TEXTOS COMENTADOS PARA SELECTIVIDAD_SAN AGUSTÍN

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TEXTOS COMENTADOS PARA SELECTIVIDAD_SAN AGUSTÍN
«Donde no se dé la justicia que consiste en que el sumo Dios impere sobre
la sociedad y que así en los hombres de esta sociedad el alma impere sobre el
cuerpo y la razón sobre los vicios, de acuerdo con el mandato de Dios, de manera
que todo el pueblo viva de la fe, igual que el creyente, que obra por amor a Dios y
al prójimo como a sí mismo; donde no hay esta justicia, no hay sociedad fundada
en derechos e intereses comunes y, por tanto, no hay pueblo, de acuerdo con la
auténtica definición de pueblo, por lo que tampoco habrá política, porque donde no
hay pueblo, no puede haber política»
AGUSTÍN DE HIPONA, La ciudad de Dios, XIX, cap. 23
ESQUEMA DE RESPUESTA.
Responde a la primera cuestión del nuevo modelo de examen en su triple
contenido:
a) Situación del autor en su época; (0,25 puntos)
b) Indicación del tema o problema abordado en el texto; (0,25 puntos)
c) Exposición de las ideas principales, (0,5 puntos)
 Mostrando las relaciones entre ellas, (0,5 puntos) y
 Explicándolas (1 punto)
El alumno debe responder en este mismo orden las cuestiones de esta pregunta.

Situación del autor en su época
Agustín de Hipona —Tagaste, norte de África, 354-430 d. C. — es el primer
filósofo cristiano y ejercerá un influjo determinante sobre la escolática. Su
pensamiento refleja su propia trayectoria vital: lucha por conseguir un mundo de
certeza interior, que le permita hallar la verdad, la sabiduría y la felicidad.
Reconoció la limitación de la razón humana para alcanzarlo y la necesidad de la
fe que solo halló en la revelación cristiana, en la que quiso integrar el saber
filosófico.
Está convencido, como Sócrates y Platón, de que existe una verdad
necesaria e inmutable que se puede conocer, en el interior del alma, que sin
embargo no tiene su fundamento en ella y que sólo puede explicarse por
iluminación divina (inspirándose en la función iluminadora de la Idea de Bien en
el mundo inteligible). Ésta se alcanza cuando el alma se trasciende a sí misma y
busca a Dios, inmanente y trascendente a un tiempo al alma humana.
El conocimiento de la verdad total exige creer lo que Dios ha revelado. La
fe es la vía más segura; sin embargo, la razón, la filosofía es útil para demostrar
que es razonable creer lo revelado por Dios. Así, para Agustín, la fe no está reñida
con la razón ni cerrada sobre sí misma. Su máxima: ‘intellige ut credas, crede ut
intelligas’.

Indicación del tema que trata el texto
En el texto, define la ‘justicia auténtica’ como condición de posibilidad de la
existencia de una ‘sociedad auténtica’ organizada y cohesionada por una acción
política verdadera

Ideas Principales
1. Define la justicia verdadera como el imperio de la voluntad de Dios
sobre la sociedad y, en paralelo, el imperio del alma sobre el cuerpo de cada
uno y de la razón sobre los vicios (como es voluntad de Dios).
Julián López Camarena. Texto comentado de San Agustín
1
2. La propone como base para la construcción de la vida de todo el pueblo,
como lo es para la vida del creyente, que actúa por amor a Dios y al prójimo
como a sí mismo
3. La existencia de esta ‘justicia auténtica’ es condición de posibilidad de la
existencia de la ‘sociedad auténtica’ —fundada en la ley de Cristo— y
4. la existencia de tal sociedad a su vez es condición de posibilidad de la
existencia de un ‘pueblo auténtico’ —grupo de seres racionales que aman las
mismas cosas— y
5. la existencia de un ‘pueblo auténtico’ es condición de posibilidad, así mismo,
de la existencia de la ‘auténtica política’.

Relación entre las ideas del texto
Este es un texto argumentativo en el que las cuatro ideas se enlazan entre sí en
una sucesión de implicaciones, aplicando el principio o regla de la transitividad. Así,
el razonamiento, que parte de la previa definición de ‘justicia verdadera’, pone la
idea de justicia auténtica (p) como condición de la idea de sociedad auténtica
(q), la idea de sociedad auténtica (q) como condición de pueblo auténtico (r)
y ésta (r) a su vez como condición de política auténtica (s), podría concluir en
una proposición del tipo ‘solo donde hay verdadera justicia hay verdadera política’,
conforme al modelo [(pq)  (qr)  (rs)]  (ps).

