Los caprichos Colección de 84 aguafuertes de Goya (1792-1799). Sátira contra la ignorancia y la superstición de la sociedad de su época, representan escenas fantásticas y visiones de trasfondo de pecados e injusticias, con una técnica violenta y audaz. Los desastres de la guerra Título con que se conoce una serie de grabados al aguafuerte de Goya, datados entre 1810-1820 aproximadamente. Las ediciones de Los desastres de la guerra constan de 80 grabados pero la serie comprendió tres grabados más. Por su tema, y también por su estilo y sus particularidades técnicas, la serie puede dividirse en tres grupos: desastres de la guerra de la Independencia (1808-1814), grabados 2-47; el hambre en Madrid (1811-1812), grabados 48-64, y «caprichos enfáticos», grabados 65-80. Goya puso por título a la serie Fatales consecuencias de la sangrienta guerra en España con Buonaparte y otros caprichos enfáticos; el título actual data de la primera edición (1863). El artista no describe aquí la guerra, sino sus secuelas más atroces, con un exacerbado sentido dramático (escenas de pillaje, de violación, fusilamientos, torturas, etc.); frente a las representaciones artísticas tradicionales de los temas bélicos, que exaltaban la victoria, el valor militar, la gloria de los caudillos, etc. Las planchas se hallan en la calcografía nacional de Madrid y el museo del Prado conserva más de setenta dibujos preparatorios. La tauromaquia Serie de grabados al aguafuerte de Goya. La única edición publicada en vida del autor (1816) lleva el título de Treinta y tres estampas que representan diferentes suertes y actitudes del arte de lidiar toros, inventadas y grabadas al agua fuerte en Madrid por Don Francisco de Goya y Lucientes. A partir de la tercera edición (París, 1876) se incorporan siete grabados que Goya no había incluido en la primera. (Se conocen cuatro planchas más que han quedado fuera de todas las ediciones.) La mayor parte de los dibujos preparatorios se conservan en el museo del Prado y las planchas se encuentran en la Calcografía nacional de Madrid. Los disparates Nombre con que se conoce la última gran serie de grabados al aguafuerte de Goya. El título Los disparates fue acuñado por Aureliano de Beruete (1918); hasta entonces, se la venía conociendo como Los Proverbios. Por razones de contenido, de estilo e históricas, esta colección se sitúa entre 1816 y 1823. La serie proyectada por Goya debió comprender no menos de 25 grabados; el Prado posee un importante grupo de dibujos preparatorios, algunos de los cuales no se grabaron o cuya plancha se ha perdido. En los disparates Goya describe escenas abstrusas, de una imaginación sin ataduras; es otro «sueño de la razón» más acre y excéntrico que el de «Los caprichos», testimonio del mismo atormentado estado de espíritu que se manifiesta en las pinturas de la Quinta del Sordo. Pinturas negras Nombre con que se conoce el conjunto de catorce pinturas murales pintadas al óleo por Goya para decorar la Quinta del Sordo, situada junto al Manzanares, a las afueras de Madrid, y que había sido adquirida por el pintor en febrero de 1819. Entre esta fecha y setiembre de 1823, en que la donó a su nieto, se sitúa la ejecución de las Pinturas negras. En 1873 Emile d'Elanger, propietario de la Quinta, las hizo arrancar y pasar a lienzo, y en 1881 las regaló al museo del Prado. Seis de las pinturas decoraban el comedor: Una manola, Doña Leocadia Zorrilla, Dos frailes, Saturno devorando a su hijo, Judith y Holofernes, La romería de san Isidro y Aquelarre (el título original era El gran Cabrón). En el salón principal estaban las ocho restantes: Dos viejas comiendo, Dos mujeres y un hombre, La lectura (Los políticos), Perro semihundido, El destino (Atropos), Duelo a garrotazos, Peregrinación a la fuente de San Isidro (El Santo Oficio), Visión