que el propio Rey Católico saliese de Granada, y con
su presencia se allanó luego toda la tierra; y dejando ir a Berbería a los que no
quisieron ser cristianos, se convirtieron los demás allí y en todo el reino; y lo
mismo hicieron dentro de pocos días los moros mudéjares.» que vivían en Ávila,
en Toro y en Zamora y en otras partes dc Castilla, que aun hasta entonces no se
habían convertido".
Por tanto, los que se queden habrán de bautizarse necesariamente dando lugar,
con ello, a la práctica de un criptoislamismo, más peligroso, aún para la política
unificadora, por su mayor dificultad de control. entonces ya no se les llamará
mudéjares sino moriscos. El mismo Mármol continúa en su relación:
"...Los Católicos Reyes los fueron regalando con nuevas mercedes y favores...
Mas luego se entendió lo poco que aprovechaban estas buenas obras para
hecerles que dejasen de ser moros; porque si decían que era cristianos, veíase
que tenían ma atencion á los ritos y ceremonias de la seta de Mahoma que á los
preceptos de la Iglesia católica
y de secreto se doctrinaban y enseñaban unos a
otros en los ritos y cerimonia de la secta de Mahoma. Esta mancha fue general en
la gente común... Los demás, aunque no eran moros declarados, eran herejes
secretos... Acogían a los turcos y moros berberiscos en sus alcarías y casas,
dábanles avisos para que matasen, robase; y captivasen cristianos, y aun ellos
mesmos los captivaban y se los vendían...".
En 1516, el cardenal Cisneros, entonces regente, dicta una Pragmática obligando
a los moros a abandonar su traje y sus usos, aunque queda en suspenso. Pero es
evidente que estos ordenamientos no se cumplen: prueba de ello es que las
disposiciones continúan apareciendo durante el gobierno de Carlos 1, en 1526,
insistiendo siempre sobre lo mismo, y llegando a prohibir el uso de las armas, en
1553. En 1576 el problema continúa Felipe II ordena de nuevo cumplir y ejecutar
las anteriores disposiciones dando un plazo de tres años para que los moriscos
aprendiesen a hablar la lengua castellana, prohibiendo escribir o leer la lengua
arábiga y la . celebración de ritos, bodas o fiestas según el uso de moros, así
como el uso de nombres arábigos y de los baños .
A la publicación de esta nueva Pragmática, los moriscos intentar conseguir una
nueva suspensión, representados en la persona del caballero morisco Francisco
Núñez Muley; éste, en su memorial, recuerda las condiciones de tolerancia de las
capitulaciones y alega, para conseguir su demanda, todos los argumentos que
considera más convincentes, entre ellos la justificación de su modo de vestir:
«Nuestro hábito cuanto á las mujeres no es de moros; es traje de provincia como
en Castilla y en otras partes se usa diferenciarse las gentes en tocados, en sayas
y en calzados... Si la seta de Mahoma tuviera traje propio, en todas partes había
de ser uno; pero el hábito no hace al monje. Vemos venir los cristianos, clérigos y
legos de Suria y de Egypto vestidos á la turquesca...; hablan arábigo y turquesco,
no saben latín ni romance, y con todo eso son cristianos" .
Completando sus alegaciones con la defensa del empleo de su propia lengua:
«Pues vamos a la lengua arábiga, que es el mayor inconveniente de todos.
¿Cómo se ha de quitar á las gentes su lengua natural, con que nacieron y se
criaron? Los egipcios, surianos, malteses y otras gentes cristianas, en arábigo
hablan, leen y escriben, y son cristianos como nosotros... Deprender la lengua
castellana todos lo deseamos, mas no es en manos de gentes.. dificultoso será y
casi imposible que los viejos la aprendan en lo que les queda de vida, cuanto mas
en tan breve tiempo como son tres años, aunque no hiciesen otra cosa sino ir y
venir á la escuela. Claro está ser este un artículo inventado para nuestra
destruición..." .
El cumplimiento de esta Pragmática, pese a todas las alegaciones que habían
presentado contra ella los moriscos, vino a colmar el vaso de su paciencia. Entre
la Navidad de 1568 y el otoño de 1570 el antiguo reino de Granada va a soportar
una de las más cruentas guerras intestinas, la llamada de las Alpujarras, en la que
moros y cristianos rivalizarán en matanzas y crueldades. A partir de esta fecha
comenzarán las primeras deportaciones de moriscos granadinos a otras tierras de
la Península, pero con ello sólo se logrará soliviantar los ánimos de sus
correligionarios de otras regiones.
La poca seriedad con que el pueblo andaluz tomaba el cumplimiento de estas
deportaciones se manifiesta frecuentemente en nuestra literatura del Siglo de Oro,
donde, a veces, se hacen bromas sobre este tema. Es el caso, por ejemplo, del
contexto que aparece en El Diablo Cojuelo, cuando, en el tranco X, se hace una
jocosa relación de las normas que han de seguir en Sevilla los escritores,
llamadas "Premáticas y ordenanzas que se han de guardar en la Ingeniosa
Academia Sevillana desde hoy en adelante", en las cuales no podía faltar una
alusión al tema tan candente de los moriscos; así, entre otras normas, igualmente
festivas, se dice:
"Item, que nadie lea sus versos en idioma de jarabe, ni con gárgaras de algarabia
en el gútur, sino en nuestra castellana pronunciación, pena de no ser oídos de
nadie".
