Dogmas cristianos

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Dogmas de Cristo.
Santa María y Todos los Santos.
Cristolología.
A manera de Introducción
He elegido el tema de los dogmas referentes a Cristo y su evolución a través de la historia, por parecerme un
tema apasionante y por adentrarme en lo posible al misterio de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre en
la economía de la salvación del hombre.
Este trabajo de síntesis no pretende, de manera alguna, ser un ensayo. Por circunstancias de tiempo, me veo
obligado a presentar de un solo autor un somero estudio sobre los dogmas referentes a Cristo. La brevedad del
trabajo no implica un desinterés de mi parte, ni tampoco considero sea despreciable el esfuerzo que implica el
sintetizar en breves líneas de lo que hay en abundancia en el estudio en cuestión.
Me ha parecido, que el ensayo de Cristología de José González Faus en su obra La Humanidad Nueva,
editado por Sal Terrea, en su séptima edición hacia el año 1982, es una excelente opción para presentar en
base a dicho libro mi pequeño trabajo. Por razones obvias omito bibliografía.
A lo largo del resumen, el lector encontrara una base para reflexionar sobre las verdades de fe que enseña la
Iglesia sobre Cristo y sus misterios, apoyada en su magisterio y en los Padres.
I. Desarrollo de los Dogmas sobre Cristo.
Cronológicamente, la historia de la dogmática cristológica puede dividirse en cuatro grandes etapas:
1) Conciliación de Jesús con el monoteísmo bíblico: conquista dogmática de la divinidad de Jesús (hasta
Nicea: 325).
2) Idea de encarnación. Peligro para la humanidad de Jesús y coafirmación del hombre junto con Dios (hasta
Constantinopla I: 381).
3) El problema de la constitución de Jesús. Conquista de la unidad (Efeso: 431) y conquista de la dualidad
(Calcedonia: 451).
4) neonestorianos y onoteletas. La enhypostasía. Interpretación de Calcedonia en los dos concilios siguientes
(hasta III Constantinopla: 681).
Estos periodos pueden esquematizarse en el siguiente cuadro:
Siglo III DIVINIDAD Problema de la relación de Jesús con Dios.
Siglo IV NICEA
HUMANIDAD Problema de la relación de Jesús con nosotros.
Siglo V CONSTANTINOPLA
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EFESO Problema de la simultaneidad de ambas afirmaciones.
CALCEDONIA
Siglo VI−VII APENDICES Problemas derivados.
III CONSTANTINOPLA
De alguna manera, sería mejor considerar toda la historia de la dogmática como la historia de las oscilaciones
entre la antinomia Dios−hombre.
1) La primera oscilación se extiende desde la negación doceta de la carne de Jesús hasta la negación
judaizante de su divinidad. La fórmula la da san Irineo: verdadero Dios y verdadero hombre.
2) La segunda, oscila entre la negación parcial que hace Arrio de la divinidad de Jesús y la negación parcial
que hace Apolinar de su humanidad plena. Las fórmulas: perfecto Dios, perfecto hombre. O: consustancial al
Padre y consustancial a nosotros.
3) El tercer margen de oscilación se da entre la negación implícita de la divinidad de Jesús (Nestorio) y la
negación implícita de su humanidad (Eutiques). Y su fórmula: una subsistencia en dos naturalezas.
II. Las clásicas herejías trinitario−cristológicas.
Cada una de ellas, nace, hasta cierto punto, al combatir la otra.
a) El adopcionismo.
Es la más importante, es un error que se repite en todos los tiempos y en todos los intentos. El adopcionismo
intenta salvaguardar la historia de Jesús y la concepción histórica de la encarnación. Hipólito nos conserva el
siguiente resumen de su doctrina:
Jesús es un hombre, nació de la Virgen por designio del Padre. Vivió como los demás hombres. Cuando
el bautismo en el Jordán, recibió al Cristo, que descendió en forma de paloma. Sus fuerzas no fueron
activas hasta que recibió el Espíritu (el Cristo) y se reveló en él
La filiación divina la reducen a la santidad moral y luego al bautismo o a la resurrección, de la moral pasa a lo
ontológico, en el fondo es un intento para eliminar las dificultades de la Kenosis de Dios en Jesús. Su
principal fautor, Teodoro de Bizancio. El adopcionismo es una especie de pelagianismo cristológico, hacen de
la afirmación de Dios un recorte de la libertado la historicidad del hombre.
b) El modalismo.
