Identidades urbanas en América Latina e identidades globales Armando Silva Esta Charla sobre identidades urbanas en América Latina e identidades globales, que se hizo inicialmente como gestión del Convenio Andrés Bello, con la participación de muchas entidades en América Latina y en España, la desarrollaré en tres partes: inicialmente quiero mostrar lo que es el proyecto; en segundo lugar, quiero plantear un aspecto teórico para ubicar el contexto del imaginario urbano contemporáneo, y en la última quiero asumir un escrito que estoy desarrollando sobre los imaginarios globales, según una invitación que me hizo la bienal de Sao Paulo, cuyo uno de los temas va a ser los Imaginarios Globales. El proyecto Quiero destacar una valoración mental: como cada día nos enfrentamos más a un mundo de poderosos efectos mentales, donde la señal física y el mismo efecto mental se corresponden en muchos momentos y en muchas instancias, como lo han señalado movimientos de arte contemporáneo. Voy a plantear otro concepto de "sitio", ya no como lo desarrolló inicialmente el filósofo francés Marc Follén cuando hablaba de los "no lugares", sino al contrario, plantear esos nuevos lugares en una geografía sin sitio, pero que ocurre precisamente en el encuentro de las percepciones colectivas. La pregunta es: cómo se da el conocimiento de los otros y cómo me muevo en ese conocimiento de los otros en un mundo que se desarrolla en buena parte en la construcción de recintos mentales. En un texto que estoy elaborando precisamente destaco una referencia de Pierre Levi, que coincide con unos planteamientos que hice en mi libro de "Los imaginarios urbanos", y en el cual se dice cómo buena parte de los productos que saca la sociedad contemporánea, son productos que tiene que ver con el valor de las ideas. En este mundo contemporáneo el capitalismo informático desarrolla también cierta tendencia a un nuevo y muy particular tipo de comunismo social (en la opción que tendríamos para acceder al conocimiento informático), pero con la particularidad paradójica de que las ideas que son el sostén del mundo contemporáneo, tienen valor; precisamente ese valor se explica en los derechos de autor, en los derechos de las patentes, que es donde justamente la economía está creciendo más. Existe cada vez más semejanza entre lo que es el trabajo del artista y el trabajo científico, con el trabajo que hacen otras profesiones que precisamente están en la investigación de las ideas, las cuales posteriormente serán patentadas, privando en buena parte el usufructo colectivo de ellas. Por eso se han desarrollado muchos movimientos, como la venta de vinos sin botella, o como la posibilidad de que los shows musicales, o la producción que se hace en internet, sigan siendo de propiedad colectiva. Allí hay un elemento que toca los imaginarios urbanos. He elaborado dos triadas, inspiradas en la lógica contemporánea del filósofo norteamericano Pierce, pero adaptadas a mis intereses de cómo situar el tema de los imaginarios ciudadanos hoy: una tiene que ver con los problemas del tiempo, y otra con los problemas de la imagen en el ciudadano contemporáneo. En ellas afirmo que 1 empezamos a vivir una nueva cultura cifrada más en el tiempo que en el espacio; ese paso ha generado una sobrevaloración del aire sobre la tierra. Allí hay una primera dicotomía para ubicar esas identidades urbanas contemporáneas, del paso de la hegemonía de la tierra hacia el aire, y por tanto del espacio hacia el tiempo. Una segunda, sería la del urbanismo sin ciudad, y vimos por primera vez un momento en el cual no se necesita vivir en la ciudad para ser urbano. Nos urbanizamos sin estar en la ciudad (aquí se presenta esta distancia entre lo que sería el trabajo del arquitecto y de los hacedores físicos sobre la ciudad, y el trabajo de quienes nos preocupamos por las formaciones culturales que tienen que ver con la construcción de lo urbano). Este urbanismo sin ciudad implica unos nuevos procesos donde urbanismo está al lado del tiempo y donde ciudad está al lado del espacio; las personas ya no tienen que ir a la ciudad (como decía Carlos Monsivais: se va a Ciudad de México para ser urbano) porque los rituales urbanos no están físicamente allí, sino en toda una programación de actividades, de telemáticas, de computadores, donde se está construyendo lo urbano sin esa ciudad. Hablaríamos, por ello, de una geografía sin ese lugar que tanto reclamaban ciertos antropólogos tradicionales, y que por supuesto constituyen rasgos fundamentales de lo que es el ser urbano contemporáneo. Sitios como los Mac Donalds, por ejemplo, que podrían ser tachados como los nuevos sitios; hay que ver cuánta fuerza tienen para realizar ceremonias de los seres urbanos. En Quito muchos jóvenes reconocen que se ponen citas de amor en los Mac Donalds, precisamente porque allí es donde van a consumir la modernidad. Estos sitios que fueron hechos para que la gente consuma rápido y se vaya, son reelaborados por estos jóvenes quiteños como sitios de descanso, de relajamiento y sitios del amor y del noviazgo. La tercera contradicción que ubico son las conductas transnacionales. Allí, en especial los jóvenes, ejercen su ciudadanía global a partir de esas conductas, en la música, en el tallado de su cuerpo, en la moda, que van más allá de las fronteras locales. Estas tres dicotomías estarían del lado del tiempo. En el lado del espacio -mental, de la imagen- están: el paso de la imagen analógica a la imagen postsimbólica. En mi libro "Album de familia", muestro cómo de la fotografía analógica, con su marca de lo real, del revelado, pasamos a un modelo posfotográfico, postsimbólico, donde se produce la imagen digital