"Y al poeta que en ellas incurriese de aquí adelante, la primera vez le silben, y la
segunda, sirva a su Majestad con dos comedias en Orán".
“Item, mandamos que las comedias de moros se bauticen dentro de cuarenta
días o salgan del reino".
Mármol nos describe de qué manera se hicieron estas deportaciones:
"... todos los moriscos de Granada y del Albaicín que fuesen de edad de diez
años arriba y de sesenta abajo, . . .que los llevasen a los lugares del Andalucía y
de otros pueblos comarcanos fuera de aquel reino".
Esta primera saca ocurre en el mes de junio de 1569. Al concluir las hostilidades,
comenzó la gran deportación masiva, iniciada el 1 noviembre de 1570. Se
sacaban en escuadras de 1.500; el primer grupo constituido por 5.500, y el
segundo salieron del Hospital Real de Granada se sabe que en la capital, sin
embargo, quedaron bastantes moriscos alegaban su condición de procedencia
mudéjar.
La distribución, según nos lo refiere Mármol, se hizo de la siguiente forma:
a) Los de Granada y su vega, valle de Lecrín, sierra de Bentoniz Jarquía y hoya
de Málaga, serranía de Ronda y Marbella (es decir, toda parte occidental del
Reino), saldrían para Córdoba, repartiéndose después desde Extremadura a
Galicia, por la franja del poniente.
b) Los de Guadix, Baza y la cuenca del Almanzora, ocuparon luga de la Mancha
, reino de Toledo, Castilla la Vieja e incluso León.
c) Los de las tierras de Almería embarcarían para Sevilla "de donde se haría el
repartimiento", teniendo cuidado de que no fueran a Murcia, marquesado de
Villena o Valencia, donde ya había muchos moriscos .
El 6 de octubre de 1572 se dio una pragmática para reglamentar su vida: se les
daba licencia para sus tratos y comercios, con la condición que no constituyesen
"morerías", sino que se mezclasen con los cristianos viejos, decretando penas
para aquellos que quisieran volver a sus tierras natales subrepticiamente, y
prohibiéndoles el uso de su lengua, trajes, usos y costumbres, así como el empleo
de armas.
En el texto de la Historía de Plasencia, de Fr. Alonso Hernández, que recoge F.
Janer , se detalla con precisión el comportamiento y la vida cotidiana de los
moriscos antes de los decretos generales de su expulsión:
«Ejercitábanse en cultivar huertas, viviendo apartados del comercio de los
cristianos viejos, sin querer admitir testigos de su vida. Otros se ocupaban en
cosas de mercancía. Tenían tiendas de cosas de comer en los mejores puestos
de las ciudades y villas, viviendo la mayor parte dellos por su mano. Otros se empleaban en oficios mecánicos, caldereos, herreros, alpargateros, jaboneros y
arrieros. En lo que convenían era en pagar de buena gana las gabelas y pedidos
y en ser templados en su vestir y comida. Mostraban exteriormente a todo de con
voluntad, y en estar advertidos en acrecentar los intereses de hacienda. No daban
lugar a que los suyos mendigasen. Todos tenían oficio y se ocupaban de algo. Si
alguno delinquia, á pendon herido eran áfavorecerle, aunque el delito fuese muy
notorio. No querellaban unos de otros; entre sí componian las diferencias. Eran
callados, sufridos y vengativos en viendo la suya. Su trato común era trajinería y
ser ordinarios de unas ciudades á otras. No se supo quisiesen emparentar con los
cristianos viejos, ni que en los casamientos que hacian entre sí pidiesen la
dispensacion al Pontífice romano en los grados que prohibe el derecho" (Lib. III,
cap. 25).
Sobre la importancia de la artesanía morisca, son muy expresivas las palabras de
Gestoso, que recoge Domínguez Ortiz:
“Puede asegurarse que en manos de mudéjares y moriscos estuvo
principalmente la producción artístico-industrial durante los siglos XV y XVI...
Moriscos eran los alfareros que bajo el disfraz de nombres cristianos poblaban los
barrios de Sevilla, siéndolo también los que en pobres viviendas producían
riquísimas telas, labrados cueros, artísticas obras de metal, de cobre o de plata,
armas, jaeces de caballos y demás objetos de arte suntuario; dedicándose
también a las industrias vulgares, a la labor de los campos, y explotando, en
suma, todas las fuentes de la producción" .