fantástica (Asmodea). Su denominación de Pinturas negras está motivada por el color predominante y por el tema —visión desesperada y sombría de la realidad—. En ellas, los temas críticos de Goya resurgen con una violencia expresiva inusitada, en visiones de pesadilla formuladas en un lenguaje pictórico de absoluta novedad que se anticipa al expresionismo y al surrealismo. Francisco Goya Pintor español (Fuendetodos 1746-Burdeos 1828). La obra de Goya fue un estudio infatigable del alma humana y, al mismo tiempo, testimonio y juez de las contradicciones de su época. Su influencia en la pintura del s. XIX (Delacroix, Daumier, Manet, etc.) fue considerable, especialmente por la admiración que suscitaron sus grabados. Como pintor y retratista, se le empezó a valorar a partir de 1900, año de la primera exposición retrospectiva consagrada al artista. Los inicios Nacido en 1746 en Fuendetodos, un pueblo cerca de Zaragoza, Francisco de Goya fue hijo de un artesano dorador y, desde la adolescencia, manifestó su vocación de artista. A los dieciocho años, al ser rechazado en la Academia de san Fernando tras acceder a dos concursos (1763 y 1766), entró a trabajar en el estudio de Francisco Bayeu, con cuya hermana se casaría más tarde. En sus primeras obras, demostró tener un notable dominio de la técnica, ligada todavía a la tradición académica. Pronto emprendió un viaje de estudios a Italia, hallándose en abril de 1771 en Roma. A mediados de 1771, Goya se estableció como joven y prometedor artista en Zaragoza, dando pruebas de su talento compositivo tanto en obras de grande como de reducido formato. En 1772, la bóveda del coreto del Pilar, no tan logrado como su boceto. Poco después, en 1774, llevó a cabo once pinturas murales de gran tamaño, de las que se conservan siete, sobre la Vida de la Virgen y el Niño Jesús para la cartuja de Aula Dei, cerca de Zaragoza. Esta serie marcó un hito importante en el desarrollo del arte de Goya al demostrar su gran capacidad para los grandes conjuntos y para organizar los grupos armoniosamente y con suficiente variedad. Goya, Las lavanderas Goya, El conde de Floridablanca Goya, Don Gaspar Melchor de Jovellanos Goya, La familia de Carlos IV Una carrera oficial prometedora Su boda con Josefa Bayeu el 25 de julio de 1773, hermana de dos pintores entonces de renombre, Francisco y Ramón Bayeu (con el primero de los cuales ya había trabajado), y su marcha a Madrid fueron acontecimientos decisivos para su carrera profesional. A partir de 1775, gracias a su cuñado F. Bayeu, empezó a pintar cartones para la Real fábrica de tapices, una de las instituciones cuidada por los Borbones con el fin de desarrollar la industria en España. Los 63 cartones (40 de ellos en el museo del Prado) que ejecutó entre 1775 y 1792, formaron a Goya como pintor y le introdujeron por caminos de libertad formal difíciles de conseguir en la pintura religiosa. Mengs y, en su ausencia, M. Maella o F. Bayeu, dirigieron oficialmente su trabajo. Siguiendo el gusto de la época, en parte importado de Francia, los cartones para tapiz reflejaron una temática costumbrista y popular. Si se comparan cartones de las épocas iniciales —La caza del jabalí, La riña en la venta nueva, El cacharrero— con los finales —La era o el verano, la vendimia o el otoño, la nevada o el invierno, Niños con mástiles—, se evidencia un progresivo dominio técnico, el afinamiento de la paleta y la desenvoltura que el maestro fue desarrollando durante esos años. Su actitud crítica y sarcástica de la sociedad empezó a ponerse de relieve en muchos detalles de Riña en la venta nueva, El ciego de la guitarra y, sobre todo, La boda. Paralelamente, Goya se convirtió en el retratista más solicitado por los nobles, con obras como La familia del infante don Luis (1783), El conde de Floridablanca, del mismo