Es una doctrina Trinitaria, su ventaja es la simplicidad. Tertuliano la describe así en su obra contra Praxeas:
En una misma persona distinguen por igual al Padre y al Hijo, diciendo que éste es la carne, es decir el
hombre, o Jesús. Y aquel es el Espíritu, es decir Dios o el Cristo
La trinidad queda así reducida al hecho de Jesucristo y a la dualidad de lo divino y lo humano en él. El
modalismo es una simple descripción del problema cristológico, que se presenta como explicación de ese
problema. Algo bueno es que ha captado la comunicación del Dios Trino: el espíritu mueve, el hijo realiza, el
padre da la vida, y así alcanza el hombre la salud.
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c) Subordinacionismo.
Hipólito, discípulo y continuador de Irineo, no quedo satisfecho con la condena que se hizo del modalismo.
Endureció su posición y subrayó la distinción antimodalista de Padre e Hijo en Dios, parece establecer una
clara subordinación de éste a aquél. Este subordicionismo ya es una forma del error arriano. Es incierta la
atribución a Hipólito, cuya cristología es de gran importancia y vigor especulativo.
III. Arrio y Nicea.
De laico, Arrio estuvo metido en un cisma y halló acogida en el obispo de Alejandría, quien le reconcilió y le
ordenó presbítero. El error de Arriano es doble y se asemeja al doble error que encontramos en San Justino: ni
Cristo es hombre como nosotros ni es Dios como el Padre. Arrio le llama Dios pero lo entiende de manera
subordinacionista. También le llama hombre, pero negándole un alma humana. Tal vez haya relación entre
ambos errores. Al menos así lo entendió Eustacio único que cayó en la cuenta de los dos:
al negar el alma a Cristo, tiene que atribuir a la Palabra de Dios, los sufrimientos y mutaciones de
Cristo, puesto que esta Palabra pasible no puede ser igual al Dios inmutable
Lo curioso es que este error relativo a la humanidad de Cristo no se lo combate nadie. El mismo San Agustín,
escribirá sobre los arrianos:
menos conocidos son por afirmar que Cristo tenía un cuerpo solo, sin alma. Y no he encontrado a nadie
que les haya discutido este punto
Este silencio, parece indicar que sus contradictores participaban del mismo error; el mismo concilio de Nicea,
que supone la condena de Arrio, aborda sólo el error relativo a la divinidad del Hijo:
nacido del Padre antes de Todos los siglos, Dios de Dios, luz de Luz, Dios Verdadero de Dios verdadero
La doctrina arriana relativa a la humanidad de Jesús se prolongará en el apolinarismo, robustecida, en cierto
modo, por la declaración de Nicea. El gran contradictor de Arrio en lo referente a la divinidad de la Palabra,
fue San Atanasio, se han suscitado sospechas respecto a si compartiría o no el error arriano sobre la
humanidad de Jesús.
La argumentación de Arrio para negar la divinidad del Logos, era simple: el Nuevo Testamento está lleno de
datos sobre la finitud de Cristo, según los evangelios, Cristo experimenta dolor, turbación, ora, ignora, teme,
progresa, se ve abandonado
Todo esto es incompatible con la idea del Absoluto, de ahí que el hombre no encuentra en Cristo al Absoluto.
San Atanasio responde:
El Logos se ha hecho hombre para divinizarnos en él La carne de Cristo, por estar unida al Logos, ha
sido salvada y redimida la primera. Nosotros hemos sido salvados en él, ya que somos unidad con él
San Atanasio se esfuerza en probar que los rasgos aducidos por los arrianos no dañan la Trascendencia del
Logos y como trata de debilidades anímicas, no sólo corporales, comienza por quitarle el carácter de
verdadera debilidad: así afirma que la angustia era sólo pretextada, la ignorancia sólo aparente, el llanto sólo
corporal. Siempre habla de separación cuerpo−Logos, pero cuando habla del resto de los hombres, concibe la
separación como cuerpo−alma.