Dice Mercedes García Arenal que la población granadina constituía en Castilla
"un grupo desarraigado (por más intentos que hace el Estado por fijarlos),
paupérrimo, mucho más islamizado que la población morisca autóctona
castellana, y que crea toda serie de problemas. Se les acusa de bandoleros y de
salteadores de caminos... de hacer bajar los salarios trabajando por jornales que
un cristiano viejo no quiere aceptar, de subir los precios acaparando mercancías,
pues muchos de ellos se dedican al comercio y, sobre todo, a la "trajinería"; cita
también un texto de las Actas del Consejo de Guadalajara, del 29 de julio de
1598, donde se dice:
"...que porque en estos rreynos ay grandisima abundancia de moriscos naturales
del Reyno de Granada que a causa de no salir del rreyno ni entrar en rrelixion an
multiplicado y bar creciendo en numero, y lo que es peor es que con que an dado
en ser tenderos, tratantes y corredores y otros oficios de comercios y
abastecimientos de las ciudades y lugares, como allan en estas grangerías y
tratos mucha ganancia y poco trabajo an dejado la labor y agricoltura y se hacen
ricos y poderosos...".
Un autor aragonés del siglo XVII, el P. Aznar Cardona , escribe un libro que titula
Erpulsión juslificada de los moriscos españoles . publicado en Huesca en 1612,
pintando con negras tintas las costumbres moriscas, a veces en términos
rebuscadamente insultantes, como corresponde a la situación del momento en
que redacta su informe para justificar el hecho de la expulsión; pero el lector que
lea actualmente con imparcialidad, podrá ver lo pueril de muchos de sus
argumentos, en su deseo de menospreciarlos, de tal modo que tomaba como
defectos lo que también podrían considerarse hoy corno virtudes. El afán del autor
por convencer a las gentes hostiles a la expulsión de los moriscos, le lleva a
exageraciones desorbitadas en sus descripciones, utilizando los más
generalizados argumentos sobre su peligrosidad, sobre todo por su fecunda
multiplicación por las continuas conjuras y amenazas de levantamientos. Sin
embargo su testimonio es muy interesante desde el punto de vista sociológico.
texto no tiene desperdicio y merece reproducirlo en gran parte. Entre otras cosas,
dice de ellos:
“... eran una gente vilissima, descuiydada, enemiga de las letras y ciencias
ilustres... y por consiguiente agena a todo trato urbano, cortés y político. Criavan
sus hijos cerriles como bestias, sin ensenaza racional y doctrina de salud, excepto
la forcosa..."
"Eran torpes en sus razones, bestiales en su discurso, bárbaros en su lenguaje,
ridículos en su traje, yendo vestidos por la mayor parte, con gregúesquillos ligeros
de lienzo, o de otra cosa valadí, al modo de marineros, y con ropillas de poco
valor, y mal compuesto adrede, y las mugeres de la misma suerte, con un
corpezito de color, y una saya sola, de forraje amarillo, verde, o azul, andando en
todos tiempos ligeras y desembarazadas, con poca ropa, casi en camissa, pero
muy peinadas las jovenes, lavadas y limpias. Eran brutos en sus comidas,
comiendo siempre en tierra (como quienes eran) sin mesa, sin otro aparejo que
oliesse a personas, durmiendo de la misma manera, en el suelo, en transpontines,
almadravas que ellos dezian, en los escaños de sus cozinas, o aposentillos cerca
de ellas, para estar mas promptos a sus torpezas, y a levantar a cahorar y
refocilarse todas las oras que se despertavan. Comían cosas viles... como son
fresas de diversas harinas de legumbres, lentejas, panizo, habas, mijo, y pan de
lo mismo. Con este pan los que podian, juntavan, pasas, higos, miel, arrope, leche
y frutas a su tiempo... por esso gastavan poco, assi en el comer como en el vestir,
aunque tenian harto que pagar, de tributos a los Señores."
"Eran muy amigos de burlerías, cuentos, berlandinas y sobre todo amicissimos (y
assi tenian comunmente gaytas, sonajas, adufes) de baylas, danças, solazes,
cantarzillos, alvadas, passeos de huertas y de fuentes, y de todos los
entretenimientos bestiales en que con descompuesto bullicio y gritería, suelen yr
los moros villanos vozinglando por las calles. Vanagloriavanse de baylones,
jugadores de pelota y de la estornija, tiradores de bola y del canto, y corredores
de toros, y de otros hechos semejantes de gañanes. Eran dados a officios de
poco trabajo, texedores, sastres sogueros, esparteñeros, olleros, çapateros,
albeytares, colchoneros, hortelanos, recueros, y revendedores de azeyte,
pescado, miel, pasas, açucar, lienços, huevos, gallinas, çapatillos y cosas de lana
para los niños; y al fin tenian oil dos que pedían asistencia en casa y davan lugar
para yr discurriendo por los lugares y registrando cuanto passava de paz y de
guerra, por lo qual se estavan ordinariamente ociosos, vagabundos, echados al
sol el invierno con su botija al lado, y en sus porches el verano... pero pocos y
bien pocos delios tenian oficios que tratasen en metal, o en yerro, o en piedras ni
maderos, excepto que tenian algunos herradores procurados para su común, por
el grande amor que tenian a sus respectados machos, y por huyr de tener
contratación con los Christianos, por el odio que nos tenian. En el menester de las
armas, eran visoñisimos, parte porque avia años que les estavan vedadas y el
poco uso inhabilita... parte porque eran cobardes y affeminados, como lo pedía el
flaco empleo de su vida y el affeminado modo de criar-se, y como dizen de los
malos que siempre andan agavillados temblando de temor sin fundamento... Assi
estos pusilánimes nunca andavan solos por los caminos ni por los términos de
sus propios lugares, sino a camaradas. Sus altercaciones aunque fuessen de
cosa momentánea, las ventilavan siempre a gritos a vozes desmesuradas... Eran
entregadísimos sobremanera al vicio de la carne... De aquí nacieron muchos
males y perseve rancias largas de pecados en cristianos viejos, y muchos dolores
de cabeça y pesadumbres para sus mugeres, por ver sus maridos o hermanos, o
deudos ciegamente amigados con moriscas desalmadas que lo tenían por lícito..."