año, Ventura Rodríguez (1784), La condesa-duquesa de Benavente (1785), Carlos III, cazador (1786). En 1785, fue nombrado vicedirector de la Academia de san Fernando y, al año siguiente, pintor de la corte de Carlos III. Tres años más tarde, Carlos IV, el nuevo soberano, le nombró «pintor de cámara». Hasta 1790, Goya disfrutó del triunfo y el bienestar deseados. Orgullosamente, Goya escribe: «de los reyes abajo todo el mundo me conoce». En este momento, pintó obras llenas de optimismo (La pradera de san Isidro, 1788; La gallina ciega, 1789) y culminó sus grandes retratos (La duquesa de Alba, 1794; Don Gaspar Melchor de Jovellanos, 1798, La familia de Carlos IV, 1800, La condesa de Chinchón, 1800). En todas estas obras el estilo goyesco se fue configurando en una pincelada más suelta y una preocupación creciente por la luz, probablemente heredada de Velázquez, al que consideró su verdadero maestro. Crisis personal y colectiva En el invierno de 1792-1793, Goya padeció una grave aunque desconocida enfermedad, de la que se tiene noticia de algunos de sus síntomas a través de las cartas de sus amigos, especialmente «el ruido de la cabeza y la sordera». La enfermedad coincidió con acontecimientos especialmente virulentos en Francia: el juicio de Luis XVI, su ejecución y el «período del terror». En España, la caída de Floridablanca, su sustitución por Aranda y el clima de guerra contra Francia que éste suscitó, determinaron una enérgica reacción defensiva contra el enciclopedismo y la difusión de las «ideas disolventes». Goya sufrió una profunda transformación que sería el inicio de su madurez como artista. En 17931794, emprendió una original serie de pinturas de pequeño formato (Cómicos ambulantes, Un corral de locos, Un incendio, Un ataque a la diligencia, Interior de una cárcel). El propio autor señaló la presencia en los cuadros «de observaciones a que regularmente no dan lugar las obras encargadas, en los que el capricho y la invención no tienen ensanche», advirtiendo que los había pintado «para ocupar la imaginación mortificada en la consideración de sus males». Con ellos, se evidenciaba su interés por la multitud como protagonista. De Los caprichos a Las majas El miércoles 6 de febrero de 1799, el Diario de Madrid anunció una «colección de estampas de asuntos caprichosos, inventadas y grabadas al aguafuerte, por Don Francisco de Goya». Su intención, como se exponía a continuación, «es la censura de los errores y vicios humanos», si bien los objetos representados son «ideales» y, por consiguiente, no deben buscarse en la «naturaleza». La serie de Los caprichos se compuso de ochenta y cuatro grabados realizados en 1799, en los que destacaron claramente cuatro temas principales: la corrupción de las costumbres (la prostitución y el celestinaje), la superstición (en forma de brujería), el anticlericalismo (los vicios de los clérigos y su poder sobre las personas) y la ignorancia (que aprovecha algunas de las imágenes de la época, por ejemplo La burromaquia de A. de Toledo, para dar una visión particular del problema). Sátira e ironía se hicieron evidentes en escenas como La vieja dama y sus galanes, Nadie nos ha visto, No grites, Tonta, Devota profesión, Linda maestra, etc. Además, encontramos escenas con costumbres cotidianas de difícil clasificación por la ambigüedad de la imagen y de la leyenda: El sueño de la razón produce monstruos y Sueño de la mentira y la inconstancia. La ambigüedad, introducida muchas veces por la censura en Los caprichos, estuvo también presente en la serie de cuadros sobre temas de brujas (1797-1798) que le encargó el duque de Osuna (El convidado de piedra, Visión fantástica, Aquelarre, etc.). Goya se mostró alejado de los convencionalismos académicos, alternando este tipo de temáticas desapacibles, de paleta oscura y en las que