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Chile
Discurso del triunfo. 5-11-1970. Salvador Allende
De los trabajadores es la victoria.
Del pueblo sufrido, que soportó por siglo y medio, bajo el nombre de
Independencia, la explotación de una clase dominante incapaz de asegurar el
progreso, y de hecho, desentendida de él. La verdad, lo sabemos todos, es que
el atraso, la ignorancia, el hambre de nuestro pueblo y de todos los pueblos del
Tercer Mundo, existen y persisten porque resultan lucrativos para unos poco
privilegiados.
Pero ha llegado por fin el día de decir basta. ¡Basta a la explotación económica!
¡Basta a la desigualdad social! ¡Basta a la opresión política!
Hoy con la inspiración de los héroes de nuestra patria, nos reunimos aquí para
conmemorar nuestra victoria, la victoria de Chile; y también para señalar el
comienzo de la liberación. El pueblo, al fin hecho Gobierno, asume la dirección
de los destinos nacionales. Pero ¿cuál es el Chile que heredamos? Excúsenme,
compañeros, que en esta tarde de fiesta y ante las delegaciones de tantos
países que nos honran con su presencia, me refiera a temas tan dolorosos. Es
nuestra obligación y nuestro derecho denunciar sufrimientos seculares, como
dijo el presidente peruano Velasco Alvarado: «Una de las grandes tareas de la
revolución es : romper el cerco del engaño que a todos nos ha hecho vivir de
espaldas a la realidad».
Ya es tiempo de decir que nosotros los pueblos subdesarrollados
fracasamos en la historia. Fuimos colonias en la civilización agrariomercantil. Somos apenas naciones neocoloniales en la civilización
urbano-industrial. Y en la nueva civilización que emerge, amenaza
continuar nuestra dependencia.
…¿Y cuál es la causa de nuestro atraso? ¿Quién es responsable del
subdesarrollo en que estamos sumergidos?
Tras muchas deformaciones y engaños, el pueblo ha comprendido.
Sabemos bien, por experiencia propia, que las causas reales de nuestro
atraso están en el sistema. En este sistema capitalista dependiente,
que, en el plano interno, opone las mayorías necesitadas a minorías
ricas; y en el plano internacional, opone los pueblos poderosos a los
pobres; y los más costean la prosperidad de los menos.
Heredamos una sociedad lacerada por las desigualdades sociales. Una
sociedad dividida en clases antagónicas de explotadores y explotados.
… Nuestra herencia es una sociedad dependiente, cuyas fuentes
fundamentales de riquezas fueron enajenadas por los aliados internos
de grandes empresas internacionales. Dependencia económica,
tecnológica, cultural y política.
Contra todas estas formas de existencia se ha alzado el pueblo chileno.
Nuestra victoria fue dada por la convicción, al fin alcanzada, de que sólo
un Gobierno auténticamente revolucionario podría enfrentar el poderío
de las clases dominantes, al mismo tiempo movilizar a todos los chilenos
para edificar la República del pueblo trabajador.
“A un mes de la constitución de la junta de gobierno”. Discurso de
Augusto Pinochet el 11 de octubre de 1973.
…Por la misma razón, rechazamos categóricamente la concepción
marxista del hombre y de la sociedad, porque ella niega los valores más
entrañables del alma nacional y pretende dividir a los chilenos en una
lucha deliberada entre clases aparentemente antagónicas, para
terminar implantando un sistema totalitario y opresor, donde se niegue
los más caros atributos del hombre como ser racional y libre.
…Reconstruir siempre es más lento y más arduo que destruir. Por ello
sabemos que nuestra misión no tendrá la transitoriedad que
desearíamos, y es así como no damos plazos ni fijamos fechas.
Sólo cuando el país haya alcanzado la paz social necesaria para el
verdadero progreso y desarrollo económico a que se tiene derecho y
Chile no muestre caras con reflejos de odio, será cuando nuestra misión
habrá terminado. Para acelerar estas metas, pedimos a Dios su ayuda, y
a nuestro pueblo su abnegación y patriotismo y a quienes tienen la
responsabilidad del Gobierno, su propia entrega, sin limitaciones, en
beneficio de la causa que han abrazado.
…Afianzadas las metas anteriores, las Fuerzas Armadas y de Orden
darán paso al restablecimiento de nuestra democracia, la que deberá
renacer purificada de los vicios y malos hábitos que terminaron por
destruir nuestras instituciones. Una nueva Constitución Política de la
República debe permitir la evolución dinámica que el mundo actual
reclama, y aleje para siempre la politiquería, el sectarismo y la
demagogia de la vida nacional; que ella sea la expresión suprema de la
nueva institucionalidad y bajo estos moldes se proyecten los destinos de
Chile. En ella, conforme a nuestras mejores tradiciones históricas, el
pueblo deberá ser el verdadero origen y destinatario del ejercicio del
Poder.
…La educación debe formar en el joven los grandes valores de la
nacionalidad, sin buscar ninguna forma de adoctrinamiento o
concientización política, ya que con ello se vulnera el sagrado respeto
por la libertad interior de cada ser humano. Una verdadera educación
que alcance a todos los chilenos, es, además, en este nuevo Estado, el
camino indispensable para que Chile progrese en la ruta de la tecnología
que caracteriza al mundo contemporáneo.
