Ciudades de refugio

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Ciudad de refugio
Marie Story
Hace poco un amigo me contó algo realmente fascinante. Me mencionó que en la Biblia, Moisés
designó ciudades de refugio para criminales, específicamente para aquellos que habían matado
accidentalmente a alguien1. Esa información me sorprendió. El Antiguo Testamento siempre me pareció
que estaba lleno de leyes, reglas y normas estrictas —y muchas con pena de muerte— sin mayor
misericordia de por medio. Si alguna vez has tratado de leer la Biblia de principio a fin, sabrás a qué me
refiero, mucha gente se queda estancada cerca de Levítico, ya que resulta pesado leerse todas esas
leyes. Da la impresión de estar lleno de no toques esto, no hagas aquello, no comas lo otro o serás
culpable y quedarás como un criminal. La verdad es que da miedo.
Todo eso para decir que quedé intrigada al escuchar sobre las ciudades de refugio y decidí leer al
respecto.
En el libro de Números hay una breve mención de esas ciudades de refugio2. Seis ciudades
estuvieron al mando de la tribu de los Levitas y se designaron como ciudades de refugio. El propio
Moisés estableció tres de aquellas ciudades: Beser, Ramot y Golán3. Posteriormente Josué estableció
tres más: Cedes, Siquem y Hebrón4. Las ciudades eran de fácil acceso para toda la gente y se reservaron
como lugares seguros.
El propósito de aquellas ciudades era que toda persona que fuera hallada culpable de un asesinato
accidental pudiera huir a una ciudad de refugio y recibir asilo. En Deuteronomio 19:5 Dios da un ejemplo
de un tipo de situación que podría entrar en esa cláusula. Dice: «Como el que fuere con su prójimo al
monte a cortar leña y al dar su mano el golpe con el hacha para cortar algún leño, saltare el hierro del
cabo y diere contra su prójimo y éste muriere, aquel huirá a una de estas ciudades y vivirá». Estas seis
ciudades levíticas funcionaban como zonas seguras o zonas neutrales, para proteger al infractor de
alguien que pudiera buscarlo con el fin de vengarse.
Las ciudades de refugio proporcionaban a los homicidas la oportunidad de tener un juicio justo, un
lugar donde, de probarse su inocencia, podían empezar de nuevo. Se edificaron sobre el principio de
proteger y proveer para este tipo de fugitivos. Hasta el comercio de la ciudad estaba regulado de tal
manera que impedía que la gente equivocada encontrara fugitivos y tomara venganza. Al homicida se le
daba automáticamente casa y, en algunos casos, sin pagar arriendo. Se le permitía trabajar y ganar un
salario. Incluso se le permitía tener puestos de honor o autoridad en la gobernación de la ciudad. Sin
embargo, todo ello venía con una condición: para recibir asilo el homicida tenía que dejarlo todo... su
trabajo, su casa, sus posesiones, etc., y huir lo más rápido posible a la ciudad de refugio más cercana y
presentarse en la entrada. Al llegar, tenía que admitir que había cometido un crimen y luego
abandonarse a la misericordia de la ciudad.
Mientras leía acerca de las ciudades de refugio, pensé en la salvación y que se podría comparar a
una ciudad de refugio, un lugar adonde puedan acudir los pecadores y hallar seguridad y perdón. Claro
que las ciudades de refugio descritas en la Biblia eran solo para personas que hubieran cometido un
cierto tipo de delito, mientras que la salvación está a disposición de todos, sin importar el delito, pecado
o maldad que hayan cometido. Es evidente que la comparación entre las dos no es idéntica, pero me
ayudó a ver la hermosura de la salvación desde un nuevo punto de vista.
Leer este relato bíblico también como que me iluminó, pues siempre consideré al Dios del Antiguo
Testamento como un Dios de «No tendrás o no cometerás… o morirás lapidado». Me costaba
identificarme con Él. Claro que es más fácil identificarse con Jesús porque se hizo humano. Sin embargo,
era demasiado lo que no podía entender acerca de Dios Padre, muchas cosas que no lograba captar y,
honestamente, demasiadas que parecían sumamente duras y condenatorias. Supongo que lo veía como
«el viejo grandote en el cielo con rayos en las manos». No obstante, leer acerca de las ciudades de
refugio que Dios ordenó me abrió los ojos al hecho de que Dios es un Dios de gracia y un Dios de
perdón.
