INMUNIZACIONES en PACIENTES TRASPLANTADOS María Pilar Arrazola Martínez José Ramón de Juanes Pardo Servicio de Medicina Preventiva Hospital Universitario 12 de Octubre. Madrid En las últimas décadas del siglo XX se ha producido un aumento sin precedentes en el número de individuos con alteraciones crónicas del sistema inmune. Esto es atribuible, entre otros factores, a un mejor conocimiento del sistema inmune y, por tanto, de lo que entendemos por inmunidad “normal” o alterada”, al reconocimiento de deficiencias inmunitarias inespecíficas asociadas a algunas enfermedades crónicas (p.ej. diabetes, cirrosis, alcoholismo, enfermedad renal) y a las edades extremas, al aumento de personas con ausencia o disfunción esplénica, a la expansión de las terapias inmunomoduladoras (como tratamiento p.ej., de enfermedades autoinmunes o algunas patologías inflamatorias), a la pandemia de infección por virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), al incremento en el desarrollo y uso de terapias para enfermedades neoplásicas, trasplantes de médula ósea y otros órganos y al aumento de la esperanza de vida de los pacientes afectados por estas patologías. En este contexto, la protección frente a enfermedades infecciosas de estas personas no sólo hay que plantearla como un problema individual, sino que un incremento en el número de pacientes inmunocomprometidos susceptibles también puede tener importancia desde la perspectiva de la salud pública, ya que podrían convertirse en reservorio de ciertas enfermedades, reduciendo la eficacia de los programas nacionales de inmunización. Las personas con inmunocompromiso tienen, en general, un mayor riesgo de infecciones, oportunistas y no oportunistas, que, además, pueden ser más severas o cursar con más complicaciones que en los individuos inmunocompetentes. La falta de tratamiento adecuado para gran cantidad de virus y el desarrollo de resistencias antimicrobianas de muchos patógenos, hace que la vacunación deba ser considerada una medida fundamental en la prevención de las enfermedades infecciosas. La eficacia de la mayoría de las vacunas disponibles ha sido claramente establecida en receptores inmunocompetentes; sin embargo, existe una importante falta de experiencia sobre la acción de las vacunas en individuos inmunocomprometidos. Como norma general se acepta que las vacunas muertas o inactivadas, los toxoides y las vacunas polisacarídicas no plantean problemas de tolerancia y seguridad; sin embargo, la replicación del microorganismo vacunal tras la administración de vacunas vivas atenuadas puede estar aumentada en estos pacientes, por lo que normalmente están contraindicadas. En cualquier caso, la decisión de recomendar o no una determinada vacuna a un paciente inmunocomprometido dependerá de un análisis riesgo-beneficio individualizado. Al hablar de pacientes inmunocomprometidos se puede caer en el error de considerarlos un grupo homogéneo. En realidad, las múltiples causas de inmunosupresión presentan peculiaridades distintivas en muchos aspectos, incluyendo el de la inmunización. El tipo y severidad de las infecciones, así como la respuesta a las vacunas y sus posibles complicaciones, son distintas en los pacientes inmunocomprometidos por esplenectomía, infección por VIH, inmunodeficiencias congénitas, tratamientos quimioradioterápicos o por trasplantes, por ejemplo. Vacunación de pacientes receptores de TPH En los últimos años no sólo ha aumentado el número de pacientes sometidos a trasplante de progenitores hematopoyéticos (TPH), sino que su supervivencia a largo plazo también se ha incrementado. Muchos de estos pacientes permanecen inmunosuprimidos durante largos períodos de tiempo como consecuencia de la interacción entre el injerto y el huésped (enfermedad injerto contra huésped – EICH), siendo susceptibles a distintas infecciones cuya prevención resulta esencial. Las infecciones son las complicaciones más comunes del trasplante de progenitores hematopoyéticos (TPH) y la principal causa de muerte relacionada con el procedimiento en el TPH alogénico y de mortalidad precoz postrasplante (< 90 días) en el TPH autólogo. Por esto, el uso de las vacunas en estos pacientes es fundamental y debería considerarse una práctica rutinaria en todos los receptores de TPH, con una estrecha colaboración entre los Servicios de Hematología y de Medicina Preventiva. La vacunación pre-TPH del paciente hay que considerarla no eficaz como norma general y es necesaria la reinmunización postrasplante, con repetición completa de las series de vacunación. Las vacunas de microorganismos vivos generalmente están contraindicadas. Las variables que más influyen en la respuesta vacunal son: el tiempo transcurrido desde el trasplante hasta la vacunación (en general mejor respuesta cuanto más tiempo), tipo vacuna (célula T dependiente mejor respuesta vs T independiente), número de dosis (las vacunas T dependientes aumentan la respuesta al aumentar el número de dosis administradas), la presencia de enfermedad injerto contra huésped (EICH) o el tratamiento inmunosupresor que recibe el paciente. Las vacunas que deben ser