"Casaban sus hijos de muy tierna edad, pareciéndoles que era sobrado tener la
hembra onze años y el varón doze, para casarse. Entre ellos no se fatigaban
mucho de la dote, porque comunmente (excepto los ricos) con una cama de ropa,
y diez libras de dinero se tenían por muy contentos y próspetos. Su intento era
crecer y multiplicarse en número como las malas hierbas, y verdaderamente, que
se avían dado tan buena mano en España que ya no cabían en sus barrios ni
lugares, antes ocupavan lo restante y lo contaminavan todo..."
"Y multiplicávanse por extremo, porque ninguno dexava de contraher matrimonio,
y porque ninguno seguía el estado annexo a esterilidad de generación carnal,
poniéndose frayle, ni clérigo, ni monja, ni avía continente alguno entre ellos
hombre ni muger... Todos se casavan, pobres y ricos, sanos y coxos... Y lo peor
era que algunos christianos viejos... se casavan con moriscas, y maculavan lo
poco limpio de su linaje...”.
Este intercambio cultural y social entre cristianos viejos y moriscos fue una
característica general del ambiente del momento, pues aquellos vieron envueltos
intensamente por la influencia de los usos y costumbres de éstos. Ya en 1513, la
reina doña Juana había publicado una cédula reiterando la prohibición del uso de
las ropas moriscas y de su confección y en ella se llega a decir:
"E después, porque fui informada que los sastres
cristianos viejos
e mudéjares cortaban las dichas ropas, diciendo que a ellos no
se entendía... la dicha Provisión, mandé dar otra para que los sastres cristianos
viejos e mudéjares no pudieran hacer las dichas ropas moriscas... así porque las
ropas que tienen hechas son muchas como porque muy escondidamente las
cortan y hacen, de manera que todavía hacen las dichas ropas, en especial las
mujeres, que todavía traen las dichas almalafas e andan cubiertas las caras..." .
Pero esta prohibición no afecta sólo a las moriscas, sino también a las cristianas
viejas, adaptadas a las mismas costumbres. Con la misma fecha de la anterior, se
publica otra cédula que dice:
«Por cuanto he sido informada que algunas mujeres cristianas viejas que viven...
en la dicha çidad de Granada e en las otras çibdades e villas e lugares de este
reino, no mirando a lo que generalmente tenemos mandado..., ellas se visten a la
morisca e se cubren con almalafas..., que de aquí adelante ninguna cristiana vieja
no pueda vestir ni vista a la morisca, so pena que, por la primera vez..., pierda los
vestidos que así se pusiere e les sean dados cien azotes, y por la segunda vez la
misma pena e más que sea perpetuamente desterrada de todo el reino de
Granada..." .
El uso de muchas de las modas moriscas fue habitual en España en todo el siglo
XVII. Las "tapadas" fueron famosas en nuestra literatura del Siglo de Oro: las
damas sabían usar de sus velos y mantos como instrumento de galanteo y
aventura. El historiador matritense Antonio de León Pinelo escribe:
"el taparse es embozarse... de medio ojo, doblando, torciendo y prendiendo el
manto de suerte que, cubriendo uno de los ojos, que siempre es el izquierdo,
quede lo restante del rostro aún más oculto y disfrazado que si fuera cubierto
todo..."
"...como las moriscas siempre andaban tapadas con sus almalafas o sábanas
blancas... en vistiéndose a lo español, convirtiéndolas en sus mantos negros,
dieron en taparse con ellos del modo que solían con las sábanas".
Tirso de Molina pone en boca de un galán, ponderando a una sevillana:
"¡Oh, medio ojo, que me aojó! ¡
¡Oh, atisbar de basilisco!
¡Oh, tapada a lo morisco!
¡Oh fiesta y no de la O! .
De Andalucía se extendió la moda del tapado a toda España; según Deleito, la
moderna mantilla, que durante el siglo XIX distinguió el tocado de la mujer
española entre las de otros países, fue una derivación de aquellos mantos
moriscos.