Me recuerda la historia del hijo pródigo5. El hijo menor metió la pata hasta el fondo. Se gastó el
dinero de su padre y terminó sin nada. Diera la impresión de que tenía bien merecido todo lo malo que
le pasó y me imagino que eso fue lo que pensó mientras comía con los cerdos. Asimismo comprendió
que había otra opción. Podía correr a casa, admitir que se había equivocado y abandonarse a la
misericordia de su padre. Cuando hizo eso, ¿su padre lo echó fuera? ¿Le echó un sermón y lo castigó?
No. El padre le dio la bienvenida, lo alimentó y vistió, y le permitió vivir nuevamente bajo su techo.
Un versículo que me viene a la mente es Proverbios 18:10: «Torre fuerte es el nombre del Señor».
Una torre a la que podemos acudir y estar a salvo. Por medio de la salvación, Jesús nos ha provisto de
una torre fuerte, una ciudad de refugio, donde podemos hallar perdón y un nuevo comenzar, una vida
completamente nueva.
Sin embargo, es una elección que tenemos que hacer en algún momento de nuestra vida. Es elegir
entre permanecer en nuestro actual estado en el cual cargamos con el peso y vergüenza de nuestro
pecado o acudir a la ciudad de refugio que nos ha prometido Jesús, donde nos podemos abandonar a Su
misericordia, confesar nuestros pecados y recibir Su perdón.
¿Sientes que la embarraste? ¿Tal vez dejaste pasar oportunidades, elegiste mal, heriste a otros o
incluso a ti mismo, tanto así que crees que no hay forma de remediarlo?
O puede que te encuentres en el extremo opuesto y pienses que no eres tan malo. Por lo general
eres bastante amable con la gente, no engañas, no mientes ni robas y consideras que básicamente eres
una persona bastante buena.
Ya sea que nuestros pecados se ciernen amenazantes sobre nosotros o parezcan bastante
insignificantes y de poca monta, el pecado sigue siendo pecado. Recordemos que Satanás es el
vengador, «el acusador de los santos». Señala todos nuestros pecados y quiere que paguemos el precio
por ellos. Está sediento de sangre y se justifica sabiendo que somos pecadores y merecemos castigo.
Pablo dijo que la paga del pecado es la muerte, pero que la dádiva de Dios es vida eterna, la cual vence
por completo a la muerte6. Jesús se interpone entre nosotros y el castigo que nos merecemos. Se pone
en medio para interceder por nosotros.
En Su amor, Dios ha provisto una forma en que podamos ser salvos y obtener perdón. Lo único que
tenemos que hacer es optar por ello. Y una vez que hayamos elegido acudir a Su ciudad de refugio, abrir
nuestra vida a Su dádiva de salvación, estaremos a salvo y seguros para siempre. Una vez dentro, dentro
para siempre. El rey David dijo en el Salmo 62:2: «Dios solamente es mi roca y mi salvación, es mi
refugio, no resbalaré».
Este cuadro de la salvación como si fuera una ciudad de refugio también da para pensar cuando se
trata de nuestra testificación y nuestra percepción de los demás. Realmente no importa lo malos que
creamos que son los demás o cuán poco merecedores parezcan ser de una segunda oportunidad, o
incluso si dan la impresión de tener su vida bajo control y no parezcan necesitar nada. Jesús hizo una
ciudad de refugio para ellos por medio de la salvación y Él quiere que tengan conocimiento de ello, a fin
de ofrecerles protección y vida eterna.
Cuando le hablamos a alguien acerca de Jesús y Su amor, en esencia lo que hacemos es conducirlos
a la puerta de esta hermosa y protegida ciudad de refugio, a la puerta de la salvación. Ya sea que entren
o no depende por completo de ellos. Es su decisión. Nuestra tarea es hacerles ver, pero la suya es
decidir.
Pero imagínate el gozo que sentirán una vez que decidan entrar y vivir en la ciudad de refugio de la
salvación. Piensa en el perdón que experimentarán y en el increíble alivio que sentirán al llegar a
comprender que todos los registros de sus errores y pecados han sido borrados y son libres para
empezar una vida nueva con una nueva perspectiva y propósito.
¡Pensar en todo eso me hace querer diseminar la noticia acerca de esta maravillosa ciudad! Espero
que también te ayude a ti en cierta forma, ya sea con tu testificación o con tu perspectiva particular en
torno a la salvación.
Notas a pie de página
1
Deuteronomio 19:1-5.
2
Números 35:6,11-12.
3
Deuteronomio 4:41-43.
4
Josué 20
5
Lucas 15:11-32.
6
Romanos 6:23.
Traducción: George Gubbins Vásquez y Antonia López.
© La Familia Internacional, 2011.
Categorías: salvación, testificación
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