LAS FIGURAS DE LA VIOLENCIA Lic. en Psicopedagogía Mariel Di Mastrogirolamo Jornadas Interdisciplinarias UNNOBA-CEP-APA Filial Junín. Abril de 2008. La realidad social nos convoca hoy a pensar en la violencia, desde diferentes ámbitos, y pensarla desde la escuela no la exime de pensarla separada de la situación macro social en la que está inmersa, realidad social que angustia y que se manifiesta en la escuela como recorte de la realidad. Así, asistimos a nuevos escenarios escolares, a nuevas culturas escolares, que se construyen con docentes, alumnos y padres que atraviesan permanentemente estados de incertidumbre y de confusión, estados de vacío y de desamparo, estados de indiscriminación, en busca de la legalidad, del límite como posibilitador de la organización social. Pensaremos la violencia en principio para desnaturalizarla, y desestigmatizarla por la clase social a la que pertenecen los sujetos. Pensando sobre estos nuevos escenarios escolares, por los que transito y acompaño a pensar con grupos de docentes, es que ofrezco a la discusión la figura de que la escuela está en jaque; y un director contraargumenta con el siguiente concepto que me resulta interesante compartir : ”La escuela ha sido jaqueada por la crisis en principio, pero hoy en día esta hackereada, porque cuando uno registra la amenza puede tomar alguna medida, pero cuando un hacker aparece, hace desastres y uno no sabe por donde empezar a actuar”. Esta idea, la pongo a jugar en los grupos de trabajo, donde aparecen otras ideas: “Uno se desborda, son tantas y una sola cosa, que en el momento probablemente uno se queda pensando en el problema y como atacarlo, pero ante la angustia es dificultosos disociarse e intervenir” Es así que la violencia en la escuela toma una relevancia porque lleva a cuestionar a la misma como espacio educativo. Gana preponderancia en los medios de comunicación, y genera un clima, que instala a la violencia como problema. La intención hoy es pensarla como síntoma y no como problema, para desanudar diferentes vertientes que la construyeron como tal. Cuando se la piensa recortandola como problema, se corre el riesgo de intervenir con la intención de encontrar una solución, pero cuando no hay una profunda reflexión entonces es posible que se constribuya a un circulo vicioso que no conduce a despejar la posibilidad de des-armar algo de lo que hoy tratamos de entender y que trataré de poner en escena, pensando la violencia como síntoma. El síntoma identificado en el quiebre de los lazos sociales. La escuela es el mejor aparato detector de síntomas, porque la escuela es un espacio compartido, de experiencias junto y con otros, donde el lazo social la convierte en comunidad educativa, y es justamente aquí donde el síntoma se impone con formato de violencia, en el resquebrajamiento del lazo social. La violencia en la escuela es la figura que adquiere el síntoma para mostrar el quiebre en el lazo social, ese que comunica con el otro, que reconoce a otro, que piensa en otro. Violencia como denuncia, y como grito. Violencia definida como la necesidad de generar en el otro sensaciones insoportables, en ir más allá de lo tolerable, fundamentalmente en todo aquello que hace al desconocimiento del otro, a la descualifiación, al no reconocimiento, a la humillación, en fin, a la des-humanización, en un espacio que por ser educativo implica la humanización. Estamos pensando entonces que en la escuela existe un deterioro tangible de los vínculos que se establecen entre los diferentes actores del sistema educativo, en ambientes escolares hostiles, en una ruptura del diálogo, donde la palabra no circula adecuadamente, y entonces la violencia irrumpe en un feroz avasallamiento que deja desprotegido al sujeto. ¿Y por qué estamos atravesando estas instancias? ¿Que pasó para que se produzca la violencia en las escuelas? ¿Qué le pasó a la escuela para quedar en esta posición? Podemos pensar que la crisis social también hizo blanco en la escuela, la desbordó, y claramente, la escuela se hizo cargo en diferentes momentos, de alimentar, de vestir, de asistir al alumno, y en este acto de asistencialismo, necesario e ineludible, se fue corriendo de su lugar de