Argentina
AL REGRESAR AL PAÍS, EL GENERAL PERÓN CONVOCA A TODOS PARA LA RECONSTRUCCIÓN
NACIONAL, 21 de junio de 1973
Llego casi desencarnado. Nada puede perturbar mi espíritu porque retorno sin
rencores ni pasiones, como no sea la pasión que animó toda mi vida: servir
lealmente a la Patria. Y sólo pido a los argentinos que tengan fe en el Gobierno
Justicialista, porque ése ha de ser el punto de partida para la larga marcha que
iniciamos. Tal vez la iniciación de nuestra acción pueda parecer indecisa o
imprecisa, pero hay que tener en cuenta las circunstancias en las que la iniciamos.
La situación del país es de tal gravedad que nadie puede pensar en una
reconstrucción en la que no deba participar y colaborar. Este problema, como ya lo
he dicho muchas veces, o lo arreglamos entre todos los argentinos o no lo arregla
nadie. Por eso, deseo hacer un llamado a todos, al fin y al cabo hermanos, para
que comencemos a ponernos de acuerdo.
Una deuda externa que sobrepasa los 6000 millones de dólares y un déficit
cercano a los tres billones de pesos, acumulados en estos años, no han de cubrirse
en meses, sino en años. Nadie ha de ser unilateralmente perjudicado, pero
tampoco ninguno ha de pretender medrar con el perjuicio o la desgracia ajena.
No son estos días para enriquecerse desaprensivamente, sino para reconstruir la
riqueza común, realizando a una comunidad en la que cada uno tenga la
posibilidad de realizarse.
El Movimiento Justicialista, unido a todas las fuerzas políticas, sociales,
económicas y militares que quieran acompañarlo en su cruzada de liberación y
reconstrucción del país, jugará su destino dentro de la escala de valores
establecida: “primero la Patria, después el Movimiento y luego los hombres”,
en un gran movimiento nacional y popular que pueda respaldarlo.
Tenemos una revolución que realizar, pero para que ella sea válida ha de ser de
construcción pacífica y sin que cueste la vida de un solo argentino. No estamos
en condiciones de seguir destruyendo frente a un destino preñado de
asechanzas y peligros. Es preciso volver a lo que en su hora fue el apotegma de
nuestra creación: “de cosa al trabajo y del trabajo a casa”. Sólo el trabajo
podrá redimirnos de los desatinos pasados.
Ordenemos primero nuestras cabezas y nuestros espíritus. Reorganicemos al
país y dentro de él al Estado que preconcebidamente se ha pretendido destruir
y que debemos aspirar a que sea lo mejor que tengamos para corresponder a
un Pueblo que ha demostrado ser maravilloso. Para ello elijamos los mejores
hombres, provengan de donde provinieren, acoplemos la mayor cantidad de
materia gris, todo juzgado por sus genuinos valores en plenitud y no por
subalternos intereses políticos, influencias personales o bastardas
concupiscencias.
Fragmento del discurso de Jorge Rafael Videla al asumir la presidencia, el 30 de marzo de
1976. Diario La Nación, 31 de marzo de 1976.
El país transita por una de las etapas más difíciles de su historia. Colocado al
borde de la disgregación, la intervención de las Fuerzas Armadas ha constituido
la única alternativa posible, frente al deterioro provocado por el desgobierno, la
corrupción y la complacencia. (...) El uso indiscriminado de la violencia de uno y
otro signo, sumió a los habitantes de la Nación en una atmósfera de inseguridad
y de temor agobiante. Finalmente, la falta de capacidad de las instituciones (...)
condujo a una total parálisis del Estado, frente a un vacío de poder incapaz de
dinamizarlo. Profundamente respetuosas de los poderes constitucionales (...) las
Fuerzas Armadas hicieron llegar, en repetidas oportunidades, serenas
advertencias sobre los peligros que importaban tanto las omisiones como las
medidas sin sentido. Su voz no fue escuchada. Ninguna medida de fondo se
adoptó en consecuencia. Ante esta drástica situación, las Fuerzas Armadas
asumieron el gobierno de la Nación. Sólo el Estado, para el que no aceptamos el
papel de mero espectador del proceso, habrá de monopolizar el uso de la fuerza
y consecuentemente sólo sus instituciones cumplirán las funciones vinculadas a
la seguridad interna. Utilizaremos esa fuerza cuantas veces haga falta para
asegurar la plena vigencia de la paz social. Con ese objetivo combatiremos, sin
tregua, a la delincuencia subversiva en cualquiera de sus manifestaciones, hasta
su total aniquilamiento.
Discurso de Jorge R. Videla 25 de Mayo de 1976.
Un factor había contribuido notablemente a este deterioro de nuestro
estilo de vida democrático y, si hubiera que definirlo en una sola palabra,
diría que es demagogia. La demagogia, agitada con fines puramente
electorales a través de slogans, rótulos y frases hechas, no hizo más que
enfrentarnos en antinomias estériles y confundirnos profundamente, a
punto tal, que hoy es difícil distinguir dónde está el bien y dónde está el
mal.
Esa demagogia, además, por ser complaciente, dio origen a la corrupción,
concebida ésta en la más amplia acepción de la palabra, que llegó a
generalizarse en todos los estamentos del Estado. Esa corrupción –
justamente por ser generalizada– motivó el trastocamiento de los valores
tradicionales, es decir, subversión. Porque subversión, no es ni más ni
menos que eso: subversión de los valores esenciales del ser nacional… Por
eso es nuestra intención, en nuestra acción de Gobierno, afirmar los valores
tradicionales que hacen a la esencia del ser nacional y ofrecer estos valores
como contrapartida a toda ideología extraña que pretenda suplantar estos
valores, y aún más, conculcarlos.
Es también nuestra intención erradicar la corrupción, ofreciendo como
norma la honestidad, la idoneidad y la eficiencia.
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