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Resumen de la experiencia de Tom Wolfe, sobre su vida como reportero.Escrito Habla de
la novela periodística o de no-ficción.
Fecha de inclusión en Alipso.com: 2002-04-19
Enviado por: Natalia Lorena Parracia ([email protected])
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Tom wolfe
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Resumen de la experiencia de Tom Wolfe, sobre su vida como reportero.Escrito Habla de la
novela periodística o de no-ficción. Agregado: 19 de ABRIL de 2002 (Por Natalia Lorena Parracia) |
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Apuntes y Monografías > Comunicación >Material educativo de Alipso relacionado con Tom wolfeTom
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TOM WOLFE
EL JUEGO DEL REPORTAJE
Nada nuevo había en mi mente cuando conseguí mi primer empleo en un periódico. Me impulsaba un ansia
desatada y artificial hacia algo completamente distinto.
Los reporteros querían convertirse en estrellas y de inmediato. Todos queríamos ser “especialistas en
reportajes”. El triunfo final solía llamarse La Novela.
El centro en disputa era Mejor Especialista en Reportajes de la Ciudad. El “reportaje” era el término que
designaba a un artículo que caía fuera de la categoría de noticia propiamente dicha.
La Novela no era una simple forma literaria, sino un fenómeno psicológico, una fiebre cerebral, estaba en
algún sitio entre Narcisismo y Obsesiones Neuróticas.
La Novela parecía el último de uno de aquellos fenomenales golpes de suerte, como encontrar oro o
petróleo. Hacia los años 50 La Novela ya era un torneo de amplitud nacional. No había sitio para el periodista.
Un descubrimiento modesto y humilde al principio fue que podíamos hacer un periodismo que ... se leyera
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igual que una novela. Ni los periodistas que se aventuraron primero en ésto dudaban que el escritor era el
artista soberano en literatura, ahora y siempre.
No adivinaron que la tarea que realizarían en los próximos 10 años, como periodistas, iba a destronar a la
novela como máximo exponente literario.
TOMANDO EL PODER
A fines de 1966 se escuchó hablar por primera vez de Nuevo Periodismo en las tertulias. Nunca me gustó
esa etiqueta. A mediados de los 60 había una cierta agitación artística en el periodismo.
Jamás tuve la idea de que esto impactaría en el mundo literario. La repentina aparición de este nuevo tipo de
periodismo sin raíces ni tradiciones provocó pánico en el escalafón de la comunidad literaria.
Durante todo el siglo XX la clase literaria más elevada fueron los novelistas, considerados los únicos
“creativos” y artistas de la literatura. La clase media eran los “hombres de letras”: ensayistas literarios y
críticos más autorizados sobre todo. La clase inferior eran los periodistas, apenas se percibía su existencia.
Los que escribían para revistas populares y suplementos dominicales (escritores independientes) ni siquiera
estaban en el escalafón, eran el lumpenproletariado.
Capote dijo que A sangre fría no era periodismo sino “novela de no-ficción”, pero su éxito dió al Nuevo
Periodismo un impulso arrollador.
A principios de 1968 otro novelista se pasó a la no-ficción: Norman Mailer. Hacia 1969 nadie del mundo
literario desechaba al Nuevo Periodismo como un género literario inferior.
En los 60 los novelistas más serios y ambiciosos habían abandonado el fresco social, las costumbres y la
ética. Esto resultó maravilloso para los periodistas. Los 60 fueron una de las décadas más extraordinarias de
Norteamérica en costumbres y ética, que hicieron la historia de los 60.
Nueva York era un pandemonium con una gran sonrisa burlona puesta. Los Nuevos Periodistas
-Paraperiodistas- tenían los locos 60 para ellos solos.
Los periodistas aprendieron las técnicas del realismo a base de improvisación más que de teoría. Cuatro
procedimientos: construcción escena-por-escena; ser testigos de la vida de otras personas y registrar los
diálogos totalmente; punto de vista en tercera persona para presentar la escena a través de los ojos de un
personaje particular; relación de modales, costumbres, miradas, formas de vestir con otros detalles, simbólicos
del status de vida de las personas.
El lector sabe que todo lo que cuenta el Nuevo Periodismo sucedió realmente, las contradicciones fueron
borradas.