introdujo la fealdad y la ironía, con pinturas cortesanas, algunas de evidente erotismo y provocación. El presunto romance vivido por el pintor y la duquesa de Alba dio pie a la imaginación popular para crear una leyenda en torno a La maja desnuda (1800) y La maja vestida (1805), aunque la identidad de la modelo sigue siendo un enigma. Goya, El 2 de mayo de 1808 en Madrid Goya, Los desastres de la guerra Los desastres de la guerra La guerra de la independencia (1808-1814), además de la expulsión de los franceses de la Península, representó un cambio radical y violento de las estructuras tradicionales. En las pinturas que Goya realizó en esta época, más que tomar partido entre patriotas e invasores, se situó en la óptica del pueblo que padecía la violencia, la desolación y el exterminio. Obras célebres de estos años fueron: La sublevación de los mamelucos en la Puerta del Sol y Los fusilamientos del 3 de mayo, pintados d. 1814. En ambas obras se evidenció el protagonismo de la masa y en sus personajes Goya tipificó las diversas actitudes ante el horror valiéndose de múltiples expresiones, gestos y movimientos. Esta tipificación se hizo particularmente evidente en la serie de aguafuertes de Los desastres de la guerra (1810-1820). Goya, con lucidez y genio notables, consiguió una meditación sobre los hechos concretos y sobre la condición humana en general. Fernando VII De Los disparates a las Pinturas negras En 1814, Fernando VII regresó a España y se instauró la represión absolutista en el país. El ambiente de terror, sospecha y conspiración afectó particularmente a Goya que, al parecer, fue vigilado por el tribunal de la Inquisición por «la obscenidad» de sus Majas. Hacia 1819, realizó una nueva serie de aguafuertes denominados Los disparates, también conocidos por Los sueños o Los proverbios, que mostraban una visión metafórica y delirante de la realidad política y social, con el absurdo, la desolación y el fatalismo como pauta de lo cotidiano. El 27 de febrero de 1819, Goya compró y remodeló una casa de campo en las afueras de Madrid, conocida como la Quinta del sordo, que se hizo especialmente famosa por las escenas de vejez y muerte que decoraron sus paredes. Allí vivió tranquilo en compañía de su hijo Guillermo, Rosario y Leocadia, que aparece vestida de negro en un fresco de la sala de la planta baja (La Leocadia). El conjunto de estas pinturas fueron calificadas de Pinturas negras (1820-1823), no tanto por la ausencia de color como por sus temas escabrosos (Judit matando a Holofernes, Saturno comiendo a uno de sus hijos, Dos viejos tomando sopa, Duelo a garrotazos, etc.), que culminaban la visión desesperanzada y sombría del género humano y del mundo, al que el pintor juzgó como un sumidero de brutalidad y salvajismo. Últimas obras El trienio liberal se rompió en 1823 con la invasión de las tropas francesas, concluyéndose el período constitucional abierto en 1820 e instaurándose la segunda monarquía absolutista de Fernando VII y la consiguiente persecución implacable de los liberales. Goya se sintió amenazado; ya en setiembre había tomado la precaución de donar la Quinta del sordo a su nieto Mariano y, tras pedir el permiso real, en setiembre de 1824 se instaló definitivamente en Burdeos, donde moriría el 16 de abril de 1828. Moratín describió al pintor recién llegado a Burdeos como «sordo, viejo, torpe y débil, sin saber una palabra de francés y tan deseoso de ver mundo». La producción de Goya de esta etapa alcanzó una tranquilidad de la que hasta el momento había carecido, como se puede apreciar en las diez litografías de Los toros de Burdeos (1825), los retratos de Leandro Fernández de Moratín (1824) y José Pío de Molina (1828) y La lechera de Burdeos (1825), obra que anuncia ya el impresionismo. © Larousse / VUEF 2002 © Spes Editorial, S.L. 2002