La riqueza de las ciudades Columna dedicada a los candidatos a

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La riqueza de las ciudades
Columna dedicada a los candidatos a alcalde que están comprometidos con el progreso de
sus ciudades.
por Eduardo Lora
Se ha escrito mucho sobre la riqueza de las naciones, pero muy poco sobre la riqueza de las
ciudades. El funcionamiento del sistema político, la calidad de las políticas
macroeconómicas y el nivel de educación de los trabajadores son las razones que suelen
invocarse para explicar las diferencias de ingreso per cápita entre los países. Pero esos
factores varían poco o nada al interior de un país, y por lo tanto no pueden explicar por qué
Bogotá es dos veces más rica que Barranquilla o Ibagué, y cuatro veces más que Ocaña o
Ipiales.
El tamaño de las ciudades tiene mucho que ver con su riqueza porque entre más
grande es una ciudad más posibilidades tiene de utilizar productivamente sus recursos
humanos. Mientras que Bogotá logra absorber en empleos formales (en un mes típico) a
una de cada tres personas en edad laboral, Barranquilla emplea en el sector formal a solo
20% de su población en edad laboral. En las ciudades colombianas de menos de 200.000
habitantes, los empleos formales ocupan apenas 13% de la población en edad laboral.
Aparte del buen uso de los recursos humanos, el único factor que puede hacer rica a una
ciudad es la lotería de los recursos naturales: las ciudades más ricas de Colombia son
Acacías, Barrancabermeja, Arauca y Yopal, todas ellas ciudades petroleras, muy
sometidas a la volatilidad y la incertidumbre por la excesiva especialización.
Las ciudades más grandes generan más empleo formal porque tienen actividades
productivas más complejas, que solo las empresas organizadas pueden llevar a cabo. Un
trabajador independiente o una familia pueden manejar un restaurante o un almacén de
materiales de construcción, pero solo una empresa puede producir electrodomésticos o
manejar un banco. Las actividades complejas requieren que trabajadores con conocimientos
especializados operen en forma coordinada bajo un mismo techo. Las empresas prosperan
en las ciudades más grandes no tanto por el tamaño del mercado, sino porque allí
encuentran la diversidad de trabajadores que necesitan.
Por consiguiente, la pregunta que debe hacerse cualquier alcalde comprometido con el
progreso de su ciudad es qué hacer para que haya más empleo formal. Las fórmulas
tradicionales de los economistas no sirven de mucho, porque se concentran en factores que
escapan al control de los gobiernos locales, como los costos laborales, los impuestos o los
trámites. En realidad, estas cosas afectan muy poco el empleo formal. Lo que cuenta de
verdad es facilitar el desarrollo de aquellos sectores productivos que puedan
aprovechar la experiencia laboral y las capacidades productivas que ya tiene la gente, y
que contribuyan el desarrollo de nuevas capacidades.
Las posibilidades de cada ciudad son diferentes. Para una ciudad como Cúcuta, los sectores
más promisorios incluyen las confecciones y la industria de jabones y otros farmacéuticos
sencillos. Para Medellín, que ya tiene una industria manufacturera consolidada, pueden ser
de interés actividades más sofisticadas como ciertos servicios financieros especializados,
servicios de consultoría internacional y bufetes de abogados.
No se trata de dejar de hacer lo que ya se tiene, sino de agregar o ampliar sectores que
comparten similitudes tecnológicas con los que ya existen y que pueden abrir senderos para
que aparezcan actividades aún más complejas y productivas. Aunque en las ciudades más
grandes es más fácil descubrir nuevos sectores, ciudades pequeñas como Palmira,
Santander de Quilichao o Rionegro son excelentes ejemplos de que la complejidad es
posible en ciudades intermedias o pequeñas.
En la última década la revaluación golpeó muy fuerte a las ciudades que tenían sectores
exportadores más grandes. Con las nuevas tendencias del tipo de cambio, muchas ciudades
pueden desempolvar sus capacidades productivas para revertir el deterioro que tuvo la
manufactura.
Si esto se da y se aprovecha el potencial de complejidad con el que ya cuenta la fuerza
laboral, ciudades como Cartagena, Barranquilla, Manizales, Villavicencio y Pereira tienen
excelentes posibilidades de generar empleo formal en los próximos años. Pero esto no
va a ocurrir automáticamente, ni por obra y gracia del gobierno nacional.
Los alcaldes tendrán un gran papel: explorar con sus empresarios qué actividades tienen
más potencial, identificar qué puede estar obstaculizando su desarrollo y coordinar con
otras instancias de la sociedad y del Estado para que los proyectos de creación o de
expansión de las empresas sean realidad.
Para ayudar en esta tarea, Bancóldex pondrá próximamente a disposición del público un
instrumento de consulta (montado por el Centro de Desarrollo Internacional de Harvard),
que mapea las capacidades productivas y ayuda a identificar las posibilidades de
exportación y de desarrollo productivo de las ciudades colombianas
Nota: el autor está vinculado al CID de Harvard y es el coordinador del proyecto
mencionado.
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