La novela no murió. Existe un gran futuro para la novela periodística, la novela documento o la novela de
intenso realismo social.
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El Nuevo Periodismo no puede ser ignorado por más tiempo en un sentido artístico. Dejemos que el caos
reine, al diablo con las categorías.
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TOM WOLFE
EL JUEGO DEL REPORTAJE
Nada nuevo había en mi mente cuando conseguí mi primer empleo en un periódico. Me impulsaba un ansia
desatada y artificial hacia algo completamente distinto.
Los reporteros querían convertirse en estrellas y de inmediato. Todos queríamos ser “especialistas en
reportajes”. El triunfo final solía llamarse La Novela.
El centro en disputa era Mejor Especialista en Reportajes de la Ciudad. El “reportaje” era el término que
designaba a un artículo que caía fuera de la categoría de noticia propiamente dicha.
La Novela no era una simple forma literaria, sino un fenómeno psicológico, una fiebre cerebral, estaba en
algún sitio entre Narcisismo y Obsesiones Neuróticas.
La Novela parecía el último de uno de aquellos fenomenales golpes de suerte, como encontrar oro o
petróleo. Hacia los años 50 La Novela ya era un torneo de amplitud nacional. No había sitio para el periodista.
Un descubrimiento modesto y humilde al principio fue que podíamos hacer un periodismo que ... se leyera
igual que una novela. Ni los periodistas que se aventuraron primero en ésto dudaban que el escritor era el
artista soberano en literatura, ahora y siempre.
No adivinaron que la tarea que realizarían en los próximos 10 años, como periodistas, iba a destronar a la
novela como máximo exponente literario.
TOMANDO EL PODER
A fines de 1966 se escuchó hablar por primera vez de Nuevo Periodismo en las tertulias. Nunca me gustó
esa etiqueta. A mediados de los 60 había una cierta agitación artística en el periodismo.
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Tom wolfe
Jamás tuve la idea de que esto impactaría en el mundo literario. La repentina aparición de este nuevo tipo de
periodismo sin raíces ni tradiciones provocó pánico en el escalafón de la comunidad literaria.
Durante todo el siglo XX la clase literaria más elevada fueron los novelistas, considerados los únicos
“creativos” y artistas de la literatura. La clase media eran los “hombres de letras”: ensayistas literarios y
críticos más autorizados sobre todo. La clase inferior eran los periodistas, apenas se percibía su existencia.
Los que escribían para revistas populares y suplementos dominicales (escritores independientes) ni siquiera
estaban en el escalafón, eran el lumpenproletariado.
Capote dijo que A sangre fría no era periodismo sino “novela de no-ficción”, pero su éxito dió al Nuevo
Periodismo un impulso arrollador.
A principios de 1968 otro novelista se pasó a la no-ficción: Norman Mailer. Hacia 1969 nadie del mundo
literario desechaba al Nuevo Periodismo como un género literario inferior.
En los 60 los novelistas más serios y ambiciosos habían abandonado el fresco social, las costumbres y la
ética. Esto resultó maravilloso para los periodistas. Los 60 fueron una de las décadas más extraordinarias de
Norteamérica en costumbres y ética, que hicieron la historia de los 60.
Nueva York era un pandemonium con una gran sonrisa burlona puesta. Los Nuevos Periodistas
-Paraperiodistas- tenían los locos 60 para ellos solos.
Los periodistas aprendieron las técnicas del realismo a base de improvisación más que de teoría. Cuatro
procedimientos: construcción escena-por-escena; ser testigos de la vida de otras personas y registrar los
diálogos totalmente; punto de vista en tercera persona para presentar la escena a través de los ojos de un
personaje particular; relación de modales, costumbres, miradas, formas de vestir con otros detalles, simbólicos
del status de vida de las personas.
El lector sabe que todo lo que cuenta el Nuevo Periodismo sucedió realmente, las contradicciones fueron
borradas.
La novela no murió. Existe un gran futuro para la novela periodística, la novela documento o la novela de
intenso realismo social.
El Nuevo Periodismo no puede ser ignorado por más tiempo en un sentido artístico. Dejemos que el caos
reine, al diablo con las categorías.
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