Capilla Doméstica La capilla de la cual dice ya el explorador Azcarete de Biscay, que pasó de Buenos Aires a Potosí: “Los jesuitas tienen allí un colegio, y su capilla es la más rica y más hermosa de todas” En el solar que los jesuitas ocuparon durante el período colonial se destaca el área del noviciado, actualmente Residencia de la Orden. La Provincia Jesuítica de la Paraquaria fue fundada en el año 1608. Ese mismo año se instala el Noviciado en la cuidad de Córdoba, corazón geográfico y capital de la misma. En este Noviciado se formaban jóvenes misioneros de la Orden, encargados de las tareas de evangelización en toda la Provincia Jesuítica. Separado del ámbito del Colegio Máximo, el conjunto del Noviciado fue erigido entre los siglos XVII y XVIII. Primero existiría la ermita, después la capilla doméstica, a lo que le siguió la construcción de la iglesia y dependencias del convento. Más tarde se construyó el colegio y el noviciado. Detrás de la Iglesia, sobre la misma calle, sobresale la Capilla Doméstica, edificada a mediado del siglo XVII. Se encuentra orientada hacia el Este, como las demás iglesias de Córdoba. Es una capilla de nave única, construida con muros de piedra y cubierta de madera. La técnica de construcción de los muros sólo puede observarse desde una de sus fachadas laterales, ya que al interior de la capilla estos se encuentran revocados y encalados. Originalmente esta Capilla se encontraba bajo la advocación de la Virgen María, motivo central de la decoración. El acceso es a través de una gran portada adornada con arquitectura hecha con piedra de sapo, de concepción manierista, de la que sobresalen el diseño de puntas de diamante que flanquean la puerta y las hojas de madera con excelente trabajo de tallado. Dentro de este espacio unitario, se aprecian como puntos focales la magnífica bóveda y el retablo acompañados por muros blancos que los realzan. El altar de la capilla realizado en madera dorada y policromada, procedente de las misiones al Paraguay, es uno de los mejores exponentes del estilo barroco americano en Argentina. Se organiza a través de columnas salomónicas y fuertes entablamentos y cornisas que definen hornacinas donde se ubican imágenes religiosas. La decoración se completa con roleos, hojarasca y figuras fitiformas. Debajo del altar barroco existe un resto del primer altar, que ostenta en colores pálidos, las formas claras de decoración de la época del renacimiento. En un principio, el altar mayor se encontraba mirando al oriente, en el que se simbolizaba a Cristo, el sol del mundo. Sin embargo, fue cambiado con posterioridad para tapar interiormente la puerta principal y en la actualidad se encuentra mirando al oeste, contra todas las costumbres de la época. El techo, hacia el exterior, se manifiesta como una cubierta a dos aguas acabada con sucesivas capas de tejuelas y hacia el interior se percibe como una bóveda de cañón corrido. La bóveda se nos muestra como una superficie formada por la tupida sucesión, en arco, de listones dorados y doradas molduras mixtilíneas. La decoración de los listones son guardas de motivos fitomórficos muy estilizados, derivados de los espirales de acanto y los caulículos del clasicismo, que fueron moda, a la manera de grutescos, en muchas decoraciones del manierismo. El cielorraso de la bóveda fue pintado y adornado, se conforma de un entramado de cañas fijadas a la estructura principal con tientos de cuero a las que luego se les aplicó un enlucido de cal y yeso para preparar la superficie para ser decorada. Luego se realizaba el pulido del fondo y con cinco colores se realizaba la pintura de los adornos. El dibujo y la pintura son característicos del renacimiento, existiendo pocas iglesias en Europa que conserven los adornos de la época como los que se pueden observar en la capilla. Están pintadas a la tempera, sobre tela adherida a la madera (marouflage) en una gama que alcanza aproximadamente a los ocho colores, de timbre homogéneo, seguramente pigmentos de origen vernáculo, planos pero perfilados, a la manera de la heráldica, un claro testimonio de arcaísmo. El fondo blanco y los toques dorados, acentúan las combinaciones. Las hojas conservan todavía sus puntas de forma gótica, y la pintura es la característica, tal como se usaba en la heráldica de 1500 a 1660, con los colores puestos separadamente, uno al lado del otro. A su vez, la composición del ornamento, con escudos y ángeles, es sentimiento puro de la primera época del renacimiento. La decoración muestra en el conjunto, una voluntad de composición cuyo tema es la Virgen María, titular de la capilla. El centro del cañón, lo ocupa un cuadro de la “Virgen de la Misericordia” protegiendo a jóvenes jesuitas, seguramente “novicios”. Las guardas, mucho más anchas que las de la iglesia, incluyen cartelas sostenidas algunas por ángeles, con invocaciones de las letanías lauretanas. Las volutas de acanto, generosamente desarrolladas en el espacio más amplio, se acercan también al clasicismo, pero con un aire espúreo goticizante que podría ser indicio del origen nordeuropeo de su autor. CARLOS MARIA LOPEZ RAMOS Estudio histórico artístico y de la técnica de ejecución