Durante algún tiempo pudo pensarse que favoreciendo una política matrimonios
mixtos podría conseguirse una más pronta absorción de la población morisca,
pero los resultados fueron muy mediocres, siendo una excepción la diócesis de
Siguenza, concretamente en Arcos y Deza del duque de Medinaceli, donde
parece ser que estos matrimonios fuero una práctica generalizada. Era más
frecuente el caso de la boda de una cristiana vieja con un morisco, pero siempre
estas uniones resultaban, con el tiempo, blanco de la Inquisición, porque estas
mujeres se asimilaba a la fe islámica del marido y llegaban a desempeñar papeles
importantes las aljamas . Ya Cervantes hace alusión a este problema cuando el
morisco Ricote confiesa a Sancho su preocupación por la suerte de su hija, de la
cual se había enamorado un joven cristiano, rico mayorazgo:
"Yo sé cierto que la Ricota, mi hija, y Francisca Ricote, mi mujer, son católicas
cristianas, y aunque yo no lo soy tanto todavía tengo más de cristiano que de
moro"... "Y a fe que muchos tuvieron deseo de esconderla y salir a quitársela en
el camino...Principalmente se mostró más apasionado D. Pedro Gregorio, aquel
mancebo mayorazgo rico que tú conoces, que dicen que la quería mucho, y
después que ella se partió, nunca más él ha parecido en nuestro lugar, y todos
pensamos que iba tras ella para robarla... Siempre tuve yo mala sospecha... de
que ese caballero adamaba a mi hija; pero fiado en el valor de mi Ricota, nunca
me dio pesadumbre el saber que la quería bien; que ya habrás oído decir,
Sancho, que las moriscas pocas o ninguna vez se mezclaron por amores con
cristianos viejos (II,LIV).
La abundancia de esta población morisca en Castilla se demuestra cuando en
1609, entre los expulsados, salen 64.000 de ambas Castillas la Mancha y
Extremadura, y 6.000 del Campo de Calatrava y es bien sabido que la expulsión
nunca llegó a ser totalmente exhaustiva, que muchos soslayaron los decretos y
otros muchos consiguieron escapar y regresar de nuevo a sus casas de España.
Acerca de la comunidad morisca de las cinco villas del Campo de Calatrava,
sabemos que, aunque solicitaron enérgicamente el ser eximidos de la expulsión,
exhibiendo privilegios que les habían concedido los Reyes Católicos, no les valió
nada, pero posteriormente el regreso fue masivo, y, según los datos que han
podido ser recogidos, de Villarrubia, de 730 moriscos expulsados, 1612 habían
regresado 600, y ese mismo año habían vuelto a Almagro 800 moriscos. Tal era
la situación que se ofrecía, que en 1624 fue otorgada una Real Provisión
ordenando que se les guardasen dichos privilegios a 1os moriscos de las cinco
villas y, según palabras de Blázquez Miguel, "desde entonces no parece que
fueran molestados".
Estos moriscos, pues, vivían sueltos por Castilla, libres de todo vasallaje, sin
dependencia de ningún señor; no constituían una población estable, como la de
sus correligionarios de Aragón o de Valencia, de procedencia mudéjar. Los
mudéjares castellanos habían emigrado hacia el sur y no plantearon ningún
problema; el conflicto sólo surgió a partir de 1570.
En 1575 un bando ordena el desarme de los moriscos de Valencia. En 1585
estalla en Aragón la guerra entre los moriscos (labradores de las tierras bajas de
la ribera del Ebro) y los pastores montañeses. En 1609 se pregona el bando de
expulsión de los moriscos valencianos, y en 1610, en Sevilla, la de los andaluces,
murcianos y de la villa de Hornachos, a la que seguirán la de los moriscos de
Cataluña, Aragón, las dos Castillas, Extremadura y la Mancha. El año 1614 pone
el broche final a este éxodo, con la salida oficial de los últimos moriscos del Valle
de Ricote, exceptuados hasta entonces por su antigüedad y fama de buenos
cristianos.
El éxodo de los moriscos, durante el trance de su expulsión, fue uno de los
mayores traumas sociales de la historia de España. El P. Aznar Cardona, de cuya
obra hemos citado ya un extenso texto, continúa con una minuciosa y detallada
descripción de cómo fue la salida para el destierro de los moriscos aragoneses;
el. patetismo de su situación y el estado de ánimo deprimido y angustiado de
aquellos emigrantes forzosos, se ven fielmente retratados en su relato:
"Salieron pues los desventurados moriscos por sus días seña lados por los
ministros reales, en orden de processión desornada, mezclados los de pie con los
de a caballo, yendo unos entre otros, reventando de dolor, y de lágrimas, llevando
grande estruendo y confusa vózería, cargados de sus hijos y mugeres, y de sus
enfermos, y de sus viejos y niños, llenos de polvo, sudando, y carleando, los unos
en carros apretados allí con sus personas, alhajas y baratijas: otros en
cavalgaduras con estrañas invenciones y posturas rústicas.... cada qual con lo
que tenía. Unos yban a pie, rotos, mal vestidos, calvados con una esparteña y un
çapato, otros con sus capas al. cuello, y otros con diversos envoltorios y líos...".