enseñar, comenzando a circular en la misma otras cosas más allá del conocimiento. Entonces advinimos a la escuelas vacía de contenidos, esa que le quitó al docente la posibilidad de reconocerse como tal en su función pedagógica para pasar a desarrollar una función asistencialista. Luego llegó la necesidad de incluir, para que todos estén dentro del sistema, y en esa función inclusiva, de contención, se fue mellando cada vez más la función de enseñar, porque los alumnos están adentro de la escuela pero sin un saber que circule en ella. Entonces, en un intento de recuperación de ese lugar, nos encontramos en la necesidad de incluír con calidad, calidad en los aprendizajes y en los procesos de enseñanza, y allí entonces se encuentra que aquello que la escuela sabía hacer muy bien como era enseñar, y que resultó un proyecto exitoso, hoy no le alcanza para responder. No le es suficiente, porque como protagonista de la historia, no pudo disociarse para pensarla, y en ese mientras tanto la escuela se fue modificando, los alumnos son otros, los escenarios son otros, los padres son otros, y los docentes, esos que necesitamos reposicionar se encuentran desvastados por el proceso, relegando la función pedagógica, sesgándola, quitándole la autoridad para ejercerla porque se expone a la sociedad, que recrimina permanentemente esta posibilidad. Y entonces escuchamos: “la escuela no enseña”; “la escuela es un desastre”; “cada vez salen peor”; “no aprenden nada”; “que sabe esa maestra”; “quien es para enseñar tal cosa”; “la maestra es una loca…” y podemos seguir…desvastando la función pedagógica, desconociéndola, descalificándola. La crisis de autoridad Como estoy relatando, la escuela fue una víctima de la crisis social, y fue perdiendo paulatinamente su lugar de autoridad pedagógica. El lugar de autoridad, que se le asignaba a la institución educativa, y que no se discutía como tal, se fue relegando, hasta encontrarnos hoy en un seria dificultad para reposicionar la autoridad pedagógica, ya que enseñar en contextos actuales, responder a las nuevas culturas escolares es más que un desafío, ya que requiere de poder inventar , crear nuevas herramientas, porque las anteriores, las que siempre dieron resultado, esas estrategias pedagógicas que el docente manejaba con confianza; no le resultan en la escuela de hoy. Así aparecen las dificultades para ejercer el rol pedagógico, para ejercer la autoridad pedagógica, en un contexto que no registra al otro desde un lugar profesional, del saber, o del cuidado. La crisis de autoridad es una dificultad de estos tiempos, y en la escuela tiene sus efectos, ya que la autoridad pedagógica queda intrínsecamente ligada a ese lugar, y obviamente las implicancias en el enseñar y en el aprender tienen un alto costo. Sin autoridad no hay garantías de que se instale una ley simbólica. Se requiere una autoridad pedagógica que cuide el objeto de conocimiento, para que pueda enseñar a otro, y pueda hacerlo circular. La escuela es el lugar por excelencia donde actúan los significantes sociales, y es aquella que convierte al sujeto en un sujeto social, porque participa de la formación de una lógica, donde se instalan las normas para que devenga la estructuración del pensamiento, que será alterado si se altera la posibilidad de instalar la autoridad. La necesidad de reinstalar asimetrías Definitivamente pensar la crisis de autoridad, nos lleva a pensar que el Otro o los otros están desdibujados, aparece una realidad confusa, que no está demarcada, y que no muestra límites claros, la pérdidas de jerarquías, horizontaliza y deja desprotegido al sujeto. Ya que un límite, una norma, a la vez que prohíbe, habilita, para eso existen los adultos. EL adulto. LA autoridad. Por ello la ley del padre instala la cultura, por ello la función paterna protege, habilita, cuida, se hace responsable de los menores, de los otros que están bajo su protección, y en este mismo sentido es necesario pensar la función pedagógica. La función pedagógica desde el lugar de la asimetría tiene la responsabilidad de sostener el espacio para que circule la palabra, y los saberes entren en juego. La responsabilidad de la función pedagógica es habilitar el