LIBRO: El VIDRIO EN LA PINTURA DEL MUSEO NACIONAL DEL PRADO. El Museo del Prado tiene su origen en las colecciones reales y a pesar de que no se conoce con precisión el momento en que los monarcas empiezan a coleccionar obras de arte, sin embargo, hay una serie de circunstancias y actitudes de algunos de ellos que han sido decisivas para formar el museo actual. La ley de Desamortización de Mendizábal en 1836 incorpora los fondos del Museo de la Trinidad, aumentando la colección en un número importante de obras. En 1819 se inaugura el Museo Real de Pinturas y Esculturas como colección privada de las monarquías y en 1872 fue cuando el actual Museo Nacional del Prado pasa a depender del Estado. De las 7.807 pinturas de caballete que tiene la colección del Museo Nacional del Prado, se han encontrado 816 obras correspondientes a 392 autores y casi un centenar de anónimos con algún objeto de vidrio de mayor o menor importancia dentro de la temática del cuadro. Pintar la transparenta o el brillo de vidrio ha sido de interés para muchos pintores que han querido dejar en sus obras el reto que supone plasmar en el lienzo un material tan complejo desde el punto de vista pictórico. El número total de objetos de vidrio representados supera los mil, de los cuales una parte importante pertenece a vidrio de mesa como son botellas, redomas, copas, etc., y que aparecen en muchos bodegones, entre los que tenemos que mencionar, entre otros, los de Luis Egidio Meléndez, los de Juan van der Hamen y los de la rica galería de bodegonistas flamencos. El vidrio plano está representado en un número importante de cuadros dedicados a ventanas y vidrieras que representan los autores en los distintos ambientes buscando el efecto de la luz filtrada por el vidrio. Los espejos, en su mayoría planos, y su “magia” para reflejar imágenes, aparecen en un número importante de obras. Uno de los más carismáticos es el que representa Velazquez en las Meninas para incorporar a la escena a los reyes y el único espejo convexo que hay en el Prado, representado por Robert Campin, y que seguramente se inspiró Velazquez para su cuadro más famoso, también incorpora personajes y parte del ambiente, buscando otra dimensión. El vidrio científico está representado en dos apartados relacionados con las aplicaciones ópticas y químicas del vidrio. Hay varios obras con el nombre de El alquimista, en donde aparecen piezas dedicadas a aplicaciones químicas o de alquimia. Los floreros o piezas de vidrio que contienen flores, en su mayoría, son el motivo principal de la obra y en algunas de ellas solo aparece como objeto decorativo o acompañando a un determinado personaje. Para el capítulo de faroles y lámparas se han seleccionado un centenar de obras que contemplan todo tipo de elementos iluminantes. Los relojes de arena que aparecen en los cuadros tienen un carácter simbólico representando la levedad de la vida y el resto de relojes forman parte del mobiliario de la escena en donde la pequeña máquina del tiempo cumple con su función de marcar la hora. Los objetos religiosos tienen una destacada representación en los cuadros dedicados a Santa Clara, siendo los más representativos uno pintado por Rubens y otro por Zurbarán. El apartado de objetos diversos, de diferentes autores entre los que se encuentran, Ticiano, Ribera, Velázquez, el Greco o el Bosco, está dedicado a piezas de vidrio que no han podido clasificarse en los apartados anteriores.