"Entre los sobredichos de los carros y cavalgaduras (todo alquilado...).. yban de
quando en quando (de algunos moros ricos) muchas mugeres hechas unas
debanaderas, con diversas patenillas de plata en los pechos, colgadas de los
cuellos..., y con mil gayterfas, y colores, en sus trages y ropas, con que
disimulavan algo el dolor del coraçón. Los otros que eran más sicomparación,
yban a pie, cansados, doloridos, perdidos, farti- gados, tristes, confusos, corridos,
rabiosos, corrompidos, enoj ados, aburridos, sedientos, y hambrientos: tanto, que
por justo castigo del cielo no se veyan hartos ni satisfechos, ni les bastava el pan
de los lugares, ni la agua de las fuentes, con ser tierra tan abundante, y con dalles
el pan sin límite con su dinero."
Pero, a pesar del celo y del esmero con que se organizó la salida de los moriscos
de España, muchos permanecieron en ella después de estas fechas: unos
acogidos a las disposiciones eximentes, bien por entrar en religión acogidos a los
conventos, o por matrimonio con cristianos viejos: muchos escaparon a la
expulsión buscando una vida nómada, fuera de sus pueblos de origen, para no
ser conocidos, ejerciendo como vendedores, artesanos ambulantes, arrieros o
recaderos, manteniendo sus costumbres como criptomoriscos, durante
generaciones.
Los datos que se conservan acerca de los moriscos que consiguieron quedarse
en España “legalmente" dan la impresión de que el número de éstos fue muy
escaso, si se tiene en cuenta la población total en esos momentos, pero lo que es
indudable es que sólo se hizo constar documentalmente un tanto por ciento muy
bajo de los que realmente permanecieron. De todas maneras, las referencias son
muy interesante ejemplo, según indicación de Rosa María Blasco Martínez , el
obispo de Orihuela, Fr. Andrés Balaguer, en carta a Fr. Antonio Sobrino de 30 de
septiembre de 1609, se quejaba de la marcha generalizada de moriscos en
algunos lugares de su obispado, diciendo:
«las casas de Petrel se fueron todas sino dos que el conde de Elda mandó quedar
por fuerça ;en Monóvar que es de 250 vezinos, quedan 30 de estos medio
voluntarios. En Albatera lugar de 300 vezinos, quedan 36 casas; las casas de
Elche son 39 pero 'todos se quieren ir y el señor duque los tiene por fuerça".
Sin embargo, según afirma Blasco Martínez, el mismo prelado, meses después,
confirma la permanencia de moriscos en un memorial que dirige al rey, el 10 de
marzo de 1610:
«En Alicante y toda su huerta quedan muchos moriscos, assi pequeños como
grandes, assi hombres como mujeres, de 20, 30, 40 y 50 años, los quales los han
trahydo como esclavos y los tienen por tales" .
Este mismo obispo clasifica en cuatro apartados a los moriscos o que se quedan
en su diócesis, dando un total de 306 personas;
1.
Niños moriscos (aunque incluye también en este apartado algunas
personas mayores que permanecen sin licencia, en número de 248.
2.
Moriscos que tienen licencia del obispado por haber dado muestras
de ser buenos cristianos antes del decreto de expulsión, en número de 47 .
3.
Moriscos que han probado ser hijos de cristianos viejos; son 7.
4.
Moriscas casadas con cristianos viejos o que han quedado viudas;
son 4.
La permanencia de moriscos en España, después de las órdenes de expulsión,
es un hecho indudable, pues, a pesar de los sucesivos decretos proclamados
contra su estancia en nuestro país, muchos de ellos consiguieron mantenerse en
estas tierras, que no deseaban abandonar, valiéndose para ello, como hemos
dicho, de muy diversas estratagemas. Algunos de ellos, incluso, se mantuvieron
ocultos en sus viejas tierras, eludiendo el cumplimiento de todas las
disposiciones, amparados por sus mismos señores, que temían perder su valiosa
mano de obra, tan experta para la agricultura; y, aún de los que se marcharon,
fueron muchos también los que regresaron de nuevo a España, buscando la
forma de permanecer en ella subrepticiamente. En este sentido se expresan las
quejas de Fr. Marcos de Guadalajara, acerca de la desidia de los responsables de
llevar a efecto la total expulsión, y dice:
"En las justicias y personas a cuyo cargo estaba el Andaluzia, Reyno de Granada,
y de otras partes, no auia tanta diligencia en expeler los que alli auian quedado, y
castigar los que se auian buelto como conuenia" .
Estas afirmaciones se ven ampliamente confirmadas en la carta que el conde de
Salazar dirige al rey Felipe III, fechada en Madrid a 8 de agosto de 1615, cuando
la operación de expulsión debía de estar completamente acabada, en la cual se
queja con los siguientes términos:
"En el Reyno de Murcia, donde con mayor desberguença se an buelto quantos
moriscos del salieron por la buena boluntad con que generalmente los reciben
todos los naturales y los encubren los justicias..."