conocimiento, abrir la puerta a los otros, a los “recién llegados”, a los que se incluyen en el sistema educativo, a los que asisten a la escuela para “educarse”, y por lo tanto es función pedagógica enseñar. Por ello es necesario replantearnos el lugar de la escuela en relación a la formación de los sujetos, ya que la realidad actual desestructura y produce quiebres en los vínculos afectivos, y no logran el sostenimiento de los lazos sociales fundantes para el ser humano. El sujeto se torna vulnerable, y aparece la escuela como el espacio de reconstrucción, de reorganización de las normas, y de constancias en la vida en relación con otros, necesarias para la convivencia y la socialización, es un espacio para instalar asimetrías. ¿Ahora bien, qué enseñar o cómo educar en tiempos de violencia? Se puede empezar diciendo que no se requieren solamente herramientas concretas, reflexiones teóricas, sino el ejercicio de la sabiduría. Sabiduría como combinación entre inteligencia y la emoción y lo que se expresa en la acción. Los nuevos contextos escolares, con nuevos alumnos y nuevas culturas implican pensar nuevas lógicas para mirar la realidad, las anteriores no lo permiten, instalar nuevos modos de vincularnos y repensar como ser maestro de otra manera. Esto requiere tomarse tiempo para definir criterios, reflexionar para para mejorar la calidad de la convivencia en la escuela. Quizá no hay que dedicar tiempo para construir proyectos para mejorar la convivencia, o instalar espacios curriculares para educar en valores, quizá la clave no esté en generar proyectos pedagógicos para atender el problema y tranquilizarnos que lo estamos abordando, Probablemente el proyecto sea transversal a todo lo pedagógico, tiene que estar en cada acto educativo, en los modelos de comunicación, en los vínculos que se establecen cotidianamente. Hay que dialogar. Hay que ligar convivencia con enseñanza y no hacerlo por separado. Hay que pensar colectivamente modos de organización escolar, y esto requiere intercambios, escucha porque tenemos serias dificultades para entendernos. Entonces, ¿qué puede hacer la escuela frente a la violencia? : Educar. Educar para que el acontecimiento cotidiano sea una fuente inagotable de aprendizajes, donde se originen búsquedas, se elaboren significados, se afirmen actitudes, comportamientos, conocimientos, valores de todos los las que participan del proceso educativo. Valorar la contención, el lugar del adulto, establecer normas consensuadas, desarrollar mecanismos de decisión y participación, mejorar los sistemas de comunicación. Ser un maestro errante en el concepto de Dutchastsky, considerando la errancia como la búsqueda de alternativas para afrontar las nuevas realidades. La escuela entonces, debe mostrar otra realidad posible, debe marcar una diferencia, contribuyendo a la construcción de un pensamiento que puja por ser autónomo. Es necesario poner el énfasis en los valores, la autoestima, los modos de convivencia, en vincularnos, en repensar el rol docente, replantear la autoridad pedagógica y reinstalar asimetrías, para recuperar lazos sociales. Escuchar y dialogar. Intercambiar. Es necesario habilitar espacios para que circule la palabra.- Bibliografía de consulta: Bringinotti, Inés. (2000) La escuela ante los niños maltratados". Paidós. Di Mastrogirolamo, Mariel. Conferencias varias: - (2001): " Los efectos de la escucha: La posibilidad de construir un sujeto en la población de riesgo social." - (2005) “Exclusión Social y Aprendizaje” - (2005)”La violencia en la escuela, pensando alternativas para su tratamiento” Duschatzky, Silvia. - (1999):"La escuela como frontera".Paidós. - (2002) “Chicos en banda”.Paidós - (2007) “Maestros Errantes”. Paidós Imberti, Julieta: "Violencia y escuela". Paidós. Cuestiones de Educación.Bs As.2001 Observatorio Argentino de Violencia en las escuelas. Ministerio de Educación. UNSAM. - “Acerca de una ley estructurante y el `vivir juntos´ en la escuela. Pensamientos en tiempos de transformación”. Conferencia de Maria Beatriz Greco. (2008) - Conferencia de Mario Goldenberg (2007). - Conferencia de Silvia Bleichmar (2006). Rosbaco, Inés. (2000): "El desnutrido escolar". Editorial Homo Sapiens.