consideradas en receptores de TPH están en función del riesgo y severidad de las infecciones inmunoprevenibles en estos pacientes (Tabla 1).La respuesta a las vacunas generalmente es pobre en los primeros 6 meses postrasplante. Sin embargo, en los receptores de trasplante alogénico se ha demostrado una mejor respuesta a la vacunación temprana si el donante también es inmunizado en el caso de vacuna de hepatitis B, tétanos, Haemophilus influenzae tipo b (Hib) y vacuna antineumocócica conjugada (no con la vacuna antineumocócica de polisacáridos), por lo que también hay que considerar la vacunación del donante (al menos 10-14 días antes de la obtención de la médula) (Tabla 2). Otra posibilidad para reducir el riesgo de enfermedad en los receptores de TPH es disminuir la probabilidad de exposición, lo que puede conseguirse con la vacunación de los contactos (p.ej. familiares, sanitarios) p.ej. frente a gripe y varicela (Tabla 3). Vacunación de pacientes con trasplante de órganos sólidos (TOS) La necesidad de inmunizar a receptores de trasplante de órgano sólido puede surgir de tres factores: el déficit inmune causado por la enfermedad subyacente, el rechazo del órgano injertado y la terapia inmunosupresora administrada tras el trasplante. El momento en el que se administran las vacunas parece ser crítico para optimizar la respuesta. Como norma general, la inmunización primaria debería ser administrada antes del trasplante, tan pronto como sea posible en el curso de la enfermedad. En cuanto al 2 postrasplante, los primeros 6 meses se asocian a una respuesta muy escasa y, por tanto, ausencia de protección, ya que normalmente es cuando los pacientes reciben mayores dosis de inmunosupresores; además es conveniente retrasar la inmunización hasta que exista una función estable del injerto, lo que puede no ocurrir hasta 6-12 meses después del trasplante. El grado de inmunosupresión depende de la enfermedad de base, la presencia o no de rechazo del órgano y del tipo de terapia inmunosupresora. Las vacunas vivas generalmente están contraindicadas en estos pacientes desde un mes antes del trasplante y en el postrasplante (excepto el uso de la vacuna de la varicela, que es controvertido y la vacuna frente a rubéola, que se recomienda en mujeres en edad fértil). Las vacunas inactivadas, de toxoides y polisacarídicas pueden administrarse en cualquier momento pre o postrasplante, sin riesgo de mayor reactogenicidad; entre éstas se recomiendan las vacunas frente a neumococo, gripe (sobre todo en pacientes con enfermedad cardiaca o pulmonar), hepatitis A (especialmente en candidatos a trasplante de hígado), hepatitis B, tétanos y difteria. La vacuna frente a Hib está recomendada en niños antes o después del trasplante hasta completar la pauta vacunal habitual; también debería administrarse a todos los receptores de trasplante de pulmón. En caso de riesgo se recomienda una dosis de refuerzo de vacuna frente a polio inactivada (VPI) a partir de los 12 meses del trasplante. En caso de administrar vacunas vivas antes del trasplante, hay que completar la pauta vacunal 4-6 semanas antes del mismo y los pacientes no deberían recibir tratamiento inmunisupresor durante la vacunación. Aunque existen dudas teóricas sobre el posible papel de la vacunación como desencadenante del rechazo del órgano trasplantado, no existe evidencia científica que avale esta circunstancia. Es más, hay estudios que sugieren que ciertos agentes infecciosos (influenza B, adenovirus) sí pueden ser causa de rechazo y que, por tanto, una inmunización efectiva podría ser protectora. Los convivientes y el personal sanitario que atiende a pacientes trasplantados deben ser inmunes a Hib, sarampión, parotiditis, rubéola, varicela, hepatitis A y B, tos ferina y gripe. Bibliografía Arrazola MP, de Juanes JR. 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Disponible en URL: http://www.phac-aspc.gc.ca/publicat/cig-gci/indexeng.php 4 Tabla 1.- Recomendaciones para la inmunización en pacientes sometidos a trasplante de progenitores hemopoyéticos (TPH) VACUNAS Recomendación Nº de dosis Meses Tétanos – difteria 3 12, 13, 18 Hepatitis B 3 6,7,12 1 (anual) --- Meningococo A+C 1 7 Hib 3 6-8-10 / 6-8-18 Neumococo 23-v (polisacarídica) 2 6, 18 Polio inactivada 3 12, 13, 18 1-2 24 1 24 Gripe Triple vírica Varicela Tabla 2.- Recomendaciones para la inmunización del donante (en caso de trasplante de progenitores hematopoyéticos alogénico (TPH) VACUNAS * Recomendación Neumococo – vacuna conjugada Sí Haemophilus influenzae tipo b Sí Tétanos Sí Hepatitis B* Sí Inmunizar con pauta rápida: 0, 1, 2, 12 meses; en caso de no disponer de tiempo suficiente, pueden administrarse 2 dosis (0, 15 días) 1 mes antes del trasplante. 5 Tabla 3.- Recomendaciones para la inmunización de familiares y otros contactos de pacientes sometidos a trasplante de progenitores hematopoyéticos (TPH) VACUNAS Recomendación Gripe Sí Triple vírica Sí Varicela* Sí * Si la persona vacunada desarrolla un exantema en las 4-6 semanas tras la primera o segunda dosis, debe evitarse el contacto con el trasplantado hasta que haya desaparecido completamente. 6