Estos errores cuestionan si Atanasio negaba el alma de Cristo al igual que los arrianos.
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IV. Apolinar y San Dámaso.
En seguida de Nicea rebrota el error de Arrio, con más fuerza y mejor elaborado filosóficamente por un
discípulo de San Atanasio: Apolinar de Laodicea (310−390).
Apolinar dice:
Jesús es perfecto Dios; ahora bien, dos cosas acabadas, perfectas, no pueden constituir una única
realidad. Por consiguiente, la humanidad de Cristo no puede ser perfecta
Niega a Cristo un principio intelectual humano (Nous), aunque le concede un alma sensitiva. Apolinar no
tiene inconveniente de llamar a Cristo hombre, por cuanto hay en Él un cuerpo movido por un principio
espiritual, que es la palabra de Dios. En el Sínodo de Alejandría, los apolinaristas aceptarán las expresiones
cuerpo racional, verdaderamente hombre, etc., pero entendiéndolas en sentido ambiguo, hay entonces un
acuerdo falso, por ser sólo verbal.
Apolinar no rechaza la concepción filosófica del hombre (es decir: llama hombre a cualquier cuerpo
organizado por un principio que no sea lo que llamamos el alma), sino que rechaza la afirmación de una
diferencia entre Cristo y nosotros. La afirmación de hombre puede variar según épocas y culturas. Pero no
puede variar el que Cristo era hombre exactamente de la misma manera como lo somos nosotros.
En concreto, la argumentación de Dámaso repite el modelo usado en Tertuliano u Orígenes:
Si Jesús, no tenía un alma como la nuestra, no podemos decir que haya sido salvada nuestra alma, en la
cual reside el principio de nuestro mal. Porque le confesamos Salvador del hombre entero, confesamos
que asumió al hombre entero, cuerpo y alma
Cabe preguntar si su respuesta, responde al problema de la unidad de Cristo. La argumentación soteriológica,
parece responder al argumento de Apolinar:
Dos seres perfectos no pueden constituir una única realidad, pero no vale ante Dios y el hombre, entre un ser
donación (agapé) y un ser cuya esencia es apertura
V. Nestorio y Cirilo.
La intolerancia y la intervención de factores políticos motivaron a los nestorianos a una exageración de sus
posiciones:
Jesús será perfectamente Dios y perfectamente hombre, pero de tal manera que Dios y el hombre
constituyen en él dos sujetos, incluso en el nivel último del ser
De este modo, Dios se apropia la personalidad de Jesús, algo así como el actor la de su personaje, pero no se
le pueden atribuir al actor los sentimientos de su personaje. Esto es, no se puede decir que Dios haya sufrido
en Jesús, o que haya vivido una vida humana en él, la carne y la humanidad de Jesús no pertenecen al Dios
ontológico. Así Dios y el hombre quedan afirmados, pero separados.
San Cirilo escribe una carta aprobada en Efeso, dedicada al problema de la unidad de Dios y hombre en Jesús.
Frente a las tendencias separadoras nestorianas, la tesis de la carta es que dicha unidad no se da meramente
en la forma de presentarse o de aparecer ante nosotros, sino en la realidad misma del ser de Jesús.
Esta forma de afirmar la unidad, no implica, una transformación del Logos en un hombre. La divinidad sigue
siendo divinidad y la humanidad sigue siendo humanidad. Pero la unidad es tal, que al Logos se le puede
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llamar hijo de hombre, con toda propiedad y no como a un personaje, sino con verdad.
A esta unidad que permite a Dios hacer propio ser suyo aquello que no es Dios, le llama San Cirilo unión en
la subsistencia (intercambio de propiedades).