que va a preferir más otro tipo de sujetos en los álbumes, como son los niños. Los infantes se acoplan con mucha más facilidad al espectáculo, al movimiento, al álbum de los videos; por eso mismo los videos han sido asimilados tan fácilmente por la industria. Todos sabemos muy bien que los videos de la familia, se hacen buscando que el niño se caiga, o que haya algún tipo de accidente para poder enviarlo a un concurso y ganarse allí unos cuantos dólares más. Este espectáculo que implica la imagen posfotográfica genera a su vez otras actitudes, otros comportamientos y otras maneras de portar el cuerpo: donde estaba el abuelo, quedó el niño. Por eso, como decía Roland Bartes, la fotografía está íntima y profundamente relacionada con la muerte, mientras que el video está relacionado con el futuro, con el movimiento. La segunda paradoja es el paso de la ciudad real a la ciudad imaginada. Los estudios que he venido coordinando en América Latina y en España, son precisamente aquellos de la ciudad imaginada, que estaría del lado del urbanismo, del tiempo. 2 La ciudad imaginada es aquella que afecta el uso de la ciudad real, es decir, con el urbanismo que tenemos en nuestras mentes usamos la ciudad, la evocamos y construimos identidades. La tercera y última paradoja tiene que ver con el paso de una sociedad de la producción a una sociedad del consumo. En los inicios de la modernidad la producción estaba en concordancia con los productos que se hacían: si se fabricaban mil jeanes era porque el pueblo tenía mil personas, para decirlo en esa forma simplista. La sociedad del consumo implica que las niñas de hoy no tienen que tener una muñeca sino mil muñecas, mil barbies, mil colecciones; entonces se introduce una variable muy importante que es la irracionalidad: vivimos en un mundo de irracionalidades, donde las categorías racionales y lógicas quedan empobrecidas y donde, por supuesto, elementos como el estilo, el prestigio, la distinción... son los que nos permiten acercarnos para tratar de comprender ciertas conductas que de otra manera no las comprenderíamos. Por eso la discusión entre lo que es la necesidad y la pulsión: mientras que la necesidad tiene que ver con aquello que necesariamente tiene que ser satisfecho para la sobrevivencia (la sed, comer y soñar), las pulsiones, como lo han trabajado las escuelas post freudianas, están ligadas muchos más al deseo; entonces admiten suplencia: muchos se preguntan por qué las grandes artes tienen que ver con pulsiones de sentidos a distancia, como la mirada y la pintura, el oído y la música; y cómo aquellas pulsiones de sentidos de contacto como el olfato, el gusto, desarrollan sólo artes menores como la perfumería, la culinaria. Entonces el consumo no es una necesidad, sino una pulsión. Hoy vivimos en un mundo de presiones y de depresiones, ansioso, neurótico. Podemos verlo en el álbum de familias: un álbum donde se construía la imagen de la familia, con el papá y el abuelo, hoy lo que va quedando es el niño glorioso, omnipotente, al que se le hace un álbum porque le salió un diente, o cualquiera de estas expresiones colosales y heroicas de una y única persona. En este mundo de pulsiones podría definir que la ciudad es un efecto del imaginario urbano y que habrá entonces distintas maneras de construir las culturas urbanas. No se podría seguir pensando que algún día seremos desarrollados, y que las culturas urbanas de América Latina serán como las europeas o como las de Estados Unidos, sino que hay distintas maneras de ser urbanos. Si en La Paz tenemos a los quechuas, a los aimaras o los descendientes de españoles, que en una sociología tradicional se podría pensar que eran residuo de lo provinciano, en nuestra mirada no son residuos sino nuevas formas de ser urbanos. Lo que queremos con nuestra investigación es justamente averiguar qué son las nuevas formas y cómo funcionan las nuevas formas de ser urbanos en América Latina. No nos interesa de ninguna manera unas respuestas aclamatorias de decir que somos una Latinoamérica unida, porque no creemos que exista esta América Latina; existe, por supuesto, como un gran imaginario, pero hay sitios de encuentro, nuevos escenarios que nos pueden acercar, escalas de deseos, recuerdos, memorias, que es lo que precisamente tratamos de abordar con este tipo de arqueología urbana. Que haya en América Latina 7 ciudades a las que sus ciudadanos las consideran grises, este es un encuentro de un imaginario. Que Bogotá es tan gris como Manizales, o que ésta es gris como Sao Paulo, etc... nos da unas escalas cromáticas que afectan la manera de actuar en la ciudad. O que Bogotá se esté volviendo más amarilla quiere decir que hay personas que vienen de afuera y que traen consigo los colores, las nuevas tonalidades musicales, otras prácticas culinarias, que le dan color a la ciudad. 3 Los croquis urbanos son esos sitios donde se produce un reconocimiento de identidad colectiva. Esto quiere decir que la investigación que hemos hecho en América Latina, no es una investigación de los mapas, sino una investigación de los croquis ciudadanos, de una geografía sin lugar, pero que tiene lugar en el ciudadano. No es la ciudad de los objetos, sino la ciudad de las personas que construyen de esa manera una forma de ser urbanas, caracterizándose frente a otras o aún dentro de ellas mismas. Por tanto, habrá croquis de la sexualidad, una ciudad masculina y una ciudad femenina; croquis de la ciudad rica y de la ciudad pobre; croquis de los desplazamientos, qué recorridos tengo que hacer para llegar a un sitio, cuál es el paisaje que tengo que ver o soportar en una ciudad para llegar del sitio de mi trabajo al sitio de mi vivienda. 4