Explicación de las ideas
Para explicar este texto es necesario remitirlo al sentido propio de la obra a
la que pertenece, La Ciudad de Dios, y a la intención con que tal obra fue escrita.
San Agustín escribe esta obra, que recoge y ordena sus reflexiones anteriores sobre
el sentido de la historia universal, para responder a las acusaciones que los
paganos hacen a los cristianos, responsabilizándolos de la toma de Roma por
Alarico y sus huestes, hecho que conmocionó de tal manera al mundo occidental
que todos, incluidos los cristianos, sintieron como un verdadero momento de
perdición. Los paganos sostenían que el pacifismo y las doctrinas sobre la sociedad
de los cristianos habían dejado a Roma inerme frente a sus enemigos y relajadas
las tradicionales virtudes cívicas que hicieron grande a Roma.
La respuesta de San Agustín se sintetiza perfectamente en el texto que
comentamos, pero debemos aclarar el sentido que para él adquieren los conceptos
básicos de ‘justicia’, ‘sociedad’, ‘pueblo’ y ‘política’, que constituyen el núcleo del
sentido de su respuesta a la acusación de los paganos romanos.
Aurelio Agustín divide la humanidad en dos grandes grupos, que contrapone
de manera radical: ‘Uno, el de aquellos que viven según el hombre y, otro, el de
aquellos que viven según Dios’. Da a cada uno de estos dos grupos el nombre
simbólico de ‘ciudad’ o ‘sociedades’ de hombres. Cada una de ellas tiene una
‘voluntad’’ o impulso, que determina su norma de vida, por la que se distinguen:
‘el amor a sí mismo’ (voluntad de poder y espíritu de dominio) hasta el olvido de
Dios hizo la ‘ciudad terrestre’; ‘el amor a Dios’ (busca humilde de la gloria de
Dios) hasta el olvido de sí hizo la ‘ciudad celeste’.
Con frecuencia, cuando habla de la ciudad de Dios está pensando en la
Iglesia; y, cuando se refiere a la ciudad terrena, está pensando en la antigua
Roma.
Estas dos ciudades son también dos sociedades de hombres. Pues, ante
todo, ‘ciudad’ significa ‘sociedad’. Cada una tiene un cuerpo social y político, unas
estructuras concretas, fundadas sobre una determinada concepción de la
justicia (recuérdese como en la ‘kalipolis’ platónica, la idea de justicia determina
los principios por los que ha de regirse en su organización y funcionamiento). Pero
también tienen dos ‘tipos’ de hombres, que dan lugar a dos tipos de sociedad.
Estos dos tipos dan lugar a dos tipos de ‘pueblo’. Cada uno de ellos posee una
diferente conciencia de comunidad. Según Agustín, el pueblo pagano tiene una
Julián López Camarena. Texto comentado de San Agustín
2
conciencia de comunidad, expresada perfectamente en la definición dada por
Cicerón: ‘un pueblo es una multitud reunida por el reconocimiento del derecho y la
comunidad de intereses’. Someterse al derecho es someterse a la justicia, pues no
se da lo uno sin lo otro. De donde se sigue que una multitud no unida por la justicia
no forma pueblo. Frente al pueblo pagano o ‘hijos de la tierra’, Agustín sitúa al
pueblo cristiano o ‘hijos de Dios’, o ciudadanos de la ‘ciudad del cielo’. Para ellos
la razón de su comunión es otra: ‘un pueblo es más concretamente un grupo de
seres racionales unidos entre ellos, porque aman las mismas cosas’, afirma
Agustín. Es la ‘ecclesia Christi’, cuya ley es la voluntad de Dios, y ‘solo en ella
reina la verdadera justicia, porque su fundador es Cristo’.
De ello se sigue que es el concepto de justicia lo que define a cada tipo de
pueblo y éste a cada tipo de sociedad o ciudad.
Pero no solo les distingue la diferente naturaleza de la justicia que en ellos
impera; estos dos pueblos se distinguen también por su fin. Mientras que la Iglesia
tiene un fin ultramundano: buscar y procurar la eterna y celestial felicidad; Roma,
la ciudad terrena, tiene un fin intramundano: buscar y procurar la felicidad terrenal,
que, sin embargo, no ha podido procurar.
También les distingue su actitud política y su contribución al bien común.
En tanto forma parte de las dos ciudades, la Iglesia, encarnación de la ciudad de
Dios, puede intervenir en los asuntos civiles y recomienda a los fieles obedecer y
cumplir las leyes por amor a Dios (el legislador no es sino mandatario de Dios), a
condición de que sean justas, porque de lo contrario deben ser desobedecidas. Lo
cual, afirma Agustín, facilita la concordia y la felicidad terrena. La sabiduría de
Dios, de la que es depositaria la Iglesia, guía y luz de los cristianos, impone el
cultivo de virtudes tales como ‘amor a la patria’, ‘fidelidad en la amistad’,
‘práctica de buenas obras’, dirigidas hacia Él.
Por oposición, en el Estado pagano, la ética cívica de los filósofos propone
virtudes cívicas por ‘piedad para con su país’ y la ‘probidad’ 1, causa de la
otrora grandeza de Roma, que sin embargo no conducen a la felicidad que todo
hombre anhela, porque está buscada con la sola razón. Al respecto recuerda San
Agustín que ello viene dificultado por la multitud de respuestas de los filósofos 2,
que lejos de guiar, desorientan a los ciudadanos, de manera que ningún Estado
asume como propia la respuesta de uno de estos filósofos.
La distinción de estas dos ciudades, concluye San Agustín, no impide ni la
cohabitación ni la colaboración. Al tiempo que rechaza que el modo de vida
cristiano o la predicación de la doctrina de Cristo acarree los males que sufre el
Imperio. Prueba de ello, señala, es el éxito de la política llevada a cabo por los
emperadores cristianos. Pero, se pregunta, ¿por qué los males del imperio? A lo
cual responde que el bien no es de este mundo, ni siquiera para los cristianos. Lo
cual parece una invitación a que la Iglesia separe su destino del Imperio y se
remonte a su fin genuino, que es la búsqueda de la salvación.
Probidad. (del latín probĭtas, -ātis) honradez. Rectitud de ánimo, integridad en el obrar (integro:
intachable)
1
En la época, la cultura grecorromana admitía hasta 288 soluciones racionales posibles al problema
moral, defendidas por otras tantas escuelas, seguidas por sectas minúsculas.
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Julián López Camarena. Texto comentado de San Agustín
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