"... que ya se an buelto los que espelió, y los que abyan ydo y los que dejo
condenados a galeras acuden de nuebo a quejarse al consejo en toda el
Andalucia por cartas del duque de Medina Sidonia, y de otras personas se sabe
que falta de bolberse solos los se an muerto en todos los lugares de Castilla la
Byeja y la Nueba y la Mancha y Estremadura, particularmente en los deseñorio se
sabe se buelben cada dia muchos y que las justicia lo disimulan
Las quejas se refieren también a las justicias ordinarias de otras regiones, por el
incumplimiento de las órdenes reales:
"No se sabe que ayan preso ningun morysco ny yo e tenido cartas de ninguna
dellas: las islas de Mallorca y de Menorca y las Canarias tienen muchos moriscos
asi de los naturales de mysmas yslas como de los que an ydo espedidos, en la
Coros de Aragon se sabe que fuera de los que se han buelto y pasado los de
Castilla ay con permision mucha cantidad dellos y la que con las mysmas
licencias y con probanças falsas se han quedado en España son tantos que era
cantidad muy considerable..."
"... de los moriscos de Tanger me a obligado a dalle quenta del mal estado que
tiene la espulsion de los moriscos por los muchos que cada dia se buelben y por
los que an dejado despelerse que todos juntos es una cantidad muy
considerable".
También Pedro de Arriola, encargado de la expulsión de los moriscos de
Andalucía, se queja del gran número de éstos que regresa, en una carta dirigida
al rey, fechada en Málaga a 22 de noviembre de 1610:
"Muchos moriscos de los expedidos del Andaluzia y
Reyno de Granada se van bolbiendo de Berberia en navios de Franceses que los
echan en esta costa de donde se van entrando la tierra adentro, y he sabido que
los mas dellos no buelben a las suyas por temor de ser conosçidos y
denunçiados, y como son tan ladinos residen en qualquier parte donde no los
conosçen, como si fuessen christianos viejos.
Y dice más adelante:
"Y los que quedan se buelben a España y tengo presos cinco que se han
atrebido a venir a esta ciudad y estos me dizen que se van bolbiendo todos...".
Acerca de estas inmigraciones subrepticias, una de las descripciones; más
sugestivas es la que hace Cervantes, en su parte II del Quijote ( editada en 1615),
cuando refiere el encuentro de Sancho con los al parecer peregrinos extranjeros,
que pedían limosna cantando, entre los que se encontraba su antiguo vecino
Ricote, "transformado de morisco en alema o en tudesco", el cual le refiere sus
cuitas, "sin tropezar nada en su lengua morisca, en la pura castellana", diciendo:
Cómo, ¿y es posible, Sancho Panza hermano, que no conoces
a tu vecino Ricote el morisco, tendero de tu lugar?"... "Finalmente, con justa razón
fuimos castigados con la pena del destierro blanda y suave al parecer de algunos;
pero al nuestro la más terrible que se nos podía dar. Doquiera que estemos
lloramos por España; que, en fin, nacimos en ella, y es nuestra patria natural; en
ninguna parte hallamos el acogimiento que nuestra desventura desea; y en
Berbería y en todas las partes de Africa, donde esperábamos ser recibidos,
acogidos y regalados, allí es donde más nos ofenden y maltratan. No hemos
conocido el bien hasta que lo hemos perdido; y es el deseo tan grande que casi
todos tenemos de volver a España, que los más de aquellos (y son muchos) que
saben la lengua como yo, se vuelven a ella, y dejan allá sus mujeres y sus hijos
desamparados: tanto es el amor que la tienen" (cap. LIV).
Es interesante en este pasaje la referencia que Ricote hace de Alemania, como
país adecuado para establecerse los moriscos:
"Salí como digo, de nuestro pueblo, entré en Francia, y aunque allí nos hacían
buen acogimiento, quise verlo todo. Pasé a Italia, llegué a Alemania, y allí me
pareció que se podía vivir con más libertad, porque sus habitadores no miran en
muchas delicadezas: cada uno vive corno quiere, porque en la mayor parte della
se vive con libertad de conciencia".
"Ahora es mi intención...pasar desde Valencia a mi hija y a mi mujer, que sé que
están en Argel, y dar trazas como traerlas a algún puerto de Francia y desde allí
llevarlas a Alemania, donde esperaremos lo que Dios quisiere hacer de nosotros".
Esta tolerancia alemana hacia los moriscos se debía a la influencia de la Reforma
de Lutero; en Francia también habían encontrado buena acogida por parte de los
protestantes del Mediodía, en el Bearn y en el Languedoc, pues en el sínodo
nacional de Montauban de 1594 se precisa que pueden recibir el bautismo "les
enfants de ceux qu'on appelle Bohémes, Sarrasiris 011 Egyptiens" . Vemos, pues,
ya mezclados socialmente en Europa a los moriscos con los bohemios y los
gitanos, todos marcados entre las razas proscritas.