VI. Reacción contra Cirilo. Eutiques.
En el 447 aparece una obra de Teodoreto de Ciro (el Agustín de Oriente), de la escuela antioquena. La obra se
titula el mendigo (Eranistes) está escrita en forma de diálogo entre el mendigo Polimorphos y Ortodoxo
(posiblemente el propio Teodoreto). La tesis del mendigo es que la unión se hizo a partir de dos naturalezas,
pero en una naturaleza. La intención de la obra era claramente polémica, pues el mendigo representaba al
monje Eutiques (cazador de nestorianos, con fama de santidad, movilizador de poderes políticos).
El pensamiento de Eutiques era simple: divinidad y humanidad son dos realidades distintas antes de la unión,
pero después de ella constituyen una única naturaleza. Si el error de Nestorio era separar ambas magnitudes,
el error de Eutiques era absorber la una por la otra. De este modo, la humanidad de Jesús queda disuelta en su
divinidad.
VI.1. Calcedonia.
Las expresiones conflictivas nos permiten formular el planteamiento del problema en continuidad con los
concilios anteriores:
Supuesto que Jesús es perfecto Dios (Nicea) y perfecto hombre (Constantinopla I) y supuesto que entre Dios y
hombre se da en Jesús que son uno y el mismo (Efeso), ¿hay que decir que la unión es tan total que la
humanidad de Jesús deja de ser una humanidad plena e independiente, de modo que sólo considerada antes de
la unión puede ser tomada por una humanidad plena? ¿O hay que decir que aún después de la unión sigue
siendo plenamente humanidad?
Uno y el mismo, pero no una única naturaleza. Esta es la paradoja ante la que no sitúa Calcedonia.
La novedad del Concilio está en la expresión en dos naturalezas, frente a la más corriente: a partir de dos
naturalezas. No hay nada nuevo, sólo precisan, al juntar el uno y el mismo con el en dos naturalezas.
Este texto conciliar es el primer Símbolo que no consta de un esquema de actos salvíficos (del tipo: nació,
murió, resucitó etc., por nosotros). En este sentido es el primer auténtico dogma. Calcedonia ya no dice
creemos o confesamos, como en los concilios anteriores, sino: enseñamos que se debe confesar.
La fórmula Calcedónica expresa un esquema de unidad y dualidad, pone de relieve la expresión uno y el
mismo, que se repite seguida de dos columnas de predicados:
Uno y el mismo
Perfecto en divinidad perfecto en humanidad
Dios verdadero hombre verdadero (alma y cuerpo)
Consustancial al Padre consustancial a nosotros
Engendrado por el Padre engendrado por María
Antes de los siglos al fin de los tiempos
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Uno y el mismo
De las derivaciones de este problema sobre la unidad y dualidad, debemos señalar tres etapas: un postconcilio
agitado, y dos nuevos concilios que tratan de ser exégesis sobre este problema planteado: el segundo y el
tercero de Constantinopla.
Conclusión
Más que una conclusión, quisiera compartir algunas ideas, sobre lo que me resulto de hacer este resumen.
En primer lugar, quiero hacer destacar, que los errores al menos en un primer momento no fueron expuestos
con una mala intención, muchos de ellos resultaron tratando de dar respuestas a otros errores.
Lo que me hace pensar que caer en herejías es sumamente fácil, ya que al tratar de ahondar en los misterios de
Dios, la lógica humana va a preferir mayormente lo contrario a la lógica de Dios.
No me parece pueda ser condenable estar en el error. Lo que si me parece mal es el hecho de que aún cuando
se puede vislumbrar la verdad, el hombre se aferre por cierta soberbia intelectual a lo que el considera su
verdad y no se somete a la enseñanza de la Iglesia, por parecerle mejor sus razonamientos.
Índice
Páginas
A manera de Introducción 1
I. Desarrollo de los dogmas sobre Cristo... 2
II. Las clásicas herejías trinitario−cristológicas 3
a) El adopcionismo.
b) El modalismo.
c) El subordicionalismo.
III. Arrio y Nicea 5
IV. Apolinar y San Dámaso.... 7
V. Nestorio y Cirilo 9
VI. Reacción contra Cirilo. Eutiques 10
VI.1. Calcedonia . 11
Conclusión
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