Cuando la expulsión, Enrique IV había permitido que los moriscos se instalasen
en Francia, aunque con la condición (ya que en 1593 había abjurado del
protestantismo) de que se adhirieran a la "religión católica, apostólica y romana";
a pesar de la tolerancia religiosa expresada en el edictó de Nantes (1598),
muchas familias moriscas prefirieron continuar su éxodo hasta Alemania para
"vívir con mas libertad", según las palabras de Ricote. Algunos, sin duda,
buscarían regresar de nuevo, del modo que, fuera, a España.
Bernard Vincent, al tratar de los moriscos de Extremadura, considera que durante
el último tercio del siglo XVI los cristianos establecieron ciertas distinciones dentro
de esta minoría, que se consideraba globalmente peligrosa con cierto
fundamento, dividiéndolos en tres grupos: Los primeros, los más peligrosos eran
los moriscos viejos de Benquerencia Hornachos y Magacela, dispuestos a alzarse
en cualquier momento, mantenían relaciones constantes con el reino de Granada;
los eran la mayoría de los granadinos que unía a su intransigencia una inquietante
movilidad; el tercer grupo era el de los moriscos de las ciudades estaban en
franca minoría, que constituían un elemento estable, recuperable, pero que con la
llegada de los granadinos se soliviantaron también como ellos. Bajo este criterio
se decretaron las primeras expulsiones, por lo que el resto de los moriscos, no
incluidos en estos tres apartados, pudieron librarse de estas medidas, conforme
se puede leer en el informe del de Salazar.
Por ello, Vincent afirma: "Sin duda estos criterios prevalecieron en todas partes, lo
que plantea el problema de la permanencia en España de una población morisca
más numerosa de lo que generalmente se admite, después de 1610. La toponimia
atestigua su pervivencia en Extremadura. Sin embargo, considera la imposibilidad
de precisar cuántos fueron los moriscos que se quedaron, ya que siempre se ha
considerado que la expulsión de 1609-1610 fue el exterminio radical de su
presencia en España.
Los procesos inquisitoriales del Santo Oficio, conservados en los archivos,
demuestran de forma evidente que los moriscos mantenían su presencia,
aunque de una forma latente. Un ejemplo de ello podría se el caso de un tal Juan
Fernández, morisco de los que quedaron en Valdepeñas después de la expulsión,
tras haber acreditado una sincera conversión; sin embargo, en 1613, en la noche
de la boda de su hija, ante la presencia de diez personas, pronunció una oración
en árabe, amonestó al novio para que cuidase de su hija y declaró que ya estaban
casados, porque la ceremonia de la Iglesia no tenía ningún valor .
Respecto a jurisdicción de Murcia, según los procesos registrados de la
inquisición, gran parte de los moriscos expulsados que se habían refugiado en
Orán, fueron pidiendo, poco a poco, volver a la fe católica, como ocurrió en 1624,
año en que fueron absueltos 28 de ellos. Durante todo el siglo XVII se sabe de la
gran abundancia de moros en Cartagena, incluso todavía en 1677 eran muchos
los que se encontraban, algunos libres y otros a los que se les denominaba
"cortados o atajados a çierto prezio pagando por el conforme a sus cantidades de
jornales crezidos que son usuras conoçidamente...; se atajaban por 100 pesos.
No debía de diferir mucho esta situación en el siglo XVIII, ya que el rey de Argel
edificó una mezquita para los moros de Cartagena, que fue asaltada por los
cristianos de la ciudad, lo cual provocó las protestas de los argelinos ante el P.
Alonso Zorrilla, que amenazaron con la destrucción de todas las iglesias de Argel
y el derribo del hospital .
Pero, el hecho es que toda esta masa de población incontrolada, de ascendencia
morisca, se fue sedimentando, al correr de los años, y asentándose de la mejor
manera que pudo, en los lugares en que la convivencia con otros grupos sociales
les era posible, aunque manteniendo, en la mayoría de los casos, su propia
identidad humana y cultural. De la misma manera que, en los albores de la
reconquista, los primeros árabes sometidos, precursores de los mudéjares, en la
cuenca del Duero, llegaron a formar pueblos bien diferenciados, como es,
probablemente, el caso de los maragatos y, tal vez, el de los charros . Estos
nuevos conversos entraron a formar parte, de hecho, en la sociedad española de
la Edad Moderna y de la Contemporánea.
Siguiendo, en lo posible, los rastros de las huellas que estas gentes nos fueron
dejando, apoyándonos en los datos lingüísticos y culturales de algunos pueblos
españoles, hemos intentado encontrar una relación entre unos y otros, mientras
nos preguntábamos: ¿quiénes eran los “maños", los majos , los "quinquis"...?
(gentes que han constituido siempre una población consolidada en sus usos y
costumbres, bien diferenciadas). ¿Por qué se llamaban así?. ¿Por qué eran tan
abundantes las palabras de origen árabe entre las gentes de germanía o del
"hampa", y entre ellos formaban categoría social los "guapos", los "chulos", los
«jaques", los «jayanes", los mandiles", los «gorrones"...? Una profunda curiosidad
por estos grupos sociales me llevó a ir buscando, en cada uno de ellos, un posible
entronque con los supervivientes de los antiguos moriscos.
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